Cuando, de alguna manera, alguien se siente disminuido o perdedor, le surge cierta necesidad de despreciar a los demás, o bien a algún sector de la sociedad, o de la humanidad, tratando de compensar su poca confortable realidad. Así, el nacionalista trata de menospreciar a quienes pertenecen a otras nacionalidades, el racista a quienes pertenecen a otras etnias, el "aristócrata" a las clases sociales inferiores, etc. En estos casos, adoptan una postura de cierta superioridad respecto a quienes desprecian. 
 
En el caso de los socialistas, les surge la necesidad de mostrar cierta superioridad ética, si bien tal actitud se fundamenta en su deseo de repartir riquezas ajenas, nunca de la propia; aunque tal engaño puede darles alguna tranquilidad de conciencia. Otros socialistas, por el contrario, se ubican en una posición en que predomina la sensación de inferioridad económica y surge en ellos una envidia insoportable respecto de la burguesía, como una forma de odio de clase, que da lugar a la "lucha de clases", que es la denominación socialista de la antigua y tradicional envidia. 
 
Se siente envidia por quienes poseen lo que uno desea y no puede alcanzar, especialmente cuando se trata de cuestiones materiales o cuestiones de poder. De ahí que la prédica marxista y peronista sean anti-burguesas o anti-empresariales. A veces se trata de apaciguar el fuerte descontendo huyendo hacia una falsa espiritualidad concretada mediante la búsqueda aparente de una vida sencilla, delatando verbalmente, a cada instante, el odio sectorial hacia los que más poseen.  
La envidia socialista puede advertirse en el siguiente caso, ocurrido en Francia, mencionado por Vincent de Gaulejac, autor del siguiente artículo: 
UN EJEMPLO DE NEUROSIS DE CLASE 
Este ejemplo permite ilustrar de qué manera las contradicciones sociales (en este caso los antagonismos de clase) se reflejan en un conflicto psicológico para provocar una neurosis de clase. 
François es un ingeniero que conocimos en un momento de su vida en el que se encontraba preparando un doctorado de tercer ciclo de Economía. Estudiante brillante pero reservado, o casi inhibido, aparentaba ser un joven ejecutivo (28 años) exitoso desde todo punto de vista. Sin embargo, su manera de ser y sus intervenciones expresaban una violencia contenida y una rebeldía profunda. Nos contó su historia a partir de un dibujo sobre el tema "la historia de mi vida". 
François es hijo de un obrero, militante activo del Partido Comunista y en la CGT durante cuarenta años. Por un lado, su padre le ha inculcado "el odio hacia los financistas y los burgueses incapaces", y por otro "la admiración por las personas inteligentes que llegan al poder", en particular las que han estudiado en el Politécnico. El padre desea que su hijo logre, mediante sus estudios, mostrar su inteligencia y llegar al poder. Al mismo tiempo, combate a los burgueses que ocupan dicho poder. 
François vive ese doble mensaje como una contradicción irreductible, que se traducirá en una escolaridad a la vez brillante y difícil: es bueno en matemática, pero nunca es el mejor. Sin embargo, detesta esa materia que lo obliga a entrar en un marco lógico cerrado, rígido, en un "orden establecido". Por el contrario, le gusta el francés, materia en la que su desempeño es regular. Incapaz de concentrarse en un tema, comienza una frase que asocia con otra, dejando fluir su pensamiento, lo que hace que su discurso sea desordenado e incomprensible. Sus profesores le corrigen sistemáticamente esa falencia, con el comentario al margen de "fuera de tema". Eso no le impide, sin embargo, pasar sus exámenes y preparar su ingreso al Politécnico, al que no logra entrar. Simultáneamente entra al Partido Comunista. 
Como él mismo dice, entra luego al Politécnico "por influencia del suegro". En efecto, François se casa con Isabelle, una muchacha de la clase burguesa (departamento de 16 habitaciones en un barrio burgués de París, casa de campo en las afueras, casa en la Costa Azul, casa de los abuelos en Deauville, cargo importante de su suegro que es egresado del Politécnico, etc.). No sólo los padres de François están satisfechos con este matrimonio, sino que desean que su nieto (hijo de Isabelle y de François) sea educado por la familia política a fin de que le den "una buena educación". 
François sufre dolorosamente esa posición de sus padres. Como no puede proponerle a su mujer "que vivan en un departamento barato", acepta y sufre sin decir nada, pero sintiéndose mal, "todo el engranaje del departamento en París, los fines de semana en el campo, las vacaciones con la familia de su mujer, etc.". Él reprocha a su padre el haber aceptado y favorecido esa situación, no sólo porque no se opuso, sino porque lo felicitó: "Bravo, hijo, lo has logrado", sin ver la contradicción en la que este se encontraba atrapado. A partir de estos elementos vemos aparecer un guión sociopsicológico que produce una situación de tipo neurótico. 
Al principio, una familia de clase obrera insiste en el deseo de cambiar el orden social a través de la lucha de clases, deseando a la vez para sus hijos otro lugar dentro de ese orden. Para realizar las aspiraciones paternas, François debe ingresar al Politécnico para demostrar que los obreros son tan inteligentes como los burgueses, pero, al hacerlo, él mismo se convierte en un burgués y pasa del lado de estos, que son responsables de la "vida de perros" que han llevado sus padres. Para satisfacer el deseo paterno, para ser amado, él debe convertirse en lo que sus padres le ordenaron detestar. (De "Neurosis de clase"-Editorial Del Nuevo Extremo SA-Buenos Aires 2013). 
El problema descripto se debe a la absurda costumbre de considerar a las personas, no como individuos únicos y diferentes, sino uniformándolos como integrantes muy semejantes entre sí de determinada clase social. El otro absurdo consiste en asociar todos los defectos a una de esas clases y todas las virtudes a la otra. Este es, en esencia, el absurdo del marxismo, ideología que provoca inconvenientes cada vez que se la toma en serio. 
 
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