miércoles, 27 de febrero de 2019

Filósofos, historiadores y divulgadores de la ciencia

El conocimiento científico llega al gran público a través de divulgadores e historiadores de la ciencia, que vendrían a ocupar un lugar similar al de los comentaristas deportivos respecto del deporte. Si bien no colaboran con los científicos en actividad, sus escritos muchas veces despiertan el interés de niños y jóvenes que luego dedicarán sus vidas a la actividad científica. No son pocos los médicos que eligieron su carrera luego de leer “Los cazadores de microbios”, de Paul de Kruif.

Mientras que los historiadores de la ciencia recopilan información acerca del desarrollo de la actividad científica, los epistemólogos y los filósofos de la ciencia tratan de encontrarle alguna significación adicional, de donde surgen las diversas interpretaciones de lo que la ciencia significa o de lo que debería ser en el futuro. Incluso la propia definición de “ciencia” tiende a ser impuesta por los “comentaristas” y no por los propios actores de la actividad. Paolo Rossi escribió: “En la mitad de la década de los ochenta casi ninguno –tanto entre los historiadores como entre los filósofos de la ciencia- pensaría en sostener como obvia la célebre expresión de L. Lakatos que afirma que la filosofía de la ciencia está vacía sin la historia de la ciencia, y que la historia de la ciencia está ciega sin la filosofía de la ciencia”.

“Hoy sabemos que la epistemología no genera ciencia y que no existe un método al que ateniéndose escrupulosamente pueda estarse seguro de efectuar descubrimientos y de enunciar proposiciones verdaderas. Del mismo modo sabemos que la filosofía de la ciencia no genera historia de la ciencia y que no existen reglas a las que ateniéndose escrupulosamente pueda estarse seguro de efectuar descubrimientos y de enunciar proposiciones historiográficamente relevantes” (De “Las arañas y las hormigas”-Editorial Crítica SA-Barcelona 1990).

De la misma manera en que los predicadores cristianos reemplazan lo que Cristo dijo a los hombres por lo que los hombres dicen sobre Cristo, en el ámbito científico son los filósofos y epistemólogos quienes relegan a los científicos hasta distorsionar severamente la esencia de la actividad. Se llegó al extremo de que varios de ellos ni siquiera eran adeptos a la ciencia o bien apenas la conocían, creyendo que eran ellos quienes debían conducirla a partir de sus elaboraciones mentales subjetivas. Para colmo, si alguien intenta conocer la ciencia a través de algún libro acerca de tal “filosofía de la ciencia”, es posible que se aleje de la actividad lo más pronto posible. El citado autor agrega: “La imagen moderna de la ciencia está basada en afirmaciones que les resultan del todo obvias a los miembros de la misma: los métodos y resultados del conocimiento científico son integralmente transmisibles y no requieren ningún tipo de entendimiento especial; el saber científico, entendido como una construcción perfectible, está basado en la colaboración de los ingenios y necesita, para sobrevivir, instituciones específicas; a diferencia de lo que sucede en las formas de saber mágico u oculto, ese saber es, por principio, accesible a todos, y la verdad aparece como algo que debe someterse a la prueba de la experiencia y a la confrontación con teorías alternativas. Los epistemólogos a veces tienden a olvidarlo, pero la tarea de los historiadores ha sido siempre la de mostrar que lo que aparece como obvio y natural, es, en cambio, el resultado de procesos complicados, de decisiones difíciles, de opciones realizadas en situaciones diferentes de las actuales”.

En síntesis, la ciencia experimental, antes que un método concreto, implica un conjunto de restricciones que debe cumplir toda descripción realizada. Tales restricciones son las siguientes:

1- El investigador propone una hipótesis
2- Si la hipótesis no es verificable, no formará parte de la ciencia experimental
3- Si es verificable y es confirmada por el experimento, se acepta provisoriamente
4- Si no es verificada positivamente, se la rechaza

Por otra parte, Claude Bernard escribió: "La teoría es la hipótesis verificada, después de someterla a la crítica del razonamiento y la experimentación. Pero una teoría será buena cuando se modifique con los progresos de la ciencia y permanezca constantemente sometida a la verificación y a la crítica de los nuevos hechos que aparezcan" (De "Introducción al estudio de la Medicina experimental"-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1944).

La definición "mínima" antes sintetizada, ha de modificarse un tanto para cada una de las ramas de la ciencia experimental. André Marchal escribió: "Si hay una sola actitud científica impuesta a todos los científicos, cualquiera sea el objeto de sus investigaciones, y si los principios metodológicos fundamentales tienen carácter general y atañen a todas las ciencias, no sucede lo mismo con las reglas de aplicación de dichos principios. Ellas siempre originaron discusiones, a veces vehementes. Cuando han de ser aplicados, los principios generales de investigación comunes a todas las ciencias deben ser suavizados y ordenados de acuerdo con la misma naturaleza de la disciplina examinada. Desde el momento que se abandona el dominio puramente filosófico para entrar en el de la técnica no se puede discutir más sobre el método científico; ha de hablarse del método propio de tal o cual ciencia, según el objeto y la naturaleza de la misma" (De "Metodología de la Ciencia Económica"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 1957).

Últimamente, la proliferación de filósofos y sociólogos que poco o nada conocen acerca de la historia de la ciencia, la han denigrado ante el público estableciendo que se trata sólo de una “construcción social”, o bien de una actividad “orientada a aumentar el poder de las multinacionales”. De ahí que, en realidad, tales acusaciones van dirigidas contra otras actividades que poco o nada tienen que ver con la ciencia experimental.

En la actualidad se han instalado en las universidades ciertos filósofos y sociólogos idealistas que creen que la ciencia experimental es un proceso tal como el existente en sus subjetivas mentes, incluso interpretando torcidamente las actividades científicas buscando cierta compatibilidad con sus modelos mentales nada científicos. Así, se llega al extremo de que autores, que admiten el relativismo moral, propongan una “ética objetivista” en la cual se desconocen totalmente los aspectos afectivos llegando al absurdo de considerar al egoísmo como “una virtud”.

En lugar de partir de axiomas constituidos por aspectos puramente psicológicos, parten de dogmas surgidos de sus mentes tratando luego de hacer pasar sus elucubraciones como grandes descubrimientos. Al respecto, Sebastián Soler escribió: “La psicología, en vez de integrarse con el estudio de los procesos psíquicos, tal como ellos realmente son, se forjará más bien sobre una serie de esquemas generalizantes, basados en conceptos a priori, aplicables a un tipo ideal y uniforme del hombre, del cual se predicarán metafísicamente ciertas cualidades genéricas, muchas veces de naturaleza ética o lógica, de manera que la psicología más parecerá un desarrollo deductivo que una inducción basada en la experiencia real del acontecer psíquico. Aun con respecto a las formas más empíricas de psicología, Cassirer hace observar la paradoja de que en la base de las construcciones psicológicas, en vez de hechos encontramos axiomas”.

“Lo que entonces se constituyó fue una especie de psicología metafísica. «La psicología metafísica –dice Wilhelm Wundt- acuerda muy poco valor, en general, al análisis empírico y a la vinculación causal de los fenómenos psíquicos. Al tratar a la psicología como una parte de la metafísica filosófica, su propósito capital se encamina a lograr una determinación conceptual de la ‘esencia del alma’ que esté en consonancia con la general concepción del mundo, a la que esa psicología corresponde. De ese concepto metafísico de alma así construido, se intentará después deducir el contenido real de la experiencia psíquica. La esencial diferencia entre la psicología metafísica y la empírica consiste en que aquélla no deduce los hechos psíquicos de otros psíquicos, sino de un substrato totalmente distinto de aquéllos, ya sea de la acción de una específica sustancia espiritual, ya sea de propiedades o sucesos de la materia»” (De “Ley, historia y libertad”-Abeledo-Perrot Editores-Buenos Aires 1957).

sábado, 23 de febrero de 2019

Carta de Keynes a Hayek (Acerca de “Camino de servidumbre”)

Querido Hayek:

Mi viaje me ha dado la oportunidad de poder leer su libro prolijamente. En mi opinión es un magnífico libro. Todos debemos estarle agradecidos por decir tan bien algo que era muy necesario decir. No esperará Ud. que yo acepte completamente todas las opiniones económicas contenidas en él. Pero moral y filosóficamente estoy de acuerdo virtualmente con todo, y no sólo de acuerdo con él, sino también con un profundo y conmovido acuerdo.

Yendo hacia algunos pocos puntos especiales, yo creo que Ud. golpea fuera del clavo en la página 69 donde Ud. desaprueba todo lo que se ha dicho acerca de la abundancia al alcance de la mano. Indudablemente esto se debe en parte a tener yo puntos de vista diferentes de los suyos sobre los hechos. Pero fuera de esto, ¿no estaría más de acuerdo con su argumentación general recalcar que el hecho de que el problema económico esté más en vías de solución ahora de lo que estaba hace una generación, es en sí una razón de por qué somos más capaces de permitirnos sacrificios económicos, si es que realmente se necesitan, con el fin de asegurarnos ventajas no económicas?

Me parece que es sobre todo en esta precisa cuestión que la doctrina comunista está irremediablemente fuera de época al menos en su aplicación a los EEUU y Europa Central. Nos piden concentrarnos en la situación económica más exclusivamente que en cualquier periodo previo de la historia del mundo, precisamente en el momento en que por lo que ellos mismos muestran, las realizaciones técnicas están haciendo cada vez más innecesario ese sacrificio. Esta preocupación con el problema económico se lleva a su punto más intenso en una fase de nuestra evolución en la que se está volviendo cada vez menos necesario.

Su argumentación se basa en el muy dudoso presupuesto de que el planeamiento no es más eficiente. Verosímilmente, desde el punto de vista puramente económico es eficiente. Por eso es que yo digo que estaría más de acuerdo con su argumentación señalar que aun si los planificadores extremistas pueden sostener que su técnica será la más eficiente, sin embargo el avance técnico aun en una comunidad menos planificada es tan considerable, que hoy ya no necesitamos el superfluo sacrificio de libertades que aun ellos admitirían que tiene cierto valor.

Un punto que quizá Ud. debería haber profundizado es la tendencia de hoy a desacreditar el deseo de lucro mientras se depende todavía de él y no se pone nada en su lugar. Los párrafos al respecto en la página 97 son realmente muy buenos, no podrían ser mejores, pero me hubiera gustado haber visto ese tema algo más desarrollado.

En la controvertida cuestión moral encuentro extraordinariamente bueno y fundamental el último párrafo de la página 156.

Llego finalmente a lo que es en realidad mi única objeción seria al libro. Ud. admite en varias partes que se trata de una cuestión de saber distinguir los casos colocándolos de uno u otro lado del límite. Ud. concede que el límite debe ser establecido en algún lado y que el extremo lógico no es posible. Pero Ud. no nos da ninguna guía en parte alguna acerca de cómo establecerlo. En cierto sentido esto es eludir el problema práctico. Es cierto que probablemente Ud. y yo lo fijaríamos de diferente manera. Sospecho que de acuerdo con mis ideas Ud. subestima enormemente la posibilidad y conveniencia del compromiso. Pero tan pronto como Ud. admita que el extremo no es posible y que un límite debe ser establecido, Ud. está atrapado en su propio argumento, dado que Ud. está tratando de persuadirnos que tan pronto como uno se mueva un centímetro en la dirección de la planificación, está necesariamente lanzado en la resbalosa pendiente que lo lleva inconteniblemente hacia el precipicio.

Yo hubiera, sin embargo, concluido su tema muy diferentemente. Yo hubiera dicho que lo que nosotros queremos no es falta de planificación, verdaderamente yo diría que nosotros casi ciertamente queremos más. Pero el planeamiento debe hacerse en una comunidad en la cual la mayor cantidad posible de gente, tanto conductores como seguidores, compartan enteramente su propia posición moral. Un planeamiento moderado será sin riesgos si los que lo llevan a cabo están rectamente orientados en sus propias mentes y corazones hacia lo moral.

De hecho, esto es ya cierto en algunos de ellos. Pero la desgracia es que hay también un importante sector del cual se podría decir que quiere la planificación, no para gozar de sus frutos sino porque moralmente sostienen ideas exactamente opuestas a las suyas y quieren servir no a Dios sino al demonio. Leyendo «New Statesmen and Nation» uno piensa a veces que los que escriben allí, dado que no pueden oponerse sin peligro al planeamiento moderado, están realmente deseando en su interior, que fracase y así abrir la senda para acciones más violentas. Ellos temen que si las medidas moderadas tienen suficiente éxito, esto permitirá una reacción hacia la dirección moral que Ud. cree buena y ellos creen mala. Probablemente les estoy haciendo una injusticia, pero probablemente no.

Lo que necesitamos, pues, en mi opinión, no es tanto un cambio en nuestros programas económicos, que en la práctica sólo llevarían a una desilusión sobre los resultados de su filosofía; sino probablemente hasta lo contrario, es decir, una ampliación de estos programas. El mayor peligro que le acecha es el probable fracaso de la aplicación de su filosofía en los EEUU en forma bastante completa. No, lo que necesitamos es la restauración del recto pensar moral, una vuelta a adecuados valores en nuestra filosofía social. Si Ud. pudiera volcar su cruzada en esa dirección, no se parecería o se sentiría tanto como un Don Quijote.

Yo lo acuso, tal vez, de confundir un poco los problemas morales con los materiales. Actos peligrosos pueden llevarse a cabo sin riesgos en una comunidad que piensa y siente correctamente, los mismos actos que serían el camino al infierno si fueran ejecutados por aquellos que piensan y sienten incorrectamente.

Suyo afectísimo

Keynes



Claridge Hotel
Atlantic City, N.Y.
28 de Junio de 1944.

(Del libro “Sociología Económica” de José Enrique Miguens-Roque Depalma Editor-Buenos Aires 1958).

jueves, 21 de febrero de 2019

La decadencia argentina: causas y solución

Si bien la decadencia de una sociedad, o de un país, es un fenómeno que admite varias causas, es posible encontrar en la historia de los pueblos casos similares que nos pueden ayudar a comprenderlo. A partir de su comprensión, será posible intentar revertir la situación decadente.

Es oportuno, en estos casos, remitirnos a autores que han profundizado el tema (y que han vivido un tiempo en la Argentina), como es el caso de José Ortega y Gasset, de quien se citarán algunos párrafos. Sin embargo, analizando la situación desde el punto de vista de las actitudes individuales, puede afirmarse con cierta seguridad que la decadencia de una sociedad se debe al predominio del egoísmo, del odio y de la negligencia sobre toda actitud dirigida hacia la cooperación social. De ahí que pueda decirse que se trata de un problema moral y que habrá de resolverse, o no, desde ese ámbito.

El egoísmo exagerado lo vemos en los políticos y gobernantes que sólo buscan el éxito personal y poco les interesa la nación. Con la mentira siembran el odio entre sectores produciendo antagonismos que llevarán tarde o temprano a la decadencia. Para colmo, favorecen la vagancia de los sectores más humildes relegándolos de por vida a la pobreza sin que aspiren a mejorar por sus propios medios. Esta síntesis de errores puede asociarse principalmente a Juan D. Perón, el principal artífice de la decadencia nacional.

La actitud peronista, que permite ganar muchos votos en una contienda electoral, quedó implantada tanto en sus seguidores como posteriormente en varios opositores, motivados por apetencias de poder personal o sectorial. Ortega y Gasset observa un proceso similar en España: “Unos cuantos hombres, movidos por codicias económicas, por soberbias personales, por envidias más o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor no existiría” (De “España invertebrada”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1967).

Mientras que la España observada por Ortega se fue debilitando por las tendencias separatistas, la Argentina se fue debilitando por la tendencia populista que dividió a la nación en amigos y enemigos, en peronistas y decentes, principalmente. Resulta poco novedoso agregar que los pueblos divididos tarde o temprano terminan en una prolongada decadencia, mientras que, el primer paso para revertirla, ha de ser el de la unidad nacional. El citado autor escribió: “Franscesco Guicciardini cuenta que un día interrogó al rey Fernando: «¿Cómo es posible que un pueblo tan belicoso como el español haya sido siempre conquistado, del todo o en parte, por galos, romanos, cartagineses, vándalos, moros?». A lo que el rey contestó: «La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que sólo puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden». Y esto es –añade Guicciardini- lo que, en efecto, hicieron Fernando e Isabel; merced a ello pudieron lanzar a España a las grandes empresas militares”.

“Aquí, sin embargo, parece que la unidad es la causa y la condición para hacer grandes cosas. ¿Quién lo duda? Pero es más interesante y más honda, y con verdad de más quilates, la relación inversa; la idea de grandes cosas por hacer engendra la unificación nacional” (De “España invertebrada”).

En la Argentina, el sistema democrático no da los resultados esperados por cuanto predomina netamente la brecha social creada por el peronismo y fortalecida por el kirchnerismo. En un país normal, las elecciones sirven para cambiar de gobernante si éste fracasa en su gestión. Por el contrario, en la Argentina poco o nada cuenta la gestión de gobierno ya que predomina netamente el odio al sector rival, de ahí que tanto kirchnerismo como macrismo (continuador de la decadencia kirchnerista) ostentan la mayor intención de votos para las elecciones de 2019, siendo desastroso para la nación la reelección de cualquiera de los líderes respectivos.

También debe decirse que, si aparece un candidato que vislumbre cierta capacidad para revertir la situación, pocos votos habrá de lograr, porque seguramente dirá la verdad sobre la nación y su pueblo; un pueblo que vive de la mentira y la defiende a muerte por no reconocer haberse equivocado en elecciones anteriores y por no reconocer los graves errores de sus líderes preferidos.

Si bien el populismo y el totalitarismo peronista gozan aún de “buena salud”, la alternativa democrática y liberal no presenta gran atractivo por cuanto sus promotores suponen que todo el país se arreglará a partir de la implantación de una economía de mercado con una limitación en el derroche del Estado. Si bien este es un objetivo inmediato, se olvida que primeramente debe lograrse una mejora cultural, aspecto algo desdeñado por la mayor parte de ese sector. Ortega y Gasset escribió al respecto: “La sociedad es tan constitutivamente el lugar de la sociabilidad como el lugar de la más atroz insociabilidad, y no es en ella menos normal que la beneficencia, la criminalidad. Lo más a que ha podido llegarse es a que las potencias mayores del crimen queden transitoriamente sojuzgadas, contenidas, a decir verdad, sólo ocultas en el subsuelo del cuerpo social, prontas siempre a irrumpir una vez más de profundis”.

“No se diga, pues, tampoco que la sociedad es el triunfo de las fuerzas sociales sobre las antisociales. Ese triunfo no se ha dado nunca. Lo que hay, lo único que hay a la vista, es la lucha permanente entre aquellas potencias y las vicisitudes propias de toda contienda”. “Todas las cautelas, todas las vigilancias son pocas para conseguir que en alguna medida predominen las fuerzas y modos sociales sobre los antisociales”.

“El liberalismo, en cambio, creía que no había que hacer nada, sino, al contrario, laissez faire, laissez passer. Pensaba que, frente a la sociedad, lo único de que hay que ocuparse es de no ocuparse: a esto llamaba política liberal, y en esto consistía su ismo. Porque en materia política es casi siempre el ismo paroxismo, unilateralidad y monomanía”.

“Creía que la sociedad se regulaba miríficamente [admirablemente] a sí misma, como un organismo sano. Y claro está que, si no siempre, con máxima frecuencia consigue regularse; pero no miríficamente, ni espontáneamente, como el liberalismo suponía, sino lamentablemente, esto es, gracias a que la mayor porción de las fuerzas positivamente sociales tienen que dedicarse a la triste faena de imponer un orden al resto antisocial de la llamada sociedad. Esta faena, por muchas razones terrible, pero inexcusable, merced a la cual la convivencia humana es algo así como una sociedad, se llama mando, y su apartado, Estado”.

“En su libro «Sobre las leyes» hace constar solemnemente Cicerón que sin «mando o imperium no puede subsistir ni una simple casa, ni una ciudad, ni un pueblo, ni el género humano mismo». Ahora bien: el mando y, por consiguiente, el Estado son siempre, en última instancia, violencia, menor en las sazones mejores, tremenda en las crisis sociales. La mermelada intelectual que fue el dulce liberalismo no llegó nunca a ver claro lo que significa el fiero hecho que es el Estado, necesidad congénita a toda «Sociedad»” (De “Historia como sistema y Del Imperio romano”-Revista de Occidente-Madrid 1941).

A veces se confunde la divergencia de opiniones entre sectores que avanzan hacia un mismo objetivo, con la divergencia que surge entre sectores que avanzan hacia objetivos distintos, en cuyo caso resulta imposible ponerse de acuerdo. Así, en los países en decadencia puede observarse la existencia de un sector que promueve una mejora social generalizada y de otro sector que propone indirectamente la destrucción social (buscando objetivos personales o sectoriales) o bien buscando en forma directa la destrucción social, como es el caso de los sectores socialistas que aducen que debe destruirse la sociedad capitalista y burguesa previamente a la instalación del socialismo.

La sociedad en decadencia es aquella que no busca el bien ni la verdad, porque el relativismo moral, cognitivo y cultural reinante, hace que descrea de tales valores y objetivos. También descree del sistema económico que mejores resultados logra. La desorientación y el caos predominan en sectores cada vez más numerosos.

Carlos S. Nino definía a la Argentina como "un país al margen de la ley", ya que, para la mayoría de los argentinos, ser "libre" significa tener derechos ilimitados mientras se rechaza todo deber, ignorando además todo tipo de leyes y reglamentos. Maurice Schumann escribió: "Quienquiera que delire con una libertad sin límites y sin freno, llevará en sí el germen del fascismo, incluso si se desgañita proclamando su antifascismo. «El error de los errores -nos enseñaba Alain- es el de querer ser libre lejos del obstáculo». El obstáculo es la libertad de los demás" (De "Angustia y certeza"-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

Tal como observaba Ortega, el argentino actúa como el personaje que pretendió ser, pero sin llegar a serlo. Es como una caricatura de sus propios ideales y anhelos. Cuando tal personaje llega a la Presidencia de la Nación, las consecuencias serán padecidas y lamentadas por varias generaciones.

martes, 19 de febrero de 2019

Torquemada: Inquisidor General de Castilla y Aragón

A lo largo de la historia, algunos procesos sociales son aceptados, promovidos y repetidos aun cuando sus resultados sean nefastos para la sociedad. Este es el caso de los totalitarismos del siglo XX (fascismo, nazismo y socialismo) que tuvieron como antecedente, entre otros, a la Inquisición española. Puede denominarse como “totalitarismo” a la tendencia impuesta desde el Estado a uniformar la sociedad bajo los siguientes criterios:

a- Uniformidad de ideas o creencias
b- Uniformidad étnica o racial
c- Uniformidad de clase social o económica

En los distintos totalitarismos se ha presentado uno o más de estos criterios unificadores, ejerciéndose la violencia contra quienes se resistieron a acatarlos.

La locura totalitaria puede surgir como consecuencia de razonar en base a grupos sociales y no en base a individuos, en cuyo caso no surge la posibilidad de intentar igualar o uniformar, sino de sugerir actitudes para ser adoptadas en libertad, es decir, desde dentro hacia fuera (en lugar de la imposición totalitaria de fuera hacia dentro). Una vez que se promueve la mejor actitud individual (orientada a la cooperación social) el resto será una consecuencia a tener presente para mejorar el método de la adaptación en libertad.

El cristianismo, como ideología rival del marxismo, es denostado y descalificado por los marxistas asociándoselo al proceso inquisitorial, como si el propio Cristo hubiese sugerido la unión de la Iglesia con el Estado y la aplicación de la violencia para lograr la uniformidad religiosa y racial. Sin embargo, los mismos marxistas que critican la violencia ejercida hace unos cinco siglos por la dupla Estado-Iglesia (o Monarquía-Iglesia), apoyan, promueven y aplauden una violencia bastante mayor, esta vez ejercida en nombre de la implantación y la vigencia del socialismo.

Tomás de Torquemada trae desde nacimiento un apellido que indica su principal tarea: quemar herejes e infieles. Thomas Hope escribió: “Bajo la jurisdicción de Torquemada fueron quemadas unas dos mil personas. Más de cien mil fueron encarceladas y estigmatizadas. Toda una raza fue desterrada de España”.

Algunos autores aducen que el mayor asesino de judíos, Adolf Hitler, tenía un antepasado de ese origen. Algo similar ocurre con Torquemada. El citado autor agrega: “La sangre de Torquemada no era «limpia». Esa limpieza o pureza de sangre de la que se mostraba orgulloso todo español de alta cuna, principalmente porque era tan rara, había sido manchada a fines del siglo XIV por Álvar Fernández de Torquemada, abuelo de Tomás, quien, siguiendo la moda de la época, se había casado con una judía recientemente convertida al cristianismo”.

“Nada de extraordinario había en ello, salvo su efecto en la descendencia. En el caso de Torquemada contribuyó indudablemente a su odio maniático a los judíos, odio particularmente venenoso en los hijos cristianos de padres judíos” (De “Torquemada”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1944).

La dupla monárquica constituida por Fernando e Isabel, los Reyes Católicos que promueven los viajes de Cristóbal Colon al nuevo mundo, no ven con buenos ojos tener que compartir el poder con la Iglesia Católica, de ahí que proceden a gobernar sobre ella, dando el paso decisivo para establecer un Estado totalitario. Thomas Hope escribe al respecto: “La solución final del problema, la reducción de la Iglesia a una rama del Estado, sólo se produjo con el establecimiento de la Inquisición bajo Torquemada. Pero antes de eso Isabel había mostrado ya que no quería tolerar ninguna intromisión indebida del Papado. Para ello tuvo suerte con su Papa, Sixto IV, intelectual pero poco inteligente, impulsivo en la acción y vacilante en la decisión”.

Puede decirse que la Iglesia de España pasa a ser una organización que impone el terror y que tiene como finalidad la uniformidad de creencias y de raza, combatiendo por ello tanto a judíos como a musulmanes, que durante varios años, junto a los cristianos, vivieron en paz en el territorio español. Torquemada olvida toda su formación de sacerdote católico poniéndose al servicio de uno de los tantos totalitarismos que han existido a lo largo de la historia. “Hasta mediados del siglo XIV doscientos cincuenta comunidades judías vivieron en España en paz con sus vecinos cristianos y prosperaron. Prosperaron en realidad demasiado. Pues solamente en España gozaban los judíos de tal seguridad”. “Los judíos españoles hubieran podido escapar a la persecución solamente con que hubieran tenido menos éxito en la acumulación de dinero. Pero su habilidad financiera les traicionó”.

Para eliminar el judaísmo en España, se los presionó a convertirse al cristianismo. Sin embargo, como muchos de ellos lo hicieron por conveniencia o seguridad personal, las cosas empeoraron para los católicos, ya que, como “nuevos cristianos”, se les abrieron muchas puertas antes cerradas por su condición de judíos. “Esas conversiones en masa crearon un problema completamente nuevo. Una vez que desapareció la barrera de la religión, los conversos afluyeron a los lugares de los que habían sido excluidos hasta entonces. Se introdujeron en todas las profesiones y universidades. Alcanzaron puestos importantes en el gobierno e inclusive se elevaron a altos rangos en la Iglesia”.

Desde la Iglesia surgen figuras importantes, como San Vicente Ferrer, que recorre España para adoctrinar a los nuevos conversos, pero también aparecen personajes como Alonso de Spina, que promovió combatir contra los nuevos conversos, ya que consideraba la condición racial (la sangre) como determinante de la personalidad, como posteriormente creyeron los nazis.

Al igual que en los totalitarismos del siglo XX, la Inquisición promovía la delación, castigando a quienes no colaboraban con la persecución de herejes y apostatas. “Promulgaron [los inquisidores] un segundo edicto ordenando a todos los hijos fieles de la Iglesia que, si esperaban salvar sus almas, proporcionasen toda la información posible respecto a los sospechosos de herejía o de apostasía, y, para el caso de que ignorasen las señales que caracterizan a un hombre que se adhiere a la fe judía, publicaron una larga lista de treinta y siete artículos para informarles más completamente al respecto”.

Entre los síntomas típicos de la severa crisis moral que afronta la mayoría de las sociedades actuales, puede citarse la gran cantidad de adherentes y simpatizantes del totalitarismo socialista, cuya principal diferencia con la Inquisición española radica en que, mientras ésta asesinaba a miles de inocentes, el totalitarismo socialista asesinaba en el orden de las decenas de millones.

lunes, 18 de febrero de 2019

Las raíces ocultistas del nazismo

Por lo general, los analistas políticos y económicos describen el nazismo en función de sus proyectos y realizaciones en esos ámbitos, sin considerar sus fundamentos míticos y las creencias de tipo ocultista que lo caracterizaron. En ese sentido, existen similitudes respecto de las diversas sectas o religiones paganas que invocan a ciertas fuerzas sobrenaturales y a los respectivos vínculos entre ellas y algunos seres humanos. Hannah Arendt escribió: “El nazismo y el bolchevismo deben más al pangermanismo y al paneslavismo (respectivamente) que a cualquier otra ideología o movimiento político”.

“Los pan-movimientos predicaban el origen divino del propio pueblo contra la creencia judeo-cristiana en el origen divino del hombre. Según ellos, el hombre, perteneciente inevitablemente a algún pueblo, recibía su origen divino sólo indirectamente a través de su pertenencia a un pueblo. El individuo, por eso, poseía su valor divino sólo mientras que perteneciera al pueblo que estaba diferenciado por su origen divino. Y quedaba desposeído de semejante valor allí donde decidía cambiar su nacionalidad, en cuyo caso cortaba todos los lazos a través de los cuales estaba dotado su origen divino y era como si quedara sumido en un desamparo metafísico”.

“La ventaja política de este concepto era doble. Hacía de la nacionalidad una cualidad permanente que ya no podía ser afectada por la Historia, sea lo que le sucediera a un determinado pueblo –emigración, conquista, dispersión-. De impacto más inmediato resulta, empero, el hecho de que, en absoluto contraste con el origen divino del propio pueblo y todos los demás pueblos, desaparecían todas las diferencias entre los miembros individuales del pueblo, tanto sociales como económicas o psicológicas. El origen divino transformaba al pueblo en una masa «elegida» y uniforme de arrogantes robots” (De “Los orígenes del totalitarismo” (II)-Aguilar-Buenos Aires 2010).

Mientras que en la actualidad se tiende a buscar fundamentos científicos respecto de la conformación de las diversas sociedades y naciones, el ocultismo prevalece en algunos pueblos. Nicholas Goodrick-Clarke escribió: “Los orígenes del ocultismo encuentran su base en un modo de pensamiento religioso cuyas raíces se remontan a la Antigüedad y que puede ser descrito como el canon de la tradición esotérica occidental. Sus componentes principales han sido identificados como el gnosticismo, los tratados herméticos de magia y alquimia, el neoplatonismo y la Cábala: todos nacidos en el Mediterráneo oriental en los primeros siglos después de Cristo” (De “Las oscuras raíces del nazismo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).

En cuanto al ocultismo, Donald Watson escribió: “El ocultismo tiene que ver con la evolución moral, intelectual y espiritual de la humanidad. Esta evolución significa progresar desde lo imperfecto hasta estados superiores de existencia física y espiritual. En el progreso del individuo esto implica reencarnación. La concepción ocultista es que esta evolución es dirigida por Inteligencias Superiores que ya han alcanzado los estados superiores. Ellas operan desde niveles de realidad que son perceptibles solamente para el ocultista entrenado” (Del “Diccionario de la Mente y el Espíritu”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1997).

Cada vez que aparecen conceptos sobrenaturales, que sólo pueden ser percibidos y comprendidos por “seres humanos superiores”, surge en éstos la necesidad de gobernar mentalmente al resto. Esto se ha observado en gran parte de las religiones y en los diversos totalitarismos políticos, con graves consecuencias para la humanidad. Uno de tales “iluminados” fue Guido von List, antecesor del nazismo en Austria y Alemania. Al respecto, Goodrick-Clarke escribió: “Fue el primer escritor popular que combinó la ideología völkisch [populista] con el ocultismo y la teosofía”.

“List ubicaba a las tribus austriacas yendo al asalto de Roma. Luego, su relato sugería que esas tribus de la Austria prerromana y los reinos bárbaros posromanos de la Edad Negra constituían una ocupación nativa continua de la patria. Su alta civilización, para usar los términos de List, había sido interrumpida apenas dos veces en toda su historia: una por la colonización romana de Pannonia que duró desde 100 hasta 375, y luego con el advenimiento de la cristiandad, o «la otra Roma». Esta versión reflejaba la aversión de List por el establishment católico contemporáneo de Austria. El orden político y su principal confesión religiosa demostraban ser ilegítimos, derivaban de la imposición de un yugo extranjero y la supresión de la cultura germana muchos años antes”.

Mientras que la religión judeo-cristiana trata de conformar un individuo que responda a la voluntad de Dios, como es el caso del “hombre nuevo” del cristianismo, los movimientos totalitarios han actuado como falsas religiones al intentar conformar seres humanos a imagen y semejanza de los ideólogos y de los líderes respectivos. Mientras el marxismo-leninismo proponía al “hombre nuevo soviético”, el nazismo proponía al hombre ario en desmedro de los restantes tipos humanos. Goodrick-Clarke escribió: “Se cita a un psiquiatra francés, quien dice que «el verdadero objetivo de Hitler era protagonizar un acto de creación, una operación divina…una mutación biológica que podía ser una exaltación sin precedentes de la raza humana y la ‘aparición de una nueva raza de héroes y semidioses y dioses-hombres’». De este modo, el racismo iba unido a la mitología ocultista de una teocracia oriental, y el «vril» [reservorio enorme de energía dentro del organismo humano, inaccesible para los no iniciados] forzaba a la evocación de una imagen milenarista del futuro nazi que se pretendía alcanzar”.

“Desde 1960 un buen número de libros populares han representado al fenómeno nazi como el producto de influencias arcanas y demónicas. La sorprendente historia del ascenso del nazismo queda unida implícitamente al poder de lo sobrenatural. Según esta mitología, el nazismo no pudo haber sido un mero producto de factores socioeconómicos. Ninguna tesis empírica o puramente sociológica puede contribuir a este pernicioso proyecto y a su éxito sostenido. La historiografía ocultista prefiere explicar el fenómeno nazi en términos de un poder último y arcano, que alentó y controló a Hitler y a su entorno. Este poder ocultista se caracteriza o bien como una fuerza desencarnada (por ejemplo, «las fuerzas negras», «las jerarquías invisibles», «los superiores desconocidos»), o bien como una elite mágica de una edad remota y un lugar distante, con la cual los nazis estaban en contacto”.

Tanto el marxismo-leninismo como el nazismo, se oponen a la religión, y al cristianismo en particular, con las intenciones de reemplazarlo por una falsa religión revestida de movimiento político y social. Sin embargo, el cristianismo, al tener en cuenta las leyes naturales, o leyes de Dios, se encuentra mucho más cerca de la ciencia experimental que las ideologías totalitarias, que pretenden suplantarlas por objetivos y preferencias personales de personajes nefastos con diversos grados de desequilibrio mental.

martes, 12 de febrero de 2019

El extraño mundo cuántico

Los seres humanos nos sentimos familiarizados con la realidad cotidiana por cuanto podemos formarnos imágenes mentales cercanas a los fenómenos naturales y sociales. De ahí que tiene plena validez la expresión de Baruch de Spinoza: "El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas".

Algo completamente diferente ocurre cuando tratamos de imaginar los fenómenos naturales al nivel del átomo. En este caso no disponemos de imágenes directas de ese mundo tan pequeño, por lo cual tales procesos nos resultan extraños e ilógicos, por la sencilla razón de que nuestra mente funciona de acuerdo a las leyes naturales que rigen el mundo en la escala de observación humana.

De ahí que algunos científicos comenten que "nadie comprende la física cuántica", en el sentido de que no podemos establecer imágenes compatibles con esa realidad. Richard P. Feynman expresó: "Debido a que el comportamiento atómico es tan diferente de nuestra experiencia ordinaria, es muy difícil acostumbrarse a él, y se manifiesta extraño y misterioso a todos, ya se trate del novicio o del físico experimentado. Aun el experto no lo comprende en la forma que quisiera, y es perfectamente razonable que ocurra así, pues todo aquello de experiencia directa o intuición humanas es aplicable sólo a los objetos grandes. Sabemos cómo actuarán los objetos grandes pero los objetos de escala pequeña no actuarán igual" (De "Las lecciones de Física de Feynman"-Fondo Educativo Interamericano-Panamá 1971).

Albert Einstein afirmaba que los grandes acontecimientos de la física estaban señalados con la aparición de las teorías. Desde el punto de vista de la imagen que tenemos de la naturaleza, no sólo interesan las ecuaciones matemáticas esenciales de esas teorías, sino también los principios físicos que subyacen a los fenónemos descriptos por ellas. Así, cuando se conocen las leyes de reflexión y refracción de un rayo luminoso, Pierre de Fermat enuncia el "principio del tiempo mínimo", que es el empleado por un rayo luminoso para desplazarse de un punto a otro, en cualquier circunstancia. Si no se hubiesen encontrado las leyes de reflexión y refracción, se hubieran podido deducir a partir de tal principio. Desde el punto de vista puramente conceptual, el principio de Fermat nos da una idea del aparente "criterio" imperante en tales fenómenos de la óptica geométrica.

Cuando aparecen las leyes de Newton de la mecánica, algunos científicos se propusieron encontrar algún principio físico subyacente a las mismas. En forma similar al principio del tiempo mínimo, que determina la trayectoria que sigue un rayo luminoso en distintas circunstancias, el principio de mínima acción de Maupertuis es el que determina cuál de todas las posibles trayectorias sigue una partícula en movimiento (en el campo gravitacional terrestre, por ejemplo). A partir de este principio se pueden derivar luego las leyes de la mecánica, si bien históricamente aparecen primero las ecuaciones físicas y luego los principios naturales.

Posteriormenete surge el principio de acción estacionaria de William R. Hamilton, que resulta ser más general que el anterior. Louis de Broglie escribió: "Es posible deducir las ecuaciones de la dinámica del punto material de un campo de fuerza derivado de un potencial, de un principio que -bajo su forma general- lleva el nombre de principio de Hamilton o de acción estacionaria. Según este principio, la integral en el tiempo, tomada entre dos épocas t1 y t2, de la diferencia de la energía cinética del punto material y de su energía potencial, es menor (o mayor) para el movimiento real que para todo movimiento infinitamente diferente que lleve el punto material de la misma posición inicial a la misma posición final. Es fácil mostrar que aplicando este enunciado con ayuda de las reglas del cálculo de variaciones, se vuelven a encontrar las ecuaciones clásicas del movimiento".

"Este principio de acción estacionaria toma una forma particularmente sencilla en el caso importante de los campos permanentes. Se convierte entonces en el principio de la mínima acción de Maupertuis, según el cual la trayectoria realmente seguida por el punto material para ir de un punto A a un punto B en el campo permanente, es la curva que hace mínima la integral curvilínea circulación de la cantidad de movimiento respecto a toda otra curva infinitamente próxima que una los puntos A y B" (De "La física nueva y los cuantos"-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1961).

De la misma forma en que se encontraron principios subyacentes a la mecánica clásica, fue posible encontrarlos en el caso de la mecánica cuántica, labor asociada a los trabajos de Richard P. Feynman. Tales principios aparecen como una especie de síntesis acerca de cómo funciona el mundo en la escala atómica y nuclear. Se los expondrá brevemente más adelante.

El conflicto entre nuestras imágenes mentales y el micromundo comienza con la descripción del efecto fotoeléctrico por parte de Albert Einstein. Desde hacía varios años, se conocía la luz como un fenómeno puramente ondulatorio, con el típico efecto de interferencia en el cual puede darse el caso de que: Luz + Luz = Oscuridad. Sin embargo, Einstein encuentra que la luz, a nivel atómico, actúa como una partícula (el fotón) con la típica presencia o ausencia de tales entes materiales.

La desorientación se intensifica cuando Louis de Broglie asocia ondas a las hasta entonces conocidas partículas materiales, como los electrones. Es decir, tanto la luz como la materia se comportan como ondas y como partículas. Podría uno arriesgarse a decir que fotones y electrones se mueven como ondas (expandiéndose por el espacio) pero interactúan como partículas (localizándose en un lugar). Louis de Broglie escribió: "Tenía yo veinte años cuando comencé a ocuparme de ellos (los cuantos) y hace por lo tanto un cuarto de siglo que medito sobre el tema. Pues bien, debo confesar humildemente que he llegado en mis meditaciones a comprender algo mejor algunos de sus aspectos, pero no sé todavía con exactitud lo que se oculta detrás de la máscara que cubre su faz".

La experiencia típica, para evidenciar el extraño comportamiento cuántico, es aquella en que una fuente emana partículas (fotones o electrones) enviándolos a través de una pantalla con dos rendijas, para llegar finalmente a una pantalla plana posterior con un detector que indica la llegada o la ausencia de la partícula. Como se trata de ondas, es de esperar la aparición de franjas de interferencia ya que las ondas, al propagarse por caminos diferentes, pueden interferir tanto en forma constructiva, intensificando su efecto, como en forma destructiva, anulándose entre ambas.

Los físicos suponían que, si se hacía pasar de a una partícula por vez, debería desaparecer la interferencia. Sin embargo, al mantenerse el mismo patrón, se llegó a la conclusión de que cada partícula interfiere consigo misma. Sólo si se procede a detectar una partícula luego de pasar por una de las rendijas, se anula la interferencia, es decir, cuando aparece su aspecto corpuscular, desaparece simultáneamente su aspecto ondulatorio.

La mecánica cuántica sólo puede calcular probabilidades, siendo imposible prever comportamientos determinados previamente. Por ejemplo, considérese el caso de una persona que observa, a través de un vidrio, el interior de una vivienda. Al reflejar dicho individuo la luz del sol, envía fotones hacia el interior de la vivienda por lo cual puede ser visto. Pero él también puede verse reflejado parcialmente en el vidrio. Ello implica que los fotones, de los cuales nadie ha sospechado que presenten diferencias entre ellos, tanto pueden reflejarse como transmitirse hacia el interior, siendo imposible predecir el comportaniento de uno solo de ellos, sino que solamente puede calcularse la probabilidad de reflejarse como de transmitirse.

Si cada partícula interfiere consigo misma, significa que de alguna manera "se entera" de la configuración de pantallas y rendijas que se le presentan en su posible recorrido. Luego, para averiguar la probabilidad de incidencia en cada lugar de la segunda pantalla, se deben evaluar todas las trayectorias posibles (por las dos rendijas) para saber si en determinado punto de la segunda pantalla existe una interferencia constructiva o destructiva.

Feynman se preguntaba si en lugar de dos rendijas, en la primera pantalla, se realizaban varias, y si en lugar de una pantalla se colocaban varias. De esa manera llega a la conclusión de que, para averiguar la probabilidad de que una partícula se mueva entre dos puntos A y B, es necesario evaluar todas las trayectorias posibles teniendo en cuenta las posibles interferencias entre las mismas. Stephen Hawking escribió: "En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Feynman halló una manera nueva y poderosa de pensar la mecánica cuántica, por la cual fue galardonado con el premio Nobel de Física de 1965. Desafió la hipótesis clásica de que cada partícula tiene una historia particular y sugirió, en cambio, que las partículas se desplazan de un sitio a otro a lo largo de cada trayectoria posible en el espacio-tiempo. A cada trayectoria, Feynman le asoció dos números, uno para el tamaño -la amplitud- de la onda y otro para su fase -si corresponde a una cresta o un valle. La probabilidad de que una partícula vaya de A a B se halla sumando las ondas asociadas con cada posible camino que pasa por A y B".

"Sin embargo, en el mundo cotidiano nos parece que los objetos siguen un solo camino entre su origen y su destino. Ello concuerda con la idea de Feynman de múltiples historias, porque para los objetos grandes su regla de asignación de números a las trayectorias asegura que todas menos una se cancelan al combinar sus contribuciones. En lo que respecta al movimiento de los objetos macroscópicos, sólo subsiste uno de los infinitos caminos posibles y éste es precisamente el que emerge de las leyes clásicas de Newton del movimiento" (De "El universo en una cáscara de nuez"-Crítica-Barcelona 2005).

Aún cuando la mecánica cuántica describa comportamientos tan extraños a nuestra lógica cotidiana, ha llegado a un nivel de precisión nunca igualado por otras teorías. Richard P. Feynman escribió: "La teoría de la electrodinámica cuántica lleva en vigor más de cincuenta años, y ha sido ensayada con precisión cada vez mayor en un rango cada vez más extenso de condiciones. En la actualidad puedo decir orgullosamente ¡que no existe diferencia apreciable entre teoría y experimento!".

"Para darles idea de cómo esta teoría ha sido puesta a prueba, les daré algunos números recientes: los experimentos habían dado para el número de Dirac un valor de 1,00115965221 (con una incertidumbre de 4 en el último dígito); la teoría lo coloca en 1,00115965246 (con una incertidumbre como mucho cinco veces superior). Para que capten la precisión de estos números les diré algo como que: si se midiese la distancia de Los Ángeles a Nueva York con semejante precisión, su valor diferiría del correcto en el espesor de un cabello humano" (De "Electrodinámica cuántica"-Alianza Editorial SA-Madrid 1992)

miércoles, 6 de febrero de 2019

Ética natural vs. Ética objetivista (Ayn Rand)

Toda propuesta ética debe considerar tanto el aspecto racional del hombre como el aspecto emocional. Ello se debe a que, mediante la razón, podemos orientar y controlar nuestras actitudes, limitando nuestros defectos y acentuando nuestras virtudes. Esta es la base de la introspección, que ha de ser un proceso consciente que cumple una función similar a la conciencia moral. Esta última "nos informa", desde el subconsciente, cuando hemos perjudicado a alguien, por lo que debemos corregir esa actitud.

Mientras que la ética natural contempla tanto el aspecto racional como el emocional, han surgido algunas éticas puramente racionales que relegan los aspectos emocionales a un lugar secundario. Sin embargo, desde la medicina se nos sugiere que "el hombre es un ser emocional que razona" (Daniel López Rosetti). También: "Antonio Damasio demuestra que la ausencia de emoción y sentimiento puede aniquilar la racionalidad" (De la presentación de "El error de Descartes" de Antonio Damasio-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).

La importancia de los afectos es tal, que su ausencia puede provocar muchos males, como es el caso de los niños pequeños que se los deja solos o que no se los acaricia suficientemente. Se supone, erróneamente, que un alejamiento afectivo los hará independientes y autónomos con mayor prontitud. Jeremy Rifkin escribió: "Aunque estaban atendidos, miles de ellos manifestaban una profunda languidez. Mostraban unos niveles elevados de depresión y las conductas estereotipadas típicas de un aislamiento interno. A pesar de disponer de comida en abudancia, de una atención médica adecuada y de un entorno razonablemente confortable, el índice de mortalidad de estos niños era muy superior al de los criados por sus padres biológicos, e incluso al de los criados con padres adoptivos o en familias de acogida".

"Los psicólogos no exigieron un cambio en los cuidados infantiles hasta la década de 1930. Empezaron a aconsejar a las enfermeras que tomaran a los niños en brazos para acunarlos, acariciarlos, consolarlos y darles una sensación de contacto íntimo. Los niños respondían de inmediato. Parecían revivir y se mostraban activos, cariñosos y llenos de vitalidad".

"Sin sentimientos ni emociones, la empatía deja de existir. Un mundo sin empatía es ajeno a la noción misma de lo que significa ser humano" (De "La civilización empática"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).

En base a las actitudes y a los efectos que producen en uno y en los demás, puede decirse que el amor, que es consecuencia de la empatía, y por el cual compartimos las penas y las alegrías ajenas como propias, es la base del bien moral. Por el contrario, el odio, o empatía negativa, por el cual la tristeza ajena produce alegría propia y la alegría ajena, tristeza propia, es la base del mal. También el egoísmo, que desconoce el proceso empático, tiende a producir efectos negativos. En el mejor de los casos, no produce el mal ni tampoco el bien (al menos desde el punto de vista afectivo). Finalmente, la negligencia, o indiferencia, también tiende a producir el mal, por lo que Wolfgang Goethe escribió: "La negligencia y la disidencia producen en el mundo más males que el odio y la maldad".

La ética natural se basa en las actitudes básicas del hombre (amor, odio, egoismo, indiferencia) de las cuales poseemos en distintas proporciones. Tales actitudes, junto al proceso empático, no son construcciones sociales o culturales, sino que son el producto de la evolución biológica. Luego, bajo el proceso de la evolución cultural, se sugiere al amor como base de la tendencia hacia la cooperación social, requisito imprescindible para la supervivencia de la humanidad.

Quienes desconocen estos procesos elementales, aducen que no existe el bien ni el mal, por cuanto desconocen tanto la ética natural como las actitudes básicas que la sustentan. Siendo la ética la ciencia social que describe el bien y el mal, para promover el primero y desalentar el segundo, resulta incoherente una postura "ética" que niegue la objetividad del bien y del mal, lo que hace suponer la validez del relativismo moral. Ayn Rand escribió: "El concepto de valor, de bien y mal, es una invención humana arbitraria, no relacionada, no originada y no sustentada por hecho alguno de la realidad..." (pág. 20)(De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).

Mientras que, desde la ética natural, se consideran esenciales tanto el aspecto emocional como el racional, para la "ética objetivista" resulta prioritaria la racionalidad. Sin embargo, no debe olvidarse que los psicópatas se caracterizan por sus dotes racionales aceptables y por su carencia de empatía. La citada autora escribió (en boca de John Galt): "La felicidad es sólo posible para el hombre racional, el que no desea más que alcanzar objetivos racionales, que no busca más que valores racionales, y que no encuentra su alegría sino en acciones racionales" (pág. 42).

Resulta llamativo que la citada autora ignora totalmente la ética natural, principalmente en su versión cristiana. Como se sabe, el cristianismo propone el amor al prójimo, mientras que Ayn Rand le asocia injustificadamente el altruismo (perjudicarse uno mismo en beneficio de otro), escribiendo al respecto: "He presentado la esencia básica de mi sistema, pero es suficiente para indicar de qué manera la ética objetivista es la moralidad de la vida, en oposición a las tres principales escuelas de teoría ética: la mística, la social y la subjetiva, que han llevado al mundo a su estado actual y que representan la moralidad de la muerte".

"Estas tres escuelas difieren entre sí únicamente en la forma en que tratan el tema, pero no en su contenido, ya que son meras variantes del altruismo, la teoría ética que considera al hombre como un animal sacrificable, que sostiene que el hombre no tiene derecho de existir para sí mismo, que la única justificación de su existencia es servir a otros y que el autosacrificio constituye su mayor deber, su máxima virtud, su supremo valor moral" (Pág. 48-49)

En realidad, una madre que "sirve" a sus hijos no se "autosacrifica", sino que comparte la felicidad de ellos; a menos que adopte la "virtud del egoísmo" y destruya así el vínculo empático o afectivo. De la misma manera en que una persona es feliz compartiendo las penas y las alegrías de sus familiares, podrá hacerlo respecto de los demás integrantes del medio social, e incluso de la humanidad toda, tal la sugerencia cristiana del amor al "prójimo". Por el contrario, si nos atenemos a la propuesta ética de Ayn Rand, deberemos sólo establecer vínculos materiales a través del intercambio comercial. Al respecto escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia" (pág. 45).

"La ética objetivista defiende y apoya orgullosamente el egoísmo racional, a saber: los valores requeridos para la supervivencia del hombre como hombre, o sea: los valores necesarios para la supervivencia humana, no aquellos originados sólo por los deseos, las emociones, las aspiraciones, los sentimientos, los caprichos o las necesidades de brutos irracionales que jamás lograron superar la práctica primitiva de los sacrificios humanos, que nunca descubrieron una sociedad industrial y que no conciben otro interés personal que el de arrebar el botín del momento" (Pág 44-45).

Y aquí se advierte la cercanía entre marxismo y randianismo, ya que, según el marxismo, el vínculo de unión entre los hombres han de ser los medios de producción, rachazando todo vínculo empático promovido por la burguesía y el cristianismo. Para Ayn Rand, que igualmente rechaza el vínculo empático, sugiere también un vínculo no afectivo, como es el intercambio comercial. En base a los vínculos propuestos por ambos sectores, puede decirse que proponen la existencia de sociedades de hormigas, o de abejas, pero no de sociedades humanas.

La ética natural se ha visto fortalecida por algunos hallazgos de la neurociencia, ya que las neuronas espejo resultan ser la base neurológica de la empatía, lo que corrobora la objetividad del fenómeno psicológico surgido como producto de la evolución biológica y no una creación de "brutos irracionales". Marco Iacoboni escribió: "Durante mucho tiempo la ciencia intentó sin éxito explicar la extraordinaria capacidad humana de comprender lo que los otros hacen y sienten, de entender las intenciones de los demás y reaccionar de manera adecuada a los actos ajenos".

"El descubrimiento de las neuronas espejo inició una revolución en nuestra comprensión del modo en que al interactuar con los demás usamos el cuerpo -los gestos, las expresiones, las posturas corporales- para comunicar nuestras intenciones y nuestros sentimientos. Es precisamente gracias a las neuronas espejo que se puede crear un puente entre uno y los otros y volver así posible el desarrollo de la cultura y de la sociedad: son ellas las que explican la imitación y la empatía. Del mismo modo, un déficit de neuronas espejo puede ser responsable de varios e importantes síntomas del autismo: los problemas sociales, motores y de lenguaje" (De "Las neuronas espejo"-Katz Editores-Buenos Aires 2010).

El futuro de la humanidad habrá de ser seguro y confortable siempre y cuando atendamos a lo que nos indican las leyes naturales que rigen la conducta del hombre. La "sabiduría" asociada a la evolución biológica debe contemplarse prioritariamente a las propuestas personales y subjetivas que desconocen completamente tales leyes. Jeremy Rifkin agrega: "Cuando hablamos de civilizar, queremos decir empatizar". "Sin empatía sería imposible imaginar la vida social y la organización de la sociedad, intentemos imaginar una sociedad de personas narcisistas, psicópatas o autistas. La sociedad exige ser social y ser social exige extensión empática".

domingo, 3 de febrero de 2019

La economía socialista de la Argentina

Por cada $ 165 que una empresa destina a uno de sus empleados, éste recibe $ 100 y los $ 65 restantes van a parar al Estado y a los sindicalistas.

Cuando ese empleado realiza compras, deberá pagar nuevamente al Estado alrededor del 50% del monto gastado, ya que debe cubrir los impuestos de toda la cadena de producción y comercialización. De ahi que el Estado le quita a cada trabajador alrededor del 70% de los ingresos que debería disponer. Si bien recibe algunos beneficios estatales, sus impuestos no deberían sobrepasar el 10 o el 15%.

Un porcentaje tan alto de los impuestos, hace que estemos en la Argentina mucho más cerca del socialismo que de una economía capitalista.

Gran parte de lo que va al Estado se gasta en asistencia social, en mantener políticos, sindicalistas, piqueteros y vagos de toda calaña. Sin embargo, la "redistribución socialista" es considerada como una conquista social y apoyada por la mayoría de los partidos políticos (kirchnerismo, peronismo, macrismo, radicalismo).

Incluso se llega al extremo de que el calificativo de "liberal" es utilizado como un insulto a quienes pretenden salir del socialismo y orientar al país hacia una economía de mercado. Quienes promueven la "justicia social" asociada al redistribucionismo, en lugar del trabajo productivo, son los primeros en no soportar las consecuencias nefastas de las ideas a las que adhieren.

sábado, 2 de febrero de 2019

Conservadores, liberales, libertarios y libertinos

En el ámbito de la política y de la economía ocurre algo similar a lo que sucede en el ámbito de la religión, ya que, a la oposición existente entre las diversas religiones, se le suman las divergencias internas a cada religión. Así, frente a los sectores socialistas y totalitarios, surge el sector democrático como una oposición irreconciliable; mientras que, internamente a este sector democrático, aparecen disputas entre las distintas facciones.

El grupo democrático que excede el ámbito estricto de la economía y la política, adoptando una base explícitamente cultural, es el conservadorismo. En este caso, se prioriza la idea de Dios y se la adopta como referencia para ubicar valores culturales tales como libertad, igualdad, justicia, etc. Esta postura es rechazada por los restantes grupos democráticos considerando que la religión debe ser una cuestión individual y subjetiva, que no tiene que trascender al ámbito social.

En realidad, el conservadorismo considera a la religión (cristiana principalmente) en función de la actitud ética que promueve, que poco o nada tiene que ver con las posturas filosóficas o creencias personales acerca del más allá. Si nos atenemos estrictamente al mandamiento del "amor al prójimo", se observa que es la actitud cooperativa necesaria para establecer una sociedad democrática auténtica. Además, para establecer una economía de mercado en la cual ambas partes intervinientes en un intercambio se han de beneficiar simultáneamente, no puede faltar tal actitud orientada a la cooperación social.

Los detractores del cristianismo asocian el amor cristiano al altruismo socialista, siendo actitudes completamente distintas. El amor, cuyo fundamento es la empatía, implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, lo que conduce necesariamente a un beneficio simultáneo en cada actor de la vida social. El altruismo, por el contrario, significa beneficiar a otros aun a costa de un perjuicio propio, o a través de un sacrificio personal a favor de la sociedad, o del Estado.

El sector liberal es liderado ideológicamente por economistas como Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek. En este caso se promueve tanto la democracia política como la democracia económica (mercado), llegando al extremo (en el caso de Mises) de sostener que la economía de mercado lleva implícita cierta ética cooperativa. Ello no implica que descarte los valores culturales, sino que muestra un optimismo exagerado. De ahí que, mientras que los conservadores consideran prioritaria la ética, varios economistas liberales consideran prioritaria la economía. Quien se manifiesta claramente por el logro de una previa actitud ética favorable a la economía de mercado, es Wilhelm Röpke.

Debido a que la denominación "liberal" fue usurpada en los EEUU por los sectores socialdemócratas, tal denominación sigue teniendo vigencia para los europeos y sudamericanos en su antigua acepción. Aún así, muchos seguidores de Mises y Hayek se denominan "libertarios minarquistas", considerando que debe existir un Estado mínimo, que no perturbe el proceso del mercado. Y aquí surge otro motivo de discusión, ya que, mientras que Mises "no prohíbe" la existencia de empresas estatales, siempre y cuando se rijan por las reglas del mercado y cierren sus puertas cuando den pérdidas, algunos aparentes seguidores adoptan una actitud anti-estatista, considerando incluso que ni siquiera debería haber una educación pública, sino que toda actividad social debería ser privada.

Comienza a vislumbrarse la existencia de un libertarismo de tipo anarquista, o anarco-capitalismo. Si bien podemos imaginar un futuro en el cual toda la gente es buena, de tal manera que no hagan falta policías, militares, cárceles, abogados, etc., constituiría un suicidio colectivo anular el Estado para llegar a ese futuro imaginado. Lo más llamativo del caso es que tales anarquistas rechazan completamente las propuestas conservadoras junto con la religión. De ahi que, pareciera, suponen que la gente se va a hacer buena cuando desaparezca el Estado. Esta postura es tan absurda como la propuesta por Marx, quien suponía que el hombre se haría virtuoso de la noche a la mañana en cuanto se expropiaran los medios de producción privados.

Estamos entonces a un paso del libertinaje, que es la postura ética y mental que asocia a la palabra "libertad" el hacer lo que a cada uno le viene en ganas. En realidad, los sectores liberales consideran que la libertad implica la no dependencia de cada individuo de las órdenes o directivas de otros individuos. Al no estar regidos por decisiones de otros hombres, debemos estarlo por las leyes. De ahí que Cicerón decía que "para ser libres debemos ser esclavos de las leyes". Sin el gobierno de las leyes, y tampoco de otros individuos, se llega pronto a un estado social caótico, como se vislumbra en la actualidad.

La anomia social es promovida por el relativismo moral, concepto propuesto por el marxismo para eliminar la validez de la ética cristiana, para introducir luego el absolutismo moral asociado a aquella ideología. Se llega así a la conclusión de que una parte importante de "liberales" o "libertarios" en realidad promueven tendencias destructivas en forma conjunta con los sectores de izquierda. Tal es así que no es raro encontrar "liberales" que promuevan el aborto y la Ideología de género, en abierta complicidad con los marxistas culturales. Morris y Linda Tannehill escribieron: "Laissez faire significa deja a las personas hacer lo que les plazca, es decir, que todos dejen a los otros por su cuenta para hacer lo que prefieran. Una sociedad de laissez-faire es una sociedad de no injerencia, una sociedad de ocúpate de tu propio asunto, de vive y deja vivir. Significa la libertad de cada individuo de manejar sus propios asuntos de cualquier forma que le plazca...no sólo en el ámbito de la economía, sino en todos los órdenes de la vida".

Los anarco-capitalistas desconocen completamente la moral cristiana (la del beneficio simultáneo) mientras que sólo conocen el altruismo socialista y "la virtud del egoísmo" que proponen. Incluso algunos llegan a decir que "el cristianismo es inmoral". Los autores citados agregan: "El altruismo es la doctrina filosófica que sostiene que aquello que se hace desde la preocupación por el bienestar de los demás es bueno, mientras que es malo si es motivado por la preocupación por uno mismo. Alguna variante de esta doctrina ha sido parte fundamental de casi todas las religiones y filosofías del mundo durante toda la historia del hombre. Uno de los principios religiosos más comunes es que el egoísmo es malo y que sólo una preocupación desinteresada por las necesidades de los demás va a ganar el favor de Dios y del hombre" (De "El mercado para la libertad"-Barbarroja Ediciones-Buenos Aires 2013).

Supuestamente, los anarco-capitalistas están en contra del marxismo. Sin embargo, al interpretar la moral cristiana (por ignoracia o maldad) como promotora del "altruismo", y no del amor, y al igualarla a la "moral socialista", le han "regalado" el cristianismo al marxismo y de ahí que la Iglesia Católica sea una de las principales promotoras del socialismo. El anarco-capitalista no sólo se asocia a la actitud destructiva del marxismo cultural, sino que también favorece la difusión del socialismo igualándolo con el cristianismo. Luego, como ocurre generalmente en las redes sociales, los "nuevos" anarco-capitalistas califican de "marxista" a quien escribe algo a favor del cristianismo, cuando en realidad es al revés.

viernes, 1 de febrero de 2019

Innovaciones culturales

Cuando los economistas consideran a las innovaciones como un aspecto prioritario en una economía de mercado, resulta un poco atemorizante para el emprendedor suponer que tiene que "inventar" algo nunca antes realizado. Sin embargo, la denominada innovación económica no es tan exigente, por cuanto también se considera "innovación" el desarrollo de algo nunca visto en el mercado local, pero que ya fue desarrollado en otra provincia o en otro país.

En el caso de las innovaciones culturales pasa otro tanto. Puede decirse que una innovación cultural no ha de ser necesariamente un "invento" de algo nunca visto antes, lo que ha de resultar poco probable, ya que también una innovación ha de consistir en promover avances o costumbres establecidas en otras partes del país o del mundo; incluso en el mismo país en épocas pasadas.

Como ejemplo de innovación cultural puede mencionarse al humanismo renacentista, que consistió esencialmente en traer al presente de entonces la cultura greco-romana de varios siglos atrás. Francisco Romero escribió al respecto: "El humanismo consiste en la asimilación de la cultura, en su incorporación al espíritu en los términos de una profundización y potenciación de lo esencial humano. La humanidad crea la cultura en un esfuerzo plural nunca interrumpido; la cultura ofrece aspectos puros, libres de cualquier escoria, en los que se manifiestan las capacidades y los anhelos más elevados del hombre, y otros de menor dignidad, de índole práctica, utilitaria. El humanismo es la concentración personal de aquel primer aspecto o sector de la cultura, su reconducción al hombre, el enriquecimiento del individuo con todos los bienes de orden superior producidos por la especie, la animación del tesoro disperso al ser encarnado en una persona humana".

"La edad de oro del humanismo fue, como se sabe, el Renacimiento. Deslumbrado el Renacimiento por la recién descubierta Antigüedad, ser humanista era en esa sazón apropiarse intelectualmente los más sustanciales contenidos de la cultura greco-romana y aun asumir acaso formas exteriores de la vida antigua, todo con señalada preferencia por la dimensión estética. Erudición y humanismo iban entonces de la mano, porque mediante la erudición y sólo por ella se allegaban todos los elementos humanistas. La cultura antigua estaba terminada, completa desde hacía varios siglos; se veía en ella la perfección misma, el ejemplar por excelencia de toda cultura humana".

"Hacerse dueño de ella era poseer las partes y el todo, la exterioridad y el sentido, un conjunto de formas y una concepción de la vida y del mundo. En realidad, sólo entonces se ha dado el humanismo como fenómeno común, porque sólo en esa ocasión se dispuso de un procedimiento relativamente simple para adquirir y dominar las humanidades, procedimiento que no era sino la apasionada proyección del interés -servido por la erudición- sobre la imagen de la Antigüedad, fijada por su acabamiento e idealizada por el miraje retrospectivo, recapitulada en las palabras de los escritores y en las figuraciones de los artistas" (De "Ideas y figuras"-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1949).

Uno de los principales humanistas del Renacimiento fue Erasmo de Rotterdam, quien se propuso reactualizar no sólo las ideas de la cultura antigua, sino lo esencial del cristianismo, encubierto por los diversos emisores secundarios posteriores. Al respecto expresó: "¿Cómo es posible que nos entusiasmemos con las particularidades de una infinidad de viejos sistemas filosóficos y no nos preocupemos por volver a las fuentes originales del cristianismo? Ya que esta sabiduría, tan excelente que ha podido infundir la sabiduría del mundo entero, puede extraerse de pocos libros, como de una fuente cristalina y con mucho menos esfuerzo que la sabiduría de Aristóteles, que debe extraerse de tantos libros enrevesados, y con mucho más fruto...El equipaje para este viaje es más simple y está al alcance de todos. Esta filosofía es accesible para todo el mundo".

"Cristo quiere que sus misterios se difundan de la forma más amplia posible. Yo quisera que todas las buenas mujeres leyeran el Evangelio y las Epístolas de Pablo. ¡Qué fueran traducidos a todas las lenguas! Que el labrador entonara sus cantos empujando su arado, que el tejedor tarareara sus sones mientras trabaja, que el viajero acortara su camino con semejantes conversaciones...Esta clase de filosofía se basa más bien en una disposición del espíritu que en silogismos, es más bien un modo de vida que un punto de vista, una inspiración más que una erudición, una metamorfosis más que una lógica...La filosofía de Cristo, que él mismo llama Renascentia, ¿no es acaso volver a honrar a la Naturaleza, perfecta en el momento de la creación? Por último, aunque nadie nos lo enseñó tan completa y tan eficazmente como Cristo, también en los libros paganos podemos encontrar muchas cosas al respecto" (De "Erasmo (2)" de Johan Huizinga-Salvat Editores SA-Barcelona 1987).

Las innovaciones culturales, en el sentido considerado, serán de poco interés para nacionalistas y para fanáticos de ideologías sectoriales. Ello se debe a que sus objetivos no implican encontrar las formas sociales que mejor convengan a los seres humanos, sino que sus objetivos prioritarios consistirán en imponer sus propias ideas o creencias, con el simultáneo rechazo de todo lo que pueda provenir de otros sectores.

De la misma manera en que la producción económica está orientada hacia un mercado mundial, las propuestas culturales deben orientarse hacia una cultura mundial. Así, cada país deberá tratar de destacarse del resto por sus aportes positivos hacia esa cultura universal. Como ejemplo de lo que se busca, puede mencionarse a la ciencia experimental como parte de esa cultura de toda la humanidad.

El hecho de mirar las culturas del pasado, no significa presuponer que ese pasado ha debido necesariamente ser mejor que la cultura actual, como sostienen los creyentes en una antigua Edad de Oro que, suponen, es necesario volver a vivir. Las innovaciones culturales deben siempre ser sometidas al proceso de "prueba y error", dejando de lado las utopias que surgen de la mente de algunos hombres que juegan a ser dioses.

Las innovaciones deben ser propuestas para épocas de crisis o de decadencia. De lo contrario, no tiene sentido innovar para destruir lo que funciona aceptablemente, como ha sucedido muchas veces con los sistemas educativos o económicos, que empeoran significativamente debido a la absurda manía de intentar cambios como si el cambio en sí mismo implicara progreso. El progreso se da muchas veces trabajando mejor bajo reglas o sistemas vigentes desde mucho tiempo atrás.

Es indudable que, para aplicar el método de "prueba y error" en los aspectos culturales, es imprescindible que los integrantes de la sociedad sepan describir la realidad con cierta eficacia. De ahí que no será posible incorporar alguna innovación cuando en una sociedad predomina el fanatismo y se llega incluso al extremo de apludir y admirar a personajes nefastos que destruyeron individuos y sociedades enteras.

Un error frecuente es el cometido por los países subdesarrollados cuando imitan los efectos producidos por la cultura predominante en los países desarrollados, en lugar de emularlos. La imitación sólo resulta un simulacro de la aprehensión de la cultura extranjera sin que exista ningún cambio esencial en la mentalidad favorecedora del subdesarrollo.