viernes, 31 de enero de 2020

Reformistas vs. Revolucionarios

Los problemas existentes en toda nación, o en toda sociedad, se tratan de solucionar a partir de dos actitudes diferentes: la del reformista y la del revolucionario. El primero mediante métodos pacíficos y el segundo mediante la violencia. Los recientes conflictos sociales en Chile (2019) permitieron observar ambas formas de protesta. Víctor Massuh escribió: "El reformista es una conciencia moral que cuida escrupulosamente los medios más que los fines. Algunas veces su actitud social se funda en una visión esperanzada que confía en el cumplimiento progresivo de las metas históricas. En cambio el revolucionario tiene una visión apocalíptica de la historia, quiere interrumpir por la fuerza un proceso que transcurre inevitablemente hacia su agravamiento, o violentando su curso quiere cambiar la orientación. No espera que un orden ideal se instaure en un lejano futuro; quiere imponerlo sin detenerse a examinar demasiado los medios. La majestad del acontecimiento borrará el recuerdo de sus pequeñas miserias".

"El reformista teme al desorden total porque en el seno del caos generalizado las reformas carecen de valor o aparecen como conquistas opacas; no propicia ni estimula la subversión. Al revolucionario, por el contrario, no lo arredran la destrucción ni el desorden: su sensibilidad apocalíptica y su ubicuidad estratégica lo llevan a operar más a gusto en el seno del caos social. En la catástrofe total se está más cerca, piensa, de la redención total" (De "La libertad y la violencia"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1968).

Si bien la violencia existe desde épocas remotas, fue "disfrazada" casi siempre con fines y actos nobles o heroicos, mientras que, desde el siglo XIX en adelante, fue establecida como una variante en las luchas por alcanzar reinvindicaciones sociales; se pasó de la era de la hipocresía a la era del cinismo. El citado autor escribió: "La violencia es vieja como el mundo, es la atmósfera en la que invariablemente transcurre la historia de los hombres. Esto no es una novedad, es cierto, pero pareciera serlo el empeño que pensadores e ideólogos de las más diversas corrientes pusieron en reflexionar sobre ella a partir de los últimos cien años".

"A lo largo de este periodo, el hombre quiso tomar conciencia de su significado y de su valor. Exaltó la violencia como el gran estimulante de la vida histórica (Nietzsche), la valorizó como la «partera» que hace posible el nacimiento de un mundo nuevo (Marx), la consideró una gimnasia callejera que restaura la juventud social (Sorel), el verdadero antídoto de la decadencia (Spengler), la aceptó como paso inevitable hacia su disolución definitiva (Lenin) o la anatematizó como el origen de todos los males (Tolstoi y Gandhi)".

Toda descripción de la violencia que no tenga en cuenta la actitud del odio, menciona los efectos sin nombrar la principal causa. Los síntomas del odio son la envidia (entristecerse por la alegría ajena) y la predisposición a la burla (alegrarse por la tristeza ajena). En el caso de Nietzsche y los nazis, el odio surge de un complejo de superioridad compensador de un previo complejo de inferioridad. En el caso de los marxistas, incitan a la violencia buscando una compensación ante una inferioridad social o económica. Una vez logrado el poder, no existen diferencias esenciales entre el "odio desde arriba" y el "odio desde abajo".

Mientras que el reformista busca mejoras generales, sin exclusión de ningún sector, el revolucionario excluye al sector "enemigo", incluso hasta su eliminación. El odio destructor implica intentar construir una nueva sociedad (y el hombre nuevo) sobre los escombros de la sociedad anterior. Tanto nazis como marxistas reniegan del cristianismo por cuanto la empatía emocional es desconocida por los psicópatas y por quienes están envenenados por el odio. Víctor Massuh escribió: "A partir de la obra y la prédica de Marx, la violencia aparece como la condición misma del cambio revolucionario. Con ello se quiere advertir, sobre todo, que ya no se piensa en modificar partes de la sociedad, sino totalmente. La magnitud de la violencia asegura la profundidad del cambio. Esto hace que la doctrina de Marx se caracterice por un fuerte rasgo apocalíptico que no podemos dejar de lado por su enorme significación".

"Esta valoración de la violencia está definiendo, en Marx, una cierta filosofía de la historia y una metodología de la lucha social. Según ellas no debe esperarse el advenimiento de la sociedad justa por las vías de un compromiso entre las clases ni por los procedimientos apaciguadores o graduales. La lucha por la nueva sociedad tiene el carácter de una lucha total: «guerra sangrienta o nada», he ahí el pathos constante de la revolución".

"Se trata de no olvidar que la historia enfrenta a dos clases irreconciliables. Ellas no sólo representan dos esferas económicas opuestas, sino también dos mundos culturales heterogéneos y enemigos. Porque no hay lugar a la conciliación entre ambos términos, la revolución nunca podrá ser concebida como un enfrentamiento pacífico; es preciso culminar en la destrucción de uno de los términos, abatir no sólo la clase dominante sino el conjunto de sus ideas, sus valores, sus superestructuras culturales: su religión, su derecho, su arte y su filosofía".

"Estas formas no son más que «prejuicios burgueses tras los cuales se esconden otros tantos intereses burgueses». Y más adelante Marx agrega: «No tratéis de embrollarnos juzgando la abolición de la propiedad privada con el canon de vuestras ideas burguesas de libertad, de cultura, de derecho, etc. Vuestras ideas mismas tienen su origen en las condiciones burguesas de producción y de la propiedad, del mismo modo que vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley, voluntad cuyo objeto está dado por las condiciones de la existencia de vuestra clase»".

Para el revolucionario marxista, el caos y la anarquía es la "gran fiesta", esperada y soñada, por cuanto toda su vida fue preparada para ese acto final, que ha de ser el punto de partida del socialismo. Mientras no llegue ese día, procederá a sembrar en la sociedad el odio de clases, buscando la lenta y permanente destrucción de todos sus ámbitos, costumbres y creencias.

lunes, 27 de enero de 2020

Puestos de trabajo productivos vs. Puestos improductivos

Debido a la importancia que para todo individuo tiene lograr un trabajo estable, son varios los ideólogos que promueven el otorgamiento, Estado mediante, de puestos de trabajo, aun cuando sean improductivos. Por el contrario, las empresas privadas tienden a optimizar eficacia y ganancias observando que todo el personal realice trabajos orientados a esos objetivos.

Tales ideólogos aducen que la creación de puestos de trabajo estatales promueve la demanda de productos y servicios, asegurando de esa forma la correspondiente oferta que tarde o temprano surgirá. Los intercambios en el mercado, por el contrario, deben hacerse entre productores, de ahí que el verdadero estímulo para la economía es la producción auténtica. Martin Ford escribió: "En los años sesenta del siglo XX, Milton Friedman, premio Nobel de Economía, asesoraba al gobierno de un país asiático en vías de desarrollo. Lo llevaron a visitar una obra pública de gran magnitud y se sorprendió al ver que había una gran cantidad de trabajadores con palas y muy pocas excavadoras, tractores u otra maquinaria pesada para mover tierras. Cuando Friedman preguntó por la ausencia de maquinaria, el representante del gobierno a cargo de la obra le explicó que el proyecto se había concebido como un programa para generar empleo. La mordaz respuesta de Friedman se ha hecho famosa: «¿Y por qué no dan cucharas a los obreros en lugar de palas?»" (De "El auge de los robots"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2016).

Supongamos que en un país la mitad de sus trabajadores producen algo concreto y que la otra mitad "trabaja" sólo para crear demanda. Puede afirmarse que la mitad productora mantiene a la mitad improductiva, y que ese país tarde o temprano terminará en una crisis económica y social importante. Este es el caso de la Argentina, en donde unos 8 millones de trabajadores aportan al Estado y más de 20 millones viven del Estado. Es oportuno mencionar que no todo trabajo estatal es improductivo y que son muchos los empleados estatales eficaces.

El intercambio económico en un mercado presupone un "trueque" entre productores, facilitado por el dinero. Si consideramos el trueque subyacente entre un productor y un pseudoproductor, veremos que el primero aporta algo concreto mientras que el segundo no aporta nada. Marisol López Romero escribió: "En 1803, el economista francés Jean-Baptiste Say enfatizó en su Tratado de economía política la idea de que es la producción, y no el consumo, la que genera la riqueza. A través de la llamada ley de Say, sugirió que «un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el monto de su valor». Jean-Baptiste Say aseguró que el productor anhelaba vender su producto para que no permaneciese improductivo en sus manos, como tampoco podía ser improductivo el valor del dinero que recibía por él, del que se desharía motivado por el deseo de comprar otro producto".

"La ley de Say demostró que la fabricación de cualquier producto -por ejemplo, una prenda de lana, una tela, etc.- ponía en circulación un poder de compra exactamente igual a su valor, con lo que cualquier oferta estaba vinculada a su propia demanda y, de no alterarse la lógica del mercado, los desajustes tenían que ser transitorios" (De "Escasez de empleo en un mundo de abundancia"-RBA Coleccionables SA-Barcelona 2016).

La "economía de la demanda" constituye uno de los principales temas controversiales de la economía, junto con la emisión monetaria y el crédito, que se han ido clarificando con el tiempo:

a) La emisión monetaria a un ritmo mayor al del crecimiento del PBI puede producir soluciones en el corto plazo pero perjuicios en el mediano y el largo plazo (inflación).
b) La emisión de créditos, mediante procesos bancarios, cuyos montos superan los ahorros genuinos del ahorrista, tiende a producir soluciones en el corto plazo pero perjuicios en el mediano y el largo plazo (crisis periódicas).
c) La creación de puestos de "trabajo" improductivo puede producir soluciones en el corto plazo pero perjuicios en el mediano y el largo plazo (subdesarrollo crónico).

Si la demanda no asociada a una producción previa, fuese el motor de la economía, no existiría la pobreza, ya que la "invención" de un pseudotrabajo (trabajo improductivo) es accesible aun a las mentes menos privilegiadas. Sin embargo, el sector político tiende a crear puestos de pseudotrabajo en el Estado en la suposición de que ello contribuirá indirectamente a la producción, aumentando la demanda. También los gremialistas, esta vez para aumentar la cantidad de afiliados al propio gremio, establecen normas de trabajo por las cuales la tarea que puede hacer una persona, requerirá un mínimo de tres o cuatro. Si a ello le agregamos la corrupción en ambos sectores, llegamos a la triste situación de la Argentina, en donde las estimaciones indican que sobran unos 1.500.000 empleos públicos. Esta cifra establece una especie de "seguro hacia el subdesarrollo", ya que es imposible revertir la crisis actual con tanta cantidad de pseudotrabajo, que absorbe la mayor parte de los recursos que debería destinarse a la inversión productiva.

Jorge Luis Borges estuvo empleado durante algunos años en una biblioteca pública de la ciudad de Buenos Aires (antes de ser Director de la Biblioteca Nacional). Comentaba que esa repartición podría funcionar adecuadamente con 15 empleados, en lugar de los 50 que había. Durante los primeros días de trabajo, catalogaba unos 400 libros diarios, por lo cual se le “llamó la atención”, ya que ello delataba el exceso de personal. Pasó luego a catalogar 100 libros por día y a ocupar su tiempo libre en perfeccionar su obra literaria. Si eso ocurría en las primeras décadas del siglo XX, cuando recién comenzaba a instalarse el populismo, podemos imaginarnos lo que ocurrió posteriormente, una vez consolidado.

El pseudotrabajo estatal no sólo consume gran parte de los recursos de una nación, ya que, para justificar sueldos, tales pseudotrabajos generalmente son destinados a controlar y a entorpecer el trabajo productivo. Sumado a las presiones de los sindicalistas, el trabajo productivo ha llegado a ser, en la Argentina, una actividad casi heroica.

Mientras que el ciudadano normal, caracterizado por su empatía emocional, se une a los demás a través de vínculos emocionales, el ideólogo marxista promueve al trabajo como vínculo de unión entre seres humanos (como si fuésemos integrantes de una colmena o de un hormiguero). Por tener connotaciones "religiosas", normalmente desatienden la productividad del mismo; de ahí una de las causas de los pobres resultados económicos del socialismo.

miércoles, 22 de enero de 2020

Deísmo y liberalismo

En las diversas posturas ideológicas se observan coincidencias parciales y también desacuerdos; las coincidencias las unen pero finalmente son los desacuerdos los que las separan. Así, un nacionalista católico coincide con un liberal respecto del rechazo del socialismo, sin ponerse de acuerdo en otros aspectos. También, dentro del propio liberalismo, unidos por la común prioridad libertaria, surgen divergencias importantes, principalmente en cómo llegar a ella y en cómo introducirla en la sociedad.

La palabra "libertad" es utilizada por los sectores liberales con un sentido preciso: la autonomía que desliga a todo individuo de una posible dependencia, material o mental, respecto de los demás. De ahí que ese objetivo implique una oposición absoluta a toda forma de esclavitud y a todo sistema totalitario. Sin embargo, para llegar a aquella situación óptima, se requiere de la presencia de la aliada natural de la libertad, que es la responsabilidad (poco mencionada, por lo general). De ahí que una libertad no condicionada por ciertos límites básicos, impuestos por normas éticas, puede conducir al caos y al libertinaje.

La idea de libertad, en el sentido indicado, es propia de la tradición judeo-cristiana, por cuanto el objetivo del Reino de Dios sobre el hombre implica el gobierno de Dios a través de las leyes naturales, que se opone a todo gobierno del hombre sobre el hombre. De ahí que resulte un tanto sorprendente la existencia de "liberales anti-cristianos", por cuanto ambas posturas apuntan hacia un objetivo similar, o al menos bastante coincidente.

Debido al excesivo poder que en una época logró la Iglesia Católica, la idea de libertad quedó bastante desvirtuada, por lo que varios pensadores cristianos buscaron "refugio" en el deísmo, esto es, la religión natural que supone la existencia de un Creador que, luego de "establecer las reglas del juego" (leyes naturales) dejó de intervenir en los acontecimientos humanos y cotidianos. Tal religión, sin milagros ni revelación, adoptó la ética cristiana dejando de lado la intermediación de la Iglesia. Varios de los pensadores deístas eran partidarios del liberalismo, surgiendo así el viejo conflicto entre catolicismo y liberalismo.

Tal proceso fue descrito por Mariano Grondona, quien escribió: "Hobbes, científico además de filósofo, reconoció la influencia de Galileo. Locke expresó por su parte el Cosmos según lo veía Isaac Newton (1642-1727), un Cosmos no ya «incesante» en virtud de la ley de inercia sino armónico y ordenado gracias a la ley de gravedad. Newton, que formuló esta nueva ley en 1686, imaginó a las esferas bajo las normas o leyes que había dictando un sabio Legislador. No hay casi distancia entre esta idea y la idea de «ley natural» en Locke".

"Nacía en ese mismo tiempo el deísmo que, por contraposición al teísmo, no imaginaba un mundo constantemente interferido por la Divinidad sino un mundo al que la Divinidad, luego de dictarle sus sabias leyes, había dejado en libertad. El deísmo se convirtió en sistema en los escritos de uno de los precursores de la ética liberal, Lord Shaftesbury (1671-1713), llegando a través de Hutcheson a ejercer plena influencia sobre Adam Smith y su Teoría de los sentimientos morales, publicado en 1759" (De "Bajo el imperio de las ideas morales"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1987).

El deísmo promovió, no sólo la independencia mental respecto de la Iglesia, sino de las supuestas intervenciones cotidianas de Dios, adquiriendo el hombre una libertad de elección que requería de responsabilidad respecto de sus acciones y de las subsiguientes consecuencias. La idea de libertad, junto a la responsabilidad respectiva, quedó establecida íntimamente por un autogobierno censurado por la propia conciencia moral. Grondona escribió al respecto: "En Kant, la conciencia moral se convierte en el centro del universo humano, desplazando a la Naturaleza, a Dios y a la razón especulativa. La fuerza del espítitu moderno reside en el hecho de que, a partir de él, el ser humano ya no cree depender de elementos externos a él. Su libertad es su independencia".

"Sin embargo, no bien se ha producido su liberación, surgen dentro de él mismo una ley, una regulación, un control aún más severo que los anteriores. A la Naturaleza se la podía eludir o mediatizar mediante el ingenio, con Dios se podía tratar con la oración; la razón especulativa podía discurrir como ideología al borde del noúmeno...¿cómo soslayar empero a la conciencia moral?".

"Dueño de sí, el hombre está ahora obligado ante sí. Ha descubierto su propia dignidad, su propio valor. Si lo ignora, se disminuye a sí mismo. La libertad lo «fuerza» a comportarse a la altura de su propio valor, sin consideración alguna a premios o castigos exteriores. El puritanismo es despojado, a partir de Kant, de sus conexiones sobrehumanas. Sólo queda el hombre frente a sí mismo, responsable de su destino y poseedor de dignidad".

El deísmo significó un avance importante en materia de religión moral, ya que el teísmo generalmente degenera en un vulgar paganismo mediante el cual, se supone, que lo que le sucede al "creyente" depende esencialmente de su adhesión a la religión elegida y no tanto del cumplimiento de los mandamientos bíblicos. Sin embargo, tal avance se opacó desde el siglo XX cuando el ateísmo activo conquistó una gran cantidad de adeptos, caracterizándose tal postura por la creencia en un universo son sentido ni finalidad.

Considerando que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, es posible asociarle un sentido y una finalidad, si bien nuestra adaptación al orden natural es la única alternativa efectiva, ya sea que tal sentido sea favorable o desfavorable a la supervivencia de la humanidad. Grondona escribió: "El deísmo, situándose en una posición intermedia entre el teísmo y el ateísmo, ofreció a muchos pensadores modernos una suerte de reaseguro o confianza global: mientras ellos se internaban en el mundo inquietante de la investigación científica, lejos del dogma y el encanto de las religiones tradicionales, los consolaba creer que finalmente Alguien ha dado al mundo sus leyes fundamentales".

"Muchos de los filósofos modernos, inevitablemente «seculares», invocaban sin embargo a Dios en el preciso momento en que intentaban pensar e investigar por su cuenta los temas hasta entonces reservados a la religión. Pensaban en su laboratorio; rezaban en su dormitorio. Al «teísmo» no se opuso en la práctica el ateísmo, sino la síntesis deísta, dadora al mismo tiempo de fe y de libertad. Con un pie en su fe en Dios legislador, los investigadores modernos pudieron poner el otro pie en lo desconocido".

"Una vez que esta conexión se perdió, una vez que al deísmo lo sucedió el ateísmo, también golpeó a los pensadores el desconcierto ante un Universo al parecer absurdo. Sólo les quedó entonces la exaltada fe en el Superhombre (porque «Dios ha muerto») de Friedrich Nietzsche, la digna angustia (porque el hombre es «un ser hacia la muerte») de Martin Heidegger o, simplemente, la náusea de Jean Paul Sartre: «El hombre es una chispa entre dos nadas»".

El liberalismo tradicional, asociado a la conciencia moral y el autogobierno, poco tiene que ver con el "liberalismo" predominante en la actualidad, cuando se supone que una economía libre trae una "ética incorporada" y que, luego de instalada la economía de mercado, las virtudes humanas renacerán espontánea y milagrosamente, sin necesidad de establecer previamente una mejora ética generalizada. Tal mejora requiere de la ética natural que tiene como sustento la empatía emocional proponiendo una inicial predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.

domingo, 19 de enero de 2020

Lenguaje "inclusivo" vs. Lenguaje "excluyente"

El significado de las palabras tiende a cambiar y, a veces, a desnaturalizarse con el tiempo. También al idioma se le agregan nuevas palabras que lo hacen más eficaz. Otras veces se lo distorsiona con finalidades poco acordes con sus funciones culturales. Gerardo Pasqualini escribió: "La devaluación de una palabra se produce, entre otras razones, porque el uso le ha dado un exceso de significación y por eso, como todos «suponen» saber a qué se refieren cuando la usan, termina vaciada de significación".

"Tal como sucede con los sobreentendidos , que aluden a lo «obvio», es fundamental poder dar cuenta de las palabras que se usan, no sólo en cuanto a su significado, pues todos sabemos que éste no es unívoco, sino en marcar los diversos sentidos a los cuales nos remiten".

"La ignorancia, cuando se la reconoce es útil; lo malo es cuando no se sabe que no se sabe" (De "La ética del compromiso"-Varios Autores-Grupo Editor Altamira-Buenos Aires 2002).

Mientras que, generalmente, surgen desacuerdos en cuanto al significado y uso de términos tales como "ética" o "igualdad", en la actualidad, y a partir del "pensamiento light", se cuestiona el significado y uso de términos simples y de uso cotidiano. Este es el caso del cuantificador "todo", que en lógica implica "todos los elementos de determinado conjunto", y que ha degenerado en "todos, todas y todes", cuando se hace referencia a un conjunto de personas, o bien a la sociedad en general.

A esta deformación idiomática se la denomina "lenguaje inclusivo", por lo que, quienes siguen usando el cuantificador "todos" serían, por su hábito lingüístico, "excluyentes", ya que usan un lenguaje con tal atributo. Teniendo en cuenta el significado de "todo", se observa que, en realidad, quienes lo usan incluyen a todos los integrantes del grupo social referido, dejando sin validez la nueva calificación que se le desea dar. Así, cuando el mandamiento bíblico sugiere "amar al prójimo", implica adoptar la predisposición a amar a "todo ser humano", sin exclusión. Sin embargo, para el "pensamiento light" tal mandamiento sería "excluyente" (ya que dejaría de lado a la "prójima"). De ahí que sea sólo una cuestión de tiempo el surgimiento de la idea de promover la abolición legal de la Biblia por ser "excluyente".

Mientras que en castellano se dice "los jóvenes" o "las jóvenes", si se hace referencia a hombres o a mujeres jóvenes, la deformación respectiva expresa, para el segundo caso, "las jóvenas". Debido a que en la Argentina tal deformación idiomática ha llegado hasta el nivel presidencial, es oportuno señalar que se trata de una falta de respeto hacia una tradición, una cultura y una institución rectora de un idioma que hemos heredado y que no tenemos ningún derecho a bastardearlo. Es decir, la anomia que está destruyendo la sociedad y la nación, está llegando incluso hasta el lenguaje cotidiano.

El primer motivo para la utilización del lenguaje "inclusivo" radica en efectuar un ataque encubierto a las personas que utilizan el castellano sin deformación (los "excluyentes"), ya que la principal tarea cotidiana del adherente a la izquierda política implica dirigir su odio orientándolo al sector "enemigo", mientras que, a la vez, se atribuye cierta "supremacía ética" sobre el resto.

Otro aspecto negativo, quizás el principal, radica en la referencia implícita a una sobrevaloración de lo sexual sobre otros aspectos de la vida. Así, el izquierdista considera que el pseudo-cuantificador "todes" implica una postura de género de quienes no se identifican como hombres ni como mujeres, abriendo las puertas al "todo vale" en cuanto a las relaciones personales. Si, para algunos, resulta absurdo que el desadaptado tenga que adaptarse al resto de la sociedad, para muchos resulta mucho más absurdo que toda la sociedad tenga que adaptarse a unos pocos.

Mientras que, en otras épocas, predominaban, para bien o para mal, calificativos como creyente, hereje, ateo, converso, etc., llevando como mensaje implícito la importancia y el predominio social de la moral y la religión, en la actualidad, y a través del "lenguaje inclusivo", se les está dando a niños y jóvenes el mensaje (casi explícito) de que su comportamiento y elección sexual ocupa el primer lugar en cuanto a la importancia que le otorga la sociedad, dejando incluso en un nivel de menor importancia a la moral, destruida desde hace tiempo por el relativismo promovido por la izquierda política y por el "pensamiento light".

domingo, 12 de enero de 2020

Orden natural y cristianismo

En las distintas propuestas ideológicas, que provienen principalmente de la filosofía y de la religión, pueden advertirse difusores de las mismas que buscan un acercamiento con las propuestas rivales. También se observan otros que buscan remarcar y acentuar las diferencias por cuanto están motivados por cuestiones competitivas. Uno de los autores que pertenecen al primer grupo es Abelardo Pithod, quien destaca la posibilidad de acceder a la ética cristiana, no sólo a través de la revelación, sino también mediante la observación y el razonamiento.

Lo esencial de la religión moral son los mandamientos, antes que las diversas creencias de tipo filosófico. Tales mandamientos, especialmente los del amor a Dios y al prójimo, no sugieren una acción concreta a desarrollar, sino una actitud o predisposición a adoptar en la vida cotidiana. Si bien la revelación no es algo accesible al ciudadano común ni compartido por muchos, resultando un impedimento para la unidad social, la actitud moral propuesta por el cristianismo resulta accesible a todas las personas, adaptable incluso a posturas no necesariamente compatibles con la religión tradicional.

Desde un punto de vista científico, es posible afirmar que todo lo existente, incluida la vida y la vida inteligente, está regido por leyes naturales invariantes, denominándose tal conjunto de leyes como el "orden natural". Tal afirmación es compartida por el mencionado autor, quien escribió: "Se dice con razón que la doctrina social tiene su fundamento en el orden natural. Este concepto se basa en otro: el de naturaleza. Antiguamente, para griegos y romanos y para todo el pensamiento cristiano el concepto de naturaleza constituía una piedra angular de su visión de la realidad. En él se fundaban tanto sus especulaciones físicas como morales. Es en la época moderna en la que la filosofía comienza a cuestionar esta idea. Prácticamente hasta el siglo XIX se acepta la existencia de un orden objetivo, que fundamenta y regula la ética. Adecuando nuestra conducta a ese orden, actuamos moralmente".

"Veamos qué significa todo esto: empecemos por el concepto de naturaleza. Ante todo significa que cada ser está regido por leyes inmutables, por principios dinámicos que constituyen su esencia, es decir, que lo hacen ser lo que es. Así, cuando se ve operar a un ser, cuando lo vemos desarrollarse, apreciamos una regularidad y constancia. Es verdad que las cosas cambian, pero es verdad también que, por debajo de los cambios, hay algo que permanece. Si no fuera así, el mundo sería incognoscible, irreconocible de un momento a otro y la ciencia carecería de sentido. El hombre sabe esto por sentido común".

"Sabe, porque lo observa en sí mismo, que el mundo puede cambiar, que él mismo está en constante movimiento, sin embargo, sabe también que hay en él y en el mundo ciertas permanencias o esencias universales, que hacen que las cosas sean lo que son, que podemos reconocerlas a través del tiempo, estudiarlas, tener expectativas constantes respecto de ellas, esperar que sean de un cierto modo, que no sean totalmente imprevisibles...".

"Hay que aceptar, pues, que existe un orden natural que alcanza al hombre mismo. Este también tiene una naturaleza. Es en ella en la que se debe fundar el orden social" (De "Curso de doctrina social"-Cruz y Fierro Editores-Buenos Aires 1979).

En una época en que se habla de la "inclusión" que debemos lograr respecto del orden social, se olvida que primeramente debe lograrse una inclusión respecto del orden natural. Pithod agrega: "También el orden de las relaciones humanas está regido por leyes naturales. No es sólo el mundo físico o cosmos. Y esto por una razón sencilla: la sociedad, como conjunto de las relaciones humanas, debe adecuarse a la naturaleza de los individuos que la componen. El hombre tiene también una naturaleza, una esencia. Es verdad que el hombre tiene cuerpo y que él participa del reino animal, pero el hombre es un animal no sólo «superior», sino específicamente distinto de todo otro animal. Es un animal espiritual, dotado de razón y libertad, por eso las leyes que lo rigen no sólo son físicas, sino morales. Puede transgredirlas, y por eso a veces parece que no hubiera normas para él; pero aunque son normas morales, existen y conforman un orden objetivo. Todos sabemos las consecuencias que su transgresión trae, tanto a los individuos como a las sociedades".

El mencionado autor tiende a "abrir las puertas" a la religión natural, es decir, a una religión que llega a las mismas conclusiones que la religión teísta, pero sin recurrir necesariamente a la revelación y a lo sobrenatural. Al respecto escribió: "A raíz del pecado, la razón humana ha quedado oscurecida, y su voluntad debilitada, juguete de las pasiones. Por eso Dios, nos ha mostrado el orden natural por revelación, aunque en realidad podríamos haberlo descubierto por razón. Por eso la Iglesia, depositaria e intérprete de la revelación, es también guardiana del orden natural. Ella nos ilumina con su doctrina. A la inversa, su doctrina moral tanto individual como social halla su fundamento o fuente, tanto en la revelación como en la razón, en el orden sobrenatural como en el orden natural".

Si tratamos de definir con mayor extensión la religiosidad de un individuo, debemos salir un tanto de la usual asociación a la "creencia en Dios" para considerar la actitud concreta de poseer cierta consciencia del orden natural para sentirnos parte del mismo y actuar en concordancia. Este fue el caso de Juan Bautista Alberdi, quien escribió: "Esta idea es inmensa y fecunda; contiene un mundo de ideas: el hombre la concibe y se transforma en una naturaleza nueva, divina: esta idea es un nuevo órgano, el órgano de la justicia, del bien, del orden".

"Luego que concibo que no soy mío, sino del universo, del orden absoluto, me reconozco obligado a respetarme, y con derecho a exigir que se me respete, porque soy un elemento del orden universal, a cuya realización estamos todos obligados primitivamente". "Mi derecho es el Universo, mi deber es el Universo, soy de él, por él y para él" (Citado en "Constitución y revolución" (I) de Bernardo Canal Feijóo-Hyspamérica Ediciones Argentina SA-Buenos Aires 1986).

La religiosidad, entendida como la consciencia de la existencia del orden natural y de una acción acorde a dicha consciencia, ha de resultar la etapa superadora de otras actitudes de menor eficacia adaptativa. Al respecto, Bernardo Canal Feijóo escribió: "Tres resortes mueven fundamentalmente la conducta humana: la pasión, fuerza instintiva, ciega, sólo capaz de acertar «a la casualidad» en lo útil; el interés bien entendido, que no es sino esa misma pasión, regulada, orientada, calculada, en sentido personal y egoísta; y la obligación, el deber racional que rige la conducta por fuerza de autoridad legislativa propia, indeclinable, sagrada, independiente de toda consideración utilitaria".

"Los tres resortes obran alternativa o simultáneamente en la conducta; todos tres están siempre presentes en la integración del ser humano; no hay estados puros de pasión, de interés, de razón; en distintas proporciones todo hombre es a la vez apasionado, egoísta o moral. La personalidad no es sino el predominio temperamental de un resorte sobre los otros. La aislada consideración de cualquiera de esos resortes mutila y vuelve incomprensible el ser esencial del hombre; puestos en la base de la filosofía, así aisladamente (como lo hicieran Epicuro, Hobbes, Condillac, Helvecio, Bentham) han comportado el principio de muerte de los respectivos sistemas" (De "Constitución y revolución").

En cuestiones de ética, la introspección resulta ser un arma de doble filo, ya que, por una parte, permite describir con lujo de detalles las actitudes que poseemos mientras que nos oculta aquellas que carecemos. Así, Adam Smith parece no haber conocido el odio (burla y envidia) por lo cual casi no lo menciona en su libro "La teoría de los sentimientos morales".

Por otra parte, la empatía emocional, que caracterizaba a Cristo, le permitió establecer una ética natural cuya base constituye el principal medio para la superviviencia de la humanidad, ya que el amor al prójimo sugiere adoptar la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Si se la adoptara masivamente, nadie tendría la predisposición a perjudicar a otro (porque le ocasionará un sufrimiento compartido a través de la conciencia moral). Además, todos tendrían la predisposición a favorecer a los demás (porque ocasionará una alegría compartida).

Sin embargo, no todas las religiones y filosofías adoptan la empatía emocional como base ética. Este es el caso de quienes, por alguna razón, carecen de tal actitud acercándose al psicópata, cuyo rasgo típico es justamente carecer de empatía emocional. Los que predican la virtud del egoísmo, o el odio entre clases sociales, o la supremacía del "superhombre", en lugar de avergonzarse por carecer de empatía emocional, tienen la predisposición a burlarse del cristianismo por cuanto les parece "inmoral" compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.

Los anti-cristianos son también anti-científicos, por cuanto proyectan sus propias personalidades (desprovistas de empatía emocional) para constituirse en los "hombres nuevos" que necesita el futuro de la humanidad. Por el contrario, la moral cristiana acepta lo que "ha decidido" el proceso evolutivo concediéndonos tal empatía como atributo esencial para nuestra supervivencia.

miércoles, 8 de enero de 2020

El Gulag

La eliminación de la propiedad privada de los medios de producción conduce necesariamente a la concentración total del poder en el Estado, es decir, el poder en manos de un sector de la sociedad (Partido Comunista) que frecuentemente es dirigido a voluntad por un líder único. Cuando este líder muestra niveles de odio superiores al del socialista promedio, ocurren las peores catástrofes humanas, como las ocurridas durante el siglo XX.

El Gulag, o campo de trabajos forzados, fue promovido por Vladimir Lenin, llegando en 1921 a la cantidad de 84, dispersos por todo el territorio de la Unión Soviética. Fueron la mayor expresión de la suma de explotación laboral y de esclavitud material y mental.

Surge la siguiente pregunta: si en lugar de ocasionar tanto sufrimiento, el socialismo hubiese logrado buenos resultados, ¿tendría tantos adeptos como todavía hoy los tiene?

Daniel Muchnik escribió respecto del tema tratado: "Stalin fue el responsable de la muerte -por desplazamientos de poblaciones, por hambre y por traslados a Siberia- de casi sesenta millones de ciudadanos rusos, checos, polacos, alemanes, asiáticos y de distintas regiones de Europa. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo había vencido a las tropas nazis a un costo de veinticinco millones de muertos entre civiles y militares, Stalin se convirtió en un héroe adorado por los europeos occidentales y el resto del mundo. Fue considerado el salvador, figura que ocultaba los rasgos totalitarios del régimen y asesinos de su persona. Se multiplicaron por centenares de miles las afiliaciones al Partido Comunista".

"Sólo unos pocos entraron en la campaña de denunciar los campos de encierro y trabajo esclavo, los Gulag inaugurados en abril de 1930 dependían de la Dirección General de Campos de Trabajo, un brazo del comisariado del pueblo, el NKVD, conductor de las funciones de policía en la Unión Soviética. Sobresalieron la dureza de las críticas, entre otros, el intelectual Arthur Koestler, que había sido en los treinta comisario político trashumante del Partido Comunista; George Orwell, autor de 1984; Albert Camus, quien fue víctima del odio y el desprecio de Jean-Paul Sartre y todo el grupo existencialista encabezado por Maurice Merleau-Ponty, enrolados en la cruzada de los comunistas contra los «traidores»; y André Gide, Ganador del Premio Nobel de Literatura de 1947".

"Fueron también millones las mujeres prisioneras del Gulag. No era privativo de los hombres, claro está. Tampoco fue el miedo y la desesperanza...".

"Sin dudas, para entender la conducta de esa mayoría de víctimas hay que adentrarse en varios ejes o aristas. Por un lado, una voluntad diezmada, acabada. La dignidad de miles hecha polvo, la falta de confianza, por ende de liderazgo. Pero por otro, y en relación, existe el proceso de cómo se fue instalando el Gulag. La sumatoria sin pausa de momentos de tortura, de sangre, hambre, enfermedad, sumisión por años. ¿Cómo se sentiría un hombre o una mujer que sabe que es un eslabón más de esta cadena de muerte? ¿Cómo podría alguien sobreponerse al miedo en ese entorno? ¿Era posible?".

"Según el investigador británico Robert Conquest a lo largo de la existencia del Gulag, pasaron por sus campos de trabajo forzado cerca de catorce millones de personas...De hecho estos números fueron abultados por soldados soviéticos que volvían de los enfrentamientos. Para Stalin todo soldado que hubiera sido hecho prisionero por los alemanes era un eventual traidor y un hombre sospechoso. Muchos de los que regresaban de los combates eran inspeccionados y, en caso de dudas de los servicios secretos, enviados al Gulag donde pasaban años. El Gulag también fue el destino de los oficiales y soldados que pelearon en la Guerra Civil Española y regresaron. El Kremlim suponía que habían sido subyugados por el espíritu libertario y revolucionario".

"Los prisioneros, esa mano de obra gratis, construyeron en el norte un canal importante de navegación y casi todo el sistema de subterráneos de Moscú".

"El Gulag tenía antecedentes en la Rusia zarista, en las brigadas de trabajadores forzados que operaban en Siberia desde el siglo XVII hasta comienzos del XX. En el verano de 1918, Lenin, el líder máximo del gran cambio, había presionado a sus subordinados para que los «elementos inseguros fueran confinados en campos de concentración». Los primeros encarcelados fueron los representantes de la vieja aristocracia rusa, comerciantes, campesinos prósperos. Ya para 1921, a cuatro años de la Revolución Bolchevique, había ochenta y cuatro campos en cuarenta y tres provincias" (De "La humanidad frente a la barbarie"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2017).

Además de promover una multitud de campos de trabajos forzados, Vladimir Lenin inaugura la etapa de implantación del terror a gran escala. Pronto sus "alumnos" más distinguidos (Stalin, Hitler, Mao) se encargan de hacer del mundo un verdadero infierno. Muchnik agrega: "¿Cómo vivir en esas condiciones? Resultaba imposible hablar, quejarse, manifestarse. El terror se imponía. Frente al límite, el terror se duplica".

"El pensador estadounidense Jonathan Glover explica: «¿Cómo pudo tanta gente haber permitido que una minoría le impusiera la paralización? Por temor. La mayoría de los ciudadanos soviéticos sabían qué les esperaba a quienes daban muestras de inconformismo. Se los mantenía separados unos de otros para impedir el apoyo recíproco y la resistencia»".

"Stalin llevó el terror a una nueva cima y lo universalizó. La sociedad soviética se atomizó como nunca lo había hecho hasta entonces. Se paralizó la resistencia por falta de confianza. La gente no podía ponerse de acuerdo contra el terror, porque lo que se dijera a más de un grupo muy reducido de personas podía llegar a oídos de un informante de los servicios secretos. De hecho, no eran pocos los que confiaban o adoraban a Stalin".

"Hay anécdotas que mencionan a prisioneros de larga data, ex militantes comunistas que se quejaban con un «si lo supiera Stalin», porque no podían creer que las purgas y los castigos hubieran sido decididos por su líder, desde el Kremlim. Eso ya no era el comunismo soñado en 1917".

"El terror se alimentó a sí mismo. El miedo llevó a algunos a hacer méritos informando acerca de terceros. Personas que no habían hecho nada podían ser denunciados por detenidos presionados para que dieran nombres de cómplices".

El citado autor comenta algo observado por Alexander Solyenitsin: "Al final de una conferencia del partido en los alrededores de Moscú, se pidió un tributo a Stalin. Todos se pusieron de pie y aplaudieron rabiosamente durante tres minutos, luego cuatro, luego cinco. El hecho de aplaudir se fue volviendo penoso. Era una suerte de materialización física de la trampa en la que la gente se hallaba. ¿Quién se atrevería a ser la primera persona en dejar de aplaudir? El secretario no se atrevió, pues su predecesor ya había sido detenido. El vergonzoso aplauso se prolongó por más de diez minutos".

"Entre 1929 y 1953 había, bajo dominio del Gulag, cuatrocientos setenta y seis complejos formados por campos. Cada uno de esos complejos podía contener decenas o incluso centenares de campos más pequeños. Estas unidades inferiores, lagpunkt en ruso, no han sido aún contabilizadas, fiel al estilo desordenado que los caracterizó".

"Al contrario de lo que se piensa, todo el sistema de trabajos forzados en Rusia, más que para castigar al delincuente, estaba calculado para explotarlo económicamente. Junto con la total desintegración de su personalidad".

Para mantener en vigencia la barbarie socialista, sin embargo, se repite en todos los ámbitos de la sociedad que el socialismo busca "terminar con la explotación laboral" del sistema capitalista. Algunos consideran esta expresión como un chiste macabro, sin tener en cuenta que lo que cuenta en una sociedad, no es tanto la realidad, sino la opinión que la gente tiene respecto de esa realidad, de ahí la posibilidad de que la barbarie totalitaria reaparezca por vía de elecciones democráticas.

domingo, 5 de enero de 2020

El machismo ¿actitud burguesa o actitud socialista?

Se aduce frecuentemente que la familia tradicional y patriarcal es la institución que conduce a una sociedad injusta y excluyente, y de ahí la razón para abolirla o reemplazarla por otros tipos de asociación de individuos. Como en muchos hombres predomina el "machismo" a la "hombría", como actitud predominante, se culpa al "sistema familiar" en lugar de advertir fallas a nivel individual. El machismo implica cierta desconfianza en la propia capacidad y habilidad, que hace temer, a quien la padece, a ser superado por su mujer tratando de relegarla a un lugar secundario promoviendo en ella una actitud dependiente, prohibiéndole incluso el mínimo de libertad necesario para que lleve una vida normal.

Tal tipo de individuo es altamente competitivo, pero de los que temen perder, por lo que trata de evitar toda competencia adoptando una postura de mando que le ha de brindar total libertad, aunque quitándosela a los demás. Es la típica actitud del dirigente socialista que busca, a través del Estado, tener bajo su mando y control a toda la sociedad. De ahí que el machismo vendría a ser una especie de “socialismo familiar”. Incluso los denominados “femicidios” se corresponden con los asesinatos masivos provocados por personajes como Stalin y Mao-Tse-Tung en contra de quienes se opusieron a sus respectivos proyectos.

Los problemas actuales que se presentan acerca de los derechos de la mujer, ya existían en las épocas de la antigua Roma. Gastón Boissier escribió al respecto: “En un país donde la familia era respetada, como en Roma, las mujeres habían de tener necesariamente mucha importancia. Era imposible que su influencia, tan grande ya en la casa, no tratara de traspasar sus límites, y el puesto honroso que desempeñaban en la vida privada debía inspirarles alguna vez la tentación de invadir la vida pública”.

“Los antiguos romanos, tan celosos de su autoridad, tenían el sentimiento de este peligro, y no descuidaron nada por defenderse de él. Sabido es de qué manera fingen tratar a las mujeres: no hay palabra mala que no les dirijan, las hacen atacar en el teatro y se burlan de ellas hasta en sus discursos políticos; pero no hay que dejarse engañar sobre el sentido de esas burlas, ni compadecer demasiado a las que son objeto de ellas. Se las ataca de ese modo porque se las teme, y todas aquellas mofas son precauciones más bien que agravios”.

“Aquellos rudos soldados, aquellos labradores groseros, se enteraron al vivir junto a ellas de cuán ágil y atrevido es su espíritu, por cuántos títulos valen más que ellos; así, procuran por todos los medios encerrarlas en su casa, y esto no es bastante aún para tranquilizarlos; es preciso que también en la casa estén sometidas y refrenadas. Se finge creer y decir que son seres débiles y furiosos (indomita animalia), incapaces de gobernarse por sí solos, y se apresuran a procurarles una dirección. Con ese pretexto se las tiene en tutela perpetua: están siempre bajo la autoridad de su padre, de su hermano o de su marido; no pueden vender ni comprar, ni traficar, ni hacer nada sin un consejo que las asista; al obrar de este modo pretenden protegerlas; en realidad se protegen a sí mismos contra ellas”.

“Catón lo confiesa ingenuamente en un momento de franqueza: «Acordaos, le hace decir a Tito Livio, a propósito de la Ley Appia, de todos los reglamentos que hicieron nuestros antepasados para someter a las mujeres a sus maridos. Por muy sujetas que estén, os cuesta trabajo dominarlas. ¿Qué sucederá si les devolvéis la libertad, si les dejáis gozar de los mismos derechos que vosotros? ¿Creéis que entonces os será fácil ser sus amos? El día que ellas lleguen a verse iguales a vosotros serán vuestros superiores»”.

“Ese día llegó precisamente en la época que nos ocupa. En aquella gran corrupción de las costumbres antiguas, las leyes contra las mujeres no merecieron más respeto que las otras. Cicerón dice que algunos jurisconsultos galantes les suministraron medios ingeniosos de liberarse de ellas sin aparentar violarlas. Al mismo tiempo se iban acostumbrando a ver a las mujeres tomar un puesto más importante en la sociedad y a tenerlas en mucho en el gobierno de la república. Casi todos los hombres políticos de entonces están bajo la dirección de sus mujeres o de sus mancebas” (De “Cicerón y sus amigos”-Editorial Porrúa SA-México 1986).

Mientras que el machista se caracteriza por ser competitivo, pero temiendo perder y rebajando al competidor, quienes tienen hombría de bien son aquellos que tratan de cooperar en toda ocasión, tanto familiar como socialmente. El perdedor tiende a identificarse con la mentalidad socialista, como se dijo, ya que no soporta que otros tengan éxito económico y él no, por lo que degrada al capitalismo y al sector empresarial. Por el contrario, quien confía en sus aptitudes y capacidades personales para lograr éxito en tal sistema, es justamente el “burgués”, o individuo de clase media; siempre denigrado por los envidiosos.

Quienes sienten odio por la sociedad en que viven, acusan a la “sociedad capitalista y burguesa” por favorecer la “explotación laboral de la mujer en el hogar”, aduciendo que tal explotación luego se proyecta a toda la sociedad. De ahí la búsqueda marxista de la destrucción de la familia como célula básica de la sociedad. Abelardo Pithod escribió: “El varón es el explotador (tesis), la mujer la explotada (antitesis)…¿Pero cuál es la síntesis? ¿El hijo? ¿En realidad no son acaso los hijos los «explotadores» de los dos, padre y madre, para usar el modo de expresarse marxista?”.

“Porque, en última instancia, ¿qué es ser explotador? ¿Cuándo lo somos? La entrega y sacrificio de la madre, de la maestra, del médico, ¿son «explotaciones» o más bien el medio de su propia perfección y felicidad, que está mucho más allá de lo material, del placer, etc.?” (De “Curso de doctrina social”-Cruz y Fierro Editores-Buenos Aires 1970).

El machismo a gran escala es justamente el socialismo, en donde el líder supremo restringe la libertad tanto de hombres como de mujeres, utilizando severos castigos cuando advierte síntomas de desobediencia. La explotación laboral, a nivel colectivo, se produce generalmente bajo el socialismo. Este es el caso de los médicos cubanos que son “alquilados” a otros países por el Estado socialista, recibiendo cada médico, como retribución, una pequeña parte del alquiler recibido, que va a parar mayormente a la clase dirigente.

En una sociedad capitalista y competitiva, el empresario explotador termina perdiendo su más valioso capital, que es el capital humano, por lo que el empresario normal trata de mantenerlo de la mejor manera, aunque la versión marxista indique todo lo contrario. En caso de que no exista competencia empresarial, por existir pocos empresarios, no debería hablarse de “capitalismo”, sino de pre-capitalismo.

Es oportuno mencionar que el cristianismo, al promover un igualitario “amor al prójimo”, no distingue entre hombre y mujer en cuanto el alcance de tal actitud o predisposición que deberíamos adoptar.

El capitalismo fue insertándose en los diversos países a partir de las virtudes familiares y cristianas, o virtudes compatibles con la moral cristiana. Tales virtudes se trasladaron a la sociedad, ya que la actitud moral de una persona tiende a ser la misma en distintas circunstancias y en una misma etapa de la vida. Werner Sombart escribió: "Ser un buen hombre de negocios significa no sólo mantener el mejor orden interno en su economía, sino también un comportamiento especial de cara al mundo exterior: al conjunto de normas que hacen relación a este comportamiento lo designo con el nombre de moral de los negocios, que implica al mismo tiempo moral en y para los negocios".

"La moral en los negocios, es decir, en las relaciones comerciales, en la firma de contratos con la clientela, es lo que solemos llamar formalidad comercial: confianza en el cumplimiento de lo prometido, en la efectividad del servicio, en la puntualidad del suministro, etc. Esta cualidad ni había sido posible ni necesaria hasta el advenimiento de la economía capitalista. Pertenece, pues, al grupo de virtudes «burguesas» que estamos estudiando".

"Pero esta moral tenía que desarrollarse previamente como virtud personal. Y como tal la cultivaron aquellos (y otros) laneros florentinos que hemos conocido en calidad de padres de la doctrina económica de las virtudes. «No ha habido nadie en nuestra familia -dice otra vez Alberti- que haya roto su promesa en el cumplimiento de contratos...» «Los nuestros han observado siempre la mayor sencillez y sinceridad en la firma de contratos, y ello les ha hecho merecedores de gran fama en Italia y en el extranjero»" (De "El burgués"-Alianza Editorial SA-Madrid 1972).

miércoles, 1 de enero de 2020

El posliberalismo

Luego del derrumbe del Muro de Berlín y de la caída del Imperio Soviético, el liberalismo gana la batalla ideológica frente al socialismo, en función principalmente de los resultados históricos producidos por ambos contendientes. De ahí que algunos autores denominan como “posliberalismo” tanto a la actitud que adoptan, o deberían adoptar, los diversos sectores considerados liberales.

Estas actitudes van desde un “dormirse en los laureles” ante la evidente superioridad de las democracias política y económica (mercado) frente al totalitarismo socialista, hasta la sana postura de advertir los defectos o limitaciones de la propuesta liberal, como también la forma en que se la transmite a la ciudadanía. El sector "laureado" pareciera no advertir que el liberalismo deberá imponerse por medios democráticos, por lo cual deberá ser capaz de convencer, especialmente a los sectores poco adeptos, instruyéndolos adecuadamente sobre las ventajas que tal sistema político y económico ofrece.

Llama la atención el pobre resultado electoral logrado recientemente en la Argentina, en donde el candidato liberal (José Luis Espert) apenas alcanzó alrededor de un 3 o 4% de los votos, teniendo como principales rivales a dos sectores con pésimos desempeños en el gobierno (kirchnerismo y macrismo). Si bien muchos votantes prefirieron no “perder el voto” eligiendo al menos malo entre tales rivales, en las anteriores elecciones PASO (que en realidad no son sino una gran encuesta nacional), tampoco logró un caudal significativo de votos.

De ahí que el sector liberal debería preguntarse si falla la ideología o bien si fallan los "predicadores". Y aquí debe tenerse presente que, así como los cristianos se dividen entre católicos y protestantes, los liberales se dividen entre liberales clásicos y anarcocapitalistas, con importantes diferencias entre los mismos. Ambas posturas podrían sintetizarse de la siguiente forma:

Economía Social de Mercado = Ludwig von Mises + Ética natural

Anarco-capitalismo = Ayn Rand + Anarquismo de mercado

La Economía Social de Mercado fue adoptada exitosamente en Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, con fuerte participación estatal y bastante afinidad con el cristianismo (versión católica). El anarco-capitalismo no fue puesto en práctica todavía y es rechazado por varios sectores por cuanto aboga por la eliminación del Estado, promueve “la virtud del egoísmo”, aduciendo además que “el amor al prójimo es inmoral”.

La propia Ayn Rand se oponía al anarquismo propuesto por gran parte de sus seguidores y cometió, entre otros, el error de manifestar que el socialismo se basa en el altruismo, mientras que el altruismo es sólo un disfraz utilizado para encubrir el odio que caracteriza a los ideólogos marxistas. Además, al desconocer la “cooperación social” promovida por Ludwig von Mises (compatible con el amor al prójimo del cristianismo), y al asociarle a “toda religión” la actitud altruista, apoya sin quererlo la labor de los ideólogos marxistas ya que, si los más de 1.200 millones de cristianos en el mundo leyeran sus escritos, seguramente se les despertaría cierta simpatía por el marxismo. Sus seguidores rechazan tanto al marxismo como al cristianismo por su aparente altruismo compartido (que ni marxismo ni cristianismo lo predican, teniendo en cuenta los respectivos iniciadores de tales movimientos sociales).

Un error frecuente en casi todos los sectores liberales, o autodenominados liberales, es la postura economicista, compartida con el marxismo; y por la cual suponen que todos los problemas sociales y humanos se solucionarán mediante la economía. Sin embargo, si no existe una base ética adecuada, no será posible tal solución, ya que ni socialismo ni mercado traen una “ética implícita” incorporada. Si a ello se le agrega un grosero y despectivo rechazo de la ética cristiana, tales sectores liberales, y desde el punto de vista cristiano, serán considerados como “marxistas de mercado”.

El "marxista de mercado" ignora las intenciones y planteos de la Sociedad Mont-Pelerin, que destaca la necesidad de establecer una democracia política y una democracia económica (mercado) con la finalidad de mantener y afianzar la cultura occidental, amenazada por los totalitarismos, sin dejar de lado la base cultural de Occidente, como lo es la tradición judeo-cristiana.

Si hubiese que sintetizar el futuro del liberalismo, para que sea admitido masivamente, puede decirse que debe abandonar el economicismo y aceptar ser una parte de las ciencias sociales. Esto significa aceptar e incorporar una ética cooperativa extra-económica, esencial para el desarrollo humano. Tal ética a adoptar es esencialmente la cristiana, aunque desprovista de los misterios y de los aspectos sobrenaturales que impiden una aceptación generalizada. Simplemente se la debe adoptar teniendo presente el criterio de la ciencia experimental: “Porque funciona bien”.

Debe señalarse, además, que el amor al prójimo no es otra cosa que la “empatía emocional” (compartir las penas y las alegrías ajenas como propias). También debe tenerse presente que tal empatía “no pertenece con exclusividad" al cristianismo, sino que fue adoptada por esa religión. Tampoco la economía de mercado, como proceso autorregulado, “no pertenece con exclusividad" al liberalismo, ya que es un proceso natural que se establece en forma espontánea cuando distintos individuos actúan en libertad y los anima cierta empatía emocional. Tanto en uno como en el otro caso (cristianismo y liberalismo), empatía y mercado, respectivamente, son adoptados y perfeccionados, en el mejor de los casos, por tales sectores.

Se ha llegado al extremo de que existe cierta incompatibilidad entre los liberales de los años 80, seguidores de Álvaro C. Alsogaray, y el anarco-capitalismo actual. Ello se debe al rechazo, por parte de los "viejos liberales", a varias propuestas defendidas por el sector anarco-capitalista, como el anarquismo (ausencia del Estado), el aborto, el egoísmo racional, el anticristianismo, el economicismo extremo, el relativismo moral (todo vale dentro de la libertad individual), etc.

La ética del anarcocapitalista no apunta tanto a "hacer el bien" a los demás (cooperar), sino a "no hacer el mal", es decir, recomienda hacer todo lo que no perjudique a los demás, suponiendo que con ello basta y sobra para llegar a algo similar a la cooperación social. En cierta forma se identifica con la ética del Antiguo Testamento y los Diez Mandamientos (No matar, No robar, No mentir, etc.), dejando de lado el Nuevo Testamento con el mandamiento, mucho más exigente, de adoptar la actitud o predisposición a "amar al prójimo" (compartir las penas y las alegrías ajenas como propias). Mariano Grondona escribió al respecto: "El cristianismo obliga a pensar primero en el otro, en alteración profunda de nuestra lógica natural. Antes viene el reclamo monoteísta de amar a Dios sobre todas las cosas y luego el de amar al prójimo como a sí mismo".

"El judaísmo riguroso, prohíbe incluso nombrar a Dios: hacerlo es blasfemia, una pretensión de humanizarlo. Para judíos y cristianos, yo soy pero además está el otro o la otra y tengo que pensarme desde él o ella, lo que desestabiliza mi auto complacencia".

"Aun en un mundo liberal capitalista donde casi todos estuviéramos bien, un hombre desamparado me alteraría como cristiano. Cristo está ahí, ya no puedo gozar de toda mi riqueza y mi éxito porque esta persona a la cual debo amar como a mí mismo está mal. Esto es desestabilizante, la impugnación, el dedo de Dios. El golpe a nuestra conciencia es: tienes que pensar en el otro, que es un «tú», otro «yo», que te reclama".

"Por supuesto que en el cristianismo está implícito el amor propio: «ama al prójimo como a ti mismo», quiere decir que te amas a ti mismo y si no lo haces no puedes amar al prójimo, pero esto viene como segunda reflexión, se lo da por supuesto. En concreto, la sabiduría del mundo es que te ames a ti mismo y la otra sabiduría, que ames al prójimo como a ti mismo porque supone que te amas a ti mismo".

"El liberalismo parte del yo. «Yo» reclamo libertad, que me respeten. Después tengo que respetar al otro que es como yo, pero el punto de partida inicial es distinto del tronco judeocristiano"

"Ayn Rand, liberal, hace el elogio del egoísmo. El egoísmo es virtud. Esto no lo puede decir un cristiano. Ella dice que la solidaridad se usa para que algunos tengan poder en nombre de ella y te sometan. Si quieres ganar dinero, vendrá alguien que te diga que debes pensar en el otro pero el que representa «lo otro» no es «el otro» sino un poder falsario que te quita el dinero. Así, el egoísmo que ella propone es la liberación del «yo» que dice: tengo derecho a mí mismo, a mi carrera, a mi vocación y a mi ambición, no me las pueden quitar. Esto es estrictamente liberal. Pero la reacción contra esto, esa puntada que uno siente, es cristiana" (De "El posliberalismo"-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1992).

La actitud cristiana también permite la realización personal, tal como la propone el sector liberal, pero sin anular los aspectos emocionales de nuestra naturaleza humana para regirnos casi exclusivamente por las leyes económicas del mercado.

La mencionada novelista desconoce totalmente el principal proceso de supervivencia que posee el ser humano: la empatía emocional. De ahí que proponga, como vínculo entre los seres humanos, el libre intercambio de bienes y servicios en el mercado. Las sociedades en crisis, en donde el sentido de la vida, predominante entre sus integrantes, parece ser la compra, la venta y el consumo, coincide bastante con el ideal de Ayn Rand, mientras que el vínculo empático, propuesto por el cristianismo, coincide bastante con la principal ley de supervivencia impuesta por el proceso evolutivo.