miércoles, 25 de mayo de 2011

¿ Es prioritaria la ética o la economía ?

Podemos afirmar, a partir de estimaciones realizadas por empresas privadas, que los países con menor grado de corrupción son los que tienen también un mayor nivel económico. De ahí que surgen dos alternativas para explicar la situación: la primera implica que el buen nivel ético favorece a la economía, la segunda que el buen nivel económico favorece el mejoramiento ético. De acuerdo a estas dos opciones, hay países que destinan gran parte de sus recursos y su mejor empeño a la educación, mientras que otros apuestan a la mejora económica sin tener presente la mejora ética.

Dentro de una misma sociedad podemos observar que no todos los que tienen buen nivel económico tienen también un buen nivel ético, mientras que no todos los que tienen pocos recursos económicos son corruptos, incluso a veces pareciera que es todo lo contrario.

En cuanto a las palabras ética y moral, que se usan a veces en forma indistinta, en este escrito se considera como ética al conjunto de normas o actitudes sugeridas por algún pensador, mientras que moral ha de ser el grado de acatamiento otorgado a esa ética propuesta.

Podemos mencionar las principales posturas que adhieren a alguna de las posibilidades mencionadas (expresadas mayoritariamente en forma simbólica):

a) Cristianismo: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. Comparte las penas y las alegrías de tus semejantes.

b) Liberalismo: Primeramente establece la economía de mercado. Busca un beneficio simultáneo entre las partes intervinientes en todo intercambio comercial. Compite cooperativamente.

c) Marxismo: Primeramente expropia los bienes de producción, que lo demás se os dará por añadidura. Debes ser altruista y debes sacrificarte (con entusiasmo) en beneficio de la sociedad o del Estado.

d) Fundamentalismo de mercado: Primeramente establece las reglas del mercado, que lo demás se os dará por añadidura. Debes ser egoísta ya que el egoísmo favorece la producción. Compite destructivamente.

Para el cristianismo, lo prioritario es adaptarse a la voluntad del Creador. En un lenguaje actual podríamos decir que propone una adaptación a las leyes naturales o al orden natural. Una vez establecida esa adaptación, a través de la actitud cooperativa implícita en el amor al prójimo, podemos esperar mejoras de todo tipo, incluso la mejora económica. Podemos decir que se trata de una ética natural descripta también por la psicología social.

Para el liberalismo, debe establecerse una actitud cooperativa bajo las reglas del mercado, actitud compatible con el cristianismo. En cambio, para el marxismo, las cosas no son así, ya que se supone que la forma de pensar de los hombres proviene de las formas de producción y de distribución económicas. Karl Marx expresó: “…no es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia”. “…el modo de producción de vida material determina el carácter general de los procesos de vida social, política y económica” (Citado en “Siete teorías de la naturaleza humana” de Leslie Stevenson-Ediciones Cátedra SA-Madrid 1978).

El “fundamentalismo de mercado”, como una distorsión del pensamiento liberal, coincide con éste en que debe establecerse un marco jurídico adecuado que permita asegurar el buen funcionamiento del mercado, pero propone una ética egoísta. Mientras que el liberal piensa que el mercado puede funcionar adecuadamente a pesar del egoísmo, el fundamentalista cree que el egoísmo es algo necesario e imprescindible. Wilhelm Röpke escribió al respecto: “Los individuos que compiten en el mercado en procura de su propio beneficio, necesitan más que nadie de las normas sociales y morales de la comunidad, sin las cuales la competencia degenera hasta los extremos más penosos. Como dijimos antes, la economía de mercado no lo es todo. Debe ocupar su lugar en un ordenamiento más elevado, que no se gobierna por la oferta y la demanda, la libre formación de los precios o la competencia. Debe estar firmemente insertada en un ordenamiento global de la sociedad, en el cual las imperfecciones y rudezas de la libertad económica sean corregidas por el derecho, y donde no le sean negadas al hombre las condiciones de vida adecuadas a su naturaleza. El hombre sólo puede realizar plenamente su naturaleza si se integra libremente en una comunidad con la cual se sienta solidario. De lo contrario, su existencia será desdichada, y él lo sabe”.

Es oportuno mencionar la opinión de algunos destacados pensadores liberales. Juan Bautista Alberdi escribió:

“De ahí que la economía política, que es el estudio de esas causas morales de la riqueza, es una de las ciencias morales y sociales. Adam Smith dio con ella, estudiando y enseñando, como profesor, las ciencias de la filosofía moral”.

“La riqueza y la pobreza residen en el modo de ser moral de una sociedad, en sus costumbres de labor y ahorro, y en sus hábitos viciosos de ociosidad y dispendio”.

”Comprender la riqueza y la pobreza en su ser y causas morales es colocarse en el camino de aprender a salir de la pobreza y llegar a la riqueza”.

“Un empobrecimiento nacido de ideas viciosas sobre el medio de enriquecer sin las virtudes del trabajo y del ahorro, es una enfermedad moral como su causa, y sólo puede ser curada por medicamentos morales igualmente. Esos remedios consisten desde luego en el abandono de las ilusiones que buscaron riquezas improvisadas en combinaciones y artificios ingeniosos que no pueden suplir al trabajo y al ahorro, considerados como manantiales de riquezas y bienestar. Esta curación moral no puede ser sino lenta, penosa y difícil, como es siempre la reforma de los usos y de las costumbres entradas en mal camino”.

“El ahorro, manantial más productivo de riquezas que el trabajo mismo, es, sin embargo, más penoso y difícil para el americano del sud. Es que el ahorro, como costumbre, es toda una educación: es una virtud que se compone de muchas otras y supone un grande adelanto de civilización. Sus elementos son: la previsión, la moderación, el dominio de sí, la sobriedad, el orden. Es imposible llegar a ser rico sin la posesión de estas cualidades morales. Cuando ellas abundan en una nación, esa nación no es, no puede ser pobre, aunque habite un suelo pobre. Mejor sin duda si posee un suelo fértil, pero no es más el suelo que un instrumento de su poder productor, que se compone de sus fuerzas morales”. (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

Mientras que Henry Hazlitt escribió:

“Se piensa, por lo general, en los enfoques ético y económico, que la ética y la economía tienen poco que ver una con la otra. Sin embargo, ambas se encuentran íntimamente vinculadas. A ambas les interesan los actos de los hombres, la conducta humana, la decisión humana, la elección humana. La economía es una descripción, explicación o análisis de los factores determinantes, consecuencias e implicancias de la conducta y elección humanas. Pero apenas llegamos a lo que es la justificación de esos actos y decisiones o a la cuestión acerca de si este o aquel acto o regla de acción sería más conveniente a largo plazo para el individuo o la comunidad, penetramos en el mundo de la ética. Esto es también verdad si lo que se discute es la conveniencia de una política económica comparada con otra”.

“Prácticamente no existe problema ético alguno, en realidad, que no presente un aspecto económico. Nuestras decisiones éticas cotidianas son, en general, decisiones económicas y, a su vez, casi todas nuestras decisiones económicas cotidianas tienen un aspecto ético” (De “Los fundamentos de la moral”– Fundación Bolsa de Comercio de Buenos.Aires 1979).

En cuanto a los países subdesarrollados, podemos decir que muchas veces sólo tratan de imitar a los desarrollados, sin interpretar las causas poco visibles de su desarrollo. Wilhelm Röpke escribió al respecto: “Para poder apreciar hasta qué punto es importante para nuestro mundo este espíritu «burgués», pensemos en lo difícil que resulta implantar las modernas formas de la economía a los países subdesarrollados, que a menudo carecen de las condiciones espirituales y morales que estamos analizando. Los occidentales las damos por sobreentendidas, y por eso apenas somos conscientes de que existen, pero los dirigentes de los países subdesarrollados, con frecuencia, sólo advierten los éxitos económicos exteriores de las naciones de Occidente, sin percibir los cimientos espirituales y morales que sustentan esos éxitos”. (Citado en “Enfoques económicos del mundo actual” de L.S. Stepelevich–Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1978).

El declive del liberalismo, en cuanto a su aceptación por parte del público en general, se debe, en primer lugar, a la difamación establecida por los partidarios de las distintas tendencias totalitarias; en segundo lugar se debe a los adherentes al fundamentalismo de mercado. Si en toda ciencia social, en toda religión y aún a nivel del conocimiento público, se considera al egoísmo como una actitud perjudicial para el establecimiento de vínculos sociales, muy pocos encontrarán atractiva una propuesta que les sugiera adoptar una actitud rechazada por la mayoría de la población.

sábado, 21 de mayo de 2011

Del desarrollo al subdesarrollo

Se ha dicho que los países pueden clasificarse en cuatro categorías: primero, los desarrollados; luego los subdesarrollados; tercero Japón, que nadie puede explicarse que sea desarrollado y, finalmente, Argentina, que nadie puede explicarse que sea subdesarrollada.

Julio Maria Sanguinetti escribió: “Recientemente, Mariano Grondona recordaba que en 1908 la Argentina tenia un producto por habitante superior a Alemania, Japón, Francia, Suecia, Holanda y, por supuesto, de lejos mayor que Italia y España. Sólo siete países, encabezados por Gran Bretaña y EEUU, le superaban. Y evocaba que en 1928, en los preludios de la gran crisis mundial, la Argentina estaba en el duodécimo lugar, todavía muy por encima de Japón, Suecia, Austria y, naturalmente Italia y España. Si la Argentina, concluía, siguiera en el puesto duodécimo de aquel 1928, tendría hoy un producto por habitante de 26.000 dólares, cuando el que posee es inferior a 8.000” (De “La Argentina ¿fue o es?”-Diario El País-España).

Para negar los méritos del desarrollo argentino de otras épocas, algunos sectores critican la desigualdad social existente. Pero “desigualdad social” no es lo mismo que pobreza, ya que, incluso, venían trabajadores de países europeos para trabajar durante unos meses para retornar con bastante dinero a sus lugares de origen. Roberto Cachanosky escribió: “Si a principios del siglo XX Argentina tenia salarios superiores a los de muchos países europeos hoy desarrollados, pasada la mitad del siglo XX, la situación comenzó a desbarrancarse al compararnos, no ya con países desarrollados, sino con países que solíamos mirar con misericordia por el nivel de vida que tenían” (De “El síndrome argentino”-Ediciones B- Buenos Aires 2006).

Podríamos considerar la decadencia argentina, además de la mencionada transición económica del desarrollo al subdesarrollo, como el cambio político del liberalismo al totalitarismo creciente. Octavio Carranza escribió: “Paul Samuelson pudo vaticinar en 1945 que la Argentina estaba a punto de lograr un avance importante en la innovación de la productividad, que la pondría a la par de EEUU, Canadá, Francia y Alemania. Entonces se pregunta: ¿Qué salió mal?, y respondió: «La democracia evolucionó con tendencia al populismo…Las promesas para favorecer a la importante cantidad de necesitados eran fáciles de hacer, pero la dura realidad de los mecanismos de mercado convierte los intentos de incrementar los índices salariales por decreto en inflación real en lugar de índices netos y sostenibles»”.
“Es ingenua la creencia, sustentada por los políticos populistas, de que el bienestar general depende de la buena voluntad o de la generosidad de los gobernantes. La paradoja del populismo es que, siendo su intención ayudar a los pobres, en realidad los multiplica a través del decaimiento que resulta del acoso al capital y de la fuga de capitales que ocasiona” (De “Radiografía de los populismos argentinos”-Editorial Liber Liberat-Buenos Aires 2007).

Los políticos populistas necesitan justificar su accionar considerándose defensores de la patria ante las conspiraciones de los países imperialistas y defensores de los pobres ante la maldad empresarial. Sin embargo, son justamente los gobiernos populistas y totalitarios los que favorecen la huída, hacia los países desarrollados, de uno de los principales factores de la producción: el capital. En la Argentina, en los últimos 43 meses (anteriores a Mayo/2011), han salido del país unos 60.000 millones de dólares, ya que los inversores poca confianza tienen en el país ante la creciente intromisión estatal en las empresas privadas y la notoria tendencia a la extorsión hacia las empresas por parte de los sindicatos.
Si en realidad existe algo como un “imperialismo económico”, podemos decir que se trata de una concentración de capitales (y capital humano) que llegan a EEUU provenientes de todo el mundo. Tal éxodo de medios de producción se ve altamente favorecido por los políticos totalitarios de otros países que fundamentan su accionar en las prédicas de odio hacia ese país. Jorge Luis Borges escribió: “Odiando, uno depende de la persona odiada. Es un poco esclava de la otra. Es su sirviente”.

En un país deberían alternarse gobiernos surgidos de partidos políticos que buscan favorecer la producción, o bien la distribución. En cambio, si en un país continúan en el gobierno distintos tipos de populismo, dicho país seguirá en el subdesarrollo o bien caerá tarde o temprano en él. En la Argentina, desde la segunda década del siglo XX, populistas y totalitarios se alternaron en el poder, varias veces con una fachada democrática. De ahí que, posiblemente, sea esa la causa esencial del subdesarrollo.

Hubo algunos intentos por volver a economías de tipo liberal (capitalista) durante el gobierno militar del 76, pero se recurrió al “fundamentalismo de mercado”. Fue un caso similar al reciente ocurrido en Rusia luego de la caída del sistema comunista, en donde no hubo una gradual adaptación al mercado. Incluso se alentaba, desde la propaganda oficial, a cerrar negocios improductivos para crear otros que dieran mejores resultados, como si la población y los empresarios fueran a adaptarse de la noche a la mañana a cambios tan abruptos en su vida cotidiana. La indexación de la economía, por parte del Estado, fue en realidad algo propio de los sistemas intervencionistas antes que un accionar de tipo liberal. La especulación, antes que la producción, se vio favorecida por esas prácticas.

Otro intento fue el del menemismo, que también fracasó por cuanto se incrementó la producción debido al estímulo de la economía de mercado, pero se gastó excesivamente por parte del Estado, como todo populismo lo hace.

Estamos llegando así a las elecciones presidenciales del 2011 en las que no existe candidato que proponga la vuelta a la economía de mercado y al desarrollo económico, ya que, tanto las propuestas del oficialismo como de la oposición, son distintas variantes de la tendencia demagógica predominante.

El subdesarrollo surge, como todos los males, de fallas morales a nivel individual que luego formarán parte de nuestra “cultura”. Así como en otras partes del mundo existen personalidades ideales que son buscadas, o al menos respetadas, por la mayor parte de la población, en la argentina predomina la “viveza criolla”. Jorge Luis Borges expresó: “El argentino suele carecer de conciencia moral, no intelectual; pasar por inmoral le importa menos que pasar por zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama «viveza criolla»”.

Incluso han predominado, como consecuencia de las divisiones sociales propuestas por los sectores totalitarios, las “categorías sociales” de tipo económico, en lugar de categorizaciones de tipo ético. Alfonso García Valdecasas escribió:

“El mundo moderno parecía haber reducido toda la composición de la sociedad a burguesía y proletariado. Los dos tipos humanos correspondientes, burgués y proletario, en su aparente oposición radical tenían mucho en común. Eran tipos determinados por su nivel económico, definidos por su egoísmo privado o de clase, desentendidos de las virtudes publicas, desarraigados de la tradición histórica”.

“Son varios los pueblos que lograron crear un tipo de hombre representativo, erigido en modelo y norma de perfección: el hombre ético de la Grecia clásica, el hidalgo español, el cortigiano del Renacimiento italiano, el gentilhomme francés, el gentleman inglés, el junker prusiano, el samurai del Japón…..” (De “El hidalgo y el honor”-Revista de Occidente-Madrid 1948).

Para salir del subdesarrollo, un país debe recurrir a una mejora ética generalizada para fortalecer y aumentar significativamente su capital humano. De esa forma será posible una mejor adaptación a la democracia y a la economía de mercado, ambos sistemas basados en la libertad individual. Sin embargo, en nuestro país, la palabra libertad es interpretada generalmente como una facultad del individuo a hacer lo que le venga en ganas. Carlos S. Nino escribió:

“El necesario llamar la atención sobre otro fenómeno social que generalmente no es incluido entre los factores que han intervenido como causal de la involución económica y social de la Argentina. Me refiero a la tendencia recurrente de la sociedad argentina, y en especial de los factores de poder –incluidos los sucesivos gobiernos- a la anomia en general y a la ilegalidad en particular, o sea a la inobservancia de normas jurídicas, morales y sociales. Es realmente sorprendente que, no obstante la visibilidad de la tendencia argentina hacia la ilegalidad y la estrecha vinculación entre anomia e ineficiencia y entre ésta y el subdesarrollo, ella no ha sido señalada hasta ahora por politicólogos, historiadores y economistas como un factor significativo para dar cuenta del subdesarrollo argentino” (De “Un país al margen de la ley”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

En lugar de ser un país regido por leyes y basados en el respeto a la Constitución, los políticos han preferido cambiarla. Debido a que la Constitución de 1853, realizada por Juan B. Alberdi, tenía una orientación liberal, y, aunque haya favorecido el desarrollo argentino, el populismo de turno trató de cambiarla. Así aparece la reforma de 1949, atribuida al falangista español José Figuerola. Esta reforma fue derogada posteriormente. Finalmente aparece la Reforma Constitucional de 1994, que puede considerarse como un perfeccionamiento de la reforma fascista del 1949.

Los políticos argentinos (admiradores en su mayoría, y con poco disimulo, de Fidel Castro y del Che Guevara) han permitido establecer una Constitución cuasi totalitaria. Con los Decretos de Necesidad y Urgencia y otros medios similares, permite al Poder Ejecutivo concentrar el poder del Estado. De esta forma el presidente puede presionar o ignorar a los poderes restantes. Podemos decir que la actual Constitución permite la posibilidad de una “dictadura constitucional”.

Por el contrario, en la Argentina se considera al liberalismo (democracia + mercado) como una “mala palabra” y el hecho de decirle a alguien “liberal” es casi una ofensa personal (lo que tiene sentido y coherencia con el actual estado de la política).

Sería importante que los políticos, alguna vez, establecieran una orientación ética para todo individuo, con alcances sociales, ya que el arte de la política implica que los actores no sean sólo quienes ocupan cargos en el gobierno. Es posible que consideren que la ética no es un factor importante para la convivencia democrática, o bien que no se sientan capacitados para producir esa orientación, en cuyo caso deberían recapacitar acerca de la función que desempeñan.

viernes, 13 de mayo de 2011

Ideas que dividen al mundo

Denominamos generalmente como “ideología” a un conjunto de ideas que apuntan hacia el logro de uno o más objetivos. Las ideologías son una consecuencia de una previa visión del mundo, y son de origen filosófico, religioso o científico. También podemos asignar a dicha palabra el significado de “ciencia de las ideas”. Como primer objetivo de esta ciencia aparece el estudio de los efectos que en el individuo y en la sociedad han de producir las ideas con trascendencia social. Desde el punto de vista adoptado, podemos establecer una clasificación general de las ideas:

a) Ideas que favorecen la unión de individuos y pueblos.
b) Ideas que promueven la división y el antagonismo de individuos y pueblos

Para valorar las distintas propuestas ideológicas, debemos observar tanto los efectos que producen como también la coherencia lógica que las sustenta. Si sus efectos son negativos, no existirá mayor diferencia si se tenían “buenas intenciones” y pocas aptitudes, o bien si el mismo efecto se produjo porque la ideología se sustentaba en malas intenciones de sus realizadores y se acertó con su objetivo.

En cuanto a la valoración de las acciones individuales, podemos, y debemos, tener presente el carácter de las intenciones, pero en el caso de quienes aceptan la responsabilidad de regir al Estado o de quienes influyen de alguna manera en la mentalidad generalizada de la sociedad, incurren en una gran irresponsabilidad si no están capacitados para la función desempeñada.

Así como las enfermedades atacan nuestra integridad personal, las ideologías negativas atacan la integridad social. Los principales ámbitos de disputas y discusiones son los siguientes:

1- Economía y sociedad: lucha ideológica entre liberalismo y socialismo

2- Religión: lucha ideológica entre religiones

Comenzando por el primero de los conflictos, mencionaremos la opinión del economista Paul Krugman, quien escribió:

“Un lado de la política estadounidense considera que el Estado moderno de asistencia social –una economía de empresa privada, pero en la cual se cobran impuestos a los ganadores de la sociedad para que cubran el costo de una red de seguridad social- es moralmente superior al violento y descarnado capitalismo que teníamos antes del New Deal. Tan sólo es correcto, cree esta parte, que los ricos ayuden a los menos afortunados”.

“La otra parte cree que la gente tiene derecho a quedarse con lo que gana, y que cobrarles impuestos para mantener a otros, sin consideración a cuánto lo necesiten, equivale a un robo. Eso es lo que está detrás de la predilección del derecho moderno por la retórica violenta: muchos activistas de la derecha realmente consideran que los impuestos y la normatividad son imposiciones tiránicas sobre su libertad”.

“Cada una de las partes en ese debate cree apasionadamente que la otra parte está mal. Y está bien que ellos digan eso. Lo que no es aceptable es el tipo de violencia y retórica alentando la violencia de eliminación, que se ha vuelto demasiado común en estos últimos años” (De “Una nación dividida por el bien y el mal”-Diario “Los Andes”-Mendoza 23/01/2011).

Podemos plantear dos casos hipotéticos que podrán utilizarse como un examen para determinar el grado de adhesión al socialismo o al liberalismo existente en un individuo:

Primer Escenario: existe una sociedad económicamente desigual en la cual un sector dispone de un promedio de 100 unidades de riqueza, mientras que otro sector dispone de 30 de esas unidades.

Segundo escenario: existe una sociedad igualitaria en donde todos tienen un promedio de 20 unidades de riqueza.

El individuo con mentalidad socialista elegirá la segunda opción por cuanto, al existir igualdad económica, sostiene que no existirán motivos de envidia ni tampoco marginación social. El individuo con mentalidad liberal elegirá la primera opción por cuanto en esa sociedad existe un mejor nivel económico con posibilidades de mejoras. Winston Churchill expresó: “El vicio inherente del capitalismo es el reparto desigual de las bendiciones: la virtud inherente del socialismo es el reparto equitativo de las miserias”

Respecto del socialismo debe señalarse que, adoptando valores extra económicos (éticos e intelectuales) tiende a desaparecer la actitud que lo promueve. La “noble idea” de la igualdad económica, propia del socialismo teórico, conduce en realidad a una notable desigualdad en el socialismo real, ya que implica una clase dirigente que predomina respecto de la clase popular. Andrei D. Sajarov escribió:

“Aunque a diario los altavoces sugieran al ciudadano medio soviético que él es el dueño del país, este ciudadano comprende perfectamente que los verdaderos amos son los que, arrellanados en los asientos de sus lujosos, negros y blindados automóviles, ve pasar cada día, mañana y tarde, por las calzadas desiertas”.

“Hasta el momento presente, el socialismo ha significado en todo momento un sistema de partido único, un poder detentado por una burocracia rapaz e incompetente, la expropiación de toda clase de propiedad privada, el terror de la Cheka o sus afines, la destrucción de las fuerzas productivas y la consiguiente necesidad de restaurarlas y expandirlas a expensas de incontables sacrificios por parte del pueblo, y de violencias de las que son blanco la conciencia y el pensamiento libre” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).

Para la promoción de la “noble idea”, se atribuye a la desigualdad económica todas las injusticias existentes en las sociedades libres. De ahí que el socialismo moderado apunta a que el Estado sea el encargado de quitarle recursos al sector que trabaja para entregárselo al sector improductivo. Por lo que el empresario, el que más favorece a la producción, es mirado como el principal promotor de “desigualdad”.

Por otra parte, las injusticias que se producen en los intentos revolucionarios por tomar el poder, son legitimadas por la “noble idea” de la igualdad económica. Jean-Françoise Revel escribió: “Según la izquierda, «la guerra es la paz» cuando la URSS vence, y existen ocupaciones extranjeras buenas (como en el caso de Afganistán) y malas, hay una violencia buena y otra mala, dictaduras buenas y malas, y terrores buenos y malos” (Del prólogo de “La ceguera voluntaria”-Christian Jelen-Editorial Planeta SA-Buenos Aires 1985).

En cuanto a la religión, debemos considerar dos posturas generales, si bien es posible que no toda manifestación religiosa pueda quedar incluida en este simple esquema. Tenemos primeramente a la religión tradicional (teísmo) cuya visión del mundo puede sintetizarse en la siguiente igualdad:

Universo = Dios + Naturaleza

Por otra parte, la religión natural (deísmo) adopta la visión expresada principalmente por Baruch de Spinoza:

Universo = Dios = Naturaleza

Si consideramos la validez de la postura teísta, podemos preguntarnos si Dios actúa de igual manera en iguales circunstancias. En caso afirmativo, podemos decir que admite una ley similar que la ley impuesta a los seres humanos. De ahí que sea posible considerar cierta compatibilidad entre ambas posturas.

En cuanto a los conflictos religiosos, en primer lugar debemos considerar la discriminación hacia los “no creyentes” por parte de los “creyentes” en Dios. Se considera como una virtud la creencia en un ser exterior al mundo (teísmo) que interrumpe las leyes naturales a partir de nuestros pedidos, mientras que se considera un grave defecto pensar en la existencia de leyes naturales invariantes (deísmo o religión natural).

Se otorga mayor mérito a una postura filosófica que a una actitud ética, lo que es admisible en filosofía, pero no en religión. En las religiones éticas, como el cristianismo, es prioritario el amor al prójimo a la creencia de tipo cognitivo (o debería serlo). También existen discriminaciones entre religiones y entre sectas seguidoras de un mismo profeta.

Al priorizar la fe sobre las obras, la postura cognitiva sobre la acción concreta, el intelecto sobre los sentimientos, se ha desnaturalizado la esencia de la religión. Con ello se ha dado cabida a la “religión competitiva” (irreligión) en lugar de la religión cooperativa, la que “une a los adeptos”. Baruch de Spinoza escribió:

“Pero, tanto han podido la ambición y el crimen, que se ha puesto la religión no tanto en seguir las enseñanzas del Espíritu Santo, cuanto en defender las invenciones de los hombres; más aún, la religión no se reduce a la caridad, sino a difundir discordias entre los hombres y a propagar el odio más funesto, que disimulan con el falso nombre de celo divino y de fervor ardiente. A estos males se añade la superstición, que enseña a los hombres a despreciar la razón y la naturaleza y a admirar y venerar únicamente lo que contradice a ambas”.

“Por gobierno de Dios entiendo el orden fijo e inmutable o la concatenación de las cosas naturales, puesto que las leyes universales de la naturaleza, conforme a las cuales se hacen y determinan todas las cosas, no son más que los eternos decretos de Dios, que implican siempre una verdad y una necesidad eternas. Es, pues, lo mismo que digamos que todas las cosas se hacen según las leyes de la naturaleza o que son ordenadas por el decreto de Dios y su gobierno” (Del “Tratado teológico-político”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

La religión debe encuadrarse en la tendencia general de la adaptación cultural del hombre al orden natural. De ahí que deba contemplar principalmente a dicho orden y a las leyes naturales que lo conforman. Cuando no se tiene en cuenta al orden natural, se cae en el subjetivismo absoluto dando lugar a graves conflictos intelectuales y sociales.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Liderazgo

Un grupo social es un conjunto de personas reunidas bajo un objetivo común. Entre sus integrantes habrá individuos más influyentes que otros y también individuos más influenciables que otros. De ahí la posibilidad de que surjan liderazgos en forma natural, principalmente bajo circunstancias en que deban tomarse decisiones, concretarse objetivos y determinarse estrategias. En cuanto a la definición de grupo social, podemos mencionar la propuesta por Georges Gurvitch: “Unidad colectiva que encara una obra común, se expresa por actitudes y comportamientos comunes y tiende hacia un cierto equilibrio, en el que las fuerzas centrípetas superan a las fuerzas centrífugas”.

Existe una favorable predisposición a la admisión de un líder cuando se trata de alguien identificado con el grupo. C. A. Gibb escribió: “Los adeptos se subordinan, no a un individuo a quien perciben como absolutamente distinto, sino a un miembro de su grupo que en ese momento posee superioridad, a quien perciben como fundamentalmente igual a ellos y que en otras ocasiones puede estar dispuesto a seguir a los demás” (Citado en “Principios y métodos de psicología social”-Edwin Hollander-Amorrortu Editores SA-Buenos Aires 1968).

Los distintos tipos de liderazgo se han clasificado según el grado de libertad permitida a los restantes integrantes del grupo. Así tenemos los liderazgos autoritarios, democráticos y “laissez faires” (dejar hacer), a los que habría que agregar el caso de la ausencia de líderes, como ocurre en los grupos anárquicos o caóticos. Todos los tipos de grupos y de liderazgos se presentan tanto en el ámbito de la política, como de las empresas, en la educación, etc.

En cuanto a los efectos producidos por los distintos tipos de liderazgo, Jean Maisonneuve escribió:

“El liderazgo autoritario suscita en el grupo diversas reacciones de agresividad y apatía, especialmente durante las ausencias del líder; la agresividad se localiza sobre chivos emisarios. En un clima cooperativo, el espíritu de comunidad, el «nosotros» está claramente más desarrollado, el rendimiento es más regular y ligeramente superior. Por otra parte, las relaciones entre el líder y los miembros del grupo son más cordiales mientras que con un líder autoritario éstas toman las formas de esfuerzos personales para atraer la atención y «ser bien vistos». Parece, pues, que la sola actitud del líder basta para determinar, en grupos análogos, efectos muy diferentes”.

“En verdad, también en este caso es necesario reubicar la experiencia en su clima global. La superioridad afectiva y funcional del liderazgo «democrático» se explica bastante bien en los países en los que las estructuras y los contenidos son ellos mismos bastante democráticos. No está probado que los haya en todos lados”.

“Como quiera que sea (esas experiencias fueron llevadas a cabo con el concurso de una serie de líderes que adoptaron las mismas actitudes), se percibe la importancia del método de dirección sobre el clima colectivo de los grupos, más allá de la personalidad del líder que lo elige y lo ejerce” (De “Psicología Social”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).

También es oportuno mencionar las actitudes predominantes en los individuos del grupo que reciben la influencia del líder. Jean Maisonneuve escribió: “Esos tipos pueden enfocarse desde tres puntos de vista:

a) Según la actitud conformista o refractaria del individuo frente al grupo.
b) Según su actitud conservadora o revolucionaria frente al orden establecido.
c) Por último según la jerarquía de los valores personales”.

Se ha dicho siempre que el liderazgo efectivo es el que deriva de cierta autoridad. Al respecto, George C. Homans escribió: “¿Pero qué es la autoridad? Necesitamos una definición, y aquí la tenemos: Si una orden dada por un líder a un miembro de su grupo es aceptada por el miembro y controla su actividad en el grupo, se dice que la orden entraña autoridad".

"Esta definición implica que la autoridad de una orden descansa siempre en la buena voluntad para obedecerla, por parte de las personas a las cuales está dirigida”.

En cuanto a la conducta del líder, es oportuno mencionar algunas sugerencias dadas por el autor antes mencionado (resumidas a partir del libro “El grupo humano”-George C. Homans-EUDEBA-Buenos Aires 1977).

1) El líder debe mantener su propia posición. El líder no podrá hacer nada para dirigir a su grupo a menos que se afirme como una persona de la cual partirán las órdenes autorizadas.

2) El líder debe vivir en conformidad con las normas de su grupo. Cualquier falla por parte del líder para vivir en conformidad con las normas del grupo socava su rango social y por ende la presunción de que sus órdenes deben obedecerse.

3) El líder debe dirigir. Si el líder es la persona que origina interacción para los demás miembros del grupo, cualquier falla de su parte en ese originamiento, en tomar la iniciativa, lo convertirá tanto menos en líder.

4) El líder no debe dar órdenes que no serán obedecidas. Si debe dar órdenes cuando se las espera y serán obedecidas, no debe darlas cuando no serán y no pueden ser obedecidas.

5) Al dar órdenes, el líder deberá utilizar las vías establecidas. Si bien el líder debe interactuar con cualquier miembro del grupo, interactúa más a menudo con las personas cuyo rango social se aproxima más al suyo, y sus órdenes tienden a ser transmitidas al grupo a través de esos hombres, sus lugartenientes.

6) El líder no debe imponerse a sus seguidores en los acontecimientos sociales. Esta regla tiene algo en común con la antigua regla del ejército en el sentido de que un oficial no debe tener familiaridad con sus soldados.

7) El líder no debe censurar ni, en general, elogiar a un miembro de su grupo en presencia de otros miembros. Cuando censura a uno de ellos en público, con ello disminuye o trata de disminuir su rango social, es decir, el grado de estima que le confieren los miembros del grupo.

8) El líder debe tener en cuenta la situación total. Si ha mantenido su posición en forma efectiva, habrá creado una zona de indiferencia, es decir, una presunción inicial de que sus órdenes y las de sus lugartenientes serán obedecidas por los miembros del grupo sin discutir si tales órdenes son o no aceptables.

9) Para mantener la disciplina, el líder deberá preocuparse menos por infligir castigos que por crear las condiciones en las cuales el grupo se disciplinará solo. Muchos de nosotros descubrimos, al igual que los líderes de los pequeños grupos, que cuantos más castigos infligimos, mayor es la cantidad que debemos infligir.

10) El líder debe escuchar. Si el líder ha de dar las órdenes que mantengan un equilibrio móvil, debe estar informado acerca de la situación total, dentro y fuera de su grupo.

11) El líder debe conocerse a sí mismo. Debiera resultar obvio que el líder mismo constituye la mayor amenaza para el equilibrio móvil del grupo. Él es quien más puede hacer para ponerlo en peligro.

En cuanto a los movimientos políticos, podemos hablar de liderazgos cuando se trata de dirigir y orientar a toda la población, sin hacer exclusiones. Los movimientos de tipo totalitario, sin embargo, establecen una estricta división entre “ellos y nosotros”, utilizando implícitamente el lema “divide y reinarás”, y favoreciendo la división y el enfrentamiento entre sectores. Esta misma actitud es tomada respecto de los distintos países. A los países “enemigos” se los distingue como “ellos”, algo opuesto a “nosotros”.

En el lenguaje cotidiano, con la palabra “ellos” se designa tanto al sector nacional excluido como al país enemigo. Así, los ideólogos marxistas consideran como cipayos y partidarios de EEUU a quienes no adhieren a sus creencias básicas. Se llega así a una situación en la que gran parte de los ciudadanos son considerados como “extranjeros” en su propio país e incluso se les asocia, injustificadamente, cierta actitud favorable hacia determinado país extranjero.

Si alguien es considerado como un “extranjero y enemigo”, en su propio país, seguramente tendrá una opinión similar respecto de quienes lo calificaron de esa forma. Por el contrario, los movimientos nacionales, que no excluyen a ningún sector, tienen características universalistas, y ello se debe al hecho de promover actitudes y valores cooperativos, que impiden cualquier tipo de discriminación sectorial y favorecen la unión de los pueblos aún en la existencia de la diversidad cultural.

Se atribuye a Nicola B. de Machiavello la expresión siguiente: “Es mejor ser temido que ser amado”. A partir de esta sugerencia, dirigida a los líderes políticos, podemos extraer las dos tendencias extremas posibles para el ejercicio del liderazgo. Por una parte tenemos al líder que impone temor (liderazgo autoritario). Sus directivas se cumplen porque se teme tanto un castigo moral como material. Por otra parte tenemos el liderazgo ejercido bajo la existencia de una mutua empatía entre el líder y sus subordinados (liderazgo democrático). Todos tienen la capacidad de ubicarse en el lugar del otro, para evitar perjuicios y para facilitar el éxito de todos. El líder confía en sus dirigidos y espera de ellos lo mejor. Cada uno de los dirigidos teme no responder en forma eficaz a la confianza otorgada, y por ello se exige a sí mismo el máximo de lo que puede dar. Este último tipo de liderazgo es el que mejor responde a la actitud cooperativa que debe predominar en todos y cada uno de los integrantes de una sociedad.