martes, 3 de abril de 2012

Los inmigrantes

A lo largo de la historia se han producido desplazamientos poblacionales con el objeto de buscar mejores condiciones de vida en otras tierras. En esos éxodos masivos, no sólo habrá de beneficiarse el inmigrante, sino también el pueblo que lo recibe. Uno de los casos más destacados es el de la Argentina, país que adquiere sus atributos culturales principalmente de la inmigración. Pacho O’Donnell escribió: “En 1853 la población argentina no llegaba a 1.000.000 de habitantes, de los cuales poco más de 3.000 eran extranjeros. En cambio en 1910 el censo contaría 7.000.000 de habitantes de los que 3.500.000 eran inmigrantes” (De “Historias argentinas”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2006).

La inmigración, especialmente europea, fue promovida por Juan Bautista Alberdi, confiado en que los nuevos habitantes habrían de traer no solamente su eficaz mano de obra, sino también su cultura y su nivel de civilización. En lugar de ser sólo el inmigrante quien debería adaptarse a la cultura nacional, aún en proceso de consolidación, el habitante local debería también contribuir a una mutua adaptación. Respecto de los procesos inmigratorios, Alberdi escribió:

“Así, el fin providencial de esa ley de expansión es el mejoramiento indefinido de la especie humana, por el cruzamiento de las razas, por la comunicación de ideas y creencias, y por la nivelación de las poblaciones con las subsistencias”.

“El bienestar de ambos mundos se concilia casualmente; y mediante un sistema de política y de instituciones adecuadas, los Estados del otro continente deben propender a enviarnos, por inmigraciones pacificas, las poblaciones que los nuestros deben atraer por una política e instituciones análogas”.

“Esta es la ley capital y sumaria del desarrollo de la civilización cristiana y moderna en este continente; lo fue desde su principio, y será la que complete el trabajo que dejó embrionaria la Europa española” (De “Bases”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1981).

Gran parte del territorio nacional, durante el siglo XIX, y previo a la inmigración, era ocupado por nativos con un pobre nivel cultural. De ahí la imperiosa necesidad de traer gente de Europa. Jorge Mayer escribió respecto de Alberdi:

“Su doctrina fundamental era la definición del hombre americano como el europeo nacido en América, que descarta las corrientes indianistas, entonces en boga en otros países”.

“La soledad, el vacío, el alarido de los malones, las aldeas incendiadas moldearon sus doctrinas con el espanto y el dolor de las cautivas y los degüellos brutales. Veía en la aclimatación de las poblaciones europeas, por su educación y sus hábitos de trabajo, la ley del desarrollo y del progreso de las tierras americanas. Lo nacional en América era la civilización madre, arraigada en las planicies yermas y salvajes, su filosofía humanista, la tolerancia, el saber que darían sustento a las futuras generaciones en un mundo nuevo. Quiso reemplazar el cuchillo y la lanza por el arado y la máquina de vapor, el odio por la fraternidad ciudadana”.

“Su corolario, ante los desiertos inmensos y agobiantes era el famoso axioma «gobernar es poblar» que conserva una vasta y persistente repercusión”.

“Alberdi recalcaba con insistencia que la libertad y el progreso del país estaban inseparablemente unidos a la seguridad de sus habitantes. No podía haber libertad sin seguridad, ni seguridad sin libertad. La seguridad individual era un emblema de la civilización, el suelo sin seguridad era una tierra sin valor. «Donde falta la seguridad es ridículo hablar de poblaciones, de colonización, de inmigración, la inseguridad es la barbarie genuina y neta. Ella despuebla el territorio, estrecha sus fronteras, achica y disminuye el país»” (De “El pensamiento vivo de Alberdi”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1984).

Siguiendo las ideas de Alberdi, el país logra establecer una Constitución, se afianza en gran parte del territorio nacional, dominado en ese entonces por aborígenes que desde Chile asediaban nuestro territorio, e incluso en las primeras décadas del siglo XX logra ubicarse entre los primeros siete países más desarrollados del mundo. Armando A. Piñeiro escribió:

“Las vigorosas ideas alberdianas expuestas en las Bases sirvieron de modelo a muchos gobiernos nacionales, como ocurrió con el general Julio A. Roca, en cuyos dos gobiernos puso en práctica buena parte de la doctrina del gran tucumano” (Del Prólogo de “Bases”).

En la actualidad, de la misma manera en que se trata de mostrar y resaltar lo negativo del descubrimiento de América, se trata también de desprestigiar todo lo que significó la formación de la República Argentina. Todo lo que implique civilización occidental y cristianismo, es denigrado por quienes promueven la “religión del odio” y favorecen la creciente inseguridad urbana apoyando leyes que contemplan prioritariamente los derechos del delincuente. También, retroactivamente, son partidarios de los malones que dominaban casi la mitad del actual territorio nacional ya que consideran como un hecho negativo las conquistas de tierras realizadas por nuestro país en el pasado. Tanto el delincuente común de la actualidad como el integrante de un malón indígena del pasado, son considerados como excluidos previamente por la sociedad, por lo que los culpables de su accionar delictivo serían principalmente sus futuras víctimas.

Si se observan los aspectos positivos del pasado, no implica que se acepten plenamente los excesos que seguramente ocurrieron, sino que implica que lo positivo predominó ampliamente sobre lo negativo. El actual revisionismo histórico surge de quienes no sólo tratan de denigrar a sus opositores de la actualidad, sino que buscan hacerlo retrospectivamente con los fundadores de la Nación. Jordán B. Genta escribió:

“El terrorismo psicológico es el que se aplica a perseguir, difamar, calumniar o intimidar a las personas honestas para destruirlas moralmente o presentarla en una imagen falsa al público. Se vale de todos los medios de difusión para provocar la muerte civil o el vacío alrededor de las victimas elegidas”.

Si hemos de tomar una imagen representativa de la inmigración europea, podemos considerar el caso de los agricultores italianos, que llegaban al país careciendo de toda propiedad, es decir, eran proletarios por cuanto sólo disponían de su trabajo personal junto al de sus hijos (la prole). Según el marxismo, el proletariado no puede convertirse en propietario si no es a través de la revolución proletaria, algo que queda desmentido totalmente en el caso de los inmigrantes, que, en base a un arduo trabajo, logran adquirir tierras y convertirse en propietarios y empresarios de la agricultura y de la industria. De ahí la gran diferencia entre lo que sugiere el capitalismo (trabajo y ahorro productivo) y lo que sugiere el marxismo (revolución y violencia).

Así tenemos el caso de Juan Giol, quien concurre a su propio casamiento calzando las tradicionales alpargatas, ya que seguramente no disponía de dinero suficiente para comprar zapatos. Luego de algunos años, la bodega por él fundada llega a convertirse, por algún tiempo, en la bodega más grande del mundo. Otras grandes bodegas de Mendoza (Tittarelli, Bianchi, Gargantini, etc.) y de San Juan (Del Bono, Graffigna, etc.) son también fundadas por italianos que llegaban sin ningún capital. Jordán B. Genta escribió:

“La ideología clasista se traduce en una especie de maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra clase de los malos, explotados y explotadores sin atenuantes”.

“Frente a esta simplificación absurda nos basta recordar la existencia de las clases medias, tan importantes y de tanta gravitación económica, social y política, por ejemplo, en nuestra Argentina”.

“La característica más relevante entre nuestras clases o medios sociales ha sido la apertura, la comunicación y la circulación, sobre todo, de abajo hacia arriba. La actual clase dirigente procede en casi su totalidad, de inmigrantes proletarios en primera, segunda o tercera generación”.

“Un elevado número de obreros, antes y ahora, ascienden ellos mismos en sus hijos a las profesiones universitarias o al nivel empresario. Se comprende el precio de esfuerzos y sacrificios que deben pagar; pero a nadie le está vedado abrirse camino y escalar posiciones. Es una constante en nuestra historia”.

“La sociedad argentina es la refutación más palmaria del esquema marxista de las clases extremas y antagónicas. La variedad, riqueza y significación de las clases medias es el carácter dominante y distintivo” (De “El nacionalismo argentino”-Editorial Cultura Argentina SA-Buenos Aires 1975).

El citado autor, Jordán B. Genta, fue asesinado por los marxistas en los 70. Aunque las leyes argentinas acepten como legítimos y legales tales asesinatos, y aunque ello implique, para muchos, que la ley humana es suficiente para conceder esa legitimidad, ante las leyes naturales seguirán siendo terroristas.

En Juan B. Alberdi y en Domingo F. Sarmiento tenemos dos formas complementarias de educación; una impartida en el aula, la otra compartida con los inmigrantes que traen cierta herencia cultural. Mariano Grondona escribió:

“La teoría de la educación de Alberdi es fundamental. En los hechos, ganó Sarmiento. Para Alberdi, la educación no eran las escuelitas sino los hábitos, las costumbres, el cambio de los comportamientos. Alberdi prefería un campesino analfabeto pero interiormente libre a un abogado moralmente dependiente del Estado. ¿Qué hemos producido en mayor abundancia?”.

Respondiéndole a Sarmiento, con quien debatió en forma bastante áspera, Alberdi escribió:

“Se hace este argumento: educando nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden vendrá la población de fuera. Os diré que invertís el verdadero método del progreso. No tendréis orden ni educación popular, sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados de ese orden y buena educación. Multiplicad la población seria, y veréis a los vanos agitadores, desaireados y solos, con sus planes de revueltas frívolas, en medio de un mundo absorbido por ocupaciones graves. Los pueblos litorales, por el hecho de serlo, son liceos más instructivos que nuestras preciosas universidades” (De “Cartas quillotanas” citado en “Historia social de la Argentina contemporánea”-Torcuato S. Di Tella-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1996).

Los ideales de Alberdi se fueron olvidando con el transcurso de los años. Grondona agrega:

“Los conceptos económicos de Alberdi son significativos. Como lo ha dicho Raúl Prebisch: «Lo que acá hay es la lucha de los sectores para ganarse el favor del Estado». O sea que aún hoy para nosotros la riqueza consiste en obtener más del Estado que otros. Cada sector trata de prenderse del Estado para obtener una distribución más favorable” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1992).

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