miércoles, 28 de septiembre de 2022

La antieconomía

Si dejamos a varios seres humanos en completa libertad de acción, en un medio geográfico determinado, surgirá la necesidad del conjunto por sobrevivir. Es decir, la búsqueda de la supervivencia individual se establece en forma espontánea en todas las circunstancias posibles y en todas las épocas.

Es posible que, luego de varios intentos productivos, lleguen a la conclusión de que resulta más conveniente, respecto de otras alternativas, que unos se dediquen a la caza, otros a la pesca y otros a la agricultura, y luego establezcan intercambios entre los distintos productores.

Se ha establecido así una economía natural y espontánea, cuya base se mantendrá aún cuando se trate de economías aplicadas a zonas con millones de habitantes. La especialización por actividades se conoce como "división del trabajo" y el intercambio posterior como "economía de mercado".

Para la optimización del sistema se requiere que, en todo intercambio, se beneficien ambas partes intervinientes. De lo contrario, se interrumpirá. Además, para facilitar los intercambios, o trueques, se introduce el dinero. De otra forma, los intercambios se limitarían drásticamente.

Imaginemos que un agricultor, que cultiva papas, requiere de los servicios de un dentista. Si, para efectuar un trueque por un tratamiento dental, debería transferir unos 100 kg de papas al dentista, seguramente éste dirá que necesita mucho menos cantidad de papas, por lo cual el intercambio se hace dificultoso. De ahí que el dinero facilita y permite los intercambios.

Aunque esto resulta fácil de entender, muchas veces encontramos personas que abogan por la eliminación del dinero. Incluso Jorge Bergoglio, dirigente socialista a nivel mundial, calificó al dinero como el "estiercol del diablo", si bien no llegó a declarar públicamente en favor de su eliminación.

Si la economía natural se fundamenta en la propiedad privada, la división del trabajo, los intercambios libres y voluntarios en el mercado, a través de la utilización del dinero, luego, la antieconomía será la que promueve la abolición de la propiedad privada, la eliminación de la división del trabajo, el bloqueo de los intercambios libres y voluntarios y la abolición del dinero. Todo esto se denomina "socialismo".

Entre los argumentos esgrimidos por los socialistas aparece la supuesta inequidad en los intercambios por cuanto consideran que en ellos "siempre uno de los intervinientes se beneficia y el otro se perjudica", aunque cualquiera puede apreciar en la vida real que en todo intercambio cotidiano existe un beneficio mutuo y cuando uno se siente perjudicado, interrumpe el vínculo comercial.

Ante esta suposición errónea, se haría necesaria la existencia del Estado, de tal manera que A entrega su producción al Estado, lo mismo que hace B, y luego el Estado redistribuye equitativamente (según la teoría) entre A y B. Es decir, se prohíbe el intercambio directo, sin intermediación alguna, entre A y B.

Otro de los aspectos propuestos por el socialismo es el del valor de los bienes y servicios, a los que asocia la cantidad de trabajo que requirió su realización, algo que resulta poco efectivo en la cotidiana realidad. Por el contrario, en los intercambios libres se asocia, como valor de un bien o un servicio, su utilidad o preferencia otorgada en forma subjetiva por los usuarios o consumidores.

Para que la negación de la economía natural sea casi total, encontramos en la ideología marxista la negación de la división del trabajo. Al respecto Roger Garaudy escribió: "La consecuencia positiva fundamental de la división del trabajo consiste en un aumento gigantesco del poder del hombre sobre la naturaleza, es decir, de posibilidades infinitas para el hombre de transformación y desarrollo".

"Las consecuencias son múltiples. Ante todo, porque división del trabajo, cambio y propiedad privada de los medios de producción se implican en forma mutua".

"La división social del trabajo implica necesariamente el cambio y, con él, las relaciones de competencia entre los hombres, el enfrentamiento de las codicias. Por tanto, el interés privado de los individuos (o de grupos de individuos) ya no se identifica con el interés general, sino que se opone a él".

"En la maraña de los cambios, cada cual produce para sí y no para los demás: «La sociedad de este hombre alienado es la caricatura de su verdadera naturaleza social» (Marx)" (De "¿Qué es la moral marxista?"-Ediciones Procyon-Buenos Aires 1964).

Según el citado autor, cada cual produce para sí y no para los demás . Para advertir la verdad o falsedad de tal expresión, podemos preguntarle a un agricultor que produce varias toneladas de papas si acaso las produce para él mismo, según asegura el ideólogo marxista. Evidentemente, nos dirá que consume una pequeña parte de su producción y lo demás lo produce para otras personas, a través de intercambios.

En lugar de que los economistas, políticos y ciudadanos en general, discutamos las necesarias formas de mejorar y optimizar la economía natural, todavía estamos anclados discutiendo las propuestas de la antieconomía socialista, a pesar de los reiterados fracasos que produjo en el pasado y que produce en el presente en algunos países.

Los 70: ¿guerra civil o expansión cubano-soviética?

Si bien un cambio de título no ha de modificar en nada al pasado, es posible que los acontecimientos bélicos de los años 70 tengan una influencia futura distinta interpretándolos de una manera diferente a la vigente en la actualidad. Es un caso similar al de la "guerra rusa-ucraniana", que en realidad se trata de una invasión unilateral por parte de Rusia contra Ucrania.

Puede decirse que en los años 70, la Argentina sufrió el embate de fuerzas militares cubano-soviéticas que apuntaban hacia la instauración del socialismo en nuestro país. La actual injerencia cubana en Venezuela es un caso similar a lo que se pretendía entonces. Que tales tropas cubano-soviéticas fueran integradas principalmente por militares nacidos en la Argentina, ello no implica cambio alguno respecto de tal contienda, mejor interpretada como una invasión foránea, y no propiamente como una guerra civil.

A continuación se transcribe un artículo que puede ayudar a aclarar la cuestión:

EL IMPERIALISMO CUBANO

Por Pedro Cornelio von Eyken

Quienes han venido leyendo esta columna desde septiembre de 2021 y en especial desde la publicación de mi libro Testigo de una revolución traicionada (Buenos Aires, Editorial Dunken, 2022), quizá se han habituado a mi doble condición de politólogo y diplomático (retirado) políticamente incorrecto.

Luego de dedicarme durante nueve años a Cuba, tres como residente en la isla y seis más como investigador y escritor de su historia desde 1959, se comprende que la mayoría de mis columnas se ocupen de la isla caribeña. El problema, la razón de lo políticamente incorrecto, es que lo hago con una mirada crítica, desmitificadora y contundente, anteponiendo la realidad tangible que conocí in situ a la ideología soñadora de lo que no fue. Para variar, lo que sigue va en la misma línea. Mis disculpas, nuevamente, a los cultores del idealismo dogmático.

REVOLUCION IMPERIALISTA

Hoy sostengo, como politólogo, que la revolución cubana, que ha hecho del imperialismo estadounidense el leit motiv de su victimización para justificar todas sus acciones durante más de seis décadas, es también imperialista. Una de las primeras cosas que aprendemos en la facultad es que, en política, las palabras suelen ser multívocas, poseen más de un significado.

Un artículo del académico y político venezolano Jesús Caldera Ynfante, publicado en 2019 en el sitio Academia.edu bajo el título El Imperialismo Militar Cubano. El largo historial de injerencia e intervencionismo de Cuba en los Asuntos Internos de otros Países, sistematiza datos que se conocen de otras fuentes. ¿Acaso sólo existe el imperialismo de Estados Unidos, según pretenden la izquierda en general y la revolución cubana en particular? Ese catedrático, que fue también candidato a presidente de Venezuela, afirma que el gobierno cubano, desde 1959, ha venido cuestionando conductas que, según el relato de La Habana, sólo son propias de EEUU. Podríamos sumar al Reino Unido, más antiguo, como otro caso emblemático.

Sin embargo, el imperialismo posee diversas manifestaciones. No sólo consiste en la apropiación lisa y llana de otros Estados, como el imperio de Alejandro Magno, el imperio romano o los de Napoleón, Hitler y Stalin.

Imperialismo es también el control absoluto de la vida política, militar, social y económica de otros países. Es el medio de apropiarse de sus riquezas y recursos naturales. Es la injerencia e intervención en asuntos internos de otros países. Con esas acepciones puede decirse que la revolución cubana ha practicado y practica distintas modalidades de imperialismo desde que llegó al poder. Venezuela es, quizá, la víctima más paradigmática. La Patria de Bolívar fue intervenida por Cuba con acuerdo de sus gobernantes Hugo Chávez desde 1999 y su sucesor desde 2013, en muchos ámbitos, especialmente en inteligencia, represión, asuntos militares y recursos económicos.

Hoy en día esa situación no es un secreto para nadie, como tampoco lo es que su sistema de gobierno, al decir de Cabrera Ynfante, es una dictadura autocrática de base plebiscitaria edificada sobre la Asamblea Constituyente el 30 de julio de 2017 mediante fraude a la Constitución y a espaldas de la auténtica soberanía popular.

Para el autor venezolano Cuba "obra con pretensiones imperialistas, delineando el intervencionismo militar en asuntos internos de otros Estados como una política de Estado sostenida desde 1959 hasta hoy. La tiranía cubana cuestiona que los EEUU promueven la "industria de la guerra" con toda hipocresía puesto que, desde 1959, la tiranía cubana no ha hecho otra cosa que convertirse en un país exportador de guerras y conflictos a distintos países de América y Africa. Cuba, y su política exterior, están basadas en la propia "industria de la guerra" que, tanto se lamenta, promueven los EEUU.

INJERENCIAS CUBANAS

No sé cuántos lectores de esta columna conocen las injerencias cubanas que citaré a continuación, ya que desde 1959 Fidel Castro promovió invasiones o intromisiones en países de América Latina y Africa, con fuerzas regulares o irregulares, propias o ajenas.

Sintetizaré algunas. En abril de 1959, cuatro meses después del triunfo de la revolución, Castro ordenó una invasión a Panamá con combatientes cubanos, que fue delatada y derrotada.
En junio le tocó a la República Dominicana, con más de 200 cubanos. También fue delatado y derrotado.
En mayo ordenó invadir Nicaragua, usando como país de paso a Costa Rica; también fue derrotado.
En agosto ordenó la invasión de Haití, denominada "Operación Haití". Entre los invasores había dos venezolanos. Fueron derrotados y casi todos masacrados. A raíz de ello Haití rompió relaciones diplomáticas con Cuba.
Años después, en 1962, el gobierno cubano intervino en la llamada "Guerra de las Arenas" del lado de Argelia, con más de 500 combatientes en una disputa territorial contra Marruecos.
Al año siguiente, Castro quiso exportar su modelo a Africa, que se hallaba en plena campaña anticolonialista frente a Europa.
En 1965, atraído por los recursos naturales africanos, envió al Che Guevara al Congo con combatientes cubanos pero luego de dos años el Che reconoció que había fracasado.
Sin mengua de su ambición, en 1965 Castro se dirigió a Angola como fuente de recursos naturales, también con el Che, para respaldar al líder del MPLA, Agostinho Neto frente a Portugal, que continuó diez años después con la denominada "Operación Carlota" desde 1975. La campaña de Angola demandó quince años y contó con vehículos blindados rusos y aviones MIG de combate. Llegó a tener más de 50.000 combatientes en Angola y más de 2200 murieron en combate. La URSS ponía las armas y Cuba la sangre, todo ello muy lejos del Caribe. En esa época también se intervino en Guinea Bissau, con suerte adversa.

Ya en 1963 Castro impulsó la incursión guerrillera en nuestro país con el ingreso por Salta de hombres al mando del "Comandante Segundo", el argentino Ricardo Masetti, fundador de la agencia Prensa Latina y precursor del Che Guevara en Bolivia. Ambos intentos fracasaron. Durante su extensa visita a Chile de 1971 (el programa decía 10 días y se quedó 24), Castro intentó sin éxito convencer a Allende de desandar su camino legalista y pacífico aunque apoyaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El periodista chileno Pedro Schwarze, en una nota de La Tercera de 2016 (https://www.latercera.com/noticia/fidel-castro-chile-los-hitos-una-relacion-mas-medio-siglo/) cuenta que en un momento, el presidente chileno, molesto con el discurso extremadamente radical de su visitante, llegó a pedirle a un intermediario que le dijera a Fidel que ya estaba bien, que podía irse.

Semanas después del golpe de 1973 del General Pinochet, cuenta Schwarze que Castro, en un discurso en la Plaza de la Revolución de La Habana, "reescribió la historia de la muerte de Allende, al relatar con detalle cómo el mandatario chileno murió combatiendo. En una sola frase, Fidel reflejó por qué lo describía muriendo con una metralleta en las manos: "ahora, los chilenos ya saben que no hay ninguna otra alternativa que la lucha armada revolucionaria".

"SOLIDARIDAD SOCIALISTA"

Desde mediados de los años 90 del pasado siglo, Castro mutó esa convicción al crear el "Socialismo del Siglo XXI". Decía que ya no era tiempo de revoluciones armadas y admitía que había otras maneras de conseguir el poder. Podía iniciarse con elecciones libres y pluralistas pero a partir de allí debían crearse las bases de una permanencia eterna en el poder, con mucho de Gramsci. Así ocurrió en Venezuela, Nicaragua y casi en Bolivia. El imperialismo caribeño de izquierda o castro-chavismo se adapta, pero sigue siendo imperialismo. Y no cesa.

Los argentinos sabemos bien lo que vino en los años 70 y 80 del siglo XX, cuando Cuba entrenó y promovió a los Montoneros y el ERP, dotándolos de armas, entrenamiento y dinero. No envió a combatientes cubanos pero La Habana se convirtió en epicentro de la formación ideológica y la financiación.

En Bolivia se apoyó al Ejército de Liberación Nacional y en Perú a Sendero Luminoso. En los años 80, el actual presidente venezolano fue entrenado en la academia política Ñico López del Partido Comunista de Cuba. No fue casual su elección para suceder a Chavez en 2013. La lista es larga, sólo elegí algunos ejemplos. Si todo eso no es imperialismo... Quizá también podría llamarse "solidaridad socialista", aunque no en todos los casos el otro país solicitó la asistencia cubana.

(De www.laprensa.com.ar)

martes, 27 de septiembre de 2022

Acerca de los Mundiales de Fútbol

Si nos preguntan por el mayor acontecimiento positivo mundial de un año, seguramente muchos responderán que se trata del Campeonato Mundial de Fútbol. Ello se debe a la trascendencia que en cada país presenta esta justa deportiva. La fiesta del fútbol, en su etapa inicial, se va convirtiendo en alegrías y decepciones sucesivas, a medida que van quedando en el camino varias de las selecciones nacionales participantes.

AL MUNDIAL NO HAY QUE IR NI AGRANDADOS NI ACHICADOS

A los largo de la historia de los mundiales se han producido hechos que deben ser tenidos en cuenta en el presente. Este es el caso de los equipos que van "agrandados" por éxitos previos y que terminan eliminados lastimosamente. Demás está decir que, si van "achicados" de antemano, también sufrirán una pronta eliminación. El término medio es lo aconsejable.

Con una gran actuación en el Campeonato Sudamericano de 1957 (que dio lugar a la actual Copa América), la Selección Argentina participa en el Mundial de Suecia de 1958. La delantera del 57, integrada por Maschio, Sívori y Angelillo, ya fue vendida a equipos italianos, pero todos piensan que se podrán reemplazar fácilmente. La Argentina, sin participar en los campeonatos del 50 y del 54, por ser "los mejores del mundo", aunque sin demostrarlo, cae ante Checoslovaquia por 6 a 1, de ahí que tal mundial es recordado como el "desastre de Suecia". Se dijo que el informante que debía "espiar" a Checoslovaquia en un partido previo del mundial, no cumplió con su trabajo y prefirió ver un partido más interesante, descontando la supuesta superioridad argentina.

El seleccionado de Colombia, luego de ganarle por 5 a 0 a la Argentina, durante las Eliminatorias para el mundial de EEUU 1994, asiste a EEUU con la falsa creencia en una gran superioridad futbolística. Ese gran error lo pagó con su eliminación en la fase de grupos. Incluso los optimistas apostadores sufrieron ante la derrota contra EEUU, lo que condujo posteriormente al asesinato de Andrés Escobar, defensor colombiano que hizo un gol en contra en ese partido.

Argentina, campeón mundial en 1978, concurre al mundial de España 82, con las figuras del 78 y con aquellas que triunfarían en México 86. Es decir, estarían juntos Kempes, Maradona, Passarella y otros jugadores de renombre, lo que hacía poner optimista a cualquiera. Incluso en los diarios se hacían estimaciones del valor monetario de los pases de tal equipo de grandes figuras. Como era de esperar, ante tal agrandamiento, el seleccionado termina la actuación con 3 derrotas, ante Bélgica, Brasil e Italia, y con Maradona expulsado. Es posible, también, que la Guerra de las Malvinas haya influido en los ánimos de los jugadores, ya que se desarrollaba casi simultáneamente.

Francia, campeón mundial en 1998, concurre al mundial del 2002, en Corea-Japón, con una, aparente, poderosa delantera, que estaba integrada por los goleadores del momento de Francia, Italia e Inglaterra, es decir, Cissé, Trezeguet y Henry, respectivamente. En los primeros tres partidos no logran hacer ningún gol quedando, por supuesto, Francia eliminada.

Durante el mundial de Suiza 1954, Hungría derrota a Alemania por un abultado 8 a 3. Ambos equipos se encuentran nuevamente en la final. Los húngaros comienzan a imponerse por 2 a 0 y olvidan que los alemanes nunca dejan de luchar, adoptando una actitud de relajación. Finalmente los alemanes se imponen por 3 a 2 ante la sorpresa de los húngaros y del público en general.

LOS MÁS GRANDES Y LOS MUNDIALES

En algunas décadas se destaca un jugador sobre el resto, siendo considerado el mejor del mundo, si bien pueden no resultar coincidentes las opiniones. Otras veces, no es posible encontrar algún jugador que se destaque netamente del resto.

Según la mayoría de las opiniones, tenemos a Alfredo Distéfano como el jugador más destacado en la década de los 50. Pelé en los 60. Johan Cruyff en los 70. Maradona en los 80. Ronaldo (el brasilero) en los 90. Messi en lo que va del 2000.

Mientras que en la Argentina se discute acerca de quién era mejor, Maradona o Messi, también se discute acerca de la superioridad de Pelé o de Maradona. En estos casos, se tienen en cuenta los desempeños en los mundiales en que participaron. Debe mencionarse que Distéfano no participó en ningún mundial, ni con la selección argentina ni con la española. Siendo convocado por España para el mundial de Chile 1962, no participó debido a una lesión.

Puede decirse que Maradona fue más que Messi en los mundiales, mientras que Messi fue mucho más que Maradona fuera de los mundiales. Pero muchos consideran que Maradona (1 mundial y 1 subcampeonato mundial) es superior a Messi (1 subcampeonato mundial). Sin embargo, aún cuando Pelé (3 campeonatos mundiales) haya superado a ambos, en la Argentina se considera, casi mayoritariamente, a Maradona como "el mejor jugador de toda la historia".

Si hay alguien "superior" a los demás, necesariamente debe aceptarse que Distéfano, Pelé, Cruyff, Maradona, Ronaldo o Messi han sido "inferiores" a algún otro jugador, lo cual es injusto. Conviene adoptar el criterio acerca de los cantantes y de los conjuntos musicales y advertir que hay distintas modalidades y distintos gustos, sin necesidad de hablar de superiores o inferiores.

LA FINAL DEL 86

En México 86 se enfrentan Argentina y Alemania. El primer gol fue convertido por un defensor, José Luis Brown, quien cabecea un tiro libro, desde el costado derecho, efectuado por Jorge Burruchaga. Al hacer la pelota un comba que la aleja del arquero alemán, Schumacher, éste deja la valla desguarnecida en su salida en vano, permitiendo el cabezazo certero de Brown. Carlos Bilardo comenta que la comba del tiro libre fue premeditada.

Antes del mundial, la esperanza argentina era Daniel Passarella, quien, siendo defensor, terminó en 4to lugar en la tabla de goleadores del Campeonato italiano. Maradona, por su parte, quien había sufrido una fractura el año anterior, no prometía tanto como Passarella.

El primer seleccionado que llega a México fue el argentino, ya que Bilardo, siendo médico, advertía las ventajas de adaptarse con tiempo a la altura de dicha ciudad. Vigilando aún los detalles mínimos, aconsejaba comprar la comida para el plantel en lugares alejados, y distintos, del lugar del hospedaje. Temía alguna forma de "sabotaje", seguramente.

A los pocos días, Passarella toma agua de la canilla, y le cae mal, siendo hospitalizado por unos días sin poder jugar un solo minuto en el mundial. Debió jugar el suplente, Brown, quien fue convocado por Bilardo a pesar de ser un jugador sin club, ya que, por ser un "viejo que está de vuelta", no lo querían contratar en el fútbol argentino. Conocido de Bilardo, queda totalmente disponible para entrenar con la selección.

Luego viene el gol de Valdano, quien recibe una pelota del arquero y comienza una corrida, con paredes mediante, que finaliza en el arco rival. Alemania logra empatar con 2 goles de "pelota parada", algo que indignó tanto a Bilardo que le duraba el enojo hasta cierto tiempo después de finalizado el partido con la Argentina triunfante.

El gol del triunfo lo establece Burruchaga, un jugador de alto nivel que fue opacado por Maradona. Muy bien marcado Maradona, por Lothar Matthäus, Burruchaga cumple las funciones de "director de la selección", como un eficiente mediocampista. Pero, además, era un buen delantero, velocista y goleador, y que, con su "oficio" habitual, logra el tercer tanto. De ahí los completos atributos de un gran jugador.

EL DESASTRE DEL MARACANÁ

El hecho trágico de los mundiales fue el que aconteció en el Mundial de Brasil 1950. El equipo local y Uruguay llegan a la final. Según el formato de ese mundial, con un empate le bastaba a Brasil para ser campeón del mundo por primera vez en su historia. Sin embargo, pierde por 2 a 1 y se desencadena una ola de suicidios, como el de aquellos hinchas que se arrojaban desde lo alto de las tribunas del Maracaná, estadio donde se jugó la final. Las culpas recayeron sobre Barbosa, el arquero brasilero, quien fue marginado por la sociedad durante el resto de su vida. En el segundo gol uruguayo, piensa que el atacante iba a hacer un centro y le deja el espacio justo para el gol.

ITALIA Y LA ORDEN DEL DUCE

Durante el Mundial de Italia 1934, Mussolini amenaza a los jugadores italianos: "Vencer o morir". Al triunfar la selección italiana, queda la duda acerca del posible cumplimiento de esa amenaza. En tal seleccionado juegan cuatro agentinos: Orsi, Guaita, Monti y Demaría.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Peronismo vs. Antiperonismo

La desgracia de la Argentina ha sido, y será, la grieta que divide a la nación entre peronismo y antiperonismo. Ello implica que, de no haber existido Perón, tal grieta no existiría. El peronista, por lo general, habla del "odio" del antiperonista, sin apenas mencionar el odio original promovido por Perón, Eva y, actualmente, los Kirchner.

Si alguien pregunta por la emoción que despertaba, en Alemania, Adolf Hitler, seguramente se le dirá que la gente normal sentía temor, desprecio, repugnancia, por el feroz tirano. Una persona normal no sentiría odio por algo tan bajo en una escala de valores éticamente aceptable. Recordemos que Nietzsche escribió, acertadamente, que no se odia "sino al igual o al superior". Hitler no ofrecía ningún valor para envidiar, excepto para personas con mente torcida que valoraban el poder adquirido por tal siniestro personaje dejando de lado la catástrofe social que produjo.

En el caso del peronismo ocurre algo similar. Perón y Eva predicaron el odio contra la "oligarquía", principalmente, es decir, contra los económicamente superiores, ya que la posición económica ha sido el valor prioritario en la escala de valores predominante en los adeptos a tal movimiento. Luego, el odiado oligarca, y la odiada clase media, no ha de responder con "amor" respecto de quienes la descalifican y la difaman en forma permanente. De ahí que no debe confundirse odio con asco, ya que son dos cosas muy distintas.

Entre los escritores antiperonistas más destacados puede mencionarse a Ezequiel Martínez Estrada, cuyo antiperonismo llega incluso hasta una severa crítica contra los "fabricantes de peronismo", y son aquellos no peronistas que, con sus hábitos egoístas y poco éticos crearon las condiciones favorables para el surgimiento del odio colectivo asociado al peronismo. Martínez Estrada escribió: "Perón se dirigió a un sector numeroso del pueblo, el de los resentidos, el de los irrespetuosos, el de los iconoclastas. Sector de individuos sin nobleza con una opinión peyorativa de los grandes hombres y de los intelectuales en general y en bloque...".

"Esa turba despreciaba al país; no reconocía dioses, héroes, sabios ni santos. A ese populacho, desdichadamente mayoritario y dueño de un poder destructor antes nunca ejercido ni exhibido, se dirigió Perón. Se ofreció en mangas de camisa a que lo manosearan; y al noli me tangere [no me toques, en latín] opuso el «mano a mano» de los villanos; confirmó a la turba resentida que tenía razón en despreciar a los prelados, los militares y los políticos porque él encarnaba, en una versión inferiorizada, a otros cuatro representantes de las glorias nacionales. El populacho no conocía otros -en el caso de que hayan existido- y Perón les aseguró que estaban en lo cierto. Fue su legislador como, según Sarmiento, Rosas lo había sido «de esta sociedad tártara»" (Citado en "Con el bombo y la palabra" de Rodolfo Edwards-Seix Barral-Buenos Aires 2014).

Martínez Estrada predijo, acertadamente, la continuidad del peronismo, aun cuando su líder fuera expulsado del poder. Y es esta la razón principal por la que pocas inversiones habrá en el país mientras exista la real posibilidad de que en cualquier momento las masas elijan, mediante el voto, a un líder totalitario, como ya ocurrió en más de una oportunidad. Al respecto escribió: "El pueblo miserable de descamisados y grasitas tendrá por el ídolo el mismo acrecentado fervor que tuvo por Rosas, porque ese desdichado pueblo ha perdido el respeto y, si no lo tuvo nunca, la superstición por los valores de una auténtica cultura y de una auténtica civilización. Cuanto más se le demuestre que Perón ha sido una ponzoña que aún beberán los nietos de nuestros nietos, más se adherirá a él como represalia contra una exigencia de vida superior que le impone no sólo el trabajo honrado sino la conducción correcta. Seguirá amando a quien encubrió la holgazanería con la palabra y la escenografía del trabajo y al que confundió justicia social con bandolerismo".

En cuanto a los "fabricantes de peronismo", Martínez Estrada escribió: "El peronismo nos ha revelado a los argentinos, y a los escritores entre ellos, por si es preciso advertir que forman parte del pueblo argentino, la existencia de algunos miembros indeseables de la familia, pero que eran primos y hermanos nuestros. Eran, en verdad, una parte de la familia con los mismos derechos, o parecidos, a los del primogénito o la señorita normalista".

"Los teníamos relegados a las habitaciones de los fondos de la finca solariega, avergonzados de que fueran tan rústicos, insolentes y rapaces. Sin embargo, eran de la misma sangre. Perón abrió la puerta que daba al patio del corral y los hizo entrar. Después de saludarlos palmeándoles el hombro los sentó a la mesa, de la que ocupaban él y la señora de la casa las cabeceras".

"Y señalándoles los retratos de los antecesores, la vajilla de plata, los ricos muebles -como en alguna escena de Hernani- les prometió entregarles las llaves de la puerta de calle, poner sus retratos en lugar de los de sus abuelos y transferirles la propiedad y los fondos bancarios...".

"Quedamos espantados, porque no era para menos. Jamás habíamos presenciado una invasión de los parientes pobres y sucios en la sala y en el comedor, ante las visitas atónitas, que también las había....Si nuestros escritores hubieran escrito sobre ellos, si nos hubieran advertido que había entre nosotros seres tan desdichados y solos, tan fuera de toda participación en los bienes comunes, no habríamos esperado a que ingresaran con aire de desafío y los zapatos sucios".

domingo, 25 de septiembre de 2022

Teología de la liberación

Por Alberto Benegas Lynch (h)

El País, Montevideo

Desafortunadamente se viene introduciendo una quinta columna en la Iglesia católica. Como es de público conocimiento, la expresión quintacolumnista tiene su origen en el campo militar primero utilizado durante la Guerra Civil española para aludir a cuatro columnas que avanzaban en una dirección mientras que había una quinta con infiltrados que operaba con los objetivos opuestos. Esta terminología también se empleó durante la Segunda Guerra Mundial para hacer referencia a franceses que en su propio territorio estaban camuflados de patriotas pero ayudaban a los nazis para el atropello de derechos, del mismo modo ocurrió en Holanda y Noruega con el apoyo a la invasión del totalitarismo alemán. Todos generalmente con apariencia de suscribirse a un bando pero adherían a las fuerzas contrarias.

Antes de eso Quinto Fabio Máximo utilizó la estrategia de infiltrarse en las filas enemigas de Aníbal en las Guerras Púnicas, lo cual fue imitado por la Sociedad Fabiana en Inglaterra con el mismo propósito de adentrarse en las mentes con su socialismo tal como había sugerido Antonio Gramsci y que fue aplicado por personajes como Eudocio Ravines cuando trabajaba para el Kremlin para penetrar la Iglesia española y la chilena.

Esto es lo que sucede en una medida peligrosa en la Iglesia católica de la actualidad: el disfraz de los valores tradicionales pero en la práctica se actúa en sentido contrario. En este sentido, entre otros, es de mucho interés un libro del sacerdote polaco Miguel Poradowski -doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología- titulado El marxismo en la Iglesia donde concluye que “No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia […] tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia”.

En este contexto las ideas socialistas no solo operan a contracorriente de los Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos sino que es del caso recordar -independientemente de otras consideraciones- tres reflexiones. En la Encíclica Rerum Novarum : “Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente, y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada.” Por su parte en Quadragesimo Anno se enfatiza que “socialismo religioso, socialismo cristiano implican términos contradictorios, nadie puede ser a la vez buen católico y socialista verdadero.” Y en Centesimus Annus se explica con lujo de detalles el significado del capitalismo como beneficioso para el progreso. Todo esto en abierto contraste con la respuesta del Papa Francisco que en entrevista de Eugenio Scalfari –director de La Reppublica de Roma- publicada el 11 de noviembre de 2016 al preguntarle qué opina cuando se lo acuse de comunista, el Pontífice recordó que “mi respuesta siempre ha sido que, en todo caso, son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

En su mensaje a la OIT -reproducido en YouTube desde el Vaticano- el Papa Francisco afirmó que “Siempre junto al derecho de propiedad privada está el más importante anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y por tanto el derecho de todos a su uso. Al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario que depende de ese derecho primario que es el destino universal de los bienes.” A nadie se le escapa que con este peculiar silogismo la propiedad privada queda sin efecto e irrumpe lo que en ciencia política se conoce como la tragedia de los comunes, es decir, lo que es de todos no es de nadie, lo cual perjudica muy especialmente a los más vulnerables cuando se condena el proceso de mercado y el capitalismo como lo ha hecho el actual Papa en reiteradas ocasiones, por otra parte en gran medida inexistente en nuestro mundo debido al estatismo del inmenso endeudamiento público, la inflación, los impuestos exorbitantes y las regulaciones absurdas.

Los más necesitados para mejorar en sus condiciones de vida necesitan que se incrementen las inversiones producto de ahorro anterior puesto que constituye la única causa de incrementos en salarios e ingresos en términos reales. Este proceso ocurre cuando se protege el derecho de propiedad del cuerpo, la expresión del pensamiento y el uso y la disposición de lo propio. Así se libera a quienes producen para progresar, quienes necesariamente deben atender los requerimientos del prójimo: los que aciertan obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos (lo contrario de los prebendarios estatistas que en cópula hedionda se alían con el poder político del momento).

En el libro más conocido del Padre Gustavo Gutiérrez titulado Teología de la Liberación, publicado en 1971, adhiere a la tesis marxista de abolir la institución clave de la propiedad privada y, sin embargo, una de las primeras medidas del actual Papa cuando asumió fue concelebrar en San Pedro con el Padre Gutiérrez.

El eje central del libro consiste en señalar que la teología tradicional (“lírica” dice el autor) no resulta apropiada. El Padre Gutiérrez escribe en su afamado libro que “Marx irá construyendo un conocimiento científico de la realidad histórica. Analizando la sociedad capitalista en la que se dan en concreto la explotación de unos seres humanos por otros” frente a lo cual recomienda “una revolución social” y “una radicalización política” y que “la revolución cubana ha cumplido un papel acelerador.”

(De El Instituto Independiente)

sábado, 24 de septiembre de 2022

El orden mundial

Ante el auge de las comunicaciones y el transporte entre naciones, se han establecido las condiciones favorables para avanzar hacia el establecimiento de un necesario orden mundial que garantice la seguridad de todo habitante del planeta. Sin embargo, los conflictos siguen vigentes, como casi siempre ha sucedido, por lo que todavía estamos lejos de establecer dicho orden.

Si bien desde épocas remotas han surgido intentos unificadores, éstos sólo lograban unificaciones parciales, debido a las lejanías insalvables para la época. Además, las conquistas y los imperialismos se establecían, por lo general, más por cuestiones de poder que por intentos de beneficiar a los pueblos conquistados.

Entre las condiciones que deben cumplirse para llegar a establecer un orden mundial, se encuentra la necesidad de respetar las diferencias culturales y las libertades individuales, por lo que debería ser un orden aceptado por la mayoría de los habitantes del planeta. Henry Kissinger escribió: "Para triunfar en esta empresa se requerirá un enfoque que respete la multiplicidad de la condición humana como la arraigada y también humana búsqueda de libertad".

"En este sentido, el orden es algo que debe ser cultivado; no puede imponerse. Sobre todo en nuestra era de comunicación instantánea y de continuo cambio político revolucionario. Cualquier sistema de orden mundial, para poder sostenerse, debe ser aceptado como tal; no sólo por los dirigentes, sino también por el ciudadano de a pie".

"Debe reflejar dos verdades: el orden sin libertad, aunque se mantenga por efecto de la exaltación momentánea, tarde o temprano crea su propio opuesto; pero la libertad no puede garantizarse ni sostenerse sin un marco de orden que mantenga la paz. Orden y libertad, aunque a veces se describen como polos opuestos en el espectro de la experiencia, deberían comprenderse como factores independientes. ¿Los líderes de hoy pueden superar las urgencias cotidianas para lograr este equilibrio?" (De "Orden mundial"-Debate-Buenos Aires 2016).

La búsqueda de propuestas para un orden mundial debe contemplar dos aspectos principales: las propuestas deben estar constituidas por ideas, o información, convincentes, para que puedan ser aceptadas por la gran mayoría de los habitantes del planeta. Deben, además, contar con la buena predisposición de los distintos adeptos a religiones e ideologías vigentes cuyas creencias seguramente diferirán de toda propuesta unificadora.

Debido a que la población mundial crece en más de 100 millones de habitantes por año (exceso de nacimientos sobre mortalidad), se debe primeramente convencer a todo individuo que la existencia de un orden mundial es una prioritaria necesidad para asegurar la supervivencia de la humanidad. Pero, "supervivencia" no sólo implica "estar vivo", sino resguardar los atributos esencialmente humanos como los emocionales y los intelectuales. Una supervivencia que renuncie a tales atributos no sería propiamente una supervivencia humana.

En la actualidad existen dos procesos unificadores, denominados globalización y globalismo, respectivamente. La globalización económica implica un aumento de vínculos de intercambio entre los distintos países y, al menos en el largo plazo, resulta constituir un importante progreso. También existe el globalismo político que, al intentar ser impuesto en forma involuntaria a sus destinatarios, no parece ofrecer solución alguna.

Todo orden es el resultado previo de la existencia de leyes; ya que sin leyes que se cumplan, no existe orden posible. Este ha sido el caso del Imperio Romano, que pudo establecer un orden mundial parcial, si bien con las limitaciones propias de la época. El citado autor agrega: "Durante quinientos años, el gobierno imperial de Roma garantizó un conjunto único de leyes, una defensa común y un nivel de civilización extraordinario".

"Con la caída de Roma, tradicionalmente fechada en el 476 d.C., el imperio se desintegró. En la época que los historiadores llaman Edad Oscura (Edad Media) floreció la nostalgia por la universalidad perdida. La visión de armonía y unidad se concentró cada vez más en la Iglesia. Para esta visión del mundo, la cristiandad era una sociedad única administrada por dos autoridades complementarias: el gobierno civil, los «sucesores del César», que mantenían el orden en la esfera temporal, y la Iglesia, los sucesores de Pedro, que cultivaban principios absolutos y universales de salvación".

Un orden mundial estable y duradero, no se fudamentará en el poder militar de algún país, ni en la economía, ni en la política, sino en la ética individual derivada de la empatía emocional, es decir, fundado en la principal ley de supervivencia que tenemos disponible. Si bien hasta ahora sirvió para unir familias y, parcialmente, a pueblos, esta vez deberá servir para unir a toda la humanidad.

Todo orden existente surge de la previa existencia de alguna forma de ley. De ahí que el orden mundial ha de surgir de las únicas leyes comunes a todos los seres humanos: las leyes naturales. Esto equivale a decir que el orden mundial ha de ser también un orden natural, distinto a los diversos órdenes artificiales propuestos a lo largo de la historia de la humanidad.

Las leyes naturales son aquellas que estudia y describe la ciencia experimental, y son las las leyes de Dios aceptadas por la religión moral, y no por las religiones paganas o las religiones morales paganizadas en un proceso de descomposición. Equivale también a la definitiva unión de ciencia y religión; es decir, de la ciencia social con la religión natural no revelada, sino establecida por seres humanos que intentan descifrar el orden natural.

El vínculo de unión entre los seres humanos ha de ser lo emocional o ético, en respuesta a la empatía emocional, algo bastante distinto a vincularnos mediante los medios de producción, que en realidad atan y esclavizan.

El orden mundial se ha de establecer, no a partir de un gobierno mundial asociado a un Estado, ya sea nacional o multinacional, sino al autogobierno que surge de cada individuo que intenta adaptarse a las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales.

jueves, 22 de septiembre de 2022

La tragedia de Mikhail Gorbachov

Eduardo Turrent Díaz dice que el error de Gorbachov fue pensar que el sistema económico y político del comunismo tenía arreglo para poder subsistir.

Hace un par de semanas falleció a los 91 años de edad el último jefe de Estado que tuvo la extinta Unión Soviética, Mikhail Gorbachov. En nuestro medio, ese fallecimiento detonó una catarata de notas periodísticas y piezas editoriales marcadas en su mayoría por una, que creó, la gran incomprensión que ha rodeado a esa figura histórica. Gorbachov fue poco comprendido en su momento histórico y lo sigue siendo hasta la fecha. En tal sentido, más que como un reformador y pacifista hay que evocarlo como la que en efecto fue: como un realista con poca fortuna, que fracasó en su intento de salvar la supervivencia de la Unión Soviética mediante su reforma económica (“perestroika”) y la apertura política (“glasnost”).

En su momento de poder a la cabeza de la Unión Soviética, Gorbachov hizo una observación adecuada, pero un diagnóstico totalmente incorrecto. La observación fue respecto a que la economía de la Unión Soviética y de sus países satélites ya no podía sostener la carrera armamentista con el Occidente capitalista. Esa carrera armamentista había dejado a las poblaciones del bloque socialista en un atraso fatal, en cuanto a nivel de prosperidad y bienestar material. El atraso era evidente, imposible de ocultar. Y fue por esta razón que Gorbachov aceptó negociar el desarme con EE.UU. No porque hubiese sido en gran pacifista y un filántropo.

Pero el error de diagnóstico de Gorbachov resultó catastrófico. Pensó que el sistema económico y político del comunismo tenía arreglo para poder subsistir. Ese fue el sentido de las reformas “perestroika” y “glasnost”. Pero el modelo no tenía arreglo posible. De ese tamaño era la inviabilidad de la economía estatizada y planificada. Y el costo humano del sistema político totalitario había sido inmenso, afectando de paso tremendamente a la actividad económica. Una economía no puede avanzar, cuando el sistema político convierte a sus ciudadanos en robots atemorizados, sin iniciativa propia alguna.

Más que la caída simbólica del Muro de Berlín, lo que comprobó el desplome de la Unión Soviética fue la disfuncionalidad flagrante de la economía de Estado planificada. Cuando después de la caída del Muro, los curiosos observadores de Occidente fueron a revisar las instalaciones industriales de Alemania Oriental, encontraron solo chatarra.

Así ocurrió, pero en América Latina cientos de profesores de economía y miles de alumnos en las universidades públicas no se enteraron. De hecho, siguen sin enterarse hasta la fecha.

(De www.elcato.org)

Libertad y dignidad

Si deseamos describir las causas por las cuales en una sociedad se alcanza un excelente nivel en determinada actividad, debemos preguntarnos por la importancia que esa sociedad le concede a los actores principales de tal actividad. Así, el nivel futbolístico de un país está asociado a la importancia concedida a los futbolistas. En el caso argentino, por ejemplo, llegar a jugar en Boca Juniors o River Plate, y más aún en el seleccionado nacional, implica, para el afortunado jugador, llegar a ocupar un lugar social destacado, y envidiado por el resto de la sociedad. De ahí el gran estímulo que impulsa a muchos a dedicar sus vidas a tal actividad deportiva.

De igual manera, cuando una actividad productiva es muy valorada socialmente, implica que habrá una actitud favorable hacia la industria y el comercio, que ayudará a consolidar una economía nacional saludable. Por el contrario, cuando se difama a todo el sector productivo, predominando el pensamiento socialista, no es de esperar que tal sociedad alcance niveles aceptables de riquezas y crecimiento.

A continuación se transcribe una síntesis acerca de un libro que trata justamente de tales actitudes favorables, hacia el sector productivo, como un importante factor para el desarrollo económico:

Libertad y dignidad

Macario Schettino reseña el último de la trilogía de Deirdre McCloskey acerca de la Era Burguesa, titulado Igualdad burguesa.

Deirdre McCloskey publicó el tercer tomo de su trilogía de la Era Burguesa, titulado Igualdad burguesa. Los dos tomos previos, Virtudes Burguesas y Dignidad Burguesa los reseñé en su momento (puede ver las reseñas en www.macario.mx).

Como los otros dos libros, en este McCloskey insiste en su idea: el gran avance económico del mundo en los últimos dos siglos no se explica simplemente con teorías económicas. En Dignidad ya había presentado una refutación detallada de prácticamente todas esas explicaciones, y concluía que la única forma de entender estos extraordinarios dos siglos era considerando que la transformación ocurre en el reconocimiento de la dignidad propia de quien produce y comercia, algo poco frecuente en la historia humana. Ahora lo reitera: “La idea de igualdad, de libertad y dignidad para todos los humanos causó, y luego protegió, el espectacular progreso material y después espiritual… La nueva libertad económica y la dignidad social para el segmento de comunes que habitaba los burgos fue promovida después de 1700 en Inglaterra y después de 1800 en una amplia escala para lograr mejoramiento masivo”.

“El segundo elemento, dignidad universal —la honra social de todas las personas— fue necesaria en el largo plazo, para impulsarlas a entrar a nuevos oficios y proteger su libertad económica de hacerlo”.

Insiste: “Las dobles ideas de libertad y dignidad, resumidas como la igualdad Escocesa —puesto que ‘liberalismo político’ es una definición de mediados del siglo XIX— importaron, como causas del Gran Enriquecimiento, más que cualquier tipo de incentivos materiales, reales o imaginados”. “El mejoramiento requiere desobediencia, destrucción creativa… por lo mismo, depende de la libertad”. “Dignidad igual para las personas normales, es decir autonomía —no patrones heredados y jefes sólo voluntariamente— es tomado en serio primero por el pueblo inglés en el siglo XVII, contra distintas formas de 'heteronomía' (control por parte de otros), como la teonomía (control de Dios) o estasonomía (control del estatus)”.

Es decir, el gran avance de estos dos últimos siglos (enriquecimiento o mejoramiento, le dice McCloskey) no tiene su origen en lo que siempre discutimos: ahorro, inversión, educación, ni tampoco instituciones (a lo largo del libro critica con frecuencia tanto a North como a Acemoglu y Robinson), sino en una transformación en la retórica social: “Como afirmaron Gabriel Almond y Sidney Verba en su estudio clásico de las actitudes políticas, la ‘cultura cívica’ a la que ellos atribuyen el éxito del liberalismo occidental se basa en ‘comunicación y persuasión’”.

Esa nueva forma de pensar, que da libertad y dignidad a los burgueses, es decir, a los que viven y trabajan en las ciudades, a la clase media, transforma a los gobiernos: “Larry Neal ofrece una definición de ‘capitalismo’ como 1) derechos privados de propiedad, 2) contratos cuyo cumplimiento garantiza una tercera parte, 3) mercados con precios responsivos, y 4) gobiernos que apoyan. Él no parece percibir que las primeras tres condiciones han existido en todas las sociedades humanas… la cuarta condición ‘gobiernos que apoyan’ es precisamente el cambio doctrinal hacia el laissez faire que es único del noroeste de Europa".

Las cuatro 'r'

Dierdre McCloskey afirma que el Gran Enriquecimiento (o Mejoramiento) que hemos vivido los dos últimos siglos resulta de un cambio en la percepción de las personas, que permitió que se le otorgara dignidad a grupos de la sociedad que antes eran menospreciados o humillados.

Específicamente, “la admiración por los mercantes Británicos, los inversionistas Británicos, los inventores Británicos, los banqueros Británicos y los economistas Británicos llevó al Gran Enriquecimiento”. Y esto ocurrió hacia fines del siglo XVIII: “La misma palabra ‘businesslike’ (serio, ordenado como un negociante) usada como elogio data de 1771”. Insiste: “Es mucho más fácil encontrar comentarios favorables a la burguesía después de 1700 y especialmente después de 1800 que antes, y es más fácil en Bretaña hasta los ochenta del siglo XX que en China o India”.

“Afirmo que la vieja visión antiburguesa… dominó la retórica pública de Escocia e Inglaterra hasta fines del siglo XVII, la de Francia hasta fines del XVIII, la de la mayor parte de Alemania hasta inicios del XIX, la de Japón hasta fines del XIX, la de China e India hasta fines del XX”. Tal vez no consideró necesario decir que en América Latina ahí sigue, porque en otra parte dice que “las novelas se asocian en todo sentido con la burguesía ... el reciente giro al realismo mágico y la posmodernidad en la novela, como por ejemplo en García Márquez o Isabel Allende, registra los muy fuertes sentimientos antiburgueses de la intelectualidad del siglo XX, especialmente en América Latina”.

Pero de esta intelectualidad, izquierda y derecha, hablaremos en otro momento. Ahora importa saber cómo es que ocurrió esa transformación retórica a la que McCloskey atribuye el Gran Enriquecimiento. En su opinión, la transformación ocurre gracias a las cuatro 'R': Lectura (Reading en inglés), Reforma, Revuelta y Revolución, que en el transcurso de 300 años producen esta idea de igualdad básica; es decir, libertad y dignidad, que permite la gran transformación económica, como explicamos anteriormente. No el Renacimiento, por cierto, al que reconoce todo tipo de virtudes estéticas, pero no la transformación democrática que resulta de las cuatro 'R'.

Porque no tiene duda: “El desarrollo no es simple, pero la tendencia es clara: un lugar debe revaluar a la burguesía, o acostumbrarse al estancamiento económico”. Burguesía entendida en toda su obra como los habitantes de las ciudades, dedicados a la producción y al comercio, que tienen una escala de virtudes diferente de la acostumbrada desde el 500 a. C. y hasta 1790. De las siete virtudes occidentales (cuatro cardinales, platónicas: templanza, prudencia, fortaleza y justicia; tres teologales: fe, esperanza, amor-caridad), la burguesía enfatiza la prudencia; es decir, la sabiduría práctica, la capacidad de hacer. McCloskey lo asocia con el avance de los cálculos: “Los cálculos, en otras palabras, son el esqueleto de la prudencia común. Pero el aristócrata desprecia los cálculos precisamente porque corresponden a la innoble prudencia”.

“El coraje (valor) la virtud definitoria del aristócrata, no calcula, o sería sólo una versión de la prudencia”. “La prudencia es una virtud que calcula, como son la justicia y la templanza. Son frías. Las virtudes tibias —amor y valor, fe y esperanza— las virtudes más celebradas por Shakespeare, y no tanto por el burgués Adam Smith un siglo y medio después, son esencialmente no calculadoras”.

La imprenta, y la lucha de ideas que le siguió y se reflejó en las otras tres 'R': Reforma, Revuelta y Revolución, terminó con un ordenamiento de las virtudes y estableció otro, que resultó extraordinario para crear riqueza y mejorar las condiciones de vida de los humanos, e incluso sus costumbres. Pero no todos lo ven así.

Izquierda y derecha

“La política moderna es un campo de batalla de cuatro lados entre el liberalismo, en la parte sensible de la élite, socialismo en el resto de ella, tradicionalismo en el campesinado, y populismo en el proletariado. Sólo el liberalismo funciona, pero los otros compiten vigorosamente”. Así dice Deirdre McCloskey acerca de la política actual, que tiene una falla de origen, magnificada por los medios: “La suma-cero es el pensamiento por default. Es un error serio en el pensamiento económico en las calles y en la política. La regla periodística del balance, en TV y periódicos, ha intensificado ese error, porque en toda nota acerca de un proyecto de mejoramiento debe el periodista encontrar alguien que diga que ese proyecto le causará daños”.

Para McCloskey tanto la izquierda como la derecha son enemigos del Enriquecimiento (o Mejoramiento). “En la derecha política de la intelectualidad, influidos por el Romanticismo, se voltea atrás con nostalgia a una imaginaria Edad Media libre de la vulgaridad del comercio, una época dorada sin mercados en el que las rentas y las jerarquías gobernaban”.

“Mientras, en la izquierda, los cuadros de otra versión de la intelectualidad —también influidos por el Romance y por su propio entusiasmo cientificista por el materialismo histórico— se desarrolló la idea no-liberal de que las ideas no importan. Lo que importa es el progreso, declaraba la izquierda, la marea imparable de la historia”.

“Ni la derecha tradicionalista ni la izquierda progresista están contentas con el mundo moderno. Ven con resentimiento al Gran Enriquecimiento. Dudan que las vidas de la gente sean en realidad mejores que en el pasado, especialmente en el segundo sentido, espiritual, de la palabra ‘enriquecimiento’”.

“Los entusiastas tanto de la izquierda como de la derecha detestan ‘el mercado’ y se alarman por las mejoras —en la izquierda porque ven que el comercio quita empleos a los más pobres, al inicio, y en la derecha porque ven que esto altera las jerarquías naturales, al final”. Y es que, según McCloskey, “La intelectualidad es un apéndice de la burguesía. La traición de la intelectualidad en Francia e Inglaterra, lo he dicho, era una traición contra sus padres, uniformemente burgueses”.

Más aún, “uno sospecha que los conservadores de la izquierda y derecha no gustan mucho de las ‘masas’ y sus pobremente informadas preferencias. Déjennos cuidar de ustedes, gritan. Dejen que la tradición de los viejos sabios, o la planeación de los expertos sabios, los guíe, oh pobres masas tristemente extraviadas”. Por si hubiese duda, las opiniones acerca de Brexit, la elección de Trump, o las tres elecciones presidenciales más recientes en México confirman este desprecio por las mayorías.

Pero “La votación de mayorías, que debe ser promovida, no es la misma cosa que la dignidad y libertad para los ‘mejoradores’ que nos hacen libres y ricos, a menos que la democracia paralela del mercado sea igualmente impulsada”. Es decir, la peregrina idea de que la democracia electoral, por sí sola, resuelve el tema del desarrollo que tanto preocupa a muchos, es inexacta, porque la generación de riqueza no ocurre en las urnas, sino en los mercados.

Parecería que esto ni siquiera requeriría ser mencionado, pero, como también apunta McCloskey, “El nacionalismo y el socialismo pueden aún revertir las riquezas de la modernidad, con la ayuda de otras retóricas, como el populismo, el ambientalismo, o el fundamentalismo religioso”. Es así que esta disputa política, en la que el Gran Mejoramiento está constantemente amenazado desde ambos lados, y ahora además con estas nuevas retóricas, se refleja eventualmente en esas instituciones que tan importantes se consideran.

Instituciones y gobierno

Decíamos que para McCloskey la explicación del funcionamiento de la economía en el largo plazo no puede depender de las instituciones (como es el caso para Acemoglu y Robinson, por ejemplo), puesto que “El funcionamiento de cualquier institución depende de la ética sostenida socialmente más allá de los incentivos”.

Cita a Stefano Zamagni, “’El desarrollo económico moderno no ocurrió por la adopción de incentivos más fuertes o mejores arreglos institucionales, sino principalmente por la creación de una nueva cultura’. O como lo dice el empresario e intelectual indio Gurcharan Das: ‘Los científicos sociales imaginan las fallas de gobierno como un problema de instituciones, y la solución que proponen descansa en cambiar la estructura de incentivos para mejorar la responsabilidad (accountability). Cierto, pero esas fallas tienen también una dimensión moral’”.

Para que no haya duda, “Los gobiernos honestos son raros. El gobierno noruego obtiene una buena parte de su ingreso del petróleo del Mar del Norte, pero es honesto y por lo mismo no está sujeto a la maldición de los recursos al estilo de Nigeria. Pero el Estado de Alaska también se beneficia del petróleo, y está entre los más corruptos de los Estados Unidos”. Más: “86 por ciento de los siete mil millones de seres humanos viven bajo gobiernos francamente corruptos”. Por lo mismo, la idea de que el gobierno puede ser mejor que los privados no suena tan bien. Por ejemplo, “’Regulación’ tiene un dulce y agradable sonido. En unos pocos países angélicos no daña demasiado el ingreso”.

“Pero salir del mercantilismo ha sido difícil, es tan atractiva la creencia en la planeación… ‘conocimiento sistemático, cuidadosamente cultivado por los buenos príncipes y sus funcionarios, que beneficiará el bienestar general’”. O visto al revés, “Los gobiernos no pueden hacer mucho para nutrir la creatividad humana. Las escuelas libres, aún públicas, pueden alimentarla, si no se corrompen en sinecuras para malos maestros y peores burócratas, y no enseñan simples actitudes tradicionales o aprobadas por la intelectualidad”. No hay que olvidar que la palabra ‘innovación’, derivada del latín medieval, tuvo mala reputación hasta bien entrado el siglo XIX.

Para McCloskey, “El neomercantilismo o neocameralismo o neopopulismo o neoantiburguesismo, o cualquiera de las otras alternativas iliberales matan el mejoramiento. Esas ideas políticas son notablemente inferiores en resultado al neoliberalismo y al Acuerdo Burgués”. Por lo mismo, “Forzar ahora, con violencia de Estado, la igualdad de resultados, en un estilo iliberal, ‘Francés’ —cortando las flores altas, envidiando las cursis chucherías de los ricos, imaginando que repartir ingreso es tan eficaz para ayudar a los pobres como repartir pizza lo es en una agradable reunión con amigos, tratando a los pobres como niños tristes que deben ser empujados o compelidos por los mandarines de la intelectualidad— ha tenido a menudo, hemos descubierto, un costo elevado al dañar la libertad y dignidad y ralentizar el mejoramiento. No siempre, pero muy a menudo”.

Puesto que el gran avance de los últimos dos siglos, el Gran Enriquecimiento, ha sido producto de mercados en los que compiten ideas, y sin interferencia, las mejores sobreviven, lo que requerimos para mantener ese proceso es: 1) libertad para esa competencia; 2) dignidad, para que todos los competidores puedan realmente participar; y 3) igualdad, en el sentido de tener la misma libertad y dignidad. Pero si lo que se quiere es igualar el resultado final, entonces no hay competencia de ideas, y por lo mismo no hay enriquecimiento. O dicho con más claridad: el problema no es la desigualdad que tanto se discute ahora. Libertad y dignidad son la verdadera Igualdad Burguesa: “La gente quiere dignidad, aun más que la igualdad de ingreso que dicen que quieren”.

Globalización y desigualdad

Llegamos al final de esta larga descripción-reseña del último libro de la trilogía de Deirdre McCloskey, que espero no lo haya aburrido o confundido demasiado. Los tres libros valen mucho la pena, más que otros que han sido populares. Unas cuantas citas más de McCloskey:

“Hace cuarenta años, antes de la reciente liberalización del comercio exterior y la muerte del socialismo de planeación centralizada, y el debilitamiento de regulación corrupta, la situación era mucho peor que un mil millones (de personas) de siete mil millones. En esos tristes días antes de que la palabra ‘globalización’ se hiciera común y antes de que la palabra ‘neoliberalismo’ fuese conocida y antes del maldito Consenso de Washington y antes de que el horrible Friedman obtuviese el Nobel de Economía, el mundo tenía cuatro mil millones de personas, de un total de cinco mil millones, sin esperanza alguna”.

“Comentarios como, ‘hay pobres todavía’ o ‘algunos tiene más poder que otros’ aunque reclaman una posición de superioridad ética para quien las emite, no son ni profundas ni inteligentes. Repetirlas, o aprobarlas sabiamente cuando se repiten, o comprar el libro de Piketty Capital en el siglo XXI para mostrarlo en la mesa del café, no hace a nadie una buena persona’. Pero la izquierda trabaja tiempo extra, con el mejor de los motivos, para rescatar su enfoque éticamente irrelevante en los coeficientes de Gini y la línea de pobreza relativa”.

“La izquierda cree que importa mucho que la desigualdad, dice, ha crecido mucho recientemente. Cree que en el largo plazo los pobres se están haciendo más pobres. Están equivocados en ambas cosas”. “Cierto, los ricos se han hecho más ricos, pero también los pobres, e importa más para ellos. Los millonarios tienen límites en lo que pueden hacer con su inmensa riqueza”.

“La izquierda predijo que el ‘capitalismo’ empobrecería a la gente. Una vez que quedó claro que ese ataque no era persuasivo, debido al enriquecimiento de los más pobres, aún en el Tercer Mundo, la izquierda se movió a lamentarse de que el ‘capitalismo’ daña a las personas espiritualmente. Recientemente ha insistido en el mal que implica cualquier diferencia en el ingreso personal o regional. La izquierda, en otras palabras, quiere encontrar al ‘capitalismo’ repugnante, independientemente de la evidencia”.

Cita a Robert Nelson, que afirma que “religiones seculares, como el Marxismo, el ‘evangelio de eficiencia’ del progresivismo norteamericano, y otras formas de ‘religión económica’ fueron las influencias principales en las políticas públicas alrededor del mundo. En la religión económica, ‘eficiencia’ e ‘ineficiencia’ toman el lugar de ‘bien’ y ‘mal’. Hacia el fin del siglo, otra religión secular, el ambientalismo, enfrenta los evangelios económicos —cuestionando la misma idea de ‘progreso’”—. Y hablando de ello, “el Papa Francisco regresó a una teoría medieval de la sociedad de suma-cero, dos siglos después de que la economía y su ideología habían creado progreso, liberalismo, suma positiva y la civilización moderna”.

“La terrible Gran Recesión de 2008 y el consecuente bajo crecimiento en los países ricos fue celebrado por la extrema izquierda como (por fin) la última crisis del capitalismo (gentilmente respondo: eso han dicho, queridos amigos, acerca de cualquier crisis desde el Pánico de 1857)”. “Como preguntaba Macaulay en 1830, ‘¿bajo qué principio ocurre que si no vemos más que mejoramiento detrás de nosotros, esperamos sólo deterioro frente a nosotros?’”.

Hasta aquí McCloskey. A lo mejor encuentra coincidencias con lo que esta columna ha comentado desde hace tiempo. Por lo mismo, usted celebrará o criticará la Era Burguesa como lo hace con Fuera de la Caja: preferimos lo que confirma nuestras creencias previas. Ponerlas en duda es lo que permite pensar mejor. Eso le deseo que logre en 2017, que ojalá sea un gran año.

(De www.elcato.org)

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Entrevista a Carlos Rodríguez Braun

“La economía no es una parte del mundo sino que es una forma de mirarlo”

En esta entrevista Carlos Rodríguez Braun presenta su nuevo libro Panfletos liberales V.

El profesor Carlos Rodriguez Braun es, posiblemente, uno de los economistas más mediáticos y más didácticos. Sus análisis son tan acertados como entretenidos, como bien saben quienes le escuchan a diario en la radio. En esta ocasión hemos conversado con él con la excusa de la publicación de su nuevo libro Panfletos Liberales V (editorial Lid, 2022) en el que recopila parte de sus interesantes y mordaces artículos periodísticos con los que se ha centrado en cuestiones morales o culturales para destacar que el liberalismo es mucho más que economía.

Quinta entrega de sus panfletos liberales, ¡esto es constancia!

Pues la verdad es que sí. Probablemente lo más notable de este libro sea el número. Llevamos cinco, la verdad es que son muchos años y tengo que agradecer el interés de mi editorial Lid de haber aceptado y pensar que esto se podía vender. La verdad es que no se han vendido mal así que tampoco es pura generosidad de la editorial.

Llama la atención la importancia que da en esta ocasión a temas culturales o morales.

Quizá es lo más importante. Desde hace muchos años llevo batallando contra la idea de que el liberalismo es solo una cuestión económica. Comprendo que exista esa relación. Este año han aparecido las actas de la primera reunión de la Sociedad Mont Pelerin que convocó Friedrich Hayek en Suiza en 1947 con un puñado de liberales. Y todavía hoy asombra la cantidad de economistas que había, muchos de ellos brillantísimos. Cuatro de ellos premios Nobel: Milton Friedman, George Stigler, Maurice Allais y, por supuesto, el propio Hayek. Yo reconozco la razonabilidad del aspecto económico del liberalismo porque a los economistas nos entra por los ojos. ¡Es tan evidente que el mercado libre funciona mucho mejor que el mercado intervenido! Es tan obvio que si los cubanos viven mejor en Miami que en La Habana esto no es por el clima, que es prácticamente el mismo, sino porque en Miami encuentran, más o menos, instituciones de mercado y en La Habana, no. Esto está claro. Dicho esto, corremos el riesgo de convertir el liberalismo en una especie de instrumento en el sentido de decir que el liberalismo está bien porque sus resultados son buenos, adoptar una visión consecuencialista. Esto, que es verdad porque tiene buenas consecuencias, es un argumento débil porque, ¿qué pasaría si las tuviera malas? Que pasa si nos convencen que la mejor economía es la de Hitler, la de Stalin o la de Pol Pot, ¿entonces qué pasaría?, ¿renunciarías al liberalismo? Pues no, uno es liberal por la libertad, no por sus consecuencias. Con esa idea que dicen en inglés “in the back of my mind” he ido incrementando gradualmente los análisis que hago del liberalismo apartándolo de la economía. Por supuesto que en este libro hay economía pero hay mucha más cultura. De hecho la primera sección habla de cine, de teatro, literatura así como otros temas de religión o moral.

Hay artículos sobre personajes de películas o libros como el Joker o Frodo y series como Succession.

Pues sí, porque me gusta la cultura en todos sus aspectos. Y después porque uno quiere que la gente lo lea. Sé muy bien que si yo escribo una cosa sobre el liberalismo en Platón va a ser menos atractivo para el lector promedio de nuestro tiempo que si hago un artículo sobre la serie del juego del Calamar que es lo que todo el mundo ve.

¿Todas estas ficciones actuales tienen moraleja, incluso económica?

Desde luego economía sí, porque hay economía en todas partes. Yo siempre digo que la economía no es una parte del mundo sino que es una forma de mirarlo. Miramos al mundo de manera económica. Y por supuesto las obras de arte siempre han procurado tener algún mensaje, y esas ideas pueden ser económicas o no. Pueden tener que ver con la moral, con la tradición o con la religión y ahí me parece también que es un punto para reflexionar desde el liberalismo.

¿Ha sido fácil seleccionar los artículos?

Es un tema que he manejado con mucho cuidado. Creo que era Manolo Martin Ferrand quien decía que no se podía publicar un libro de artículos periodísticos porque es como publicar un libro con páginas de periódicos y todo el mundo sabe que tienen una mortalidad muy alta, el periodismo es la literatura efímera por excelencia. He tenido mucho cuidado en no seleccionar aquellos artículos que son muy pegados a la actualidad por lo que he procurado seleccionar artículos cuyos temas puedan ser permanentes y que si los relaciono con alguna cosa que sea de actualidad que sea más bien para reenganchar a la gente.

Uno relee artículos que usted escribió hace cuatro años y mantienen su actualidad. ¿Cómo de parecida es la situación actual a la de 2008?

(Risas) Hay una frase que dice “para novedades los clásicos”. Si seguimos leyendo a los griegos y seguimos emocionándonos con Lope de Vega es porque claramente lo que han hecho no se refiere a su tiempo. Está claro que lo que nos cuenta Shakespeare en Hamlet no es una crónica de la Dinamarca medieval, es un un mensaje ético, moral y para todos los tiempos con las complejidades que esto tiene. Y para las cuestiones económicas más o menos vale lo mismo, si te encuentras con un episodio de burbujas especulativas todo el mundo recuerda los tulipanes de Holanda o la crisis del 30. Y naturalmente cuando se produce una crisis ahora recordamos la de 2007-2008 que es la última. Es verdad que la historia parece repetirse pero si esto fuera así exactamente no habría muchos problemas de interpretación porque estaríamos repitiendo siempre lo mismo. En realidad la historia no describe círculos perfectos sino unas extrañas espirales, de alguna forma el presente evoca al pasado pero no lo reproduce perfectamente.

Pero hay problemas que no se solucionaron en su momento y ahora nos han estallado, como esa política monetaria cuyas consecuencias sufrimos ahora en forma de inflación.

Esto es muy cierto. Hace un siglo el “problema” de los gobernantes era el patrón oro porque como decía Keynes muy bien el patrón oro maniata al ministro de Hacienda. Efectivamente, tienes una política monetaria estricta como la del patrón oro y hay algunas cosas que no puedes hacer: no puedes aumentar el gasto público indefinidamente porque no lo puedes financiar. Y no puedes recurrir al impuesto inflacionario que ha vuelto a aparecer ahora aunque para los argentinos es un viejo conocido. No es exactamente igual que antes pero siempre está dando vueltas por ahí el papel del Estado, de la política y la idea de romper este lazo que maniata al ministro de Hacienda que antes era el patrón oro y que ahora es la estabilidad de precios o el euro. Es verdad que tenemos unos Estados infinitamente más grandes que hace un siglo pero es el mismo problema que se produce cuando los Estados gastan más de lo que ingresan y acuden al banco central para que les tape las vergüenzas. Es lo que vemos ahora con el Banco Central Europeo que dice que va a proteger la deuda de España y de Italia, más o menos igual que otras veces.

Lo llevan haciendo desde hace una década…

Es que los bancos centrales no surgen por casualidad, son creados por los Estados para que les faciliten la vida a ellos. Todas las instituciones creadas por los Estados tienen ese objetivo. El Fondo Monetario Internacional, absurdamente caracterizado como liberal como explico en el libro, fue inventado para resolverle la vida a los Estados. Concretamente para prestar dinero a los Estados cuando nadie más se lo presta, es decir para facilitarles la vida porque si te enfrentas a un déficit público y nadie te presta, un día vas a tener que reducir el gasto público o aumentar los impuestos. Estas dos cosas tienen coste político por lo que el Estado quiere que alguien le resuelva la papeleta. Ese alguien es un clásico como el FMI y ahora el BCE.

¿Cómo explicar fácilmente que las causas de los problemas de hoy son más complejas y están más alejadas en el tiempo? Lo fácil es decir que la inflación es culpa de la guerra en Ucrania…

Después de todo los economistas debemos nuestra profesión a que la economía no es puro sentido común. El problema del sentido común es que no hay que olvidarlo nunca pero si te basas solo en el sentido común entonces vas a terminar concluyendo que la tierra está quieta y lo que gira es el sol. Efectivamente hay que ir más allá del sentido común y es complicado que la gente entienda las cosas pero no es imposible. A mí me impresiona, y yo lo hablo en el libro, como hemos ido mejorando sobre todo en lo que tiene que ver con la fiscalidad y las cuestiones microeconómicas. Me explico, hace unas décadas el proteccionismo estaba bien visto, los países se cerraban y la gente aplaudía, lo decían en los periódicos como el Times, no en los órganos fascistas o comunistas, que también. Ahora no, cuando Trump intentó cerrar la economía todo el mundo lo criticaba. O el control de los precios a cargo del Estado, cuando yo llegué a España en el año 77 hasta el precio del pan estaba fijado. Lo fijaba el Ministerio de Comercio que fijaba unos 200 precios y nadie protestaba salvo un puñadito de liberales. En cambio ahora si dices que vas a fijar los precios del pan desde un ministerio te corren a gorrazos. Hace 50 años los precios de las rentas de alquiler de viviendas estaban fijadas, qué cosa más curiosa que los ultras de Podemos que fingen ser antifranquistas son una verdadera réplica de la dictadura franquista en todas sus medidas. Bueno, pues la comprensión popular ha ido cambiando. Y otra cosa que me parece espectacular son los impuestos, es que hace unos años Felipe González subía los impuestos y ganaba las elecciones. Eso se acabó, la gente está hasta las narices de los impuestos, es un aprendizaje que debería darnos una alegría y es que la gente no se trague masivamente ya los cuentos clásicos de los impuestos como que en España se pagan pocos impuestos, que solo se los vamos a subir a los ricos, que usted señora no va pagar nada. De repente la gente deja de creer eso que siempre fue mentira pero que antes se lo creían y ahora no. O sea que hay que mirar el futuro con optimismo.

(De www.elcato.org)

martes, 20 de septiembre de 2022

Atentados políticos y su utilización partidaria

Recientemente se produjo un intento de asesinato contra la vicepresidente de la Argentina, hecho que fue aprovechado políticamente por el gobierno para culpar, como instigadora ideológica, a toda la oposición. En realidad, tanto los políticos opositores, como los periodistas, según lo que puede observar el ciudadano común, se limitan a criticar los tremendos errores de la gestión del gobierno como así también describir la trágica situación de la población.

La primera reacción del presidente fue decretar un feriado nacional debido a tal intento fallido. En todo país con gente normal se verá tal decisión como una grave irresponsabilidad debido a que la severa crisis no aconseja parar toda la nación en adhesión a la vicepresidente. Incluso una legisladora peronista hizo una denuncia por "sedición" contra el gobernador de Mendoza por no acatar el decreto presidencial considerando inoportuno perder una jornada laboral.

Estas actitudes muestran en forma evidente que los peronistas sólo piensan en el poder y en su mantenimiento, sin apenas importarle lo que le sucede a la gente; algo que no constituye novedad alguna para quienes conocen algo de la historia de este país. Justamente, en épocas de Perón y Eva se actuó de una manera semejante ante una situación similar, si bien existen dudas sobre la autenticidad del caso. Al respecto, John Barnes escribió: "A primera hora del día 24 de septiembre de 1948, las emisoras de radio de la ciudad de Buenos Aires comenzaron a proclamar ruidosamente las noticias sobre una conspiración para asesinar a Evita y a su marido".

"El Jefe de la Policía Federal, don Arturo Bertollo dio el nombre del jefe de la conspiración, y fue algo difícil de creer, ya que era un auténtico descamisado: Cipriano Reyes, el jefe de la central sindical de los trabajadores de la industria de la carne. Tres años antes, en aquel memorable 17 de octubre, Reyes había dirigido a sus harapientos compañeros de trabajo que, formando una nutrida multitud, habían marchado hasta el centro de Buenos Aires y luego lograron que Perón fuera restaurado en el poder".

"Ahora, si lo dicho era verdad, Reyes, desilusionado y abiertamente en oposición al régimen, había planeado lanzar una bomba a Juan y Eva Perón en el momento en que ambos entraran al teatro Colón para una función de gala. Entre los acusados del complot se encontraba también un ex oficial de la Embajada norteamericana, John D. Griffiths, quien había sido expulsado del país en el mes de abril, alegándose que se encontraba implicado en actividades antiperonistas".

"La Policía no difundió ninguna otra explicación más profunda sobre esta desesperada aventura conspirativa. Pero unas pocas horas después de la conferencia de prensa, la ciudad estaba plagada de carteles con la denuncia de la conspiración. Camiones con megáfonos daban vueltas por las calles de Buenos Aires y anunciaban una huelga general de un día de duración para que los trabajadores pudieran demostrar su indignación. Hacia mediodía, la ciudad se encontraba totalmente paralizada".

"Las fábricas y las tiendas cerraron. Los trenes dejaron de funcionar, y para asegurarse el éxito de la huelga, el gobierno movilizó camiones para que trajeran a los trabajadores desde los barrios pobres, en las afueras de la ciudad, hasta el centro. En el brillante sol primaveral comenzaron a llegar como una corriente sin interrupción que llenaba la plaza de Mayo, muchos de ellos con carteles que condenaban la conspiración contra sus amados líderes. Múltiples horcas decoraban los árboles y los edificios (un significativo recordatorio de aquel amargo discurso pronunciado por Perón sólo dos semanas antes, discurso en el cual Perón había asegurado a sus enemigos que su voz no temblaría mientras ordenaba que fueran colgados)".

"La enorme multitud congregada en la plaza gritaba: «¡A la horca con Cipriano!». Pero luego, al avanzar la tarde, los cánticos cambiaron y las consignas que ahora entonaban eran mucho más familiares: «¡Perón, Perón!» y «¡Evita, Evita!». Hubo un aullido que se prolongó más de diez minutos cuando finalmente el presidente y su esposa hicieron su aparición en el balcón acompañados del ministro del Interior, Ángel C. Borlenghi".

"Cuando la multitud cesó en sus gritos para que Perón comenzara a hablar, el presidente comenzó a recitar un emotivo y casi histérico ataque contra los «traidores del país» que se habían confabulado para matarle porque el «capitalismo internacional así lo deseaba». Su audiencia conocía de memoria el contenido de los discursos de Perón y comenzaron a gritar: «¡Son los yanquis, son los yanquis!». El presidente nada decía al respecto, pero atacó salvajemente a John D. Griffiths como «el espía internacional que había llegado libremente al país y contaba con la confianza de la nación, pero que había utilizado su posición diplomática para dedicarse al espionaje contra la República»".

"Parecía existir sólo una única explícación razonable para toda la cuestión: que tanto Eva como Juan Perón quisieran advertir a sus enemigos, sean quienes fueran, que ellos todavía podían congregar una potente masa de adeptos a la más leve voz de alarma" (De "Evita"-Editorial Thassália SA-Barcelona 1997).

En cuanto a Eva Perón, puede decirse que no se quedaba atrás en cuanto a las insinuaciones favorables a la violencia en contra de los enemigos, siendo enemigo todo aquel que no fuera peronista. En cierta ocasión aconseja al diputado Astorgano: "¡Oh!, usted no se verá en la necesidad de hablar demasiado. Pero lo que sí puede hacer es escuchar mucho. Y si lo que llega a escuchar es que alguien está hablando mal de mí, entonces lo que debe hacer es partirle la cabeza en dos" (De "Evita").

Al igual que Perón, Eva fue una sembradora de odio a nivel masivo. John Barnes agrega: "Nadie que hubiera conocido a Evita podía olvidarla. Milton Bracker, corresponsal del New York Times en Argentina, durante los años que ella estaba en el poder, la recordaba como una mujer con una increíble falta de humor, con una energía sorprendente, y de un rencor corrosivo, que además tenía una absoluta incapacidad para olvidar o para perdonar".

"Simplemente impresos, sus discursos no llegaban a transmitir el constante sentimiento de dignidad ofendida de su voz; la fusión de la tensión y la cólera tenía un efecto más profundo al oírla que en la mera lectura de sus palabras, y aquel calor casi místico y cargado de temor la hacían una figura altamente idolatrable y a la vez la más odiada mujer del mundo de su época".

"Su mal genio era notable. Un alto diplomático una vez oyó a Evita que gritaba en su presencia a un alto cargo del Gobierno argentino, el ministro de Economía: «¡Cierre la boca, Cereijo! ¡Cállese!» Y, sin embargo, podía hablar con un tono sumamente gentil y amoroso, por la radio, dirigiendo un mensaje de Nochebuena a sus «amados descamisados»".

El capitalismo son valores: El ahorro

Por Miguel Anxo Bastos

Mucha gente cree que el capitalismo es un sistema económico que resulta de valores consumistas y que, al mismo tiempo, los alienta. Nada más falso y nada más errado. El capitalismo requiere, tanto para su origen como para su funcionamiento cotidiano, de valores que son la antítesis del consumismo y del estilo de vida despreocupado que parece ser más una consecuencia de la opulencia que este genera y de ideas como de las keynesianas, que provienen de una etapa madura del mismo, que de los valores que lo conformaron en sus comienzos a principios del siglo XIX. Daniel Bell escribió hace años un hermoso libro sobre las contradicciones culturales del capitalismo en el que profetiza que morirá de éxito, precisamente porque al devenir más ricas las poblaciones olvidarán los valores que permitieron la liberación de la pobreza.

Las personas criadas desde pequeñas en la riqueza, y sin memoria de la historia de los procesos que la condujeron a ella, tienden a pensar que es algo que viene de la noche de los tiempos, como algo garantizado que no puede ser destruido y sólo incrementado. Pero ¿a qué valores nos estamos refiriendo? Principalmente a dos: el ahorro y el trabajo. Pero en este artículo me referiré principalmente al ahorro.

El ahorro es el valor principal del capitalismo y sin el cual este no podría existir en las dimensiones actuales. Consiste en diferir el consumo de bienes presentes para poder disponer de consumos futuros, bien porque podamos prever que van a escasear en el futuro, bien para obtener algún tipo de lucro de tal abstención. Sin ahorro previo no pueden ser financiados bienes de capital y, por tanto, no se podría haber incrementado el nivel de vida hasta los estándares actuales.

El ahorro es una virtud que precisa de disciplina interior en el sentido de ser capaces de doblegar nuestros impulsos de disfrutar placeres presentes. La virtud del ahorro requiere de previsión y cálculo hacia el futuro y, si bien se encuentra en mayor o menor medida en todos los seres humanos, necesita ser educada si se quiere conseguir una sociedad capitalista y, por tanto, disfrutar de buenos niveles de vida en todos los aspectos, esto es, en un nivel de consumo aceptable o en el disfrute de bienes tales como servicios de salud o educación.

La educación de esta virtud requiere, sobre todo, configurar una cierta perspectiva respecto del tiempo, esto es, valorar más el futuro y menos el presente. Las sociedades capitalistas nacen entre poblaciones con una preferencia temporal muy baja, como ocurrió en la época victoriana en Inglaterra. Era una sociedad puritana y frugal que valoraba muy poco los placeres presentes y pensaba a largo plazo, en el porvenir. Fue una combinación de valores religiosos, sociales y económicos que confluyeron en una de las sociedades más frugales que vieron los tiempos.

De esa frugalidad, y no de las colonias como se suele decir (muchos países las tuvieron antes, como España y Portugal, y no devinieron capitalistas, más bien lo contrario) fue de donde se consiguió generar el capital necesario para financiar el primitivo desarrollo industrial, que luego se extendería al resto de Europa. En sociedades como la británica de esa era se fundaron con gran éxito, incluso, bancos de céntimos para favorecer el ahorro de las clases obreras, que podían ir allí a depositar pequeñas cantidades de dinero, para poder prever para el futuro y para educar en la continencia económica a los más desfavorecidos, y evitar así que lo continuasen siendo.

Campañas educativas a favor del ahorro como las de Samuel Smiles, bien descritas en sus obras hoy por desgracia olvidadas, eran frecuentes en aquella época, junto con valores moralizantes en contra del alcohol y el vicio del juego. Estos autores acostumbraban a usar ejemplos como el de capitalizar a interés compuesto durante diez o veinte años el consumo de alcohol cotidiano del trabajador, mostrando que estos pequeños gastos podrían ser transformados en grandes cantidades de dinero o en seguros para evitar la pobreza en caso de infortunio.

Cierto es que buena parte de la formación de capital que se hace a día de hoy se debe al ahorro de empresas, a los beneficios no repartidos de las mismas e invertidos en la producción, pero también es cierto que tales decisiones son tomadas por personas dotadas de una visión temporal a largo plazo y que entienden las ventajas a medio y largo plazo de diferir el consumo. La virtud del ahorro también tiene mucho que ver con la cultura predominante en cada sociedad. Hay culturas que favorecen el ahorro y la frugalidad, mientras que otras como la nuestra favorecen el consumo y el disfrute de la vida y del momento, el famoso carpe diem. Esta cultura, extendida por los medios de comunicación, el arte e incluso el sistema educativo, afecta sustancialmente a la perspectiva temporal de buena parte de la población, reforzando la ya fuerte tendencia hacia el disfrute inmediato y destruyendo toda la compleja arquitectura del ahorro que fue conseguida a través de los siglos en un largo y difícil proceso de civilización temporal.

El “lo quiero aquí y ahora” parece ser el signo de los tiempos. Consumimos muchos de nuestros bienes a crédito, sin pasar por el sacrificio previo de privarse de bienes de consumo, incluso llegando al extremo de consumir bienes de ocio o bienes de consumo inmediato (viajes, banquetes) pidiendo préstamos que, a su vez, influirán en nuestra capacidad futura de ahorro. Pero esta capacidad de consumo actual está muy influida por nuestra capacidad de ahorro. De no ser capaces de mantenerla irá poco a poco disminuyendo hasta que nuestro actual nivel de vida se haga insostenible.

La educación en el ahorro o en el cambio de nuestra preferencia temporal no debe ser, sin embargo, obligatoria. Cada persona tiene derecho a mantener el estilo de vida que le apetezca, pues esta es una cuestión moral en la que la economía o la política no tienen nada que decir. Pero es importante saber cuáles son las consecuencias de nuestras acciones. Puesto que, de seguir pautas de vida o consumo insostenibles económicamente, no tendremos derecho a quejarnos si al cabo de unos años nuestro nivel de vida decae y ya no podemos disfrutar de bienes y servicios, muchos de ellos básicos en el nivel de vida al que estamos acostumbrados. El ahorro es una virtud que merece ser alabada y defendida, sin obligar a nadie, pero teniendo en cuenta que es gracias a ella que podemos disfrutar de una vida que ni el faraón podría haber soñado.

(De www.mises.org.es)

lunes, 19 de septiembre de 2022

La política como guerra

La democracia plena requiere, de los diversos partidos políticos, cierta coincidencia de objetivos por cuanto se busca establecer la seguridad y el bienestar de la población. La competencia entre partidos está orientada hacia la mejor forma de satisfacer las demandas de los votantes. Predomina en los discursos la palabra "nosotros", es decir, todos los integrantes de la sociedad. La buena administración del Estado es lo esencial.

Una grave deformación de la democracia la constituye la política en la cual uno de los partidos, o varios de ellos, adoptan una postura beligerante y los objetivos dejan de estar asociados a la administración eficaz del Estado para orientarse a la conquista y el mantenimiento del poder. Esta vez los discursos distinguen entre "nosotros" y "ellos". Dejan de haber opositores para constituirse en enemigos. El odio impuesto desde la política (o mejor, politiquería) comienza a invadir todos los ámbitos de la sociedad. María Yannuzzi escribió: "Esta lógica de poder que termina adquiriendo la política democrática en el siglo XX, lejos de favorecer la participación, profundiza el extrañamiento del hombre común al tender a alejarlo del espacio público para recluirlo en su mundo privado".

"Pero esto ocurre no solamente porque pierde sentido la argumentación -práctica fundante de todo debate- sino, más grave aún, porque la voluntad de poderío, expuesta ya sin contención alguna, lleva a una clara reducción de la política a la guerra. Es decir que los grupos en pugna desarrollan, tanto hacia su interior como en su relación con el Estado y con las otras organizaciones, una concepción de poder suma 0. A esto se refiere Carl Schmitt, por ejemplo, cuando plantea la distinción amigo/enemigo como forma de definición de lo político: «La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la distinción amigo y enemigo»" (De "Democracia y sociedad de masas"-Homo Sapiens Ediciones-Rosario 2007).

En la Argentina, el peronismo se ha caracterizado por adherir a la política como guerra, mientras que la oposición, en su mayor parte, pareciera no haberse dado cuenta de esta situación, y ha caído varias veces en la trampa del "diálogo" con quienes buscan destruirla. Así, la actual gestión se identifica con Ernesto Laclau, partidario de la división entre amigo y enemigo.

Muchos opositores al peronismo mantienen ingenuamente algún tipo de vínculo con quienes los consideran "enemigos", siendo un caso similar al del judío que mantiene vínculos sociales con un nazi, sabiendo o ignorando que el nazi aboga o aplaude la eliminación de los judíos.

En la política como guerra, predomina el relativismo cognitivo. Así, hay ideólogos que sostienen que la realidad no debe ser la referencia a tener en cuenta para comparar las descripciones que hacemos de ella, sino algún sistema de ideas propuesto por un filósofo. José Enrique Miguens escribió: “El nuevo concepto modernista de verdad […] puede definirse así: La verdad de las afirmaciones sobre la realidad no se apoya en las cosas tal como son, sino que se apoya en el contexto de un sistema racional de comprender el mundo forjado por algún filósofo y adoptado por un movimiento político o incorporado a la cultura modernista”.

“Es así como toda acción política de ellos no sólo es verdad, sino que se sacraliza, por estar llevando a la construcción del reino del dios Espíritu Absoluto”.

La diferencia entre una persona psicológicamente normal y otra que no lo es, radica esencialmente en el grado de aceptación y reconocimiento de la realidad. De ahí que el seguimiento de ideologías que reemplazan la realidad, como referencia para todo diálogo o discusión, en cierta forma promueve una tendencia hacia alguna anormalidad psíquica. Miguens agrega: “La «verdad orgánica» es tal y revela su calidad de verdad, porque es parte de un sistema coherente y unitivo de ideas, no porque tenga relación alguna con lo que podemos llamar el orden real de las cosas”.

“No se trata de una diferencia entre interpretaciones de la realidad ni tampoco sobre lo que conviene hacer o dejar de hacer políticamente, diferencias que se presentarán lealmente al debate entre los ciudadanos. Se trata de definiciones dogmáticas que se pretende imponer a todos desde el poder, acerca de la realidad de los sucesos y acontecimientos y acerca del orden real de las cosas, que no admite discusión alguna. Además, se fundan en premisas que los creadores de estos sistemas filosóficos no aceptan poner en discusión, tal como lo demostró Eric Voegelin en los casos de Hegel, Marx, Nietzsche y Comte” (De “Modernismo y satanismo en la política actual”-J.E. Miguens-Buenos Aires 2011).

El kirchnerismo se ha identificado ideológicamente con esta tendencia al compartir el punto de vista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, autores de “Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia” (Fondo de Cultura Económica-Buenos Aires 2010). Miguens comenta: “Resulta difícil analizar este libro porque está plagado de agachadas engañosas y de juegos artificiosos con los conceptos y las afirmaciones, que disimulan la intencionalidad concreta del texto y sus objetivos políticos de dominación. Cuando se sustituye la realidad por el pensamiento, como lo hacen los autores declaradamente, se está negando injustamente la objetividad de la realidad como tal; esto les permite hacer cualquier truco discursivo engañoso con tal de que tenga alguna coherencia interna”.

“Reconociendo que el «proletariado» ya dejó de ser el protagonista de la revolución, los autores lo dejan de lado desdeñosamente y espigan algunos nuevos sujetos con potencial revolucionario para apoyarse en ellos en la apropiación del poder político. Movimientos como el feminismo, el ecologismo, el antirracismo, el antiinstitucionalismo, los de las minorías étnicas, regionales o sexuales, pueden ser «rearticulados como relaciones de opresión […] de las que puede surgir un antagonismo»”.

“Dicho en lenguaje usual prescindiendo de todos estos disimulos verbales, los autores están diciendo que hay que «articularlos» o sea, aprovechar cualquier conflictividad social exacerbándola como «relaciones de opresión» (lo que significa inventarles un culpable o un enemigo) suscitándoles el odio y la violencia”.

“Todo este potencial articulado de antagonismos se aprovecha para encaramarse sobre su potencial, con el fin de obtener la hegemonía sobre el resto de la sociedad, incrementando los resentimientos y las frustraciones y canalizándolas hacia algo que es el culpable y el enemigo, para así apoderarse y perpetuarse en el poder político”.

“No les interesa solucionar los problemas, sino exhibir ante la opinión pública las maldades de la sociedad represora y utilizar políticamente los resentimientos desatados para ponerlos a su servicio. Una sociedad antagónica nunca puede ni sabe, resolver los problemas concretos de la gente ni los que tiene como sociedad, sino articularlos para construir hegemonías y anestesiar a los que padecen con las promesas de una futura sociedad feliz”.

“Para estos autores […] lo fundamental es la creación del enemigo al modo de los descendientes políticos del hegelianismo. Ernesto Laclau en su libro de 2007 titulado La razón populista sostiene que lo que une a estos movimientos para hacerlos efectivos es crearle enemigos a quienes odiar. «Lo que hace posible la mutua identificación entre los miembros, es la hostilidad común hacia algo o hacia alguien»”.

Entre las decisiones políticas del peronismo se advierte la descarada compra de votos a través de millones de planes sociales, miles de cargos prescindibles en el Estado, millones de jubilaciones sin aportes, etc., que han destruido la economía nacional por muchos años. María Yannuzzi escribe al respecto: "Si en un principio el acceso a los cargos del Estado no es más que un medio necesario para la realización de un proyecto determinado, la puja entre los distintos grupos para acceder a esos lugares a la larga termina desvirtuando el sentido primigenio de la lucha, ya que lo que constituye simplemente un medio, es decir, un instrumento, se convierte directamente en el fin que en definitiva se persigue. Esto hace que muchas veces, en la puja entre aparatos, los verdaderos problemas de la sociedad queden relegados a un segundo plano".

Quienes esperan que la Argentina resurja desde la irracionalidad, el oscurantismo, la mentira y el odio, esperan un milagro. Las mejoras sociales e individuales provendrán de la racionalidad, la claridad, la verdad y el amor. Es oportuno destacar el detallado análisis que hace José Enrique Miguens cuyo mérito consistió en descender al mundo de las ideologías nefastas y volver para describirlo haciéndolo accesible a la persona normal.