martes, 30 de agosto de 2011

La caída de los Imperios

A lo largo de la historia de la humanidad ha aparecido, y luego desaparecido, una sucesión de imperios y civilizaciones que tenían, como principal finalidad, la conquista y el posterior gobierno sobre toda la humanidad. Desde un punto de vista general podemos decir que las crisis que llevaron a sus respectivas desapariciones fueron motivadas por el desconocimiento de alguna ley natural, ya sea ética, social o económica. Tarde o temprano las leyes naturales “se rebelan” contra quienes las ignoran, y que son los “gigantes con pies de barro”, según la expresión bíblica. De aquí surge el antagonismo básico entre el Reino de Dios (el reino de la ley natural) y el Reino del Hombre (que pretende gobernar a otros hombres).

El desconocimiento de la ley natural de debe a dos causas básicas: la primera implica simplemente que no se conocen, en una época determinada, algunas leyes naturales debido a que el conocimiento humano progresa de una manera gradual. La segunda, porque el hombre ignora leyes conocidas haciendo efectiva aquella expresión que dice que “el hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra”.

Uno de los imperios más poderosos e influyentes en la civilización occidental fue el Imperio Romano. Algunos economistas atribuyen, como causa principal de su desintegración, a la ignorancia de leyes económicas básicas, desconocidas en esas épocas. Para “tranquilidad” de los antiguos romanos, podemos decir que en la actualidad, a pesar del tiempo transcurrido, se siguen ignorando esas leyes, pero esta vez, bastante bien establecidas.

La conocida expresión “pan y circo” (en oposición a trabajo y pan) vislumbra que el hoy vigente Estado de bienestar ya existía, de manera rudimentaria, en épocas del Imperio Romano. Para facilitar el consumo de alimentos básicos, el gobierno central dispuso establecer precios máximos, incluso se llevó a cabo una reducción del porcentaje de oro y plata, en las monedas utilizadas como medio de pago, llegando a un equivalente de la actual “impresión excesiva de circulante”, que es el inicio de los procesos inflacionarios. Con esos dos factores solamente se dispuso de los medios efectivos para generar una severa crisis que produjo la caída final del Imperio.

Con precios máximos e inflación creciente se llegó a una situación en que las actividades productivas agrícolas dejaron de ser rentables, iniciando etapas de hambre generalizado. Los habitantes de las ciudades, tanto como los campesinos, formaron comunidades autoabastecidas caracterizando la organización económica y social que habría de suceder al Imperio Romano, es decir, la sociedad feudal, mientras que antes de la caída, existía un mercado que abarcaba gran parte del Imperio. Ludwig von Mises escribe:

“No sólo las industrias, sino también la agricultura, tendían a especializarse cada vez más. Las diversas partes del imperio no eran ya económicamente autárquicas; más bien operaban como mutuamente interdependientes”.

“No fueron las invasiones bárbaras la causa y origen de la caída del Imperio Romano y del ocaso de su civilización, sino el resquebrajamiento de aquella interconexión económica. Los agresores exteriores no hicieron más que aprovechar la oportunidad que la debilidad interna del imperio les ofrecía”.

“El comercio de cereales y demás bienes considerados de primera necesidad fue objeto de una intervención mayor que otros aspectos de la actividad mercantil. Se consideraba inmoral e injusto pedir por el trigo, el aceite o el vino-los artículos esenciales en aquellos tiempos- precios superiores a los que las gentes tenían por normales. Las autoridades municipales intervenían enérgicamente para cortar lo que consideraban abusos de los especuladores”.

“El desastre sobrevino cuando, ante los disturbios políticos de los siglos III y IV, los emperadores se dedicaron a rebajar y envilecer la moneda. Tales prácticas, unidas a unos congelados precios máximos, paralizaron la producción y el comercio de los artículos básicos, desintegrando la organización económica de la sociedad”. “Para no morir de hambre, las gentes huían de las ciudades, refugiándose en el campo, dedicándose al cultivo de cereales, olivos, vides y otros productos, pero tan sólo para su propio consumo”.

“Surgió una tendencia en los latifundios a la autarquía. La actividad económica de las ciudades, el tráfico mercantil y el desenvolvimiento de las manufacturas urbanas se redujo de manera notable. El progreso de la división del trabajo, tanto en Italia como en las provincias del imperio, se contuvo. La estructura económica de la antigua civilización, que tan alto nivel alcanzara, retrocedió a lo que hoy se denomina feudal de la Edad Media.”

“Los emperadores se alarmaron ante tal estado de cosas que minaba gravemente su poderío militar y financiero. Pero las medidas adoptadas resultaron ineficaces por cuanto no atacaban la raíz del mal. Apelar a la coerción y compulsión para invertir la registrada tendencia hacia la desintegración social era contraproducente si se advierte que precisamente la descomposición traía su origen en el haberse aplicado desacertadamente medidas de fuerza y coacción. Ningún romano fue capaz de intuir que la decadencia del imperio era consecuencia de la injerencia estatal en los precios y del envilecimiento de la moneda”. (De “La Acción Humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968)

Ludwig von Mises no olvida citar a los antoninos como los “emperadores buenos”, ya que, generalmente, quienes tratan de imponer precios máximos a los artículos de primera necesidad son considerados como personas de nobles sentimientos humanos. Se ha dicho que “el camino que conduce al infierno está plagado de buenas intenciones”, aunque siempre, en estos casos, se nota la criticable decisión de ser generoso con los bienes y con el trabajo ajenos, como los de los productores de alimentos básicos.

También puede observarse un error que se sigue cometiendo frecuentemente, tal el hecho de contemplar medidas económicas sólo para el corto plazo y que beneficia a un sector de la sociedad, ignorando otros plazos y otros sectores. Henry Hazlitt escribe: “El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores” (De “La economía en una lección”-Unión Editorial SA-Madrid 1981). Podemos agregar que el cumplimiento de la lección de Hazlitt será considerada “políticamente incorrecta” y que, en caso de aplicarse, redituará pocos votos a favor del político que pretenda imponerla a toda una Nación.

Los errores que condujeron a la caída del Imperio Romano fueron repetidos varias veces en todo el mundo, principalmente bajo el socialismo. Así nace el Imperio Soviético, en donde se prohíbe el mercado y se impone una planificación económica central. La diferencia esencial, en cuanto a su vigencia, se debió a que, mientras los emperadores romanos no pudieron hacer trabajar adecuadamente al pueblo bajo presión militar, en la URSS se “solucionó” ese inconveniente y pudo así durar unos setenta años. Andrei Sajarov escribió: “La nuestra es una economía permanentemente militarizada a un nivel inverosímil en tiempos de paz, que resulta opresiva para la población y peligrosa para el resto del mundo” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Moguer SA-Barcelona 1976)

La “solución soviética” a la falta de incentivos para el trabajador, se logró mediante un sistema que implantó el terror como una práctica habitual. Alexander Solyenitsin escribió: “Fue el sistema que, en plena paz, provocó artificialmente el hambre en Ucrania. Seis millones de personas murieron en Ucrania de hambre, a las puertas mismas de Europa, entre 1932 y 1933. Europa no se dio cuenta y el mundo no se dio cuenta….¡ Seis millones de personas!” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

La caída del Imperio Soviético resulta relativamente fácil de describir, ya que sólo hizo falta alivianar la presión militar sobre el pueblo para que se produjera. Al respecto, Jean-François Revel escribió: “Añadir que los regímenes de Estado se mantenían únicamente bajo la amenaza permanente de una intervención del Ejército Rojo, era tachado de sectarismo. Desde el momento en que, gracias a la política de Gorbachov, fue evidente que esta amenaza había sido retirada del cuadro, bastaron tres meses para que la población barriera al socialismo” (De “El Renacimiento Democrático”-Plaza & Janes Editores-Barcelona 1992).

Los procesos de crisis y caída de los imperios lleva bastante tiempo, tal el caso del Imperio Británico. Algunos autores veían hace varias décadas atrás a la corrupción generalizada como la semilla del desmoronamiento que finalmente se produjo. En un artículo del periódico The Times (11/2/63) se expresa lo siguiente:

“Para que la Cámara de los Comunes llegue al centro de la cuestión hoy, tendrá que reconocer que la crisis inherente a la situación política y económica de Gran Bretaña es una crisis moral. La cuestión de los incentivos nunca ha sido presentada con suficiente amplitud. El garrote y la zanahoria, incluso las balas y los diamantes, pueden ser eficaces durante un tiempo en cualquier nación. Pero la historia demuestra que las sociedades se levantan y caen, florecen y se derrumban, por aquello en que creen, y por lo que representa su manera de vivir”.

En otro articulo (28/7/62) se expresaba: “Las indagaciones a que está siendo sometida la nación son de un carácter que los individuos difícilmente comprendan ellos mismos…aturdimiento…desorientación de la juventud…desilusión de los dos partidos políticos principales…falta de sentido de la vida” (Citados en “El fantasma de la corrupción en Gran Bretaña”-Peter Howard-Emecé Editores SA- Buenos Aires 1964).

En cuanto a los EEUU, se advierte desde hace varias décadas la tendencia a dirigirse hacia un socialismo encubierto. William E. Simon escribió al respecto:

“Nuestro país no es un Estado benefactor ni siquiera en el viejo sentido del New Deal. Hoy en día es nada más que un Estado redistribucionista, que saca a uno para dar a otro, y ese otro no es ni huérfano, ni tullido, ni viejo; sencillamente es el otro”.

“El Estado intervencionista puede confiscar, puede redistribuir lo que ha confiscado, puede gastar más de lo que dispone recurriendo a préstamos y emitiendo moneda sin respaldo. Hay una sola cosa que no puede hacer: producir riqueza”.

“En el caso del gobierno federal se puede recurrir al expediente de fabricar dinero para costear nuestras locuras, durante un tiempo, pero de esa manera continuamos envileciendo nuestra moneda y nos encaminamos al colapso económico. Ése es el camino sobre el cual transitamos actualmente; ésa es la dirección en la cual los «benefactores» nos guían” (De “La hora de la verdad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1980).


miércoles, 24 de agosto de 2011

Cambios sociales graduales vs. abruptos

Las sociedades en crisis buscan cambios que les permitan lograr mejores condiciones de vida. En esa posibilidad estamos todos de acuerdo. La divergencia de opiniones radica en el modo, gradual o breve, en que debería realizarse ese cambio. H. M. Johnson escribe:

“El tipo de cambio estructural más importante es el cambio en los amplios estándares que hemos llamado valores”. “Podemos dar un ejemplo de cambio de valores en un nivel concreto: la transición de un tipo de sociedad feudal a un tipo de sociedad industrial-comercial. Estos cambios no se producen en un periodo de tiempo breve, sino que toman generaciones; se manifiestan en graduales corrientes a largo plazo con altibajos en distintos periodos” (De “El cambio social” de H. M. Johnson y otros-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).

Si el cambio social implica el afianzamiento de normas y valores, la crisis significará, justamente, el limitado acatamiento de normas por parte de la población. Gino Germani escribió (en el libro citado):

“Lo que Durkheim llamaría anomia, Thomas y Znaniecki lo denominan «desintegración social» y se produce por «la disminución de la influencia sobre los miembros del grupo, de las existentes reglas sociales de conducta»”.

Para quienes el hombre tiene ideas y experiencias propias, que actúan como una especie de inercia mental, el cambio gradual de mentalidad sería el camino adecuado para el progreso social. Por el contrario, para quienes el hombre actuaría principalmente por influencia del medio social, el cambio abrupto (revolución) sería el adecuado para dicho progreso. Se supone en este caso que la costumbre hará placentero lo cotidiano ya que no existiría algo tal como una naturaleza humana ni tampoco un orden social con el que nos presiona la ley natural.

Desde la psicología social, todo cambio individual, luego social, es factible debido a la posibilidad de cambio de la actitud característica del individuo. El cambio se ha de producir a través de la incorporación de nuevos conocimientos, es decir, de mayor información acerca del mundo que lo rodea, especialmente información con contenido ético. De ahí que el cambio ha de ser limitado, sin que se conozca de antemano tal limitación. Podemos decir que si la información es verdadera, el individuo mejorará su actitud; todo lo contrario si se trata de información errónea. Edwin Hollander escribió:

“En general, cuando un individuo adquiere información nueva, puede ocurrir que, merced a una reorganización de su campo psicológico, sus actitudes se modifiquen. El potencial de la experiencia nueva se inclina siempre hacia dicho cambio. La estructura de las actitudes, no obstante, tiende a la estabilidad” (De “Principios y métodos de psicología social”-Amorrortu Editores-Buenos Aires 1968).

Existen ciertas analogías entre el cambio que se produce en un individuo y el que se produce en una sociedad. Si queremos encontrar la forma en que se produce el progreso personal individual, podemos considerar las componentes afectivas de la actitud (amor, egoísmo, odio, indiferencia) y también las componentes cognitivas (referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona, en lo que piensa la mayoría). Podemos decir que el progreso personal implica la tendencia hacia la actitud cooperativa del amor y también hacia la adopción de la propia realidad como la referencia que habremos de adoptar para comparar todo nuevo conocimiento que pretendamos incorporar a nuestra memoria.

En cuanto al progreso social, podemos decir que también se deberá al cambio personal en quienes componen al grupo social. Quien mejor manifestó la secuencia del cambio cognitivo ha sido Auguste Comte al describir la secuencia por la que se produce el avance cultural de la humanidad, y son las etapas teológica, metafísica y positiva, que vendrían a ser las etapas religiosa, filosófica y científica, siendo esta última la que se identifica con la adopción, a nivel individual, de la propia realidad como referencia a adoptar, como se dijo antes.

En los movimientos totalitarios, que encuentran en la revolución el medio para el cambio abrupto de la sociedad, se observa que se basan en el estimulo del odio de las masas adoptando como referencia, no la realidad, sino la opinión personal de un líder político que, generalmente, apunta a la destrucción del “enemigo causante de todos los males sociales”. En estos movimientos se nota un efecto de cambio negativo, que lleva a los pueblos hacia épocas de violencia que deberíamos haber superado hace bastante tiempo. Jean-François Revel escribió:

“La idea de revolución descansa sobre la convicción de que se puede aportar un remedio único, masivo, radical, inmediato y definitivo al mal estado en que se juzga que se encuentra la sociedad. Esta convicción supone a su vez que la sociedad sufre de una sola enfermedad bien determinada, universal y nefasta. A un azote único, operación quirúrgica única. Todo iría bien si se suprimiera la realeza por los convencionales, la superstición por los filósofos de la Enciclopedia, el capitalismo por Marx, la propiedad por Rousseau y Proudhon” (De “El Renacimiento democrático”-Plaza & Janes Editores-Barcelona 1992)

Luego de las experiencias nefastas producidas por el fascismo, el nazismo y el comunismo, no resulta difícil encontrar explicaciones adecuadas. Lo que resulta difícil es aceptar que en la actualidad debamos seguir discutiendo sobre ideológicas que siguen teniendo adeptos a pesar de las grandes catástrofes sociales que promovieron a lo largo y lo ancho del mundo.

En todo movimiento de cambio, no sólo se produce una resistencia al mismo, sino que también se producen resultados opuestos a los esperados especialmente cuando se parte de la idea errónea del “único mal a combatir”. Agrega Revel:

“La fase llamada transitoria se vuelve rápidamente la única: una eternidad provisional. Además, por un mimetismo paradójico, los revolucionarios comienzan por copiar los males mismos que deberían extirpar. Los jacobinos querían destruir el absolutismo y establecieron una dictadura que, en comparación, la antigua monarquía parecía y era liberal. Los bolcheviques querían suprimir la explotación del hombre por el hombre, y explotaban al hombre más ferozmente que cualquier otro régimen, le sometían, le encadenaban a una máquina económica averiada, esterilizada por culpa suya, y a la cual inmolaban individuos por millones. Los revolucionarios de 1968 creían luchar contra el imperialismo y para el pleno desarrollo de todas las libertades personales, para la abolición de los aparatos represivos, y dirigían sus ataques mayormente contra las democracias, tomando como modelo de sociedad el totalitarismo senil y sanguinario de Mao Tse-Tung”.

Los movimientos de masas no aspiran a transformar al hombre masa en un individuo pensante, sino que lo usan como un simple medio para combatir al “enemigo”; enemigo real o imaginario utilizado como pretexto para justificar el accionar del político totalitario. Revel agrega:

“Un carácter sorprendente del sovietismo es haber realizado punto por punto durante setenta años exactamente lo contrario de lo que anunciaba y pretendía hacer. Ahora bien, ésa es la esencia del leninismo. Lenin proclama el poder de los consejos obreros (los soviets) e introduce el partido único, monstruo político del cual es el indiscutible inventor, partido proletario que desprecia al proletariado y le tratará peor que cualquier otro patrón capitalista. A la pregunta: «¿Pueden los obreros gobernar el Estado?» Lenin respondió un día: «La gente práctica sabe que eso son fábulas»”.

“En nombre de la libertad crea la Checa, antepasado del KGB. De hecho, el terror y los campos de concentración comienzan con Lenin. Más tarde, Stalin no hizo más que sistematizar las técnicas del maestro. Enemigo del capitalismo, Lenin vive en las faldas del capitalismo desde que, bajo el impulso vigoroso de su genial gestión, la economía soviética amenazó con reventar”.

Quienes basan sus ideas y su accionar en el “odio al enemigo”, pocas veces reconocerán el error básico de sus creencias por lo que, ante el fracaso, culparán a la mala aplicación del método revolucionario o bien a los “enemigos internos” del proceso. Revel continúa:

“A fuerza de obtener, por todas partes y sin excepción, resultados opuestos a los efectos deseados, los dirigentes revolucionarios deben en primer lugar instalarse en una contradicción entre la palabra y la realidad; a continuación, para disculparse, atribuir su fracaso crónico a los «enemigos de la revolución». Los encuentran, para comenzar, en sus propias filas, de ahí las depuraciones y las frecuentes «carretadas» de convictos. El eterno mito de la «revolución traicionada» les evita volver a la única y verdadera causa del mal: el sistema mismo. La revolución fracasa, las masas se resisten porque las cosas van mal. Ese panorama lo encontramos tanto bajo Robespierre como bajo Stalin o Mao”.

En la Biblia se describe un proceso histórico que implica una lucha entre el Bien y el Mal. Si el libro del Apocalipsis tuviese alguna relación con épocas recientes, interpretaríamos seguramente como el Mal a las ideologías que promueven el odio, ya sea que provengan de la política, de la filosofía o incluso de la religión.
Debemos valorar los distintos movimientos de masas según los efectos que produzcan, ya que “por sus frutos los conoceréis”. No es casualidad que los partidarios del totalitarismo tengan siempre como enemigos a la democracia, al liberalismo, al cristianismo y a todo lo que parezca provenir de gente que goza de un nivel aceptable de felicidad.

Pregonan la igualdad económica aunque pocas veces la consiguen. Por el contrario, quien en realidad busca la igualdad, observará que no existe otra sugerencia mejor que el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, una igualdad que incluso involucra a toda la humanidad. Traducida al lenguaje corriente esta sugerencia significa: “Compartirás las penas y las alegrías de quienes te rodean como si fuesen propias”. Este ha de ser el motor del cambio social que llevará al hombre a una existencia acorde a lo que nos impone el espíritu de la ley natural.


lunes, 22 de agosto de 2011

Corrupción

Uno de los males que afronta la mayoría de las naciones es la corrupción, en sus diversas formas. Este flagelo surge del egoísmo predominante en muchos individuos y su asociada falta de patriotismo. Es también una actitud antisocial que surge de la ausencia de un “sentimiento de comunidad”. Alfred Adler escribió: “De la ley del movimiento del neurótico forma parte, desde su más tierna infancia, la retirada ante los problemas que puedan poner en peligro su acusada tendencia a superar a los demás y a ser siempre el primero, tendencia excesivamente desligada del sentimiento de comunidad”. “Su impaciencia, su avidez, su emotividad acrecentada, comparable a la del que vive en país enemigo, engendran agudos y frecuentes conflictos, le facilitarán enormemente la retirada ya prescripta por su estilo de vida” (De “El sentido de la vida”-Luis Miracle Editor-Barcelona 1959).

Cuando la corrupción se establece fuera del Estado, aún queda este último para controlarla. Cuando surge del Estado mismo, se torna más peligrosa. Mariano Grondona escribió:

“En los países subdesarrollados, la corrupción no se vive como una ocasión, sino como una vocación: con frecuencia no se ingresa en la política o en la administración pública con un deseo de servicio que quizá sea desvirtuado por alguna tentación, sino con la intención deliberada de enriquecerse” (De “La corrupción”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1993)

La corrupción generalizada proviene también de la ausencia de condena social y de, incluso, cierta complacencia por quien mejoró su situación patrimonial luego de un breve paso por la política. Hace algunas décadas, el lema de la campaña política de Adhemar Barros, en Brasil, era: “Roba pero hace”, expresión que iba a ser aceptada sin inconvenientes por parte de una sociedad permisible ante la corrupción. Agrega Grondona:

“Mientras que en los países desarrollados hay actos de corrupción, sobre todo en las altas esferas del poder, los países subdesarrollados padecen un estado de corrupción. Los ilícitos suelen ser casi abiertos, casi evidentes porque no existen expectativas de castigo y más bien se da por sentada la impunidad. En cambio quien estuviese dispuesto a cometer un acto de corrupción en un país desarrollado sabría que, además del obvio castigo penal, lo espera una sanción social, cuando no familiar”.

Por lo general, la corrupción apunta hacia el logro de dinero y de poder. Cuando se logra todo ello, se aspira luego a “ser parte de la historia” imaginando un lugar en los libros de esa rama del conocimiento que serán editados en el futuro. Aun con todos los padecimientos que debe afrontar cotidianamente gran parte de la sociedad, un político argentino habló alguna vez de la “sensualidad del poder”, y no de la responsabilidad que debería sentir quien toma decisiones que afectarán la vida de gran cantidad de seres humanos. Existe una especie de lema de la corrupción: “A los amigos se les entrega el corazón; a los enemigos se les parte el corazón, a los indiferentes se les aplica la legislación vigente”.

Entre los problemas de corrupción más frecuentes encontramos la vinculación existente entre políticos y empresarios. Por lo general, los empresarios ineficaces buscan el apoyo ilegal de quienes dirigen al Estado, previo pago de sobornos, para el logro de ventajas económicas que difícilmente lograrían a través del libre accionar bajo las reglas del mercado. El intervencionismo estatal, en economía, tiende a favorecer este tipo de corrupción. Carlos Mira escribió:

“El corporativismo constituye un sistema por el cual parte del sector privado (es decir, personas que no son funcionarios en sentido estricto) entra en una asociación perversa con el Estado por vía de la cual se suprime la competencia en campos diversos de la actividad económica. Por dicha vía se establece una alianza entre ciertos sectores productivos generadores de recursos económicos y el Estado (léase sus funcionarios de carne y hueso) para borrar de la escena a los sectores mal avenidos”.

“Este esquema estimula y contribuye a un statu quo que inmoviliza a la sociedad y que inhibe al individuo de desarrollar innovaciones que resquebrajen esa estratificación privilegiada, con lo cual se favorece el nacimiento de una nobleza feudal compuesta por los funcionarios, los capos sindicales y los señores empresarios cooptados, cuyo objetivo primordial pasa a ser la propia preservación del sistema” (De “La idolatría del Estado”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).

Una de los objetivos buscados por los políticos intervencionistas es la estatización de empresas privadas para otorgar empleos adicionales a sus seguidores. Escribe Jean-Françoise Revel:

“La distribución de empleos públicos o parapúblicos inútiles y remunerados por la colectividad, con objeto de asegurarse la fidelidad o reclutar una clientela política, constituye otra forma de corrupción, otra perversión de la democracia, y corresponde más o menos a la noción jurídica de estafa”. “La excesiva estatización de la economía es una de las principales fuentes de corrupción a través del mundo. Cuanto mayor es la supremacía del poder político sobre el poder económico, más fácil y tentador es utilizar el poder político para enriquecerse. La famosa separación de poderes, fundamento de toda democracia, debe pues aplicarse también al poder económico” (De “El renacimiento democrático”-Plaza & Janes Editores-Barcelona 1992).

El ciudadano común, por lo general, critica severamente la excesiva posesión de dinero, a veces sin interesarse por el origen del mismo. Revel escribe:

“Tanto como maldicen las fortunas capitalistas, fruto de un crecimiento del patrimonio nacional, toleran al mismo tiempo las fortunas políticas, fruto de un dinero que les han robado. Su indulgencia hacia el cohecho recuerda los sentimientos de América latina, donde en teoría se rehúsa a los inversores capitalistas el derecho a enriquecerse que se concede por el contrario con liberalidad a los dirigentes políticos o a sus amigos”.

“Cristianos y marxistas condenan el poder del dinero bajo su única forma capitalista y mercantil, distinta del poder político. Lo aceptan, por el contrario, cuando los dos poderes se confunden, es decir, cuando el Estado se convierte en una máquina de producir dinero para quienes le ocupan, o, lo que viene a ser lo mismo, una máquina que sirve para procurarles indirectamente un nivel de vida que de ordinario sólo una gran fortuna puede procurar a los particulares”.

“Esta avidez cubierta de hipocresía, esta preferencia concedida al enriquecimiento parasitario sobre el enriquecimiento productivo, este ánimo, sin embargo, de ocultar uno y otro, el primero porque es delictivo, y el segundo porque es impopular, determinan, entre otras taras, uno de los caracteres más esterilizantes de la sociedad francesa: prohíben a la fortuna privada aportar su concurso al bien público”.

Generalmente, quien estafa de alguna manera a toda la población y a nadie en particular, no siente culpabilidad alguna porque, aduce, “no le hace mal a nadie”. Aquí aparece la tenue línea divisoria entre ética individual y social, siendo la ética social la que nos impone un adecuado nivel de moralidad ante la sociedad en general, aun cuando no se trate de una persona visible y cercana. Revel escribe al respecto:

“La corrupción engendra pronto un estado de espíritu que hace perder el sentimiento de haber cometido un acto delictivo o una indelicadeza estafando a sus compatriotas en sus bienes. Un individuo de la más orgullosa integridad, que se suicidaría antes que robar diez francos del bolsillo de una anciana, se transforma en un vulgar ratero cuando la misma anciana ya no es, para él, más que una gota de agua anónima en el océano de los contribuyentes”.

En cuanto a las severas crisis sociales y económicas de los países, puede decirse que están muy ligadas al nivel de corrupción existente. Escribe Revel:

“Los Estados en los que la democracia comienza a desnaturalizarse por la corrupción, deben asfixiarla después cada vez más para sobrevivir, especialmente porque deben amordazar al poder judicial para evitar a sus dirigentes las condenas en que incurren. El combate político se desarrolla entonces casi exclusivamente en el terreno del espectáculo. Poco importan las trampas cometidas, poco importan los resultados reales de la acción. Ya sean buenos o malos, lo que cuenta es la impresión recibida por la opinión pública o, por decirlo mejor, la que se logra que reciba. Por lo tanto el dirigente ya no va a actuar sobre lo real, esperando que los ciudadanos hagan justicia a lo que ha hecho de positivo, sino directamente sobre la opinión pública y sobre la representación que se forma de las cosas, independientemente de su sustancia. Los gobernantes se convierten así, por la vía de los sondeos, en esclavos de los gobernados, no de su bien, sino de sus impresiones. Se establece de esta suerte una complicidad resignada entre los poderes públicos, la prensa y el pueblo para silenciar, después de un periodo de agitación y de indignación, los cohechos perpetrados por los primeros, denunciados por la segunda y pagados por el tercero. ¿Pero una democracia resignada sigue siendo democracia?”

Otras de las formas de corrupción, que se ha agregado a las anteriores, es la especulación. Mediante estas prácticas, el individuo carente de ética social obtiene dinero sin realizar ninguna creación de bienes o servicios para un posterior intercambio en el mercado. Debe tenerse en cuenta que existe una delgada línea divisoria entre una inversión legal y la especulación. En el primer caso, un individuo compra acciones en la bolsa de valores aportando capital para una empresa productiva, esperando sus ganancias respectivas. En el otro caso sólo tiene en cuenta la inmediata reventa de la acción para obtener una ganancia directa.

Aquí aparece una limitación en cuanto a la posibilidad de control por parte del Estado siendo la propia conciencia del individuo quien le imponga limitaciones a su accionar. Es el mismo tipo de freno ético que nos impone el rechazo de actividades lucrativas, y destructivas a la vez, como es el caso del tráfico de drogas adictivas. La mayoría de las personas eligen sus actividades laborales contemplando varios objetivos, y no solamente el rendimiento económico. Es oportuno decir que el especulador, tarde o temprano, se verá a si mismo como una especie de parásito antisocial en el que, seguramente, bajará su nivel de autoestima. Como siempre ocurre, los perjuicios a la sociedad serán perjuicios simultáneos para el individuo que los comete.

Los principios éticos son los que deben orientar las acciones humanas, en lugar de buscar justificativos como es el caso de la tendencia a optimizar ganancias siguiendo las tendencias del mercado. Si bien el mercado es un sistema económico eficaz, nunca debe ser una guía para nuestras decisiones cotidianas. Tampoco resulta ser una solución eficaz la anulación del mercado por cuanto ello llevaría a problemas bastante mayores todavía.

lunes, 15 de agosto de 2011

Planificación individual vs. estatal

Las recientes crisis económicas que afectan a los países desarrollados, vuelven a poner en discusión las ventajas y las desventajas de la planificación individual (tanto de empresas como de consumidores, en el ámbito del mercado) en oposición a la planificación estatal de la economía (socialismo). Ludwig von Mises escribió: “Lo cierto es que la elección no es entre un mecanismo muerto y una rigidez automática por un lado, y una planificación consciente por la otra. La alternativa no es planear o no planear. La cuestión es ¿planificación de quién? ¿debe planear cada miembro de la sociedad para sí mismo, o sólo debe ser el gobierno paternalista el que planifique para todos? El problema no radica en lo automático frente a la acción consciente. Se trata de la acción espontánea de cada individuo frente a la acción exclusiva del gobierno. Se trata de la libertad frente a la omnipotencia gubernamental”.

“El laissez faire no significa dejar funcionar a fuerzas mecánicas sin alma. Significa dejar que los individuos elijan cómo desean cooperar en la división social del trabajo y que determinen qué deben producir los empresarios. La planificación significa permitir que sólo sea el gobierno el que elija, y que éste haga cumplir sus dictados a través del aparato de coerción y compulsión” (De “Planificación para la libertad”-Centro de Estudios sobre la libertad-Buenos Aires 1986)

Se aduce generalmente que el “sistema capitalista está en crisis” y que debería establecerse “otro sistema”. Es oportuno mencionar que la economía de mercado no resuelve los problemas económicos en forma automática y que los individuos, por ejemplo, cuando gastan más de lo que ganan, buscando vivir más allá de sus reales posibilidades, incurren en una actitud reñida con la ética elemental por lo que, tarde o temprano, se producirá algún tipo de crisis. No existe todavía un sistema económico que haga funcionar exitosamente a la economía de un país aun cuando sus habitantes gasten más de lo que ganan (a través del crédito), o no trabajen lo suficiente, o no ahorren o no inviertan, etc. Ludwig von Mises escribió: “El desempleo masivo, que se prolonga año tras año, es el efecto inevitable de los intentos por mantener los salarios por encima del nivel que el mercado, sin traba alguna, habría fijado. Todos estos males, que los progresistas interpretan como una evidencia del fracaso del capitalismo, son el resultado necesario de la alegada interferencia social en el mercado”.

“El problema no es si las políticas defendidas por los autoproclamados progresistas son recomendables o condenables, o no lo son, desde un punto de vista arbitrario y preconcebido. El problema esencial es determinar si tales políticas pueden realmente alcanzar los fines que todos anhelamos”.

Pocas veces se escucha a alguien decir que la ciencia médica está en crisis y que deberíamos buscar medicinas alternativas ya que la medicina actual es impotente ante casos extremos de alcoholismo o consumo de estupefacientes. A esto debemos agregar que en el futuro, seguramente, la medicina tampoco logrará salvar a un individuo que consuma varios litros al día de alguna bebida alcohólica, o que consuma varias dosis al día de alguna droga adictiva.

Según afirman algunos economistas, la suma de la deuda pública y privada, per capita, de los habitantes de EEUU, es de tal magnitud que cada grupo familiar debería un monto equivalente a su vivienda; de ahí que no debería extrañarnos tanto la situación de crisis que está afrontando esa Nación. Incluso alguna vez se pensaba que un país podía tener una economía “saludable” aun con tan elevados índices de endeudamiento público y privado. Las leyes de la economía, como siempre ha ocurrido, son inexorables.

Entre los errores que se advierten en las economías de algunos países, es la actitud predominante del empresariado por la cual busca no competir en el mercado, sino de establecer pactos con los políticos a cargo del Estado para obtener beneficios que no lograrían sin ese apoyo. El empresario ineficaz quedaría marginado del mercado por efecto de las decisiones de los consumidores que elegirían adquirir sus bienes y servicios a otros empresarios. Entonces, tal empresario, a quien no le interesa satisfacer las demandas del público, sino optimizar sus ganancias a toda costa, recurre al Estado para que emita decretos protectores alterando completamente el orden económico que habría de establecerse en un mercado sin intervención estatal.
Lo que resulta paradójico es la existencia de tendencias políticas que pretenden lograr libertad social y política a través de la democracia y, simultáneamente, proponen sistemas económicos de tipo socialista que tiende a anular aquellas libertades. Alvaro C. Alsogaray escribía algunas décadas atrás:

“Cuando hablamos de economía no nos estamos refiriendo tanto al nivel de vida o ingreso medio por habitante de un país. Hacemos especial hincapié en la naturaleza del sistema económico que se aplica. Según sea dicho sistema, la vida ciudadana puede encaminarse hacia la libertad o puede ser arrastrada hacia el totalitarismo”.

“El problema no es nuevo. Existía ya en la Argentina antes de la instauración del régimen peronista. Surgió como consecuencia del avance de las ideas socialistas, dirigistas e intervencionistas que recibieron un fuerte impulso después de la crisis de 1930. Mientras las ideas liberales subsistían en el campo político y en el de la cultura, el totalitarismo se adueñaba del campo económico. Ello destrozó a los partidos políticos tradicionales haciéndoles perder su unidad ideológica. El mismo problema existe hoy en la mayoría de los países latinoamericanos y se presenta también con caracteres nítidos en los EEUU. En este último país la mezcla y la confusión de ideas dentro de los dos partidos principales es notable y hace que muchos sectores demócratas se comporten como republicanos y que muchos republicanos actúen dentro de la línea demócrata. En una palabra, la falta de correlación entre las ideas políticas y las ideas económicas conduce a un verdadero estado de anarquía en cuanto a los objetivos que permanentemente hay que fijar para la marcha de un país” (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).

En cuanto a las dictaduras políticas y económicas, puede decirse que la libertad económica establecida por una dictadura (como es el caso de la China con economía de mercado y el Partido Comunista en el gobierno) no resulta tan opresiva como las dictaduras económicas y políticas conjuntamente, e incluso como las dictaduras económicas con aspecto democrático.

La dictadura económica no es más que una consecuencia inevitable de la implantación de la planificación económica estatal. Daniel Villey escribió: “La planificación autoritaria –el adjetivo no es más que una redundancia: toda planificación es, por esencia, autoritaria o bien epifenomenal- implica, al menos en su forma más pura, que haya un solo propietario del conjunto de los factores productivos disponibles, un solo sujeto de todas las decisiones económicas: la colectividad, encarnada en un Estado omnipotente y omnipresente. Único juez de las necesidades sociales, él define soberanamente el óptimo económico; es decir, el objetivo hacia el cual va a dirigirse toda la actividad económica nacional. Dueño absoluto del aparato de producción, afecta soberanamente todos los recursos disponibles –tierra, mano de obra, capitales- a las diversas utilizaciones de que son susceptibles, de tal forma que se realice el plan que él mismo ha concebido. Esto es un reencuentro, a escala de toda la sociedad, de la unicidad del sujeto económico que caracterizaba a la economía robinsoniana (la de Robinson Crusoe solo en su isla), o a la economía feudal” (De “¿Economía libre o dirigida?”-Unión Editorial SA-Madrid 1973)

Podemos hacer una síntesis de las cuatro conjunciones posibles en cuanto a los estilos del carácter político y económico de un país o bien de los objetivos de alguna tendencia política:

a) Democrático en lo político y democrático en lo económico: liberalismo
b) Totalitario en lo político y democrático en lo económico: algunas dictaduras de derecha y de izquierda
c) Democrático en lo político y totalitario en lo económico: social-democracia
d) Totalitario en lo político y totalitario en lo económico: fascismo, socialismo, comunismo

Estas tendencias no siempre se cumplen en forma estricta, ya que, justamente, son tendencias que pueden, o no, llegar a concretarse. Como ejemplo del primer grupo podemos mencionar a la Economía Social de Mercado adoptada por Alemania y otros países europeos, también Japón, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En el segundo grupo tenemos a la actual China. En el tercer grupo tenemos a varios países que llevan adelante el Estado de bienestar gastando más de lo debido. En el cuarto grupo tenemos a las actuales Cuba y Corea del Norte.

Nótese que los mejores resultados se logran en el primer caso, luego en el segundo, sigue el tercero, siendo el cuarto caso el que peores resultados ha dado, pudiéndose afirmar que debemos considerar no sólo la democracia a nivel político sino también económico. El grado de democracia en lo económico viene determinado por la capacidad de decisión individual que tiene cada habitante de un país. Cada compra efectuada a determinada empresa tiene el mismo carácter democrático que la emisión de un voto a favor de determinado candidato político.

Si tenemos disponible una gran cantidad de casos que nos ofrece la historia, surge la pregunta acerca de porqué siguen siempre existiendo controversias insuperables respecto de la tendencia política y económica que seria conveniente adoptar. Y ello se debe, seguramente, a que las decisiones humanas tienen un componente afectivo más que racional, y que las doctrinas filosóficas tienen todavía mayor peso que el conocimiento científico. Daniel Villey escribió: “La doctrina no es sólo objeto de adhesión intelectual; es, además, objeto de creencia y de fervor, y norma de conducta. Para quien profesa una, ésta es razón de vivir, incluso de morir; es decir, de realizar y rubricar su vida”.



miércoles, 3 de agosto de 2011

Patriotismo y nacionalismo

Mientras que en el individuo existe el amor propio y también el egoísmo, en los pueblos existe el patriotismo y también el nacionalismo. Si bien muchas veces estos términos se utilizan para designar conceptos distintos a los aquí considerados, es necesario establecer que en el presente escrito se les dará el significado asociado a la analogía mencionada.

El patriota es el que ama a su patria, pero sin tener sentimientos antagónicos respecto de las patrias de otros hombres, ya que, básicamente, se siente un ciudadano del mundo. En este caso nos vienen a la memoria las declaraciones del futbolista argentino Alfredo Distéfano quien alguna vez afirmó “tener dos patrias” (la suya y España), la heredada y también la adquirida.

El nacionalista, por el contrario, tiene una sola patria mientras que los demás países son rivales y hasta enemigos, con los cuales debe tenerse el menor intercambio posible, ya sea desde un punto de vista económico, cultural o deportivo. Propone para su país la tendencia a cerrar sus fronteras ante la posible llegada de extranjeros, considerados ciertamente como invasores.

Siguiendo con la analogía previa, si existen actitudes de amor o de egoísmo ante el país en conjunto, también es posible la existencia de una actitud de odio generalizado. Si bien los defectos de una Nación son evidentes tanto para el patriota como para el nacionalista, no por ello van a tratar de destruirla total o parcialmente buscando “mejorarla” según algún criterio particular o sectorial, como muchas veces ha sucedido.

Mientras que el individuo que ama a su país tratará de hacer aportes que lo engrandecerán, el nacionalista busca trascender como integrante de su Nación, ya que ésta perdurará más allá del tiempo de duración de las vidas individuales. El patriota siempre piensa en dar, mientras que el nacionalista piensa en recibir. Como ejemplo de patriotismo podemos citar el caso del físico y matemático irlandés William R. Hamilton, quien dedica su vida a la ciencia pensando en el prestigio adicional que con su obra habría de tener su Irlanda natal.

Otras grandes empresas científicas también fueron inspiradas en la patria, tal el caso del físico italiano Enrico Fermi. Buscando que Italia volviese a ocupar un puesto destacado en la física, como ocurriera en épocas pasadas, forma un grupo de investigación reclutando jóvenes con talento en las distintas universidades italianas. El Grupo de Roma obtiene éxitos notables en física nuclear hasta que es disuelto por las circunstancias adversas promovidas precisamente por los nacionalistas (fascistas en ese caso).

La India, en épocas del Mahatma Gandhi, sigue el pensamiento de este patriota y, por ello mismo, predomina el amor hacia su Nación antes que el odio a la Gran Bretaña. Tal es así, que una vez lograda la Independencia, son los propios hindúes quienes le piden al gobierno británico de la India que prolongue su mandato por algunos meses hasta que puedan organizar un gobierno nacional. Recordemos que una bala que provenía del arma de un nacionalista hindú termina con la vida de Gandhi.

A lo largo de la historia de la humanidad se han producido situaciones trágicas y ello ha ocurrido cuando un individuo, o un sector de la población, apoyan a invasores extranjeros que buscan anexar parte, o el total, del territorio de su propio país. Los países imperialistas o colonialistas muchas veces han tenido el apoyo directo de sectores de la población del país colonizado.

El físico norteamericano Benjamín Thompson, conde de Rumford, fue acusado de pretender que su país siguiera formando parte del Imperio Británico, por lo que tuvo un fuerte rechazo social y debió radicarse en Europa. El químico ingles Joseph Priestley, entusiasmado con la Revolución Francesa, difunde sus ideales tratando de que, en su país, se produzca una revolución similar. Sus vecinos reaccionan ante la idea quemando su casa con todas sus pertenencias, por lo que debió radicarse en otro lugar.

En la Argentina se ha comentado el caso de muchos inmigrantes franceses que, comenzada la Primera Guerra Mundial, decidieron volver a Francia para luchar en defensa de su país. Esto contrasta notablemente con los sucesos ocurridos durante la década de los setenta, cuando la guerrilla pro-soviética invade el territorio nacional, especialmente Tucumán. Importantes sectores de la población esperaban su triunfo y el surgimiento de la nueva “República soviética de Tucumán”, por llamarla de alguna manera.

Recordemos que en esa provincia argentina ocurrieron enfrentamientos entre el Ejército Argentino y tropas que tenían el apoyo, directo o indirecto, del entonces Imperio Soviético. Por ser una zona con características selváticas, posiblemente imaginaban reeditar la campaña militar de Fidel Castro y Ernesto Guevara quienes entran luego triunfantes en La Habana. Un marxista comentaba, con total naturalidad, y para darle legitimidad y legalidad al accionar guerrillero, que una vez “liberada” Tucumán, habrían de pedir el reconocimiento respectivo a las Naciones Unidas, por supuesto, sin preguntarle a los argentinos si estaban, o no, de acuerdo con esa posibilidad.

En estos casos, en que un sector de la población apoya anexar parte de su propio país a un Imperio que provocó decenas de millones de victimas en el mundo y que incluso en el nuestro inició una lucha violenta con más de 20.000 atentados y unos 1.500 asesinatos, sólo puede explicarse mediante una analogía con lo que sucede en el fútbol. Recordemos que cuando juega Boca Juniors contra un equipo extranjero, es “normal” que los simpatizantes de River Plate esperen el triunfo del equipo extranjero, como así también fue “normal” el festejo boquense por el descenso de categoría de su tradicional rival.

La justicia argentina nunca trató de enjuiciar, y menos de condenar, a los autores materiales e intelectuales de la muerte de tantos argentinos, muchos de los cuales eran verdaderos patriotas. Para esa justicia, no tenían derechos a la vida; tampoco se les reconocía el derecho a defender su patria ante un ataque promovido por uno de los Imperios militares más poderosos que la historia recuerda.

Para los marxistas, la sociedad se divide en burguesía y proletariado, o amigos y enemigos, mientras que el mundo se divide en capitalismo y socialismo. Por ello, Argentina no existía como país, sino que se la asociaba al “bloque capitalista” de EEUU. Y se suponía que la guerrilla nos iba a “liberar” del Imperialismo norteamericano. De ahí que nos habían dejado sin patria por cuanto, si uno hablaba a favor de la Argentina, inmediatamente era considerado como un “ciudadano yankee”; algo totalmente absurdo. De ahí que volcaban todo el odio hacia los EEUU en los militares, policías, empresarios, etc. que poco o nada tenían que ver con esa visión marxista de la realidad. Es decir, existía una guerra fría real entre los EEUU y la URSS, pero también existían otros países que no debían ignorarse.

Recordemos que, en sus inicios, los movimientos guerrilleros fueron promovidos por el tan venerado Juan D. Perón, debido posiblemente a sus ambiciones personales por volver al poder. Es hora de que vuelvan a surgir los auténticos valores humanos asociados principalmente al cristianismo y a su ética. El general José de San Martín nos mostró el mejor camino por cuanto liberó a su país del dominio español y permitió la liberación de países vecinos. Nunca fue indiferente al destino de su nación y jamás apoyó tendencias que apuntaban a la dominación extranjera de su propio país.

Además de las ideas personales, existe el amor, el egoísmo, el odio y la indiferencia, reales y objetivos, respecto a la propia Nación. Las ideas provienen también de la actitud y de la personalidad característica de cada individuo. De ahí que no sea conveniente que algún sector se considere como “la patria” y se atribuya con exclusividad el carácter de “argentino”, mientras que al resto se lo separe indirectamente de esa condición. Por ello, debe ser la conciencia de cada uno la que nos indique cuál es nuestro verdadero sentimiento hacia la Nación.

Uno de los argentinos, digno de ser considerado como tal, es el médico René Favaloro, quien retorna al país interrumpiendo su carrera de investigador, con la intención de ser útil a la sociedad argentina, tanto como instructor. como investigador y cirujano. Muchas veces se dice que personas así “se sacrifican por los demás”. Recordemos que un patriota ama a su país y por ello mismo tiene la enorme satisfacción de ser útil a la sociedad a la que pertenece (a veces no tanto como deseaba). Seguramente la escala de valores de Favaloro priorizaba los aspectos afectivos (éticos), luego los aspectos intelectuales (la ciencia en su caso) y finalmente los aspectos materiales (asociados a las comodidades del cuerpo). Esta escala de valores es notablemente opuesta a la vigente y predominante en nuestra sociedad en crisis. También en la escala de valores de Favaloro encontramos los lineamientos básicos del hombre argentino si es que deseamos encauzarnos decididamente por la senda del mejoramiento individual y del progreso efectivo de la Nación.