lunes, 24 de febrero de 2020

Economía: incentivos para producir (y para no producir)

Uno de los indicadores económicos que nos da una idea concreta acerca de la producción de riquezas, es el PBI per capita (Producto Bruto Interno anual dividido por la cantidad de habitantes de un país). En el ranking mundial de este indicador, la Argentina estuvo entre los 10 primeros lugares del mundo desde 1881 hasta 1951, aproximadamente. Incluso llegando a ser el país más rico del mundo en 1895-1896, iniciando su declive, y decadencia general, en el año 1947, luego del inicio del peronismo en 1946. Es decir, la decadencia nacional (y no sólo económica) aparece junto con el inicio de la publicitada "justicia social".

La propaganda partidaria, aceptada bajo una ignorancia generalizada, repite una versión completamente distinta, indicando que antes del peronismo existía sólo pobreza e injusticia y que el país comienza su etapa de esplendor bajo el mencionado totalitarismo. Incluso se llega a decir que la Revolución Libertadora fue realizada para "evitar que los pobres ascendieran socialmente", o cosas por el estilo. Lo grave del caso es que los gobiernos "opositores" y partidarios posteriores, siguieron varias de sus tácticas (que permitían ganar votos y elecciones) llevando al país al puesto número 61, del ranking mencionado.

A manera de ejemplo puede considerarse el caso del "congelamiento de alquileres" de viviendas en épocas de elevada inflación (durante los primeros gobiernos peronistas). Al no poder ajustar el precio del alquiler, el dueño debía otorgar, legal e involutariamente, el usufructo de su inversión para que el inquilino viviera prácticamente gratis. Esa medida generó dos tipos de incentivos: el primero, para que el propietario nunca más se le pasara por la cabeza construir una vivienda para alquilar. El segundo incentivo era para el inquilino, que nunca más se le pasara por la cabeza construir su propia casa ya que podía vivir gratis en casa ajena. Demás está decir que tal medida paralizó la construcción de viviendas y limitó severamente la oferta de viviendas en alquiler.

Una testigo y damnificada por el congelamiento fue la actriz y cantante Libertad Lamarque, quien escribió: "Se me estaba olvidando que ustedes querrán conocer más detalles sobre cómo fue el revés que sufrí con mis dineros... pero aclaro que no sólo yo lo sufrí; todos por igual en la Argentina, los que disponíamos de inmuebles alquilados, corrimos la misma suerte, y la demagogia política de que les hablé fue congelar los alquileres".

"Automáticamente, con esa ley absurda, al devaluar la moneda argentina, todo el costo de vida aumentó en «forma alarmante», como también en «forma indignante» invadieron el Hipódromo Nacional en cantidades sin precedentes, los «burreros», o sea los «jugadores», que dejaban verdaderas fortunas a las patas de los caballos. Aquellos «pobrecitos» no tenían con qué pagar el alquiler de su casa, y no se les podía desalojar si no pagaban (no por pobres, sino por malas personas), como tampoco se los podía desalojar a los intrusos a quienes el inquilino titular del departamento realquilaba para su total provecho, cuando le convenía cambiar de casa por haber comprado una que estuviera más de acuerdo con sus elevadas ganancias y pretensiones".

"Pero ahí no termina todo; nadie compraba un departamento que estuviera ocupado; y si lograba algún interesado, tenía, por ley, prioridad el inquilino titular. Resumiendo: las casas sólo daban auténticas pérdidas, y pobre de aquel que no tuviera con qué reponerlas a fin de mes. Yo no sé qué habrán hecho aquellos propietarios, pero yo pude salvar «algo» al no deshacerme de inmediato de mis casas...".

"Aquella ley «indiscriminada» de congelamiento, fue mal hecha e injusta; porque los que realmente sufrieron, en forma irreversible, fueron los pequeños propietarios, los que a fuerza de sacrificios de toda su vida habían logrado tener una casita para rentar, y vivir modestamente del producido" (De "Autobiografía"-Javier Vergara Editor SA-Buenos Aires 1986).

Aún en forma "más perfeccionada" que el peronismo, los regímenes socialistas eliminan la propiedad privada de todos los medios de producción, eliminando todo incentivo por crear nuevas fábricas o emprendimientos productivos como también creando incentivos para la vagancia. Respecto de la China comunista de Mao-Tse-Tung, José Luis Espert escribió: "En el mundo hubo consenso a partir de 1970 respecto a que los incentivos importan: no podemos esperar de los individuos ni más ni menos que una respuesta lógica a los estímulos que los somete su entorno. Pueden o no gustarnos sus respuestas, pueden o no parecernos las mejores u óptimas, pero en definitiva un gobierno sólo puede aspirar a generar un sistema de incentivos que sea más favorable para el crecimiento económico".

"Un ejemplo histórico ilustrará más claramente este punto. En China, durante el denominado «Gran Salto Adelante» de finales de 1950 y principios de 1960, las granjas privadas se confiscaban y se consolidaban en propiedades colectivas por el gobierno central chino. Esto implicaba que si, produciendo e invirtiendo, un campesino podía producir una bolsa de papas extra por día, en una propiedad colectiva de 100 personas sólo podía llevarse un centésimo de ese bolsón extra. ¿Qué incentivo había para esforzarse entonces? Ninguno, pues cuando el esfuerzo se divorcia del pago, el incentivo es a no trabajar e incluso intentar aprovecharse del trabajo ajeno (cualquier parecido con nuestro fenómeno piquetero, es mera casualidad)".

"Como resultado de esta política, entre 20 y 40 millones de trabajadores y agricultores (el número es especialmente impreciso para este suceso) murieron de hambre, y China no comenzó a consolidarse como potencia mundial hasta que los agricultores tuvieron de nuevo permiso para quedarse con el producto de su esfuerzo. No importa si la propiedad colectiva nos parece una buena o mala idea, si ideológica o idealmente sea más «justo» o no: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, decía Milton Friedman. Una política que genera los incentivos equivocados fracasará y producirá pérdidas irrecuperables" (De "La sociedad cómplice"-Sudamericana-Buenos Aires 2019).

Cada ciudadano debe advertir que los populismos y los totalitarismos no solamente son peligrosos cuando caen bajo el mando único de un psicópata, ya que, en muchas ocasiones, el hambre llega tan sólo por haber aplicado una economía socialista a toda una nación.

domingo, 23 de febrero de 2020

Los "ingredientes" del totalitarismo

Se ha repetido muchas veces, a lo largo de la historia, el caso del ambicioso que desea ser el dueño de todas las riquezas de una nación. También se ha repetido el caso del ideólogo que ambiciona gobernar mentalmente a toda una población. Finalmente, aparece el ideólogo-político totalitario del siglo XX que ambiciona tanto el poder material como el poder sobre las mentes individuales.

En oposición al gobierno de la ley natural (o autogobierno), o de las leyes humanas (democracia), los totalitarios proponen un gobierno absoluto sobre todo individuo. Un régimen totalitario (todo en el Estado) propone la abolición de la propiedad privada de los medios de producción (marxismo) que fácilmente se amplía a toda forma de propiedad individual. De esa forma logran los medios facilitadores para una posterior implantación de la ideología respectiva.

Muchos son los que critican al socialismo por su ineficacia económica y la pobreza generalizada, cuando en realidad el mayor inconveniente es el peligro que corre la vida de todo aquel que rechace las imposiciones que un líder totalitario, o un grupo, pretende imponer.

Fernando Savater sintetizó el conjunto de "ingredientes" básicos que concurren a la imposición y vigencia de todo totalitarismo, escribiendo al respecto: "Cuando el reformador utópico, eso que ha sido llamado siniestramente en este siglo el «ingeniero social», comprende que no hay ni puede haber «hombres nuevos», su decepción suele encaminarse hacia la construcción empeñosa de tan improbable especimen: el primer paso de la utopía es patentar a los hombres capaces de vivir en ella y perpetuarla".

"Los mecanismos utilizados para lograr esa metamorfosis y extraer el hombre «nuevo» a partir del «viejo» han tenido atroces resultados en épocas muy recientes. No hay proceso quirúrgico más cruel, sobre todo porque el tratamiento exige la máxima perentoriedad y rapidez para complacer biográficamente a los enérgicos cirujanos que lo aplican".

"Casi todos suelen seguir los mismos procedimientos: aislamiento del grupo para que la influencia exterior o la posibilidad de huida se reduzcan al mínimo, censura rigurosa y castigo ejemplar de las discrepancias, adoctrinamiento obligatorio de niños y adultos, destrucción de la memoria colectiva, intervención de la autoridad en todos los aspectos por íntimos que sean de la vida cotidiana, coacción uniformadora, rigorismo ético (la «decadencia» moral del antiguo régimen siempre es el primer argumento empleado a favor del que se proyecta) y, sobre todo, miedo institucional a la función subversiva de cualquier forma de espontaneidad y de experiencia" (De "Sin contemplaciones"-Ariel-Buenos Aires 1994).

Existe un "detector natural" tanto de los totalitarismos como de las democracias, que radica en las masivas decisiones de la gente pacífica y decente al huir de los totalitarismos y acercarse a las democracias; a huir de la esclavitud y acercarse a la libertad. Los propios ideólogos, combatientes y terroristas de izquierda, confirman su veracidad cuando, al tener que alejarse de su propia país, casi nunca van a refugiarse a los países gobernados por totalitarios como ellos, sino que van a países democráticos que fueron siempre descalificados y difamados por ellos. Germán Arciniegas escribió: "En días tormentosos, y no han sido pocos, ha habido dos Argentinas. Recordemos los tiempos de Rosas, con una capital instalada en el Buenos Aires de la Mazorca y el Matadero, y otra en Montevideo o en Santiago de Chile con Echeverría, Alberdi, Mitre, Sarmiento, en el exilio".

"Se trata de una nación de inmigrantes que por millones, de toda Europa vinieron a fundar una colonia de hombres libres. Argentina es la Nueva Europa. La grande Utopía. Al caer el Imperio Español abrió sus anchas puertas la república que hizo del estuario un puerto de mar, y ya no sólo llegaron españoles sino italianos, ingleses, alemanes, polacos, rusos, irlandeses...que en la tierra de sus padres no tenían oportunidades".

"Independizarse de una Europa pobre, se convirtió en la esperanza de miles y miles de insatisfechos que colmaron los mares. Fue la gran aventura. La más atrevida y multitudinaria en la historia de Occidente... La palabra que cada uno de estos peregrinos traía impresa en el alma era libertad. Y cuando en la Nueva Europa surgieron déspotas que trataron de contrariar ese destino, el iluso frustrado salió con su casa a cuestas a otra parte. Así conocimos a Libertad Lamarque cantando en México, La Habana, Caracas, Lima, Santo Domingo... canciones que eran la música de su Argentina peregrina".

"Ella, tendiendo lazos de unión entre los pueblos, con los tangos de la Boca porteña alternaba canciones populares de Chile, Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela... de todo el Caribe... de México... atando en lengua castellana a todos los pueblos. Algo fuera de cualquier idea política, pero que políticamente recordaba el destino de quienes no han buscado sino su libertad a través de la emancipación. Es uno de esos prodigios humanos que transfiguran la vida internacional por el acercamiento íntimo de corazón a corazón" (Del Prólogo de "Autobiografía" de Libertad Lamarque-Javier Vergara Editor SA-Buenos Aires 1986).

Si existe una diferencia entre "populismo" y "totalitarismo", ella radica en lo siguiente: populismo es una forma distorsionada de democracia por la cual el político engaña al pueblo con la única finalidad de ganar votos y elecciones. Por otra parte, totalitarismo es una forma de gobierno en el cual el Estado se entromete en el ámbito familiar y en la mente de todo individuo, imponiendo cierta forma de pensar y prohibiendo y castigando otras distintas. De ahí que el peronismo haya sido, especialmente el de la primera y segunda presidencia, un totalitarismo.

Héctor Bianciotti, de la Academia Francesa, expresó en una entrevista: “Yo creo que estaba al mismo tiempo huyendo del campo y huyendo de la dictadura de Perón, que fue mucho más terrible de lo que la gente cree. No se ha sabido nunca en Europa lo que era la vida cotidiana durante la dictadura de Perón; algo simplemente atroz. Un pueblo convertido en policías los unos de los otros. En delatores” (Reportaje de la Revista “Gente”).

Para tener idea de lo que fue el peronismo basta tener en cuenta que a los propios peronistas les daba vergüenza reconocer que lo eran. Sin embargo, todavía falta bastante para la “conversión” del pueblo desde el peronismo al cristianismo. Jorge Luis Borges escribió: “Dijo Croce: no hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas. La observación es aplicable a nuestra república y a nuestro remedo vernáculo del fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante; declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaran en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, no intelectual; pasar por inmoral le importa menos que pasar por zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama viveza criolla” (Publicado en Diario “Los Andes”).

jueves, 20 de febrero de 2020

Ética natural vs. Éticas ateas

Desde el punto de vista de las ciencias sociales, o de la ciencia experimental, la validez de una propuesta ética depende de su compatibilidad con la ley natural y de los efectos producidos en cada individuo que la adopta y la pone en práctica. La palabra "experimental" implica, justamente, una contrastación o comparación entre teoría y realidad, con independencia del origen religioso, filosófico o científico de quien propone una teoría o una propuesta ética.

En la actualidad se observa una tendencia a dejar de lado toda ética religiosa por "estar alejadas" de la ciencia experimental. Al respecto puede decirse que la ética religiosa (en el mejor de los casos) busca adaptar al ser humano a las leyes de Dios (o leyes naturales) con varios siglos de anticipación respecto del inicio de la ciencia experimental (siglo XVI). De ahí que su rechazo debería fundamentarse esencialmente por los resultados y sus efectos asociados. Marcelin Berthelot escribió: "La ciencia establece las únicas bases inquebrantables de la moral, al comprobar cómo ésta se funda sobre los sentimientos instintivos de la naturaleza humana, que se van precisando y extendiendo por la evolución incesante de nuestros conocimientos y el desenvolvimiento hereditario de nuestras aptitudes".

"No existe ninguna duda sobre los verdaderos orígenes de la moral, pues los mismos teólogos están acordes en reconocer que la moral llamada por ellos natural preexiste a sus revelaciones" (De "Ciencia y moral"-Editorial Elevación-Buenos Aires 1945).

Es posible tener una visión de conjunto de las diversas propuestas éticas si las contemplamos desde la Psicología social, en base a conceptos básicos como: Tendencia a la cooperación, Tendencia a la competencia y Actitud característica.

Desde ese punto de vista, pueden encontrarse cuatro componentes emocionales básicas que caracterizan nuestra respuesta típica o predisposición (actitud) en una etapa de nuestra vida, y ellas son: amor, egoísmo, odio e indiferencia. Todo individuo posee tales respuestas, aunque en distintas proporciones y, por lo general, predominando una de ellas sobre las demás.

Para ver "cómo funcionan", imaginemos el caso en que alguien sufre un accidente en la vía pública. Las posibles respuestas serán las siguientes:

a) Empatía emocional (amor): quien posea la capacidad empática que le permita compartir las penas y las alegrías ajenas, tenderá a "contagiarse" del sufrimiento de la persona accidentada, actuando en consecuencia.
b) Egoísmo: el egoísta tiene la predisposición a no compartir las emociones ajenas, ya que centra todo su interés en él mismo (y en sus familiares). De ahí que, es posible, muestre cierta indiferencia por el accidentado.
c) Odio: existe también la "empatía negativa" por la cual la alegría ajena es generadora de tristeza propia (envidia), mientras que la tristeza ajena genera alegría propia (tendencia a la burla). Tampoco la persona odiosa tenderá a ayudar al accidentado.
d) Indiferencia: la última posibilidad es la del "negligente emocional", que no es egoísta, ni odia ni ama a nadie, sino que muestra cierta indiferencia ante lo que le sucede a los demás e, incluso, lo que a él mismo le sucede.

En cuanto al aspecto competitivo, quien posee empatía emocional trata de hacer el bien en forma más eficaz que los demás. El egoísta compite en función de quién se proporciona a sí mismo mayores placeres (sin negar que muchas veces también favorecerá indirectamente a los demás). El que odia compite destructivamente tratando de "rebajar" a quienes lo superan. El indiferente no compite con nadie.

Existe una "quinta respuesta", el altruismo, que no forma parte de ninguna de las respuestas naturales mencionadas. El altruismo surge cuando la empatía emocional se debilita y, racionalmente, el individuo "hace lo que debería hacer". También el egoísta puede actuar altruistamente como forma de compensar su habitual desinterés por los demás. Para el que odia, el altruismo es sólo un disfraz que utiliza para ser aceptado socialmente, y a sí mismo, intentando negar de alguna forma sus innobles sentimientos. Nicolás Berdiaev escribió: “Se habla de altruismo cuando el amor se enfría y muere” (De “El sentido de la Creación”-Ediciones Carlos Lohlé SA-Buenos Aires 1978).

En cuanto a las figuras representativas de cada predisposición o actitud predominante, podemos mencionar los siguientes:

a) Empatía emocional: Cristo con el "Amarás al prójimo como a ti mismo", o compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias.
b) Egoísmo racional: Ayn Rand con la "virtud del egoísmo"; quien acusa a Cristo de promover el altruismo perjudicando "lo alto" en beneficio de "lo bajo", cuando en realidad las prédicas cristianas apuntan esencialmente a elevar "lo bajo" hasta llevarlo a una capacidad empática adecuada.
c) Odio: El Che Guevara cuando promueve el "odio intransigente" para convertir a sus seguidores en una "fría máquina de matar", supondiendo que de esa forma hemos de llegar a "un mundo mejor".
d) Indiferencia: no hay quien la represente por cuanto la negligencia predominante impide establecer la propuesta ética correspondiente.

En épocas de severa crisis moral, son pocos los que promueven el predominio de la empatía emocional, llegando al extremo de proponer "más egoísmo" o bien "el odio intransigente al enemigo" para mejorar la situación. El anticristianismo activo es la mayor oposición al logro del bien y el rechazo del mal. Quienes rechazan la personalidad y la obra de Cristo, al menos deben saber que la empatía emocional existe desde antes, y que no es un invento cristiano. El proceso de la evolución biológica lo incorporó en los mamíferos para promover su supervivencia. Si tampoco aceptan los resultados verificados por la ciencia experimental y optan por reemplazarlos, en cada mente individual, por la ideología de autores que ignoran los designios implícitos en el orden natural, se sugiere reconsiderar tal situación.

Las éticas anti-empáticas no tienen en cuenta que las actitudes que promueven son difíciles de cambiar, y que el egoísmo o el odio serán adoptados para todas y cada una de las acciones de la vida. Así, los marxistas creen que alguien que por años sembró el odio, pasará a sembrar el amor apenas logrado el poder absoluto sobre una nación, mientras que quienes ven en el egoísmo una virtud para los negocios, suponen erróneamente que no será una virtud para los demás vínculos sociales, siendo en los negocios una ventaja limitada. Incluso los seguidores más obsecuentes de tal tendencia ven en el egoísmo una virtud en todos los aspectos de la vida social.

Ayn Rand expresó: "Es en el nombre de ese símbolo (la cruz) que se le pide a los hombres que se sacrifiquen por sus inferiores". En realidad, si alguien tiene la predisposición a amar al prójimo como a uno mismo, no se está "sacrificando" por nadie, sino que está logrando un elevado nivel de felicidad. Tampoco la actitud empática presupone "inferioridad" en los demás, sino cierta igualdad.

También expresó: "Si colocamos cosas tales como la amistad y los lazos familiares por encima de su propio trabajo productivo, si, entonces son inmorales. La amistad, la vida familiar y las relaciones humanas no son primordiales en la vida del hombre. Un hombre que coloca a los demás primero, por encima de su propio trabajo creativo, es un parásito emocional" (Entrevista de Alvin Toffler). Puede decirse que los fuertes lazos familiares constituyen la principal motivación para realizar un trabajo productivo; quien tenga débiles vínculos afectivos, posiblemente no tendrá suficientes motivaciones para el trabajo. Además, desde la neurociencia se dice que "el hombre es un ser emocional que razona", y no que las emociones sólo "sirven" para entorpecer la razón y que, por ello, hay que dejarlas de lado.

En el caso de los diez rugbiers que asesinaron por diversión a un joven decente (Enero 2020), se advierte la total ausencia de empatía emocional en los agresores, que seguramente fueron formados en un medio social con un extremo egoísmo y desinterés por los demás, influencia que los convirtió en peligrosos psicópatas. Sin embargo, los que insisten en "la virtud del egoísmo", sostienen que la solución de los problemas sociales debe lograrse a partir de "más egoísmo". Una vez que tal "filosofía" llegue a dominar totalmente al liberalismo, el socialismo tendrá el terreno despejado para imponer el odio que siempre lo caracterizó.

domingo, 16 de febrero de 2020

¿Adónde conduce el ateísmo?

La visión que nos brinda la ciencia experimental es la de un universo en el que todo lo existente está regido por alguna ley natural (vínculo invariante entre causas y efectos), de donde se concluye que existe cierto orden natural. La adaptación de la humanidad a dicho orden es imprescindible para nuestra supervivencia, tanto individual como colectiva, por lo que tal actividad nos brinda la posibilidad de adoptar cierto sentido de la vida, que es impuesto por dicho orden. A partir de ese sentido denominamos "bien" a lo que permite alcanzarlo y "mal" a todo lo que lo impide.

Sin embargo, tanto en el ámbito de la ciencia como en el de la filosofía, no existe acuerdo al respecto, surgiendo posturas nihilistas (de la palabra "nada") que aducen la inexistencia de un posible sentido del universo y de la humanidad. Tal nihilismo está vinculado al ateísmo, ya que toda postura religiosa considera la existencia de un sentido del universo y de la humanidad impuesto por el Dios respectivo.

Puede establecerse una síntesis del ateísmo:

1) No existe un sentido del universo
2) No existe un sentido objetivo de la vida inteligente
3) Por lo tanto, no existe el bien y el mal (para alcanzar una finalidad inexistente)
4) Si no existe un sentido objetivo, cada ateísmo activo propone uno (de carácter subjetivo)

Consecuencias inmediatas:

1) Crisis moral en la sociedad (al descartar la ausencia del bien y el mal objetivos)
2) Ausencia de sentido de la vida (refugio en las drogas o el alcohol)
3) Posible auge de los totalitarismos

Por lo general, el ateísmo activo descalifica la religión teísta, en la que un Dios interviniente en los acontecimientos humanos, tiende a interrumpir la ley natural ante los pedidos de los creyentes. Si se considera la existencia de leyes naturales, sin interrupciones, se adopta la postura del deísmo y de la ciencia experimental. El proceso de adaptación a la ley natural excede el ámbito religioso y adquiere un carácter objetivo dada su evidencia casi inmediata.

Los ateos de mayor influencia, en los últimos tiempos, han sido Marx, Nietzsche y Freud, estando los dos primeros asociados ideológicamente a los dos totalitarismos del siglo XX: comunismo y nazismo. Víctor Massuh escribió: "Por lo menos, es preciso reconocer que la actitud crítica que asumieron Marx, Nietzsche y Freud resultó ser, en última instancia, bienhechora para la religión, para su purificación, para que ella revisara sus contenidos históricos, sus expresiones doctrinarias y cultuales".

"Toda necesidad de Dios estaría denunciando, sostiene el humanismo ateo, la situación de un hombre alienado (Marx), enfermo (Nietzsche) o que no alcanzó un pleno desarrollo intelectual (Freud). El hombre moderno no necesitaría de Dios para otorgar coherencia a su pensamiento, ni hondura a su sentimiento, ni un punto de apoyo normativo a su voluntad moral".

"El ateísmo de Marx se apoya en una praxis revolucionaria, el de Nietzsche en una praxis vitalista y el de Freud en una praxis médica. Las tres grandes formas del humanismo ateo son refutaciones activistas y no teóricas. En otras palabras, los tres coinciden en que no es preciso demostrar demasiado a propósito de Dios, que la cosa es harto evidente y que urge pasar a la acción: la revolución, la exaltación de valores vitales, la terapia psíquica. El diagnóstico ya está hecho: la alienación ideológica, un enmascaramiento de la debilidad y la impotencia, una neurosis infantil. No se trata de escuchar demasiado a los que padecen esta enfermedad o esta insuficiencia, ni de argüir con ellos o respetar sus delirios. Sus ideas no son «errores» sino «ilusiones». Piadosamente es preciso curarlos" (De "Nihilismo y experiencia extrema"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1975).

Los pensadores mencionados, al combatir con preferencia al cristianismo, ignoran que la ética cristiana se basa en la principal ley natural de supervivencia, establecida por la evolución biológica: la empatía emocional. Tal proceso permite ubicarnos imaginariamente en el lugar de otro para compartir sus penas y alegrías. Tal actitud, o predisposición (amor al prójimo), pareciera no haber existido en Marx y en Nietzsche, ya que el primero sólo predicaba el odio y el segundo una especie de super-egoísmo que lo hace despreciar a gran parte de la humanidad. Ignace Lepp escribió: "Aunque con pretensiones de absoluto, el ateísmo moderno se manifiesta sobre todo en primer lugar como anticristiano, y por ese lado tiene cierto parentezco con otras formas de ateísmo. En efecto, la religión cristiana es aquella que la casi totalidad de sus protagonistas encuentra que constituye un obstáculo a la idea que ellos se hacían del hombre y de su felicidad".

"Hasta Marx y Freud, aunque de origen judío, dirigen sus críticas del papel sociológico o psicológico de la religión, no principalmente contra el judaísmo, sino contra el cristianismo. Ello se debe a que vivían en el seno de un mundo que pretendía ser cristiano, que les parecía forjado por el cristianismo. La extensión de la crítica del cristianismo a todas las religiones sólo tuvo lugar en un segundo tiempo" (De "Psicoanálisis del ateísmo moderno"-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1963).

De la misma manera en que el niño pequeño, al taparse los ojos, cree que deja de existir aquello que no ve, los líderes ateos califican como "bajo" o "no existente" toda actitud o sentimiento por ellos carecido. Ya no se trataría de un subjetivismo ingenuo, sino de un egoísmo delirante e irracional cuyos nefastos efectos pueden ser contemplados cotidianamente en sus adherentes. Bertrand Russell escribió respecto de Nietzsche: "Nietzsche y Maquiavelo tienen una moral que apunta al poder y es deliberadamente anticristiana, aunque Nietzsche es más franco en ese aspecto. Lo que César Borgia fue para Maquiavelo, lo fue Napoleón para Nietzsche: un gran hombre derrotado por adversarios minúsculos".

"Condena el amor cristiano porque lo considera un producto del temor: Yo temo que mi vecino me haga daño y por eso le aseguro que lo amo. Si yo fuera más fuerte y más audaz, mostraría abiertamente el desprecio que, sin duda, siento hacia él. No se le ocurre a Nietzsche la posibilidad de que un hombre sienta de verdad un amor universal, notoriamente porque él mismo siente casi universal odio y temor, que trata de disimular con una indiferencia altiva. Su hombre «noble» -que es él mismo en sueños- es un ser totalmente desprovisto de simpatía, rudo, astuto, cruel, preocupado sólo por su propio poder".

"No se le ocurrió nunca a Nietzsche pensar que el afán de poder, con que adorna a su superhombre es un producto del temor. Los que no temen a sus vecinos no ven la necesidad de tiranizarlos. Los hombres que han vencido al miedo no tienen la cualidad frenética del «artista-tirano» de Nietzsche, Neros, que trata de gozar de la música y de los asesinatos, mientras su corazón está lleno del temor de la inevitable revolución del palacio. No negaré que, en parte como resultado de su doctrina, el mundo real se ha convertido en algo muy parecido a una pesadilla, pero eso no la hace menos horrible" (De "Historia de la Filosofía Occidental"-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1947).

El ateísmo activo no sólo debe asociarse a los totalitarismos, ya que también algunos sectores autodenominados "democráticos" han adoptado posturas netamente anticristianas, olvidando que hace sólo unas pocas décadas era "el milagro alemán" dirigido por políticos y economistas cristianos activos. Este es el caso de la novelista Ayn Rand quien, con su "Epistemología objetivista" llega a la conclusión que el egoísmo es una "virtud", proponiendo justamente una ética del "egoísmo racional", desconociendo incluso la existencia de la empatía emocional a tal extremo que atribuye a la ética cristiana, no la promoción de tal empatía, sino del "altruismo". Además de carecer de un conocimiento básico de las actitudes humanas, defiende y promueve la práctica del aborto, aun cuando existen métodos menos salvajes para evitar embarazos no deseados.

El severo anticristianismo de sus seguidores hace sospechar de ciertas similitudes con el pensamiento de Nietzsche, si bien algo más atenuado. Entre los primeros críticos de “La rebelión de Atlas”, su exitosa novela, aparece Whittaker Chambers. Al respecto, George H. Nash escribe: “Para Chambers, el libro era una pesadilla literaria y filosófica. El argumento era «ridículo», la caracterización «primitiva» y caricaturezca, y gran parte de sus efectos eran «sofísticos». En realidad, no era en absoluto una novela, sino un «mensaje», la biblia anti-religiosa del «materialismo filosófico» en donde «…el hombre randiano, al igual que el hombre marxista, se convierte en el centro de un mundo sin dios». Más aún, a pesar de toda su oposición al Estado, lo que Rand deseaba, según Chambers, era una sociedad controlada por una «elite tecnocrática» similar a la de los absurdos héroes de su novela. Sin duda, toda la obra estaba invadida por un «tono dictatorial»”.

El mencionado Chambers escribió: "Al cabo de toda una vida de lectura, no recuerdo otro libro en el que se sostenga tan implacablemente un tono de arrogancia semejante. Su estridencia no cesa. Su dogmatismo no seduce...Confunde permanentemente la fuerza bruta con el vigor...Se supone portadora de una revelación final. Por lo tanto, no se puede tolerar que el mensaje sea resistido...En casi cada página de Atlas Shrugged se escucha una voz que, con dolorosa urgencia, ordena...«¡A la cámara de gas...marchen!»".

Aún cuando proponga cierta ética racional (no empática), supone que las mejoras sociales se darán a partir de la economía, ya que tal ética egoísta es la base de su propuesta política-económica. Frank Meyer, por otra parte escribió: "Cuando John Galt, el héroe de Atlas Shrugged, repudia todas las obligaciones para con los otros hombres, niega la historia, ese vínculo con nuestros propios ancestros y con toda experiencia humana que es el primer principio del conservadorismo. Cuando Galt afirma la perfectibilidad inmediata del hombre (una perfección lograda en su propio caso), está actuando a partir del principio básico del liberalismo histórico...El superhombre de Ayn Rand procede de la misma fuente que la perfecta sociedad liberal. Sus héroes musculosos, malthusianos...son todos expresiones del liberalismo -el intento de lograr beatitud por medio de un programa económico-político" (De "La rebelión conservadora en Estados Unidos" de George H. Nash-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 1987).

viernes, 14 de febrero de 2020

Argentina ¿país rico o pobre?

En el caso de un individuo particular, si se desea vislumbrar el posible nivel económico que ha de alcanzar, debe tenerse en cuenta tanto sus aptitudes morales y laborales como la condición material inicial recibida por herencia. En el caso de las naciones ocurre algo similar; en estos casos las naciones "heredan" de la madre naturaleza un medio geográfico favorable, o no, para el desarrollo económico, mientras que sus respectivos pueblos muestran aptitudes morales y laborales adecuadas, o no, para lograr el desarrollo económico.

Denominando capital material inicial al medio geográfico y capital humano a las aptitudes mencionadas, tenemos los siguientes casos posibles:

a) Capital material adecuado + Capital humano adecuado = Desarrollo
b) Capital material inadecuado + Capital humano adecuado = Desarrollo
c) Capital material inadecuado + Capital humano inadecuado = Subdesarrollo
d) Capital material adecuado + Capital humano inadecuado = Subdesarrollo

El último caso es el que involucra a la Argentina junto a otros países de la región; situación que fuera contemplada en el siglo XIX por Juan Bautista Alberdi, quien escribió: "Los pueblos de Sud América nos creemos ricos y gastamos como ricos lo ajeno y lo nuestro, sólo porque tenemos vastos territorios, dotados de clima y aptitudes capaces de servir al trabajo del hombre para producir la riqueza".

"Esta simple cosa es todo lo que se oculta a nuestra vista: que la riqueza capaz de producirse no está producida, y que el suelo y el clima, que tomamos por riqueza, no son sino instrumentos para producir la riqueza en las manos del hombre, que es su productor inmediato, por la acción de estos dos procederes humanos: el trabajo y el ahorro o conservación y guarda de lo que el trabajo ha producido" (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

En cuanto al factor humano, puede decirse que el argentino típico, o "promedio", es el que se insinúa en nuestro subconsciente, cuando salimos a la calle y reaccionamos de alguna manera ante algo que nos desagrada. En una apretada síntesis, Carlos A. Méndez-Thort escribió:

"El problema de la Argentina es usted.....
Que no le gusta leer
Que no quiere estudiar
Que no le gusta madrugar
Que no quiere trabajar
Que si no lo ven, infringe la ley
Que si puede, evade impuestos
Que le echa toda la culpa al gobierno
Que no le importa nada «el otro»
Que saca ventajas cuando puede
Que siempre busca «la más fácil»
Que no le interesa «hacerlo bien»
Que vive esperando el viernes"

(De facebook.com)

A finales del siglo XIX, se advertía gran corrupción en la sociedad argentina de entonces. José M. Estrada escribía en 1890: "Veo bandas rapaces, movidas de codicia, la más vil de todas las pasiones, enseñorearse del país, dilapidar sus finanzas, pervertir su administración, chupar sus sustancias, pavonearse insolentemente en las más cínicas ostentaciones del fausto, comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse unos a los otros a la luz del día" (Citado en "Raíces históricas de la corrupción en la Argentina" de Víctor N. Vimo-Editorial Argenta Sarlep SA-Buenos Aires 1993).

Como el liberalismo promueve la distribución de la riqueza a través del trabajo y de los intercambios, la palabra "liberalismo" resulta ser en la Argentina una "mala palabra". Por el contrario, tiene bastante aceptación la "redistribución de la riqueza" (por medio del Estado y producida con el trabajo ajeno). Puede decirse que, así como el norteamericano vive para trabajar y el europeo trabaja para vivir, el argentino trata de vivir del trabajo ajeno.

Si la riqueza del suelo convierte a un país en rico (según la creencia mayoritaria) y como ese suelo es de todos, se supone que el rico le roba al pobre algo que no le corresponde. Pocas veces se piensa que el trabajo y el ahorro es la fuente de la riqueza. La prédica socialista y populista se basa en despertar el odio entre el sector productivo y los sectores automarginados del trabajo productivo, ya que nadie les prohibe realizar tal tipo de trabajo. Tomás Bulat escribió: "La idea de la Argentina como país rico es sin duda una de las creencias más fascinantes y arraigadas del nativo promedio. La riqueza, según la fantasía, no es algo que se produce, que se genera, que se transpira, sino algo que «está ahí»".

"Una de las consecuencias más calamitosas de esta creencia es suponer que la riqueza es una herencia de la cual los argentinos somos beneficiarios forzosos. Como este país es rico, y yo me considero parte de él, ¿para qué voy a trabajar? ¿Por qué voy a generar lo que ya existe de sobra? ¿Por qué tendría que vivir mal o con pocas cosas si mi país es rico? Sólo tengo que reclamar la parte que me corresponde de esa riqueza, y chau. Sin duda, ésta es una de las muchas discusiones en las que suele perderse la brújula de los argentinos".

"Para ser más gráficos, supongamos que caminamos por las montañas de San Juan y alguien nos dice que en esa montaña hay mucho oro. La pregunta es, entonces, ¿cuánto vale esa montaña? La respuesta es que hasta que no se organice un grupo de técnicos y obreros, se instale maquinaria y se invierta dinero, la montaña sólo tiene valor paisajístico".

"Hasta que no haya intervención humana, sea en forma de capital o trabajo, esa montaña de oro no vale nada más que eso. Por lo tanto, la Argentina es un país con muchas potencialidades pero pocas realidades. Los países no son ricos. Los hacen ricos sus ciudadanos cuando se organizan y trabajan" (De "Estamos como somos"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2015).

La postura optimista, acerca del futuro de la Argentina, puede personificarse en Domingo Faustino Sarmiento, mientras que la postura pesimista puede serlo en Ezequiel Martínez Estrada. Graciela Scheines escribió al respecto: "Lo que para Sarmiento es coyuntural -Rosas y el caudillaje, la barbarie, el desierto, los resabios de la España inquisidora del siglo XVII: ejército, iglesia y administración pública-, para Martínez Estrada son invariables históricas y, como tales, imposibles de desarraigar. Un fatum sinistro obliga a los gobernantes a recorrer el mismo itinerario de equivocaciones, el presente es espejo del pasado y anticipo del futuro, cada funcionario reencarna a un prototipo reiterado y previsible".

"Si Sarmiento descarga todas las culpas sobre un hombre, Rosas, y confía en que derrotado el tirano se abre un destino de progreso ilimitado para el país, Martínez Estrada reduce a Rosas a un prototipo, lo hace derivar de un molde que genera inacabables Rosas en los diversos hitos de la historia nacional" (De "Las metáforas del fracaso"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).

Si el problema argentino es esencialmente moral, el inicio de una posible solución radicará en la adhesión a la ética natural vinculada a la empatía emocional. Juan Bautista Alberdi escribió: “La religión cristiana es el único medicamento que puede curar la República de sus achaques morales. Ella es la religión de la libertad porque enseña el dogma de la igualdad y el de la hermandad de los hombres, además de inculcar las cualidades del hombre libre: humildad, mansedumbre, indulgencia, desprendimiento”. “La religión misma es el primero de los bienes humanos” (Citado en “Alberdi y su circunstancia histórica” de Guillermo G. Mosso-Mendoza 1984).

domingo, 9 de febrero de 2020

Anarquismo vs. Religión

Si se pudiese sintetizar en pocas palabras la actitud del anarquista, podría decirse que es la persona que rechaza toda forma de gobierno del hombre sobre el hombre. En cierta forma coincide con la religión judeo-cristiana ya que ésta propone el gobierno de Dios sobre el hombre (el Reino de Dios) para evitar aquel gobierno entre iguales. Sin embargo, no existen coincidencias totales entre las diversas formas de anarquismo, como el que lo propone mediante la economía de mercado y el que lo propone mediante el socialismo. Tampoco existen coincidencias totales en el ámbito de la religión.

Si se propone el anarquismo como una tendencia a lograr en el futuro, siempre y cuando exista la libertad individual junto a la responsabilidad correspondiente, resulta aceptable tal postura. Por el contrario, si se propone el anarquismo en forma inmediata, suponiendo que la eliminación del Estado ha de resolver todos los problemas humanos y sociales casi en forma automática, tal propuesta resultaría suicida por cuanto existe cierta inercia mental que favorece la continuidad de los errores y defectos personales ya existentes.

A continuación se menciona el artículo de un escritor católico, quien señala los errores posibles del anarquismo, tanto del libertario como del socialista. El artículo fue escrito en 1927 y hace referencia a la violencia generada por grupos anarquistas de ese entonces. De todas formas, algunos aspectos siguen teniendo vigencia en la actualidad.

ANARQUISTAS

Por Giovanni Papini

Aquí y allá sobre la tierra se ocultan ciertos hombres acerbos y agitados que son los últimos adoradores del Fénix. Creen furiosamente que el más seguro remedio a un cuerpo cansado y enfermo es la combustión. Persuadidos de que la mayoría de los edificios actuales son estrechos y oscuros, consideran que la solución consiste en retornar a las cavernas. Su primer profeta es un masoquista sofista ginebrino; su lema: ni Dios ni amo. Se llaman a sí mismos anarquistas y libertarios: sería más justa la denominación de escépticos. Entre ellos se encuentran príncipes en decadencia y albañiles autodidactos, y componen una singular alianza de mesiánicos alusinados y de vindicativos bárbaros.

Nacen del absurdo y se mueven en la contradicción. Creen en la inocencia y perfección del hombre pero roban y matan; no quieren ser dominados pero obedecen ciegamente a sus jefes; odian la guerra porque destruye y no ven otra solución que la destrucción violenta; se burlan del paraíso perdido y esperan el advenimiento de Eldorado. Más aún, a causa de la ironía de los extremos, en el fondo del alma de los más hábiles y fuertes de ellos hay un déspota que dormita. Éstos comprenden que sólo el autócrata, y ni siquiera siempre, puede estar por encima de las leyes, es decir, libre. Y entonces, para no ser gobernados, se vuelven ellos mismos jefes de un gobierno y su yugo no es siempre de los más suaves.

Pero los más simples, como los salvajes expatriados, sueñan con el regreso a un estado natural, sin saber que reencontrarían los vínculos complicados de las tribus y una crueldad multiplicada. Imaginan que todos los hombres serían buenos y bienaventurados si no hubiera gobierno ni leyes. A semejanza de los locos sostienen que las rejas son la verdadera causa de la locura. Según ellos, las ataduras han producido las llagas, y los códigos los delitos. Si el inválido arrojase las muletas ya no sería inválido; romped los barrotes de la jaula y los leones protegerán el sueño de los corderos.

No saben reconocer que los gobiernos, aunque defectuosos y gravosos, se han vuelto necesarios por la mal reprimida rapacidad y ferocidad de los hombres y que la enferma y bestializada humanidad no se volvería suave, en condiciones de ser socorrida, ni bien le fuesen suprimidos guardianes y cercos. La anarquía supone, advenida o inminente, esa total conversión a la benevolencia fraterna que veinte siglos de evangelio han encaminado apenas. Desatar de improviso a las fieras sujetas, en vez de apresurarla la volvería más difícil: cuando las revueltas y las guerras dejan en suspenso el efecto de las leyes, los instintos salvajes liberados en vez de aplacarse prorrumpen, fuera de la máscara civil, en horrendas saturnales.

Son precisamente los espíritus más rudos y rebeldes -es decir, los espíritus predestinados a la anarquía- los que justifican la coerción de los que dominan, ya que los mismos libertarios combaten un mal que ellos y sus símiles han hecho necesario. Un pueblo de santos puede prescindir de gobernantes y leyes, pero mientras no seamos todos santos o casi todos, no se posible quemar códigos y abolir los Estados. Entre los perfectos el deseo del mal es impensable, el amor ocupa el lugar de la represión y la obediencia a Dios exime de la obediencia humana, pero así como somos, fundir las cadenas significaría la victoria de los violentos astutos, la centuplicación de los tiranos. La santidad es el estado preliminar de todo rescate.

En lo profundo de su corazón todos los grandes espíritus son anárquicos porque tienen en sí ley y dominio: serían igualmente rectos y puros sin que nadie los mandase desde afuera. Pero saben que la coartación es necesaria a los más y renuncian libremente a la libertad. Los espíritus bajos y descompuestos, como los anarquistas, no son dignos de la libertad, y son precisamente ellos quienes la exigen, total e inmediata. No son dueños de sus instintos y se niegan a reconocer amos. No son capaces de gobernarse a sí mismos y pretenden que nadie los gobierne. Buscan la libertad en lo exterior y no saben que la verdadera libertad, la única, es la del espíritu, que nadie puede donar ni quitar a nadie. El sabio paga de buen grado sus atributos a los poderosos porque sabe que su patrimonio esencial no es embargable, y respeta las leyes porque no le atañen: conciernen al animal voraz y litigioso y no al hombre redimido.

Pero son muchos los fracasados, los heridos, los innobles que culpan a la sociedad de toda desventura y desean vengarse destruyéndola. "No soy feliz ni poderoso, por lo tanto, hay que prenderle fuego al mundo".

El anarquista es un culpable que quiere creerse inocente y se encarniza en el hecho de descargar sobre los regímenes políticos las responsabilidades propias y las de los suyos. Al igual que el ciudadano de Ginebra afirma con frenesí ser el más inocente de los seres vivos: si es castigado quiere decir que la ley es delictuosa. Disolved la comunidad que lo corrompe y le despuntarán en la espalda dos alas de ángel.

El anarquista no quiere aceptar su parte de pecado original; rechaza frenéticamente la herencia universal de la caída. Creyó en la muerte de Dios y se ha convertido gozosamente a la religión del hombre deificado. Si no existe Dios ni el Mal, nada superior al hombre, cada hombre debe ser libre a semejanza del viejo Dios, sin superiores ni obstáculos. Si el hombre es Dios yo soy divino a la par tuya y no tienes el derecho a mandarme. La anarquía es el corolario más riguroso del ateísmo perfecto. Si las religiones son falsas no es justo que se obedezca a estas religiones remendadas y demasiado humanas que quisieran seguir encerradas en rediles de ovejas. Los libertarios son los herederos más legítimos del Deicidio. De la narración del Génesis aceptan sólo las promesas del tentador.

Hay, en el orden ideal, dos libertades posibles: la de los discípulos de la serpiente que lleva a la ferocidad desencadenada, y la de los imitadores de Cristo, de los Santos, fundada en la obediencia a Dios. La primera es un precipitarse en la más tremenda servidumbre, la segunda, que parece sujeción, es la auténtica libertad del esperado Reino de los Cielos.

(De "Informe sobre los hombres"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1979)

sábado, 8 de febrero de 2020

¿Adónde conduce la ausencia de empatía emocional?

Estando la ética cristiana fundamentada en la empatía emocional (que implica ubicarse emocionalmente en el lugar del otro), resulta interesante preguntarse acerca de qué ocurre en un país dirigido por alguien que carece totalmente de esa actitud, especialmente en épocas en que se pretende reemplazar la empatía emocional por el "egoísmo racional" a la vez que se rechaza y denigra la mencionada empatía.

Se menciona a continuación un artículo realizado a partir de una entrevista a la médica cubana Hilda Molina.

ODIO, PODER Y DINERO

Por Hana Fischer

Hilda Molina es cubana y neurocirujana. Fue la persona a quien Fidel Castro le confesó sus pensamientos más íntimos, la mujer a quien le propuso matrimonio. También fue quien lo rechazó, desafió sus órdenes y pudo vivir para contarlo. Fue simultáneamente admirada y torturada psicológicamente por Fidel. Por eso, ella se autodefine como “cómplice y víctima”. En pocas palabras, un ser excepcional.

Esa cercanía le permitió a Hilda conocer los planes ocultos del dictador, de conocerlo en profundidad y de analizar su perfil psiquiátrico con rigurosidad. Asimismo, es testigo directo de lo que era Cuba en la etapa precastrista y en lo que se convirtió después.

En Argentina donde se exilió, concedió una extensa entrevista a La Nación. Su móvil fue desenmascarar tanta mentira que se ha dicho sobre la Revolución cubana, precisamente, porque la conoce desde adentro. Recalca que “los que escriben la historia la han tergiversado. Reescriben y sepultan la verdadera historia”, mutándolo por un “relato”. En ese contexto, “Yo quería que el mundo supiera la verdad: gente tan despiada, tan irrespetuosa”.

Es enfática al afirmar que en Cuba había prostitución como ha habido en todas partes del mundo pero no era el prostíbulo que se dice ahora. Los servicios de salud “en realidad, eran de los más prósperos de América Latina”.

Lo cierto es que “no había razones que realmente justificaran la guerrilla. Ya se iba a sacar a (Fulgencio) Batista, los notables tenían un plan”. Por ejemplo, su familia paterna luchó contra Batista. “Lo que pasa es que Fidel sabía que si no recurría a la lucha armada, no iba a poder realizar su plan, el que siempre tuvo, que era el de perpetuarse en el poder.”

Antes del advenimiento de la Revolución, la sociedad cubana no estaba partida en dos. “Era un país de amor, de familias, de personas decentes”.

Fidel engañó a tantos, dentro y fuera de Cuba, porque era muy hábil hablando. En su discurso triunfal tras derrotar a Batista, “No habló de destruir las familias, ni de dividir a los cubanos, ni de odio. Habló del mérito y de que habría elecciones dentro de 18 meses, libres y democráticas”.

Con esa arenga logró cautivar a personas sensibles como Hilda (en ese entonces tenía 15 años). A ella le dolía el sufrimiento humano y por eso quería ser médico. No entendía por qué había cubanos que iban a la TV a pedir ayuda económica para tratarse alguna enfermedad. En consecuencia, le pareció muy humanitario el proyecto de Fidel de “salud gratuita para todos”.

La trayectoria vital de Hilda es una muestra de cómo “atrapan” a jóvenes bienintencionados -que por definición, tienen poca experiencia de vida- los aspirantes a “reyes absolutos”. Prometen erigir un “paraíso”, siempre y cuando se destruya al capitalismo.

Hilda, como tantos otros, cayó en ese engaño. En cambio su madre, desde el principio la tuvo clara: “Fidel habla con odio y nadie que hable con odio es bueno”.

Con la sabiduría que otorga el paso del tiempo, Hilda ahora se da cuenta que “si se analizan sus discursos desde el principio de su reinado, están llenas de consignas, de odio, de división. Dividió primero a los cubanos, que eso no existía en Cuba […]. El problema es que él llevaba un proyecto desde su juventud, no es que él cambió. Mientras él decía eso ya tenía un gobierno paralelo que no era el que impuso primero, que era de personas respetadas en el país. Con ese gobierno paralelo ya estaba llevando adelante su proyecto”.

Al ejercer como neurocirujana, Hilda se dio cuenta que “le estaban mintiendo a los enfermos y al mundo: era imposible que un país pequeño, aislado, tuviera la mejor ciencia del mundo”. “Era una mentira que Cuba tuviera la mejor medicina del mundo […] Era una mentira pero una muy eficaz”.

Por eso, desobedeciendo las leyes del país y a escondidas, se comunicó con especialistas extranjeros en neurocirugía para convencerlos de que financiaran un hospital de esa especialidad en Cuba para atender a los enfermos nativos. Esa decisión casi le cuesta la vida y le permitió ver muy de cerca al “monstruo” que era Fidel. El interrogatorio al que la sometió duró 14 horas. El miedo era tremendo, no tanto por su seguridad personal sino por la de su hijo (así funciona el régimen). No obstante, al explicarle Hilda su proyecto en detalle, Fidel -que era sumamente astuto- se dio cuenta de las posibilidades estratégicas que podrían derivar de ese hospital “para cubanos” y le dio su visto bueno.

A partir de entonces, estableció una relación muy estrecha con Hilda. La iba a visitar casi diariamente al centro donde trabajaba. Fue entonces que ella decidió en secreto estudiar científicamente a Fidel para construir su perfil. Ergo, anotaba en un cuaderno todo lo que hablaban. Fue así que pudo conocer tanto su auténtica personalidad como sus planes.

“Fidel era un psicópata. Él tenía los síntomas de la enfermedad esta… era narcisista, sociópata y psicópata […]. Era un alma absolutamente atormentada, incapaz de sentir empatía y cariño por nadie. Era el tipo de persona que usa a un ser humano como se usa algo desechable. Y después lo descarta, cuando digo descartar, digo que hasta podía ser quitarle la vida”.

Con respecto a sus planes, eran geopolíticos, basados en sembrar el odio y la división. Fidel decía que “los oligarcas son malos pero son bobos”. Y como mediante la guerrilla sus aliados políticos no iban a poder obtener el poder total (estaba demostrado que no funcionaba) había que usar el mecanismo de la “tonta democracia” para lograrlo.

Esa fue su estrategia y el sistema que impulsó para América Latina. Consta de lineamientos generales como cambiar las constituciones para perpetuarse en el poder, terminar con la separación de poderes, de una manera u otra liquidar las instituciones republicanas, monopolizar los medios de comunicación, y siempre señalar a un “enemigo poderoso”. Y también “el odio y la división”. “Terminar con los valores: familia, amor, convivencia, libertad […]. Sembrar el odio es muy importante”.

Una de las formas más eficaces de sembrar el odio es siguiendo las indicaciones de Antonio Gramsci (libro de cabecera de Fidel) y adueñarse de la educación popular y la cultura. “Trabajan el cerebro de la gente, las neuronas, la ideología y le capturan el alma a las personas y ya está todo hecho”.

“Vamos a cambiar el eje del mundo” -le dice Fidel a Hilda- “¿vos crees que el mundo debe seguir girando alrededor de los yanquees o de Europa?”

“¿Y cómo sería?”, le pregunta Hilda.

El centro quedaría instalado en “China, Rusia, Irán, Corea del Norte y Siria”, fue la respuesta.

Además, Fidel se dio cuenta de que había que mutar para perpetuarse. Hacer lo mismo que China: asociarse con los capitalistas inescrupulosos del mundo. “Implantar el socialismo pero vivir como millonarios y tener dinero para que la gente los respete”. Sostenía que “los chinos violan los derechos humanos pero los respetan porque tienen dinero”.

Hilda expresa que Cuba va por ese camino. Está aceptando inversiones extranjeras de la que se beneficia directamente la dictadura militar que es la que domina en Cuba. “La cúpula militar cubana es millonaria”.

Por otra parte, Hilda cuenta que Fidel siguió a Hugo Chávez desde que estaba en la cárcel y “fue muy feliz cuando fue amnistiado por Rafael Caldera. Le propone hacerle la campaña y pagársela. Y Chávez encantado”. Fidel fue quien escogió el nombre de “socialismo del siglo XXI”.

Chávez cumplió paso a paso la estrategia ideada por Castro, que es geopolítica y se basa en “el odio, el poder y el dinero”.

Hilda afirma que “los resentidos del mundo aportan a Cuba”. “A mí una vez un periodista muy inteligente me preguntó por qué tantas personas tan diferentes siguen a Fidel: modelos, artistas de Hollywood, (mandatarios, intelectuales), los pobres de la tierra. Y yo digo una cosa porque la estudié con mucha calma: todos son resentidos, todos, aunque tengan dinero son resentidos, hasta con ellos mismos, con la vida, con su país, con el dinero que tiene, son personas muy contradictorias en su personalidad. Todos los resentidos del mundo se han puesto en fila detrás de Fidel”.

Estas confesiones de Hilda Molina arrojan luz y permiten distinguir “el relato” de la verdad. Asimismo, son una advertencia para las sociedades y las personas bienintencionadas.

(Artículo editado por https://es.panampost.com)

miércoles, 5 de febrero de 2020

El hombre contra el orden natural

Puede denominarse "orden natural" al conjunto de leyes naturales que rigen a todas y a cada una de las partes constituyentes de todo lo existente. Debido a que tales leyes son invariantes, en el espacio y en el tiempo, puede decirse que constituyen un "orden natural" y que conlleva cierta finalidad implícita. Ya sea que tal finalidad no nos agrade, o bien que no se crea en su existencia, nos queda como única opción adaptarnos de la mejor manera a dichas leyes y a dicho orden. Carlos A. Sacheri escribió: "Han surgido en los últimos dos siglos diversas doctrinas, a veces opuestas entre sí, pero cuyo común denominador consiste en la negación de un orden natural".

"El materialismo positivista, el relativismo, el existencialismo, coinciden en negar la regularidad, la constancia, la permanencia de la realidad y, en particular, la existencia de una naturaleza humana y de un orden social natural que sirvan de fundamento a las normas morales y a las relaciones sociales" (De "El orden natural"-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).

Debiendo ser la moral una conducta acorde con lo que nos exige el orden natural, se advierte en el relativismo moral imperante una actitud de rebeldía contra dicho orden. Ello se observa principalmente en el rechazo a la "ley del amor", o a la empatía emocional, la principal regla de supervivencia de la especie humana, que consiste en la cooperación social basada en una predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. La rebeldía se observa, entre otros aspectos, en la promoción y en la aceptación de la violencia como una forma de "solucionar" los conflictos sociales existentes.

Si el orden natural, a través de la evolución biológica, ha previsto que, luego de la unión íntima de hombre y mujer, puede nacer un niño, gran parte de la sociedad se opone a dicha proceso proponiendo el aborto, rechazando lo que la naturaleza "dictaminó" al respecto.

La evolución biológica "dictaminó" también que todo ser humano es hombre o mujer. Sin embargo, una parte de la sociedad rechaza tal dictamen aduciendo que una percepción subjetiva e individual puede cambiar tales condiciones de hombre o mujer. Se ha llegado al extremo de un rechazo concreto hacia quienes mantienen una predisposición a adaptarse a las leyes naturales.

Incluso desde la religión se promueven pedidos para que Dios intervenga (a través de los milagros) para cambiar o interrumpir momentáneamente alguna ley natural que sea circunstancialmente desafavorable para los "creyentes". En el caso de la religión moral, se prioriza la supuesta intermediación de los santos, entre Dios y los seres humanos, para que se produzcan los milagros. Ello se advierte en la decisión de la Iglesia Católica de considerar "santo" al facilitador de milagros antes que considerar "santo" al cumplidor y aceptador de la ley natural. Kenneth L. Woodward escribió: "¿Es la madre Teresa de Calcuta una santa? Millones de personas ven en ella una «santa viviente», debido a su abnegado servicio a los enfermos, los moribundos, los miserables, los que no tienen casa ni hogar, los marginados".

"Si la diminuta monja albanesa...muriese mañana, uno se imagina que el papa y el mundo entero la llorarían. Y, sin embargo, no sería una santa; por lo menos oficialmente, a los ojos de su propia Iglesia. Su vida habría de ser investigada por las autoridades eclesiásticas competentes, se escrutarían sus escritos y su conducta, se citarían testigos que averiguasen su virtud «heroica», deberían comprobarse eventuales milagros obrados póstumamente por medio de su intercesión; y, sólo entonces, el papa la declararía oficialmente santa" (De "La canonización de los santos"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

Con una actitud similar, se considera prioritaria la "virtud" de la creencia en lo sobrenatural (intervenciones de Dios interrumpiendo la ley natural) antes que el acatamiento a dichas leyes. Es por ello que la pregunta acerca de una supuesta "virtud religiosa" consiste en "¿Cree usted en Dios?" en lugar de "¿Cumple usted los mandamientos bíblicos?". La religión moral se ha desvirtuado hasta convertirse en un vulgar paganismo o también en una filosofía acerca de cómo funciona el mundo.

Mientras que la actitud del inquisidor consistía en castigar al que se oponía a la creencia en un Dios interviniente en los acontecimientos humanos, la actitud deísta implica advertir a los seres humanos acerca del autocastigo que proviene de la rebelión contra el orden natural. De ahí que Marco Tulio Cicerón haya expresado respecto de la ley natural: "Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza, y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres".

Si cada integrante de la sociedad actuara en conformidad con el orden natural, el orden social resultante implicaría una especie de "reproducción" de aquél. En la simbología bíblica se admite que el hombre está constituido "a imagen y semejanza de Dios". Por el contrario, si el hombre desatiende la ley natural, se rebela contra ella dando lugar al ateísmo auténtico.

El ateísmo activo, en nuestra época, no implica no creer en un Dios como el mencionado, sino que implica mutilar la "empatía emocional", principalmente, para ser reemplazada por "la lucha de clases sociales" o el "egoísmo racional", entre otros. En este caso, se supone que las emociones humanas perturban la mente debiendo la ética ser puramente racional. El ideal del psicópata (que carece de empatía emocional) es propuesto como "solución" para los problemas humanos.

La religión, desde el punto de vista adoptado, resulta ser el vínculo entre el ser humano y el orden natural, buscando establecer un orden social compatible con aquél. El ateísmo activo, por otra parte, es el que busca reemplazar el orden natural por un "orden artificial" surgido de la mente de un ideólogo, con la finalidad de promover la adaptación de la humanidad a sus designios, o caprichos. De ahí que la religión moral haya sido siempre el mayor enemigo del nazismo, del marxismo-leninismo y de algunos sectores del liberalismo.