sábado, 30 de junio de 2012

Igualdad vs. eficiencia

Por lo general se acepta que, desde un punto de vista económico, a mayor libertad lograda se producirá una menor igualdad, por lo que aparecen libertad e igualdad como aspectos contradictorios que deben compatibilizarse resignando o sacrificando uno de ellos para salvaguardar al otro. Incluso se critica a la economía de mercado por favorecer las desigualdades, promoviendo la libertad, mientras que se considera que el socialismo favorece la igualdad aunque a costa de restringir la libertad. Milton Friedman escribió: “Una sociedad que coloca la igualdad por delante de la libertad no conseguirá ni la una ni la otra. Una sociedad que coloca la libertad por delante de la igualdad conseguirá un grado elevado de ambas” (Citado en “50 cosas que hay que saber de economía”-Edmund Conway-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2011).

En realidad, la pérdida de libertad que se produce bajo sistemas de tipo socialista se hace sentir mayormente en las personas con reconocida capacidad laboral e iniciativa, que se sienten anulados por la planificación estatal, mientras que los sectores menos voluntariosos aparentemente no ven una diferencia esencial trabajando en relación de dependencia, ya sea en una empresa privada o bien en una estatal. Sin embargo, tarde o temprano habrán de sentir una diferencia en el nivel de vida adquirido, ya que la anulación de las capacidades individuales tiende a producir un desmejoramiento en la eficiencia del proceso productivo.

Puede, entonces, describirse el antagonismo considerado en función de la igualdad y de la eficiencia, de tal manera que, a mayor igualdad económica, menor eficiencia en la producción. Arthur M Okun escribió: “En mi opinión, la de la igualdad y la eficiencia, es nuestra mayor disyuntiva socioeconómica, que invade muchos aspectos de nuestra política social. No podemos conservar nuestra torta de eficiencia económica y a la vez distribuirla en partes iguales”. “La existencia de una disyuntiva entre eficiencia e igualdad no significa que todo lo que es positivo para la una sea necesariamente negativo para la otra. Las medidas que presionaron sobre los ricos hasta el punto de destruir la inversión y, en consecuencia, perjudicar la calidad y la cantidad de empleos para los pobres, empeorarían tanto la eficiencia como la igualdad” (De “Igualdad y eficiencia”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1982).

Es indudable que, considerando personas que tienen ingresos mensuales similares, a lo largo del tiempo habrá un conjunto de resultados distintos, por cuanto la forma de administrar recursos difiere en las distintas personas. Arthur M Okun escribió: “En la actualidad, dentro del mismo nivel de ingresos, algunas familias gastan más en vivienda y mucho menos en educación que otras. Es obvio que igualdad económica no es lo mismo que igualdad de oportunidades”.

Debe aclararse un aspecto importante en este tipo de disyuntivas, ya que la desigualdad económica resulta ser un grave problema en todas aquellas personas que poseen una escala de valores estrictamente material, ya que dejan de lado tanto los aspectos afectivos como los intelectuales. Para esas personas, tener menos dinero que otras significa valer menos como seres humanos. De ahí que los sistemas económicos y sociales que promueven prioritariamente la igualdad lo hacen principalmente para proteger al individuo de una vida en la cual la envidia amargará su existencia.

Para las personas que tienen presentes tanto los valores materiales como los afectivos y los intelectuales, la desigualdad económica carece totalmente de importancia, mientras que la pobreza material es el real problema a superar. Así, por ejemplo, encontrará positivo el hecho de que la China haya adoptado la economía de mercado sacando de la pobreza anualmente a varios millones de personas, mientras que otros prefieren el antiguo régimen socialista “más igualitario”. G. Thibon escribió: “El igualitarismo cristiano, basado en el amor que eleva, implica la superación de las desigualdades naturales; el igualitarismo democrático, basado en la envidia que degrada, consiste en su negación”.

La historia reciente nos ha mostrado dos casos que permiten hacer una comparación válida entre ambos sistemas:

a) El mismo pueblo en una misma época: Alemania Occidental y Alemania Oriental
b) El mismo pueblo en épocas distintas: China con mercado y China con socialismo

Puede decirse que se enfrentaron los dos sistemas siguientes:

Economía de mercado = Eficiencia + Desigual distribución de la riqueza (La Alemania Occidental del “milagro alemán” y la actual China reductora de la pobreza)

Economía socialista = Ineficiencia + Igualitaria distribución de la pobreza (La Alemania Oriental del “muro de Berlín” y la China de las hambrunas de Mao-Tse-Tung)

Aunque parezca obvio que el sistema más exitoso es el primero mencionado, será criticado porque no protege al ciudadano común de la envidia que podrá sentir al ver a otros con mayor nivel de vida. De ahí que, aunque resulte sorprendente, muchos consideran más exitosos tanto a la Alemania Oriental del muro de Berlín como la China socialista de las grandes hambrunas.

En la Argentina actual (2012), quienes pretenden, o pretendieron, que el país siguiera el rumbo de la eficiencia y del desarrollo, son calificados despectivamente como “liberales”, o “neoliberales”, denominación que ha pasado a ser un insulto, de los más severos, entre los muchos que abundan en nuestro idioma.

Los movimientos pseudo-democráticos o bien totalitarios (fascismo, marxismo, peronismo, socialismo) han convencido a la mayor parte de la población de que debemos seguir por el camino del subdesarrollo ya que no existe ejemplo en el mundo de un país que haya alcanzado el éxito con sistemas realizados principalmente para proteger a la sociedad de la envidia; actitud que anhela fuertemente la igualdad económica. De ahí que no se entiendan las protestas cotidianas por cuanto, en forma consciente y deliberada, la mayor parte de la población ha elegido la ineficiencia y la igualitaria distribución de la pobreza (aunque a veces no resulta tan igualitaria).

Para comprobar la aseveración previa, hágase una encuesta en la población respecto del porcentaje de liberales que aspiran a que su país adopte la Economía Social de Mercado, sistema económico similar al que produjo el “milagro alemán”. Resulta tan pequeño el porcentaje que en la actualidad no existe un partido político a nivel nacional que proponga tal objetivo. Por el contrario, la mayor parte de los movimientos políticos consisten en coaliciones entre políticos que anhelan lograr el poder absoluto a través del Estado y de votantes seguidores que anhelan sentirse liberados de la envidia promoviendo ambos una redistribución de los ingresos que hará menos ricos a los que producen y menos pobres a los que poco trabajan.

Para justificar tales objetivos, se basan en la “ley de Marx”, que les asegura que todo empresario está exento de virtudes y todo empleado está exento de defectos, de donde surge la “justicia social” que es entendida como que el Estado, y no el mercado a través del trabajo, debe ser el que distribuya los bienes económicos producidos. Los políticos, sindicalistas e intelectuales, basados en forma consciente o inconsciente en esa “ley”, promueven la pobreza estructural de la sociedad. Tal eficaz acción anti-empresarial nos asegura el subdesarrollo por muchos años. Ernesto Sandler escribió: “Las empresas son las principales generadoras de empleo. Son el principal motor del crecimiento de un país que se precie de moderno y apunte al progreso económico. Sin empresas eficientes y empresarios creativos es difícil concebir el progreso social. Sin empresas no hay empleo. Sin empleo no hay producción. No existe riqueza para distribuir”.

“A través de un perverso sistema impositivo, los gobiernos se quedan con cerca del 40% de la riqueza producida por los argentinos. Recaudación que no se traduce en una buena seguridad pública o un eficiente sistema de salud. No hablemos de la educación y el ejercicio de la justicia que cada día es peor”.

“En Argentina, de cada 100 empresas que inician un nuevo emprendimiento, sólo el 20% continúa funcionando al promediar el segundo año”. “De las empresas que logran sortear los dos primeros años de su etapa constitutiva, sólo el 10% prosigue con sus actividades después de la década”.

“Los datos son contundentes. Estas cifras nos revelan que de cada 100 empresas que cada año inician una actividad económica en Argentina, sólo el 2% podrá superar la barrera de los 10 años. El 98% restante habrá quedado en el camino”. “El mayor porcentaje de quiebras en nuestro país tiene causas ajenas a las condiciones de los empresarios. Son consecuencias del orden económico en el que las empresas despliegan sus actividades”.

“El hostigamiento de los poderes públicos o de grupos de presión contra las empresas incide negativamente sobre los emprendedores particulares e inversores de capital que no se sienten estimulados de invertir en un orden económico que los hostiga y acusa de ser responsables de la mayor parte de los desajustes económicos. Ante esta falta de reconocimiento, las empresas optan por emigrar a sociedades más amigables y los inversores buscarán otros países que ofrezcan mayor rentabilidad y mayor seguridad jurídica” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012).

Ya que el capitalismo implica principalmente empresarios y capitales, y al considerarse el capitalismo como “algo perverso” que debe ser destruido, no es de extrañar que muchos vean como un hecho positivo que aparezcan pocas empresas e incluso que los capitales vayan a otros países. Ernesto Sandler agrega: “Complementariamente a la falta de inversión nacional e internacional para la creación de nuevas empresas o el fortalecimiento de las existentes, se puede comprobar que la tendencia migratoria de los capitales de Argentina al exterior, o la fuga de capitales, es incesante, incrementándose en periodos de crisis o inestabilidad. Conjuntamente y como consecuencia de esa falta de inversión, la demanda de empleo por parte de las empresas privadas es relativamente escasa. Para cubrir ese bache la economía pública estatal mantiene un sostenido crecimiento del empleo público”.

El “programa económico”, apoyado mayoritariamente por la población en las pasadas elecciones, consiste esencialmente en un modelo inflacionario, anti-empresarial y expulsador de capitales. Si por ese camino la Argentina sale del subdesarrollo, deberemos entonces hablar del “milagro argentino”.

miércoles, 27 de junio de 2012

Acerca del psicoanálisis

Se considera al psicoanálisis como una técnica que permite curar algunos desórdenes de la conducta cuyas causas provendrían del subconsciente, y que se asocia principalmente al médico Sigmund Freud. B.R.Hergenhahn escribió al respecto: “A quienes desarrollaron la psicología del inconsciente no les preocupaba el diseño experimental ni la filosofía de la ciencia, ni tampoco respaldar las afirmaciones de los asociacionistas. Su interés estaba centrado en comprender las causas de las enfermedades mentales y en emplear ese conocimiento para ayudar a los pacientes aquejados de ellas” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2009).

El inicio del psicoanálisis se establece en Austria, a finales del siglo XIX. En esa época el hipnotismo estaba de moda y mediante este proceso se trataba de obtener mejoras en las personas histéricas. Emilio Mira y López escribe: “Todos los enfermos funcionales del sistema nervioso eran sometidos a su poderosa acción sugestiva, y así no es de extrañar que Josef Breuer, médico que en aquella época ejercía la neurología en Viena, tratara de obtener con él la desaparición de los síntomas histéricos que presentaba una de sus pacientes. Era ésta una chica joven, de distinguida familia, que padecía de una serie de manifestaciones espasmódicas, especialmente acusadas al nivel de la faringe y el esófago, bajo la forma de una rara hidrofobia: tan pronto como la enferma tenía sed y quería beber agua, empezaba a temblar delante del vaso que la contenía; al querer llevarlo a sus labios lo lanzaba súbitamente horrorizada y era presa, seguidamente, de un ataque histérico”.

“Un día, encontrándose la enferma hipnotizada, empezó a hablar y súbitamente se acordó y explicó que había tenido una institutriz inglesa a la cual odiaba. Esta institutriz tenía un perro –animal repugnante- y la enferma se había sorprendido y asqueado un día, al ver que dicho perro estaba bebiendo agua en uno de los vasos que ella utilizaba para ese fin. Una vez recordada con todos los detalles esta escena y revividas las desagradables sensaciones que primitivamente evocó en la enferma, ésta se despertó, pidió agua y la bebió sin dificultad, quedando curada para siempre de su trastorno”.

“Según la concepción de Breuer, los acontecimientos desagradables son capaces de provocarnos una especie de indigestión espiritual, así como un alimento inadecuado puede dar lugar a una indigestión somática. Y la terapéutica racional es en los dos casos la misma: conseguir la catarsis, es decir, la expulsión o eliminación del agente alterante” (De “Los fundamentos del psicoanálisis” - Editorial Americalee-Buenos Aires 1943).

Sigmund Freud trató de perfeccionar el método de la catarsis, primeramente presionando al paciente ubicando una mano en la frente, procedimiento empleado por Hippolyte Bernheim, y, finalmente, procedió a promover en el paciente una asociación libre de pensamientos y recuerdos, logrando mejores resultados. Posteriormente se dedicó al estudio de los elementos psíquicos reprimidos junto al estudio de los sueños, considerados éstos como una especie de ventana que permitiría conocer mejor al subconsciente.

Debido a que Freud asociaba los aspectos sexuales del hombre a la esencia de su personalidad, recibió muchas críticas por establecer una imagen distorsionada e incompleta del ser humano. Viktor Frankl escribió: “Para Freud el inconsciente era ante todo un almacén de impulsividad reprimida. En realidad, no sólo existe lo impulsivo inconsciente, sino también lo espiritual” (De “La presencia ignorada de Dios”-Editorial Herder SA-Barcelona 1986).

Actualmente el psicoanálisis está siendo reemplazado por otras terapias. Catherine Meyer escribió: “A escala internacional, con la excepción de Argentina y Francia, el psicoanálisis como terapia ha quedado atrás. Un articulo de The New York Times de noviembre de 2007 señalaba que la enseñanza del psicoanálisis había desaparecido de las facultades de medicina y psicología, para hallar refugio en las áreas de literatura y filosofía” (De “Los nuevos Psi”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

También ha caído en descrédito por cuanto se lo ha acusado de ser una práctica pseudo-científica. Mario Bunge escribe: “Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean, ingenua o maliciosamente, dar como ciencia, aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos. Pseudociencias aun influyentes son, por ejemplo, la de los zahoríes, la investigación espiritista y el psicoanálisis”.

Recordemos que todo conocimiento científico ha de ser verificable experimentalmente, de ahí que podrá llegar a ser un conocimiento de validez general por cuanto cualquier hombre estará en condiciones, si sus aptitudes lo permiten, de poder ver lo que otros pueden ver. De todas formas, no todo conocimiento que cae fuera del ámbito de la ciencia ha de ser un conocimiento erróneo, como es el caso de la religión y la filosofía, ni todo conocimiento que respete el método científico ha de resultar verdadero. Lo que resulta criticable es el hecho de colocarle injustamente el rótulo de “científico” a lo que no admite verificación.

Si el psicoanálisis se hubiese mantenido en el estricto ámbito de la medicina, se hablaría de un método que tiene cierto porcentaje de eficacia y que por lo tanto conviene, o no, aplicarse. Sin embargo, en la actualidad aparece, dentro de textos que tratan acerca de las teorías de la personalidad, la propuesta por Sigmund Freud, ya que se ha pretendido asociarle una validez que excede los alcances que en realidad tiene. Mario Bunge agrega: “El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría sería aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadera; como técnica, si se mostrara que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y prácticas tiene que someterse él mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si se desea ser tomado por una ciencia. Ahora bien, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad”.

“En primer lugar, las tesis del psicoanálisis son ajenas a la psicología, la antropología y la biología, a menudo incompatibles con ella. Por ejemplo, el psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capitulo más adelantado de la psicología. La hipótesis de una memoria racial inconsciente no tiene apoyo alguno en genética; la afirmación de que la agresividad es instintiva y universal se contradice con la etología y la antropología; la hipótesis de que todo hombre acarrea un complejo de Edipo está en contradicción con los datos de la antropología. Esto no sería grave si se tratara de puntos secundarios de la doctrina; pero son puntos importantes y, sobre todo, el psicoanálisis no puede apelar a la ciencia para eliminar esas partes de su doctrina, porque se presenta como una ciencia rival e independiente”.

“En segundo lugar, algunas hipótesis psicoanalíticas son incontrastables; por ejemplo, las de la sexualidad infantil, la existencia de entidades desencarnadas dentro de la personalidad (el ello, el ego, el superego), y del sueño como significativo de la vuelta al seno materno”.

“En tercer lugar, las tesis psicoanalíticas que son contrastables han sido ilustradas, pero nunca realmente contrastadas por los psicoanalistas con la ayuda de las técnicas corrientes de contrastación; en particular, la estadística no desempeña papel alguno en el psicoanálisis. Y cuando han sido psicólogos científicos los que han sometido esas tesis a contrastación, el resultado ha sido un fracaso. Ejemplos: (i) la conjetura de que todo sueño es la satisfacción de un deseo ha sido contrastada preguntando a sujetos con necesidades urgentes y objetivamente conocidas, como la sed, el contenido de sus sueños; resultado: hay muy escasa correlación entre las necesidades y los sueños. (ii) Según la hipótesis de la catarsis, la contemplación de films que exponen comportamientos violentos debería tener como resultado una descarga de agresividad; la experimentación científica ha mostrado el resultado contrario. (iii) Estudios sistemáticos y tenaces han destruido la tesis psicoanalítica de que existe una correlación relevante entre las primeras costumbres de alimentación y excreción, por un lado, y rasgos de la personalidad por otro. (iv) Formando grupos para estimar la influencia de la terapéutica psicoanalítica en la neurosis, no se ha encontrado influencia favorable alguna, pues el porcentaje de curaciones estaba algo por debajo del porcentaje de curaciones espontáneas; en cambio, la técnica científica de recondicionamiento tiene éxito en la mayoría de los casos”.

“En cuarto lugar, aunque algunas conjeturas psicoanalíticas son, tomadas aisladamente, contrastables, y lo han sido, como acabamos de ver, en cambio, no son contrastables tomadas como cuerpo total. Por ejemplo: si el análisis del contenido de un sueño no muestra que ese sueño es la satisfacción imaginaria de un deseo, el psicoanalista sostendrá que eso sólo prueba que el sujeto ha reprimido enérgicamente su deseo, el cual está por tanto más allá del control del terapeuta; análogamente, ante una persona que no presente el complejo de Edipo, el psicoanalista dirá que lo tiene muy reprimido, tal vez por el temor a la castración. Y de esa manera las diversas tesis, los diversos miembros de la banda, se protegen los unos a los otros, y la doctrina en su conjunto resulta inatacable por la experiencia”.

“En quinto lugar, el psicoanálisis, además de eliminar por absorción indiscriminada toda evidencia que normalmente (en la ciencia) sería considerada desfavorable, se resiste a la crítica. Y hasta la elimina mediante el argumento ad hominem según el cual el crítico está manifestando el fenómeno de resistencia, y confirmando así la hipótesis psicoanalítica sobre ese fenómeno. Ahora bien: si ni la argumentación ni la experiencia pueden resquebrajar una doctrina, entonces esa doctrina es un dogma, no una ciencia. Las teorías científicas, lejos de ser perfectas, son, o bien fracasos que se olvidan, o bien construcciones perfectibles, y por tanto corregidas en el curso del tiempo” (De “La investigación científica”-Siglo XXI Editores SA-México 2000).

En una breve historieta, aparecen dos personajes, A y B. El personaje A expresa: “Se me acaba de ocurrir la teoría perfecta”. “¡Mi teoría es que Beethoven habría escrito mejor música si hubiera estado casado!”. El personaje B pregunta: “¿Y por qué es perfecta tu teoría?”, recibiendo como respuesta: “¡Porque no hay forma de probarla!” (De “Psicología”-D.G. Myers-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2006).

Quizás la decisión de mayor importancia que deben adoptar los adeptos a toda actividad que pretenda ser científica, ha de ser la posibilidad de rechazar todo contenido erróneo, especialmente por su resultado. De lo contrario, tal actividad caerá en el “todo vale”, y la pretendida “ciencia” no se distinguirá de otras actividades cognitivas que presentan pobres garantías de veracidad por cuanto no hacen el “control de calidad” que le ha dado a la ciencia experimental su actual prestigio.

domingo, 24 de junio de 2012

La evolución del capitalismo

Para la adopción del sistema económico propuesto por el liberalismo, el capitalismo, se debe inducir en la sociedad una previa adaptación a las leyes propuestas y aceptadas por la ciencia económica. Como toda ciencia experimental, habrá de orientarse principalmente por el método de “prueba y error”, aceptándose lo que concuerde con la realidad y rechazándose lo que de ella difiera sustancialmente. De ahí que pueda hablarse de una evolución de la ciencia económica como una progresiva adaptación del pensamiento económico a la propia realidad descripta. La historia de la economía consiste en una sucesión de conocimientos incorporados (previa selección de los mismos), que constituye un conjunto unificado y coherente sujeto a revisión y a un posterior perfeccionamiento.

Se considera, como inicio de la ciencia económica, la labor de los fisiócratas, mientras que todo conocimiento económico previo es considerado como una etapa pre-científica, aunque con aportes importantes ya que en esa etapa se planteó gran parte de los problemas que habrían de solucionarse en el futuro. Entre los aportes de los fisiócratas aparece el concepto de “orden natural”, es decir, el reconocimiento de que el hombre, realizando intercambios en libertad, tiende a establecer un ordenamiento que admite ciertas leyes. La palabra “fisiocracia” significa, justamente, “gobierno del orden natural”. Miguel A. Martínez-Echeverría escribió: “Su concepción básica es que todo el universo, incluida la actividad económica, funciona automáticamente con arreglo a sus propias leyes. Este funcionamiento es armonioso y autorregulable, siempre que se le quiten las trabas que le impiden manifestar su íntima vitalidad y salud” (De “Evolución del pensamiento económico”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1983).

De los fisiócratas surge la expresión francesa “laissez faire et laissez passer, le monde va de lui-même” (Dejar hacer y dejar pasar, el mundo anda por sí mismo) indicando que existe un ordenamiento espontáneo y que no hace falta establecer un “orden artificial”. Esta postura es análoga a la del creyente religioso que acepta la existencia de un orden natural al cual, mediante sus actitudes éticas, se debe adaptar, mientras que el no creyente considera que el hombre mismo es el que tiene la responsabilidad de diseñar un modelo de sociedad “artificial” al cual todo individuo debería adaptarse.

La etapa siguiente está asociada a Adam Smith quien publica en 1776 “La Riqueza de las Naciones”. Se destaca en dicho libro el esclarecimiento de la esencia del “orden natural espontáneo” propuesto por los fisiócratas. Tal orden implica primeramente la división (o especialización) del trabajo, por medio del cual se incrementa notablemente su productividad. La existencia de tal proceso implica la necesidad de un intercambio posterior, lo que da lugar al mercado. Se considera que el mercado constituye un sistema autorregulado (de realimentación negativa), por lo que Adam Smith lo describe mediante la supuesta existencia de una “mano invisible” que ordena los intercambios en el mercado.

El mercado, tal como lo describen los economistas, es una abstracción que nunca se encuentra en la realidad. Sin embargo, tal abstracción orienta a la economía hacia una meta que debe alcanzarse. Recordemos que este método, por el cual se establecen entes idealizados cercanos a la realidad, es el utilizado en la teoría de los circuitos eléctricos. Así, no existe en el mundo real un bobinado que tenga solamente inductancia y que carezca completamente de resistencia y de capacidad eléctrica. Sin embargo, el inductor puro, como elemento circuital idealizado, es uno de los entes básicos de tal teoría.

El problema inmediato que surge de la posibilidad, y de la necesidad, de efectuar intercambios, es el criterio para asignar el valor de cada producto, para que el intercambio sea equitativo, es decir, para que se beneficien ambas partes. En un comienzo, el valor de un bien se asociaba al trabajo (o al costo) necesario para producirlo, consistiendo aparentemente en un valor objetivo, ya que generalmente no se tenia presente la forma de la incorporación de la habilidad o la información necesaria para producirlo. Con el tiempo se fue aceptando la existencia de un valor subjetivo de cada bien que proviene esencialmente del “precio de mercado” determinado por las presiones opuestas ejercidas tanto por la oferta como por la demanda. Si al productor le resulta desventajoso tal precio, debe optar por dejar de producir la mercancía correspondiente.

Una consecuencia sorprendente (y discutible) es que el mercado funciona aceptablemente (desde un punto de vista estrictamente económico) a pesar del egoísmo de los participantes en el proceso (pero no así a pesar de la negligencia de los mismos). Epicteto escribió: “No se trata tan sólo de la estimación por uno mismo: porque es natural en el hombre, lo mismo que en otras criaturas, hacerlo todo en el propio beneficio…en general, Zeus ha creado de tal modo la naturaleza del animal racional, que éste nada puede lograr para sí mismo sin proporcionar a la vez algún servicio a su comunidad. De lo que se desprende que hacerlo todo en el propio beneficio, en modo alguno es antisocial” (Citado por L. S. Stepelevich).

Una vez aclarado el comportamiento del sistema, se observaron algunos inconvenientes que debían subsanarse para que no se perdieran las ventajas de su eficacia. Puede hacerse una síntesis de los inconvenientes que impiden el desarrollo eficaz del proceso del mercado:

Causas internas (debidas a sus participantes): a) Negligencia generalizada para el trabajo, b) Búsqueda generalizada de trabajo en relación de dependencia y falta de empresarios, c) Formación de monopolios, d) Explotación laboral, e) Especulación financiera.
Causas externas (debidas a la intervención del Estado): a) Expansión monetaria excesiva, b) Cobro excesivo de impuestos, c) Imposición de precios máximos o mínimos de los bienes y servicios, d) Reducción o elevación compulsiva de la tasa de interés de los créditos, e) Gastos estatales mayores que los ingresos.

La severa crisis mundial producida a partir del 2008 se inicia por una reducción artificial (por parte del Estado y fuera del mercado) de las tasas de interés para préstamos otorgados para la adquisición de viviendas en los EEUU. Edmund Conway escribió: “Muchas familias que no tenían una posición acomodada aceptaron hipotecas sin darse cuenta de que, cuando terminaran los años de tipos de interés bajos, sus amortizaciones mensuales se dispararían repentinamente a niveles que no estarían en condiciones de pagar. Los economistas convencionales no previeron la escala del descalabro que se produciría a continuación, en parte porque no consiguieron advertir que la gente estaba tomando decisiones visiblemente irracionales que en última instancia les llevaría a perder sus hogares” (De “50 cosas que hay que saber sobre Economía”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2011).

Como en el caso de otras ciencias sociales, la economía presenta tanto una función descriptiva como una función normativa. Así como la medicina no sólo consiste en realizar una actividad descriptiva respecto del funcionamiento del cuerpo humano, sino que debe definir acciones concretas para restablecer la salud en caso de enfermedad, el economista también debe contemplar la posibilidad de sugerir soluciones concretas ante diversas circunstancias que se presentan en un país.

La teoría económica se basa en el supuesto de que los actores económicos (empresarios y consumidores) mantienen un comportamiento racional, buscando lo que los favorece y rechazando lo que los perjudica. Sin embargo, entre las causantes de las crisis actuales aparece un comportamiento poco racional tanto en empresarios como en consumidores. De ahí que la nueva tendencia de la economía sea el estudio de los comportamientos reales de las personas de tal manera que el Estado, mediante leyes y decisiones, trate de limitar el libre accionar para evitar los graves inconvenientes posteriores. Edmund Conway escribió: “La economía se encuentra en un proceso de evolución que plantea un cambio radical de perspectiva: de una fe casi ilimitada en la capacidad de los mercados para decidir el mejor resultado se camina hacia una disciplina que cuestiona que precisamente los mercados siempre tengan esa capacidad. Como la novela moderna, que en lugar de limitarse a un único discurso escoge con eclecticismo entre una variedad de estilos diferentes, la economía del siglo XXI habrá de elegir elementos del keynesianismo, el monetarismo, la teoría de los mercados racionales y la economía del comportamiento para crear una nueva fusión”. “La idea en síntesis: hay que intervenir cuando la gente no se comporta en forma racional”.

Por lo general, las “necesarias” intervenciones del Estado en la marcha de la economía, se deben a la necesidad de solucionar las previas e “innecesarias” intervenciones a la misma. En decir, el Estado debe intervenir en la economía de manera tal que no llegue a distorsionar el mercado, debiendo poner límites jurídicos al accionar de sus participantes para permitir su libre funcionamiento.

Debido a que los políticos, que dirigen el Estado y hacen leyes, también muestran un comportamiento irracional, debemos acelerar los pasos pero para pasar de una economía que presupone el hombre racional a una que contemple al hombre ético, ya que toda irracionalidad, en el comportamiento económico, se la puede asociar a un comportamiento poco ético. En realidad, la ciencia económica debe describir al hombre tal cual es, pero, si se busca optimizar el comportamiento económico, tanto como todo tipo de comportamiento social, debe reclamarse una mejora ética en todos los integrantes de la sociedad, en lugar de proseguir en la búsqueda de leyes y resoluciones que contemplen las innumerables formas que el hombre dispone para perjudicar a los demás y a sí mismo, resaltando la única forma cooperativa que existe para beneficiarse conjuntamente con los demás. Wilhelm Röpke escribió:

“El sistema en que los precios y la producción son determinados por la oferta y la demanda, merece ser considerado y defendido solamente como parte de un orden general más amplio, que abarca la ética, el derecho, las condiciones naturales para la vida y la felicidad, el Estado, la política y el poder. La sociedad en su conjunto no puede ser regida por las leyes de la oferta y la demanda, y el Estado es algo más que una especie de empresa comercial”. “Los individuos que compiten en el mercado en procura de su propio beneficio, necesitan más que nadie de las normas sociales y morales de la comunidad, sin las cuales la competencia degenera hasta los extremos más penosos” (Citado en “Enfoques económicos del mundo actual”-L.S.Stepelevich-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1978).

viernes, 22 de junio de 2012

Spinoza: el Newton de las humanidades

Mientras que las ciencias exactas progresan alcanzando sus objetivos, algunas de las ciencias sociales permanecen en una etapa pre-científica. Si bien los temas descriptos por las primeras resultan accesibles a la verificación y a la experimentación, el éxito logrado se debe principalmente a la decidida búsqueda de la verdad a través del método científico, actitud poco compartida por muchos de los realizadores de las ciencias del hombre y la sociedad, que deben luchar contra prejuicios e ideologías que los dominan.

Si se observa con atención el contenido de textos acerca de la personalidad, se encontrará con una cantidad inusitada de teorías propuestas, sin que ello sea considerado como un signo alarmante de multiplicidad de “verdades”. Quizás si estuviese claro, para los científicos sociales, que la esencia del método científico consiste en hacer descripciones en base a aspectos observables y verificables experimentalmente, y que, además, es “obligatorio” organizar el conocimiento logrado en forma axiomática, posiblemente se reduciría la cantidad de teorías por el hecho de que se buscarían los aspectos comunes que habrían de permitir establecer vínculos entre las mismas.

Por lo general, se supone que la física es la pionera en el uso del método de la ciencia experimental y que, luego, tal método se difunde hacia las ciencias sociales. Sin embargo, ello sólo es cierto parcialmente. Así, en el caso del método axiomático, encontramos que tal sistema descriptivo aparece con Euclídes de Alejandría en el siglo III AC, autor que sintetiza todo el conocimiento que en su época existía acerca de la geometría. Luego, en el siglo XVII aparece el libro de Baruch de Spinoza titulado “Ética demostrada según el orden geométrico” (1677), entendiéndose por “orden geométrico” el sistema axiomático de Euclídes. Posteriormente aparecen los “Principios matemáticos de la Filosofía natural” (1687) de Isaac Newton, quien establece la primera síntesis axiomática de los fenómenos mecánicos y astronómicos. Tanto el libro de Spinoza como el de Newton, antes mencionados, no sólo se caracterizan por la profundidad y por la veracidad que poseen, sino por las dificultades que presentan para su comprensión aun en el caso de especialistas en esos temas.

Podemos decir que las ciencias sociales esperan al “Newton de las humanidades”; alguien que pueda organizar en un sistema coherente la mayor parte del conocimiento del hombre y de la sociedad. Tal expresión proviene del físico británico George P. Thomson, quien escribió: “La Sociología tiene todavía que encontrar su Newton y conocer a su Planck: la predicción en ella es adivinanza” (De “El futuro previsible”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1956).

Debido a que los aportes de Spinoza, acerca de la conducta individual, han sido parcialmente corroborados por los recientes descubrimientos en neurociencia, y por estar tales aportes organizados en forma axiomática, el primer candidato para ocupar el lugar señalado por Thomson es el propio Baruch de Spinoza (1632-1677). La pobre valoración del método axiomático, en las ciencias sociales, ha hecho que en varios libros de Historia de la Psicología ni siquiera aparezca el nombre de este destacado filósofo holandés, esclarecedor de conceptos tan importantes como el amor y el odio, definidos con tanta precisión que tales conceptos pueden ser evaluados exitosamente en la propia realidad cotidiana.

También establece las ideas básicas de la religión natural, compatible con la ciencia experimental, incluyendo en su esquema conceptos importantes de la política, como la democracia, además de proponer una teoría del conocimiento. Antonio Damasio escribió: “No es fácil conocer a Spinoza. La dificultad empieza con el problema de que existen varios Spinoza, al menos cuatro según mis cuentas:

1- El primero es el Spinoza accesible, el erudito religioso radical que no está de acuerdo con las iglesias de su época, presenta una nueva idea de Dios y propone un nuevo camino para la salvación humana.
2- A continuación está el Spinoza arquitecto político, el pensador que describe las características de un Estado democrático ideal poblado por ciudadanos responsables y felices.
3- El tercer Spinoza es el menos accesible del conjunto: el filósofo que utiliza datos científicos, un método de demostración geométrica e intuición para formular una idea del universo y de los seres humanos que hay en él.
4- Hay un cuarto Spinoza: el protobiólogo. Éste es el pensador biológico oculto tras innumerables proposiciones, axiomas, pruebas, premisas y escolios.

Dado que muchos de los avances de la ciencia de las emociones y sentimientos son coherentes con proposiciones que Spinoza empezó a enunciar, mi segundo propósito en este libro es conectar a este Spinoza menos conocido con parte de la neurobiología correspondiente de hoy” (De “En busca de Spinoza”-Crítica SL-Barcelona 2007).

El filósofo que estamos tratando, estableció un sistema filosófico que resultó enteramente compatible con el posterior desarrollo de la ciencia experimental. En su visión del mundo contempló la posibilidad de que todo lo existente estaría regido por leyes naturales, que luego resultó ser uno de los principios básicos aceptado por la ciencia experimental. Recordemos que previamente predominaba la idea de la dualidad entre mente y cuerpo, y entre Dios y el mundo, como entes separados y regidos por leyes distintas, o bien sin que rigiera algún tipo de ley. R. I. Watson escribió: “Spinoza tal vez fue el primer pensador moderno que viera el mundo incluido el hombre, desde un punto de vista estrictamente determinista. La mente y el cuerpo tienen la misma estatura y los dos están sujetos a las leyes naturales. Vio con claridad que su visión determinista del hombre requería que hubiera leyes de la naturaleza que se pudiesen aplicar al hombre” (Citado por B. R. Hergenhahn)

A partir de algunos conceptos simples y observables, pudo sintetizar una gran cantidad de aspectos vinculados con la conducta humana. B. R. Hergenhahn escribió: “Spinoza creía que la experiencia de la pasión disminuye la probabilidad de supervivencia. A diferencia de una emoción, que se liga a un pensamiento específico, la pasión no se asocia con ningún pensamiento particular”.

“Muchos piensan que la explicación de Spinoza respecto de las emociones fue su aportación más importante en psicología. Partiendo de unas cuantas emociones básicas, como el placer y el dolor, demostró que hasta 48 emociones más se podían derivar de las interacciones entre esas emociones básicas y diversas situaciones que se presentan en la vida”.

“Spinoza explicaba las siguientes emociones y demostraba que todas implican las emociones básicas de placer o dolor: asombro, desprecio, amor, odio, devoción, esperanza, miedo, confianza, desesperación, alegría, decepción, lástima, indignación, celos, envidia, simpatía, humildad, arrepentimiento, orgullo, honor, vergüenza, lamentación, gratitud, venganza, cobardía, ambición y lujuria. Antes de Spinoza, nadie había tratado las emociones humanas en tanto detalle” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2009).

La base del cristianismo es su ética, y la base de la ética cristiana es el amor. El declive y la limitación esencial del cristianismo radica en la “interpretación libre” del significado del amor, por lo cual es esencial una definición de tal emoción que sea compatible con la realidad y con el espíritu implícito en las prédicas cristianas. Baruch de Spinoza escribió al respecto: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”.

También define al odio: “El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según sea mayor o menor el afecto contrario en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Ambas emociones, amor y odio, conforman actitudes que, junto al egoísmo y a la indiferencia, constituyen las componentes afectivas de la actitud característica, atributo esencial del hombre y variable descriptiva fundamental en la Psicología Social. Desde esta rama de la ciencia puede expresarse una sugerencia similar a la establecida por el cristianismo: Trata de compartir las penas y las alegrías ajenas como si fuesen propias, de donde puede apreciarse que la religión natural (identificada con la ciencia experimental) permite llegar a una orientación ética enteramente similar a la propuesta por la religión revelada.

La identidad entre religión natural, que supone que todo está regido por leyes naturales, y religión revelada, que supone un Dios que interviene sobre el mundo, a veces interrumpiendo tales leyes, se encuentra en el concepto de actitud característica, ya que, si suponemos que el Dios que actúa como un hombre responde de igual manera en iguales circunstancias, estamos suponiendo que ese Dios también muestra una actitud característica por lo que estaría regido por las mismas leyes psicológicas que rigen al hombre, y de ahí la identidad de ambas posturas. Si, por el contrario, se supone que Dios actúa de distinta manera en iguales circunstancias, ya no sabremos a qué atenernos y así se diluyen todas las esperanzas de llegar a una religión universal que logre unir a todos los hombres reemplazando a las actuales religiones que tienen muy poco de “religión”, ya que por lo general son una causa más de desencuentros, conflictos y antagonismos.

El pensamiento de Baruch de Spinoza ha sido el que ha permitido vincular exitosamente filosofía, ciencia y religión, por lo cual parece muy adecuada su designación como “el Newton de las humanidades”. Anatole France escribió: “Spinoza es uno de los grandes héroes de la humanidad. Ha arrebatado a los hombres el vano temor y la vana esperanza de ser inmortales, haciéndoles sentir y experimentar que son eternos”. Por otra parte, Ernest Renán escribió: “Spinoza desde su pedestal de granito enseñará a todos el camino de la felicidad que él ha encontrado, y, en los siglos, el hombre cultivado que pasará por la Pavilioensgracht [lugar habitado por Spinoza] se dirá a sí mismo: Es desde aquí, tal vez, de donde Dios fue visto más de cerca” (Citas de “Cóncavo y convexo”-Horacio González-Grupo Editor Altamira-Buenos Aires 1999).

domingo, 17 de junio de 2012

La obediencia destructiva

Uno de los experimentos de mayor trascendencia en Psicología Social fue el realizado por Stanley Milgram en su afán por investigar los efectos negativos derivados de una excesiva obediencia ante autoridades o jerarquías superiores. Tal experimento requirió de unos 1000 participantes que recibieron una retribución monetaria por su participación. Se les informó que se trataba de una investigación acerca de la influencia del castigo en el ámbito educativo, mientras que, en realidad, lo que quería verificarse era el límite que cada participante se impondría a sí mismo cuando el nivel de sufrimiento infligido a otro individuo fuera considerable. Saul Kassin, y otros, escriben:

“La investigación que llevó a cabo Stanley Milgram a principios y mediados de los sesenta vinculó de manera espectacular la época de la posguerra con la era de la revolución social. Su trabajo se inspiró en la obediencia destructiva demostrada por los oficiales nazis y los ciudadanos comunes durante la Segunda Guerra Mundial, pero también centró la mirada en la desobediencia civil que comenzó a desafiar las instituciones en muchas partes del mundo. Los experimentos de Milgram, que consiguieron demostrar la vulnerabilidad de los individuos ante las órdenes destructivas de la autoridad, se convirtieron en la investigación más famosa en la historia de la psicología social” (De “Psicología Social”-S.Kassin, S.Fein, H.R.Markus-Cengage Learning Editores SA-México 2010).

El experimento consistía en que cada participante (como “profesor”) debía aplicar una breve y progresiva descarga eléctrica (que iba desde los 15 voltios hasta una tensión máxima de 450 voltios) cada vez que el “alumno” erróneamente respondía cuando se le requerían ciertas palabras que debía memorizar. En realidad, el “alumno” era un actor que fingía y exteriorizaba el sufrimiento mediante expresiones adecuadas al nivel de tensión eléctrica supuestamente recibida, estando ubicado en otra habitación, pero permitiendo hacer conocer sus reacciones al participante. También la elección del rol de “profesor” y “alumno” estaba establecida de tal manera que al encuestado siempre le tocaba “por azar” el lugar del “profesor”.

Cuando estaban interactuando solamente “profesor” y “alumno”, el porcentaje de participantes que llegaba a aplicar el máximo nivel de tensión fue bastante reducido. Sin embargo, cuando el “profesor” estuvo en presencia de un instructor que lo alentaba a seguir, asumiendo la total responsabilidad por la situación, el porcentaje subió hasta un sorprendente 65%, algo que fue bastante más allá de todas las expectativas. Experimentos similares fueron realizados posteriormente en otros países, dando resultados similares. Stanley Milgram dijo: “Diría, luego de haber observado a miles de personas, que si en EEUU se estableciera un sistema de campos de exterminio del tipo que vimos en la Alemania nazi, se encontraría suficiente personal para operarlos en cualquier pueblo mediano” (Citado en “Psicología social”-David G. Myers-McGraw-Hill Interamericana-México 2007).

Podemos decir que tanto la obediencia (hacia padres, docentes, autoridades, etc.) forma parte de las virtudes sociales de un individuo, como también lo es la elemental actitud de compartir el sufrimiento ajeno. Ambas virtudes no son contradictorias ni opuestas, pero es indudable que la última debe ser prioritaria a la primera. Recordemos que la prioridad cristiana es el amor al prójimo, por la cual se sugiere compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias. En la experiencia analizada se observa que los resultados mostrados son, por el contrario, la consecuencia de priorizar la “ley del César” antes que la “ley de Dios”.

El comportamiento de los participantes puede comprenderse a través de algunos supuestos, tales como los mencionados por Tom Butler-Bowdon, quien escribió: “¿Por qué los sujetos que administraban las descargas eléctricas no se sentían culpables y sencillamente abandonaban el experimento? Milgram fue cuidadoso a la hora de señalar que la mayoría de los sujetos sabían que lo que estaban haciendo no era correcto. Detestaban soltar las descargas, especialmente cuando las víctimas se oponían a ello. No obstante, aunque pensaban que el experimento era cruel o absurdo, la mayoría no era capaz de dejarlo. En lugar de eso, desarrollaron estrategias para justificar lo que estaban haciendo. Entre estas se hallaban las siguientes:

Concentrarse en el aspecto técnico del experimento. La gente tiene un fuerte deseo de resultar competente en su trabajo. El experimento y su terminación exitosa se convertía en algo más importante que el bienestar de las personas implicadas.

Transferir la responsabilidad moral del experimento a su director. «Me limitaba a seguir órdenes» y que se halla en todos los juicios sobre crímenes de guerra. El sentido o la conciencia moral del sujeto no se pierde, pero se transforma en un deseo de agradar al jefe o al líder.

Decidir creer que sus acciones son necesarias como parte de una causa valiosa más amplia. Si en el pasado las guerras se habían librado por motivos religiosos o por ideologías políticas, en este caso la causa era la ciencia.

Devaluar a las personas que reciben las descargas eléctricas: «Si son tan tontos como para no recordar los pares de palabras, merecen ser castigados». Tal impugnación de la inteligencia o del carácter es utilizada habitualmente por los tiranos para animar a sus seguidores a librarse de grupos enteros de personas. No valen mucho -sigue diciendo esa manera de pensar-, así que, ¿a quien le importa si se eliminan? El mundo será un lugar mejor”. (De “50 Clásicos de la Psicología”-Editorial Sirio SA-Barcelona 2008).

El experimento mencionado, y las conclusiones correspondientes, constituyen la base del conocimiento psicológico que permite describir el comportamiento de individuos, grupos y sociedades que realizan o apoyan acciones violentas, tal el caso de grupos totalitarios y terroristas. Así, el odio generalizado promovido por los nazis hacia las “razas incorrectas” o por los marxistas hacia la “clase social incorrecta” puede analizarse como un caso típico de la psicología social antes de entrar en el ámbito de la política. Agrega Tom Butler-Bowdon:

“Quizás el resultado más sorprendente fue la observación de Milgram acerca de que el sentido moral de los sujetos no desaparecía, sino que se reorientaba, para sentir deber y lealtad, no hacia aquellos a quienes estaban haciendo daño, sino a la persona que daba las órdenes. El sujeto no era capaz de salir de la situación porque –sorprendentemente- habría sido descortés ir contra los deseos del experimentador. El sujeto sentía que había aceptado hacer el experimento, de modo que abandonarlo le haría aparecer como alguien que incumplía las promesas”.

“El deseo de agradar a la autoridad era más poderoso que la fuerza moral de los gritos de los otros voluntarios. Cuando el sujeto expresaba su oposición a lo que estaba sucediendo, era típico que lo hiciera en los términos más respetuosos. Milgram describe así a un sujeto: «Piensa que está matando a alguien, y sin embargo usa el lenguaje de la mesa de té»”.

Si bien los asesinatos en masa cometidos por nazis y marxistas son consecuencias del odio colectivo, despertado por las ideologías respectivas, que instigan al individuo a difamar, denigrar y hasta eliminar al “enemigo”, existen algunas diferencias notables. Mientras que el nazi trata de hacerlo con alguien supuestamente “inferior”, alguien que “poco vale”, el ideólogo marxista sugiere luchar contra un enemigo que es superior materialmente, económicamente hablando. De ahí que muchos nazis eliminaban a sus víctimas sin sentir remordimiento ni satisfacción. Hanna Arendt escribió: “Eichmann no odiaba a los judíos y eso lo hizo peor, por no tener sentimientos. Hacer aparecer a Eichmann como un monstruo lo vuelve menos peligroso de lo que era. Si uno mata a un monstruo puede irse a la cama y dormir, porque no hay muchos. Pero si Eichmann representara la normalidad, la situación es mucho más peligrosa”.

Así como se siente cierta liberación de conciencia por responsabilizarse a otros, a quienes se obedece, tal “liberación” también aparece cuando se asesina en favor de “una causa justa”. De ahí que no haya ningún arrepentimiento tanto por parte de la mayor parte de los terroristas argentinos de los 70, que asesinaban sin contemplación a policías, militares, empresarios, etc., motivados por la “causa justa del socialismo”, como por parte de varios militares que justificaban la represión ilegal aduciendo luchar por la “causa justa de la patria”.

Quienes se agrupan en torno de un líder que predica la violencia, muchas veces lo hacen por razones estrictamente personales. La ausencia de un sentido definido de la vida, les da la ocasión, al formar parte de “una gran causa”, de encontrar un sentido pleno. De ahí que no es raro que Ernesto Che Guevara, en épocas en que era un estudiante universitario, apenas se interesara en la política, siendo que en su país pocos eran los que se mantenían al margen de los dos grupos en que se dividía la sociedad: peronistas y antiperonistas. Su participación en la revolución cubana fue favorecida inicialmente por poseer cierto espíritu aventurero. Tom Butler-Bowdon escribió: “Un movimiento de masas en ascenso atrae y mantiene a los seguidores no por su doctrina y sus promesas, sino por el refugio que ofrece ante las ansiedades, el vacío y la falta de significado de una existencia individual”.

“A los movimientos de masas se les suele acusar de dopar a sus seguidores con esperanzas de futuro mientras les engañaban respecto del disfrute del presente. Ahora bien, para el frustrado, el presente está irremediablemente echado a perder. Las comodidades y los placeres no pueden llenarle. Ningún contenido de bienestar auténtico puede surgir de sus mentes, a no ser de la esperanza”. “A veces nos involucramos en las grandes causas para no responsabilizarnos por nuestras vidas y a fin de huir de la vanalidad o del sufrimiento del presente”.

Buscamos tanto la felicidad como el camino para lograrla, pero ese camino debemos descubrirlo en nuestra propia naturaleza humana. Las leyes naturales sólo permiten la felicidad de quienes comparten la felicidad de los demás y permiten compartir con los demás la suya propia. Pero hay muchos que sólo logran la infelicidad ya que tienen la singular capacidad de transformar el éxito ajeno en malestar propio y tan sólo pueden ofrecer a los demás sus actitudes negativas. De ahí que el marxista tenga que soportar cada año el hecho de que varios de los “detestables ciudadanos” de los EEUU obtengan algún Premio Nobel en ciencias. También puede mencionarse el caso del tormento intelectual que debió sufrir Alfred Rosenberg, un ideólogo nazi, al enterarse de que el, generalmente considerado, mayor exponente de la intelectualidad alemana, Wolfgang Goethe, era un admirador y seguidor del filósofo judío holandés Baruch de Spinoza, hecho que contradecía abiertamente sus creencias y sus deseos.

martes, 12 de junio de 2012

El neomercantilismo

Podemos describir a grandes rasgos, y en base a la posibilidad que tiene un país de establecer intercambios comerciales con otros países, los siguientes tres casos:

1- Economía abierta: libre importación y exportación.
2- Economía semiabierta (o semicerrada): libre exportación, importación limitada.
3- Economía cerrada: importación y exportación limitadas.

La primera economía mencionada, propuesta por el liberalismo, es la economía de mercado o capitalismo privado. El segundo tipo se conoce como capitalismo mercantil o mercantilismo, mientras que la tercera es la economía socialista, o de capitalismo estatal.

Para comprender los efectos del mercantilismo, supongamos que un país, luego de realizar exitosas exportaciones, tiene una ganancia neta del 10 % del PBI. Como está restringida la importación de bienes de otros países, el dinero producido por las exportaciones podrá volcarse al consumo y a la inversión internos. Sin embargo, el efecto del ingreso de tanto dinero ocasionará un efecto similar al que produjo el oro y la plata que entraba en España y que provenía de sus colonias en las épocas de la conquista de América, lo que produjo un serio efecto inflacionario. Para evitar este inconveniente, y ya que no es posible la importación, entonces esas ganancias podrán invertirse en el extranjero, con lo cual la exitosa exportación no podrá servir para el progreso económico del país que la produjo, mientras que resultará beneficiado el país que recibe esos capitales de inversión (y permite las importaciones), algo totalmente distinto a lo que se buscaba en un principio. De ahí que esta tendencia no resulta tan efectiva como pareciera en una primera impresión. Los británicos de la época mercantilista optaron, con los excedentes de sus exportaciones, por comerciar en el extranjero tanto comprando como vendiendo mercancías de ese origen.

Bajo la influencia del mercantilismo, el Estado, para regular el comercio exterior, debió intervenir excesivamente en la economía de un país. Las críticas que se le hicieron consistieron en negar sus postulados:

a) El orden social es un producto artificial y arbitrario del Estado.
b) La moneda (el oro) es una medida de la riqueza de un país.
c) La balanza comercial positiva es un indicio suficiente de prosperidad del país.
d) Un país debe, al cabo del tiempo, exportar más de lo que importa.

Francesco Vito escribió: “El principio de que se debe exportar más de lo que se importa, si se considera aplicado universalmente, es a todas luces absurdo. Es, en efecto, obvio que, si algunos países exportan más de lo que importan, es inevitable que otros países importen en medida superior a su exportación. Es, no obstante, también dudoso que algunos países puedan, andando el tiempo, exportar más que importar, dado que semejante política, estando fundada en el concepto de que lo que uno gana otro lo pierde, debe finalmente desembocar en las contiendas internacionales” (De “Curso de Economía Política”-Editorial Tesoro-Madrid 1970).

Las protecciones del Estado en favor de ciertos sectores de la economía y de la producción tiende a favorecerlos, pero necesariamente perjudica a otros sectores, por lo que, a la larga, tal método resulta poco eficaz. Murray N. Rothbard escribió: “El mercantilismo ha tenido «buena prensa» durante las últimas décadas, en contraste con lo que sucedió en el siglo XIX. En los días de Adam Smith y los economistas clásicos, el mercantilismo fue considerado con acierto como una mezcla de falacia económica y de privilegio especial creado por el Estado. Pero en nuestro siglo, la opinión general sobre el mercantilismo ha cambiado drásticamente; los keynesianos consideran a los mercantilistas con beneplácito por haber anticipado sus propios descubrimientos económicos; los marxistas, constitucionalmente incapaces de distinguir entre libre empresa y privilegio especial, consideran el mercantilismo como un paso «progresista» en el desenvolvimiento histórico del capitalismo; los socialistas e intervencionistas respetan el mercantilismo por adelantarse a la planificación central y la edificación estatal modernas”.

“El mercantilismo, que alcanzó su auge en la Europa de los siglos XVII y XVIII, fue un sistema de estatismo que hizo uso de la falacia económica de levantar una estructura de poder imperial del Estado, así como subsidios especiales y privilegios monopolistas para individuos o grupos favorecidos por el Estado. El mercantilismo sostenía que el gobierno debía fomentar las exportaciones y restringir las importaciones. Económicamente, dicha doctrina es una trama de falacias; porque ¿de qué sirve la exportación sino para pagar lo que se importa? o ¿para qué hemos de acumular oro, si el tal oro no se usa para comprar bienes?”. (De “Ideas sobre la libertad”-Centro de Estudios sobre la Libertad-Buenos Aires-Nov 1970).

Las críticas al intervencionismo estatal, que promueve distorsiones del mercado, no implican una critica al Estado que establece leyes y garantiza el libre desempeño de los ciudadanos tanto en su accionar social como económico. Carlos Alberto Montaner escribió: “Es conveniente dejar en claro un dato histórico clave: los enemigos de la libertad económica y de la integración no representan la modernidad sino la reacción y las posiciones más retrogradas. Casi todo el análisis que hacen repite las viejas ideas de los mercantilistas de los siglos XVII y XVIII. Fue Jean Baptiste Colbert, ministro de Luis XIV y padre del nacionalismo económico, quien a mediados del siglo XVII creó el Estado centralista, dirigista, empresario y proteccionista, dotado de miles de inspectores que controlaban precios y salarios”.

“Fueron los mercantilistas de esa época los que propagaron el costoso error de sostener que el objetivo de las transacciones internacionales era alcanzar una balanza comercial positiva, prohibiendo a toda costa las importaciones de productos manufacturados para proteger de la competencia a los empresarios nacionales, generalmente cortesanos privilegiados por la realeza” (De “La libertad y sus enemigos”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005),

Por otra parte, John Kenneth Galbraith escribió: “A los mercaderes de la era mercantilista no les agradaba la competencia en materia de precios, desagrado éste que muchos comerciantes comparten todavía en la actualidad. En cambio, les convenían los métodos opuestos, como por ejemplo los convenios o acuerdos entre los vendedores respecto de los precios, el otorgamiento de concesiones o patentes de monopolio por parte de la Corona en relación con determinados productos, el monopolio del comercio con alguna región del planeta, y la prohibición de toda producción que pudiera presentar competencia, así como la venta de los productos respectivos en las colonias del Nuevo Mundo. La tendencia a identificar los intereses de determinado grupo con el interés nacional no es un factor que pueda sorprender a los observadores modernos” (De “Historia de la Economía”-Editorial Ariel SA-Buenos Aires 1991).

Es oportuno resaltar que los países más exitosos, económicamente hablando, son aquellos que han optado por un vigoroso intercambio comercial con otros países, como es el caso de EEUU, Europa Occidental y Japón, mientras que los menos exitosos son aquellos que han cerrado sus fronteras al intercambio comercial, tales los casos de Corea del Norte o Cuba. La tendencia a emular a los países menos exitosos puede explicarse por la prioritaria búsqueda de imponer ideologías determinadas o bien por la posibilidad que brinda la dialéctica marxista, y no la lógica natural, de que lo que resulta falso en una época puede resultar verdadero en el futuro. Agrega Montaner: “Por qué la izquierda supuestamente progresista se empeña en copiar los ejemplos fallidos en lugar de los exitosos pertenece al terreno de la psiquiatría y no al de las ciencias económicas”.

El daño que el proteccionismo estatal produce al capital humano es otro factor a mencionar. Cuando aparece alguna adversidad, surge en todo individuo la oportunidad y la necesidad de poner todo su empeño y todas sus fuerzas en salir a flote de la situación adversa, por lo que se ve obligado a extraer lo mejor de sí mismo. A la larga, ese hábito le permitirá desarrollar aptitudes que lo beneficiarán en el futuro. Víctor Massuh escribió:

“Estas son las virtudes que el populismo desestima a través de una insistente pedagogía colectivista. Recusa todos los valores de la individualidad creadora como una forma de elitismo, egoísmo o indiferencia. Nada más errado, porque es respondiendo a una firme voluntad argentina de diferenciación singular, estilo propio, autonomía, selección cualitativa, autoestima, iniciativa personal y sentido del coraje y la aventura, que el hombre de estas tierras vivió sus hazañas mayores y fundó la grandeza del país. El populismo le infiere un gran daño, al desdeñar estas virtudes en nombre de la primacía de lo colectivo. Frenado por el Estado, condenado por una ética de la cantidad que lo convierte en sospechoso, el individuo se desencanta, pierde fuerzas y termina recostándose en la abulia de la medianía” (De “La Argentina como sentimiento”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1982).

Por otra parte, Carlos Alberto Montaner escribió: “Los defensores de las virtudes del gasto social probablemente no se han percatado de que el objetivo que debe perseguir toda sociedad sana es tener la menor cantidad posible de gasto porque las personas y las familias son capaces de ganar decentemente su propio sustento sin tener que recurrir a la solidaridad colectiva o la compasión de ciertos grupos piadosos. Incluso, hasta es posible formular una regla general que establezca que la calidad de un sistema político y económico se mide en función inversa a la cantidad de gasto social que la sociedad requiere para subsistir decentemente. A más gasto social, más inadecuado resulta el sistema. A menor gasto social requerido, más flexible y exitoso es ese modelo que permite y estimula la creación de riquezas y la responsabilidad de los individuos”.

Las dificultades que presenta la economía en cuanto a la comprensión de sus distintos procesos y el insistente mensaje difamador hacia quienes pretenden esclarecer y difundir la verdad, hacen que gran parte de la población termine apoyando tendencias, como el neomercantilismo, que la perjudicarán en el futuro.

jueves, 7 de junio de 2012

Lo que es y lo que debería ser

En el ámbito de las ciencias sociales existe divergencia de criterios respecto a la finalidad de las mismas en cuanto a sus funciones. Para unos, las ciencias sociales deben describir adecuadamente sólo “lo que es” (actitud descriptiva), dejando a otras ramas del conocimiento, como la filosofía y la religión, establecer “lo que debe ser” (actitud normativa). Sin embargo, si consideramos que lo que debería ser consiste esencialmente en una optimización de lo que es, una vez que se logra una aceptable descripción de ese aspecto, las ciencias sociales podrán desempeñar adecuadamente con el objetivo asignado tradicionalmente a la filosofía y a la religión.

En psicología, una ciencia que en sus comienzos surge desde la medicina, se pone énfasis en las personas con ciertas anomalías con las intenciones de volverlas a la normalidad. En la época actual, se trata de ampliar esa visión incluyendo el caso de las personas destacadas para, posteriormente, orientar a los demás buscando lo que debe ser. Abraham H. Maslow escribió:

“Pienso que la cuestión de una biología normativa no se puede soslayar aunque ponga en entre dicho la totalidad de la historia y de la filosofía de las ciencias occidentales. Estoy convencido de que el modelo de una ciencia libre de valores, y que mantiene ante ellos una actitud neutral y de evitación, modelo que hemos heredado de la física, química y astronomía, donde era necesario y deseable mantener los datos puros y a la Iglesia fuera de los asuntos científicos, es inadecuado para el estudio de la vida. Y esta filosofía no valorativa de la ciencia es todavía más manifiestamente inadecuada para las cuestiones humanas, en las que los valores personales, motivos y finalidades, intenciones y planes son absolutamente cruciales para la comprensión de cualquier persona, e incluso para la predicción, el control, objetivos clásicos de la ciencia”.

“Si queremos responder a la pregunta de cuánto puede crecer la especie humana, es obvio que lo mejor será escoger a los que ya son más altos y estudiarlos. Para saber cuánto puede correr un ser humano, no sirve sacar un promedio de la velocidad de una «buena muestra» de la población: es mucho mejor reunir a los ganadores de medallas olímpicas y ver qué velocidad pueden alcanzar. Si queremos conocer las posibilidades de un crecimiento espiritual, ético y moral en los seres humanos, sostengo que aprenderemos más estudiando a la gente más moral, ética o santa” (De “La personalidad creadora”-Editorial Kairós SA-Barcelona 2005).

En lugar de hablar acerca de lo que el hombre debe ser, en ciencia se adopta una postura algo menos pretenciosa, tal la de buscar lo que el hombre puede llegar a ser. Sin embargo, una vez que se está seguro de lo que el hombre puede llegar a ser, es factible también interpretarse tal resultado como que se ha logrado discernir acerca de lo que el hombre debería ser. Abraham H. Maslow escribió:

“Supongo que si tuviéramos que expresar en una frase sencilla el contraste entre conceptos tradicionales de normalidad y el concepto nuevo que está apareciendo, yo mantendría que la diferencia fundamental es que ahora vemos no sólo lo que los seres humanos son, sino también lo que pueden llegar a ser. Es decir, podemos ver no sólo la superficie, sino también las realidades, las potencialidades”.

“Lo que podemos ser = lo que deberíamos ser, es mucho mejor lenguaje que «deberíamos ser». Nótese que si somos descriptivos y empíricos, entonces el «deberíamos» está totalmente fuera de lugar, como se puede ver claramente si preguntamos a las flores o animales qué es lo que ellos deberían ser”.

“Una manera todavía más categórica de decirlo es que hoy es posible distinguir, en un momento determinado, lo que una persona es y lo que podría ser. A todos nos resulta familiar el hecho de que la personalidad humana está organizada en capas o profundidades. Lo consciente y lo inconsciente conviven, aun cuando puedan ser contradictorios. Uno es (en un sentido); el otro también es (en otro sentido más profundo) y algún día podría salir a la superficie, hacerse consciente y, luego, ser en ese sentido”.

En cuanto a la Psicología Social, Abraham H. Maslow agrega: “La psicología social debería ser algo más que el estudio de la imitación, la sugerencia, los prejuicios, el odio. Estas son fuerzas menores en las personas sanas”. “Buscar nuevas teorías sobre la democracia y el anarquismo, las relaciones democráticas interpersonales. Hablar del líder democrático, el poder de una democracia, la relación entre las personas democráticas y el líder. Estudiar las motivaciones del líder no egoísta. Las personas sanas detestan tener poder sobre otros. La psicología social está excesivamente dominada por una concepción de poder de bajo techo, propia de animales inferiores”.

“Se estudia más la competitividad que la colaboración, el altruismo, la amabilidad, la generosidad”. “El estudio de la libertad y de las personas libres no tiene lugar en la psicología de hoy en día” (De “Motivación y personalidad”-Ediciones Díaz de Santos SA-Madrid 1991).

De todas formas, considerando las componentes afectivas de la actitud característica (amor, odio, egoísmo, indiferencia) y a las componentes cognitivas (referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona, en lo que dice la mayoría), disponemos de una descripción aceptable respecto de lo que el hombre es, en donde potencialmente se encuentra lo que debe ser, simplemente eligiendo la componente afectiva que promueve la cooperación y la igualdad (amor) junto a la componente cognitiva que promueve la libertad de pensamiento (referencia en la realidad). Nótese que esta optimización del comportamiento implica una ética natural coincidente con la ética cristiana.

No debemos pensar tanto en el hombre promedio, o el hombre representativo de tal lugar, época o sociedad, sino en lo que el hombre puede y debe llegar a ser. Wolfgang Goethe dijo: “Trata a los demás como si fueran lo que deberían ser y así los ayudarás a ser lo que pueden llegar a ser”.

Se considera a la política como una actividad que requiere de cierta ética social, que no difiere esencialmente de la ética individual. Así, con la palabra “política” se designa tanto a su parte práctica (la descripción de lo que es) como a su parte teórica (lo que debe ser), que consiste esencialmente en una optimización de la primera. J. R. Llerena Amadeo y E. Ventura escriben: “Quien quiera enfrentarse con el estudio de la política tiene que partir del concepto que la misma debe ser enfocada como ciencia y como actividad. Ni el saber puede quedarse en lo teórico y despreciar al hacer, ni éste puede prescindir del primero, porque precisamente es de él que recibe los principios fundamentales que, mediante la virtud de la prudencia, se aplican a la realidad del mundo” (De “El orden político”-AZ Editora-Buenos Aires 1994).

La optimización de la política ha de provenir, finalmente, de una optimización de la ética individual. Si tanto en gobernantes como en gobernados imperara una actitud cooperativa, se eliminaría la corrupción. Y si adoptáramos a la realidad como referencia, se dejaría de lado la nefasta influencia social que producen algunos líderes políticos. Maurice Duverger escribió: “Existen dos nociones diferentes de la sociología política que se hallan en conflicto: según una, la sociología política es la ciencia del Estado; según la otra, es la ciencia del poder” (De “Sociología política”-Ediciones Ariel SA-Barcelona 1968).

Puede decirse que la política, como ciencia que estudia al poder, esta más cerca de lo que la realidad es, mientras que, como ciencia del Estado, esta más cerca de lo que debería ser. Manuel Pastor escribió: “En términos psicológicos puros, el poder resulta ser la capacidad para conseguir que los demás hagan lo que uno quiere” (De “Ciencia política”-McGraw-Hill SA-Madrid 1989).

Lo esencial de la descripción realizada, tomando como base la actitud característica de las personas, radica en que es posible que todo individuo se haga plenamente consciente de cuál es su actitud predominante y cuál es la que en él debería predominar. Incluso es posible que algún día prevalezca, a nivel social, una mentalidad asociada a la frase antes citada de Abraham H. Maslow: “Las personas sanas detestan tener poder sobre otros”. En ese caso, como persona sana se entenderá la que muestra una actitud cooperativa. Nótese que todas las actitudes posibles son partes de nuestra naturaleza humana, por lo que todas son igualmente “naturales”, pero sólo una de ellas dará como resultado la optimización de nuestra conducta, que será lograda dentro del proceso de la evolución cultural humana; una conquista esencialmente obtenida en el marco de la ciencia experimental (y previamente en el marco de la filosofía y de la religión).

Por lo general, lo que debe ser se extrae como una selección de lo que es. Así, respecto de la conducta humana, elegimos las componentes afectivas y las cognitivas que mejores resultados producen. También en economía, luego de observarse el orden espontáneo que se produce luego de la etapa de producción mediante la división del trabajo y el posterior intercambio (proceso del mercado), se procede a una optimización de lo que ya existe.

En política, por otra parte, debido a los excesos que se producen ante el gran porcentaje de “personas no sanas” que buscan el poder como objetivo principal, surge la democracia, lo que debe ser, en donde la optimización se produce esencialmente limitando el poder permitido a los gobernantes.

En el caso del marxismo, se observa una “propuesta ética” que promueve el odio entre distintos sectores de la sociedad, mientras que en economía no trata de optimizar el proceso espontáneo del mercado, sino que se opone a la propiedad privada, a la división del trabajo y al libre intercambio posterior de bienes y servicios. En el plano político, al favorecer la concentración de poder (político, económico, militar, etc.) en manos de una minoría que dirige al Estado, tiende a producir resultados opuestos a la optimización antes mencionada. De ahí que el marxismo “describe lo que no es” (lucha de clases entre la burguesía carente de virtudes y el proletariado carente de defectos) tratando de lograr “lo que no debe ser”. La revolución marxista consiste esencialmente en una adaptación cultural, no a las leyes naturales, sino a las “leyes de Marx”, que poco tiene que ver con aquéllas.

El marxista compara siempre lo que, para él, debe ser (la sociedad utópica socialista) con lo que es (la sociedad real con un capitalismo distorsionado), por lo que siempre resulta inútil establecer una discusión ya que se habla de cosas absolutamente distintas, de épocas distintas, incluso respecto del socialismo teórico ni siquiera resulta posible su existencia. Karl Popper escribió: “El atractivo del utopismo surge de no comprender que no podemos establecer el paraíso en la Tierra. Lo que podemos hacer, en cambio, creo yo, es hacer la vida un poco menos terrible y un poco menos injusta en cada generación. Por este camino es mucho lo que puede lograrse”. “Podríamos lograr todo eso si abandonáramos los sueños de ideales distantes y dejaríamos de luchar por nuestros esquemas utópicos de un nuevo mundo y un nuevo hombre”(De “Utopía”-Arnhelm Neusüss-Barral Editores-Barcelona 1971).