domingo, 28 de junio de 2020

España y la generación del 98

A fines del siglo XIX, España es derrotada militarmente por EEUU y pierde su dominio sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Asociada a una situación de decadencia, surgen dos posturas extremas. Por una parte, el sector gobernante que trata de encubrir la situación recurriendo a glorias pasadas para mantener su poder y sus privilegios; por otra parte, surge un grupo de escritores, la denominada "generación del 98" que se caracteriza por criticar los defectos observados en la sociedad española en vista a establecer una mejora ante la decadencia que se advierte. Pedro Laín Entralgo escribe al respecto: "La miopía de los que se obstinan en hacer interpretaciones gruesas del pasado ha construido, a la vista de este suceso, una inducción tan rápida como errónea: tan agria repulsa de vida española -piensan y dicen- no puede proceder sino de una destacada hostilidad contra España misma y contra la historia de España".

"A esta burda o maligna tesis polémica conviene oponer otra, menos tosca y más acorde con la verdad: los mozos del 98 critican con literaria ferocidad la vida española circundante, pero es crítica feroz -el adjetivo es del propio Azorín- tiene como supuesto su entrañable amor a España. ¿A qué España?...Por ahora me limitaré a dar una respuesta perogrullesca: amaban a una España distinta de la que contemplaban; amaban a España porque no les gustaba la que veían, movidos por una evidente y utópica «voluntad de perfección». El problema del historiador consiste, justamente, en precisar la idea que ellos tuvieron de esa «perfección»".

"Por obra de la condición creyente y soñadora de los hombres, el patriotismo consiste siempre en amar una determinada idea histórica de la patria. Uno no ama todas las Españas históricamente posibles -rojas, azules, blancas o amarillas-, sino tan sólo a las que se aproximan más o menos a la imagen utópica de la España perfecta que como modelo y patrón de su patriotismo tiene en su alma. ¿Qué tendría de «amable», por ejemplo, para un patriota católico una España hispaniparlante hecha según el gusto de los comunistas españoles? No perdamos de vista esta elemental consideración ante el problema que nos plantea el innegable amor a España de los hombres del 98".

"Todos ellos aman a España y a su cultivada condición de españoles. No en vano nacieron todos en el siglo inventor y exaltador del patriotismo español. «Soy español -escribió Unamuno-, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión u oficio»; y la expresión «me duele España», tan personalmente suya, ha quedado como un amargo tópico en nuestro lenguaje cotidiano" (De "La generación del noventa y ocho"-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1967).

La situación de decadencia, de crítica o de encubrimiento posterior, se ha repetido en otros países y en otras épocas. De ahí que deberíamos los argentinos tener presentes esas experiencias para intentar emerger de la decadencia que "hemos sabido conseguir". C. L. Zulberger escribió respecto de la decadencia de Gran Bretaña: "Este país entró siendo rico en la Segunda Guerra Mundial. Era entonces una superpotencia imperial, y si bien salió de ella victorioso pronto se sintió pobre y debilitado. En momentos de necesidad descubrió que tenía pocas reservas de qué echar mano, excepción hecha de su honor y tradición. Por eso durante los últimos años hubo una incomprensible tendencia a no aceptar esa desagradable verdad. Ningún partido mayoritario, cuando estuvo en el poder, miró de frente la realidad. Hubo más recuerdos del pasado que fuerza para pensar en el futuro".

Por otra parte, el inglés A. P Snow expresó: "Más a menudo de lo que yo hubiera querido me entristece un mito histórico. No importa que el mito sea o no verdad. Para mí es doloroso. No puedo evitar el pensar en el último medio siglo de la República de Venecia. Como nosotros, los venecianos habían sido en un tiempo fabulosamente afortunados. Se habían enriquecido, como nosotros, accidentalmente. Igual que nosotros, habían alcanzado una gran habilidad política. Muchos de ellos eran tenaces, realistas, patriotas. Sabían, como ahora lo sabemos nosotros, que la corriente de la historia había empezado a ponerse contra ellos, y los más perspicaces se dedicaron a hallar la manera de salir adelante. Pero para conseguirlo era necesario romper el anquilosado esquema. Y descubrieron que tenían apego a ese esquema, como lo tenemos nosotros al nuestro. Nunca tuvieron bastante fuerza de voluntad para romperlo" (Citas de "La generación del 98" de José Blanco Amor-Falbo Editor-Buenos Aires 1966).

Las críticas a gobernantes y pueblo resultan desoídas, al menos lo suficiente para evitar la tragedia de la Guerra Civil que afectaría después a España. José Blanco Amor escribe al respecto: "Todo fue inútil. Los españoles de principios de siglo no quisieron enterarse de que el Estado había entrado en el ocaso de su grandeza. No les dio la gana de enterarse, y muchos han muerto convencidos de que nada decisivo había ocurrido en el orden nacional. Algunos no se enteraron todavía hoy".

"El pasado era un magnífico refugio, idealizado por la historia, la poesía y el heroísmo, y en él encontraban consuelo los tormentos. El ejemplo de esta actitud venía de arriba. Los políticos jugaban a turnarse en el poder. No se interesaban en los problemas más importantes de la hora, ni mucho menos intentaban alguna reforma que significara abolir los estamentos jurídicos y sociales de un Estado imperial sin imperio".

"Una generación se caracteriza siempre porque adopta una actitud determinada frente a un problema o a un conjunto de problemas determinados. La generación del 98 fue inconformista y crítica frente a lo que se llamó el problema de España. En esa posición estaban Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Jacinto Benavente y algunos otros que después tomaron caminos diversos".

"El mismo espíritu crítico y la misma actitud revulsiva adoptó la generación que los siguió, y muy especialmente algunas personalidades de excepción que se destacaron en ella: Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala, Manuel Azaña. Estos cuatro vienen después como sistematizadores de los algunos temas que tomó como propios la generación del 98, sin que esto signifique ignorar el camino individual de cada uno".

"Ellos fueron iracundos, pero no demagogos. Nunca tuvieron la pretensión de galvanizar a grandes sectores de la opinión pública para volcarlos al servicio de una causa revolucionaria. Supieron llegar a todos sin dirigirse particularmente a nadie".

"Estos hombres hablaron, escribieron y pintaron cada uno desde su instante histórico para subrayar una vieja antinomia de la vida española: no había conexión entre pueblo y Estado. Esa antinomia adquiriría, según los casos, formas trágicas o pintorescas. Trágicas eran las guerras carlistas y pintorescos los pronunciamientos militares. Decadencia, apocamiento, falta de iniciativa, desinterés del Estado para poner al país en un pie de igualdad con los oropeles políticos, dinásticos y guerreros".

"Había dos Españas: una vivía de una grandeza que no se inspiraba en la verdad de la nación y otra era esa verdad misma en su esencia escueta".

Los diversos problemas sociales se repiten en distintas épocas y países, de ahi que debamos conocer los aciertos y los errores cometidos por otros para sacar algún provecho de ello. El sector político argentino toma como ejemplo al pacto de la Moncloa, algo difícil de reeditar en nuestro país dada la irresponsabilidad y la incapacidad de gran parte de los políticos. Por el contrario, debería antes mirarse el esfuerzo de la generación del 98 acentuando un resurgimiento ético que tanta falta le hace al sector político y al pueblo en general.

jueves, 25 de junio de 2020

Simbologías, arte y realismo socialista

El conocimiento se establece a través de una interacción entre simbologías y realidad, siendo las simbologías productos de la mente mientras que la realidad se caracteriza por leyes naturales que la rigen. Aunque no son pocos los individuos que asocian la existencia de leyes naturales invariantes a un riguroso determinismo que imposibilitaría toda libertad de elección, debe tenerse presente que todo lo existente ha sido construido en base a una evolución cósmica que condujo, a partir de partículas fundamentales, a conformar átomos, luego moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente.

Así como las breves reglas de juego del ajedrez permiten la realización de infinidad de partidas, cada una distinta de las demás, las leyes naturales invariantes permiten la existencia, el cambio y la diversidad que constituye la compleja realidad que se presenta ante nosotros.

En el caso de la ciencia experimental, puede tomarse como ejemplo la actividad del físico teórico que establece una hipótesis utilizando simbologías tales como imágenes mentales, palabras y entes matemáticos. Luego, trata de verificar la compatibilidad de su propuesta descriptiva con la realidad. Si existe compatibilidad, se acepta su hipótesis. De lo contrario se la rechaza, o bien se la trata de modificar hasta que concuerde con la realidad. Esto constituye el método de "prueba y error", advirtiéndose que no existe oposición o incompatibilidad permanente entre simbologías y realidad.

Por el contrario, especialmente en religión, las simbologías tienden a reemplazar la realidad en la mente del creyente. Ello se debe a que los Libros Sagrados, como la Biblia, escritos hace miles de años, difundían sus mensajes entre gente que no sabía leer, por lo que se recurría a simbolismos en forma permanente. Luego, gran parte de los adeptos, aún en la actualidad, no distingue entre simbología y realidad, por lo cual interpreta que simbología y realidad son la misma cosa, llegando a planteos absurdos y debilitando la utilidad de la religión.

La creencia en lo sobrenatural, un mundo paralelo supuestamente no regido por leyes naturales ni por ley alguna, genera muchas veces cierto enajenamiento mental que llega al extremo de admitir el "todo vale" y del subjetivismo total por cuanto se pierde toda referencia con la realidad. Toda postura que rechace el mundo real, con sus leyes naturales, resulta esencialmente antirreligiosa por cuanto rechaza la obra del Dios al que previamente se ha considerado.

La ética cristiana resulta compatible con las leyes naturales, o leyes de Dios, lo que constituye el requisito principal que debe cumplir toda religión que pretenda ser verdadera, ya que la verdad no es otra cosa que la compatibilidad entre una descripción simbólica y la realidad descrita. Tal compatibilidad se advierte en la admisión de la empatía emocional como base de dicha ética, con la posterior recomendación de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias como predisposición permanente a adoptar.

Siendo el arte esencialmente un conjunto de simbologías utilizado para la transmisión de emociones y conocimientos, no resulta raro que en muchas ocasiones haya sido utilizado para transmitir, no la realidad, sino una ideología que reemplaza la realidad, tal el caso del "realismo socialista". Alberto Moravia escribió: "Los críticos comunistas suelen oponer entre sí el arte por el arte y el arte partidista. En realidad, este contraste no existe, y ni el uno ni el otro pueden considerarse expresiones sanas y directas de una sociedad determinada. El arte sano y directo nace del encuentro en plano de paridad entre la sociedad y el artista. Este encuentro podemos comprobarlo en todos los escritores clásicos de las grandes épocas del arte. En cambio, el arte por el arte y el arte de propaganda evitan tal encuentro, el primero por orgullo y el segundo por espíritu de atropello. En suma, los dos se abstraen de la realidad, la que, en cambio, requiere estudio, paciencia, humildad, sinceridad, sentido de la verdad, desinterés. En este sentido, el abstractismo y el realismo socialista, ambos infantiles e impotentes, se equivalen".

"El problema de la realidad para un Estado que pretenda poseer la verdad en virtud de su ideología, se plantea de modo muy simple: es real todo lo que responde a tal ideología; irreal, o sea irracional, o sea negativo, todo lo que la contradice. En suma, un artista que no sea del agrado del Estado se evade de la realidad, aventura terrible, que por ahora sólo ha sido intentada por las novelas que tratan de tiempos futuros. El mal consiste en que con frecuencia el artista está perfectamente en la realidad, y en cambio el Estado se ha evadido de ella. Pero para hacer que un artista vuelva a entrar en la realidad basta una crítica desfavorable publicada en un diario oficial. En cambio, para hacer que un Estado vuelva a entrar en la realidad, no se necesita menos que una revolución".

"Desde el momento en que el realismo socialista o cualquier otra estética parecida se convierte en una cuestión de Estado, es de temer que se vea obligado a obedecer a las normas que rigen para las cuestiones de Estado; o sea, que se convierta en un asunto de burocracia, de reglamentos, de infracciones, de conformidad, de controles y de autoridad. Lo que no puede menos que ocasionar, precisamente, una grave limitación de la autonomía que, aunque sea relativa, consideramos indispensable para el arte".

"Adanov dijo, entre otras cosas, en un discurso: «Representar las nuevas virtudes de los hombres soviéticos, mostrar a nuestro pueblo no solamente lo que es hoy sino también lo que llegará a ser mañana: he aquí la tarea del escritor soviético honesto. El escritor no debe dejarse arrastrar por los acontecimientos, debe marchar a la vanguardia del pueblo y señalarle el camino de su desarrollo». He aquí, en pocas palabras, una buena definición del arte de propaganda, el que, en efecto, no representa a los hombres tales como son, sino como deberían ser, no trata de las cosas presentes, sino de las que indudablemente vendrán y, en suma, no describe el reino de esta tierra, sino el reino de los cielos. Decimos esto para subrayar el carácter edificante de tal arte, su parentesco con la profecía y el vaticinio. Pero raramente la propaganda llega a ser poesía; le falta, para poder serlo, la dimensión de la memoria".

"Asombra que ciertos escritores y críticos de occidente, de fe marxista, defiendan el arte de los países orientales que, según muchos opinan, sólo deberían juzgar severamente. Y, en estos casos, se habla de disciplina de partido. Sin embargo, nosotros creemos que se trata de un intercambio, que se ha producido en el fondo del ánimo, entre la ideología y la realidad. Para los comunistas la ideología es la realidad, y eso que la gente común llama realidad no es nada. Si la realidad no da la razón a la ideología, peor para la realidad".

"No podríamos censurar a aquellos escritores y críticos comunistas, por lo menos desde un punto de vista psicológico. Por lo general, el intercambio, la substitución, ha ocurrido en ellos en condiciones dramáticas como son, en definitiva, las de todas las conversiones. En tales momentos, la ideología es verdaderamente la realidad; y, si no lo es, la conversión no puede tener lugar. Más tarde, ante el arte, como ante cualquier otra manifestación o actividad humana, lo que ocurrió con desgarramiento y dolor en el tiempo de la conversión, se repite fácilmente, de manera casi automática" (De "El hombre como fin"-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1967).

domingo, 21 de junio de 2020

Principio de placer vs. Principio de felicidad

Es posible distinguir dos tendencias principales que apuntan hacia la búsqueda de la felicidad; que es el objetivo común de todos, o casi todos, los seres humanos. Algunos responden al llamado del "principio de placer" suponiendo que los goces y las comodidades del cuerpo implicarán el mejor camino hacia tal objetivo; otros responden al llamado del "principio de felicidad", suponiendo acertadamente que los vínculos afectivos son el camino que el orden natural nos exige transitar para arribar a mayores grados de felicidad.

Los primeros, motivados por el egoísmo, relegan la moral a un segundo plano, ya que la ética natural se basa esencialmente en la empatía emocional, que poco tienen en cuenta. Los segundos, por el contrario, interpretan que la supervivencia de la humanidad se logrará cumpliendo con la exigencia de que la felicidad individual se ha de lograr simultáneamente con la felicidad de los demás, admitiendo la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.

Estas dos formas extremas de afrontar la vida fueron consideradas por Sören Kierkegaard en su libro "Estética y Ética. En la formación de la personalidad". Al respecto, Carlos Goñi escribió: "El hombre estético vive de la inmediatez, busca el instante placentero, es hedonista, está pegado a las cosas, no se compromete con nada ni con nadie. Pero desespera necesariamente ante la imposibilidad de encontrar la eternidad en el instante. La única forma de huir del tedio, la inquietud y la inestabilidad propios de esta esfera es optar por una vida ética auténtica".

"El hombre ético, en cambio, está instalado en lo general: actúa como todo el mundo, es el hombre del compromiso matrimonial. El matrimonio refleja claramente esta esfera en que se recupera la sensibilidad estética en un orden más elevado y racional, representa la realización concreta del ideal ético, donde las demandas estéticas legítimas pueden ser llevadas a su plenitud. La existencia ética aporta a la esfera estética un bien del que ésta carecía: la libertad. El hombre auténticamente libre no es el esteta, que vive esclavizado por los placeres, sino el ético, que es capaz de escoger responsablemente" (De "Las narices de los filósofos"-Editorial Ariel SA-Barcelona 2008).

Para tener una idea de los porcentajes de ambos tipos de personas, es decir, de aquellos orientados por el principio de placer y por el de felicidad, podemos vincularla a quienes están a favor de la despenalización del aborto y de quienes no. Para los primeros, la comodidad y el placer individual es la meta superior que no debe ser impedida por nada, incluso al costo de eliminar una vida en gestación que, se supone, será una carga inoportuna para la vida futura. Para los segundos, que basan sus vidas en la empatía emocional, les resulta aberrante un acto como el que se pretende legalizar. Como mucha gente supone que es "bueno" todo lo que la ley humana permite, tal despenalización actúa como una señal que termina promoviendo el aborto. La solución del conflicto, propuesta por el sector ético, es la conversión de los estéticos a su sector.

Llevando las cosas al extremo, puede decirse que el hombre estético pareciera tener solamente sexo, antes que alma, ya que orienta su vida en función exclusiva del placer sexual, considerando como "bueno" todo lo que favorece el logro de su objetivo y "malo" lo que lo impide. El hombre estético traduce toda incomodidad en sufrimiento, por lo que es intolerante ante los pequeños inconvenientes de la vida cotidiana. Además, su capacidad para tolerar o soportar el sufrimiento, es mínima. Pero el mayor inconveniente que presenta es el de carecer de ética, por cuanto centra toda su atención en su propia persona y en su propio cuerpo, ignorando completamente a quienes le rodean y desinteresándose por todo lo que al prójimo le pueda suceder.

Cuando se habla de "conversión religiosa", generalmente se la asocia a la creencia en Dios o a cuestiones de tipo cognitivo o filosófico, mientras que lo esencial es el paso de la vida estética a la vida ética. Éste ha sido el caso de quienes conocieron la frivolidad de la vida estética, con sus ventajas y desventajas, hasta adoptar una vida ética, como fue el caso de San Francisco de Asís, de Blaise Pascal, de Sören Kierkegaard, entre otros.

En el caso de San Francisco, sin embargo, se advierte una tendencia hacia el rechazo exagerado de lo estético, en el sentido considerado. La voluntaria pobreza extrema, proviene de la aversión de las riquezas y las comodidades del cuerpo, que vuelven a tener una importancia vital, aunque esta vez para desdeñarlas. Por el contrario, la vida ética no necesariamente se establece renunciando a toda forma de placer, sino ubicándolo como complemento de lo afectivo o lo emocional.

Puede hacerse una analogía con el caso de un fabricante que, en lugar de mostrar los atributos de sus productos, se dedica principalmente a denigrar los productos de la competencia. De esta manera, poco mérito tendrá por haber superado a una competencia ineficaz. El buen empresario, por el contrario, se dedica intensamente a mejorar sus productos. En el caso religioso, quienes hacen ostentación de renuncias y sacrificios, no promueven la vida ética tanto como denigran la vida estética.

La vida estética se caracteriza por la ausencia de valores personales, como los que conducen al heroísmo, el buen ejemplo, la previsión del futuro, la responsabilidad social, etc. De ahí que toda sociedad en decadencia presente un neto predominio de la búsqueda de placer y comodidades del cuerpo por encima de la búsqueda de satisfacciones morales, que son las que surgen de los aspectos emocionales del ser humano.

El síntoma evidente de esta decadencia es la tendencia a lograr el embellecimiento del cuerpo dejando de lado el embellecimiento interior, es decir, deberían ser dos objetivos similarmente importantes. Si existe un objetivo concreto que nos brinde un sentido de la vida, éste ha de ser el de la construcción de una personalidad orientada hacia una vida ética. Sylvain Brind'Amour escribió: "Se creyó en otro tiempo que la personalidad era inmutable, pero hoy día un buen número de psicólogos nos dicen que cualquier persona sin distinción de edades, de clases sociales, puede rehacer su personalidad... Pero con una condición: que se la quiera rehacer de verdad. Pocas aventuras son comparables a la de encontrar y conocer a una gran personalidad. Entre las muchas definiciones que hay respecto del efecto que produce el encuentro con una personalidad, la siguiente es la que más nos gusta: «¡Personalidad, cuando te encontré bajé la vista; cuando te dejé, me fui con la frente muy alta!»".

"La mayor parte de los psicólogos de hoy día están de acuerdo en afirmar que es posible, para una persona normal, mejorar sustancialmente su propia personalidad. No sólo es susceptible de transformación sino que incluso, a semejanza de la inteligencia, nuestra personalidad puede ser medida. Seguramente, deseamos saber sobre qué se basan estos especialistas para determinar nuestro Coeficiente de Personalidad. Sencillamente sobre esto: analizan los hábitos del individuo a fin de conocer hasta qué punto son susceptibles de interesar y seducir a los demás".

"Los hábitos y las habilidades son cualidades adquiridas paso a paso y dominadas una a una. Por eso cuando un individuo desea transformar su personalidad, una de las primeras cosas que catalogará su psicólogo, serán los hábitos y habilidades de esa persona" (De "El desarrollo de la personalidad"-Editorial Mensajero-Bilbao 1972).

El método más adecuado para la mejora personal radica, sin embargo, en adquirir mayor información a través de ideas compatibles con las leyes naturales que nos rigen; ideas que han de ser aplicables por cualquier persona, en forma independiente a su personalidad actual. La palabra "transformación de la personalidad" implica un cambio similar al de una computadora a la cual se le ha agregado un nuevo programa; es esencialmente la misma computadora, pero puede adicionalmente cumplir con otras funciones que antes no prestaba.

jueves, 18 de junio de 2020

Racismo y esclavitud en EEUU

A partir de los lamentables hechos ocurridos en los EEUU, respecto de la violencia reciente (2020), se advierte la intención de promover mayores disturbios y violencia antes que buscar soluciones pacíficas. Incluso se puede decir que ha surgido, o intensificado, un nuevo racismo; y es el establecido contra los blancos. Se aduce que los blancos, en general, son esclavistas y racistas y, por ello mismo, deben ser atacados de alguna forma.

Se olvida que un afroamericano fue elegido presidente de EEUU (Barack Obama) con el voto de muchos blancos, que la Guerra Civil del siglo XIX fue causada por el antagonismo entre promotores y abolicionistas de la esclavitud. Se olvida que en los EEUU viven millones de personas de muy distintos orígenes étnicos, por lo que no debería generalizarse como representativo de la actitud de los blancos el accionar violento e irresponsable de algunos policías, de algunos jueces o de sectores minoritarios como el Ku-Klux-Klan.

Respecto de este tema, disponemos de la autorizada opinión del economista afro-americano Thomas Sowell, de quien se transcriben los siguientes escritos:

ESCLAVITUD

Además de sus propios males en su propio tiempo, la esclavitud ha generado falacias que perduran hasta el día de hoy y provocan confusión en cuanto a muchos temas. El distinguido historiador Daniel J. Boorstin dijo algo que muchos estudiosos conocen muy bien y que, sin embargo, no es conocido por el público en general; señaló que, con la transportación masiva de cautivos africanos al hemisferio occidental, "por primera vez en la historia occidental el estatus de esclavo coincidió con una diferencia racial".

En épocas anteriores, durante siglos, europeos esclavizaron a otros europeos, asiáticos a otros asiáticos, y africanos a otros africanos. Sólo en la época moderna la riqueza y la tecnología permitieron organizar la transportación masiva de gente a través del océano, tanto en caso de esclavos como en el de inmigrantes libres. Los europeos no eran los únicos en transportar masas de seres humanos esclavizados de un continente a otro. Los piratas de la Costa de Berbería, en el norte de África, capturaron y esclavizaron entre 1500 y 1800 a un millón de europeos como mínimo; hubo más europeos convertidos en esclavos en el norte de África que africanos llevados como esclavos a los Estados Unidos y antes, a las colonias que más tarde formaron este país. Además, a los europeos se los continuó vendiendo y comprando en los mercados de esclavos del mundo islámico décadas después de la liberación de los negros en Estados Unidos.

De hecho, la esclavitud fue una institución universal en los países del mundo entero a lo largo de miles de años que registra la historia. Existen evidencias arqueológicas que indican que los seres humanos aprendieron a esclavizar a otros antes de haber aprendido a escribir. Una de las muchas falacias sobre la esclavitud, en concreto, es la que afirma que ésta se basa en principios raciales; se sostiene debido a la simple pero persuasiva práctica de concentrarse sólo en la esclavización de africanos por europeos, como si esto fuera algo esclusivo, y no sólo una parte de una tragedia humana mucho más grande, de carácter universal. El racismo nació de la esclavitud de africanos, sobre todo en Estados Unidos, pero la esclavitud precedió al racismo en miles de años. Europeos habían esclavizado a otros europeos siglos antes de que al primer africano se le hubiera traído como esclavo al hemisferio occidental.

Aunque la esclavitud se aceptara con facilidad como un hecho más en la vida en el mundo entero durante siglos y siglos, en ningún momento llegó a alcanzar una aceptación tan general como en Estados Unidos, país que se basaba sobre principios de igualdad con los que la esclavitud estaba en una contradicción obvia e irreconciliable. La esclavitud estuvo bajo ataques ideológicos a partir de la primera versión de la Declaración de Independencia y varios Estados norteños la prohibieron de inmediato en los primeros años después de independizarse. Incluso en el sur, la ideología de la libertad no dejó de producir su efecto: algunos de los colonos, al ganar su propia libertad de Inglaterra, liberaron por voluntad propia a decenas de miles de esclavos.

La mayoría de los esclavistas sureños, sin embargo, estaban decididos a retener a sus esclavos, para lo cual hubo que crear alguna defensa contra la ideología de la libertad y las omnipresentes críticas de la esclavitud que eran su corolario. Esa defensa fue el racismo. Una defensa así era innecesaria en sociedades no libres, tales como la de Brasil, que importó más esclavos que Estados Unidos pero no desarrolló niveles tan virulento de racismo como en los Estados del sur. Fuera de la civilización occidental no había necesidad alguna de defender la esclavitud, ya que las sociedades no occidentales no veían nada malo en ella. Tampoco en la civilización occidental anterior al siglo XVIII hubo necesidad alguna de defender la esclavitud.

El racismo llegó a ser la justificación de la esclavitud en una sociedad donde no podía justificarla de ninguna otra manera, y los siglos de racismo no se han desvanecido de golpe con la abolición de la esclavitud que lo había originado. Pero la dirección de su causalidad fue diametralmente opuesta a la que indican quienes tratan de presentar que la esclavización de africanos fue resultado del racismo. No obstante, el racismo se convirtió en uno de los duraderos legados de la esclavitud. En qué medida sigue perdurando y cuál es su intensidad el día de hoy es algo que se puede examinar y someter a debate. Pero muchas otras cosas que se consideran legados de la esclavitud sólo se pueden comprobar de manera empírica y no aceptarse como conclusiones previas.

CRIMINALIDAD Y VIOLENCIA

La historia de la criminalidad y violencia entre los negros contradice a muchas creencias difundidas acerca de sus causas. Pobreza, desempleo y discriminación racial se citan con frecuencia entre las causas principales de los brotes de violencia y criminalidad entre los negros. Muchos están convencidos de esto que no ven ninguna necesidad de examinar los hechos históricos.

La criminalidad entre los estadunidenses negros, al igual que entre los estadunidenses blancos, fue disminuyendo en los años anteriores a la década de los sesenta, con sus históricas leyes de derechos civiles y sus programas de Guerra a la pobreza. Pero fue durante la década de los sesenta cuando la tasa de criminalidad tanto entre los negros como entre los blancos comenzaron a dispararse, y fue después de la aprobación de las históricas leyes cuando los negros empezaron a protagonizar disturbios en las ciudades por todo el país.

Varios días después de la aprobación del Voting Rights Act de 1965, en Watts, un barrio de Los Angeles habitado por negros, estalló la primera de los cientos de disturbios que sacudirían las ciudades estadunidenses durante los cuatro años siguientes. Estos disturbios no se producían allí donde los negros todavía eran muy pobres o los más oprimidos, o sea en el sur. De hecho, las ciudades sureñas pocas veces sufrieron a causa de disturbios como los que sacudían a numerosas ciudades del norte y arrasaban con muchos de los barrios negros de esas ciudades. En los disturbios de Watts perecieron 34 personas, pero dos años más tarde, cuando los negros se amotinaron en Detroit, hubo 43 víctimas mortales.

Aunque Detroit fue el lugar de los disturbios más violentos entre todos los que sacudieron casi la totalidad de las ciudades norteñas durante la década de los sesenta, la tasa de pobreza entre la población negra de Detroit apenas llegaba a la mitad de la de los negros a nivel nacional, el número de negros que eran propietarios de sus viviendas era el más alto en el país, y su tasa de desempleo era de 3,4%, es decir, más baja que la de los blancos a nivel nacional. Detroit fue sacudido por disturbios masivos no porque fuese un área de desastre. Se convirtió en área de desastre económico después de esos disturbios, al igual que los barrios negros en muchas otras ciudades por todo el país. Por si fuera poco, en estas ciudades, los barrios sacudidos por los disturbios siguieron siendo zonas de desastre durante décadas, lo que ocasionaba que fuese muy difícil establecer allí cualquier tipo de negocio; esto, a su vez, reducía el acceso tanto a empleos como a lugares de compra, de modo que la clase media, tanto blanca como negra, optó por trasladarse a los suburbios.

Cualesquiera que fueran las causas de estas olas de disturbios, independientemente de si se tratara de factores históricos o de incidentes recientes, con toda evidencia no eran los factores que se han citado hasta lo infinito pero que no son más que falacias. Los peores disturbios de guetos ocurrieron en momentos y lugares precisos cuando y donde se emprendían más acciones para prevenirlos, tales como la promoción de políticas de bienestar social y restricción de la policía. Y a la inversa, los disturbios eran menos destructivos y a veces inexistentes en lugares y momentos en que los funcionarios daban muestras de un enfoque opuesto.

Como ya se ha señalado, las ciudades sureñas sufrieron mucho menos a causa de los disturbios. Entre las norteñas, Chicago fue una de las menos afectadas. Hasta 1967, allí no hubo disturbios. Al año siguiente, cuando los disturbios despertados por el asesinato de Martin Luther King ardían por todo el país, el alcalde de Chicago, Richard J. Daley, dio a su policía la orden de "disparar a matar", que dio origen a muchas críticas y debates públicos, pero la cantidad de muertes a causa de disturbios en Chicago fue apenas una fracción de las ocurridas en ciudades como Detroit, donde se emplearon expresiones más humanas y compasivas y donde las acciones de la policía fueron restringidas.

A nivel de la nación, la mayoría de los disturbios en los guetos urbanos ocurrieron durante la administración de Johnson; en cambio, en los ocho años de la administración de Reagan no hubo un solo disturbio urbano importante. Sin embargo, realidades tan innegables no hacen mella en las creencias en boga, ni entonces, ni ahora. Tanto los políticos como los activistas tienen un gran interés en insistir en falacias raciales, las cuales atribuyen los avances de los negros a políticos y activistas, y echan a otros la culpa de sus regresiones.

(Extractos de "Economía: verdades y mentiras"-Editorial Océano de México SA-México 2011)

domingo, 14 de junio de 2020

Libertad vs. Servidumbre

Así como en física teórica puede iniciarse una secuencia de razonamientos en un principio básico de la naturaleza, es necesario cuestionarse si también, en el ámbito de las ciencias sociales, podrá lograrse algo similar, dada la existencia de variados y complejos razonamientos que pocas veces permiten llegar a conclusiones claras y evidentes.

Es posible distinguir dos motivaciones básicas en el comportamiento humano; por un lado advertimos la búsqueda de libertad y responsabilidad individual, propia en quienes prevalece cierto principio de cooperación social. Por otra parte, existe en otros la perversa ambición de ascender en una escala de poder por el que se busca dominar o gobernar a sus semejantes, no sin una previa complicidad de quienes, por negligencia, sacrifican su libertad aceptando voluntariamente una situación de servidumbre.

Este planteo admite una descripción aún más básica, y es la asociada a las cuatro actitudes básicas del ser humano. Así, la cooperación social es la tendencia que surge de la empatía emocional, o amor al prójimo, mientras que la imposición de servidumbre proviene del odio y del egoísmo, con la necesaria complicidad de la negligencia.

Mientras que, desde la sociología, sin contemplar atributos individuales, se propone una "lucha de clases" para darle sentido a la historia, desde la psicología social se la interpreta como una lucha entre la actitud favorable a la cooperación social, por una parte, contra el odio y el egoísmo (con la complicidad de la negligencia), por otra parte, coincidiendo esencialmente con la propuesta bíblica que describe la historia de la humanidad como una lucha entre el bien y el mal.

A continuación se transcribe una síntesis de las principales tendencias políticas, en la cual se llega a la conclusión de que el complejo panorama de las diversas ideologías no es otra cosa que la resultante de una subyacente lucha entre libertad y servidumbre.

EL TOTALITARISMO (Conclusión)

Por William Ebenstein

Sistemas políticos tan complejos como la democracia, el autoritarismo y el totalitarismo, son mucho más que una constitución o un conjunto de instituciones determinadas. Una nación democrática como Gran Bretaña no tiene Constitución escrita y el Parlamento inglés podria sancionar por la vía legal una dictadura perfecta, aunque es muy improbable, desde luego, que llegara a ese extremo mientras el pueblo británico continúe siendo adicto a su actual forma de gobierno representativo y al imperio del derecho.

El nazismo nunca abolió formalmente la constitución democrática de la República de Weimar, sino que la desconoció simplemente al establecer un sistema totalitario. Análogamente, la constitución soviética de 1937 es en gran parte democrática en la letra, pero ello no ha impedido que el Estado y la sociedad conservaran su organización totalitaria lo mismo bajo Khruschev que bajo Stalin. Una sociedad es democrática no porque haya una constitución democrática que lo permite, sino a la inversa: cuando una sociedad es democrática, la constitución democrática tiene posibilidades de funcionar eficazmente. De otro modo no es sino letra muerta, un pedazo de papel sin la realidad de la práctica cotidiana.

Análogamente, la oposición entre república y monarquía no es tan importante como se solía creer en el pasado. Si bien a juicio de los fundadores de la nación norteamericana, democracia y monarquía eran incompatibles, algunas de las democracias más adelantadas del mundo, como Gran Bretaña, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, Australia y Canadá, han evolucionado al amparo de la forma monárquica de gobierno.

La experiencia demuestra asimismo que la transformación de una monarquía en república no siempre redunda en una mayor libertad. Al término de la primera guerra mundial Rusia y Alemania se convirtieron en repúblicas; el republicanismo ruso acabó en la tiranía comunista, mientras que el republicanismo germano creó las condiciones necesarias para la exaltación de Adolf Hitler al poder.

En cuanto a la estructura del gobierno, las preferencias norteamericanas se han inclinado siempre en favor del federalismo. Esta forma es practicada también en otras democracias, tales como Australia, Canadá y Suiza. Hay otras, en cambio (Gran Bretaña, Holanda y los Estados escandinavos) que han optado por la forma unitaria de gobierno. Por otra parte, la Unión Soviética es un sistema federal, al menos en el papel; empero, este federalismo no impide que el Estado sea fiscalizado totalitariamente desde Moscú, donde se concentra toda la autoridad.

Con respecto a las instituciones económicas, hemos visto que algunas democracias, como los EEUU y Canadá, dan mayor primacía que otras, como Gran Bretaña y Suecia, a la propiedad privada de los bienes productivos, pero ninguna practica capitalismo puro o socialismo puro: todas son una mezcla de principios y prácticas de la economía.

Del mismo modo advertimos que el fascismo es entre los tipos de totalitarismo el que tiende a permitir que los bienes de producción permanezcan en manos privadas, mientras que para el comunismo no hay otra alternativa que la propiedad pública. Sin embargo, los Estados comunistas han autorizado cierta ingerencia privada en la agricultura: de ínfimo grado en la Unión Soviética y mucho mayor en Polonia y Yugoslavia. Análogamente, Castro decidió, a mediados de 1962, que a fin de mitigar la escasez de alimentos en Cuba, se devolvieran a sus antiguos propietarios las granjas de extensión media y que los dueños de todas las parcelas pequeñas vendieran sus productos en el mercado libre.

Como hemos visto, la relación entre riqueza y democracia, autoritarismo y totalitarismo, es compleja. En América Latina, por ejemplo, naciones relativamente pobres como Chile, Costa Rica y México, han dado pasos agigantados hacia la democracia, mientras que la Argentina, una de las más ricas del continente, ha sufrido por largo tiempo la calamidad de gobiernos antidemocráticos. En cuanto a los países subdesarrollados, parece que la democracia estuviera afirmándose más en la India, Nigeria y Filipinas, naciones pobres pero decididas a llevar adelante el ideal democrático de gobiernos libres.

Los líderes totalitarios han esgrimido con frecuencia el argumento de que la democracia es un lujo accesible a naciones ricas, pretendiendo justificar así el totalitarismo hasta que sus respectivos países alcanzasen un alto nivel de vida. Esta pretensión confunde a menudo la causa con el efecto. Si hay muchas naciones democráticas que gozan de bienestar, es debido a que en la mayor parte de los casos la democracia las ha conducido a la riqueza y no a la inversa. Por ejemplo, Suiza y Noruega son extremadamente pobres en materia de recursos naturales. Y sin embargo la estabilidad y la libertad de sus instituciones democráticas durante un prolongado lapso ha permitido a ambas naciones desarrollar economías sanas y vigorosas, con un alto nivel de vida para el pueblo.

Las instituciones sociales, económicas y políticas están íntimamente ligadas a los sistemas democráticos y totalitarios, pero en última instancia todas las instituciones dependen de la calidad de los individuos humanos que las componen y las hacen funcionar. Platón dice en La República que los Estados no se levantan "piedra sobre piedra" sino "a causa de los hombres que por su personalidad preponderan en la nación y arrastran a los restantes tras ellos". Ningún sistema sociopolítico -ya sea democrático, autocrático y hasta totalitario- es en ningún caso mejor o peor que el pueblo que lo ha exaltado o vive sujeto al mismo. Siempre habrá muchos pequeños émulos de Hitler en potencia, del mismo modo que existe un gran número de los que procuran emular a los Jefferson de todos los tiempos.

Se ha dicho que dentro de la democracia las personas reciben el trato de adultos, dentro del autoritarismo el de adolescentes, y dentro del totalitarismo el de niños. Si bien todos los seres humanos alcanzan eventualmente su madurez biológica y fisiológica, difieren en la medida en que son capaces de madurar intelectual, moral y emocionalmente. El adulto que se siente seguro únicamente bajo la fuerte autoridad de un líder totalitario, no ha llegado a su madurez emocional porque aún sigue buscando la dependencia y la seguridad de la infancia.

Por el contrario, la persona orientada democráticamente no desea la protección que le pueda dar alguien desde afuera porque se siente segura de sí misma. El precio de esta independencia es alto -demasiado alto para algunos-, porque para lograrla una persona debe asumir responsabilidades y tomar decisiones (dolorosamente equivocadas a menudo), sin culpar a otros de sus errores y fracasos. En este sentido se podría definir la democracia como el derecho a cometer errores, porque no es posible un crecimiento moral y emocional sin elegir y decidir entre cursos alternados de acción, y no es posible elegir sin cometer errores.

Por el contrario, el totalitarismo sostiene que el Estado es tan omnisciente y omnipotente que puede impedir que el individuo cometa errores, y el modo más sencillo de impedir tales errores es privar al individuo de la oportunidad de elegir y tomar decisiones por sí mismo. Durante el régimen fascista (1922-1943) había en cada aula de escuela y en cada oficina pública de Italia un retrato de Mussolini debajo del cual se leía: "Mussolini ha sempre ragione" (Mussolini siempre tiene razón). Según lo comprobaron más tarde los italianos, Mussolini no siempre tenía razón.

Con toda probabilidad, la institución social más eficaz en la formación de la conducta de un individuo y en las influencias que recibe, es la familia. Por medio de la familia la sociedad transmite al nuevo miembro los ideales, valores y costumbres en boga. El papel de la familia es particularmente importante en los primeros años de vida del individuo, cuando funciona al mismo tiempo como sociedad, escuela, iglesia y gobierno. Para muchos psicólogos, la experiencia de estos primeros años es decisiva en la formación de la conducta fundamental del individuo: si será optimista o pesimista, tranquilo o agresivo, arrogante o sumiso, generoso o mezquino, sociable o retraído, tolerante o intolerante, confiado o suspicaz.

Aprender esta variedad de rasgos en la familia es de inmensa importancia política, porque la familia es, entre otras cosas, una forma de autoridad, la primera que encuentra el niño. En algunas sociedades los progenitores (particularmente el padre) tienen poder absoluto sobre sus hijos; la familia se parece entonces a un Estado absolutista en miniatura en el cual la palabra del jefe (el padre) es ley. En otras sociedades las relaciones democráticas de la familia brindan al niño la primera e inolvidable experiencia de democracia. Al niño norteamericano típico, por ejemplo, no se le inculca el significado de democracia mediante la sola lectura del discurso de Gettysburg de Lincoln, sino todo lo contrario; si el niño puede apreciar el profundo sentido de ese mensaje es porque en su hogar, mucho antes de ingresar a la escuela, ya ha experimentado el hábito del vivir democrático.

La escuela es otra de las poderosas influencias que moldean la conducta. En las sociedades totalitarias se considera a la escuela poco más que una fase previa a la instrucción militar o vocacional. El énfasis puesto en ciencia y tecnología antes que en arte y humanidades, evidencia el propósito de las escuelas totalitarias de incrementar el poderío del Estado antes que contribuir a que el estudiante se forme como persona. La principal tarea del maestro es implantar la disciplina y el orden en la mente de los alumnos. Al maestro le está vedada la libertad de expresión o de palabra y sólo le corresponde impartir a los alumnos la doctrina oficial del partido gobernante, sea cual fuere. La finalidad cardinal de este sistema educativo es obtener ciega obediencia y pensamiento dogmático, en vez del descubrimiento creador y la exploración intelectual.

En una sociedad libre la máxima función del educador es ayudar al niño a desarrollar su personalidad en virtud de que la democracia es partidaria de la variedad y no de la uniformidad. Aunque en cierto sentido todos los seres humanos tienen mucho en común, en otro cada persona es única, y la meta de la educación en un medio democrático es estimular el individualismo en vez de sofocarlo.

No puede haber progreso humano a menos que los individuos tengan espacio suficiente para destacarse de la multitud y crear algo nuevo, no intentado hasta entonces. A los seres humanos no se les puede fundir conforme a un molde, como suponen los totalitarios. Este proceso no es solamente doloroso y frustrador y convierte a los hombres en seres apáticos y hoscos, sino que obstruye el progreso, porque progreso equivale a hacer algo distinto y experimental. Tal como John Stuart Mill señala al final de su célebre ensayo Sobre la libertad (1859), "un Estado vale, en última instancia, lo que valen los individuos que lo componen" y "un Estado que empequeñece a sus hombres a fin de que puedan ser instrumentos más dóciles en sus manos, comprobará, aunque sus propósitos sean loables, que con hombres pequeños nada grande puede realmente lograrse".

¿Cuál es en último análisis, la máxima amenaza que supone para las naciones libres el totalitarismo del siglo XX? En algunos casos, la total represión de la libertad política; en otros las persecuciones de grupos minoritarios sociales o religiosos, el terror en masa o el asesinato en masa practicado en campos de concentración o de trabajo esclavo; o la supresión de los sindicatos obreros libres, la anulación de la libertad en el arte o la economía regimentada con miras a acentuar el poderío estatal.

Es comprensible que las naciones que practican -si bien imperfectamente- el sistema democrático de vida, experimentan aversión por las ideas y los métodos totalitarios, tanto en la versión fascista como en la comunista. Empero, la conducta interna de los Estados totalitarios no constituye una amenaza real para el mundo libre. Si las naciones totalitarias se limitasen a practicar sus sistemas únicamente dentro de sus dominios, el tiempo diría al cabo de un lapso de coexistencia pacífica cuál de los sistemas es más eficaz en satisfacer las necesidades espirituales y materiales del hombre. Pero el fascismo y el comunismo no se confinan a la mera competición pacífica mediante el ejemplo y la demostración. Tanto el fascismo como el comunismo han evidenciado su determinación a imponer a otras naciones sus ideas y prácticas, mediante la propaganda internacional, la infiltración y la subversión, la ocupación militar y la conquista armada. Lo más peligroso del imperialismo totalitario es su imperialismo precisamente, no su totalitarismo.

La disyuntiva clave entre naciones libres y el totalitarismo fascista o comunista, no reside en el dilema económico de capitalismo versus colectivismo, sino el viejo dilema de libertad humana versus servidumbre y esclavitud. Si las naciones libres son capaces de unir esfuerzos para defender y expandir la libertad humana en todos los frentes, se acentuará la esperanza de que poco a poco amaine y finalmente desaparezca la marea del totalitarismo imperialista.

(De "El totalitarismo"-Editorial Paidós-Buenos Aires 1965)

viernes, 12 de junio de 2020

Se hace lo que las masas desean

Por Horacio Rivara

Mar del Plata, 4 de noviembre de 2005, Hugo Chávez, el dictador venezolano llega a la ciudad; 60.000 personas van a escucharlo al Estadio Mundialista, y 25.000 quedan afuera, así que se habilitan parlantes. Habló contra la economía libre de mercado, a favor de las expropiaciones, etc. La masa humana deliró de alegría.

Poco después llega a la ciudad el Primer Ministro de Australia; fuimos 7 personas a verlo, así que fue una charla intimista. Habló de cómo su país, por medio del libre comercio, respeto de la ley y la propiedad, pasó a tener un espectacular nivel de vida.

Un repositor de supermercado australiano gana hoy, en una hora, lo que un profesional venezolano gana en un mes.

El sueldo de una maestra argentina en el año 2000 era de casi 1.000 dólares al mes, o, para los nacionalistas, mil litros de nafta, o mejor, de leche. Hoy es de 152 dólares. ¿Que pasó? Te chavizaron señorita. ¿Y sabés cuánto va a ser para fin de año? No, yo tampoco, pero va a estar más, mucho más cerca de los 20 dólares mensuales de una maestra cubana o venezolana, que de los 2.490 dólares que gana una maestra australiana.

Salvo que la explosión hiperinflacionaria se los lleve puestos pronto, el modelo de país 2021, el modelo Bergoglio, es un 95% de pobres (miserables) y un 5% de ricos (políticos y aliados).

¿Son comunistas nuestros políticos? Nah, les gustan los dólares más que a Maximo K la pizza con anchoas; simplemente toman nota de las preferencias intelectuales del argentino. Si tienen un restaurante y la gente les pide, en su ignorancia, Stronzo di Cane, no les van a dar lomo, salen con una pala y les buscan Stronzo di Cane. Es más barato y además es lo que piden.

Pero el Pueblo Argentino va a aprender, Señorita, porque vinieron dos maestras viejas, feas, agrias, pero efectivas, a ayudarte.

Una se llama Esclavitud, y está dando clases hace tres meses. La otra se llama Hambruna, pero hambruna en serio, Hambruna Marxista. En Venezuela se comen los animales domésticos; en Ucrania peor todavía, se comían a los niños. Pero ven, nadie en Ucrania iría a ver a un Chávez, porque los abuelos les cuentan a los nietos sus recuerdos de cuando tenían 5 años y debían esconderse en un armario para que no se los coman. No quieren oir hablar de confiscaciones para asegurar la "Soberanía Alimentaria", eso lo vivieron en 1932. Prefieren dejar que los pollos los críen los criadores de pollos, y que el gobierno se encargue de sus cosas; por ejemplo, de la defensa.

jueves, 11 de junio de 2020

El anti-individualismo totalitario

Mientras que la ciencia experimental mantiene un ritmo de progreso constante, debido principalmente al empleo del método de "prueba y error", por el cual se acepta lo que se adapta a la realidad y se rechaza lo que no se adapta, las ideologías políticas proceden de manera distinta, muchas veces combatiendo lo que se adapta a la realidad y promoviendo lo que no se adapta, mostrando un verdadero anti-cientificismo. De ahí la expresión aquella de que, "mientras que el filósofo utiliza lápiz y papel, el científico utiliza lápiz, papel y un cesto en dónde arrojar papeles".

Los diversos acontecimientos que han sucedido desde el siglo pasado, no tienen ninguna relevancia para muchos ideólogos, ya que mantienen intactas sus creencias respecto de los totalitarismos que provocaron las mayores catástrofes sociales de toda la historia de la humanidad, especialmente en el caso del socialismo. Emery Reves escribía a mediados del siglo XX: "Los países fascistas afirman que la democracia y el comunismo son una misma cosa, que la democracia es tan sólo un corolario político del comunismo y que todo sistema democrático de gobierno conduce inevitablemente al bolcheviquismo".

"Los comunistas insisten en que la democracia y el fascismo son una misma cosa, que ambos son capitalistas, que bajo ambos, el capital privado explota a los obreros, que el fascismo es la forma última y más intensa del capitalismo, nada más que un instrumento de los reaccionarios para destruir el socialismo".

"Los países democráticos insisten cada vez con más frecuencia en que el fascismo y el comunismo son la misma cosa, que ambos son dictaduras totalitarias, que oprimen a los pueblos por medio de una policía despiadada, destruyendo todas las libertades y reduciendo al ser humano a la condición de un siervo" (De "Anatomía de la paz"-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1946).

Por lo general, a la democracia liberal se le critican, absurdamente, ciertos atributos especialmente combatidos por dicha postura política y económica, como es el caso de la explotación laboral, la concentración de la riqueza, la pobreza de muchos, etc. Debe tenerse presente que el liberalismo propone una "economía de mercado", donde concurre una cantidad suficiemte de empresarios, que compiten de tal manera que limitan sus egoísmos y favorecen al consumidor. Si en realidad no ocurre tal cosa, por predominar en la sociedad una mentalidad antiempresarial y una pobre predisposición para encarar emprendimientos individuales, no puede hablarse de la existencia de un mercado, y mucho menos de una economía de mercado. Y lo que propone el liberalismo es justamente arribar a tal tipo de economía.

El éxito de un sistema económico depende de muchos factores, especialmente de aspectos culturales y morales, siendo errónea la idea de quienes suponen que, sólo aplicando la economía de mercado, podrá una sociedad resurgir en todos sus ámbitos, aún cuando no se fundamente en una aceptable ética individual previa, aduciendo incluso que tal sistema económico trae una "ética incorporada". Tal economicismo, existente también en el marxismo, impide la aceptación de las ideas liberales en aquellas sociedades que más las necesitan.

Que una sociedad se oriente hacia una auténtica economía de mercado, dependerá de la mentalidad generalizada de esa sociedad, ya que hay mentalidades favorables y también desfavorables para el desarrollo económico. Generalmente se olvida aquello de que "no sólo de pan vive el hombre", por lo cual algunos manifiestan que sin el prioritario pan nada podrá lograrse; pero para lograr ese pan debe existir una previa predisposición a la cooperación social que ha de provenir de una ética extra-económica.

Entre las omisiones de los sectores liberales, que sólo critican la ineficacia del socialismo en la economía, se advierte el silencio por los aspectos perversos e inhumanos a los que generalmente conduce un sistema totalitario. Este es el caso de la anulación de los atributos individuales en la búsqueda de una uniformidad poco natural. Tanto nazis como comunistas empleaban tal método, que puede ser reeditado en cualquier época con el acceso de los socialistas al poder. William Ebenstein escribió: "El totalitarismo como forma de gobierno y como sistema de vida se caracteriza por un propósito fundamental: el control total del hombre por el Estado, no reconociendo límites en cuanto a metas o medios".

"En lo primero, las metas, el totalitarismo reclama al hombre en su totalidad, en cuerpo y alma, y no existe ninguna actividad humana -política, económica, social, religiosa o educacional- que se exceptúe del control y el dominio del gobierno. El objetivo es el máximo poder del Estado, conquistable únicamente mediante la represión máxima de la libertad individual".

"El Estado es el amo, el individuo el servidor, exactamente opuesto al concepto democrático. Como resultado de ello, el sistema totalitario no reconoce derechos «inalienables» al individuo". "El derecho del individuo a la intimidad es rechazado completamente e incluso no se permite que relaciones tan personales como la amistad, el amor o la familia, se interpongan en la marcha de la todopoderosa aplanadora que es el Estado" (De "El totalitarismo"-Editorial Paidós-Buenos Aires 1965).

Las sociedades totalitarias han sido establecidas como colectivismos similares a una colmena o a un hormiguero, siendo limitado o borrado todo rastro de individualismo, considerado como el principal e indeseable atributo humano que debe suprimirse. La crítica a toda forma de "desigualdad" es también una encubierta oposición a todo atributo que conforme la personalidad individual. De ahí que pueda decirse que "totalitarismo" sea sinónimo de "anti-humanismo". Ebenstein escribió al respecto: "Los campos de concentración, los campos de trabajo esclavo y las cámaras de gas, no son meros fenómenos incidentales de los sistemas totalitarios, sino parte de la esencia misma del totalitarismo, porque es en los campos de concentración y en los campos de trabajo esclavo donde el hombre es aniquilado como ser humano y reducido a un simple número tatuado en su cuerpo".

"Los lugares de este tipo no fueron ideados en primera instancia para la reclusión de presos ordinarios o presos políticos: los nazis los llenaban con víctimas tales como los judíos, a quienes ni siquiera se imputaba una transgresión determinada. En forma análoga, Stalin atiborraba sus campos de concentración con millones de personas como los kulaks, o sea los campesinos ricos, y los sobrevivientes de la burguesía, a quienes se castigaba, no por haber incurrido en delito alguno, sino por pertenecer a una categoría social inadecuada. Pues la finalidad de los campos de concentración o los campos de trabajo esclavo no es castigar el delito, sino mostrar al grueso de la población que cada cual puede convertirse en un huésped en potencia de tales sitios, porque la culpabilidad (en el sentido de haber cometido algún delito específico) tiene poco o nada que ver con la degradación que implica semejante condición".

"Su propósito no es únicamente destruir al enemigo o al presunto enemigo, sino convertir al ser humano en un ser no humano y restringir el sentido inherente al término humano a una subordinación completa al Estado".

"En política extranjera los regímenes totalitarios siguen una línea de acción parecida. La finalidad no es simplemente fiscalizar o dominar a otra nación, sino degradarla y privarla de toda autonomía como entidad separada y orgánica. Es bien sabido que Hitler experimentó una gran decepción cuando obtuvo todo lo que quería en 1938 con respecto a los alemanes sudetes de Checoslovaquia, sin necesidad de aplastar al país".

"En la legislación nazi que sobrevino se definió a la población checoslovaca como «alemanes (una pequeña minoría entonces) y otros habitantes». A los ojos de los nazis, entonces, los checos no sólo habían sido derrotados por las armas alemanas, sino que habían cesado de existir como nación, del mismo modo que el internado de un campo de concentración o de exterminio sólo cuenta como un número, sin personalidad o individualidad humana. Los planes hitlerianos concernientes a los polacos y rusos eran similares: no se trataba de conquistarlos militarmente tan sólo, sino transformar a ambas naciones en no-naciones esclavas de la «Kultur alemana superior».

"Análogamente, durante la Segunda Guerra Mundial Stalin abolió nacionalidades enteras en la Unión Soviética, dispersándolas en las vastas estepas vacías de Siberia y Asia. En su famoso discurso del 25 de febrero de 1956, Khruschev declaró que los cincuenta millones de ucranianos escaparon a esta suerte únicamente porque «eran muchos y no había dónde deportarlos. En caso contrario, Stalin también los habría suprimido»".

martes, 9 de junio de 2020

Israel y sus vecinos

El conflicto árabe-israelí es representativo de los conflictos existentes entre sectores que adoptan como referencia ideologías diferentes (en este caso religiosas), que resultan incompatibles entre sí y, a veces, poco vinculadas con las leyes naturales que rigen las conductas individuales. En cada uno de los sectores hay grupos intransigentes (que favorecen el conflicto) y grupos pacifistas (que buscan la paz).

Existen dos formas extremas para alcanzar la paz: la paz romana, inestable, que surge de la presión de un poder militar que predomina sobre los pueblos conquistados, por una parte, y la paz cristiana, estable, que surge de la libertad individual conquistada a través de la actitud o predisposición generalizada de quienes buscan la cooperación social.

La paz árabe-israelí resulta altamente inestable, ya que los episodios violentos resurgen a cada tanto; por lo que, en algunas épocas, se asemeja a la paz romana, aunque la paz estable, o definitiva, todavía no se vislumbra.

A continuación se transcribe un artículo acerca de este complejo conflicto:

PROFETAS DE PAZ, PROFETAS DE GUERRA

Por Enrique Krauze

"Escucha y atestigua contra la casa de Israel", dijo Dios a Amós. Tal vez ningún pueblo ha dado al mundo profetas más implacables contra sus propios errores, contra sus propios pecados, como el pueblo judío. En 1980 publicamos en la revista Vuelta el testamento estremecedor de un moderno Amós. Era una carta abierta al primer ministro Begin, titulada "La patria peligra" y escrita por el eminente historiador israelí Jacob Talmon semanas antes de morir.

La política de asentamientos y la ocupación de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza -sostenía Talmon- constituían "un error fatal": «El deseo de dominar e incluso gobernar una población extranjera hostil diferente de nosotros en lo que se refiere al idioma, la historia, la economía, la cultura, la religión, la conciencia y las aspiraciones nacionales, es una tentativa de revivir el feudalismo...La combinación de sometimiento político y opresión nacional y social, es una bomba de tiempo».

De sus estudios sobre el nacionalismo europeo, Talmon extraía lecciones claras: la anexión de territorios y la confiscación de tierras, lejos de contribuir a la seguridad interna de Israel, la socavarían por entero; la "autonomía administrativa" propuesta para los territorios era tan ilusoria como la que a principios del siglo XX privaba en los dominios del Imperio austrohúngaro: un orden artificial que estalló en pedazos y condujo a la Primera Guerra Mundial.

Ningún conflicto «tan complicado y teñido de emoción, irracionalidad, temores y sentimiento de venganza» se había resuelto en la historia sin el consejo, la mediación y hasta la participación directa de las potencias de su tiempo; pero la familia internacional se mostraba reacia a intervenir constructivamente, e Israel -que en su momento había contado con la comprensión de muchas naciones- se volvía cada vez más un país aislado.

Más ominoso aún que esos problemas era el resurgimiento de una variante muy peligrosa del viejo mesianismo judío, que había interpretado la victoria de la guerra de los Seis Días de 1967 como una especie de compensación metahistórica de la tragedia del exterminio nazi. Muchos colonos de los asentamientos, como la secta mesiánica de Gush Emunim, lo creían así y reclamaban derechos, no sólo históricos, sino místicos, sobre las tierras bíblicas en la franja occidental. «Nada hay más despreciable ni dañino que usar sanciones religiosas en un conflicto entre naciones», advertía Talmon, coincidiendo con Gershom Scholem, la mayor autoridad del siglo XX en el misticismo judío.

Esta mezcla maligna de la esfera religiosa y la esfera política corría el riesgo de «provocar en los musulmanes una nueva yihad», y desvirtuaba por completo el sentido espiritual de Israel y el legado moral del pueblo judío. A los sionistas originales -recordaba Talmon, con lo que aportaba un dato esencial que a menudo se olvida, se desconoce o se distorsiona- no los inspiraba expectativas religiosas, sino un proyecto socialista de liberación nacional, la búsqueda de un espacio digno para un pueblo paria e inerme, perseguido durante dos milenios.

A diferencia de aquellos primeros colonos provenientes de Rusia o de Europa del Este -que habían llegado a la tierra de sus remotos antepasados a sembrar y arar, a erigir una sociedad justa e igualitaria en convivencia pacífica con los árabes-, los nuevos colonos, protegidos por tanques y helicópteros, venían a subyugar, a dominar.

Tolman no vivió para ver cumplidas sus profecías. En la implacable dialéctica de la historia, la ocupación y los asentamientos exacerbaron vertiginosamente la conciencia nacional palestina. A partir de la Primera Intifada (1989) se dio una esperanzadora sucesión de momentos plásticos en los que la historia parecía dúctil (las conferencias de Madrid, Oslo y la Casa Blanca), pero la situación se deterioró hasta desembocar en el infierno actual. Aunque las razones de ese deterioro son muy complejas, treinta y cinco años después de la guerra de los Seis Días puede afirmarse, con total certeza, que una parte -sólo una parte- de la responsabilidad en el fracaso es atribuible a los gobiernos de Israel. Aquel profeta, como Amós, tenía razón.

En Israel -país democrático dotado de una prensa libre y un poder judicial independiente- nunca han faltado, aun en estos tiempos atroces, personas y corrientes políticas críticas, liberales y seculares que piensan como Tolman y buscan, a toda costa, la paz y la seguridad a cambio de la total retirada de los territorios ocupados (David ben Gurion la propuso, de hecho, en 1967), el desmantelamiento de los asentamientos y el apoyo a la creación del Estado palestino, e incluso -cosa inimaginable hace unos años- la división de Jerusalén para convertirla en la capital de ambos pueblos.

Ésa fue, en esencia, la postura del laborismo de Rabin y Peres, la que dominó en las conferencias de Madrid de 1991 y de la Casa Blanca en 1993 (dónde, a partir de los principios de Oslo, se creó la Autoridad Nacional Palestina). Ése fue, sobre todo, el espíritu que Ehud Barak llevó a Campo David, y la propuesta que los representantes de ambos bandos estuvieron a punto de consolidar en las negociaciones de Taba, Egipto, en el año 2001. (En ellas se había pactado la devolución del 96 por ciento de los territorios ocupados).

¿Por qué fracasaron todos esos intentos? En lo sustancial, por obra y gracia de Yasser Arafat. Fue Arafat quien inexplicablemente frustró esta solución política, que habría llevado al establecimiento inmediato del Estado palestino. Fue él quien -en otro giro cruel de la dialéctica histórica- provocaría la caída estrepitosa del laborismo y prepararía el ascenso de su enemigo histórico, el general Sharon. Esta decisión de Arafat evitó que lo rebasara su ala radical, pero implicó necesariamente la apuesta definitiva por el terrorismo martirológico de su propio pueblo. Ésa es la otra gran parte de la verdad. Por desgracia, no hay profetas palestinos ni árabes que (viviendo en esos países) la admitan, critiquen ni condenen.

Tampoco parece haber profetas árabes que señalen la responsabilidad histórica de sus autocráticos gobiernos en la tragedia actual. A menos de que se objete, a estas alturas, el derecho de Israel a existir (derecho que Egipto y Jordania aceptaron hace tiempo, y que ahora los otros países árabes han comenzado a considerar), esa responsabilidad es mayúscula. Desde un principio, en 1948, Jordania, Egipto, Siria, Líbano, Irak y Arabia Saudí rechazaron la resolución 181 de la ONU que ordenaba el establecimiento de dos Estados, uno judío y otro palestino. Su propósito declarado era «echar los judíos al mar», y no el de apoyar a sus hermanos palestinos.

Los territorios que ahora son el motivo de la querella (Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén) permanecieron en manos egipcias y jordanas durante diecinueve años -mientras cientos de miles de palestinos se hacinaban en campos de refugiados- sin que a esos gobiernos se les hubiese ocurrido jamás establecer en ellos el Estado palestino. En cincuenta y cuatro años de existencia, Israel ha vivido como un país sitiado, sin fronteras seguras (caso único en el mundo), ha librado cinco guerras, soportado amenazas nucleares de la antigua Unión Soviética y misiles de Irak.

Cuando Anwar al-Sadat se atrevió a negociar la paz con Israel, lo consiguió: a cambio de las fronteras seguras y definidas, Israel retiró sus asentamientos y devolvió la península del Sinaí. El orden logrado por Sadat ha perdurado hasta ahora, pero su ejemplo de realismo político parece cada día más remoto. Murió asesinado por fanáticos poseídos de una fe incendiaria e irreductible que todas las pasiones nacionalistas juntas: el fundamentalismo islámico, que, después de siglos de rumiar agravios en la penumbra, volvería al escenario mndial (primero con Jomeini, ahora con Al Qaeda y otras organizaciones) ondeando la bandera de la guerra santa contra Occidente.

En medio de la dantesca confrontación de nuestros días, suenan en Israel nuevas voces proféticas como las reunidas alrededor del diario Ha'aretz (ejemplo de objetividad a contracorriente): el periodista Gedeon Levy, que pedía una respuesta pacífica, casi gandhiana, a su propio pueblo; o el escritor Amos Oz, que condena la operación militar ordenada por Sharon igual que el terrorismo suicida auspiciado por Arafat.

Pero del lado árabe se escuchan pocas voces similares. (Una excepción es el escritor Sari Nusseibeh). Por desgracia, las voces que predominan son otras, muy distintas, voces que recuerdan el mensaje sangriento del profeta fundador: «Quien no busque el martirio en estos días debe despertar en mitad de la noche y preguntarse: ¡Dios mío! ¿por qué me has despojado de la posibilidad del martirio en tu nombre? El mártir vive cerca de Alá...¡Alá, acepta a los mártires en tus altos cielos, muestra a los judíos un oscuro día, aniquílalos, eleva la bandera de la yihad en toda esta tierra!» (sermón del imán Sheij Ibrahim Madhi en la mezquita Sheij'Ijlin de Gaza, transmitido de directo por la televisión de la Autoridad Palestina el 12 de abril de 2002).

¿Y dónde están, a todo esto, los profetas seculares, los intelectuales europeos, los herederos de Sartre, Camus, Aron, Orwell, Bertrand Russell y Ortega y Gasset? Casi todos reprueban, con razón plena, la ofensiva de Sharon. Pero esos mismos escritores han mostrado menos sensibilidad hacia los ataques suicidas contra civiles indefensos, de todas las edades, en los cafés, autobuses, mercados y calles de Israel. Esas escenas de terrorismo no alcanzan las primeras planas de los periódicos, al contrario que las fotografías de Ramallah.

La estrategia militar de Sharon (a mi juicio inadmisible y contraproducente) no es equiparable a los genocidios cometidos por los serbios contra la población musulmana de Bosnia, donde murieron cientos de miles de personas. No obstante, las palabras terribles se usan con ligereza y mala fe: «genocidio», «limpieza étnica». Según el autor británico Ian Buruma, hay una evidente doble moral en la postura de Europa ante el conflicto, y su raíz está en el miedo y la culpa. Miedo de verse involucrada en una situación que recuerde su propio pasado colonial, y oportunidad de liberarse de esa culpa deslindándose del nuevo «eje del mal».

Buruma podía haber agregado tres datos más: la demografía (el peso de los veinte millones de musulmanes europeos), la dependencia del petróleo árabe y el nuevo antisemitismo. Europa, que a través de los siglos discriminó, expulsó y, en no pocas ocasiones, masacró a sus judíos (a millones de ellos), tiene el deber de equilibrar y ponderar, con responsabilidad histórica y altura moral, sus posturas ante el conflicto.

Hay un país europeo que podría modificar levemente su postura, no para variar su rechazo a Sharon, pero sí para señalar con claridad la responsabilidad de Arafat. España, que sufre agudamente el azote terrorista y que fue el escenario histórico de la convergencia espiritual entre árabes y judíos. España, a la que los niños árabes recuerdan como el idílico Al-Ándalus y los niños judíos estudian en sus escuelas como la «Era dorada de Sefarad». España, la de Averroes y Maimónides, la de Ibn Jazim de Córdoba y Yehuda Haleví, podría desempeñar, como lo ha hecho ya alguna vez, un papel central en una reconciliación histórica que ahora se ve imposible. Pero para atenuar los odios teológicos se requieren profetas de paz, no de guerra. Escuchas que alcen la voz contra los errores de ambas partes. Testigos de la verdad, no de la propaganda.

(De "Travesía liberal"-Tusquets Editores SA-Buenos Aires 2004)

viernes, 5 de junio de 2020

"En el principio era el Verbo" (¿o la ley natural?)

En el inicio del Evangelio según Juan, se lee la siguiente expresión: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Como toda expresión bíblica, implica una simbología que es posible interpretar a la luz de la visión del universo brindada por el actual conocimiento aportado por la ciencia experimental.

La palabra sustancia, o substancia, indica "lo que está debajo". De ahí que es posible hablar de la existencia de una substancia única, con dos atributos principales (según Baruch de Spinoza): la extensión y el pensamiento. En la actualidad podemos decir que todo se reduce a materia e información, excluyendo un innecesario sobrenaturalismo; una especie de gobierno paralelo, que intervendría activamente en el mundo de la materia y de la información.

Desde la física se nos sugiere que, en una etapa primitiva del universo, sólo existían partículas elementales regidas por leyes naturales que, implícitamente, contenían toda la información necesaria para constituir luego los átomos, las moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente. Mientras que la visión bíblica supone una mente inteligente que va creando por etapas un universo con cierto sentido o finalidad, la ciencia actual asocia a las partículas elementales ciertas propiedades inherentes que pueden conducir a ese mismo sentido o finalidad supuesta en la visión teísta (la del Dios personal que ordena la creación del universo). Hubert Reeves escribió: "La idea de una historia del universo es extraña al hombre de ciencia de los últimos siglos. Para él, las leyes inmutables de la Naturaleza rigen el comportamiento de la materia en un presente eterno. Los cambios -nacimiento, vida, muerte- visibles a escala de nuestras vidas cotidianas se explican en términos de una multitud de reacciones atómicas simples, siempre las mismas. La materia no tiene historia" (De "Paciencia en el azul del cielo"-Ediciones Juan Granica SA-Barcelona 1982).

No todo científico está de acuerdo en que el universo tiene un sentido similar al impuesto por un Dios Creador. Sin embargo, teniendo presente que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, es posible hablar de un sentido o de una finalidad, siendo algo similar a un juego que tiene sus propias reglas; necesariamente ha de tener un sentido, lo que no asegura que sea un juego atractivo. También el universo ha de tener un sentido, que no necesariamente ha de ser considerado "bueno", o positivo para el ser humano, pero no se debería negar su existencia. Tanto si el sentido del universo es considerado "bueno", como si es considerado "malo", sólo resulta accesible a nuestras decisiones adaptarnos de la mejor manera a esas leyes naturales, que conforman un orden natural.

Que exista potencialmente un sentido del universo, asociado a la aparición de la autoconsciencia del mismo (vida inteligente) no significa que necesariamente se vaya a establecer, ya que no es lo mismo "determinismo" que "potencialidad", estando la libertad de elección siempre presente, es decir, dependiendo la aceptación de esa potencialidad por parte de la humanidad. Este es el mismo caso de la idea del Reino de Dios, o del gobierno de la ley natural sobre todo ser humano, que está siempre presente desde la aparición de los primeros seres humanos, pero que no se cumple, o se cumple sólo parcialmente, debido justamente a esa aceptación parcial. Hubert Reeves escribió: "El universo engendra la complejidad. La complejidad engendra la eficacia. Pero la eficacia no engendra necesariamente el sentido; también podría conducir al sinsentido".

"Potencialmente, el conflicto está inscrito desde los tiempos más remotos en el desarrollo del universo y la edificación de la complejidad. Con el hombre toma su dimensión trágica. Simultáneamente una salida se dibuja. Corresponde al ser humano darle un sentido a la realidad".

"Somos (nuestra generación) espectadores y actores de este periodo de la historia donde el problema entra en su fase decisiva. Si tenemos un papel que representar en el universo es ayudar a la naturaleza a parirse a sí misma. El ser más amenazador es también el único que podría hacer posible el parto".

"La inteligencia no es necesariamente un regalo envenenado. El absurdo es aún evitable. El despertar del júbilo es, tal vez, el antídoto más eficaz" (De "El sentido del universo"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1989).

En los últimos tiempos ha surgido una interesante variación respecto de la antigua visión del Dios personal, ya que es aceptada como postura religiosa la que ubica como principio la existencia de leyes naturales invariantes sin necesidad de una suspensión momentánea (milagro) por parte de su creador. Wilhelm Pöll escribió: "Para corresponder en cierto modo a las diversas concepciones de la religión, la definiremos aquí como «homenaje a lo sagrado». En el término «sagrado» se incluyen también las formas sociales o individuales de religión en las que se presta homenaje a una fuerza inconcebible o a un poderoso ser sobrehumano y hasta quizás supraterreno, aunque no se piense en él como persona o como ser independiente".

"Con la expresión «homenaje» se indica la clase de relación del hombre con lo sagrado que existe en la religión. La voz «homenaje» (u «honra») substituye a «veneración», más corrientemente empleada en la definición de religión. El primer término abarca, más claramente que el segundo, la posibilidad de una relación con lo sagrado de una comunidad o grupo. «Veneración» indica principalmente una amorosa relación de estima y respeto; además, sugiere la expresión ritual de estos sentimientos. Ni lo uno ni lo otro se asocia forzosamente al concepto de religión. La veneración nace de un intenso sentimiento de afecto y bienquerer, y tiene en ella gran relieve la libertad de la ofrenda, mientras que en el homenaje predomina la idea del cumplimiento de una obligación. Ambos tipos se presentan, separadamente o unidos, en las diversas formas de religión" (De "Psicología de la religión"-Editorial Herder-Barcelona 1969).

La oposición a toda forma de religión, o a toda posibilidad de existencia de un sentido implícito en el orden natural, es el ateísmo. El ateísmo vulgar, y activo, por lo general se presenta bajo el mismo nivel intelectual mostrado por el fanático religioso. Mientras este último acepta tranquilamente toda forma de incoherencia lógica bajo interpretaciones textuales de las simbologías bíblicas, aquel critica y se burla del fanático creyendo que toda forma de religión es necesariamente la profesada por el fanático.

martes, 2 de junio de 2020

Claridad literaria y profundidad intelectual

La primera impresión que surge en muchos lectores ante un texto filosófico, o sociológico, al observar una llamativa ausencia de claridad, es la aparente "profundidad intelectual" del autor. Ello se debe a que cada párrafo, de tal libro o artículo, requiere para su comprensión un esfuerzo mental y una dedicación nada despreciables. Sin embargo, ambos aspectos, claridad y profundidad, son independientes. Ante esta frecuente situación, y en forma premeditada, algunos autores escriben cosas confusas, o palabrerío hueco, con la intención de pasar por escritores profundos.

Además, y en forma simultánea, tales lectores tienden a menospreciar todo aquello que sea de fácil comprensión vinculándolo a una supuesta superficialidad subyacente. Este es el mismo caso en que se supone que todo artículo vendido a un precio accesible tiene que ser necesariamente de baja calidad, promoviendo una compensatoria e injustificada suba del precio por parte del vendedor. Paul Foulquié escribió: "Se tiene una idea clara de un objeto cuando se puede distinguirlo de los demás; si no, la idea es calificada de oscura. Para que una idea clara sea distinta es preciso saber además en qué difiere el objeto de los demás; si no, es confusa"(Del "Diccionario del Lenguaje Filosófico"-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

También existen autores de difícil accesibilidad, como Baruch de Spinoza, que tienen en sus escritos mucha profundidad, entendida ésta como una adecuación cercana a la realidad, o a las leyes naturales que rigen todo lo existente. De ahí que pueden presentarse cuatro casos extremos:

a- Texto complejo y contenido profundo (Ej: Spinoza)
b- Texto complejo y contenido superficial (Ej: Pseudointelectuales)
c- Texto claro y contenido profundo (Ej: Divulgadores científicos)
d- Texto claro y contenido superficial (Ej: Intelectuales en formación)

Respecto de los textos filosóficos, puede decirse que muchos de ellos están escritos en forma compleja para ser leídos por lectores especializados, es decir, del propio ambiente filosófico. De ahí que sean poco efectivos para tener cierta influencia en el ciudadano común, evidenciando que la actitud de quien escribe, no apunta a solucionar problemas concretos, sino para entretenerse en debates estériles de incierta finalización.

En cierta ocasión, Richard P. Feynman comenta (respecto de un texto de Spinoza) que, "si en lugar de afirmar algo, lo niega, nadie nota la diferencia...". Este es un ejemplo interesante del efecto que un escrito puede producir en un ciudadano normal, porque nadie puede dudar de la inteligencia de uno de los más importantes físicos teóricos del siglo XX, por lo que, como siempre se ha dicho, la "Ética demostrada según el orden geométrico", especialmente, es uno de los textos de Spinoza de muy difícil comprensión.

La claridad de un escrito depende generalmente de asociar una imagen, más o menos concreta, y en lo posible, a cada palabra utilizada. Depende también del "lector ideal" a quien van dirigidas las palabras escritas. De ahí que un docente, o un periodista, tengan por lo general bastante claridad debido a este último aspecto. Depende también de su propia exigencia personal de comprender tan sólo lo que está expresado en forma clara, por lo que también publicará lo que a él le resulte comprensible.

Lo criticable no es la oscuridad en sí, sino la predisposición a despreocuparse de ese problema, o de acentuarlo con los fines antes mencionados. Por el contrario, es elogiable todo esfuerzo por buscar la máxima inteligibilidad en cada escrito. Como dijo J. Renard: "La claridad es la cortesía del escritor".

Mientras que un escrito oscuro se caracteriza por generar variadas interpretaciones, el mensaje claro permite la comunicación fidedigna de lo que ha pensado quien lo envía. Además, la oscuridad o la claridad del mensaje en cierta forma resultan ser un reflejo de la oscuridad o de la claridad asociadas a la mente del emisor. Julián Marías escribió: "Al cabo de algún tiempo, los discípulos de Zubiri hacíamos un descubrimiento sorprendente: el de su claridad. Cuando se habían leído las páginas necesarias de filosofía, cuando se había adquirido cierto hábito intelectual y se había conseguido la habitualidad de escribir veinte páginas de apuntes durante los cuarenta minutos de sus clases, se advertía hasta qué punto era claro aquel difícil y hondo pensamiento, de concisión casi irritante, reforzado por una claridad verbal inaudita" (Del "Diccionario del Lenguaje Filosófico").

Los problemas asociados al lenguaje no terminan en una cuestión de claridad u oscuridad, ya que algunos autores van mucho más allá y aducen que la realidad a describir es "una cuestión de lenguaje". Mario Bunge escribió al respecto: "El textualismo es, probablemente, la más absurda, dogmática, estéril y engañosa de todas las versiones del idealismo. Es, por ende, la más fácil de refutar. En efecto, basta notar que la gente cuerda distingue entre palabras y sus referentes, o que los átomos, las estrellas, las plantas, las sociedades y las cosas carecen de propiedades sintácticas, semánticas, fonológicas y estilísticas. No podemos leerlas o interpretarlas. Éste es el motivo por el cual las estudiamos experimentalmente y construimos modelos matemáticos de ellas sin esperar que un semiótico nos diga qué son o cómo tratar con ellas".

"Sin duda, los científicos exponen y discuten sus problemas y descubrimientos, pero sus discursos se refieren principalmente a objetos extralingüísticos y no a otros textos. Por ejemplo, los científicos conjeturan y ponen a prueba ecuaciones que tratan del movimiento de cuerpos en campos de propagación, no de palabras" (De "Crisis y reconstrucción de la filosofía"-Editorial Gedisa SA-Barcelona 2002).

La postura criticada por Bunge conduce a una oscuridad mental extrema porque surge de una oscuridad mental similar, agregando al respecto: "Estos profesores de oscuridad sostienen que, puesto que nada existe fuera de algún texto, la verdad objetiva no existe y no hay que intentar representar el mundo. Más aún, sospechan de toda teoría, no porque sepan que nuestras teorías acerca del mundo son imperfectas, sino porque creen que toda teoría es ilusoria y represiva. Así como los macarthystas veían comunistas debajo de cada cama, los desconstructivistas ven «el poder» detrás de cada idea, aunque sea matemática. Lo ven pero no prueban que esté allí".

"Para comprender o cambiar el mundo hay que enfrentarlo y estudiarlo en serio, en lugar de limitarse a leer o a escribir textos incomprensibles para pasar por profundo" (De "Elogio de la curiosidad"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1998).

lunes, 1 de junio de 2020

Guía de pensadores liberales

Para avanzar en la conformación de una adecuada formación intelectual, no existe medio más eficaz que el de la lectura de los pensadores y divulgadores más destacados en una rama del conocimiento. En este caso se mencionan los nombres de quienes promueven las ideas liberales como también de aquellos intelectuales que, desde posturas neutrales, aclaran esas ideas tanto como las de sus opositores. También se mencionan los nombres de quienes se han opuesto al socialismo aunque no se hayan definido como partidarios del liberalismo.

ALEMANIA

Ludwig Erhard
Konrad Adenauer
A. Müller-Armack

ARGENTINA

Juan Bautista Alberdi
Álvaro C. Alsogaray
Alberto Benegas Lynch
Mariano Grondona
Roberto Cachanosky
Ricardo López Murphy
Martín Krause
Juan José Sebreli
Javier Milei
Diego Giacomini
José Luis Espert

AUSTRIA

Carl Menger
Ludwig von Mises
Friedrich von Hayek
Wilhelm Röpke
Karl Popper

CANADÁ

Stephen R. C. Hicks

CUBA

Carlos Alberto Montaner

ESCOCIA

Adam Smith
David Hume

ESTADOS UNIDOS

Milton Friedman
Henry Hazlitt
William E. Simon
Murray N. Rothbard
Michael Novak
Israel M. Kirzner
Ayn Rand

ESPAÑA

José Ortega y Gasset
Julián Marías
Salvador de Madariaga
Jesús Huerta de Soto
Juan Ramón Rallo

FRANCIA

Raymond Aron
Jacques Rueff
Jean-François Revel
Guy Sorman

HUNGRÍA

Arthur Koestler

INGLATERRA

John Locke
Isaiah Berlin

ITALIA

Luigi Einaudi

MÉXICO

Enrique Krauze
Octavio Paz

PERÚ

Mario Vargas Llosa
Álvaro Vargas Llosa
Hernando de Soto

RUMANIA

Eugène Ionesco

RUSIA

Alexander Solyenitsin
Andrei Sajarov
Vladimir Bukovsky

VENEZUELA

Carlos Rangel

La lista es mucho mayor, aunque se han mencionado los principales autores cuyos libros han sido escritos o traducidos al castellano.