jueves, 29 de diciembre de 2011

Acerca del ateísmo

Las distintas actitudes filosóficas adoptadas por el hombre se basan principalmente en la idea que adopta respecto del mundo como una totalidad. La idea de Dios aparece justamente como una hipótesis básica que nos permite disponer de una descripción que abarca todo lo existente.

Cuando profundizamos respecto de nuestro mundo, la primera idea que nos surge es la de que éste existe antes de la aparición del hombre y que, por lo tanto, no es obra de la acción humana. Asociamos el nombre de Dios a ese personaje imaginario que lo ha hecho todo, que ha impuesto su criterio creador y su voluntad para que las cosas funcionen de cierta manera y no de otras. Luego aparecen las distintas posibilidades de lo que Dios es, o no es, dando lugar a las distintas variantes que aparecen en la religión y en la filosofía. Podemos hacer un esquema que contempla las principales posturas posibles:

a) Dios, o los dioses, deciden cada acontecimiento cotidiano (teísmo, paganismo)
b) Dios ha establecido sus leyes y no interviene en forma directa (deísmo)
c) Ninguna de las posturas anteriores tiene validez (ateísmo)
d) Debemos rechazar y combatir las dos primeras posturas (contrateísmo)

Hay quienes suponen la existencia de un Dios, o de varios dioses, que desde alguna parte intervienen cotidianamente en la vida de cada ser humano. Para que sus decisiones nos resulten favorables, se realizan pedidos, ofrendas o sacrificios, lo que da lugar al paganismo. También la actitud ética resulta ser una respuesta a una creencia similar, excepto que esta vez se supone que Dios nos exige determinada conducta moral. Es el ámbito de la religión subjetiva por cuanto no hay otra referencia, en cuanto a su validez, que la fe o la creencia en el Dios, o los dioses, por parte del ser humano.

Como variante del teísmo y en oposición a la religión pagana (la que no tiene en cuenta las leyes naturales) aparece la religión deísta en la cual se considera que todo lo que le sucede a un ser humano no depende tanto de su creencia en Dios, o en las decisiones de ese Dios, sino en la actitud ética adoptada respecto de sus semejantes. La creencia en sí sólo es un medio para lograr un comportamiento ético adecuado. La religión adquiere un carácter objetivo por cuanto se toman como referencia las leyes naturales básicas que rigen nuestra conducta individual y social. William James dijo: “Dios es real porque produce efectos reales”.

La religión ética tiende a suplantar al paganismo, a veces adoptando rituales similares, como es el caso del cristianismo cuando busca predominar sobre las antiguas religiones vigentes en el Imperio Romano. Ésta ha de ser una característica de las distintas religiones, ya que tratan de desplazar a las consideradas falsas religiones. Además, es posible que caigan en severas distorsiones que las pueden llevar desde la religión ética y objetiva al ámbito de la religión pagana y subjetiva.

La seguridad que provenía de las intervenciones favorables de Dios en la visión teísta es reemplazada por la certeza en la existencia de leyes claras e invariantes en la visión deísta. Estas posturas hacen recordar a la seguridad que se espera de un gobernante a cargo del Estado (socialismo) y a la adaptación a las leyes establecidas (liberalismo democrático). Lo importante es saber, no en lo que creen los hombres, sino en cómo funciona el universo real.

Posteriormente aparecen tendencias que desconocen no sólo la validez y la eficacia de las religiones subjetivas y paganas, sino también las de las propias religiones objetivas y éticas, como es el caso del ateismo, palabra que implica una negación de Dios tanto como Creador de las leyes que gobiernan al mundo como del Dios que interrumpe tales leyes para favorecer a los hombres que le rinden homenajes.

De todas formas, no debe identificarse la actitud ética de un individuo con la postura filosófica adoptada. Esa confusión lleva al creyente, por lo general, a considerarse éticamente superior al ateo, algo que no se cumple en todos los casos, o ni siquiera en su mayor parte. Tal es así que, en el caso del cristianismo, como cuesta bastante amar al prójimo como a uno mismo, se ignora tal mandamiento y se reduce tal religión a algo más fácil de cumplir, que es la creencia en sí. La religión no debe ser sólo contemplación sino también acción. Se ha dicho que ateo es “el que no cree en la existencia de Dios (ateo teórico) o vive como si Dios no existiese (ateo práctico)”.

Mientras que el ateo tiene una postura pacífica respecto de la religión, existe otra forma de ateísmo que la niega y la combate, y es lo que podríamos denominar “contrateísmo”. Su lema podrían ser las siguientes palabras de Vladimir Lenin: “Millones de inmundicias, mancillas, violencias, enfermedades, contagios, son mucho menos temibles que la más sutil, la más depurada, la más invisible idea de Dios”. (Citado en “El marxismo leninismo” de J. Ousset).

El marxismo considera que la religión es una cuestión promovida por la burguesía para dominar y explotar más fácilmente a las masas. Karl Marx y Friedrich Engels escriben: “La leyes, la moral, la religión son para el proletariado meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía” (De “El Manifiesto Comunista”–Editorial Anteo-Buenos Aires 1973).

Por otra parte, Josef Stalin escribió: “No hay neutralidad frente a la religión. Contra los propagadores de absurdos religiosos, contra los eclesiásticos que envenenan las masas, el partido comunista no puede menos que seguir la lucha”. “No le olvidaremos nunca, no olvidaremos nunca la enseñanza de nuestro querido Lenin: la religión y el comunismo son incompatibles tanto teórica como prácticamente. Nuestra tarea es destruir toda especie de religión y de moral, pues a vuestros ojos solamente es moral lo que es útil al bolchevismo” (Citados en “El marxismo leninismo”-Jean Ousset-Editorial Iction-Buenos Aires 1963).

Jean Ousset escribió: “Negar a Dios dogmática y especulativamente es, con todo, hacer obra de animal racional, de animal metafísico: es abordar el problema de Dios; es un dejar entender que allí existe un serio problema. Y también es hacer conocer infaliblemente que hubo pensadores, sabios, artistas, bienhechores de la humanidad que creyeron en Dios”.

“Negar a Dios especulativa y dogmáticamente es atraer la atención sobre este problema, esencialmente metafísico y por ahí incitar a la gente en el valor de tales investigaciones. Por el contrario, la «Alta Venta» italiana aconsejaba ya: «No hay que combatir a la Iglesia con frases: sería propagarla. Hay que aplastarla con hechos». Tal es por esencia y excelencia el método marxista, y podríamos decir el marxismo mismo. Pues «el ateismo activo –decía Marx- es la ley orgánica del comunismo»”.

Las tendencias totalitarias, tanto en lo político como en lo económico, adoptan en el aspecto religioso una actitud atea, ya que desconocen la validez de todo tipo de religión. Incluso tratan de utilizarla para sus fines políticos, cuando es necesario, adoptando disfraces de aparente adhesión o bien de convivencia pacífica con la religión establecida, aunque tratan de destruirla por cuanto la consideran negativa para sus fines.

Es sabido que tanto nazis como fascistas se identificaron ideológicamente con Friedrich Nietzsche, quien fue uno de los mayores opositores del cristianismo. En “El Anticristo”, Nietzsche escribe:

“Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer”.

“¿Hay algo más perjudicial que cualquier vicio? Sí, la compasión que experimenta el hombre de acción hacia los débiles y los idiotas: el cristianismo”.

“El cristianismo no puede tener disculpa. Es inútil, pues, que se pretenda poetizarlo. Ha hecho la guerra a muerte a ese tipo superior de hombre, ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo de hombres y ha destilado de esos instintos el mal y lo malo; el hombre fuerte ha sido siempre considerado como un tipo reprobable. El cristianismo se ha puesto del lado de todo lo débil, de todo lo bajo, de todo lo fracasado, formando un ideal que se opone a los instintos de conservación de la vida fuerte, y que ha echado a perder la razón aun de las naturalezas intelectualmente más fuertes, enseñando que los valores superiores de la inteligencia no son más que pecados, extravíos y tentaciones” (De “El Anticristo”-Edicomunicación SA-Barcelona 1997).

Quienes más se oponen a la religión son los que tratan de reemplazarla imponiendo sus propios criterios personales. Aparece así el “superhombre” de Nietzsche que da lugar a la búsqueda de la “superhumanidad” fascista y del predominio de la “raza superior” del nazismo. Desde el socialismo marxista se dio lugar a la búsqueda y a la formación del “hombre nuevo soviético”. Como siempre, la debilidad humana extrema va asociada a la soberbia extrema.

Una de las formas actuales de degradar a la religión (además del deterioro causado por sus propios seguidores) consiste en otorgarle una validez personal en lugar de social, presuponiendo que poco tiene que ver con el mundo real y que debe dejarse a cada uno que crea en lo que mejor le parezca. Jean Ousset escribió:

“En vez de atacar de frente a las verdades religiosas profesadas por los católicos, el marxismo se esfuerza por reducirlas a un sentimiento personal”.

A pesar de la incompatibilidad entre marxismo y cristianismo, a veces el marxismo ha previsto la posibilidad de avanzar en sociedades cristianas considerando una supuesta compatibilidad. Utiliza el lema “Aplastar al enemigo sirviéndose del enemigo mismo”. Así, el ex líder de la URSS, Nikita Kruschev, alguna vez afirmó:

“Hay aquí (Albania) un cierto número de católicos, dignos de alabanza, que se distinguen por su independencia del Vaticano y por el apoyo que ellos dan a la evolución progresista del socialismo bajo la dirección del Partido Comunista”.

La religión, al menos en el caso del cristianismo, brinda al individuo un sentido para su vida, además de la ética natural requerida por las leyes naturales que rigen nuestra conducta. De ahí que no es raro que quien cumpla con el mandamiento del amor al prójimo, logre un nivel de felicidad óptimo. Como el marxismo se basa esencialmente en el odio hacia “la clase social incorrecta”, tratará de destruirla, incluso apuntando hacia las bases religiosas que han producido el óptimo mencionado.

No está demás decir que la religión cristiana ha sido brindada a todos los hombres del mundo y que no pertenece sólo a sus seguidores, ya que no existen “concesionarios exclusivos”, sino que está disponible principalmente para aquellos que aún no han encontrado un sentido para sus vidas o que no han encontrado la sugerencia ética adecuada para una plena adaptación a la sociedad y al orden natural.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Capitalismo y competencia

Subyacente a todo el pensamiento social, aparecen dos tendencias que se presentan como antagónicas y opuestas, tales la cooperación y la competencia. Desde la biología hasta la economía y la psicología social se tienen presentes a ambas para darle un fundamento concreto a las descripciones que se realizan acerca del comportamiento social del hombre.

Gran parte de las críticas que sufre el capitalismo derivan de su aparente adhesión a la competencia relegando a un segundo plano a la cooperación. Sin embargo, veremos que es conveniente razonar en base a hechos concretos en lugar de detenerse en razonamientos en base a palabras, ya que éstos son los indicados para hacer triunfar los planteamientos más absurdos rebatiendo las ideas más convenientes.

Las principales acusaciones que se emiten para descalificar al capitalismo, o economía de mercado, recaen, como se dijo, sobre el estímulo de la competencia empresarial y la posterior concentración de poder económico a la que llevaría tal competencia. También se le critica favorecer a quienes más tienen en perjuicio de los pobres proponiendo una mínima intervención del Estado. Incluso se dice que el mercado es un proceso anárquico; por mencionar las críticas más frecuentes.

Supongamos el caso de un pueblo que se encuentra distante varios kilómetros de cualquier otro conglomerado urbano. En ese pueblo existirá una panadería que proveerá de sus productos a los habitantes. Supongamos, además, que el dueño de ese establecimiento, al saber que no existe otro negocio similar, tienda a tratar, no de cooperar con su pequeña industria a la vida cotidiana de sus vecinos, sino a enriquecerse subiendo sin causa el precio del pan, quizás buscando competir socialmente con otros vecinos que tienen una mejor posición económica.

Es posible que durante cierto tiempo logre sus propósitos por cuanto, aun cuando duplique o triplique el valor del pan, seguirá siendo más conveniente para la población adquirirlo cerca de sus casas que viajar varios kilómetros hasta el pueblo más cercano.

Imaginemos que el verdulero y el dueño del corralón adoptan una postura comercial similar a la del panadero, duplicando y aun triplicando el precio de sus mercaderías por cuanto son los únicos que venden esos productos en el pueblo. Ante esta perspectiva, es posible que algunos habitantes opten por viajar en su automóvil, algunas veces por semana, hasta el pueblo vecino, para realizar sus compras a precios menores, pero la gente con pocos recursos, que no tiene ese medio de transporte, se verá obligada a pagar los precios excesivos para continuar viviendo en ese pueblo.

Nótese que la situación descripta implica egoísmo por parte de los comerciantes mencionados, ya que tratan de competir socialmente con los demás, perjudicando de esa forma a la gente de menores recursos. El lector acostumbrado a escuchar las críticas adversas al capitalismo supondrá que tal situación es la promovida por el liberalismo. Sin embargo, la realidad es completamente diferente. El liberalismo propone que tanto el Estado como la sociedad favorezcan la competencia empresarial para permitir que, en casos como el mencionado, aparezcan competidores (otra panadería), para evitar la suba injustificada de precios y para beneficiar así a toda la población, especialmente a los sectores menos pudientes.

La competencia promovida por el liberalismo es una competencia cooperativa, ya que ambos panaderos, el antiguo y el nuevo, competirán para satisfacer de una mejor manera la demanda de los clientes, es decir, para cooperar mejor con la clientela. A partir de la llegada del nuevo panadero, el primero deberá reducir el precio para no quedarse sin clientela, aunque seguramente seguirá siendo tan egoísta como antes. Pero, al verse reducidas sus pretensiones, actuará cooperativamente gracias a las presiones de la competencia. De ahí que el mercado puede funcionar aceptablemente a pesar del egoísmo empresarial, que es muy distinto a promover el egoísmo como factor necesario para el progreso.

Quienes se oponen a la economía de mercado, debido a que promueve la competencia empresarial, apoyan necesariamente a una economía de tipo monopólico, que perjudicará a la gente de menores recursos y que habrá de producir una gran desigualdad social. Sin embargo, supuestamente están a favor de los pobres, en contra de la desigualdad social y a favor de la cooperación, lo que resulta difícil de entender debido a que se presenta una esencial contradicción.

El que promueve el monopolio en lugar de la competencia, es el que pretende solucionar el caso del panadero abusador, no con el mercado, sino con un monopolio de tipo estatal, que es el socialismo. Si bien no habría razón para que se solucionara la situación cambiando un monopolio por otro, encuentra en la “superioridad ética” del marxista, a cargo del Estado, la posibilidad de un “buen distribuidor de lo que otros producen” en oposición al empresario privado, que sería “egoísta y explotador” por naturaleza.

La actividad comercial de tipo monopólico, aun cuando pueda parecer una situación perdurable, con el tiempo tiende a desaparecer por cuanto, volviendo al ejemplo considerado, es posible que algún comerciante foráneo se entere de la situación comercial vigente en el pueblo y abra un comercio que tienda a absorber gran parte de la clientela insatisfecha de los comerciantes abusadores.

También quienes se oponen a la competencia empresarial critican a las empresas más exitosas acusándolas de concentrar gran cantidad de capital y a promover “desigualdad social”. Como el mercado tiende a limitar el monopolio, cuando nos enteramos de que una empresa multinacional tiene un elevado capital, debemos asociarlo a una gran eficacia productiva. Si nos enteramos que Toyota es una de las mayores empresas del mundo, nos imaginamos a millones de usuarios que han podido adquirir uno de los vehículos por esa empresa fabricados. Si nos enteramos que Intel también es una de las mayores empresas del mundo, suponemos que millones de usuarios han podido adquirir una computadora personal realizada con microprocesadores fabricados por esa empresa. Nuevamente, la critica adversa tiene poco sentido, excepto para grupos caracterizados por el pensamiento destructivo que concentran su malestar atacando a todo aquello que sea útil y que beneficie a la sociedad.

En cuanto a la intervención del Estado sobre la economía, la actitud capitalista sostiene que debe intervenir lo necesario para mantener funcionando eficazmente el mercado. Lo necesario puede ser poco o mucho, dependiendo de las circunstancias. Lo que se propone es que el Estado no distorsione el mercado imponiendo precios, tasas de interés, cantidad de dinero circulante, etc., fuera de los valores necesarios para que funcione como un sistema autorregulado, ya que tales distorsiones empeorarán las cosas en lugar de mejorarlas, algo que se ha comprobado muchas veces.
Bajo cierto racionalismo, no debería ser criticable tratar de que las cosas no empeoren.

Ante una situación de crisis, en la cual se produce una disminución de cierto producto, la actividad empresarial tenderá a resolver la situación bajo las condiciones del mercado, mientras que si se trata de una economía socialista, la planificación tenderá a demorar excesivamente la solución esperada. Pierre Frances escribió:

“Para realizar esta inmensa transformación, no se ha hecho ningún llamado a la iniciativa individual, pues la doctrina soviética lo prohíbe. El Estado se ocupa de todo, cosa que explica las lentitudes y los fracasos”.

“Estas gentes viven aquí con una manía persecutoria. Se creen rodeados de enemigos, y hasta llegan a creer ellos mismos todas esas historias de sabotajes por medio de las cuales se explican al pueblo los fracasos del plan quinquenal”.

“Esta explicación no nos basta, y nosotros, que a menudo habíamos hablado de la anarquía del régimen capitalista, comenzamos a comprender que la planificación es algunas veces mucho más anárquica. ¿Qué ocurre, en efecto, en un régimen capitalista cuando se carece de algo? La ley de la oferta y la demanda hace subir inmediatamente su precio; todo el mundo se precipita para fabricarlo, pues los productores se ven atraídos por el beneficio, y el equilibrio es así alcanzado de nuevo rápidamente. Por el contrario, en el régimen planificado, donde cada cosa no tiene sino la importancia que debe finalmente tener, lo que parece deber evitar toda superproducción y toda subproducción, sucede que la paralización del más mínimo engranaje detiene a toda la maquinaria, y no existe esa alza de los precios que conduce al restablecimiento del equilibrio. Es necesario haber visto funcionar el régimen colectivista para comprender en su justo valor todo el interés del sistema de la libre empresa del régimen capitalista” (De “La Rusia neo-zarista de Stalin”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1944).

Mientras que el panadero mencionado en un principio seguirá siendo egoísta aun bajo un sistema de competencia empresarial, quienes combaten al capitalismo cambiando totalmente la realidad, seguirán siendo totalitarios aunque no puedan instaurar tal sistema debido principalmente a la presión de un gran sector de la sociedad que no permitirá que se llegue a sistemas sociales de tipo carcelario.

Mientras que en el capitalismo toda empresa sufre un constante examen de calidad y precios por parte de sus clientes, con el riesgo de quedar fuera del mercado si no supera la evaluación, en las economías planificadas no existe ese control, por lo que la eficiencia empresarial es reducida. Sin embargo, cada empresa estatal debe afrontar el control de los planificadores quienes compararán los objetivos fijados con los resultados logrados. En épocas de Stalin, toda discordancia de los resultados con la planificación era atribuida a los conspiradores seguidores de Trotsky, en lugar de ser atribuida a las limitaciones inherentes al propio sistema. Incluso se obligaba a los funcionarios a reconocer fallas propias para salvar el prestigio del plan gubernamental. Pierre Frances escribió:

”Le pregunto cómo se han podido obtener confesiones tan fenomenales de esos hombres importantes, que se han acusado todos a sí mismo de crímenes diez veces superiores a cuanto era necesario para hacerlos condenar a muerte, y le recuerdo especialmente esa declaración inverosímil del director de los ferrocarriles, reconociendo que había organizado ¡¡ diez mil accidentes de ferrocarril !!. Pretende él que esas confesiones «espontáneas» se explican por la acción de la GPU que había amenazado con fusilar a las familias de los acusados, además de fusilarlos a ellos mismos, si no recitaban en su totalidad la lección aprendida”.

La mentalidad prevaleciente en una sociedad hace que se busque con preponderancia el capitalismo o bien el socialismo. Cuando la mayor parte de la población busca producir y realizar intercambios, piensa cooperativamente y a favor del capitalismo. Cuando la mayor parte de la población pretende distribuir lo que producen los demás, o bien vivir a costa de lo que producen los demás, teniendo al Estado como intermediario, entonces piensa en forma egoísta y a favor del socialismo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Acerca de la violencia

Se ha definido la violencia como la acción que busca causar daño físico o psicológico a otra persona, distinguiéndose la violencia instrumental, como medio para conseguir un objetivo, y la que es en sí misma un objetivo.

Se estima que en todas las guerras, atentados y exterminios ocurridos durante el siglo XX, se produjeron unas 187 millones de víctimas. La escalada de violencia está asociada a los conflictos entre grupos antes que entre individuos. Amalio Blanco escribió:

“La violencia se ha ejercido mucho más en nombre del «nosotros» que del «yo»; con elevada frecuencia se inserta dentro de una lógica intergrupal en la que las múltiples pertenencias a determinadas categorías sociales (pertenencia categorial) ocupan un lugar preferente” (De “Los cimientos de la violencia”-Mente y Cerebro-Prensa Científica SA-Jul/Ago 2011).

La formación de grupos antagónicos promueve la violencia masiva, siendo sus rasgos característicos sintetizados por Amalio Blanco:

“Rígida verticalidad entre grupos y estratos sociales (el poder es, sin duda, una de las claves de la violencia); creencia en la superioridad de unas personas gracias a y en virtud de sus pertenencias grupales o categoriales (etnocentrismo); presión hacia la conformidad y la uniformidad; escaso respeto por la independencia; activación de las divisorias con mano firme (apoyada en recios fundamentos ideológicos) y trazo grueso (exclusión), y desigualdad económica e injusticia social”.

La violencia no es otra cosa que la manifestación activa de la actitud del odio, por el cual el individuo siente cierta satisfacción por el sufrimiento ajeno y tristeza por la alegría de otros. El odio colectivo presenta el mayor peligro para la futura continuidad de la civilización. Alfred A. Häsler escribió:

“El odio es un fenómeno, un hecho con el que directa o indirectamente nos vemos confrontados cada día. Me refiero, sobre todo, al odio colectivo, objeto de cálculo político y manipulación, como es el odio racial y el odio de clases. Los motivos son diferentes; pero, a fin de cuentas, ¿el resultado no es el mismo?: el aniquilamiento de vidas humanas” (De “El odio en el mundo actual”-Alianza Editorial SA-Madrid 1973).

En el artículo citado de “Mente y cerebro”, aparecen datos sobre la violencia en distintos países y ciudades, como es el caso de España, en donde se registró un promedio de 2,6 muertes por cada 100.000 habitantes (2008), mientras que en El Salvador pasó de 52 a 72 entre 2008 y 2009. En Caracas, Venezuela, la tasa fue de 127 en el 2008, resultando sorprendente, en este último caso, que desde la propia presidencia de la Nación se promueva, casi cotidianamente, la violencia política, mediante mensajes televisivos, incentivando el odio entre la “burguesía y el proletariado”.

La violencia grupal, ya sea ejercida por grupos urbanos, guerrilleros marxistas o terroristas islámicos, parece ser la consecuencia de la pérdida de individualidad de sus integrantes ante la poderosa influencia de la mentalidad reinante en el grupo. De ahí que, en un estudio realizado sobre el terrorismo, en el que son consultados 172 terroristas, se encontró que el 68% se había incorporado debido a la presión de los amigos, mientras que un 14% lo había hecho por la existencia de parentesco con algún otro miembro del grupo.

En cuanto a las características individuales y las situaciones sociales que favorecen el acceso de jóvenes a los grupos violentos, Amalio Blanco escribió:

“Los estudios llevados a cabo por el IUDOP a lo largo de los últimos veinte años refuerzan la idea de que detrás de la incorporación a las maras se encuentra la necesidad de respeto, amistad, apoyo, pertenencia, poder, solidaridad y compañerismo”.

La violencia no se presenta como la consecuencia de características genéticas heredadas, sino que resulta ser un comportamiento ligado a la cultura (o a la incultura) prevaleciente en el medio social. De lo contrario, no aparecerían diferencias tan grandes en el nivel de violencia como las mencionadas. Ashley Montagu escribió:

“En el «Origen de las Especies», Darwin habla a menudo de «la guerra de la naturaleza». Pero esto es absurdo. No hay tal guerra en la naturaleza, pues el hombre es la única criatura que lleva a cabo ataques deliberadamente contra otros grupos de su propia especie. Del mismo modo, «lucha» debe interpretarse correctamente, no como una pelea de los animales entre sí por la existencia, sino como el combate de las criaturas vivientes contra su medio, con vistas a la supervivencia. No hay ahí lucha contra otros animales, sean éstos de la propia especie o de otra ajena, sino más bien, pugna contra el ambiente. En la medida en que otros animales forman parte del medio, es claro que también ellos, en cierta proporción, se encuentran implicados. Pero el aspecto importante, que es necesario entender, es que la lucha no se desarrolla entre animales, sino entre éstos y su ambiente, y los que más probabilidades tienen de perpetuar su especie son aquellos que se encuentran en mejores condiciones para hacer frente a los desafíos del medio”.

“El principio de cooperación ha sido resumido por un grupo de destacados biólogos en la afirmación de que la probabilidad de supervivencia de los seres vivientes aumenta en la medida en que se adaptan, en forma armoniosa, entre sí y a su medio”.

“Comenzamos a entender, pues, que desde el punto de vista social la evolución misma es un proceso que favorece la cooperación y no a los grupos anticooperativos, y que la «aptitud» es una función del grupo en su conjunto y no de individuos aislados. La aptitud del individuo deriva en gran parte de su pertenencia a un grupo. Cuanto más cooperativo es éste, mayor es la capacidad para la supervivencia de que gozan todos sus miembros”.

“Si quisiéramos buscar una palabra que definiese la sociedad mejor que ninguna otra, esa palabra sería cooperación. Lo que hay que entender, y tiene suma importancia, es que, contrariamente a las creencias de la escuela de pensamiento de la «supervivencia del más apto», el hombre no necesita crear un espíritu cooperativo que lo eleve sobre el nivel de sus esfuerzos «salvajes» para ser distinto. De ninguna manera. Los impulsos hacia la conducta cooperativa se encuentran presentes en él desde el nacimiento y sólo necesitan ser cultivados. No hay ni rastros de evidencias en el sentido de que el hombre nazca con impulsos «hostiles» o «malignos» que deban ser vigilados y disciplinados” (De “Qué es el hombre”–Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1969).

El nivel de violencia de una sociedad tampoco debe asociarse al nivel económico de sus integrantes, ya que aun en países con un elevado poder adquisitivo de sus habitantes, se encuentran niveles importantes de violencia, como es el caso de los EEUU, en donde el 2% de la población laboralmente activa está en la cárcel.

Una de las formas en que se ejerce la violencia psicológica es a través de la difamación de los demás. También adoptando una postura “pacífica y humanista”, tal la de quienes muestran una conversación “culta, suave y amigable”, y emiten expresiones que buscan la destrucción psicológica del receptor de su mensaje.

Es oportuno citar a un autor que considera como “violencia” al hecho de estimular las buenas respuestas de los alumnos por parte de los docentes. Guillermo Alfredo Terrera escribió: “Violencia pedagógica: Las calificaciones y la inveterada costumbre de maestros y profesores de hacerlas resaltar como ejemplos de inteligencia y buen comportamiento. Selección de los mejores. El puntaje público, para cohonestar a los demás. Las becas al mejor……” (De “El hombre y la sociedad”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1975).

Cuando, por el contrario, no se distingue al mejor alumno y se trata de esconder toda las evidencias de su buen desempeño, se apunta a que los peores ocupen en el futuro un lugar que no deberían, como ocurre muchas veces con los cargos públicos asignados por el poder político de turno. Además, si se trata de proteger al envidioso por los éxitos ajenos, no habría que beneficiar a los demás porque casi siempre aparecerá un envidioso que ha de sufrir en esa circunstancia. En el futuro, es posible que el mejor alumno llegue a ser empresario. Entonces, se lo denigrará por cuanto se lo considerará como un explotador, para continuar con la actitud protectora de la envidia generalizada.

Es posible que el origen de la violencia radique en el nivel de elevada frustración de los individuos, o bien, por el reducido nivel de autoestima que posean; síntomas que aparecen juntos. Tales aspectos pueden ser descriptos mediante las siguientes relaciones:

Autoestima = Éxitos / Pretensiones

Frustración = Éxitos - Pretensiones

La tendencia a la competencia con los demás tiende a producir una tendencia a la agresión por parte de los más frustrados, debido a causas reales o aparentes que motivan su frustración. Tal situación es personal o subjetiva, por lo que viene asociada a una reducida autoestima, como es el caso del que posee mucho dinero pero carece de afectos o de atributos intelectuales, o bien del que posee estos últimos pero carece de bienes materiales suficientes. Por lo general, aparecen desequilibrios emocionales al no valorarse adecuadamente algunos de los aspectos mencionados, es decir, valores afectivos o éticos, intelectuales y estéticos.

Por lo general existe una tendencia a la compensación de valores mediante la cual el individuo se aferra a sus aspectos exitosos evitando de esa manera sentirse frustrado y con reducida autoestima. Incluso el individuo emocionalmente estable tiende a redoblar sus esfuerzos cada vez que escucha opiniones adversas hacia su persona o hacia sus logros, mientras que otros, por el contrario, en esa circunstancia tenderán a abandonar sus intentos por lograr mejorar su situación.

Los problemas de la violencia se deben, seguramente, a los estímulos de una sociedad que promueve el logro de valores materiales, y estéticos, con total olvido de los valores afectivos e intelectuales. De esa forma, es promotora de frustraciones y de reducidas autoestimas y, por lo tanto, de una potencial violencia. Si en televisión se promoviera con igual intensidad la posesión de valores morales e intelectuales de la misma manera en que se promueve lo estético y lo material, habrá valores en “abundancia” como para permitir la elevación de la autoestima de las personas y, posiblemente, con ello habrá de reducirse el nivel de violencia existente.

lunes, 12 de diciembre de 2011

La libertad que presupone igualdad

Generalmente se afirma que el liberalismo se caracteriza por la búsqueda de la libertad, dejando de lado la igualdad, mientras que el socialismo busca la igualdad dejando de lado la libertad. Sin embargo, el liberalismo propone la libertad del individuo, respecto del posible gobierno mental y material de otros seres humanos, justamente porque tal tipo de gobierno implicará una desigualdad esencial, ya que unos serán dominadores y los otros dominados, o también unos serán amos y los otros esclavos, en un caso extremo. Por lo que puede decirse que el liberalismo busca y propone la libertad presuponiendo una previa igualdad social de todos los hombres.

El socialismo, en cambio, al promover la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, acepta que la clase dirigente ocupe una posición social distinta a la del resto de la población, por lo que no se logrará la igualdad pregonada. Por no existir la propiedad privada, será el Estado (y sus dirigentes) quienes asignarán los puestos de trabajos, a veces sin el consentimiento o la voluntad de los trabajadores. Los efectivos dueños del Estado son los que pueden tomar decisiones, mientras que los demás deberán acatarlas. Por lo tanto, bajo el socialismo no se logra la igualdad y menos aún la libertad. Ludwig von Mises escribió al respecto:

“El jerarca deviene soberano incontestable. Puede desplazar a unos –a los adversarios- a las regiones inhóspitas, mientras a los otros –a los amigos- permíteles vivir en sitios mejores, teniendo siempre a la mano el «plan económico» para justificar toda arbitrariedad, todo destierro, toda confiscación” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

En todos estos casos debemos distinguir entre lo que dice la ideología que favorece estas tendencias y lo que generalmente ocurre en la realidad. En el caso del liberalismo, para promover la igualdad y la libertad individual, propone tanto la democracia política como la democracia económica (mercado), que resultan exitosas cuando se parte de un razonable nivel ético de la población. En cuanto al socialismo, por lo general no se obtienen los objetivos buscados, por cuanto la total concentración de poder en el Estado, que a veces implica una sola persona, constituye un riesgo para toda una nación, como ya ha ocurrido varias veces.

De todas formas, es oportuno mencionar que la búsqueda de la igualdad a través del socialismo, es un objetivo buscado por quienes, quizás sin saberlo, adhieren a una especie de socialismo utópico que no necesariamente coincide con los objetivos propuestos por los fundadores, ejecutores y difusores del marxismo. Jean Ousset escribió:

“No hay error más vulgar (error común, sin embargo) que creer que el marxismo tiene por finalidad un cierto tipo de organización social, la cual, una vez lograda, haría inútil su perfección, la acción revolucionaria, y permitiría, en consecuencia, una especie de descanso, de calma, si no de inmovilidad. Esto seria el ideal del socialismo utópico. El marxismo es, en vez, un socialismo dialéctico. Para él la revolución es permanente, continua”.

Josef Stalin escribió: “Para el reformista, la reforma es todo…Para el revolucionario, por el contrario, lo principal es el trabajo revolucionario y no la reforma. Para él la reforma es sólo el producto accesorio de la revolución. Es por esto que con la táctica revolucionaria, en las condiciones de existencia del poder burgués, una reforma es naturalmente un instrumento de esfuerzo de la revolución, un punto de apoyo para el desarrollo continuo del movimiento revolucionario”.

Por lo general, el revolucionario marxista no busca tanto mejorar las condiciones de los que tienen menores recursos económicos, sino de usarlos de alguna manera para sus propios fines políticos. Vladimir Lenín expresó:

“De hecho sólo el obrero atrasado se empeña en la lucha económica (entendámonos, la lucha por un simple mejoramiento de su estado). El obrero revolucionario rechaza con indignación todos los razonamientos sobre la lucha por las reivindicaciones que permitan resultados tangibles”.

“Casi todos los socialistas de entonces y en general los amigos de la clase obrera, no veían en el proletariado sino una plaga; veían con espanto agrandarse esta plaga a medida que se desarrollaba la industria. Por lo tanto trataban, por todos los medios, de detener el desarrollo de la industria y el proletariado. Marx y Engels ponían, por el contrario, toda su esperanza en el crecimiento continuo de este último. Cuantos más proletarios hay, más grande es su fuerza como clase revolucionaria, más cercano y posible está el socialismo” (Citado en “El marxismo leninismo”-Jean Ousset-Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963, como las demás citas).

Para el marxismo, en lugar de existir el proceso de evolución biológica y luego la evolución cultural del hombre, en vistas a la búsqueda de una plena adaptación al orden natural, supone que es el proceso de la revolución permanente el que ocupa ese lugar. Al respecto, Jean de Fabrègues escribió:

“La Revolución es explicación del mundo, de su movimiento, de su ritmo; ella le da sentido, su objetivo; ella es la esperanza y ella será el final de la obra….La Revolución es redentora, es también creación, nueva creación del mundo…La Revolución engendra no solamente relaciones nuevas entre los hombres y un mundo nuevo, sino más exactamente también un hombre nuevo”.

Es oportuno citar a Adolf Hitler para encontrar ciertas semejanzas respecto de las ideas marxistas. Hitler expresó:

“Somos un movimiento, esta es la palabra que lo dice todo…Sabemos que no hay estado definitivo, que no hay nada durable, que sólo hay una evolución perpetua. Lo que no se transforma es lo que está muerto. El presente ya es pasado. Pero el porvenir es la corriente inagotable de las posibilidades infinitas de una creación siempre nueva”.

Para que la revolución sea exitosa es necesario cortar los lazos de la sociedad con el pasado, para que todo individuo deje de estar alienado y comience su etapa de concientización. Jean Ousset escribió:

“Todo lo que pueda frenar, por el contrario, todo lo que signifique arraigo, fijación, adhesión a algún bien o verdad, será combatido y, si se puede, aniquilado. Tal es la ley, tal es la economía de la acción marxista, acción revolucionaria”.

Uno de los factores que producen la alienación, o alejamiento del individuo respecto de la realidad, es para el marxismo la religión. M. Baas escribió:

“Creando a Dios el hombre se ha despojado de sí mismo; ha atribuido a Dios una fuerza y un poder de señorío sobre la naturaleza que, de hecho, pertenece al hombre. Ese desprendimiento del hombre por el hombre en provecho de la idea de Dios, se llama, en lenguaje marxista, «la alienación humana». El hombre en la religión enajena su poder en provecho de la idea de Dios. Pertenece a la critica marxista denunciar esta ilusión, recuperar las fuerzas humanas alienadas, y devolver al hombre su verdadero destino humano”.

Así como la revolución, y no tanto sus resultados, es lo principal para el marxismo, la acción resultará más importante que la teoría, no existiendo, además, una verdad objetiva. Mao Tse Tung escribió:

“Una de las particularidades del materialismo dialéctico es su carácter práctico subrayando el hecho de que la teoría depende de la práctica, el hecho de que el fundamento de la teoría es la práctica, y de que la teoría, a su vez, es la práctica…El criterio de la verdad no puede ser sino la práctica social. El punto de vista de la práctica es el punto de vista primordial, fundamental, de la teoría materialista dialéctica del conocimiento”.

Habrá notado el lector que en el presente escrito se hace referencia a Lenin, Marx, Engels, Stalin, Mao Tse Tung, Hitler, quienes gozan del triste privilegio de constituir el grupo totalitario ejecutor directo e indirecto del asesinato de decenas de millones de seres humanos. Pero lo sorprendente del caso es la vigencia actual que tienen en importantes sectores de la sociedad y de la política.

Mientras que la revolución no es otra cosa que una guerra civil motivada principalmente por el odio inducido por alguna ideología totalitaria, los numerosos seguidores y admiradores de los lideres respectivos, consideran que la humanidad debe protegerse del “mayor peligro” existente: el liberalismo o capitalismo (democracia política + economía de mercado). Incluso algunos sectores cristianos, como el catolicismo, pareciera, no se han interiorizado lo suficiente respecto de lo que implica el pensamiento liberal y se oponen al mismo.

En cuanto a la democracia, todos conocen sus ventajas y también sus limitaciones, ya que las conductas individuales, fuera de una ética natural elemental, tienden a hacerle perder sus potenciales ventajas. En cuanto a la economía, el pensamiento liberal encuentra en el proceso del mercado la mejor forma de responder, mediante la producción, a las demandas establecidas por los consumidores.

Si la demanda consistiera en artículos inútiles o lujosos o superfluos, lo que normalmente no se da, no debe atribuirse al proceso del mercado culpa alguna, y tampoco a quienes lo promueven, sino que son las instituciones extra económicas las que deben orientar e influir en las personas para que administren con buen criterio el dinero que poseen. Ludwig von Mises escribió:

“Las grandes industrias, ésas a las que tanto se complace el izquierdismo en denigrar, sustancialmente producen para atender los deseos y necesidades de las masas. Ninguna empresa de lujo, dedicada tan sólo a atender las apetencias de los ricos, jamás alcanza verdadera magnitud. Y son precisamente los trabajadores de las gigantescas factorías quienes compran y consumen cuanto en tales centros fabriles se crea. He ahí la trascendental diferencia entre la producción capitalista y el sistema productivo de épocas anteriores”.

Si la mayoría prefiere sacrificar el futuro en beneficio del presente, consumiendo mediante créditos, en lugar de sacrificar el presente en beneficio del futuro, invirtiendo o ahorrando, no es una cuestión de la cual pueda culparse a la economía de mercado. Ludwig von Mises escribió: “Los países progresan sólo en la medida en que el capital invertido supera el crecimiento de la población”.

Si el prestamista, o el banco emisor de un crédito, actúan de manera que tienden a perjudicar al cliente, debe advertirse que tampoco es una situación que pueda achacarse al mercado, y menos a quienes lo promueven, ya que es el propio cliente quien debe prever los posibles efectos de su contratación.

Los políticos a cargo del Estado son quienes tienden a gastar más de lo que el Estado recibe, pensando en futuras elecciones. La irresponsabilidad creciente ha provocado, entre otros hechos, las severas crisis por las que atraviesan muchos países.

El mercado es un mecanismo éticamente neutro; se lo puede emplear para lograr buenos resultados tanto como para especular y aún más, distorsionarlo en la búsqueda de ventajas personales……para luego culpar al liberalismo porque tal sistema “no funciona bien”.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El pensamiento único

Cuando en una sociedad se trata de imponer una ideología que no es sustentable desde el punto de vista de su coherencia lógica o bien de su adaptación a la realidad, es necesario tergiversar u ocultar toda critica adversa, lo que da lugar a lo que puede denominarse como pensamiento único. Por el contrario, cuando un conjunto de ideas es compatible con la realidad y hereda la coherencia interna de la propia realidad, no existe inconveniente alguno para que se difundan tanto las opiniones favorables como las disidentes.

La veracidad de las ideas radica en su adecuación a la propia realidad, en forma independiente de su aceptación, o no, por parte de la opinión publica. Baruch de Spinoza escribió, pensando en un sistema de conocimientos verdadero: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”.

Cuando un sistema de conocimientos se adecua a la realidad, como se dijo antes, hereda la coherencia interna asociada a las leyes naturales que rigen aquella parte del mundo que se está describiendo, aunque también puede tener coherencia una ideología basada en fundamentos incompatibles con la realidad. De ahí que debe valorarse el conocimiento principalmente por la adecuación citada. Gustave Thibon escribió:

“No basta que el pensamiento se ponga de acuerdo consigo mismo, como quería Kant. El pensamiento de un loco puede, en caso límite, llenar esta condición. Un loco es un hombre que lo ha perdido todo, menos la razón, decía Chesterton, su pensamiento está de acuerdo consigo mismo, sólo está en desacuerdo con el mundo”.

El concepto de pensamiento único fue introducido en el siglo XIX por Arthur Schopenhauer, aunque el significado que actualmente se le da, poco tiene que ver con lo manifestado por el filósofo, quien escribió:

“Un sistema de pensamientos debe tener siempre una trabazón arquitectónica, de suerte que una parte soporte a la otra, mas no a la inversa; el fundamento soporta al resto sin ser soportado por él, y la cima es soportada sin que ella soporte ya nada más. En cambio, un pensamiento único, por amplio que sea, debe conservar la más perfecta unidad. Incluso si uno se ve obligado a dividir este pensamiento en partes, se ha de tener buen cuidado en que cada una de esas partes contenga al todo al igual que el todo la contiene a ella, que ninguna parte sea la primera ni ninguna la última, que, para cada una, el todo sea completamente distinto, pero que la más pequeña de ellas no pueda ser plenamente comprendida sin que previamente lo sea el todo” (De “El mundo como voluntad y representación”-Biblioteca Nueva-Buenos Aires 1942).

Volviendo al significado que predomina actualmente, podemos decir que los partidarios del pensamiento único son los que, una vez logrado el poder, prohíben la existencia de los partidos de la oposición, rigiendo la voluntad de quienes dirigen al partido único, como es el caso de las tendencias totalitarias (fascismo, nazismo y comunismo). Además, tergiversan y difaman las ideas de los adversarios hasta hacerlas irreconocibles. El pensamiento único, para sostenerse, ha necesitado recurrir a los peores métodos posibles. Jean Ousset escribió:

“Despersonalización, desencarnación, desenraizamiento de los hombres auténticos, y hasta terror recalcitrante y la guillotina, los asesinatos en masa, los campos de concentración, los lavados de cerebro para los que se niegan a doblegarse de buen grado al «realismo» planificador”.

“«Convertiremos a Francia en un cementerio antes que dejar de regenerarla a nuestro modo”», decía Carrier, verdugo de Nantes; y Jean Bon Saint-André: «…hace falta reducir la población a la mitad». Dicho de otra manera: perezca la nación y mueran los hombres antes que nuestros principios, es decir, antes de aceptar el fracaso del plan abstracto, del «ideal» que habíamos concebido” (De “Introducción a la política”-Editorial Iction SRL-Buenos aires 1963).

Quienes tienden a prohibir a los demás partidos políticos, aducen que, una vez que llega al poder el mejor partido, no tiene sentido que existan los demás. Las características de los gobiernos totalitarios pueden sintetizarse en lo siguiente: “Unipartidismo, Inexistencia de división de poderes, Ausencia de oposición legalizada, Desconocimiento de libertades esenciales y Control centralizado de la economía” (De “Historia de las Ideas Políticas”-Alberto Rodríguez Varela-AZ Editora SA-Buenos Aires 1995).

En cuanto al fascismo, Giorgio Locchi escribió: “El principio «superhumanista», respecto del mundo que lo circunda, deviene el enemigo absoluto de un opuesto «principio igualitarista» que es el que conforma este mundo”.

“Esencial, por lo que respecta a la toma de posición «mítica» de un movimiento fascista, es el análisis que haga sobre cuál es la causa primera y el origen del «proceso de decadencia» y «disgregación» de las naciones europeas. Friedrich Nietzsche señala que es el cristianismo, como agente transmisor del «principio judaico» que para él se identifica con el igualitarismo. Richard Wagner, el otro polo del campo superhumanista, en cambio, sólo señaló el «principio judaico»” (De “La esencia del fascismo”-Ediciones Lictores).

El superhumanismo mencionado implica al superhombre propuesto por Friedrich Nietzsche. Es oportuno mencionar una opinión psiquiátrica respecto de este autor. Henri Baruk escribió:

“Estos sujetos son incapaces de sentir amor. Asimismo, son incapaces de sentir simpatía por la humanidad”.

“Por eso he designado estos estados con el nombre de «nietzscheísmo». Esta denominación es tanto más indicada cuanto que a estas personas les atrae generalmente Nietzsche y profesan enseguida, después de su lectura, la moral de los «amos y los esclavos». Colocándose entre los «amos» encargados de aplastar a una humanidad de esclavos, dan satisfacción a sus reacciones de compensación, de odio y de orgullo desmesurado”.

“También encontramos en estos sujetos un sufrimiento agudo, que se vuelve a menudo rencor y odio. Sintiéndose extraños al medio de sus prójimos, tienen la impresión de ser rechazados, excluidos, de esa manera conciben una violenta aversión por toda la humanidad, a la que desprecian profundamente y a la que quieren someter, dominar, aplastar bajo su bota en un deseo ardiente de compensación y venganza y, en caso de necesidad, de exterminio” (De “Psiquiatría moral experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1960).

Debido a las semejanzas entre las catástrofes sociales provocadas por nazis y marxistas, unos eliminando a las “razas incorrectas” y los otros a las “clases sociales incorrectas”, no es de extrañar que compartan algunos de los atributos psicológicos antes mencionados. Sin embargo, debemos distinguir entre el ciudadano que aspira al socialismo por cuanto se le ha hecho creer que se trata de una sociedad posible y el marxista propiamente dicho, que tiene plena conciencia de lo que tal ideología implica. Jean Ousset escribió:

“El comunista común es comunista y obra como tal en la medida en que aún cree, poco o mucho, en una verdad (en el sentido tradicional y estable del término). Y por consiguiente en la verdad de lo que profesa, de lo que promete «el Partido». En esto se parece mucho a los primeros comunistas calificados por Karl Marx de utópicos porque se imaginaban un orden social a la manera de un Thomas Moro en su Utopía”.

“Por el contrario, el verdadero marxista, el marxista consciente, sabe que la noción tradicional de verdad (basada sobre la noción de ser, y como la entiende el sentido común), es la primera que su «dialéctica» pulveriza. Para el marxista la verdad no tiende ya a expresar la escolástica: «adaequatio rei et intellectus» (adecuación entre las cosas y el pensamiento), la conformación del espíritu al ser, sino a expresar la idea-fuerza más eficaz en ese instante, y que sin ningún escrúpulo negará mañana”.

“Lo que exalta y anima al verdadero marxista, al marxista consciente, es la perspectiva de un movimiento puro, donde toda noción (estable) de ser es descartada. Ideal cada vez más movedizo de la «Revolución continua» (término de Lenín), o de la «Revolución permanente» (término de Trotsky)” (De “El marxismo leninismo”-Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963).

Una de las tácticas utilizadas por el marxismo, respecto de sus rivales, es devolver uno a uno todos los calificativos a ellos asignados, sean verdaderos o no, además de cambiar completamente los significados de las palabras según sea la conveniencia y oportunidad. Así, no es raro que el país que instaló la muralla de Berlín haya tenido en su nombre incluida la palabra “democrática”, tal la ex República Democrática Alemana. Por ello no debería resultar extraño que el calificativo de “pensamiento único” se haya asignado también desde el marxismo hacia el liberalismo.

Como el liberalismo, democrático en lo político y en lo económico, adhiere al pensamiento científico, tiende a rechazar todo conocimiento que contradiga o se oponga a la ciencia experimental, como es el caso del marxismo, que se opone y desconoce a la ciencia económica, entre otras limitaciones. También desde el liberalismo se rechaza todo tipo de totalitarismo, siendo esencial la permisión de la libre expresión y del libre pensamiento individual, medios que impedirán el gobierno mental y material del hombre sobre el hombre en la búsqueda del gobierno de las leyes sobre todo individuo.

Ignacio Ramonet escribió: “¿Qué es el pensamiento único? La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital internacional”. En esta afirmación, se hace una connotación negativa del “capital internacional”. Al respecto debemos aclarar que si esos capitales son usados para la simple especulación financiera, estamos todos de acuerdo en que se trata de algo negativo. Pero el capital, en general, es actualmente el principal factor de la producción, ya que la productividad está ligada a ese medio. Incluso se han confeccionado estadísticas, en varios países, de donde surge una proporcionalidad directa entre el capital per capita existente y el sueldo promedio que reciben los trabajadores. Cuando los gobiernos de tipo socialista ahuyentan capitales desde los países pobres a los desarrollados, están colaborando con éstos en perjuicio de aquéllos, aunque repitan varias veces todo lo contrario.

Las severas distorsiones que sufre la economía de mercado, como las que sufre la democracia y la ética elemental, hacen imprescindible que todo tipo de diálogo se enmarque en un ámbito de respeto dejándose de lado la mentira, el oportunismo y la difamación metódica. Mientras que resulta necesario mirar hacia delante buscando soluciones y dilucidando las causas básicas de las crisis actuales, se pierde tiempo y se desvía la atención hacia movimientos totalitarios que fracasaron rotundamente en un pasado no muy lejano. Nunca renuncian a sus intereses e ideologías personales, de ahí que si lo hicieran, mostrarían, alguna vez, que en realidad les interesa un poco el bienestar de todos los seres humanos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

La naturaleza humana

Se entiende por naturaleza humana el conjunto de características que son compartidas por todos los seres humanos, mientras que no formarán parte de dicha naturaleza aquellos atributos que correspondan sólo a algunos individuos. En cuanto a las características básicas asociadas a nuestro comportamiento social, podemos considerar tres posibilidades generales ejemplificadas por Vance Packard en “Los moldeadores de hombres” (Editorial Crea SA-Buenos Aires 1980). Ellas surgen de considerar nuestra natural bondad, neutralidad o maldad con que nos habría provisto la naturaleza:

a) Positiva: El hombre tiene un potencial para el bien, el cual pasará a un primer plano a menos que interfieran las exigencias sociales o la pobreza de las decisiones del individuo.

b) Neutra: Esencialmente el Hombre no es ni bueno ni malo, pero cada acto que emprende cada hombre contribuye a la esencia de la naturaleza humana. Por lo tanto, si todos los hombres son buenos, la naturaleza humana es buena, y viceversa.

c) Negativa: El hombre posee una maldad innata, en el sentido de que nace imbuido de la necesidad de agredir a otros miembros de su propia especie.

Si bien resulta difícil identificarse plenamente con alguna de estas posibilidades, al menos podemos asegurar que todo hombre tiene su mejor y también su peor actitud como predisposiciones permanentes, y por ello debemos tratar que en todos los casos surja lo mejor de su personalidad.

Por lo general, todos llevamos oculta, a nivel inconsciente, una opinión positiva, neutra o negativa acerca de la especia humana. Además, tenemos definida una postura sobre la existencia, o no, de un orden natural. En caso afirmativo, suponemos que tal orden tiene asociado un sentido que le ha impuesto el Creador, o bien que es inherente a las leyes naturales que lo conforman, por lo cual el hombre presentará una naturaleza humana positiva, según el criterio antes expuesto.

Por el contrario, quien no cree en la existencia de un orden natural ni de una finalidad del universo, tiende a promover la construcción de un orden artificial y es posible que mantenga una opinión negativa sobre el hombre. Será partidario de un Estado que imponga el orden aun en forma coercitiva considerándolo imprescindible para la realización de una sociedad civilizada.

De todas formas, aun cuando tengamos una opinión positiva respecto de la naturaleza humana, seremos partidarios de la formación de un Estado con cierto poder, no para establecer coercitivamente un orden artificial, sino para limitar el accionar de aquellos hombres que escapan parcialmente a la bondad natural o potencial supuesta previamente.

Las posturas adoptadas por los hombres presentan ciertas correlaciones, si bien no pueden hacerse afirmaciones seguras debido a la cantidad de variantes del pensamiento humano, pero pareciera posible asociar a la creencia en un orden natural la bondad natural y a la ausencia de tal creencia la maldad natural.

Dependiendo de la opinión que se tenga acerca de la naturaleza humana, se propondrá algún tipo de organización social que se adapte a la misma. Georgiy Plejanov escribió:

“Considerando la naturaleza humana, estos autores creen que entre todos los sistemas posibles de organización social existe uno que corresponde más que los otros a esta naturaleza. De ahí el deseo de encontrar este sistema, el mejor, es decir, el que mejor corresponde a la naturaleza humana”.

“Al contrario, Marx no menciona la naturaleza humana. Él no reconoce instituciones sociales que correspondan o no a ésta última. Ya en la «Miseria de la filosofía» encontramos el siguiente reproche, bien significativo, dirigido a Proudhon: «El Sr. Proudhon ignora que la historia entera no consiste en otra cosa que en la continua modificación de la naturaleza humana»” (Citado en “Introducción a la política”-Jean Ousset-Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963).

El concepto que estamos considerando tiende a ser reemplazado por otros de tipo histórico, especialmente en épocas de severas crisis, por lo que Jean Ousset escribió:

“La «civilización moderna», por un total trastrocamiento de los seres y los valores, transfiere a los movimientos, a la evolución, a la acción, al correr del tiempo, los caracteres de necesidad, de inteligibilidad, de finalidad, etc., que hasta aquí se adjudicaban a la naturaleza humana. El mismo Bergson dio esta definición típicamente marxista del hombre: «Se es hombre en la medida en que se toma conciencia de la corriente que lleva la humanidad»” (De “El Marxismo Leninismo”- Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963).

En cuanto a la ley humana, proveniente del Derecho, podemos decir que, para cumplir con la justicia requerida por su función, adopta una postura positiva respecto del hombre cuando considera inocente, a toda persona sospechosa de cometer un ilícito, mientras no se demuestre lo contrario. En los casos en que no se pudo, mediante un juicio, comprobar fehacientemente la posible culpabilidad, la ley le otorga el beneficio de la duda con un criterio similar al que se emplea en la educación, en cuyo ámbito se tiende a dispensar a toda persona de un trato de excelencia a pesar de que muchas veces el destinatario no responde a esa expectativa. Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

Desde el propio Estado, sin embargo, hay veces en que se dictan leyes que no responden al criterio mencionado, por lo cual se presume cierta culpabilidad de un sector de la población, haciéndole perder su eficacia potencial y restándole toda presión moral para una futura mejora ética. Así, cuando se considera que todo policía tiene cierta predisposición a cometer delitos, se le restringe parte de su responsabilidad de tal manera que su accionar va siendo menos eficaz en la lucha contra la delincuencia.

Mientras que la ley, por lo general, contempla la presunta inocencia de un sospechoso, es bastante común encontrar individuos o grupos políticos que sostienen la presunta culpabilidad de los integrantes del grupo opositor, hasta que demuestren lo contrario; y si lo demuestran, siguen siendo considerados culpables. Esta vendría a ser una actitud discriminatoria, ya que se generalizan los atributos negativos asignados al grupo opositor. Entre los casos más notables podemos mencionar a los nazis, quienes culpaban a los judíos por la decadencia alemana, y el caso de los marxistas, quienes culpan a la clase empresarial por la explotación laboral de los empleados.

El fanático atribuye a una sola causa la total culpabilidad por el mal existente. Así, para algunos, la culpa de todos los males es del sistema capitalista, de la oligarquía, de los políticos, de los EEUU, del FMI, etc. La eliminación de esa única causa solucionaría todos los problemas. Jacinto Benavente escribió: “Una idea fija siempre parece una gran idea, no por ser grande, sino porque llena todo un cerebro”.

Podemos mencionar una escena del Imperio Romano, durante el siglo I, que parece proyectarse sobre toda la historia de la humanidad. Eliz Trimbach y Loic Derrien escriben:

“La vida del gran señor podía cambiar totalmente de un día para otro. El propietario de esta mansión, víctima de envidias, fue objeto de una proscripción o de una purga imperial. Tuvo que asistir al saqueo de sus bienes a manos de una banda que obedecía órdenes del Estado o…..de un vecino codicioso. Mataron a sus esclavos, y él y su familia tuvieron que escapar para salvar la vida”.

“La escandalosa desigualdad entre fortunas, el éxodo de los inmigrados y su desamparo, el hacinamiento, el paro, la falta de seguridad, las estafas, las prácticas demoníacas……la vida resultaba extremadamente difícil” (De “Viaje por la Roma de los Césares”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1989).

En la actualidad, y en muchos países, se dan escenas como la descrita. En ella intervienen el egoísmo de quienes favorecen la ostentación y el lujo, la envidia de quienes no pudieron lograrlos; la violencia, el saqueo y la muerte promovidas por los agitadores de masas, etc. Es evidente que la violencia no es el camino para la solución de los conflictos, pero el egoísmo y la envidia deberían disminuir en forma considerable.

Los que promueven la violencia, además de los egoístas y ostentosos, son los que, por lo general, aducen que el capitalismo es el sistema culpable de todos los males porque promueve desigualdad social y el enriquecimiento sin el correspondiente trabajo asociado. Sin embargo, si uno se toma el trabajo de leer a los principales economistas que promueven la economía de mercado, observará que en ningún caso estimulan la creación de riquezas fuera del trabajo. Recomiendan la acumulación de capitales productivos (y no de riqueza para la ostentación) para elevar la productividad empresarial, con beneficios para todos los sectores que intervienen en el proceso productivo. No debería asociarse la ausencia de un adecuado comportamiento ético con un proceso que resulta eficaz para transformar las demandas de los clientes en bienes y servicios por parte del empresario.

La lógica empleada por los agitadores es similar a la de quienes aducen que deberían prohibirse los automóviles, ya que anualmente producen miles de muertes. No sería tan descabellada la idea de tal prohibición, ya que en la Argentina los accidentes viales producen más de 7.500 víctimas anuales, además de otros tantos miles que quedan incapacitados, con enormes pérdidas materiales. Sin embargo, la solución provendrá de una mejora adaptativa por parte de los conductores, cuya falta de respeto a las leyes y a las recomendaciones sobre conducción son las principales causas de los accidentes.

Con el sistema capitalista pasa otro tanto; si la mayor parte de los habitantes no muestra un nivel mínimo de ética social, nunca podrán lograrse resultados aceptables. Algunos acusan de ingenuo a quien propone una mejora ética para la mejora de la economía, sospechando que el hombre es incorregible y que existe algún sistema económico que funciona exitosamente a pesar de las fallas éticas y de la ilegalidad de las acciones humanas. Sin embargo, tal sistema todavía no se ha inventado.

En cuanto a los obreros, que son los que no estudiaron o los que poco se preocuparon por aprender algún oficio, son considerados como víctimas y también como ejemplos para la sociedad. Se les atribuyen virtudes, en forma generalizada, considerándolos “inocentes hasta que demuestren lo contrario”. Entre las fallas éticas individuales, que limitan la eficacia del capitalismo, está, justamente, el no tratar de adquirir destrezas en actividades laborales especializadas y renunciar definitivamente a ser empresarios, incluso tratando de trabajar lo menos posible.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Teilhard vs. Monod


Desde el punto de vista científico, se considera que las distintas especies estudiadas por la biología, incluyendo al hombre, han surgido bajo un proceso en el cual el azar aparece como elemento esencial para la diversidad biológica, ya que tanto las mutaciones como la mezcla sexual están asociadas a procesos fortuitos. De ahí que muchos suponen que no tiene sentido hablar de una finalidad de la vida, ni tampoco de la humanidad, implícitas en el propio orden natural.

Si la vida humana no tuviese sentido, implica que da lo mismo ir en una dirección que en la opuesta, lo cual derivaría en una causa de conflictos permanentes y un dudoso progreso de la humanidad, ya que no habría meta objetiva por alcanzar ni referencia alguna para crecer. Además, ello implica que es el hombre mismo quien debería decidir las metas a lograr, lo que implica a la larga el gobierno del hombre sobre el hombre. Claude Tresmontant escribió respecto de las filosofías del sinsentido:

“Si hay fracaso, la culpa no deberá ser imputada al Universo, ni a la Creación, sino al hombre. Y Teilhard veía en las filosofías del absurdo y en la derelicción los signos inquietantes de un «aburrimiento» que, para él, es el más grande, el único peligro que puede amenazar a la evolución” (De “Introducción al pensamiento de Teilhard de Chardin”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1966).

No todo proceso en el que interviene el azar lleva al sinsentido. Así, podemos considerar como ejemplo el proceso de fabricación de resistencias eléctricas (que se utilizan en los circuitos electrónicos) con costos reducidos. Para lograr una producción con una gran variedad de valores óhmicos posibles, se emplea el método de generación al azar y posterior selección. Así, se fabrica una gran cantidad de resistencias con valores óhmicos aleatorios, lo cual resulta relativamente fácil de lograr. Luego, con un instrumento de medición, se seleccionan los valores comerciales estandarizados y se los ubica en contenedores apropiados, desechando los que están lejos de los valores buscados. Esto significa que se ha logrado, por selección, establecer cierta finalidad y cierto orden, tal el logro de las resistencias requeridas.

Puede establecerse una analogía respecto a la generación de variedades animales y vegetales. Mediante las radiaciones cósmicas, por ejemplo, se altera, al azar, una parte del código genético que viene en las moléculas de ADN. Luego, el propio medio en donde la vida se desarrolla, aceptará el cambio (si produce una mejora adaptativa) o lo rechazará si empeora (respecto de las generaciones anteriores). De ahí que es posible hablar de cierta finalidad en este proceso, tal la de lograr mayores niveles de adaptación.

El error, bastante frecuente, consiste en asociar toda ausencia de finalidad a lo que es producido por el azar, pudiéndose denominar a este proceso como “creación indirecta” (evolutiva) en contraste con la “creación directa” (como supone la Biblia). Así como el fabricante de resistencias tenía prevista una finalidad deseada, podemos decir que el propio orden natural ha “previsto” el logro de la mejora adaptativa de la vida. Claude Tresmontant escribe:

“Toda la obra científica de Teilhard puede caracterizarse como un esfuerzo para leer, en la misma realidad, y sin acudir a ningún supuesto metafísico, el sentido de la Evolución, para elucidar su intencionalidad inmanente, en el orden mismo del fenómeno, por el método científico solamente, generalizando así, en el dominio del fenómeno espacio-temporal total, una diligencia reconocida como legítima en otras regiones del saber, en psicología, por ejemplo, como ya hemos dicho”.

Cuando el hombre realiza una mejora tecnológica (en medicina, en comunicaciones, etc.) establece un medio adicional que permite lograr una mejor adaptación a la vida cotidiana. Sin embargo, hubo varios inventos (que pronto fueron olvidados) que tenían poca utilidad respecto de la mejora mencionada. En cierta forma, el avance tecnológico, desde un punto de vista social, está supeditado a la creación no planificada y a la selección social posterior.

También las propuestas culturales pueden aparecer de esa forma, ya que, con el tiempo, se aceptan o se rechazan según la aparente mejora, o no, que produzcan en la sociedad. La humanidad, en general, rechaza el incesto, la poligamia, etc., principalmente por haberlo experimentado algunas veces y haber comprobado sus resultados poco favorables. De ahí que, quienes adhieren al relativismo moral, pareciera, buscan volver a instalar propuestas que fueron rechazadas en el pasado.
La ley ética, que proviene de la religión, de la filosofía o de la ciencia, puede ser una síntesis de propuestas “al azar” que fueron probadas en el pasado y que fueron “seleccionadas” por la sociedad y luego establecidas como mandamientos por el profeta, o como sugerencia por el filósofo o el científico social, para que adquieran una mayor difusión y generalidad.

Si el sufrimiento es una medida del grado de desadaptación del hombre respecto del orden natural, el principio de la tendencia a lograr estados de mayor felicidad no es otra cosa que la tendencia a lograr mayores niveles de adaptación. La tendencia hacia el logro de tales niveles puede contemplarse además como una tendencia hacia el logro de mayores niveles de complejidad. Lo interesante, en este caso, es que en esta tendencia aparece la materia inorgánica como el primer eslabón de una secuencia que termina con la aparición de la vida inteligente. Joël de Rosnay escribió:

“Teilhard de Chardin sostiene que la materia del Universo está organizada en una larga cadena de complejidad creciente. La cadena comienza con las partículas elementales, sigue con los átomos, las moléculas, las células y los organismos individuales; se extiende finalmente a los agrupamientos complejos constituidos por las sociedades humanas. En cada nivel de complejidad se encuentran los elementos constructivos a partir de los cuales se forma el siguiente, más complejo. Aparentemente Teilhard de Chardin fue uno de los primeros en subrayar que esta clasificación por orden de complejidad creciente corresponde también a una clasificación cronológica” (De “Qué es la vida”–Salvat Editores SA-Barcelona 1993).

Respecto de la asignación, o no, de un sentido, o de una finalidad, del universo, aparecen dos libros representativos de ambas posturas, tales los casos de “El fenómeno humano” de Pierre Teilhard de Chardin y “El azar y la necesidad” de Jacques Monod. Acerca de ellos, Christian de Duve, Premio Nobel de Medicina, escribió:

“Podría parecer que he optado por Teilhard en contra de Monod, pero no es así; científicamente me siento mucho más cerca de Monod que de Teilhard. Sin embargo, he optado a favor de un universo con sentido en oposición a uno que no lo tenga. No porque quiero que así sea, sino porque así interpreto la evidencia científica disponible, que incluye mucho de lo que fue conocido por Monod, quien sabía mucho más que Teilhard”.

“Monod subrayó la improbabilidad de la vida y la mente y el papel preponderante del azar en su surgimiento, y por ende la falta de designio en el universo, su absurdo y su carencia de sentido. La manera en que interpreto los mismos hechos es diferente. Le doy el mismo papel al azar, pero actuando dentro de un conjunto tan estricto de restricciones que obligatoriamente debe producir la vida y la mente, no una sino muchas veces. A la famosa frase de Monod «El universo no estaba preñado con la vida, ni la biosfera con el hombre», yo respondo: «Falso. Sí lo estaba»”.

“He enfrentado dos personalidades paradigmáticas. Monod y Teilhard; dos filosofías, una representativa del absurdo y la otra del sentido. Cada uno de nosotros debe escoger por su cuenta”.

“Teilhard, el jesuita devoto, quien deseaba con todas sus fuerzas descubrir una evidencia objetiva que sustentara su fe. Monod, el existencialista orgullosamente desesperado, deseaba con igual pasión que el mundo viviente apoyara su sentimiento de aislamiento y absurdo” (De “Polvo vital”–Editorial Norma SA-Bogotá 1999).

En cuanto al azar en biología, el astrofísico Hubert Reeves escribió:

“El lector de Monod habrá notado hasta qué punto mi visión de los acontecimientos difiere de la suya. Es una cuestión de interpretación. Los hechos los aprendo de los biólogos. Han sido adquiridos por medio de una tecnología científica que presenta todos los caracteres de la objetividad. Pero la interpretación de los hechos procede de la persona entera, comprendida su lógica, sus emociones, sus pulsiones, sus vivencias anteriores. Implica a la vez a la observación y al observador. A ese nivel, no es «objetiva». Cada persona tiene la suya, que conviene respetar, pero no forzosamente adoptar. Para Monod, el papel esencial del azar en la evolución biológica prueba la ausencia de una «intención» en la naturaleza. En ese sentido, denuncia como ilusoria la antigua alianza del hombre con el universo. El hombre es un accidente del trayecto, en un cosmos vacío y frío. Es un hijo del azar. Cierto. Pero del «azar controlado». Quitémonos el sombrero ante la naturaleza que ha dominado al «azar» para hacer de él un admirable aliado.” (De “Paciencia en el azul del cielo”–Ediciones Juan Granica SA-Barcelona 1982).

En épocas pasadas, el debate filosófico estaba centrado en el espiritualismo en oposición al materialismo, que derivaba luego en la oposición aparente entre religión y ciencia. Desde hace un tiempo a esta parte, a partir del conocimiento aportado por las distintas ramas de la ciencia experimental, el debate se establece entre la aceptación, o no, de la existencia de un orden natural que admite cierta finalidad aparente. No interesa tanto saber de qué está hecho el universo (materia o espíritu) sino de cómo funciona y, sobre todo, de cuál es el papel del hombre en el mismo.

Quien acepta la existencia de un orden natural, y una finalidad aparente, tratará de lograr una adaptación al mismo planteando su vida en función de tal finalidad. Quien no lo acepta, es posible que trate de inventar un “sentido artificial” para su propia vida y para la sociedad en que vive. La primera postura resulta compatible con la religión, mientras que la segunda se identifica mayormente con las tendencias totalitarias.

Al suponerse que el universo carece de sentido, o finalidad, se rechaza todo argumento religioso, mientras que al suponerse que el orden natural requiere de un ser superior que lo modifique según las necesidades y los pedidos humanos, se rechaza todo argumento científico. De ahí la interesante postura de Teilhard de Chardin que, como científico y como religioso, no rechaza ninguna de las dos posturas, proponiendo una síntesis que no difiere demasiado del deísmo o religión natural. Fuera de esta visión del universo y del hombre, será imposible lograr puntos de vistas coincidentes y el definitivo entendimiento entre ciencia y religión y de las religiones entre sí.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los manipuladores de cerebros

Existen personas que tratan de influir en forma permanente en otros para inducirlos a obrar y a pensar de determinada manera. Entre los extremos encontramos al educador o al intelectual que indagan acerca de la verdad y tratan de compartirla con los demás, y también encontramos al fanático que trata de imponer verdades parciales, o incluso la mentira, buscando el dominio mental sobre otros seres humanos, motivado principalmente por el antiguo hábito de tratar de sentirse superior al dominado.

Podemos decir que el mérito, o la culpa, por ejercer influencia sobre los demás dependen de la validez de la información comunicada, produciendo buenos efectos la transmisión de conocimientos verdaderos, o compatibles con la realidad, mientras que se producirán efectos indeseados con el adoctrinamiento basado en información incompatible con la realidad. Generalmente, se descubre la eficacia, o la ineficacia, del proceso de influencia luego de observar los resultados logrados.

La educación para la libertad individual provendrá del conocimiento de la verdad, mientras que la manipulación para la dependencia mental provendrá del conocimiento parcial de la verdad o bien de la posesión de información errónea. De todas formas, el proceso formativo depende tanto del que da como del que recibe la influencia. Recordemos que varios de los grandes maestros de la humanidad perdieron sus vidas en manos de aquellos a quienes pretendieron educar, tales los casos de Sócrates, Séneca, Cicerón, Cristo y Gandhi.

El hombre necesita recibir información transmitida por las generaciones anteriores, de lo contrario debería reinventar una enorme variedad de conocimientos. Alexis de Tocqueville escribió:

“Si el hombre tuviera que forzosamente probarse a sí mismo todas las verdades de la vida cotidiana no acabaría nunca; se agotaría en demostraciones preliminares sin avanzar un paso; como carece de tiempo y de facultades para obrar así porque su vida es breve y su inteligencia limitada, no puede sino dar por ciertos gran cantidad de hechos y opiniones que no ha tenido ocasión ni capacidad para examinar y verificar personalmente, pero que expusieron otros más hábiles o adoptó la multitud. Sobre este primer asiento edifica el hombre su pensamiento propio. No es por voluntad propia que procede de este modo, sino por ley inflexible de su naturaleza” (De “La democracia en América”-Tomo II-Sarpe-Madrid 1984).

No es de descartar, como en el caso de los niños pequeños, la favorable transmisión de información alterada a favor de la construcción de mundos imaginarios, que serán algo mejor que el mundo real. De ahí que hay quienes sostienen que la construcción de mundos imaginarios para adultos podría conducir también a buenos efectos, pero parece ser que los seres humanos no tenemos otra alternativa que tomarnos el trabajo de encontrar la verdad para una mejor adaptación al mundo real.

Así como una computadora puede cambiarse mediante el agregado de circuitos electrónicos adicionales, o bien a través del agregado de nuevos programas, en el caso del hombre existe la posibilidad de alterar, por intervenciones quirúrgicas, o mediante estímulos eléctricos o bien por efecto de sustancias químicas, el comportamiento del cerebro, mientras que lo análogo a adquirir nuevos programas es el proceso de traspaso de información mencionado previamente.

Es posible que una buena parte de los conflictos que se dan entre padres e hijos, y entre los integrantes de un matrimonio, se deba a la consciente o inconsciente búsqueda de la manipulación mental directa. También es posible que aparezca cierta disonancia cognoscitiva en el individuo sometido cuando observa diferencias entre lo que su personalidad le sugiere y lo que se le trata de imponer en forma inducida por otra persona.

Excepto por cuestiones médicas, parece desafortunada la idea de moldear cerebros humanos alterando su contextura natural con el fin de obtener algunos cambios considerados favorables. Carl Rogers escribió:

“Podemos adoptar la decisión de usar nuestros crecientes conocimientos para esclavizar a las personas en formas no soñadas hasta hoy, para dominarlas por medios elegidos con tanto cuidado, que tal vez jamás se den cuenta de la pérdida de su personalidad” (Citado en “Los moldeadores de hombres”-Vance Packard-Editorial Crea SA-Buenos Aires 1980)

Entre los casos extremos de manipulación de cerebros podemos mencionar el de Charles Manson, quien dirigía mentalmente a sus seguidores hasta que éstos llegaban a cometer asesinatos, como el de la actriz Sharon Tate. La justicia lo condenó, junto a los ejecutores materiales, como autor intelectual de tales hechos. Vance Packard menciona los pasos empleados por el manipulador, los que, quizás, se repitan en otros casos:

1. Manson estaba dotado para percibir las necesidades psicológicas de los demás. Aseguraba a muchachas fugitivas, que necesitaban un padre, que él sería su padre. A las jóvenes feas les decía que eran hermosas.

2. Cuidó de destruir las identidades preexistentes. Todos los miembros de su clan debían adoptar otros nombres.

3. Destruyó de modo sistemático las inhibiciones, como parte de su adiestramiento para la obediencia.

4. Ofreció a esos jóvenes inseguros una extravagante religión, en la cual él era el Ser Infinito que los conduciría a un mundo de leche y miel.

5. Cuidó de identificar y sondear aquello que cada recluta más temía, y utilizarlo.

6. Parece que Manson poseía algunos poderes hipnóticos. Bugliosi (el fiscal) consiguió convencer al jurado de que, en verdad, Manson era responsable de los asesinatos.

También existe la manipulación de la personalidad a gran escala, como es el caso de algunas religiones y de los movimientos políticos totalitarios. De ahí que algunos filósofos bastante conocidos deban ser considerados como los autores intelectuales de los asesinatos masivos producidos principalmente por comunistas y nazis. Ludwig von Mises escribió:

“Como sociólogo y filósofo de la historia, Marx nunca fue sino un hábil agitador que escribía para satisfacer las necesidades cotidianas de su partido”.

“La originalidad y la importancia histórica del marxismo residen únicamente en el dominio de la técnica política. Ha reconocido el poder formidable que puede uno asegurarse en la sociedad, al hacer de las masas obreras concentradas en las fábricas un factor político; busca y descubre las fórmulas verbales capaces de unir a estas masas con fines de acción común. Da el santo y seña que induce a los hombres, indiferentes hasta entonces a las cuestiones políticas y al ataque contra la propiedad individual. Anuncia un evangelio que racionaliza su odio y transforma bajos instintos de resentimiento y venganza en misión histórica” (De “El socialismo”-Editorial Hermes SA-México 1961).

En cuanto a los agitadores de masas, Gustave Le Bon escribió:

“El agitador ha sido siempre un agitado. Él mismo ha sido hipnotizado por la idea, de la cual se ha convertido inmediatamente en apóstol. Ésta le ha invadido hasta el punto que todo, fuera de ella, desaparezca, que toda opinión contraria le parezca error y superstición”.

“Los agitadores, por lo común, no son hombres de pensamiento sino de acción. Son poco clarividentes, y no podrían serlo, porque la clarividencia conduce generalmente a la duda y a la inacción”.

La generalización de los métodos utilizados para el dominio masivo de las masas ya aparecen en la obra de Gustave Le Bon, en el siglo XIX, cuando escribió:

“Cuando de lo que se trata es de imbuir en el espíritu de las muchedumbres ideas y creencias, como, por ejemplo, las modernas teorías sociales, el procedimiento de los directores es distinto. Recurren principalmente a tres procedimientos perfectamente definidos: la afirmación, la repetición y el contagio. La acción es lentísima; pero, una vez producidos los efectos de esta acción, son muy estables”

“La simple afirmación, limpia de razonamiento y de prueba, es uno de los más seguros medios de inculcar las ideas en el espíritu de las muchedumbres. Cuanto más concisa sea la afirmación y más desprovista esté de toda apariencia de prueba y de demostración, mayor será su autoridad”.

“Ésta, sin embargo, carece de influjo real si no se repite constantemente, y a ser posible, en los mismos términos; creo que fue Napoleón el que dijo que no hay más figura retórica seria que la repetición. Mediante ésta, la cosa afirmada llega a inculcarse en la inteligencia de un modo que se concluye por aceptarla como verdad demostrada”.

“Cuando la afirmación se ha repetido suficientemente y hay unanimidad en la repetición, fórmase lo que se llama una corriente de opinión, dando lugar a que surja el poderoso mecanismo del contagio. Para las muchedumbres, las ideas, las emociones, poseen un poder contagioso tan intenso como el de los microbios”.

“La imitación, a la cual se atribuye tanto influjo en los fenómenos sociales, en realidad no es más que un simple efecto de contagio” (De “Psicología de las multitudes”-Editorial Albatros-Buenos Aires 1972).

Si bien la publicidad implica una importante función en las modernas economías de mercado, ya que nos informan acerca de qué existe para la venta, o quién realiza tal servicio, presenta también algunos efectos negativos. Al respecto, J.A.C. Brown escribió:

“Nadie puede crear emociones que previamente no existen, y el propagandista se limita a evocar o estimular, del espectro total existente en su auditorio, aquellas actitudes adecuadas para sus fines, actitudes que pueden ser innatas, pero que más comúnmente son socialmente adquiridas”.

“Puesto que todas las motivaciones básicas del hombre están emocionalmente condicionadas, el experto echará mano del amor, cólera, temor, esperanza, culpa o cualesquiera otras sensaciones, emociones y sentimientos que sirvan a sus propósitos. Ordinariamente intentará despertar el deseo de algo, con miras a sugerir más tarde que sólo él dispone del medio de satisfacer tal deseo; pero de igual modo puede manejar los sentimientos de inadecuación, o de culpa del público para conseguir que éste quiera «hacer lo que se debe». Por ejemplo, para aumentar sus ventas, los floristas inventan el Día de la Madre, de modo que a la larga, no sólo el amor filial se expresará en el envío de un ramo de flores, sino que aquellos que olviden hacerlo comenzarán a sentirse tremendamente avergonzados de sí mismos” (De “Técnicas de persuasión”-Compañía General fabril Editora SA-Buenos Aires 1965).

lunes, 28 de noviembre de 2011

La sociedad violenta


El notable aumento de la violencia, en todo sector de la sociedad, la convierte en una especie de epidemia social de la que no se advierten síntomas de mejoría. Tal flagelo social es estimulado por leyes y actitudes permisivas, siendo necesario encontrar las causas fundamentales que lo provocan y que se hallan en las ideas y en los valores prevalecientes en quienes componen la sociedad.

Hay quienes consideran que la violencia no ha aumentado respecto de otras épocas y que la sensación de inseguridad se debe principalmente a la disponibilidad de cuantiosa información periodística; no existente en otras épocas. Sin embargo, si se hacen algunas comparaciones, podrá comprobarse el real aumento del delito. Así, puede tomarse como ejemplo el caso de un adolescente que en la década de los sesenta entra a robar, de noche, a un comercio y que luego de ser capturado, aparece su fotografía en los principales diarios de Mendoza, haciendo una muy breve estadía en la cárcel, para luego reiniciar una vida normal.

Un simple robo, algunas décadas atrás, era un acontecimiento poco frecuente, por lo cual era una noticia destacable como para ser publicada por los medios masivos de comunicación. En la actualidad, a lo sumo puede aparecer la fotografía de algún asesino, ya que, incluso en algunas comisarías, no se reciben denuncias de robos comunes debido a lo numerosos que son. Y si son cometidos por menores, tiene poco sentido intentar alguna investigación debido a la impunidad que le otorga la ley.

Nos enteramos por televisión del caso de una alumna secundaria que fue golpeada por un grupo formado por otras alumnas, dentro de un establecimiento educativo, para ser publicadas las imágenes respectivas en Internet. Los motivos eran la simple diversión y el gozo que se siente al contemplar el sufrimiento de otra persona; actitud deplorable e injustificable. Pero, como consecuencia de ese atentado, la victima debe cambiarse de escuela mientras que las autoras del delito apenas recibieron algún llamado de atención. También el docente, a veces, debe padecer faltas de respeto graves que terminan con su alejamiento del establecimiento educativo, mientras que, los que cometen el ilícito, permanecen en la escuela; institución que de esa forma promueve las actitudes violentas.

La exaltación de los derechos propios y el desconocimiento de sus deberes, van creando en la mente de los niños y adolescentes la personalidad del noble déspota; actitud que lleva en sí el germen de la violencia. El estímulo de las actitudes exigentes por parte del niño, asociado a la permisividad de sus padres, en el hogar, se refuerzan en el ámbito escolar y luego en la sociedad con las leyes permisivas con los menores de edad, para dar continuidad a la forma educativa que pretendieron emplear sus padres. José Ingenieros escribió:

“El derecho de cada uno representa el deber de los demás; y el deber de cada uno constituye el derecho de los otros. El ideal de justicia, en una sociedad dada, consiste en determinar la fórmula de equilibrio entre el individuo que dice: «ningún deber sin derechos» y la sociedad que replica: «ningún derecho sin deberes»” (De “Hacia una moral sin dogmas”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1996).

Cuando se rompe el equilibrio y todo individuo se torna exigente con los demás respecto del cumplimiento de los deberes ajenos, mientras que simultáneamente es indulgente consigo mismo respecto de los deberes propios, comienza la era de la violencia. José Ingenieros escribió:

“Violencia: reclamar derechos sin aceptar el cumplimiento de los deberes que les son correlativos. Injusticia: imponer deberes sin respetar los derechos correspondientes. Por eso la solidaridad puede considerarse definida en la más sencilla fórmula de moral social: «Ningún deber sin derechos, ningún derecho sin deberes» (De “Las fuerzas morales”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1976).

Mientras que el niño o el adolescente de épocas anteriores mantenían contacto intelectual con los grandes escritores, a través de los libros, en la actualidad gran parte de su formación personal viene impuesta por los medios masivos de comunicación con personajes que están lejos del nivel cultural de los autores mencionados. Inclusive en el proceso de la “tinellización” de la juventud se comenzó inculcando la burla como una forma de diversión. Pero la burla es como la droga, ya que el que se burla degrada a todos y se siente momentáneamente en la cima del mundo. Luego, cuando en algún momento el individuo se hace consciente de la realidad, sufre una caída que será tanto más violenta cuanto mayor haya sido la altura a la que subió previamente. Recordemos que incluso un ex presidente tuvo que padecer la vergüenza pública al acceder erróneamente a la invitación a un programa televisivo. Pero la degradación no la padeció sólo su persona, sino su investidura presidencial y así toda una Nación.

Las víctimas de la burla, que por lo general no tienen un elevado nivel de autoestima, reaccionarán de manera bastante violenta, ya que la actitud burlesca implica que el que la posee muestra cierto placer al observar debilidades reales o aparentes en otras personas. Podemos decir que la sociedad violenta es aquella en la que predomina la actitud del noble déspota (exigente de los deberes ajenos), y que también es burlesco (degrada a quienes le rodean para lograr así una mayor autoestima).

Mientras que la burla es una actitud dirigida hacia una persona por vez, la discriminación implica una actitud dirigida contra sectores sociales caracterizados por su cultura, nacionalidad, status, o lo que sea. De ahí que la existencia de la discriminación de algún tipo, y sin motivo aparente, también caracterizará a la sociedad violenta.

Alguien dijo que “al argentino no le interesa la corrupción mientras no le toquen el bolsillo”, expresando la permisividad ante el delito que la ciudadanía les concede a los políticos. En otras épocas era posible que el desprestigio que sufría un político, por algún acto de corrupción, se reflejara en elecciones futuras. Incluso puede decirse que en la actualidad las ventajas personales logradas ilegalmente parecen ser una muestra de la “viveza” del gobernante y prueba fehaciente de inteligencia y aptitud para el mando.

La integración social del individuo, en épocas de violencia, implica su integración a un grupo que, por lo general, es antagónico a otros. Su fidelidad al grupo es manifestada por la agresividad mostrada respecto a todo elemento extraño al mismo. Incluso desde el populismo se hace énfasis en el discurso político que separa netamente a “ellos y nosotros”, de manera de afianzar las divisiones en la sociedad.

Si alguien no se siente parte de la sociedad sino tan sólo de un subgrupo de la misma, tendrá poca predisposición para cumplir las leyes que, por lo general, buscan la protección de los derechos de todos los ciudadanos. La anomia será una consecuencia inmediata con las consecuencias indeseables que ello producirá. Una de tales consecuencias es la falta de respeto hacia las normas viales, que produce miles de víctimas anuales en todo el país. Otra de las consecuencias que traerá será el desgano y el desinterés por cumplir con el trabajo desempeñado. De ahí que no sea inusual observar el malestar que siente un empleado cuando tiene que atender a un cliente que asiste al comercio en donde trabaja.

Mientras que en varios países europeos, y algunos latinoamericanos, no existe alambrado que separe al público del campo de juego, en una cancha de fútbol, en la Argentina adoptar esa medida sería algo catastrófico dada la escasa cultura mostrada por la mayor parte de los asistentes.

El noble déspota, o el niño caprichoso, que caracterizan a una parte de la población, no saben perder. No están preparados para soportar la derrota y se ponen violentos ante un resultado adverso sufrido por su equipo, tanto en el caso de jugadores como de simpatizantes. De ahí que, con el tiempo, se advierte que el que no está preparado para la derrota tampoco lo estará para el triunfo.

El libertinaje, promovido por la televisión, consiste principalmente en la anulación de las ideas y los sentimientos de intimidad. La intromisión habitual en la vida íntima de las personas tiende a trascender desde el ámbito televisivo hacia toda la sociedad. Víktor Frankl decía que el sexo es como el dinero, cuando se inflaciona, pierde su valor.

El tuteo generalizado tiende a degradar las relaciones interpersonales. Resulta grotesco contemplar una escena en la que la persona mayor, que respetuosamente trata de “usted” a un joven, o a un adolescente, recibe como respuesta el tuteo igualitario. Si un empresario pone al frente de su negocio a alguien que tutee a todos los clientes, es posible que con el tiempo pierda a parte de ellos.

Posiblemente esta moda fue iniciada por adultos que creían que iban a tener menos años de edad porque se tutearan con adolescentes para luego hacerlo con cualquiera.
Incluso a veces se observa en televisión cómo un periodista trata de “usted” a una persona (profesional por ejemplo) mientras que a otra de la misma edad (obrero) la tutea. Cuando el trato depende del “status social” de la persona, se observa algún síntoma discriminatorio. De todas formas, es posible que el adulto con varios años encima se sienta degradado ante el tuteo igualitario, y ése es un detalle importante a tener en cuenta.

Podríamos continuar mencionando los posibles errores de conducta que todos conocemos, pero es de mayor importancia apuntar hacia las causas principales del deterioro social y vislumbrar posibles soluciones. De ahí que pueda decirse que la causa principal de toda crisis humana y social es la ausencia de un sentido de la vida compatible con la naturaleza humana.

La ausencia del sentido de la vida, o vacío existencial, hace que el individuo trate de llenarlo a través del consumo generalizado mientras que un importante sector ha de recurrir al alcohol y a las drogas. En otras épocas se asociaba al joven descarriado el calificativo de alcohólico y trasnochador; en la actualidad tales atributos forman parte de la normalidad.

La distintas éticas propuestas, que distinguen entre el bien y el mal, y apuntan a lo que el hombre debe ser, son sugerencias posteriores a la adopción de un sentido de la vida definido. De ahí que tales conceptos tienen significado luego de que se encontró un sentido posible para la vida humana. En la actualidad, por el contrario, predominan filosofías y actitudes en las que prevalece el nihilismo, la “búsqueda” de la nada, o la “no búsqueda”, quedando registrada tal actitud con la frase: “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. De ahí que, si el problema de la violencia social es un problema ético, no tendría solución aparente dentro de las ideologías predominantes actualmente, ya que promueven tanto el relativismo moral como el cognitivo y el cultural. Incluso, como la mejor aproximación a la ética natural proviene del cristianismo, un gran sector de la población tiende a rechazarlo y a tomarlo como referencia para hacer exactamente lo contrario a lo que sugiere.