jueves, 5 de abril de 2012

El falso nacionalismo

Así como el hombre virtuoso jamás hace ostentación de sus atributos éticos, por cuanto nunca está del todo seguro de haber hecho todo el bien que fue capaz de hacer, el patriota no es otra cosa que el virtuoso contemplado desde una escala de observación social. Por el contrario, el que no hace ni bien ni mal, el éticamente neutro, o el hipócrita, para compensar la virtud de la que es consciente no poseer, por lo general tratará de mostrar a los demás una falsa virtud que se manifiesta socialmente como un falso patriotismo o como un falso nacionalismo.

En aquellos países en donde el patriotismo poco abunda, no resulta sorprendente que cada político que accede al poder, además de sentirse el nuevo fundador de la nación, tienda a igualar gobierno con Estado y con patria. Luego, en lugar de hablar en su propio nombre, hablará como si fuese efectivamente “la patria”, dejando fuera de ella, muchas veces, a los verdaderos patriotas.

El patriotismo, como expresión de una actitud de cooperación, tiende a confundirse con el nacionalismo, que generalmente es el patriotismo que se ha degradado en el egoísmo colectivo y que está motivado en una actitud competitiva. Como existe un límite poco definido entre ambas actitudes, por lo general el nacionalismo es mirado como una virtud social, por lo que no resulta raro que sea usado políticamente a favor, no de la nación, sino de algunos sectores que buscan el acceso al poder.

El político inescrupuloso no tiene ideales firmes, ni de los otros, ya que su objetivo es lograr el poder a cualquier costo. De ahí que no resulta sorprendente que Benito Mussolini se haya convertido en militarista luego de ser pacifista, en muy poco tiempo, ya que ese cambio favoreció su ascenso en la política. Arthur Conte escribe sobre Mussolini:

“¿Cómo explicar pues una conversión tan rápida de un agitador internacionalista y antimilitarista, que ha pagado sus convicciones con la cárcel, en un apóstol tan lírico del nacionalismo y la grandeza de la guerra? Profundo misterio” (De “Los dictadores del siglo XX”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1985).

En realidad, los distintos tipos de totalitarismo, al buscar prioritariamente el dominio de la sociedad a través del Estado, usan los disfraces que mejor convengan a sus propósitos, de ahí que el nacionalismo haya sido elegido con preferencia para esa finalidad. Por ello no es de extrañar que el marxismo-leninismo, con una esencia internacionalista (no porque el marxista sienta amor por todas las patrias del mundo, sino por ninguna) también lo haya usado. Jordán B. Genta escribió:

“Las grandes reacciones nacionalistas contra la plutocracia y el comunismo fueron vencidas militarmente; pero el valor de lo nacional se mostró más relevante y superior a cualquier otro valor humano. Los hombres están hoy como estuvieron siempre, dispuestos a sufrir y a morir por la Patria que es la Nación vista como un territorio estable y una herencia común”.

“Esta es la razón por la cual Stalin disolvió aparentemente la Tercera Internacional en el año 1944. Y es la razón por la cual a partir de 1945, la revolución comunista mundial instrumenta dialécticamente la fuerza de lo nacional en los movimientos subversivos de los países que son o se denominan subdesarrollados”.

“La guerra subversiva se presenta en cada una de las naciones del continente como si fuera un fenómeno local y vernáculo; se reviste de un fingido nacionalismo y su divisa ostensible es la liberación nacional frente al Imperialismo yanqui; pero tan sólo una inexcusable ingenuidad o una complicidad solapada, pueden desconocer que en todas partes es una expresión del Poder comunista mundial” (De “El nacionalismo argentino”-Editorial Cultura Argentina SA-Buenos Aires 1975).

Es oportuno recordar que la Revolución cubana, dirigida por Fidel Castro, se realiza bajo el disfraz de un movimiento nacionalista que trata de derrocar al dictador Fulgencio Batista, por lo que logra en sus comienzos bastante adhesión popular. Luego Castro traiciona la Revolución para realizar la misión que siempre tuvo en su mente; la de instalar un gobierno totalitario dependiente del Imperio Soviético. Arthur Conte escribe:

“Paradoja de las paradojas: poco menos que la totalidad de los norteamericanos simpatizan con Castro, incluso las personalidades oficiales más altas, que lo ayudan decididamente calculando que en él tendrán al mejor amigo de la Casa Blanca en el Caribe”. “Todavía en los primeros tiempos de su reinado trata de no dejar traslucir ningún signo particular de su inclinación hacia los Soviets”.

En la Argentina, los marxistas tratan de utilizar al peronismo como disfraz para la toma del poder, de la misma manera en que Perón, a su vez, los utiliza para afianzar la violencia de los 70 generando las condiciones para su llegada al poder; algo que efectivamente sucedió. El grupo Montoneros, junto al ERP y otros, asesina civiles y militares, cometiendo más de 20.000 atentados contra la propiedad. Por estos hechos, se observa fácilmente que tanto Perón como Montoneros no poseían los atributos que caracterizan al nacionalismo y mucho menos al patriotismo. El distinto fundamentar la acción política en el amor a la patria que hacerlo en la promoción del odio entre sectores.

Si bien el comunismo es parte del pasado, la ideología y las tácticas utilizadas tienen plena vigencia en vistas a la toma del poder en distintos países. James D. Atkinson escribió:

“En el nivel operativo o táctico los comunistas enfocan el nacionalismo bajo una doble perspectiva: a) En el orden externo –es decir, en las naciones fuera de la órbita comunista- es una fuerza que ha de explotarse para desintegrar una nación o un orden social no comunista. b) En el orden interno –es decir, dentro de la Unión Soviética o de China comunista- parecen explotarlo para mantener el control del aparato del poder estatal (por ejemplo, el nacionalismo de la Gran Rusia”.

“Además, existen posibilidades de hundirlo y fragmentarlo, como hizo la Unión Soviética en su despiadado aplastamiento de la rebelión húngara en 1956 y como hicieron los chinos comunistas cuando sofocaron a la población del Tibet con mayor brutalidad aún” (De “Política de la subversión”-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1970).

El aparente nacionalismo de algunos políticos se traduce también en la orientación que se propone para la economía de un país. Uno de los principales objetivos, para justificar el establecimiento de economías cerradas, con fuerte ingerencia del Estado, es la “protección” de la nación ante el comercio internacional. Incluso se trata de realizar expropiaciones de empresas privadas, por lo cual de inmediato dejan de entrar capitales y a salir los que ya están. Al favorecer, de esa forma, el éxodo de capitales a los EEUU, por ejemplo, se está favoreciendo al “Imperialismo yanqui”, mientras que tales medidas se adoptaron, supuestamente, para proteger al país de dicho imperialismo. Marcos Aguinis escribió:

“Las trabas a la libertad de comercio fueron nuestras cadenas durante los tres siglos de vida colonial. La ruptura de esas cadenas y el grito «¡Libertad, libertad, libertad!» incluían abrir los puertos y dejar fluir el comercio. En la alborada del siglo XX, cuando nuestro país figuraba entre los más opulentos de la Tierra, las exportaciones argentinas eran tan voluminosas que equivalían al tres por ciento del comercio mundial. Si esa proporción se hubiese mantenido, nuestras ventas al exterior ahora deberían alcanzar los 275.000 millones de dólares. Pero estamos abismalmente lejos de semejante nivel. ¿Cuántos puestos de trabajo se han perdido, cuánta hambre, exclusión, analfabetismo, mala atención sanitaria y deterioro de la calidad de vida significa ese retroceso?”.

“Lo terrible, es que no caímos por casualidad, ni porque el mundo nos odie, ni por resolución de un maldito cenáculo de perversos. Es el fruto amargo de decisiones equivocadas nuestras, de haber apostado como imbéciles a un mercado chico, a «vivir con lo nuestro», a eliminar competencias para mantener cautivos a los consumidores locales y encajarles productos de baja calidad a precios exorbitantes, de cultivar la patria prebendaria y mendigante, tanto de los ricos como de los pobres. Se debe a la taradez de gravar con impuestos la exportación para hacer regalos a la clientela política y llenarnos de ñoquis. Se debe a querer darles con el gusto a dirigentes sindicales que prefieren empresas ineficientes y corruptas. Un empresario temeroso de la competencia entra en fácil componenda con el dirigente sindical cuando le propone defender ambos el proteccionismo, así el empresario embolsa ganancias fáciles y el dirigente obrero domina a su gente para engordar su cajita personal”.

“Pongamos la lupa: el proteccionismo es nada más y nada menos que la sucia renta (ganancia) que el Estado confiere a empresarios que nunca la obtendrían bajo las normas de una competencia transparente. El empresario ineficaz devuelve ese favor al funcionario corrupto con dinero u otros regalos. Es un negocio de truhanes disfrazados de patriotas que defienden una asmática «industria nacional», sin porvenir”.

“Quienes se asustan por las consecuencias del libre comercio con un país más poderoso, deberían examinar las cuentas del intercambio desarrollado entre México y los EEUU desde que se estableció el Nafta (tratado de libre comercio entre esos dos países y Canadá)”.

“En contra de las anacrónicas y tan fijadas tesis proteccionistas, «el imperio no se tragó» a México, sino que, al revés, contribuyó a su crecimiento. Estas noticias producen dolor de cabeza a quienes se resisten a ver la realidad. Lo siento por ellos. Que tomen una aspirina y sigan mirando la realidad, hasta que la vean tal como es” (De “El atroz encanto de ser argentinos” (2)-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

Ante la generalizada creencia de que la tendencia socialista y antiimperialista nos lleva por el mejor camino, a través de un falso nacionalismo, ningún cambio esencial se vislumbra en la Argentina. Luego de la alienación mental, producida por la “concientización marxista de la historia”, debería producirse la verdadera concientización, esta vez tomando como referencia a la propia realidad, tal como lo propone Marcos Aguinis. El panorama político actual, sin embargo, no promete cambios sustanciales para los próximos años, ya que ni siquiera existen partidos políticos que se opongan a las causas que mantienen a través de los años nuestro estancamiento y retroceso.

Para lograr un cambio favorable, es necesario tener presente la siguiente expresión de José Ortega y Gasset:

“Una de las paradojas más inevitables es que en la batalla, el vencedor, para vencer, necesita que el vencido le ayude. Es una abstracción hablar de la fuerza de un ejército. La fuerza de un ejército depende de la del otro, y uno de sus ingredientes es la debilidad del enemigo. Cabe decir que la mitad de nuestro ser radica en lo que sean los demás y no se debiera olvidar que nuestro perfil depende en buena parte del hueco que los demás nos dejen” (De “El espectador”V-VI-Revista de Occidente SA-Madrid 1972).

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