viernes, 28 de abril de 2023

Metodología de la Escuela austriaca: Hayek vs. Mises

La praxeología, o teoría de la acción, establecida por Ludwig von Mises como principio básico de la economía austriaca, no era del agrado de Friedrich Hayek. Ello se debió principalmente a que la economía no es una ciencia formal como la lógica y las matemáticas, sino una ciencia fáctica como el resto de las ciencias sociales.

Si bien, en principio, se tiende a considerar que la metodología de Mises "está equivocada", y que debe ser rechazada para ser reemplazada por una metodología basada en el mercado y su optimización posterior, cabe también la posibilidad de que coexistan varios puntos de partida mientras que resulten equivalentes, es decir, que lleven a similares conclusiones.

Esta posibilidad puede advertirse en el caso de la física, concretamente en la mecánica de Newton-Lagrange-Hamilton, en la cual coexisten tres versiones matemáticamente distintas, que resultaron equivalentes. La historia se repite con la mecánica cuántica de Heisenberg-Schrödinger-Dirac y posteriormente con la electrodinámica cuántica de Feynman-Schwinger-Tomonaga.

Mientras que Isaac Newton establece una teoría de la mecánica basada en fuerza y masa, como magnitudes físicas de partida, Joseph L. Lagrange emplea la energía potencial y la energía cinética para establecer un punto de partida distinto. Mientras que en los Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, de Newton, aparece gran cantidad de geometría, la Mecánica Analítica de Lagrange comienza enunciando que "Este libro no contiene figuras". Posteriormente surge la versión de William R. Hamilton quien emplea la cantidad de movimiento y la velocidad como magnitudes físicas para llegar al mismo resultado que las teorías de sus predecesores.

En el artículo que se transcribe a continuación, predomina la idea de que se admite sólo una fundamentación para la economía austriaca, mientras que se debería tener en cuenta lo que sucede en física para admitir la posibilidad de otros puntos de partida que conduzcan a similares conclusiones:

FRIEDRICH HAYEK ERA UN ECONOMISTA AUSTRIACO EN TANTO QUE NACIÓ EN VIENA

Por Eduardo Blasco

El presente análisis se asienta en trabajo previo realizado por Walter Block (2013) también intentando responder a la pregunta de si Friedrich Hayek era un economista austriaco. Muchos estarán sorprendidos de que siquiera uno se llegue a preguntar si Hayek, probablemente el economista más famoso comúnmente asociado con la escuela austriaca de economía, era un auténtico austriaco. El objetivo de este artículo es delimitar cuáles son los criterios que un economista ha de cumplir para ser reconocido como un economista austriaco y así entender mejor esta escuela.

El nombre de la escuela austriaca de economía proviene del lugar de residencia y formación de Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk y Ludwig von Mises. Menger fue parte de la revolución marginalista, caracterizándose por el empleo de una metodología que pasaría a ser la base de la escuela austriaca: el individualismo metodológico. Menger centró todo su análisis elaborado en Principios de Economía alrededor del individuo y cómo actúa este, en contraposición al frecuente estudio de la economía como estudio de la empresa. A raíz de su trabajo creció el resto de la escuela con discípulos suyos como Böhm-Bawerk.

Mises, discípulo de Böhm-Bawerk, elabora un estudio metodológico más detallado y desarrolla el concepto de praxeología o estudio de la acción humana, primero en Epistemological Problems of Economics (1928) y después en su tratado económico La Acción Humana (1949). Para autores como Hans-Hermann Hoppe (1995), toda la escuela austriaca se reduce al uso de la praxeología. Para intentar realizar la mejor defensa posible de que Hayek era de hecho un economista austriaco, escojo unos criterios más amplios.

El profesor Jesús Huerta de Soto (2012) enumera hasta doce características propias del paradigma austriaco en contraposición con el neoclásico. En primer lugar, "teoría de la acción humana entendida como un proceso dinámico", es decir, la praxeología, y no una teoría de la decisión asentada en la racionalidad del ser humano, siendo para Huerta de Soto la diferencia esencial entre esta escuela metodológica y otras. En segundo lugar, el punto de partida metodológico austriaco es el subjetivismo y no el objetivismo neoclásico. Tercero, para los economistas austriacos el centro del estudio es el empresario creativo; para los neoclásicos es el homo economicus. Cuarto, los austríacos aceptan que el ser humano puede cometer errores empresariales que les causen seguir caminos que produzcan un menor beneficio relativo.

Quinto, el conocimiento es subjetivo, disperso y cambia constantemente como resultado de la creatividad empresarial. Sexto, los austriacos estudian los problemas económicos de forma interrelacionada sin distinguir entre micro y macroeconomía. Séptimo, la competencia es un proceso de rivalidad empresarial y no una competencia perfecta. Octavo, la Escuela Austriaca se caracteriza por la concepción subjetiva del coste. Noveno, el formalismo se obtiene con un lenguaje verbal, no matemático. Décimo, la escuela austriaca defiende que cualquier formulación sobre conocimiento de las ciencias sociales debe realizarse mediante razonamientos apriorístico-deductivos y que cualquier contrastación empírica de hipótesis es innecesaria e incorrecta. (Mi crítica favorita al empirismo puede encontrarse en el trabajo de Hoppe citado previamente y en el capítulo 6 de su libro A Theory of Socialism and Capitalism (1989)). Undécimo, los austríacos creen que la predicción es imposible, "pues lo que suceda depende de un conocimiento empresarial futuro aún no creado". Y en último lugar, la predicción viene a cargo del empresario. Para un análisis más detallado sobre cada punto, recomiendo leer el citado libro de Huerta de Soto.

Ahora ya tenemos los requisitos metodológicos de la Escuela Austriaca. Block, tras deliberar con Per Bylund, Thomas J. DiLorenzo y otros austriacos, elabora la siguiente lista de campos de investigación pertinentes a la Escuela Austriaca: la banca, el cálculo económico, las comparaciones interpersonales de valor, la competición, el conocimiento, el derecho y la economía, el dinero, la economía del bienestar, el emprendimiento, el equilibrio, la estructura de la producción, las expectativas, la historia del pensamiento económico, el intervencionismo, el marginalismo, la metodología, los monopolios, el patrón oro, la planificación central, la praxeología, la preferencia temporal, las preferencias demostradas, la probabilidad, los procesos de mercado, la racionalidad, la reserva fraccionaria o el coeficiente de caja, los sistemas económicos comparados, el socialismo, el subjetivismo, la teoría del ciclo económico, las teorías del capital, las teorías del Estado, las teorías del interés, el tiempo, la utilidad ordinal y no cardinal, la utilidad.

El trabajo de Hayek cumple con la mayoría sino todos menos dos de los requisitos de Huerta de Soto y abarca muchos de las áreas mencionadas por Block —sería irrazonable demandar que hubiese escrito sobre todas estas ya que posiblemente ningún otro miembro de la escuela lo haya hecho—. No obstante, Hayek rechaza lo que para Huerta de Soto, Block y Hoppe (y muchos otros citados en el capítulo de Block como Mises, George Selgin, Mario Rizzo o Jörg Guido Hülsmann) es el elemento esencial de la Escuela Austriaca, la praxeología. Si los otros representantes de la Escuela Austriaca estiman que es el método praxeológico el que diferencia a esta escuela de otras, es cuestión de cada cual creer cuan importante este elemento es sobre el resto y si el hecho de rechazar la praxeología es compatible con ser un economista austríaco. Block contesta negativamente a esta cuestión en su capítulo.

Hayek repudia de la praxeología en varias ocasiones. Primero, afirma que:

Yo mismo originalmente abordé mi tema, la economía, completamente imbuido de la creencia en la validez universal de los métodos de las ciencias naturales. No sólo mi primera formación técnica fue en gran medida científica en el sentido estricto de la palabra, sino que la poca formación que tuve en filosofía o método fue enteramente en la escuela de Ernst Mach y más tarde de los positivistas lógicos (1943).

Además, en una entrevista para el Cato Institute (Blanchard 1984), Hayek dice que Mises "nunca hizo lo que para mí [(Hayek)] ha sido el paso decisivo para alejarme del racionalismo. Permaneció hasta el final como un racionalista convencido y utilitarista ético […]". Un tercer momento de rechazo viene cuando en su autobiografía Hayek afirma que:

Lo que solo veo ahora claramente es el problema de mi relación con Mises, que comenzó con mi artículo de 1937 sobre la economía del conocimiento, que fue un intento de persuadir al propio Mises de que cuando afirmó que la teoría del mercado era a priori, estaba equivocado; que lo que era a priori era solo la lógica de la acción individual, pero en el momento en que pasaste de esto a la interacción de muchas personas, ingresaste al campo empírico (1994).

Con esta cita se puede ver por qué digo anteriormente que son dos los criterios de Huerta de Soto que incumple, el primero y el décimo.

Selgin (1990) también coincide con que Hayek se apartó de la praxeología, precisamente con su ensayo Economics and Knowledge (1937). Selgin, sobre Hayek dice:

Aunque [Hayek] admitió que la economía austriaca poseía un componente ‘formal’ (que Hayek llamó la ‘lógica pura de la elección’), Hayek consideró que el significado y la verdad necesaria de este componente formal estaban severamente circunscritos. De hecho, consideraba que la praxeología solo se aplicaba de manera contingente a la cataláctica, es decir, a la elucidación de los fenómenos del mercado. En lo que respecta al mundo social, la lógica pura de la elección era simplemente una colección de tautologías empíricamente vacías. La praxeología, al buscar conclusiones ‘apodícticamente ciertas’, se había despojado tanto de contenido que se había vuelto inútil como medio independiente para derivar verdades útiles sobre la realidad.

Según Lawrence White (2003, 21) existe un Hayek I y un Hayek II, y el Economics and Knowledge fue un antes y un después tras el que Hayek pasa a ser popperiano.

A algunos quizás se les ocurra la contestación de que entonces Menger y Böhm-Bawerk tampoco deberían de ser considerados austriacos ya que ellos nunca aceptaron la praxeología. Esto es cierto, pero porque Mises empieza a desarrollar esta metodología en 1933 si nos basamos en la fecha de publicación de Epistemological Problems of Economics o 1949 si usamos la fecha de La Acción Humana. Por aquel entonces ambos economistas ya habían fallecido. Mi suposición es que si hubiesen estado vivos sí que habrían aceptado la praxeología como metodología correcta para el estudio de los fenómenos sociales porque en su trabajo ya se puede apreciar una metodología muy similar sino idéntica por quizás la falta de explicitación o sistematización. Lo que vería difícil de argumentar sería decir que alguno de ellos la hubiese rechazado. Por tanto, yo los consideraría protopraxeólogos.

El repudio hayekiano de la praxeología y la aceptación del empirismo para las áreas de estudio de "intervención de muchas personas" imposibilitan, en la opinión de algunos, que Hayek sea un economista austriaco, más allá de su nacionalidad. Creo que mi opinión aquí es secundaria, ya que estoy lejos de ser un experto en el tema. No obstante, querría al menos cuestionar la posición de Hayek como economista austriaco. Quizás, como dice Block (2013), sea algo así como un imperfecto neoclásico o un afín a la economía conductual. Tal vez deba reconocérsele simplemente como un hayekiano. Sea como fuere, es importante recalcar que las aportaciones de Friedrich Hayek a la ciencia económica han sido cuantiosas y admirables. Nada querría más que fuese incontrovertiblemente austriaco (y praxeólogo).

(De www.mises.org.es)

jueves, 27 de abril de 2023

Preferencia por el ahorro vs. Preferencia por el crédito

El punto de partida de todo comportamiento económico razonable, válido tanto para individuos como para naciones, implica que no se debe gastar más de lo que se gana, o gastar más de lo que se recauda (en el caso de los Estados). Asociado a este principio surge la siguiente conclusión: el que ahorra tiende a sacrificar algo del presente en beneficio del futuro mientras que quien acude a créditos y deudas, tiende a sacrificar algo del futuro en beneficio del presente.

El que vive a crédito es en realidad el que tiene la predisposición a gastar más de lo que gana, en lugar de adaptarse a sus ingresos, por lo que se vislumbra la relación de esta predisposición con el punto de partida antes mencionado. Estas consideraciones son válidas para épocas normales, y no tanto para periodos inflacionarios o de crisis severas en que el ahorro es casi imposible y el crédito se torna un salvavida provisorio.

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

PREFERENCIA TEMPORAL Y ÉXITO: ¿HAY ALGÚN ENLACE?

Todo ser humano actúa intencionadamente utilizando medios escasos para alcanzar fines. A partir de este axioma de acción, podemos deducir otros comportamientos humanos y sus efectos. Uno de estos comportamientos es la preferencia temporal.

La preferencia temporal es la idea de que las personas valoran más los fines presentes que los futuros. Puesto que debemos elegir entre varios fines en un momento dado, debemos tener preferencia por alcanzar el fin elegido cuanto antes. De lo contrario, no habríamos actuado.

Preferencia temporal alta vs. preferencia temporal baja

Las personas tienen distintas preferencias temporales. Así, distinguimos entre preferencias de tiempo bajas y altas. Lo que se considera bajo y alto en este aspecto es relativo.

Las personas con preferencias temporales (relativamente) altas están más orientadas al presente. Por tanto, dan más valor a consumir antes. Prefieren la gratificación instantánea y, en consecuencia, son menos propensas a ahorrar e invertir.

A su vez, la orientación hacia el presente depende de cómo piense la gente sobre el futuro. A algunas personas, como los niños pequeños, les cuesta asimilar el concepto de futuro. Otras, como los enfermos graves y los ancianos, piensan menos en el consumo futuro porque saben que no lo habrá.

Por el contrario, las personas con preferencias temporales (relativamente) bajas están más orientadas al futuro. Pueden retrasar la gratificación y tienen una visión clara del futuro. Normalmente, estas personas son adultos sanos.

Tener una baja preferencia temporal hace que una persona se incline por ahorrar e invertir. Además, el ahorro y la inversión es lo que provoca el crecimiento económico no sólo de la persona en cuestión, sino de la sociedad en su conjunto.

Dado que no podemos dejar de consumir por completo, no podemos poner toda nuestra atención en aumentar nuestra producción. Así que, para aumentar la producción, hay que abstenerse de una parte del consumo durante algún tiempo, es decir, ahorrar.

Cuando se ha ahorrado lo suficiente, se puede empezar a invertir. Durante el periodo de inversión, uno vive de sus ahorros. Por lo tanto, el crecimiento económico comienza con una preferencia temporal baja y continúa con el ahorro y la inversión.

¿Preferencia temporal baja equivale a tener éxito?

El psicólogo social americano Walter Mischel afirmó que la gratificación retardada (baja preferencia temporal) se correlaciona con el éxito.

Durante los años 60 y 70, él y sus colegas realizaron algunos experimentos sobre la gratificación retardada. En estos experimentos, a niños de cuatro años se les daba a elegir entre recibir un malvavisco de inmediato o esperar quince minutos y recibir dos en su lugar. Se dejaba a los niños solos en una habitación mientras esperaban.

A los niños participantes se les hizo un seguimiento posterior en la vida adulta. Los investigadores descubrieron que los niños que podían retrasar su gratificación tenían éxito en muchos aspectos.

Por ejemplo, tenían más probabilidades de ser social y académicamente competentes, más probabilidades de obtener puntuaciones SAT más altas y menos probabilidades de sufrir estrés.

Aunque el experimento del malvavisco es interesante, es, como muchos otros experimentos de las ciencias sociales, sesgado y engañoso. En cambio, podemos utilizar la praxeología para razonar si una baja preferencia temporal está relacionada con el éxito.

En primer lugar, permítanme subrayar que el éxito puede significar muchas cosas y que es subjetivo. El Diccionario de Cambridge define el éxito como «la consecución de los resultados deseados o esperados». Sin embargo, en este sentido, me refiero a un éxito global «objetivo».

Sobre la preferencia temporal y el éxito personal, Hans-Hermann Hoppe escribe:

Puede que a un hombre sólo le importe el presente y el futuro más inmediato. Como un niño, puede que sólo le interese la gratificación instantánea o mínimamente diferida. De acuerdo con sus preferencias temporales, es posible que quiera ser un vagabundo, un vagabundo, un borracho, un yonqui, un soñador o, simplemente, un tipo despreocupado al que le gusta trabajar lo menos posible para disfrutar al máximo de cada día. Otro hombre puede preocuparse constantemente por su futuro y el de su descendencia y, mediante el ahorro, puede querer acumular un stock cada vez mayor de bienes de capital y de bienes de consumo duraderos para poder disponer de un suministro cada vez mayor de bienes futuros y de un periodo de provisión cada vez más largo.

En segundo lugar, hay muchos factores detrás de cualquier forma de éxito. Algunos son externos, como la educación, el entorno, la cultura y la suerte. Otros son internos a nuestro cerebro. Entre ellos suelen estar la gestión del riesgo, la habilidad social, la determinación y la inteligencia.

Manteniendo todos los factores externos e internos constantes e iguales, queda claro que el éxito puede depender de la preferencia temporal. Del mismo modo, podemos ver que el éxito depende tanto de las agallas como de la inteligencia, en igualdad de condiciones.

Aunque la praxeología no puede predecir los resultados futuros, sí describe el comportamiento intencionado. Una preferencia temporal baja significa que una persona puede retrasar la gratificación y está más orientada al futuro.

Aunque no podemos decir si esto conduce al éxito, una preferencia temporal baja permite al menos el crecimiento económico, lo que generalmente se considera un éxito. Sobre esto, el inversor inmobiliario británico Samuel Reeds escribió en un artículo de Entrepreneur de 2022:

Incluso alguien con un salario excelente o una empresa saneada puede acabar siendo pobre si tiene una «alta preferencia temporal», es decir, si se centra principalmente en el presente. Por el contrario, alguien de origen pobre con una preferencia temporal baja y la formación adecuada puede acabar siendo rico.

En definitiva, son muchos los factores que intervienen en el éxito. Una preferencia temporal baja es un rasgo preferible y un factor importante, pero no es crucial.

(De www.mises.org.es)

martes, 25 de abril de 2023

Woke o cultura de la cancelación

En las últimas décadas han resurgido movimientos sociales que promueven venganzas en contra de descendientes de antiguos colonizadores, explotadores o discriminadores de personas, tal el caso del individuo de raza blanca en general, considerado "culpable hasta que demuestre lo contrario". Esta absurda tendencia hace recordar el antisemitismo católico en contra de los descendientes de quienes mataron a Cristo hace "apenas" dos milenios y a los que denominaron "pueblo deicida".

Esta no es una ilegal "justicia por mano propia", sino "venganza por mano propia", mayormente en contra de personas inocentes. De ahí que no corresponda llamar "cultura" a lo que, evidentemente, se opone a la evolución cultural de la humanidad. En cuanto a la mencionada "cancelación", se advierte que los nuevos "justicieros", al detectar alguna posible infracción en contra de sus propuestas, es de inmediato publicitado en las redes sociales para que tenga la consiguiente sanción social y el infractor sea considerado un paria que será relegado hasta de sus posibles empleos. Esto se parece a las penas impuestas en la Unión Soviética por el gobierno a los opositores. Incluso la cancelación social woke es peor aún porque involucra a miles o millones de personas que discriminan al unísono a las víctimas ocasionales.

Leemos en CNN Español: "La palabra «woke» ha estado asociada en las últimas décadas con diferentes movimientos en contra de las injusticias sociales, y recientemente ha incluso generado una cruzada en su contra de parte de amplios sectores de la política en Europa, que temen su impacto. ¿Pero qué es exactamente ser o estar woke?"

"En sus orígenes en las comunidades negras de Estados Unidos, «woke» era usado para describir a las personas que han despertado (de «wake up», en inglés) a las cuestiones progresistas, y están alertas a las injusticias".

Por otra parte, Winston Manrique Sabogal escribió: "Lo políticamente correcto y la cultura woke ya son percibidos como un Caballo de Troya de la democracia. Lo que nació como una petición-regalo noble en aras de la justicia social y la armonía ha terminado por minar la raíz y un símbolo del sistema: la libertad de expresión y de creación. Escritores, pensadores y expertos lo han denunciado en libros, artículos y conferencias. Varios creadores, expertos y gestores culturales consultados por WMagazín advierten de la manipulación del lenguaje como arma política y arrojadiza en este ámbito. Recuerdan que la ofensa no está en la palabra, si no en el tono, el contexto y la intención de quien la usa y que la gente no es tan ignorante como se quiere hacer creer; y de que no todo es fobia cuando se formulan dudas, preguntas y reflexiones sobre un tema de minorías o delicado".

"Es la batalla por aleccionar y dominar el relato, la narrativa del revisionismo sobre cómo corregir y reescribir el pasado a los ojos del presente e impulsar una generación más responsable desde una hipersensibilidad que asfixia la realidad. Eso lleva a que se asiente la idea de la corrección política de los extremos bien pensantes como una tiranía que genera lo contrario a lo prometido: involución, puritanismo y temor. Ninguna de las personas consultadas niega que hay muchas cosas que mejorar, pero desde el sentido común. Lo dicen en un momento en que crece la espiral de polémicas sobre el revisionismo a obras de arte, la cultura de la cancelación que no tolera el debate o la discrepancia en favor de un pensamiento único y el habla y la expresión como un campo de minas para los creadores y la sociedad" (De https://wmagazin.com).

A continuación se trascribe la descripción de un caso concreto mediante el cual se perjudica seriamente a una persona que saca un brazo afuera del vehículo que manejaba y realiza movimientos con sus dedos que son interpretados como una adhesión a sectores discriminadores. Grabada la escena desde otro automóvil, las imágenes son publicadas en redes sociales para promover el castigo social correspondiente:

"Perdí el mejor empleo de mi vida por una foto en redes sociales": los peligros de la "cultura de la cancelación" (y dónde está el límite)

El 3 de junio de 2020, el estadounidense Emmanuel Cafferty, de 47 años, volvía a su casa después de una jornada más de trabajo. Su rutina consistía en pasar entre 8 y 12 horas al día inspeccionando las redes subterráneas de gas y electricidad de la ciudad de San Diego, California.
Caía la tarde y hacía calor. Al volante de la camioneta de la empresa, mantenía la ventanilla abierta y el brazo izquierdo en el exterior. Según Cafferty, juntaba dos dedos de la mano distraídamente, en un gesto que repitió varias veces durante la entrevista con BBC News Brasil.
"En ese momento, un desconocido con un celular y una cuenta de Twitter puso mi vida del revés", cuenta Cafferty.

Hacía apenas una semana que George Floyd, un hombre negro desarmado, moría después de que un policía blanco le retuviera en el suelo durante varios minutos presionándole el cuello con la rodilla en Mineápolis. Las imágenes de la muerte de Floyd desencadenaron lo que se considera la mayor ola de protestas contra el racismo en Estados Unidos en la historia reciente.
En ese contexto, el chasquido de dedos de Cafferty fue interpretado por otro conductor como un gesto específico: un símbolo usado por supremacistas blancos.
"Ese hombre comenzó a tocar la bocina y a insultarme. Gritaba: '¿va a seguir haciendo eso?' y sacó el celular para fotografiarme. Pensé que tal vez le había cerrado el paso en el tráfico, por accidente. Pero estábamos los dos parados en el semáforo y yo no entendía nada", relata.

Dos horas después del incidente, su supervisor le llamó para decirle que había sido denunciado como racista en las redes sociales y que le suspendía del trabajo sin sueldo.
Una hora más tarde, sus colegas llegaron a su casa para llevarse la camioneta y la computadora de la empresa. Cinco días después fue despedido.

"Así fue como perdí el mejor empleo de mi vida", dice Cafferty. Sin estudios superiores, hijo de inmigrantes mexicanos, vivía su versión del sueño americano.
Ganaba US$41 la hora, el doble que en su empleo anterior, y tenía cobertura de salud y de jubilación por primera vez en su vida.

Cuando consiguió la plaza, seis meses atrás, él, sus tres hijas y sus nietos salieron a comer para celebrarlo. Cafferty explica que no tenía ni idea de que el gesto que se le atribuye, comúnmente asociado con un "OK" en Estados Unidos, pudiese tener connotaciones racistas.
De acuerdo a la Liga contra la Difamación, una organización centenaria que combate los discursos de odio en Estados Unidos, el símbolo del "OK" fue adoptado en 2017 por usuarios racistas en foros de internet como 4chan. La propia organización recomienda tener cuidado con la interpretación de la señal.

"La abrumadora mayoría de las veces el gesto significa consentimiento o aprobación. Por eso no se puede presumir que alguien que lo haga lo esté usando en un contexto de racismo, a menos que exista otra prueba para apoyar esa percepción. Desde 2017, muchas personas fueron acusadas erróneamente de ser racistas o supremacistas por usar el gesto en el sentido tradicional e inocuo", alerta la organización. Eso es exactamente lo que le pasó a Cafferty. O peor.
"En mi caso, no era un símbolo. Sólo estaba chasqueando los dedos. Pero un hombre blanco lo interpretó como un gesto parecido al 'OK', que sería racista, y se lo dijo a mis jefes, también blancos, que decidieron creerle a él, no a mí, que no soy blanco", afirma exasperado, al tiempo que se frota los brazos para mostrar el color de su piel.

El autor de la fotografía y del primer post contra Cafferty admitió ante el equipo local de la cadena estadounidense NBC que quizá exageró en la interpretación que hizo del supuesto gesto y que, a pesar de haber etiquetado en su publicación a la empresa en la que Cafferty trabajaba, no quería que fuera despedido.
El usuario borró el mensaje original e incluso la cuenta de Twitter. Pero ya era tarde, el post se había viralizado y el empleo estaba perdido.

"Una multitud de Twitter me canceló. Ya llamé a todos mis exempleadores en las seis semanas desde que aconteció el episodio y nadie me llama de vuelta. Lo primero que hace un empleador a la hora de contratar es poner el nombre en Google. El mío quedó ligado a este episodio, sin importar si era cierto o no. No sé cómo voy a seguir con mi vida de aquí para adelante", se desahoga.
Ha tenido que acudir a terapia semanal para lidiar con el dolor y el miedo que ha sentido. El caso de Cafferty es emblemático de lo que se considera un peligroso efecto colateral de la llamada cultura de la cancelación.

El movimiento comenzó hace algunos años como una forma de llamar la atención sobre causas de justicia social y preservación medioambiental, como una manera de amplificar la voz de los grupos oprimidos y forzar acciones políticas de marcas o figuras públicas.
Funciona así: un usuario de redes sociales como Twitter o Facebook, presencia un acto que considera equivocado, lo graba en video o lo fotografía y lo publica en su cuenta, con el cuidado de etiquetar a la empresa empleadora del denunciado y autoridades públicas u otros influencers digitales que puedan amplificar el alcance del mensaje. Es común que, en cuestión de horas, el post haya sido replicado miles de veces.

La cascada de menciones a una empresa suele precipitar actitudes sumarias para frenar el desgaste de imagen, sin que la persona a la que se denuncia pueda defenderse adecuadamente.
"En mi caso, me escucharon una vez y luego ya me despidieron. Parece que concluyeron que era un racista", señala Cafferty.
BBC News Brasil intentó hablar con la empresa SDG&E, donde trabajaba Cafferty, pero no obtuvo respuesta hasta la publicación de este reportaje.
Como reacción a las primeras denuncias de usuarios contra Cafferty en Twitter, la empresa afirmó: "Creemos firmemente que no hay espacio en la sociedad para ningún tipo de discriminación" y añadió que inició una investigación sobre la conducta del entonces todavía empleado.

La cancelación va más allá del típico troleo de internet, con insultos coordinados, frecuente en disputas de opinión entre usuarios de redes.
Es un ataque a la reputación que amenaza el empleo y los medios de subsistencia actuales y futuros de la persona cancelada.
Extremadamente frecuente en Estados Unidos, hoy desprestigia también a personas anónimas, gente común como Cafferty. "Usted puede ser cancelado por algo que diga en medio de una multitud de completos extraños si alguno de ellos lo graba en video, o por un chiste que suene mal en las redes sociales, o por algo que usted dijera o hiciera hace mucho tiempo y de lo que quede algún registro en internet", escribió el columnista del diario The New York Times Ross Douthat en un artículo sobre el fenómeno de la cancelación.
"Y no hace falta que sea prominente, famoso o político para ser públicamente avergonzado y permanentemente marcado: todo lo que usted necesita hacer es tener un día particularmente malo y las consecuencias pueden durar mientras Google exista"

(De BBC News Brasil).

sábado, 22 de abril de 2023

Elevando el punto de vista

Por lo general, una mejora ética suele darse simultáneamente con una mejora intelectual, entendiendo como mejora intelectual la adopción de un punto de vista amplio mediante el cual tengamos presente durante la mayor parte del tiempo la idea de que provenimos de un proceso evolutivo y que estamos inmersos en un universo que sólo conocemos parcialmente y al cual debemos adaptarnos de la mejor manera posible.

Tales ideas posiblemente nos alejen un tanto de los problemas cotidianos y, sobre todo, de las pequeñeces de la vida cotidiana, dándoles a éstas su adecuada importancia, es decir, bastante menos que a las ideas que surgen del punto de vista amplio. Dicho punto de vista tiende a conducirnos y a hacernos conscientes de la existencia de un entramado de leyes naturales que asociamos a la idea de un Dios Creador.

Llama un tanto la atención la forma en que Cristo intuye la idea de ley natural que rige a todos y cada uno de nosotros, advirtiendo posiblemente que somos tan importantes como el resto del universo, afirmando: "Y en vosotros, hasta los pelos de la cabeza están todos contados" (Mt).

Si pensamos en una postura que ha de favorecer una visión amplia de la realidad, seguramente pensaremos en un astrofísico, que en forma permanente piensa en un universo de enormes dimensiones, a la vez que tiene presente un pasado de miles de millones de años y vislumbra un futuro también extenso. Algunos autores han advertido estas ventajas. Así, Richard Watson escribió acerca de astronautas que viajaron a la Luna: "Muchos astronautas ahora han tenido la experiencia de ver la Tierra desde allí, pero su poder no ha disminuido. El estado de conciencia intensificado que experimentan los astronautas cuando vuelven la vista hacia nuestro planeta desde una gran distancia se llama «visión general»".

"Ed Mitchell (un veterano de la Apolo 14 y el sexto hombre en caminar sobre la superficie de la Luna), dijo: «Cuando nos vemos a nosotros mismos en esta perspectiva más amplia...tiene lugar un desplazamiento de nuestra percepción...y empezamos a pensar de una manera muy diferente». Allá afuera en el espacio las dimensiones son otras y esto puede, literalmente, cambiar tu forma de pensar".

"He experimentado algo parecido cuando tengo la cabeza en las nubes. Cuando miras hacia abajo desde la ventana de un avión a diez mil metros, los problemas pueden parecer muchísimo más pequeños. Con la distancia ponemos las cosas en perspectiva" (De "Mentes del futuro"-Editorial Viceversa SLU-Barcelona 2011).

Cuando se habla de la importancia de la investigación científica, generalmente se la asocia a los avances tecnológicos que con el tiempo traerá. Sin embargo, existe una utilidad quizás más importante y es la posibilidad de permitirnos conocer los detalles íntimos de nuestro universo, posibilidad que, mediante la divulgación científica, brinda a todos los habitantes del planeta. También, como se dijo, por la posibilidad de permitirnos lograr una visión amplia de la realidad. Quizás lo más interesante que puede brindarnos el conocimiento científico es la forma en que el ser humano ha podido sortear todos los obstáculos para poder llegar a cada verdad parcial, es decir, sobre cada sector del universo.

Ciencias sociales y optimización

La principal meta de las ciencias sociales ha de ser la de responder la pregunta acerca de lo que el “hombre debe ser”. Para ello debe primero describir “lo que el hombre es”, para, luego, efectuar una optimización de ese comportamiento real. Si bien "lo que el hombre debe ser" no será un conocimiento verificable, sí lo es la descripción previa. Sin embargo, muchos científicos sociales se oponen a tal respuesta, aceptando tácitamente que no debe ser dada por quienes estudian el comportamiento humano, es decir, que es una respuesta que ha de quedar fuera del ámbito científico, por lo que se deduce que tal cuestión quedaría relegada a aquellos que poco saben acerca del mismo. Solomon Asch escribe al respecto: “El sentido común advierte que los hombres no siempre, ni siquiera frecuentemente, obran de acuerdo con sus mejores impulsos; pero también reconoce que estos impulsos son condiciones necesarias para la sociedad. Empero estas ideas no sólo son excluidas de la discusión científica; los esquemas conceptuales con que la psicología trabaja hoy, casi no dejan lugar para ellas”.

“Es frecuente justificar esta parcialidad en nombre de la ciencia y la objetividad, de la necesidad de ser realistas, de apelar al hecho, de desconfiar de las especulaciones, y sobre todo de la necesidad de no dejarse engañar por las nociones de lo que el hombre debería ser” (De "Psicología social"-EUDEBA-Buenos Aires 1964).

El mejor ejemplo de lo que las ciencias sociales deberían ser, lo tenemos en las religiones bíblicas (expresión que ha de escandalizar al cientificista fanático). Así, Moisés observa el comportamiento de los seres humanos que lo rodean ("lo que es") y, tratando de optimizar sus conductas, propone el cumplimiento de sus mandamientos ("lo que debe ser").

De la misma manera en que toda ciencia experimental progresa estableciendo teorías más precisas, en el caso de la religión bíblica ocurre otro tanto. Mientras que los mandamientos de Moisés están orientados a "no hacer el mal", los mandamientos de Cristo (amor a Dios y al prójimo) resultan más exigentes porque sugieren "hacer el bien".

Adviértase que, una vez establecido "lo que el hombre debe ser", se logra una referencia para describir todo posible comportamiento. Así, toda acción humana será compatible con los mandamientos o bien se apartará en distintas formas, disponiéndose de un aceptable procedimiento para orientar las acciones y conductas humanas. Por supuesto que todo este proceso ha de estar sujeto a la verificación experimental, como lo será cualquier otra ética propuesta.

En el caso de la ciencia económica ocurre otro tanto. Así, luego de observar el comportamiento de individuos que producen, intercambian y consumen bienes y servicios ("cómo el hombre actúa"), se teoriza acerca del proceso del mercado, llegando a una optimización de dicho proceso ("cómo debería actuar"). A partir de ahí, se logra una referencia para describir todo comportamiento económico en función de su compatibilidad, o bien de sus desvíos, respecto de dicha referencia. Todo esto, por supuesto, sujeto a verificación experimental.

Se advierte que las ciencias sociales, bajo esta perspectiva, difieren de las ciencias exactas (física, p.ej.), ya que éstas, una vez establecida una teoría, resultan descriptivas, en lugar de prescriptivas (como lo son las ciencias sociales). Es decir, las ciencias sociales son también descriptivas, ya que deben describir primeramente "lo que el hombre es", para luego sugerir una optimización, que será una referencia para descripciones que tengan sentido. Las descripciones establecidas en las ciencias sociales que no sean sustentadas en "lo que el hombre debe ser", carecerán de sentido.

Los detractores de este proceso advierten que "los mercados reales no son como los supuestos", o que "los hombres no son racionales", ni se "comportan racionalmente", etc. Luego afirman que la teoria económica "falla". También se aduce que el cristianismo "falla" por cuanto los hombres reales no se comportan según los mandamientos bíblicos. Si se tiene en cuenta que el mercado teórico, o los mandamientos bíblicos, son metas u objetivos que requieren de una previa adaptación, debe considerarse que una propuesta en realidad falla cuando los seres humanos se adaptan a las reglas establecidas y en ese caso no se producen buenos resultados. Es decir, si los seres humanos amaran al prójimo como a sí mismo, y ello produjera malos resultados, en ese caso deberá decirse que la propuesta falla.

Es oportuno mencionar una crítica que hace Mario Bunge a la economía neoclásica por cuanto, aduce, que "no explica" una serie de hechos, desconociendo que toda explicación al respecto debe establecerse efectuando una comparación con el mercado optimizado (libertad, concurrencia suficiente de empresarios, competencia, beneficio simultáneo entre actores, etc, etc). También critica (acertadamente en este caso) la tendencia a describir en base a un mercado competitivo la venta de órganos o de niños, y cosas semejantes. Al respecto escribió: "Examinemos un caso particularmente agudo e interesante de hiperracionalismo; el llamado «imperialismo económico», o invasión de todos los estudios sociales por la economía neoclásica".

"Gary Becker, campeón de este enfoque del estudio de todo lo social, lo resume así: «En mi opinión, el corazón del enfoque económico [de los hechos sociales] está constituido por el uso constante y firme de la combinación de las suposiciones del comportamiento maximizante, el equilibrio de mercado, y las preferencias estables»" (De "Sistemas sociales y filosofía"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1995).

Al respecto, puede decirse que alguna teoría ética sería una mejor referencia para la descripción de los hechos sociales. Mario Bunge sigue: "Becker no se da por enterado del fracaso de la economía neoclásica en describir, explicar, predecir o plantear el comportamiento de empresas, ni de su fracaso como fundamento de la macroeconomía. Ignora la existencia de monopolios y monopsomios. Ignora los frecuentes casos de mercados en desequilibrio, tales como los de trabajo y capital. Ignora que la economía neoclásica carece de una teoría del dinero y es incapaz de explicar la estanflación. No le importa que la prosperidad de las economías del centro se logre a costas de miserias del Tercer Mundo...".

Bunge ignora que los monopolios, la estanflación o las miserias provienen de comportamientos sociales que poco o nada tienen en cuenta la optimización de los mercados propuesta por los economistas. En cuanto a que "la prosperidad de las economías del centro se logra a costas de miserias del Tercer Mundo", puede decirse que tal expresión, y otras similares, sirvieron para "envenenar" la mente de mucha gente que tomó armas y se encauzó hacia el terrorismo. Tal expresión sirve, además, para que los países subdesarrollados jamás salgan de su situación, ya que se los convence que nada de lo que les ocurre se debe a culpas propias. Quienes vivimos en un país como la Argentina, advertimos miles de defectos que debemos subsanar, y que poco o nada nos ayuda alguien que nos dice que nuestros males dependen de la "prosperidad de las economías del centro". Tal expresión sirve, además, para expresar tácitamente que el capitalismo sólo funciona cuando un país se beneficia perjudicando a otros (el subconsciente socialista de Bunge otra vez lo traicionó).

miércoles, 19 de abril de 2023

Entrevista a Juan José Sebreli

Por Cristina Mucci

JJS: La mía era una familia de clase media baja, para nada intelectual. En la década del 30, en ese sector social todo lo que tuviese que ver con la cultura era mal visto. Probablemente eso haya cambiado ahora, pero en esa época, la persona que leía era considerada extravagante, rara, medio sospechosa y con tendencia a la locura.
Dentro de ese panorama tan adverso, hubo alguna pequeña circunstancia favorable: mi padre, que ni siquiera tenía estudios secundarios, poseía una vocación creadora que tal vez yo haya heredado. Era un pintor de día domingo, un naif. Tenía condiciones, pero nunca fueron desarrolladas, justamente por la situación adversa que le tocó vivir.
Además, en casa había una pequeña biblioteca. Muy pequeña, de pocos estantes, con ese tipo de libros que aún hoy se siguen editando: colecciones baratas de textos clásicos, novelas del siglo XIX. Así que desde chico tuve presente el libro como un objeto al alcance de mi mano, aún antes de saber leer.
Además, mi padre me contaba cuentos, argumentos de películas que había visto y de novelas que había leído, algo que era realmente fuera de lo común. No iba a la escuela primaria todavía, tendría tres o cuatro años, y me contaba, por ejemplo, el argumento de Los miserables. Eso me quedó fijado realmente; desde que tengo uso de razón, yo sé que existe un escritor que se llama Víctor Hugo. Y cuando empecé la escuela primaria y aprendí a leer, inmediatamente tomé de la estantería esos libros que eran para adultos, de los cuales yo entendía una parte mínima. Por ejemplo, leía Crimen y castigo de Dostoievski, y me atraía mucho la trama policial. La parte filosófica no la entendía, pero no importa. Yo soy partidario de que a los chicos se les dé a leer cualquier cosa, siempre algo queda.

CM: ¿Era buen alumno?

Siempre fui un alumno muy irregular. Me aburría mucho, no estudiaba les lecciones y me dedicaba a leer literatura, aunque en una forma bastante caótica. Nadie me orientaba en mis lecturas; la escuela secundaria era muy floja. Recorría las librerías, miraba...Las primeras personas que conocí en mi vida que tuvieran algo que ver con lo intelectual, las conocí a los dieciocho años, cuando entré a la Facultad. Yo siempre digo que lo que aprendí en la Facultad de Filosofía y Letras lo aprendí en el café de enfrente, el famoso Bar Florida de la calle Viamonte. Pero en la Facultad, nada. Era muy floja, peor que la de ahora, que no será extraordinaria, pero es mejor de cualquier manera. Es más abierta, más libre.

Me resulta extraño lo que dice, porque nos estamos refiriendo a los años 50, una época un tanto mítica.

¡Ah! Pero la mítica era la calle Viamonte. En la Facultad tenía una gran influencia el jesuita Hernán Benítez, confesor de Eva Perón. Ahí ya se puede ver el nivel que tenía. Menos los profesores, todo lo demás era interesante; en realidad, la única virtud que tenía la Facultad era la de nuclearnos. Pero la calle Viamonte representaba un Buenos Aires que ya no existe más, con la Facultad de Filosofía y Letras, la redacción de la Revista "Sur" de Victoria Ocampo, las galerías de arte y algunos teatros independientes.
La calle Viamonte entre Maipú y San Martín, más o menos, se había convertido en la zona bohemia de Buenos Aires, algo equivalente al Quartier Latin en París o el Village en Nueva York, reducido a cuatro o cinco cuadras. Y había cafés en donde todo el mundo se encontraba, como el Bar Florida. Allí uno encontraba a Borges, a Victoria Ocampo, a toda la gente joven y a la gente ya consagrada.
En esa época descubrí el existencialismo. Mi primera lectura consciente, no caótica, fue Jean-Paul Sartre. Durante muchos años viví bajo la influencia de Sartre y su grupo, hasta que tomé distancia y comencé a objetarlo en muchos aspectos. Pero reivindico esa primera influencia, me alegro de haber sido iniciado por Sartre y no por el estructuralismo, que influyó en la generación posterior a la mía y del que afortunadamente me salvé.
Volviendo a la calle Viamonte, lamentablemente todo ese clima fue destruido por la dictadura de Onganía. Trasladaron la Facultad lejos de allí para que no nucleara a los estudiantes, los cafés fueron desapareciendo por las razzias policiales y las librerías cerraron porque ya no había gente. Había también otra zona bohemia en la calle Corrientes, entre Libertad y Callao, que también desapareció por otra dictadura, la de Videla. O sea que dos dictaduras militares destruyeron la expresión ciudadana, urbana, callejera del mundo literario y artístico de Buenos Aires, que se reflejó en esas dos calles: la calle Viamonte y la calle Corrientes.

Usted se ha referido en varias oportunidades a la etapa del primer peronismo como destructora de la cultura argentina.

Sí, por supuesto. Pero lo que pasa es que cada nueva dictadura fue siendo peor. El peronismo, indudablemente, marcó una nueva etapa: en 1943 se abrió el periodo autoritario-fascista que culminó en 1983. Personalmente, me llevó un largo tiempo comprenderlo. A fines de los años 50 y comienzos del 60 -en un momento en que el peronismo era muy rechazado por la gente progresista- tuve la idea de hacer una defensa del peronismo a partir de la izquierda.
En ese momento, esa posición era realmente estrafalaria. En los años 70 se convirtió en una posición de masas, pero a esa altura yo ya estaba en una posición crítica, que hoy mantengo. Estudié mucho el fenómeno peronista y llegué a la conclusión de que se trata de una forma sui generis del fascismo. Lo que me llevó en un primer momento a apoyar el peronismo fue la idea, equivocada, de que las masas siempre tienen razón. Pero si ese postulado fuera cierto, habría que justificar a Hitler -quien fue apoyado por las masas más que nadie-, a Mussolini, a Stalin, a Mao, y a todos los grandes asesinos de la década del 20 que fueron apoyados por las masas.
El fenómeno del fascismo en general no se entiende. Uno de los argumentos que habitualmente se esgrimen para demostrar que el peronismo no fue un fascismo, es que fue apoyado por las masas. De todas maneras, el antiperonismo tradicional de la época era muy anacrónico. Hay que ver lo que significaba, por ejemplo, la Unión Democrática, con Ricardo Rojas, que decía sus discursos en verso, o José P. Tamborini, que hablaba con una retórica del siglo XIX. Quedaban descolocados ante figuras novedosas como Perón y Evita. Lamentablemente la oposición no estuvo a la altura de las circunstancias.

Usted dice que en 1943 se abre un periodo autoritario. ¿Cuál es su opinión sobre la revolución del 30?

Considero que 1930 fue simplemente un ensayo general: Uriburu duró un año y pico, y después volvió esa pseudodemocracia que aunque no hay que idealizarla tenía otro estilo. Porque el estilo conservador era otra cosa. No es que reivindique la época anterior al 43, pero era otra cosa. Era una semidemocracia con fraude, pero un fraude que a la larga hubiera sido superado. Porque no nos olvidemos que fue un conservador, Luis Sáenz Peña, quien instauró el sufragio universal.
De manera que creo que el fraude se habría terminado después de la Segunda Guerra Mundial. Además, era una época de gran apogeo económico. La industrialización del país comenzó en los 30, el crecimiento de la clase obrera se dio en esa época y los dirigentes -a pesar de su elitismo y su aristocraticismo, que hoy serían anacrónicos- no eran totalmente antipopulares, como despues se pretendió, porque hicieron gran hincapié en la educación del pueblo.
No nos olvidemos que la ley 1.420 es de esa época. Con respecto al apelativo "década infame" que se da a los años 30, fue inventado por un periodista de ideas fascistas llamado José Luis Torre. Las décadas que vinieron después fueron peores: la del peronismo, la de Onganía y la de Videla, la peor de todas. ¿Así que por qué llamar "década infame" a una década que si bien no era plenamente democrática era semidemocrática?
Había fraude, pero no mataban a la gente y existió un cierto crecimiento económico. La generación del 80 fue la última con sentido de futuro. Por eso lograron construir esa obra maestra que es la ciudad de Buenos Aires. Cuando la oligarquía agotó su ciclo -porque evidentemente no se podía seguir viviendo en una Argentina agropecuaria- las clases que la sucedieron no tuvieron una visión de futuro, actuaron en el corto plazo. A Perón, por ejemplo, le interesó hacer obras faraónicas para su gloria, pero no se le ocurrió construir una red de subterráneos eficiente, porque no le daba prestigio. En cambio, prefirió hacer monumentos que desaparecieron, que ya no existen.

Más allá de los aspectos totalitarios, ¿encuentra en el peronismo algún elemento rescatable?

Generalmente se dice que el éxodo de las masas campesinas a la ciudad y su mejoramiento social son obra del peronismo. Sin embargo, eso también hubiese sucedido sin el peronismo. Fue consecuencia del proceso de industrialización de la Argentina, y ese proceso no se inició con Perón, lo inició el gobierno de Agustín P. Justo. Precisamente, si Perón pudo recoger a toda esa masa es porque esa sociedad nueva ya existía más o menos desde el gobierno de Justo, con los reales hacedores de la Argentina industrial, que fueron Federico Pinedo y Raúl Prebisch, ministros de Justo, socialistas.
El periodo socialista independiente fue el que modernizó el país. Perón recogió esa herencia, y en realidad en lugar de continuarla la detuvo, porque promovió una pequeña industria que no sirvió para nada. Con respecto al mejoramiento de las condiciones de la clase obrera, también es relativo que pueda serle atribuido al peronismo. Yo mismo me puedo poner como ejemplo, porque soy un testimonio del ascenso: mis abuelos eran proletarios, mis padres ya habían ascendido a una clase media más o menos baja. La mayor parte de la clase media argentina de mi época tuvo un origen proletario.
Y aunque se puede hablar de un cierto abandono del campo, tampoco éste estaba tan poblado. De los inmigrantes, algunos tuvieron más suerte que otros. No voy a decir que no existía la explotación, pero era la que existe en cualquier país capitalista del mundo, menor seguramente que en Europa. La prueba está en que los inmigrantes no volvieron. Es evidente que había más posibilidades de ascenso en la Argentina, con todas las injusticias que hubiera, que en Italia o España.
Acá estaban los conventillos, no lo niego, pero no eran peores que los tugurios de Londres. Además estaba la posibilidad de comprar un terrenito a plazos en Lanús o esas zonas, y esas posibilidades eran inconcebibles en Europa. Es decir que había un ascenso social, que permitió también el acceso a la educación: todos los hijos de esos proletarios, muchos de ellos analfabetos, fueron al menos a la escuela primaria. Entonces, si usted me pregunta qué reivindico del primer peronismo, puedo decirle que de acuerdo a lo que vino después, no se puede decir que fue un régimen siniestro como el de Videla.
No hubo campos de concentración ni matanzas, a tal punto que uno recuerda los nombres de los dos o tres crímenes que se cometieron; el hecho de recordarlos significa que eran pocos. Era un fascismo más o menos blando, como el régimen de Mussolini de la primera época. Reivindico la integración de las masas rurales, pero creo que se podía haber hecho lo mismo sin necesidad de implementar una dictadura, que, aunque no fue sórdida, instauró una mentalidad autoritaria que continuó hasta 1983.
Ese hecho me parece que enturbia todo lo positivo que pueda haber hecho. Hay una frase que se aplica al cardenal Richelieu y que se dijo con respecto a Evita, pero se podría aplicar a todo el peronismo: "Todo el bien que hizo, lo hizo mal. Y todo el mal que hizo, lo hizo bien".

Su postura sobre Evita también cambió con el tiempo ¿Actualmente le reivindica algún aspecto?

Creo que el gran hallazgo de Evita fue convertir en algo positivo sus aspectos y circunstancias desfavorables. Justamente esas circunstancias que la convertían, a pesar suyo, en subversiva, algo que tal vez ni siquiera pretendió ser en un primer momento. Si una mujer como Evita viviera hoy, pasaría inadvertida. No sería perseguida, no provocaría el escándalo que provocó en su época. Evita era una actriz con un pasado turbio, y además hija natural. Todos esos hechos que la terminaron convirtiendo en una figura reivindicativa, hoy no causarían asombro a nadie.
No llamaría la atención que una mujer actuase en política, ni que fuese actriz, ni que hubiese tenido amantes o hubiese sido hija natural, todo eso no llama la atención ni escandaliza. Hoy en día, para llegar a destacarse, hay que tener otras condiciones que Evita no tenía, y por eso no hubiera llegado a convertirse en un mito. A mí me atraía ese personaje de leyenda, una especie de Cenicienta que sale de la nada, de una cueva, y asciende al poder. Ese tipo de personaje, hoy no se da.

¿Cuál es su visión sobre el sindicalismo de esa época?

Lo primero que hay que destacar es que existía un sindicalismo previo, porque la mayor parte de los que después fueron dirigentes peronistas eran dirigentes sindicales salidos del socialismo, y aun del anarquismo y del comunismo. Angel Borlenghi, ministro del Interior y figura clave del peronismo, era un gran dirigente socialista. Él se apoyaba en ese viejo sindicalismo anterior al peronismo, porque no se puede inventar de la nada. Perón no hizo más que copiar exactamente la "Carta del Lavoro" de Mussolini.
Destruyó un movimiento sindicalista muy fuerte, que existía en la Argentina desde fines del siglo XIX, conducido por socialistas, anarquistas e independientes. Evita también contribuyó a esa destrucción, convirtiendo al sindicalismo en una dependencia del Estado. Fue lo mismo que hizo Mussolini, y lo peor que pudo ocurrirle a la clase obrera: a partir del peronismo, los sindicalistas pasaron a ser burócratas. La idea del sindicato único y subordinado al Estado es típicamente fascista, y desgraciadamente ningún gobierno posterior -ni siquiera el de Alfonsín- se animó a terminar con esta situación. Y aunque la burocracia sindical ya no tenga el poder que tuvo, el hecho sigue siendo grave.

¿A qué atribuye el debilitamiento de los sectores sindicales?

Simplemente a la transformación del mundo. Si hoy existiera un sindicalismo independiente, éste no podría tener un gran poder por la simple razón de que la clase obrera experimenta una declinación numérica en cantidad y calidad. La revolución científico-técnica de la segunda mitad del siglo XX hace que la clase obrera -así como sucedió con la clase campesina, que hoy es casi insignificante- constituye actualmente sólo el veinte por ciento de la población activa. Seguramente, para el año 2000 ese porcentaje descenderá a un cinco por ciento, porque el automatismo y la robotización sustituyen a los obreros. Lógicamente, la clase obrera ya nunca va a tener el poder que tuvo cuando constituía el cuarenta por ciento de la población activa. Los cambios fundamentales de este fin de siglo lo transforman todo, lo tocan todo.

¿Cree que existe alguna solución al problema de la desocupación?

La desocupación es otro fenómeno característico de una sociedad en transición. Soy un gran lector de historia, porque creo que la historia es la gran maestra de la cual se extraen las experiencias más grandes. La transición del feudalismo al capitalismo, por ejemplo, fue en cierto sentido un proceso similar. Constituyó un avance indiscutible para la humanidad por la destrucción del sistema de servidumbre, pero por el otro lado, esos siervos que tenían techo y comida asegurados fueron sacados de los feudos y arrojados a los caminos, donde se murieron de hambre o se volvieron vagabundos o bandidos, para finalmente morir ahorcados.
Esta situación perduró hasta que se reacondicionó la sociedad y las clases populares, indudablemente, se beneficiaron. La revolución cientifico-técnica es también un avance fundamental para la humanidad. Pero entretanto, deberá transcurrir un periodo en el cual mucha gente la va a pasar muy mal. No creo que pueda haber una solución a corto plazo, por eso es fundamental que se instrumenten subsidios y otras formas de apoyo. Quien diga que se pueden crear fuentes de trabajo en lo inmediato es un demagogo, y sólo traerá problemas. Es una realidad muy dura, pero quienes analizamos la historia a largo plazo, podemos ser optimistas. A corto plazo no.

(Extractos de "Voces de la cultura argentina" de Cristina Mucci-Librería Editorial El Ateneo-Buenos Aires 1997).

martes, 18 de abril de 2023

Jordán B. Genta y su profética opinión acerca de la acción militar en los 70

Por lo general, las opiniones adversas hacia la acción militar, en los años 70, provienen de sectores que apoyaban la acción terrorista de los grupos guerrilleros, por lo que tales opiniones provienen de gente con poca o ninguna autoridad moral. De ahí que resulta conveniente conocer opiniones de personas que se identificaban con la Argentina y no con el bando agresor cubano-soviético. Fernando Romero Moreno escribió: "En tiempos de Lanusse, cuando ya la guerrilla hacía notar su presencia con asesinatos, secuestros, robos, etc., estando en la provincia de Tucumán, alguien le preguntó a Genta: «¿No piensa Usted, profesor, que debemos organizarnos y armarnos, y atacar a los guerrilleros de la misma manera en que ellos nos atacan, eliminándolos ocultamente para evitar el reproche internacional y la represalia guerrillera de hoy y de mañana?»".

"La respuesta de Genta fue clara y contundente: No —dijo— esa manera de actuar es inadmisible. En primer lugar y ante todo, el cristiano debe estar dispuesto a morir, no a matar; dispuesto a morir por la fe, por la patria, por la familia, por el prójimo. Debe estar dispuesto a derramar, como Nuestro Señor Jesucristo, la propia sangre, y no la sangre ajena.

En segundo lugar, y si tiene que defenderse y combatir, el cristiano debe hacerlo en la luz y a cara descubierta, y no desde la sombra y con el rostro encapuchado. Además, los que tienen que desplegar la lucha armada son los integrantes de las Fuerzas Armadas de la Nación, quienes deben apresar abiertamente a los guerrilleros, deben juzgarlos públicamente según las leyes de la guerra, deben condenarlos públicamente y, si fuese posible, deben también ejecutarlos públicamente.

Actuar clandestinamente es de una ruindad, una vileza y una cobardía impropias de un soldado, de un estadista y de cualquier cristiano; es algo que no se puede hacer si se es discípulo de Cristo. Y en tercer y último lugar, la guerra sucia a los guerrilleros se la van a perdonar y los van a convertir en héroes, a ustedes no. Ustedes, en rigor, no serán perdonados, y serán, en cambio, castigados como criminales".

"Una respuesta profética".

(De www.laprensa.com)

domingo, 16 de abril de 2023

La locura no es cerrar el Banco Central, la locura es tenerlo

Por Marcelo Duclos

Aunque desde la política se insista con la irracionalidad de la medida, lo cierto es que toda la evidencia empírica indica que sería un camino más que auspicioso para las personas. No para los gobiernos y sus ambiciones de financiamiento permanentes, claro.

Ante los desastres inflacionarios de los países más populistas, cada vez más se escucha una propuesta que debió haber llegado hace mucho tiempo: la de cerrar el Banco Central.

“¡Es una locura! ¡No se ha hecho en ningún país del mundo!”, asegura (por ahora) la gran mayoría de la gente. Algunos, los que viven de la política, lo dicen por propio beneficio. Sin embargo, muchos comunicadores, docentes y ciudadanos de a pie repiten la tesis por ignorancia o por telarañas intelectuales que les impiden ver un poco más allá. Lo cierto es que no es una locura la idea de cerrar el Banco Central. Tiene todo el sentido del mundo.

Más allá de las sabias lecciones de Karl Popper, que nos recuerdan que no debemos caer en vicios historicistas de creer que hay futuros inevitables, lo más probable es que la estafa del monopolio monetario se termine tarde o temprano. Cuando eso ocurra, que seguramente será producto de la enseñanza que dejen los primeros casos de éxito, el mundo comenzará a recordar la época de la banca central con la misma distancia con la que hoy miramos a los tiempos donde se creía que el rey absoluto era el enviado de Dios a la Tierra, al que había que obedecer al pie de la letra.

Para comenzar a analizar la cuestión, vale desmontar la falacia que no existe economía sin Banco Central. Cuando se argumenta el funcionamiento de países como Ecuador, y sus mejoras con el dólar en comparación al tiempo del sucre inflacionario, la respuesta de la mayoría negacionista se refleja de esta forma: tienen otra moneda emitida por otro Banco Central. Es cierto, las monedas fiduciarias de los países (que no tienen respaldo alguno más que su valor en el mercado) son en su gran mayoría emitidas por sus monopolios monetarios (salvo raras excepciones de exitosas monedas privadas).

Pero la comprobación que se puede vivir sin banca central no es la existencia de países dolarizados o con monedas comunes como el euro (que fue un escenario superador a la instancia previa de diferentes monedas más inflacionarias). La evidencia que no es una locura la idea de prescindir del monopolio de la moneda es la existencia y funcionamiento de la economía más grande del planeta: la economía global. Allí no hay normativa más que la libre aceptación o rechazo de la moneda que se utiliza. El mismo mercado recibe o va descartando, según el desempeño de cada una.

Yendo a la cuestión de cada país, donde los gobernantes tienen más incentivos de hacerse del dinero impreso que de cuidar el valor de la moneda de los ciudadanos, aceptar la banca central es la contracara de una moneda que sus partidarios no reconocen: que el valor de cada billete, que debería ser propiedad privada de cada tenedor, está sujeto al impune robo silencioso de la maquinita multiplicadora.

Históricamente, la falsificación monetaria es gravemente penada por una cuestión muy concreta: la inflación inevitable y el colapso total de la economía. En la Segunda Guerra Mundial, Hitler planeaba inundar el Reino Unido con libras esterlinas falsificadas para dañar el funcionamiento económico de uno de sus principales rivales. En la actualidad, el kirchnerismo utiliza un arma pensada por los nazis como una política pública, que encima reivindican.

Aceptar una inflación de, por ejemplo, un 20 % anual (sin ir a casos extremos como el venezolano o el argentino), es sinónimo de comprar una casa de cinco habitaciones en enero y que el Estado le expropie una en diciembre. Lo primero está socialmente aceptado, pero lo segundo parece absolutamente inadmisible. Lo cierto es que es lo mismo. Cada vez más personas en el mundo (incluso en los países de monedas más sólidas) van aprendiendo las lecciones tercermundistas sobre los recaudos que deben tomar, para no perder demasiado en materia de nivel de ingresos.

Algunos economistas, incluso en las filas de los denominados “ortodoxos”, aceptan esta situación y la asemejan a la adquisición de bonos en el mercado, que pueden subir o bajar su valor. Sin embargo, la analogía es incorrecta. Esos activos son voluntarios y su eventual revalorización o devaluación depende de la libertad de los agentes económicos. Es decir, las personas y sus decisiones. En materia de banca central, el político decide emitir para conseguir recursos y el ciudadano en el corral del curso forzoso se hace más pobre. Claro que los más castigados son los asalariados de ingresos fijos y los jubilados.

Pero como si el desastre inflacionario no fuese suficiente, la banca central termina complicando aún más las cosas cuando intenta corregir los desajustes de la expansión monetaria generada, tan delictiva como irresponsable. Vale recordar que el monopolio monetario, además de “la maquinita” y la potestad de ser “prestamista de última instancia” -que hace a la banca “privada” una elite privilegiada en comparación al resto de los mortales-, tiene el manejo de la tasa de interés. Como bien advierte Alberto Benegas Lynch (h), al manejar estas variables el error es inevitable. El banquero central puede generar el daño por encargo del presidente o equivocarse de forma autónoma, en caso de funcionar con “independencia”.

Ludwig von Mises explicó muy claramente cómo el sistema socialista falla cuando la economía se queda sin precios, al abolir la propiedad privada. Pero no hace falta ir hasta el extremo de quedarse sin las señales que emiten los precios para ensuciar el funcionamiento de la economía y la eficiente asignación de recursos. Al expandir o contraer la masa monetaria o al subir o bajar la tasa de interés, los vicios que corroen los experimentos socialistas que se llevan al extremo aparecen también en las economías capitalistas en menor medida, pero aparecen.

La falta de información que generan las filas y el racionamiento en los países comunistas tienen la misma raíz que las burbujas que explotan en las economías más libres. De la misma manera que la cantidad de dinero debe estar regida exclusivamente por su oferta y demanda, la tasa de interés tiene que reflejar el ahorro que tenga lugar en la economía. Cuando se sube artificialmente la tasa de interés para “secar” al mercado del excedente monetario inflacionario, la gente de a pie se queda sin el crédito que suele “chuparse” el Estado. Cuando se baja arbitrariamente para “ayudar” a la economía (y no por un incremento en el nivel de ahorro) los agentes interpretan que ciertos negocios son rentables (y en realidad no lo son) y la mala asignación de recursos comienza su peligroso curso envenenando las variables económicas. El “chiste” termina cuando llega la inevitable corrección y explotan las burbujas que no se tendrían que haber inflado en primer lugar. Cuando esto ocurre los millonarios pierden un porcentual de sus fortunas, pero los que menos tienen quedan en la calle totalmente desamparados.

Cuando uno logra comprender a fondo las advertencias de Mises y la escuela austríaca llega a la conclusión que los desajustes de la banca central en los países capitalistas conllevan el ADN de los vicios que hacen inviable al socialismo marxista.

Resulta un tanto contrafáctico mostrar la evidencia ineludible que la banca central ha sido la mayor creadora de pobres en el mundo por una simple razón. Su aparición es cercana a la multiplicación de riqueza que tuvo lugar en el mundo luego de la cosecha de los frutos de la revolución industrial y la explosión del capitalismo. Ese fenómeno incuestionable (hasta por Marx) que terminó con el mundo de una gran mayoría de pobres y pocos ricos acomodados que vivían mucho peor de lo que hoy vive alguien de “clase media baja”.

Eventualmente proliferarán fenómenos como el Bitcoin, reediciones de monedas convertibles a metal o incluso dinero emitido por entidades privadas, que tendrán mejores incentivos a producir moneda sana que demande el mercado. Desafortunadamente, parece que para ir explorando las alternativas hace falta ir al colapso total del dinero fiduciario. Sea como sea, el futuro que combine los beneficios de la innovación de la economía libre con monedas que no puedan ser falsificadas por los Estados, seguramente sea un mundo que deje atrás la pobreza, aunque esto parezca hoy una utopía. Sucederá el fin de la miseria de la misma manera que quedó enterrada en los anales de la historia la esclavitud a la que no queremos volver. Pero para avanzar en esa dirección hay que empezar a tomar distancia de ciertos dogmas establecidos, principalmente por sus beneficiarios directos.

¿Hay que cerrar el Banco Central? Claro que sí. Lo antes posible, mejor.

(De panampost.com)

El cristianismo como terapia

Toda religión y toda filosofía deberían servir para solucionar los problemas humanos y sociales, o bien servir de orientación para que las ciencias sociales lo hagan. Debido a que todavía persisten los serios problemas asociados a la convivencia social, es importante rescatar principios tradicionales dejados un tanto de lado. De la gran cantidad de terapias psicológicas aplicadas por psicólogos y psiquiátras, sólo algunas alcanzan un grado suficiente de aceptación o éxito.

Si tenemos presente el contenido de los Evangelios, es posible encontrar una efectiva terapia aplicable tanto al individuo como a la sociedad. Cuando Cristo afirma ser "el camino, la verdad y la vida", está diciendo que sus prédicas sirven para orientar, con la verdad, hacia el sentido que posibilitará una vida plena, algo que también intentan las distintas escuelas de psicología. ("Terapia: Parte de la medicina que enseña los preceptos y remedios para el tratamiento de las enfermedades", del Diccionario de la Lengua Española-Ediciones Castell 1988).

Es oportuno señalar que no todas las escuelas psicológicas, ni tampoco los Evangelios, se ocupan exclusivamente de solucionar algún tipo de enfermedad psicológica, ya que la persona normal también necesita una orientación en la vida por cuanto la adaptación, tanto a la sociedad como al orden natural, no resulta nada sencilla, y es fácil caer en desvíos poco favorables para el individuo y para la sociedad en general.

La esencia de una terapia efectiva implica cumplir con dos requisitos básicos. El primero consiste en indicar a todo individuo un sentido de la vida compatible con el orden natural; el segundo consiste en indicar una actitud permanente que oriente hacia la cooperación social. Estos requisitos son cumplidos ampliamente por la propuesta cristiana mediante los mandamientos del amor a Dios y al prójimo. En síntesis:

Principio de sentido: amor a Dios
Principio ético: amor al prójimo

A partir de la visión científica que del universo disponemos, puede decirse que todo lo existente, incluso nuestro propio organismo y nuestra propia personalidad, están regidos por alguna ley natural. De ahí surge, como un sentido de la vida inmediato, la necesidad de adaptarnos a dichas leyes. Además, como las actitudes básicas del ser humano nos orientan hacia la cooperación y hacia la competencia, una ética natural elemental ha de consistir en sugerir la adopción de la primera alternativa a través de la empatía emocional.

Si consideramos que el conjunto de leyes naturales, que materializan el orden natural, proviene de un Dios Creador, se advierte la compatibilidad de la propuesta cristiana con la visión que nos brinda la ciencia experimental. En este caso se supone un Dios que no interrumpe dichas leyes, sino que a actúa a través de ellas, lo que constituye la religión natural.

A pesar de la sencillez de la propuesta cristiana, se advierte que tales principios básicos han sido relegados por una gran cantidad de misterios que le han hecho perder toda eficacia. Incluso en el pasado, personajes tan destacados como San Francisco de Asís, al promover una pobreza extrema, desviaron la atención desde lo moral hacia lo económico, como si la pobreza en sí fuera una virtud o incluso un camino hacia la virtud, lo que no siempre se logra. También en la actualidad, sectores de la Iglesia promueven la pobreza material como un camino hacia la virtud.

Lo esencial del cristianismo se reduce a la adopción de una actitud ética óptima; algo que luego conducirá a buenos resultados sin establecer detalles posteriores. De ahí la expresión: "Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura". En todas las épocas se ha buscado la "añadidura" antes de buscar el Reino, o gobierno, de Dios a través de la ley natural. Emilia Pardo Bazán escribió: "Adviértense en la Edad Media dos corrientes sociales: de actividad, esfuerzo y combate la una, la otra de retiro, ascetismo y desprendimiento de la vida terrenal".

"Origina la primera las empresas extraordinarias, las encarnizadas y continuas pugnas, los rasgos de heroísmo mixtos de barbarie; de la segunda se engendran los casos de voluntario enterramiento en oscuras celdas, las penitencias rigurosas y espantables, los retiros a eriales y montes, a hórridas cavernas, a desiertos, lejos de todo socorro humano".

"Hay en la Edad Media -al par que fe pujante y alientos para acometer hasta lo imposible-, no sé qué vago convencimiento de la nada de las cosas, percepción confusa del mal del humano vivir, pesimismo creyente que llevaba a pisotear las venturas deleznables y los efímeros bienes de la tierra, y a buscar el reposo allí donde se halla, en el apartamiento, en la renuncia a todo perecedero interés. El oficio de la Iglesia fue equilibrar la fuerza de dos corrientes tan opuestas, evitando que preponderase la última y extinguiese -como en los países budistas- toda energía y acción social".

"Salía apenas Europa de la penosa crisis de su nueva organización, y amagaba al mundo cristiano el grave peligro de recluir su lozana vitalidad en los claustros. Si leemos las historias y crónicas de aquellos días, parece a veces que el Occidente entero, atacado de orientalismo, aspira a sumirse en la contemplación, interrumpiendo el curso de los triunfos que le aseguraron la primacía del orbe. Mas no es posible: la civilización cristiana ha de seguir su marcha; el germen no se deja ahogar; la Iglesia, encargada de custodiarlo, lo preserva de semejante riesgo" (De "San Francisco de Asís"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1944).

Todo indica que el cristianismo pierde su eficacia y su valor en cuanto se descuidan, se tergiversan, se olvidan o se reemplazan los mandamientos originales. De ahí la expresión de Cristo: "En estos dos mandatos se contiene toda la Ley y los profetas" (Mt).

viernes, 14 de abril de 2023

Perón aconsejaba a los jóvenes...

Bajo los regímenes totalitarios no existe libertad de prensa. De ahí la necesidad de divulgar panfletos anónimos como única alternativa para enfrentarse al tirano de turno. Los más conocidos son los "samizdat", impresos mimeografiados que circularon durante la era soviética. "El término samizdat (que significa «publicado por uno mismo») fue acuñado en oposición a gosizdat («publicado por el Estado»), una palabra que estampaba el gobierno en cada publicación oficial. «Yo mismo creo, edito, censuro, publico, distribuyo y resulto encarcelado por eso» es la definición de samizdat del disidente soviético Vladímir Bukovski" (De www.bbc.com/mundo).

Respecto de los panfletos de la época peronista, Pedro J. Frías (h) escribió: "Cuando la Iglesia bajó a las catacumbas argentinas, subió a la calle el panfleto. Vestida en papel de mimeógrafo, la verdad hostilizó a la tiranía cuando se creían amordazadas las bocas y anudadas las gargantas".
"El régimen lanzó contra el mimeógrafo su represión y sus recursos y las carpetas de panfletos y los biblioratos de rumores desalojaron en la impaciencia de la policía a los crímenes comunes".
"Cuando los católicos eran «peligrosos» el panfleto ingresó en la delincuencia política. Con él la verdad se hizo delito y la altivez crimen de lesa majestad".
"Desde entonces el mimeógrado hizo sus impactos con más seguridad que la metralla. La espada que castiga y el mimeógrafo que le suministra las verdades han sido hermanadas otra vez".
"Pero no se apresuren los imitadores futuros: la fuerza del panfleto no fue el anonimato sino LA VERDAD; la fortaleza que sostuvo a sus organizadores no fue la pasión: fue LA DIGNIDAD".

(De "Los panfletos. Su aporte a la Revolución Libertadora"-Recopilación de Felix Lafiandra (h)-Editorial Itinerarium-Buenos Aires 1955)

En los años 50, todos los diarios argentinos en circulación eran peronistas, o se hacían los peronistas para evitar el cierre. De ahí que, para enterarse de los desaciertos del gobierno los panfletos anónimos eran casí la única fuente de información. A manera de ejemplo se transcriben fragmentos de uno de ellos:

¿QUÉ ESTÁ HACIENDO PERÓN CON LA "UES"? (Unión de Estudiantes Secundarios)

Para conocer la UES nada mejor que saber la opinión de Perón: Dijo Perón en un discurso famoso, hace poco más de un año, que "En la UES aprenderán los muchachos y las muchachas a marchar solos en la vida, dejando las polleras de la madre". "Así elegirán ellos mismos su propia moral, y si quieren ser malos serán malos y si quieren ser buenos serán buenos...".
"El deporte es la mejor escuela de moralidad. Los muchachos y las muchachas de la Nueva Argentina no seguirán una moral hipócrita..."

Ahora comparemos un poco lo dicho por Perón con lo que pasa en la UES. En primer lugar: ¿Cómo reaccionaria usted si a su casa fuera un pariente o un amigo, a decirles a sus hijos, en sus propias narices, que "deben despegarse de las polleras de la madre, y ser buenos si se les antoja o malos si les parece...". ¿Qué haría usted con ese pariente o amigo? Bueno, ahí tiene usted la Primera Tragedia de la UES: Perón, abusándose de su poder y de la inexperiencia de sus muchachos, les está inculcando el desprecio por la familia, la rebeldía hacia sus padres, la desobediencia. ¿Tiene derecho? ¿Qué puede hacer usted frente a su hijo, para aconsejarlo y educarlo, cuando el Presidente de la República se lo está insubordinando...?

En segundo lugar dijo Perón que "El deporte es la mejor escuela de moralidad". Usted, señor o señora, sabe lo que es el deporte fomentado por Perón: corrupción, acomodo, venalidad, dinero a granel y homenajes. Lo que usted ha soñado ganar en su vida, lo gana un futbolista o un corredor en una gira al extranjero o en un mes de sueldo. Antes, motonetas..., eso sí, con una condición: Rendir homenajes y dedicar "récords".

Quien no lo hace, no practica deportes, ni puede destacarse, ni viaja al extranjero...¿Se da cuenta cómo moraliza este deporte? ¿Se da cuenta del porvenir que espera a nuestros hijos? Si quieren practicar deporte limpiamente, tendrán mil trabas y dificultades. Si son serviles, rastreros, bajos, entonces les espera un gran porvenir, aunque sea económico..., tendrán treinta años y se venderán por cualquier cosa y a cualquier precio...

jueves, 13 de abril de 2023

Religión natural (deísmo) y Religión revelada (teísmo)

El cristianismo puede interpretarse tanto como una religión natural, desprovista de todas las complejidades de lo sobrenatural, y también como una religión revelada, es decir, revelada por Dios a los hombres desde el ámbito de lo sobrenatural. Debido a que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, o leyes de Dios, no parece sensato suponer que existen leyes naturales, por una parte, y leyes sobrenaturales, distintas de las primeras. Si existe un Dios Creador, seguramente ha hecho un conjunto de leyes que no corresponde denominarlas de ambas formas, como si constituyeran mundos independientes con breves contactos entre sí.

Podemos sintetizar ambas visiones de la siguiente forma:

Religión natural: Universo = Dios = Naturaleza

Religión revelada: Universo = Dios + Naturaleza

Todo parece indicar que el orden natural exige del hombre todo su potencial anímico e intelectual como un precio que dicho orden nos impone como precio por nuestra supervivencia. De ahí que la religión haya surgido del hombre y no de Dios. Si surgiera de Dios, el hombre tendría poco o ningún mérito en el proceso de la evolución cultural en vistas a una adaptación a dicho orden.

Es posible encontrar coincidencias entre ambas visiones. Ello se vislumbra teniendo en cuenta el concepto de ley natural, como vínculo invariante entre causas y efectos. Nuestra vida es posible en un mundo en el que todo responde de igual manera en iguales circunstancias, es decir, un mismo efecto sigue a una misma causa, al menos en el mundo macroscópico de nuestra vida cotidiana. Si así no fuera, estaríamos desconcertados por cuanto no podríamos prever ni siquiera el futuro inmediato. De ahí que la existencia de una ley natural invariante es un requisito necesario para permitir nuestra adaptación al medio y nuestra supervivencia.

En el caso de las personas sucede otro tanto. Si no tuviésemos una respuesta estable, o actitud característica, no podríamos prever el posible comportamiento de los demás y mucho menos sus posibles respuestas. Nuestro crecimiento moral se va construyendo de a poco a medida que vamos advirtiendo los efectos negativos que algunas acciones o expresiones propias inducen en los demás. De esa forma, las vamos dejando de lado y optamos por mantener y acentuar aquellas acciones o expresiones que provocan una respuesta positiva en los demás. No es otra cosa que el método de prueba y error que aplicamos consciente o inconscientemente durante la mayor parte de nuestra vida. De esa forma vamos construyendo de a poco nuestra propia actitud característica.

Si consideramos, aceptando la postura teísta, que Dios es una persona, o que se parece a una persona, imaginamos que responde de igual manera en iguales circunstancias, es decir, lo imaginamos constituido con una actitud característica definida e invariante. Suponemos que un ser eterno ha tenido suficiente tiempo como para ir conformando una personalidad adecuada a su función.

Tanto las personas como las cosas, como se dijo, responden de igual manera en iguales circunstancias, de ahí que todo lo existente esté regido por alguna ley natural; tal la visión asociada a la ciencia experimental. Luego, resulta equivalente la postura de quien cree en un universo regido por leyes naturales invariantes a la postura de quien cree en un universo regido por un Dios que posee una actitud característica definida. Esta idea ya fue tenida en cuenta por René Descartes. Al respecto, Franklin L. Baumer escribió: “Fuese lo que fuese, Dios seguía siendo, ante todo, «inmutable» para la mayoría en el siglo XVII. Desde luego, en la idea de plenitud hay una sugestión de que Dios actúa de maneras nuevas y distintas, de un Dios fecundo, que crea, generosamente, infinidad de seres y de mundos. Pero para todo el que tomara en serio el nuevo orden de la naturaleza, era esencial que Dios mismo no cambiara, como después querrían hacerle cambiar los hegelianos”.

“Descartes insistió en la «inmutabilidad de Dios», en sus Principios de filosofía. Sabemos, escribió Descartes, no sólo que Dios es «inamovible por naturaleza» sino que «actúa de una manera que nunca cambia». «Por el hecho de que Dios no está sujeto al cambio y que siempre actúa de la misma manera, podemos llegar al conocimiento de ciertas reglas a las que yo llamo las leyes de la naturaleza»”.

“Es obvia la conexión, en el cerebro de Descartes entran los dos, entre Dios y las leyes de la naturaleza. La inmutabilidad de Dios garantiza la confiabilidad de la naturaleza (considerada como obra de Dios), y por tanto, la certidumbre científica. Esta interconexión también era cierta para Spinoza y Leibniz, aun cuando tenían ideas distintas acerca de Dios y de su relación con la naturaleza. Hasta entonces, el hincapié seguía, claramente, en el ser de Dios, no en su devenir” (De “El pensamiento europeo moderno”-Fondo de Cultura Económica SA-México 1985).

La creencia en un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, como lo establece el teísmo, presenta el inconveniente en que puede fácilmente convertirse en un vulgar paganismo, ya que se acepta que lo que le acontece a cada individuo no depende tanto de su actitud moral como de la respuesta de Dios a sus pedidos. De ahí que Cristo expresó: “Dios ya sabe que os hace falta antes de que se lo pidáis”, para hacer inefectiva tal distorsión.

Se puede creer en la revelación cristiana sin cumplir con los mandamientos y también se puede cumplir con los mandamientos sin creer en la revelación cristiana. Este es el punto central: ¿es el cristianismo una filosofía en la cual el objetivo y el mérito radican prioritariamente en las creencias en los dogmas adoptados por la Iglesia o bien se trata de una religión inserta en el proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural?

Teniendo presente la profecía bíblica del Apocalipsis, que esencialmente amplía la profecía del propio Cristo acerca de su segunda venida, cabe la siguiente pregunta: ¿qué cambios va a haber en el futuro del cristianismo? Si hasta ahora se lo ha interpretado como una religión teísta, mientras que la ciencia experimental ha confirmado que el mundo real funciona como lo sostienen los deístas (o más cercanamente), es de esperar que en el futuro toda religión tienda a constituirse en una religión natural. Y si es posible una unificación de religiones, seguramente ha de ser en su versión deísta. Si no ha de haber cambio alguno, entonces no sería verdadera la profecía, o no tendría sentido su realización.

La teocracia indirecta, que toma como referencia los libros sagrados, se ha de convertir en una teocracia directa que toma como referencia la ley natural. La actitud característica no sólo ha de ser un vínculo entre individuo y sociedad, sino también entre el individuo y Dios, identificado con el orden natural.

miércoles, 12 de abril de 2023

Igualdad vs mérito

Mientras que, para el cristianismo, igualdad y mérito se dan simultáneamente, en la actualidad se los considera como valores incompatibles. Mientras que el amor generalizado hacia el prójimo implica una actitud igualitaria hacia todos los seres humanos, implica también un mérito por cuanto ello conduce a óptimos resultados sociales.

Si dejamos de lado los aspectos emocionales y sólo consideramos los aspectos materiales de la vida, se derrumban todos los valores cristianos ya que pierden todo sentido. Puede decirse que actúan como en el caso de un final de ajedrez que se juega por casillas negras siendo el cristianismo un alfil que se mueve por casillas blancas.

Una vez que se pierden de vista los valores emocionales, que conducen a lo ético, tiende a surgir la envidia por lo material y por el poder, siendo la envidia la actitud por la cual nos entristecemos por lo que tienen los demás, siendo la envidia un aspecto de la actitud general del odio. Esto se debe a que, si alguien se entristece por el éxito ajeno, se alegrará por su sufrimiento. De ahí que el odio tiende a ser destructivo para el individuo y para la sociedad.

El que odia es el inferior, o el que se siente inferior a los demás. Por ello no quiere competir ni tampoco hacer mérito en alguna actividad por cuanto desconfía de su propia capacidad o de sus propias fuerzas anímicas. De ahí que clama por la igualdad, al menos en un primer momento. Posteriormente será el que aspira llegar al primer lugar usurpando el de aquel a quien por mérito le corresponde. Ello conduce a una enorme diferencia entre el socialista "de a pie" y el socialista en el poder, o en el socialismo teórico y el socialismo real.

La izquierda política se caracteriza por promover el odio entre clases sociales y a proponer una igualdad que no contemple méritos, ya que el mérito está asociado a ventajas, premios o consideraciones logradas bajo algún criterio de valoración de la supremacía individual sobre los demás. Como los premios y las sanciones estimulan una desigualdad circunstancial, son rechazados por el izquierdista.

La abolición de estímulos y sanciones, en cualquier institución, tiende a desalentar al que actúa bien y a alentar al vago y al irresponsable; de ahí que en las economías socialistas todo el mundo trabaje menos, o mucho menos, que si lo hiciera en circunstancias en que, al menos, el fruto de su trabajo fuera para quien lo realiza, en lugar de ser confiscado por el Estado.

El predominio del igualitarismo sobre la meritocracia conduce a la absurda situación que el cambio social debe establecerse para que el envidioso no haga ningún esfuerzo y sea el resto el que a él se adapte. Para tener una sociedad humana plena, debería adaptarse quien carece de virtudes suficientes respecto del resto.

Desde las épocas de Adam Smith se reconocen las ventajas de la división (o especialización) del trabajo. Para el establecimiento de una productividad aceptable, es imprescindible una gran diversidad en las características y en las preferencias laborales de los distintos seres humanos. Una superioridad parcial, existente y necesaria, no es admitida por todos, ya que, respecto de quienes nos superan, se pueden adoptar dos actitudes extremas: una consiste en emularlos o imitarlos, mientras que la otra actitud implica envidiarlos o bien negar los valores y habilidades que posean.

Como la envidia resulta moralmente dolorosa para todo individuo, quienes renuncian a la emulación de los mejores, pueden caer en la actitud del resentido; persona que se protege de toda posible superioridad ajena negando todo tipo de valor asociado a posibles conquistas o acciones humanas. Gonzalo Fernández de la Mora escribió: “El envidioso estima los valores, pero le duele que los posea otro y le hagan más feliz. En cambio, el resentido llega a negar los valores y aun a considerarlos contravalores” (De “La envidia igualitaria”–Editorial Planeta-Barcelona 1984).

El símbolo de la justicia es una balanza en equilibrio; de ahí que la igualdad sea considerada como una condición de justicia. Cuando se habla de justicia social, se acepta tácitamente una igualitaria distribución de la cosecha, aunque generalmente se descarta una previa e igualitaria distribución de la siembra. De ahí que muchos creen ser “generosos” apoyando la posibilidad de repartir medios económicos ajenos una vez “cosechados”. Gonzalo Fernández de la Mora escribió: “Los demagogos apelan a la envidia porque su universalidad hace que todos los hombres sean víctimas potenciales y porque la invencible desigualdad de las capacidades personales y la irremediable limitación de muchos bienes sociales hacen que, necesariamente, la mayoría sea inferior a ciertas minorías. El cultivo de ese sentimiento de inferioridad envidiosa es la táctica política dominante, por lo menos, en la edad contemporánea. El demagógico fomento de la envidia, como cuanto se refiere a ese sentimiento inconfesable, no se realiza de modo franco, sino encubierto. Un enmascaramiento muy actual de la envidia colectiva es la llamada «justicia social»”.

El capitalismo privado tiende a producir diferencias económicas y sociales, pero con grandes rendimientos productivos. Las economías dirigidas desde el Estado, por el contrario, buscan la igualdad económica generalmente asociada a una reducida productividad. En un caso tenemos la desigualdad en la riqueza y en el otro caso la igualdad en la pobreza. Respecto de la actitud del que prefiere una u otra opción, podemos ejemplificarla suponiendo el caso de alguien que tiene que elegir a sus vecinos. Si se trata de una persona no envidiosa, preferirá que sus vecinos tengan mucho dinero. De esa manera, en caso de que alguna vez le falten los medios económicos básicos, es posible que reciba alguna ayuda de quienes más tienen. Por el contrario, la persona envidiosa preferirá tener vecinos con menos recursos que él. Cuando le falte algo, casi nadie podrá ayudarlo.

Las tendencias políticas de izquierda y derecha pueden asociarse, respectivamente, a la búsqueda prioritaria de la igualdad y a la búsqueda de la libertad, según lo propone el escritor Norberto Bobbio. La igualdad económica fue la meta de la sociedad comunista, aunque para ello se debió restringir totalmente la libertad. La sociedad liberal tiende a producir desigualdades, de ahí que deban buscarse soluciones intermedias, ya que la falta de libertad hace desdichada la vida del hombre, mientras que las desigualdades sociales notorias crean tensiones que podrán llevar a conflictos insuperables. C. Bouglé escribió: “La igualdad de oportunidades no está hecha para borrar, sino para poner de relieve la desigualdad de capacidades”.

Si tratamos de promover un orden social que satisfaga al que compite con poco éxito, estaremos favoreciendo al envidioso. En el ámbito educativo, en alguna ocasión se llegó al extremo de aceptarse que el abanderado del establecimiento surgiera de la elección de sus propios compañeros, desconociéndose los logros educativos anteriores. Al no otorgarle la distinción que merecía, el establecimiento permitió premiar, alguna vez, al que no realizó méritos suficientes. En estos casos, no se logró una injusta igualdad, sino una injusta desigualdad, algo todavía peor. El lema igualitario del marxismo sugiere “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”, lo que implica que se debe sembrar según su capacidad (desigual) y cosechar según su necesidad (igualitariamente). Este “igualitarismo” se opone a la “meritocracia” que contempla el esfuerzo y las capacidades individuales, tal como lo impulsa la tendencia liberal.

La mentalidad que “protege” la actitud del envidioso puede ejemplificarse en el caso de una reunión de aficionados a la filosofía. En tal caso, se considera tan valiosa la opinión del que se dedica al tema desde mucho tiempo atrás, como la del adolescente que piensa por primera vez acerca del tema debatido. En un ámbito como el descrito, predominará la mediocridad. La excesiva “igualdad” impedirá la enseñanza y el aprendizaje, ya que se acepta tácitamente que nadie sabe más que otro. El lema “nadie tiene la verdad”, es equivalente a “cualquiera tiene la verdad”, mientras que la realidad es que algunos están más cerca de la verdad que otros, que es algo distinto.

Así como los procesos térmicos requieren de un inicial desequilibrio térmico y los procesos eléctricos requieren de cierto desequilibrio eléctrico inicial, los procesos sociales también han de ser impulsados por ciertas desigualdades previas. Tal concepto es sustentado por el economista John Rawls. Al respecto, Raymond Boudon escribe: “Consciente de que esta elevación del nivel de base sea obtenida mediante un aumento de las desigualdades, poco importa que el rico se torne más rico si se puede demostrar que ello permite al pobre volverse menos pobre: ése es el mensaje de las curvas rawlsianas. Tal es el contenido del célebre principio de diferencia: la diferencia entre el mejor y el peor dotados debe justificarse por el hecho de que contribuye a mejorar la condición del segundo” (Citado en “Los profetas de la felicidad” de Alain Minc – Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2005).

La violencia social tiene dos estímulos principales: el lujo, y la posterior ostentación, por una parte, y, la demagogia izquierdista que culpa de todos los males, con exclusividad, a la clase productiva y empresarial. Se le informa al menos pudiente, día a día, instante a instante, que toda la culpa de sus males y de su sufrimiento la tiene el que posee una aceptable situación económica. Así, luego del asesinato de la mujer de un empresario, víctima de un robo, no resultó extraño que alguien justificara tal acción diciendo que el que tiene dinero suficiente “lo robó antes o lo robó ahora”. El ciudadano común impulsa la violencia urbana de la cual incluso alguna vez podrá ser una víctima. La búsqueda de la igualdad económica presupone una igualdad en el grado de felicidad a lograr. De ahí los intentos por llegar a esa situación. En cambio, debe admitirse que la felicidad está ligada también a los aspectos emocionales o éticos, como también a aquellos intelectuales o culturales.

La igualdad que debemos contemplar es aquella que surge del hecho de estar regidos por una ley natural única y universal. Sólo desde allí tiene sentido impulsar la igualdad de los hombres. Así, el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, nos conduce hacia esa igualdad natural, apuntando a lograr la felicidad, pero no a satisfacer nuestra tendencia competitiva. G. Thibon escribió: “El igualitarismo cristiano, basado en el amor que eleva, implica la superación de las desigualdades naturales; el igualitarismo democrático, basado en la envidia que degrada, consiste en su negación” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de P. Foulquié–Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

La lucha ideológica entre marxismo y cristianismo sigue todavía vigente; el primero trata de establecer un orden social artificial que busca liberar al individuo de la envidia. El cristianismo, por el contrario, trata de eliminar la envidia a través del sentimiento del amor. A partir de ahí podrá construirse un orden social natural que será beneficioso para todos.