martes, 31 de octubre de 2017

Liberación cristiana vs. Liberación marxista

A lo largo de la historia, las actitudes erróneas fueron la principal causa de conflictos personales y grupales. De ahí que se hayan sugerido diversas maneras de eludirlas, constituyendo los intentos por liberar al hombre del sufrimiento asociado. Desde el cristianismo se interpretó que tal liberación consistía esencialmente en dejar de lado nuestros propios defectos personales, por lo cual la libertad tan ansiada no era otra cosa que la libertad respecto de una esclavitud autoinfligida por cada individuo.

El principal defecto humano consiste en el odio, que se manifiesta en forma de burla y de envidia. Si bien no existe unanimidad respecto del significado de estas actitudes, debemos sintetizarlas bajo su significado concreto. Así, cuando a la persona A le ocurre algo malo y B se alegra por ello, decimos que B puede llegar a burlarse de A, o bien mantener ese sentimiento oculto a los demás. También, cuando a la persona A le ocurra algo bueno, B se entristecerá por ello, por lo cual decimos que B siente envidia de A, actitud que también intentará disimular. Por ello, la burla y la envidia coexisten en una misma persona y pueden ser consideradas como las componentes del odio. Giovanni Papini escribió al respecto: “El que envidia es un venenoso que se envenena. Destila de su ser un licor maligno que después se bebe todo, gota a gota”.

“Se regocija en el dolor ajeno y siente dolor por la alegría de los demás –pero sus placeres están turbados y son breves en tanto que su sufrimiento es acerbo y constante. Sufre por el bien –o lo que a él le parece el bien- recaído en otros; sufre por la ansiedad de ver que ese bien les sea quitado; sufre por el temor de que el envidiado obtenga un bien más; sufre cuando oye elogiar a alguien, fuera de sí mismo; sufre cuando alguien deplora el daño recaído en el envidiado y que a él lo reconfortó”.

“La extrema envidia lo lleva a veces al odio, tormento y peligro de los mayores; o lo condena a la amarga masticación de la misantropía segregadora, o lo impulsa, para superar a los envidiados, a una inquieta y tal vez fraudulenta conquista de riquezas y fama. Pero el mal mayor le viene de su imaginación que de tal manera agiganta la fortuna de los demás y empequeñece la suya; y hasta tal punto que él no ve ni goza los bienes propios, ni los siente, aprisionado y tenso en la tarea de espiar y envidiar los de los prójimos. No puede soportar la riqueza ajena y mientras tanto se empobrece; no puede ver la felicidad de los demás y se entristece siempre más; no puede tolerar la grandeza de sus semejantes y pierde la poca que posee o que podría poseer” (De “Informe sobre los hombres”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1979).

La liberación cristiana consiste esencialmente en suministrar un antídoto contra el odio, ya que sugiere el amor al prójimo; actitud por la cual se debe intentar compartir las penas y las alegrías ajenas como propias (en lugar de cambiar la alegría ajena en tristeza propia y el dolor ajeno en alegría propia). La actitud cooperativa propuesta por el cristianismo no sólo resulta efectiva para combatir el sufrimiento sino que, además, promueve un elevado grado de felicidad, ya que “alegría compartida es doble alegría y dolor compartido es medio dolor”.

En nuestra época, en la cual cada vez es menor la influencia religiosa, las nuevas generaciones tienden a buscar soluciones existenciales en otra parte. Tal es así que, ante el sufrimiento producido por la envidia, o por la “desigualdad social”, se supone que todos nuestros problemas se solucionarán quitándole las riquezas a quienes más tienen, de tal manera que las incomodidades y los sufrimientos sean por todos compartidos con la desaparición aparente de las causas motivadoras de la envidia. Esta es esencialmente la “liberación marxista” propuesta a través del socialismo. El envidioso no debería intentar cambiar en lo más mínimo, ya que será el sistema social el que habrá de suprimir las desigualdades generadoras de envidia.

La igualdad social es anhelada por quienes se sienten inferiores y renuncian a todo intento por mejorar su condición. Papini agrega: “La envidia despierta la caridad justamente porque es lo opuesto a la caridad, que se alegra por el bien de los demás y padece sus males más que los propios. Y es lo opuesto de los sentimientos más altos, del amor, que goza con la dicha del amado aun a costa del propio dolor, de la generosidad, que llega a sufrir ante el mal del enemigo mismo; del entusiasmo, que todo lo engrandece mientras que la envidia todo lo envilece. La magnificencia es de los grandes así como la mezquindad es de los pequeños”.

“Pero cuando la envidia, en vez de ser un mal secreto de los solitarios, infecta a las multitudes, entonces es funesta en cuanto a lo universal. La envidia de la plebe hacia los oligarcas es el origen primero de la mediocracia. La envidia de las clases bajas, más numerosas, contra los poderosos, enciende el fuego de las revoluciones; la envidia de los pobres hacia los ricos es causa de saqueos y de todo hurto legal. La envidia de los pueblos contra los pueblos es una de las razones de las guerras de exterminio. Si individualmente es veneno que intoxica, destilado en las mayorías es bacilo de peste que destruye también a los inocentes”.

La proliferación de la envidia tiene como cómplices necesarios a quienes se jactan de sus riquezas y de su poder haciendo ostentosas demostraciones. De ahí que debamos distinguir entre los ricos según la forma en que han obtenido sus riquezas y según la forma en que disponen de ellas. No es lo mismo el empresario exitoso que reinvierte sus ganancias buscando una mejora social, que el político que roba al Estado para luego esperar la admiración de las masas por tal habilidad. Por lo general, el envidioso tiende a calumniar al empresario exitoso mientras que admira al político por cuanto supone que éste le ha robado a aquél, cuando en realidad, al robar al Estado, le roba a toda la sociedad. “Las almas malignas –frecuentes también entre los envidiados- se complacen tanto en ese homenaje indirecto y forzado que es la envidia, que se divierten al provocarla con la ostentación y la cultivan vanagloriándose de sus triunfos ante aquellos que sufren. Gozan al ver el padecimiento del envidioso y caen, por lo tanto, en su mismo pecado que es la anticaridad. Otros, en cambio, por prudencia y compasión, ocultan lo mejor de ellos mismos y la ventura, si les llega, y terminan siendo simuladores por querer hacer el bien”.

La envidia está asociada a la escala de valores adoptada por el individuo, ya que por lo general se siente envidia por cuestiones esencialmente materiales, y no tanto por el nivel de felicidad alcanzado, ya que la felicidad depende esencialmente de la actitud cooperativa hacia el resto de las personas. Los seres humanos están disponibles por millones y nadie puede quejarse de que falten personas con quienes entablar amistad. “La envidia es el efecto de una múltiple imbecilidad…Las más de las veces se envidia a quien no merece ser envidiado, ya sea porque el bien aparente es un mal efectivo, ya sea porque en realidad goza y posee menos que nosotros. Imbecilidad porque se envidia inclusive el mal y el pecado o cosas que verdaderamente no querríamos tener, o ciertos bienes propicios a otros que para nosotros serían una carga y un daño. Imbecilidad porque por lo general se envidian los bienes materiales, es decir, los inferiores, y que por naturaleza son limitados hasta tal punto que una parte dada a nosotros es sustraída a los otros; mientras que raramente se envidian los bienes espirituales, tanto más preciosos, y que a diferencia de los primeros más se acrecientan si son más sus poseedores”.

La lucha entre el Bien y el Mal, simbolizada por las fuerzas opuestas de Dios y Satanás, en realidad se trata de la lucha entre el amor, por una parte, y el odio, el egoísmo y la negligencia, por la otra. El citado autor agrega: “A los envidiosos les sucede ser castigados más visiblemente que otros culpables. El demonio, que según las palabras de la Sapiencia introdujo la muerte en el mundo por la envidia a los hombres, fue condenado a verlo a Dios mismo encarnarse en el hombre y vencer la muerte. Caín, que por envidia mató a Abel, tuvo que errar sobre la Tierra empujado por el fuego; los hijos de Job, que por envidia vendieron a José a los mercaderes, después tuvieron que humillarse ante el hermano, vuelto rico y poderoso como su envidiosa fantasía jamás hubiera podido figurarse; los judíos que, según atestigua Mateo, lo entregaron a Jesús a Pilatos, movidos por la envidia, años después fueron exterminados por las dagas romanas mientras Jerusalén era reducida a un montón de escombros y a una sepultura común”.

“¿De dónde nace este pecado que aun siendo tortura para quien lo comete es tan común entre los hombres? Muchos creen que su raíz está en el orgullo, pero se equivocan. El verdadero orgullo no envidia, no se siente inferior a nadie y si ve la grandeza ajena no sufre porque se propone superarla ya que se siente capaz de obtenerla en mayor grado. La envidia, por el contrario, viene de una especie de humildad involuntaria y acre que reconoce la superioridad de otros y la propia incapacidad de alcanzarla. Más aún, casi siempre es una admiración acompañada por la tristeza de la impotencia. Al igual que el soberbio, el envidioso no tolera a quien está más elevado que él, y resignado a su miseria y pequeñez querría que todos fuesen pequeños y míseros como él y más que él, pero el soberbio se mide con los grandes y hasta desearía que lo fuesen más porque mayor sería el orgullo de sobrepasarlos”.

Puede decirse que las grandes catástrofes sociales del siglo XX, producidas por los totalitarismos, tuvieron mucho que ver con la envidia. La persecución de judíos por parte de los nazis, considerados inferiores, quedó pronto desmentida por la cantidad de Premios Nobel logrados por esa etnia, por lo que, en realidad, tal persecución fue motivada por razones de envidia ante un grupo de gente que se destacaba de los demás por méritos propios.

La “liberación marxista” de la envidia fue propuesta en Rusia suponiendo que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción habría de eliminar ese grave y negativo sentimiento. La competencia egoísta se manifestó de otras formas mientras que la escala de valores materialista se mantuvo vigente. Las decenas de millones de víctimas inocentes no alcanzaron para borrar actitudes que se cambian individual e interiormente, y no socialmente.

sábado, 28 de octubre de 2017

No al ajuste (sí al desajuste)

En época de elecciones, surgen proclamas de quienes buscan captar la máxima cantidad de votos aun a costa de sacrificar la verdad. Al igual que el empresario irresponsable, que busca optimizar ganancias a cualquier precio, el político irresponsable busca optimizar el caudal de votos de la misma manera. En ambos casos se desvirtúa la competencia por cuanto, tanto la optimización de ganancias como la de votos, deben ser la consecuencia de haber producido con calidad y eficiencia, o la consecuencia de haber participado en la gestión pública o privada con honradez y eficacia.

Mientras que una economía nacional sólida sólo puede establecerse cuando existe una cantidad apreciable de competidores en el mercado, una política nacional sólida sólo podrá surgir de un ambiente intelectual y político competente. Por el contrario, cuando no existe una cantidad suficiente de empresarios, es imposible que surjan verdaderos mercados, ya que solamente aparecerán monopolios con una clientela cautiva. En forma similar, cuando intelectuales y políticos se someten a ideologías y creencias alejadas de la realidad, no es posible establecer democracias estables, ya que sólo es posible mantener o acrecentar el voto cautivo que proviene de personas engañadas a la vez mediante la propaganda partidaria.

Cuando una familia vive más allá de sus posibilidades materiales, es decir, cuando entran por mes 100 unidades monetarias y gasta 105 o 110, se hace necesario pedir préstamos para mantener el desajuste. Luego, los préstamos se han de cubrir con otros préstamos hasta que la situación estalla de alguna manera. De ahí que lo sensato resulta hacer un ajuste de los gastos hasta equilibrar el sistema. Mejor aún sería gastar menos de lo que entra mensualmente para poder invertir y así crecer económicamente.

Con los países sucede algo similar. Cuando el Estado recibe 100 unidades monetarias y gasta 105 o 110, se debe intentar realizar un ajuste. De lo contrario, deberá pedir préstamos, pagar intereses, y así hasta que la situación resulte insostenible. En los países subdesarrollados, intelectuales y políticos, en su mayoría, concuerdan en que el Estado debe gastar muchos recursos, incluso más de lo que recibe. Pronto se llega a la etapa de recurrir a préstamos o bien a la impresión monetaria excesiva que produce inflación. Los políticos llegan al extremo de sostener, posteriormente, que la deuda del Estado “no debe pagarse con el hambre del pueblo” y que los delincuentes son los que prestan el dinero y no los que no pagan sus deudas.

En las campañas electorales, la propaganda política propone tácitamente que el Estado debe gastar más de lo que recibe, mientras se difama a los políticos que sugieren realizar un ajuste económico. De los primeros, se dice que tienen “sensibilidad social”, mientras que de los últimos se dice que carecen de ella.

Una manera eficaz de deteriorar el sistema energético nacional consiste en subsidiar a las empresas distribuidoras para que ofrezcan el gas y la electricidad a precios reducidos. Con ello se consigue que el sector privado deje de hacer inversiones. Se promueve además el derroche de energía aunque con ello se logre un importante caudal de votos, por cuanto la mayoría supone que el derroche le resulta casi gratis a todos. Sin embargo, con el tiempo, se pierde el autoabastecimiento y se debe importar el gas, a precios elevados. Como el Estado gasta más de lo que recibe, surge un proceso inflacionario producido, entre otros factores, por la necesidad de importar combustibles. Recordando que la inflación castiga mucho más al pobre que al rico, y siendo las tarifas energéticas exiguas, puede decirse que el pobre, que en general consume bastante menos gas y electricidad que el rico, es el que subsidia finalmente a éste, aunque se diga por todas partes que las tarifas reducidas favorecen a los pobres.

También se critica a los que “carecen de sensibilidad social” cuando reducen los impuestos de algún sector productivo con la intención de que disponga de mayores recursos para hacer nuevas inversiones y genere puestos de trabajo adicionales. Los que critican nunca dicen que con esa reducción impositiva se está favoreciendo tanto a la producción como al empleo, sino que están “beneficiando a los ricos”.

Algunos analistas advierten que los políticos de izquierda, cuando llegan a diputados o senadores, se destacan esencialmente por oponerse a todo lo que proponen quienes intentan establecer un ajuste en la economía, es decir, una reducción del déficit estatal. Esta actitud opositora, revestida siempre de palabras agraviantes, es similar a la exteriorizada por el mismo sector ideológico en otros países. Jean-François Revel escribió: “Los socialistas…fueron tiempo atrás unos artistas tan excepcionales de la oposición, que aún siguen siéndolo. Al ocupar el poder no han sabido convertirse en gobernantes”.

“Al parecer no han comprendido que a partir de ahora se trataba, no de grandes discursos, sino de graves decisiones, y están estupefactos comprobando que no pueden corregir las consecuencias nefastas de lo que hacen con nuevas frases. ¡Ay!, el poder no es el «Club de la prensa», donde basta una pizca de habilidad verbal sazonada con un poquitín de hipocresía para retirar una palabra imprudente sin que dé la impresión de que desmentimos nada. Toda palabra puede abolir la otra. Pero una hermosa frase jamás abolirá un acto equivocado”.

“En el arte del oponente hay dos aspectos: triturar al adversario y prepararse para gobernar. Los socialistas han brillado mucho en el primer aspecto, tanto que no se han preocupado demasiado concretamente del segundo”. “Las «soluciones» socialistas sólo resolvían un único problema: desacreditar todo lo posible a los gobiernos de entonces, sin preocuparse lo más mínimo por saber por qué medios reales podían superar más tarde las dificultades de estos gobiernos”.

“Oponerse constituye un arte, lo mismo que gobernar, pero más variado y flexible, menos disciplinado, porque la oposición sólo tiene que influir en las mentes, mientras que el gobierno ha de actuar a un tiempo en las mentes y en las cosas” (De “El rechazo del Estado”-Editorial Planeta SA-Buenos Aires 1985).

Otro aspecto a destacar es la diferencia entre el socialista fuera del poder y el socialista con poder, ya que una vez que está al mando del Estado, olvida fácilmente las premisas que lo llevaron a esa posición. Sergio Vilar escribió: “Dime contra qué luchas y te diré qué es lo que más ambicionas, podríamos decir a tantos dirigentes comunistas que, cuando estaban en la oposición, en sus respectivos países, decían que una de las cosas que más querían, uno de sus principales objetivos, era «destruir el Estado burgués» con el fin de «establecer la dictadura del proletariado» como vía de preparación de la desaparición del Estado. Ninguno de sus llamados deseos-objetivos se ha cumplido. Cuando han conseguido conquistar un Estado burgués, han entrado dentro, han probado los sillones, las dependencias ministeriales y presidenciales e incluso los más sencillos butacones de los subsubsubsubsecretarios, y su conclusión ha sido rápida: «¡Caray, que bien que se está aquí!», y se han quedado con el Estado burgués para siempre…” (De “El disidente”-Plaza & Janés SA Editores-Barcelona 1981).

Se cree, por lo general, que la política es un asunto de ideas e intereses contrapuestos. Sin embargo, subyacente a estos aspectos intelectuales y personales, existen motivaciones básicas, como el amor y el odio, que son las verdaderas causas de los diversos comportamientos políticos y sociales. Pierre Ansart escribió: “La afectividad política, con sus figuras inagotables del amor y el odio, es evidente por sus múltiples manifestaciones y, no obstante, siempre está impregnada de oscuridad. Las emociones, los sentimientos y las pasiones no dejan de acompañar la vida política: desde la irritación de una modesta discusión sobre la designación de un candidato electoral hasta las angustias y embriagueces de una victoria militar, en todo momento entra en juego la afectividad individual y colectiva. A veces, una situación de conflicto revela sentimientos que parecían olvidados y se reconstituyen en la prueba; otras, una emoción súbita parece invadir a una población y llevarla a la angustia o la revuelta; otras más, un movimiento de simpatía o de afecto rodea a un jefe carismático; en otras ocasiones, al contrario, se cristaliza una representación de odio que hace de un jefe o todo un grupo un chivo emisario” (De “Los clínicos de las pasiones políticas”-Ediciones Nueva Visión SAIC-Buenos Aires 1997).

Si hablamos de amor y odio en la política, estamos hablando de cuestiones éticas, por lo que no resulta nada nuevo advertir que los éxitos y los fracasos políticos y económicos dependen esencialmente del nivel ético predominante en una sociedad o en un país. José Ortega y Gasset recomendaba a los argentinos de finales de la década del 30: “La crisis argentina no es económica, ni política, ni social, sino moral e intelectual: faltan normas para vivir e ideas para orientarse”. “¿Han perdido la fe en sus propios principios? ¿Es que no creen ya en su cultura?”.

Maira Herrero e Inés Viñuales de Santiváñez escriben al respecto: “El pensador español destaca las enormes capacidades, promesas y potencialidades de esa joven Argentina. Aunque a la par, nos transmite sus genuinas preocupaciones por el futuro de esa Argentina próspera e inteligente, en la que percibía una crisis moral e intelectual en ciernes. En forma temprana nos advierte sobre «la ausencia de los mejores, y el cinismo triunfante»”.

“Ortega se espanta ante el creciente oportunismo y el inmoderado apetito de fortuna que observa por doquier, y lamenta una ausencia de idoneidad y falta de adherencia y amor por el oficio o puesto. En forma visionaria, sugiere buscar el anclaje de las instituciones”. “El político y filósofo español nos dirá que el argentino vive el pasado con una pasión intensa, como si fuera hoy. El futuro le deja ansioso o extasiado por anticipado. Mientras, deja de lado el trabajo cotidiano y constante por consolidar el presente” (De “Ortega y Gasset en la cátedra Americana”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2004).

Luego de varias décadas de emitido el diagnóstico, las actitudes predominantes poco o nada han cambiado.

miércoles, 25 de octubre de 2017

El cristianismo y sus diversas interpretaciones

Entre las causas de debilitamiento del cristianismo, en cuanto a los efectos que produce en la sociedad, encontramos una tergiversación debida a la variedad de formas en que ha sido interpretado; formas que, por lo general, no respetan la prioridad establecida por su fundador. Incluso se llega al extremo de que algunas tendencias teológicas, religiosas o políticas buscan en los Evangelios un fundamento para su propio sostenimiento, es decir, un fundamento para reemplazarlos y no para buscar cierta compatibilidad, o para fundamentarlos desde un punto de vista científico.

Es por ello que se ha llegado a hablar de “cristianismos”, como si se tratara de una obra de arte abstracto respecto de la cual cada observador tiene la libertad de entenderlo como le venga en ganas. Alfredo Fierro escribió: “El conjunto de hechos agrupados bajo la denominación de «cristianismo», de unidad seguramente indisputable a efectos de identificación y diferencias respecto a conjuntos históricos de parecido corte –verbigracia, hinduismo, budismo o judaísmo, o también marxismo, ciencia o tecnología-, constituye un apiñamiento con bastante heterogeneidad interna como para necesitar de estudio en unidades más pequeñas: los diferentes proyectos cristianos y los diversos cristianismos reales que en la historia han sido. Hablar del cristianismo, de la fe o de la práctica cristiana en singular impide la percepción de sus interiores diferencias y favorece, encima, el prejuicio de alguna singularidad de la fe cristiana, prejuicio que, en cambio, se conjura en cuanto hablamos de los cristianismos y de las prácticas en plural. Es éste, pues, un plural con abiertas intenciones de combate contra el mito y prejuicio de la singularidad cristiana” (De “Teoría de los cristianismos”-Editorial Verbo Divino-Navarra 1982).

Respecto de los mandamientos cristianos; orientados hacia el amor a Dios y al prójimo, Cristo establece la prioridad esencial indicando que en ellos se sintetiza “toda la ley y los profetas”. Ello implica que puede uno creer o no creer en los diversos misterios religiosos, tener o no fe, lo esencial es el cumplimiento de tales mandamientos. Alguien ajeno al cristianismo, que trate de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, está respondiendo a los mandamientos cristianos de mejor manera que el creyente que carece de tal predisposición.

Para llegar al efectivo cumplimiento de los mandamientos bíblicos, se dispone previamente de un “vehículo” que los pone a disposición del destinatario; en ello consiste la tradición cristiana, los relatos bíblicos, los Evangelios y todo lo demás. Sin embargo, hay gente que se queda en esa etapa, adoptando un sentido de su vida definido, pero sin dar nunca el paso final del amor al prójimo. Tiene la predisposición a interpretar los mandamientos de una manera cómoda y poco eficaz; beben el vaso de agua y olvidan ingerir la píldora.

Muchos seguidores de Cristo encuentran en la inmortalidad la esencia de su religión; incluso llegan a pensar que el premio de la vida eterna se consigue, no a través del cumplimiento de los mandamientos, sino como premio a la creencia en esa vida de ultratumba. Miguel de Unamuno escribió: “Tal descubrimiento, el de la inmortalidad, preparado por los procesos religiosos, judaico y helénico, fue lo específicamente cristiano. Y lo llevó a cabo sobre todo Pablo de Tarso, aquel judío fariseo helenizado. Pablo no había conocido personalmente a Jesús, y por eso le descubrió como Cristo. «Se puede decir que es, en general, la teología del Apóstol la primera teología cristiana. Era para él una necesidad; sustituirle, en cierto modo, la falta de conocimiento personal de Jesús», dice Weizsäcker…No conoció a Jesús, pero le sintió renacer en sí, y pudo decir aquello de «no vivo en mí mismo, sino en Cristo». Y predicó la cruz, que era escándalo para los judíos y necesidad para los griegos, y el dogma central para el Apóstol convertido fue el de la resurrección del Cristo; lo importante para él era que el Cristo se hubiese hecho hombre y hubiese muerto y resucitado, y no lo que hizo en vida; no su obra moral y pedagógica, sino su obra religiosa y eternizadora” (De “El sentimiento trágico de la vida”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1980).

Ante la visión paulista del cristianismo, no debe asombrarnos encontrar gente llena de soberbia, que se siente ligada a lo sobrenatural, que mira en menos a los ateos y a los seres “naturales” que carecen de su fe en la inmortalidad, despreocupándose por intentar compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, ya que interpretan los mandamientos según su comodidad y conveniencia. Puede decirse que Pablo de Tarso cambia la prioridad establecida por el Cristo de los Evangelios, por cuanto hace predominar la fe en el más allá al cumplimiento de los mandamientos en el más acá; la creencia predomina sobre la acción, la religión contemplativa predomina sobre la religión moral. En la religión bíblica, los objetivos personales se logran en base a la actitud moral y no tanto en base a la actitud teológica o filosófica. Resulta sencillo creer en la inmortalidad, mientras que amar al prójimo como a uno mismo, o al menos intentarlo, resulta mucho más difícil.

A la teología de Friedrich Schleiermacher se la ha denominado como “teología del sentimiento” por cuando prioriza la actitud emotiva que todo individuo debería tener respecto de la religión. Hugh R. Mackintosh escribió: “Los pensadores se habían olvidado del corazón humano y su sed por el Invisible. Schleiermacher pensaba que era necesario guiar de nuevo a la humanidad al descubrimiento elemental pero edificante de ser la religión una experiencia que no ha de analizarse fríamente, sino que ha de ser vivida y gozada. Así, podemos oírle decir: «¿Rechazáis los dogmas y las proposiciones de la religión? Muy bien, rechazadlos. En todo caso, no son ellos la esencia de la religión. La religión no necesita de ellos; sólo la reflexión humana acerca del contenido de nuestros sentimientos religiosos requiere tales dogmas y les da origen. ¿Decís que no podéis contentaros con milagros, revelación e inspiración? Tenéis razón: ya no somos niños; el tiempo de los cuentos de hadas ha pasado. Simplemente abandonad la fe en todas estas cosas y yo os mostraré milagros y revelaciones e inspiraciones de otra y muy distinta clase. Para mí, todo lo que guarda una relación inmediata con el Infinito, con el Universo, es un milagro. Y toda cosa finita guarda tal relación en tanto encuentro en ella una señal de lo Infinito. ¿Qué es la revelación? Toda comunicación nueva y original del Universo al hombre. Y para mí todo sentimiento elemental es inspiración. La religión a que os guiaré no requiere fe ciega alguna, no requiere la negación de la física ni de la psicología; es totalmente natural y sin embargo, como producto inmediato del Universo, es toda gracia»” (De “Corrientes Teológicas Contemporáneas”-Methopress Editorial y Gráfica-Buenos Aires 1964).

Por lo general, la incursión de los filósofos en la religión sólo ha tenido como efecto oscurecer o disfrazar las sugerencias éticas originales ocultándolas del hombre común hasta hacerles perder toda su eficacia. Este no es el caso de Baruch de Spinoza, quien establece aportes originales a la religión cuando define con cierta precisión actitudes básicas como el amor y el odio, haciéndolas comprensibles en lugar de ocultarlas.

Uno de los principales problemas que afectan al cristianismo es el hecho de ser considerado como un conjunto de ideas, descripciones y sugerencias de valor subjetivo, aun cuando el amor al prójimo sea una actitud concreta y definida que puede ser fundamentada en la empatía, fenómeno psicológico observable y accesible al conocimiento inmediato. Mackintosh escribió: “La otra influencia perniciosa de que Albretch Ritschl deseaba deshacerse era la del subjetivismo, con ese fenómeno ya no aceptable que tan a menudo le acompaña y que llamamos misticismo. Schleiermacher había sido el gran subjetivista. En términos generales, Schleiermacher encontraba el punto de partida de la teología en lo que sucede dentro del alma del creyente, y no en los hechos históricos; afirmaba claramente que las doctrinas, en lugar de afirmaciones acerca de lo que es dado de manera objetiva y aprehendido por la fe, son descripciones de nuestros propios estados mentales religiosos. Para una mente pragmática como la de Ritschl, esto resultaba intolerable. Según él, esto no era más que un sentimentalismo romántico, y el único modo de escapar de él era el de apoyarse firmemente en la historia”.

En realidad, todo conocimiento objetivo produce distintos efectos en las distintas personas. Así, si se explica la teoría cuántica a varias personas encontraremos respuestas que van desde la incomprensión, el rechazo, el entusiasmo o la decepción, sin que ello implique que dicha teoría tenga “un valor subjetivo”. William James afirmaba que “Dios es real porque produce efectos reales”.

Cuando Cristo afirma que “El Reino de Dios está dentro de vosotros”, vislumbra que sus prédicas surgen de la observación directa del comportamiento humano, antes que establecer planteos filosóficos acerca del pensamiento concreto de Dios. Habla de Dios a partir de los efectos observados ante cada una de las diversas actitudes humanas. Es decir, advierte la respuesta del orden natural ante la conducta de los hombres. Como tal respuesta es la misma en iguales circunstancias, existe una semejanza entre el teísmo y el deísmo, o religión natural. Desde un punto de vista estrictamente ético, desprovisto de todo vestigio de paganismo, la religión natural aparece como una solución para los graves problemas que afectan al hombre y a la sociedad.

Un cristianismo simple, práctico y útil es visto por la mayoría de los predicadores como un rebajamiento o una denigración de Cristo. De ahí que, para ellos, lo importante de la religión ha sido precisamente la revelación; el momento histórico en el que se establece el vínculo entre lo sobrenatural y lo natural. En cierta forma, es un acontecimiento tan trascendental, o mucho mayor, que aquel posible contacto que podrá algún día establecerse entre seres extraterrestres y el hombre. Sin embargo, todo parece indicar que la espectacularidad y la utilidad no siempre van juntas, ya que incluso parecen opuestas, ya que a mayor importancia de una, menor importancia de la otra.

Todo indica que el resurgimiento del hombre provendrá de una futura creencia inversa en los milagros. Como dijo Anthony de Mello: “Milagro no significa que Dios cumpla con los deseos del hombre, sino que el hombre cumpla con los deseos de Dios”.

sábado, 21 de octubre de 2017

Gandhi como vínculo entre Oriente y Occidente

Por lo general, se piensa que la civilización occidental difiere netamente de la civilización oriental. Sin embargo, aun cuando algunas costumbres típicas sean muy distintas, se advierte que la esencia del ser humano es siempre la misma. De ahí que en todas partes surjan innovaciones para una creciente adaptación cultural al orden natural; proceso que tiene una significación similar para todos los hombres. Mahatma Gandhi mostró su pertenencia tanto a su India natal como también a la Europa que lo formó intelectualmente, manifestando un mensaje pacificador válido para todos los hombres del planeta, mostrando que la paz es posible, aunque todavía estemos lejos de alcanzarla.

Giovanni Papini describe la esencia del pensamiento de Gandhi, como hombre universal, con las virtudes y defectos propios de todos los hombres reales y concretos; recurre para ello a Gog, un personaje literario quien entrevista a las figuras destacadas mundialmente durante la primera mitad del siglo XX.

VISITA A GANDHI

Por Giovanni Papini

No quería abandonar la India sin haber visto al más célebre hindú viviente, y fui hace dos días, al Satyagraha Ashram, domicilio de Gandhi.

El Mahatma, me ha recibido en una estancia casi desnuda, en donde él, sentado en el suelo, se hallaba meditando junto a un argadillo inmóvil. Me ha parecido más feo y más descarnado de lo que aparece en las fotografías.

“Usted quiere saber- me ha dicho entre otras cosas- por qué deseamos expulsar a los ingleses de la India. La razón es muy sencilla: son los mismos ingleses que han hecho nacer en mí esta idea castizamente europea. Mi pensamiento se formó durante mi larga estancia en Londres. Me di cuenta de que ningún pueblo europeo soportaría ser administrado y mandado por hombres de otro pueblo. Entre los ingleses sobre todo, este sentido de la dignidad y de la autonomía nacional está desarrolladísimo. No quiero ingleses en mi casa precisamente porque me parezco demasiado a los ingleses. Los antiguos hindúes se preocupaban muy poco de las cuestiones de la Tierra y mucho menos de la política. Sumergidos en la contemplación del Atman, del Brahman, del Absoluto, deseaban solamente fundirse en el Alma única del universo. Para ellos, la vida ordinaria, exterior, era un tejido de ilusiones, y lo importante era liberarse de ella lo más pronto posible, primeramente con el éxtasis y luego con la muerte”.

“La cultura inglesa, de sentido occidental –importada por efecto de la conquista- ha cambiado nuestro concepto de la vida. Digo nuestro, para decir el de los intelectuales, pues la masa ha permanecido durante siglos refractaria al mensaje europeo de la libertad política. El primero en sentirse impregnado de las ideas occidentales he sido yo, y me he convertido en el guía de los hindúes precisamente porque soy el menos hindú de todos mis hermanos”.

“Si lee usted mis libros y sigue mi propaganda verá claramente que las cuatro quintas partes de mi cultura y de mi educación espiritual y política son de origen europeo. Tolstoi y Ruskin son mis verdaderos maestros. El Cristianismo ha inspirado, más que el budismo, mi teoría de la no resistencia. He traducido a Platón, admiro a Mazzini, he meditado sobre Bacon, sobre Carlyle, sobre Boehme, me he servido de Emerson y de Carpenter. Mis ideas sobre la necesidad de la desobediencia, proceden de Thoreau, el sabio solitario de Concord; y mi campaña contra las máquinas, es una repetición de aquella que los luditas, es decir, los secuaces de Ned Lud, realizaron en Inglaterra de 1811 a 1818. Finalmente, la poesía del argadillo se me reveló leyendo en el Fausto de Goethe, el episodio de Margarita”.

“Como ve, mis teorías no deben nada a la India, vienen todas de Europa, y especialmente de los escritores de lengua inglesa. Figúrese que únicamente en Londres, en 1890, estudié el Bhagavad Gita, por indicación de Mrs. Besant (una inglesa). Y al propugnar hoy la unión de los hindúes, mahometanos, parsis y cristianos, no hago más que seguir el principio de la unidad religiosa proclamada por la Teosofía, creación castizamente europea. Huelga añadir que mi condenación de las castas deriva de los principios de igualdad de la Revolución Francesa”.

“La historia de Europa en el siglo XIX, tuvo sobre mí una influencia decisiva. Las luchas de los griegos, de los italianos, de los polacos, de los húngaros, de los eslavos del sur para substraerse al dominio extranjero me han abierto los ojos. Mazzini ha sido mi profeta. La teoría del Home Rule de Irlanda es el modelo de movimiento que yo he llamado aquí Hind Swarai. He introducido en la India, por lo tanto, un principio absolutamente extraño a la mente hindú”.

“Los hindúes, hombres metafísicos y cuerdos, han considerado siempre la política como una actividad inferior; si es necesario un poder, y si hay gente que lo quiera ejercitar –pensaban- dejémosla hacer; será una molestia menos para nosotros. El hindú vive en el reino del espíritu puro, aspira a la eternidad. ¿Qué importa que le gobiernen rajaes indígenas o emperadores extranjeros? Por esto soportamos durante siglos el dominio mongol y el mahometano. Luego vinieron los franceses, los holandeses, los portugueses, los ingleses; establecieron factorías en la costa, avanzaron hacia el interior y les dejamos hacer”.

“Son los europeos y, únicamente los europeos, los responsables de nuestro deseo presente de arrojar a los europeos. Sus ideas nos han cambiado, es decir desindianizado, y entonces, convertidos en discípulos de nuestros amos, ha nacido el deseo de no querer ya más amos. El que está más saturado del pensamiento inglés soy yo, y por esto estaba destinado a ser el jefe de la cruzada anti-inglesa. No se trata aquí, como presumen los periodistas europeos, de una lucha entre el Occidente y el Oriente. Al contrario: el europeismo ha impregnado de tal modo a la India que nos hemos visto obligados a levantarnos contra Europa”.

“Si la India hubiera permanecido puramente hindú, es decir, fiel a Oriente, toda contemplativa y fatalista, nadie de los nuestros habría pensado en sacudir el yugo inglés. En el momento en que fui traidor al espíritu antiguo de mi patria, aparecí como libertador de la India. Las ideas europeas a través de mi proselitismo –preparado de un modo excelente por la cultura inglesa difundida en nuestras escuelas- ha penetrado en las multitudes y ya no hay remedio. Un hindú auténtico puede tolerar ser esclavo; un hindú anglinizado quiere ser el dueño de la India como los ingleses, de Inglaterra. Los más anglófilos –como lo era yo hasta fines de 1920- son necesariamente anti-británicos”.

“Este es el verdadero secreto de lo que se llama «movimiento gandhista», pero que debería llamarse más propiamente, movimiento de los hindúes convertidos al europeísmo contra los europeos renegados, es decir, contra esos ingleses que morirían de vergüenza si fuesen a mandar en su país los franceses o los alemanes, y que luego pretenden gobernar, con la excusa de la filantropía, un país que no les pertenece”.

“¡Nos habéis cambiado el alma y ya no queremos saber nada de vosotros! ¿Recuerda el Aprendiz de Mago, de Goethe? Los ingleses han despertado en nosotros el demonio de la política que dormía en el fondo de nuestro espíritu de ascetas desinteresados, y ahora ya no saben cómo poderle hacer desaparecer. ¡Peor para ellos!”.

Hacía ya algunos minutos que había entrado un discípulo en la habitación y silenciosamente había hecho una seña al Mahatma. Apenas hubo terminado de hablar, me puse en pie para dejarle en libertad, y después de haberle dado las gracias por sus inesperadas informaciones, regresé en automóvil a Ahmadabad.

(De “Gog”-Ediciones Ercilla-Santiago de Chile 1937).

jueves, 19 de octubre de 2017

Entrevista a Lenin

Giovanni Papini, a través de Gog, un personaje literario, se aventura a realizar entrevistas a las figuras públicas destacadas de su época, sintetizando de una manera concreta la personalidad del entrevistado. Les hace decir la verdad de lo que piensan, o bien la verdad que Papini cree que debieron decir.

VISITA A LENIN

Por Giovanni Papini

He estado porfiando casi un mes, pero al fin lo he conseguido. Había venido a Rusia únicamente para conocer a este hombre y no quería marcharme sin haberlo oído hablar. Me parece, en su género, uno de los tres o cuatro vivientes que vale la pena de escuchar. Llegar hasta él, me ha costado casi veinte mil dólares –regalos a las mujeres de los comisarios, propinas a los soldados rojos, donativos a los asilos de huérfanos- pero no lo lamento.

Decían que Vladimir Ilitch estaba enfermo, cansado, y no podía recibir a nadie, a excepción de sus íntimos. No permanece ya en Moscú, sino en una aldea vecina, en una antigua villa de señores, con el acostumbrado peristilo de columnas blancas a la entrada. El viernes por la noche, las últimas dificultades habían sido vencidas y el teléfono me advirtió que el domingo se me esperaba. Dijeron a Lenin que mi capital podría ayudar a los difíciles comienzos de la NEP [Nueva política económica], y había consentido en verme.

Fui recibido por la esposa, una mujer gorda y taciturna, que me miró como las enfermeras miran a un nuevo enfermo que entra en la sala. Encontré a Lenin en un pequeño balcón, sentado ante una gran mesa cubierta de grandes hojas de dibujos. Me produjo la impresión de un condenado al cual se le permite gandulear en paz en las últimas horas de su vida. La característica cabeza de tipo mongólico, parecía hecha de queso viejo y seco: árida y sin embargo, blanca. Entre los labios sucios, la calavera mostraba ya la fila siniestra de sus dientes. El cráneo, vasto y desnudo, hacía el efecto de una caja barbárica construida con el hueso frontal de algún monstruo fósil. Dos ojos turbios e inquisitivos de pájaro solitario, estaban agazapados dentro de los párpados sanguinolentos. Las manos jugueteaban con un lápiz de plata: se veía que habían sido grandes y fuertes, manos de labrador, pero con su descarnadura anunciaban la muerte. No podré olvidar nunca sus orejas de marfil chupado, tendidas hacia fuera como para recibir los últimos sonidos del mundo, antes del gran silencio.

Los primeros minutos del coloquio fueron más bien penosos. Lenin se esforzaba en estudiarme, pero con aire distraído, como si cumpliese un deber que ahora ya no le importaba. Y yo, ante aquella máscara azafranada y cansada, no tenía valor para hacer las preguntas que me había propuesto. Murmuré al azar un cumplido sobre la gran obra realizada por él en Rusia. Y entonces aquella cara medio muerta se llenó de arrugas espectrales que querían ser una sonrisa sarcástica. -Pero si todo estaba hecho- exclamó Lenin, con un brío inesperado y casi cruel- todo está hecho antes de que llegásemos nosotros. Los extranjeros y los imbéciles suponen que aquí se ha creado algo nuevo. Error de burgueses ciegos. Los bolcheviques no han hecho más que adoptar, desarrollándolo, el régimen instaurado por los zares y que es el único adaptado al pueblo ruso. No se puede gobernar cien millones de brutos sin el bastón, sin los espías, la policía secreta, el terror, las horcas, los tribunales militares, las galeras y la tortura. Nosotros hemos cambiado únicamente la clase que fundaba su hegemonía sobre este sistema. Eran sesenta mil nobles y tal vez unos cuarenta mil burócratas, en total, cien mil personas. Hoy se cuentan cerca de dos millones de proletarios y de comunistas. Es un progreso, un gran progreso, porque los privilegiados son diez veces más numerosos, pero el noventa y ocho por ciento de la población, no ha ganado mucho en el cambio. Esté seguro de que no ha ganado nada, y es al mismo tiempo lo que se quiere, lo que desea, aunque por otra parte, era absolutamente inevitable.

Y Lenin comenzó a reír en sordina, como un comerciante que ha engatusado a alguien y contempla alegremente las espaldas del burlado que se va.

-Entonces- murmuré- ¿y Marx, y el progreso, y lo demás?

-A usted, que es un hombre potente y extranjero –añadió- se lo podemos decir todo. Nadie lo creerá. Pero recuerde que Marx mismo nos ha enseñado el valor puramente instrumental y ficticio de las teorías. Dado el estado de Rusia y Europa, me he tenido que servir de la ideología comunista para conseguir mi verdadero fin. En otros países y en otros tiempos, hubiera elegido otra. Marx no era más que un burgués hebreo, aferrado a las estadísticas inglesas y admirador secreto del industrialismo. Le faltaba el sentido de la barbarie y por esta razón era apenas una tercera parte de hombre. Un cerebro saturado de cerveza y de hegelianismo, en el que su amigo Engels esbozaba alguna idea genial. La Revolución Rusa es una completa negación de las profecías de Marx. Donde no había casi burguesía, allí ha vencido el comunismo.

“Los hombres, señor Gog, son salvajes espantosos que deben ser dominados por un salvaje sin escrúpulos, como yo. El resto es charlatanería, literatura, filosofía y música para uso de los tontos. Y como los salvajes son semejantes a los delincuentes, el principal ideal de todo gobierno debe ser el de que un país se asemeje lo más posible a un establecimiento penal. La vieja mazmorra zarista es la última palabra de la sabiduría política. Bien meditado, la vida del penitenciario es la más adaptada al promedio vulgar de los hombres. No siendo libres, están, al fin, exentos de los peligros y de las molestias de la responsabilidad y se hallan en condiciones de no poder realizar el mal”.

“Apenas un hombre entre en la prisión debe por la fuerza llevar la vida de un inocente. Además, no tiene pensamientos ni preocupaciones; pues ya están aquí los que piensan y mandan por él; trabaja con el cuerpo, pero su espíritu descansa. Y sabe que todos los días tendrá qué comer y podrá dormir, aunque no trabaje, aunque esté enfermo, y todo esto sin las preocupaciones que incumben al libre para procurarse su pan cada semana y un lecho cada noche. Mi sueño es transformar a Rusia en un inmenso establecimiento penal, y no imagine que lo diga por egoísmo, pues con un tal sistema, los más esclavos y sacrificados son los jefes y los que los secundan”.

Lenin calló un momento y se puso a contemplar un diseño que tenía él. Representaba, según me pareció, un palacio alto como una torre, agujereado por innumerables ventanas redondas. Me atreví a formular una de mis preguntas:

-¿Y los campesinos?

-Odio a los campesinos- respondió Vladimir Ilitch con un gesto de asco,- odio al mujik idealizado por aquel reblandecido occidental Turguenev y por aquel hipócrita fauno convertido que se llama Tolstoi. Los campesinos representan todo lo que detesto: el pasado, la fe, la herejía y la manía religiosa, el trabajo manual. Los tolero y los acaricio, pero los odio. Quisiera verlos desaparecer a todos, hasta el último. Un electricista vale, para mí, por cien mil campesinos.

“Se llegará, según espero, a vivir con los alimentos producidos en pocos minutos por las máquinas en nuestras fábricas químicas, y podremos al fin hacer la matanza de todos los labriegos inútiles. La vida en la naturaleza es una vergüenza prehistórica”.

“Tenga usted en cuenta que el bolchevismo representa una triple guerra: de los bárbaros científicos contra los intelectuales podridos, del Oriente contra el Occidente y de la ciudad contra el campo. Y en esta guerra no dudaremos en la elección de las armas. El individuo es algo que debe ser suprimido. Es una invención de aquellos gandules griegos o de aquellos fantásticos germanos. Quien resista será extirpado, como una pústula maligna. La sangre es el mejor abono ofrecido a la naturaleza”.

“No crea que yo sea cruel. Todos esos fusilamientos y todas esas horcas que se levantan por mi orden, me disgustan. Odio las víctimas, sobre todo porque me obligan a matarlas. Pero no puedo hacer otra cosa. Me vanaglorio de ser el director de una penitenciaria modelo, de un presidio pacífico y bien organizado. Pero aquí se hallan, como en todas las prisiones, los rebeldes, los inquietos, aquellos que tienen la estúpida nostalgia de las viejas ideologías y de las mitologías asesinas. Todos esos son suprimidos. No puedo permitir que algunos millares de enfermos comprometan la felicidad futura de millones de hombres. Además, al fin y al cabo, las antiguas sangrías no eran una mala cura para los cuerpos”.

“Hay una cierta voluptuosidad de sentirse amo de la vida y de la muerte. Desde que el viejo Dios fue muerto –no sé si en Francia o en Alemania- ciertas satisfacciones han sido acaparadas por el hombre. Yo soy, si quiere, un semidiós local, acampado entre el Asia y Europa, y por lo tanto, me puedo permitir algún pequeño capricho. Son gustos de los que, después de la decadencia de los paganos, se había perdido el secreto, los sacrificios humanos tenían algo bueno: eran un símbolo profundo, una alta enseñanza, una fiesta saludable. Y yo en vez de los himnos de los fieles, siento llegar hasta mí los alaridos de los prisioneros y de los moribundos, y le aseguro que no cambiaría esta sinfonía, con la novena de Beethoven. Esta sinfonía es el canto anunciador de la beatitud próxima”.

Y me pareció que el rostro descompuesto y cadavérico de Lenin se inclinaba hacia delante, para escuchar una música silenciosa y solemne, que tan sólo él podía oír. Apareció la señora Krupskaia para decirme que su marido estaba cansado y que tenía necesidad de un poco de descanso. Me marché enseguida.

He gastado casi veinte mil dólares para ver a este hombre, pero, en verdad, no me hace el efecto de que los haya malgastado.

(De “Gog” de Giovanni Papini-Ediciones Ercilla-Santiago de Chile 1937)

martes, 17 de octubre de 2017

Entrevista a Henry Ford

La siguiente entrevista ficticia permite vislumbrar el pensamiento que orientó la vida y las acciones del destacado empresario estadounidense.

VISITA A FORD

Por Giovanni Papini

Había ya encontrado tres o cuatro veces al viejo Henry Ford en los tiempos en que me ocupaba de negocios, pero esta vez he querido hacerle una visita personal y “desinteresada”.

Le he encontrado fresco de aspecto y de buen humor, por consiguiente, dispuesto a hablar y expansionarse.

-Usted sabe- me ha dicho- que no se trata de desarrollar una industria, sino de realizar un vasto experimento intelectual y político. Nadie ha comprendido bien los místicos principios de mi actividad. Sin embargo, no pueden ser más sencillos: se reducen al Menos Cuatro y al Más Cuatro y a sus relaciones. El Menos Cuatro son: disminución proporcional de los operarios, disminución del tiempo para la fabricación de cada unidad vendible, disminución de tipos de los objetos fabricados, y, finalmente, disminución progresiva de los precios de venta.

“El Más Cuatro, relacionado íntimamente con el Menos Cuatro, son: aumento de las máquinas y de los aparatos, con objeto de reducir la mano de obra, aumento indefinido de la producción diaria y anual o aumento de la perfección mecánica de los productos, aumento de los jornales y los sueldos”.

“A un espíritu superficial y anticuado estos ocho objetivos pueden aparecer como contradictorios entre sí, pero usted, hombre práctico, podrá comprender seguramente su perfecta armonía”.

“Aumentar la cantidad y el rendimiento de las máquinas significa poder disminuir el número de operarios; reducir el tiempo necesario para la fabricación de un objeto quiere decir producir mucho más durante el día; disminuir el número de los «tipos», obligando a los consumidores a renunciar a sus gustos individuales, tiene como consecuencia un aumento de la producción y una reducción de los precios de costo; y, finalmente, disminuyendo los precios y aumentando los salarios, se aumenta el número de aquellos que tienen posibilidad de comprar y capacidad de adquirir, con lo que se puede aumentar la producción sin peligro”.

“Si los automóviles son caros y mis dependientes ganan poco, muy pocos podrán comprarlos. Pague usted mucho y venda a bajo precio y todos se convertirán en sus clientes. El secreto para enriquecerse es pagar como si se fuese pródigo y vender como si estuviese en vísperas de quiebras. Esta paradoja que asusta a los tímidos, es el secreto de mi fortuna”. “Volviendo a mis ocho principios, es fácil deducir que el ideal máximo sería el siguiente: Fabricar sin ningún operario un número cada vez mayor de objetos que no cuesten casi nada. Reconozco que serán precisas todavía algunas decenas de años antes de que se consiga este ideal. Soy un utopista, pero no un loco. Me voy, sin embargo, preparando para ese día. Estoy construyendo en Detroit una nueva fábrica que llevará por nombre La Solitaria. Una verdadera alhaja, un sueño, un milagro: la fábrica donde no habrá nunca nadie”.

“Cuando esté terminada y hayan sido montadas las máquinas del más reciente modelo, en parte absolutamente nuevo, que se está preparando, no habrá necesidad de obreros. De cuando en cuando un ingeniero hará una breve visita a La Solitaria, pondrá en movimiento algunos engranajes y se marchará. Las máquinas harán todo por sí solas y trabajarán no únicamente durante el día, como hacen ahora los hombres, sino también toda la noche, y aun los domingos, pues ninguna ley de Michigan prohíbe el trabajo de los motores y de los tornos en día de fiesta”.

“Un tren eléctrico llevará automáticamente a los depósitos los miles de automóviles y los miles de aeroplanos producidos en La Solitaria. Dentro de veinte años todas mis fábricas serán iguales a ésta y podré lanzar al mercado millones de aparatos al mes con sólo la ayuda de algunas decenas de técnicos, de mozos de almacenes y de contables”. -La idea es genial- manifesté- y el sistema sería excelente, si no hubiese una dificultad. ¿Quién comprará esos millones de automóviles, de tractores y de aeroplanos? Si usted suprime la mano de obra reduce también el número de compradores.

Una sonrisa cordial iluminó el bello rostro de viejo juvenil de Ford.

“Ya he pensado también en esto –respondió-. Produciré tantas máquinas y a precios tan modestos que a ningún otro industrial del mundo le tendrá cuenta fabricar lo que yo fabrique. Mis fábricas surtirán por eso a los cinco continentes. En muchas partes del mundo el automóvil y el aeroplano no son todavía de uso general. Con la potencia de la publicidad y del control bancario obligaremos a todos los pueblos a usarlos. Mis mercados son prácticamente ilimitados”.

-Pero, perdone: si sus métodos anulan, en gran parte, la industria de los otros países. ¿De dónde sacarán éstos el dinero necesario para comprar sus máquinas?

“No hay que tener miedo –repuso Ford-. Los clientes extranjeros pagarán con los objetos producidos por sus padres y que nosotros no podemos fabricar en nuestras fábricas: cuadros, estatuas, joyas, tapices, libros y muebles antiguos, reliquias históricas, manuscritos y autógrafos. Todo cosas únicas que no podemos reproducir con nuestras máquinas. En Asia y en Europa, existen todavía colecciones privadas y públicas llenas hasta rebosar de esos tesoros que no se pueden imitar, acumulados durante setenta siglos de civilización”.

“Entre los europeos y los asiáticos aumenta cada día la manía de poseer aparatos mecánicos más modernos y disminuye al mismo tiempo el amor hacia los restos de la vieja cultura. Llegará pronto el momento en que se verán obligados a ceder sus Rembrandt y Rafael, sus Velásquez y Holbein, las Biblias de Maguncia y los códices de Homero y los joyeles de Cellini y las estatuas de Fidias, para obtener de nosotros algunos millones de coches y de motores. Y de este modo el almacén retrospectivo de la civilización universal deberán venir a buscarlo a los Estados Unidos, con gran ventaja, por otra parte, para las industrias del turismo”.

“Además, mis precios como consecuencia de la reducción del coste, serán de tal modo bajos, que hasta los pueblos más pobres podrán comprar mis aeroplanos de deporte y mis automóviles de familia. Yo no busco, como usted sabe, la riqueza. Solamente los pequeños industriales atrasados se proponen como fin el ganar dinero. ¿Qué quiere usted que yo haga con los millones? Si vienen no es culpa mía, sino el resultado involuntario de mi sistema altruista y filántropo”.

“Personalmente vivo como un asceta: tres dólares al día me bastan para alimentarme y vestirme. Soy el místico desinteresado de la producción y de la venta: las ganancias excesivas me fastidian y no aprovechan más que al fisco. Mi ambición es científica y humanitaria; es la religión del movimiento sin reposo, de la producción sin límites, de la máquina liberadora y dominadora. Cuando todos puedan poseer un aeroplano y trabajar una hora al día, entonces yo figuraré entre los profetas del mundo y los hombres me adorarán como al auténtico redentor. Y ahora, viejo Gog, ¿un drink? ¿Es cierto que pertenece usted secretamente a los «húmedos», o le han calumniado?”.

No había bebido nunca un whisky tan perfecto y no había hablado nunca con un hombre tan profundo. No olvidaré fácilmente esta visita en Detroit.

(De “Gog” de Giovanni Papini-Ediciones Ercilla-Santiago de Chile 1937)

viernes, 13 de octubre de 2017

Pensamiento individual vs. pensamiento de grupo

El pensamiento individual, considerado como un pensamiento libre de toda influencia exterior, es poco frecuente. Incluso resulta indeseable por cuanto todo individuo debería basar sus pensamientos en el conocimiento aportado por las generaciones anteriores, luego de adoptar como referencia a la propia realidad. De ahí que debe distinguirse entre un pensamiento compartido y coincidente, como el de quienes muestran una preferencia por la verdad, del pensamiento coincidente de grupo, caracterizado por una pobre predisposición de sus integrantes a pensar individualmente.

Debemos distinguir entre la coincidencia que surge entre los científicos, quienes aceptan conocimientos verificados experimentalmente, de la coincidencia existente entre los políticos que integran un partido, por cuanto en este caso, generalmente tienden a repetir lo que ha sido impuesto por los ideólogos más influyentes. A pesar de las coincidencias, en ambas situaciones, los primeros tienen la predisposición a pensar individualmente, mientras que los políticos abandonan esa “saludable” predisposición.

El pensamiento de grupo, que en realidad es la difusión del pensamiento individual de uno de sus integrantes, aparece preferentemente en la religión y en la política, aunque también surge en otros ámbitos, como en la filosofía e incluso en la ciencia experimental. En este último caso, el sectarismo se observa en las fronteras de la ciencia, es decir, en el campo de las teorías en gestación, y no tanto en el campo de lo ya verificado, como es el caso de las interpretaciones filosóficas de las teorías verificadas.

Podemos distinguir entre quienes viven para la ciencia y quienes viven de la ciencia, ya que, cuando ésta constituye una actividad que permite la supervivencia individual, puede aparecer la predisposición a priorizar el trabajo a la verdad. Esto ha pasado en años recientes con la “teoría de cuerdas”, en física, cuyos adeptos tienen mayores posibilidades de lograr trabajos universitarios que aquellos que optan por teorías alternativas. Lee Smolin escribió al respecto: “En nuestros intentos de evaluar objetivamente el trabajo de nuestros colegas, los profesores tendemos de una forma casi refleja a premiar a los que están de acuerdo con nosotros y a penalizar a los que no lo están…Las modas intelectuales han adquirido demasiada importancia y la carrera académica de quienes las ignoran conlleva una cierta dosis de riesgo”.

“Aun cuando la mayoría de los teóricos de cuerdas son personas íntegras que llevan a cabo su trabajo con la mejor de las intenciones, algunos aspectos de la sociología de este ámbito son aberrantes, comparados con los ideales que definen a la más amplia comunidad científica, y han llevado a patologías en la metodología de la física teórica que retrasan el progreso. No se trata de si vale la pena seguir apoyando a la teoría de cuerdas o seguir trabajando en ella, sino de por qué la teoría de cuerdas, a pesar de la acuciante carestía de predicciones experimentales, ha monopolizado los recursos disponibles para hacer adelantar la física experimental y, por tanto, bloqueado la investigación de otros enfoques alternativos igual de prometedores” (De “Las dudas de la física en el siglo XXI”-Crítica-Barcelona 2007).

La actitud sectaria de varios de los partidarios de la teoría mencionada ha sido descripta por JoAnne Hewett de la siguiente manera: “La arrogancia de algunos teóricos de cuerdas me parece pasmosa, incluso según los patrones de los físicos. Algunos creen de verdad que todos los teóricos que no estudian las cuerdas son científicos inferiores, algo que se refleja en las cartas de recomendación que se envían entre ellos, incluso alguno de ellos me lo ha dicho a la cara…Se percibe que la teoría de cuerdas tiene tanta importancia que debe ser practicada a expensas de cualquier otra teoría. Dos son las manifestaciones de esta actitud: por una parte, los teóricos de cuerdas han sido contratados en los cuerpos docentes a un nivel desproporcionadamente alto, que no se corresponde necesariamente con la capacidad de todos los candidatos, y por la otra, los jóvenes teóricos de cuerdas no suelen estar bien formados en física de partículas; algunos tienen graves problemas en nombrar partículas fundamentales de la naturaleza. Ambas manifestaciones resultan preocupantes para el futuro a largo plazo de nuestra disciplina”.

Smolin relata el caso de un ganador del Nobel que fue criticado por un adepto a la teoría de cuerdas: “La arrogancia que describe la doctora Hewett constituye una característica de la comunidad de los teóricos de cuerdas desde sus inicios. A Subrahmanyan Chandrasekar, sin duda el más grande de los astrofísicos del siglo XX, le encantaba explicar la historia de una visita que realizó a Princeton a mediados de la década de 1980 donde fue festejado con motivo de su reciente premio Nobel. Durante la cena se encontró sentado junto a un joven de aspecto serio y, tal como hacen los físicos a menudo para entablar conversación, Chandrasekar preguntó a su compañero de mesa: «¿En qué está usted trabajando?». El joven respondió: «Trabajo en teoría de cuerdas, el avance más importante de la física del siglo XX», tras lo cual el joven físico pasó a recomendarle a Chandra que dejara lo que fuera que estuviera haciendo y se pasara a la teoría de cuerdas si no quería arriesgarse a convertirse en igual de obsoleto que aquellos físicos que en los años veinte no se pasaron de inmediato a la teoría cuántica”.

“«Joven –contestó Chandra-, yo conocí a Werner Heisenberg y puedo asegurarle que Heisenberg nunca habría sido tan maleducado, ni le habría dicho a nadie que abandonara lo que fuera que estuviera haciendo y que se dedicara a la teoría cuántica. Y desde luego, nunca se habría mostrado tan irrespetuoso diciéndole a alguien que consiguió su doctorado hace cincuenta años que estaba a punto de convertirse en obsoleto»”.

“Cualquiera que frecuente a los teóricos de cuerdas tropieza regularmente con este tipo de confianza sublime. No importa cual sea el problema que se esté debatiendo, la única opción que nunca aparece (a menos que la introduzca alguien ajeno a la comunidad) es la posibilidad de que la teoría pueda ser errónea. Si la discusión se desvía hacia el hecho de que la teoría predice un amplio horizonte y que, en consecuencia, no realiza predicciones, algunos teóricos de cuerdas mostrarán gran entusiasmo en intentar cambiar la definición de ciencia”.

El comportamiento sectario y fanático, tan común en política, e incluso en sociología, ha sido descrito por Lee Smolin, a partir de sus observaciones personales en el ámbito de la física, de la siguiente manera:

1- «Una tremenda confianza en sí mismos» de los miembros de la comunidad, que conduce a la sensación de sentirse privilegiados y de pertenencia a una comunidad de elite de expertos.
2- Una «comunidad monolítica poco habitual», con un sentido muy fuerte de consenso, alentado o no por las pruebas, y una rara uniformidad de puntos de vista acerca de cuestiones por resolver. Estos puntos de vista parecen estar relacionados con la existencia de una estructura jerárquica donde las ideas de unos pocos dirigentes dictan los puntos de vista, la estrategia y la dirección a seguir en este campo.
3- En algunos casos, «un sentido de identificación con el grupo», similar a la identificación con una fe religiosa o con una plataforma política.
4- Un fuerte sentido de la existencia de una «línea divisoria entre el grupo y otros expertos»
5- El «desdén y la falta de interés hacia» las ideas, opiniones y trabajo de expertos que no formen parte de este grupo, y una preferencia a restringir la comunicación a los otros miembros de la comunidad.
6- Tendencia a «interpretar las pruebas de un modo optimista», a creer afirmaciones o resultados exagerados o incorrectos, y a desdeñar la posibilidad de que la teoría esté equivocada, lo que enlaza con una tendencia a creer que los resultados son ciertos porque «se creen ampliamente», aun cuando uno no haya verificado (ni siquiera visto) por sí mismo la comprobación.
7- Falta de apreciación por el punto hasta el cual un programa de investigación debería de implicar riesgo.

El pensamiento de grupo no es otra cosa que una forma de gobierno mental del hombre sobre el hombre. Se establece tal tipo de gobierno cuando se imparte información falsa que surge de quienes tratan de destacarse de los demás, posiblemente para compensar algún complejo de inferioridad, o bien surge de quien padece de negligencia para pensar por cuenta propia. Este proceso es esencialmente el de la masificación del hombre y del acceso posterior al gobierno por parte del totalitarismo; o el que lleva a conflictos religiosos y a los nacionalismos exagerados que generan guerras.

Una descripción general de este proceso es citado por Smolin, advirtiendo la semejanza con sus propias conclusiones: “He aquí una descripción de pensamiento de grupo extraído de un sitio web de la Universidad del Estado de Oregón que trata del tema de la comunicación. Esta lista no coincide punto por punto con mi caracterización de la cultura de la teoría de cuerdas, pero se acerca lo suficiente para ser preocupante”: «Los miembros de la comunidad se ven a sí mismos como formando parte de un grupo hacia el que sienten un deber de lealtad y de respeto, que trabaja en contra de un clan externo, por el que se siente desprecio, oposición o el deseo de competir, que se opone a sus objetivos. Se puede diagnosticar que un colectivo padece de pensamiento de grupo si:

1- Sobreestima su invulnerabilidad o su postura altamente moral;
2- Racionaliza colectivamente las decisiones que toma;
3- Demoniza o crea estereotipos de los grupos externos y de sus líderes;
4- Tiene una cultura de uniformidad donde los individuos se censuran a sí mismos y a los otros de modo que se mantenga la fachada de unanimidad del grupo, y
5- Algunos de sus miembros asumen por sí mismos la protección del líder del grupo ocultándole información, suya o de otros miembros del grupo»”.

Puede concluirse que, si tal proceso distorsivo del pensamiento se produce en un sector racional como es el de la física teórica, no debe extrañar a nadie que un proceso similar se dé en el caso de los intelectuales y la política, ámbitos en donde predomina el pensamiento de grupo influenciado ampliamente por el marxismo-leninismo. Sin embargo, mientras que la teoría de cuerdas todavía no ha sido descartada por los experimentos, el socialismo ha constituido un fracaso indiscutible. Chantal Millon-Delsol escribió: “El error del totalitarismo es haber identificado sociedad y comunidad, haber soñado con un consenso natural o fabricado. El pensamiento del Estado de derecho, por el contrario, funda su política en la existencia inevitable de la sociedad/diversidad”. “Era de desprecios: las esperanzas de sociedad perfecta desembocan en la opresión, mientras la política somete rápidamente lo que pretendía liberar. El sovietismo, que sin duda representaba la más grande esperanza del siglo, no deja un solo logro positivo, lo que revela una suerte de éxito sin par en el fracaso” (De “Las ideas políticas del siglo XX”-Editorial Docencia-Buenos Aires 1997).

miércoles, 11 de octubre de 2017

¿Para qué sirve la astronomía?

Luego de un análisis superficial, no son pocos los que sostienen que la astronomía constituye una actividad carente de sentido práctico; que absorbe recursos económicos que podrían destinarse a resolver problemas prioritarios. Sin embargo, al igual que las restantes ramas de la ciencia experimental, la astronomía ha brindado conocimientos que no sólo permitieron incrementar el nivel intelectual medio de la humanidad (implicando por ello también un “sentido práctico”), sino que además favorecieron el desarrollo de otras ramas de la ciencia, además de la tecnología.

La aplicación inicial de las observaciones astronómicas involucró la medida del tiempo. La rotación aparente del sol y su posición relativa, brindaron la posibilidad de medir la duración del año solar. La estimación de la duración del año, en las épocas de Rómulo (hace unos 27 siglos), fue de 304 días, por lo que el año se dividió en 10 meses comenzando en marzo. De ahí que septiembre proviene de siete, octubre de ocho, noviembre de nueve y diciembre de diez. Una mejora en las observaciones, por parte de los astrónomos romanos, se produjo cuando el sucesor de Rómulo, es decir, Numa Pompilio, introdujo los meses de Enero y Febrero. El nombre Enero (Jannuary, Gennaio, Janeiro, en inglés, italiano y portugués, respectivamente) proviene del dios Janos, que tenía dos caras: una que miraba al año viejo y otra al año nuevo.

Un perfeccionamiento posterior se establece en épocas de Julio César, al corregir las diferencias observadas mediante el agregado de un día en los años bisiestos. Al quedar todavía una diferencia de 11 minutos y 3,7 segundos, no advertido por los astrónomos de Julio César, en el lapso de unos siglos se acumulan algunos días, algo no aceptable para la Iglesia Católica, por cuanto se observaba un corrimiento temporal de las festividades religiosas. Ello conduce a que el Papa Gregorio XIII decida suprimir 10 días en octubre de 1582.

El calendario gregoriano, por ser de origen católico, no fue aceptado por los países protestantes. Incluso se da el caso en que Isaac Newton nace en el día de Navidad de 1642, en Inglaterra, mientras que, en varios países del continente europeo, los almanaques indican en 4 de enero de 1643. Daniel Castro Landeira escribió: “La reforma, estudiada por una comisión ad hoc convocada por el Papa Gregorio XIII y que dio lugar al calendario gregoriano, inaugurado en 1582, fue motivo de profundas discusiones, aun en los mismos países católicos (los cristianos ortodoxos orientales y protestantes directamente la rechazaron). Es que no hubo un proyecto único de reforma y cada autor buscaría que el suyo fuera el que se impusiera; y el que finalmente se adoptó representaba una solución de compromiso entre la exactitud y la simplicidad”.

“Finalmente, el método que se adoptó fue el que había ideado el médico calabrés Luigi Giglio (en latín Aloisius Lilius), que había muerto en 1576, y por lo cual el sistema, antes de ser conocido universalmente como calendario gregoriano, había sido designado con el nombre de calendario liliano” (De “Fronteras del tiempo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2000).

La astronomía promovió también el desarrollo de la trigonometría (tri-gono-metría, tres-ángulos-medir, es decir, medición de triángulos). Tanto los astrónomos como quienes realizan mediciones de terrenos y construyen mapas, utilizan la “triangulación” como operación básica para sus cálculos. Francisco Arago escribió: “Hiparco, a quien el mundo científico unánimemente ha otorgado el glorioso título del más grande astrónomo de la antigüedad, nació en Nicea, Bitinia, en fecha que no ha podido precisarse con exactitud…Sólo sabemos, a través de Ptolomeo, que hacia los años de 127 y 128 de nuestra era, el ilustre astrónomo gozaba de la plenitud de su vida”.

“Al principio, para sus observaciones, procedió Hiparco por la vía de la ascensión recta y de la declinación. Ideó métodos a fin de transformar estas dos coordenadas de los astros en longitud y latitud; en una palabra, se le debe la invención de la trigonometría esférica” (De “Grandes astrónomos anteriores a Newton”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1944).

La síntesis entre física y astronomía fue establecida por Isaac Newton cuando pudo enunciar las leyes de la mecánica junto a la ley de gravitación universal. La mecánica newtoniana, que fue el soporte teórico de la Revolución industrial, junto a la máquina de vapor, surgió, no tanto porque su descubridor pensaba en sus aplicaciones posteriores, sino para describir en forma aceptable al sistema planetario solar.

Los avances de la óptica se vieron favorecidos por el perfeccionamiento del telescopio de refracción, por parte de Galileo Galilei, quien fue el primer observador del cielo con ese instrumento, y también con la invención del telescopio de reflexión por parte de Newton.

La fundamentación adicional de la física del calor, la termodinámica, se logró con la mecánica estadística. Los pioneros trabajos de James Clerk. Maxwell estuvieron relacionados con un estudio previo de los anillos de Saturno. Miguel Ángel Sabadell escribió: “En 1857, un problema absorbió prácticamente todo el tiempo libre de Maxwell, una incógnita que había estado intrigando a los astrónomos durante más de doscientos años: los anillos del gigante gaseoso Saturno. Su sistema de anillos desafiaba las leyes de la dinámica celeste y este misterio fue llevado al centro de la arena científica cuando se convirtió en tema para un premio”.

“Considerar el rozamiento como algo que perturbaba la estabilidad del sistema le llevó a reflexionar sobre la viscosidad de los gases y, de ahí, saltó a investigar la teoría cinética de los gases, una de sus obras más importantes” (De “Maxwell. La síntesis electromagnética”-RBA Coleccionables SA-Buenos Aires 2013).

También las observaciones astronómicas permitieron a los químicos conocer un nuevo elemento; el helio, descubierto en el Sol antes de ser observado en la Tierra. D. N. y V. D. Trífonov escribieron: “El hallazgo del helio ocupa un lugar excepcional en la historia de los elementos químicos. Es que, en el año 1868, en el espectro de las protuberancias solares fue descubierta una línea que no correspondía a ningún elemento existente en la Tierra. Precisamente este hecho permitió a los científicos afirmar que en el Sol existía un elemento desconocido denominado helio. Pero en objetos terrestres el helio fue encontrado sólo a los 27 años y por primera vez separado en forma material” (De “Cómo fueron descubiertos los elementos químicos”-Editorial MIR-Moscú 1984).

Con la expansión de la física teórica al ámbito del núcleo atómico, se fueron requiriendo aceleradores de partículas cada vez más potentes. Se ha llegado al extremo de que la verificación experimental de las teorías de gran unificación exige energías mucho más altas que las disponibles en los aceleradores de partículas actuales, e incluso de los que podrán construirse en un futuro. Esta imposibilidad, que antes se compensaba con los rayos cósmicos (el acelerador de partículas “de los pobres”), sólo puede solventarse con el estudio que los astrónomos y astrofísicos realizan sobre los instantes iniciales del big-bang, es decir, del universo en sus inicios, mediante confirmaciones indirectas manifestadas con la radiación existente en el universo.

El sentido práctico de todo esto se vislumbra ante la certeza de que tanto el petróleo como el uranio se agotarán en cuestión de decenas de años, o a lo sumo, en pocos siglos, por lo que la única alternativa de supervivencia de la humanidad radica en la posibilidad de obtener energía de la fusión nuclear, cuyo “combustible” es el hidrógeno. Y no sería del todo descabellado pensar que, para lograr éxito en ese proceso tecnológico, sea necesario contar con una teoría unificada de las fuerzas de la naturaleza; teoría que sólo podrá verificarse por su compatibilidad con las condiciones iniciales del universo. La astronomía habrá cumplido nuevamente la misión de permitir un nuevo avance en el conocimiento científico.

domingo, 8 de octubre de 2017

Igualdad vs. Igualitarismo

La palabra “igual” nos indica que dos o más objetos pueden intercambiarse sin que se note la diferencia. Es por ello que el signo “igual”, empleado en matemáticas, consiste en dos líneas de la misma forma y longitud. En el caso de los seres humanos, “igualdad” implicará que lo bueno o lo malo que le suceda a alguien, afectará en forma similar a quienes le rodean. De ahí que la igualdad promovida por el cristianismo no es otra cosa que el efecto inmediato del cumplimiento del mandamiento del amor al prójimo, entendiéndose como “prójimo” a cualquier persona.

Debido a que las acciones y las actitudes humanas dependen esencialmente de la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, o a la ausencia de esa predisposición, la igualdad de mayor importancia será justamente la asociada a nuestros afectos, de donde surge la moral natural.

Sin embargo, hay quienes suponen que la igualdad, o la desigualdad, entre los hombres dependen de otros aspectos, por lo que dejarán de lado la igualdad promovida por el cristianismo y buscarán la igualdad en aspectos económicos, sociales o intelectuales. A estas nuevas formas de búsqueda de la igualdad se les podrá denominar “igualitarismos”, ya que los resultados obtenidos llevan a mayores situaciones de desigualdad, además de impedir la preponderancia de los valores éticos.

Entre los casos de igualitarismo se pueden mencionar las diversas utopías, o socialismos voluntarios, en los cuales la igualdad consistía esencialmente en una igualdad económica. El siguiente paso fue el socialismo involuntario, o “socialismo científico”, mediante el cual se obligó a mucha gente a vivir en sistemas colectivistas con un criterio similar, pero con resultados mucho peores.

Cundo un tirano somete, contra la voluntad de la gente, a vivir según su criterio y sus gustos personales, se establece una desigualdad esencial entre un sector, o clase, dirigente y una clase dirigida. Sólo existe libertad para el tirano mientras que la clase dirigida es presionada a adoptar un igualitarismo respecto a la vestimenta, la comida, las costumbres, las expresiones verbales e incluso los pensamientos. Los sistemas socialistas promueven y publicitan una “igualdad” que no es tal.

En estos casos, existe un fundamento teórico, incompatible con las conclusiones de la genética, por el cual se considera a la educación y a la influencia social, como los únicos determinantes de las conductas individuales, sin tener en cuenta los aspectos hereditarios que tienen una influencia similar. Incluso algunos suponen que la influencia recibida por un individuo podrá incorporarse a sus genes de manera que tal influencia podrá transmitirse en forma hereditaria a las próximas generaciones. Tal fue el proyecto llevado a cabo de la Unión Soviética con la esperanza de que el “hombre nuevo soviético” constituiría la base de la humanidad futura.

La teoría del hombre que nace con una mente como una pizarra en blanco, en la cual se podrá inscribir lo que el educador decida, ha sido el fundamento erróneo de quienes no pierden las esperanzas de establecer al “hombre nuevo soviético” bajo el nombre de “marxismo cultural”. De ahí que la palabra “igualdad” suena y resuena en todas partes, pero no se trata de la igualdad propuesta por el cristianismo, sino el igualitarismo que surge del socialismo involuntario. Henry de Lesquen escribió: “La tesis utópica según la cual la sociedad perfecta es posible, se apoya en la tesis igualitaria, que puede resumirse en la fórmula siguiente: «la justicia se confunde con la igualdad» o, mejor aún, «toda desigualdad es por naturaleza injusta». Afirmar que abolir todas las desigualdades es deseable, equivale a sugerir que la cosa es concebible. Esta tesis extremista, esta concepción extraordinariamente simplista de la justicia y de la antropología, insostenible, que las fundamenta constituyen el núcleo del discurso ideológico contemporáneo. La utopía igualitaria se ha constituido en la ideología dominante”.

“Afectiva y lógicamente, el igualitarismo no es viable más que, si renunciando a ser una individualidad, el hombre acepta fusionarse con las «vastas masas»: el colectivismo es el corolario del igualitarismo. Éste, al pretender poner fin a la alienación, culmina en la disolución de la individualidad en el Gran Todo, lo cual representa la alienación suprema y la fórmula del totalitarismo” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

Cuando se comienza a poner a prueba la tesis igualitaria, aparecerán opositores y será necesaria la represión, ya que se supone que el opositor es alguien que lleva encima la mala influencia, o mala educación, recibida de las sociedades poco igualitarias del pasado, y ello no debe tolerarse. El citado autor agrega: “La utopía, por poco que se crea sinceramente en ella, legitima las dictaduras más implacables. Porque a la fascinación de la fuerza se añade, para justificar el horror, el atractivo de una meta paradisíaca; la edad de hierro lleva en sí la promesa de una nueva edad de oro”.

Si las generaciones anteriores vivieron en sociedades injustas, ello se debe, como se dijo, a la mala educación, es decir, a las ideas erróneas reinantes. Por ello debería buscarse al “hombre natural”, no contaminado por la sociedad, para corregir los errores acumulados por la humanidad a través de la historia. Dos de esos autores fueron Jean Jacques Rousseau y Karl Marx. “Para ellos, la sociedad es culpable por haber ocultado, siempre y en todas partes, la verdadera naturaleza humana. En tales condiciones, se estiman autorizados para excluir de su respectivo sistema a esta realidad embarazosa. Según Rousseau, el hombre auténtico es, claro está, el buen salvaje; pero ya no hay buenos salvajes. El hombre auténtico según Marx es el elegido futuro de la sociedad sin clases, pero tampoco hay ahora sociedades sin clases. Entre los dos, los hombres se encuentran despojados de su ser genuino, «alienados» por y en las instituciones sociales”.

Para purificar de una vez y para siempre a la sociedad enferma, deben destruirse todas las instituciones existentes, para instalar luego una tiranía; proceso que se ha dado muchas veces en la historia. “Para ilustrar la constante relación entre igualitarismo y tiranía, también podría remontarse la Historia hasta la antigüedad griega. He aquí, por ejemplo, en qué términos describe Jean Rouvier el régimen instaurado por Clístenes, tío de Pericles, en la Atenas de fines del siglo VI AC: «Asistimos a la primera tabla rasa, a la primera gran violación de la naturaleza…Una sola palabra de orden: unidad por medio de la uniformidad en la igualdad…¡Al diablo con la historia y la geografía, con los problemas raciales, psicológicos, fisiológicos de una sociedad determinada!»”.

Las revoluciones comunistas del siglo XX también fueron realizadas con la esperanza de que luego de la destrucción de la sociedad enferma habría de surgir la buena sociedad, sin tener en cuenta que el hombre siguiera siendo el mismo de siempre. En cuanto a tales objetivos, Henry de Lesquen agrega: “Su objetivo no apunta a sustituir a un hombre por otro, una institución por otra, sino a hacer tabla rasa, y de una vez por todas, de las jerarquías. En estado puro, esto da por resultado, como en China, la Revolución Cultural. La amplitud que puede revestir una revolución tal se mide en una óptica donde la cultura es todo y la naturaleza, por decir así, nada”.

Mientras que el igualitarista supone que el recién nacido nada traería en su mente, y que la desigualdad posterior proviene de la desigual educación, al pretender establecer una educación que habría de incorporarse a la herencia genética, se estaría admitiendo que esta vez los niños sí habrían de traer ciertas pautas cognitivas en el momento del nacimiento. En realidad, el comportamiento de todo ser humano tiene una componente hereditaria y una componente cultural. Pero para que se puedan manifestar todas las potencialidades individuales, es preciso que la vida se desarrolle en un ámbito de libertad. Michel Poniatowski escribió: “La única igualdad verdadera es la de las oportunidades brindadas a cada individuo para expandir al máximo sus dones y desarrollar sus aptitudes y no una igualdad de situaciones impuesta artificialmente a seres que por su esencia son diferentes. Una sociedad justa no es una sociedad en la cual todos los individuos son colocados al mismo nivel y considerados idénticos, sean cuales fueren sus talentos y méritos personales. Por el contrario, es aquella en la cual cada uno puede elevarse en la escala social en mérito a sus aptitudes personales y su trabajo, independientemente de toda consideración social, cultural o financiera” (De “El futuro no está escrito en ninguna parte”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

También los ámbitos educativos sufren los efectos del igualitarismo, ya que, en lugar de promover el libre desarrollo de las potencialidades individuales, se busca “igualar” a los alumnos preparándolos, en muchos casos, para el socialismo. Poniatowski agrega: “Sociología, psiquiatría y ciencias de la educación funcionan hoy todavía como si la genética no existiera. Las reformas a la enseñanza han sido elaboradas partiendo de la creencia de que las diferencias de aptitudes comprobadas entre los niños podrían ser corregidas por la educación. Puede observarse a propósito de las múltiples experiencias de «pedagogía nueva», un hecho significativo: las únicas que se han desarrollado de manera satisfactoria en el campo científico (condiciones de experimentación, criterios de apreciación de resultados) han desembocado en un resonante fracaso. Ningún mejoramiento del C.I. [coeficiente intelectual] del individuo ha podido ser observado”.

“Ha llegado el momento de sacar moralejas de esos fracasos y determinar las causas. Provienen de una obstinación. La de no concebir la política social o educacional sino como resultante del medio. Los sostenedores de esta tesis se resisten a integrar cierto número de descubrimientos científicos a su concepción del mundo. No quieren tener en cuenta las experiencias de la genética moderna en la elaboración de la política de la enseñanza, de la orientación y de la selección profesionales. Hay allí un verdadero oscurantismo anticientífico, que se extiende por otra parte a sectores como la criminología y el tratamiento de los trastornos mentales, cuyos progresos retarda sensiblemente. En este último caso, por ejemplo, la negación de toda predisposición hereditaria a los problemas psicosomáticos y la testarudez por no averiguar más que causas y remedios relacionados con el ambiente (cf. psicoanálisis), han demorado el progreso de la quimioterapia, cuya eficacia en la actualidad nadie osaría discutir”.

“Esta controversia sobre la igualdad se beneficiaría, por otra parte, si fuera esclarecida. Frecuentemente se muestra una tendencia a confundir, con el vocablo general de «igualdad», nociones totalmente distintas: la igualdad genética de las aptitudes, que es una vieja utopía; el igualitarismo, que es la aspiración ideológica, la cual conviene determinar en qué medida es compatible con la realidad biológica y con la libertad individual; finalmente la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades, que constituyen derechos humanos universalmente deseables y valederos”.

jueves, 5 de octubre de 2017

De la propiedad privada a la propiedad colectiva

Puede hacerse un análisis comparativo de las principales posturas políticas y económicas en función de la propiedad, comenzando con el caso ideal en que unas 1.000 familias conforman una sociedad en la cual la propiedad es privada, o individual, careciendo de Estado. Los intercambios comerciales se establecen según el proceso del mercado. Se supone que todos sus integrantes son éticamente cooperativos con niveles normales de egoísmo y de negligencia. Esta sociedad posible, vendría a ser la promovida por algunos sectores anarquistas.

En toda sociedad real, sin embargo, aparecen ladrones y estafadores. De ahí que la sociedad anterior debe contratar policías y establecer un poder judicial para poder mantener las condiciones inicialmente indicadas. Como todavía no existe el Estado benefactor, cada integrante de la sociedad sabe que si alguien no puede trabajar circunstancialmente deberá ayudarlo económicamente. De lo contrario, sentirá el cargo de conciencia de no haberlo ayudado pudiendo hacerlo. Esta sociedad se orienta por principios morales que surgen de la empatía existente en toda persona normal.

Supongamos que, con el tiempo, el egoísmo adquiere mayor importancia. Esta vez el Estado mínimo (que sólo contaba con policías y justicia) debe encargarse también de ayudar a los necesitados. El ciudadano que antes sólo pagaba impuestos por seguridad y justicia, deberá ahora pagar un porcentaje mayor de sus ingresos. A medida que crecen los defectos morales, crece también el Estado y también los impuestos, y es menor la posibilidad de inversión productiva, deteriorándose la economía.

Mientras que algunos interpretan que todos los hombres son buenos, o que tienen una parte buena que es necesario despertar, y que la sociedad deberá volver a intentar un comportamiento cooperativo, reduciendo tanto los defectos morales como el Estado, existen los sectores socialistas que aducen que el hombre es egoísta por naturaleza y que sólo un Estado grande puede encauzarlo por el buen sendero.

Por el camino socialista, el Estado cobra cada vez mayores impuestos, ya que no sólo ayuda al que quedó imposibilitado circunstancialmente de trabajar sino también a quienes tienen poca predisposición o pocas aptitudes para el trabajo. Con ello el Estado llega a cobrar impuestos cercanos al 50% de los ingresos del sector productivo, siendo como un socio pasivo que se lleva la mitad de las ganancias. Las empresas disponen de menor posibilidad de crecimiento y existen menores posibilidades de crear nuevos empleos. Comienza a haber desocupación laboral, mientras que pocos tienen la predisposición a ayudar a los demás por cuanto no disponen de dinero suficiente, además de que el Estado ha tomado bajo su responsabilidad dicha función social.

Si el Estado sigue aumentando los impuestos, recaudará menos que antes por cuanto habrá menos predisposición a pagarlos. De ahí surge la idea socialista de colectivizar (o estatizar) la propiedad individual por lo cual será ahora el Estado el dueño de todo y es el que decidirá el porcentaje de retorno que concederá a los antiguos dueños como pago por la producción realizada. Bajo el lema “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” establecerá premios morales (no económicos) a quienes más produzcan, ya que no permite la búsqueda de objetivos individuales, sino sólo colectivos.

Aquí existe cierta contradicción, ya que se llegó al socialismo por suponer que el hombre es egoísta por naturaleza y que no es capaz de ayudar al prójimo aun cuando tenga posibilidades de hacerlo. Pero si antes, en la etapa anárquica, no era capaz de ayudar teniendo todas las posibilidades de hacerlo, bajo el socialismo, contando con muchos menos recursos, menor aún será su predisposición, ya sea en forma voluntaria o involuntaria. Como consecuencia de ello desde el Estado se impondrá la coerción, el castigo y el terror.

Las mayoría de las sociedad actuales, aun cuando se las denomine como “capitalistas”, están lejos de serlo, por cuanto existen varias formas de monopolio que impiden establecer verdaderos mercados libres y competitivos, como lo sugiere el liberalismo. Los monopolios naturales aparecen cuando hay pocas empresas y ello impide la competencia posterior con las ventajas correspondientes. Los pocos empresarios eficaces no deberían ser criticados como “monopolistas”, ni tampoco por generar “desigualdad social” por cuanto esa situación depende también de los empresarios ausentes.

También existen grupos de empresas que tienden a formar monopolios de manera de imponerle al mercado los precios que les convengan, por lo que el mecanismo del mercado deja de funcionar como tal. Ello lo consiguen estableciendo una distinta cantidad de votos por cada acción, en las votaciones para la toma de decisiones empresariales, asegurando siempre la tenencia del control. Agustín Edgardo Digier escribió: “Se constituye una SA [Sociedad anónima], que llamaremos Alfa, con un capital de 100 unidades monetarias. Se emiten 100 acciones de una (1) unidad monetaria cada una. De ellas, 20 acciones tienen derecho a cinco (5) votos cada una, y las 80 restantes derecho a (1) un voto por acción (no olvidar que las decisiones más importantes, las de política empresaria, se toman en las asambleas por mayoría de votos). El grupo promotor suscribe el 20% (veinte por ciento) del capital, 20 acciones con derecho a 5 votos cada una. El 80% restante del capital se ofrece a la comunidad por oferta pública o privada, que suscriben y aportan capital por 80 representado por igual número de acciones con derecho a un voto cada una”.

“Veamos qué sucede en una asamblea de accionistas, suponiendo que se encuentren presentes todos ellos, el 100% del capital (llamado «asamblea unánime»).

20 acciones presentes por 5 votos por acción, total votos = 100
80 acciones presentes por 1 voto por acción, total votos = 80

Tiene la mayoría e impone «su política» el 20% del capital que dispone de mayoría de votos, ¡decide!”.

“Por este mecanismo se conforman «grupos económicos», constituyendo varias empresas, en cada una de las cuales aportan sólo el 20% del capital. Estas empresas vinculadas por la propiedad de las mayorías de votos concentradas en una o pocas manos conforman el holding, dedicando su actividad a diferentes producciones de bienes y/o servicios o a distintas etapas de una actividad” (De “Economía para no economistas”-Valletta Ediciones SRL-Buenos Aires 1999).

Esta indeseada concentración de poder económico no es del agrado de los sectores liberales ni tampoco de los sectores socialistas. Sin embargo, mientras los liberales abogan por la vigencia de un mercado libre auténtico, los socialistas aspiran a establecer una concentración económica mucho mayor aún, ya que, suponen, el empresario monopolista es malo por naturaleza mientras que el socialista a cargo del Estado es bueno por naturaleza. Carlos Becker escribió: “La propiedad colectiva de los medios de producción es una simple ficción. La «socialización» de los medios de producción es un ideal cuya realización con el desarrollo económico moderno no es posible. El propietario de los medios de producción sería el Estado, vale decir, una institución política. Se reemplazaría el monopolio privado, parcial, por el monopolio total gigantesco y burocrático. A los monopolios particulares siempre se les podría controlar si se quisiera. No sería posible hacer lo mismo con el monopolio universal del Estado”.

“Además, mirando de más cerca, vemos que las dificultades no se pueden atribuir al hecho de la propiedad privada de los medios de producción, sino a su parcial y progresiva «socialización». El productor cartelizado no dispone libremente de sus medios de producción y las más de las veces el productor no cartelizado tampoco. El primero está controlado por el Cartel, el segundo por el Estado. Este hecho nos parece más significativo y determinante que la propiedad privada de los medios de producción en la evolución de la economía de la posguerra. En efecto, no es el productor, ni el intermediario individual el que impide la utilización integral de su capacidad de producción o distribución, son las organizaciones o el Estado. Éste y aquellas son las principales y, casi las únicas causas de la crisis permanente de las salidas y de todos los efectos que de ella se derivan”.

“¿Entregar el derecho de disponer de los medios de producción a la colectividad? Muy bien. Ello sería el verdadero socialismo, pero no es el de los socialistas o comunistas en su gran mayoría, necesariamente. Ellos no saben sino confiar los medios de producción al Estado. Naturalmente, no al Estado que ellos llaman «capitalista», sino al Estado de ellos, al Estado «socialista». Pero ese Estado, una vez propietario de los medios de producción, sería mucho más capitalista que cualquier otro Estado lo hubiera sido jamás”.

“Ese Estado no sería el Estado de ellos, los socialistas, sino que ellos pertenecerán al Estado, como todos aquellos que vivirán bajo la dominación de ese tal Estado. Ese Estado será el peor de los capitalistas, porque será más fuerte y más voraz que todos los capitalistas privados en su conjunto, porque disfrutará de un verdadero monopolio absoluto. Este grado de dominación no puede ser alcanzado nunca por los monopolios privados cuyo poder de destrucción es grande, pero cuyo poder de dominación quedará siempre incompleto y, las más de las veces, pasajero” (De “La economía mundial en tinieblas”-Buenos Aires 1952).

Mientras mayor sea la concentración de poder, mayor será la pérdida de libertad del ciudadano común, y mayor será la situación de servidumbre o esclavitud. Por otra parte, se acentuará netamente la división de clases sociales ya que habrá una minoría que predominará sobre una mayoría; algo totalmente opuesto a lo prometido por el marxismo a través de la colectivización de los medios de producción. Hilaire Belloc escribió: “Si se niega el derecho a la propiedad, si se elige el atajo de orillar sus males presentes transfiriendo la fiscalización de la tierra y de las máquinas de la minoría actualmente poseedora, a los llamados servidores públicos, no se hará otra cosa que poner en manos de éstos la vida y hacienda de todos”.

“Cabe imaginar alguien a quien el despotismo de un hombre perfectamente justo e idealmente bueno y a un tiempo inteligente, no le incomodaría; el tal de muy diferente pasta sería la generalidad de la raza humana. Hay que convenir, con todo, que quien entrega su libertad de acción a un amo tan completo es un caso excepcional, pero algo queda por decir de esa actitud. Es de presumir que sabrá el amo más que el propio interesado lo que es bueno y justo para éste; pero, ¿qué aprovechará, nos preguntamos, ponerse en manos de gente que por definición está a la caza del poder?” (De “La restauración de la propiedad”-Ediciones Dictio-Buenos Aires 1979).

martes, 3 de octubre de 2017

La actitud anticientífica del marxismo

Lo esencial del método científico radica en la actitud del investigador quien debe estar predispuesto a reconocer sus errores tratando de solucionarlos e, incluso, predispuesto a dejar de lado una teoría equivocada aun cuando le haya demandado varios años de intenso trabajo. Richard Feynman escribió: “No importa lo bella que sea tu teoría ni lo listos que seas; si no explica el experimento, está mal”.

La esencia del método es la hipótesis y la verificación posterior (prueba y error). El matemático Andrew Wiles, quien pudo demostrar el último teorema de Fermat, resultado que le demandó a los matemáticos unos 350 años de investigaciones, lo describía haciendo una analogía en la cual alguien ingresa a una pieza a oscuras, tantea, se lleva por delante algunos muebles, hasta que encuentra el interruptor de la luz; para ingresar luego a otra pieza oscura…

Es frecuente advertir que eminentes científicos han debido renunciar a teorías muy elaboradas al advertir su incompatibilidad con el mundo real, como fueron los intentos de Albert Einstein, por una parte, y de Erwin Schrödinger, de establecer una teoría que vinculara los campos electromagnéticos con los gravitacionales. Cuando alguien le preguntó a Einstein por el tiempo perdido, contestó diciendo que, en realidad, no había sido tiempo perdido “por cuanto he descubierto varios caminos que no conducen a ninguna parte”. Tal respuesta implicaba que, cuando otros científicos le consultaran por ciertas hipótesis, Einstein habría de advertirles cuáles fallas podrían encontrar en el camino, haciéndoles ahorrar esta vez tiempo valioso de investigación.

Es importante distinguir entre el científico serio que establece una teoría errónea y acepta las fallas advertidas por él mismo o por otros científicos, del que desconoce los errores cometidos y trata de engañar a la sociedad haciéndole creer que se trata en realidad de una teoría comprobada; actitud que podría denominarse “anticientífica”.

No toda descripción no verificable experimentalmente ha de ser necesariamente errónea, ya que sólo podrá decirse que no es científica, sino filosófica o religiosa, y que en el futuro, posiblemente, podrá ingresar en el campo de la ciencia experimental. En el caso del marxismo, puede advertirse que, por ser una descripción que prioriza la acción humana, es verificable en su mayor parte, aunque la mayor parte resulta errónea. Sus seguidores no admiten que pueda serlo y siguen engañados; engañando a la vez a la sociedad, haciéndole creer que la aplicación del método científico asegura su veracidad.

Existe un principio acatado por la mayoría de los científicos, no escrito en ninguna parte, el cual indica que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes y que la labor del científico consiste en describir dichas leyes. De ahí que el proceso de prueba y error requiere de una referencia, ya que todo error es una diferencia entre la descripción realizada y la realidad a describir. El marxismo, por el contrario, considera que toda descripción verdadera (o científica) es aquella compatible con el “materialismo histórico”.

La Iglesia de antaño rechazaba el modelo heliocéntrico de Copérnico, no por ser incompatible con la realidad, sino por ser incompatible con las descripciones bíblicas, mientras que la biología del soviético Trofim Lysenko era aceptada en la URSS por ser compatible con el materialismo histórico. Los biólogos cuyas investigaciones resultaban compatibles con la realidad, eran desprestigiados. Roger Caillois escribió: “Como sucedió antes con la Iglesia católica durante todo el curso de su historia, es la Iglesia la que definió la ortodoxia [afín al dogma] y no la ortodoxia la Iglesia. Es decir que, llegado el caso, sólo el partido comunista tiene derecho a definir el marxismo verdadero, más exactamente, el marxismo actualmente verdadero. El imprudente quien intenta juzgarlo fuera del partido, por principio sólo llegará al error, aun cuando por casualidad llegara a las conclusiones de los exegetas acreditados, porque justamente se trata de no llegar a ellas por casualidad. En ningún caso la Iglesia podría remitirse a las luces del fiel aislado, ni, con mayor razón, al juicio del laico que ni siquiera acepta su disciplina”.

“Cada vez se apela menos a las ciencias para resolver el fundamento del marxismo; a la inversa es el marxismo el que decide sobre el fundamento de tal o cual hipótesis biológica, sobre la oportunidad de tal o cual investigación física o de psicología. Tal concepción es denunciada como culpable y burguesa, a tal otra por el contrario se le declara útil a los intereses de la revolución, en consecuencia conforme a la verdad. En cuanto a la economía política posterior a Marx, se la condena hasta aniquilarla pura y simplemente, un poco como hacen los matemáticos cuando arrojan al canasto sin leerlas las memorias que reciben sobre la cuadratura del círculo”.

“La gravedad del triunfo de Lysenko en modo alguno procede del contenido de su tesis; procede de la naturaleza de sus argumentos. No dice a sus adversarios: «Las experiencias de ustedes no son válidas, las mías lo son y prueban lo contrario a las suyas. Repitamos unas y otras en las más rigurosas condiciones de vigilancia. Los hechos decidirán». Les grita: «Las conclusiones de ustedes no concuerdan con el materialismo histórico. En consecuencia son burguesas, reaccionarias, metafísicas y formalistas». Y obtiene contra ellos una condena política que concluye en la destitución, a veces la deportación”.

“Como método se jacta de constituir una disciplina superior a la ciencia misma, da a la investigación su fecundidad, inspira al sabio y lo preserva del error. En último término, se considera que todo descubrimiento es debido a la aplicación anticipada o subsiguiente, inconsciente o deliberada del método marxista. Éste se reconoce en el empleo de la dialéctica, cuya definición no existe como no la hay de la gracia, y por las mismas razones. Sin duda se habla a veces de tesis, antítesis y síntesis, o bien de acción o de reacción, o aun de pasaje de la cantidad a la cualidad, pero estas fórmulas sólo son susceptibles de un uso totalmente escolástico; su alcance práctico es rigurosamente nulo, por la simple razón de que no puede existir más que un solo método de investigación científica, del cual se sirven todos los sabios, sean marxistas o no, católicos o no, profesen o no, en el secreto de su corazón, las creencias más excéntricas” (De la Revista “Sur” Nº 207-208-Buenos Aires 1952).

En algunas religiones se acepta la posibilidad del fatalismo, proceso por el cual el Dios imaginado determina desde un comienzo lo que le ha de suceder en la vida a cada uno de los seres humanos. Si ese futuro está previamente determinado, hagamos lo que hagamos, poco sentido tiene preocuparse por el futuro o intentar un mejoramiento personal. De ahí que en una sociedad fatalista predomine la negligencia y la despreocupación.

Marx es partidario de un determinismo similar, el determinismo histórico, que no afecta a cada individuo en particular, sino a toda la humanidad, previendo que el comunismo (el Reino de Marx) será la sociedad final a la que nos ha de llevar ese determinismo, quedando a cada uno la posibilidad de adelantar o de retrasar ese acontecimiento. Como consecuencia de esta creencia, la verdad, el bien y otros valores humanos dependen esencialmente de su adaptación a dicho fatalismo histórico. Roger Caillois escribe al respecto: “Aquí aparece la verdadera función de la doctrina. Garantiza la justeza y la legitimidad de cada decisión de la jerarquía. Más aún: asegura a los fieles que luchan por una causa cuya victoria final es inevitable y está como inscrita en la naturaleza de las cosas, no con la precisión de los eclipses y las mareas, por cierto, pero casi con el mismo derecho; como todo depende del esfuerzo de cada partidario, les basta querer para que el destino se cumpla; su celo marcha en el mismo sentido que la historia”.

“En otro lenguaje, se hubiera dicho que era conforme a la voluntad divina: «Ayúdate y Dios te ayudará». Tal es el consejo constante al que se reduce para cada militante una teoría difícil y casi inabordable para un espíritu poco preparado. Las tropas sacan de esta doctrina lejana, que sólo conocen de oídas, la certeza de triunfar y la convicción de que obran de acuerdo con el orden mismo del mundo. De este modo su energía se multiplica. No obstante, su ardor no debe adormecerse en la esperanza perezosa de un feliz desenlace que sobrevendrá a su hora, sin que sea necesario hacer nada para apresurarlo. La victoria es fatal únicamente si los comunistas no ahorran esfuerzo. Por eso desde el principio los jefes del partido reaccionaron firmemente contra una desviación quietista, según la cual bastaba que la clase obrera aguardara el veredicto de la historia, que no podía dejar de venir ni podía dejar de serle favorable”.

Existe un paralelismo entre las profecías bíblicas y el marxismo; en una se espera la aparición del Mesías, el otro considera al proletariado con conciencia de clase en ese papel. “Se ve cuán útil es la fórmula; parece preverlo todo. No hay que asombrarse de que los comunistas la hayan preferido también. Una doctrina promete al hombre una suerte mejor y en cierto modo el Reino de Dios. Lo sitúa en la Tierra o en otro mundo. Una iglesia o un partido pretenden después sacar de esta doctrina mandamientos y reglas de conducta. Los caminos abiertos no son numerosos. Pueden contarse muchos matices, me imagino, pero lo único posible son dos teologías bien distintas: la que afirma que las obras del hombre son vanas y que es menester dejar hacer a Dios o a la Historia; la que pide al hombre que emplee todas sus fuerzas para realizar la voluntad de Dios o la de la Historia”.

En realidad, el Reino de Dios previsto en la Biblia ha de ser de “validez terrestre”, ya que implica el cumplimiento colectivo del mandamiento del amor al prójimo, y no sólo un reino de ultratumba. Esta última interpretación ha hecho que muchos adhieran al “paraíso terrestre” prometido por Marx, sin advertir que la construcción del Reino de Marx se ha de establecer odiando al prójimo y destruyendo las sociedades actuales, sin intentar un mejoramiento ético individual.

El marxismo-leninismo tiene la pretensión de dirigir a la humanidad sin tener como base una teoría adecuada del hombre, ya que parte de razonamientos filosóficos de dudosa validez pretendiendo incluso la creación del “hombre nuevo soviético”, el que, siguiendo las creencias de Lysenko, habría de predominar en el futuro gracias a la (errónea) teoría de la herencia de los caracteres adquiridos. Resulta ser “una gran idea”, porque (como afirmó un escritor español), “llena todo un cerebro”. Henry de Lesquen escribió: “La visión global que de la sociedad propone el marxismo, de su evolución necesaria (el sentido de la Historia) y de su estado ideal (la sociedad comunista sin clases) reposa sobre dos pilares: un a priori filosófico, la dialéctica, cuyas recientes investigaciones, sobre todo en el campo de la biología molecular, han demostrado que decididamente no puede aplicarse a la realidad, y cierta cantidad de nociones económicas, acerca de las cuales lo menos que se puede decir es que casi no han sido confirmadas por los hechos. La ideología marxista en ningún momento se refiere a un conocimiento real del hombre. El desprecio original del factor humano explica buena parte el carácter propiamente inhumano de los regímenes que han intentado llevarla a la práctica” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).