domingo, 22 de abril de 2012

Acerca de la dialéctica

La lógica dialéctica constituye un método para describir la realidad que se ha utilizado principalmente en filosofía. Se origina en las épocas en que aparecen los sofistas griegos, por lo que no es de extrañar que no sea admitido en el ámbito de la ciencia experimental ni tampoco tenga relevancia en el desarrollo de la lógica matemática, de ahí que en la actualidad se le asocie un carácter puramente histórico, excepto en el caso del marxismo, que lo sigue admitiendo como uno de sus fundamentos. Georg F. Nicolai escribió:

“La ciencia es una –con otras palabras, hay sólo un método científico: el de las ciencias naturales. Sólo por este camino se llega a proposiciones que son obligatorias para todos los hombres- sólo la ciencia puede terminar con las controversias- sólo la ciencia significa paz”.

“La dialéctica no cuadra en la ciencia-si, con Schopenhauer, no se ve en ella más que un ameno intercambio de opiniones (lo que realmente de vez en cuando ayuda a la comprensión), ella es inofensiva e indiferente. En cada forma especial y, más que nada, en la de Hegel-Marx, ella es diametralmente opuesta a la ciencia: llamar a tal método «científico», es pura mistificación” (De “Miseria de la Dialéctica”-Ediciones Ercilla-Santiago de Chile 1940).

En cuanto al origen y significado de la palabra, la Academia de Ciencias de la URSS menciona: “La palabra «dialéctica» procede del griego antiguo «dialegomal», que significa conversación, polémica. En la Antigüedad se entendía por dialéctica el medio para establecer la verdad, en las discusiones y en la lucha de opiniones, mediante la revelación de contradicciones en los razonamientos del interlocutor”.

Respecto del desarrollo histórico, prosigue: “En la historia de la dialéctica se destacan las siguientes etapas fundamentales: la dialéctica espontánea, ingenua, de los pensadores de la Antigüedad; la dialéctica de los materialistas del Renacimiento (Giordano Bruno y otros); la dialéctica idealista de la filosofía clásica alemana (Kant, Fichte, Schelling y Hegel); la dialéctica de los demócratas revolucionarios del siglo XX (V. Belinski, A. Herzen, N. Chernishevski y otros), y la dialéctica materialista marxista leninista como forma superior de la dialéctica contemporánea” (De “Fundamentos de Filosofía Marxista-Leninista”-Editorial Cartago-Buenos Aires 1975).

Su incompatibilidad con la ciencia comienza a vislumbrarse ya en el siglo XIX. Georg F. Nicolai escribe: “Pero hay también grandes dialécticos que quieren meterse en problemas de los cuales la ciencia ya sabe algo. En estos terrenos, naturalmente, les molestan las verdades eternas y entonces sucede lo inaudito: estos hombres que quieren hacer verdades de sus nociones, comienzan por destruir la única segura que tienen: niegan el principio de la contradicción y de la identidad”.

“Este desprecio de los fundamentos lógicos es lo que destruye más radicalmente las facultades de un hombre. Cualquiera sea el subterfugio con que se defienda la suposición de que A puede ser también no A, ella es simplemente falsa, y quien una vez la ha aceptado puede así naturalmente, sobre el papel, comprobar todo, pero será para toda su vida incapaz de razonar”.

Por su parte, José Ferrater Mora escribe al respecto: “La noción de dialéctica, el método dialéctico y, a veces, la titulada «lógica dialéctica» son centrales en el marxismo”.

“El uso de la dialéctica permite, en efecto, al entender de estos autores (Engels, Lenin, Stalin), comprender el fenómeno de los cambios históricos (materialismo histórico) y de los cambios naturales (materialismo dialéctico). Todos estos cambios se hallan regidos por las «tres grandes leyes dialécticas»: la ley de la negación de la negación, la ley del paso de la cantidad a la cualidad, y la ley de la coincidencia de los opuestos. Tales leyes permiten, al entender de los marxistas, afirmar ‘S es P’ y negar a la vez ‘S es P’, pues señalan que si ‘S es P’, puede ser verdadero en el tiempo t, pero puede no ser verdadero en el tiempo t1”.

“Varios autores han argüido al respecto que esto representa únicamente la afirmación conjunta de contrarios, pero no de contradictorios. Los marxistas «oficiales», sin embargo, han insistido en que las leyes de la dialéctica citadas representan una verdadera modificación de las leyes lógicas formales y que, por lo tanto, los principios de identidad, de contradicción y de tercio excluso no rigen en la lógica dialéctica. Por ese motivo la lógica formal (no dialéctica) ha sido o enteramente rechazada o considerada como una lógica de nivel inferior, apta solamente para describir la realidad en su fase estable” (Del “Diccionario de Filosofía” (I) – Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).

Para el marxismo, la dialéctica no es sólo un método para describir la realidad y el cambio asociado a la misma, sino que supone que es una propiedad inherente a la propia realidad. Así, leemos en la “Enciclopedia Concisa” de J. O. Urmson: “Hegel le dio un nuevo giro a la dialéctica, a la que consideraba un proceso que no era meramente de razonamiento sino que se encontraba en la historia, y en el universo como un todo, y consistía en un movimiento necesario de la tesis a la antítesis, y después a una síntesis de las dos. Es la dialéctica hegeliana la que fue adoptada por Marx, que la hizo parte de su filosofía del materialismo dialéctico, sustituyendo el «espíritu de Hegel» por la «materia», como la base del proceso dialéctico” (De la “Enciclopedia Concisa de Filosofías y Filósofos”–Editorial Cátedra SA-Madrid 1979).

La posible existencia de elementos opuestos en la naturaleza poco tiene que ver con el desarrollo real de las distintas ramas de la ciencia experimental. Mario Bunge escribió:

“La frecuencia con que aparecen los términos «proceso dialéctico» y «método dialéctico» en un campo de estudios es un buen indicador del bajo grado de desarrollo de éste. Los físicos, químicos, biólogos, psicólogos y sociólogos matemáticos no hablan de objetos dialécticos ni dicen emplear el método dialéctico: emplean el método científico, que les permite formular concepciones precisas y comprobables. Si lo que se proponen los pensadores dialécticos es tan sólo subrayar el carácter cambiante de todas las cosas y la naturaleza conflictiva de algunos procesos, no necesitan salirse de la ciencia, ya que ésta estudia las leyes del cambio y, en particular, de la competencia. La dialéctica es dinamicista, pero no científica; la ciencia no es dialéctica pero es dinamicista y, además, clara y a veces duradera”.

“Los historiadores de las ideas han mostrado que es característica del pensamiento arcaico y aun antiguo el reducirlo todo a pares de opuestos: día-noche, mortal-inmortal, comestible-incomible, móvil-inmóvil, etc. Esta característica se conserva en la primera fase del tratamiento científico de un problema: así como el neurofisiólogo de principios del siglo XX intentaba reducirlo todo a un juego de excitaciones e inhibiciones, el sociólogo del subdesarrollo cae en la tentación de explicarlo todo en términos de dependencia e independencia y de pares de opuestos similares”.

“Sin duda algunos sistemas reales, sea físicos, sea culturales, presentan características polares. Pero también presentan otras que no lo son. La ciencia moderna ha demostrado que la realidad no cabe dentro de los esquemas polares, sea de Pitágoras, sea de Hegel: los sistemas polares son la excepción no la regla” (De “Epistemología”–Editorial Ariel SA-Barcelona 1985).

A pesar de los pobres fundamentos adoptados por el marxismo, sus adeptos sostienen que se trata de una postura “científica”, aunque se oponga a la ciencia tanto en sus fundamentos como en su desarrollo. Carl Schurz escribe sobre Marx: “Lo que decía era sólido, lógico y claro, pero nunca he visto a un hombre tan arrogante. Quien opinara de otro modo que él, era un asno o un vil, o ambas cosas a la vez: nunca he oído a alguien pronunciar la palabra «bourgeois» [burgués] con tanto desprecio; diríamos que escupía la palabra” (Citado en “Miseria de la dialéctica”).

Podemos hacer un resumen de los principales desaciertos, por parte del marxismo, asociados a la rama de la ciencia respectiva:

1- Economía (promueve la abolición del mercado, considera al trabajo como único factor de la producción, sostiene que el valor económico de un bien depende de la cantidad de trabajo necesario para producirlo, etc.)
2- Política (promueve la violencia y el odio entre sectores).
3- Lógica (pretende reemplazar la lógica simbólica por la dialéctica, que la contradice).
4- Ciencia (desconoce al método científico optando por el método dialéctico)
5- Ética (supone inexistente una ética objetiva, adhiere al relativismo moral)
6- Sociología (al ignorar a la clase media, resulta inadmisible generalizar la lucha de clases; injustificadamente atribuye sólo virtudes al proletariado y sólo defectos a la burguesía.)
7- Historia (hace predicciones sobre acontecimientos a ocurrir, en lugar de predecir nuevos fenómenos sociales)

Es posible identificar, en la profecía bíblica del Apocalipsis, al marxismo con la Bestia que tiene siete cabezas, y cada cabeza con los distintos y variados errores tales como los mencionados. Recordemos que dicho movimiento político recientemente tuvo bajo su dominio a un importante sector de la humanidad. Puede advertirse, como casi siempre ocurre, que el marxismo no sólo constituye la Religión del odio, sino también la Religión de la mentira y del engaño.

De todas formas, recordando una recomendación de Cristo respecto de los falsos profetas (“Por sus frutos los conoceréis”) podemos tener una idea concreta de los efectos producidos por esta ideología. Como balance de lo actuado por el marxismo tenemos una impresionante cifra de asesinatos cometidos por sus adeptos en sus intentos por imponerlo a nivel mundial. El historiador Stephane Courtois escribió:

“No obstante, podemos establecer un primer balance numérico que aún sigue siendo una aproximación mínima y que necesitaría largas precisiones pero que, según estimaciones personales, proporciona un aspecto de considerable magnitud y permite señalar de manera directa la gravedad del tema:-URSS, 20 millones de muertos.-China, 65 millones de muertos.-Vietnam, 1 millón de muertos.-Corea del Norte, 2 millones de muertos.-Camboya, 2 millones de muertos.-Europa Oriental, 1 millón de muertos.-América Latina, 150.000 muertos.-África, 1,7 millones de muertos.-Afganistán, 1,5 millones de muertos.-Movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder, una decena de millones de muertos. El total se acerca a la cifra de cien millones de muertos” (De “El libro negro del comunismo”-S. Courtois y otros-Ediciones B SA-Barcelona 2010).

jueves, 19 de abril de 2012

El comercio exterior

El intercambio comercial entre distintos países se establece teniendo presente las ventajas de la división o especialización del trabajo. Así, los pueblos que no disponen de materias primas, por lo general desarrollan aptitudes para la fabricación de insumos industriales, que incluso tienen mayor valor de mercado. Esto ha hecho que países con pocos recursos naturales hayan logrado elevados niveles de vida mientras que los que sólo confiaron en la “herencia recibida de la madre naturaleza”, quedaron rezagados en el subdesarrollo. Albert Crew escribió:

“El ideal del economista es la libertad universal del comercio, es decir, que cada distrito, cada comarca, cada país disfrute del concurso necesario para producir los artículos de consumo mejor adaptados a sus condiciones peculiares, sin olvidar la economía apropiada de los diversos agentes de la producción. La Economía es, en teoría, opuesta a toda ingerencia de la política que tienda a estimular artificialmente la industria local, ingerencia que se traduce comúnmente en derechos de importación y primas a la exportación”.

“El economista no conoce fronteras y, por lo tanto, idealmente le repugna el concepto de que un país ha de prosperar a expensas de otro. El elemento fundamental en la teoría del comercio internacional es la teoría del costo comparativo, siendo imprescindible este análisis para poder estudiar los problemas que envuelven el comercio internacional, el «libre cambio» y el «proteccionismo»” (De “Economía”-Editorial Labor SA-Barcelona 1954)

Existen países que, por razones ideológicas, se oponen a los intercambios comerciales optando por constituirse en sociedades cerradas. El economista Frederic Bastiat escribió, en forma de cuento, acerca del personaje literario Robinson Crusoe, imaginando que este habitante solitario de una isla trabaja en la construcción de una tabla a partir de un tronco. Pero ocurre que llega flotando desde el mar una madera justamente en forma de tabla. Sin embargo, Robinson expresa:

“Si yo busco esa tabla, sólo me demandará el trabajo de cargarla y el tiempo necesario en descender y remontar el acantilado. Pero si yo fabrico el tablón con mi hacha me procurará primeramente quince días de empleo, luego mi hacha se gastará lo que me proporcionará el trabajo adicional de afilarla, y por último, consumiré mi «stock» de provisiones, lo cual provocará una tercera fuente de ocupación al tener que reponerlos. Está bien claro que si busco esa tabla provocaré mi ruina. Debo proteger mi trabajo personal, y ahora que lo pienso, hasta puedo aumentarlo arrojando el tablón de vuelta al mar”.

Bastiat prosigue: “Pero este razonamiento era absurdo. Sin duda alguna. Sin embargo, es el razonamiento de toda nación que se protege a sí misma por medio de la prohibición. Descarta el tablón que le ha sido ofrecido a cambio de poco trabajo”. “Considere a la nación como un ente colectivo y no encontrará diferencia alguna entre su razonamiento y el de Robinson”.

Alberto J. B. Caprile escribe al respecto: “En toda esta argumentación flota una teoría económica que distorsiona la verdad: «Que el trabajo es causa de valor». Pocas teorías tan absurdas han gozado de tanta popularidad al ser disfrazadas, a pesar de ser para todos tan evidente que un vaso de agua en el desierto puede valer toda la fortuna de un sediento o que la obra de toda la vida de un artista puede no encontrar comprador a ningún precio. El carácter subjetivo del valor es frecuentemente olvidado”.

“La teoría de Robinson la practicamos diariamente con toda asiduidad y meticulosidad. No hay diferencia entre tirar el tablón al agua o el ofrecimiento de alemanes, americanos o japoneses de poner en nuestros puertos un automóvil a mitad de precio del que nos cuesta producirlo. El desperdicio es increíble, gastamos nuestras energías en pequeñas fábricas que producen unos pocos miles de autos y tiramos al agua la eficiencia de los que producen por millones. Como Robinson, la mayoría exclamará: «¡Si esas fábricas no existiesen habría desocupación!»”.

“Un marciano que escuche esta frase pensará que en la Argentina sobran caminos, sobran viviendas, etc., y que ya nada queda por hacer para satisfacer a la población” (De “La libertad sacrificada”-Ediciones Ambassador-Buenos Aires 1974).

Es oportuno decir que, mientras que el liberalismo promueve la eficiencia y la productividad, desde el marxismo se considera al trabajo como el vínculo que debe imperar entre los integrantes de la sociedad, por lo que no resulta extraño que a veces incluso se critique la búsqueda de la eficiencia promovida por el liberalismo. Además, según Marx, el valor de un bien o de un servicio, estaría relacionado con el trabajo destinado para su logro, algo que tiene poco sentido para un individuo racional en condiciones de poder tomar decisiones en libertad. Alberto J. B. Caprile escribió:

“Individualmente ninguno dudaría en comprar un articulo de mejor calidad y a más bajo precio prescindiendo de quien lo haya fabricado o cuanta mano de obra se incorporó al mismo. Pero cuando se generaliza para el país se urden las más absurdas políticas”.

El comercio internacional, como todo intercambio a nivel nacional o provincial, debe contemplar el beneficio simultáneo de ambas partes intervinientes. Sin embargo, hay países que buscan un beneficio exclusivo promoviendo sus exportaciones y limitando sus importaciones. De esa manera se busca cierta protección para las actividades locales, como la industria. Si se optara por el comercio sin ningún tipo de trabas, existirá una tendencia a igualar importaciones con exportaciones. Caprile agrega:

“La importación y exportación de productos se rigen por inexorables leyes económicas que hacen que la única forma en que podemos obligar a un país a comprar nuestros productos, es comprarle la mayor cantidad de aquellos que nos pueda ofrecer”.

“Supongamos que los franceses imponen una elevada tarifa o «prelevement» a las carnes argentinas. La reacción natural y quizás humana, es imponer simultáneamente restricciones a nuestras importaciones de Francia. Pero económicamente cometeríamos un disparate”.

“Cuando los franceses impusieron su impuesto a nuestras importaciones, con ello perjudicaron al consumidor francés y al productor argentino de hacienda. Si tomáramos medidas equivalentes a las de los franceses para restringir importaciones de Francia, en nada mejoraríamos los anteriores perjuicios y volveremos a producir un nuevo daño, en este caso, a los productores franceses y consumidores argentinos. Pero si en cambio se sigue una política liberal de permitir la importación de bienes de Francia, siempre que el público argentino los prefiera sobre los de otros países, se producirá el siguiente fenómeno: los argentinos recibirán los bienes que pagarán con pesos. Estos pesos en manos de los franceses no tendrán otro destino que los propios franceses compren a su vez bienes en la Argentina o que se los vendan a comerciantes de otros países para que ellos a su vez compren en el país”.

Es oportuno citar el caso del “milagro alemán”, luego de la Segunda Guerra Mundial, que se produjo favoreciendo el comercio exterior en lugar de “proteger” la insipiente industria de la posguerra. Ludwig Erhard dijo:

“La cuestión principal era crear de nuevo un incentivo para el trabajo. Así desde el comienzo, estimulé la libre importación, y no sobre la base de prioridades o austeridad. Estaba seguro que cuanto más importásemos más seríamos capaces de exportar, iniciando así una curva ascendente. La confianza en nuestra moneda se fortaleció cuando la gente vio en los escaparates de las tiendas una variedad de mercancías extranjeras, algunas de las cuales no habían visto desde el comienzo de la era nazi” (Citado en “La libertad crucificada”).

Las ideologías muchas veces predominan sobre la realidad a partir de hábiles razonamientos que la distorsionan, lo que resulta factible dado que el seguimiento mental de los procesos económicos resulta poco accesible a quien no esté habituado a pensar sobre esos temas. Lo que resulta llamativo es que, mientras que se desarrollaba el “milagro alemán” en la República Federal de Alemania, se establecía en forma simultánea la República Democrática de Alemania que terminaba construyendo el “muro de Berlín” y, sin embargo, muchos son los países que toman el ejemplo del que fracasó antes que del que tuvo éxito.

Las economías que protegen las actividades locales cerrando todo tipo de importación, tienden a promover empresas poco eficientes, dado que no tienen necesidad de mejorar su calidad ni sus precios por existir muy poca competencia. Incluso los monopolios que naturalmente surgen amparados por el proteccionismo del Estado, aprovechan la situación para elevar sus precios hasta niveles insospechados. Alberto J. B. Caprile agrega:

“Hablar de protección de la industria es simplemente hablar de proteger la industria ineficiente quitándole a la eficiente”.

De todas formas, debe existir cierta gradualidad en la apertura de la economía de un país por cuanto no será posible lograr, de la noche a la mañana, una industria competitiva surgida ante la inminente necesidad de sobrevivir a la severa competencia de empresas de mayor experiencia y nivel tecnológico. Pero es necesario orientarnos en la dirección correcta, o al menos debemos ser conscientes del camino hacia el subdesarrollo en el que estamos empeñados en favorecer.

La globalización económica consiste esencialmente en el intercambio entre naciones, no sólo de bienes y servicios, sino también de capitales y de individuos (capital humano). Si bien este proceso se estableció desde varios siglos atrás, el auge actual se debe al desarrollo de las tecnologías de la información y de las comunicaciones. Charles Gide escribió:

“Decimos cambio internacional, y no comercio internacional, porque, en efecto, los cambios de país a país no se realizan únicamente con mercaderías, como la palabra comercio parece indicar, sino también con capitales y con personas” (De “Curso de Economía Política”-Librería de Ch. Bouret-Paris 1937).

Podemos, entonces, hacer una síntesis de tal proceso:

Globalización económica = Comercio internacional + Tecnologías de las comunicaciones y de la información

Esta tendencia es resistida principalmente por quienes sostienen la validez de la “teoría de la dependencia”, por la cual el proceso de la globalización no surgiría de las ventajas que ofrece la división internacional del trabajo, sino por la premeditada marginación, por parte de los países imperialistas (industriales y desarrollados), de los países dependientes (proveedores de materias primas y subdesarrollados). Puede decirse que, así como no existe una estricta inmovilidad social en las sociedades con economía de mercado, como lo supone el marxismo, tampoco existe una limitación definitiva en cuanto a las posibilidades de desarrollo que tiene todo país.

domingo, 15 de abril de 2012

Entre la finalidad y el nihilismo


Algunos de los conceptos más importantes de la psicología, que han promovido la realización de teorías parciales, son el sentido de la vida, la motivación, la acción, la ética y la felicidad. Veremos que es posible considerarlos juntos y en un mismo esquema.

Primeramente consideraremos el caso individual en el cual un objetivo personal promueve una motivación para su logro. Tal motivación es el requisito previo a la acción, la cual estará caracterizada por decisiones que favorecen el logro del objetivo y aquellas que se oponen al mismo. Finalmente, el grado de satisfacción que nos brinda nuestra tarea en función de la búsqueda del objetivo, como del objetivo mismo, será una medida de que el mismo fue bien elegido o si habrá que replantarlo en el futuro.

Como ejemplo de este tipo de elección tenemos el caso de una carrera universitaria o bien de una profesión. El objetivo ha sido elegido en función de cierta satisfacción personal que se espera disfrutar tanto en el periodo de estudios como en el posterior ejercicio de la profesión. Si la satisfacción esperada se transforma en una tarea poco grata, habremos de considerar la posibilidad de buscar otra actividad afín a nuestra personalidad. Podemos, entonces, hacer un esquema que liga los aspectos mencionados:

Objetivo → Motivación → Acción → Grado de satisfacción personal

Como este proceso resulta ser en realidad un sistema realimentado, falta agregar el vínculo entre lo que se logra (Grado de satisfacción personal) con aquello que se ha pretendido lograr (Grado de satisfacción asociado al logro del objetivo). Para ello se establece una comparación entre los mismos (restándolos) para que la diferencia actué sobre la motivación y se continúe nuevamente la secuencia anterior.

Lo interesante de este modelo descriptivo elemental es que puede generalizarse para aquellos objetivos que trascienden a los individuos y que atañen a toda la humanidad. Supondremos que existe un objetivo personal que está en función del sentido, o de la propia finalidad, del universo, por lo que nuestro esquema esta vez adoptará la siguiente forma:

Sentido del universo → Motivación → Acción (ética) → Nivel de felicidad

Siendo realimentado este Nivel de felicidad para ser comparado con el Sentido del universo (o la felicidad esperada en su búsqueda).

Hay quienes opinan que el hombre debe buscar los “pequeños objetivos” para, luego, una vez logrados, buscar los principales. Abraham H. Maslow escribió:

“Conviene, por lo tanto, designar estos motivos y necesidades «superiores» de las personas autorrealizadas con el término de «metanecesidades», así como diferenciar la categoría de motivación de la categoría de «metamotivación»”. “Ahora está más claro para mí que la gratificación de las necesidades básicas no es una condición suficiente para la metamotivación, aunque puede ser una precondición necesaria”. “Parece que la metamotivación no resulta automáticamente de la satisfacción de las necesidades básicas” (De “La personalidad creadora”-Editorial Kairós-Barcelona 2005).

Desde el cristianismo se propone el logro simultáneo de los grandes y de los pequeños objetivos. Ello se debe a que el amor al prójimo no es sólo una meta a lograr una vez satisfechas las necesidades primarias de alimentos y vivienda, ya que, incluso, todo niño pequeño, o el simple animalito doméstico, necesitan del amor tanto como de las demás necesidades básicas mencionadas, ya que su total ausencia significará una muerte segura. De ahí que Cristo sugería: “Busca primeramente el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”.

El hombre se encuentra, por lo general, a mitad de camino entre una vida orientada por una finalidad o bien por una vida carente de objetivos. Entre las diferencias esenciales que existe entre la vida inteligente y las restantes formas de vida, encontramos la necesidad de la búsqueda, en el primer caso, de una finalidad, o de un sentido, que oriente todas y cada una de nuestras acciones. Pierre Teilhard de Chardin escribió: “El hombre es el único animal en la escala zoológica que tiene que trazar su destino”.

Cuando el hombre no encuentra un sentido para su vida, puede caer en estados depresivos, por lo que se observa que nuestra propia naturaleza nos exige encontrar un objetivo que nos permita escapar del nihilismo, es decir, de la ausencia de un sentido para nuestra vida. Bernard Delfgaauw escribió:

“¿Qué sentido tiene la existencia humana? Un nihilismo con su doble filo de angustia y hastío paraliza la facultad de pensar y laborar”. “Hay que encontrar un sentido a la existencia humana y al mundo, lo suficientemente vasto y profundo como para que nos revalide de pensamiento y obra y nos lleve a poner en tensión todas nuestras fuerzas y facultades. Se trata, pues, de derrotar al nihilismo” (De “Creyentes e incrédulos”-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1968).

En cuanto a la motivación, existen varias teorías psicológicas propuestas, aunque lo importante es establecer una teoría de la motivación junto a una teoría de la acción que permitan lograr cierta finalidad objetiva asociada al propio orden natural. Respecto de la acción, puede decirse que implica una ética y es una condición tanto emocional como cognitiva. Se conoce el objetivo y luego, emocionalmente, se favorece la acción conducente al logro de ese objetivo. La ética consiste esencialmente en conocer las acciones que favorecen el logro del objetivo como de aquellas que se oponen a ese logro. Víktor E. Frankl escribió:

“Tarde o temprano nos veremos obligados, no ya a moralizar, sino a ontologizar la moral; habrá que definir el bien y el mal, no como algo que debamos o no hacer, sino el bien como aquello que favorece la realización del sentido que encomienda a un ente y se le elige, y el mal como aquello que impide su realización” (De “El hombre doliente”-Editorial Herder SA-Barcelona 1987).

Puede decirse que los problemas políticos y económicos, y no sólo los sociales, tienen que ver con la ausencia de un sentido de la vida adoptado masivamente y en concordancia con el objetivo implícito en el espíritu de la ley natural. Así, tanto la sociedad de consumo como el totalitarismo estarían vinculados al vacío existencial. Víktor E. Frankl escribió:

“En cuanto a las causas que provocan el vacío existencial, cabe enumerar dos: la pérdida del instinto y la pérdida de la tradición. Los instintos no dicen al hombre, contrariamente al animal, lo que debe hacer; las tradiciones tampoco dicen al hombre actual cuáles son sus deberes; y muchas veces éste parece no saber lo que quiere. Entonces se siente tentado a querer lo que los demás hacen o a hacer lo que los demás quieren. En el primer caso topamos con el conformismo y en el segundo con el totalitarismo”.

En el caso de la religión, vemos que en ella aparece, como objetivo del universo, la voluntad del Creador. El individuo que cree firmemente en ese Dios Creador, adquiere suficiente motivación como para responder eficazmente a la ética propuesta por el profeta o por el enviado de ese Dios. Lo opuesto lo tenemos en el caso del que adopta una actitud nihilista negando toda posible existencia de un sentido del universo y, luego, del sentido de la vida individual, siendo posible que no tenga suficientes motivaciones para realizar su vida ya que podrá faltarle la “fuerza de la fe”.

La finalidad adoptada generalmente en la mayor parte de los planteos provenientes de la ciencia experimental, es la adaptación del hombre al orden natural. En esa adaptación distinguimos una evolución biológica y una evolución cultural, propia esta última de la vida inteligente. Ambas tipos de evolución responden al aumento de la complejidad, medida por la información asociada a todo organismo, y al aumento de su grado de conciencia, que ha de ser el conocimiento que el ser viviente tiene respecto de esa información. Podemos hacer una síntesis:

(Adaptación = Evolución Biológica + Evolución cultural) → (Complejidad + Conciencia)

La búsqueda de objetivos que orientarán nuestra vida nos indica una evidente influencia del futuro. En caso de no existir esa proyección, el hombre pierde motivaciones y reduce sus estímulos para el accionar cotidiano, posiblemente hasta caer en estados depresivos.

Nótese que existirán muchas finalidades posibles, siendo varias de ellas erróneas, por cuanto son finalidades propuestas por el hombre sin tener presente la propia realidad. Podemos mencionar el caso del nazismo, que propone como finalidad de sus adeptos la eliminación de las “razas incorrectas”, o el caso del marxismo, que propone eliminar la “clase social incorrecta”. En ambos casos se sugiere una “ética” destructiva del grupo incorrecto, mientras que el individuo que sigue esta tendencia logrará cierto nivel de felicidad, seguramente muy limitado, en función de la creencia y de los objetivos logrados.

Desde la ciencia experimental, y desde la Psicología Social en concreto, se ha podido describir una ética compatible con la impulsada por el cristianismo, de ahí que sería oportuno considerarla como un fundamento adicional del mismo. De todas las religiones vigentes, alguna estará más cerca de las leyes naturales, siendo por ello más “verdadera” que las restantes. Y es precisamente el avance de las ciencias sociales el que finalmente permitirá “elegir” a una religión en lugar de otras.

Las severas crisis de las sociedades actuales se acentúan con las divisiones y los antagonismos promovidos por las distintas religiones, que adquieren un carácter y una validez subjetiva en cuanto no hacen los menores intentos por hacer visible su compatibilidad con las leyes naturales, que son las propias leyes de Dios. Pierre Teilhard de Chardin escribió:

“Ya es tiempo de reconocerlo. En nuestros días, la Iglesia, arrastrada por un remolino de teología abstracta, de sacramentalismo cuantitativo, de devoción sutilizada, ha perdido contacto con lo Real. Las direcciones eclesiásticas y las preocupaciones de los fieles se van encerrando poco a poco en un mundillo artificial de ritos, de prácticas, de emulaciones piadosas, enteramente separado de la verdadera corriente de las cosas. La Eucaristía, en concreto, tiende a convertirse en una suerte de objeto válido por sí mismo, que absorbe en sí la actividad religiosa en lugar de hacerla fermentar para la salvación de todas las cosas del Universo. Nos estamos equivocando de camino, y ésa es la razón de que los progresos de la Verdad cristiana hayan quedado como detenidos”.

“Creo que el mundo no se convertirá a las esperanzas celestiales del Cristianismo más que si, previamente, el Cristianismo se convierte (para divinizarlas) a las esperanzas de la Tierra” (De “Las direcciones del porvenir”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1974).

lunes, 9 de abril de 2012

Interpretaciones de la historia

Con la palabra historia designamos tanto al conjunto de hechos acontecidos en el pasado como también a la rama de la ciencia que los describe. En el primer caso suponemos la existencia de ciertas leyes o de ciertos designios de Dios, o de los dioses de antaño, que presionan a la humanidad hacia ciertos objetivos o hacia ciertas metas. Luis Suárez escribió:

“En nuestro idioma, la palabra Historia sirve indistintamente para expresar dos conceptos diferentes: por una parte, la plenitud del suceder; por otra, el conocimiento de ese suceder”.

Existen también diferencias en cuanto al trabajo de recopilar información y el de establecer teorías que permitan interpretarla encontrándole un sentido aparente. La historia habrá de ser una poderosa fuente de ejemplos que permitirá el desarrollo de las ciencias sociales. Luis Suárez agrega:

“Un abismo comenzó a abrirse entre las obras de los historiadores y la aspiración de los filósofos. Aquéllos se especializaban con exceso, perdiendo de vista la unidad fundamental. Fue entonces cuando Auguste Comte defendió la idea de separar las dos fases de la investigación, encomendándolas a disciplinas diferentes: la Historia se ocuparía únicamente de descubrir y establecer los hechos, mientras que la Sociología seria la encargada de interpretarlos” (De “Grandes interpretaciones de la Historia”-EUNSA-Pamplona 1981).

Aun cuando existan ciertas presiones que induzcan al hombre a dirigirse en un sentido y no en otros, depende del hombre acatarlas una vez reveladas, o conocidas, por lo que no existe seguridad en cuanto a su influencia efectiva. André Gorz escribió:

“Que la historia vaya inexorablemente en cierto sentido, no basta para que yo quiera ir en ese sentido. Aunque se me demostrara que todas mis resistencias serían vanas, que el futuro está inscripto ya en la lógica de los hechos, la fatalidad de ese futuro no basta para suscitar mi adhesión activa al proceso en curso. Para adherirme al proceso, es necesario que yo pueda reconocer mis propios fines en su finalidad objetiva. Si no los reconozco, es posible que prefiera «morir peleando»” (De “Historia y enajenación”-Fondo de Cultura Económica-México 1964).

En primer lugar, debemos considerar el sentido aparente del universo que surge desde la perspectiva de la ciencia experimental. La ciencia considera que todo lo existente está regido por leyes naturales, por lo que es posible hablar de cierto orden natural. Ese conjunto de leyes, especialmente las que rigen nuestra conducta, nos presionan hacia ciertas metas implícitas en tales leyes. Según una propuesta, la meta de la humanidad está asociada a la ley de complejidad-conciencia, como una tendencia en la cual existiría una evolución que se dirige hacia mayores niveles de complejidad acompañados con mayores niveles de conciencia, como es el caso de la vida inteligente.

Si en realidad el principio antes mencionado, enunciado primeramente por Pierre Teilhard de Chardin, concuerda con la realidad, o es verdadero, alejarnos de él producirá sufrimiento, como una medida de nuestra desadaptación a las leyes naturales y al espíritu implícito en el orden natural. Si al alejarnos de tal principio no se produce sufrimiento alguno, entonces no habrá de ser compatible con la realidad.

Pero el hombre puede seguir esta tendencia, o bien puede oponerse a ella, o no obedecerla. Así, desde la Psicología Social se admite la existencia de cuatro componentes básicas de nuestra actitud característica que determinan nuestro comportamiento ético, como así también cuatro componentes cognitivas que determinan nuestro comportamiento intelectual. Si en lugar del camino del amor elegimos el egoísmo o el odio, o si en lugar de tener a la propia realidad como referencia preferimos ser dirigidos mentalmente por otros hombres, la meta a la que nos presiona la tendencia antes mencionada, poco efecto producirá en la humanidad, excepto por el precio que hemos de pagar por desconocerla.

En el planteamiento anterior se ha supuesto que el hombre tiene libertad de elección y que, por lo tanto, no está predeterminado por los posibles designios de un Dios que interviene en los acontecimientos cotidianos. Si cada hombre tiene libertad de elección, la humanidad, como conjunto de individuos, heredará ese atributo poseído por cada uno de sus componentes. Posiblemente sea este proceso un mecanismo protector que la naturaleza ha previsto para liberar al individuo del posible gobierno de algún hombre sobre el resto.

Supongamos el caso de un supuesto conocedor del destino de los hombres, que adquiere información desde la astrología. Si ese adivinador pronosticase un destino poco feliz para un individuo determinado, y ese individuo creyese ciegamente en la veracidad del pronóstico, el adivinador se convierte de inmediato en un director de la vida de ese individuo, quien en forma consciente o inconsciente realizará su vida en función del pronóstico que sobre su persona se ha establecido.

En el caso del determinismo histórico, tal como el supuesto por Marx, ocurrirá algo parecido. Ello se debe a la dudosa veracidad de la “ley de Marx” acerca de la lucha de clases como el motor de la historia. Así, los creyentes de Marx tratarán de realizar acciones revolucionarias tratando de cumplir con el pronóstico del profeta (la llegada inexorable del socialismo), por lo cual Marx se convirtió en un director de buena parte de la humanidad, ya que las acciones de sus seguidores recayeron también en quienes no creyeron en su profecía.

Podrá decirse que también el acatamiento de las directivas o sugerencias de la religión implican un gobierno mental del hombre sobre el hombre, lo que en realidad ocurre cuando la religión se distorsiona o cuando se trata de religiones que no tienen en cuenta las leyes naturales. Por el contrario, si se tienen presente tales leyes, el profeta se convierte en un intermediario que tiende a hacer cumplir la voluntad del Creador sobre el hombre, o la finalidad implícita asociada al orden natural. De todas formas, es muy distinta la actitud constructiva del amor propuesta por el cristianismo que la actitud destructora del odio propuesta por el marxismo, si nos atenemos sólo a los resultados que se producirán a partir del seguimiento de tales sugerencias.

En cuanto al método aplicado en la historia, puede decirse que en algunos casos se ha desviado hacia el denominado historicismo, método que implica llegar a predecir el futuro en base al conocimiento histórico adquirido. Karl R. Popper escribió al respecto:

“Se halla ampliamente difundida la creencia de que toda actitud verdaderamente científica o filosófica, como así también toda comprensión más profunda de la vida social en general, debe basarse en la contemplación e interpretación de la historia humana. En tanto que el hombre corriente acepta sin consideraciones ulteriores su modo de vida y la importancia de sus experiencias personales y pequeñas luchas cotidianas, se suele decir que el investigador o el filosofo social debe examinar las cosas desde un plano más elevado”.

“Así, desde su ángulo, ve al individuo como a un peón, como un instrumento casi insignificante dentro del tablero general del desarrollo humano. Y descubre entonces que los actores realmente en el Escenario de la Historia son, o bien las Grandes Naciones y sus Grandes Líderes, o bien, quizás, las Grandes Clases, o las Grandes Ideas”.

“Sea ello como fuere, nuestro investigador tratará de comprender el significado de la comedia representada en el Escenario Histórico y las leyes que rigen el desarrollo histórico. Claro está que si logra hacerlo será capaz de predecir las evoluciones futuras de la humanidad. Podrá, asimismo, dar una base sólida a la política y suministrarnos consejos prácticos acerca de las decisiones políticas que pueden tener éxito o que están destinadas al fracaso”. “Tal la descripción sumamente sintética de la actitud que denominaremos historicismo”.

El historicismo, por lo general, resulta de una descripción de la sociedad que ignora completamente los atributos individuales y es el método utilizado por los principales totalitarismos. Karl R. Popper escribió:

“En lugar del pueblo elegido, el racismo nos habla de la raza elegida (por Gobineau), seleccionada como instrumento del destino y escogida como heredera final de la tierra. La filosofía histórica de Marx, a su vez, no habla ya de pueblo elegido ni de raza elegida, sino de clase social elegida, el instrumento sobre el cual recae la tarea de crear la sociedad sin clases, y la clase destinada a heredar la tierra. Ambas teorías basan su pronóstico histórico en una interpretación de la historia conducente al descubrimiento de cierta ley que rige su desarrollo” (De “La sociedad abierta y sus enemigos” Tomo I-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

La predicción de nuevos fenómenos no es un requisito indispensable que deba cumplir una teoría científica. En el caso de las ciencias exactas, la predicción de un fenómeno nuevo, a partir de una teoría verificada, confirma su validez y la afianza en su ámbito. Pero puede haber teorías que describen aceptablemente los fenómenos contemplados sin hacer ninguna predicción.

Supongamos el caso de la tabla periódica de los elementos químicos establecida por Dimitri Mendeleiev. Es sabido que el ordenamiento de los elementos por él propuesto admitía algunos nuevos elementos químicos que fueron prontamente descubiertos. Si esa teoría hubiese sido presentada posteriormente al descubrimiento de todos los elementos de la química, hubiese seguido siendo una teoría exitosa. Incluso es posible que una teoría haya descrito aceptablemente un conjunto numeroso de fenómenos, haya hecho predicciones acertadas y también alguna predicción no verificada que podrá serlo en el futuro, o bien resultará ser una limitación de la teoría (como es el caso de la “ecuación de Dirac” y los monopolos magnéticos todavía no descubiertos).

En el caso de las ciencias sociales, no debería criticarse una teoría por no acertar con las predicciones hechas, por cuanto podría estar acertada en su descripción unificada de los fenómenos a los que se refiere. En realidad, debería ser criticada sobre todo por hacer predicciones sobre el futuro, ya que no habría de predecir nuevos fenómenos sociales, sino los resultados de millones de decisiones individuales que son imposibles de considerar y más aún en el caso de las poco exactas leyes de las ciencias sociales.

Los fenómenos descriptos por las ciencias sociales son todos evidentes y accesibles a la observación directa de la realidad, de ahí que todo progreso en tales ciencias corresponderá a mejores descripciones de los mismos, antes que de la predicción estricta de nuevos fenómenos sociales. Por el contrario, en las ciencias exactas, como es la física, la predicción implica el descubrimiento de fenómenos no observados todavía. De ahí que la predicción en ciencias sociales ha de significar esencialmente la profetización del futuro adicionando una presión artificial para los “creyentes” que se superpondrá a las presiones que la naturaleza ya nos ha impuesto.

jueves, 5 de abril de 2012

El falso nacionalismo

Así como el hombre virtuoso jamás hace ostentación de sus atributos éticos, por cuanto nunca está del todo seguro de haber hecho todo el bien que fue capaz de hacer, el patriota no es otra cosa que el virtuoso contemplado desde una escala de observación social. Por el contrario, el que no hace ni bien ni mal, el éticamente neutro, o el hipócrita, para compensar la virtud de la que es consciente no poseer, por lo general tratará de mostrar a los demás una falsa virtud que se manifiesta socialmente como un falso patriotismo o como un falso nacionalismo.

En aquellos países en donde el patriotismo poco abunda, no resulta sorprendente que cada político que accede al poder, además de sentirse el nuevo fundador de la nación, tienda a igualar gobierno con Estado y con patria. Luego, en lugar de hablar en su propio nombre, hablará como si fuese efectivamente “la patria”, dejando fuera de ella, muchas veces, a los verdaderos patriotas.

El patriotismo, como expresión de una actitud de cooperación, tiende a confundirse con el nacionalismo, que generalmente es el patriotismo que se ha degradado en el egoísmo colectivo y que está motivado en una actitud competitiva. Como existe un límite poco definido entre ambas actitudes, por lo general el nacionalismo es mirado como una virtud social, por lo que no resulta raro que sea usado políticamente a favor, no de la nación, sino de algunos sectores que buscan el acceso al poder.

El político inescrupuloso no tiene ideales firmes, ni de los otros, ya que su objetivo es lograr el poder a cualquier costo. De ahí que no resulta sorprendente que Benito Mussolini se haya convertido en militarista luego de ser pacifista, en muy poco tiempo, ya que ese cambio favoreció su ascenso en la política. Arthur Conte escribe sobre Mussolini:

“¿Cómo explicar pues una conversión tan rápida de un agitador internacionalista y antimilitarista, que ha pagado sus convicciones con la cárcel, en un apóstol tan lírico del nacionalismo y la grandeza de la guerra? Profundo misterio” (De “Los dictadores del siglo XX”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1985).

En realidad, los distintos tipos de totalitarismo, al buscar prioritariamente el dominio de la sociedad a través del Estado, usan los disfraces que mejor convengan a sus propósitos, de ahí que el nacionalismo haya sido elegido con preferencia para esa finalidad. Por ello no es de extrañar que el marxismo-leninismo, con una esencia internacionalista (no porque el marxista sienta amor por todas las patrias del mundo, sino por ninguna) también lo haya usado. Jordán B. Genta escribió:

“Las grandes reacciones nacionalistas contra la plutocracia y el comunismo fueron vencidas militarmente; pero el valor de lo nacional se mostró más relevante y superior a cualquier otro valor humano. Los hombres están hoy como estuvieron siempre, dispuestos a sufrir y a morir por la Patria que es la Nación vista como un territorio estable y una herencia común”.

“Esta es la razón por la cual Stalin disolvió aparentemente la Tercera Internacional en el año 1944. Y es la razón por la cual a partir de 1945, la revolución comunista mundial instrumenta dialécticamente la fuerza de lo nacional en los movimientos subversivos de los países que son o se denominan subdesarrollados”.

“La guerra subversiva se presenta en cada una de las naciones del continente como si fuera un fenómeno local y vernáculo; se reviste de un fingido nacionalismo y su divisa ostensible es la liberación nacional frente al Imperialismo yanqui; pero tan sólo una inexcusable ingenuidad o una complicidad solapada, pueden desconocer que en todas partes es una expresión del Poder comunista mundial” (De “El nacionalismo argentino”-Editorial Cultura Argentina SA-Buenos Aires 1975).

Es oportuno recordar que la Revolución cubana, dirigida por Fidel Castro, se realiza bajo el disfraz de un movimiento nacionalista que trata de derrocar al dictador Fulgencio Batista, por lo que logra en sus comienzos bastante adhesión popular. Luego Castro traiciona la Revolución para realizar la misión que siempre tuvo en su mente; la de instalar un gobierno totalitario dependiente del Imperio Soviético. Arthur Conte escribe:

“Paradoja de las paradojas: poco menos que la totalidad de los norteamericanos simpatizan con Castro, incluso las personalidades oficiales más altas, que lo ayudan decididamente calculando que en él tendrán al mejor amigo de la Casa Blanca en el Caribe”. “Todavía en los primeros tiempos de su reinado trata de no dejar traslucir ningún signo particular de su inclinación hacia los Soviets”.

En la Argentina, los marxistas tratan de utilizar al peronismo como disfraz para la toma del poder, de la misma manera en que Perón, a su vez, los utiliza para afianzar la violencia de los 70 generando las condiciones para su llegada al poder; algo que efectivamente sucedió. El grupo Montoneros, junto al ERP y otros, asesina civiles y militares, cometiendo más de 20.000 atentados contra la propiedad. Por estos hechos, se observa fácilmente que tanto Perón como Montoneros no poseían los atributos que caracterizan al nacionalismo y mucho menos al patriotismo. El distinto fundamentar la acción política en el amor a la patria que hacerlo en la promoción del odio entre sectores.

Si bien el comunismo es parte del pasado, la ideología y las tácticas utilizadas tienen plena vigencia en vistas a la toma del poder en distintos países. James D. Atkinson escribió:

“En el nivel operativo o táctico los comunistas enfocan el nacionalismo bajo una doble perspectiva: a) En el orden externo –es decir, en las naciones fuera de la órbita comunista- es una fuerza que ha de explotarse para desintegrar una nación o un orden social no comunista. b) En el orden interno –es decir, dentro de la Unión Soviética o de China comunista- parecen explotarlo para mantener el control del aparato del poder estatal (por ejemplo, el nacionalismo de la Gran Rusia”.

“Además, existen posibilidades de hundirlo y fragmentarlo, como hizo la Unión Soviética en su despiadado aplastamiento de la rebelión húngara en 1956 y como hicieron los chinos comunistas cuando sofocaron a la población del Tibet con mayor brutalidad aún” (De “Política de la subversión”-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1970).

El aparente nacionalismo de algunos políticos se traduce también en la orientación que se propone para la economía de un país. Uno de los principales objetivos, para justificar el establecimiento de economías cerradas, con fuerte ingerencia del Estado, es la “protección” de la nación ante el comercio internacional. Incluso se trata de realizar expropiaciones de empresas privadas, por lo cual de inmediato dejan de entrar capitales y a salir los que ya están. Al favorecer, de esa forma, el éxodo de capitales a los EEUU, por ejemplo, se está favoreciendo al “Imperialismo yanqui”, mientras que tales medidas se adoptaron, supuestamente, para proteger al país de dicho imperialismo. Marcos Aguinis escribió:

“Las trabas a la libertad de comercio fueron nuestras cadenas durante los tres siglos de vida colonial. La ruptura de esas cadenas y el grito «¡Libertad, libertad, libertad!» incluían abrir los puertos y dejar fluir el comercio. En la alborada del siglo XX, cuando nuestro país figuraba entre los más opulentos de la Tierra, las exportaciones argentinas eran tan voluminosas que equivalían al tres por ciento del comercio mundial. Si esa proporción se hubiese mantenido, nuestras ventas al exterior ahora deberían alcanzar los 275.000 millones de dólares. Pero estamos abismalmente lejos de semejante nivel. ¿Cuántos puestos de trabajo se han perdido, cuánta hambre, exclusión, analfabetismo, mala atención sanitaria y deterioro de la calidad de vida significa ese retroceso?”.

“Lo terrible, es que no caímos por casualidad, ni porque el mundo nos odie, ni por resolución de un maldito cenáculo de perversos. Es el fruto amargo de decisiones equivocadas nuestras, de haber apostado como imbéciles a un mercado chico, a «vivir con lo nuestro», a eliminar competencias para mantener cautivos a los consumidores locales y encajarles productos de baja calidad a precios exorbitantes, de cultivar la patria prebendaria y mendigante, tanto de los ricos como de los pobres. Se debe a la taradez de gravar con impuestos la exportación para hacer regalos a la clientela política y llenarnos de ñoquis. Se debe a querer darles con el gusto a dirigentes sindicales que prefieren empresas ineficientes y corruptas. Un empresario temeroso de la competencia entra en fácil componenda con el dirigente sindical cuando le propone defender ambos el proteccionismo, así el empresario embolsa ganancias fáciles y el dirigente obrero domina a su gente para engordar su cajita personal”.

“Pongamos la lupa: el proteccionismo es nada más y nada menos que la sucia renta (ganancia) que el Estado confiere a empresarios que nunca la obtendrían bajo las normas de una competencia transparente. El empresario ineficaz devuelve ese favor al funcionario corrupto con dinero u otros regalos. Es un negocio de truhanes disfrazados de patriotas que defienden una asmática «industria nacional», sin porvenir”.

“Quienes se asustan por las consecuencias del libre comercio con un país más poderoso, deberían examinar las cuentas del intercambio desarrollado entre México y los EEUU desde que se estableció el Nafta (tratado de libre comercio entre esos dos países y Canadá)”.

“En contra de las anacrónicas y tan fijadas tesis proteccionistas, «el imperio no se tragó» a México, sino que, al revés, contribuyó a su crecimiento. Estas noticias producen dolor de cabeza a quienes se resisten a ver la realidad. Lo siento por ellos. Que tomen una aspirina y sigan mirando la realidad, hasta que la vean tal como es” (De “El atroz encanto de ser argentinos” (2)-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

Ante la generalizada creencia de que la tendencia socialista y antiimperialista nos lleva por el mejor camino, a través de un falso nacionalismo, ningún cambio esencial se vislumbra en la Argentina. Luego de la alienación mental, producida por la “concientización marxista de la historia”, debería producirse la verdadera concientización, esta vez tomando como referencia a la propia realidad, tal como lo propone Marcos Aguinis. El panorama político actual, sin embargo, no promete cambios sustanciales para los próximos años, ya que ni siquiera existen partidos políticos que se opongan a las causas que mantienen a través de los años nuestro estancamiento y retroceso.

Para lograr un cambio favorable, es necesario tener presente la siguiente expresión de José Ortega y Gasset:

“Una de las paradojas más inevitables es que en la batalla, el vencedor, para vencer, necesita que el vencido le ayude. Es una abstracción hablar de la fuerza de un ejército. La fuerza de un ejército depende de la del otro, y uno de sus ingredientes es la debilidad del enemigo. Cabe decir que la mitad de nuestro ser radica en lo que sean los demás y no se debiera olvidar que nuestro perfil depende en buena parte del hueco que los demás nos dejen” (De “El espectador”V-VI-Revista de Occidente SA-Madrid 1972).

martes, 3 de abril de 2012

Los inmigrantes

A lo largo de la historia se han producido desplazamientos poblacionales con el objeto de buscar mejores condiciones de vida en otras tierras. En esos éxodos masivos, no sólo habrá de beneficiarse el inmigrante, sino también el pueblo que lo recibe. Uno de los casos más destacados es el de la Argentina, país que adquiere sus atributos culturales principalmente de la inmigración. Pacho O’Donnell escribió: “En 1853 la población argentina no llegaba a 1.000.000 de habitantes, de los cuales poco más de 3.000 eran extranjeros. En cambio en 1910 el censo contaría 7.000.000 de habitantes de los que 3.500.000 eran inmigrantes” (De “Historias argentinas”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2006).

La inmigración, especialmente europea, fue promovida por Juan Bautista Alberdi, confiado en que los nuevos habitantes habrían de traer no solamente su eficaz mano de obra, sino también su cultura y su nivel de civilización. En lugar de ser sólo el inmigrante quien debería adaptarse a la cultura nacional, aún en proceso de consolidación, el habitante local debería también contribuir a una mutua adaptación. Respecto de los procesos inmigratorios, Alberdi escribió:

“Así, el fin providencial de esa ley de expansión es el mejoramiento indefinido de la especie humana, por el cruzamiento de las razas, por la comunicación de ideas y creencias, y por la nivelación de las poblaciones con las subsistencias”.

“El bienestar de ambos mundos se concilia casualmente; y mediante un sistema de política y de instituciones adecuadas, los Estados del otro continente deben propender a enviarnos, por inmigraciones pacificas, las poblaciones que los nuestros deben atraer por una política e instituciones análogas”.

“Esta es la ley capital y sumaria del desarrollo de la civilización cristiana y moderna en este continente; lo fue desde su principio, y será la que complete el trabajo que dejó embrionaria la Europa española” (De “Bases”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1981).

Gran parte del territorio nacional, durante el siglo XIX, y previo a la inmigración, era ocupado por nativos con un pobre nivel cultural. De ahí la imperiosa necesidad de traer gente de Europa. Jorge Mayer escribió respecto de Alberdi:

“Su doctrina fundamental era la definición del hombre americano como el europeo nacido en América, que descarta las corrientes indianistas, entonces en boga en otros países”.

“La soledad, el vacío, el alarido de los malones, las aldeas incendiadas moldearon sus doctrinas con el espanto y el dolor de las cautivas y los degüellos brutales. Veía en la aclimatación de las poblaciones europeas, por su educación y sus hábitos de trabajo, la ley del desarrollo y del progreso de las tierras americanas. Lo nacional en América era la civilización madre, arraigada en las planicies yermas y salvajes, su filosofía humanista, la tolerancia, el saber que darían sustento a las futuras generaciones en un mundo nuevo. Quiso reemplazar el cuchillo y la lanza por el arado y la máquina de vapor, el odio por la fraternidad ciudadana”.

“Su corolario, ante los desiertos inmensos y agobiantes era el famoso axioma «gobernar es poblar» que conserva una vasta y persistente repercusión”.

“Alberdi recalcaba con insistencia que la libertad y el progreso del país estaban inseparablemente unidos a la seguridad de sus habitantes. No podía haber libertad sin seguridad, ni seguridad sin libertad. La seguridad individual era un emblema de la civilización, el suelo sin seguridad era una tierra sin valor. «Donde falta la seguridad es ridículo hablar de poblaciones, de colonización, de inmigración, la inseguridad es la barbarie genuina y neta. Ella despuebla el territorio, estrecha sus fronteras, achica y disminuye el país»” (De “El pensamiento vivo de Alberdi”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1984).

Siguiendo las ideas de Alberdi, el país logra establecer una Constitución, se afianza en gran parte del territorio nacional, dominado en ese entonces por aborígenes que desde Chile asediaban nuestro territorio, e incluso en las primeras décadas del siglo XX logra ubicarse entre los primeros siete países más desarrollados del mundo. Armando A. Piñeiro escribió:

“Las vigorosas ideas alberdianas expuestas en las Bases sirvieron de modelo a muchos gobiernos nacionales, como ocurrió con el general Julio A. Roca, en cuyos dos gobiernos puso en práctica buena parte de la doctrina del gran tucumano” (Del Prólogo de “Bases”).

En la actualidad, de la misma manera en que se trata de mostrar y resaltar lo negativo del descubrimiento de América, se trata también de desprestigiar todo lo que significó la formación de la República Argentina. Todo lo que implique civilización occidental y cristianismo, es denigrado por quienes promueven la “religión del odio” y favorecen la creciente inseguridad urbana apoyando leyes que contemplan prioritariamente los derechos del delincuente. También, retroactivamente, son partidarios de los malones que dominaban casi la mitad del actual territorio nacional ya que consideran como un hecho negativo las conquistas de tierras realizadas por nuestro país en el pasado. Tanto el delincuente común de la actualidad como el integrante de un malón indígena del pasado, son considerados como excluidos previamente por la sociedad, por lo que los culpables de su accionar delictivo serían principalmente sus futuras víctimas.

Si se observan los aspectos positivos del pasado, no implica que se acepten plenamente los excesos que seguramente ocurrieron, sino que implica que lo positivo predominó ampliamente sobre lo negativo. El actual revisionismo histórico surge de quienes no sólo tratan de denigrar a sus opositores de la actualidad, sino que buscan hacerlo retrospectivamente con los fundadores de la Nación. Jordán B. Genta escribió:

“El terrorismo psicológico es el que se aplica a perseguir, difamar, calumniar o intimidar a las personas honestas para destruirlas moralmente o presentarla en una imagen falsa al público. Se vale de todos los medios de difusión para provocar la muerte civil o el vacío alrededor de las victimas elegidas”.

Si hemos de tomar una imagen representativa de la inmigración europea, podemos considerar el caso de los agricultores italianos, que llegaban al país careciendo de toda propiedad, es decir, eran proletarios por cuanto sólo disponían de su trabajo personal junto al de sus hijos (la prole). Según el marxismo, el proletariado no puede convertirse en propietario si no es a través de la revolución proletaria, algo que queda desmentido totalmente en el caso de los inmigrantes, que, en base a un arduo trabajo, logran adquirir tierras y convertirse en propietarios y empresarios de la agricultura y de la industria. De ahí la gran diferencia entre lo que sugiere el capitalismo (trabajo y ahorro productivo) y lo que sugiere el marxismo (revolución y violencia).

Así tenemos el caso de Juan Giol, quien concurre a su propio casamiento calzando las tradicionales alpargatas, ya que seguramente no disponía de dinero suficiente para comprar zapatos. Luego de algunos años, la bodega por él fundada llega a convertirse, por algún tiempo, en la bodega más grande del mundo. Otras grandes bodegas de Mendoza (Tittarelli, Bianchi, Gargantini, etc.) y de San Juan (Del Bono, Graffigna, etc.) son también fundadas por italianos que llegaban sin ningún capital. Jordán B. Genta escribió:

“La ideología clasista se traduce en una especie de maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra clase de los malos, explotados y explotadores sin atenuantes”.

“Frente a esta simplificación absurda nos basta recordar la existencia de las clases medias, tan importantes y de tanta gravitación económica, social y política, por ejemplo, en nuestra Argentina”.

“La característica más relevante entre nuestras clases o medios sociales ha sido la apertura, la comunicación y la circulación, sobre todo, de abajo hacia arriba. La actual clase dirigente procede en casi su totalidad, de inmigrantes proletarios en primera, segunda o tercera generación”.

“Un elevado número de obreros, antes y ahora, ascienden ellos mismos en sus hijos a las profesiones universitarias o al nivel empresario. Se comprende el precio de esfuerzos y sacrificios que deben pagar; pero a nadie le está vedado abrirse camino y escalar posiciones. Es una constante en nuestra historia”.

“La sociedad argentina es la refutación más palmaria del esquema marxista de las clases extremas y antagónicas. La variedad, riqueza y significación de las clases medias es el carácter dominante y distintivo” (De “El nacionalismo argentino”-Editorial Cultura Argentina SA-Buenos Aires 1975).

El citado autor, Jordán B. Genta, fue asesinado por los marxistas en los 70. Aunque las leyes argentinas acepten como legítimos y legales tales asesinatos, y aunque ello implique, para muchos, que la ley humana es suficiente para conceder esa legitimidad, ante las leyes naturales seguirán siendo terroristas.

En Juan B. Alberdi y en Domingo F. Sarmiento tenemos dos formas complementarias de educación; una impartida en el aula, la otra compartida con los inmigrantes que traen cierta herencia cultural. Mariano Grondona escribió:

“La teoría de la educación de Alberdi es fundamental. En los hechos, ganó Sarmiento. Para Alberdi, la educación no eran las escuelitas sino los hábitos, las costumbres, el cambio de los comportamientos. Alberdi prefería un campesino analfabeto pero interiormente libre a un abogado moralmente dependiente del Estado. ¿Qué hemos producido en mayor abundancia?”.

Respondiéndole a Sarmiento, con quien debatió en forma bastante áspera, Alberdi escribió:

“Se hace este argumento: educando nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden vendrá la población de fuera. Os diré que invertís el verdadero método del progreso. No tendréis orden ni educación popular, sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados de ese orden y buena educación. Multiplicad la población seria, y veréis a los vanos agitadores, desaireados y solos, con sus planes de revueltas frívolas, en medio de un mundo absorbido por ocupaciones graves. Los pueblos litorales, por el hecho de serlo, son liceos más instructivos que nuestras preciosas universidades” (De “Cartas quillotanas” citado en “Historia social de la Argentina contemporánea”-Torcuato S. Di Tella-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1996).

Los ideales de Alberdi se fueron olvidando con el transcurso de los años. Grondona agrega:

“Los conceptos económicos de Alberdi son significativos. Como lo ha dicho Raúl Prebisch: «Lo que acá hay es la lucha de los sectores para ganarse el favor del Estado». O sea que aún hoy para nosotros la riqueza consiste en obtener más del Estado que otros. Cada sector trata de prenderse del Estado para obtener una distribución más favorable” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1992).

domingo, 1 de abril de 2012

La influencia de la religión en la economía

Desde el mismo momento en que toda religión orienta éticamente la acción individual de sus fieles, ha de tener cierta influencia en los aspectos económicos de la sociedad. A partir de las interpretaciones del Evangelio, durante la Edad Media, la Iglesia católica establece restricciones en cuestiones económicas. R. H. Tawney escribe:

“Está permitido al hombre buscar las riquezas necesarias para vivir de acuerdo a la posición que ocupa. Buscar más no es empresa, sino avaricia, y la avaricia es un pecado mortal. El comercio es legítimo; los diferentes recursos de los distintos países indican que así lo dispuso la Providencia. Pero es un negocio peligroso. Debe asegurarse al hombre que a él se entrega de que llena una función pública y que las ganancias que percibe no excedan la recompensa de sus trabajos”. “La usura es contraria a las Escrituras, es contraria a Aristóteles, es contraria a la Naturaleza, pues su finalidad es vivir sin trabajar”.

El comunismo, sociedad en que se comparten los bienes materiales y el trabajo, funciona en forma similar a los monasterios cristianos en los cuales sus integrantes delegan toda su libertad optando por la obediencia a un superior que tiene como misión ordenar la vida en ese lugar. La pérdida de la libertad material poco les importa por cuanto buscan prioritariamente la libertad espiritual. Pero en el comunismo propuesto por Marx, se obliga a todos los ciudadanos a vivir de esa manera. Mientras que en los monasterios todos concuerdan en sus ideas y creencias religiosas, bajo el comunismo marxista se obliga a todo individuo a acatar el credo respectivo, esté de acuerdo con él, o no. De esta semejanza es posible que surja cierta simpatía de los sacerdotes hacia el marxismo. Luigi Einaudi escribió:

“En la Edad Media florecían los conventos y duran todavía hoy en día. ¿Quiénes son los monjes y las monjas sino personas que han abdicado en manos de sus superiores toda facultad de manifestar deseos y de libre elección de sus satisfacciones? Comen, se visten, duermen, se despiertan, viven como quiere el reglamento y como ordena el padre guardián. Su economía no es de mercado sino de obediencia a la orden de sus superiores. Si son felices de vivir así, ¿Por qué no respetar su voluntad? Generalmente, sin embargo, los hombres gustan de vivir a su modo y no como los monjes del convento” (De “La economía social de mercado”).

Los cambios más significativos, luego de la Edad Media, los encontramos en la Reforma protestante, especialmente en el caso de Calvino (Jean Calvin). R. H. Tawney escribe:

“Es la suya [la de Martín Lutero] una economía natural, más bien que monetaria, basada en los pequeños negocios entre campesinos y artesanos en el reducido mercado del pueblo, donde la industria no tiene otra misión que el sostenimiento de la familia”.

“Tiene el calvinismo temprano sus reglas propias, y muy rigurosas, para la conducta en los asuntos económicos. Pero ya no le inspira suspicacias el mundo de los motivos económicos como extraño a la vida del espíritu, ni desconfía del capitalista como una persona que se ha enriquecido a costa de los infortunios del vecino, ni considera la pobreza como una cosa meritoria de por sí; acaso sea el primer código sistemático de enseñanzas religiosas del cual se puede decir que acepta y aplaude las virtudes económicas. No es su enemigo la acumulación de riquezas, sino el mal uso que puede hacerse de ellas para fines de la propia comodidad u ostentación. Es su ideal una sociedad que busca las riquezas con la sobria gravedad de los hombres conscientes a un tiempo de la disciplina de su propio carácter en el paciente esfuerzo y de su propia dedicación a servicios aceptables para Dios” (De “La religión en el origen del capitalismo”-Editorial Dedalo-Buenos Aires 1959).

Varios autores señalan que el catolicismo, al considerar la pobreza como una virtud y la riqueza como un pecado (otra coincidencia con el marxismo) retarda el desarrollo económico, mientras que el protestantismo, al valorar de distinta forma esos atributos, favorece el desarrollo. Mariano Grondona escribe:

“En tanto las sociedades resistentes toleran el pecado –que es la incoherencia entre aquello en lo que se cree y aquello que se hace- pero rechazan la herejía –pensar en forma diferente de lo establecido-, las sociedades favorables aceptan y estimulan la diversidad «herética» de las opiniones pero rechazan el pecado, entendido como la falta de integridad, de coherencia entre lo que se proclama y cómo se vive. Por eso en el protestantismo no hay sacramento de la confesión. En realidad, no hay ante quien confesarse, puesto que nadie ocupa el lugar eminente del perdonador”.

En cuanto a la Encíclica papal Populorum Progressio, P. A. Mendoza, C. A. Montaner y A. Vargas Llosa escriben:

“Es interesante que, en las tres o cuatro primeras líneas del párrafo citado, Pablo VI consigna las tres fobias que, por razones morales, una y otra vez fustiga el catolicismo: la búsqueda del lucro, la competencia y la propiedad privada. Es como si el Santo Padre o sus asesores en materia económica no entendieran la naturaleza humana y mucho menos los mecanismos íntimos que rigen la creación de riquezas, algo difícil de comprender de una sabia institución que cuenta con dos mil años de existencia, casi todos en compañía, precisamente, de las clases dirigentes y adineradas”.

“Sin el afán de lucro, sin la voluntad de sobresalir, las personas no consiguen prosperar. ¿Conocía Pablo VI lo que sucedía en las dictaduras comunistas, en las que se había demonizado el afán de lucro? ¿No sabía de esas muchedumbres impasibles, apáticamente marginadas de la actividad económica por la falta de motivaciones? ¿Sería cierto, como en 1905 escribió Max Weber, que las comunidades protestantes son más ricas que las católicas porque cultivan una ética de trabajo que no penaliza el afán de lucro, siempre que se mantenga dentro de los límites que marca la ley?”.

“En cuanto a la competencia….sin ella, sencillamente, no hay progreso ni desarrollo. La competencia es el modo que tiene la sociedad de purgar sus errores y de crear formas de vida cada vez mejores y, allí donde funciona el mercado, más barata. Es cierto que la competencia coloca sobre la persona una durísima tensión o estrés, pero de ella depende la posibilidad de mejorar el mundo en que vivimos”.

“Hace ochenta años que esto lo explicó con toda claridad un economista austriaco llamado Joseph Schumpeter. La competencia dura, demandante, a veces agónica, es lo que hace que las personas y las empresas se esfuercen por hacer las cosas mejor y a mejores precios. ¿Que en el camino hay personas y empresas que fracasan? Por supuesto. Si no hubiera fracasos, si diera igual producir poco o mucho, bien o mal, ¿por qué las personas o las empresas se iban a esforzar?”.

“Sin propiedad privada –y así lo sostuvo la Iglesia durante quince siglos- es muy difícil mantener la libertad de las personas. Es un derecho natural, porque es algo que las gentes conquistan con su trabajo. Cuando se pierde esa relación entre el esfuerzo personal y la obtención de bienes privados, los seres humanos quedan a merced de quien detenta los derechos de propiedad, sea el Estado u otra entidad colectiva. A partir de ese momento las posibilidades de decidir sobre la propia vida se reducen notablemente, porque el control de nuestros actos queda en manos de otras personas” (De “Fabricantes de miseria”-Editorial Plaza & Janés SA-Barcelona 1998).

A manera de ejemplo, se considera la distinta influencia que produjo una misma decisión empresarial sobre católicos y protestantes, Mariano Grondona escribió:

“Max Weber alude a un caso en el que, preocupado por aumentar la productividad de sus obreros en las diversas plantas que tenia a lo largo del territorio alemán, un empresario decidió aumentarles el sueldo. Pensó que así se motivarían”.

“Sin embargo, obtuvo dos reacciones distintas según fuera la localización geográfica de las plantas. En la zona bajo predominio protestante, muchos obreros pensaron que al recibir más por cada hora de labor, si agregaban más horas a su jornada sin aumentar sus gastos incrementarían su ahorro y así podrían convertirse ellos mismos, algunos años más tarde, en empresarios. Por lo tanto, redoblaron su esfuerzo. En su caso, la previsión del empresario se cumplió”.

“Pero no ocurrió lo mismo en Baviera, donde predominan los católicos, porque allí muchos obreros pensaron que, ya que se les pagaba más por hora, podrían dedicar menos tiempo al trabajo y más tiempo al descanso, a los amigos, a la familia, sin destruir por ello su ingreso mensual. En este caso, la previsión del empresario fracasó”. “La misma regla sirvió para aumentar la producción en Prusia y para disminuirla en Baviera, porque fue recibida en dos opuestos contextos culturales; uno moderno, el otro tradicional”.

“A la inversa de lo ocurrido en Baviera, tanto en la Europa protestante como en los EEUU se instaló por razones originariamente religiosas, la ética del trabajo. Ella altera el orden de valores de Pitágoras, exaltando lo que éste, Platón, Aristóteles y el cristianismo medieval tenían por lo más bajo: el trabajo económicamente productivo” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999).

En cuanto a la actitud de muchos obispos católicos, Carlos A. Montaner escribió:

“Los obispos, y en particular los sacerdotes de la teología de la liberación, son todavía más destructivos cuando atacan el motivo de la ganancia, la competencia y el consumismo. Lamentan la pobreza de los pobres, pero al mismo tiempo promueven la idea de que tener propiedades es pecado, al igual que la conducta de las personas que tiene éxito en la economía mediante el trabajo, el ahorro y la creatividad. Predican actitudes que son contrarias a la psicología del éxito”.

“El «neoliberalismo» no es más que un abanico de medidas de ajuste diseñadas para aliviar la crisis económica de la región: reducciones del gasto público, reducciones de los empleados del sector público, privatización de las empresas del Estado, un presupuesto equilibrado, y un cuidadoso control de la emisión monetaria; puro sentido común después de un modelo intervencionista que durante más de medio siglo no produjo ningún progreso abarcador para los pueblos de América Latina. Esas medidas, que el clero critica tan firmemente, no son diferentes de las que los ricos países europeos se exigen entre sí para poder acceder al euro. Se trata, simplemente, de implantar una política económica sensata”.

“Para algunos de los sacerdotes de la teología de la liberación, la pobreza es inevitable, aunque sea debido al supuesto imperialismo de los países ricos, con los EEUU a la cabeza. Y la única forma de huir de la pobreza es la violencia armada, que ha sido incitada –y nunca repudiada- por el líder de la teología de la liberación, Gustavo Gutiérrez” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington, L. E. Harrison y otros-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2001).

Respecto del ajuste neoliberal, que le sigue a la crisis por la distribución masiva sin fondos suficientes, por obra del socialismo o del populismo, comienzan las severas críticas a quienes buscan reducir el derroche y las malas asignaciones de recursos por parte del Estado. Los socialistas pretenden solucionar la crisis aumentando incluso los gastos excesivos; justamente los que produjeron la crisis.