jueves, 28 de julio de 2022

Especulación en economía

Especialmente en épocas de fuerte inflación, promovida por gobiernos populistas, no resulta extraño que los políticos a cargo del gobierno culpen a los "especuladores" por la suba de los precios. En realidad se trata de una protección, o sobre protección, que los agentes económicos desarrollan para evitar pérdidas y poder mantener abiertos sus negocios o sus empresas.

En épocas normales, fuera de contextos inflacionarios, se advierten atributos positivos en la especulación, y también negativos. A continuación se transcribe un artículo al respecto:

ESPECULACIÓN

Por Claudio Napoleoni

Es la actividad mediante la cual se compran (venden) ciertos bienes al precio que tienen éstos en determinadas circunstancias de tiempo y lugar para revender (volver a comprar) bienes idénticos o fungibles a los mayores precios (menores) que se dan en diversas circunstancias de tiempo y lugar para lucrarse con la diferencia.

La especulación se puede ejercitar respecto a cualquier categoría de bienes: bienes de consumo, bienes instrumentales, títulos, divisas; las únicas condiciones que se requieren para que sea posible la especulación son, por un lado, que los precios de tales bienes presenten variaciones en el espacio y en el tiempo de entidad superior al coste de las operaciones especulativas, y, por otro, que el mercado no esté en condiciones de compensar por su cuenta tales variaciones.

Como el ejercicio de la actividad especulativa requiere la posesión en medida notable de conocimientos y capacidad de previsión, la especulación se ejercita con mayor facilidad y mayor éxito en los mercados que tienen un grado suficiente de organización, como son, en general, las bolsas de productos y las bolsas de valores. La especulación puede efectuarse en las formas fundamentales de contratación propias de estos mercados: la contratación inmediata y la contratación a plazo.

Tradicionalmente se han atribuido a la especulación los tres efectos siguientes favorables a la actividad económica:

1) La nivelación de los precios en el espacio. El especulador, comprando la mercancía en un lugar A donde el precio es bajo, para revenderlo en un lugar B donde el precio es alto, contribuye a aumentar la demanda -y, por lo tanto, el precio- en A y a aumentar la oferta, y, por lo tanto, a disminuir el precio en B.
2) La disminución de las fluctuaciones de los precios a lo largo del tiempo. En previsión de un aumento futuro del precio (por disminución de la oferta o por aumento de la demanda), el especulador adquiere stocks de mercancías para revenderlas cuando las condiciones de venta sean más favorables. De este modo, aumenta la especulación la demanda actual y los precios, y aumenta la oferta y disminuye los precios futuros. O bien, en previsión de una futura baja del precio, el especulador puede vender stocks de bienes en su poder para volver a comprarlos en el futuro, contribuyendo de esta forma a aumentar la oferta y rebajar el precio actual, para aumentar la demanda y el precio futuros.
3) En el caso de la especulación de títulos, además de los dos efectos generales anteriores, existe otro que le es específico, y es que, a falta de aquélla, sería o inexistente o muy imperfecta la indicación de cuáles han de ser los empleos más útiles del ahorro respecto a la inversión. En efecto, el especulador que normalmente actúa por la fuerza de las cosas con títulos nuevos, procura obtener todas las informaciones útiles sobre el funcionamiento de las empresas, y si prevé buenas perspectivas futuras, y, por lo tanto, futuras alzas en los precios de las acciones, compra hoy para volver a vender mañana; si prevé malas perspectivas, vende hoy para volver a comprar mañana a precios menores, y de tal forma acredita las iniciativas que ofrecen garantía de ser productivas, y desacredita las otras. En la medida en que las previsiones del especulador se manifiestan justas, tiene el mercado una orientación positiva, porque el ahorro se canalizará por los empleos más productivos y el beneficio del especulador coincidirá con la utilidad colectiva.

La especulación puede surtir, sin embargo, efectos desfavorables en la actividad económica que muy a menudo compensan con largueza los efectos favorables antes descritos. Tales efectos desfavorables pueden resultar de los dos órdenes siguientes de circunstancias.

a) Es posible que la actividad especulativa sobrepase los límites entre los cuales serviría simplemente para atenuar las variaciones de los precios, y dé lugar a movimientos anormales de precios no asimilables a fenómenos económicos «reales» de la esfera de la producción o del consumo. Por ejemplo, un vasto movimiento de especulación dirigido a la revalorización de los títulos cuyo buen fin esté confirmado inicialmente por la evolución económica general, puede suscitar ondas de optimismo que lleven a adquirir mayor cantidad de títulos por círculos cada vez más numerosos de especuladores, improvisados la mayoría, sin que ello, en una primera fase, desmienta las previsiones hechas, y, por lo tanto, provocando pérdidas a los especuladores, dado el continuo movimiento de la demanda. En tales circunstancias la más pequeña referencia a una flexión de los precios es posible que pueda derribar todo el edificio de valores ficticios creados en la primera fase, con grandes pérdidas para todos (valga, como ejemplo la caída de Wall Street en 1929).
b) Por otra parte, es posible que la especulación se ejercite sobre la base no de variaciones de los precios existentes, esto es, independientemente de la existencia de la especulación, sino de variaciones provocadas artificialmente. Las diferencias artificiales de los precios se determinan por medio de acaparamientos, difusión de noticias falsas que den lugar a determinadas orientaciones temporales del mercado, etc. Estas acciones repercuten, generalmente, en un aumento de la incertidumbre y el riesgo presentes en la vida económica, y, específicamente, en pérdidas para determinadas categorías de empresarios.

(Del "Diccionario de Economía Política" de Claudio Napoleoni-Ediciones Castilla SA-Madrid 1962)

miércoles, 27 de julio de 2022

Analogía entre inflación y alcoholismo

Por Milton y Rose Friedman

Una analogía instructiva es la que existe entre la inflación y el alcoholismo. Cuando un alcohólico empieza a beber, los efectos buenos vienen primero, sólo los malos se presentan al día siquiente cuando se levanta con una resaca, y a menudo no puede evitar mitigarla más que sintiendo la imperiosa necesidad de volver a beber.

El paralelismo con la inflación es exacto. Cuando un país inicia un periodo de aumento de los precios, los efectos iniciales parecen buenos. La cantidad de dinero más alta permite que cualquiera tenga acceso a él -en la actualidad principalmente el Estado- para gastar más sin que ninguna persona tenga que reducir sus gastos. Hay más puestos de trabajo, la actividad económica se anima y -al principio- prácticamente todo el mundo es feliz.

Todo lo anterior constituye los buenos efectos. Pero entonces el mayor gasto empieza a hacer aumentar los precios; los trabajadores se dan cuenta de que el salario, aunque monetariamente sea más elevado, les permite adquirir menos bienes; los empresarios ven que sus costes han aumentado, de modo que las ventas adicionales realizadas no proporcionarán un beneficio tan alto como el que habían anticipado, a menos que aumenten los precios aún más.

Empiezan a emerger las malas consecuencias: precios más elevados, la demanda está más apagada, la inflación se combina con el estancamiento. Como en el caso del alcohólico, el Estado sufre la tentación de aumentar la cantidad de dinero a un ritmo aún mayor, lo que provoca las montañas rusas que ya conocemos. En ambos casos, es necesaria una cantidad cada vez mayor -de alcohol o de dinero- para dar a la economía o al alcohólico el mismo «empuje».

El paralelismo entre alcoholismo e inflación continúa existiendo en la solución que debe aplicarse. El remedio al alcoholismo es sencillo de encontrar: dejar de beber. Es difícil de aceptar porque, en este caso, los efectos desagradables aparecen primero, y los buenos tardan en llegar. El alcohólico que continúa el tratamiento sufre fuertes molestias por el abandono del alcohol antes de llegar al estado feliz en el que ya no tiene un deseo irresistible de beber otra copa.

Lo mismo ocurre con la inflación. Las consecuencias iniciales secundarias de una tasa menor de crecimiento de la oferta monetaria son desagradables: una expansión económica más lenta, durante un periodo, un índice de desempleo más elevado, y sin que por algún tiempo la inflación disminuya. Los beneficios aparecen aproximadamente sólo uno o dos años después, en la forma de un aumento más moderado de los precios, una economía más saludable, y dotada con un potencial de rápido crecimiento económico no inflacionario.

Los efectos secundarios negativos constituyen una razón por la que es difícil que un alcohólico o una nación que sufre una espiral inflacionaria abandonen la adicción. Sin embargo, existe otra razón que, al menos en el primer estadio de la enfermedad o desequilibrio, puede ser aún más importante: la falta de un deseo real para acabar con la adicción. Al bebedor le gusta lo que toma; le es difícil aceptar que en realidad es un alcohólico; no está seguro de que quiera curarse. Un país que está sufriendo una inflación de precios se encuentra en la misma posición. La creencia de que la inflación es un problema temporal y moderado debido a circunstancias no corrientes y extrañas, que desaparecerá por sí mismo -cosa que nunca ocurre- es seductora.

Además, a muchos de nosotros les gusta la inflación. Naturalmente, nos gustaría que los precios de los artículos que compramos bajaran o, al menos, dejaran de subir. Pero estamos más que contentos viendo que los precios de los productos que vendemos suben, sean éstos los bienes que fabricamos, los servicios laborales que prestamos, o las casas y otros bienes que poseemos. Los agricultores se quejan de la inflación pero se congregan en Washington, haciendo presión para poder conseguir precios mayores para sus productos. La mayor parte del resto de nosotros hacemos lo mismo de un modo u otro.

Una razón por la que la inflación es tan destructiva es la de que algunos individuos se benefician mucho mientras otros se ven perjudicados. Los triunfadores consideran las buenas cosas que les ocurren como la consecuencia natural de su propia previsión, prudencia e iniciativa. Son de la opinión que los efectos desagradables, el aumento de los precios de los bienes que compran, se deben a fuerzas más allá de su control. Prácticamente todo el mundo está en contra de la inflación, lo que significa más o menos que se opone a las consecuencias negativas que para él aquella ha traído.

Del mismo modo que el elevado gasto público constituye una razón del crecimiento excesivo de la oferta monetaria, también un menor gasto por parte del sector público contribuye a la reducción de dicho crecimiento. Del mismo modo, en este caso la opinión pública tiende a comportarse egoístamente. A todos nos gustaría que el gasto público disminuyera con tal que no sea el que nos beneficia. Todos queremos que los déficits disminuyan, pero mediante impuestos que graven a otros.

Sin embargo, a medida que la inflación aumenta, más tarde o más temprano daña de tal modo el tejido de la sociedad, crea tal injusticia y sufrimiento que surge un verdadero sentimiento popular para hacer algo a fin de reducir la inflación.

(Extracto de "Libertad para elegir" de Milton y Rose Friedman-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1980).

martes, 26 de julio de 2022

¿La Argentina adopta el Manifiesto Comunista?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Retenciones, impuestos distorsivos, cuestionamientos a la herencia; debemos preguntarnos cómo es posible, con estos lineamientos de espíritu totalitario, que pretendamos ser parte de la sociedad libre.

Resulta por lo menos llamativo que en nombre de la sociedad libre se adopten las recomendaciones del espíritu totalitario. En este sentido es de interés repasar los diez puntos que Marx y Engels aconsejaron aplicar en 1848 al efecto de hacer estallar al capitalismo, en cuyo contexto escriben en el documento de marras que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”.

Veamos los diez puntos. Primero, reformas agrarias de diversa naturaleza al efecto de que el aparato estatal se establezca como árbitro de su uso y disposición (“apropiación nacional de la tierra y aplicación de la renta a las necesidades del Estado”, reza este primer punto). Como es sabido hay solo dos maneras de decidir acerca del empleo de la tierra, vía el proceso de mercado, en el que se asigna ese recurso fundamental en concordancia con lo que reclaman los consumidores, o a través de la imposición del gobierno basada en criterios políticos. El propietario que decide inexplotar lo que debiera explotar o explotar aquello que no es rentable tiene sus días contados como empresario rural. Las mal llamadas retenciones son una confiscación al campo, mal llamadas puesto que una retención indica un monto que será circunstancialmente retenido y luego devuelto, lo cual no ocurre, por tanto se trata de un impuesto más que, entre otras cosas, vulnera el principio de la igualdad ante la ley.

Segundo, “un gran impuesto progresivo”. En materia fiscal hay dos formas de gravar: la proporcionalidad y la progresividad. Lo primero significa que todos se hacen cargo de la misma tasa o alícuota y, desde luego, el que manifiesta mayor capacidad de pago abona más en valores absolutos que el de menor capacidad de pago. Sin embargo, la progresividad se traduce en que la tasa o alícuota crece a medida que crece el objeto imponible. Esto se traduce en cuatro efectos centrales: primero, obstaculiza la necesaria movilidad social, puesto que a los que vienen ascendiendo en la pirámide patrimonial se los castiga más que proporcionalmente, lo cual no permite que los que están en el vértice y no sirven a los intereses de su prójimo bajen con la rapidez necesaria y, como queda dicho, los que vienen ascendiendo desde la base suban con la rapidez necesaria. El impuesto progresivo también altera las posiciones patrimoniales relativas, es decir, el consumidor al comprar o abstenerse de hacerlo va estableciendo ciertas posiciones patrimoniales, lo cual es contradicho con el impuesto progresivo, al contrario de la proporcionalidad que deja las posiciones relativas inalteradas. El impuesto progresivo es regresivo puesto que recae especialmente sobre los más vulnerables, ya que las tasas de inversión que generan los más pudientes se ven reducidas por la progresividad, lo cual contrae salarios e ingresos en términos reales, ya que las tasas de capitalización constituyen la única causa de mayores salarios. Por último, la progresividad es un castigo progresivo a la eficiencia, se declama que se debe ser más eficiente para producir y cuando esto ocurre se pena la eficiencia.

Tercero, “suspensión de la herencia”. Hay una metáfora tomada del deporte que dice que los participantes en una carrera de cien metros llanos deben partir en las mismas condiciones y que el esfuerzo de cada cual se vea reflejado en los resultados de la carrera según sea la performance de cada uno, pero que no se les den ventajas a unos por el hecho de haber recibido una herencia que los pone en mejor situación respecto de sus competidores. Como bien se ha señalado, esta metáfora es autodestructiva porque a poco de andar los que hicieron el esfuerzo en la pista y llegaron primeros, se les aplicará la guillotina horizontal a sus herederos en la próxima carrera, con lo cual habrán constatado que su esfuerzo fue inútil. El ataque a la herencia es una formidable herramienta contra el ahorro, pues desaparecerá el incentivo si es expropiado, con lo cual el empobrecimiento es seguro. Las posiciones patrimoniales no son irrevocables en una sociedad abierta: los que aciertan en las preferencias de sus congéneres obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos.

Cuarto, “confiscación de la propiedad de los emigrados y de los rebeldes”, lo cual, en el contexto moderno, significa confiscar especialmente a los opositores y dentro de esta categoría a los “rebeldes” en el periodismo, con lo que se destruye el inmenso valor del cuarto poder al efecto de limitar los abusos gubernamentales y para aumentar el conocimiento a través de debates abiertos y así dar lugar a las respectivas refutaciones que permiten el progreso.

Quinto, “centralización del crédito en manos del Estado por medio de un banco nacional formado con el capital del Estado y un monopolio exclusivo”. Esto es la banca central y el curso forzoso. Los banqueros centrales están embretados entre solo tres avenidas en sus decisiones: expandir, contraer o dejar inalterada la base monetaria. Pues cualquiera de los tres caminos necesariamente desfigurará los precios relativos, que son la única información para saber dónde asignar económicamente los siempre escasos recursos. Si se dijera que hay la posibilidad de que la banca central proceda del mismo modo que hubiera procedido la gente, hay que preguntarse para qué se metió, si va a hacer lo mismo que hubiera hecho la gente, con el consiguiente ahorro de honorarios, pero la conclusión de fondo estriba en explicar que el único modo de saber cuál hubiera sido la decisión de la gente es dejarla que se exprese, tal como sugieren grandes maestros de la economía que apuntan a eliminar el fetiche de la “autoridad monetaria”, que, por otra parte, en gran medida convierte a los llamados bancos privados en dependencias de la banca central.

Sexto, “centralización de todos los medios de comunicación y transporte en manos del Estado”. Este consejo se lleva a cabo a raíz de controles a las empresas de comunicación y de transporte; incluso actividades aparentemente alejadas como el servicio de taxi están sujetas a disposiciones del gobierno de turno en cuanto al monto de la tarifa, los horarios de trabajo y el color con que deben estar pintados sus vehículos, lo cual revela que el título de propiedad es irrelevante, ya que los verdaderos propietarios son los burócratas de la respectiva ciudad.

Séptimo y noveno se traducen en enfatizar lo dicho en el primer punto respecto de la tierra contra el sector agrícola. Octavo, “la organización de ejércitos industriales” en materia laboral se refiere a los sindicatos establecidos de modo autoritario respecto de la representatividad, afiliación y conexos. Y décimo, “educación pública y gratuita para todos”, para lograr el adoctrinamiento vía ministerios de Educación para imponer estructuras curriculares con el disfraz de la gratuidad, que, como se sabe, es inexistente, puesto que nada es gratis, alguien se hace cargo y en este caso son principalmente los más necesitados, puesto que las cargas fiscales sobre los que pueden invertir hacen que se contraiga este proceso, con lo cual el peso recae sobre salarios e ingresos de los más pobres.

Este es el Manifiesto Comunista muy sumariamente explicado. Debemos preguntarnos cómo es posible, con la bajada de estas líneas marxistas, que pretendamos ser parte de la sociedad libre a contramano de sus valores y principios.

(De www.lanacion.com.ar)

domingo, 24 de julio de 2022

La definición psicológica del amor

Tanto en la vida de todo individuo como en la religión cristiana, se ha dejado de lado una caracterización del amor que sea compatible con nuestra naturaleza humana, por lo que cada uno ensaya una nueva definición, o incluso no ensaya ninguna, y se dedica a hablar del amor suponiendo que se trata de algo sobreentendido. De ahí que el mandamiento cristiano del amor al próximo haya perdido casi totalmente su significado e importancia, junto con la ética asociada.

Si nos detenemos a mirar los libros que recopilan frases de distintos autores, se advertirá que prácticamente ninguno asocia el amor con la empatía emocional, y por la cual amar significa compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. "No hay del amor definición correcta, y la da cada cual según su secta" (Batres y Montúfar).

La definición que describe un hecho concreto, como es el "contagio" de tristeza y de alegría, de una persona a otra, y que forma parte del proceso de supervivencia, es la establecida por Baruch de Spinoza: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada” (De "Ética").

Como ejemplo de lo dicho puede mencionarse el "Diccionario de citas" de Cesáreo Goicoechea Romano (Editorial Labor SA-Barcelona 1953). Bajo el subtítulo "Amor" aparecen 233 citas, pocas de las cuales dan un indicio de tener alguna vinculación con la definición de Spinoza. Si se la vinculara a tal definición, podría darle sentido a varias de esas citas y podría también invalidar a muchas otras.

En el "Diccionario Antológico del Pensamiento Universal" de Antonio Manero (UTEHA-México 1958), aparecen 430 citas acerca del "Amor", varias de ellas mencionadas también en el libro anterior. Finalmente, en el "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié (Editorial Labor SA-Barcelona 1967), predominando escritos de filósofos en lugar de literatos, algunos se aproximan en mayor medida a la definición concreta de Spinoza; pero ninguna de las 99 citas aclara las cosas.

Mientras se siga sumergiendo el mandamiento cristiano bajo un manto de misterios sagrados y sobrenaturales, y la gente lo interprete como le viene en ganas, el cristianismo como religión ha limitado y detenido su misión.

La definición de Spinoza resulta bastante evidente y accesible a cualquiera. Si la ley de supervivencia más importante que existe, no fuera tan accesible, sospecharíamos que las posibilidades de solucionar nuestros graves problemas sociales podrían quedar fuera de nuestro alcance. Incluso el autor del presente escrito la escuchó por primera vez en la letra de la canción ganadora del Festival de Sanremo de 1965: "Se piangi, se ridi" (Si lloras, si ríes), cantada por Bobby Solo. En tal canción se describe un vínculo afectivo en el que el varón comparte la risa y el llanto de su amada.

Es posible que surja la sospecha de que, si debemos adoptar una predisposición a compartir penas y alegrías ajenas, nuestro natural egoísmo hará casi imposible esa realización. Sin embargo, para adoptar tal predisposición, o actitud, debemos pensar principalmente en nosotros mismos. Ello se debe a que sólo adquiriremos nuestra dignidad humana, y cierto legítimo orgullo, cuando podemos comportarnos en respuesta a las leyes naturales de supervivencia. Así nos integraremos al resto de la humanidad y reconoceremos que el camino hacia nuestra felicidad no puede estar alejado de la predisposición a compartirla con los demás.

viernes, 22 de julio de 2022

Cooperación espontánea vs. Cooperación inducida

La cooperación social es el objetivo que debe imperar en toda sociedad para su formación, mantenimiento y supervivencia como tal. De ahí que exista una aceptación generalizada al respecto, si bien los medios para lograr tal cooperación no gozan de igual aceptación.

Mientras que un sector propone la vigencia de una actitud que conduzca a una cooperación espontánea, o libre, otros suponen que tal medio no ha de resultar eficaz debido al egoísmo natural de los seres humanos, y que por ello debe el Estado ser un intermediario que obliga a algunos a realizar aportes materiales para distribuirlos entre otros. La primera alternativa es promovida por el cristianismo y el liberalismo, mientras que la segunda caracteriza a la tendencia socialista.

La cooperación libre implica una predisposición individual a la cooperación social, por cuanto la ética imperante contempla cierta igualdad entre seres humanos y cada acto de cooperación lleva implícita cierta dosis de felicidad al hacer el bien. Téngase en cuenta que el muy difundido mérito, asociado a cierto sacrificio por hacer el bien, presupone una ausencia de empatía emocional, por lo cual no existe tal mérito, ya que tarde o temprano el sacrificio cotidiano impedirá la continuidad necesaria. Por el contrario, la felicidad asociada a la cooperación libre asegura la continuidad mencionada.

La cooperación inducida puede observarse cuando el que sufre, o el necesitado, muestra o exagera su padecer para obligar a otros su ayuda. En este caso limita la satisfacción emocional del que ayuda por lo cual la cooperación deja de ser espontánea para constituirse en una obligación moral impuesta por otros, limitándose la continuidad en el tiempo y rechazándosela en el momento.

También existe una predisposición similar cuando es el Estado el que, como intermediario, establece imposiciones y, además, tiende a reemplazar al que posee la actitud empática. Para colmo, quienes dirigen al Estado tienden a usurpar los méritos del sector productivo al mostrarse como los verdaderos cooperadores de la sociedad por el hecho de redistribuir lo que no han producido. De ahí que pocos sientan como propia la obligación moral, que surge de la ética natural, por cuanto el Estado ha adoptado el rol de principal y único responsable de la cooperación social, con los resultados catastróficos a los que ha conducido el socialismo.

Desde el liberalismo, por el contrario, la cooperación social se establece mediante el mecanismo del mercado, en donde existe un intercambio que beneficia a ambas partes. Cuando una de esas partes tiende a perjudicarse en el intercambio libre, el vínculo comercial se interrumpe. De ahí la necesidad de limitar todo egoísmo personal, si bien, erróneamente muchos afirman que el egoísmo es la base del capitalismo. Por el contrario, el egoísmo tiende a destruir el beneficio simultáneo y a entorpecer o limitar los intercambios y la cooperación social.

Siendo la cooperación social la base de nuestra supervivencia individual y colectiva, resulta necesario encontrar los fundamentos biológicos que permiten su efectiva realización. Este es el caso de las neuronas espejo como fundamento de la empatía emocional. Daniel López Rosetti escribió: "Titanic es la película más taquillera de la historia. Indudablemente, tiene todos los ingredientes y méritos que justifican el éxito que alcanzó. Y en ello contribuyó la capacidad del espectador para interpretar las circunstancias, las emociones y los sentimientos, vivenciando en primera persona la trama, al ponerse en el lugar de los personajes. Empatizando. La exitosa recepción de esta película nos permite profundizar más en las neuronas espejo, pues estas neuronas no sólo detectan los movimientos; detectan también las intenciones, las emociones y los sentimientos".

"Las neuronas espejo se encuentran en la corteza cerebral y se conectan con el cerebro emocional, el llamado cerebro límbico, el «cerebro sintiente». Ellas conjugan en el ser humano lo cognitivo o pensante con lo emocional, en una integración que comparte raíces con la razón y la emoción. En la red vincular que la vida le propone al ser humano, portador de un cerebro que básicamente es un órgano social, estas neuronas permiten la formación de vínculos".

"La empatía construye puentes emocionales. No somos seres racionales. Somos seres emocionales que razonan" (De "Equilibrio"-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2019).

Existe una sociedad humana cuando se establecen vínculos emocionales básicos, tal la posibilidad que nos brinda nuestra propia naturaleza humana. Tal vínculo consiste en nuestra predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias. Ello se opone a la propuesta marxista de reemplazar tales vínculos por los medios de producción. También se opone a la propuesta de ciertos grupos capitalistas que ven en los intercambios en el mercado la base de una sociedad. El citado autor agrega: "La empatía salda nuestras distancias emocionales permitiendo una visión solidaria, moral y ética en nuestras estructuras sociales. No son sólo palabras, son una ventaja evolutiva que procura el bien común y la perpetuación de nuestra especie".

"Tanto es así que podemos interpretar que la empatía contribuye al instinto moral que conducen las reglas del conjunto social. No sólo nos permite una sana vivencia emocional y de unidad con el otro, también busca la ayuda recíproca para el bien común con la finalidad de coordinar acciones sociales grupales. Nos ayudarán cuando empaticen con nuestras necesidades y a la vez ayudaremos a otros a empatizar con ellos. Se trata del bien común, de un entendimiento emocional recíproco".

"Como producto de la evolución biológica, la empatía nos une también al resto de las especies, de tal suerte que podemos comprender a nuestras mascotas y ellas a nosotros. En este sentido, la empatía es muy importante porque es un resultado evolutivo interespecie".

miércoles, 20 de julio de 2022

La inteligencia emocional

Por Daniel López Rosetti

La clásica definición de inteligencia nos remite de manera casi espontánea a la noción de las habilidades relacionadas con el rendimiento matemático y lógico, a la razón, incluso a la buena memoria. Todos recordamos al más destacado del aula de nuestro colegio secundario, aquel que sacaba las mejores notas y recibía los premios, a quien nunca íbamos a encontrar rindiendo una materia en marzo. Era el mejor. Pero, aunque sin duda aquellas habilidades que hacían de aquel compañero el mejor alumno del aula son de gran valor y utilidad, no resultan suficientes para encontrar el camino del bienestar.

El GPS emocional

Cuando se comenzó a «medir» la inteligencia, lo primero que se hizo fue recurrir a la resolución de problemas matemáticos. La exactitud en los resultados y la velocidad en su obtención podían separar poblaciones que iban desde las más a las menos «inteligentes». Si usted resolvía un problema matemático bien y rápido, el diagnóstico estaba hecho: usted era inteligente y el futuro sería suyo. Aquellos test eran tan exactos que se expresaban a través de números, en términos de coeficiente intelectual (CI).

Pero, claro, la ciencia no tardó en aceptar lo que resultaba obvio: un papel es un papel y no la vida. La vida es otra cosa. La vida es algo más que un razonamiento de lógica, una raíz cuadrada o un ejercicio de geometría. La vida es interacción social y lo que nos determina, nuestro cerebro, es por definición un órgano social. Ya vimos en detalle que el lenguaje verbal y el no verbal son esenciales en la comunicación social. La emoción misma, por definición, es una forma de comunicación básica, llana, simple, directa y ancestral.

Interactuamos socialmente todos los días, a cada instante, y los momentos de soledad solo nos preparan para aquellos de comunicación con el mundo de los otros. En el trabajo, en los afectos, en el amor y en la vida misma nos relacionamos con los demás en un mundo complejo de interacciones mutuas y recíprocas que son la base de nuestra inserción social. Como en el fútbol, donde el posible movimiento de los jugadores no puede ser previsto con exactitud, ya que las posibilidades en la dinámica del juego son infinitas. En ese juego ilimitado de posibilidades de interacción social que por definición jamás es estático, se juega nuestro destino. El pensamiento, la lógica y la razón no son el mejor GPS para orientarnos en el mundo emocional. Dante Panzeri, un famoso periodista deportivo argentino, se refirió al fútbol con una frase que hizo historia; dijo que el fútbol es la «dinámica de lo impensado». Hacía referencia a que el curso de los acontecimientos en un partido de fútbol excede, por su natural dinámica, lo que se podría «pensar» antes del silbato inicial que da comienzo al juego. La jugada de pizarrón ocurre ahí, en el pizarrón. Resulta que, cuando el partido comienza, los jugadores del equipo contrario se mueven y los movimientos resultan casi imprevisibles, no pueden ser anticipados desde la razón, previstos desde el pensamiento.

Lo mismo podría aplicarse a la vida, una suerte de «dinámica de lo impensado», porque en la vida la realidad supera a la ficción y el pensamiento racional es insuficiente para jugar el juego. El resto de las personas también juegan, racional y emocionalmente. Valga esta comparación para aproximar la noción de que las relaciones interhumanas sociales van mucho más allá de la previsibilidad que la razón intenta explicar. La emoción también participa, y de manera dominante, en el juego de la vida. Nuestra condición de seres emocionales nos obliga a acceder al mundo de los otros y de las cosas no solo con la razón como guía, sino con una suerte de GPS emocional que nos permita conocer nuestras propias emociones y la de los otros para lograr una adecuada interacción social. Veamos los siguientes ejemplos de la vida real para puntualizar aún más este concepto.

El caso de Esmeralda G.

Se sentaba en primera fila. Siempre bien arreglada, con el uniforme impecable. Era un ejemplo de corrección. Sus útiles escolares se encontraban todo el tiempo ordenados y en las mejores condiciones. Cuando un profesor de cualquier materia invitaba a pasar al frente a exponer la lección del día, nunca dejaba de levantar la mano. Sacaba las mejores notas en todas las materias. Los profesores la citaban como ejemplo y siempre se hacía acreedora de las menciones especiales. Cuando el colegio intervenía en algún evento intercolegial relacionado con las aptitudes, formaba parte del equipo representante. Era lo que se denominaba una alumna inteligente y en los pasillos se referían a ella como el bocho de la clase. Sus habilidades para comprender y estudiar saltaban a la vista. En consecuencia, no requería de ningún compañero de la escuela para estudiar en conjunto o desarrollar un tema de equipo. De hecho, estudiaba sola y no era popular para participar en trabajos grupales. Esmeralda G. era una estudiante eficiente y se conducía en forma individual.

Terminó el colegio secundario con las mejores notas y el acceso a la formación universitaria fue casi un trámite. Durante la carrera en la facultad, se repitió el modelo acuñado en la escuela secundaria: buen rendimiento académico, buenas notas y sin tropiezos. Un día obtuvo su título de grado con diploma de honor y se integró de lleno al mundo del trabajo. Con sus antecedentes, no le fue difícil ingresar en el área administrativa de una importante empresa. Al tiempo formó pareja con un egresado de su facultad, pero la relación no duró demasiado. Pasados diez años, Esmeralda G. no progresó en su trabajo y, a pesar de repetidos intentos, no logró formar pareja estable.

El caso de Alicia L.

Alicia era una estudiante normal. Aunque no se destacaba en el colegio secundario, con cierto esfuerzo y dedicación alcanzaba los objetivos y aprobaba las materias. Lo que le faltaba en habilidad natural lo suplía con dedicación y no pocas veces con algunas horas de más. Mostraba una clara tendencia a estudiar y a trabajar en equipo, fomentando el trabajo grupal y las relaciones interpersonales para alcanzar las metas. No brillaba por sus notas, pero se encontraba dentro del promedio de rendimiento de su clase. Era muy apreciada por sus compañeros de colegio pues se mostraba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara y permanecía atenta a los problemas de los demás.

Alicia L. terminó el secundario sin pena ni gloria. Cuando llegó el momento de ingresar a la facultad, lo logró después de aprobar el curso de ingreso con alguna dificultad y mucho esfuerzo. Ese fue el anticipo de su carrera terciaria: esfuerzo y constancia como méritos, lo que le permitió egresar con las calificaciones necesarias. Así las cosas, tras un período de búsqueda laboral, logró ingresar como administrativa en una empresa local. Para sorpresa de ella misma, en pocos años progresó en la empresa hasta que la nombraron gerenta administrativa, hecho que coincidió con el casamiento con su pareja, que la acompañaba desde el secundario.

La resolución de problemas

El caso de Esmeralda G. y el de Alicia L. nos ayudan a comprender las diferencias entre la capacidad de pensamiento racional y el adecuado manejo y comprensión del mundo emocional como herramienta que nos permita enriquecer nuestras vidas y alcanzar los objetivos que nos proponemos. Esmeralda G. tenía una capacidad innata. Era inteligente, aplicada, estudiosa, disciplinada, y lograba el éxito en cuanto examen académico se le presentaba. Tenía aptitudes que le permitían alcanzar sus objetivos individualmente, por su propia disposición, y sin necesidad de integrar equipos de trabajo ni la consecuente interacción social requerida. Esmeralda era una persona individualista y no requería en su etapa de formación de la integración social emocional con el mundo de los otros. Es posible que obtuviera un puntaje alto en un test clásico de inteligencia que midiera el coeficiente intelectual, pero no obtendría iguales resultados en aquellos que valorasen otros aspectos de la inteligencia o las aptitudes emocionales.

No era el caso de Alicia L., a quien las cosas siempre le costaron un poco más. Lo que la naturaleza no le dio en capacidad lógica, racional o matemática, tuvo que suplirlo con esfuerzo, constancia y dedicación. Pero lo más importante es que acudió al desarrollo de las aptitudes de comprensión e interacción emocional con sus semejantes como mecanismo de inserción social. Alicia fue exitosa en sus interacciones sociales, lo que le permitió estabilizarse en su vida afectiva y familiar, como así también en el ámbito laboral, situación que a Esmeralda le fue imposible cuando debió afrontar la vida real fuera de las jugadas de «pizarrón».

Las neurociencias y la psicología no tardaron en tomar debida cuenta de que el coeficiente intelectual era insuficiente para valorar por sí solo a la persona. Se requerían nuevas herramientas diagnósticas que evaluaran otros aspectos psicológicos para comprender de manera integral la personalidad de alguien. Fue así como el clásico e inicial concepto de inteligencia fue modificándose paulatinamente y, de hecho, se encuentra en constante revisión. Sin embargo, no es poco el camino recorrido. Hoy, entre la mayoría de los autores, hay consenso general en este sentido, y definen a la inteligencia como «la capacidad de resolver problemas». La verdad es que, aunque simple, no deja de ser una excelente definición, ya que incluye de manera implícita la totalidad de las posibles circunstancias y problemas que a todos se nos presentan, desde los más diversos aspectos, que requieren soluciones sobre todo racionales o emocionales.

Así, se ha impuesto el concepto de inteligencia emocional para ampliar la definición clásica de inteligencia, agregándole la «gestión» de la emoción. Asimismo, se le asigna a la emoción el atributo de una forma de inteligencia, en tanto permite dirigir decisiones y acciones que posibilitan resolver problemas y alcanzar objetivos en la vida, en el campo personal, social y laboral.

La inteligencia emocional tiene su historia

Los casos de Esmeralda G. y Alicia L. refuerzan lo que hemos planteado con énfasis a lo largo de estas páginas: la importancia de la emoción para alcanzar el bienestar y, si se quiere, también el éxito en el aspecto más amplio del término. Pero como casi todo lo que sabemos en ciencia es de aparición reciente para la historia de la humanidad, la aceptación de los ambientes académicos de que la emoción es importante también lo es.

La primera afirmación relacionada con el concepto de inteligencia emocional fue hecha por Edward Lee Thorndike, quien además acuñó el concepto de inteligencia social. Afirmó que se trataba de un tipo de inteligencia que permitía «comprender y dirigir a los hombres y mujeres, y actuar sabiamente en las relaciones humanas». Sin duda un innovador. Este psicólogo americano trabajó a principios del siglo XX —fue coetáneo de Sigmund Freud— en psicología experimental, siendo un verdadero adelantado en su campo. Luego debimos esperar hasta 1997, momento en que los psicólogos Peter Salovey (Universidad de Yale) y John Mayer (Universidad de New Hampshire) acuñaron el hoy muy conocido concepto de inteligencia emocional, ligando esos dos términos que, hasta entonces, parecían recorrer caminos diferentes.

La descripción de estos especialistas tiene la virtud de sintetizar en una definición la mayoría de los criterios que precisan la noción de inteligencia emocional como «la capacidad de percibir los sentimientos propios y de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo». Observe usted la riqueza de esta definición. Habla de identificar sentimientos, pero no solo los nuestros, sino también los de los demás, lo cual implica un esfuerzo intencional de interpretación del lenguaje verbal, así como del lenguaje no verbal de nuestros semejantes. Es un esfuerzo de empatía que tiende a comprender el mundo emocional del otro dejando de lado una posición egoísta y unilateral. Apunta a una integración de la comunicación emocional. La definición también invita a distinguir entre las distintas emociones, que resultan borrosas o confusas cuando, por naturaleza, los límites entre una y otra emoción no son claros; de hecho, una circunstancia determinada puede dar lugar a un «conjunto» emocional en el que se superponen diferentes vivencias. Pero tal vez lo más interesante de esta definición de inteligencia emocional es que hace referencia a valerse de ese enorme cúmulo de información que supone la conciencia del propio mundo emocional y del mundo emocional del semejante para conducirnos adecuadamente en nuestro accionar social y en la toma de decisiones.

Esta definición de Salovey y Mayer marcó un antes y un después en la evolución de este concepto y despertó un creciente interés en la comunidad científica, en la psicología y en las neurociencias.

Un aporte fundamental fue el que tiempo más tarde desarrolló el psicólogo Daniel Goleman. Y digo fundamental porque la popularización del concepto inteligencia emocional, debido a las publicaciones de este autor, provocó que este conocimiento se expandiera hacia el público general. Como resultado, se multiplicaron los estudios e investigaciones en psicología y neurociencias en relación con la importancia de la emoción como actor central para alcanzar nuestros objetivos y nuestro bienestar. Ya quedaba claro aquello que reafirmamos desde el inicio de este libro: la razón no es «razón» suficiente para alcanzar el bienestar, la emoción debe estar invitada al escenario de nuestras vidas y desempeñar su papel de modo protagónico.

(De "Emoción y sentimientos" de Daniel López Rosetti-Grupo Editor Planeta SAIC-Buenos Aires 2017)

lunes, 18 de julio de 2022

"Libertad, Igualdad, Fraternidad" ¿lema de origen cristiano?

El lema de la Revolución Francesa, movimiento antirreligioso, entre otros aspectos, resultó compatible con el cristianismo, y no tanto con la violencia revolucionaria. Para que se logre simultáneamente la libertad y la igualdad, debe antes establecerse una predisposición o actitud fraternal. Tal es la actitud promovida por el "Amarás al prójimo como a tí mismo".

Tal mandamiento lleva implícita la idea de igualdad, ya que puede expresarse también como "Compartirás las penas y las alegrías ajenas igual que si fuesen propias". Además, al entenderse la libertad personal como ausencia de gobierno mental y material entre seres humanos, la igualdad mencionada también promueve la libertad personal, por cuanto la ausencia de libertad exige la presencia de un gobernante y un gobernado, es decir, una previa desigualdad.

De ahí la posibilidad de que tal lema revolucionario haya surgido previamente en ámbitos cristianos, si bien lo importante no es tanto la prioridad de su aparición, sino su compatibilidad con el cristianismo.

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

“Liberté, égalité, fraternité”: el olvidado origen cristiano del eslogan de la Revolución Francesa

Por Claudia Peiró

El movimiento que derribó a la monarquía tuvo etapas de fuerte contenido anticlerical; pero su divisa, hoy lema oficial de Francia, había sido concebida por un obispo católico, crítico del absolutismo, que adelantó muchas de las demandas revolucionarias

El pasado 14 de julio, Francia celebró su fiesta nacional, fijada en la fecha en que una multitud derribó la cárcel de la Bastilla, símbolo del despotismo y del poder absoluto del rey.

Junto con la bandera tricolor, el queso, la baguette, la Torre Eiffel y la hermosa catedral de Notre-Dame, pocas cosas están más asociadas a Francia que la tríada “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. El eslogan se popularizó con la Revolución Francesa (1789) y con el tiempo se convirtió en lema oficial de la República.

La Revolución que en 1789 puso fin al Antiguo Régimen es presentada habitualmente como la obra de un pensamiento racional y laico surgido de las Luces, de la Ilustración, en contraste con el oscurantismo religioso, que habría dominado todo el Medioevo. Diez siglos de la historia de la humanidad son reducidos a un estereotipo. Sin embargo hace tiempo que la investigación histórica ha cuestionado esa caracterización de la Edad Media, una construcción debida en gran medida a algunos pensadores de la Ilustración, a la Reforma protestante y a los artistas del Renacimiento que, para poner en valor su obra, denostaron exageradamente el pasado. “Voltaire y sus colegas crearon la ficción de los Años Oscuros para poder reivindicar que fueron ellos los que hicieron emerger la Ilustración. No hubo tales Años Oscuros. Al contrario, fue durante esos siglos cuando Europa hizo el gran salto cultural y tecnológico que la situó a la cabeza del resto del mundo”, dijo el historiador y sociólogo Rodney Stark, autor, entre otros, de La expansión del cristianismo y Consecuencias históricas del monoteísmo.

Debemos en particular a los historiadores franceses Régine Pernoud y Jacques Heers (y sus emblemáticos ensayos: Para terminar con la Edad Media y La invención de la Edad Media, respectivamente) una imagen del Medioevo más ajustada a los hechos y alejada del cliché de la ignorancia, el atraso y la incultura que se le atribuye. Huelga aclarar que esta visión reduccionista tenía -tiene aún- por blanco principal a la Iglesia Católica, institución dominante en esa larga etapa.

Pero la verdad es tenaz y, aunque los propios herederos de esta cultura quieran negarlo, Occidente, sus valores y sus principios, están moldeados, en lo central, por la tradición judeo-cristiana y no existió en el siglo XVIII una ruptura radical con ese bagaje cultural.

Tan es así que el propio eslogan por excelencia de la Revolución Francesa, que con el tiempo fue inscripto en la fachada de todos los edificios públicos de Francia, hasta el último de sus municipios, fue elaborado por un obispo católico, teólogo y escritor francés, François de Fénelon, casi un siglo antes del estallido de 1789.

François de Salignac de La Mothe-Fénelon, a quien la posteridad ha llamado simplemente Fénelon (como suele suceder con los grandes, un solo nombre basta para identificarlo), nació en 1651, en Aquitania, sudeste de Francia, y fue ordenado sacerdote a los 25 años. En 1695 fue designado obispo y más tarde arzobispo de Cambrai. Fue filósofo, teólogo, pedagogo y escritor.

En su obra más célebre, Las aventuras de Telémaco, asoció los conceptos de “libertad”, “igualdad” y “fraternidad”, basándose en citas bíblicas, para condensar en una fórmula la doctrina cristiana.

En un artículo titulado “Los orígenes religiosos de la divisa republicana” (Communio, n° XIV, 3-4 —mayo-agosto 1989), el historiador Jean-Louis Quantin decía: “El hecho trascendental es que esta fórmula de origen e inspiración cristianos encuentra en Telémaco un vehículo y un transmisor excepcionales: el prestigio de que gozaba Fénelon en el siglo XVIII y la difusión que conocieron sus ideas -o lo que de ellas se retenía- entre los Filósofos, no podía dejar de resurgir en la idílica divisa de su Bética [N de la R: pueblo que vive en una edad de oro y que en su obra Fénelon ubica en una antigua provincia romana]”.

Quantin cita también al monje cisterciense Claude Fleury (conocido como L’Abbé Fleury), confesor y preceptor de reyes, amigo de Fénelon, y escritor como él, que en sus Costumbres de los israelitas y Costumbres de los cristianos (Mœurs des Israélites; Mœurs des Chrétiens), escribió: “Todos los israelitas eran más o menos iguales tanto en bienes como en nobleza”; “eran perfectamente libres”; ‘la fuente de esta comunión de bienes entre los cristianos de Jerusalén era la caridad, que los volvía a todos hermanos y los unía como en una sola familia’”. Igualdad, libertad y fraternidad.

Fénelon, dice Quantin, “acercó tres conceptos que, desde tiempo atrás, evocaban la perfección cristiana”. Y explica: “Esto quiere decir que los autores católicos difundían las palabras ‘libertad, igualdad y fraternidad’, sin ver en ello ni temer ninguna carga revolucionaria. (...) Es en esta tradición católica francesa que se inscribe el Telémaco de Fénelon: libertad, igualdad y fraternidad aparecen con frecuencia y son reunidos en la descripción de la Bética”.

Decía Fénelon en Telémaco: “Se amaban todos con un amor fraterno que nada perturba. Es el alejamiento de las vanas riquezas y placeres engañosos lo que les conserva esta paz, esta unión y esta libertad. Son todos libres y todos iguales”. “La divisa republicana quedó así constituida”, concluye Quantin, que asegura que, hasta entonces, en las otras obras utópicas de la época, sólo aparecían la libertad y la igualdad, no así la fraternidad.

Esta divisa de todos modos, no se instaló fácilmente, ya que los Filósofos preferían “Libertad, Propiedad, Seguridad”, o simplemente “libertad e igualdad”. La expresión fue retomada por Rousseau y luego por Robespierre, pero claramente la fraternidad no fue un sentimiento masivo de los revolucionarios franceses que no paraban de enviar gente a la guillotina, y no sólo a nobles o miembros del clero sino también a quienes poco antes eran sus camaradas.

De hecho, cuando en 1793, el Directorio de París invitó a los habitantes a pintar “en la fachada de sus casas, en grandes letras” esa consigna, le hizo un pequeño agregado, nada sutil: “Libertad, igualdad, fraternidad… o muerte” (”ou la mort”). Una reformulación acorde con los tiempos violentos que se vivían.

Aunque la masonería intentó más tarde una apropiación del eslogan, fraternidad es claramente un concepto de origen cristiano. Indica el sentimiento que debemos tener hacia otros seres humanos, no porque sean nuestros hermanos sino porque debemos considerarlos como tales. Y esto viene del hecho de ser todos hijos de un mismo Padre celestial. Ese sentimiento se vincula con la igualdad. Somos todos iguales, compartimos una misma esencia, por nuestro origen común.

Fénelon no solo fue el primero en enunciar la célebre tríada, sino que su novela Las aventuras de Telémaco, de perdurable influencia, fue leída como una crítica al reinado de Luis XIV, el “Rey Sol”. El sacerdote, y más tarde arzobispo de Cambrai, había sido nombrado preceptor del nieto y posible sucesor del rey, por lo que gozaba de una interesante posición en la Corte. Por su rol de educador, escribía obras de tono didáctico, destinadas especialmente a los jóvenes. De hecho, su Telémaco tuvo una influencia que superó en mucho la vida biológica de su autor, ya que en los siglos XVIII y XIX era uno de los libros más populares entre los jóvenes franceses. Sartre mismo fue uno de sus lectores.

Pero habían sido los sermones de Fénelon y la publicación, en 1687, de un Tratado sobre la educación de las niñas, los que le trajeron fama y lo llevaron a ser presentado en la Corte de Versalles. El rey Luis XIV lo eligió entonces para educar a su nieto.

Pero Fénelon cayó en desgracia en la Corte primero por su adscripción a la llamada doctrina quietista -que promovía una vida contemplativa, un cristianismo interior-, doctrina condenada por el Papa, y luego por su novela más célebre, que él no pensaba publicar pero que empezó a circular privadamente y llegó a Versalles.

Se recluyó entonces en su diócesis de Cambrai, una localidad al extremo norte de Francia, muy cerca de la frontera con Bélgica. Telémaco se publicó finalmente en 1699, 90 años antes de la Revolución Francesa. Hasta el final de sus días, el arzobispo siguió reflexionando y escribiendo acerca de las reformas que necesitaba Francia. Murió en 1715 a los 63 años.

Su obra Telémaco, una utopía con base histórica, describe un ideal de monarquía, en lo que constituyó una condena indirecta al despotismo de Luis XIV. La historia es la del joven Telémaco, hijo de Ulises (Odiseo) y de Penélope, que hace un viaje por varios Estados de la Antigüedad, acompañado por su maestro Mentor (que vendría a representar al propio Fénelon). Se describen allí las causas de los malos gobiernos y se ven problemas similares a los de la Francia de fines del siglo XVII, empobrecida por las largas guerras a las que la había arrastrado la monarquía. Mentor propone soluciones, como la convivencia pacífica con los países vecinos y reformas económicas que facilitaran el crecimiento.

Fénelon/Mentor creía necesario que el rey volviera a rodearse de consejeros poderosos como en tiempos del medioevo con quienes compartir el poder, sostenía que debía reunir regularmente los Estados Generales, es decir, las asambleas convocadas por el Rey, formadas por representantes de los tres estamentos en que se dividía la sociedad en el Antiguo Régimen: nobleza, clero y tercer Estado (campesinos, comerciantes, artesanos, etc). Para Fénelon, esos Estados Generales debían conformarse con los “mejores” de cada sector, y a ellos les correspondía decidir sobre los impuestos, que debían ser moderados, como moderados debían ser los gastos de Estado, en especial limitando las guerras. Todo parecido con los reclamos que desencadenaron la Revolución Francesa -que de hecho se inició con la convocatoria a los Estados Generales- no es casual.

Para Fénelon, la administración del reino debía ser unificada y descentralizada a la vez, disminuyendo el poder de los delegados reales tan temidos por sus exacciones, y devolviendo facultades a las asambleas locales. También proponía combatir la venalidad de esos comisarios reales y de los magistrados. Era partidario del comercio libre y de la autonomía de la iglesia, en oposición al galicanismo.

Desde 1700 se recluyó en su diócesis, pero no fue olvidado. Dueño de una personalidad muy atractiva, una gran calidez y un buen trato, además de sabio, recibía muchas visitas, incluso de extranjeros.

El filósofo Saint-Simon, considerado un antecesor del socialismo, le tenía admiración y le dedicó un capítulo de sus Memorias.

Al propio Fénelon se lo considera un precursor del espíritu de las Luces, de la filosofía de la Ilustración, lo que una vez más confirma la continuidad cultural.

Pero en Occidente hoy, cierta tendencia laicista reniega de este legado y pasa por alto el hecho de que muchos valores, ideas o temas de generalizada aceptación son de raíz cristiana, esencialmente, la dignidad innata, compartida por todo ser humano. “Todos los mortales, cristianos o no, tenían derechos que derivaban directamente de Dios”, dice el historiador Tom Holland, en Dominio. Cómo el cristianismo dio forma a Occidente, obra en la que reconstruye el origen cristiano de la mayoría de los valores que comparten las sociedades occidentales. Por caso, el concepto de los derechos humanos no procede de la Antigua Grecia ni de Roma y es extraño a otras culturas; tiene su origen en la idea cristiana de que todos los hombres son hijos de Dios.

La cultura laica que hoy muchos modernos, racionalistas, rescatan como opuesta a la doctrina cristiana, en realidad se basa en mayor medida en principios de origen cristiano.

De hecho, libertad, igualdad y fraternidad son tres conceptos que, puestos en equilibrio, definen el ideal de la convivencia humana.

(De www.infobae.com)

sábado, 16 de julio de 2022

La justicia social como disfraz del clientelismo

La masiva distribución de dinero desde el Estado, interpretada como una forma de "justicia social" (ya que contribuiría a reducir las desigualdades económicas) generalmente resulta ser una maniobra eficaz para la compra de votos y voluntades. Cuando al sector productivo se le quita, vía impuestos, la principal herramienta para la producción (el capital), se resiente la economía de la nación, algo que poco o nada le interesa al politiquero de turno, ya que sus intereses personales o sectoriales son la guía de sus acciones y de su vida.

Estas estrategias nefastas son conocidas como "clientelismo" y se conocen desde la antigua Roma. Al respecto leemos:

Los patronos con sus cortejos de clientes

Durante las campañas electorales los candidatos, para hacerse publicidad, se dejaban ver en compañía de numerosos amigos fieles. Además repartían regalos y entradas para los espectáculos, y asistían a los necesitados. Simulaban conocer los nombres de cada uno de sus electores, cuando era un esclavo el que se los iba diciendo al oído. El cortejo de clientes era uno de los elementos de la vida social de los patronos.

En los últimos tiempos de la República se generalizó el uso de la mentira, la lisonja e incluso trampas para reclutar clientes. A partir de Augusto los magistrados ya no eran designados por elección, sino nombrados por el emperador. Por lo tanto la aristocracia perdió parte de su poder, pero conservó sus privilegios honoríficos.

Espectáculo en los tribunales

Cuendo un hombre era citado a comparecer en un juicio, si no formaba parte de los poderosos, se ponía bajo la protección de su patrono, que le debía ayuda y asistencia. El patrono usaba sus influencias para intervenir en el funcionamiento de la justicia, y asistía al proceso rodeado de gente a sueldo que interrumpía los alegatos, aplaudía o profería grandes gritos para impresionar a los jueces. En los últimos tiempos de la República, y sobre todo durante las guerras civiles, a veces asistía gente armada a los procesos. El abogado se sentía amenazado y enrollaba la toga alrededor de su brazo para protegerse de los golpes.

(De "Viaje por la Roma de los Césares" de Eliz Trimbach y Loic Derren-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1989)

También el clientelismo ha sido usado en los países totalitarios, ya que la antigua táctica de "la zanahoria o el garrote", actualizada como "la plata o el plomo", es tan vieja como el mundo. Al respecto Carlos Alberto Montaner escribió:

Clientelismo

Fidel Castro, lector de Mussolini e imitador de su discípulo Perón, sabía que lo primero que debe hacer un gobernante populista es crearse una base de apoyo popular asignando privilegios a sabiendas de que a medio plazo eso significará la ruina del conjunto de la sociedad.

En 1959 comenzó por congelar y reducir arbitrariamente el costo de los alquileres y de los teléfonos y electricidad en un 50%, al tiempo que decretaba una reforma agraria que transfería a los campesinos en usufructo (no en propiedad) una parte sustancial de las tierras.

Esto le ganó, provisionalmente, el aplauso entusiasta de millones de cubanos (que era lo que perseguía), aunque destruyó súbitamente la construcción de viviendas y paralizó las inversiones en mantenimiento y expansión, tanto de la telefonía como de las redes eléctricas y de la conducción de agua potable, lo que luego sería una catástrofe para la casi totalidad de la sociedad. (Lo de «casi» es porque la nomenklatura, acaso el 1% de la población, suele estar a salvo de estas carencias tercermundistas).

Fue entonces, a partir del primer reclutamiento clientelista, cuando en cientos de miles de viviendas los cubanos agradecidos comenzaron por colocar en sus hogares letreros que decían «Fidel, ésta es tu casa», a los que luego agregaron otro más obsequioso que demostraba que le habían entregado al Caudillo cualquier indicio de juicio crítico: «Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista».

En todo caso, esa primera fase provisional, en la medida en que se creaba el verdadero sostén de la dictadura: los servicios de inteligencia, para los que tuvo abundante ayuda soviética. En 1965 ya la contrainteligencia controlaba totalmente a la sociedad cubana, dedicada a desfilar bovinamente en todas las manifestaciones, mientras la inteligencia se dedicaba a fomentar los focos revolucionarios en medio planeta.

El clientelismo revoluconario, por supuesto, no se consagró solamente a los cubanos. Los extranjeros útiles como caja de resonancia (Sartre, García Márquez, por ejemplo), o por los cargos que desempañaban (el chileno Salvador Allende, el mexicano López Portillo, entre cientos de casos), eran cortejados y ensalzados en una labor de reclutamiento tan costosa como eficaz a la que le asignaban decenas de millones de dólares todos los años. A su manera, también eran estómagos o egos agradecidos.


(De "El estallido del populismo" de Álvaro Vargas Llosa (coordinador)-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2017).

El populismo peronista, o kirchnerista (es lo mismo), con la complicidad macrista-radical, finalmente logró la destrucción de la economía por muchos años. El clientelismo, esta vez, estuvo materializado por millones de planes sociales sin contraprestación laboral, millones de jubilaciones sin aportes previos, millones de empleos públicos innecesarios, más de un millón de pensiones por invalidez falsas, etc, etc. La enorme masa de "beneficiados" por el clientelismo constituye una base electoral no muy fácil de vencer, ya que a tales "beneficiados", al igual que a los peronistas del gobierno, poco o nada les interesa lo que le sucede a la mayoría de la población.

viernes, 15 de julio de 2022

¿Posmodernidad o rebelión de las masas?

Uno de los atributos del individuo posmoderno es la prioridad que otorga a sus derechos y su rechazo a toda forma de deber. Años antes del surgimiento de esta supuesta nueva etapa de la humanidad, José Ortega y Gasset caracterizaba al hombre-masa diciendo que tal individuo sólo posee derechos pero nunca obligaciones, coincidiendo ambas descripciones, al menos en tal aspecto. Armando Roa escribe: “Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes” (De “Modernidad y posmodernidad”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1995).

Por otra parte, José Ortega y Gasset escribió: “Este hombre-masa...tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga –sine nobilitate-, snob”. “Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).

La severa crisis social y moral de la Argentina se vislumbra, entre otros aspectos, en que tanto el ladrón, como el que vive a costa de los demás sin trabajar, aducen que tales actividades o situaciones son formas de "trabajo". La "redistribución de la riqueza", desde el Estado hacia los que reciben planes sociales, se establece a través de elevados impuestos aplicados al sector productivo, y con una fuerte emisión monetaria que promueve el proceso inflacionario.

Es interesante escuchar la respuesta de una mujer que vive a costa de los demás, sin trabajar, que se ha tomado muy en serio aquella expresión socialista que establece que "Toda necesidad genera un derecho". Nunca se nombran las obligaciones, ni siquiera las necesarias para mantenerse uno mismo.

Leemos en Infobae:

Una mujer asistió a la masiva marcha de ayer para pedir que el Estado entregue más subsidios, y se hizo tendencia en redes sociales por una inesperada queja durante una entrevista.

En medio de la jornada de protestas contra el Gobierno nacional que se desarrolló ayer en el Centro porteño, un video que se volvió viral expuso el drama de la pobreza y los límites de los planes sociales como herramienta de asistencia que brinda el Estado a los sectores más vulnerables de la sociedad. Al ser consultada por una periodista sobre el propósito de su presencia en el lugar, una madre se quejó por la reducción en la asignación de planes sociales. “Nos quieren mandar a trabajar a la calle y no es justo, porque toda la vida vivimos trabajando de esto”, lamentó la joven.

La inesperada declaración de la mujer, quien se encontraba cuidando a su pequeña hija mientras dormía sobre el asfalto y un cartón, ocurrió cuando la periodista Sandra Borghi (TN) se acercó a su posición para consultarle por el motivo de su reclamo. Ella, sin dar vueltas, respondió de inmediato. “La plata no alcanza para nada, los planes sociales los están cerrando. ¿Qué quieren, que trabajemos de 8 de la mañana a 5 de la tarde por la misma plata que nos pagan? Nos quieren mandar a trabajar a la calle y no es justo, porque toda la vida vivimos trabajando de esto”, contestó. Y acto seguido, la mujer completó: “Subsistimos haciendo ollas populares y roperitos. Siempre estamos tratando de solventar los gastos para que la gente pueda llevarse un plato de comida”.

Otra particular situación ocurrió cuando un piquetero fue entrevistado por una periodista del canal Crónica TV. Al ser consultado por el motivo de la protesta, el joven respondió que no tenía “ni idea” y que él estaba asistiendo a la marcha como “suplente”. Ante la repregunta de la cronista, el manifestante reconoció: “Vengo más que nada para comer y joder un toque”.

Durante el reportaje, el entrevistado confirmó que recibió “2 mil pesos” por haber asistido a la movilización como “suplente”. Pero luego, al ser indagado por la agrupación a la que representaba durante el reclamo por el salario básico universal, volvió a demostrar una preocupante falta de conocimiento. “Eeeeh, guerrilleros, algo así...”, respondió entre risas.

(De www.infobae.com)

Los libertarios romanos: Una antigua filosofía de la libertad

Por Harold B. Jones

Resumen

Casi todas las ideas tienen una ascendencia antigua, y la «mano invisible» de Smith se puede rastrear hasta el estoicismo romano. En su Teoría de los sentimientos morales, Smith se refiere constantemente a la filosofía estoica, que enseña que existe una ley más fundamental que cualquier decreto gubernamental. Este logos, como lo llamaron, dirigieron los eventos hacia la restauración del equilibrio. Marco Aurelio observó que cada entidad tiene un lugar asignado y se le debe dar la libertad de desempeñar su papel en la creación del bien del conjunto. Smith continuó este tema en su argumento de que los individuos hacen la máxima contribución al bien de la sociedad al atender sus propios intereses.

Introducción

¿Son las ideas libertarias la creación de mentes modernas, o tienen una larga historia? Acusado de plagiar a Ayn Rand, Murray Rothbard respondió que muy poco de lo que los Randianos afirmaban como su propia creación era realmente nuevo. La mayoría de sus conceptos, observó, eran fácilmente rastreables al Escolasticismo medieval (Raimondo, 2000). Tenía razón no sólo en relación con el hecho específico, sino también con el principio más general que representa. Todo sistema de pensamiento tiene una antigua ascendencia. Los «Locos de la autoridad», observó Keynes, «quienes escuchan voces en el aire, están destilando su frenesí de un escritor académico de algunos años atrás» (citado en Lippmann, 1943, p.45). Las líneas pueden, con algunas revisiones, aplicarse tanto al «dibujante académico» como a los «locos de la autoridad». Incluso las mejores mentes están, si no «destilando su frenesí», al menos tomando prestado de las ideas de los pensadores anteriores. La propia Rand reconoció su deuda con Aristóteles, y si Jones (2006) tiene razón, es posible que le haya debido a Immanuel Kant más de lo que quería admitir.

Adam Smith siempre reconoció una deuda con Francois Quesnay, a quien La Riqueza de las Naciones (en adelante: RN) se habría dedicado si Quesnay no hubiera muerto antes de que el libro llegara al editor (Heilbroner, 1953). Antes del descubrimiento de las conferencias de Glasgow de Smith sobre jurisprudencia, se creía de hecho que la teoría elaborada en RN podía remontarse directamente a Quesnay (Buchan, 2006). Cuando llegó a las clases de jurisprudencia, Smith había publicado un libro en el que ofrecía su recibo por las ideas que le habían llegado desde la antigüedad.

«Mira las plantas, los gorriones, las hormigas, las arañas, las abejas, todos ocupados en sus propias tareas, cada uno haciendo su parte hacia un orden mundial coherente». Estas líneas provienen de las Meditaciones de Marco Aurelio (1964,p.77). Su lugar en la historia del pensamiento económico es sugerido por el hecho de que, diecisiete años antes de RN, Smith incluyó un largo resumen de las ideas de Marco Aurelio en La teoría de los sentimientos morales (Smith, 2002, pp. 339-41; en adelante, TSM) refiriéndose en un momento dado a estas mismas líneas. La noción de una mano invisible puede haber sido algo que Smith encontró en su estudio de Marco Aurelio. Si es así, los ideales libertarios, lejos de ser algo sobre lo que Rand o cualquier otro pensador reciente pueda reclamar un derecho de autor, tienen un lugar entre los elementos más antiguos del pensamiento occidental.

Los primeros estoicos

Marco Aurelio (121–180) fue el último y más famoso defensor (Hill, 2004) de una filosofía conocida como estoicismo. Muchos de los temas de esta filosofía eran presocráticos, pero llegaron al escenario mundial como una escuela separada a fines del siglo IV a.C. en la enseñanza de un hombre llamado Zenón. El padre de Zenón era un comerciante de púrpura cuyos asuntos lo llevaron hasta Tiro y Sidón en una dirección y hasta Atenas en la otra (Arnold, 1958). Como lo hizo un hijo de un empresario muy viajado, la filosofía de Zenón estaba libre de los prejuicios anti-comerciales y etnocéntricos de Platón y Aristóteles.

Las tendencias libertarias son evidentes en la orientación y los puntos de énfasis de Zenón. Platón y Aristóteles se dirigieron a la aristocracia y a los jóvenes que esperaban posiciones de autoridad (Arnold, 1958). Consideraban a la población como un rebaño para ser pastoreado o una multitud peligrosa para ser engañada y esclavizada. Zenón, por el contrario, hablaba a ricos y pobres por igual. Él enseñó que la sociedad no debería dividirse en clases, ya que cualquiera que quisiera ser sabio podría hacerlo. La declaración de Aristóteles de que «desde la hora de su nacimiento, algunos están marcados para someterse y otros para gobernar» (Copleston, 1967, I, i, 93) no encontró eco en la filosofía de Zenón. Los hombres y las mujeres, agregó, podrían tener diferentes capacidades y diferentes roles, pero eran iguales como agentes morales libres e igualmente capaces de ganar sabiduría; La utopía de Zenón era aquella en la que ningún hombre podía hablar de una mujer como su propiedad.

Llamados «estoicos» por el pórtico (stoa) en el que su maestro dio lecciones en Atenas, los seguidores de Zenón creían que todo, desde la caída de una hoja hasta el surgimiento de un imperio, podía explicarse en términos de un solo principio subyacente, el λóγoζ o logos (entendido como «Palabra» en el Evangelio según Juan; Aristóteles la usa como significado de «justicia»; también se puede traducir como «razón» o «racionalidad»). En varios puntos de su historia, los estoicos se refirieron al logos también como «Dios», «Providencia», «Fortuna» y «Destino» (Botton, 2000; Copleston, 1963). Brookes capta la esencia del concepto en este pasaje:

El ecosistema natural está tan… interrelacionado notablemente que incluso los esfuerzos mejor intencionados para regular este entorno… invariablemente provocan reacciones y distorsiones en todo el sistema. El ecologista entiende que el sistema en sí está constantemente proporcionando alojamiento y equilibrio. Si bien estas adaptaciones suelen ser dolorosas y difíciles, generalmente son mejores en su resultado a largo plazo, porque la naturaleza tiende a preservar, proteger y fortalecer su propia creación (1982, p.127).

Los estoicos enseñaron que la Naturaleza logra un equilibrio, tendiendo siempre hacia algo mejor que una «solución» forzada. «Naturaleza», sin embargo, significaba más que solo el universo físico. El alma humana también es parte de la naturaleza, la interacción social es testigo de las operaciones del logos y la historia es el registro de los asuntos que se mueven repetidamente hacia el equilibrio. Plutarco contó una historia sobre cómo un plan aparentemente infalible para el asesinato del antiguo héroe Timoleon se frustró en el último momento. Sin ningún conocimiento del plan, un soldado identificó a uno de los posibles asesinos como la persona que había matado a su padre y había apuñalado al hombre justo antes de que comenzara el atentado contra la vida de Timoleón. Plutarco dijo que esto demuestra…

la extraña destreza de las operaciones de Fortuna, la facilidad con la que hace que un evento se convierta en algo completamente diferente, uniendo cada accidente disperso y perdiendo acciones particulares y remotas; de modo que las cosas que en sí mismas parecen no tener conexión o interdependencia alguna se vuelven en sus manos, por así decirlo, el fin y el comienzo de cada una (2001, vol. I, p.338).

Aunque inesperado, el evento no fue inexplicable. Ilustra la forma en que el logos restaura la justicia y el equilibrio.

Las mejores lecciones sobre cómo se debe vivir provienen de un estudio de cómo sucede esto. Zenón dijo que las leyes deberían ser dictadas por la naturaleza en lugar de las convenciones y que el Estado ideal debería abarcar al mundo entero (Arnold, 1958). Los estoicos también miraron a Cleantes, quien enseñó que los estándares éticos deberían surgir del examen de los procesos universales. Marco Aurelio lo expresó de esta manera:

… la razón nos habla no menos universalmente a todos nosotros con su «tú deberás» o «no lo harás». Entonces, entonces hay una ley mundial; lo que a su vez significa que todos somos conciudadanos y compartimos una ciudadanía común, y que el mundo es una sola ciudad (1964, p.65).

De tales sentimientos surgió lo que los siglos posteriores describirían como la doctrina de la ley natural, la idea de que la Naturaleza misma, en parte a través del medio de la naturaleza específicamente humana, nos impone ciertas reglas (Budziszewski, 2003). Las consecuencias del comportamiento humano son predecibles (ceteris paribus) y predeciblemente desagradables para alguien que viola las leyes de la razón. Según Hipólito, Zenón comparó la condición humana con la de un perro pequeño atado a un carro grande (Botton, 2000, p.108): como el perro debe seguirlo, es aconsejable que se desplace cooperativamente en lugar de arrastrarlo. «No hay un lazo tan apretado», agregó Séneca, «que no lastime al animal si tira de él que si lucha contra él».

Cuando los estoicos hablaban de «vivir de acuerdo con la naturaleza», significaban jalar con las fuerzas del universo en lugar de luchar contra ellos. Cada una de las cosas de las que está compuesto el universo, dijeron, tenía su propio papel en el trabajo del logos: «una higuera es lo que hace el trabajo de una higuera, un perro es lo que hace un perro, una abeja una abeja y un hombre un hombre» (Marco Aurelio, 1964, p.155). Al prestar atención a su propia función, cada uno de estos individuos estaba haciendo la contribución necesaria al bien del conjunto y tirando con el carro en lugar de contra él.

El individuo, sin embargo, no era suficiente para sí mismo. Los estoicos enseñaron que «todas, incluso las más pequeñas de las partes coexistentes del universo, están encajadas unas con otras, y todas contribuyen a componer un sistema inmenso y conectado» (Smith, 2002, p.340). Cada uno tenía un papel que desempeñar, y la ética (en el sentido moderno de la palabra) era en gran parte una cuestión de reconocer que otros también tenían un papel. Nacimos para cooperar, dijo Marco Aurelio (1964, p.45), por lo que cualquier intento de «obstruirse unos a otros es contra la ley de la naturaleza»; y otra vez, «¡Qué bárbaros, negar a los hombres el privilegio de perseguir lo que imaginan que son sus preocupaciones e intereses propios!» (p.97). El sistema en sí estaba tan perfectamente diseñado que los intentos de interferencia serían contraproducentes (Alvey, 2004).

Los estoicos romanos

En cierto sentido, puede parecer inapropiado usar las palabras de un romano, Marco Aurelio, para resumir la posición de los primeros estoicos, todos los cuales eran griegos. En otro sentido, sin embargo, es perfectamente apropiado, porque la filosofía encontró en Roma una popularidad que nunca había disfrutado en Grecia (Arnold, 1958). Incluso se podría decir que los romanos tenían estoicismo en la sangre. En Caesar and Christ, Will Durant (1944, p. 56) llama al período del 508 al 202 a.C. «Roma estoica». Las fechas son importantes porque la filosofía como tal no apareció en la ciudad hasta que las cajas de Malos llegaron en 159 a.C. Los principios del estoicismo dieron forma a la vida de su república mucho antes de que los romanos aprendieran los términos para describirlos (Robinson, 1937).

Las cajas llegaron al comienzo de un período durante el cual se socavaron las disposiciones de la Constitución romana para proteger al individuo del poder del Estado. Los dictadores trataron de equilibrar el presupuesto acusando a los ricos y confiscando propiedades. Llegó al lugar, dijo Plutarco (2001, vol. I, p. 634), en el que «Incluso los asesinos empezaron a decir que “su hermosa casa mató a este hombre, un jardín que, un tercero, sus baños calientes”».Un hombre que estaba usando sus recursos para ayudar a amigos desposeídos encontró su propio nombre en la lista de los proscritos y exclamó: «¡Ay de mí! Mi granja de Alban ha denunciado en mi contra». Como reacción a esta agitación, las mejores mentes de Roma buscaron ideas con las cuales apuntalar cimientos antiguos. El sistema filosófico de los estoicos apareció en su puerta exactamente en el momento en que era más probable que fuera bienvenido.

A los aristócratas romanos que se sentían atraídos por el estoicismo les gustaba la idea de una ley más profunda y fundamental que cualquier cosa que un Senado pudiera promulgar o un tirano podría derrocar. En las palabras de Cicerón,

La verdadera ley es la razón correcta de acuerdo con la naturaleza, de alcance mundial, invariable, eterna… No podemos oponernos ni alterar esa ley, no podemos abolirla, no podemos ser liberados de sus obligaciones por ninguna legislatura, y no necesitamos mirar fuera de nosotros para un expositor de ello. Esta ley no difiere para Roma y para Atenas, para el presente y para el futuro;… es y será válida para todas las naciones y para todos los tiempos… El que se desobedece se niega a sí mismo y a su propia naturaleza (citado en Durant, 1944, p. 405).

En la mente de Cicerón y en la de los que lo aplaudieron, desafortunadamente esto fue menos que una declaración de derechos humanos. Las familias patricias no estaban tan interesadas en los principios de justicia y libertad como en proteger sus comodidades y prerrogativas tradicionales. El mismo Cicerón, aunque hablaba de una ley que se aplicaba siempre y en todas partes, no escatimaba en sus elogios a los publicanos y su descarada explotación de las tierras conquistadas (Paul-Louis, 1927). Cato, otra de las famosas voces del estoicismo, habló sobre la libertad, defendió la superioridad del trabajo libre sobre los serviles y los esclavos poseídos.

Sin embargo, lo que los romanos recordaban eran los principios estoicos, no la distancia entre el precepto y la práctica en las vidas de los estoicos particulares. Durante el siglo transcurrido entre el surgimiento de Augusto y la elección de Nerva, los motivos de aquellos que murieron por su oposición a la tiranía imperial variaban entre las personas; el denominador común era una creencia en las doctrinas del estoicismo (Arnold, 1958). Prácticamente todos los mártires mostraron lo mejor de la filosofía: «la afirmación que parece la más audaz de todas, que “el hombre sabio es feliz incluso en el perchero”, fue muchas veces verificada por la experiencia de los estoicos individuales» (p.299). Uno de los mártires jugaba al ajedrez cuando los centuriones vinieron por él. «Después de mi muerte», advirtió a su oponente, «no te jactes de que hayas ganado el juego» (p.393).

Un interludio interesante se produjo durante el gobierno de Nerón, cuyos primeros cinco años de reinado fueron luego descritos como los mejores en la historia del gobierno imperial (Durant, 1944). Se redujeron los impuestos y en algunos casos incluso se abolieron, se protegieron las fronteras, se despejó el Mar Negro de piratas, se reformaron los tribunales, se simplificó la burocracia y se gestionó sabiamente la tesorería. Una propuesta para la abolición de los aranceles aduaneros, que habría significado el libre comercio en todo el Imperio, fue presentada ante el Senado. Roma prosperó como nunca antes lo había hecho.

Estas políticas no fueron el resultado de la sabiduría personal de Nerón (Durant, 1944). Fueron obra de su consejero Séneca, el más notorio de los estoicos del primer siglo. Cuando la influencia de Séneca cedió ante las presiones de la política imperial y el deseo de autocomplacencia del joven emperador, el gobierno disciplinado pasó a la memoria. Solo un avaro, dijo Nerón, estaba preocupado por lo que cuestan las cosas. Corrompido por el poder, condujo a sus súbditos a la desesperación, al Imperio al borde de la ruina, y a sus generales a la rebelión.

La paz que vino con Vespasiano y Tito demostró ser solo la calma antes de la tormenta (Durant, 1944). Durante el reinado de terror que vino con Domiciano, el número de informantes se multiplicó, los miembros aterrorizados del Senado cumplieron con las demandas de su gobernante y ninguna persona prominente estuvo a salvo. Sin embargo, incluso esto fue pacífico en comparación con la confusión que siguió al asesinato del Emperador. Por fin, el ejército romano, por primera vez en su historia, eligió a un buen hombre para ser el Emperador. El año era 96 d.C,, y el nombre del nuevo gobernante era Nerva.

La medida en que Nerva era un estoico puede estar en duda. Es cierto que debió su elección en gran medida a la elocuencia de un filósofo estoico, un Dio de Prusa, que calmó el motín que siguió a la muerte de Domiciano (Arnold, 1958). Tanto Nerva como su sucesor, Trajano, tenían a Dio (conocido por generaciones posteriores como Crisóstomo, «el de boca de oro») en alta estima y parecen haber prestado atención a lo que dijo. La nueva orientación es sugerida por la decisión de Nerva en el caso de Julius Atticus, quien había heredado una casa antigua, bajo la cual descubrió un vasto tesoro. Sabiendo que la ley otorgaba al Estado la primera reclamación de tales descubrimientos, Atticus lo informó al Emperador, quien se negó a tomar parte de ella. Al recordar las traiciones y confiscaciones de Domiciano, Atticus dijo con cautela que no tenía idea de cómo usar tanto dinero.

«Abusen de él, entonces», respondió Nerva, «porque es suyo» (Gibbon, 1977, vol. I, p. 40).

Aplicadas a la política pública, estas actitudes marcaron el comienzo de la prosperidad más prolongada y más extendida que el mundo haya tenido. El amigo de Gibson, Edward Gibbon, ofreció esta explicación para la nueva abundancia:

… el lujo, aunque puede provenir de vicio o locura, parece ser el único medio que puede corregir la distribución desigual de la propiedad. El mecánico diligente y el artista hábil, que no han obtenido ninguna participación en la división de la tierra, reciben un impuesto voluntario de los poseedores de la tierra; y estos últimos se ven impulsados, por un sentido de interés, a mejorar esas propiedades, con cuyos productos pueden comprar placeres adicionales. Esta operación, cuyos efectos particulares se sienten en cada sociedad, actuó con una energía mucho más difusa en el mundo romano. Las provincias se habrían agotado pronto de su riqueza, si las manufacturas y el comercio de lujo no hubieran devuelto insensiblemente a los sujetos industriosos las sumas que se les exigían por las armas y la autoridad de Roma (1977, vol. I, p.48).

Una vez que la voz de protesta, el estoicismo se convirtió en el tema de un nuevo patriotismo. Los héroes de principios del siglo segundo fueron los estoicos del primer siglo que dieron su vida en la lucha contra el absolutismo (Birley, 1987). Un diplomático llamado Plutarco se retiró a la pequeña ciudad de Queronea y se dedicó a interpretar las biografías más famosas de la antigüedad occidental a la luz de lo que ahora era la filosofía dominante. Las multitudes acudieron a Nicópolis para escuchar a Epicteto, posiblemente el segundo más grande de los maestros estoicos. Epicteto había sido un esclavo, pero el mayor defensor de la filosofía, y el hombre a través del cual sus enseñanzas fueron transmitidas a la economía del siglo XVIII.

Marco Aurelio

Nació en el 121 d.C., casi en el punto más alto de lo que Gibbon (1977, vol. I, p.70) describió como «el período en la historia del mundo, durante el cual la raza humana fue más feliz y próspera». Era un tiempo muy parecido al nuestro. La mayoría de la gente estaba más interesada en las competiciones atléticas que en los asuntos de Estado: Epicteto ofrece una vívida descripción del fanatismo romano sobre las competiciones de gladiadores y carreras de carros, los partidarios de los Blancos, Rojos, Azules y Verdes que debaten sin cesar sobre los méritos de sus respectivos equipos. «Libertad» llegó a significar orden, estabilidad, regularidad y el mantenimiento de antiguas distinciones sociales (Birley, 1987): «en cuanto a la libertad», dijo Plutarco, «tenemos lo que el gobierno nos deja; y tal vez no sería bueno si tuviéramos más» (citado en Durant, 1944, p. 463). Como oradores motivacionales en la América moderna, los «filósofos» recorrieron el Imperio ofreciendo respuestas fáciles a preguntas difíciles. De hecho, dos de los maestros del joven Marcus Aurelius habían ganado reputación y riqueza en el circuito de conferencias.

La educación de los niños romanos se confió durante largos siglos a la empresa privada, pero a finales del siglo I, Vespasiano puso bajo control imperial las escuelas de retórica más importantes al convertir a los profesores en empleados imperiales, junto con las pensiones del gobierno. A principios del siglo II, la financiación de la educación secundaria se convirtió en una responsabilidad municipal (Durant, 1944). Marco Aurelio dijo que estaba agradecido de que, en lugar de enviarlo a una escuela pública, su padre había decidido educarlo en casa (Birely, 1987).

Se refería a su abuelo materno, Antonino Pío, quien había adoptado a Marco, de tres meses de edad, cuando murió el padre del niño (Birley, 1987). El emperador Adriano, un visitante frecuente en el hogar, se aficionó al niño, y cuando Antonino Pío fue seleccionado para suceder a Adriano, fue con la disposición específica de que Marco Aurelio sucedería a Antonino Pío. El joven dominó las tareas del gobierno en una serie de nombramientos políticos, las oficinas asignadas tenían mayor autoridad a medida que avanzaba hacia la madurez. Cuando se convirtió en Emperador en el año 161 d.C., estaba tan bien preparado para el trabajo como cualquiera podría haber estado.

Lamentablemente, no tenía experiencia con la acción militar, la necesidad por la cual se enfrentó tan pronto como asumió el trono. Un medio siglo de paz había alentado a los líderes de Roma a descuidar lo que Smith (1937, p.653) llamó «el primer deber del soberano, el de proteger a la sociedad de la violencia y la invasión de otras sociedades independientes». Ataques desde Partia (Irán en los días modernos) y las tribus de Alemania tomaron por sorpresa a los romanos. Marco Aurelio vendió los activos de la casa imperial para recaudar fondos, envió un ejército al sur y marchó a la cabeza del otro, que fue a luchar a lo largo del Danubio. Entre las batallas de los años que siguieron, registró sus pensamientos en un diario, que tituló «A mí mismo». Encontrado entre sus cosas después de su muerte, nos llegó como Meditaciones.

De Marco Aurelio a Adam Smith

Las ideas contenidas en este delgado volumen parecen marcar a su autor como libertario. En un momento dado, se acerca a sugerir que los miembros de las tribus alemanas tienen tanto derecho a ocupar la tierra como lo hacen los romanos para mantenerlos alejados de ella. «Una araña está orgullosa de atrapar una mosca», escribió (1964, pp.155–56); «Así es un hombre que atrapa a una liebre u otro que atrapa un espadín, o un tercero de capturar jabalíes o sármatas». («sármatas» era el término genérico para las personas que vivían a lo largo del Danubio.) «Si entras en la cuestión de principios, ¿son estos todo menos ladrones?»

Sentimientos de este tipo no son lo que uno espera en el diario de un general que registra sus pensamientos a unas pocas millas de la batalla, sin embargo, aparecen en cada página. Las Meditaciones es un libro sobre cómo responsabilizarse de la propia vida, sin importar cuáles sean las presiones para renunciar al control. En consecuencia, tiene mucho que decir acerca de lo que los escritores modernos (p. Ej., Postrel, 1998, p.113) han denominado «conocimiento local». El hombre sabio, dijo Marco Aurelio (1964, p.56), «confina sus operaciones a sus propias preocupaciones, teniendo su atención fija en su propio hilo particular de la red universal». Este fue el camino tanto para la efectividad personal como para la tranquilidad mental: «Aquellos que los critican tienen su propia razón para guiarlos y su propia impulso para incitarlos; no debes dejar que tus ojos se desvíen hacia ellos, sino que sigan un curso recto y sigan tu propia naturaleza» (p.78).

Céntrese en los asuntos de su propia vida, aconsejó Aurelio (1964), porque así es como puede hacer la mayor contribución posible al bien del universo. A cada cosa individual, la Naturaleza le ha asignado suficiente tiempo y energía, y en el caso de los seres humanos, suficiente inteligencia, para un número limitado de tareas. Por lo tanto, la persona sabia concentra su atención en lo que realmente está ante él. «A un hombre le cae esta parte de la tarea, a otro eso» (p. 100), y cada uno sabe mejor que nadie cómo se debe realizar su parte del trabajo: «¿Piensa el sol hacer el trabajo de la lluvia?» (p.156).

Si el joven Adam Smith no estuviera familiarizado con ideas de este tipo antes de irse de casa, seguramente se habría expuesto a ellas en Glasgow. Un elemento importante de la Ilustración escocesa fue lo que se denominó «estoicismo cristiano», uno de los principales defensores del cual fue el maestro de Smith, Francis Hutcheson (Clarke, 2000). El interés de Smith en los estoicos se vio alentado por su participación en la clase «privada» de Hutcheson al mediodía. También podría ser que cuando se enteró de la traducción de Meditaciones de Hutcheson, él mismo interesó en desarrollar una preferencia por Marco Aurelio.

En la TSM, Smith reconoce repetidamente su deuda con los estoicos. En la sexta edición dice: «En la séptima parte, he reunido la mayor parte de los diferentes pasajes relativos a la filosofía estoica, que en las ediciones anteriores se habían dispersado en diferentes partes de la obra» (2002, p .3). A pesar de este intento de concentración, se refiere a los autores estoicos y los principios estoicos a lo largo del libro. La forma en que argumenta su caso, además, parece directamente rastreable a la obra de Marco Aurelio. En las Meditaciones a menudo se refiere a la convicción moral en términos del juicio emitido por el «”mi mismo” que se ha retirado de la vista pública» (el «alma» o «timonel») sobre el comportamiento del hombre externo (Clay, 2006, pp.xvi -xvii). Lo que Marco Aurelio (2006, p.19) llamó «el mismo dios que está sentado en ti, poniendo tus impulsos bajo su control, examinando tus pensamientos» se convierte en Smith (p.158) «razón, principio, el habitante del pecho, el hombre que está dentro», un «espectador imparcial» (por ejemplo, p.129) que pasa un juicio frío y honesto sobre todo lo que pensamos o hacemos.

Notable también en la TSM es el énfasis de Smith en la creencia estoica de que cada individuo está mejor preparado que cualquier otra persona para decidir cómo hacer su mejor contribución al bien del conjunto:

Esa sabiduría que creó el sistema de los afectos humanos, así como de todas las otras partes de la naturaleza, parece haber juzgado que el interés de la gran sociedad de la humanidad sería promovido mejor dirigiendo la atención principal de cada individuo a esa porción particular de esto, que estaba más dentro de la esfera, tanto de sus habilidades como de su comprensión (2002, p.270).

La influencia estoica es menos obvia en la RN, pero no es difícil de encontrar. Lo que es posiblemente el pasaje más famoso del libro parece no solo hacer eco de los sentimientos estoicos, sino incluso retomar el tema central de las Meditaciones:

Al preferir el apoyo de la industria doméstica a la de la industria extranjera, él se propone solo su propia seguridad; y al dirigir esa industria de tal manera que su producción puede ser de gran valor, él solo pretende su propio beneficio, y está en esto, como en muchos otros casos, guiado por una mano invisible para promover un fin que no era parte de su intención (Smith, 1937, p.423).

Smith puede interpretarse aquí como una repetición del argumento estoico de que al atender su propio negocio, cada individuo está haciendo la mayor contribución posible al bien del conjunto. La oración inicial del siguiente párrafo parece estar de acuerdo con la convicción de Marcus Aurelius de que nadie está tan calificado como el individuo en cuestión para decidir exactamente cuál debería ser su contribución:

Cuál es la especie de industria doméstica que su capital puede emplear, y de la cual el producto es probablemente el mayor valor, cada individuo, es evidente, puede, en su situación local, juzgar mucho mejor que cualquier estadista o legislador. para él (1937, p.423).

Debido a que esto es cierto, Smith favoreció las limitaciones en el poder del Estado, en efecto, coincidiendo con Marco Aurelio (1964, p. 39) en que el mejor de todos los gobiernos posibles sería uno «preocupado principalmente por defender la libertad del sujeto». Un resumen más conciso de la posición libertaria sería difícil de encontrar.

Conclusión

«Grecia fue la madre de Europa», escribió Alfred North Whitehead (1925, p.14), «y es a Grecia que debemos buscar para encontrar el origen de nuestras ideas modernas». Pensaba específicamente en matemáticas y ciencias naturales, pero sus palabras se aplican a todas las disciplinas intelectuales. Tanto como los de la física, la biología o la química, las ideas que impulsan el libertarismo moderno nos llegan después de un largo viaje. Entre las estaciones del camino en su viaje se encontraban las ideas de Adam Smith, y antes de él los escolásticos medievales mencionados por Rothbard, y antes de ellos los estoicos romanos, y antes de que ninguno de ellos los estudiantes de Zenón, escuchando a su maestro en los pasos del porche pintado en Atenas.

Los caminos más lejanos a través de los cuales estas ideas pudieron abrirse paso se ocultan en los valles brumosos del tiempo. La filosofía de Zenón incluye elementos que se remontan a Heráclito de Éfeso, una ciudad cuya vida intelectual y cultural contenía lo que Durant (1939, p.143) llamó «un elemento oriental fuerte», sin duda el producto de un comercio ocupado con las orillas más lejanas del mundo Mediterráneo y tal vez llegando incluso a la antigua India. El autor de Eclesiastés parece haber tenido razón: «No hay nada nuevo bajo el sol», y menos aún las verdades profundas sobre la relación entre la libertad personal y el progreso económico.

Referencias

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(De mises.org.es)