viernes, 31 de marzo de 2023

Entrevista a Ernesto Sandler

A continuación se transcribe una entrevista realizada en 2016 al economista y empresario Ernesto Sandler. Si bien han pasado varios años, la situación en la Argentina se mantiene o incluso ha empeorado bastante:

Para disertar en la conferencia “Menos impuestos, más empresas, más empleo”, visitó la ciudad de Cipolletti Ernesto Sandler, economista y empresario de los medios de comunicación, creador de Utilísima. La jornada realizada en un conocido hotel casino, fue convocada por el ciclo “Impacto económico” que dirige el periodista Daniel Darrieux.

En diálogo exclusivo con “Pulso”, Sandler comentó algunas de sus ideas acerca del rol del Estado y la concepción cultural que existe en el país sobre la relación con el empresariado.

PREGUNTA-¿Cuál es el eje principal de su conferencia?

RESPUESTA- Lo que planteo es que Argentina tiene una nueva oportunidad, para que ese país que supo atraer a 8 millones de inmigrantes, retome la senda que hace muchas décadas abandonó. A mi entender es un problema que tiene más de 100 años. Basta con revisar los discursos políticos y la literatura desde José Ingenieros en adelante, que plantean que tenemos un país lleno de expectativas, pero que religiosamente cada 10 o 12 años vuelve a empezar. Durante cada periodo, los argentinos se llenan de ilusiones, luego viene el desencanto y más tarde la frustración. El tema es que en cada nuevo inicio, en lugar de estar mejor, siempre quedamos peor que antes.

P- ¿A qué atribuye esa inconsistencia?

R- A mi juicio, el principal elemento que nos lleva a este ciclo de ilusión y frustración es que los argentinos se enamoraron del Estado, vieron en el Estado a aquel que venía a resolver todos los problemas. Y por otro lado los dirigentes se lo tomaron en serio, con lo cual crearon un Estado omnipresente que está en todo, controla, planifica y regula todo. Es decir que el Estado es el gran organizador de la economía nacional. Esto no es así en todos los países. Y este Estado omnipresente se convirtió en lo que yo llamo “Estado Terminator”, que va destruyendo todo aquello que debería solucionar: educación, salud, vivienda. Ello generó además una visión distorsionada de los demás actores de la economía.

P- ¿Es demasiado grande el Estado argentino?

R- El Estado Terminator comenzó modestamente en la década del 30 con el “impuesto a los réditos”, algo así como un impuesto a las Ganancias. En la actualidad, el Estado se lleva el 50% de producto bruto interno (PBI). Los argentinos trabajan un año y reciben el producto de 6 meses, el resto se lo lleva el Estado. El problema es que al ser un Estado que debe correr a solucionar cada problema que se presenta, los recursos nunca alcanzan. Y cuando todas las cajas a las que se puede echar mano se agotan, se emite dinero y se falsifica el valor de la moneda. Así configurado el Estado dejó de ser un garante del valor del trabajo, y se convirtió en un estafador.

P- ¿Cómo se sale de esa matriz?

R- Primero el Estado debiera tener un límite en el gasto público. Para que crezca el gasto es necesario que crezca el PBI. Segundo, en los países desarrollados, la presión tributaria oscila entre el 35% y el 38% del PBI. En Argentina en cambio, entre los tres niveles de gobierno la presión llega al 50%. Hay impuestos al trabajo, impuestos al consumo, impuestos a la inversión, impuestos a la producción. El agravante es que si uno decide no hacer nada, el Estado lo deja tranquilo, pero si alguien decide poner en marcha una idea se acabó su paz. Así las cosas, el Estado patrocina la cultura del ocio. En otros países encontraron la solución reemplazando cientos de impuestos distorsivos por un solo impuesto sobre la renta social del espacio libre de mejoras, urbano y rural. Hay estudios que indican que con ese solo impuesto en Argentina se podrían eliminar todos los impuestos al consumo.

P- ¿Es difícil ser empresario en Argentina?

R- Para el argentino promedio, el “empresario” es una figura siniestra, que lava dinero, descorcha champán, está rodeado de mujeres y quizá a la noche come chicos… es un verdadero problema. Porque en el mundo contemporáneo, las empresas se han convertido en los motores del desarrollo. Esto vale tanto para EE. UU. como para China. En mi caso, cuando iniciamos nuestra empresa nos circunscribimos a la Argentina, pero más tarde logramos expandirnos y conformar un multimedio para la mujer de alcance latinoamericano. Ello me permitió visitar otros países y descubrir que a diferencia de lo que sucede aquí, en otros lugares los empresarios no están obligados a ser cruzados obligados a luchar contra cientos de adversidades, además de tener una idea y generar un negocio. En nuestro país, el 87% de las empresas que se fundan cierra antes del segundo año. Es tan difícil ser empresario en Argentina que las nuevas generaciones no quieren llamarse empresarios, se autodenominan “emprendedores”.

P- ¿Qué hace falta para que los empresarios decidan invertir?

R- Me parece que lo primero es sincerarnos. Si alguien del Estado le pregunta a un empresario qué necesita, la respuesta será “quitame presión impositiva, sacame de encima al empleado público que me pide coima, sincerá la economía”. No hay cambio si no se dice la verdad.

P- ¿A que se refiere con “una nueva oportunidad”?

R- Hay atisbos de una voluntad de cambio. Normalizar el Indec, averiguar cuánto saben nuestros alumnos. El peligro es volver a caer en las mismas tentaciones en materia económica. La clave es dar a los argentinos la libertad de construir su propio destino. Y el Estado debe ser el garante de ese destino.

(De www.rionegro.com.ar)

jueves, 30 de marzo de 2023

Mises y la mentalidad del fracaso

Axel Kaiser indica que los países que suelen admirar los latinoamericanos suelen gozar de los índices más altos de libertad económica.

En 1956 Ludwig von Mises publicaría La mentalidad anticapitalista, una de sus obras más punzantes. La tesis central de Mises era que la subsistencia de las instituciones de mercado responsables del progreso de las grandes masas dependía, finalmente, de la disposición mental que cada cultura desarrolla hacia el capitalismo.

A pesar de toda la evidencia acumulada en más de medio siglo desde que Mises escribiera este breve tratado, se continúa cuestionando a este sistema como motor del florecimiento humano. En América Latina, el rechazo a la libertad de mercado se da en la forma del discurso "antineoliberal", de la mano de populistas de izquierda, sectores conservadores social cristianos, nacionalistas y otros. Esto a pesar de que el índice de libertad económica publicado por el Instituto Fraser de Canadá (2022) muestra que los países con mayor libertad económica tienen un ingreso per cápita promedio de 48.251 dólares contra 6.542 dólares en aquellos con menor libertad económica.

Y es que, a nuestros demagogos, intelectuales y políticos anticapitalistas, de derecha e izquierda, no les importa la realidad. Que el ingreso del 10% de ciudadanos de menores ingresos en los países más libres económicamente alcance 14.204 dólares, contra 1.736 dólares en el grupo menos capitalista, les resulta irrelevante. Tampoco los conmueve el hecho de que la mortalidad infantil sea de 4,8 por cada mil nacidos vivos en el grupo de alta libertad económica y de 36,9 en el grupo de baja libertad económica. O que las expectativas de vida alcancen 80,4 y 66 años en países más y menos capitalistas, respectivamente.

Los niveles de felicidad, de igualdad entre hombres y mujeres y de respeto por derechos civiles y políticos muestran ser también sustancialmente mayores en los países más cercanos a la filosofía liberal de Mises, pero eso tampoco lo consideran. Para ellos, el sufrimiento humano que producen con su anticapitalismo es parte del costo que otros deben pagar por sus proyectos de poder o la construcción de sus utopías igualitarias. Chile, en el puesto 33 del ranking capitalista 2022, es todavía uno de los más capitalistas de la región, pero ha caído diecinueve posiciones desde 2012 debido al avance del discurso y las políticas "antineoliberales". Este proceso de infección social con ideología anticapitalista condujo a que, en octubre de 2019, se desatara una revolución semifallida que buscó la refundación autoritaria y socialista del país.

Venezuela es otro ejemplo dramático de los efectos de la mentalidad destructiva que analizara Mises. En el puesto 165, según el informe de Fraser, es el menos capitalista de la región y del mundo. Como consecuencia, el ingreso per cápita chileno es casi seis veces más alto que el venezolano y la pobreza en el país caribeño alcanza a más del 90% de los hogares. Ni Venezuela ni Chile se han encontrado siempre en la misma posición, desde luego. En 1975, poco después del experimento marxista y totalitario de la Unidad Popular, Chile ocupó el puesto 98 de un total de 106 países medidos por el mismo ranking, situándose a niveles de Bangladesh, Nigeria y Rwanda.

El mismo año, Venezuela alcanzó el puesto 16 —el más alto de la región después de Costa Rica—, ubicándose en el vecindario de Austria, Dinamarca y Suecia. No es extraño que en esa época el ingreso per cápita venezolano haya sido el cuádruple del chileno. Diversos factores explican la inversión de posiciones entre Chile y Venezuela, pero, sin duda, uno decisivo son, nuevamente, las creencias que predominan en torno al sistema de libre empresa. En Venezuela este se vio progresivamente desprestigiado incluso antes de la llegada del chavismo hasta que, con la emergencia de Hugo Chávez, la libertad económica fue destruida por completo.

No está demás subrayar que los países que suelen admirarse por los latinoamericanos tienen usualmente los mayores índices de libertad económica en el mundo y una mentalidad mucho más procapitalista. El Global Index of Economic Mentality (GIEM) publicado por Atlas Network en EE.UU., que mide las actitudes mentales frente al mercado, confirma una correlación entre estas y el nivel de libertad económica imperante. Los países con mayor puntaje en este índice en 2021 son Nueva Zelandia, Suecia, República Checa, EE.UU. y Dinamarca.

Chile, por el contrario, ocupó el puesto número 64 entre 74 países analizados, lo que lo sitúa en el grupo de aquellos con la mentalidad más anticapitalista de la muestra. Este fuerte sesgo cultural en contra de valores de la economía libre explica parte de la debacle que experimenta la institucionalidad económica del que hasta hace poco era el país más exitoso de la región gracias a las reformas promercado que realizó en décadas anteriores. Así las cosas, el trabajo de Mises resulta esencial para formular un diagnóstico adecuado respecto a las causas últimas del fracaso de países como Chile. Ante todo nos enseña que, si queremos tener una opción de éxito, especialmente en beneficio de los más pobres, tendremos que hacer grandes esfuerzos por combatir la mentalidad anticapitalista de intelectuales, políticos y de las diversas figuras responsables de arrastrar nuestras sociedades a la miseria.

(De www.elcato.org)

¿Reivindica la Iglesia su pasado pro-terrorista?

Si bien en la actualidad la Iglesia católica está integrada por marxistas y cristianos, la aparición de una obra acerca de los años 70, en cuya tapa (del Tomo II) aparecen, como autores, la Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede, tal obra resulta representativa de la institución como tal.

Ante la evidencia de que en esos años varias parroquias actuaron como reclutadoras de jóvenes para convertirlos en terroristas de izquierda, llama la atención que en dicha obra no aparezca cierto arrepentimiento por la actuación perversa que le cupo a la institución, o a parte de ella. También se advierte la bajeza moral de quienes, sin autoridad moral alguna, por ser ideólogos marxistas que constituyeron el primer eslabón de la violencia, juzgan a los católicos cristianos que intentaron que la Iglesia siguiera siendo cristiana.

A continuación se transcribe un artículo que comenta el primer tomo de la obra mencionada:

UNA VASTA OBRA INDAGA EN EL PAPEL DE LOS CATOLICOS EN LOS AÑOS DE LA VIOLENCIA

Por Jorge Martínez

La Iglesia y el drama de los ‘70 (I)

El primer tomo del trabajo colectivo titulado ‘La verdad los hará libres’ abarca la actuación de sacerdotes y laicos entre 1966 y 1983. Pese a su longitud elude las conclusiones tajantes sobre el vínculo entre la renovación religiosa posconciliar y la lucha armada revolucionaria.

Con el título general de La verdad los hará libres, la Editorial Planeta ha comenzado la publicación de la vasta obra encargada por la Conferencia Episcopal Argentina que se propone indagar en el papel de la Iglesia en los años de la violencia política que desgarró al país entre 1966 y 1983.

El trabajo, dirigido por la Facultad de Teología de la UCA, se compone de tres gruesos tomos, de los cuales ya se publicaron dos. Este artículo se ocupará del primero de ellos, que lleva el subtítulo “La Iglesia Católica en la espiral de violencia de la Argentina entre 1966 y 1983”. Una nota posterior abordará el segundo volumen.

Se trata de una obra colectiva, dividida en una introducción, dos partes y 15 capítulos, que sigue un ordenamiento más temático que cronológico y con el tono y estilo de los estudios académicos (todos los autores son sacerdotes, religiosas o laicos con títulos universitarios especializados). Aunque la pretensión ha sido imprimirle una estructura unitaria, el libro tiene un carácter más bien parcelado, ya sea por los asuntos que aborda cada capítulo, por la diferencia en los énfasis y matices o por la extensión.

Donde no hay diferencias es en el enfoque general, presente desde la extensa introducción teórica a cargo del P. Carlos M. Galli hasta el último capítulo que trata de la participación de católicos en distintos organismos de derechos humanos. Es muy perceptible la intención de relativizar el desempeño de hombres y mujeres de la línea progresista de la Iglesia en la gestación de lo que llama “procesos de violencia”, en tanto se cargan las tintas, a veces de manera desproporcionada, en la función que le cupo al denominado “integrismo” o “nacional-catolicismo” en esos mismos procesos, especialmente a partir de 1976.

El CONCILIO

Esta discrepancia va de la mano de una concepción de la Iglesia, la fe y la religión que excede el marco histórico del trabajo, pero que ciertamente le da forma. Una y otra vez los autores se sienten llamados a reivindicar el Concilio Vaticano II (al que consideran “el mayor acontecimiento del Espíritu del siglo XX”), y los cambios y reformas que promovió en una década atravesada, en el plano secular, por ideas revolucionarias, insurreccionales o contraculturales.

Aunque reconocen que la “recepción” del Concilio Vaticano II generó conflictos entre prelados, sacerdotes y fieles argentinos, enmarcan esas tensiones en el clima de una época signada por “pasiones”, ideas transformadoras y el anhelo de hacer realidad la “opción preferencial por los pobres”, postulada a partir de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín, Colombia, en 1968.

El vínculo directo entre esos postulados renovadores y la aceptación, incitación o fomento de la lucha armada como método para lograr las “transformaciones” que se juzgaban necesarias, no se analiza con la claridad, contundencia o valentía que requeriría ese aspecto tan doloroso en la vida de la Iglesia. A veces los autores llegan más lejos y rondan la justificación. Un ejemplo se ve en estas líneas del capítulo 10 que se refieren a los cristianos que abrazaron el “compromiso revolucionario”: “En algunos casos, jóvenes cristianos con inquietudes hacia la vida religiosa, hicieron un proceso personal en el que sintieron que la radicalidad del Evangelio les pedía la opción por la lucha armada, en pro de la ‘liberación de los pobres’”. Acto seguido incluyen en esa abnegada categoría a dos miembros del ERP, dos oficiales de Montoneros y al autoproclamado “capellán” de esa banda, Jorge Adur, sacerdote de los Agustinos Asuncionistas, apresado y desaparecido en 1980 como parte de una “contraofensiva” guerrillera ordenada desde el exterior.

En cambio, es mucho más clara la condena al “integrismo” desde el momento en que se lo califica, sin retaceos, como el inspirador intelectual del “militarismo” que fundamentó los métodos de la represión ilegal a partir de 1976. Ubican en esa categoría a movimientos como Ciudad Católica de Jean Ousset y la revista Verbo, a los padres Julio Meinvielle, Alberto Ezcurra y Alfredo Sáenz, a los libros La Iglesia Clandestina de Carlos Sacheri y Fuerzas Armadas: ética y represión de Marcial Castro Castillo (seudónimo de Edmundo Gelonch Villarino), al Seminario de Paraná, a la revista Mikael, al Vicariato Castrense, a los capellanes militares y muy especialmente a los obispos Adolfo Tortolo y Victorio Bonamín.

Aquí los autores obran con deslealtad. A excepción de unos breves párrafos o títulos extraídos del libro de Sacheri, las fuentes de este apartado son todas publicaciones académicas recientes, mayormente seculares y con un evidente sesgo crítico. Por ejemplo, no hay una sola cita directa significativa de las muchas obras de Meinvielle (a las que se enumera parcialmente en una nota a pie de página). De los libros de Ezcurra y Gelonch Villarino se extraen pasajes recortados de su contexto argumentativo general. Tampoco hay citas de los numerosos trabajos del P. Sáenz, a quien no entrevistaron de forma directa, ni extractos representativos y fieles de los artículos de la revista Mikael. No hay reportajes a otros representantes de esa línea que siguen con vida y podrían haber aportado opiniones de valor.

Del otro lado, a la hora de analizar el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), en el que se quiere ver a “la parte más dinámica del clero de nuestro período”, la fuente principal son los mismos protagonistas, no sus críticos. Son ellos quienes, a través de testimonios directos o recogidos en fuentes secundarias, se explican, valoran, justifican y, en un par de casos, se autocritican examinando a la distancia el papel que tuvieron dentro de la Iglesia.

Las intensas polémicas desatadas por su desafiante pastoral, que en 1970 fueron merecedoras de un documento reprobatorio de la Comisión Permanente del Episcopado que el libro refiere en una línea y de una declaración pública firmada por 150 presbíteros que los objetaban, se consignan desde su punto de vista, incluso a través de las décadas. Así, los padres Miguel Ramondetti o Lucio Gera (acaso el gran mentor intelectual de todo el libro) aparecen refutando en diálogos muy posteriores las críticas que en su momento les formularon Meinvielle o Sacheri, quienes ya no pueden replicar. Por otro lado, la muerte en accidente de Meinvielle en agosto de 1973, que para algunos sigue siendo dudosa, y el asesinato de Sacheri en diciembre de 1974 cuando salía de misa rodeado de su familia, no suscitan ninguna reflexión en los autores, que apenas si mencionan esos datos. Curioso destino el de estos temibles “teóricos” del militarismo a los que “alguien” se encargó de eliminar bastante antes de que sus presuntas enseñanzas se llevaran a la práctica.

TOMAR LAS ARMAS

Hay un gran interés en acotar el grado de participación directa que tuvieron los sacerdotes tercermundistas en los grupos armados. El deslinde es atendible pero podría dar la impresión de que en los años ‘60 y ‘70 sólo ejerció violencia quien empuñó un fusil. En el libro no hay una conclusión unívoca respecto del papel de los sacerdotes y religiosos que fomentaron ese clima de violencia con sus confusas exhortaciones a buscar la liberación, la revolución y el socialismo. Si bien figuran algunas reflexiones aclaratorias del P. Galli en la parte introductoria y más adelante se incluyen testimonios elocuentes en el mismo sentido, incluso de parte de obispos en ejercicio o eméritos, se percibe una voluntad por retacear una condena que no se privan de dirigir a los pretendidos teóricos del bando “represor”.

La divergencia es más profunda y deriva de una discutible comprensión general de lo sucedido en aquellos decenios. A tono con la historiografía establecida sobre la época, los autores se empecinan en relativizar la amenaza subversiva según se la entendía en el contexto de su tiempo.

Esto se expresa en las fuentes con las que trabajan, en la periodización de los hechos y hasta en el lenguaje que utilizan, discordante con una obra que se propone aportar una mirada católica que supere las diferencias de antaño. Por eso no vacilan en emplear expresiones como “Onganiato”, “Devotazo” o “Camarón”. Aluden a la “defensa de una supuesta civilización occidental y cristiana”. Descreen de la “llamada lucha contra la subversión” o la “denominada eliminación de la subversión”. Vuelven al trajinado “mito de la nación católica”; se indignan porque los miembros de Ciudad Católica eran “Anticomunistas acérrimos, postulaban una sociedad católica orgánica e integrada, basada en jerarquías naturales”; parecen cuestionar a quien en 1975 lanzó una campaña promoviendo el rezo del Santo Rosario entre los militares que actuaban en la Operación Independencia; insisten en que en aquel tiempo se dio la “creación” o “construcción” de un enemigo interno a instancias de teólogos y sacerdotes “integristas”.

A todo lo largo del volumen de casi un millar de páginas se habla con vaguedad de “las violencias” o la “espiral de violencia” o “los procesos de violencia”, por un lado, fenómenos difusos a los que se contrapone el monolítico “terrorismo de Estado”, concepto en sí mismo objetable y acerca de cuyo origen y utilización propagandística un libro orientado a la verdad histórica habría hecho bien en estudiar y matizar.

Esta voluntad de disminuir o subestimar la existencia de un peligro objetivo que amenazaba toda una forma de vida en sociedad queda resumida en este párrafo insólito de la página 485, que extiende el escepticismo a toda la historia del comunismo y a la trágica relevancia que tuvo en el siglo XX: “En el período que estudiamos imperaba la firme convicción de que la Unión Soviética comandaba un plan para apoderarse del mundo occidental, mediante el apoyo a los partidos, movimientos o agrupaciones que enfrentaran a las autoridades establecidas. Tanto en (Jean) Ousset, como en muchos católicos contrarrevolucionarios arriba presentados, detrás de cualquier intento de reforma del sistema capitalista, de reivindicación de la causa de los pobres, de anhelo de cambio social, late el influjo ideológico y político del comunismo internacional, que intentaba minar los cimientos mismos de la ‘supuesta’ civilización occidental y cristiana. Esto, que a la distancia de medio siglo nos parece una cosmovisión impregnada de rasgos paranoicos, constituía un tormentoso clima de época cuyo influjo se integró como un acervo ideológico en la cultura política y eclesial. En este clima de ideas y de pasiones, marcado por un paradigma católico contrarrevolucionario, no faltaron sacerdotes que contribuyeron a la formación de los militares argentinos, que protagonizaron el terrorismo de Estado”.

LOS DOCUMENTOS

Debe lamentarse también que, salvo en el capítulo 14 que analiza las actas de algunas Asambleas Plenarias de la Conferencia Episcopal Argentina entre 1975 y 1984, en este primer volumen prácticamente no se utilizan documentos reservados del Episcopado, la Nunciatura Apostólica y la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Los directores de la obra prefirieron concentrarlos en el segundo tomo, que corresponde al período 1976-1983.

Falta por lo tanto la visión íntima de la Iglesia argentina y universal sobre los hechos más relevantes ocurridos en el país en los diez años previos al golpe de 1976. No se accede a las opiniones de los obispos sobre el régimen de Juan Carlos Onganía y su mezcla de nacionalistas, católicos y liberales; nada sobre el “Cordobazo”, los penosos conflictos entre sacerdotes y prelados en Córdoba, Rosario, Corrientes y Mendoza; el enigmático crimen de Augusto Vandor en 1969; el auge del MSTM; el misterioso secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu en 1970 y la formación católica de sus autores o instigadores; las repetidas tomas de ciudades y pueblos (La Calera, Garín, Gonnet, San Jerónimo Norte); los crímenes en un mismo día de 1972 del general Juan Carlos Sánchez, jefe del II Cuerpo de Ejército, y del presidente de la FIAT en el país, Oberdán Sallustro; los insondables devaneos políticos de Juan Domingo Perón y su disputa con el presidente Alejandro A. Lanusse; la designación de Héctor Cámpora como candidato presidencial peronista, su triunfo electoral y la liberación de cientos de guerrilleros presos el día mismo de su asunción.

Tampoco conocemos lo que pensaban las jerarquías de la Iglesia sobre un magnicidio como el de José Ignacio Rucci, en septiembre de 1973, o el crimen, en mayo del año siguiente, del P. Carlos Mugica, quien para esa fecha había roto sus vínculos con Montoneros y no ocultaba su arrepentimiento por haber fomentado el extremismo que desangraba al país (hay algunos testigos vivos de ese doloroso proceso personal y pertenecen al cuestionado sector “integrista”).

Se incluyen, en cambio, meritorias opiniones, públicas o recabadas en el último decenio por pedido de la Conferencia Episcopal, de obispos actuales o recientes que recuerdan sus experiencias en los años de la violencia. Merecen destacarse los testimonios de monseñor Jorge Casaretto, monseñor Carmelo Giaquinta y monseñor José María Arancedo, tres prelados de línea “moderada” que no temen usar la palabra “marxismo” y registran todo el arco del extremismo armado, incluyendo sus orígenes en grupos de jóvenes sometidos a una deformada prédica religiosa.

Casaretto comparte fragmentos de una carta escrita en octubre de 1975 en la que relata la estremecedora experiencia de haber asistido al asesinato de cinco policías emboscados por Montoneros a metros de la catedral de San Isidro un domingo a la mañana. “El espectáculo fue algo que creo que nunca podré borrar de mi mente -escribió-. Era la guerra que había visto en películas. Cinco cuerpos tirados medio deshechos, dos autos acribillados, sangre, desorden. Seguramente no habrán pasado ni 30 segundos hasta que llegó otra persona, pero esos 30 segundos parecieron una especie de eternidad y fueron para mí la realidad más cruda de la impotencia del hombre”. Semanas después perduraba la conmoción. “Es realmente la guerra -insistió Casaretto en una nueva carta-. Los sentimientos del momento son un tanto aterradores. No por miedo personal. Sí por miedo de no saber cómo vamos a salir de todo esto. Vivir de cerca una acción terrorista es el mejor medio de no creer para nada en esos métodos”.

También es revelador el testimonio de monseñor Jorge Lozano, aunque por otros motivos. Registrado en 2013 el relato evoca los contactos que el Episcopado de esa época mantuvo con “casi todos los organismos de derechos humanos” y con figuras como Hebe de Bonafini y Horacio Verbitsky, además de con el entonces secretario de Derechos Humanos, Juan Martín Fresneda. Agrega luego lo que esos organismos y personas decían esperar de la Iglesia. “Algunos lo que quisieran escuchar es que digamos que Tortolo se equivocó o que Bonamín dijo algo contrario a la doctrina, o que tales capellanes fueron cómplices de los asesinos -observó monseñor Lozano-. Eso es lo que muchos de ellos esperan. Y otros esperan que si tenemos datos los digamos. Si sabemos de un cementerio clandestino, lo digamos. Si sabemos que los niños apropiados en tal lugar fueron dados en adopción a determinadas familias, lo digamos. Si tenemos alguna pista, que la digamos (…)”.

Concluida la lectura, no caben dudas de que este libro monumental y a la vez incompleto se ha propuesto cumplir con la primera parte de la exigente demanda de Bonafini y Verbitsky.

(De www.laprensa.com.ar)

miércoles, 29 de marzo de 2023

De la parroquia al terrorismo

En el transcurso de los años, la prédica socialista ha evolucionado en sus formas. Así, mientras que en los años 70 se promovía el acceso al poder mediante el terrorismo y la violencia, en la actualidad se recurre a la vía democrática previo adoctrinamiento en escuelas y universidades.

En cada una de estas etapas, sectores de la Iglesia Católica tuvieron destacadas actuaciones, como es el caso de los sacerdotes tercermundistas en los años 70, y como lo es actualmente Jorge Bergoglio. Juan José Sebreli escribió: “El origen de los modernos Montoneros estaba en la doctrina, igualmente anticapitalista romántica, de ciertos sectores de la Iglesia” (De “Crítica de las ideas políticas argentinas”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2002).

Un relato de cómo captaban en las diversas parroquias argentinas a jóvenes aptos para la guerrilla, lo manifiesta Juana Marcela Marty, quien escribió respecto del cura Mugica: "Mi prima (casi hermana) y mi primo, fueron captados por el padre Carlos Mugica entre los años 72 y 73. No fue rebeldía de chicos de familias bien, o de los que quieren más justicia, o ....Fue ODIO, FURIA, SALIR A MATAR. En un momento en que vivíamos cierta tranquilidad. Eduardo y yo quedamos en shock".

"Hablaban de armarse y salir a matar. Pero matar en serio. Muchas veces dije: mataría a tal o cual. Pero meterse en una organización extremista es algo mucho más profundo e irreversible. Matar, torturar, poner bombas, secuestrar, era algo a lo que se comprometieron".

"¿Les ha pasado conocer a alguien en un reportaje y después enterarse de que es un hdp? No lo parece. Creemos que tiene que tener un letrero en la frente que diga: «soy psicótico». Mi prima era mi hermana. La criaron, la educaron, la amaron mis padres. Y sin embargo, bastó una reunión para que descubriera (quizás ella ya lo sabía), un monstruo".

"Mugica era un tipo repulsivo. Eduardo y yo, éramos muy chicos, pero salimos de la reunión con el estómago revuelto. Y ahí quedaron prendados mis dos primos. Ahí iniciaron su camino. Todos, todos los argumentos de Mugica eran tan falaces, que había que tener un profundo problema psicológico para no asquearse. Era como ver a una Bonafini, pero jóven, atractiva, seductora".

"Mi prima era mi hermana: la misma edad, generalmente coincidíamos en gustos, en opiniones, .... y de un minuto a otro se transformó en mi acérrima enemiga" (De facebook.com).

Alberto Benegas Lynch (h) cita algunos escritos que aparecen en el libro del sacerdote Mugica titulado “Peronismo y cristianismo” (Editorial Mierlin-Buenos Aires 1967):

“Para el rico la única posibilidad de salvación es dejar de serlo”. “Por eso el burgués o el que tiene mentalidad de burgués, es el menos capacitado para entender el mensaje de Jesucristo”.

“Uno de los grandes daños que nos hace esta sociedad llamada de consumo, pero de consumo de unos pocos y hambre para muchos, es el de hacernos creer que el amor es una cosa dulce, más o menos afectuosa. No. Por amor, muchas veces me veo obligado a hacer sufrir mucho a los seres que amo”.

“Qué nos puede importar que nos acusen de comunistas, de subversivos, de violentos y todo lo demás. Además, si yo soy cristiano, en alguna medida no soy signo de contradicción y si suscito simultáneamente el amor y el odio, mala fariña”.

“Jesucristo es mucho más ambicioso. No pretende crear una sociedad nueva, pretende crear un hombre nuevo y la categoría de hombre nuevo que asume el Che, sobre todo en su trabajo «El socialismo y el hombre», es una categoría netamente cristiana que San Pablo usa mucho”.

“Marx y Lenin al postular la comunidad de bienes más que parafrasear, copian el Evangelio. Cuando Marx habla de dar a cada uno según su trabajo o a cada uno según su necesidad, que para mí es profundamente evangélico, no hace más que asumir ese contenido”.

“Si hoy todos los que se dicen católicos en la Argentina pusieran todas sus tierras en común, todas sus casas en común, no habría necesidad de reformas agrarias, no habría necesidad de construir una sola casa”.

“Yo personalmente, como miembro del movimiento del Tercer Mundo, estoy convencido que en la Argentina sólo hay una salida a través de una revolución, pero una revolución verdadera, es decir simultánea: cambio de estructuras y cambio de estructuras internas. Como decían los estudiantes franceses de mayo del 68, tenemos que matar al policía que tenemos adentro, al opresor que tenemos adentro […] El cristiano, entonces, tiene que estar dispuesto a dar la vida”.

“Yo pienso que el sistema capitalista liberal que nosotros padecemos en un sistema netamente opresivo”. “Por eso, como norma los sacerdotes del Tercer Mundo propugnamos el socialismo en el cual se pueden dar relaciones de fraternidad entre los hombres”. “Los valores cristianos son propios de cualquier época, trascienden los movimientos políticos, en cambio el peronismo es un movimiento que asume los valores cristianos de determinada época”.

Es oportuno decir que, en los años 70, el nivel de pobreza en la Argentina era del 3 al 6%, distando bastante del casi 50% que padecemos ahora. Esta decadencia se debe principalmente a la inoperancia de gobiernos compatibles con las ideas socialistas, además de otros factores.

martes, 28 de marzo de 2023

La gracia de Dios vs. Los méritos propios

Respecto de los mandamientos del amor a Dios y al prójimo, Cristo dijo: "En estos dos mandatos se contiene toda la Ley y los profetas" (Mt). El objetivo de estos mandamientos es el logro de la felicidad en esta vida y el acceso a una vida posterior, en caso de existir. De ahí que tal objetivo habría de lograrse por méritos propios, una vez que se cumple con lo que el Dios Creador hubo ordenado y Cristo habría interpretado, como enviado o como Hijo de Dios.

Como el mandamiento del amor al prójimo no resulta fácil de cumplir, aunque ello implique una predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias, su importancia fue relativizada por varios pedicadores cristianos aduciendo que al cielo se iba, no por méritos propios cumpliendo con los mandamientos cristianos, sino por una decisión de Dios a favor de los agraciados en forma independiente del cumplimiento del mandamiento del amor al prójimo, o bien se llegaría al cielo por "la fe" y no "por las obras".

Respecto de la gracia de Dios, Nicola Abbagnano escribió: "En general, don gratuito, o sea sin retribución; más específicamente, en sentido teológico, la donación que Dios hace al hombre con referencia a la salvación o a alguna condición esencial de la salvación, independientemente de los méritos (en caso de existir) del hombre mismo".

"Reducido a sus términos esenciales, el problema puede formularse del modo siguiente. La doctrina fundamental del cristianismo es que la salvación no entra en las posibilidades propias del hombre. La revelación y la encarnación de Cristo son los instrumentos indispensables que, al suplir la deficiencia de la naturaleza humana, disminuida o corrompida por el pecado original, le restituyen la posibilidad de la salvación".

"Pero el problema nace si, en cambio, se admite que no todos los hombres se salven y que al fin de los tiempos existirán aun justos y malvados y, por lo tanto, elegidos y condenados. En este caso, en efecto, nace la pregunta: ¿quién es el que determina la salvación del hombre en particular: el hombre mismo o Dios?".

"Frente a este problema no hay más que dos respuestas posibles y dos son, en verdad, las doctrinas típicas de la gracia:
I) La gracia es determinante, esto es, es Dios mismo quien al conferirla a unos y negarla a otros, determina los hábitos y las disposiciones que harán justo al hombre y lo llevarán a la salvación.
II) La gracia no es determinante, en el sentido de que su concesión por parte de Dios, aun siendo condición necesaria de la salvación, no determina ésta, que exige el concurso del hombre" (Del "Diccionario de Filosofía"-Fondo de Cultura Económica-México 1986).

La postura que supone que los méritos éticos no son necesarios para el acceso a la vida eterna y que sí lo es la gracia de Dios, promueve en el creyente una actitud de alejamiento respecto del interés por los demás seres humanos para centrar todo su interés en los homenajes y adulaciones a Dios, algo propio de las religiones paganas. Por el contrario, el acceso a la vida eterna (si existe) que resulta ser un premio al mérito ético, tiene sentido en el caso de la religión moral.

La figura más destacada, como promotora de la salvación "por la fe", ha sido Lutero. Al respecto leemos: "Martín Lutero se erige como el autor de la doctrina de la justificación por la fe sola, pues de este modo esperaba poder calmar su propia conciencia, que estaba en un estado de gran perturbación, y en consecuencia se refugió detrás de la afirmación de que la necesidad de las buenas obras más allá de la mera fe era del todo una suposición farisaica. Evidentemente esto no le trajo la paz y el bienestar esperados, y al menos no le trajo convicción a su mente; pues muchas veces, en un espíritu de honestidad y buena naturaleza pura, aplaudió las buenas obras, pero las reconoció sólo como concomitantes necesarias, no como disposiciones eficientes, para la justificación. Este fue también el tenor de la interpretación de Calvino (Instituto, III, 11, 19). Lutero se sorprendió al descubrir que por su doctrina sin precedentes estaba en contradicción directa con la Biblia, por lo tanto, rechazó la Epístola de Santiago como "una de paja" y atrevidamente insertó la palabra “sola” en el texto de San Pablo a los Romanos (3,28). Ciertamente, esta falsificación de la Biblia no fue hecha en el espíritu de las enseñanzas del Apóstol, pues San Pablo no enseña en ninguna parte que la fe sola (sin la caridad) traerá la justificación, a pesar de que también debemos aceptar como paulino el texto dado en un contexto diferente, que la fe sobrenatural sola justifica, pero las obras infructuosas de la Ley judía no lo hacen" (De la "Enciclopedia Católica").

domingo, 26 de marzo de 2023

La ciencia económica y las ciencias sociales

Existen dos posturas en cuanto al vínculo que debe existir entre la ciencia económica y el resto de las ciencias sociales. En el primer caso esperamos cierta igualdad "democrática" por la cual todas las ramas de la ciencias sociales juegan el papel de integrantes de un grupo interrelacionado que contempla el conocimiento aportado por el resto de las ramas. En oposición a esta visión aparece la economía como una rama social desvinculada del resto y con sus propias reglas, como es el caso de la praxeología de Ludwig von Mises.

Si se acepta la división entre ciencias formales (lógica y matemática) y ciencias fácticas (el resto), se advierte que la lógica y la matemática son similares a un "esqueleto" sin vida al que se le debe asociar un "cuerpo" para disponer de una rama viva de la ciencia experimental. Las estructuas lógicas y las estructuras matemáticas son formas generalizadas con varias posibilidades de ser vinculadas con la realidad, tarea que llevará a cabo el especialista de las otras ramas de la ciencia. Así, el matemático propone una ecuación diferencial sin aplicación concreta; luego será utilizada por el físico, por el químico, por el ingeniero, por el economista, etc. De ello se desprende que la postura de von Mises de considerar a la praxeología (teoría de la acción) como una ciencia formal (como la lógica y las matemáticas) no parece afortunada.

Este problema metodológico ha sido explicitado por Karl William Kapp, quien escribió: "La relación existente entre las ciencias económicas y otras ciencias de la conducta humana, como la antropología, psicología y sociología, admite dos opiniones básicamente distintas, que dependen del concepto que tenga cada uno respecto a la naturaleza y extensión de las ciencias económicas".

"Si las ciencias económicas son concebidas como una ciencia pura que deduce sus conclusiones teoréticas del análisis lógico de postulados hechos «a priori» (sujeto a una verificación directa mediante la introspección) no podrá servir a ninguna causa útil, tratando de integrar las ciencias económicas con aquellas ciencias del comportamiento humano, que operan con conceptos e hipótesis cuyo valor y contenido está dado por lo menos en cierta parte «a posteriori» y consecuentemente sujeto a la confirmación o refutación indirecta dada por la observación empírica de hechos".

"Esta negación tan explícita de alguna conexión entre las ciencias económicas y las empíricas de la conducta está de acuerdo con las opiniones de aquellos economistas para quienes la economía es la parte central y más importante de la ciencia general de la acción o elección humana (de allí praxeología, la ciencia de la conducta y sus irregularidades, viene de praxis). Así, se expresa Ludwig von Mises en La acción humana: «El objeto de la praxeología es la explicación de la categoría de la actividad humana. Lo único que es necesario para la deducción de teoremas praxeológicos es el conocimiento de la esencia del actuar humano. Es un conocimiento que es nuestro porque somos hombres, ningún ser humano a quien condiciones patológicas lo hayan reducido a una existencia vegetativa deja de tenerlo. Ninguna experiencia especial es necesaria para entender estos teoremas, y ninguna experiencia por más grande que fuera podría exponerlos a un ser que no supiese 'a priori' lo que es la actuación humana. La única manera para conocer estos teoremas es un análisis lógico de nuestro conocimiento inherente a la categoría de la actuación.
Debemos reflexionar sobre la estructura de la actuación humana. Así como la lógica y las matemáticas, el conocimiento praxeológico está en nosotros y no viene de afuera»".

"En otras palabras, una ciencia económica que aspire a una teoría universal del actuar humano, derivada lógicamente de postulados verificados introspectivamente, hace innecesaria y hasta insignificante la tarea de observar la creciente cantidad de conocimientos en la antropología, psicología y otras ciencias de la conducta humana" (De "Direcciones Contemporáneas del Pensamiento Económico" de E. E. Borga-U. N. de La Plata- La Plata 1961).

Una teoría de la acción debe ser esencialmente una teoría de la acción ética. De lo contrario implicaría que la ética necesaria para la economía, y para todas las demás interacciones sociales, vendría implícita en la economía de mercado, como parece ser la creencia de Mises. La praxeología es una teoría de la acción racional, ya que no se fundamenta en aspectos emocionales del comportamiento humano, si bien los considera como consecuencia posterior. Al respecto escribió: “En el marco de la cooperación social brotan, a veces, entre los distintos miembros actuantes, sentimientos de simpatía y amistad y una como sensación de común pertenencia. Tal disposición espiritual viene a ser manantial de placenteras y sublimes experiencias humanas. Dichos sentimientos constituyen precioso aderezo de la vida, elevando la especie animal hombre a la auténtica condición humana. Ahora bien, no fueron, como hubo quien supuso, tales experiencias anímicas las que produjeron las relaciones sociales. Antes al contrario, aquéllas no son más que fruto de la propia cooperación social, y sólo a su amparo medran; ni son anteriores a la aparición de las relaciones sociales ni tampoco semilla de las mismas”.

“En un mundo hipotético, en el cual la división del trabajo no incrementara la productividad, los lazos sociales serían impensables. No habría en él sentimiento alguno de benevolencia o amistad”.

“La praxeología [estudio de la acción humana] no se interesa por los objetivos últimos que la acción pueda perseguir. Sus enseñanzas resultan válidas para todo tipo de actuación, independientemente del fin a que se aspira. Constituye ciencia atinente a los medios; en modo alguno a los fines”. “La sociedad implica acción concertada, cooperación” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Para "convertir" la economía formal de la Escuela Austriaca en economía fáctica, debería partirse de la existencia del proceso autoorganizado constituido por el mercado. Luego, a partir de la Teoría de la Acción ética, de la Psicología social, provendría la actitud que conduce a la cooperación social, tal como es el objetivo planteado por la praxeología de Mises. De esa manera, la economía vendría a ser la rama de la ciencia social que describe el comportamiento humano respecto de los intercambios económicos apuntando a una optimización de los mismos. La Teoría de la Acción ética tiene una validez independiente de la economía, por cuanto las actitudes características, en un momento determinado, son las mismas ya sea que se trate de actos de intercambio o bien de otras interacciones sociales.

jueves, 23 de marzo de 2023

Totalitarismos: Restauración vs. Revolución

Los fundamentos esgrimidos por los principales totalitarismos presentan diferencias, aunque en la práctica sus efectos tienden a ser similares. Así, tenemos a fascistas y nazis que proponen restaurar algo perdido que fue parte del pasado, mientras que los revolucionarios marxistas proponen una sociedad nueva, que nunca antes existió.

El principal problema de los totalitarismos consiste en que limitan y hasta niegan el potencial individual que cada ser humano posee, ya que condenan todo individualismo prohibiendo todo proyecto personal que no tenga el aval del Estado.

Como estrategia para lograr nuestra supervivencia, el proceso evolutivo favorece el surgimiento de una gran variedad de personalidades que conducirán, en libertad, a una gran variedad de especializaciones productivas. Cada uno se dedica a lo que mejor puede hacer y, luego, lo que cada uno produce, podrá llegar a los demás a través de intercambios, que son la base de una economía de mercado. Los estudios psicológicos acerca de las inteligencias múltiples ponen en evidencia estas diferencias entre individuos; diferencias que tienden a beneficiar a toda la humanidad (siempre y cuando no sean anuladas por alguna forma de totalitarismo y colectivismo).

En el planteo implícito en el proceso evolutivo, no aparece el Estado como un intermediario posible, y mucho menos como el objetivo que debe observar cada ser humano. De ahí que los totalitarismos (todo en el Estado) no sólo atentan contra la naturaleza individual humana, sino también contra un principio de supervivencia implícito en las leyes psicológicas que gobiernan nuestras conductas individuales.

Respecto del fascismo, Walter Theimer escribió: "Mussolini se oponía al «absurdo» concepto de la igualdad política entre los hombres y al principio de la mayoría, pero ante todo combatía la teoría de que el objetivo de la sociedad es el bienestar del individuo. A ello opuso el valor absoluto del Estado, concebido como puro elemento de poder. El Estado pretende dominar toda la vida del individuo, y éste tiene ante todo la obligación de servir al Estado".

"En su política exterior, el fascismo representó una tendencia nacionalista y de expansión. Era acentuadamente guerrera y militarista. Invocaba la grandeza de la antigua Roma, y divulgó un mito «latino». Había que oponer el sentido estatal de los romanos al «individualismo germánico», y la misión de Italia era restaurar el Imperio Romano. Cierto rasgo romántico-emocional fue la característica del movimiento. El coraje, la voluntad, la fe, la disciplina se exaltaban como virtudes cardinales, y en cambio no se toleraba la crítica y un juicio independiente" (Del "Diccionario de Política Mundial"-Miguel A. Collia Editor-Buenos Aires 1958).

Adolf Hitler establece una teoría básica cerca del desarrollo de la cultura universal, siendo el fundamento del nazismo. Considera que existen pueblos o razas que crean la cultura, otros que la transmiten y otros que la destruyen. La "contribución" nazi a la cultura universal provendría de la continuidad de un pasado ario creador de la cultura y una tarea "purificadora" de aquellos pueblos destructores de la misma. Para compatibilizar teoría y realidad, los ideólogos totalitarios proceden en forma inversa a los científicos. Mientras el científico modifica su teoría para que sea compatible con la realidad, el ideólogo trata de "cambiar" o de tergiversar la realidad para que sea compatible con la teoría.

Hitler tuvo "delante de sus narices" una prueba evidente de que su teoría, que sugiere que los judíos son un pueblo destructor de la cultura universal, no tenía ni siquiera una mínima veracidad. Heather Pringle escribió: "Sólo entre 1901 y 1939 había habido veintiún científicos y eruditos judíos que habían ganado el premio Nobel, desde Albert Einstein, por su contribución a la física teórica, hasta Otto Loewi, por sus trabajos pioneros sobre la transmisión química de impulsos nerviosos. De hecho, casi el 30% de todos los Premios Nobel alemanes de aquel periodo fueron judíos, y ello a pesar de que estos representaban apenas el 1 por ciento de toda la población alemana" (De "El plan maestro"-Debate-Buenos Aires 2008).

Quien se encarga de las investigaciones históricas y antropológicas sobre el supuesto gran pasado ario fue Heinrich Himmler. La citada autora escribe al respecto: "En 1935 Heinrich Himmler, uno de los jerarcas nazis más poderosos, creó el Ahnenerbe, un instituto de investigación que producía pruebas arqueológicas con fines políticos. Himmler reunió una peculiar combinación de aventureros, místicos y respetables profesores para que le ayudaran a reescribir la historia de la humanidad. Los investigadores realizaron expediciones públicas y misiones secretas en Irak, Finlandia, el Tibet y más allá, con el apoyo absoluto del Tercer Reich".

"Pese a que la guerra y las estrecheces económicas se aproximaban, Heinrich Himmler siguió organizando y financiando estas costosas misiones porque consideraba que la prehistoria necesitaba una profunda revisión. El líder de las SS y arquitecto de los campos de exterminio nazis estaba convencido de que los arqueólogos habían ignorado durante siglos los logros de una raza primigenia de guerreros rubios y con ojos azules: los arios. Himmler creía que los ancestros de los alemanes habían crecido en el árido y helado Ártico, que habían dominado como raza superior e invencible. Según su teoría, solo quedaban restos de esa raza en lugares especiales del mundo. Encontrar a los auténticos arios y eliminar todas las demás razas se convirtió en la piedra angular del proyecto nazi".

La labor de los seguidorees de Karl Marx consistía en realizar toda acción que validara la teoría de su ideólogo, que implicaba una supuesta lucha de clases que sería el "motor de la historia" (aún cuando la mayoría de los seres humanos jamás se haya sentido parte de una clase explotada o de una clase explotadora). Esta vez el fundamento no habría de buscarse en el pasado de manera de restaurar alguna sociedad del pasado, si bien se requería una interpretación al respecto. La fe en la veracidad de la teoría marxista hizo creer que sólo bastaba destruir la sociedad capitalista para que se llegara a la solución de todos los problemas con la nueva sociedad sin clases. La realidad desmintió más de una vez todas las hipótesis marxistas.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Cristianismo y ciencia

En una etapa de severa crisis moral, no resulta raro advertir una paralela crisis intelectual. Esta crisis intelectual se hace evidente, entre otros aspectos, cuando se supone que ciencia y religión son opuestas e incompatibles. Si tenemos presente que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, y que dichas leyes son el objetivo de estudio del científico, pronto podremos vincular tal actividad a la religión en cuanto que el religioso también encuentra en dichas leyes la voluntad de un Creador que las ha impuesto para conformar un orden natural. Al identificar "leyes naturales" con "leyes de Dios", se advierte la cercanía entre ciencia y religión.

Esta cercanía fue advertida, entre otros, por Ernst Mayr, quien escribió: “Prácticamente todos los arquitectos de la revolución científica siguieron siendo devotos cristianos; por eso no debe sorprendernos que el tipo de ciencia que desarrollaron fuera, en muchos aspectos, una ramificación de la fe cristiana. Desde su punto de vista, el mundo había sido creado por Dios y, por lo tanto, no podía ser caótico. Estaba gobernado por Sus leyes, que, puesto que eran leyes divinas, eran universales. Se consideraba que una explicación de un fenómeno o un proceso era sólida si se ajustaba a una de dichas leyes. De este modo se pretendía llegar a un conocimiento claro y absoluto del funcionamiento del cosmos, y con el tiempo sería posible demostrar y predecir todo. Así pues, la tarea de la ciencia de Dios consistía en descubrir aquellas leyes universales para descubrir la verdad universal definitiva encarnada en dichas leyes, y en poner a prueba su veracidad mediante predicciones y experimentos” (De “Así es la biología”-Editorial Debate SA-Madrid 1995).

Convalidando lo anterior, puede afirmarse que gran parte de los fundadores de las principales ramas de la ciencia experimental fueron individuos bastante cercanos al cristianismo. Así es el caso de los fundadores de la mecánica y de la astronomía (Copérnico, Kepler, Galileo, Newton), del electromagnetismo (Ampere, Faraday, Maxwell), de la evolución biológica por selección natural (Darwin) y de la genética (Mendel). También Newton, junto a Gottfried Leibniz y, posteriormente, Augustin Cauchy, son los nombres relevantes del cálculo infinitesimal. Incluso uno de los fundadores de la teoría del universo en expansión, denominada “modelo de Lemaître, Friedmann, Robertson, Walter”, tal el caso de George Lemaître, fue un sacerdote católico. Respecto a su modelo de átomo primitivo, escribió: “El objeto de una teoría cosmogónica es el de buscar las condiciones iniciales idealmente simples de las que ha podido resultar, por medio del juego de las fuerzas físicas conocidas, el mundo actual en toda su complejidad” (De “Cosmogonía”-Editorial Ibero-Americana-Buenos Aires 1948).

La supuesta incompatibilidad entre ciencia y religión aparece, como en el caso Galileo, en cuanto desde la Iglesia Católica olvidan que la Biblia es un libro de contenido ético y que indica "cómo ir al cielo y no cómo es el cielo" (Galileo). Si se interpretan textualmente las diversas simbologías bíblicas, se cae en una irracionalidad total. El fanatismo y la búsqueda de poder sectorial, asociado a las instituciones religiosas, las alejan de la esencial compatibilidad entre ciencia y religión.

El otro aspecto que tiende a diferenciar ciencia y religión implica a las supuestas intervenciones de Dios quien interrumpiría sus propias leyes para beneficiar a los seres humanos (milagros). Si existen leyes naturales o leyes de Dios, deberemos adaptarnos a las mismas. Si, por el contrario, le pedimos a Dios que las interrumpa para beneficiarnos de alguna manera, estaríamos adoptando una actitud en contra de su voluntad creadora.

Existe cierta evidencia de la no intervención de Dios en los acontecimientos humanos cuando advertimos que, con solo cambiar un pequeño detalle, en ciertas circunstancias, Dios podría fácilmente evitar tragedias que afectan la vida de muchas personas. Si no lo hace, se debe seguramente a que no interviene en nuestras vidas cotidianas. De ahí que Cristo dijo: "...porque Dios sabe que os hace falta antes que se lo pidáis".

martes, 21 de marzo de 2023

Rosas y la Revolución de Mayo

El primer gobierno patrio, de 1810, surge favorecido por la caída del gobierno de España ante las tropas de Napoleón. Previo a este acontecimiento, existe un mentalidad favorable a la liberación de la colonia americana respecto de la corona española. De ahí que la caída mencionada haya servido de pretexto para establecer un gobierno patrio supuestamente en favor del Rey de España. Entre quienes interpretan que en realidad la Primera Junta de gobierno asumió el poder motivada por una fidelidad a España, encontramos a Juan Manuel de Rosas, quien escribió: "Estos, Señores, fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo abierto celebrado en esta ciudad el 22 de mayo de 1810, cuyo acto debería grabarse en láminas de oro para honra y gloria eterna del pueblo porteño… pero ¡Ah!… ¡Quién lo hubiera creído! Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y de fidelidad a la Nación Española y a su desgraciado monarca; un acto que ejercido en otros pueblos de España con menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fue interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada…".

Crítica de Juan Bautista Alberdi a la interpretación de Rosas

"Rosas no conoce la historia de su país, o bien la quiere mal; la oscurece, la deprava, la adultera; olvida de intento sus grandes días, sus grandes hechos, y el verdadero espíritu suyo: olvida los grandes nombres, los grandes servicios pasados, todo lo que es pasado; […] para él no es nada la historia de toda la Revolución: «la Restauración» es todo. Deprava la historia en su provecho, prostituye el verdadero carácter de sus hechos, de sus dogmas, de sus designios: lo corrompe todo, todo lo infesta, pasado, presente y porvenir. Hace cuatro años, que en una arenga pública, presentó a la Revolución como un paso de fidelidad, de subordinación colonial hacia la dominación de Fernando VII, y no como una insurrección de libertad y de independencia americana. Dio la espalda a su verdadero sentido, y no vio en Mayo más que el costado parlamentario y diplomático; tomó la superficie por el fondo, y puso en ridículo el primer acontecimiento americano".

(De www.elhistoriador.com.ar)

La ignoracia y la tergiversación de la historia, señalada por Alberdi respecto de Rosas, se advierte en otros tiranos, como Perón, Fidel Castro o los Kirchner. En todos ellos aparece la ridícula pretensión de ser "reiniciadores de la historia", siendo el pasado todo error...

lunes, 20 de marzo de 2023

Argentina 1975

Por Agustín De Beitia

Un documental mostrará cómo se vivía en el país con la izquierda revolucionaria. José D’Angelo cuenta en una entrevista cómo es el filme que está preparando. Su objetivo es retratar la magnitud de la agresión terrorista en la década de 1970 y señalar que esos mismos agresores son los que hoy manejan el relato de los derechos humanos.

El periodista y escritor José D’Angelo ha contribuido con sus libros Mentirás tus muertos y La estafa con los desaparecidos a desmitificar el “relato”, como se conoce a la historia oficial sobre lo sucedido en la década del setenta en nuestro país, que es en definitiva la historia escrita por Montoneros.

Esa versión de los hechos, otrora monolítica, hoy es desafiada y muestra sus fisuras, lo que puede explicar la desesperación con que algunos quieren defenderla a toda costa: por ejemplo, echando mano a la censura, como hemos visto en estos días, para que La estafa con los desaparecidos no pudiera ser presentado en la Biblioteca del Congreso Nacional, con la esperanza de que tampoco se conozcan los fraudes cometidos en nombre de los derechos humanos. Pero la disputa por la historia está lejos de acallarse y en breve se trasladará también al celuloide. Porque después del éxito de la película Argentina 1985, un filme que recupera los relatos sobre el horror de la dictadura, D’Angelo se propuso filmar un documental para exponer lo que queda en un cono de sombra en la cinta de Santiago Mitre, esto es, cómo se vivía en nuestro país diez años antes del juicio a las Juntas. O, en palabras del escritor, para reflexionar sobre “si Caperucita era tan buena” como parece.

El proyecto de filmar un documental histórico, que se titulará precisamente Argentina 1975, lo anunció D’Angelo hace unas pocas semanas y ya se encuentra en plena de fase de desarrollo. La fecha de estreno tentativa de la cinta es durante el mes de julio. “Estamos bien, estamos avanzados”, dice el autor, quien agrega que está en conversaciones con plataformas comerciales para ver por dónde se difundirá.

“Me parecía que se podía aportar algo a la discusión pública o a la agenda pública respecto de estos temas”, dice en alusión a los motivos que lo llevaron a pensar en un filme.

“Es siempre bueno tener varias voces. Y como la película Argentina 1985 tuvo mucha difusión, mucho éxito desde el punto de vista de la taquilla, es positivo que los argentinos podamos reflexionar sobre esos años, diez años antes del juicio a las Juntas”.

-Leí que le gustó la película de Santiago Mitre

-Fui a ver Argentina 1985 dos veces. Me pareció una muy buena película, está muy bien lograda. ¡Hay que mantener la atención del público durante una hora y media en un tema tan árido, tan ríspido! Así que hay muchos logros. Las actuaciones son muy buenas. A mí me llamaron la atención un par de cosas. La primera es que el fiscal (Julio César) Strassera, interpretado por (Ricardo) Darín, emplea en su alegato final -aquel famoso del “nunca más”-, la palabra genocidio para referirse a lo actuado por las Juntas Militares. Yo volví a mi casa, busqué en Youtube el alegato de Strassera, y en ninguno de esos ocho minutos se menciona la palabra genocidio. Entonces ya no me gustó tanto la película. Porque dije: acá hay una tergiversación manifiesta del pasado. Esa palabra genocidio es una palabra muy cara a los intereses de la izquierda revolucionaria que sostiene el relato.

-¿Qué más registró?

-Hay otras cosas que me llamaron la atención. El núcleo de la película son los testimonios sobre las atrocidades de la represión militar a ciudadanos argentinos, pero no se dice ni una sola palabra respecto del peronismo. No es que en el juicio se hubiera dicho eso. Pero el peronismo está ausente. La película quiere mostrar “qué malo que era el lobo”. Pero a los argentinos nos vienen hablando hace 40 años de qué malo era el lobo. ¿Por qué no hablamos de Caperucita? ¿Por qué no contamos qué era Caperucita? Porque no se puede entender un cuento que trata sobre Caperucita y el Lobo si no se explica quién era Caperucita.

-La película Argentina 1985 es, desde el vamos, una historia sesgada.

-Sí, pero yo no me peleo con Argentina 1985. Te diría que le agradezco a Santiago Mitre, por más que hago notar estas cosas, como que tergiversa la historia o no la cuenta completa... Pero le agradezco. Su película viene muy bien. Lo que digo es: Ahora vamos a ver Argentina 1975. Ahora vamos a ver cómo Caperucita, es decir, las guerrillas, llevaban adelante, durante un gobierno constitucional, una campaña militar. Se podrá ver la contratapa de la revista Evita Montonera de abril del 75 que dice, con títulos catástrofe: “Campaña militar de Montoneros. Ejecuciones 17, ametrallamientos 34, detenciones 5, etc. Bajas del enemigo, 31 muertos”. Los argentinos que lo vivimos debemos recordar, y aquellos que no lo vivieron deben saber, cuál era la magnitud de la agresión de los grupos guerrilleros. Acercar esta otra lectura, que le falta a Argentina 1985, va a permitir tener una visión más amplia. Y este no es un tema del pasado sino del presente más absoluto.

-¿Por qué lo dice?

-Porque con el kirchnerismo en el poder o en las cercanías del poder, el pasado nos espera. El eslogan de campaña kirchnerista es: “Cristina está proscripta, luche y vuelve”. Habría que decirles: “eso es el pasado, muchachos. Eso es el setenta. Ustedes están haciendo una apropiación del pasado”. Pero esto es algo para conversar con la clase dirigente no kirchnerista. Porque para los kirchneristas es una religión. Y para los no kirchneristas es como traerles a la memoria la soga de Lenin. Lenin sostenía que cuando se licitara la compra de la soga para colgarlos, ellos iban a pelear en la licitación. Ellos les iban a dar la soga con la que los iban a colgar. Bueno, para la clase dirigente no kirchnerista el mensaje es: ¿cuándo van a terminar con ese contrato leonino, con exclusividad, que mantiene con el poder la izquierda revolucionaria que en los setenta bañó a la Argentina en sangre? ¿Cuándo le van a quitar el manejo del capital simbólico de los derechos humanos y del capital real de los miles de millones de pesos que manejan? Esta es una cifra que no tiene que ver solamente con la secretaría de Derechos Humanos, sino también con otras reparticiones. Todas las cajas del kirchnerismo están hoy en manos de setentistas como (María Fernanda) Raverta, (Andrés) Larroque, (Juan) Cabandié… Entonces, no es un tema del pasado. Es del presente absoluto. Pero esto también es culpa de la supuesta oposición. La supuesta oposición no entendía (y esperemos que ahora lo entienda) que este combustible ideológico que significan los setenta para el kirchnerismo, hay que combatirlo, hay que derrotarlo en la disputa de ideas.

-¿Qué material está usando para su filme?

-Mirá: estoy releyendo el libro 1976, del Tata Yofre, porque provee muchas ideas, mucho armazón para el guion de la película. Porque lo sucedido ese año es la salida de lo que venía ocurriendo en 1975. Yofre cita al escritor Milan Kundera. El dice: “En el 75 todos querían que salgan los militares. Todos”. Pero dice otra cosa que es muy importante: “Para liquidar a las naciones lo primero que se hace es quitarles la memoria, se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe nuevos libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza a olvidar lo que es y lo que ha sido”. Bueno, eso es lo que pasa con los argentinos y es lo que pasa con los Kirchner. En mi vida vi una manipulación tan brutal del pasado reciente, usada como herramienta política. Ha sido uno de los pilares del kirchnerismo la manipulación del pasado. Y nadie le ha disputado ese territorio. ¿El peronismo por qué no lo hace? Recién lo empieza a hacer ahora (Miguel Angel) Pichetto. También Julio Bárbaro. Pero ellos formaban parte o eran cercanos al kirchnerismo en el comienzo.

-Ahora, esto excede al actual gobierno y excede a los Kirchner, que sólo se montaron a una ola que ya existía. Una ola en la que está el periodismo, el cine, el mundo editorial. Pongo solo un ejemplo: la agencia de noticias italiana Ansa publicó un artículo sobre la película Argentina 1985, junto a otras notas sobre los horrores de la dictadura, en el marco de una producción especial por el aniversario de la democracia en nuestro país. Ese es el horizonte de recepción de la película. Pero es que ese es realmente el horizonte de producción de la película. No resulta tan extraña la repercusión que tuvo ni los premios que mereció o la candidatura al Oscar. Porque, más allá de los méritos de la película, hay toda una industria cultural que favorece su difusión.

-Yo no me peleo con eso. No me quiero quedar en la crítica. Yo digo: ¡qué bueno que me vienen a contar el cuento de Caperucita y el Lobo! Hablemos ahora de Caperucita. A mí la película Argentina 1985 me pareció buena. Lo que pasa es que hay que aportar esta otra mirada.

-Ni siquiera es el único caso. Miremos el cine sobre esa época: En retirada, El exilio de Gardel, La historia oficial, La noche de los lápices, El censor, Garaje Olimpo… y así podría seguir. Hay medio centenar de películas con la misma mirada.

-Si, eso es así. Podría yo quejarme, pero prefiero no hacerlo y en cambio preparar un documental. Lo que digo es: es muy buena esta oportunidad para que los argentinos reflexionen sobre lo que fueron las organizaciones político-militares, es decir, la guerrilla, durante el gobierno constitucional peronista. Y para eso voy a invitar a participar del documental a todos los actores de esos años. Desde Isabel Perón hasta el papa Francisco. Desde Firmenich hasta Vaca Narvaja y Perdía. También Carlos Ruckauf, Claudio Escribano de La Nación, monseñor Casareto. Va a contar con el testimonio de Julio González, que fue el secretario de Legal y Técnica de la presidencia de la Nación con Isabel Perón, y con el testimonio de la viuda de López Rega. Va a contar con testimonios interesantes de la Iglesia, de los gremios, de la política, para que describan cómo era vivir en la Argentina en 1975. Es un desafío comunicacional. Lo escribí en mi libro La estafa con los desaparecidos”: “la cantidad de atentados guerrilleros durante el gobierno constitucional peronista en los años 73, 74 y 75, fue abrumadora. Existe un desafío comunicacional aún no satisfecho que de alguna manera permita hacer sentir y entender, vivamente, lo que los argentinos pasamos en aquel período de la historia de nuestro país, fundamentalmente los que por edad no lo experimentaron”. Entonces, es tanto lo que yo tengo para mostrar…

-¿Y qué es lo que contará?

-Espera. Antes te comparto dos apuntes más sobre esa película: Norman Brisky, que hace el papel de un amigo de Strassera, le dice al fiscal: “tu objetivo es la clase media. Tenés que convencer a la clase media”. Esa es la primera cuestión para tomar en cuenta. La segunda es la siguiente. Cuando (Luis) Moreno Ocampo (interpretado por Peter Lanzani) le cuenta a Strassera que tiene un tío militar y más de una vez se refiere a la postura de su madre, que va a misa en la misma iglesia que va Videla, el fiscal, cansado, le dice que no le hable más de la madre, que ellos no la van a convencer. Y entonces arrancan en la película los testimonios de las víctimas, contando lo mal que lo pasaron con la tortura. En medio de esos testimonios, el amigo de Strassera (Brisky) vuelve a reunirse con el fiscal y le dice: “¡Bien! ¡Están logrando atención con emoción!”. Hasta la madre de Moreno Ocampo se termina convenciendo de que fueron malos los militares.

-Dirigirse a la clase media, concitar atención con emoción, son apuntes muy inteligentes...Parecen anotaciones para luego reproducir en un proyecto propio.

-Si, de alguna forma las tengo en cuenta para el documental.

-Hay un axioma muy aceptado de que la derecha debe imitar a la izquierda en su estrategia cultural…

-Debe mirarlas, por lo menos.

-Ese axioma parece sugerir que la izquierda es especialmente hábil y la derecha, dormida. ¿No es simplista ese planteo? ¿No cree usted que, más que con la voluntad, tiene que ver con cómo incide la industrial cultural?

-Bueno, insisto, no me meto en eso. Yo digo: Muchachos, ¿vieron Argentina 1985? Ahora vean Argentina 1975. Estoy trabajando en eso. Yo apunto a la clase política que va a disputar el poder. A la derecha liberal sólo le digo que recuerde la soga de Lenin. Porque ellos le han dado hasta ahora la soga a los tipos que los van a ahorcar. Mi objetivo con esta película es que los argentinos nos preguntemos si los que manejan los derechos humanos en la Argentina son las personas correctas, porque forman parte de esa izquierda revolucionaria que en los setenta intentó tomar el poder con las armas en la mano. Los muchachos que llevaron adelante una campaña militar de Montoneros en un gobierno constitucional y se vanagloriaban de las bajas del enemigo no pueden decirnos qué es la democracia y qué son los derechos humanos.

- ¿Con quién está realizando el filme?

- El director de la película soy yo, pero los realizadores audiovisuales son varios.

- Quedó pendiente decir qué va a mostrar.

- En el documental voy a emplear videos y fotografías de época, animaciones, entrevistas, texto, música, voz en off y probablemente un narrador para ir contando, según un guión, los temas más importantes de esos años. Por ejemplo, un tema que no puede faltar es la amnistía de 1973. Voy a tomarme algunas licencias temporales. No va a ser todo 1975. Porque en realidad lo que yo quiero mostrar es ese período de tres años en donde las izquierdas revolucionarias no dejaron las armas y siguieron con su guerra popular integral y prolongada. Este es el nudo de la película. Es mostrarle al público y hasta preguntarle a la izquierda por qué siguió haciendo eso. Para mí no tiene respuesta. Pero vamos a preguntárselo. Serán diez o doce temas los que trataremos. El tema de la amnistía es muy importante. El público no puede ignorar que los jefes de las organizaciones guerrilleras y todos los otros guerrilleros tuvieron un juicio unos años antes, llevado a cabo por la Cámara Federal Penal, que los persiguió, encarceló, enjuició y condenó, con todas las garantías del derecho y con abogados defensores. Como tampoco pueden desconocer que con la amnistía del nuevo gobierno de Cámpora en el 73 salieron todos a la calle. Por ejemplo: los asesinos de Oberdan Sallustro, presidente de la FIAT Argentina, secuestrado y asesinado, fueron objeto de un proceso que duró un año pero estuvieron sólo un mes en prisión, liberados por la amnistía. ¿Y que hicieron los guerrilleros al salir? Fueron a matar a los jueces que los habían encarcelado. Cuando en la película Argentina 1985 el personaje que hace del juez Arslanian dice “nosotros les vamos a dar a los militares el juicio que no les dieron a los guerrilleros”, miente. Es un invento. Ese es un ejemplo que voy a contar. Otro es el ataque en octubre de 1975 a los cuarteles de Formosa. Quiero poner el testimonio de ese soldado que dice: “A nosotros nos dijeron que eran jóvenes idealistas. Y ellos no entraron con un libro debajo del brazo para explicarnos sus ideas”. Quiero que el espectador sea llevado a medir la magnitud de esa agresión, que fue “criminal, clandestina y cobarde”, como dicen que fue la represión de las Juntas Militares.

(De www.laprensa.com.ar)

domingo, 19 de marzo de 2023

La república y el orden constitucional, en jaque

Por Alberto Benegas Lynch

En este cuadro de situación, la igualdad ante la ley no debe degradarse para convertirse en igualdad mediante la ley donde la guillotina horizontal del igualitarismo hace estragos. Argentina hoy muestra que ha salido muy caro abandonar los principios alberdianos de su Constitución.

Frente al embate constante que viene sufriendo nuestro país en sus instituciones, en la economía y sobre todo en valores morales básicos desde el golpe fascista del 30 y de modo mucho más acentuado desde la revuelta militar del 43, se torna imperioso recapitular y sugerir procedimientos para revertir esta decadencia mayúscula, a contracorriente de los principios alberdianos. Esos principios que hicieron de las hazañas liberales argentinas un ejemplo para el mundo civilizado, cuando los salarios e ingresos del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. La población se duplicaba cada diez años y teníamos los indicadores más relevantes a la par de Estados Unidos.

Es del caso no solo estudiar los textos de Juan Bautista Alberdi y los economistas clásicos que recomienda, sino también repasar los suculentos tratados de Amancio Alcorta, Augusto Montes de Oca, Marco Aurelio Risolía, Segundo Linares Quintana, Gregorio Badeni y Juan González Calderón. Este último autor, en Curso de derecho constitucional, subraya que los demócratas de los números ni de números entienden, pues parten de dos ecuaciones falsas en el proceso electoral: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%. También, este constitucionalista escribió en No hay justicia sin libertad sobre el peronismo que “había abolido, como es de público y completo conocimiento, todos los derechos individuales, todas las libertades cívicas, toda manifestación de cultura, toda posibilidad de emitir otra voz que no fuese la del sátrapa instalado en la Casa de Gobierno con la suma del poder, coreada por sus obsecuentes”.

La pobreza moral y material es el resultado indefectible de todo estatismo, no hace falta más que mirar lo que ocurre cualquiera sea el lugar geográfico donde se aplican esas recetas empobrecedoras. Entonces se requieren medidas concretas para retomar los fundamentos de una sociedad abierta que nunca debimos dejar de lado. No se trata de enredarse en asuntos circunstanciales de coyuntura ni en trifulcas de alcoba, sino de adoptar políticas de fondo sin rodeos. Para este artículo me limito a mencionar cuatro capítulos y una conclusión general.

Estas sugerencias pueden parecer descabelladas, dada la hecatombe en que estamos inmersos, pero si lo que sigue no es aceptado, deben sugerirse otras medidas de fondo y eludir disquisiciones más o menos inútiles sobre resultados en las urnas, en lugar de proponer medidas de sustancia para salir de la cleptocracia y retomar los valores democráticos, como han explicado los Giovanni Sartori de nuestra época. Es cierto que deben obtenerse consensos para lograr el cometido, pero antes de pensar en eso es muy relevante discutir sobre cambios imprescindibles para salir cuanto antes del atolladero. Recordemos que John Stuart Mill sostenía: “Toda buena idea pasa por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”.

Primero, respecto del federalismo. Como es sabido, alardeamos de federalistas, pero contamos con un sistema marcadamente unitario. El aspecto medular consiste en destacar que son las provincias las que constituyen la nación y no es el gobierno central el que la constituye. Por tanto, en lugar de la billetera y el látigo actual que en nada se condicen con el federalismo, al igual que en la experiencia original estadounidense, debieran ser las provincias las que coparticipen al gobierno central al solo efecto de financiar la Justicia Federal, relaciones exteriores y defensa. Independientemente de las características de los gobernantes provinciales, estarán sometidos a fuertes incentivos en cuanto a estar precavidos de que la población no se mude a otras jurisdicciones que en competencia resulten más atractivas y, al mismo tiempo, contar con impuestos para financiar un gasto público razonable para atraer inversiones.

Segundo, tal como ha propuesto el premio Nobel Friedrich Hayek en Derecho, legislación y libertad, modificar las condiciones del Poder Legislativo en cuanto a la inconveniencia de las reelecciones y temas a tratar por parte de ambas cámaras, a lo que se adiciona que la labor sea de tiempo parcial, a los efectos de que los congresistas conozcan lo que significa trabajar en el sector privado y para que no hagan de su tarea un negocio.

Tercero, el jurista Bruno Leoni en La libertad y la ley enfatiza la importancia de incluir en el Poder Judicial sin limitación de ninguna naturaleza el funcionamiento de árbitros privados para poner en primer plano el proceso de descubrimiento del derecho con fallos en competencia, en lugar de concebirlo como el resultado de ingeniería social o diseño.

Y cuarto, para el Poder Ejecutivo, volver a considerar lo que se debatió en la Asamblea Constituyente de Filadelfia: que sea un poder colegiado de tres miembros, al efecto de minimizar el presidencialismo, donde sólo en caso de guerra por turno gobierna uno de sus miembros. También es posible adoptar para el Ejecutivo el consejo de Montesquieu en El espíritu de las leyes: “El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia”. Con este mecanismo pasan completamente a segundo lugar las personas para, en cambio, resaltar las instituciones fuertes como defensa de los derechos de la gente. Como ha puntualizado Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, cuando refuta la idea de Platón del “filósofo rey” destaca el rol institucional “para que el gobierno haga el menor daño posible”.

Finalmente, la conclusión general se refiere a la necesaria y urgente comprensión del concepto de Justicia como “dar a cada uno lo suyo”, y “lo suyo” remite a la propiedad privada, sin la cual no es posible asignar los siempre escasos factores productivos en un contexto de derroche que perjudica a todos, pero muy especialmente a los más vulnerables. En este cuadro de situación, la igualdad ante la ley no debe degradarse para convertirse en igualdad mediante la ley donde la guillotina horizontal del igualitarismo hace estragos. Los precios son el resultado de transacciones de derechos de propiedad, si se afecta lo uno o lo otro, se amputan señales para operar.

Afortunadamente, todos los humanos somos desiguales desde el punto de vista anatómico, bioquímico y sobre todo psicológico, lo cual hace posibles la cooperación social y la división del trabajo. El igualitarismo convertiría la misma conversación en un tedio insoportable, puesto que sería como hablar con el espejo.

El llamado redistribucionismo significa que el gobierno vuelve a distribuir por la fuerza en direcciones distintas de lo que votó pacíficamente la gente con base en sus necesidades y preferencias en los supermercados y afines. Otra de las razones del igualitarismo es la errada noción de que la riqueza es algo estático, y por tanto se la mira en el contexto de la teoría de la suma cero: lo que tiene uno es porque otro no lo tiene, sin percatarse de que la riqueza es un concepto dinámico. En esto poco tienen que ver los recursos naturales, puesto que hay continentes como el africano, que cuenta con los mayores recursos naturales del planeta y, sin embargo, las hambrunas y las pestes lo acechan en casi todo su extenso territorio, mientras que hay otras regiones como la japonesa, donde solo el 20% es habitable, pero tiene un alto nivel de vida.

(De panampost.com)

Observancia de defectos propios vs Defectos ajenos

Entre las diversas facetas del comportamiento humano encontramos una muy importante, y es el caso de la observancia de los defectos humanos. Si bien se recomienda "no juzgar" a los demás, como lo sugiere la Biblia, necesariamente debemos observar los posibles defectos de aquellas personas en quienes hemos de confiar, especialmente cuando se trata de alguna vinculación comercial o laboral. Quien confía ciegamente en los demás, despreocupándose de advertir defectos ajenos, posiblemente sufrirá varios desengaños y será víctima de muchas estafas.

Ante esta necesidad que nos impone el hecho de vivir en una sociedad integrada por personas con virtudes y defectos, son muchos los que dedican gran parte de su tiempo y de sus pensamientos en advertir defectos ajenos sin apenas preocuparse por sus propios defectos. De ahí la absurda tendencia mayoritaria de querer mejorar o "arreglar" a los demás sin antes intentarlo con uno mismo.

Es muy difícil la mejora ética propia originada en otras personas, si bien es importante escuchar críticas sobre nuestra conducta, ya que es la forma en que podemos advertir nuestros errores. Los llamados de atención deben hacernos reflexionar sobre los efectos que nuestra actitud provoca en los demás.

La actitud errónea de observar sólo los defectos ajenos y nunca los propios, se advierte también en las preferencias políticas y religiosas. Así, es muy común que el partidario de una tendencia determinada sólo se preocupe por conocer y divulgar los defectos de sus opositores, sin apenas intentar detectar los errores de su propio sector.

Un claro ejemplo de esta actitud lo encontramos en líderes socialistas como Fidel Castro. Luego de la caída del muro de Berlín y del carcelario régimen implantado en la Unión Soviética, sólo a personas muy enceguecidas se les ocurriría decir que los líderes socialistas "liberaron" a sus pueblos y que por ello pasarían a la historia como "libertadores". Ives Guilbert escribió: "Al tomar el poder, el hombre de la Sierra, que se identificaba con Martí, quedo persuadido de su importancia histórica. Su ambición rebasó el marco insular. La gran isla antillana no le bastó como pedestal para la colosal estatua que quería legar a la posteridad. Libertador de Cuba, quiso ser libertador de toda Iberoamérica. Su éxito, y la popularidad de que gozaba en Cuba, le embriagaron. Le embriagó también el entusiasmo que suscitó en el continente hispanoamericano".

"Un viento de libertad sopla en efecto en todas las repúblicas de América Central y de América del Sur. En algunos años, como un gigsntesco juego de exterminio, la mayor parte de las dictaduras iberoamericanas han sido derrocadas. Ni Perón, en la Argentina, ni Odria en el Perú, ni Rojas Pinilla o Péres Jiménez en Colombia y Venezuela, han podido resistir la corriente libertadora. Ninguna de estas dictaduras cayó, sin embargo, como la de Batista, por la heroica y novelesca lucha de un ejército de jóvenes guerrilleros. La originalidad de esta lucha provocó una simpatía unánime en las repúblicas hermanas, y Castro se imaginó ser el hombre predestinado para simbolizar el ideal de libertad de todo un continente. Apenas instalado en el poder, quiso calzar las botas de Bolívar" (De "El «infidel» Castro"-Plaza y Janés SA Editores-Barcelona 1961).

Mientras que la tendencia a observar sólo los defectos ajenos es un síntoma de egoísmo y de un predominante espíritu competitivo, la tendencia a observar con interés los defectos propios es un síntoma positivo en quienes buscan una mejora personal que los hará aptos para la vida en sociedad, cuya principal fortaleza radica en la cooperación social de personas que han vencido sus propios egoísmos, o los han limitado a "valores normales".

viernes, 17 de marzo de 2023

La "libertad de expresión" durante el peronismo

En las sociedades democráticas existe la posibilidad de opinar sobre aquellos aspectos que involucran a todo integrante de la sociedad. Así, es lícito criticar a la religión, aun cuando quien critica no sea parte de ninguna iglesia, ya que previamente los sectores religiosos emitieron sus prédicas y opiniones en la sociedad de la que aquel es, justamente, un integrante.

En las sociedades totalitarias, por el contrario, el gobernante tiene derecho a expresarse con libertad mientras que el ciudadano común podrá ser juzgado severamente si emite alguna opinión que no sea del agrado del gobernante. El caso más conocido es el del escritor Alexander Solyenitzin. Al respecto leemos: "Solyenitzin sirvió en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial y, en las últimas semanas del conflicto bélico, fue arrestado por escribir lo que denominó «ciertos comentarios irrespetuosos» sobre Stalin en una carta dirigida a un amigo. Pasó siete años en un campo de trabajo en la estéril estepa de Kazakhstán y otros tres años de exilio en Asia Central" (De www.lanacion.com.ar).

También durante el régimen totalitario peronista, el líder y sus seguidores podían emitir descalificaciones y agravios a los "enemigos de la patria", mientras que éstos deberían quedarse callados ante el riesgo de ser detenidos por la policía y encarcelados posteriormente, como fue el caso de la escritora Victoria Ocampo, encarcelada durante casi un mes por el hecho de ser opositora al régimen.

Ovidio Lagos escribe sobre su madre, que estuvo detenida por silbar en un cine en el momento en que en un noticiero aparecía Perón. Escribió al respecto: "Ya en 1947 el régimen peronista comenzaba a mostrar su espíritu totalitario, y tanto la clase alta como la clase media sintieron la irritación que producían las formas -más que la ideología- producto del gobierno de Juan Perón y de su mujer, María Eva Duarte, que pronto sería Evita".

"El pronóstico que se cernía sobre el futuro es ominoso. Ese segmento no estaba acostumbrado a gabinetes integrados por desconocidos, a una creciente propaganda que comenzaba a asemejarse peligrosamente al fascismo italiano, y a un poder gremial que se consolidaba día a día. Pero aún faltaba mucho por ver".

"Inesperadamente, mi madre apareció en el diario La Razón. El título de la nota decía: «Tres señoras detenidas en un cine por silbar al Presidente». Apenas fue liberada, lo consideró poco menos que una gesta, aunque en realidad se trató de una comedia que denotó su poca paciencia de las épocas que se avecinaban".

"Aquella tarde de julio de 1947, lanzaría su primer desafío antiperonista. Veamos. Sucesos Argentinos era el obligado noticiario que se proyectaba antes de la película principal y mirado desde la perspectiva actual constituía un perfecto ejemplo del kitsch y del candor político".

"La propaganda en el celuloide del régimen de Juan Domingo Perón -básicamente inauguración de obras públicas y actos oficiales- era la esencia de su contenido, aun cuando admitía algunas notas «de color»; por ejemplo, una doma de potros en San Antonio de Areco. La voz del locutor y los textos inverosímiles se convirtieron en una suerte de marca registrada".

"No bien comenzada la proyección, aparecieron las imágenes de Perón visitando la Exposición Rural de Palermo, momento que eligieron estas tres señoras para emitir estridentes silbidos. Cuando se mostraba un toro, en cambio, aplaudían con desbordado entusiasmo...Lo que nunca imaginaron estas reactivas adolescentes tardías es que tres hombres vestidos de civil se les aproximarían".

"-Señoras, están detenidas- sentenciaron".

"Poco después llegaron a la Comisaría 1era donde las recibieron el comisario y un ayudante, que les preguntó sus nombres. Estuvieron más desafiantes cuando se les preguntó por su profesión".

"-Oligarcas- respondieron al unísono".

"El comisario atinó -sabiamente- a aconsejarles que cambiaran su «profesión», ya que, si no lo hacían, la de «oligarcas» quedaría asentada en sus prontuarios. Pero las señoras eran obstinadas...".

"El comisario no se equivocó: cinco años después, en 1952, cuando mi madre intentó viajar conmigo a Punta del Este, el gobierno exigía pasaporte, y se lo negaron por aquella declaración en la Comisaría 1era" (De "Una mujer irreverente"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2011).

Finalmente, gracias a un militar amigo, peronista, pudo obtener su pasaporte y viajar. Es oportuno mencionar un hecho innegable; que los peronistas odiaban a la "oligarquía" porque en realidad querían estar en esa posición social. Al respecto escribió: "Como es habitual en la Argentina, varias fortunas nacen al calor de la política y el gobierno peronista no fue la excepción. A esta clase social que, curiosamente, aspiraba a asemejarse a la aristocracia y no al pueblo, se los llamó jerarcas...Se desvivían por hacerse amigos de los oligarcas".