lunes, 25 de enero de 2016

Soberbia vs. humildad

La soberbia resulta ser una falla moral por cuanto el individuo que la posee tiende a despertar cierta repugnancia entre las personas del medio social. Si a cada falla le corresponde una virtud, lo opuesto a la soberbia es la humildad, por cuanto quien la posee despierta simpatía y agrado. Emilio Mira y López escribió: “Mientras que el auténtico orgulloso –autosatisfecho- trata de disimular ese defecto, el soberbio lo escupe ante quien lo contempla en su voz ahuecada, en sus gestos y ademanes altaneros, en su porte un tanto provocativo y en su actitud despectiva, se manifiesta esta constante agresión previa al ambiente. Cuando se rinde pleitesía al soberbio no nos agradece la sumisión, como hace el vanidoso, pues aquél está seguro de su valor y su poder, en tanto éste, en su intimidad, sabe que solamente es capaz de representarlo” (De “Cuatro gigantes del alma”-Librería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1957).

El soberbio es el que adopta, como escala de valores prioritaria, alguno de los aspectos en que se destaca o pretende destacarse, ya se trate del nivel moral, económico o intelectual, o mediante algunas aptitudes, como son las laborales, artísticas, deportivas, etc. Luego, tiende a compararse con los demás aunque ignorando a los más destacados en la especialidad. Así, cuando pretende descollar intelectualmente, nunca se compara con un Newton o un Einstein, sino con las personas que le rodean. Ignora, además, los restantes valores humanos y sociales que puedan existir.

El intelectual auténtico es humilde por cuanto se compara con un Newton o un Einstein, adoptando una actitud de pequeñez relativa y habrá de sentirse muy feliz si alguien alguna vez le dice que su inteligencia es una décima parte de la de sus ilustres referencias. Nunca se compara con las personas que le rodean; ya que prefiere ser “cola de león” antes que “cabeza de ratón”, mientras que el soberbio es la “cabeza de ratón” que ignora totalmente la existencia del león. De ahí que la soberbia sea propia de los ignorantes mientras que la humildad lo es de las personas instruidas. El físico y matemático Daniel Bernoulli cierta vez se presenta personalmente mencionando su nombre y apellido, por lo que su interlocutor, creyendo que lo engaña, a su turno se presenta irónicamente diciendo: “y yo soy Isaac Newton”. Bernoulli comenta posteriormente que ese fue el mayor elogio que recibió en su vida por cuanto alguien lo comparó con el ilustre físico y matemático británico.

La mayor parte de los problemas competitivos surgen de personas soberbias, que ignoran instancias superiores, siendo la actitud típica del hombre-masa. En cada grupo social existe la tendencia a formarse un círculo de envidias, rumores y difamaciones que hacen que sus integrantes vivan un infierno cotidiano. Quien advierte la existencia de instancias superiores se autoexcluye de ese ámbito destructivo. José Ortega y Gasset escribió: “El ingreso más fácil a la anatomía de la soberbia se obtiene partiendo de un fenómeno que, con mayor o menor frecuencia, se produce en todas las almas. Averigua un artista que otro se tiene o es tenido por superior a él. En algunos casos, tal averiguación no suscita en su interior ningún movimiento pasional. Esa superioridad sobre él que el prójimo se atribuye a sí mismo u otros le reconocen se encuentra como prevista en su ánimo; con más o menos claridad, se sentía de antemano inferior a aquel otro hombre. La valoración de éste que ahora halla declarada en el exterior coincide con la que, tal vez informulada, existía dentro de sí. Su espíritu se limita a tomar noticia consciente de esa jerarquía y aceptar el rango supeditado que cree corresponderle”.

“Pero en otros casos, el efecto que aquella averiguación produce es muy distinto. El hecho de que el otro artista se tenga o sea tenido en más que él produce una revolución en sus entrañas espirituales. La pretendida superioridad de aquel prójimo era cosa con que en su intimidad no se había contado; al contrario, era él quien en su interior se tenía por superior. Tal vez no se había nunca formulado claramente a sí mismo esta relación jerárquica entre sí y el otro. Pero el choque con el nuevo hecho descubre que preexistía dentro de él una convicción taxativa en este punto. Ello es que experimenta, por lo pronto, una sorpresa superlativa, como si de repente el mundo real hubiese sido falsificado y sustituido por una pseudo-realidad”.

“La contradicción entre la que él cree verdadera relación jerárquica y la que ve afirmada por los otros es tal, que si aceptase ésta sería como aceptar su propia anulación. Porque él atribuía a las dotes artísticas de su persona cierto rango de valor comparativamente al otro artista. Ver que éste se tiene en más es, a la par, sentirse disminuido en su ser. De aquí que la raíz misma de su individualidad sufra una herida «aguda» que provoca un sacudimiento de toda su persona”.

“Su energía espiritual se concentra como un ejército, y en protesta contra esa pseudo-realidad ejecuta una íntima afirmación de sí mismo y de su derecho al rango disputado. Y como los gestos que expresan las emociones son siempre simbólicos y una especie de pantomima lírica, el individuo se yergue un poco mientras íntimamente reafirma su fe en que vale más que el otro. Al sentimiento de creerse superior a otro acompaña una erección del cuello y la cabeza –por lo menos, una iniciación muscular de ello- que tiende a hacernos físicamente más altos que el otro. La emoción que en este gesto se expresa es finamente nombrada «altanería» por nuestro idioma”.

Como la reacción mencionada puede surgir de una inadecuada valoración, Ortega aclara que “ese movimiento no es propiamente soberbia”. “Nadie hablará entonces de soberbia; será más bien la natural indignación provocada por la ceguera de otro u otros que se obstinan en subvertir una jerarquía evidente. Ciertamente que en el soberbio esos movimientos son de una frecuencia anómala; mas por sí mismos no son la soberbia”.

El citado autor considera la existencia de otra forma para adoptar referencias, además de la mencionada en el inicio: “Y hay dos maneras de valorarse el hombre a sí mismo radicalmente distintas. Nietzsche lo vio ya con su genial intuición para todos los fenómenos estimativos. Hay hombres que se atribuyen un determinado valor –más alto o más bajo- mirándose a sí mismos, juzgando por su propio sentir sobre sí mismos. Llamemos a esto valoración espontánea. Hay otros que se valoran a sí mismos mirando antes a los demás y viendo el juicio que a éstos merecen. Llamemos a esto valoración refleja. Apenas habrá un hecho más radical en la psicología de cada individuo. Se trata de una índole primaria y elemental, que sirve de raíz al resto del carácter. Se es de la una o de la otra clase desde luego, «a nativitate». Para los unos, lo decisivo es la estimación en que se tengan; para los otros, la estimación en que sean tenidos. La soberbia sólo se produce en individuos del primer tipo; la vanidad, en los del segundo” (De “Goethe desde dentro”-Revista de Occidente-Madrid 1949).

Llegamos de esta forma a distinguir la competencia positiva, con uno mismo, de la competencia negativa, contra los demás. Competir con uno mismo, teniendo como meta llegar a ser “cabeza de león” (un Newton o un Einstein) es una actitud que deja de lado toda competencia con los demás. Por el contrario, al no tener como referencia tales instancias superiores, la competencia apunta efectivamente a llegar a ser “cabeza de ratón”. Se advierte que la descripción establecida en el presente escrito no resulta del todo compatible con la formulada por Ortega, ya que existen diferencias respecto a las referencias que se supone adoptan los hombres.

La persona humilde es la que tiene la posibilidad de excluirse de los círculos en donde impera la soberbia. Ralph Emerson escribió: “Es fácil vivir en el mundo según la opinión del mundo, y fácil vivir en la soledad según la nuestra; pero el hombre grande es el que en medio de la muchedumbre mantiene con perfecta mansedumbre la independencia de la soledad”.

Como la humildad es una virtud reconocida, el soberbio tratará de fingirla para sentirse más humilde que los demás, mostrando su aparente virtud especialmente cuando hay bastante público presente, siendo ésta la forma más refinada y común de la soberbia. Miguel de Unamuno escribió: “Los absolutamente humildes no se escandalizan ni apenas se conduelen de la soberbia ajena, como los verdaderamente pródigos no se indignan de la avaricia de los demás. ¿Qué espíritu ha combatido al espíritu de la soberbia siempre? El espíritu de la soberbia misma. No tenéis sino ver las prevenciones que los humildes de profesión han tomado siempre para que su humildad no se convierta en soberbia; no tenéis sino ver con cuánta frecuencia los maestros de la vida espiritual, al comentar aquello de que quien se humille será ensalzado, nos advierten que el humillarse en vista de ello, para ser ensalzado por haberse humillado, es la más refinada soberbia” (De “Almas de jóvenes”-Editora Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1952).

El soberbio nunca es igualitario, si bien realiza todas las tentativas para parecerlo, incluso mostrándose sencillo hasta ser poco creíble. Cada vez que se relaciona con el “hombre común” parece descender de un pedestal superior en el que previamente se ha colocado, o bien cree que el mismísimo Dios lo ha ubicado en ese lugar. San Gregorio expresó: “…muchas veces eso es lo que pretendemos con nuestras hipocresías y humildades fingidas, y lo que parece humildad es soberbia grande. Porque muchas veces nos humillamos por ser alabados por los hombres y por ser tenidos por buenos y humildes”.

Unamuno agrega: “Buscad la soberbia, antes que en aquellos que se echan a la calle y se muestran a las miradas de todos y al juicio de todos exponen sus palabras y sus actos, en los que no salen de casa ni rompen el coto de su vida privada, en los que dicen que los tiempos están malos, y no les queda a los buenos sino lamentarlo y aislarse del contagio del mal y pedir a Dios misericordia”.

“Observad que las posturas más sombrías de los males de la soberbia proceden de los abstinentes, de los que se abstienen de obrar, de los más puramente contemplativos. Es que la sienten en vivo. Las más acabadas pinturas de los estragos de la soberbia vienen de los profesionales de la humildad, de los que toman la humildad por oficio, presos de la soberbia contemplativa, como las más vivas pinturas de la lujuria vienen de los que han hecho voto de castidad”.

sábado, 23 de enero de 2016

La literatura como medio difusor de la filosofía y la ciencia

El filósofo práctico, al buscar que su pensamiento se inserte y se difunda en la sociedad, recurre a veces al medio literario para hacer llegar sus ideas a un nivel masivo. Como la mejor forma de lograrlo implica la realización de diálogos o de narraciones noveladas, crea un conjunto de personajes reales o ficticios que recrean tanto al pensamiento del autor como al de los contrincantes ocasionales que pudiesen surgir. E. A. Del Maschio escribió: “…lo que sí sabemos es que las obras que hasta nosotros han llegado son las que Platón escribió pensando en el «gran público», es decir, aquellas que tenían una finalidad divulgativa y expositiva de su pensamiento. Es precisamente el caso contrario de lo que sucede con Aristóteles, de quien no nos ha llegado ninguna de las obras que escribió para divulgar su pensamiento (conocidas como obras exotéricas), y por el contrario disponemos de los «apuntes» o «manuales» en los que se recogía el contenido de las lecciones impartidas por el estagirita en el Liceo. Probablemente ese carácter de obras para el público general es lo que explica otras de las características peculiares de la producción filosófica de Platón. En efecto, y a diferencia de lo que ha sido habitual entre la mayoría de los pensadores a lo largo de la historia, Platón no se sirve del tratado o del ensayo para la exposición de su pensamiento, sino que recurre para ello a una forma dramatizada: el diálogo”.

“Con excepción de las Leyes y las Cartas, todas las demás obras del filósofo consisten en una suerte de piezas teatrales, en las que a través del diálogo entre los personajes se van desgranando las doctrinas filosóficas, con Sócrates como protagonista habitual e indiscutible. Sin embargo, la verdad es que el calificativo de «diálogo» resulta algo generoso, sobre todo a medida que avanzamos hacia las obras de madurez del filósofo: se conserva la forma (personajes que interactúan a través de una serie de preguntas y respuestas), pero se pierde el espíritu del auténtico diálogo, pues en no pocas ocasiones los interlocutores no son sino meras comparsas que asienten a la exposición doctrinal de Sócrates” (De “Platón”-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

En el caso de Ayn Rand, cuyo objetivo principal es la novela en sí, indaga sus fundamentos filosóficos personales como algo que le resulta necesario. Leonard Peikoff escribió: “Ayn Rand ha sostenido que el arte es una «re-creación de la realidad según el criterio metafísico del artista». Entonces, por su naturaleza, una novela (como una estatua o una sinfonía) no requiere ni tolera un prefacio explicativo; es un universo auto-contenido, independiente de cualquier comentario que indique al lector cómo entrar en él, percibirlo, o reaccionar”.

Acerca de la naturaleza de la creatividad, Ayn Rand expresó: “Me parece que soy ambas cosas: una filósofa teórica y una escritora de ficción. Pero es esto último lo que más me interesa; lo primero es sólo un medio; el medio absolutamente necesario, pero sólo el medio; la historia de ficción es la finalidad”.

Adviértase que la escritora considera prioritaria su actividad literaria, elaborando un mensaje bien estructurado y que, por lo tanto, debe tener un fundamento filosófico: “Sin la comprensión y la declaración del principio filosófico correcto, o puedo crear la historia correcta, pero el descubrimiento del principio me interesa sólo como el descubrimiento del conocimiento apropiado para usarlo en mi propósito en la vida; y mi propósito en la vida es la creación del tipo de mundo que me gusta, es decir, las personas y hechos que representan la perfección humana”.

“El conocimiento filosófico es necesario para definir la perfección humana. Pero no me interesa detenerme en la definición; quiero utilizarla, aplicarla en mi trabajo (en mi vida personal también, pero el corazón, centro y propósito de mi vida personal, de toda mi vida, es mi trabajo)”.

“Éste es el motivo, creo, por el que la idea de escribir un libro filosófico que no sea de ficción me aburre. En semejante libro, el propósito sería en realidad enseñar a los demás, presentarles mi idea a ellos. En un libro de ficción, el propósito es crear, para mí, el tipo de mundo que quiero, y vivir en él mientras lo estoy creando; luego, como consecuencia secundaria, dejar que otros disfruten de ese mundo, si pueden, y en la medida en que puedan”.

“Puede decirse que el objetivo inicial de un libro filosófico es la explicación o la declaración de un nuevo conocimiento para uno mismo; y luego, como segundo paso, la ofrenda de ese conocimiento a los demás. Pero aquí está la diferencia, en lo que a mí concierne: tengo que adquirir y explicarme el nuevo conocimiento filosófico o el principio que utilicé para escribir una historia de ficción como su corporización e ilustración; no me interesa escribir una historia sobre un tema o una tesis de conocimiento ya declarada o descubierta por otro, es decir, sobre una filosofía ajena (porque esas filosofías se equivocan). En ese sentido, soy una filósofa abstracta: quiero presentar al ser humano perfecto y la vida perfecta y también tengo que descubrir mi propia postura filosófica y definición de esa perfección”.

“Pero cuando descubro, si es que lo hago, ese nuevo conocimiento, no me interesa plantearlo en forma abstracta, general, es decir, como conocimiento. Estoy interesada en utilizarlo, en aplicarlo, o sea, en sostenerlo en forma concreta de personas y hechos, en la forma de una historia de ficción. Esto último es mi objetivo final, mi propósito; el conocimiento filosófico o el descubrimiento es sólo un medio para eso. Para mi propósito, la forma no ficcional de conocimiento abstracto no me interesa; la forma final aplicada en la ficción, en la historia, sí. (Presento el conocimiento para mí misma, de todas formas, pero elijo su forma final, su expresión, en el círculo completo que lleva de nuevo al hombre)”.

“Me pregunto hasta qué punto constituyo un fenómeno particular en este sentido. Creo que represento la integridad de un ser humano completo. De todas formas, ésta debería ser mi guía para el personaje de John Galt. Él también es una combinación de filósofo abstracto e inventor práctico; el pensador y el hombre de acción juntos”.

“En el aprendizaje, dibujamos una abstracción de objetos y hechos concretos. En la creación, extraemos de la abstracción nuestros propios objetos y hechos concretos; bajamos la abstracción y la ponemos de nuevo en su lugar específico: lo concreto; pero la abstracción nos ha ayudado a hacer el tipo de concreción que queríamos. Nos ha ayudado a crear, a reformar el mundo para adaptarlo a nuestros objetivos”.

Entre los distintos vínculos entre ficción y realidad, Ayn Rand describe los siguientes: “Aparte, como una observación al margen: si la escritura creativa de ficción es un proceso de traducir una abstracción en lo concreto, hay tres grados posibles de esa escritura: traducir una abstracción (tema o tesis) vieja (conocida) con los medios de la vieja ficción (es decir, personajes hechos o situaciones utilizados antes con el mismo propósito), como es el caso de la mayor parte de la basura popular; traducir una vieja abstracción por medios ficticios nuevos y originales, lo que conforma la mayor parte de la buena literatura; o crear una abstracción nueva y original y traducirla por medios nuevos y originales: esto es, hasta donde yo sé, mi forma de escribir ficción”.

“Una cuarta posibilidad –traducir una nueva abstracción por medios viejos –es imposible por definición: si la abstracción es nueva, no puede haber medios utilizados por nadie más para traducirla” (De la Introducción de “La rebelión de Atlas”-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2009).

La obra literaria puede compararse con una bebida que se desea comerciar, que tiene cierta calidad y que requiere de un buen envase y una buena presentación. Puede decirse que el ensayista tiende a priorizar el contenido descuidando un tanto su presentación, ya que, por lo general, el ensayista no es un especialista literario. Por el contrario, quienes escriben ficción, tienden a priorizar la presentación y el estilo, aunque la cantidad de ideas vertidas pueda no ser importante en cantidad y calidad. No se excluye que los buenos escritores logren satisfacer ambos requisitos.

En el caso de la ciencia encontramos también difusores que crean personajes literarios que comunicarán sus ideas a los numerosos lectores, tal el caso del fundador de la física y de la ciencia experimental, Galileo Galilei. Teófilo Isnardi escribió: “Galileo es considerado como el más grande escritor italiano de su siglo”. “Los «Diálogos acerca de dos nuevas ciencias» están escritos en forma de diálogo, y se los designa también así. Intervienen tres interlocutores: Salviati, que representa a Galileo; Sagredo, espíritu culto de su época; y Simplicio, filósofo peripatético, que frecuentemente invoca las opiniones de Aristóteles” (Del Prólogo de “Diálogos acerca de dos nuevas ciencias” de Galileo Galilei-Librería del Colegio SA-Buenos Aires 1945).

José San Román Villasante, traductor del libro mencionado, escribió: “La obra se compone de dos partes, una no dialogada, escrita en latín, y otra dialogada escrita en italiano. Ahora bien, Galileo era un perfecto humanista al mismo tiempo que gran conocedor de todos los resortes del italiano de su tiempo, hasta tal punto que muchas de sus páginas pueden servir de modelo del italiano literario del siglo XVII”.

Respecto de los personajes del libro, Umberto Forti escribió: “Filippo d’Averardo Salviati, de quien podríamos decir que representa en el diálogo al mismo Galileo, fue probablemente discípulo de Galileo en Padua. Era hijo de una noble familia florentina y una profunda amistad lo ligaba al maestro, a quien solía recibir a diario en su Villa delle Selve, que se hizo después famosa por las observaciones astronómicas que Galileo llevó a cabo en ella….”.

“Giovanfrancesco di Nicoló Sagredo representa en el diálogo a la persona culta, a la mente clara y aguda, pero no especializada en el estudio de la matemática, y más todavía desconocedora de las ideas y descubrimientos últimos. Por ello lo vemos muchas veces refutando a Simplicio, pero no desde un punto de vista nuevo, sino simplemente haciéndole notar sus contradicciones. Es, en suma, el buen sentido (y quizás algo más que el buen sentido) puesto como juez entre el aristotelismo de Simplicio y el galileismo de Salviati”. “Sagredo, de noble familia veneciana, fue primero alumno de Galileo en Padua, y después cónsul de la Serenísima…”.

“Simplicio no representa probablemente una persona real. Es verdad que en el Diálogo repite argumentos con que el Pontífice solía oponerse a quienes defendían el movimiento de la Tierra, pero sólo la calumnia puede atribuir al gran físico el propósito de representar en Simplicio a Urbano VIII”. “Simplicio, homónimo del gran comentarista de Aristóteles, encarna simplemente al empirista y al partidario de la filosofía peripatético-escolástica” (Citado en el Prólogo del Traductor).

miércoles, 20 de enero de 2016

La estructura del espacio y del tiempo

Tanto el espacio, como el tiempo y la materia, parecen ser conceptos primarios, irreductibles a otros más simples, de ahí la dificultad que presentan para describirlos más allá de atribuirles ciertas propiedades y de asociarles ciertas denominaciones. Los filósofos anteriores al surgimiento de la teoría de la relatividad podían prescindir un tanto de la ciencia experimental. Posteriormente, todo lo que se diga al respecto debe necesariamente tenerla en cuenta; de lo contrario carecería de fundamento.

La imagen intuitiva que tenemos del universo es la de un marco general, el espacio, en donde se encuentra distribuida la materia, y en donde se producen cambios que nos sugieren, además del ordenamiento espacial, uno temporal. La física anterior al siglo XX consideraba la existencia de un espacio y de un tiempo universales, o absolutos, cuyas existencias no dependían de la materia existente. Isaac Newton escribió al respecto: “Somos capaces de concebir claramente la extensión como algo que existe solo y sin fundamento alguno, al igual que imaginamos espacios situados más allá del mundo o espacios vacíos de cuerpos”.

“El espacio absoluto, por su naturaleza y sin relación con nada externo, permanece siempre semejante e inmóvil. El espacio relativo es alguna dimensión o medida de los espacios absolutos”.

“El tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su naturaleza, fluye igualmente y sin relación con nada externo, y con otro nombre se dice duración; el relativo, aparente y vulgar es alguna medida sensible y externa de dicha duración mediante el movimiento” (De “Principios matemáticos de la Filosofía natural”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1997).

Galileo Galilei establece el “principio de relatividad” por el cual se postula la equivalencia entre el reposo y el movimiento rectilíneo uniforme. Al respecto escribió: “Encerráos en la cabina mayor bajo cubierta de un barco grande…. Tomad una vasija de buen tamaño llena de agua y con un pez dentro…Quieto el barco…el pez nada en todas direcciones, sin preferencia por ninguna. Una vez hayáis observado esto…cuidadosamente…haced que el barco avance a la velocidad que queráis, con tal de que el movimiento sea uniforme…No descubriréis el menor cambio … ni siquiera podríais decir… si el barco se mueve o sigue quieto” (Citado en “El legado de Einstein” de Julian Schwinger-Prensa Científica SA-Barcelona 1995).

El principio de relatividad es esencialmente el principio de inercia, ya que implica la igualdad antes mencionada. Newton define el principio de inercia de la siguiente manera: “Todos los cuerpos perseveran en su estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta, salvo que se vean forzados a cambiar ese estado por fuerzas impresas”.

La equivalencia entre el estado de reposo y el movimiento rectilíneo uniforme se constituyó en un principio básico que todo físico debí tener siempre presente. Incluso Einstein se preguntaba si dicho principio, aplicado a los fenómenos electromagnéticos, mantendría su validez. Su principal tarea fue entonces suponer la validez general del principio sacando luego las conclusiones que necesariamente habrían de surgir. Julian Schwinger escribió: “Y sin embargo, desconocida por todo el mundo, tal posibilidad de conflicto fue avizorada por la intuición de un estudiante de enseñanza media de dieciséis años, a quien habían dado de baja de su escuela y a quien sus mayores consideraban atrasado y díscolo”.

“Mas, para entonces, había tenido ya una profunda intuición. Era, en sus propias palabras «…una paradoja que había descubierto ya a la edad de dieciséis años. Si persigo un rayo de luz a velocidad c (la misma velocidad de la luz en el vacío), debería observar ese rayo de luz como un campo electromagnético en reposo con una distribución periódica en el espacio. No parece, sin embargo, que exista tal cosa, ni según la experiencia, ni según las ecuaciones de Maxwell»”.

Debe recordarse que James Clerk Maxwell, mediante sus ecuaciones del campo electromagnético, había propuesto la existencia de ondas electromagnéticas, cuya existencia fue verificada por Heinrich Hertz unos veinte años después. Así, todo campo magnético variable produce un campo eléctrico variable, por la ley de Faraday, mientras que todo campo eléctrico variable produce un campo magnético variable, por la ley de Ampere-Maxwell. Como consecuencia de ello, aparece una propagación de energía electromagnética autosostenida que se propaga por el espacio.

Maxwell calculó la velocidad a la que debería propagarse tal perturbación y encontró que era la misma que la de la luz, de donde pudo encontrar su esencia desconocida hasta ese momento. Gracias a este fenómeno, es posible la llegada a la Tierra de luz solar a través del vacío e incluso desde las estrellas lejanas.

En síntesis, si uno se mueve con la misma velocidad que un rayo de luz, en principio no habría variaciones de los campos de fuerza que lo componen, es decir, no habría ya luz. El mundo ya no podría ser observado de igual forma por el viajero imaginario que lo recorre con un movimiento rectilíneo uniforme y a esa velocidad. El principio de relatividad no tendría validez para los fenómenos electromagnéticos.

De ahí que, suponiendo su validez general, Einstein postula que la velocidad de la luz ha de ser la misma para cualquier observador, cualquiera sea su movimiento. Esto contradice la suma de velocidades que se observa en los fenómenos cotidianos. “En la mecánica newtoniana es posible el movimiento a cualquier velocidad. Cualquier objeto con movimiento uniforme puede ser alcanzado por otro objeto; si este último se mantiene luego a la misma velocidad que el primero, la velocidad relativa de ambos será cero. Es el caso del coche de la policía que se pone al lado del coche infractor en una autopista…”.

El hecho de que la velocidad de la luz siempre sea la misma para todos los observadores, resulta ser algo contra-intuitivo, que luego traerá otras consecuencias con ese carácter. Por lo general tendemos a pensar que la luz se mueve con su velocidad c (unos 300.000 km/seg) respecto del “espacio de fondo”. Luego, si uno se mueve a esa misma velocidad y en la misma dirección, respecto de ese espacio, la velocidad relativa habría de ser nula. De ahí que, para “salvar” el principio de relatividad, tiene que aceptarse la inexistencia de tal “espacio de fondo”, que es el espacio absoluto propuesto por Newton.

En lugar de considerar la existencia de un espacio y un tiempo universal, nos encontramos con una velocidad que tiene ese carácter. Como una velocidad implica una relación entre espacio y tiempo, nuestra referencia será entonces una velocidad. Luego, la descripción que tendrá lugar, por parte de observadores en movimiento mutuo rectilíneo y uniforme, considerará distintos ordenamientos espaciales y temporales para un mismo fenómeno, ya que tales ordenamientos deberán ser compatibles con la velocidad de la luz común a todos los observadores.

Como ejemplo podemos considerar un “reloj de luz” consistente en dos espejos paralelos, uno arriba y otro abajo, entre los cuales se mueve un rayo de luz. Para cubrir la trayectoria recta de ida y vuelta, la luz requiere de cierto tiempo. Ese será el periodo del reloj de luz.

Si el mismo observador advierte que un reloj idéntico se mueve a una gran velocidad, de derecha a izquierda, por ejemplo, advertirá que la trayectoria de tal rayo resulta mayor, por cuanto ambos espejos se están desplazando a medida que el rayo de luz se mueve. Como la trayectoria es mayor, el periodo del reloj en movimiento resulta también mayor, lo mismo que el espacio recorrido. Ambos, espacio y tiempo, cambian para que la velocidad de la luz se mantenga constante, como lo requiere el principio de relatividad.

Lo interesante de todo esto es que no se trata sólo de una cuestión de medir espacio y tiempo, sino que los fenómenos físicos se adaptan a este principio de la naturaleza. Así, el tiempo de desintegración de una partícula subatómica difiere según esté quieta o en movimiento, tal el caso del muón. “Los rayos cósmicos primarios crean muones en la atmósfera a una altitud de unos 15 km. Si éstos tuvieran un periodo de semi-desintegración de sólo 1,5 μs, aun viajando a una velocidad casi igual a la de la luz, la mitad desaparecería en 0,5 km, y sólo una cienmillonésima parte de ellos llegarían al suelo: una proporción muy exigua comparada con los que realmente llegan. Lo único que explica su presencia en grandes cantidades es que, para los muones rápidos, el tiempo pasa más despacio (se desintegran más tarde) que para los muones en reposo” (“El legado de Einstein”).

Si los fenómenos físicos son similares para distintos observadores con movimientos relativos uniformes, las leyes físicas que los describen deben tener una misma forma matemática. Para “corregir” las diferencias de espacio, en sistemas de coordenadas con movimiento uniforme, debía aplicarse la “transformación de coordenadas de Galileo” para que las leyes de la mecánica tuvieran la misma forma matemática en ambos sistemas. En el caso de las leyes del electromagnetismo, tal proceso se lograba con la “transformación de Lorentz”. De ahí que Einstein, convencido de que una de las dos transformaciones debía ser la general, observa dos soluciones posibles: cambiar las leyes de la mecánica para que fueran compatibles con la transformación de Lorentz, o bien cambiar las leyes del electromagnetismo para que lo fueran con la transformación de Galileo. Teniendo en cuenta la compatibilidad experimental, se decide por la primera alternativa, que consistía esencialmente en considerar a la masa, no como una constante, sino variable con la velocidad. Como “premio” a su labor, y luego de algunos cálculos, surge la famosa relación E = m c², que muestra la equivalencia entre masa y energía.

Posteriormente se encuentra que, para dos observadores en movimiento relativo uniforme, existe un intervalo espacio-temporal de cuatro dimensiones que resulta idéntico para ambos. El próximo paso que da Einstein implica considerar que tal intervalo espacio-temporal puede ser modificado por la presencia de campos gravitacionales, pudiendo entonces sintetizarse ambas visiones:

a- Para Newton, existe espacio y tiempo universales cuya existencia resulta independiente de la materia que en ellos existe.
b- Para Einstein, tanto el ordenamiento espacial como el temporal de los fenómenos físicos dependen de la materia y de sus cambios.

John Archibald Wheeler escribió al respecto: “La materia le dice al espacio-tiempo cómo ha de curvarse”. “El espacio-tiempo le dice a la materia cómo ha de moverse” (De “Un viaje por la gravedad y el espacio-tiempo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1994).

viernes, 15 de enero de 2016

Fundamentalismo vs. ciencia

Existen dos posturas extremas respecto de la actitud que se adopta frente al conocimiento. En el primer caso tenemos la actitud fundamentalista por la cual una ideología de origen filosófico o religioso se instala en la mente de un hombre y lo domina mentalmente, constituyendo la principal forma de gobierno del hombre sobre el hombre. Una vez instalada en la mente, el individuo renuncia a la libertad de pensamiento ya que la ideología anula todo intento de razonamiento individual. La propia realidad deja de ser una referencia para adoptar la opinión de otros hombres, que considera como la verdad absoluta, ya encontrada y elaborada. El fanatismo y la violencia posterior serán las consecuencias inmediatas.

En el segundo caso tenemos la actitud del científico mediante la cual se adopta como referencia la propia realidad. Incluso el científico admite la posibilidad de una mejora posterior del conocimiento logrado por cuanto es inherente al método de la ciencia experimental afirmar que una descripción se acepta por cuanto “no puede decirse que sea errónea”, en lugar de afirmar que se trata de una descripción de validez definitiva y universal. De todas formas, existe una gran cantidad de hechos suficientemente verificados que pueden aceptarse como verdades parciales indiscutibles.

El término fundamentalismo surge de la religión, aunque las ideologías totalitarias han resultado bastante más cercanas a la religión que a la ciencia. “Originariamente designó una tendencia interna de la Iglesia protestante norteamericana del siglo XIX que, ante el temor de la disolución de las costumbres y la deformación de los principios religiosos operada por el proceso de modernización y liberalización de la vida, propugna una vuelta a los fundamentos de la vida religiosa y su vigencia en el orden social y político”.

“En dicho movimiento, que se prolongó hasta entrado el siglo XX, se reacciona contra las teorías evolucionistas, y contra las nuevas teorías acerca de la creación, la formación de la vida, etc.; fue célebre el así llamado «juicio del mono» (1925) que llevó –por ley- a la prohibición de enseñar las teorías de Darwin en las escuelas. En las dos últimas décadas del siglo XX el término fundamentalismo vuelve a circular y se convierte en un instrumento de crítica, así como de agresión político-ideológica, estando signado su uso por una fuerte ambigüedad…” (Del “Diccionario de Sociología” de Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

La raíz del conflicto entre fundamentalismo religioso y ciencia radica en que se olvida que la religión se ocupa esencialmente de cuestiones morales en lugar de indagar la estructura del universo. En lugar de promover una mejora ética del hombre, las discusiones de tipo filosófico terminan creando conflictos y antagonismos diversos que incluso abren de par en par las puertas al terrorismo religioso. Galileo Galilei afirmaba que “la Biblia enseña cómo llegar al cielo y no cómo está hecho el cielo”.

Mientras la ciencia estudia y describe las leyes naturales, el fundamentalismo religioso las rechaza. Así, quienes rechazan la evolución de las especies, no están rechazando una teoría, sino un fenómeno natural verificado, lo que implica esencialmente un rechazo al criterio de Dios para hacer al mundo. En nombre de Dios rechazan la obra de Dios. El antídoto que dispone la sociedad contra el fundamentalismo es el pensamiento y la actitud científica. Sin embargo, la mayor parte de la población valora la ciencia en cuanto brinda posibilidades para las aplicaciones tecnológicas, sin advertir que, además, nos brinda un conocimiento certero, aunque limitado, de las leyes que el Creador ha empleado para realizar todo lo existente, o bien las leyes que son inherentes a la naturaleza propia de Dios.

En cuanto al fundamentalismo islámico es oportuno aclarar que el Islam se atribuye cierta continuidad con el judaísmo y el cristianismo. Sin embargo, según el propio Cristo, el futuro de la religión moral involucra la parousía, o Segunda Venida de Cristo. Como Mahoma no reúne los atributos de la profecía, el Islam desconoce esencialmente al cristianismo, por lo que no existe continuidad ni vinculo alguno. Incluso Cristo advierte acerca de la aparición de “falsos Cristos y falsos profetas”, es decir, falsos en cuanto que no reúnen los requisitos de su religión. Demás está decir que el rechazo que ofrece el Islam respecto de los “infieles”, cristianos incluidos, resulta algo totalmente opuesto al “Amarás al prójimo como a ti mismo”, que es la esencia de la actitud cristiana.

Mientras que el cristianismo propone orientar nuestra actitud característica hacia una tendencia cooperativa, compartiendo las penas y las alegrías de los demás, el Islam propone una serie de sugerencias y rechazos que involucran distintos aspectos de la vida cotidiana y, sobre todo, un rechazo a otras religiones.

La violencia “religiosa” se debe esencialmente al rechazo de todo precepto moral para ser suplantados por ideologías que se trata de imponer a los demás. El odio colectivo, y la mentira, predicados desde distintos sectores, ocupa un lugar preponderante en las sociedades actuales. Incluso países que han promovido el terrorismo, dándole asilo político a muchos de quienes lo practicaron en sus propios países, deben ahora observar de cerca los efectos de tales prácticas.

Quienes promueven el multiculturalismo y el relativismo cultural, ignoran que existen principios morales de validez objetiva por cuanto las actitudes humanas producen efectos concretos y definidos. De ahí que habrá costumbres y hábitos tanto favorables como desfavorables a la ética natural. Por ello, las tendencias al “vale todo” son esencialmente destructivas para cualquier sociedad.

El cóctel destructivo que amenaza a Occidente, y a la paz mundial, presenta dos aspectos complementarios. Por una parte, la fe irracional en la propia ideología que induce a imponerla por medios violentos al resto de la humanidad; por otra parte, la ingenuidad autodestructiva de quienes les abren las puertas invocando el ahora “sagrado” principio del relativismo moral, cognitivo y cultural. Horacio M. Sánchez Parodi escribió: “Los movimientos musulmanes, dentro de este renacer religioso, cobran una importancia innegable y una significación e intensidad imposible de desconocer”. “En casi todos los casos, el objetivo último, incluso manifiesto, es la toma del poder, para comenzar desde allí un profundo proceso de instauración del orden musulmán a toda la sociedad”.

“Los países ricos en petróleo asumen un status internacional significativo. Pasan a ser los banqueros de la reislamización. Pongamos el caso de Arabia Saudita. Entre sus objetivos se encuentra, indudablemente, el difundir a nivel planetario su visión del Islam”.

“La mayor parte de esas naciones alienta movimientos islamistas revolucionarios, actuando en el meollo mismo del recambio de los «seculares marxistas» por los religiosos islámicos. Ellos, los movimientos tributarios de la «ruptura», alentados ahora por una buena base monetaria, son los encargados de lanzar la «yihad», la guerra, contra la «yahiliya» [periodo de ignorancia y barbarie]” (De “El fundamentalismo en la política”-Ediciones Depalma-Buenos Aires 1998).

Cada vez que se evidencia una crisis moral, real o imaginaria, aparecen los espíritus generosos que se ofrecen para unificar el planeta bajo su sabio gobierno y así poder imponer sus criterios personales indicando cómo debe uno pensar y cómo realizar toda actividad cotidiana. Por el contrario, los problemas morales deben resolverse mediante el autogobierno individual bajo el control de nuestra propia conciencia. Patrick M. Arnold escribió: “En términos generales, el fundamentalismo es una tendencia actual dentro de las tradiciones judía, cristiana y musulmana, que suele estallar en reacciones más o menos violentas contra todo cambio cultural. Estudios psicológicos describen a sus adeptos más celosos como personas «autoritarias», es decir, como individuos que se sienten amenazados en un mundo dominado por poderes malignos en actitud permanente de conspiración, que piensan en términos simplistas y conforme a esquemas variables, y que ante sus problemas se sienten atraídos por respuestas autoritarias y moralizantes. Cuando los cambios culturales alcanzan cierto grado crítico, tales individuos tienden a reunirse en movimientos radicales dentro de sus respectivas tradiciones religiosas” (Citado en “El fundamentalismo en la política”).

Mientras que algunos “cristianos” eligen el camino de la violencia, Cristo predicaba con métodos pacíficos. En forma opuesta, mientras que algunos musulmanes eligen el camino de la paz, Mahoma predicaba con métodos violentos. Mahoma escribió: “Diferentes profetas han venido en nombre de Dios a ilustrar sus distintos atributos. Moisés, su clemencia y providencia; Salomón, su sabiduría, majestad y gloria; Jesucristo su justicia, omnisciencia y poder: su justicia por la rectitud de su conducta, su omnisciencia por el conocimiento de los secretos de todos los corazones, su poder por los milagros que realizó. Pero ninguno de estos atributos ha bastado para lograr la conversión, y hasta los milagros de Jesús y Moisés han sido recibidos con incredulidad. Por lo tanto, yo, el último de los profetas, soy enviado con la espada. Los que promulguen mi fe no deberán entrar en argumentaciones ni discusiones, sino acabar con todos los que se nieguen a obedecer la ley. Todo el que luche por la verdadera fe, tanto si cae como si vence, recibirá una recompensa gloriosa”.

“La espada es la llave del cielo y del infierno; todos los que la sacan en defensa de la fe serán recompensados con beneficios temporales; cada gota de sangre que derramen, cada peligro y tribulación que padezcan quedarán registrados en lo alto y se les atribuirá más mérito que al ayuno y a la oración. Si caen en la batalla, sus pecados quedarán perdonados en el acto y serán transportados al paraíso, donde vivirán en medio de eternos placeres entre los brazos de huríes de ojos negros” (Citado en “Mahoma” de Washington Irving-Salvat Editores SA-Barcelona 1986).

Cuando una persona se asombra, temerosa e indignada, por los atentados terroristas producidos por Al-Qaeda o ISIS en contra de los “infieles”, debe saber que tales acciones responden a las directivas dadas en su momento por el “último de los profetas”, que recibiría incluso el apoyo del mismísimo Dios. Los países de Occidente consideran, por lo general, que todas las culturas y religiones son, en principio, válidas, a pesar de que sus efectos sean atroces. El totalitarismo islámico avanza con la protección y la complicidad del pensamiento alejado de la ciencia experimental, y apoyado sólo en la fe irracional bajo la cual “el fin justifica los medios”. Posteriormente, cuando los totalitarios logren el poder, sólo tendrá vigencia el pensamiento único, siendo el mayor peligro que afronta la civilización y el proceso de adaptación cultural al orden natural.

domingo, 10 de enero de 2016

Anomia vs. democracia

Por lo general, se piensa que debemos elegir el mejor sistema político, y el mejor sistema económico, para lograr que la sociedad mejore en todos sus aspectos. De ahí que la moral de un pueblo habría de depender finalmente de la política y de la economía. Sin embargo, la realidad parece ser distinta, ya que primero debe establecerse un nivel moral aceptable en la sociedad para luego aspirar a lograr adaptarnos al mejor sistema político y económico. De todas maneras, para ir “ganando tiempo”, debemos intentar conformarlos aunque sin esperar que obren por sí solos.

La palabra “anomia” indica una ausencia de normas sociales, ya sea porque no existen o porque a las existentes no se las respeta. La principal forma de anomia es la auto-impuesta; la que impide el autogobierno individual, y es la que surge del que se siente encima o fuera de la sociedad y hace lo que le viene en ganas. Si, por el contrario, existe una especie de pacto interior del que surge la norma elemental que nos sugiere, por ejemplo, “debo tratar de no molestar ni perjudicar a los demás”, entonces la persona admite cierta moral que favorecerá el posterior establecimiento de un orden social aceptable.

Ubicarse en el lugar del otro, proceso psicológico conocido como empatía, es la base de toda moral individual y social. El amor al prójimo predicado por el cristianismo no es otra cosa que una sugerencia a compartir las penas y las alegrías de los demás. De ahí que la democracia política y la democracia económica (mercado) vengan juntas con el cristianismo para constituir la “civilización occidental”. No es posible hablar de democracia si no existe la intención a favorecer el principio empático mencionado.

Por el contrario, cuando predominan las situaciones anárquicas, la democracia puede resultar poco efectiva ya que pueden surgir dictaduras que incluso pueden agravar la situación en forma alarmante. La corrupción es uno de los síntomas que se advierten cuando en la mayor parte de la población no existe la norma elemental antes mencionada. La vagancia y la irresponsabilidad es otra consecuencia de tal ausencia, por cuanto el individuo que posee tales atributos negativos ni siquiera se preocupa por él mismo, por lo que podemos imaginar cuál ha de ser su preocupación por los demás.

La situación de anomia social no es nueva en nuestro país. A finales del siglo XIX, Agustín Álvarez escribía: “Curioso fenómeno el que se está produciendo, o mejor, dicho, reproduciendo entre nosotros, porque ya lo hemos visto otras veces en la historia argentina. Los unitarios creyeron que sólo con la unidad podría evitarse la anarquía y plantearon el problema en términos absolutos como es la tendencia criolla. Patria fuerte por la unidad o nada. Entonces, unidad a todo trance; unidad o muerte. Pero la anarquía estaba en la naturaleza de las cosas y no podía evitarse con teorías políticas. La anarquía estaba en que el país tenía necesidad de gobernarse y no sabía gobernarse. Estábamos como los grandes nadadores antes de saber nadar”.

“Vinieron los federales y cayeron en la misma exageración; federación o muerte. No hay como no entender las cosas para atribuirle virtudes que no tienen. A mérito de su misma ignorancia creyeron que el federalismo haría de sí y por sí la felicidad del país, y lo implantaron a la mahometana, a sablazos. Hicieron pues, no lo que deseaban, sino lo único que podían hacer y sabían hacer: barbarie. La divisa de Facundo era: religión o muerte”.

“Vino la época de Juárez Celman; el gobierno pierde la noción de la moral; desaparecen los límites entre lo lícito y lo ilícito; se pierde la más elemental compostura, la fortuna pública toma el destino de los bolsillos particulares y en el augusto recinto del Congreso llegan hasta declarar que son partidarios incondicionales del presidente de la república y que le aprobarán y aplaudirán todo lo que haga, fuere como fuere” (Del “Manual de patología política”-Biblioteca Popular José Flor Alvarado-Mendoza 1999).

Carlos Salvador La Rosa agrega al respecto: “Es desde ese momento y hasta su muerte que Agustín Álvarez empieza una decidida lucha para cambiar las costumbres de un pueblo, que es donde estima se encuentran los principales defectos de nuestra nacionalidad. Para eso no propone importar hombres o razas, sino adquirir ideas y hábitos diferentes, a través de un instrumento esencial que es la educación. Y teniendo como principio fundamental de la reconstrucción, la noción de moral pública”.

“En el terreno específicamente político desecha la idea de desarrollar más y más leyes porque no cree que con el exceso de legalidad escrita puedan alterarse en un ápice las malas costumbres y los prejuicios consolidados por el paso del tiempo. Propone algo mucho más importante: el desarrollo de la capacidad de autogobierno en los ciudadanos (self government en el liberalismo anglosajón), como único medio de internalizar los nuevos modos y contenidos en el espíritu y el carácter de los ciudadanos. Este concepto tiene significativas similitudes con uno acuñado en la actualidad denominado «empowerment» (empoderamiento) que significa la capacidad de incorporar los hábitos democráticos en el interior de los individuos para que la nueva cultura cívica sea un proceso que vaya desde adentro hacia fuera y no como una imposición externa en ciudadanos que reciben pasivamente ideas de cualquier tipo” (Del Prólogo de “Manual de patología política”).

Podemos sintetizar los peores defectos sociales en la envidia y la soberbia para intentar poner en evidencia la existente incompatibilidad entre la mentalidad emergente y la democracia. Así, un pueblo envidioso tiende a calumniar y a descalificar al empresariado ya que el empresario “crea desigualdad económica” o “desigualdad social”. Critica a todo aquel que progresa luego de haber producido algún bien o servicio siendo sus ganancias un síntoma del reconocimiento que la sociedad concede a su actividad. Por el contrario, nunca se queja de la fortuna que el político de turno extrae ilegalmente del Estado por cuanto considera que el gobierno favorece la redistribución de tales ganancias, en lugar de acceder a ellas mediante el intercambio en el mercado.

Al argentino le resulta difícil beneficiar a otro, especialmente si se trata de un extranjero; incluso si ello implica un beneficio simultáneo. De ahí que el comercio exterior sea visto como una forma “antipatriótica de entregar el país al enemigo”. Se promueve de esa manera el subdesarrollo que tiende a ser una especie de enfermedad crónica de la sociedad.

La diferencia entre moral individual y social resulta evidente. Fernando Díaz-Plaja escribió: “El español considera las relaciones humanas como una prolongación de su propia personalidad. Cuanto más lejano esté el otro de ella, menos interés despierta”. “Esto explica lo que para muchos extranjeros es un enigma. La increíble diferencia entre la cortesía del español visto en una reunión, y la que muestra en la calle. El mismo individuo que se inclina galantemente a besar las manos de las señoras, que se levanta apenas entra alguien, que ofrece su casa, que se desvive por atender y complacer, resulta fuera un ser cerrado y egoísta que trata a los demás que comparten el mundo como enemigos”.

Predominando la soberbia, ya sea la del hombre común o la del político, resulta imposible cualquier tipo de asociación y de entendimiento. La exaltación del egoísmo impide el logro de finalidades comunes, por lo que resulta cada vez más dificultoso establecer una verdadera sociedad. Tales defectos morales no son exclusivos del argentino sino que se dan también en otras sociedades. “La soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera…Topó con España, primera provincia de la Europa. Parecióle tan de su genio que se perpetuó en ella. Allí vive y allí reina con todas sus aliadas: la estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo todo y servir a nadie, hacer del Don Diego y «vengo de los godos», el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la gravedad, el fausto, el brío con todo género de presunción y todo esto desde el más noble hasta el más plebeyo” (Baltasar Gracián).

Ante el egoísmo generalizado, muchos individuos actúan “en defensa propia”, como si estuviesen en plena batalla, realizando un mínimo esfuerzo por sentirse parte de la sociedad, sino buscando estar encima o fuera de ella. Fernando Díaz-Plaja describe el caso de un niño que no respeta una fila de espera para subir a un ómnibus: “Sus padres, sus hermanos mayores, sus tíos, le habían presentado la sociedad como una selva en la que nada se obtiene si no se piensa primero en sí mismo y luego en nadie. Guardar cola era «ser un primo», dejar pasar a quien estaba delante «hacer el tonto», considerar los derechos ajenos «estar en la luna»”.

“Aquel niño, ya mayor, aplica probablemente a la circulación, a los negocios, al trato diario con sus semejantes, la misma teoría que le lanzó como una bala por entre las piernas de los pasajeros para quitarles la precedencia. Su madre lo contaría luego en la casa…«Si no hubiera sido por éste no me siento…, pero es tan listo…»”.

“En política esta seguridad individual ha llevado lógicamente a candidaturas infinitas para puestos que en otros países se consideran vedado propio de los que han dedicado años y estudios a la administración pública”. “En el fondo el general que se subleva, no hace más que llevar a la práctica –porque tiene medios para ello- el sueño de la mayoría de los españoles. Gobernar, no para hacer la felicidad de sus súbditos sino para satisfacer una ambición propia, no tanto para regir como para no ser regidos, no tanto para guiar como para que nadie pueda guiarnos” (De “El español y los siete pecados capitales”-Alianza Editorial SA-Madrid 1970).

El anarquismo es la consecuencia última de la anomia social. El citado autor agrega: “Yo he vivido en un pueblo catalán con régimen anárquico en las primeras semanas de la Guerra Civil y vi de cerca el establecimiento de sus sistemas. Abolición de moneda, intercambio de productos, quema de iglesias, amor libre…El anarquista es la extrema consecuencia de la Soberbia española, rechazando a la religión, al Estado y a la sociedad, entes todos que preconizan normas colectivas de comportamiento. El anarquismo se ha convertido en una agrupación política con reglas y programas, pero yo estoy convencido que lo que llevó a millares de españoles a inscribirse en él, era el sueño de la mayoría de los habitantes de la península: Hacer lo que uno quiera”.

Mientras que el populismo y el totalitarismo son promovidos por políticos llenos de soberbia, que necesitan el apoyo de las masas envidiosas, el camino hacia la democracia requiere principalmente limitar los “siete pecados capitales” proponiendo una verdadera igualdad consistente en ubicarse imaginariamente en la situación de los demás.

viernes, 8 de enero de 2016

Realismo vs. ficción

En diversas ramas cognitivas, como literatura, ciencia experimental, historia y filosofía, es posible encontrar dos tendencias definidas, como son la búsqueda estricta de la verdad objetiva, por una parte, o bien una recreación de la misma, con fines pedagógicos, por la otra. De ahí que realismo y ficción no sean tendencias antagónicas, sino más bien complementarias.

El ejemplo típico de realismo objetivo es el de las ciencias exactas, como la física. En este caso, para la descripción de los diversos fenómenos naturales, se eligen ciertas variables físicas observables, cuantificables y susceptibles de medición, a las cuales se les puede asociar algún ente matemático. Luego, las relaciones matemáticas que las ligan, constituyen una propiedad intrínseca y objetiva de la realidad descripta, de igual validez para todos los observadores y vigentes en toda época.

Por ejemplo, al elegir fuerza, masa y aceleración, como variables básicas, Newton establece las leyes de la mecánica. Posteriormente, a partir de otras variables, como posición, velocidad, cantidad de movimiento, energía potencial y cinética, Lagrange y Hamilton establecen descripciones equivalentes constituidas por relaciones matemáticas diferentes. También en este caso tienen validez universal y carácter objetivo. Las formulaciones mencionadas surgen en los siglos XVII, XVIII y XIX, respectivamente, siendo utilizadas en la actualidad tanto como lo serán en el futuro.

Es oportuno mencionar que el primer libro de ciencia ficción, titulado “Somnium” (El sueño), fue realizado en el siglo XVII por el astrónomo Johannes Kepler, descubridor de las leyes que rigen el movimiento de los planetas en el sistema solar. Los libros de divulgación científica, junto a los de ciencia ficción, expanden el conocimiento más allá de la pequeña elite de los descubridores. Kepler escribió: “No nos preguntamos qué propósito útil hay en el canto de los pájaros, cantar es su deseo desde que fueron creados para cantar. Del mismo modo no debemos preguntarnos por qué la mente humana se preocupa por penetrar los secretos de los cielos…La diversidad de los fenómenos de la Naturaleza es tan grande y los tesoros que encierran los cielos tan ricos, precisamente para que la mente del hombre nunca se encuentre carente de su alimento básico” (“Mysterium Cosmographicum”).

“Mi deseo, mientras la multitud no yerre, es estar de parte de la mayoría. Me esfuerzo, por tanto, en explicar las cosas al mayor número posible de personas”. “No me condenéis completamente a la rutina del cálculo matemático; dejadme tiempo para las especulaciones filosóficas, mi verdadero placer” (De “Cosmos” de Carl Sagan-Editorial Planeta SA-Barcelona 1982).

Los ensayistas, por otra parte, constituyen el sector de la intelectualidad que busca la verdad objetiva, mientras que quienes buscan recrearla, encontrándose más cerca del arte que de la ciencia, son los literatos, novelistas y poetas. Mario Vargas Llosa escribió: “Si las novelas son ciertas o falsas importa a cierta gente tanto como que sean buenas o malas y muchos lectores, consciente o inconscientemente, hacen depender lo segundo de lo primero”.

“En efecto, las novelas mienten –no pueden hacer otra cosa- pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse encubierta, disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías. Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos –ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar –tramposamente- ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo insatisfecho” (De “La verdad de las mentiras”-Alfaguara-Buenos Aires 2008).

Entre los historiadores encontramos también dos posturas extremas; la del riguroso descriptor de la realidad y la del historiador novelista, que prefiere sacrificar parte del rigor para hacer que la realidad histórica resulte atractiva a los ojos del lector. Una figura representativa del primer grupo fue Bartolomé Mitre, quien entabla una polémica con el “historiador-novelista” Vicente Fidel López. Miguel Ángel Scenna escribió: “Mientras sus compañeros generacionales se preocupaban por depurar la heurística y sacar a luz los restos del pasado, López desdeñó el documento y dio mayor importancia a la tradición, al testimonio oral y la reconstrucción imaginativa de la historia. Como él mismo dejó escrito: «El autor y el lector no pueden perder su tiempo en copiar o en transcribir documentos como si se tratara de un pleito: lo que se necesita traer de ellos es el colorido y el movimiento de los sucesos que se quiere narrar»”.

“«Una cosa son los sucesos en sí mismos y otra cosa es el arte de presentarlos en la vida con todo el interés y con toda la animación del drama que ejecutaron. Es preciso ver los tumultos y sus actores, oír el estruendo de sus voces, sorprenderlos en las tinieblas de sus conciliábulos, sentir sus triunfos y temblar al derrumbe de los cataclismos, como si todo ese bullicio estuviera removiéndose en el fondo de cada una de las páginas que se escriben. Este arte no debe confundirse con la mecánica actitud ni con la filiación metódica de los hechos. Una y otra cosa tienen su mérito y su necesidad relativa; pero estas últimas condiciones no son el arte, sino cuestiones de simple ordenación; mientras que en la actualidad de la acción es cuestión de estética, de más o menos poder imaginativo para agrupar los conflictos de la vida social, para restablecer los golpes de la lucha, para dar movimiento, gesto, ademán y palabra a las generaciones desaparecidas que actuaron en la escena de la patria»”.

A partir de las críticas que se le hacían, se infiere que no realizaba una historia novelada a partir de la realidad documentada, sino fuera de ella. “Paul Groussac afirmaba que este autor cultivaba la inexactitud como un don literario. Rómulo D. Carbía es aún más demoledor: «Sin erudición mayormente profunda, su bibliografía se redujo a siete u ocho obras que hasta citó equivocadamente y que no todas eran básicas»” (De “Los que escribieron nuestra historia”-Ediciones La Bastilla-Buenos Aires 1976).

Existe una forma distinta de hacer historia novelada y es la que surge cuando se tienen pocos datos precisos y debe procederse en forma similar al paleontólogo que debe reconstruir todo el esqueleto a partir de un hueso fosilizado. Irving D. Yalom, quien realiza una historia novelada de Baruch de Spinoza, escribió: “He intentado escribir una novela que podría haber ocurrido. Sin apartarme más de lo necesario de los hechos históricos, he abrevado en mi experiencia profesional como psiquiatra para imaginar los mundos interiores de mis protagonistas, Bento Spinoza y Alfred Rosemberg. He inventado dos personajes, Franco Benítez y Friedrich Pfister, para que sirvieran de vías de acceso a la psiquis de mis protagonistas. Todas las escenas que los involucran son, por supuesto, ficción”.

“Prácticamente nada se sabe de la reacción emocional de Spinoza al ser expulsado de su comunidad. Mi descripción de su reacción es completamente ficticia pero, en mi opinión, es una reacción posible ante una separación radical de todos aquellos a los que alguna vez había conocido. Las ciudades y las casas que Spinoza habitó, su trabajo de pulir lentes, su relación con los estudiantes, su amistad con Simon de Vries, sus publicaciones anónimas, su biblioteca, y, finalmente, las circunstancias de su muerte y funeral, todo esto tiene bases en la historia” (De “El enigma Spinoza”-Emecé-Buenos Aires 2012).

En cuanto a la forma en que los historiadores reconstruyen la vida de Spinoza, puede evidenciarse con un ejemplo; cuando aparecen versiones contradictorias de algún aspecto de su vida, se adopta la que resulta más probable. Así, tres historiadores afirman que “Spinoza iba siempre bien vestido”, mientras que uno sólo afirma que “Spinoza no iba bien vestido”, por lo que se optó por la primera opción, evidenciando la incertidumbre existente en estos casos. H. G. Hubbeling escribió: “Quien quiere describir la vida de Spinoza, por desgracia sólo dispone de fuentes que, o bien no son fidedignas, o bien contienen muy pocas informaciones. Son fidedignos los documentos, o sea, las manifestaciones del filósofo mismo en sus cartas y otros datos que se desprenden de su correspondencia” (De “Spinoza”-Editorial Herder SA-Barcelona 1981).

Cuando el científico establece una hipótesis, realiza con su imaginación un acto creativo, en forma similar al escritor que crea una obra de ficción. La diferencia radica en que el primero tratará de verificarla, para aceptarla o rechazarla según se adapte, o no, a la realidad, mientras que el segundo la aceptará según la coherencia que pueda tener. Jerome Bruner escribió: “Hay dos modalidades de funcionamiento cognitivo, dos modalidades de pensamiento, y cada una de ellas brinda modos característicos de ordenar la experiencia, de construir la realidad. Las dos (si bien son complementarias) son irreductibles entre sí. Los intentos de reducir una modalidad a la otra o de ignorar una a expensas de la otra hacen perder inevitablemente la rica diversidad que encierra el pensamiento”.

“Además, esas dos maneras de conocer tienen principios funcionales propios y sus propios criterios de corrección. Difieren fundamentalmente en sus procedimientos de verificación. Un buen relato y un argumento bien construido son clases naturales diferentes. Los dos pueden usarse como un medio para convencer a otro. Empero, aquello de lo que convencen es completamente diferente: los argumentos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida. En uno la verificación se realiza mediante procedimientos que permiten establecer una prueba formal y empírica. En el otro no se establece la verdad sino la verosimilitud. Se ha afirmado que uno es un perfeccionamiento o una abstracción del otro. Pero esto debe ser falso o verdadero tan sólo en la manera menos esclarecedora” (De “Realidad mental y mundos posibles”-Gedisa Editorial SA-Barcelona 1988).

En el caso de los movimientos populistas y totalitarios, aparecen los “relatos”, como ficciones que tienen cierta coherencia lógica, aunque se fundamentan en hechos irreales. Pablo Mendelevich escribió: “Relato: mezcla de tono épico de datos reales con imaginario emocional, recursos simbólicos, apropiación de leyendas, simulaciones, tergiversaciones y deseos”.

“Sostiene el historiador Luis Alberto Romero: «Kirchner asumió que, además de las negociaciones concretas en la política había una lucha por la interpretación de la realidad, y que había que imponer un ‛relato’, como se lo llamó»”. “También relato es la captación de los opuestos. Hacer justo lo contrario de lo que se dice. CFK habla en forma permanente de la inclusión y excluye a los que piensan diferente. Canta loas a la unidad sindical y divide al movimiento obrero por todos los medios que tiene el Estado….” (De “El relato kirchnerista en 200 expresiones”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2013).

martes, 5 de enero de 2016

El culto a la personalidad

Es típico de los regimenes totalitarios y populistas el culto a la personalidad, generalmente impuesto por sus propios líderes. Los auto-homenajes en vida son la muestra evidente de un egoísmo sin límites. Es una forma de idolatría por la cual tales regimenes se asemejan a una religión pagana donde la moral es mucho menos importante que los rituales. Tal actitud se conocen bajo el nombre de megalomanía: “Deseo desmesurado de poder, gusto por las realizaciones grandiosas. Delirio de grandeza” (Del “Diccionario de la Lengua Española”-Ediciones Castell 1988).

Respecto del tirano Rafael Trujillo, Jesús de Galíndez escribió: “Desde que existe historia se conocen los vicios de megalomanía, nepotismo y peculado que han brillado en todas las cortes tiránicas del orbe. Pero no deja de ser sorprendente que a mediados del siglo XX se repitan en una pequeña isla del Mar Caribe aberraciones que hoy parecen tan sólo a la historia o a la novela”.

“Para resumir este capítulo bastaría con transcribir cualquiera de los pies impresos en la República Dominicana cada vez que se reproduce la fotografía de Trujillo. En los EEUU, su presidente Roosevelt era simplemente «F.D.R.» y el actual Presidente Eisenhower es «Ike». En la República Dominicana se requieren varias líneas de tipografía: Su Excelencia el Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Honorable Presidente de la República, Benefactor de la Patria, Reconstructor de la Independencia Financiera de la República; ahora que no es presidente, la cita es más larga, pues hay que ponerle un «ex» y además agregar: Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas”.

“A veces hay que mencionar a continuación: Primer Obrero, Primer Maestro, Primer Periodista…Y sólo las publicaciones oficiales podrían pagar la impresión de sus muchísimas condecoraciones, algunas sumamente sorprendentes”.

“Si de sus fotos pasamos al país mismo, en cualquier mapa pequeño encontraremos que la capital es Ciudad Trujillo, que hay una provincia Trujillo, otra provincia Trujillo Valdez, que la montaña más alta es el Pico Trujillo…En mapas más detallados encontraremos hasta poblados con nombres de la familia real; y en los croquis de ciudades se multiplicarán las calles y plazas con idénticos nombres. Lo mismo sucede en los sellos de correos, en las letras de los merengues, en los anuncios de la lotería…”.

“Esta megalomanía personal tiene réplica perfecta en la vida de los negocios. No hay ninguno de importancia en que no aparezca de un modo u otro su nombre, para cobrar pingües beneficios. Peculado que beneficia a otros miembros de su familia, y a los favoritos de turno. Lo que nos lleva a otras dos características del régimen: el nepotismo y el servilismo”.

“Yo simplificaría todos los títulos de Trujillo en uno solo, es el Primer Propietario de la República Dominicana, su granja alcanza al país entero. Por eso no gobierna, sino que dispone de haciendas y vidas como le place; y lo mismo designa hoy a una persona su capataz de confianza, como le relega a una pocilga” (De “La era de Trujillo”-Editorial Americana-Buenos Aires 1956).

La megalomanía tiende a disimularse cuando existe una pareja gobernante, en donde uno de sus integrantes, “modestamente”, idolatra públicamente al otro, especialmente cuando fallece. Este fue el caso de Perón y Eva, en donde en cada discurso aparecen las proclamas idólatras mezcladas con incitaciones de odio hacia el enemigo. Eva Perón expresó: “Ellos saben bien que antes del general Perón vivían en la esclavitud y por sobre todas las cosas habían perdido la esperanza de un futuro mejor. Que fue el general Perón quien dignificó social, moral y espiritualmente. Y saben que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias, todavía no están derrotados. Desde sus guaridas asquerosas atentan contra el pueblo y contra la libertad (…) Yo no he hecho nada. Todo es Perón. Perón es la patria. Perón es todo y todos nosotros estamos a distancias siderales del líder de la nacionalidad. Yo, mi general, con la plenipotencia espiritual que me dan los descamisados de la patria, os proclamo, antes que el pueblo vote el once de noviembre, presidente de todos los argentinos. La patria está salvada porque está en manos del general Perón…” (Citado en “Perón. El fetiche de las masas” de Nicolás Márquez-Grupo Unión-Buenos Aires 2015).

En el libro “La Razón de mi Vida”, autobiografía de Eva Perón, aunque se atribuye su autoría al periodista español Manuel Penella de Silva, aparecen elogios desmesurados hacia el tirano: “Perón es el aire que respiramos, Perón es nuestro sol, Perón es vida”. Nicolás Márquez comenta: “Cabe subrayar que el propio Perón estudió y revisó en detalle todo el libro antes de autorizar su publicación y evidentemente no se ruborizó ni tuvo ningún inconveniente moral en aprobar estas grotescas alabanzas hacia él mismo”.

La difusión del libro y el culto a la personalidad pronto se hicieron obligatorios. “Miles de copias se confeccionaron en ediciones comunes para la plebe y otras tantas de lujo para las elites peronistas, cuyos ejemplares eran repartidos masivamente y brotaban a borbotones de los talleres de impresión. El texto de marras fue encajado prepotentemente en todo tipo de instituciones para consumo obligatorio de socios o adherentes, lo cual ocasionó un severo conflicto, por ejemplo, con el club Estudiantes de la Plata, cuyas autoridades en lugar de obligar a sus simpatizantes a leerlo guardaron los ejemplares en un sótano de la entidad”.

“Alguien delató la situación y la institución fue intercedida gubernamentalmente por una «Comisión interventora» al mando de Mario Sbuscio, quien gobernó de facto el club hasta junio de 1953, desmantelándolo financieramente y vendiendo ex profeso a los principales jugadores de fútbol a precio vil. El club fue acusado legalmente de «boicot contra la doctrina justicialista» al no repartir entre sus asociados cerca de dos mil ejemplares de la publicación. Con ese desguace el equipo de fútbol de primera división de Estudiantes fue obligado a descender a la Primera División B en 1953”.

La obligatoriedad llegó incluso al ámbito educativo. “El diputado Héctor Cámpora, en gesto connatural a su talante (ya había presentado 21 proyectos de ley proponiendo distintos homenajes al dictador y su esposa) hizo aprobar otra de sus obsecuentes ideas, en este caso para convertir el libro en lectura obligatoria en las escuelas primarias, secundarias y terciarias. A partir de entonces «La Razón de Mi Vida» serviría a los alumnos de tercer año para la lectura, ejercicios de ortografía y sintaxis; a los de cuarto como ejemplo literario; a los de quinto como repaso y a los de sexto para monografías y concursos. En la secundaria, el texto en cuestión se usaría como material bibliográfico de los cursos de Historia Argentina, Derecho, Instrucción Cívica y Economía Política”.

Mientras que Gandhi, para pacificar a su pueblo, trataba de mostrar que los ingleses no eran tan malos, o, posteriormente, Mandela trataba de mostrar a los negros sudafricanos que los blancos no eran tan malos, y viceversa, Eva Perón nunca perdía la oportunidad de sembrar el odio y la división entre sectores de la sociedad. Márquez agrega: “Fue allí [acto del 1 de mayo de 1952] cuando la agonizante consorte hizo su última aparición pública en el tradicional acto de masas en Plaza de Mayo, brindando probablemente el discurso más frenético de su corta y trajinada vida. Tras comenzar su arenga calificando a Perón como «el líder de la humanidad», llevó su furia verbal al paroxismo sentenciando: «yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, muerta o viva, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista…yo quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón, y que sepan los traidores que ya no vendremos aquí a decirle ¡Presente!, a Perón, como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacernos justicia por nuestras propias manos»”.

Eva Perón, en la última etapa de su vida (falleció a los 33 años), proyectaba el lugar donde irían a parar sus restos. “Eva no escatimaba en ambiciones. Tanto es así que ella misma desde hacía meses venía planificando la construcción de un faraónico monumento en cuyo interior quería que tras su deceso se depositaran sus restos a modo de cripta. El encargo de tan egolátrico proyecto le fue encomendado al escultor italiano León Tomassi, quien recibió expresas instrucciones de la interesada de que el interior del mausoleo se pareciera a la tumba de Napoleón, que ella recordaba haber visto en París durante su viaje por Europa”.

Luego del deceso, el luto fue obligatorio tanto para adeptos como para opositores. “La dictadura declaró lunes y martes el duelo e impuso a todos los empleados públicos de cualquier área y envergadura llevar el luto obligatorio bajo la pena de encarcelamiento a quien incumpliera la medida. El miércoles, ya sin duelo, los negocios debían obligatoriamente exhibir escaparates con fotos de Eva en homenaje compulsivo e institucionalizado”. “A la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, se le cambió el nombre rebautizándola como Eva Perón” (De “Perón. El fetiche de las masas”).

Con el kirchnerismo se repiten varias de las formas de culto a la personalidad del líder. Tal es así que, luego del deceso de Néstor Kirchner en 2010, desde la presidencia de la Nación, ejercida por su mujer, se propuso o se aceptó colocar su nombre en calles, parques, escuelas, terminales, aeropuertos, etc., en una cifra que hasta el momento llega a 166. Como el ex-presidente hablaba en sus mensajes de “nosotros” (los kirchneristas) y “ellos” (el resto, los enemigos), tal asignación de nombres resulta constituir una falta de respeto hacia los sectores agredidos permanentemente por la prédica partidaria y gubernamental. Tal provocación ha servido sólo para acentuar las divisiones en la sociedad prolongando por cierto tiempo el subdesarrollo del país.

Tampoco faltaron las intenciones de adoctrinar a niños y jóvenes de establecimientos educativos de todo el país. Pablo Mendelevich escribió: “El Néstornauta es un ícono con la cara de NK en el traje del personaje de El Eternauta…”. “La superposición se le ocurrió a un joven camporista, Franco Vitali, en agosto de 2010, un mes y medio antes de la muerte de NK”. “La superposición de Néstornauta y Eternauta le permitió introducir el culto a la personalidad de NK en las escuelas, donde de la mano de La Cámpora se mezcló la historieta original con un juego de mesa llamado Eternéstor. El kirchnerismo buscó disimular el desembarco partidista mediante los contraataques usuales de su repertorio. Acusó a los críticos de rechazar el debate político en las escuelas –cuando en realidad se estaba rechazando una partidización con respaldo del Estado ideologizado- y demonizó a los objetores, asimilando su queja con un supuesto repudio a la política” (De “El relato kirchnerista en 200 expresiones”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2013).

sábado, 2 de enero de 2016

Oposición constructiva vs. sabotaje político

En los países democráticos, los partidos políticos que están fuera del gobierno, tratan de realizar una oposición constructiva dando muestras del patriotismo que debe imperar en cada habitante. Por el contrario, en los países subdesarrollados, es frecuente que los políticos opositores traten de sabotear al gobierno de turno, y al propio país, buscando acceder o regresar prontamente al poder.

Las acciones de gobierno de los últimos meses del kirchnerismo se caracterizaron por tratar de dejarle una mínima cantidad de reservas monetarias al próximo gobierno y por aumentar en forma descomunal los gastos del Estado, estableciendo una especie de cóctel explosivo para dificultar su gestión. De esa forma, en caso de que el gobierno actual no pueda solucionar los graves problemas dejados por el kirchnerismo, es posible que el electorado vuelva a elegirlos para un próximo gobierno. Puede decirse que se trata de un sabotaje político que tiene el apoyo tácito de millones de personas que comparten este tipo de prácticas populistas ya que están motivados por el “odio al enemigo”, y no por la rivalidad hacia el competidor. Predomina una actitud que resulta casi natural en el fútbol (al menos en esta época) en que un simpatizante de River Plate espera ansiosamente el triunfo del equipo extranjero que juega contra Boca Juniors, y viceversa.

Retrocediendo en el tiempo, nos encontramos que en la década de los 80, el gobierno radical de Raúl Alfonsín fue saboteado por la CGT peronista al decretar varios paros nacionales. Puede decirse que el radicalismo “no necesitaba de esa ayuda”, ya que el descalabro económico fue ocasionado por culpas propias. Sin embargo, también en ese caso pudo observarse la forma casi habitual del peronismo a no aceptar gobiernos extraños a esa tendencia. Juan Archibaldo Lanús escribió: “Durante toda la gestión de Alfonsín, el país vivió en estado de sobresalto. Más aún, en no pocas oportunidades, el presidente apeló al concepto de «libanización». Varios frentes de tormenta se alternaban entre alertas, a veces justificadas, y peligros imaginados por quienes los creaban. Conspiraciones, desestabilización de la economía, ambigüedad de la oposición que no siempre apoyó al Gobierno en su gestión”.

“Poca repercusión tuvo este intento [Acta de Coincidencias] ante el sonoro plan de lucha de los sindicatos que lograrían hacerle a Alfonsín catorce paros generales. El idealismo de Alfonsín chocó contra la dureza de la oposición” (De “La Argentina inconclusa”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2012).

Mayor aun fue el sabotaje que sufrió la nación ante la acción del exiliado Perón, que alentó el terrorismo marxista-leninista, por cuanto deseaba volver a ejercer el poder político en el país que lo vio nacer, aunque no pueda decirse que la Argentina haya sido su patria. Nicolás Márquez escribió: “Desde el principio, el general Juan Domingo Perón (exiliado en España) mantuvo estrechos contactos con los Montoneros, a quienes no sólo elogió llamándolos «juventud maravillosa»; incluso los calificó afectuosamente como «mis muchachos» apoyándolos a través de cartas y mensajes personales. Quiérase o no, la figura de Perón ha sido la más trascendente e influyente en el siglo XX en nuestro país. Cualquier exhortación o inducción que éste hacía a la lucha armada, traía aparejado un impacto muy hondo en gran parte de la sociedad”.

“El bautismo de fuego (belicosamente hablando) lo encabezaron los Montoneros cuando el 29 de mayo de 1970, secuestraron al ex-presidente de la república Pedro Eugenio Aramburu, asesinándolo luego el 2 de junio. Este hecho fue considerado por Perón como «políticamente correcto y útil a la causa peronista». Los Montoneros reconocieron y relataron tanto el secuestro como el crimen…”.

“Con el comienzo del año 1971, el terrorismo sacudió la opinión pública durante el primer trimestre asaltando armerías, clínicas, un camión blindado del Banco de Córdoba y asesinando a 12 policías, entre otras varias actividades delictivas”.

“El 20 de febrero de ese año Perón, desde España, a través de una misiva dirigida a los Montoneros recomendaba: «Mis queridos compañeros: Estoy completamente de acuerdo y encomio todo lo actuado. Nada puede ser más falso que la afirmación que con ello ustedes estropearon mis planes tácticos porque nada puede haber en la conducción peronista que pudiera ser interferido por una acción deseada por todos los peronistas (…) Totalmente de acuerdo en cuanto afirman sobre la guerra revolucionaria. Es el concepto cabal de tal actividad beligerante. Organizarse para ello y lanzar las operaciones para «pegar cuando duele y donde duele» es la regla. Donde la fuerza represiva esté: nada; donde no esté esa fuerza: todo. Pegar y desaparecer es la regla porque lo que se busca no es una escisión sino un desgaste progresivo de la fuerza enemiga (…)”.

“Pero por sobre todas las cosas han de comprender los que realizan la «guerra revolucionaria» que en esa «guerra», todo es lícito si la finalidad es conveniente (…). Ni es nueva la guerra revolucionaria y menos aun la guerra de guerrillas. Pienso que tal vez la guerra de guerrillas ha sido la primitiva forma de guerra, tan empleada en la afamada guerra de los escitas y de Darío II (…) de ello se infiere que los Montoneros, en su importantísima función guerrera, han de tener comandos muy responsables y en lo posible operar lo más coordinadamente posible con las finalidades de conjunto y las otras fuerzas que en el mismo o distinto campo realizan otras formas de acción, también revolucionaria (…) Finalmente compañeros, les ruego que hagan llegar a los compañeros mis más afectuosos saludos y acepten mis mejores deseos. Un gran abrazo. Juan Domingo Perón” (De “La otra parte de la verdad” de Nicolás Márquez-Mar del Plata 2004).

Perón tuvo éxito al promover el sabotaje político, ya que en las elecciones de 1973 casi la mitad de los electores apoyan la fórmula presidencial por él designada. Cámpora y Solano Lima obtienen el 49% de los votos y gobiernan durante 49 días, cuando esta vez el propio Perón es electo presidente. Luego de usar a los terroristas para acceder al poder, ordena a las Fuerzas Armadas su “aniquilación”.

En alguna parte, Aldous Huxley expresó: “Cuando hay guerra, es porque la gente quiere que haya guerra”. Cuando la gente apoyó electoralmente a Cámpora, quien le dio vía libre al terrorismo marxista-leninista, estaba apoyando la concreción del, posiblemente, mayor periodo destructivo de toda la historia de la Nación. Nicolás Márquez escribió, refiriéndose a Perón: “Quien pasa del franquismo al castrismo en un santiamén tampoco tiene mayores inconvenientes morales en jugar con fuego en este indecoroso malabarismo dialéctico al alentar el homicidio generalizado que llevó adelante la organización terrorista de izquierda Montoneros cuando tras sindicarla como «juventud maravillosa» y arengarla con un «Si yo tuviera 50 años menos, no sería incomprensible que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano» terminara meses después tildando a los mismísimos Montoneros como «mercenarios infiltrados» y masacrándolos con el auxilio del chamán José López Rega y su Alianza Anticomunista Argentina: «El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una Patria justa, libre y soberana» le arrojó Perón a sus ex «mis muchachos»” (De “Perón. El fetiche de las masas”-Grupo Unión-Buenos Aires 2015).

Luego de la última seguidilla de gobiernos militares, pareciera que las Fuerzas Armadas hubiesen renunciado a realizar golpes de Estado en el futuro. Tal es así que no hizo falta su intervención cuando tanto Alfonsin como De la Rúa finalizaron sus mandatos antes del plazo constitucional, aunque en estos casos fueron presionados por sectores políticos peronistas, principalmente. Respecto de la caída de De la Rúa, se atribuye como el principal detonante una serie de asaltos a supermercados promovidos por allegados a Eduardo Duhalde. Si bien no pudo verificarse tal situación, lo que resulto evidente es que De la Rúa no tuvo el mínimo apoyo de sector político alguno, como debería haber ocurrido en un país “democrático”. “«Fue un golpe civil», me dijo De la Rúa una tarde de primavera de 2009”. “«Duhalde no se privaba de decir que hay que cambiar el presidente, cosa que hizo conmigo y repitió con Adolfo Rodríguez Saá, víctima del segundo golpe civil», dijo” (De “El final” de Pablo Mendelevich-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2010).

La tradición golpista del peronismo se inicia con la participación del propio Perón en el golpe militar encabezado por Félix Uriburu para derrocar a Hipólito Yrigoyen en 1930. Nicolás Márquez escribió: “Yrigoyen había participado en sus años mozos de varias conspiraciones e intentonas fallidas de golpes de Estado y ahora era precisamente él quien iba a ser el primer Presidente depuesto por uno de ellos”. “Perón no sólo confesó su adhesión y celebración por el derrocamiento de Yrigoyen sino que también le detalló a Tomás Eloy Martínez lo siguiente: «estaba en la Escuela Superior de Guerra en ese entonces, en 1930 se produce un movimiento general en el Ejército, en el Ejército nadie escapó a esa revolución y todos estábamos más o menos comprometidos»”.

“Haya sido un protagonista relevante o un simple actor de reparto, lo confirmadamente cierto es que Perón participó de la revolución mostrándose exultante y calificó el golpe como «un milagro» añadiendo que «Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de avalancha humana se desbordó en las calles al grito de ‛viva la revolución’». Razones no le faltaban a Perón para tamaña alegría personal: al día siguiente del golpe contra Yrigoyen fue beneficiado con el cargo de Secretario Privado del nuevo Ministro de Guerra”.

En el levantamiento militar del 4 de junio de 1943, por el cual cae el presidente Castillo, aparece también la figura golpista de Perón. “Tal como lo confiesa Perón, las motivaciones que impulsaron a él y al GOU al golpe fueron que «La elite consideraba que ya había pasado la época difícil de la crisis internacional y, consecuentemente, la intervención estatal en la economía, tenía que concluir para volver a la política liberal. De esta forma, la Argentina se reinsertaría como un engranaje más dentro de esa rueda maestra llamada capitalismo internacional» agregando además que también influyó en la sublevación la política exterior: «Sin embargo, el tema principal que iba a gravitar en la realidad argentina era de origen externo y estaba referida a la actitud que tomaría nuestro país, ya en la etapa de posguerra. Es decir, nuestra posición internacional respecto de las dos naciones cuyos intereses predominaban en nuestra economía: Inglaterra y EEUU». Vale decir que según Perón, la tendencia hacia el liberalismo en el orden interno y el alineamiento con los Aliados en el orden externo promovido por el orden conservador habrían sido las alarmas determinantes que motivaron el alzamiento de junio de 1943” (“Perón. El fetiche de las masas”).

La tradición saboteadora y golpista posiblemente pueda cambiarse hacia una postura constructiva cuando exista cierto patriotismo, por ahora inexistente. Las aspiraciones personales han predominado tanto en el militarismo como en el peronismo y el radicalismo, aunque en distintas épocas.

viernes, 1 de enero de 2016

Las ideas políticas del siglo XX

Sintetizando al extremo, puede decirse que el siglo XX, que se inicia con la continuidad de la vigencia del liberalismo económico y político, se caracteriza por el surgimiento de distintas alternativas al mismo, que buscan suplantarlo y sepultarlo. Al finalizar el siglo, mantiene gran parte de su antiguo esplendor mientras que sus rivales ideológicos fracasaron total o parcialmente.

En la actualidad siguen los ataques al capitalismo aduciendo que bajo tal sistema existe una desigual distribución de la riqueza, bajo la creencia de que algunos sectores se adueñan de las riquezas naturales, que a todos pertenecen, en perjuicio de otros. Este sería el caso de las materias primas, cuya incidencia en el PBI mundial es de un 4%, aproximadamente. Al restante 96%, de ese PBI, nadie se lo puede “apropiar” porque antes debe ser producido. De ahí que debe criticarse a los sectores o a los países que generan poca riqueza, en lugar de criticar a los que más producen.

Se aduce que los males existentes en una sociedad dependen del “sistema” de producción y distribución, ignorando factores culturales que resultan prioritarios. De ahí que no tenga sentido comparar un mismo “sistema” en poblaciones muy distintas. Respecto de las bondades y debilidades de los distintos modelos productivos, podemos comparar cada uno de ellos aplicados a poblaciones similares en una misma época (como la Alemania Occidental y la Alemania Oriental) o aplicado a igual población en épocas distintas (como la China maoísta y la actual China), advirtiéndose la superioridad de la economía de mercado.

Tampoco resulta conveniente describir las economías de los países subdesarrollados como “economías de mercado” cuando ni siquiera existen suficientes empresas como para considerar que existe un mercado competitivo. Si se establecen todas las condiciones favorables para tal economía, poco se conseguirá si la mayor parte de la población tiene como prioridad trabajar poco y divertirse mucho, buscando un empleo estatal cuya mayor dificultad sea la de cumplir horarios. Martín Redrado escribió: “Luego de analizar las importantes transformaciones económicas realizadas durante esta década [se refiere a los 90], nos encontramos frente a un punto de inflexión: o avanzamos hacia la construcción de una Argentina competitiva –es decir, que produzca con mejor calidad y a más bajo precio- o corremos el riesgo de echar por la borda los logros que tanto le han costado a toda la sociedad. Quizá la mejor manera de graficar este pensamiento es con la imagen de aquel barco que se hunde en el medio del mar, y el único sobreviviente no sabe nadar. Tras la desesperación inicial, el náufrago logra controlarse y descubre que si no se mueve, flota. Pero no sabe cómo hacer para nadar sin hundirse. Por lo tanto, decide quedarse ahí en alta mar, esperando que alguien lo encuentre. Eso es el plan de convertibilidad: alguien que flota en el mismo lugar desde hace tres años, inmovilizado por el miedo a hundirse. El crecimiento es otra cosa; es animarse a nadar y llegar hasta la orilla. El desafío que viene es entender la pequeña diferencia entre nadar y salir a flote” (De “Tiempo de desafíos”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1994).

Entre las críticas a la política propuesta por el liberalismo, aparecen las destinadas a la división de poderes. En lugar de ser considerada tal división como un factor de seguridad para evitar los posibles efectos de las tiranías, algunos autores sostienen que es un factor de debilidad. Belisario Tello escribió: “El Poder no admite plural; por ello, hablar de una división de «poderes» constituye un abuso de lenguaje, además de ser un error de concepto, pues negarle la unidad es desconocer su naturaleza. Un poder dividido, que lógicamente implica una «contradictio in terminis», carecería en sí mismo de fuerza y negaría su propia esencia”.

“En síntesis, el principio de la división y equilibrio de «poderes» es destructivo del Poder; por eso Schmitt niega, con toda razón, que aquél sea propiamente un «principio político constructivo». Una multiplicación de «poderes», con la cual se pretende limitarlos mutuamente, trae consigo la supresión del Poder, en desmedro naturalmente de la sociedad; porque lo que ésta exige, en realidad, no es un ficticio equilibrio de «poderes», sino la fuerza efectiva de un poder que le permita vivir y progresar” (De “La monarquía sin corona”-Editorial Almena-Buenos Aires 1976).

Las principales tendencias opositoras al liberalismo son el marxismo-leninismo, asociado al terror; la social-democracia, forma atenuada del marxismo-leninismo ya que rechaza los métodos violentos; el fascismo, con una organización de tipo corporativo, y el nazismo, con una organización similar al fascismo pero con un carácter racista y terrorífico. Chantal Millon-Delsol escribe respecto del liberalismo y de sus “cuatro enemigos”: “El marxismo-leninismo: ¿Cómo un sistema de pensamiento llamado a la liberación de la humanidad entera y a la destrucción del Estado llega a producir el Leviatán más monstruoso de la historia?”.

“El nazismo: ¿Cómo un gobierno –y más aún, un pueblo- ha llegado a cometer y a permitir que se cometa el más sistemático exterminio jamás visto, llevado a cabo con una seguridad y hasta con un sentido del deber que confunden?”. “El fascismo-corporativismo: ¿Cómo los valores éticos o, si se quiere, espiritualistas, llegan a desviarse hasta producir la opresión cuando buscan el bien común?”.

“El socialismo: ¿Por qué la revolución igualitaria no ha tenido lugar, después de tantos años de preparación y cuando era anhelada con tanta esperanza?”.

“El Estado de Derecho: ¿Cómo el pensamiento liberal-pluralista, el más débil por su intrínseca tolerancia, pensamiento de la crítica y de la modestia, termina por imponerse frente a sus adversarios fanáticos, armados de medios que él rechaza?” (De “Las ideas políticas del siglo XX”-Editorial Docencia-Buenos Aires 1998).

Una visión optimista de la realidad política induce a pensar que ideólogos “bien intencionados” no lograron cumplir con sus objetivos beneficiosos para la sociedad. Una visión pesimista, o quizás realista, induce a pensar que ideólogos “mal intencionados” revistieron sus objetivos perversos bajo máscaras de humanismo y bondad. Las contradicciones aparentes de los sistemas totalitarios (todo en el Estado) pueden subsanarse si se los observa bajo esta última perspectiva.

En los casos de los “cuatro enemigos” pueden observarse fallas éticas fundamentales. Así, tanto el marxismo-leninismo como el socialismo, basan su postura en la discriminación social hacia los sectores productivos de la sociedad (la burguesía, el empresariado). Se ha llegado incluso a considerar como un “héroe socialista” a Ernesto Che Guevara, un vulgar asesino serial que eliminaba tanto a los “burgueses” como a sus supuestos cómplices. Toda forma de socialismo implica una especie de cáncer social que promueve antagonismos entre las clases sociales en aparente conflicto. El liberalismo, por el contrario, ve en la movilidad social, favorecida por el mercado, una solución efectiva para solucionarlos.

En el caso del fascismo, puede decirse que el “hombre nuevo” propuesto habría de ser el superhombre de Friedrich Nietzsche, un fanático anticristiano. Si se considera a la ética cristiana compatible con la ética natural, el fascismo resulta ser incompatible con la misma.

Mientras que los distintos socialismos se basan en la discriminación social, el nazismo se basa en la discriminación racial, empleando mitos justificadores, como el de la “supremacía racial aria”. Si bien presenta varios aspectos similares al fascismo, difieren en este aspecto.

En cuanto a las corporaciones, como agrupaciones de artesanos de una misma especialidad, son miradas con simpatía en medios católicos por cuanto constituían la forma de organización básica de la economía medieval. De ahí que varias posturas consideradas fascistas tuvieron el apoyo de sectores católicos. Las corporaciones reemplazaron en Italia a los partidos políticos para ser reguladas fácilmente por el Estado fascista. “Aunque su origen se remonta a Roma y aun al lejano Egipto faraónico, fue en la Edad Media cuando la sociedad se organizó en forma más acabada en torno a las corporaciones. Éstas agrupaban a comerciantes y artesanos, de distintos oficios, y se ocupaban de defender los intereses y, sobre todo, los privilegios de sus miembros. Por extensión, podía considerarse que la Iglesia, la Universidad y hasta los grupos nobiliarios adoptaban una forma de organización igualmente corporativa”.

“Fue en Italia, hacia 1922, cuando se hizo el gran experimento de estructurar al Estado apoyado directamente sobre las corporaciones, que confluían en un partido único, el fascista. Llegamos así al corporativismo propiamente dicho, inventado por Benito Mussolini. Los partidos políticos, que en la democracia son los órganos de articulación de los intereses sectoriales y de proyección de sus demandas a la esfera política, fueron reemplazados, en su calidad de canales, por las asociaciones de empresarios y de trabajadores. Pero el poder de decisión se concentraba en el partido único, el fascista, y en el Estado”.

“La crisis de los partidos políticos argentinos, acelerada después de 1930, dio cada vez más campo a este tipo de negociaciones, que se desplegaron ampliamente durante el gobierno peronista (1946-1955). No sólo se concentró la representación gremial, y se la sometió a la tutela del Estado, sino que se estimuló la agremiación de distintos sectores de la sociedad: los trabajadores en la CGT, los empresarios en la CGE, los universitarios en la CGU, los profesionales en la CGP, los estudiantes secundarios en la UES…Por encima de ellos el Estado y el partido debían actuar como árbitros” (De “Formación Política para la democracia”-Biblioteca de Redacción-Buenos Aires 1980).

Quienes esperan el advenimiento del “mejor sistema” político-económico olvidan que, si bien son importantes las formas organizativas de la sociedad, el orden social emergente ha de estar ligado también al nivel ético individual. De ahí que resulte prioritario fortalecer el “menos malo” de los sistemas (el propuesto por el liberalismo) a través del mejoramiento ético individual, dándole a “ético” el sentido de “compatible con la ética natural o cristiana”. Chantal Millon-Delsol escribió: “El siglo XX intenta concretar políticamente las teorías creadas en el siglo XIX. El siglo XX organiza el terror institucional, porque el siglo XIX forjó las utopías. El siglo XX imagina pseudo-espiritualismos porque el racionalismo moderno ha secado el espíritu, pero para hacerlo utiliza el racionalismo heredado. Las religiones desaparecidas son reemplazadas por mitos regeneradores. La política ocupa el lugar de lo sagrado: tiene su catecismo, sus ritos y sus sacerdotes. Ella genera lógicamente el fanatismo, por haber secularizado los paraísos. Todas las concepciones políticas del siglo XX se precian de revolucionarias, salvo el pensamiento del Estado de Derecho. Pero todas fracasan en su empresa de renaturalización social. Finalmente, es sin duda el pensamiento del Estado de Derecho el que ha realizado la verdadera revolución”.