domingo, 18 de diciembre de 2011

Acerca de la violencia

Se ha definido la violencia como la acción que busca causar daño físico o psicológico a otra persona, distinguiéndose la violencia instrumental, como medio para conseguir un objetivo, y la que es en sí misma un objetivo.

Se estima que en todas las guerras, atentados y exterminios ocurridos durante el siglo XX, se produjeron unas 187 millones de víctimas. La escalada de violencia está asociada a los conflictos entre grupos antes que entre individuos. Amalio Blanco escribió:

“La violencia se ha ejercido mucho más en nombre del «nosotros» que del «yo»; con elevada frecuencia se inserta dentro de una lógica intergrupal en la que las múltiples pertenencias a determinadas categorías sociales (pertenencia categorial) ocupan un lugar preferente” (De “Los cimientos de la violencia”-Mente y Cerebro-Prensa Científica SA-Jul/Ago 2011).

La formación de grupos antagónicos promueve la violencia masiva, siendo sus rasgos característicos sintetizados por Amalio Blanco:

“Rígida verticalidad entre grupos y estratos sociales (el poder es, sin duda, una de las claves de la violencia); creencia en la superioridad de unas personas gracias a y en virtud de sus pertenencias grupales o categoriales (etnocentrismo); presión hacia la conformidad y la uniformidad; escaso respeto por la independencia; activación de las divisorias con mano firme (apoyada en recios fundamentos ideológicos) y trazo grueso (exclusión), y desigualdad económica e injusticia social”.

La violencia no es otra cosa que la manifestación activa de la actitud del odio, por el cual el individuo siente cierta satisfacción por el sufrimiento ajeno y tristeza por la alegría de otros. El odio colectivo presenta el mayor peligro para la futura continuidad de la civilización. Alfred A. Häsler escribió:

“El odio es un fenómeno, un hecho con el que directa o indirectamente nos vemos confrontados cada día. Me refiero, sobre todo, al odio colectivo, objeto de cálculo político y manipulación, como es el odio racial y el odio de clases. Los motivos son diferentes; pero, a fin de cuentas, ¿el resultado no es el mismo?: el aniquilamiento de vidas humanas” (De “El odio en el mundo actual”-Alianza Editorial SA-Madrid 1973).

En el artículo citado de “Mente y cerebro”, aparecen datos sobre la violencia en distintos países y ciudades, como es el caso de España, en donde se registró un promedio de 2,6 muertes por cada 100.000 habitantes (2008), mientras que en El Salvador pasó de 52 a 72 entre 2008 y 2009. En Caracas, Venezuela, la tasa fue de 127 en el 2008, resultando sorprendente, en este último caso, que desde la propia presidencia de la Nación se promueva, casi cotidianamente, la violencia política, mediante mensajes televisivos, incentivando el odio entre la “burguesía y el proletariado”.

La violencia grupal, ya sea ejercida por grupos urbanos, guerrilleros marxistas o terroristas islámicos, parece ser la consecuencia de la pérdida de individualidad de sus integrantes ante la poderosa influencia de la mentalidad reinante en el grupo. De ahí que, en un estudio realizado sobre el terrorismo, en el que son consultados 172 terroristas, se encontró que el 68% se había incorporado debido a la presión de los amigos, mientras que un 14% lo había hecho por la existencia de parentesco con algún otro miembro del grupo.

En cuanto a las características individuales y las situaciones sociales que favorecen el acceso de jóvenes a los grupos violentos, Amalio Blanco escribió:

“Los estudios llevados a cabo por el IUDOP a lo largo de los últimos veinte años refuerzan la idea de que detrás de la incorporación a las maras se encuentra la necesidad de respeto, amistad, apoyo, pertenencia, poder, solidaridad y compañerismo”.

La violencia no se presenta como la consecuencia de características genéticas heredadas, sino que resulta ser un comportamiento ligado a la cultura (o a la incultura) prevaleciente en el medio social. De lo contrario, no aparecerían diferencias tan grandes en el nivel de violencia como las mencionadas. Ashley Montagu escribió:

“En el «Origen de las Especies», Darwin habla a menudo de «la guerra de la naturaleza». Pero esto es absurdo. No hay tal guerra en la naturaleza, pues el hombre es la única criatura que lleva a cabo ataques deliberadamente contra otros grupos de su propia especie. Del mismo modo, «lucha» debe interpretarse correctamente, no como una pelea de los animales entre sí por la existencia, sino como el combate de las criaturas vivientes contra su medio, con vistas a la supervivencia. No hay ahí lucha contra otros animales, sean éstos de la propia especie o de otra ajena, sino más bien, pugna contra el ambiente. En la medida en que otros animales forman parte del medio, es claro que también ellos, en cierta proporción, se encuentran implicados. Pero el aspecto importante, que es necesario entender, es que la lucha no se desarrolla entre animales, sino entre éstos y su ambiente, y los que más probabilidades tienen de perpetuar su especie son aquellos que se encuentran en mejores condiciones para hacer frente a los desafíos del medio”.

“El principio de cooperación ha sido resumido por un grupo de destacados biólogos en la afirmación de que la probabilidad de supervivencia de los seres vivientes aumenta en la medida en que se adaptan, en forma armoniosa, entre sí y a su medio”.

“Comenzamos a entender, pues, que desde el punto de vista social la evolución misma es un proceso que favorece la cooperación y no a los grupos anticooperativos, y que la «aptitud» es una función del grupo en su conjunto y no de individuos aislados. La aptitud del individuo deriva en gran parte de su pertenencia a un grupo. Cuanto más cooperativo es éste, mayor es la capacidad para la supervivencia de que gozan todos sus miembros”.

“Si quisiéramos buscar una palabra que definiese la sociedad mejor que ninguna otra, esa palabra sería cooperación. Lo que hay que entender, y tiene suma importancia, es que, contrariamente a las creencias de la escuela de pensamiento de la «supervivencia del más apto», el hombre no necesita crear un espíritu cooperativo que lo eleve sobre el nivel de sus esfuerzos «salvajes» para ser distinto. De ninguna manera. Los impulsos hacia la conducta cooperativa se encuentran presentes en él desde el nacimiento y sólo necesitan ser cultivados. No hay ni rastros de evidencias en el sentido de que el hombre nazca con impulsos «hostiles» o «malignos» que deban ser vigilados y disciplinados” (De “Qué es el hombre”–Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1969).

El nivel de violencia de una sociedad tampoco debe asociarse al nivel económico de sus integrantes, ya que aun en países con un elevado poder adquisitivo de sus habitantes, se encuentran niveles importantes de violencia, como es el caso de los EEUU, en donde el 2% de la población laboralmente activa está en la cárcel.

Una de las formas en que se ejerce la violencia psicológica es a través de la difamación de los demás. También adoptando una postura “pacífica y humanista”, tal la de quienes muestran una conversación “culta, suave y amigable”, y emiten expresiones que buscan la destrucción psicológica del receptor de su mensaje.

Es oportuno citar a un autor que considera como “violencia” al hecho de estimular las buenas respuestas de los alumnos por parte de los docentes. Guillermo Alfredo Terrera escribió: “Violencia pedagógica: Las calificaciones y la inveterada costumbre de maestros y profesores de hacerlas resaltar como ejemplos de inteligencia y buen comportamiento. Selección de los mejores. El puntaje público, para cohonestar a los demás. Las becas al mejor……” (De “El hombre y la sociedad”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1975).

Cuando, por el contrario, no se distingue al mejor alumno y se trata de esconder toda las evidencias de su buen desempeño, se apunta a que los peores ocupen en el futuro un lugar que no deberían, como ocurre muchas veces con los cargos públicos asignados por el poder político de turno. Además, si se trata de proteger al envidioso por los éxitos ajenos, no habría que beneficiar a los demás porque casi siempre aparecerá un envidioso que ha de sufrir en esa circunstancia. En el futuro, es posible que el mejor alumno llegue a ser empresario. Entonces, se lo denigrará por cuanto se lo considerará como un explotador, para continuar con la actitud protectora de la envidia generalizada.

Es posible que el origen de la violencia radique en el nivel de elevada frustración de los individuos, o bien, por el reducido nivel de autoestima que posean; síntomas que aparecen juntos. Tales aspectos pueden ser descriptos mediante las siguientes relaciones:

Autoestima = Éxitos / Pretensiones

Frustración = Éxitos - Pretensiones

La tendencia a la competencia con los demás tiende a producir una tendencia a la agresión por parte de los más frustrados, debido a causas reales o aparentes que motivan su frustración. Tal situación es personal o subjetiva, por lo que viene asociada a una reducida autoestima, como es el caso del que posee mucho dinero pero carece de afectos o de atributos intelectuales, o bien del que posee estos últimos pero carece de bienes materiales suficientes. Por lo general, aparecen desequilibrios emocionales al no valorarse adecuadamente algunos de los aspectos mencionados, es decir, valores afectivos o éticos, intelectuales y estéticos.

Por lo general existe una tendencia a la compensación de valores mediante la cual el individuo se aferra a sus aspectos exitosos evitando de esa manera sentirse frustrado y con reducida autoestima. Incluso el individuo emocionalmente estable tiende a redoblar sus esfuerzos cada vez que escucha opiniones adversas hacia su persona o hacia sus logros, mientras que otros, por el contrario, en esa circunstancia tenderán a abandonar sus intentos por lograr mejorar su situación.

Los problemas de la violencia se deben, seguramente, a los estímulos de una sociedad que promueve el logro de valores materiales, y estéticos, con total olvido de los valores afectivos e intelectuales. De esa forma, es promotora de frustraciones y de reducidas autoestimas y, por lo tanto, de una potencial violencia. Si en televisión se promoviera con igual intensidad la posesión de valores morales e intelectuales de la misma manera en que se promueve lo estético y lo material, habrá valores en “abundancia” como para permitir la elevación de la autoestima de las personas y, posiblemente, con ello habrá de reducirse el nivel de violencia existente.

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