sábado, 31 de octubre de 2015

Intelectualidad enajenada vs. comprometida

Aun cuando transitemos una etapa científica, gran parte de las sociedades se ve sometida a la influencia perniciosa de los “intelectuales” que ignoran parcialmente las ciencias sociales, como la economía y la historia. Para ellos, el siglo XX evidenció el fracaso del capitalismo, en lugar del fracaso del socialismo. “Desde hace por lo menos tres mil años, el intelectual va por la vida como un ser superior. Platón creía que la facultad intelectual otorgaba un don de mando sobre los demás y proponía coronar a sus escogidos. Para Aristóteles la contemplación intelectual era la actividad más estimable. En la Edad Media, al intelectual se le llamaba clérigo, en parte porque lo era y en parte porque la inteligencia parecía indisociable de la teología, la actividad suprema”.

“Cuando la razón coló las narices por entre la cota de malla de la teología y el derecho divino, los intelectuales fundaron la era moderna. Nadie se acordó de los comerciantes y los burgos, que habían desarmado, en la práctica, el muñeco medieval. Desde entonces, todos los sistemas políticos y económicos han prometido la salvación en la Tierra con razones suministradas por el intelectual, ese clérigo moderno. En algo, pues, Platón acertó: estamos ante un bicho de cuidado. Para él, había que cuidarlo bien. Para nosotros, hay que cuidarse de él porque su capacidad de convocatoria y su influencia en la sociedad pueden convertirlo en un peligroso fabricante de miseria”.

“Los intelectuales, mediante su comportamiento y pensamiento político contribuyeron a impedir durante mucho tiempo que la democracia y la economía de mercado –la única capaz de generar prosperidad- arraigaran en nuestras tierras de un modo firme. Incluso ahora, casi una década después del desplome del Muro de Berlín, los intelectuales parecen empeñados en justificar formas autoritarias de poder bajo el pretexto del «progreso» y enfilan sus baterías, a veces con lenguaje nuevo, contra el viejo enemigo: el capitalismo. Todas las acciones de gobierno se han llevado a cabo en un cierto clima intelectual, bajo el influjo de determinadas ideas, que fueron conduciendo a nuestros países por una senda de dictadura, a veces totalitaria, a veces populista, siempre enemistada con las evidencias que la realidad ponía frente a los ojos de todo el mundo y que los propios intelectuales deberían haber sido los primeros en ver”.

“Todas las teorías que han querido explicar la pobreza a partir de conspiraciones internacionales y nacionales, y escudarse detrás de la lucha de clases para justificar el odio al éxito y la empresa libre, han tenido un origen intelectual. Los gobiernos y los partidos no producen ideas: generalmente las encarnan. Quienes las producen, o ayudan, mediante su prédica, a entronizarlas, son los intelectuales. Por eso cabe una responsabilidad principalísima a esta variante de la especie en el fracaso político y económico de tantos años” (De “Los fabricantes de miseria” de P.A. Mendoza, C.A. Montaner y Á. Vargas Llosa-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1998).

Toda enajenación mental implica un distanciamiento respecto de la realidad. De ahí que el pseudo-intelectual es alguien que se aleja de la realidad al ignorar conscientemente una parte del contenido de las ciencias sociales. Incluso tiende a ignorar los hechos que contradicen la falsa ideología que profesa. Adoptar la propia realidad como referencia es el primer requisito que debe cumplir tanto el científico como el intelectual. El segundo requisito implica decir siempre la verdad; lo que significa expresar y transmitir fielmente lo que se ha observado y lo que se ha podido fundamentar con coherencia lógica.

Las divisiones sociales, que impiden el fortalecimiento de las naciones y favorecen su fracaso, han sido promovidas por la falsa intelectualidad. Los citados autores escriben: “Ortega y Gasset escribía, tan temprano como el 9 de febrero de 1913: «Una nueva España es sólo posible si se unen estos dos términos: democracia y competencia»”.

“En efecto, «democracia y competencia» eran la perfecta combinación liberal que acaso le hubiera ahorrado a España el horror de la guerra civil y la pobreza que el país padeciera desde 1936 hasta prácticamente treinta años más tarde. Es muy probable que una clase intelectual mejor formada e informada hubiera contribuido más eficazmente a colocar a España en la proa de Europa. Tal vez no sea del todo justo tildar a los intelectuales españoles de fabricantes de miseria, pero alguna responsabilidad, sin duda, les cabe”.

En oposición a la intelectualidad enajenada encontramos a la intelectualidad universalista, comprometida con el avance y el progreso de la humanidad. Este es el caso de Hannah Arendt, de origen judío, quien advirtió con suficiente claridad, en 1948, los problemas asociados al futuro Estado de Israel. Al respecto escribió: “Incluso si los judíos ganasen la guerra, al final encontrarían destruidas las únicas posibilidades y los únicos logros del sionismo en Palestina. El país que aparecería entonces sería algo muy diferente al soñado por la judería mundial, tanto sionista como no sionista. Los judíos «victoriosos» vivirían rodeados por una población árabe totalmente hostil, aislados dentro de unas fronteras continuamente amenazadas, obsesionados por la autodefensa física hasta un grado tal que sumergiría todos los demás intereses y actividades. El desarrollo de una cultura judía dejaría de ser el objetivo de la gente; los experimentos sociales serían descartados como lujos impracticables; el pensamiento político giraría en torno a la estrategia militar; el desarrollo económico estaría determinado exclusivamente por las necesidades de la guerra. Y todo esto sería el destino de una nación que […] seguiría siendo un pueblo muy pequeño, sobrepasado numéricamente por sus vecinos hostiles. Bajo estas circunstancias […] los judíos palestinos acabarían siendo una de esas tribus guerreras cuyas posibilidades e importancia la historia nos ha enseñado de sobra desde la época de Esparta” (Citado en “Arendt” de Cristina Sánchez-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

Mientras que el “intelectual” de izquierda tiende a reivindicar y a justificar la acción de asesinos seriales como el Che Guevara, o delincuentes como Fidel Castro, Hannah Arendt dedica gran parte de sus actividades al estudio y a la denuncia de los totalitarismos, por cuanto su pertenencia a la humanidad le hace sentir como propias las penurias pasadas por las victimas de la barbarie nazi y comunista. “La comprensión no significa negar la atrocidad, deducir de precedentes lo que no los tiene o explicar fenómenos por analogías y generalidades…Significa, más bien, examinar y soportar conscientemente la carga que los acontecimientos han colocado sobre nosotros”. (De “Los orígenes del totalitarismo”).

Arendt se cuestiona, no tanto la existencia de depravados y paranoicos que gobiernan los pueblos, sino la aceptación que tuvieron, y tienen, en gran parte de la sociedad. Aquí puede observarse el “trabajo fino” del pseudo-intelectual que reviste de palabras heroicas lo que no es otra cosa que barbarie y salvajismo. Cristina Sánchez escribió: “¿Cómo explicar un régimen que lograba el apoyo entusiasta de las masas pero que al mismo tiempo implantaba el terror como forma de gobierno? ¿Se podía explicar solo atendiendo a la figura de un líder carismático? Todo apuntaba a que el totalitarismo había introducido cambios muy profundos en la manera de entender la política, pero sobre todo, dijo Arendt, en nuestra manera de entender la misma condición humana. Responder a todo ello, a los muchos y nuevos interrogantes que se planteaban, significaba hacer algo más que escribir una historia del régimen totalitario. Implicaba, entre otras cosas, realizar un análisis acerca de cómo y por qué surge un régimen con unas nuevas características, qué factores son los que influyen, y qué cambios produce la implantación del totalitarismo entre la sociedad y los individuos”.

“La creación de grandes masas de personas parias (sin sociedad que las proteja, y sin derechos, sin pertenencia a ningún Estado-nación) por medio de la expansión de los tratados de minorías de principios del siglo XX, supuso la antesala del triunfo del régimen totalitario”. “Lo que hicieron el nazismo y el estalinismo fue darle una solución totalitaria –el exterminio- al problema no resuelto de las grandes masas de minorías (de pueblos parias) que se encontraban dentro de sus dominios territoriales”.

En realidad, los marxistas-leninistas arremetieron contra sus propias poblaciones, contra el sector, o clase social, aborrecida por la ideología. Mientras que el nazismo parece ser una etapa superada por la humanidad, el “intelectual” de izquierda mantiene su interés en promover la creación de las condiciones propicias para el advenimiento de nuevos tiranos que tendrán en sus manos el poder total y absoluto sobre la sociedad, con los riesgos ciertos de que tal tirano posea una personalidad paranoica y agresiva.

La estatización de los medios de producción y la abolición de la propiedad privada es todo lo que hace falta para crear una situación de riesgo y de peligro extremo. No puede, en este caso, hablarse de ingenuidad o de ignorancia, sino de una consciente perversidad que apunta a renovar los hechos catastróficos acontecidos en el siglo XX. Incluso se ha llegado al extremo de que la propia Iglesia Católica se oponga a la propiedad privada y a la economía de mercado, apoyando tácitamente las condiciones para el surgimiento de un nuevo Fidel Castro, y por que no, de un nuevo Stalin.

Es posible que los libros de divulgación de la política y de la economía, alguna vez hagan innecesaria la intermediación de los “intelectuales”. Si el conocimiento se divulgara masivamente, todo individuo podría quedar inmunizado contra los predicadores de la barbarie totalitaria y populista. “Los acontecimientos políticos de la España de la primera mitad de este siglo [se refieren al XX] delataron en los intelectuales una incapacidad para optar por la democracia liberal y una fascinación por las dos formas de totalitarismo, el fascismo y el comunismo. Muchos de ellos, a izquierda o a derecha, combatieron al enemigo correcto desde la trinchera equivocada” (“Fabricantes de miseria”).

Cuando varios intelectuales se juntan, son capaces hasta de faltarle el respeto y burlarse de la memoria de decenas de millones de victimas inocentes del comunismo, como fue el caso de la comisión encargada de otorgar los Premios Nobel de Literatura, cuando se lo otorgan a Pablo Neruda, quien escribió loas a Stalin y a Mao, a pesar de los crímenes por éstos cometidos. “Después de escribir un poema de homenaje a Stalin en su muerte, se adapta a la era Kruschev, el detractor necrológico de Stalin y continuador del sistema comunista”.

“En sus memorias, Neruda rinde culto a Lenin sin atenuantes”. “En sus referencias a China, Neruda menciona el culto a la personalidad de Mao, pero nunca a sus crímenes ni la Revolución Cultural, como si el problema hubiera sido, al igual que con Stalin, sólo el culto a la personalidad. Se permite, por lo demás, varios elogios compensatorios de Mao” (“Fabricantes de miseria”).

jueves, 29 de octubre de 2015

Los fabricantes de miseria

En toda sociedad, desde un punto de vista económico, es posible encontrar tres tipos de personas: a) Los que producen más de lo consumen, b) Los que producen menos de lo que consumen y c) Los que producen menos de lo que consumen y no dejan que otros produzcan. Dependiendo de cuál tipo de persona predomine, ya sea por su cantidad o bien por su influencia, tendremos un país desarrollado, uno subdesarrollado o bien uno subdesarrollado debido al populismo, respectivamente.

En los países latinoamericanos predomina el tercer caso, ya que la adhesión mayoritaria al populismo tiende a generar Estados ineficientes que actúan como intermediarios entre quienes producen y quienes consumen sin brindar la contraprestación correspondiente. Ello genera una miseria que tiende a perdurar y a incrementarse en el tiempo. Cuando contemplamos las pirámides egipcias, tenemos presente la opinión de algunos historiadores que aducen que tales obras faraónicas fueron hechas a través del trabajo mayoritario de esclavos. En la actualidad, cuando contemplamos algunas relucientes construcciones, generalmente ubicadas a la vista de todos, realizadas bajo la gestión de un gobierno populista, pensamos que fue hecho mediante una previa y excesiva impresión monetaria, que produjo inflación, y que sus efectos recaerán con mayor peso en los sectores de menos recursos. Bajo el lema “lo pagamos entre todos”, el beneficio de la impresión monetaria resulta bastante dispar, aunque se hable todo el tiempo de “igualdad” y de “justicia social”.

El proceso populista es similar en los distintos países, de ahí que pueda mencionarse una descripción realizada por tres escritores antes de la etapa kirchnerista, advirtiéndose cierta similitud con dicho proceso. P.A. Mendoza, C.A. Montaner y Á. Vargas Llosa escribieron: “Tomemos al azar un país latinoamericano. Examinémoslo. Es pobre: en él cohabitan formas casi africanas de miseria con ostentosos niveles de lujo y prosperidad; chozas y fábricas de acero, analfabetos y poetas de vanguardia, decía Octavio Paz”.

“Es un país que vive en los últimos tiempos una crítica situación económica. Su deuda externa es muy elevada; lucha sin éxito para frenar una inflación de dos dígitos; su moneda parece fatalmente expuesta a constantes devaluaciones; las tasas de interés están disparadas, haciendo prohibitivos los créditos bancarios, y el déficit fiscal, producto de un gasto público incontrolado, representa dos, tres, cuatro o cinco puntos del PBI. Para enfrentarlo, se realizan cada cierto tiempo ajustes tributarios severos y desalentadores, pues castigan esencialmente a quienes viven de un trabajo honrado”.

“Es, además, un país inseguro. La delincuencia común ha crecido tanto en los últimos tiempos, que nadie escapa al temor de un atraco, de un robo, si no de un secuestro. Los barrios bajos y los cinturones de miseria que rodean las ciudades importantes hierven de vagos y rateros. Es peligroso dejar el auto en la calle mientras se asiste a una cena, aunque esté dotado de un sistema de alarma. De ahí que se hayan multiplicado, en conjuntos residenciales, bancos, empresas y edificios de oficinas, servicios privados de seguridad. Pero no son sólo los ricos o las personas de un nivel medio quienes viven estas zozobras. También, y sobre todo, los pobres son victimas de la delincuencia”.

“No se les cree a los políticos cuyos nombres y fotografías fatigan diariamente a la prensa. Todos dicen lo mismo. Ofrecen el oro y el moro y nada cambia. Su lenguaje, y muy especial el de los candidatos, se ha devaluado prodigiosamente. Aunque tenga su sustento en el voto popular, el Congreso no parece representar a la nación, sino a esa clase política que desde hace años regresa al mismo recinto y a los mismos ejercicios retóricos para dirimir sus eternos, circulares pleitos en torno al poder. El clientelismo impera. Yo te doy, tú me das: tal es la norma que preside apoyos y adhesiones, pues la política ha cobrado un carácter desvergonzadamente mercantil”.

“Y para colmo, la corrupción. Los escándalos suelen salpicar a personajes del gobierno. No hay transparencia en licitaciones públicas y contratos. Se utilizan los cargos públicos o la amistad con ministros, directores de institutos y otros altos funcionarios para hacer buenos negocios. Las aduanas son cuevas de corrupción. Se reparten selectivamente privilegios y excepciones tributarias. La famosa «mordida» mexicana cambia de nombre en cada país, pero existe en casi todos ellos y a todo nivel a la sombra de una asfixiante tramitología que la hace inevitable”.

“La burocracia prolifera malignamente en todos los órganos del Estado devorando buena parte de los presupuestos nacionales y regionales. Todo lo demora, todo lo dilata y todo lo corrompe. Amparada en el papeleo, obligando al ciudadano común y corriente a filas y esperas agotadoras frente a las ventanillas de las oficinas públicas, es absolutamente ineficaz y al mismo tiempo insaciable a la hora de defender sus prebendas laborales. Por culpa de su indolencia y de su inevitable obesidad, surge, en torno suyo, una maraña de intermediarios y tramitadores. No hay manera de evitarlos si se desea llevar a término en menores plazos una gestión”.

“Los políticos que pertenecen al partido de gobierno son los soportes indispensables si se desea obtener una beca, un puesto, cupos escolares, una vivienda subsidiada y hasta la instalación más rápida de una línea telefónica”.

“Cada cuatro, cinco o seis años en ese país se abre, con gran derroche de dinero y publicidad, una tumultuosa campaña electoral para elegir nuevo presidente de la república”. “¿Qué dicen los aspirantes a la presidencia? Lo de siempre. Que su gobierno tendrá como principal objetivo la lucha contra el desempleo, la pobreza, la falta de oportunidades y las inicuas desigualdades entre los privilegiados y los desheredados. Que el Estado debe intervenir, regular, planificar, propiciar una mejor redistribución de la riqueza (porque hay pocos que tienen mucho y muchos que no tienen nada) haciendo pagar a los ricos e incrementando la inversión social para proteger a las categorías más pobres y vulnerables del país”.

“En suma, los programas de justicia social deberán prevalecer sobre las desalmadas políticas neoliberales que, al dejar libres las fuerzas ciegas del mercado, hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres configurando así un vituperable modelo de capitalismo salvaje” (De “Fabricantes de miseria”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1998).

Puede decirse que en nuestro mundo, regido por leyes naturales, que involucran también lo social, a ciertas causas les siguen necesariamente ciertos efectos. Y si siempre hacemos lo mismo, eligiendo las mismas causas, los efectos serán similares. Si apoyamos al Estado omnipotente, debemos aceptar luego sus nefastas consecuencias. “El conocimiento y denuncia de estos males endémicos del continente, cuyo corolario es la pobreza y la inseguridad, no invalidan el discurso populista, que propone siempre como remedio la causa misma del mal: el Estado dirigista, cuya vocación es la de poner trabas a una libre economía de mercado, clave del desarrollo y de la riqueza en todas partes, en detrimento de sus funciones esenciales. ¿Cuándo comprenderemos que este pretendido benefactor –el llamado por Octavio Paz ogro filantrópico- es, en realidad, el padre del despilfarro, del clientelismo y de la corrupción y, por ello mismo, de la pobreza?”.

El conflicto existente entre los partidarios del libre comercio y los partidarios de los monopolios favorecidos por el Estado, existía ya a comienzos del siglo XIX. Cuando el Virrey Cisneros reemplaza al Virrey Liniers, propone el libre comercio. Bernardo González Arrili escribió: “Cuando llegó e hízose cargo del gobierno este famoso marino [Cisneros], encontró agotados todos los fondos del erario y gran cantidad de deudas, motivadas casi todas por los gastos hechos durante las invasiones inglesas y especialmente por el sostenimiento de las numerosas tropas, que se conservaban por lo que pudiera ocurrir”.

“Las dificultades que producía la pobreza del gobierno iban aumentando por momentos, y el nuevo virrey no encontró otro arbitrio que el de permitir el comercio libre, facilitar el tráfico, «proporcionando con los derechos de importación y exportación los fondos que se necesitaban»”. “Esta idea de Cisneros chocaba contra los intereses de los «monopolistas», es decir, aquellas personas a quienes convenía sostener el sistema comercial establecido por la Península [España] en sus posesiones americanas”.

“En Buenos Aires, al saberse la idea del Virrey Cisneros tendiente a declarar el comercio libre, se manifestó el descontento de los comerciantes partidarios del «monopolio». Unos deploraban «el golpe mortal» que esa resolución infería a los intereses de la metrópoli. Otros, anunciaban la ruina de este país y la destrucción de su comercio. Unos hablaban de que el territorio entero se quedaría sin moneda. Y otros, en fin, suponían que corría riesgo la suerte de los artesanos, la religión católica y hasta «la pureza de las costumbres»; tan terrible parecía declarar libre el comercio con las naciones amigas”.

“Mariano Moreno señalaba en su «Representación», con estilo elevado, sereno y no carente de energía, la necesidad de prestar más atención a la felicidad de los pueblos que al beneficio privado de los comerciantes de una sola región española [Cádiz]. Destruía una por una las objeciones que se formulaban contra el comercio libre y apuntalaba sus razonamientos favorables al mismo con citas y datos irrefutables”.

“Todos cuantos pronosticaron desdichas innumerables para el Virreinato ocasionadas por el comercio libre, comenzaron a advertir el engaño en que estaban. El comercio franco producía mucho dinero al Estado. Las cajas exhaustas empezaron a llenarse. Los cueros –que era el principal renglón de las exportaciones- recuperaron su perdido valor y en menos de seis meses salieron del país millón y medio de ellos” (De “Mariano Moreno”-Ediciones La Obra-Buenos Aires 1935).

Las causas de la persistente presencia populista surgen de una intelectualidad ignorante de la economía y de la historia. No resulta difícil advertir que los países sólo prosperan bajo un régimen de libertad económica, no sólo respecto del comercio internacional, sino de la producción interna. Mariano Moreno escribió: “Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice”.

“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía” (Citado en “Bicentenario 1810-2010” de Sergio Gaut vel Hartman-Ediciones Andrómeda-Buenos Aires 2010).

miércoles, 28 de octubre de 2015

Asociación de ideas

El proceso del pensamiento implica ideas simples, además de la una unión o vinculación entre las mismas, por lo que se habla de un “encadenamiento” o de una “asociación de ideas”. De ahí que el pensamiento sea el proceso mental por el cual asociamos las ideas simples, incluso para sacar conclusiones, o nuevas ideas, que no existían en el inicio del proceso. Étienne de Condillac escribió: “Asociamos también ideas, y entonces esta palabra es sinónimo de encadenar. Se encadena a las ideas cuando se las coloca en un orden que hace resaltar las relaciones que entre sí tienen. Se las asocia cuando se hace un hábito de ver juntas ideas sin ninguna relación. Se asocia, por ejemplo, la idea de las tinieblas con la de los espíritus o aparecidos; y se encadena a las ideas que forman un buen sistema. El encadenamiento de las ideas es el verdadero medio de adquirir conocimientos; su asociación, la fuente de prejuicios”.

Condillac distingue el pensamiento compatible con la realidad (encadenamiento de ideas) del que no lo es (asociación de ideas). Sin embargo, en la actualidad se utiliza la expresión “asociación de ideas” en referencia a ambos procesos. E. Claparé escribió: “Cuando dos procesos cerebrales tienen lugar simultáneamente, se establece entre ellos una relación tal que la reexcitación del uno tiende a propagarse hasta el otro; es a esta relación a la que llamamos asociación” ” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

La asociación de ideas ha sido un concepto que dominó el pensamiento psicológico de la antigüedad. B. R. Hergenhahn escribió: “Para Aristóteles, recordar era la remembranza espontánea (recuerdo espontáneo) de algo que se había experimentado previamente. Por ejemplo, uno ve a una persona y recuerda que la vio antes y tal vez sostuvo cierta conversación con ella. No obstante, la evocación implica la búsqueda mental de una experiencia pasada. En conjunción con la evocación, Aristóteles postuló sus llamadas leyes de asociación. La ley de asociación básica es la «ley de contigüidad», que dice que cuando pensamos en algo, también tendemos a pensar en cosas que experimentamos al mismo tiempo que eso. La «ley de similitud» dice que cuando pensamos en algo, tendemos a pensar en cosas que son similares a eso. La «ley de contraste» indica que cuando pensamos en algo, también tendemos a pensar en cosas que son su opuesto”.

“Aristóteles señalaba que en raras ocasiones se puede formar una fuerte asociación entre dos hechos después de haberlos experimentado juntos tan sólo una vez. Sin embargo, habitualmente, cuanto mayor es la frecuencia con la que se experimente juntos los hechos, tanto más fuerte será su asociación. Por lo tanto, Aristóteles implicaba la «ley de frecuencia», la cual dice que, en general, cuanto mayor sea la frecuencia con la que las experiencias sucedan juntas, tanto más fuerte será su asociación. Según Aristóteles, los hechos se pueden asociar de forma natural, como cuando un trueno sigue a un relámpago, o por costumbre, como el aprendizaje de las letras del alfabeto o la asociación de cierto nombre con cierta persona. En los dos casos, la frecuencia con la que suceden los hechos suele determinar la fuerza de la asociación. En «De la memoria», Aristóteles decía: «Tal como una cosa sigue a otra por naturaleza, así eso también sucede por costumbre, y la frecuencia crea la naturaleza»”.

“Las leyes de asociación de Aristóteles se convertirían en la base de la teoría del aprendizaje durante más de dos mil años. De hecho, el concepto de la asociación mental sigue siendo la médula de la mayoría de las teorías del aprendizaje. La creencia de que una o varias leyes de asociación sirven para explicar el origen de las ideas, los fenómenos de la memoria y la forma en que se forman las ideas complejas a partir de las simples ahora se llama asociacionismo” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2011).

David Hume vuelve al asociacionismo de Aristóteles aunque agregando la “ley de causa y efecto”. “La ley de causa y efecto que afirma que cuando pensamos en un resultado (efecto), también tendemos a pensar en hechos que suelen preceder a ese resultado, como cuando vemos un relámpago y, en consecuencia, pensamos en el trueno. Según Hume: «No existe relación que produzca una conexión más fuerte en la imaginación, ni que haga que una idea sea más fácil de recordar que otra, que la relación de causa y efecto entre sus objetos»”.

“Trató de especificar el significado de una relación causal y cómo se elaboran las creencias en razón de estas relaciones. Hume describía las observaciones que se deben hacer para concluir que dos hechos guardan una relación causal:

1- La causa y el efecto se deben presentar de forma contigua en el espacio y en el tiempo.
2- La causa se presenta antes en el tiempo.
3- Debe existir una unión constante entre la causa y el efecto. Esta cualidad es la que constituye principalmente la relación.
4- La misma causa siempre produce el mismo efecto, y el mismo efecto sólo se deriva de la misma causa”.

Es posible suponer que el proceso cognitivo es elaborado por una mente que realiza operaciones muy simples y que aprovecha la complejidad del mundo que la rodea para elaborar pensamientos en base a ellos. Como todo lo existente está regido por leyes naturales, es decir, por relaciones invariantes entre causas y efectos, nuestros pensamientos son elaborados inconscientemente bajo esa premisa. De ahí la expresión de Baruch de Spinoza: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”.

Como nuestro pensamiento tiende a ser visual (pensamos con imágenes) las leyes de contigüidad, de similitud y de contraste surgen de una comparación estática; como si se tratara del procesamiento de fotografías. Por el contrario, la ley de causa y efecto implica un procesamiento dinámico, como si se tratara de una película.

La “materia prima” del razonamiento la constituye lo que guardamos en nuestra memoria, ya que el razonamiento se establece, justamente, relacionando lo que guardamos en la memoria con lo que nos indican los sentidos y con más generalidad, relacionando las informaciones parciales que llevamos previamente depositadas en nuestra memoria. Mientras los animales relacionan lo que reciben mediante los sentidos con lo guardado en la memoria, los seres humanos disponemos, adicionalmente, del proceso por el cual podemos razonar “con los ojos cerrados”.

Las leyes asociativas fueron sustentadas, a nivel neuronal, por Donald O. Hebb. Puede decirse que las descripciones del tipo “caja negra”, en las cuales se ignoran los procesos detallados dentro del cerebro, da lugar posteriormente a una descripción “dentro de la caja negra”. B.R. Hergenhahn escribió: “La pieza clave de uno de los tipos populares del modelo neoconexionista es la regla de Hebb, la cual establece lo siguiente: si un conjunto de neuronas se activa simultáneamente o en sucesión, la solidez de las conexiones entre ellas se incrementa. Aunque esta regla influyó fuertemente en el neoconexionismo, no constituye una aportación original de Hebb. De hecho, se basa en las leyes asociativas de contigüidad y frecuencia, mismas que datan por lo menos de la época de Aristóteles; además, David Hartley precedió a Hebb por 200 años en la aplicación de esos principios asociativos a la actividad neuronal. William James también se anticipó a la regla de Hebb, y la explicación neurofisiológica que Pavlov dio respecto del desarrollo de los reflejos condicionados seguía muy de cerca el trabajo de Hartley y James”.

“De igual manera, Warren McCulloch y Walter Pitts (1943) precedieron a Hebb en el intento de demostrar la relación entre los patrones de actividad neuronal y los procesos cognitivos. De cierta forma, su enfoque tenía una vinculación más estrecha con el neoconexionismo que la perspectiva de Hebb. El principal interés de McCulloch y Pitts era mostrar de qué manera las neuronas –las redes neuronales- toman parte de operaciones lógicas susceptibles de expresarse matemáticamente; utilizaron el concepto de redes neurológicas para reflejar su interés en expresar la actividad neuronal en términos matemáticos”.

“Hebb era bien consciente de que la idea que había llegado a conocerse como regla de Hebb no era una aportación original de su parte. En «La organización de la conducta» (1949) comentó: «La idea general, bastante antigua por lo demás, es que cualesquiera dos células o sistemas de células que se ven activados simultáneamente y en forma repetitiva, tenderán a ‛asociarse’, de manera que la actividad de una de ellas facilite la actividad de las otras. Los detalles de la especulación que sigue pretenden demostrar cómo esta añeja idea podría ser útil nuevamente»”.

Puede decirse que los aportes de Donald O. Hebb se “asocian” a los restantes reforzándolos de tal manera que, cuando se habla del asociacionismo aristotélico, o del neoconexionismo, aparecen las versiones recientes y las anteriores, confirmando un aspecto de suma importancia para el conocimiento del comportamiento cognitivo de nuestro cerebro.

La asociación de neuronas, o de conjuntos neuronales, tiende a organizar la información grabada en la memoria, de manera de definir una operación básica que podría denominarse como “agrupar”. Además, las leyes de similitud y contraste, antes mencionadas, traen implícita la existencia de la operación “comparar”, que es la base del proceso de “prueba y error”. Luego, desde el punto de vista de la “caja negra”, podemos considerar que el cerebro sólo requiere de esas operaciones que resultan suficientes. Los avances en neurociencia seguramente confirmarán los detalles de tales operaciones.

El asociacionismo debe seguirse considerando en la educación, por cuanto existe una tendencia a dejar de lado los métodos repetitivos empleados con la finalidad de que algunos conceptos importantes sean grabados en la memoria, incluso priorizando el razonamiento sobre la memoria. Sin embargo, el razonamiento se ha de establecer entre conceptos ya existentes en la memoria.

domingo, 25 de octubre de 2015

La guerra ideológica

La disputa entre liberalismo y socialismo adquiere, en muchos países, el carácter de una verdadera guerra ideológica, ya que se utilizan tácticas de combate psicológico en forma consciente. En realidad, la guerra viene planteada desde el sector socialista por cuanto se empeña en difamar al liberalismo transformando su imagen ante la opinión pública incluso con atributos contrarios a los que el liberalismo posee. Éste, por el contrario, utiliza la verdad como “arma” señalando simplemente los resultados logrados por el socialismo a lo largo y a lo ancho del mundo, tanto en el pasado como en la actualidad.

Las principales figuras del liberalismo son economistas, varios de ellos galardonados con el Premio Nobel de Economía, mientras que las principales figuras del socialismo son políticos totalitarios que promovieron asesinatos, aunque en distintas magnitudes, como Lenin, Stalin, Fidel Castro o el Che Guevara. La mentalidad predominante en el liberalismo favorece las descripciones científicas de la sociedad, mientras que la mentalidad socialista tiene como meta principal la destrucción del sistema capitalista. Como destruir y mentir es más fácil que construir y decir la verdad, se advierte en los países subdesarrollados el “triunfo ideológico” del socialismo, al menos desde el punto de vista de la adhesión por parte de la población.

Entre las tácticas empleadas por los socialistas aparece la utilización de una supuesta superioridad moral. Luego de calumniar al sector productivo como “explotador de los trabajadores”, proponen una sociedad en la que tal supremacía justificará su acceso al poder. Una vez que dispongan del poder absoluto, redistribuirán con “justicia social” todo lo confiscado a quienes trabajan y producen. Sin embargo, la explotación del trabajador por parte del Estado (o de la camarilla que lo dirige) ha sido bastante común en los regimenes socialistas.

Robert Greene y Joost Elffers describen la “Estrategia virtuosa”, similar a la empleada por los socialistas: “En un mundo político, la causa que defiendes debe parecer más justa que la del enemigo. Concibe esto como un terreno moral que la otra parte y tú se disputan; cuestionando los motivos de tus adversarios y haciéndolos parecer malos, puedes reducir su base de apoyo y margen de maniobra. Pon la mira en los puntos débiles de su imagen pública, exponiendo sus hipocresías. Nunca supongas que la justicia de tu causa es evidente; hazla pública y promuévela. Cuando caigas bajo el ataque moral de un enemigo astuto, no te quejes ni enojes: pelea fuego contra fuego. De ser posible, sitúate como si fueras desvalido, la víctima, el mártir. Aprende a infligir culpa como arma moral” (De “Las 33 estrategias de la guerra”-Editorial Océano de México SA-México 2007).

Aunque el Imperio Soviético ya no existe, varias de sus tácticas se mantienen vigentes. André Beaufre escribió: “El rasgo central de la «maniobra externa» es asegurar para uno mismo la máxima libertad de acción, paralizando al mismo tiempo al enemigo con un sinnúmero de frenos disuasivos, en cierto modo como los liliputienses ataron a Gulliver. Al igual que todas las operaciones destinadas a disuadir, la acción será, desde luego, primariamente psicológica; medidas políticas, económicas, diplomáticas y militares se combinarán hacia el mismo fin”.

“Los procedimientos empleados para lograr este efecto disuasivo van de lo más sutil a lo más brutal: se apelará a las fórmulas legales del derecho nacional e internacional, se jugará con las susceptibilidades morales y humanitarias y se harán intentos de sacudir la conciencia del enemigo haciéndolo dudar de la justicia de su causa. Con estos métodos se incitará la oposición de alguna sección de la opinión pública interna del enemigo, y se estimulará al mismo tiempo a algún sector de la opinión pública internacional; el resultado será una verdadera coalición moral, y se harán intentos para cooptar a los simpatizantes menos sofisticados con argumentos basados en sus ideas preconcebidas. Este clima de opinión se explotará en las Naciones Unidas, por ejemplo, o en otras agrupaciones internacionales; primariamente, sin embargo, se usará como amenaza para impedir que el enemigo emprenda alguna acción particular”.

“Cabe señalar que, así como en una operación militar se toma una posición en el terreno y por lo tanto se le niega al enemigo, en el plano psicológico es posible adoptar posiciones abstractas e igualmente negarlas a la otra parte. Los líderes de la Unión Soviética, por ejemplo, han vuelto de su exclusiva propiedad la plataforma de la paz, la de la abolición de las armas atómicas (mientras ellos siguen desarrollándolas) y la del anticolonialismo, mientras ellos gobiernan el único imperio colonial aun en existencia”.

“Por lo tanto, podría ser que esas posiciones ideológicas ocupadas por las fuerzas del marxismo sean «conquistadas» algún día por Occidente; pero esto presupone que este último haya aprendido en su estrategia indirecta el valor de pensar y calcular en vez de intentar meramente aplicar principios jurídicos o morales que su enemigo puede usar contra él a cada paso” (De la Introducción de “Strategy”, 1963).

Es fácil advertir en los ideólogos de izquierda el permanente ataque y descalificación a todo lo asociado al liberalismo mientras lo observan desde el pedestal moral en el que fingen estar situados. Greene y Elffers agregan: “Entiende: no puedes ganar guerras sin apoyo público y político, pero la gente se negará a unirse a tu bando o causa a menos que ésta parezca recta y justa. Presentar tu causa como justa implica estrategia y teatralidad. Primero, es prudente que elijas una pugna con un enemigo al que puedas describir como autoritario, hipócrita y sediento de poder. Usando todos los medios a tu disposición, lanza primero una ofensiva moral contra los puntos vulnerables de tu adversario. Haz que tu lenguaje sea fuerte y atractivo para las masas, y si puedes, moldéalo de tal forma que des a la gente la oportunidad de expresar una hostilidad que ya siente. Cita contra tus enemigos sus propias palabras, para hacer que tus ataques parezcan justos, desinteresados. Crea una mancha moral que se adhiera a ellos como pegamento. Inducirlos a un contraataque desmedido te atraerá aún más apoyo público. En vez de pregonar tu bondad –lo que te haría parecer presumido y arrogante-, demuéstrala mediante el contraste entre sus irracionales acciones y tus actos de cruzada. Lanza contra ellos la peor acusación: que persiguen el poder, mientras que a ti te motiva algo más alto y generoso”.

“No te preocupes por las manipulaciones a las que tendrás que recurrir para ganar esta batalla moral. Hacer pública demostración de que tu causa es más justa que la del enemigo distraerá ampliamente a la gente de los medios que emplees. «Siempre hay grupos humanos concretos que combaten a otros grupos humanos concretos en nombre de la justicia, la humanidad, el orden o la paz. Cuando se reprocha inmoralidad y cinismo, el espectador de fenómenos políticos siempre puede reconocer en esos reproches un arma política usada en el combate» Carl Schmitt (1888-1985)”.

En la Argentina kirchnerista se puede advertir que los principales dirigentes defensores de los “derechos humanos” han sido terroristas en los años 70, sin ningún atisbo de arrepentimiento. Utilizan tales derechos como una forma de enriquecerse a costa del Estado, cobrando subsidios generalmente fraguados, y también como arma ideológica para ganar votos y mantener el poder. “Hay individuos y grupos que usan la moral con un propósito muy distinto: no para mantener el orden social, sino para extraer una ventaja en una situación competitiva, como la guerra, la política o los negocios. En sus manos, la moral se convierte en un arma por empuñar para dirigir la atención a su causa mientras se le desvía de las repulsivas, menos nobles acciones inevitables en toda lucha de poder. Esas personas tienden a aprovechar la ambivalencia que todos poseemos ante el conflicto y el poder, explotando nuestros sentimientos de culpa para sus fines. Por ejemplo, pueden situarse como víctimas de la injusticia, para que quienes se opongan a ellas parezcan malos e insensibles. O pueden hacer tal ostentación de superioridad moral que nos sintamos avergonzados por disentir de ellas. Son maestros en ocupar el trono moral y traducirlo en una suerte de poder o ventaja”.

“Llamemos a estos estrategas «guerreros morales». Hay generalmente dos tipos: inconscientes y conscientes. Los guerreros morales inconscientes tienden a estar motivados por sensaciones de debilidad. Quizá no sean tan buenos para el juego directo del poder, así que funcionan haciendo que otras personas se sientan culpables y moralmente inferiores: una inconsciente, reflexiva manera de nivelar el campo de juego. Pese a su aparente fragilidad, son peligrosos en el nivel individual, porque parecen sinceros y pueden ejercer mucho poder sobre las emociones de la gente. Los guerreros morales conscientes son aquellos que usan la estrategia en forma intencional. Son más peligrosos en un nivel público, donde pueden tomar el trono moral manipulando los medios de información”.

En las aparentes intenciones de los movimientos populistas y totalitarios, se habla siempre de “liberar” a los pueblos, cuando en realidad se trata de dominarlos y hasta de esclavizarlos. “Si libras una guerra de agresión y tu meta es eliminar a tu enemigo, busca la manera de presentarte no como conquistador, sino como liberador. No peleas por territorios o dinero, sino para liberar a personas que sufren bajo un régimen opresor”.

La adhesión a movimientos o grupos políticos guiados ideológicamente con fines nefastos, poco o nada beneficiosos para la mayor parte de la sociedad, tienden a ocupar el vacío dejado por una religión que pretende perpetuarse por medio de la fe dejando de lado lo racional y lo experimental, incluso abriendo las puertas a grupos violentos auto-legitimados precisamente por alguna creencia particular. Robert Greene y Joost Elffers describen las tácticas adoptadas por quienes organizan tales movimientos: “Juegue con la necesidad de la gente de tener fe en algo, para conseguir seguidores incondicionales: la gente tiene una necesidad irrefrenable de creer en algo. Conviértase en el centro focalizador de esa necesidad, ofreciéndoles una causa o una nueva convicción a la que adherir. Formúlela en términos vagos pero pletóricos de promesas. Enfatice el entusiasmo por sobre el pensamiento claro y racional. Dé a sus nuevos discípulos rituales que realizar y exíjales sacrificios. Ante la ausencia de una religión organizada y grandes causas en las que pueda creer, su nuevo sistema de convicciones le conferirá un poder inaudito” (De “Las 48 leyes del Poder”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1999).

Los populismos, incluida la veneración personal de los líderes de turno, son movimientos políticos que han dividido y debilitado a los pueblos, ubicándolos en el subdesarrollo económico y social en forma casi definitiva. Al menos no resulta sencillo imaginar que por medio de la educación y del conocimiento se vaya a revertir una especie de fe irracional enquistada en la mayor parte de los estratos sociales.

La educación en la historia

El criterio que debe imperar, para definir los objetivos de la educación, ha de consistir en tener presente el requerimiento de una doble adaptación: al orden natural y al medio social. La educación integral debe tener en cuenta, además, tanto lo físico, como lo moral y lo intelectual, respondiendo al criterio universalista que exige un mundo globalizado. Carlos Alberto Montaner escribió: “Desde hace casi tres mil años, desde que existe la educación organizada, los tres asuntos principales de la pedagogía continúan sin solucionarse: qué se enseña, cómo se enseña y para qué se enseña”.

Mientras que en otras épocas un individuo podía vivir con una escasa capacitación laboral, cada vez resulta más difícil la supervivencia debido a que el avance tecnológico ha desplazado del campo laboral a quienes realizaban labores rutinarias, ocupando la agricultura y la industria un porcentaje cada vez más pequeño de la población laboralmente activa. De ahí que más del 75% de los puestos de trabajo se encuentran en el sector servicios, en donde se requiere cierta especialización laboral.

En cuanto a los precursores medievales, el citado autor escribe: “Un buen punto de partida para trazar la genealogía de la pedagogía liberal … puede situarse en lo que se ha llamado la Escuela franciscana de Oxford, Inglaterra, en la que dos frailes, Roger Bacon y Duns Escoto, en el siglo XIII, sin proponérselo, comenzaron a dar una singular batalla contra el pensamiento escolástico. Esa batalla duró nada menos que quinientos años y se libró en todas las universidades de Occidente”.

“En la Edad Media se conocía como escolástico al profesor que enseñaba el trivio –gramática, retórica y dialéctica, también llamada lógica- y el cuadrivio –geometría, aritmética, astronomía y música-. Ese era el currículo –algo así como letras y ciencias, división que llega hasta nuestros días- La pedagogía, se fragmentaba también en dos aspectos: la «lectio» o lección y la «disputatio» o disputa. En la lección el escolástico leía y comentaba un texto. En la disputa se examinaba el asunto desde distintos ángulos”.

“Ahí, pues, en el método, no radicaba el problema del pensamiento escolástico, sino en los fines que perseguía. Donde la escolástica se convertía en un freno al desarrollo del espíritu y de la ciencia era en el objetivo del conocimiento. Cuando los escolásticos se planteaban el «para qué» de la enseñanza, se les hacía transparente que el fin de aquellos intensos ejercicios intelectuales no podía ser otro que el de entender la verdad, no descubrirla, sino entenderla, porque esa verdad ya había sido descubierta por las autoridades. ¿Y quiénes eran esas autoridades? Eran los Padres de la Iglesia, textos de las escrituras o conclusiones suscritas en un concilio por los obispos y cardenales católicos”.

“Y lo que se dijera o escribiera contra la doctrina se convertía inmediatamente en falso, herético y dañino. De ahí la importancia de la posición que Bacon y –sobre todo- Duns Escoto comienzan a asumir: la verdadera ciencia debe separarse de la teología, porque esta última no pertenece al reino de la razón sino al de la fe” (De “No perdamos también el siglo XXI”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1997).

Con la Reforma protestante se instalan principios que se incorporan a las ideas vigentes. Entre ellos aparece el germen del nacionalismo, cuando Martin Lutero traduce la Biblia al alemán. El universalismo (o catolicismo) tiende a reemplazarse por el nacionalismo protestante. “Los reformadores religiosos, con Lutero y Calvino a la cabeza, instituyeron cuatro principios que aún continúan gravitando en nuestros sistemas educativos, y hasta en nuestras constituciones:

- El principio de instrucción universal.
- La creación de escuelas populares para los pobres.
- Control de la educación por los laicos.
- Escuelas «nacionales» encaminadas a forjar la identidad.

“Esa educación nacional, y –si se quiere- nacionalista, en su afán de alejarse de Roma y de la tradición latina, abominó de los estudios clásicos, se alejó del latín, y se dedicó a preparar ciudadanos de una nación determinada, y no de todo el orbe cristiano, como pretendía la tradición humanista católica”.

“En el Renacimiento, cuando todavía no habían aflorado las tendencias nacionales que comenzaron a surgir con la Reforma, las raíces del hombre occidental se buscaban, con buen sentido, en Grecia y en Roma. Si nuestras lenguas y nuestra cultura de allí venían en lo fundamental –la religión, las instituciones, la forma de gobierno, las artes y la literatura- era ahí donde había que buscar una madre patria común. Por eso el ideal pedagógico renacentista era universal, y por eso, entre otras razones, se mantenía la vigencia del latín como lengua franca y como lengua madre”.

“Esta concepción universalista se vino abajo, lamentablemente, con la fragmentación religiosa. La Biblia alemana, vivamente traducida por Lutero, y la idea de una escuela nacional que defendiera las señas de identidad propias, provocaron una creciente irritación nacionalista que acaso, en alguna medida, ha sido responsable de los mataderos de nuestro espantoso siglo XX”.

Un personaje influyente fue Jean Jacques Rousseau, autor del «Emilio», un libro acerca de la educación. “Con una gran intuición psicológica, el «Emilio» está dividido en cinco libros que hoy pudiéramos relacionar con las llamadas teorías del desarrollo de la personalidad. En los dos primeros, Rousseau se ocupaba de la niñez, época en la que predominan los sentimientos, etapa que termina a los 12 años. En el siguiente periodo, durante la adolescencia, prevalece el egoísmo utilitario. El joven es capaz de precisar lo que le conviene y lucha para obtenerlo. A partir de los 16 años ese egocentrismo da paso a la valoración ética, el raciocinio maduro y a la preocupación metafísica o religiosa. El joven se ha convertido, desde el punto de vista intelectual, en adulto, y está listo para el contacto y los conflictos sociales…”.

Giovanni Enrico Pestalozzi es considerado el primer educador moderno: “…un suizo alemán de remotos antecedentes italianos, no fue, como Rousseau o como Kant, un pensador que escribía sobre temas pedagógicos, sino un maestro que amaba y practicaba la profesión de enseñar”. “En efecto, Pestalozzi –que no cree, como Rousseau, en el aprendizaje casi espontáneo e incontaminado- receta una cálida combinación entre el afecto y la suave autoridad moral, de manera que el niño aprenda a amar porque lo aman, mientras acepta de buen grado la enseñanza moral de unos maestros que no inspiran temor sino afecto y solidaridad. Hay que educar para la libertad –pensaba Pestalozzi-, pero también hay que educar para el taller y para la vida, por lo que no dudaba en llevar a sus estudiantes a los sitios en los que artesanos, obreros y campesinos se ganaban el pan”.

Ante los fracasos políticos y económicos de los totalitarismos, se hace evidente que la educación actual debe orientar a todo individuo hacia una adaptación al espíritu cooperativo requerido por la sociedad democrática, lo que se conoce como la educación liberal. “Se estudia, se debe estudiar, para reforzar el espíritu de convivencia liberal que flota en el ambiente. El aprendizaje no sólo debe contribuir a la acumulación de conocimientos, sino, también, y en un alto grado, a reforzar el tipo de comportamiento que favorezca la paz, la democracia, el respeto al otro, la tolerancia, y el resto de las virtudes que deben estar presentes en un número abrumador de ciudadanos para que sea posible el milagro de la convivencia en libertad”.

“Hay pues, en nuestra visión de la pedagogía liberal, que colocar la enseñanza de valores por encima de cualquier otro objetivo, dado que –pese a las infundadas acusaciones de nuestros enemigos- la sociedad liberal se basa, esencialmente, en una idea ética: mantener los lazos sociales por medio del ejercicio de la libertad. Y de ahí, de ese núcleo fundamental, se desprenden el Estado de Derecho, y la economía de mercado, terrenos en los que realizamos nuestras transacciones, forjamos nuestros pactos y dirimimos nuestros conflictos”.

El deseado universalismo de los contenidos de la educación se ha de lograr desde el momento en que todo conocimiento tenga un fundamento científico, y que, por ello, sea parte de alguna rama de la ciencia experimental. Incluso los aspectos éticos de nuestro comportamiento, al poder ser descriptos mediante las componentes afectivas de nuestra actitud característica, muestran la existencia de una ética natural compatible con la cristiana.

La ciencia experimental, al describir las leyes naturales, “hereda” la universalidad de las mismas, resultando ser un camino para acercarse simbólicamente a Dios, no a través de intermediarios, sino en forma directa conociendo sus leyes eternas e inmutables.

Carlos Alberto Montaner sugiere también un conocimiento básico de la economía: “Es indispensable que los estudiantes –que todas las personas- entiendan los fundamentos de la economía liberal para conseguir el enriquecimiento de nuestros pueblos y, más importante aún, para garantizar la paz social. Hay que enseñar cómo se crea la riqueza y cómo se malgasta. Pero es prudente partir, para no crear falsas expectativas, de una melancólica observación: la visión económica liberal es contraria a las intuiciones primarias o a los razonamientos elementales, lo que nos obliga a ser muy cuidadosos en la preparación de la propuesta liberal”.

“¿Cómo explicar que la «justicia social» recetada por funcionarios gubernamentales o por políticos en liza electoral suele conducir al empobrecimiento del conjunto de la sociedad? ¿Cómo convencer a las personas corrientes y molientes de que el alza de salarios por encima del nivel de inflación a medio plazo contribuye a una disminución del poder adquisitivo de unos obreros que son más pobres mientras más dinero reciben, sólo porque no son capaces de percibir la necesaria relación que deben tener los bienes circulantes y el dinero disponible? ¿Cómo lograr ciudadanos capaces de elegir inteligentemente la opción liberal, si no se tiene una idea del sistema fiscal, de lo que se debe esperar del Estado, del costo de las acciones públicas, o de todo aquello que debe formar parte de la esfera privada?”.

Lamentablemente, la vigencia del populismo, que promueve un igualitarismo (igualdad artificial) a través de la prohibición de premios y castigos en los establecimientos educacionales, ha deteriorado seriamente la relación entre docentes y alumnos y aun entre alumnos. Como el premio eleva y el castigo rebaja, resultan anti-igualitarios. Al eliminarlos, se promueve el caos educativo con consecuencias adversas para el presente y mucho más para el futuro.

sábado, 24 de octubre de 2015

Los principios liberales

Por lo general, existe cierta uniformidad en los argumentos esgrimidos a favor y en contra del liberalismo, como también existe cierta uniformidad a favor y en contra del socialismo. Tal uniformidad aparece por el hecho de que cada autor liberal aprende de otros liberales, mientras que cada socialista aprende de otros socialistas, de donde surgen pensamientos promedio, o típicos, que resulta fácil de advertir en cuanto alguien emite alguna opinión sobre un tema social.

Tales pensamientos tienen distintos fundamentos; mientras el liberal se basa en las ciencias sociales, especialmente en la economía, el pensamiento socialista se basa esencialmente en la ideología marxista-leninista, en sus distintas variantes, desconociendo la validez de la ciencia económica, de la lógica, de la ética, de la religión, etc., calificándose a sí mismo como “socialismo científico”.

Carlos Alberto Montaner estableció una síntesis de los principios liberales, en los cuales se basan las distintas posturas afines, sin que exista una coincidencia total. Al respecto escribió: “¿Qué creen, en suma, los liberales? Vale la pena concretarlo ahora de manera sintética. Los liberales sostenemos siete creencias fundamentales extraídas de la experiencia, y todas ellas pueden recitarse casi con la cadencia de una oración laica:

- Creemos en la libertad y la responsabilidad individuales como valor supremo de la comunidad.
- Creemos en la propiedad privada, para que ambas –libertad y responsabilidad- puedan ser realmente ejercidas.
- Creemos en la convivencia dentro de un Estado de Derecho regido por una Constitución que salvaguarde los derechos inalienables de la persona.
- Creemos en que el mercado –un mercado abierto a la competencia y sin controles de precios- es la forma más eficaz de realizar transacciones económicas.
- Creemos en la supremacía de una sociedad civil formada por ciudadanos, no por súbditos, que voluntaria y libremente segrega cierto tipo de Estado para su disfrute y beneficio, y no al revés.
- Creemos en la democracia representativa como método para la toma de decisiones colectivas.
- Creemos en que el gobierno –mientras menos, mejor-, siempre compuesto por servidores públicos, totalmente obedientes a las leyes, debe estar sujeto a la inspección constante de los ciudadanos”.

“Quien suscriba estos siete criterios es un liberal. Se puede ser un convencido militante de la Escuela austriaca fundada por Carl Menger; se puede ser ilusionadamente monetarista, como Milton Friedman, o institucionalista, como Ronald Coase y Douglas North; se puede ser culturalista, como Gary Becker y Larry Harrison; se puede creer en la conveniencia de suprimir los «bancos de emisión», como Hayek, o predicar la vuelta al patrón oro, como prescribía Mises; se puede pensar, como los peruanos Enrique Ghersi o Álvaro Vargas Llosa, neorrusonianos sin advertirlo, en que cualquier forma de instrucción pública puede llegar a ser contraria a los intereses de los individuos; o se puede poner el acento en la labor fiscalizadora de la «acción pública», como han hecho James Buchanan y sus discípulos, pero esas escuelas y criterios sólo constituyen los matices y las opiniones de un permanente debate que existe en el seno del liberalismo, no la sustancia de un pensamiento liberal muy rico, complejo y variado, con varios siglos de existencia constantemente enriquecida, ideario que se fundamenta en la ética, la filosofía, el derecho y –naturalmente- en la economía” (De “No perdamos también el siglo XXI”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1997).

El pensamiento socialista no sólo es diferente y opuesto, sino que es incompatible con el liberal. Quienes buscan compatibilizarlos mediante una “tercera vía”, suponen la validez parcial de ambos. Sin embargo, desde el punto de vista liberal, como del socialista, el propio sistema es el “verdadero” y el otro es el “falso”, en forma semejante a las posturas religiosas que rechazan totalmente a las demás.

Mientras el liberal cree en la “libertad y responsabilidad individual”, que al menos con el tiempo puede lograrse, el socialista estima que el hombre en libertad es malo (“explotador”) y que por ello debe estar sometido por el Estado. Luego, el Estado debe ser dirigido por los socialistas, seres “buenos y justos” y superiores moralmente a los demás. Si existe superioridad moral ha de ser la del que innova y produce, y no del que confisca lo ajeno y lo redistribuye mediante un proceso en el cual la mayor parte de lo confiscado quedará por el camino.

Se considera, además, que la propiedad privada es un requisito previo para el logro de la libertad. Ello es fácil de advertir por cuanto en los sistemas socialistas, el trabajador queda ligado a las decisiones del Estado, dueño de viviendas y de medios de producción. El dueño tiene libertad para dar órdenes, mientras que quien nada posee, poco puede decidir sobre su vida y su futuro.

En cuanto al Estado de Derecho, al que quedan sometidos tanto ciudadanos como gobernantes en una sociedad democrática, se advierte que bajo un sistema socialista no existe tal igualdad, ya que predomina el poder decisorio del partido único, que por lo general ignora las leyes establecidas, y que muchas veces esas leyes tienen un carácter poco menos que decorativo.

El mercado “sin controles de precios por parte del Estado”, en realidad ya tiene su propio control establecido por la competencia. Además, tampoco es necesario el control estatal del mercado laboral por cuanto la competencia empresarial lo hace innecesario. Si alguien se considera “explotado laboralmente” tiene la opción de cambiar de empresa (siempre y cuando se trate de un mercado desarrollado).

Mientras que el liberalismo considera prioritariamente al individuo y sus derechos, el colectivismo considera prioritariamente al súbdito que debe obedecer las directivas del Estado. En el socialismo, cada individuo debe renunciar a sus proyectos personales para responder a los proyectos colectivos ordenados por el Estado.

En lugar de la democracia representativa, por la cual se eligen las personas más capacitadas para ejercer la gestión administrativa, los socialistas proponen la democracia participativa por la cual las decisiones importantes se toman a partir del voto de la mayoría. En este caso se trata de sociedades que todavía no entraron en la etapa totalitaria. Debido a la existencia de la responsabilidad individual y de los sistemas autorregulados, la intervención del Estado debe ser idealmente pequeña, ya que una intervención importante tiende a distorsionar al mercado y a los demás sistemas sociales autoorganizados. Por el contrario, el Estado debe tener una importante presencia cuando tratando de favorecer y garantizar el desarrollo del mercado.

En cuanto a las propuestas del liberalismo, Montaner las sintetiza de la siguiente manera: “Los gobiernos han tenido que dictar varias políticas de carácter económico también extraordinariamente fáciles de comprender:

- La sociedad tiene que tener una moneda estable y libremente convertible con la cual realizar sus transacciones, lo que obliga a proponer un presupuesto fiscalmente equilibrado que dificulte la inflación y la consiguiente devaluación.
- El mercado debe estar abierto a la competencia interna y externa para que aumente la productividad.
- El gasto público tiene que ser mínimo para que las empresas y las personas puedan ahorrar e invertir. Si para hacerles frente a gastos públicos elevados la tasa de impuestos es alta, el desarrollo sólo podrá lograrse importando capitales, y no se conoce un solo caso de un país que haya salido del atraso con la inversión extranjera.
- El desarrollo tiene que hacerse fomentando el ahorro y la inversión nacionales. La inversión extranjera es un complemento, no el factor principal del desarrollo.
- Al mismo tiempo, el gobierno tiene que contar con una administración competente, honrada y totalmente transparente, en la cual los contratos se asignen mediante concursos limpios y no por clientelismo o corrupción.
- Esa administración, además, tiene que mantener contactos fluidos con el mundo empresarial y con el mundo académico para que circule la información pertinente de carácter técnico y científico, y para que exista una mínima coordinación entre los objetivos de los diferentes estamentos de la sociedad vinculados a la producción y el consumo”.

La estabilidad de la moneda es un requisito básico para el funcionamiento del mercado, de lo contrario se produce una seria distorsión del mismo. El proceso inflacionario tiende a perjudicar mayormente a la gente de menores recursos.

La mayor parte de los inconvenientes que se producen con la apertura al comercio exterior se deben a que no existió un previo desarrollo del mercado interno, por lo cual es necesaria cierta gradualidad. El desarrollo de un mercado competitivo nacional requiere un tiempo de recuperación luego del predominio del populismo o del socialismo. Mientras que China tuvo éxito al incorporar el mercado, aplicándolo en forma gradual, en la ex-URSS no tuvo el mismo éxito, o más bien fue inicialmente un fracaso. La propuesta liberal implica una dirección a adoptar en el tiempo que cada país requiera, en lugar de ser una secuencia de etapas aplicadas aun cuando no exista una previa predisposición de la población a aceptarlo. Montaner agrega: “En Argentina –y pongo este ejemplo entre otros veinte que me vienen a la cabeza-, tras el paréntesis liberal de los últimos veinticinco años del siglo XIX y los primeros treinta de nuestro siglo, sobrevino un periodo de confusión que provocó la pérdida de la fe en el sistema y fue abriéndole la puerta a las aventuras totalitarias. Sólo así se explica que una nación fundamentalmente instruida, como Argentina, se dejara seducir por alguien tan minuciosamente equivocado como fue el primer Perón”.

“Este ejemplo podemos aplicarlo a cada uno de nuestros pueblos y con él podemos entender a cada uno de nuestros tiranos. No nos caían del cielo, repito, nos los buscábamos nosotros mismos con nuestra absoluta desinformación, con nuestras vacilaciones y perplejidades”.

viernes, 23 de octubre de 2015

Los procesos de imitación y emulación

El proceso de adaptación cultural al orden natural se debe esencialmente al intercambio de información y conocimientos entre individuos y pueblos. Tal intercambio asegura un progreso continuo permitiendo que el hombre adquiera mayores niveles de adaptación. Cuando alguien produce una innovación cultural, una vez verificadas sus ventajas, su autor se constituirá en un maestro que será imitado y emulado.

No todos los hombres y pueblos comparten la actitud emuladora, ya que muchas veces predomina la actitud egoísta y competitiva, no admitiendo ser discípulos de nadie. Ignoran el avance cultural y tratan de mantener sus propias costumbres y tradiciones oponiéndose al espíritu del proceso adaptativo. El progreso de la humanidad, por el contrario, se debe a una especie de “división internacional del trabajo intelectual” que se advierte principalmente en el ámbito de la ciencia experimental.

La trascendencia de los pueblos se asocia a la cantidad y a la calidad de sus innovaciones culturales que son luego adoptadas por los restantes pueblos, mientras que la intrascendencia cultural se asocia a la ausencia de aportes realizados e, incluso, a negarse a adoptar los avances propuestos por otros pueblos.

Cuando Enrico Fermi organiza el Grupo de Roma, busca que Italia vuelva a ocupar el lugar preeminente que ostentaba en otras épocas. Se decide a abandonar el estudio de la física atómica y molecular para pasarse a la física nuclear, enviando a varios de sus colaboradores a especializarse a otros países. Gerard Holton escribió: “La cuarta etapa presenció una gran dispersión, pero temporal; en realidad, fue la segunda fase de un grupo –en dos fases- de expediciones. Rasetti había ido antes al laboratorio de Millikan en Pasadena para trabajar sobre el efecto de Raman. Segré había ido a visitar a Zeeman en Ámsterdam para trabajar en el efecto de Zeeman de la radiación cuadrúpola. Ello fue antes de tomar la decisión de dedicarse a la física nuclear. La segunda fase de las «expediciones» comenzó en 1931, cuando Rasetti fue al laboratorio de Lise Meitner, en el Kaiser Wilhelm Institut, de Berlín-Dahlem, a aprender cómo hacer una cámara de niebla, preparar muestras de polonio y fuentes de neutrones, y hacer contadores”.

“Segré fue a Hamburgo a trabajar con Otto Stern, y Amaldi al laboratorio de Debye en Leipzig. Su propósito no era aprender directamente el trabajo nuclear, sino algo más general. La intención era «que fuésemos todos a un lugar donde se pudiera aprender una nueva técnica experimental, y traerla de regreso…sin olvidar la intención de ensanchar nuestro propio campo. Hasta estuvimos considerando, en cierto momento, construir un ciclotrón…Sabíamos que había que aprender la técnica de vacíos; no podíamos hacer un vacío entre todos nosotros juntos…Y así, también tendríamos que tener mayor variedad, mayor libertad»” (De “La imaginación científica”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Luego de varios éxitos, por los cuales dos de sus integrantes reciben posteriormente el Premio Nobel de Física (Fermi y Segré), el Grupo de Roma se disuelve ante el avance poco cultural y poco evolutivo del fascismo. La mayor parte de sus integrantes abandona el país para radicarse en el extranjero.

El científico tiende casi siempre a emular alguna figura destacada de su campo de investigación. Esa misma actitud permite establecer la tendencia a una competencia constructiva, que mira hacia el propio individuo imponiéndose la tarea de mejorar y de producir aportes trascendentes. Ello se diferencia de la competencia destructiva en la cual se mira hacia el ocasional rival que es adoptado como referencia, resultado tan importante un éxito propio como un fracaso ajeno.

La actitud emuladora y constructiva, a nivel individual, es la que finalmente permitirá el progreso de individuos y pueblos, y no dependerá de la raza, religión, etnia, medio geográfico, clase social, etc., sino de la predisposición del individuo a adoptarla. De ahí que las razones por las cuales unos pueblos sean ricos y desarrollados y otros pobres y subdesarrollados, depende esencialmente de un factor ético individual que ha de predominar, o no, a nivel social.

Los países que progresan y se destacan, se caracterizan por haber intercambiado información con otros y, especialmente, por haberlos emulado en los aspectos en que se destacaban. Este es el caso de Roma, que admite e incorpora los aspectos notables de los pueblos conquistados. “Aunque, en las fases iniciales, fue el pueblo romano el artífice de su historia, pronto otros pueblos de Italia y, más tarde, todos los entornos del Mediterráneo contribuyeron a la formación de ese rico y esplendoroso pasado. Pues los itálicos y los provinciales pasaron pronto de pueblos conquistados a copartícipes y colaboradores en las responsabilidades de gobierno; ya que en el primer siglo del imperio muchos galos e hispanos formaban parte del Senado romano y desempeñaban todo tipo de magistraturas”.

“La unidad política de los pueblos del Mediterráneo, soñada por Alejandro Magno y realizada por Roma, no fue un simple resultado de los hechos bélicos, de los ejércitos victoriosos romanos. Significó, ante todo, el resultado de la adaptabilidad romana y del respeto a las variadas formas políticas, institucionales y mentales de esos pueblos”. “El Estado romano ofrecía las ventajas de la unidad, tan útiles para el desarrollo económico, y no exigía excesivas contrapartidas: fidelidad política y no muy altos impuestos. El oriente del Mediterráneo siguió hablando griego; más aún, todos los miembros de la oligarquía romana se preciaban de conocerlo” (De “El poder de Roma”-SARPE-Madrid 1985).

Mientras que la China del siglo XV ostentaba un exitoso presente, la Europa de ese entonces era un conglomerado humano violento y desorganizado. Sin embargo, con el tiempo, China cierra sus fronteras a todo intercambio comercial y cultural, mientras que Europa las abre mostrando una actitud competitiva. Más adelante ocurre lo inverso; China permanece estancada mientras que en Europa florece el comercio, la ciencia y la cultura. Niall Ferguson escribió al respecto: “A partir del año 1500, a cualquiera que se sorprendiera en China construyendo un barco con más de dos mástiles se le podía aplicar la pena de muerte; en 1551 pasó a ser delito incluso hacerse a la mar en un barco de esas características”.

Por el contrario, en esa época comienzan los viajes expedicionarios que parten de España y Portugal. “Occidente tenía más de una ventaja sobre el resto del mundo. Pero la que realmente resultó crucial fue seguramente la feroz competencia que impulsó la época de los descubrimientos. Para los europeos, circunnavegar África no tenía nada que ver con exigir un tributo simbólico para algún alto y poderoso potentado del país que fuere, sino con adelantarse a sus rivales, tanto económica como políticamente”.

“La Compañía Holandesa de las Indias Orientales, fundada en 1602, y su homóloga la Compañía Británica, fueron las primeras empresas propiamente capitalistas, con su capital social dividido en acciones negociables que daban dividendos en efectivo a discreción de sus directores. En Oriente no surgió nada parecido a estas instituciones tan asombrosamente dinámicas”.

“La fragmentación política que caracterizó a Europa impidió la creación de nada que fuera remotamente parecido al Imperio chino. Y asimismo impulsó a los europeos a buscar oportunidades –económicas, geopolíticas y religiosas- en tierras lejanas. Podría decirse que fue un ejemplo de «divide y vencerás», con la salvedad de que, paradójicamente, fue dividiéndose ellos mismos cómo los europeos lograron dominar el mundo. En Europa, pues, lo pequeño fue hermoso, porque implicó competencia; y competencia no sólo entre Estados, sino también en el seno de éstos”. (De “Civilización. Occidente y el resto”-Debate-Buenos Aires 2012).

Para Carlos Alberto Montaner, la identidad occidental o helénica, resulta ser el factor clave para que los países logren el desarrollo. Al respecto escribió: “Todos los pueblos que alcanzaron cierta hegemonía a lo largo de por lo menos los dos mil últimos años, han logrado su hazaña por un mecanismo de imitación o transculturación que decidida y casi siempre voluntariamente tomaba como paradigma la cabeza del mundo helenístico, los cánones y el modo de producción y administración entonces vigente, y ahí, copiado primero y emulado después, conseguían dar un salto cualitativo, hasta lograr alzarse a la cima de la civilización” (De “No perdamos también el siglo XXI”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1997).

En los últimos tiempos ha sido evidente tal proceso en algunos países orientales que supieron emular los adelantos logrados en Occidente. “Un fenómeno similar volvió a ocurrir tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses efectuaron un cuidadoso análisis de las tendencias hegemónicas en la industria planetaria –entonces dominada de forma abrumadora por EEUU- y salieron primero a aprender, luego a imitar, más tarde a innovar y –recientemente- a inventar. Así sucedió con la industria del acero, la construcción de barcos, automóviles y con la electrónica”.

“Un proceso muy parecido es el que se observa en los casos de Singapur, Corea del Sur, Taiwan y Hong Kong después de la Segunda Guerra Mundial. Los cuatro dragones han realizado sus «milagros» económicos de manera diferente, pero todos ellos comparten ese rasgo presente en el Japón de la etapa Meiji o de la reciente posguerra: el previo consenso y la decisión sin vacilaciones de la clase dirigente a potenciar a la sociedad a integrarse en el menor plazo posible a la cabeza técnica y científica del mundo occidental. Los dragones podían disentir en las proporciones de intervención estatal que empleaban en la transformación de sus sociedades, o podían tener más o menos libertades políticas, pero todos coincidían en un aspecto fundamental: se inspiraron o imitaron sin rubor a los países líderes de Occidente, copiando su tecnología y ciencias punteras, como paso previo para la posterior creación autónoma. Todos tuvieron clarísimo sentido de la dirección histórica, y todos intuyeron que el desarrollo de sus países se podía llevar a cabo en un periodo sorprendentemente rápido si no se perdía el norte de la helenización. El secreto estaba en imitar los rasgos más notables y las tendencias económicas y científicas más evidentes de la cabeza de la aldea global. Lo demás –la innovación y la invención- luego vendría por añadidura como consecuencia de enérgicos planes de investigación y desarrollo”.

La actitud predominante en los países latinoamericanos, por el contrario, es de desconfianza y temor ante los países exitosos, por lo cual lo último que harán será imitarlos. “Los caudillos,….que han contado con gran apoyo popular y buena prensa en el extranjero, lo que generalmente han planteado no es la helenización y occidentalización cultural y económica de la región, sino la segregación de los países o del continente de su matriz occidental, indicando para esta mutilación una oscura especificidad que nadie alcanza a definir razonablemente, y a la que suele añadirse un gesto hosco y la presentación simultánea de un largo memorial de agravios históricos”.

“Es muy sencillo –y hasta puede ser grato- transferirles a los demás las responsabilidades de nuestro relativo fracaso, pero eso nos coloca fuera de la autoridad de la verdad. La tarea del desarrollo es muy difícil –es cierto-, y en ella se trenzan saberes, valores, actitudes y creencias, pero jamás ha sido fácil para pueblo alguno”.

lunes, 19 de octubre de 2015

Las etapas de la revolución cubana

Puede decirse que el proceso revolucionario cubano pasó por una secuencia de etapas de “prueba y error”, pero sin tener en cuenta la tradición y las experiencias acumuladas por la humanidad a lo largo de su historia. Recordemos que, según el marxismo-leninismo, el accionar humano depende esencialmente de la influencia recibida del medio social, ignorando los atributos genéticos heredados, por lo cual, en principio, se podría moldear toda conducta individual a cualquier ideología. De ahí que, adoptando las “buenas ideas” del colectivismo socialista, un pueblo podría resurgir en unas pocas generaciones.

En la Argentina kirchnerista, esa mentalidad puede observarse en el caso de los programas de televisión infantiles en donde aparecen escenas de niños con “dos mamás”, o con “dos papás”, de manera de introducir en sus mentes algunas variantes distintas de la familia tradicional. Con ello esperan formar una sociedad “pluralista”, sin la familia como órgano básico de la sociedad, buscando alterar el orden tradicional de la sociedad “burguesa”.

Se mencionan a continuación extractos del libro “Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano” de P.A. Mendoza, C. A. Montaner y Á. Vargas Llosa (Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2014):

“El castrismo, evidentemente, insiste en que sigue siendo marxista-leninista, por lo menos en teoría y en algunos rasgos evidentes. Su identidad esencial permanece, en efecto, inalterable. Sigue siendo estatista, represivo, monopartidista, dictatorial, antiyanqui, antioccidental, antidemocrático y antimercado, pero en el terreno económico y en el modo de producir ha mudado de piel en diversas ocasiones. Aunque las fechas no son exactas, es posible fragmentar los periodos del castrismo económico en décadas para comprender mejor lo que ha sucedido en esa desdichada isla”.

“Los sesenta: el ideario original de la revolución de 1959 era, decían, democrático. Los insurrectos habían prometido libertades y elecciones a corto plazo. Fidel, enfáticamente, había asegurado media docena de veces que no era comunista. Incluso, había criticado al sistema soviético por la falta de libertades. Sin embargo, en 1960 se apoderó de todos los medios de comunicación e intervino y estatizó todas las empresas medianas y grandes del país. En 1961, finalmente, proclamó el carácter socialista de la revolución y poco después declaró que había sido y sería marxista-leninista hasta el fin de sus días. Los había engañado a todos. «En silencio ha tenido que ser», dijo, echando mano a una frase de José Martí para justificar su actuación”.

“En ese punto comenzó la década guevarista en el terreno productivo. Desaparecieron los estímulos materiales y se recurrió a estímulos morales. Pensaban crear al hombre nuevo, una criatura desprendida, generosa, trabajadora hasta la extenuación por la gloria revolucionaria”.

“En 1968, meses después de la muerte del Che Guevara en Bolivia, Fidel ordenó la «ofensiva revolucionaria». De un plumazo fueron estatizadas 60.000 microempresas, todas las que habían sobrevivido en el país para brindarle pequeños servicios a la sociedad. No quedaron vestigios de las codiciosas actividades privadas. De un plumazo fueron erradicados siglos de tradición comercial. Ser emprendedor y tener iniciativas súbitamente se convirtieron en conductas sospechosas. Hasta las costureras, los mecánicos de paraguas y los zapateros remendones pasaron a trabajar para el Estado. Cuba se convirtió en el país más comunista del bloque”.

“Naturalmente, a partir de ese disparate, el mercado negro, la inflación y el desabastecimiento devastaron rápidamente la economía. Para agregar más sal a la herida, el gobierno suprimió la contabilidad de las empresas, una idea que había sido propuesta por ese brillante economista que fue el Che Guevara. ¿Para qué esa absurda antigualla del capitalismo? La gota que colmó la copa fue la fracasada zafra (cosecha) de azúcar. Fidel se empeñó en fabricar diez millones de toneladas para lograr un efecto de dumping, arruinar a los demás productores y convertir a Cuba, otra vez, en la azucarera del mundo. Lo que sucedió fue lo opuesto: al aplicar todos los recursos del país a la consecución de ese objetivo, Cuba quedó arruinada y la zafra fracasó. Todos esos planes locos resultaron contraproducentes. En 1970, la crisis total de la economía impuso un cambio de rumbo”.

“Los setenta: los años setenta fueron el decenio de la sovietización de la economía y de las leyes. Más sabía la metrópolis rusa por vieja que por docta. Había una manera soviética de organizar el Estado, incluidas las transacciones económicas, y Cuba la copió. No era gran cosa, pero era mejor que el desbarajuste creado por el castro-guevarismo de la década precedente. Los historiadores comenzaron a hablar de la «institucionalización de la revolución». En 1975, Castro y sus asesores soviéticos –llegaron a ser 40.000- crearon el Partido Comunista único que englobaba a las antiguas organizaciones revolucionarias que habían derrocado a Batista y dictaron una Constitución calcada del molde estalinista”.

“En el prólogo de la ley de leyes, en un exceso de obsecuencia, se hacía referencia a la URSS y al eterno lazo que unía a ambos países. Y había razones. En esa década, junto al aumento copioso de los subsidios de la URSS, que llegaron a sobrepasar los cinco mil millones de dólares anuales, Fidel, con el auxilio de Moscú, vivió su etapa de gloria conquistadora, con triunfos militares en Angola, Etiopía y Nicaragua”.

“Los ochenta: pero en abril de 1980 pasó algo que, bruscamente, despertó al Comandante de sus sueños de gloria. Todo empezó con un incidente menor ocurrido en la embajada de Perú en La Habana (unos cubanos buscaron asilo en el recinto precipitadamente y en el fuego cruzado entre los guardias un militar resultó muerto). Ante esa circunstancia, en vista de que los diplomáticos no le entregaban a los asilados, Fidel Castro decidió castigarlos levantando la protección policial, mientras los medios de comunicación anunciaban que todo el que quisiera asilarse podía hacerlo”.

“Castro contaba con que algunas docenas de adversarios se atreverían a cruzar la cerca; los suficientes para escarmentar a Perú. Pero sucedió algo insólito: en 48 horas, once mil personas ocuparon cada milímetro de la casa y el jardín. Era una riada de gente dispuesta a marcharse del país a cualquier precio. Predominaban los jóvenes, pero era un corte transversal de la sociedad cubana. No entraron más porque no cabían y porque el ejército rodeó la manzana mientras otros miles de cubanos merodeaban por los barrios aledaños para ver cómo podían huir del paraíso”.

“¿Cómo salió Castro de este atolladero en el que él mismo, por su temperamento colérico, se había metido? Pues como siempre: trasladándole el problema a EEUU. Habilitó el puerto de Mariel y declaró que todo el que quisiera irse del país podía embarcar rumbo a Florida, incluidos los asilados en la embajada de Perú. Además, para confirmar que sus adversarios eran la escoria de Cuba, como su aparato propagandístico señaló inmediatamente, sacó de las cárceles a varios millares de criminales, algunos locos agresivos y hasta a un pobre leproso y los mezcló con gente honorable y decente dispuesta a escapar. Como nunca había abandonado su homofobia, obligó a marcharse a numerosos homosexuales (el eterno enemigo) en medio de todo tipo de vejaciones, golpizas y ofensas. Así salió de Cuba el excelente escritor Reinaldo Arenas, entre otros, mezclado con los 125.000 exiliados que consiguieron huir mientras esa vía se mantuvo abierta”.

“Pero ese episodio tuvo otra imprevista consecuencia. Fidel Castro comenzó a pensar que la sovietización de la Isla había sido inútil porque se habían relajado algunos principios del marxismo-leninismo. Llegó a sostener que el modelo económico soviético tampoco solucionaba los problemas del subdesarrollo. Fue entonces cuando inició su «política de rectificación de errores» que, en síntesis, consistió en aumentar los controles y la injerencia del Estado. Fidel encarnaba la contrarreforma de la más pura cepa estalinista. Lo que él no pudo prever fue que, en 1985, llegaría al poder en la URSS un jefe de gobierno decidido a mover el país en otra dirección. Mijail Gorbachov estaba convencido de que el sistema comunista, para salvarse, tenía que profundizar las reformas, descentralizarse, democratizarse, admitir libremente las críticas y los debates, y acercarse más al mercado. Fidel y Gorbachov eran dos trenes que marchaban por el mismo carril, pero en direcciones contrarias. Los dos querían salvar al socialismo, pero por las puntas opuestas del desastre”.

“Los noventa: en el camino, Gorbachov descubrió que el sistema no era reformable. Su sucesor Boris Yelsin, tras impedir un golpe estalinista, desmanteló rápidamente el colectivismo marxista y terminó con el modelo comunista, el Partido, la URSS y, claro, los subsidios a la Isla. Fidel, en cambio, declaró varias veces en tono amenazador que Cuba se hundiría en el mar antes que renunciar al marxismo-leninismo, advirtiendo que el país mantendría el sistema, convirtiéndose en una especie de vivero ideológico para el día en que la traicionada humanidad proletaria recuperara la cordura y volviera a las raíces. Cuba sería el parque jurásico del marxismo-leninismo”.

“Naturalmente. Mientras llegaba ese día de la gloriosa resurrección comunista, los cubanos comenzaron a pasar hambre (literalmente) y el régimen declaró el inicio de un todavía inacabado «periodo especial en tiempos de paz», comenzado hace 24 años, sin siquiera recuperar los ya entonces magros índices de consumo anteriores a 1990. A partir del fin de los subsidios soviéticos y de la interrupción de los lazos económicos con los demás países comunistas del bloque del Este, la ya raquítica capacidad de consumo de los cubanos se redujo abruptamente en un 45%. En esos años, como consecuencia de la desnutrición, varias decenas de millares de cubanos contrajeron una peligrosa variante de la neuritis que dejó ciegas a numerosas personas y con permanentes dolores al resto de los afectados”.

“Algo había que hacer, y Fidel, para salir del lance, aunque con gran asco, decidió crear una nueva fórmula de comunismo. Les abriría las puertas a los inversionistas extranjeros, pero en sociedad con el Estado cubano, a fin de explotar conjuntamente la dócil y empobrecida masa obrera del país. Simultáneamente, autorizó el turismo, las remesas enviadas por los exiliados y la tenencia del dólar, la odiada moneda del enemigo. La isla se llenó de prostitutas, allí llamadas jineteras. Esa era su fórmula para salir de la crisis o, al menos, para aliviarla. Entonces declaró que, finalmente, construiría el socialismo, sin aclarar qué demonios había estado haciendo hasta entonces”.

“Pero ninguna medida funcionaba adecuadamente. La miseria se estabilizaba y el país tocaba fondo, mas la economía no remontaba. Ante esa situación, Fidel volvió a tratar de evadirse de la trampa exportando el problema a EEUU: en el verano de 1994 les dijo a los cubanos que se fueran en balsa rumbo a Miami, si no querían seguir viviendo en la isla. Mientras duró el breve periodo de libertad para emigrar, unas 36.000 personas se atrevieron a emprender el peligroso viaje. Fabricaron embarcaciones con puertas y ventanas arrancadas de sus casas, con neumáticos de automóvil, con planchas de polietileno, con cualquier cosa que pareciera capaz de flotar. Muchos murieron ahogados”.

“Los años dos mil: en cuanto Hugo Chávez llegó a la casa de gobierno, comenzó a favorecer a su ídolo Fidel Castro con tratos muy generosos en materia petrolera y alquilando las prestaciones de miles de médicos y miembros de los servicios sanitarios cubanos, así como de numerosos asesores en cuestiones de inteligencia.….Esa colaboración, en su momento, alcanzó la asombrosa cifra de 13.000 millones de dólares anuales”.

“Con esos fondos, el gobierno cubano pudo, de nuevo, regresar a sus orígenes ortodoxos. Volvió a prohibir la tenencia de dólares y despidió a unos cuantos inversionistas extranjeros de tamaño mediano. La ayuda venezolana le permitía cancelar algunas de las reformas que había emprendido sin la menor convicción. Lo que el régimen necesitaba no era mercado, propiedad y un crecimiento constante, sino Estado, planificación y una especie de mantenimiento mínimo. Los cubanos, según Fidel, y para admiración y regocijo de numerosos idiotas latinoamericanos, no estaban hechos para consumir bienes y servicios, sino para el constante sacrificio revolucionario. El consumismo era una perversa costumbre capitalista. Lo digno y revolucionario era la espartana frugalidad”.

domingo, 18 de octubre de 2015

Cuba: presente y futuro

Para los sectores progresistas, la sociedad cubana siempre ha sido una meta a lograr. Quienes ejercerán el mando la encuentran bastante atractiva, aunque para el habitante común ha de significar el fin de su libertad. De ahí que la experiencia socialista haya resultado un fracaso, aunque, para los ideólogos socialistas, sea la alternativa que deberá reemplazar al capitalismo.

Se transcribe a continuación una nota cuyo autor es “un agudo periodista especializado en temas económicos, que durante veinte años desarrolló sus actividades en «Granma», publicó en «Diario de Cuba», una web seria y objetiva editada por exiliados en España, una opinión muy crítica que vale la pena reproducir en extenso” (De “Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano” de P.A. Mendoza, C.A. Montaner y Á. Vargas Llosa-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2014).

Roberto Álvarez Quiñones escribió: “El modelo económico que pretende establecer Raúl Castro es una mezcla de elementos del capitalismo de Estado chino y del fascista; junto a otros de la Rusia postsoviética, vendría a conformar un sistema socioeconómico híbrido y nada edificante”.

“Con respecto a China, el régimen se queda a mitad del camino y adopta una versión muy limitada de las reformas de mercado realizadas por Beijing. Por dos razones: el enfermizo afán castrista de controlarlo todo en la Isla, y por temor a que con más amplias libertades las fuerzas productivas se le vayan de las manos, sobre todo por la cercanía de EEUU y la pujante comunidad cubana de Miami”.

“Por eso, aunque con un discurso «actualizador» y aun formalmente marxista-leninista, la estrategia del raulismo se asemeja más a la que propugnaban los fascistas en Italia y Alemania: establecer una tercera vía para crear un sistema socioeconómico alternativo que no fuese ni capitalismo liberal del laissez faire, ni el comunista”.

“Ante la inviabilidad de la economía centralmente planificada, el régimen flexibiliza la rigidez estalinista, pero mantiene el dominio del Estado en todo el quehacer económico, cada vez más en manos militares (rasgo fascista)”.

“La nomenclatura es consciente de que para sobrevivir y quitarle presión a la caldera social, debe permitir el trabajo por cuenta propia, la creación de cooperativas, la inversión extranjera, mayor competencia sectorial, y la entrega de tierras en usufructo a los agricultores”.

“Pero no se quiere ir tan lejos como en China, donde se ha desmontado en buena medida el monopolio estatal de la economía, al punto de que el sector privado genera ya más del 60% del producto bruto interno (PBI) del país, el segundo mayor del mundo tras el estadounidense”.

“O sea, en Cuba no hay espacio para el individuo como productor en grande, a la manera china. Tras la muerte de Mao Tse Tung, al iniciar las reformas de mercado, Deng Xiaoping lanzó la consigna de que «enriquecerse es glorioso», con la cual hizo trizas al marxismo en el país asiático. Hoy los 75 diputados chinos más ricos superan la posesión total de bienes de todos los congresistas de EEUU. Los dos más ricos tienen más de 6.000 millones de dólares en activos”. “A los Castro poco les importa que gracias a las reformas capitalistas cientos de millones de chinos hayan salido de la pobreza y el PBI haya pasado de 60.656 millones en 1978 a 8,2 billones en 2012; tampoco que China se haya convertido en el primer exportador del mundo”.

“Lo que sí tiene en cuenta la dictadura militar cubana es que el capitalismo de Estado sólo es posible en un sistema político totalitario de partido único, con el monopolio de los medios de comunicación, sin derechos ni libertades civiles y con mucha represión policial. En China gobierna hoy el mismo Partido Comunista que, encabezado por Mao, acabó con la propiedad privada, impuso la colectivización forzosa de las tierras, el «Gran Salto Adelante» y la «revolución cultural», eventos que causaron decenas de millones de muertos –de hambre o ejecutados- e impidieron el desarrollo del país durante 30 años”.

“Los Castro desean compartir con China su faceta totalitaria institucional, pero no su «socialismo de mercado», como le llama Beijing. El pueblo chino sigue sometido a una tiranía política, pero al menos la economía crece rápidamente. En Cuba igualmente hay tiranía y el país se empobrece cada vez más. Esa es la diferencia”.

“Del fascismo europeo el raulismo asimila el abrumador protagonismo de las fuerzas armadas en la gestión económica, así como la represión brutal de la oposición política. La «apertura» va convocada con una masiva intervención de las fuerzas armadas en la conducción de la economía. Algo muy parecido a lo que hicieron Mussolini y Hitler”.

“En Italia y Alemania ello fue decisivo para construir una gigantesca maquinaria bélica e industrial con la cual expandir el fascismo por Europa. En el caso de Cuba los militares se están apropiando de empresas y estamentos económicos claves no sólo de cara al presente, sino como parte del diseño del postcastrismo, con la anuencia de los Castro, para cuando ambos hermanos, por razones biológicas, abandonen el escenario político”.

“El capitalismo de Estado fascista no suprimió la propiedad privada, pero las industrias fueron de hecho militarizadas y obligadas a producir lo que el Gobierno les ordenaba, y quedaron ensambladas al Estado. Los pequeños y medianos negocios fueron sometidos a las directrices fascistas. El gobierno nazi fijaba y regulaba los precios, los salarios, los dividendos e inversiones, y limitaba la competencia. Es decir, eliminó el mecanismo regulador del mercado (la «mano invisible» de Adam Smith)”.

“En Cuba, generales, coroneles, sus familiares y allegados, y los grandes jerarcas de la burocracia civil partidista y estatal, se entrenan hoy como gerentes de las únicas industrias y actividades que son rentables, o que podrían llegar a serlo”.

“En tanto, de la Rusia de Vladimir Putin el castrismo no toma nada en materia política, inversiones extranjeras o libertad para los negocios; toma sólo el posicionamiento ya citado por parte de los militares y la alta burocracia del Partido Comunista de los sectores estratégicos de la economía. Desde estas posiciones, la nueva casta empresarial constituirá una burguesía de corte mafioso que participará o manipulará las instituciones del Estado, siempre con una agenda posrevolucionaria en un régimen bajo su control”.

“La buena noticia de todo esto es que, como dice la frase popular, «una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero». Con los Castro fuera del escenario político puede que los acontecimientos no ocurran como hoy lo planea la Junta Militar que dirige el país”.

“Esa es precisamente la esperanza de los cubanos, que el postcastrismo no se parezca al modelo chino, ni al fascista, ni al postsoviético, sino que la nación se enrumbe al fin hacia una democracia liberal y un Estado de Derecho en el que impere la auténtica economía de mercado que edificó el mundo moderno que hoy conocemos”.

Mendoza, Montaner y Vargas Llosa (h) se preguntan: “¿En qué consiste ese modelo cubano que tantos idiotas latinoamericanos persisten en admirar, si, a lo largo de la existencia de la dictadura, los Castro han tratado constantemente de modificarlo porque era evidente que no funcionaba adecuadamente?”.

“¿Qué admiran? ¿La dictadura de un partido único que, en realidad, ha sido la dictadura de un solo caudillo? ¿La creación de una dinastía familiar controlada por militares? ¿O tal vez lo único que aman es el trasnochado lenguaje antiyanqui, antioccidental y anticapitalista de una tiranía totalitaria?”.

Cierto periodista afirmaba, ingenuamente, que un régimen socialista, establecido por medio de elecciones libres, habrá de ser destituido por el mismo proceso electoral si no funciona bien. Sin embargo, desconoce que tal sistema tiene muchas probabilidades de transformarse en una tiranía similar a la cubana, impidiendo el retorno a una democracia más o menos imperfecta, como está sucediendo en Venezuela.

No tiene sentido intentar convencer, con la realidad y la evidencia de los fracasos reiterados, a quienes se aferran a una ideología, que es tan amplia, “que llena todo un cerebro”. De ahí que el único medio para convencer al ciudadano común es la comunicación de ideas coherentes y compatibles con la realidad dejando de intentar convencer al adherente totalitario. Carlos Alberto Montaner escribió al respecto: “¿Qué podemos hacer los liberales ante esta realidad? La respuesta es bastante obvia: la tarea más importante que los liberales tenemos por delante es de carácter didáctico. Hay que hacer pedagogía, difundir ideas, explicar una y mil veces lo que nosotros sabemos, hasta conseguir que una masa crítica de iberoamericanos asuma racionalmente nuestros puntos de vista y comience a cambiar el escenario político”.

“Afortunadamente, el liberalismo es una cantera de ideas y reflexiones que aumenta día a día, y cuyas premisas parecen confirmarse desde diversos ángulos por las cabezas más lúcidas de nuestra época, desmintiendo con sus estudios la desdeñosa acusación de que nuestra visión de los problemas de la sociedad y las soluciones que proponemos forman parte de una cosmovisión decimonónica ya sin puntos de contacto con la realidad vigente”.

“En efecto: los recientes Premios Nobel concedidos a figuras liberales tan dispares como Hayek, Friedman, Buchanan, Coase, North, Becker o Lucas demuestran que el liberalismo ha ampliado y profundizado el marco de sus reflexiones tanto dentro de la economía como en el derecho, la sociología o la historia. Asimismo, se multiplican los ejemplos de exitosas experiencias liberales en el mundo”.

“Lo que quiero decir es que existen materiales más que suficientes para construir un plural mensaje, extraordinariamente persuasivo, que poco a poco vaya calando en la opinión de Iberoamérica. Es un camino arduo y difícil, pero no hay otro. Sólo cuando las personas de nuestra cultura entiendan que la mejor forma de defender sus propios intereses se encuentra en el mercado y en la libertad para producir y consumir, sólo entonces modificarán sus viejos y nocivos hábitos electorales. Al fin y al cabo, la conducta política es –como diríamos hoy día- una consecuencia de las expectativas racionales. Sólo que esas expectativas, en nuestro confundido universo, están montadas sobre viejos pánicos, sobre mala información y sobre errores de percepción. Y todo eso es lo que hay que cambiar. Menuda tarea” (De “No perdamos también el siglo XXI”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1997).