sábado, 31 de diciembre de 2016

San Martín y la educación moral

En épocas como la actual, en la que predomina el relativismo moral y los valores materiales, es oportuno mencionar el criterio educativo y formativo que el Gral. José de San Martín emplea con su hija. Tal tarea consiste en dejarle por escrito algunas máximas, además de su ejemplo y actitud cotidianos que la niña va observando a través de los años. Tales máximas y ejemplo pueden muy bien servir de guía a quienes en la actualidad las circunstancias les han asignado la importante tarea educadora y formativa de sus propios hijos.

La educación moral, la que se debe impartir prioritariamente desde el hogar, para ser complementada por la escuela, ha de constituir la base de toda personalidad, por lo cual cada padre debe tener presente al menos algunos ejemplos exitosos de educación familiar. Lorenzo Luzuriaga escribió: “Entre todos los aspectos de la educación, evidentemente el más importante es el que se refiere a la educación moral, hasta el punto que muchos han hecho coincidir el fin general de la educación con el fin ético. Así dice Herbart al comienzo de su ‘Pedagogía’: «Virtud es el nombre que conviene a la totalidad del fin pedagógico», y por tanto «la filosofía práctica [la ética] muestra el fin de la educación»”.

“Esta concepción parece un poco exclusivista, ya que, como hemos dicho, el fin de la educación es la formación integral del hombre, y no sólo en su aspecto ético, sino también en el físico, el estético y el intelectual. Sin embargo, hay que convenir que el más importante es el moral, ya que éste es también el aspecto decisivo en la vida del hombre”.

“Ahora bien, la dificultad está en definir o encontrar la finalidad moral, pues existen numerosas interpretaciones de ella según las diversas concepciones filosóficas: hedonismo, utilitarismo, estoicismo, ascetismo, etc. Por otra parte, como hemos visto, cada época tiene un ideal de la vida, y por tanto un ideal moral: colectivismo, individualismo, religiosidad, laicismo, etc.”.

“¿Qué fin o idea de educación moral elegiremos? ¿Quién tiene que hacer la elección? Se dirá que el fin es dado por la sociedad en que vivimos, y así es ciertamente. Pero esto tiene el peligro de perpetuar el estado actual de la sociedad, sin mirar su posible mejora. Por otra parte, no hay un ideal o finalidad única en la sociedad actual, sino múltiples y a veces contradictorios”.

“De aquí que algunos hayan querido prescindir de fijar una finalidad concreta a la educación moral, y la hayan reducido a una educación moral puramente formal, lo mismo que ocurría con la educación intelectual, es decir, al ejercicio o la práctica de la capacidad o sensibilidad ética; pero aquí nos encontramos con el mismo inconveniente que en aquélla, a saber, que no es posible una educación formal, sin un contenido, es decir, sin una educación moral material”.

“Otros han dicho que el fin de la educación moral es la formación del carácter; pero en éste se comprenden muchas cosas que no son puramente morales, sino simplemente psicológicas, como es el temperamento, que no tiene nada que ver o muy poco con la moralidad”.

“Para nosotros, la educación moral tiene por fin la formación de la personalidad moral, es decir, la personalidad que alcanza la autonomía moral, la autodeterminación, la cual supone la solidaridad con los demás, ya que éstos son un requisito imprescindible para el desarrollo de la propia personalidad” (De “Pedagogía”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1984).

Mercedes Tomasa de San Martín nace en Mendoza, en 1816. Las obligaciones militares de su padre hacen que pronto viaje a Buenos Aires con su madre, Remedios Escalada, donde van a vivir con sus abuelos maternos. En dos ocasiones, luego de algunas batallas desarrolladas en suelo chileno, San Martín viaja a Buenos Aires para reunirse con su familia. La separación resulta más prolongada cuando inicia la campaña al Perú. La frágil salud de Remedios Escalada sólo le permite vivir hasta los 26 años. Retirado de la actividad militar, San Martín parte para Europa, con su pequeña hija, en donde finalmente se radica.

Estando en Bruselas, Bélgica, decide volver por un tiempo a su patria para realizar algunos trámites. Para no interrumpir los estudios de Mercedita, decide dejarla al cuidado de su hermano Justo, uno de los tres hermanos militares al servicio de España. Debido al riesgo del viaje, San Martín teme no volverla a ver por lo cual le deja algunas máximas para que Mercedes las tenga en cuenta en su vida. Arturo Capdevila escribió: “De un largo viaje se vuelve o no se vuelve. En un largo viaje se puede uno morir. Además, el mar es siempre la imponente imagen de un ilimitado peligro y la navegación se ofrece dudosa en todos los tiempos por las tormentas y borrascas en que abunda el océano. Si aún hoy, con tanta seguridad como presentan los buques, ocurre así, pensemos lo que allá por 1828 sería”.

“San Martín, como es natural, se puso en todos los casos. Podía suceder -¿por qué no?- hasta que no volviera. Estando como estaba en guerra su país, cabía en lo posible que le tocase cumplir deberes militares; y bien sabido es que en las batallas San Martín se lanzaba a lo peor de la pelea, allí donde era más brava, exponiéndose a morir al frente de sus escuadrones. Podía suceder, por consiguiente que no volviese…” (De “La infanta mendocina”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1949).

San Martín, en la versión de Capdevila, le expresa a su hija: “Quiero dejarte unas máximas, es decir, unos consejos, en cuyo cumplimiento estricto creo firmemente que hallarás la felicidad. No basta que mis hermanos y la señorita directora velen por ti en mi ausencia. Es preciso, además, que tú misma veles por tu dicha. Quiero darte ahora, conversando, esas máximas, que también te dejaré por escrito”.

“La primera: que sea siempre dulce tu carácter, nunca irascible, jamás violento. Que te muestres sensible aun para con los insectos. ¡Que criatura tan dulce! Eso quiero que todos digan de ti. ¿Harás cuanto puedas por conseguirlo?”.

“Segunda recomendación: que ames la verdad, que la ames tanto como odies la mentira. Porque no basta inclinarse a la verdad sino que debe desterrarse por completo la propensión a la falsía. ¿Amarás, pues, la verdad, sin hacer ninguna concesión a la mentira?”.

“Tercera recomendación: que seas buena amiga. ¿En qué forma?, me preguntarás. Sabiendo unir siempre la confianza al respeto. Toda falta de respeto en la amistad es una falta muy grave. Si el amigo no recibe de otro amigo aprecio, ¿de quien lo recibirá? Creo que te das cuenta clara de lo que digo”.

“Cuarta recomendación: que si llegas a merecer la confianza de una amiga –o de un amigo- sepas guardar los secretos que en el seno de la amistad se te confíen. Nada existe más sagrado para un alma honrada que el secreto ajeno. Nada tan bello como saberlo guardar. ¿Comprendes todo esto y lo sabrás cumplir?”.

“Quinta recomendación: que seas caritativa. Hay mucho dolor en el mundo. Sin demora debemos socorrer al prójimo en su aflicción: con dinero, con actos, con palabras de consuelo, en todas las formas que el espíritu de caridad nos aconseje en cada caso. Sé que eres caritativa, que siempre lo has sido, que siempre lo serás. ¿No es cierto, hija?”.

“Sexta recomendación (en ocasiones muy difícil de poner en práctica): que seas tolerante con las ideas ajenas…Porque igual derecho que el tuyo, por ejemplo, a ser republicana, como sin duda lo eres, deberás reconocer en otro a ser monárquico. El que otro no piense como uno, ¿es motivo para que le odiemos? ¿Debemos romper la amistad con el que antes estimábamos y queríamos por un simple cambio de opinión? Francamente, hija, proceder así es cosa horrible. Que seas tú de las personas tolerantes…”.

“Séptima recomendación: que seas suave, suavísima, en el trato con los criados, con los necesitados, con los ancianos. La dureza para con aquellos cuya existencia es ya muy dura me parece realmente una mala acción. Una mala acción en que nunca incurrirás. ¿Estamos de acuerdo?”

“Octava recomendación: que no te dejes nunca seducir por el lujo. Ama el aseo y la natural compostura: esto sí. Pero desprecia el lujo. Si te rindieras a él, entonces rodarían por tierra mis recomendaciones anteriores, porque la persona vanidosa que vive para la ostentación, ni es buena amiga, ni sabe guardar un secreto, ni piensa en socorrer al pobre, ni puede vivir seriamente para la virtud. ¿Admitido?”

“Novena recomendación: que seas formal en la mesa. La hora de comer debe ser siempre, de algún modo, la hora de agradecer a la divinidad el sustento. De ahí que, mientras toda alegría sana debe aceptarse, toda jarana indigna debe ser entonces rechazada. ¿No es verdad?”.

“Décima recomendación: que no hables mucho, que no te derrames en palabras. Por el contrario, que hables poco y lo preciso. Así pensarás bien lo que digas. El gran negocio de la vida es oír, no es hablar. Oyendo, cuando sabemos elegir las amistades, aprendemos siempre. Hablando, dejamos de aprender. Que sea tú, niña, de las que no hablan mucho. ¿Prometido?”.
A lo que siempre su hija le contestaba: “Sí, tatita”.

En cierta ocasión, se corrió el rumor de que a San Martín quisieron hacerlo rey en Perú. Ante una pregunta de su hija, responde: “Muy sencillo: que muchos querían verme ceñir la corona y andaban coleccionando firmas para pedírmelo. Eran los más activos propagandistas don José Félix Fedrón, un caballero don José Ignacio de Avila y dos capellanes del Hospital Santa Ana…¿Quieres tú saber ahora qué hice cuando lo supe? Pues te lo voy a decir: hacerlos poner presos inmediatamente como a enemigos de América. Yo los metí en la cárcel”.

En otra oportunidad, Merceditas le pregunta por sus hermanos: “¿Son españoles sus hermanos, tatita?”. A lo que recibe como respuesta: “No; americanos como yo; criollos como yo; unos nacieron en Misiones, otros en Buenos Aires”. “¿Por qué se quedaron sirviendo al rey de España? ¿Por qué no vinieron como usted a pelear por la tierra en que nacieron?”.

“Hija mía –respondió el General- ¿Nunca te has levantado muy al alba, cuando ni se ha ido del todo la noche ni ha acabado de llegar la mañana? Pues así también sucedió cuando empezó el nuevo día de América. A causa de la confusión propia de toda alba, mis hermanos miraron las cosas de un modo y yo de otro. Y tenemos que perdonarnos todos. Ni yo puedo decir que ellos traicionaron a la patria, ni ellos podrían decir que yo traicioné a España y al rey. ¡Bien que la serví, criatura, exponiendo cien veces mi vida por ella cuando fui soldado suyo!...¿Me entiendes, hijita?”.

“Podría decirse que todos los americanos estábamos dormidos en la noche colonial bajo el dominio de España, cuando la Patria despertó en Buenos Aires el 25 de Mayo y llamó a sus hijos…Hubo quienes oyeron el llamado y quienes no. Yo fui de los que oyeron el grito. Mis hermanos de los que no lo oyeron”. “Cada uno cumplió con su deber de acuerdo a su conciencia. Por lo demás, ninguno de mis hermanos combatió contra América; y estoy seguro que antes de hacerlo hubieran roto sus espadas”.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Estímulos morales y económicos

Por lo general, se aduce que la producción capitalista se establece solamente en base al estímulo económico del dinero y las ganancias, suponiendo inexistente todo tipo de estímulo social o moral. Sin embargo, teniendo presente que el intercambio básico se establece cuando existe un beneficio simultáneo entre las partes actuantes, ambos protagonistas estarán satisfechos, no sólo por el beneficio personal obtenido, sino por haber beneficiado de alguna manera a otra persona.

Si un panadero puede proveer de pan a muchas personas, cotidianamente, es consciente de lo necesaria que resulta su actividad y debe sentir cierto orgullo al poder contribuir con su trabajo al sostenimiento económico de la sociedad. Luego, en todas las actividades productivas, podemos encontrar gente que siente orgullo por poder ser útil a la sociedad. La excepción a lo mencionado, la constituye el parásito social y también el delincuente, ya que no realizan aportes a la sociedad mientras reciben de ella los medios necesarios para su supervivencia.

En la visión marxista del capitalismo, por el contrario, se supone que el sistema capitalista se basa en acciones similares a las del parásito y el delincuente, ya que suponen inexistente el intercambio que beneficia a ambas partes. Así como uno puede pasarse toda la vida sin haber visto algún milagro, también puede pasarse toda la vida contemplando intercambios voluntarios en los cuales ambas partes se benefician, negando la apreciación marxista. Por supuesto; casi nadie está exento de haber sido, alguna vez, víctima de un estafador.

Puede decirse que el socialismo surge de la necesidad de corregir los defectos “observados” en el sistema capitalista, creando la intermediación del Estado para evitar que el fuerte se aproveche del débil en cada intercambio comercial, y para fundamentar una economía de los estímulos morales dejando de lado todo estímulo económico o material. Luego, si los resultados económicos no son los esperados, se aduce que se ha ganado en “igualdad” y en “justicia”.

Jean-Françoise Revel escribió: “La civilización capitalista, con sus componentes políticos y culturales, es objeto del aborrecimiento de los ideólogos socialistas y de todos los que, sin militar expresamente a favor de la versión totalitaria del socialismo, consideran demostrados sus principales postulados. En último análisis se condenan los valores, y no los fracasos prácticos de un sistema de producción. La manifestación de este origen moral reside por otra parte en lo siguiente: que la condenación se manifiesta con tanta virulencia en caso de éxito como de fracaso del sistema: los años de abundancia, la sociedad de consumo, el «aburguesamiento de la clase obrera» son objeto del mismo desprecio escéptico y la misma reprobación asqueada de las caídas, las crisis, la desocupación, la inflación. Los frutos pueden estar maduros y colmados de jugo, o aparecer secos y en escaso número, siempre se los tacha de ponzoñosos” (De “La tentación totalitaria”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

Mientras el productor capitalista tiene la doble motivación, económica y moral, al cooperar cotidianamente con la sociedad, el Estado socialista prohíbe el estímulo económico para afianzar solamente el moral. De ahí que no sea de extrañar que la producción socialista sea inferior a la capitalista. Jorge Edwards escribió: “A partir de la intervención en Angola, el poder cubano decidió olvidarse un poco de la eficacia económica y pasar a la ofensiva política y militar. «Seremos malos para producir, pero para pelear sí que somos buenos». La frase del Comandante en Jefe [Fidel Castro], en la noche del 7 de diciembre de 1970, continúa resonando en mis oídos después de todos estos años” (De “Persona non grata”-Editorial Seix Barral SA-Barcelona 1982).

Los estímulos económicos que caracterizan al capitalismo, son considerados por los socialistas como un sacrilegio social, no porque sean malos en sí, sino porque son aplicados en dicho sistema. Jorge Edwards, diplomático chileno que cumplía funciones en Cuba, menciona como “S” a su interlocutor cubano para mantenerlo en el anonimato, en una conversación acerca de los estímulos materiales y morales: “Me parece casi imposible que ellos salgan de las dificultades económicas –baja productividad, ausentismo, etc.-, sin crear alguna clase de estímulo material. S., mi interlocutor, intelectual hijo de burgueses, salta como si le hubieran puesto banderillas. El proceso que viven las democracias populares en Europa Oriental conduce directamente a la «alienación» capitalista. S. ha tenido amplia oportunidad de comprobarlo en Checoslovaquia, en Polonia, en Hungría. Ahí se crea una auténtica sociedad de consumo, con todo lo que aquello significa: sometimiento al trabajo a través de la lucha por obtener más bienes, aparición de necesidades falsas que la economía de mercado necesita estimular y renovar constantemente, etcétera”.

“Según S., alejarse del sistema de estímulos exclusivamente morales, principio central de la Revolución Cubana, sería apartarse de la Revolución misma. No valdría la pena haber luchado por eso. Pueden y deben distribuirse bienes de consumo, pero no al que tiene más dinero para comprarlos. Ni siquiera al que trabajó mejor. Las prioridades se fijan en función de ciertas necesidades: enfermedad, por ejemplo, número de hijos”.

“No veo clara la situación del campesino que sólo gana dinero a cambio de su trabajo; papel que guardará en sus gavetas o en una caja de zapatos y que no le servirá para comprar nada. ¿Vale la pena levantarse a las cinco de la mañana y labrar la tierra hasta entrada la noche para recibir sólo papel? El bienestar colectivo, la construcción del socialismo, son para ese campesino, aunque crea en ellos, ideales demasiado abstractos; como los espejismos, retroceden mientras él continúa su penosa y árida caminata”.

“El ausentismo de ese campesino, su éxodo a La Habana, donde vagará como un fantasma, en medio de calles destruidas y almacenes vacíos, o su falta de entusiasmo y de rendimiento en el trabajo, se han transformado ahora en un grave lastre económico y político. La ley de vagos y el empadronamiento de la población (uso obligatorio, según entiendo, de tarjetas de identidad), pretenden combatir el mal. Son remedios de tipo represivo, reflejos de una etapa que por desgracia es clásica en la historia de las Revoluciones: la del Comité de Salud Pública”.

En el sistema capitalista predomina la libertad de acción y de elección; quien mayor capacidad productiva posea, mayor nivel de vida podrá lograr. De ahí que no exista igualdad económica, aunque exista movilidad social. A nadie se le cierran las puertas para el ascenso social ni tampoco existen privilegios para el descenso de quienes poco o nada producen. Bajo un sistema socialista, al buscar la igualdad material sin contemplar los méritos laborales o productivos, se reduce el nivel de vida general y las “correcciones” que impone luego el Estado llevan a la pérdida de la libertad. Jean-Françoise Revel escribió: “Acentuar la igualdad provocando la caída de la producción en realidad es muy fácil. Pero si este procedimiento muy difundido y calurosamente aclamado promueve la uniformidad por la vía de la escasez, no puede afirmarse que resuelve el problema de la explotación. Pues la ganancia del empresario en el marco de la empresa no es la única forma de explotación del hombre por el hombre, de obtención de plusvalía, para atenernos a la fraseología marxista”.

“La empresa actúa bajo la vigilancia del Estado, los sindicatos y la prensa. Toda la historia de la legislación laboral demuestra que la arbitrariedad de la dirección no ha cesado de disminuir. En cambio, los trabajadores no tienen medios para combatir la explotación totalitaria”.

“Tenemos aquí, en efecto, otra forma de explotación del hombre por el hombre, la explotación que promueve un dictador cuando inflige a un pueblo entero una escasez crónica de alimentos, fruto de la aplicación forzosa de una pretendida «reforma agraria», determinada en la abstracción burocrática, mediante la aplicación de teorías no probadas e inverificables –el caso no sólo de Stalin, sino también de Kruschev”.

“Interpretemos con absoluto rigor las siguientes informaciones; supongamos, por una parte, que un tercio de la población activa de la Unión Soviética trabaja en la agricultura, y produce una cantidad de alimentos muy inferior a las necesidades de unos 242 millones de habitantes, y por otra, que el 4% de la población activa norteamericana, empleado en la agricultura, produce una cantidad de alimentos muy superior a las necesidades de unos 210 millones de ciudadanos, al extremo de que suministra excedentes exportables a todo el mundo; de todo lo cual resulta, en buena lógica socialista, que de estos dos grupos de trabajadores agrícolas el segundo sufre una explotación de inconcebible ferocidad. (¡Imagínense el «ritmo»!), y en cambio el primero en general está liberado de la explotación”. “Y que nadie nos hable de los «puntos de partida» desiguales. Sin duda, fueron desiguales: en 1900 la agricultura norteamericana era menos poderosa que la agricultura rusa”.

En la Argentina, la principal explotación laboral no es la del empresario sobre el trabajador, sino la del empleado estatal hacia el resto de la población. Como ejemplo podemos mencionar la empresa estatal de trolebuses, de Mendoza, en la que un tercio de sus empleados aparece como personal jerárquico o delegado sindical. Luego de la privatización efectuada, se advierte que sólo es necesaria la tercera parte de los empleados. De ahí que el excedente pasará a “trabajar” en alguna otra repartición estatal. Mientras tanto, el resto de la población seguirá trabajando y produciendo para alimentar vagos y parásitos que reciben elevados sueldos. En todo el país sobran entre 1,5 y 2 millones de estos personajes, por lo que el subdesarrollo tiende a acentuarse ya que “en la Argentina solidaria nadie es tan inhumano” como para dejar sin trabajo a tanta “pobre gente”, pero nadie se hace problema por el que carece de lo básico a pesar de tener que trabajar todos los días en forma intensa.

Mientras se siga atacando al sistema capitalista como el culpable de todos los males y se acepte el saqueo cotidiano establecido por políticos, gremialistas y empleados públicos que han usurpado el Estado para explotar laboralmente al sector productivo, las cosas no podrán mejorar. Se critica severamente al que produce pero comete el grave pecado de tener “ambiciones egoístas”, mientras se mira como víctima al que poco o nada produce y consume más y mejor de aquello que producen los demás.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Fortaleza vs. debilidad del cristiano

Mientras que los adeptos al cristianismo sostienen que las prédicas evangélicas tienden a dotarlos de una fortaleza espiritual considerable, sus detractores aducen, por el contrario, que se trata de una religión que debilita sus personalidades individuales para dejarlas a merced de quienes pretenden dominarlas. De ahí que Karl Marx haya calificado a la religión como “el opio de los pueblos”; lo que adormece para hacer daño, es decir, un invento de las clases dominantes para explotar laboralmente a las masas con mayor facilidad.

Si tenemos en cuenta la actitud que adopta una madre respecto de sus hijos, cuando cumple sus funciones plenamente, se observa que adquiere una gran fuerza espiritual ante la evidencia o la posibilidad de que algo malo pudiese ocurrirle a alguno de sus hijos. Al compartir, amplificándolas, sus penas y alegrías, de manera de vivir en función de sus hijos, trabajará y luchará por ellos con la mayor predisposición y fortaleza que uno pueda imaginar.

Si bien esta predisposición y motivación, que surge del amor, surge en los seres humanos sin necesidad de profesar el cristianismo, las prédicas cristianas tienden a promover en todo individuo una actitud cooperativa para ser adoptada ante todas las personas, y no sólo respecto de sus familiares. En lugar de adoptar una postura débil u obsecuente, el cristiano será un permanente luchador contra las adversidades y las injusticias que cotidianamente se producen en toda sociedad.

La fortaleza de las personas radica esencialmente en la adopción de un sentido pleno de la vida, siendo tal sentido impuesto por el orden natural que reclama de cada uno de nosotros adaptarnos a sus leyes como un precio que nos impone para alcanzar nuestra felicidad individual y nuestra supervivencia colectiva. La actitud ética promovida por el cristianismo resulta por ello enteramente compatible con los requerimientos del proceso de adaptación cultural al orden natural.

Mahatma Gandhi realiza su eficaz acción liberadora de la India aduciendo estar motivado por la fuerza espiritual extraída de dos fuentes principales: la verdad y la no violencia. Justamente, el amor y la verdad son los objetivos afectivos y cognitivos esenciales promovidos por el cristianismo, de donde se advierte una cercana semejanza. Por el contrario, quienes piensan que el amor y la verdad son muestras de “debilidad”, tienden a promover el odio y la mentira, tal el caso del marxismo-leninismo cuyos nefastos resultados son por todos conocidos. Gandhi escribió: “No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Toda mi obra consiste en haber experimentado con ambas en una escala tan vasta como me fue posible. Al hacerlo, me he equivocado algunas veces y he aprendido de mis errores. La vida y sus problemas se han convertido así, para mí, en sucesivos experimentos en la práctica de la verdad y la no violencia…” (De “Mahatma Gandhi. Pensamientos escogidos” de R. Attenborough-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).

Por lo general, se piensa que una personalidad fuerte, capaz de influenciar a los demás con su sola presencia, constituye la única posibilidad de orientar a la sociedad por el buen camino, y que una personalidad no violenta, o débil, que no impone temor alguno, no ha de servir para tal objetivo. Sin embargo, la fuerza espiritual que algunos hombres adquieren poco tiene que ver con sus atributos personales previos, ya que el amor y la verdad son capaces de transformar a cualquier persona para hacerla influyente y positiva para la sociedad.

Se puede hacer una comparación o analogía con la fuerza física. Así, supongamos que se tiene como objetivo hacer oscilar un péndulo voluminoso. La persona con bastante fortaleza física necesitará aplicar una gran fuerza durante un tiempo breve para lograr su cometido. La persona con poca fortaleza, por el contrario, deberá aplicar sucesivos golpes, con una frecuencia similar a la de oscilación del péndulo, durante un tiempo prolongado, para lograr el mismo resultado. Ello indica que aun las personalidades “débiles”, con las motivaciones adecuadas, tendrán la posibilidad de “mover montañas”. Gandhi escribió: “El bien viaja a paso de tortuga. Aquellos que quieren hacer el bien no son egoístas ni están urgidos, ellos saben que inocular el bien en los demás requiere largo tiempo”.

El principal antagonista del cristianismo, en el ámbito filosófico, fue Friedrich Nietzsche, quien escribió: “¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de la potencia, la voluntad de la potencia, la potencia en sí. ¿Qué es lo malo? Todo aquello cuyas raíces residen en la debilidad”.

“¡Qué los débiles y los fracasados perezcan!, primer principio de nuestro amor a los hombres. Y que se les ayude a morir. ¿Hay algo más perjudicial que cualquier vicio? Sí; la compasión que experimenta el hombre de acción hacia los débiles y los idiotas: el cristianismo”.

“El cristianismo no puede tener disculpa. Es inútil, pues, que se pretenda poetizarlo. Ha hecho la guerra a muerte a ese tipo superior de hombre, ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo de hombres y ha destilado de esos instintos el mal y lo malo; el hombre fuerte ha sido siempre considerado como un tipo reprobable. El cristianismo se ha puesto del lado de todo lo débil, de todo lo bajo, de todo lo fracasado, formando un ideal que se opone a los instintos de conservación de la vida fuerte, y que ha echado a perder la razón aun de las naturalezas intelectualmente más fuertes, enseñando que los valores superiores de la inteligencia no son más que pecados, extravíos y tentaciones. El ejemplo más lamentable de ello es Pascal, que creía en la perversión de su razón por efecto del pecado original, siendo así que lo que la había pervertido era precisamente el cristianismo” (De “El anticristo”-Edicomunicación SA-Barcelona 1997).

Entre los seguidores de Marx (Lenin y Stalin, principalmente) surgen los ejecutores de los asesinatos de millones de seres humanos, mientras que, entre los seguidores de Nietzsche (Mussolini y, principalmente, Hitler) surge otro de los responsables de las grandes catástrofes humanas del siglo XX. Por otra parte, la “debilidad” de Gandhi permitió liberar a su país del dominio británico utilizando métodos civilizados.

El cristianismo promueve el autogobierno personal, de manera de impedir que los “hombres fuertes” gobiernen a los demás. Tal autogobierno coincide con el gobierno de Dios sobre el hombre a través de las leyes naturales. Gandhi escribió al respecto: “Poder político significa capacidad para regular la vida de la nación a través de los representantes nacionales. Si la vida de la nación se vuelve tan perfecta como para regirse a sí misma, la representación se vuelve innecesaria. Surge entonces un estado de anarquía ilustrada, en que cada uno es su propio soberano. Cada uno se gobierna a sí mismo de manera que jamás es un estorbo para el prójimo. En ese estado ideal, no existe el poder político, porque no existe el Estado. Pero el ideal no se da jamás en la vida real. De ahí la clásica aseveración de Thoreau que dice: «El gobierno mejor es el que gobierna menos»”.

Entre las causas que han desvirtuado al cristianismo, está la confusión de actitudes, como el sensiblerismo y la lástima, al ser interpretadas como si fueran el amor. “Con la palabra sensiblerismo podemos designar a todo aquello que se parezca al amor, pero que lo desvirtúe. Es por ello que cuando se menciona la palabra amor, se mira a quien la pronuncia como si estuviera fuera de la realidad. Muchas veces esto es por culpa de aquellos que fingen y que toman al amor como a una moda que queda bien adoptar, o como algo propio del teatro. El amor no se muestra a los demás, sino se lo siente y se lo hace sentir. El sensiblerismo es un síntoma de debilidad y tiene el inconveniente de hacer aparecer al amor como una postura débil. Esto se debe a que se confunde a ambos”.

“Sentir lástima no significa amar, ya que el amor se siente cuando existe una actitud igualitaria. En cambio, sentir lástima es como mirar de más a menos. Se siente lástima cuando no se puede amar a una persona que sufre. No poder amarla significa no poder compartir su sufrimiento. Por ello, pocas veces se escucha decir que alguien siente lástima por un hijo” (De “Una opinión sobre el mundo” de P. Zigrino-Mendoza 1978).

En las sociedades actuales se advierte un egoísmo sobredimensionado, ya que no se siente el mínimo respeto por las demás personas, ni por su dignidad ni por su propiedad. No se respeta ningún pacto, ni siquiera la institución del matrimonio. El hombre ha dejado de ser un individuo con alma y conciencia moral para transformarse en un animal de placer y diversión gobernado por sus órganos sexuales. Son ilustrativos los casos que aparecen en el programa televisivo “Caso Cerrado”, en donde se muestran conflictos que escapan a la imaginación de la persona más pesimista. Si bien en otras épocas ha habido crisis morales profundas, no debe caerse en el extremo de generalizar la situación estableciendo que el “hombre es egoísta por naturaleza”, por lo cual sólo bajo un sistema totalitario se lo puede conducir por el buen camino. Adam Phillips y Barbara Taylor escriben: “En 1741, el filósofo escocés David Hume, enfrentado a una escuela filosófica que proclamaba el egoísmo ineludible de la humanidad, perdió la paciencia. Una persona tan necia como para negar la existencia de la bondad –dijo Hume- era sencillamente una persona que había perdido el contacto con la realidad emocional: «ha olvidado los movimientos de su corazón». ¿Cómo es posible que la gente haya acabado por olvidar la bondad y los intensos placeres que procura?”.

“La conducta bondadosa se observa con recelo; las manifestaciones públicas de bondad se desdeñan por moralistas y sentimentales. «Esta es la naturaleza humana», decimos del comportamiento egoísta, ¿qué más podemos esperar? La bondad se ve como un tema de portada de revista o bien como falta de nervio. Los iconos populares de la bondad –la princesa Diana, Nelson Mandela, la madre Teresa de Calcuta- o bien se adoran como si fueran santos o bien se denuncian alegremente llamándoles hipócritas que sólo cultivan sus intereses” (De “Elogio de la bondad”-Duomo Ediciones-Barcelona 2010).

La evolución biológica ha formado, a lo largo del tiempo, nuestra naturaleza humana. Existe en cada uno de nosotros la posibilidad de adoptar la actitud del amor al poder compartir las penas y las alegrías de los demás como propias. También tenemos la posibilidad de odiar o de ser egoístas. Depende de cada uno de nosotros de que una de esas actitudes predomine sobre las restantes. La elección de la actitud que genera mayor felicidad no implica debilidad alguna, sino, por el contrario, resulta ser la consecuencia de haber sabido adaptarnos al orden natural reconociendo el espíritu de sus leyes. Las leyes naturales que nos rigen, subyacen como un imperativo que nos presiona para que alcancemos la felicidad y establezcamos definitivamente el camino que nos permita alcanzar, como humanidad, nuestra supervivencia.

martes, 27 de diciembre de 2016

Política y discriminación

Por lo general, se supone que la competencia política entre diversos sectores se debe a cuestiones ideológicas, tal como la orientación económica que debería adoptar la sociedad. Sin embargo, gran parte de las ideas sostenidas son en realidad justificativos que encubren diversos estados emocionales, o pasiones, subyacentes a los comportamientos individuales. Cuando existen contradicciones entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, resulta evidente el empleo encubridor de las palabras. Romain Rolland escribió: “El mundo es movido hoy por una masa enorme de emociones. Ellas penetran en la política de los pueblos mucho más que las ideas (los intereses están comprendidos bajo esta última acepción) o, más exactamente, las ideas sólo sirven de pretexto –a menudo, ilusorio y, asimismo, a veces, mentido- a las emociones desencadenadas hasta el paroxismo. Se ha visto en la Gran Guerra de 1914, en la cual el delirio emotivo se sirvió de ideas como un arma, falseándolas y esgrimiéndolas contra su sentido real, así como contra los intereses reales” (Citado en “Radiografía del odio” de Enrique Salgado-Ediciones Guadarrama SA-Madrid 1969).

Enrique Salgado comenta al respecto: “Parecido comentario puede hacerse sobre las pasiones. Sin embargo, para la mayoría resulta confuso el concepto de la emoción y la pasión. Probablemente tal discordancia entre lo sentido y lo pensado constituye una prueba del predominio de la vida afectiva sobre la intelectual”.

Luego del fallecimiento de Fidel Castro, ejecutor y promotor de miles de asesinatos contra la “burguesía”, se advirtió una serie de adhesiones que avalaban su acción política violenta, lo que no puede interpretarse de otra forma que no sea la de una adhesión en contra de los integrantes de una clase social odiada por sus seguidores y admiradores. En este caso, no puede hablarse de una “coincidencia de ideas”, sino de una “coincidencia de odios” orientados hacia un sector social determinado. Por el contrario, puede hablarse de “coincidencia de ideas” cuando se piensa en forma similar a quien propone algún medio para mejorar la sociedad.

Otro caso de “odios compartidos” es el de quienes detestan todo lo que sea norteamericano; desprecio que se hace extensivo incluso a personas que comparten sus propios puntos de vista. Ello se debe a que en los EEUU existen posturas políticas en conflicto, como en todas partes, es decir, también en ese país se establece el casi universal antagonismo entre liberales y socialistas (liberales según la denominación utilizada en Europa y Latinoamérica). Luego, el odio indiscriminado hacia todos los habitantes de EEUU no surge por una cuestión ideológica, sino que implica un simple odio generalizado que no distingue entre coincidentes y opositores al pensamiento propio.

Cuando accede al gobierno Barack Obama, se creía que su origen no europeo le habría de facilitar, en el exterior, mayor aceptación que a otros presidentes. Sin embargo, el núcleo duro de la discriminación de nacionalidad mantuvo su postura excluyente. Quienes piensan y hablan en base a clases sociales o en base a grupos étnicos, y no en base a individuos particulares, casi siempre caen en alguna forma de discriminación, ya que pocas veces se da el caso en que todos los integrantes de un grupo poseen las características típicas o dominantes del mismo.

Friedrich Nietzsche manifestaba que “nunca se odia al inferior, sino al igual o al superior”. De ahí que el odio a los EEUU es un odio al éxito (real o imaginario) surgido en quienes, por alguna razón, se sienten inferiores. Incluso llegan a odiar al capitalismo como si tal sistema económico fuese una invención norteamericana. Luego, como los alimentos transgénicos surgen de empresas privadas (al menos en Occidente), adhieren al ecologismo para disimular su oposición a toda empresa capitalista. Ignoran que el “mérito” principal de EEUU consiste en haber adoptado un sistema económico que funciona bien, a pesar de un importante porcentaje de su población que pretende limitarlo o incluso suplantarlo.

La discriminación hacia todo lo relacionado a EEUU hace que muchos culpen a ese país del subdesarrollado de otros, considerados “dominados económica y culturalmente” por el imperialismo yanqui, ya que es “invadido” con productos de marcas tales como Ford, Chevrolet o Microsoft. De ahí que apoyan enfáticamente, y con cierta admiración, a los países que supieron “liberarse” de las empresas invasoras y del sistema capitalista, como es el caso de Venezuela. El fanatismo asociado a quien odia intensamente, no les permite advertir los nefastos efectos que un tirano socialista produce en una nación.

Nicolás Maduro, el “liberador de Venezuela”, ha establecido una política discriminatoria hacia cierta clase social (la burguesía) y también hacia cierto sector por su origen étnico (los gringos), los cuales, bajo una aparente igualdad social, actualmente padecen de las mismas carencias que en otras épocas afectaban sólo al sector más pobre.

Una tiranía de tipo totalitario puede considerarse como un “imperialismo interno” en el cual el sector gobernante domina al sector rival. Este proceso resulta similar al establecido entre una nación imperialista y sus colonias. Mientras los imperialistas, externos o internos, tratan de mantener y acentuar su dominio, el sector dominado trata de liberarse en un clima de violencia latente o incluso efectiva.

Los tiranos afirman constituir y representar a la patria, aduciendo un nacionalismo que excluye al sector considerado como “enemigo del pueblo y de la patria”. Sus partidarios creen que en realidad se trata de un nacionalismo verdadero. Aldous Huxley escribió al respecto: “Una de las causas principales de la guerra es el nacionalismo y el nacionalismo es inmensamente popular porque satisface psíquicamente a los individuos nacionalistas. Todo nacionalismo es una religión idólatra en que la divinidad es el Estado personificado, representado, a su vez, en muchos casos, por un rey o un dictador más o menos endiosado”.

“Cualquier hombre que crea con bastante fuerza en la idolatría nacionalista local puede hallar en su fe un antídoto hasta contra el más agudo de los complejos de inferioridad. Los dictadores alimentan las llamas de la vanidad nacional, y siegan su recompensa en la gratitud de millones de personas, para quienes el convencimiento de que participan en la gloria de la nación divina los alivia de las sensaciones que los corroen y que nacen de su propia pobreza, su poca importancia social, o su insignificancia”.

“La propia estimación tiene por completo el desprecio de los demás. La vanidad y el orgullo engendran el desprecio y el odio. Pero el desprecio y el odio son emociones excitantes, emociones que «estimulan» a la gente. Los fieles de una idolatría nacional gozan sólo con sentir el «estímulo» del odio o del desprecio por los fieles de otras idolatrías. Pagan esas emociones a precio de tener que prepararse para guerras que el odio y el desprecio hacen casi inevitables”.

“En circunstancias normales, la mayor parte de los hombres y de las mujeres se conducen en forma tolerable. Esto significa que tienen que contener a menudo sus impulsos antisociales. Satisfacen sustitutivamente estos impulsos, en los films y en las crónicas que se refieren a los gansters, piratas, estafadores, nobles descarados y otras cosas parecidas”.

“Sumisos con sus esposas, cariñosos con sus hijos, corteses con sus vecinos, la honradez misma en sus ocupaciones, los buenos ciudadanos sienten un estremecimiento de placer cuando el país «emprende una política fuerte», «enaltece su prestigio», «obtiene una victoria diplomática», «agranda su territorio» o, dicho en otras palabras, cuando engaña, desafía, hace trampas o roba”.

“La nación es una divinidad extraña. Impone deberes difíciles y exige los mayores sacrificios y se la quiere por esto y porque los seres humanos tienen hambre y sed de rectitud. Pero también se la quiere, porque sirve de desahogo a los elementos más bajos de la naturaleza humana, y porque los hombres y las mujeres gustan de poder encontrar una excusa a sus sentimientos de orgullo y de odio, y porque ansían gustar, aunque sea de segunda mano, los placeres de la criminalidad” (De “El fin y los medios”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2000).

Cuando la prédica intensiva y permanente del odio llega a un punto culminante, se busca el exterminio de la clase social o la etnia difamada, tal como ocurrió en países gobernados por nazis y por marxistas-leninistas. Vicente Massot escribió: “Entre 1945 y 1965, poco más o menos, la violencia política no fue una manifestación ideológica cuya legitimidad descansara en el hecho de obrar como «partera de la historia». Cuando, años después, a caballo del marxismo, la idea de que todo se resolvería con la destrucción del enemigo se enancó en formaciones guerrilleras que asaltaron el Estado, comenzó una segunda guerra civil, en la que el otro no fue considerado como un adversario. Ni siquiera como un enemigo. Pasó a ser un criminal. El choque, pues, entre las organizaciones subversivas, de un lado, y las Fuerzas Armadas y de seguridad y sus aliados civiles, del otro, no consintió sobrevivientes. La naturaleza del conflicto radicó en que ambos bandos podían recurrir a cualquier medio para aniquilar al contrario” (De “Matar y morir”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2011).

Durante el alfonsinismo y el menemismo no se hizo distingo entre el grupo que inició el conflicto y el que defendió la integridad nacional, por lo que fueron exonerados ambos bandos en la búsqueda de la superación de una etapa trágica para el país. Sin embargo, buscando algún rédito político, no faltó quien se decidiera hacer resurgir viejos odios para culpar sólo a uno de los bandos, el nacional, para excluir de toda culpa al sector que intentó la destrucción de la nación como etapa previa a la instauración del socialismo. El citado autor agrega: “Cuando los desencuentros no habían cesado, ni mucho menos, aunque el tema parecía interesarle solo a una pocas minorías, con el advenimiento de Néstor Kirchner al poder una política a contramano de cuanto habían iniciado Raúl Alfonsin y Carlos Menem se puso en marcha reavivando odios y prometiendo revanchas. Las heridas lacerantes que dejaran los años 70 del siglo pasado se reabrieron tres décadas después sin que nadie sepa, a ciencia cierta, si alguna vez sanarán. Derogadas las leyes votadas durante la gestión alfonsinista y anulados los indultos decretados por el riojano, volvieron a resonar los ecos de unos tiempos ominosos. La violencia atada a credos socialistas y convicciones contrarrevolucionarias se había apagado, pero los rencores seguían vigentes”.

Las decisiones políticas y económicas que se adoptan en la actualidad en la Argentina, no tienen una recepción social que tenga en cuenta los efectos que han de ocasionar, sino que se aceptan o se rechazan según el origen social o partidario del que las propone. El antagonismo entre sectores se mantiene vigente.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Moral y felicidad

En la mayoría de las ramas de la ciencia, encontramos una parte teórica y una parte práctica. Así, en cuestiones asociadas al comportamiento humano, disponemos de una parte teórica, la ética, y de una parte práctica; la moral. Las diversas éticas propuestas, surgidas de la religión, de la filosofía o de las ciencias sociales, generarán distintas adhesiones entre la gente, por lo cual el nivel moral de una persona ha de ser la medida del acatamiento dispuesto hacia determinada ética propuesta. De todas las éticas posibles, habrá alguna que más se acerca a la ética natural, que ha de ser la que optimiza el grado de felicidad logrado. Diana Cohen Agrest escribió: “El sentido común suele identificar la ética con la moral, y a menudo espontáneamente usamos (y usaremos) uno u otro término indistintamente. Pero si aspiramos a cierta precisión conceptual, deberíamos advertir que la moral se suele caracterizar como el conjunto de normas y conductas predominantes en una sociedad dada”.

“En cierto sentido, nos es impuesta: así como miramos cierto programa de TV o escuchamos cierta radio porque todos lo miran, porque todos la escuchan…así nuestras creencias sobre lo que es digno de aprobación o, por el contrario, de censura, a menudo corren detrás de lo que los otros aceptan o desaprueban. Así pues, a veces creemos comportarnos moralmente, cuando en verdad sólo nos dejamos llevar por la corriente, sin adoptar una posición auténticamente elegida, y nos encaminamos hacia una progresiva alienación, hacia una despersonalización donde nos conducimos por imitación y hacemos aquello que, según pensamos, los demás esperan de nosotros”.

“En contrapartida, la ética es la reflexión sobre el conjunto de conductas y normas imperantes en la sociedad y, por extensión, es la reflexión sobre cómo conducir nuestra vida. En palabras más comprensibles: mientras la ética es la teoría sobre el hecho moral, en cambio la moral alude al hecho moral mismo. Si se suele recurrir a la palabra «ética» es, precisamente, porque desde el momento que es auténticamente elegida, la ética es expresión de nuestra capacidad de deliberar y decidir, finalmente, de acuerdo con nuestros valores más personales. Por añadidura, es un compromiso asumido frente a nosotros mismos, e implica ocuparnos de cómo deberíamos vivir y de qué deberíamos hacer” (De “Inteligencia ética para la vida cotidiana”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2006).

En las diversas ramas de la ciencia no existe, aparentemente, una secuencia causal única por la cual la experimentación sigue a la teoría, o a la inversa. De ahí que es interesante preguntarse si existe una situación similar entre la ética y la moral, en el sentido considerado. Por ejemplo, las ondas electromagnéticas aparecen en los cálculos de James Clerk Maxwell con algunos años de anticipación a la verificación experimental por parte de Heinrich Hertz; la teoría se adelanta a la experimentación. En cambio, la máquina de vapor de James Watt aparece varios años antes de que surgiera la termodinámica de Sadi Carnot y otros; la aplicación tecnología se adelanta a la teoría.

Hubo un aspecto, sin embargo, no mencionado, y es el hecho de que Maxwell fundamenta su teoría en leyes anteriores, verificadas experimentalmente, como las de Gauss, Ampere y Faraday, por lo que en realidad la física puede considerarse como una ciencia en que se alternan los avances teóricos y los experimentales, siendo el primer eslabón de la cadena la observación experimental.

Volviendo a las cuestiones relativas al comportamiento humano, es posible afirmar que primeramente existen las costumbres, cuyos efectos son advertidos por los “teóricos”, quienes sugieren alguna manera de optimizar tales comportamientos que tienen como objetivo la supervivencia y la felicidad.

Los hombres primitivos, como los actuales, manifestaron actitudes cooperativas como también competitivas, observando que las primeras favorecían a todos mientras que las últimas los perjudicaban. De estos comportamientos observados surgen con el tiempo los mandamientos bíblicos, que esencialmente coinciden con las normas morales sugeridas por otras religiones o por otras filosofías. Se llega por ese camino al mandamiento del amor al prójimo, por el cual se sugiere compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, siendo la mejor aproximación a la ética natural objetiva, ya que tendremos la predisposición a beneficiar al resto de las personas y a no perjudicarlas.

Los mandamientos de Cristo aparecen “escondidos” en alguna parte del Antiguo Testamento, por lo que su mérito teórico consistió en advertir su importancia colocándolos como sugerencias (o mandatos) de la mayor generalidad, ya que relegaban a un lugar secundario, abarcándolos, a los mandamientos de Moisés, es decir, no sólo su cumplimiento impide hacer el mal, sino que permite hacer el bien.

La evolución cultural de la humanidad se ha ido estableciendo mediante prueba y error en forma semejante a cómo se fue estableciendo la evolución biológica. Las “pruebas” son las diversas conductas del hombre que son observadas para detectar posibles “errores” respecto de las principales finalidades de la acción humana; felicidad y supervivencia. La idea de beneficio simultáneo, que se deriva de la actitud cooperativa, resulta ser también la base moral de los intercambios establecidos en un mercado, es decir, resulta ser el requisito previo y necesario para el funcionamiento óptimo de la denominada “economía de mercado”. Esta es otra situación en donde se advierte la generalidad de los mandamientos cristianos.

No todos los teóricos están de acuerdo en que la secuencia mencionada es la que ha permitido la evolución cultural del hombre, sino que uno de ellos, mediante un “giro copernicano”, ha supuesto que la ética se establece primeramente formulando principios para ser puestos en práctica posteriormente, priorizando el cumplimiento de un deber antes que alcanzar objetivos, como la felicidad y la supervivencia, siendo Immanuel Kant la figura más representativa de esta tendencia.

Las acciones humanas dependen de la confluencia armónica de los afectos con el razonamiento. Así, para la adhesión a la ética cristiana se debe acentuar la actitud del amor sobre el odio, el egoísmo (indiferencia activa) y la negligencia (indiferencia pasiva). Mediante el razonamiento dirigido sobre cada uno de nosotros mismos (introspección), permitimos que la razón oriente nuestros afectos, constituyendo la mayor dificultad poder “amar al prójimo como a uno mismo”. Kant, por el contrario, sugiere que el mérito implica cierta disciplina por la cual se cumple con un deber previamente establecido. Joan Solé escribió: “Según Kant, el ser humano pertenece simultáneamente a un mundo sensible y a un mundo inteligible. En el primero está sometido a las leyes de una causalidad externa, y a las presiones de los apetitos, las pasiones y el azar; en el segundo es un ser racional y libre, se rige por una voluntad buena y es capaz de promulgar e imponerse a sí mismo máximas y principios morales universales. Una acción moral consiste en aplicar en el mundo sensible las máximas y los principios creados por la libertad y la racionalidad en el mundo inteligible. El acatamiento y cumplimiento por la voluntad de las máximas y principios universales promulgados por la razón constituyen la dignidad del ser humano”.

“La razón en su uso práctico es la fuente de la moralidad. Ya no vale actuar a instancias de un código de mandamientos religiosos que se aplica acríticamente, por fe o por costumbre; ya no vale identificar un objetivo exterior (felicidad, logros) al que el ser humano adapte y dirija sus juicios y acciones. Kant se separa pues de toda la filosofía que ha buscado el fundamento de la moral en la naturaleza humana o en alguna de sus características, o en algún aspecto de la vida o la sociedad humanas; se independiza también por completo de la moral de fundamento religioso o teológico”.

“Ni mucho menos todos los filósofos están de acuerdo con Kant en que la razón sea capaz de dictarnos nuestros fines; piensan, en cambio, que estos sólo pueden derivarse de las pasiones, y que el papel de la razón queda reducido a determinar los medios más adecuados para alcanzar unos fines que no se han elegido libre y racionalmente. Según estos pensadores escépticos, y según casi todos los seres humanos no filósofos, la facultad de querer o desear no es racional. Kant sí lo cree, y lo defiende con todos sus recursos intelectuales” (De “Kant”-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

Pero la razón, para Kant, no es aquel proceso mental que nos permite reproducir la realidad manteniendo sus atributos y su orden, sino algo distinto. Stephen R. C. Hicks escribió: “Kant fue la ruptura decisiva con la Ilustración y el primer paso importante hacia el Posmodernismo. A diferencia de la concepción iluminista de la razón, sostenía que es la mente y no la realidad la que establece las condiciones para el conocimiento; y que la realidad se ajusta a la razón y no al revés. En la historia de la filosofía, Kant marca un desplazamiento fundamental de la objetividad a la subjetividad como patrón”.

“¡Espera un minuto!, podría responder un defensor de Kant. Difícilmente Kant se hubiera opuesto a la razón. Después de todo, estaba a favor de la coherencia racional y creía en los principios universales. Entonces, ¿qué hay de opuesto a la razón en ellos? La respuesta es que una conexión con la realidad es más fundamental para la razón que la coherencia y la universalidad. Un pensador que llega a la conclusión de que la razón, teóricamente, no puede conocer la realidad, no es, fundamentalmente, un defensor de la razón. Que Kant estuviese a favor de la coherencia y la universalidad tiene poca importancia y, en última instancia, es intrascendente. La coherencia sin conexión con la realidad es un juego basado en reglas subjetivas. Si las reglas del juego no tienen nada que ver con la realidad, entonces ¿por qué debería todo el mundo jugar según las mismas reglas? Éstas eran precisamente las implicancias que los posmodernistas eventualmente iban a utilizar” (De “Explicando el Posmodernismo, la crisis del socialismo”-Barbarroja Ediciones-Buenos Aires 2014).

Al disociar la razón de la realidad y la moral de la felicidad, Kant parece haber construido un laberinto sin salida en el cual se divierten los filósofos al recorrerlo de atrás para adelante y de adelante para atrás. Sin embargo, el hombre requiere respuestas concretas para su vida cotidiana, que surjan de visiones cercanas a la realidad, dejando los razonamientos establecidos “con ambos pies firmemente apoyados en el aire” para la literatura y la ficción en lugar de distraer la atención intentando instalarse en el ámbito de la ética.

Si la moralidad ha de depender del acatamiento, por parte de los hombres, a principios surgidos de la mente de otro hombre, sin tener en cuenta los efectos concretos que sus acciones han de ocasionar, nos encontramos cerca de un sistema totalitario en el que el líder indica lo que es el bien y lo que es el mal, quién debe considerarse amigo y quién enemigo, quién debe vivir y quién debe morir.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

El socialista y la absolución de sus pecados

Luego de la desaparición de Fidel Castro, promotor de miles de asesinatos a lo largo y a lo ancho de toda la América Latina, resultó desalentador observar las diversas opiniones que exaltaban su figura política avalando en cierta forma las nefastas consecuencias de sus acciones. Miles de cubanos se arrojaban al mar para abandonar la isla y un porcentaje importante de su población tuvo que exiliarse en el extranjero. El resto tuvo que permanecer en Cuba sometiéndose a las decisiones y caprichos de quien tomó el poder por lar armas y lo mantuvo bajo un régimen amenazador para quienes quisieron vivir en libertad.

Es indudable que la democracia, para muchos, no resulta ser un ideal hacia el cual debe dirigirse toda nación. Cada adhesión a Castro implica una preferencia concreta y explícita del totalitarismo. Recordemos que Castro inicia una revolución para derrocar al dictador Fulgencio Batista recibiendo el apoyo de quienes creyeron en su palabra, cuando afirmaba que buscaba derrocarlo para restablecer la democracia y no para cambiar una tiranía por otra. Una vez en el poder, finge no ser comunista para seguir teniendo el apoyo de muchos sectores, hasta que finalmente delata sus ocultas intenciones.

Existen diferencias entre tirano y dictador, aunque no existe una línea demarcatoria clara entre ambos. Una dictadura nos da la idea de una interrupción parcial o momentánea de un proceso tiránico con la finalidad de restablecer en cierto tiempo la democracia, mientras que tirano es el que accede al poder para no dejarlo jamás, al menos hace todo lo posible por mantenerlo indefinidamente. Mariano Grondona escribió: “Actualmente se utilizan los términos dictador y dictadura como síntomas de tiranía y tirano. Es un grave error de perspectiva histórica. Tirano llamaban los griegos a quien usurpando el gobierno o abusando de él concentraba todos los poderes en su mano por encima de la ley y oprimía al pueblo en su propio beneficio. Dictador llamaban los romanos en cambio a quien era designado legalmente para enfrentar una situación de excepción por un término preciso y con amplios poderes. El tirano es un monstruo, una deformación política. El dictador es un funcionario para tiempos difíciles” (Citado en “Historias de la Argentina deseada” de Tomás Abraham-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1995).

El tirano es un personaje egoísta e ignorante, por cuanto presupone conocerlo todo e incluso estar por encima de las leyes, de las costumbres y de las aptitudes mentales de todos los demás. “A sus veintisiete añitos, sin la menor experiencia laboral –no digamos empresarial o administrativa-, puesto que no había trabajado un minuto en su vida, Castro sabe cómo resolver en un abrir y cerrar de ojos el problema de la vivienda, de la salud, de la industrialización, de la educación, de la alimentación, de la instantánea creación de riquezas. Todo se puede hacer rápida y eficientemente mediante unos cuantos decretos dictados por hombres bondadosos guiados por principios superiores”.

“Castro es un revolucionario, y lo que Cuba y América necesitan son hombres así para sacar al continente de su marasmo centenario. Cuarenta y tantos años después de aquel falso discurso, es dolorosamente fácil pasear por las calles de una Habana que se derrumba, y comprobar –otra vez- cómo los caminos del infierno suelen estar empedrados de magníficas intenciones. Las intenciones de los revolucionarios arbitristas” (Del “Manual del perfecto idiota latinoamericano” de P.A. Mendoza, C.A. Montaner y A. Vargas Llosa-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1996).

Luego de un golpe fallido contra Batista en 1953, Castro es encarcelado. Al recuperar la libertad escribe un libro titulado “La historia me absolverá”. Si tenemos en cuenta sus acciones posteriores, podemos decir que un gran sector del ámbito político no lo sólo lo absolvió por sus acciones, sino que intentó imitarlo, no por su éxito, sino porque toda revolución comunista tuvo como misión la destrucción de la comodidad y la seguridad de los sectores odiados por los marxistas. La situación actual de Venezuela pone de manifiesto que el socialismo del siglo XXI sólo puede ser apoyado por gente perversa, que sólo pretende generalizar la pobreza y el sufrimiento de la gente de menores recursos haciéndolas extensivas hacia los “gringos” y la “burguesía”.

De todo esto se saca como conclusión que es imposible entender las actitudes socialistas desde el punto de vista de una persona normal, entendiendo como normal quien trata de solucionar los problemas sociales existentes en lugar de involucrar a toda la población en esos mismos problemas con la gran “ventaja” de que entonces los menos favorecidos se verán exentos de la “necesidad” de sentir envidia por los demás.

El ámbito social ideal, para el desarrollo de las ideas socialistas, es aquel en el que impera el relativismo moral. Para avanzar sobre las sociedades que no advierten el poder destructor del odio y la mentira, se emplean mensajes aparentemente humanitarios que llevan escondida la búsqueda de la disolución de la sociedad y del sistema capitalista, de manera de instaurar luego el tan ansiado socialismo. Bajo el relativismo moral se extrae que existe un terrorismo bueno y un terrorismo malo, dependiendo si se lo utiliza para afianzar al socialismo o bien para desalojarlo. Existe también una miseria buena y una miseria mala, dependiendo si existe en un país socialista o en uno capitalista. Existe una explotación laboral buena y una explotación laboral mala, dependiendo si se trata de la ejercida por un Estado socialista o bien por parte de un empresario privado.

Recientemente ha surgido un apoyo inesperado para facilitar la difusión del socialismo, ya que promueve con su prédica al relativismo moral. Este es el caso del Papa Francisco, quien responde en una entrevista periodística: “Y lo repito. Cada uno de nosotros tiene su propia idea del bien y del mal y debe elegir seguir el bien y combatir el mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar al mundo” (Citado en http://prensarepublicana.com/aportes-una-historia-del-cinismo-miguel-lorenzo/ ).

Fidel Castro tenía una idea propia del bien y del mal, y luchó por ella; Nicolás Maduro lo mismo. De ahí que ambos personajes, al menos en apariencia, han sido del agrado de Francisco. Sin embargo, la gente que es calumniada y difamada permanentemente por los ideólogos socialistas, no creen que esa forma de considerar al bien y al mal ayude a solucionar los conflictos humanos; por el contrario, permite el acceso al poder a personajes violentos y cínicos como los mencionados tiranos. Por si quedaba alguna duda, Francisco expresó: “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

Mientras que en otras épocas existían los justos y los pecadores, y también los hipócritas que fingían ser justos, reconociendo al menos la jerarquía moral asociada a un reconocido absolutismo moral, en la actualidad hay justos, pecadores, hipócritas, y también cínicos. Estos últimos son quienes se amparan en el relativismo moral desconociendo totalmente toda categoría moral por cuanto sostienen que no existe una moral natural, o absoluta, negando a la vez la universalidad de conceptos tales como el bien y el mal.

El cínico no tiene pecados, ya que nadie podrá acusarlo de haber hecho el mal, porque el bien y el mal no existen. Si personajes nefastos como Castro, Maduro y los kirchneristas son considerados con beneplácito por Francisco, es posible que a algunos católicos se les pase por la cabeza llegar al poder para instalar alguna tiranía creyendo sinceramente “en su propia idea del bien” combatiendo “el mal como él lo concibe”. Otros católicos, comenzarán a mirar con aprecio y simpatía a tales personajes por cuanto creen en la sabiduría papal.

El relativismo moral descarta toda posible validez de la ética y de la religión, siendo el objetivo buscado en una primera etapa. En una segunda etapa, se busca reemplazar la antigua moral por una nueva, objetiva y universal, sintetizada en las palabras de Lenin: “Moral es lo que favorece el advenimiento del socialismo. Inmoral lo contrario”. Joseph Ratzinger escribió: “En los últimos tiempos, vengo notando que el relativismo, cuanto más llega a ser la forma de pensamiento generalmente aceptada, más tiende a la intolerancia y a convertirse en un nuevo dogmatismo. Lo «políticamente correcto», con una presión omnipresente pretende imponer un solo modo de pensar y hablar. Su relativismo la elevaría por encima de todas las demás cumbres del pensamiento hasta ahora alcanzadas; de manera que, si queremos estar a la altura de los tiempos, solo así deberemos pensar y hablar. Al contrario, la fidelidad a los valores tradicionales y a los conocimientos que los sustentan es tachada de intolerancia, mientras que el patrón relativista se erige en obligación. Me parece muy importante oponerse a esta constricción de una nueva seudo-ilustración que amenaza a la libertad de pensamiento así como a la libertad religiosa” (De “Sin raíces” de M. Pera y J. Ratzinger-Ediciones Península-Barcelona 2006).

La etapa que sigue a la implantación del relativismo moral, como se dijo, consiste en reemplazar los vestigios de la moral natural o tradicional, por la propuesta que surge del marxismo-leninismo. Este es el caso de la Teología de la Liberación que, utilizando un disfraz cristiano, promueve abiertamente la adopción generalizada del socialismo. Varios colaboradores de Francisco adhieren a tal “teología”, por lo que todo parece indicar que es el propio Papa su principal promotor en el Vaticano.

Uno de los “pioneros” del uso del cristianismo a favor del socialismo, fue el propio Fidel Castro. Al respecto, Ricardo de la Cierva escribió: “La dictadura marxista-leninista de Fidel Castro ha seguido, hasta hace muy poco, los métodos soviéticos y chinos para la eliminación de la Iglesia y de la influencia de la religión en el pueblo cubano, que había heredado de España una religiosidad profunda, aunque no exenta de defectos, insuficiencias y supersticiones. Desde sus contactos con los movimientos cristiano-marxistas de liberación, sobre todo en Chile, al comenzar la década de los setenta, y en Nicaragua, a fines de esa misma década, Fidel Castro ha variado su rígida exclusión de la Iglesia y de la religión, y ha preconizado expresamente la que llama «alianza estratégica» de cristianos y marxistas en América, contra el imperialismo norteamericano”.

“La Comisión Europea pro Derechos Humanos en Cuba ha editado en 1985 un certero y objetivo informe de su presidente, el poeta Armando Valladares, que ha sufrido veintidós años de cárcel en la Cuba comunista. En este informe, se estima, desde fuentes seguras, en unos cuarenta mil el número de personas fusiladas por Fidel Castro desde 1959, mientras once tribunales provinciales siguen en pleno funcionamiento” (De “Oscura rebelión en la Iglesia”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1987).

Recordemos que el cristianismo propone una actitud que busca compartir las tristezas y alegrías de los demás como propias, que poco o nada tiene que ver con el odio predicado y ejecutado por el marxismo-leninismo. Si el Papa, y toda la Iglesia, deciden aliarse con esa ideología, sólo resta leer nuevamente los Evangelios para advertir el extravío pastoral y el engaño con el que se pretende conducir a la sociedad.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Ideología de género y discriminación

Entre las propuestas culturales que han aparecido recientemente, aparece la “ideología de género” que propone a la homosexualidad como una variante más entre las diversas alternativas válidas. Quienes adoptamos como referencia las leyes naturales, como las provenientes de la biología, somos calificados como discriminadores, y por ello, dignos de todo desprecio. Aun cuando alguien apenas comience a tratar de entender la propuesta, será considerado como poseedor de un sentimiento de “odio” hacia todo individuo que se desvíe de su género natural. Quien adopta como guía el mandamiento del amor al prójimo, no admite tal posibilidad; ya que, además, se trata de comportamientos que no trascienden del ámbito privado, como deben ser todos los casos asociados a lo íntimo y personal.

La homosexualidad no es una novedad, ya que se conoce desde mucho tiempo atrás. La respuesta social considerada como “normal”, en otras épocas, consistía en castigar o separar de alguna forma a quienes se desviaban de lo dispuesto por la religión, por lo que tales actitudes debieron permanecer en el ámbito de lo íntimo y lo privado. La diferencia esencial con nuestra época es que ahora se la pretende imponer a los niños desde el ámbito escolar. Tal es así que en una Guía de Educación Sexual Integral, editada por el Ministerio de Educación del Perú, aparece dos ilustraciones; en una de ellas, una mujer expresa: “Me llamo Eliana, estoy enamorada de Paola y vendo artesanías”, en la otra, un hombre expresa: “Me llamo Javier, mi pareja se llama Francisco y soy arquitecto”.

Muchos padres han protestado por esta intromisión indebida en la educación de sus hijos por cuanto aducen sus derechos a orientarlos en base a las leyes naturales que condujeron, mediante la evolución biológica, a diferenciar a hombre y mujer, y a complementarse según los procesos naturales que conducen a la procreación. Toda conducta antinatural, que puede provenir tanto por herencia como por influencia del medio social, no se la debería considerar como una “variante de lo natural”, porque no lo es. Mons. Oscar Alzamora Revoredo escribió: “Se ha estado oyendo durante estos últimos años la expresión «género» y muchos se imaginan que es sólo otra manera de referirse a la división de la humanidad en dos sexos, pero detrás del uso de esta palabra se esconde toda una ideología que busca precisamente hacer salir el pensamiento de los seres humanos de esta estructura bipolar”.

“Los proponentes de esta ideología quieren afirmar que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres. Piensan más bien que las diferencias de manera de pensar, obrar y valorarse a sí mismos son el producto de la cultura de un país y de una época determinados, que les asigna a cada grupo una serie de características que se explican por las conveniencias de las estructuras sociales de dicha sociedad”.

“Quieren rebelarse contra esto y dejar a la libertad de cada cual el tipo de «género» al que quieren pertenecer, todos igualmente válidos. Esto hace que hombres y mujeres heterosexuales, los homosexuales y las lesbianas, y los bisexuales sean simplemente modos de comportamiento sexual producto de la elección de cada persona, libertad que todos los demás deben respetar”.

“No se necesita mucha reflexión para darse cuenta de lo revolucionaria que es esta posición, y de las consecuencias que tiene la negación de que haya una naturaleza dada a cada uno de los seres humanos por su capital genético. Se diluye la diferencia entre los sexos como algo convencionalmente atribuido por la sociedad, y cada uno puede «inventarse» a sí mismo” (De www.aciprensa.com/controversias/genero.htm).

La información que surge de la biología molecular indica que desde el ADN hasta la conformación de la totalidad del cuerpo y de la mente, existen diferencias entre el hombre y la mujer. Ello sugiere que debemos tener presentes los millones de años de evolución biológica que nos han permitido llegar al lugar en donde estamos. La mente humana no es una “página en blanco” en donde la influencia social y la cultura pueden escribir y determinar el comportamiento futuro de cada ser humano.

La denominada “ideología de género” presupone que la influencia social es todo y la herencia genética, nada. Esto nos retrotrae a las épocas de la Unión Soviética donde se trataba de crear el “hombre nuevo soviético”; un hombre adiestrado para producir bienes y servicios para el Estado, el que luego, sabiamente, los habría de redistribuir igualitariamente en el pueblo. Como se suponía la validez de la herencia de los caracteres adquiridos, en oposición a las leyes de la genética, confirmadas por la biología molecular, se pensaba que el futuro de la humanidad no habría de responder a lo que decidió el Creador, o a lo que impone el orden natural, sino al diseño establecido por Marx y Lenin.

Esta vez nos encontramos con una tentativa similar, con la diferencia que, en lugar del “hombre nuevo” que trabaja y que se une a los demás compartiendo los medios de producción (la hoz y el martillo), se trataría del “hombre nuevo sexual” que se une a los demás a través de todos los vínculos íntimos posibles. Bella Abzug atribuye a “género” la siguiente significación: “El sentido del término género ha evolucionado diferenciándose de la palabra sexo para expresar la realidad en que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio”. “La inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta superioridad de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una forma natural de sexualidad humana”.

En un curso denominado “Re-imagen del Género”, dictado en un prestigioso College norteamericano, aparecen las siguientes definiciones:

Hegemonía o hegemónico: Ideas y conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son construcciones sociales.
Desconstrucción: La tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente a creer que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales.
Patriarcado, Patriarcal: Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer.
Perversidad polimorfa, sexualmente polimorfo: Los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. Así, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera.
Heterosexualidad obligatoria: Se fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro.
Preferencia u orientación sexual: Existen diversas formas de sexualidad –incluyendo homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y travestis- como equivalentes a la heterosexualidad.
Homofobia: Temor a relaciones con personas del mismo sexo; personas prejuiciados en contra de los homosexuales. (El término se basa en la noción de que el prejuicio contra los homosexuales tiene sus raíces en el ensalzamiento de las tendencias homosexuales).

Teniendo en cuenta que las actitudes y acciones humanas son buenas o malas según buenos o malos sean los efectos que producen, la sexualidad antinatural, sin una promoción social explícita, no produce malos efectos, mientras que la exagerada y masiva promoción, en la que incluso intervienen organismos nacionales e internacionales, tiende a perjudicar a quienes adoptan como referencia para sus vidas a la ley natural. De ahí que tal promoción puede acentuar el antagonismo y la discriminación entre ambos sectores. Mientras el naturalista puede rechazar sin discriminar, es decir, puede tolerar, el promotor de lo antinatural tiende a rechazar y a discriminar al que se opone a la innovación que propone.

El rebrote de la violencia familiar ha resultado ser un buen pretexto para intentar el debilitamiento y la abolición de la organización familiar tradicional para ser reemplazada por las diversas variantes mencionadas. En este caso, se supone que el hombre es culpable al 100% mientras que la mujer lo es al 0%. De ahí que la unión hombre-hombre tendería a compensar o atenuar dos violencias opuestas, mientras que la unión mujer-mujer tendería a fortalecer dos “inocencias”. Como estas últimas variantes no producirán descendencia, resulta ser una situación ideal para evitar el aumento desmesurado de la población mundial. Sin embargo, como los hombres no son todos totalmente culpables ni las mujeres totalmente inocentes, tales soluciones no excluyen futuras situaciones de violencia. De ahí que la solución debe provenir, como siempre, de una mejora ética individual.

Las sociedades actuales, que disfrutan de los avances tecnológicos, producidos por el avance científico, tienden en realidad a ser anticientíficas en el sentido de darle muy poca importancia a los conocimientos confirmados por la experimentación. La herencia de los caracteres adquiridos (lamarckismo) se sigue aceptando como una posibilidad cierta, mientras que los atributos biológicos que distinguen al hombre de la mujer son ignorados por el “científico social”, es decir, por el hecho de ignorarlos se trata en realidad de “anticientíficos” sociales, por cuanto tratan de imponer criterios personales en lugar de promover la adaptación del hombre al orden natural.

La ingeniería social, que tanto sufrimiento provocó durante los intentos de instaurar forzosamente el socialismo, sigue promoviendo “soluciones” sin contemplar los atributos de la naturaleza humana. O bien los ignoran totalmente, o bien adoptan actitudes desafiantes que llevan a expresiones como la siguiente: “Si la naturaleza humana se opone a nuestros intentos, entonces debemos transformarla”.

Sigue vigente el lema de Marx, quien expresaba: “Hasta ahora los filósofos han tratado de interpretar la naturaleza, desde ahora debemos transformarla”. Se mantiene el antagonismo entre ciencia experimental y marxismo. Para que se acepte el triunfo de la ciencia, pasará bastante tiempo. Mientras tanto aparecerá alguna forma de sufrimiento en la población.

La aparente inexistencia de leyes naturales, o bien su premeditado rechazo, tiende a acentuar la creencia en el relativismo moral, ya que no existiría una moral natural objetiva. Esta creencia le abre las puertas a la anomia social que tarde o temprano producirá daños psicológicos severos en quienes la han de padecer.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Igualitarismo vs. orden jerárquico

De la misma forma en que se denomina “libertinaje” a toda forma distorsionada, o falsa, de la libertad, puede denominarse “igualitarismo” a una forma distorsionada de igualdad. En este caso, se ha considerado como igualdad, en el sentido pleno de la palabra, a la promovida por el cristianismo, y que consiste en la sugerencia a compartir como propias las penas y las alegrías de los demás. Si bien este punto de llegada no resulta nada accesible, el camino hacia esa meta resulta suficientemente comprensible como para poder describir como falsos los diversos caminos que conducen a otras supuestas igualdades.

Uno de tales igualitarismos es el del hombre y la mujer, ya que en lugar de apuntar al cumplimiento de las sugerencias evangélicas, en esta época se entiende que la mujer es “igual” al hombre por cuanto se admite una grosería generalizada que no distingue géneros. En otras épocas, por el contrario, un hombre podía hablar groserías, incluso decir obscenidades, delante de otros hombres, pero se cuidaba de no mostrar su ordinariez delante de una mujer. Puede decirse que la mujer no era “igual al hombre”, en el sentido actual, sino que era considerada un tanto superior, por lo que existían límites, o frenos, que hacían casi imposible que en alguna ocasión el hombre se excediera en el trato y llegara incluso hasta situaciones violentas.

Las mujeres, por otra parte, hablan un lenguaje ordinario propio de lo que antes sólo era aceptable, o tolerable, en un hombre, por lo cual la situación de preeminencia que la mujer ostentaba en otras épocas ha sido limitada por la mujer misma. Incluso las vestimentas femeninas y la renuncia a valores tales como la intimidad, tienden a despertar en los hombres un atractivo centrado en el deseo, y no tanto en la admiración o el afecto. En cuanto a los igualitaristas que proponen la igualdad absoluta de hombre y mujer, olvidan que la evolución biológica nos ha formado diferentes en varios aspectos, y por ello debemos tratar de responder a las exigencias implícitas en el orden natural.

Otros cambio desfavorable que se advierte es el del tuteo generalizado. Incluso se llega al absurdo que un adulto trate de “usted” a un adolescente mientras que éste le responde con un tuteo. Hay adultos que creen que tal trato igualitarista los va a rejuvenecer al permitirles colocarse a la par del adolescente, como señal de una aparente igualdad. Hace algunas décadas, era bastante frecuente encontrar hijos que trataban de “usted” a sus propios padres. Si bien este trato puede considerarse como un síntoma de distanciamiento afectivo, no podrá negarse que el extremo al que hemos llegado en la actualidad resulta bastante menos eficaz que el anterior. Marcelino Cereijido escribió sobre Bernardo A. Houssay: “Se graduó como bachiller a los trece años, y en ese momento decidió costear sus gastos personales y su educación. Cada vez que se recuerda esta circunstancia, se realza su abnegación y laboriosidad. Sin embargo, con los años, me he pasado a preguntar por qué habrá tomado semejante decisión un niño de apenas trece años y, progresivamente, he pasado a suponer un cuadro familiar de estrechez económica, pero acaso también de mezquino desafecto”.

“Houssay nunca me dio la impresión de haber pertenecido a un hogar lo suficientemente pobre como para que a los trece años un hijo se tuviera que costear sus propios gastos. Y no es que me interesen los pormenores económicos de los Houssay-Laffont, sino que he ido imaginando una desapegada relación familiar, que quizá haya plasmado la formalizada frialdad con que Bernardo A. Houssay se relacionaba con sus discípulos y hasta con sus propios hijos, a quienes él trataba de ‘usted’, y ellos –al menos en nuestra presencia- rigurosamente de ‘doctor Houssay’. No le habrá resultado nada fácil ganarse ese dinero, pues para ahorrar en transportes caminaba diariamente seis kilómetros” (De “La nuca de Houssay”-Fondo de Cultura Económica SA de CV-Buenos Aires 1990).

Mientras que Houssay, por necesidad o por dignidad, optó por prescindir de la ayuda de sus padres desde una temprana edad, en la actualidad hemos caído en una situación opuesta, ya que gran parte de la población no tiene el menor inconveniente en ser mantenido por el trabajo ajeno actuando el Estado como intermediario. La Argentina que vislumbraba seguir perteneciendo al mundo desarrollado, con gente como Houssay, comienza a decaer hacia el subdesarrollo con el igualitarismo propuesto por el peronismo. El antiguo concepto de “justicia social”, en lugar de ser interpretado como una justa repartición en función de los méritos y el trabajo, se cambió por la búsqueda del acomodo político para poder vivir a costa de los demás.

A medida que transcurre el siglo XX, va retrocediendo la mentalidad que prioriza el mérito y el orden jerárquico ante una mentalidad en la que prevalece la falsa igualdad. Ambas actitudes resultan opuestas, dando lugar a dos posturas irreconciliables: peronismo y anti-peronismo, siendo Bernardo A. Houssay una figura representativa de la segunda. Comienza la época en que predomina el lema “Alpargatas, sí; libros, no”. Cereijido agrega: “En esa dicotomía, Houssay quedaba del lado de los libros, es decir contra la prédica populista del gobierno, que resolvió quitarlo de en medio otra vez apelando al recurso de jubilarlo de facto el 6 de septiembre de 1946. Como sus colaboradores eran más jóvenes no podían ser jubilados y, por lo tanto, se los dejó cesantes sin más excusa”.

A la gente como Houssay se la denostaba como la “oligarquía”; junto a la clase media, constituían la base del anti-peronismo. “Solía conversar con empleados, técnicos y ordenanzas que, años antes, habían trabajado bajo las órdenes de Houssay, y a través de ellos fui reconstruyendo un pasado. Recurrentemente se referían a la intensidad de un trabajo sin límites horarios, sin pausas, sin ausencias, sin excusas. Se trabajaba diez veces más que en cualquier otra cátedra, pero así y todo lo preferían, pues Houssay adiestraba a un simple ordenanza como auxiliar de fotografía, o le enseñaba a cuidar perros y ratas, o lo ponía a ayudar en los quirófanos, o a clasificar revistas en la biblioteca, o a esterilizar pinzas y compresas con el autoclave; de este modo los educaba pero, además, tenía una razón para conseguirles compensaciones salariales de las que no gozaban los remisos ni los que carecían de aptitudes. Éstos terminaban por pedir pase a otras cátedras, de modo que a lo largo de los años, Houssay había ido seleccionando y capacitando a un personal despierto y competente”.

“«Houssay era exigente, severísimo y más desconfiado que mula tuerta», recordó Secundino Cabodevila, el eficiente gallego que ingresara cuando era apenas un adolescente, pero que ahora era mayordomo y conocía infinidad de técnicas fisiológicas que nos enseñaba con respetuosa generosidad a los instructores”.

Con el tiempo, con la llegada del igualitarismo, las cosas cambian. Esta vez son los sindicatos peronistas los que administran y seleccionan puestos de trabajo y demás condiciones. “El Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina en cambio, tenía un personal reclutado durante los años del peronismo, que de ninguna manera hubiera podido prescindir de su salario. Más aún, la mayor parte de ese personal, sobre todo el no científico, tenía sus cargos asegurados por leyes y decretos que Houssay no podía transgredir. Entonces exhumó la vieja táctica de encomendarles tareas complejas o pesadas –a la que no se oponía ninguna ley- o, simplemente, de ver que las cumplieran estrictamente, con lo cual consiguió que un buen número pidiera pase para otros lugares de la universidad”.

Cereijido comenta el caso de un empleado que no asiste un domingo a dar de comer a algunos animalitos utilizados en una investigación, aduciendo una causa de fuerza mayor. Se trataba, pues, de un empleado contaminado con la mentalidad peronista: “Preocupado [cierto investigador] por la condición de los animales, muchos de los cuales estaban siendo objeto de elaborados estudios, el lunes comunicó la anomalía: el encargado de la comida había sido el inefable Ferrito”.

“Al toparse con Ferrito comenzó [Houssay] por preguntarle socarronamente si acaso no era él quien debía haberle dado de comer a las ratas el domingo. «Sí doctor, era yo, y entiendo perfectamente su enojo» -que por otra parte Houssay no había manifestado, pues también era un maestro con contener iras y entusiasmo- «Pero permítame explicarle por qué falté, y usted estará perfectamente de acuerdo conmigo». Creo que la apertura de Houssay no tenía variantes preparadas para esta defensa. «Resulta que el domingo me levanto para venir a darle de comer a las ratas, salgo de mi casa, compro el diario en la esquina, tomo el tranvía, me acomodo para leer…y me entero de que el fútbol cambió a horarios de verano y que los partidos se van a jugar esa misma mañana. ¡Y por unas ratas miserables no me voy a perder el partido!»”.

“Houssay trastabilló. «¿Ve doctor que en este mundo todo tiene su razón de ser? ¡Mire si vengo a darle de comer a esas ratas y después Boca Juniors pierde!»”.

En la actualidad, los empleados públicos exceden por uno y medio, o dos millones, la cantidad necesaria para realizar las actividades del Estado. El enorme déficit estatal se debe principalmente a los gastos que imponen los cargos políticos superfluos. Mientras se siga criticando a la gente decente como Houssay y se siga admirando a personajes como Perón, las cosas poco o nada van a cambiar. Un paso importante sería dejar de protestar por la situación ruinosa del país, ya que la mayoría ha elegido el camino del igualitarismo y de la “justicia social”, mientras que el resto es cómplice con su silencio. Si apoyamos las causas que producen la decadencia argentina, debemos tener la suficiente dignidad como para aceptar los efectos necesarios que posteriormente vendrán.

La sociedad democrática se establece a través de un orden jerárquico encabezado por quienes muestran mayor capacidad y mayores méritos. La sociedad igualitarista, por el contrario, no busca la igualdad, sino revertir el orden jerárquico para lograr que el hombre-masa, encarnado en un político o en un sindicalista, presione a la jerarquía natural para que le ceda el lugar de preeminencia y así poder imponer sus nefastos caprichos y sus ilimitadas ambiciones.

La entrada del peronismo en la historia argentina implicó la “protección” de empleados estatales como el mencionado Ferrito, para que no sufrieran las consecuencias de la “maldad y perversidad” de “oligarcas” como el Premio Nobel Bernardo A. Houssay. Esta “verdad”, repetida miles de veces, señala que no es por casualidad que el país se halle inmerso en una prolongada decadencia.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Elites y masas

Existen ciertas semejanzas entre la evolución biológica y la evolución cultural; como lo es la existencia de saltos adaptativos. Mientras que en el proceso de la evolución biológica, la mutación genética puede conducir a una mejora adaptativa, previa selección entre varias mutaciones que podrían propagarse hereditariamente, en el proceso de la evolución cultural aparece la innovación propuesta por algún hombre que puede conducir a una mejora social, previa selección entre varias alternativas.

Desde este punto de vista, puede describirse la sociedad en base a la existencia de dos tipos de comportamientos; el de quienes tratan de superarse y el de quienes no hacen ningún esfuerzo por mejorar. Los primeros, que por lo general son minoría, constituirán una elite; los segundos serán parte de la masa. Por ello, las sociedades que promueven la igualdad de resultados antes que de oportunidades, desalientan la formación de elites a la vez que promueven la masificación de la población, constituyendo sociedades estancadas, ya que poco o nada aportan al acerbo cultural de la humanidad.

Como ejemplo de innovación cultural pueden mencionarse los Evangelios, ya que, tanto Cristo como sus seguidores, constituyeron una elite por cuanto promovieron un cambio social que benefició a todos. En una época como la actual, en la que predomina la violencia familiar y social, es necesario tener presente la innovación propuesta hace ya dos mil años, aunque se fue perdiendo con el tiempo en algunas sociedades. Riane Eisler escribió: “Aquí [en el Nuevo Testamento] encontramos que la piedra angular de la ideología dominante, el modelo de especie masculino-superior/femenino-inferior, con escasas excepciones, brilla por su ausencia. En su lugar, estos manuscritos están impregnados por el mensaje de igualdad espiritual de Jesús”.

“Aun más notables –y penetrándolo todo- son las enseñanzas de Jesús diciéndonos que debemos elevar las «virtudes femeninas» desde una posición secundaria o de apoyo a una posición eminente y central. No debemos ser violentos sino poner la otra mejilla; debemos hacer a los demás lo que quisiéramos que ellos nos hicieran, debemos amar a nuestro prójimo e incluso a nuestros enemigos. En lugar de las «virtudes masculinas» de rudeza, agresividad y dominación, debemos valorar sobre todo la responsabilidad mutua, la compasión, la dulzura y el amor”.

“Cuando contemplamos de cerca, no sólo lo que Jesús enseñó sino cómo fue difundido su mensaje, una y otra vez descubrimos que él estaba predicando el Evangelio de un modelo solidario de sociedad. Rechazaba el dogma según el cual los hombres de alta alcurnia –en la época de Jesús, los sacerdotes, los nobles, los ricos y los reyes- fueran los favoritos de Dios. Se mezclaba libremente con las mujeres, rechazando así en forma abierta las normas de supremacía masculina de su tiempo. Y en agudo contraste con las opiniones de sabios cristianos posteriores, quienes realmente dudaban si la mujer tiene o no un alma inmortal, Jesús no predicó el mensaje dominador fundamental (que las mujeres son espiritualmente inferiores a los hombres)” (De “El cáliz y la espada”-Cuatro Vientos Editorial-Santiago de Chile 1990).

Aun cuando en una sociedad se promueva la formación de elites y se abandone la mentalidad de masas, existirán dos posturas diferentes respecto del cambio social. Por una parte están los conservadores, que se oponen a todo cambio, y los innovadores, que siempre proponen alguna mejora. Como el cambio social puede producir tanto mejoras como empeoramiento de las cosas, el sector conservador, tradicional de por sí, tiende a proteger las que en el pasado fueron innovaciones culturales y pasaron el veredicto del tiempo, intentando “proteger” a la sociedad de las innovaciones que pudieran resultar perniciosas. En su afán protector, pueden incluso oponerse a cambios que con el tiempo podrán resultar favorables.

En diversas épocas surge cierto antagonismo entre quienes promueven la formación de elites, lo que implica desigualdad social, y quienes promueven la igualdad social y la masificación, dejando de lado la igualdad en el sentido cristiano. Floreal González escribió: “Esta concepción del individuo es precisamente una de las grandes conquistas de la filosofía cristiana –que dio su tono a lo que se ha dado en llamar civilización occidental- y es lo que da la jerarquía de persona al individuo de la especie humana”. “Existen individuos que están diferenciados, e individuos que no lo están. Los primeros constituyen las elites. Y los segundos constituyen las masas. O mejor dicho: de los primeros extraemos el concepto de elite; de los segundos extraemos el concepto de masa”.

“En síntesis: las elites son los individuos diferenciados. Los que tienen conciencia de su desigualdad íntima con todos y cada uno de los demás individuos que componen la humanidad. O los que actúan como desiguales –porque lo son- aunque no hayan reflexionado nunca sobre ello; aunque no lo sepan, o aunque no lo crean. Son los individuos que se destacan, los que pasan al frente. Por eso se identifican, en cierto modo, elite y nobleza. Porque «nobleza» viene de noble, y éste del latín nobilis, que es una contracción de noscibilis, que quiere decir –simplemente- conocido. Del verbo noscere, o sea, conocer”.

“En cambio las masas son los individuos no diferenciados. Los que se sienten identificados con el gran número. Los que se creen iguales a los demás. Los que tienen los mismos gustos, las mismas ideas y las mismas necesidades que todos los demás. Decimos que se sienten, y que se creen, porque a pesar de ese sentimiento y de esa creencia, no son iguales. Pero al estar convencidos de lo contrario, actúan como si fueran iguales. Y dan origen así al tipo de hombre masificado, del cual extraemos el concepto de masa” (De “Ideas sobre la libertad”-Centro de Estudios Sobre la Libertad Nº 26-Buenos Aires Set/1969).

En las sociedades democráticas, existen varias formas de elites, constituidas precisamente por las personas destacadas en los distintos ámbitos de la acción social. En las sociedades que apuntan al colectivismo, por el contrario, existe una elite totalmente diferenciada del resto, en donde el mérito tiende a ser reemplazado por la obediencia. El citado autor agrega: “La verdad es que hay tantas clases de masas –y tantas clases de elites- como categorías en las cuales pueden ser clasificados los seres humanos”. “No todas las elites, ni todas las masas, están formadas por las mismas personas. Este es el punto importante y casi siempre olvidado”.

“Para un editor de libros, por ejemplo, la masa está formada por los lectores de literatura barata. Y si el doctor Christian Barnard, pongamos por caso, leyera por la noche novelitas de cowboys, sería como lector un hombre de la masa, aunque fuese el mejor cirujano del mundo e integrase como médico la elite de los hombres de ciencia”. “Es decir, que todos somos masa, y todos somos elite, al mismo tiempo. O mejor dicho: podemos ser elite, si nos lo proponemos. En aquellas materias en que cultivamos nuestro espíritu, y de esa manera nos diferenciamos de los demás, llegaremos a ser elite. En las que no, continuaremos unidos a la masa viscosa, pegajosa y amorfa”.

“En cambio en el sistema totalitario, donde no existe la libertad, ni la propiedad que se deriva de la libertad, ni la justicia que es el reconocimiento de la propiedad, ni la paz que es el fruto de la justicia, ni el derecho que es la organización de la libertad, basada en la justicia, ni el orden que es un subproducto del derecho, en el sistema totalitario –repito- siempre habrá una sola elite, y una sola masa; la elite será el partido gobernante, y la masa seremos todos los demás”.

De todas las elites posibles, algunas son más influyentes que otras, como es el caso de los intelectuales. En este caso, sin embargo, se observan comportamientos un tanto desconcertantes por cuanto proponen y apoyan innovaciones culturales que no tienen en cuenta los miles de millones de años de evolución biológica para concluir con que “no existe la naturaleza humana”. Tampoco tienen en cuenta las costumbres y tradiciones dominantes por cuanto, aducen, cada niño nace con una mente en blanco sobre la cual se podrá establecer una programación educativa que determinará su personalidad y su futuro. Solomon E. Asch escribió: “Darwin también imprimió al pensamiento sobre los valores humanos una determinada orientación, que ha dejado su sello en la teoría psicológica. Sostuvo que los valores son impulsos hereditarios, y que los dictados del bien y del mal están enraizados en los instintos sociales y particularmente en los vínculos que unen a los padres con sus hijos” (Citado en “La metamorfosis del hombre-masa” de Juan Cuatrecasas-Ediciones Camps-Buenos Aires 1967).

Quienes proponen el relativismo moral, cognitivo y cultural desconocen los procesos evolutivos sosteniendo que son ellos los mejores conocedores de lo que es el ser humano y de lo que debería ser. De ahí que se oponen principalmente a la civilización occidental, desconociendo los atributos positivos heredados en el proceso de la evolución cultural, incluso tomándolos como referencia para destruirlos.

Es por ello que el socialismo ha sido el fruto de una mentalidad destructiva que ha retrasado a algunos pueblos conduciéndolos a etapas evolutivas ya superadas, sin realizar aportes culturales significativos que puedan servir a los demás en el futuro, sino dejando solamente enseñanzas de lo que no debería hacerse.

Toda innovación cultural debe ser compatible con nuestra naturaleza humana; la que surgió de la evolución biológica. Incluso se ha llegado al extremo de pretender que, por medio de encuestas y elecciones, la mayoría masificada decida mantener, o bien abolir, algunos derechos y algunos deberes, que no han surgido de la sociedad sino que aparecen como consecuencia de la evolución biológica. Floreal González agrega: “Como dijo el juez Sutherland, de la Suprema Corte de EEUU: «El individuo tiene tres derechos, igualmente sagrados, frente a toda interferencia arbitraria, del gobierno o de otras personas: el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad. Esos tres derechos se hallan tan entrelazados que prácticamente constituyen uno solo. Dar a un hombre su vida, pero negarle su libertad, es privarlo de todo lo que hace la vida digna de ser vivida. Darle la libertad, pero quitarle la propiedad, que es el fruto y el símbolo de su libertad, es seguir manteniéndolo en la esclavitud»”.

“Ahora bien: estos derechos no pueden ser sometidos a votación, porque el individuo no los ha recibido de la sociedad, y por consecuencia no tiene por qué exponerlos a la decisión de los demás. y fue precisamente la misma Suprema Corte de Justicia de EEUU la que expresó magistralmente este concepto, en su famoso pronunciamiento «Board versus Barnett», del año 1943: «El derecho de cada uno a la vida, a la libertad y a la propiedad; la libertad de palabra, de prensa, de trabajo y de reunión; y otros derechos fundamentales, no pueden ser sometidos a votación, no pueden depender del resultado de una elección. El verdadero propósito de la ‘Declaraciion de los Derechos’ fue sustraer ciertas cuestiones de las vicisitudes de la controversia política, para colocarlos más allá del alcance de la mayoría»”.