domingo, 30 de agosto de 2015

Pseudociencia vs. humanidades

La historia es una valiosa fuente de ejemplos. Si la tenemos presente, nos ayudará a evitar “tropezar más de una vez con la misma piedra”. A lo largo de la historia de la ciencia encontramos a los “buscadores de la verdad” confrontando con los “defensores de sus ideas”, cualesquiera éstas sean, como ocurrió con Galileo Galilei cuando sus descubrimientos despertaron aversión entre los aristotélicos de entonces.

Aristóteles fue un filósofo destacado, que, como todo gran pensador, estuvo acertado en varias ramas del conocimiento, pero desacertado en otras, como la física y la astronomía. Sus seguidores no buscaban la verdad, sino que trataban de estar en la cima de la intelectualidad defendiendo sus ideas erróneas, incluso no aceptando mirar por el telescopio que Galileo les ofrecía. Albert Schweitzer escribió: “La mayor sabiduría consiste en saber renunciar a las creencias equivocadas”.

En ciencia, algunos investigadores eligen caminos erróneos no resultándoles fácil abandonarlos por cuanto destinaron sus mayores esfuerzos, y su vida, detrás de esa búsqueda. No todos tienen la suficiente fortaleza anímica para abandonar un proyecto y emprender otro nuevo. Alejandro Paladini escribió: “Los siete abandonos simbólicos de Luis F. Leloir señalan su capacidad para advertir cuándo un problema está agotado, no está «maduro» o se carece de la instrumentación necesaria para resolverlo. Ésta es una advertencia invalorable para los investigadores noveles que suelen malgastar años de labor por «enamorarse» de su tema, cuando más les valdría abandonarlo por otro” (De “Leloir. Una mente brillante”–EUDEBA-Buenos Aires 2007).

La necesidad de conocer la verdad (respecto de algún sector del universo) parece ser una característica poco común entre los seres humanos, por cuanto son pocos los que dedican sus vidas a una búsqueda de la que nadie podrá asegurarles el éxito; excepto el asociado al propio placer de investigar.

Generalmente se supone que las ciencias exactas se han desarrollado mucho más que las ciencias sociales debido a que el hombre y la sociedad son bastante más complejos que la materia inanimada. Sin embargo, si se quiere tan sólo conocer el estado actual de una pequeña parte de la matemática, o de la física, sin hacer ningún aporte concreto, se requerirá una total dedicación al tema y aun así nadie podrá asegurar ese objetivo, dada la complejidad inherente. Mientras tanto, las ramas sociales de la ciencia no logran resultados convincentes, no por la complejidad del tema, sino por la proliferación de actitudes poco compatibles con la búsqueda de la verdad.

El pseudointelectual insiste en utilizar un lenguaje oscuro y confuso, que muchos lo confunden con un pensamiento “profundo”. En lugar de ser una “oscuridad de expresión” se trata de una “expresión de oscuridad”. Jean Rostand escribió: “La gran seducción de las obras ininteligibles está en que los tontos entienden tanto de ellas como los inteligentes”.

Durante el siglo XX se consolidan las ideologías totalitarias (nazismo y comunismo), generadoras de grandes catástrofes humanitarias. Sin embargo, la ideología marxista sigue vigente como si nada hubiese ocurrido. Los ideólogos totalitarios, mediante mentiras, dirigen a las masas promoviendo el odio colectivo que ha de ser orientado contra determinado sector de la sociedad. Aun cuando carece de veracidad y de fundamentos válidos, el marxismo sigue todavía ocupando un lugar de importancia en determinados sectores intelectuales (o pseudointelectuales hablando con precisión). Florencio José Arnaudo escribió respecto del marxismo: “¿Cómo explicarse que una ideología que en lo filosófico es de «un primitivismo monstruoso» (Bochenski), en lo sociológico ha sido desmentida por el curso de la historia, en lo económico es «anticuada, errónea y falta de interés» (Keynes), y en lo político merece ser calificada de utópica, pueda haber concitado y seguir concitando la adhesión de decenas de miles de intelectuales que se tienen por progresistas? (De “La lucha ideológica”–EUDEBA-Buenos Aires 1981)

La lógica dialéctica es el fundamento del marxismo. José Ferrater Mora escribe al respecto: “La noción de dialéctica, el método dialéctico y, a veces, la titulada «lógica dialéctica» son centrales en el marxismo”. “El uso de la dialéctica permite, en efecto, al entender de estos autores (Engels, Lenin, Stalin), comprender el fenómeno de los cambios históricos (materialismo histórico) y de los cambios naturales (materialismo dialéctico). Todos estos cambios se hallan regidos por las «tres grandes leyes dialécticas»: la ley de la negación de la negación, la ley del paso de la cantidad a la cualidad, y la ley de la coincidencia de los opuestos. Tales leyes permiten, al entender de los marxistas, afirmar ‘S es P’ y negar a la vez ‘S es P’, pues señalan que si ‘S es P’, puede ser verdadero en el tiempo t, pero puede no ser verdadero en el tiempo t1. Varios autores han argüido al respecto que esto representa únicamente la afirmación conjunta de contrarios, pero no de contradictorios. Los marxistas «oficiales», sin embargo, han insistido en que las leyes de la dialéctica citadas representan una verdadera modificación de las leyes lógicas formales y que, por lo tanto, los principios de identidad, de contradicción y de tercio excluso no rigen en la lógica dialéctica. Por ese motivo la lógica formal (no dialéctica) ha sido o enteramente rechazada o considerada como una lógica de nivel inferior, apta solamente para describir la realidad en su fase estable” (Del “Diccionario de Filosofía”–Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).

El punto de partida de la ciencia experimental implica suponer la existencia de leyes naturales invariantes en el espacio y en el tiempo. Lo que cambia, es la descripción que el científico realiza respecto de esas leyes, ya que establece un acercamiento gradual a la verdad. Si se considera que algo puede ser verdadero en un tiempo t, y falso en un tiempo t1, en realidad no se trata de una actividad científica ni resulta ser adecuada para la descripción del mundo real.

El marxismo, además, considera tanto a la ética, como a la religión, las leyes humanas y la cultura en general, como una “superestructura” que deriva de las condiciones materiales de producción, pero que carecen de validez en sí mismas. Al cambiar las relaciones de producción, cambiará el significado de la ética, podrá desaparecer la religión, cambiarán las leyes y la cultura, etc., bajo el siguiente esquema:

Superestructura: Arte-Religión-Ética-Poesía-Filosofía-Ley-Política

Estructura: Recursos naturales-Medios de producción y de distribución
(Del “Atlas Universal de Filosofía”–Editorial Océano-Barcelona 2004).

Quienes se dedican a la ética o a la religión, o a otra actividad intelectual no marxista, podrán ser tachados como “colaboracionistas” de la “clase burguesa dominante”, ya que dicha clase social utilizaría tales medios para ejercer mejor su poder. Es una atribución gratuita, excluyente y difamatoria por lo que resulta natural que el científico social suponga que en realidad es el marxista el que está errado. Desde el marxismo no se admite otra finalidad, para cualquier actividad cognitiva, que la de encubrir una finalidad económica, algo fuera de la realidad en un gran porcentaje de los casos.

Así como, desde la ciencia económica, se le da poco, o ningún valor, a los aportes de Marx, la lógica formal tampoco considera la validez de la “lógica dialéctica”. Cuando la sociología supere la etapa filosófica en la que actualmente se encuentra, al menos parcialmente, es posible que los aportes de Marx sean considerados como de limitada validez o bien como carentes de realidad. No sólo el pensamiento único marxista pretende hacerse pasar por científico, como hace la pseudociencia normal, sino que incluso descalifica toda ciencia seria calificándola como mera “ideología”.

Desde las ciencias sociales se toman posturas extremas respecto de las ciencias naturales. En un caso se supone que la ciencia es una simple “construcción social” de validez relativa. Se confunde entre ciencia verificada experimentalmente y ciencia propuesta para una posterior verificación. A. Sokal y J. Bricmont escriben: “Una corriente intelectual caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la Ilustración, por discursos teóricos desconectados de todo test empírico, y por un relativismo cognitivo y cultural que considera la ciencia como nada más que una «narración», «un mito» o una construcción social entre otras” (Citado en “Metáforas en la evolución de las ciencias” de Héctor A. Palma–Jorge Baudino Ediciones-Buenos Aires 2004).

Si la ciencia experimental fuese una “construcción social”, podría haberse realizado una teoría distinta a la relatividad de Einstein o una teoría distinta a la evolución por selección natural de Darwin, y ser válidas en el mundo real. Sin embargo, no se habrían adaptado a la realidad de la forma en que lo hacen tales teorías. Steven Weinberg escribió: “Es sencillamente una falacia lógica pasar de la observación de que la ciencia es un proceso social a la conclusión de que el producto final, nuestras teorías científicas, es el que es a causa de las fuerzas sociales e históricas que actúan sobre este proceso. Un grupo de escaladores podrá discutir sobre cuál es la mejor vía hacia la cima….pero al final encuentran o no una buena vía hacia la cima, y cuando lo hacen la reconocen. (Nadie pondría a un libro sobre escalada el título de «La construcción del Everest»)” (De “El sueño de una teoría final”-Crítica-Barcelona 1994).

Para evidenciar el deplorable estado de las humanidades, hace algunos años trascendió públicamente un artículo, redactado por Alan Sokal, enviado a una importante revista de ciencias sociales, y publicado posteriormente. A pesar de ser una parodia llena de falacias, sus editores lo publicaron como un artículo pleno de sabiduría y de gran profundidad. Entre las conclusiones que extraen de esta postura, A. Sokal y J. Bricmont, en el libro “Imposturas intelectuales”, mencionan los siguientes aspectos:

● Uso de teorías científicas acerca de las cuales, en el mejor de los casos, se tiene una vaga idea expresada en una erudición científica excesivamente superficial e irrelevante y en el uso extendido de jerga aparentemente científica.
● Importación de conceptos desde las ciencias naturales a las humanidades o las ciencias sociales sin la más mínima justificación; uso indiscriminado y arbitrario de la metáfora y de la analogía y despliegue de generalizaciones arbitrarias.
● Despliegue de erudición superficial, manejando términos técnicos en contextos completamente irrelevantes.
● Manipulación de frases carentes de significado, con exhibición de una verdadera intoxicación con palabras que resulta en un estilo oscuro de exposición como signo de supuesta profundidad.
● Indiferencia o desdén por los hechos y por la lógica

sábado, 29 de agosto de 2015

Guerras vs. intercambios comerciales

Los intercambios comerciales se establecen en forma espontánea por cuanto tienden a beneficiar a ambas partes. De ahí que hayan surgido en épocas remotas. Una acción conjunta que beneficia a ambas partes resulta ser todo lo contrario a otra acción conjunta que las perjudica, ya que en toda guerra “existen dos perdedores”. George Renard escribió: “Los grupos humanos, perteneciendo, según su raza y su medio, a civilizaciones muy diversas, no podían dejar de encontrarse en contacto. Por lo tanto, tenían comúnmente costumbres e intereses diferentes, de ahí una antipatía, una hostilidad natural entre ellos. Pero también tenían intereses comunes; unos poseían lo que a otros les faltaba, de donde surgió la necesidad de entendimientos y relaciones pacíficas. Así tan pronto se hacía la guerra, como se comerciaba”.

“La guerra, que fue en su mayoría el estado frecuente entre los primitivos, ha jugado un papel considerable. En el interior de cada pueblo, hizo necesarias la disciplina y la autoridad; edificó el poder de los jefes que exigía; soldó, con fuego, los grupos que vivían independientes; fue creadora de reinos y de imperios. Enriqueció a tal o cual tribu con los botines que les procuraban en cantidad de ganado, esclavos y también por las conquistas que daban a los vencedores el suelo de sus adversarios. Ha operado mezcla de razas, de ideas, de costumbres. De este modo ha tenido una parte no despreciable en la formación de la cultura humana. Yo añado que ha desarrollado entre los hombres cualidades de valor y de endurecimiento que, incluso, les ha forzado a inventar una cantidad de aparatos para el ataque y la defensa y que ha contribuido así a los progresos de la industria”.

“Pero esta contribución de servicios que ha podido rendir la guerra no se ha hecho sin una contrapartida lamentable: destrucción de riquezas y de vidas humanas; ruinas de ciudades y pueblos; sufrimientos y servidumbre de los vencidos; engranajes de matanzas y venganzas; crueldad en las costumbres; exaltación de la fuerza bruta; desencadenamiento de los instintos más crueles en las luchas que permitían, y que aún ordenaban la muerte, el robo, el incendio, la violación; oposición constante entre militarismo y la libertad; largos retardos que producidos así en la ascensión de la especie humana hacia la justicia, la dicha y la bondad”.

“Felizmente la guerra ha sido, cada vez más, contrabalanceada por relaciones menos sanguinarias. Alianzas, viajes a los países extranjeros y sobre todo el comercio, han comenzado a establecer entre los pueblos no digamos una fraternidad sincera, sino una conciliación de intereses opuestos, una comprensión mutua en las ligaduras que unen, pese a todo lo que les separa y diferencia a hombres de cada raza” (De “El trabajo de la prehistoria”-Editorial Heliasta SRL-Buenos Aires 1978).

Los intercambios comerciales constituyeron alguna vez una innovación en las costumbres vigentes: “Los orígenes del comercio merecen particular atención. Se funda enteramente en un cambio voluntario de objetos entre dos personas o dos grupos. En este acto los dos cambiadores tienen algo que ganar; cada cual encuentra ventaja en abandonar una cosa que le pertenece para tomar otra que le es ofrecida en compensación. Es necesario que sea así: sin esto cada cual guardaría lo que posee y no habría cambio”.

“Esta idea, que nos parece tan simple, no se ha revelado sino a la larga. Se ha mantenido desconocida para ciertos pueblos, si se cree al misionero Moffat que partió para evangelizar a los bosquimanos: «Un hombre –escribe- asombrado por la dificultad que sentían las mujeres para alimentar a sus hijos….los conminó a procurarse cabras, pagándolas con plumas de avestruz o pieles. Esta proposición fue acogida por los bosquimanos con grandes risas. Le preguntaron si nunca sus mayores habían alimentado ganado. Ellos, decían, estaban hechos no para alimentar, sino más bien para comer, siguiendo el uso invariable de sus padres. El hombre en cuestión dio el mismo consejo a todos los bosquimanos que encontró, pero sin éxito»”.

Recordemos que, según los marxistas, en los intercambios comerciales, lo que uno gana otro lo pierde. De ahí que el Estado debe constituirse en un intermediario entre ambas partes. Bajo el socialismo, el mercado está prohibido, en donde se advierte una imitación parcial a pueblos primitivos. El tan denostado mercado no es otra cosa que los millones de intercambios voluntarios que se realizan cotidianamente en un país.

En cuanto a la forma en que se establecen los primeros intercambios de los que se tiene noticia, el citado autor escribe: “El comercio exterior parece haber precedido al interior. Es probable que entre nuestros ancestros, en todas partes donde reinaba un clan común, el cambio fue inútil y parecía contrario a la costumbre”. “Se ha hablado sobre las causas que hicieron nacer e hicieron regular el comercio, ¿Cuáles fueron los procedimientos? El más antiguo es sin duda alguna el trueque, y el cambio por depósito es la forma primitiva. Heródoto nos describe ese sistema ingenuo y complicado, que testimonia al mismo tiempo una gran desconfianza y una gran buena fe. Refiere lo que le han contado los cartagineses: «Hay –dice- en un lugar de Libia, más allá de las columnas de Heracles, hombres con los cuales trafican. Desembarcan su carga, la alinean sobre la playa, suben otra vez al navío y hacen una gran humareda. Los habitantes a la vista del humo, se dirigen a la orilla del mar y, como precio de las mercaderías, depositan oro, después se alejan. Los cartagineses vuelven, examinan el oro y si les parece que equivale a las mercaderías, se lo llevan y se van. Si no hay bastante, vuelven a su navío y esperan. Los indígenas vuelven, añaden oro hasta que los extranjeros están satisfechos; jamás se comete una injusticia ni de un lado, ni del otro; los unos no tocan el oro en tanto que no iguale al valor de las mercaderías; los otros no tocan la carga, en tanto que no se ha retirado el oro»”. “Esas negociaciones mudas en que compradores y vendedores se entendían sin hablarse ni verse, eran una preparación para otras formas de tratar más directas”.

Entre las ventajas de la democracia económica (mercado) se encuentra la posibilidad de disminuir la tendencia a la guerra. Por el contrario, las economías cerradas (socialismos) tienden a favorecer los conflictos por cuanto restringen los intercambios comerciales con otros países. Sin embargo, la propaganda marxista afirma lo contrario. También los nacionalismos, adversos al mercado, promueven la existencia de economías cerradas y fueron las causantes de los grandes conflictos bélicos del siglo XX. Ludwig von Mises escribió: “Los socialistas insisten en que la guerra no es más que una de las calamidades del capitalismo. En el futuro paraíso socialista, dicen, no habrá guerras. Claro está que entre nosotros y esa pacífica utopía median unas cuantas guerras cruentas, pero con el inevitable triunfo del comunismo desaparecerán todos los conflictos”.

“Es evidente que con la conquista de toda la superficie terrestre por un solo poder desaparecerían todas las guerras entre Estados y naciones.....Si un dictador socialista lograra conquistar todos los países no habría más guerras exteriores. Si los Grandes Khanes Mongoles hubieran logrado lo que se proponían, también hubieran hecho que en el mundo reinara una paz eterna. Lástima que la Europa cristiana se obstinara en no rendirse voluntariamente a sus aspiraciones a la supremacía mundial”.

“Sin embargo, no estamos analizando proyectos de pacificación mundial mediante la conquista y la esclavitud universales, sino la manera de lograr que en el mundo desaparezcan las causas de conflicto. El proyecto liberal de suave cooperación de las naciones democráticas bajo el capitalismo implicaba una posibilidad de ello. Si fracasó fue porque el mundo abandonó el liberalismo y el capitalismo”.

“El socialismo mundial brinda dos posibilidades: la coexistencia de Estados socialistas independientes, por una parte, y el establecimiento de un gobierno socialista unitario y mundial, por otra”. “El primer sistema estabilizaría las desigualdades existentes. Seguiría habiendo naciones ricas y naciones pobres, países demasiado poblados y países poco poblados. Si la humanidad hubiera implantado ese sistema hace cien años, habría sido imposible explotar los campos petrolíferos de México o de Venezuela, crear plantaciones de caucho en Malasia, o desarrollar la producción de bananas en la América central. A los países mencionados les faltaba capital y hombres adiestrados para explotar sus recursos. Un sistema socialista es incompatible con las inversiones de capitales extranjeros, los empréstitos extranjeros, el pago de intereses y de dividendos y demás instituciones capitalistas”.

“Consideremos cuáles serían algunas de las condiciones en ese mundo de naciones socialistas coordinadas. Hay países superpoblados por blancos que trabajan para mejorar su condición pero cuyos esfuerzos tropiezan con lo inadecuado de los recursos naturales. Esos obreros blancos necesitan materias primas y sustancias alimenticias que podrían ser producidas en otros países mejor dotados. Pero esos países favorecidos por la naturaleza están poco poblados y carecen del capital necesario para explotar sus recursos…No desean producir más caucho, estaño, copra y yute para cambiarlos por artículos manufacturados en el extranjero. Y su actitud afecta al nivel de vida de los pueblos donde lo que más vale es su habilidad y su espíritu trabajador”.

“El resultado inevitable será la guerra y la conquista. Los obreros de regiones relativamente pobladas invadirán los territorios poco poblados, los conquistarán y se los anexionarán. Luego vendrán las guerras entre conquistadores por la distribución del botín. Cada nación está dispuesta a creer que no ha obtenido lo que le corresponde en justicia, que otras naciones han obtenido demasiado y que se debería obligarles a renunciar a parte. El socialismo en naciones independientes acabaría en interminables guerras”.

“Los doctrinarios marxistas cierran deliberadamente los ojos a la desigualdad de recursos naturales en distintas partes del mundo, y, sin embargo, esas desigualdades constituyen el problema esencial en las relaciones internacionales” (De “Omnipotencia gubernamental”-Editorial Hermes-México 1940).

Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, y teniendo presentes los graves conflictos ocurridos, se propuso la creación del Mercado Común Europeo teniendo como objetivo principal disminuir las posibilidad de nuevos conflictos. La globalización económica es un proceso similar al encarado por Europa aunque con un alcance mundial. Pascal Fontaine escribió: “Los padres fundadores de la Comunidad Europea han devuelto a los pueblos todas sus oportunidades al crear las condiciones de una paz sólida y duradera, favorecer los intercambios y el diálogo y ofrecer un espacio a las empresas colectivas o individuales. «Hacer Europa es hacer la paz», decía Jean Monnet, profundamente marcado por el fracaso de las tentativas de seguridad colectiva realizadas entre las dos guerras sobre la base del precario equilibrio de las potencias. Pero esta Europa que va camino a unirse no es simplemente una conquista diplomática. Es sobre todo una experiencia de alcance universal que quiere introducir entre los Estados las mismas normas y comportamientos que los que permitieron a las sociedades primitivas transformarse en pacíficas y civilizadas. «Nosotros no coligamos Estados. Unimos hombres», repetía asimismo el inspirador de la Declaración Schuman, acta de creación de la primera Comunidad Europea (la del Carbón y el Acero) en 1950” (De “La Europa de los ciudadanos”-CECA-CEE-CEEA-Bruselas-Luxemburgo 1991).

viernes, 28 de agosto de 2015

La lucha del Mal contra el Bien

Puede encontrarse el sentido de la historia de la humanidad en la lucha entre el Bien y el Mal, como lo relata la Biblia. En ella, el bando del Bien trata de convertir a quienes transitan por la senda equivocada. Se busca de esa forma que en el mundo reine la paz y la justicia. Sus armas son el amor y la verdad; justamente los valores que promueve en forma masiva y sin exclusión. El proceso de adaptación cultural al orden natural está materializado esencialmente por la lucha mencionada.

No todo aquel que afirma constituir el bando “bondadoso”, colabora eficazmente con la tarea esencial que el orden natural nos ha impuesto como un precio que debemos pagar por nuestra supervivencia, ya que el egoísmo y la hipocresía han malogrado la mayor parte de los esfuerzos realizados en ese sentido.

Pero las cosas no terminan ahí, ya que a partir de algún momento, surgió el grupo del Mal con la pretensión de constituirse en rector de la humanidad, reclamando, en franca actitud de rebeldía, una legitimidad similar a la reconocida al grupo del Bien. Mientras que en otras épocas se reconocía una legítima lucha del Bien contra el Mal, actualmente se acepta tácitamente la existencia de la lucha del Mal contra el Bien, siendo sus armas y “valores” el odio y la mentira, tratando de sumar adeptos o bien de eliminarlos si se oponen a su voluntad; tal el accionar de los diversos totalitarismos.

Respecto de la “legitimidad” de ambos bandos, puede hacerse una analogía con el ajedrez. Así como el respeto de las reglas del ajedrez puede implicar tanto jugar bien como hacerlo mal, promover tanto el amor como el odio implica “acatar” las leyes naturales y de ahí la aparente legitimidad de ambos. Sin embargo, al contemplar el sentido del ajedrez, distinguimos claramente que jugar bien resulta compatible con la finalidad del juego, cuyo objetivo es dar jaque mate al rey del rival. En el caso del mundo en que vivimos, respetar las leyes naturales que nos rigen implica además contemplar el sentido aparente o finalidad implícita del universo, por la cual la adhesión al Bien favorece nuestra propia adaptación y supervivencia, mientras que la adhesión al Mal se opone a la misma.

Los profetas del Mal niegan la existencia de un sentido objetivo del universo o de una finalidad del mismo, mientras que también niegan la existencia del Bien, en sentido absoluto, por lo cual promueven la validez del relativismo moral. De esa forma anulan la legitimidad de la lucha del Bien contra el Mal quedando solamente en vigencia la lucha del Mal contra el Bien. Seguramente el origen y persistencia de la crisis moral en las distintas épocas provenga de ambas negaciones, es decir, tanto de una finalidad del universo como de la existencia de una moral objetiva.

La afirmación bíblica de que “el Reino de Dios está dentro de vosotros”, implica que “el reino del Mal” está también dentro de nosotros. Si bien se reconoce que “todos somos pecadores”, existe una gran diferencia entre quien quiere disminuirlos y quien pretende dirigir a los demás a pesar de sus errores. De ahí que al primero se le reconoce cierta normalidad psíquica mientras que se le niega al segundo. Si el camino para llegar al Reino de Dios es el amor al prójimo, por el cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como propias, el camino para llegar al Reino del Mal es la ausencia de esa capacidad, tal la característica esencial del psicópata.

En cuanto a la personalidad incorrecta, según el criterio mencionado, Enrique Rojas escribió: “Podemos sistematizar así las principales características de la personalidad antisocial:

1- Tendencia a una conducta violenta de forma duradera y persistente. La gama de manifestaciones va de la agresividad formal (arrogancia, desdén, ataque, desconsideración, mordacidad, actitud cáustica y procaz) a la verbal e incluso a la física. Este modo provocador invita a responder en la misma dirección. El tono que el psicópata utiliza es fanfarrón, bravucón, jactancioso. No existe ningún sentimiento de culpa por la violencia que se ejerce.
2- Impulsividad sin control. Fenomenológicamente se asiste a unos modales vehementes, precipitados, de un apasionamiento excesivo ante cualquier tema o cuestión que se trata. La persona resulta temeraria; en cualquier momento puede desplazarse hacia hechos alarmantes.
3- Frialdad de ánimo. Llama poderosamente la atención esta actitud «glacial» de la personalidad antisocial, como si las cosas no fueran con él. Da la impresión de que ni sufren ni padecen. La psiquiatría clásica se refería a ellos como sujetos atímicos (sin vida afectiva), resaltando su gran dificultad, a veces imposibilidad, para elaborar vivencias cordiales, de amistad y afecto.
4- Desconsideración alarmante hacia los derechos de los demás. El psicópata no tiene en cuenta la opinión de los familiares ni de la gente que lo rodea, por lo que, a diferencia de otros trastornos de la personalidad en los que el sujeto puede buscar la ayuda del psiquiatra, en este caso se prefiere el trato con un juez. A pesar de la frecuente vida ilegal de estos individuos, sólo un pequeño porcentaje entra en conflicto con la justicia.
5- Problemas para adquirir aprendizajes normativos. Este hecho dificulta las relaciones con las personas del entorno, ya que los psicópatas no respetan las reglas de los demás y, en la mayoría de los casos, no aprenden de la experiencia. La falta de miedo y el tedio que los invade los conduce a una búsqueda constante de riesgos y aventuras incitantes.
6- Deseo de satisfacciones inmediatas. Incapaces de aplazar la recompensa, estos enfermos buscan una gratificación rápida. No saben esperar; la impaciencia galopante aflora a un primer plano. El apremio imperioso marca –y explica- muchas de sus actuaciones: no existe reflexión, ni pensamiento más o menos elaborado, sino un estilo caprichoso y divertido que invita a conseguir los objetivos sobre la marcha.
7- Marcado narcisismo. El egocentrismo propio de los psicópatas se entrecruza con una actitud de exhibicionismo. Los psicólogos conductistas A.T. Beck y A. Freeman hablan de creencias disfuncionales que justifican el convertir a los demás en víctimas sin ningún sentimiento de culpa. Es sugerente adentrarse en la forma de pensar de estos sujetos: pensamientos automáticos, reacciones en cortocircuito (que se disparan sin previo aviso), necesidad imperiosa de hacer algo transgresor sin valorar las consecuencias, falta de visión de futuro y de perspectiva, mala tolerancia a las frustraciones…La respuesta de los demás, inicialmente de sorpresa, se torna en irritación y desprecio; buscan alejarse de estos enfermos por temor a recibir sus agresiones.
8- Perfil manipulador y vengativo. El psicópata, por lo general un ser rudo y elemental, utiliza la manipulación y la venganza de modo permanente. Dependiendo del grado de violencia del sujeto, puede acercarse a la estructura de un criminal: roba, miente, se mete en riñas repetidamente…Los matices de la clínica serán los que nos aclaren la magnitud del problema.
9- Falta de empatía. Es otro de los denominadores comunes, que se entronca con esa afectividad pobrísima y hostil de los psicópatas.
10- Comorbilidad (se asocian simultáneamente dos trastornos o enfermedades). Suele darse con el abuso de sustancias tóxicas, cuadros de ansiedad y, en menos ocasiones, ciertas formas depresivas. Todo esto debe contemplarse de cara a las medidas terapéuticas (De “¿Quién eres?”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2002).

Mientras que el neurótico es el complemento necesario del psicópata, el hombre masa es el complemento necesario del líder populista o totalitario. El deseo del primero de ser dirigido por un líder se complementa con la ambición sin límites del segundo. De ahí que algunos autores hablen de “patología política” para destacar que en ese ámbito predominan los problemas psíquicos antes que los ideológicos, o bien que las ideas no son otra cosa que disfraces de actitudes un tanto alejadas de una personalidad psíquicamente normal, al menos en una gran cantidad de casos.

Gran parte de los dictadores populistas han mostrado síntomas de narcisismo, cuyo elevado precio ha sido pagado por los respectivos pueblos quienes se alejaron del desarrollo económico y cultural. Enrique Rojas escribió respecto del trastorno narcisista: “Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta. Se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes puntos:

1- Tiene un grandioso sentido de «autoimportancia» (por ejemplo, exagera sus capacidades, espera ser reconocido como superior sin unos logros proporcionados).
2- Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
3- Cree que es «especial» y único, y que sólo puede ser comprendido o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) de alto estatus.
4- Exige una admiración excesiva.
5- Es muy pretencioso (por ejemplo, expectativas poco razonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas).
6- Saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7- Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás).
8- Envidia frecuentemente a los demás o cree que los demás lo envidian a él.
9- Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.

“Su forma de ser se nota incluso en su modo de vestir; quieren dejar bien claro su estatus social y cuidan su aspecto de modo excesivo, con el objeto de llamar la atención y de ser reconocidos y estimados. Con el paso del tiempo, sólo quedan a su lado quienes se someten a ellos y se vuelven aduladores. En ocasiones, saben rodearse de personas que actúan como si formaran un coro encargado de alabarlos sistemáticamente. Esto es frecuente en la vida artística o política, pero también en otros ámbitos, ya que se trata de individuos que tienen de sí mismos una excesiva complacencia”.

“La relación entre el narcisista y el adulador es muy habitual. El adulador dice o hace cosas estudiadas, poco sinceras y exageradas, con el fin de agradar al narcisista, pretendiendo sacar un beneficio de ello. Hay en su conducta falsedad y servilismo, sobre todo conociendo la sensibilidad de esa otra persona al halago, a que le regalen el oído incluso con mentiras. Por otra parte, el narcisista se ha acostumbrado a devaluar a los demás; su yo hipertrofiado, así como su falta de generosidad, hacen que quienes están cerca reacciones a medio plazo con desprecio”.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Epicteto y la idea de Dios

Los motivos de malestar, que casi nunca faltan, se los hace, a veces, recaer en el resto de la sociedad. Si se trata de hombres con influencia social, tal decisión puede resultar peligrosa para la seguridad nacional. Como contrapartida tenemos el ejemplo de los grandes hombres que se elevan sobre las decaídas escalas de valores predominantes hasta hacerse positivamente influyentes incluso partiendo desde posiciones sociales inferiores; tal el caso de Epicteto, el esclavo romano cuyo pensamiento trascendió en la filosofía.

Cuando advertimos estar inmersos en un mundo que no fue realizado por el hombre, asociamos el nombre de Dios a ese ser imaginario que lo hizo todo. Quizás no exista una idea más simple, incluso accesible a los niños. En cuanto a qué es Dios, podemos imaginarlo de distintas formas; como si fuese un ser humano o bien como un conjunto de leyes naturales que rigen todo lo existente.

La palabra “Dios” ha sido aceptada con un significado próximo al de “Dios personal”, y surgen protestas cuando alguien la utiliza para designar al propio orden natural. Sin embargo, no deberíamos atribuirle una significación exclusiva por cuanto con ella debemos designar tanto a un Dios personal como a un Dios inmanente al mundo y a la naturaleza. No menos importante que la idea de Dios es el efecto que tal idea produce en cada uno de nosotros. En cierta forma, es un concepto que depende bastante de la actitud filosófica que adoptemos. Tal actitud se materializará en una ética que habremos de adoptar.

Puede decirse que dos religiones son equivalentes si producen efectos similares en distintas personas. Incluso si al intercambiar, en una expresión, la palabra “Dios” por “dioses”, o por “orden natural”, se mantiene una actitud equivalente, puede decirse que son dos estructuras lógicas idénticas. Ello se debe a que utilizamos, sin saberlo, el concepto de “caja negra”. Dentro de esa caja, de la cual conocemos ciertos atributos, suponemos que se encuentra un Dios personal, o varios dioses especializados, o solamente la sustancia única regida por leyes naturales invariantes. Quienes no estén familiarizados con la ciencia y con su método, seguramente desconocerán el concepto de ley natural y es posible que asocien al mundo un Dios que interviene en los acontecimientos humanos y naturales. En esas personas pueden surgir dudas respecto de la existencia de tal Dios, mientras que, para quienes identifican a Dios con el orden natural, resulta algo concreto y evidente. De ahí que todos sus esfuerzos intelectuales los destinarán a conocer la forma de dicho orden y su aparente finalidad.

Mientras que en el ámbito de la ciencia se aceptan las teorías propuestas sólo cuando se adaptan a la realidad, en religión es posible llegar a resultados éticamente aceptables partiendo de cualquiera de los tres puntos de partida mencionados (dioses, Dios personal, orden natural), si bien esta última posibilidad es la única que queda libre de contradicciones lógicas no dando tampoco lugar a conflictos interreligiosos. Epicteto a veces se refiere a “los dioses”, antes que a un Dios único. A pesar de esta creencia, su actitud ética es compatible con la ética natural. Esto indica que hay instancias superiores a la idea de Dios, y que una creencia en sí misma no garantiza una postura moral adecuada al individuo y a la sociedad. Epicteto escribió: “Lo primero que es preciso aprender es que hay un Dios que con su providencia lo gobierna todo, al cual no se le oculta ninguno de nuestros actos, como ninguno de nuestros pensamientos e inclinaciones. Luego hay que examinar cuál es su naturaleza. Conocida ésta, es indispensable que los que quieran agradarle y obedecerle se esfuercen en parecérsele, y, por tanto, que sean libres, fieles, benéficos, misericordiosos y magnánimos. Por consiguiente, que todos tus pensamientos, todas tus palabras y todos tus actos sean los actos, pensamientos y palabras de un hombre que quiere imitar a Dios y parecérsele”.

“Seguro estoy que delante de una estatua de los dioses te avergonzaría cometer actos deshonestos. ¿Cómo, entonces, puesto que te ven y te oyen de continuo, no te ruboriza y espanta tener pensamientos obscenos y hacer actos impuros que les hieren, les deshonran y les afligen ?. ¡Ay, enemigo de los dioses! ¡Cobarde! ¡Miserable que olvidas tu divina naturaleza!”.

Mientras que la religión pagana busca intercambios de pedidos y favores otorgados entre creyentes y dioses, la religión moral busca el mejoramiento ético del ser humano. Aunque el fanatismo religioso siempre resulta más convincente que el racionalismo, ya que el fanático parte de la verdad que cree poseer, mientras que el racional la encuentra al final del camino. El citado autor agrega: “¿En qué consiste que los ignorantes son siempre más fuertes que vosotros en las disputas y acaban por reduciros a silencio? Pues, sencillamente, en que si bien profesan errores, están firmemente persuadidos de ellos, mientras que vosotros lo estáis débilmente de vuestras verdades. Como no os brotan del corazón, sino de los labios, son débiles y mortecinas. Por ello también esa deleznable y enclenque virtud que predicáis se expone de continuo a la pública chacota y se derrite, en cuanto la atacan, como la cera con los rayos del sol. Alejaos, pues, del sol mientras no tengáis sino opiniones de cera”.

Cuando encontramos ideas similares a las predicadas por Cristo, ello no hace sino confirmar la existencia de verdades objetivas accesibles a todos los hombres. “Es mucho mejor perdonar que vengarte. Perdonar es propio de una naturaleza buena y humana. Vengarse, sólo de una naturaleza feroz y brutal”.

“El ser libres o esclavos no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos; porque todas las cadenas y todo el peso de ciertas prescripciones legales serán siempre mucho más leves que el dominio brutal de las pasiones no sometidas, de los apetitos insanos no satisfechos, de las codicias, de las avaricias, de las envidias y demás desenfrenos. Que aquéllas, cuando más, sólo podrán pasar sobre el cuerpo, y éstas, además, sobre el espíritu. Por malo que sea el amo a que aquellas nos sometan, siempre tendremos momentos de respiro y esperanzas de manumisión; éstas nos someten a tantos y tan crueles males, que generalmente sólo la muerte puede librarnos de su yugo”. “Los dioses me han concedido la libertad, y como conozco y acato sus mandatos, nadie puede hacerme esclavo, porque tengo el libertador y los jueces que necesito” (Del “Manual”-Editorial Gredos SA-Madrid 2001).

Epicteto tiene presente la existencia de las pasiones, ligadas a nuestra esencia biológica, que a veces se oponen a las virtudes, ligadas a nuestra esencia cultural. En las prédicas cristianas se habla de la esclavitud asociada al pecado, concepto enteramente similar. “No consiste la felicidad en adquirir y gozar, sino en no desear. En esto es en lo que verdaderamente consiste ser libre”. “Siempre prefiero lo que sucede, porque estoy persuadido de que lo que los dioses quieren es mejor para mí que lo que yo quisiera. A ellos, pues, mis movimientos, mis voluntades, mis temores. En una palabra: quiero lo que ellos quieren”.

La de Epicteto sería la típica actitud de acatamiento, sumisión u obediencia a Dios (o a los dioses), lo que posteriormente podrá interpretarse como la actitud favorecedora de nuestra adaptación al orden natural que debe imperar en cada uno de nosotros. “Consultamos temblando a los augures y en nuestro miedo insensato dirigimos a los dioses ardientes plegarias como ésta: «¡Dioses, apiadaos de mí y permitid que salga con bien de esta empresa!». Vil esclavo, ¿cómo pretendes de ellos algo que no sea lo mejor para ti? ¿Y qué puede ser lo mejor para ti sino lo que ellos te deparen? ¿Por qué, pues, tratas de sobornar por cuantos medios están a tu alcance a tu juez y árbitro?”.

La adulación a Dios, tan común en la religión que perdió su carácter moral para llegar a ser tan sólo un medio para requerir intercambios de pedidos y concesiones, nos hace recordar las palabras de Cristo: “..porque Dios ya sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis”. Epicteto agrega: “¿Habrá algo más inútil que ir a consultar a augures y adivinos sobre las cosas que ya nos están señaladas? Y si se trata de exponerme a un peligro para salvar a un amigo, o morir por él, ¿qué necesidad tengo de adivino alguno? ¿No llevo en mi interior un adivino más infalible, el cual me ha enseñado la naturaleza del bien y del mal y me ha revelado todas las señales mediante las cuales puedo reconocer todo lo que me sucederá?”.

Nuestro futuro ha de depender de nuestras decisiones, antes que de un destino prefijado e independiente de ellas. Tales decisiones estarán orientadas por el criterio del bien y del mal, buscando al primero y evitando al segundo. “Si los dioses me abandonan como me han abandonado en la indigencia, en la oscuridad y en el cautiverio no es porque me tengan odio; ¿qué amo es capaz de aborrecer a su fiel servidor? Tampoco es por descuido, pues los dioses no descuidan ni las cosas al parecer más insignificantes. Lo que quieren es ponerme a prueba para cerciorarse de si tienen en mí a un buen soldado, de si soy un buen ciudadano; es decir, que quieren, éste es su fin inmediato, que les sirva de testigo ante los demás hombres”.

Este es el origen, pareciera, de la explicación, que aún hoy se utiliza, para describir la existencia de sufrimiento en quienes llevan una conducta moral intachable. También podemos describir esta situación en base a una ley natural invariable, que no cambia ni aún para acomodarse a las situaciones particulares de los hombres. Por el contrario, es el hombre quien debe prever el futuro para evitar todo mal posible.

Es aconsejable distinguir entre lo que resulta accesible a nuestras decisiones de aquello que no lo es. No debemos preocuparnos por las posibles decisiones de Dios (en caso de que intervenga) o por la posible existencia de la vida eterna, sino tan sólo en adoptar la mejor actitud ética posible. “De lo existente, unas cosas dependen de nosotros: otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. Y lo que depende de nosotros es por naturaleza libre, no sometido a estorbos ni impedimentos; mientras que lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, sometido a impedimentos, ajeno. Recuerda, por tanto, que si lo que por naturaleza es esclavo lo consideras libre y lo ajeno propio, sufrirás impedimentos, padecerás, te verás perturbado, harás reproches a los dioses y a los hombres, mientras que si consideras que sólo lo tuyo es tuyo y lo ajeno, como es en realidad, ajeno, nunca nadie te obligará, nadie te estorbará, no harás reproches a nadie, no irás con reclamos a nadie, no harás ni una sola cosa contra tu voluntad, no tendrás enemigo, nadie te perjudicará ni nada perjudicial te sucederá”.

domingo, 23 de agosto de 2015

Los filósofos ante el bien y el mal

A lo largo de la historia, los diversos pensadores dieron su opinión acerca del bien y del mal, incluso sugiriendo la forma de lograr que el primero predominara sobre el segundo. Una síntesis de las opiniones destacadas en los distintos momentos de la historia nos dará una idea de la complejidad del tema. En la actualidad, ante la visión científica predominante, todo parece indicar que existe un proceso de adaptación cultural al orden natural y que el bien implica estar plenamente adaptado mientras que el mal implica lo opuesto. Todo individuo transita por algún camino intermedio entre ambos extremos.

Se mencionan distintas opiniones emitidas al respecto que aparecen en “Las enseñanzas de los grandes filósofos” de S.E. Frost (h) (Editorial Claridad-Buenos Aires 1946): “Los primeros filósofos griegos se interesaban especialmente en el problema de la naturaleza del universo y sostenían que había leyes que lo controlaban todo. Por tanto, la bondad se encontraba, para ellos, en armonía con esas leyes. Les agradó tanto esta idea de ley, que ni aun el mal les preocupaba, pues llegó a ser, para ellos, una mera fase o nota de la armonía universal; es decir, que no era realmente mal, sino otra clase de bien, una parte necesaria del bien total”.

“Los estoicos sostenían que el bien mayor estaba en obrar de acuerdo con el universo, pues el hombre es parte del universo y tiene una función definida que realizar dentro del desarrollo universal. Como el poder que gobierna el universo es la razón, ésta debe gobernar a cada hombre en todas sus acciones”. “El hombre debe someterse a las leyes del universo y vivir de acuerdo con la naturaleza. Es bueno quien vive ajustándose a la naturaleza, obedeciendo sus leyes y sometiendo sus acciones a la razón, que es una parte de la razón universal”.

Se advierte que las ideas predominantes en la antigüedad occidental no diferían demasiado de las actuales, ya que la diferencia esencial radicaba en hablar de leyes de Dios, o de los dioses, en lugar de leyes naturales, como lo hacemos hoy: “Para Demócrito, la bondad no dependía sólo de la acción, sino también de los deseos íntimos del hombre. El hombre bueno no es aquel que hace el bien, sino el que quiere hacerlo siempre. «Se distingue el hombre sincero del falso –decía- no sólo por lo que hace, sino también por lo que desea hacer». Tal bondad acarrea la felicidad, meta de la vida”.

“Con la llegada de los sofistas, el problema del bien y del mal cayó en confusiones. Si, según sostenía Protágoras, «el hombre es la medida de todas las cosas», también es la medida del bien y del mal. Los sofistas entendían por hombre al ser humano individual. Cada cual tiene el derecho a determinar por sí lo que es bueno y lo que es malo. La determinación de esto es, naturalmente, el caos. Lo que yo considero malo, otros pueden considerarlo bueno, y a la inversa. Y así quedó el problema tras los sofistas. Como resultado, cada hombre tenía su propio código del bien y del mal; desafiaba a otros para probar que estaban equivocados o para justificarse él”.

“Muchos sofistas representativos, como Eutidemo, Trasímaco y Calicles, sostenían que la moral era mero convencionalismo, hábito; que no había leyes morales ni principios exclusivos de bien ni de mal. Estos pensadores trataron de justificar el principio de que cada hombre debe vivir como desee, conseguir lo que quiera por cualquier medio y establecer su propio código moral. El resultado de esta teoría fue la anarquía moral, el individualismo puro y el más alto grado de egoísmo”.

Al dejarse de lado todo tipo de acuerdo social, especialmente en lo que se refiere a la moral, se pierde la posibilidad de establecerse una estructura social, dejando de constituir la población una sociedad para ser un simple conglomerado de hombres que carece de objetivos comunes. El relativismo moral surge, muchas veces, como una reacción al fundamentalismo de tipo religioso. La atribución de ciertos grupos, o instituciones, de ser elegidos para decretar lo que es bueno o malo, lleva a reacciones que tratan de invalidar toda ley moral. La actitud fundamentalista tampoco acepta opiniones o comentarios por parte de los demás integrantes de la sociedad, por lo que se trataría de una verdadera imposición de creencias o de ideas sectoriales.

El citado autor agrega: “Sin embargo, un estudio más detallado de estas doctrinas, revelan posibilidades aprovechables. Los sofistas hacían un llamamiento a la mente humana independiente; se revelaban contra la autoridad arbitraria en cuestiones de moral y argumentaban que la mente humana debe pensar por sí misma y, al hacerlo, descubrir el código del bien y del mal. Defendían al individuo y su independencia. Es verdad que extremaron esto y no vieron el bosque a fuerza de mirar los árboles; pero hicieron uso de algo que es indispensable para el hombre moderno: la libertad de pensar y de llegar a conclusiones acerca del bien y del mal. Desafiaron la teoría moral para justificarse ante la razón humana”.

“Sócrates, aunque influido por los sofistas, no coincidía con ellos. También él estaba interesado en el problema del vivir moral, por lo que muchas de sus enseñanzas se refieren al significado del bien y del mal. Creía firmemente que debía haber un principio básico del bien y del mal, una medida aplicable más allá de las creencias de cualquier individuo. Por ello, preguntaba con insistencia: ¿Qué es el bien? ¿Cuál es el bien supremo por el que se mide todo lo demás del universo? Su respuesta era: el bien supremo es la sabiduría”.

“Todo el que conozca el bien, lo hará, pues nadie, según Sócrates, es malo por voluntad propia. Cuando sepamos que una cosa es buena, la realizaremos. Por tanto, lo decisivo en el hombre es descubrir qué es lo bueno. Sócrates pasó la vida tratando de ayudar a los hombres a descubrir el bien, única forma de vivir que él consideraba valiosa”.

La triple dimensionalidad del hombre (cuerpo, mente, sentimientos) ya aparece en los escritos de Platón: “Consideraba (Platón) al hombre formado de tres partes: los apetitos, relacionados con las funciones del cuerpo y los deseos; la voluntad, parte espiritual del hombre y relacionada con la acción y la valentía; la razón, reflejo de lo más elevado y mejor que tiene el hombre. Vivirá éste una vida justa cuando la razón dirija a la voluntad y a los apetitos, pues entonces será sabio, valiente y sobrio”.

“¿Cuál es la actitud racional? Aristóteles sostuvo que consistía en el «término medio». Por ejemplo, el valor es considerado como el término medio entre la cobardía y la temeridad. Será justo el hombre que viva de acuerdo con dichos términos medios, el que no se pierda en extremos, sino que equilibre un extremo con el otro. Por tanto, la vida buena es aquella en que el hombre realiza completamente la parte suprema de su naturaleza, la razón”. “Epicuro sostuvo que la meta de toda actividad humana es el placer, que la felicidad es el bien supremo para todos; pero advertía que el hombre debe tener cuidado con la elección de placeres, pues algunos tienen como final el dolor y el sufrimiento. Ejemplo, un manjar delicado produce placer al comerlo; pero si se ingiere en exceso, aunque se goce con ello, acabará por producir indigestión, gota y otras molestias”.

“Filón de Alejandría sostenía que Dios era la pureza perfecta, que no estaba de ningún modo en contacto con la materia, que era la fuente de todo bien, así como la materia lo era de todo mal. Análogamente, la parte espiritual del hombre, su mente o alma, es el asiento del bien, mientras que su cuerpo, la materia, lo es del mal. Por tanto, cuando el alma se incorpora al cuerpo, cae de la perfección divina y se predispone al mal. Claro está que la meta del hombre es librarse del cuerpo y de todos sus pecados volviendo a Dios, bondad perfecta. Plotino opinaba, análogamente, que la materia es la fuente del mal y Dios, la del bien”.

La filosofía cristiana se aleja del estoicismo, acercándose a la postura de Filón antes mencionada. Incluso se ha llegado al extremo de asociar el bien y el mal, no a una actitud ética, sino a una postura filosófica, o a una creencia, ya que tener fe significa, para muchos, creer en la validez de una postura filosófica antes que a una actitud ética. “A través de la tradición religiosa occidental hay un dualismo que proviene, en esencia, de las religiones primitivas orientales. El cristianismo lo aceptó y lo hizo básico al tratar el problema del pecado y de la redención”. “Los apologistas enseñaron que Dios hizo al hombre bueno, pero que éste abandonó a Dios por seguir a la carne, al cuerpo; así vino al mundo el pecado”.

“San Agustín encontró que la esencia del mal en el universo le causaba molestias inacabables. Dios, toda perfección y toda bondad, había creado el universo de la nada, y ¿cómo podía crear un universo en el que existiese el mal? ¿Cómo explicar el mal en un mundo creado por un Dios infinitamente bueno?”.

“Como solución, sostuvo que todo en el universo es bueno. Aun aquello que parece malo, es bueno, puesto que encaja en el molde universal. Las sombras, los puntos oscuros, son necesarios para la belleza de un cuadro. Vistos en sí mismos, separados del cuadro, parecen feos; pero cuando se ven en el cuadro, ayudan a la belleza del conjunto”. “El mal es, pues, para San Agustín, la ausencia del bien, así como la oscuridad no es más que la ausencia de la luz. El mal que encontramos en el universo ha sido puesto ahí por Dios para completar la bondad del mundo”.

Tiene más sentido práctico buscar las causas del mal, y del sufrimiento, en las actitudes erróneas del hombre, que intentar justificar una postura filosófica plena de dificultades lógicas. Muchos seguidores de Cristo cambiaron lo esencial de su religión al intentar “fundamentarla” adecuadamente. “Abelardo añadió algo nuevo cuando dijo que la bondad o maldad de un acto no está en el acto en sí, sino en la intención del que lo ejecuta. Es neutral el hecho de robar; pues si el ladrón tenía la intención de hacer el bien, el hecho era bueno. «Dios considera no lo que se hace, sino el espíritu con que se hace; y el mérito o demérito del que obra no está en su acción, sino en su intención». Si uno obra de acuerdo con lo que cree justo, si cree que está obrando bien y así lo procura, puede equivocarse, pero no peca. La bondad y la moralidad son entonces cuestión de conciencia, el verdadero pecador es aquél que obra con deseo de hacer el mal; es pecador porque su acción demuestra desprecio deliberado a Dios”.

Si medimos nuestras acciones, no por los efectos reales, o posibles, sino por los efectos que deseamos que ocurra (hacer el bien), estamos en una postura próxima al relativismo moral. Si se le pregunta a la mayoría de las personas, en una sociedad en crisis, acerca de la opinión que tienen sobre cada una de ellas mismas, la mayoría tendrá una opinión cercana a la óptima, a pesar de que los males existen.

En cuanto a Santo Tomás, Frost escribió: “El más ilustre de los escolásticos fue Santo Tomás de Aquino. Su teoría ética nos da la filosofía de Aristóteles unida a los principios básicos del cristianismo. Dios lo hizo todo, incluso el hombre con cierto propósito, y el bien máximo de todos los seres es la realización de tal propósito. Cuando alguien realiza el propósito para el que fue creado, revela la bondad de Dios; por tanto, el mayor bien es la realización de uno mismo, tal como Dios lo ha ordenado”.

“La forma más excelsa de acción es la contemplación de Dios. Esto puede hacerse por la razón o por la fe, pero llega a su grado más alto en lo que Santo Tomás denomina intuición o acercamiento a Dios, que sólo puede completarse en el mundo venidero, en el paraíso”.

“La doctrina cristiana del «desprecio hacia el mundo» es un punto importante en las enseñanzas de Santo Tomás. El modo mejor de obtener la bondad es abandonar los bienes terrestres y buscar la vida de Dios; por tanto, la vida mejor es la del monje, dedicado enteramente en su monasterio al servicio de Dios”.

“La realidad es que el cristianismo nunca pudo solucionar el problema del bien y del mal. Las religiones orientales eran en esto más realistas; no hacían de sus dioses los creadores del universo entero, sino que tenían al menos dos dioses, uno del bien y otro del mal. En el cristianismo tradicional encontramos también a estos dos seres: Dios, considerado como fuente de todo bien, y el Demonio, como principio de todo mal; pero los cristianos no pueden responder a la pregunta de si Dios creo al Demonio. La dualidad del bien y del mal contestaría satisfactoriamente a esa pregunta, si no hubiera que explicar la creación del universo. Por todo ello, la dificultad sigue en pie”.

En cuanto a los filósofos modernos, escribe: “La filosofía moderna introduce en este problema muchos elementos nuevos y aun llega a plantearlo de modo totalmente distinto. Hobbes se empeñó en interpretar el universo como material. El movimiento era, según él, factor fundamental del universo, y de él dependían, por tanto, el bien y el mal; cuando el movimiento tiene éxito, produce placer, y cuando no, dolor. Lo que agrada al hombre es bueno y lo que le causa dolor e incomodidad, malo; por ello, el bien y el mal son relativos al hombre en particular. Lo que agrada a uno puede no agradar a otro, y así, no puede haber bien ni mal absolutos; ambos dependen de la naturaleza del individuo en determinado momento, y a medida que cambia, las cosas buenas pueden transformarse en malas, y viceversa”.

“La relación entre las opiniones y la conducta de un filósofo está bien ilustrada por Descartes. Para él, Dios es perfecto e incapaz de hacernos errar. Si caemos en errores, y sufrimos por ellos, es debido a que no es completo el poder que Dios ha dado al hombre para distinguir lo verdadero de lo falso. Por ello, el hombre es a menudo culpable de hacer juicios, ya que no tiene discernimiento suficiente para juzgar con exactitud. En tales casos, es posible que elija lo que está mal en lugar de lo que está bien; de donde resulta que el error no está en los actos de Dios sino en los nuestros, por decidirnos a obrar antes de tener la evidencia suficiente”.

“Al estudiar al individuo, Spinoza llegó a la conclusión de que cada uno lucha por su propia conservación. La lucha es buena, por lo que todo lo que tienda a entorpecerla es malo y todo lo que ayude al hombre a lograr la meta de esta lucha es bueno”. “Pero la lucha humana debe ser racional; no es suficiente luchar, hay que luchar con inteligencia, con conciencia de lo que se hace y de sus consecuencias. La mayor felicidad del hombre estriba en la comprensión perfecta de lo que hace, en su esfuerzo. Cuanto más nos ilustramos, mejor reconocemos que, por ser imitación de Dios, porque somos Dios, nuestro esfuerzo es divino. El mayor bien del hombre es esta realización, pues en ella ve que ama a Dios al amarse a sí mismo, lo que Spinoza denomina «amor intelectual de Dios»”.

“También Locke intenta resolver este problema. Dice que, así como nuestras ideas vienen de afuera y están escritas en la mente, como si alguien escribiera en una hoja blanca, así también se produce nuestro concepto del bien y del mal. Mucha gente tiene la misma experiencia y llega a las mismas conclusiones, estando de acuerdo en que ciertas cosas son buenas y otras malas. Además, nuestros padres imprimen en nosotros ideas del bien y del mal desde nuestra infancia, las que consideramos después como innatas. Para Locke, la conciencia humana no es más que estas ideas tenidas durante tanto tiempo que parecen dadas por un poder divino. Locke creía que el placer y el dolor son innatos en el hombre. La Naturaleza los ha hecho de modo que gocemos con el primero y tratemos de evitar el segundo; por tanto, lo que nos proporciona felicidad es bueno y lo que nos produce dolor es malo”.

“Leibniz se planteó el problema preguntándose: en un universo de mónadas, ¿cómo es posible el mal? Su respuesta fue similar a la de los filósofos antiguos. Creía que este mundo es «el mejor mundo posible», pero que no es perfecto. Dios se limitó a sí mismo cuando se expresó en seres finitos. Estos límites se manifiestan en sufrimientos y pecados, pero también por ellos el bien es realmente bien; viene a ser como las sombras de un cuadro, que sirven para hacer resaltar los colores y agrandar la belleza”.

“La ley moral –dice Kant- es inherente a la razón misma; está a priori en la naturaleza misma del pensamiento humano; lo que resume en su frase: «Obra siempre de modo que la máxima determinante de tu conducta pueda transformarse en ley universal; obra de tal modo que todos puedan seguir el principio determinante de tu acción». Esta regla, este imperativo categórico, es, según Kant, un criterio seguro de lo que está bien y lo que está mal. Un hecho que se quisiera ver realizar a todos, tiene que ser bueno”.

“Tal ley moral implica, según Fichte, la existencia en el mundo de un orden moral en el que podemos confiar. Por tener la ley moral dentro de sí mismo, el hombre puede suponer que el mundo está en condiciones de satisfacer las demandas de esta ley. Por consiguiente, el hombre debe afinar su inteligencia, debe saber lo que está bien y hacerlo porque está bien. El hombre ignorante no puede ser bueno. Puesto que es libre y no está forzado por autoridad alguna exterior, el hombre debe conocer la ley moral y sus implicaciones, y gobernarse siempre de acuerdo con ellas”.

“John Stuart Mill es un representante típico de la escuela utilitaria; sostiene que la medida de lo bueno estriba en «el mayor bien para la mayoría». Respecto a cada acción hay que preguntar: ¿traerá mucho bien a muchos individuos? Esto elimina el egoísmo y hace del criterio del bien la consecuencia social de todo acto. Mill sostiene que el bien difiere en calidad y que el bien del intelecto es mejor que el de los sentidos. Por tanto, no sólo recalca el factor social, sino también la naturaleza del acto”.

“Herbert Spencer enfoca el problema desde el punto de vista del hombre de ciencia y trata de descubrir bases científicas en qué fundar el bien y el mal. Desde el punto de vista de la evolución, la conducta es un desarrollo, un tratar de ajustar los actos a los fines”.

Finalmente, aparece con el marxismo la idea de que “el sistema económico” vigente crea, o induce, una moral de clases. De esta forma, no deberíamos encontrar y expresar la ética natural, inherente a nuestra conducta, ya que sólo habría una moral relativa a la clase social a la cual pertenecemos. No tendría sentido intentar un mejoramiento individual, sino que, para lograr el “resurgimiento” de la sociedad, habría que esperar la llegada del socialismo. Ese logro se consigue con la expropiación (o robo) de los medios de producción, y con la revolución (guerra civil). Este absurdo cuenta todavía con muchos defensores.

jueves, 20 de agosto de 2015

La psicología cognitiva

Uno de los conceptos utilizado en la mayor parte de las ramas de la ciencia es la relación entre estimulo y respuesta (E-R). De ahí que se emplee también en psicología. Sin embargo, posteriormente se introdujo un concepto de mayor generalidad como es el proceso de realimentación negativa. Mientras que al vínculo E-R podemos considerarlo como una relación de causa y efecto efectuada en un instante, el sistema realimentado describe secuencias prolongadas de eventos, como lo es el proceso cognitivo. Mario Carretero escribió: “Miller, Galanter y Pribam inician… un duro ataque al bastión conductista. Intentan, nada más y nada menos, que desmontar la idea de que el par estímulo-respuesta es la unidad de análisis más adecuada a la psicología. Para ello, parten de una crítica inicial al concepto de arco reflejo, puesto que es el que dio origen al E-R”. “Hacía tiempo que la propia neurofisiología lo había sustituido por los conceptos de retroacción y servomecanismo. Y por otro, no parecía que tuviera sentido seguir utilizando en nuestra disciplina ideas que habían quedado desechadas en su propio ámbito de origen”.

“De ahí se desprendía que resultaba mucho más útil la llamada «hipótesis cibernética», es decir, la concepción según la cual el aspecto esencial en el funcionamiento del sistema nervioso es el bucle de retroacción” (De “Introducción a la psicología cognitiva”-Aique Grupo Editor SA-Buenos Aires 1997).

La psicología cognitiva adopta una postura compatible con la cibernética, entendida como “comunicación y control en organismos, animales y máquinas”. Mientras que la relación estímulo-respuesta se sigue utilizando donde hace falta, los sistemas realimentados están caracterizados por perseguir una finalidad u objetivo. Howard Gardner escribió: “Si una máquina posee retroalimentación, es legítimo decir que «persigue metas», y si es capaz de calcular la diferencia entre esas metas y su desempeño efectivo, puede luego reducir tales diferencias. Así pues, para ellos [Rosenblueth, Wiener y Bigelow] las máquinas estaban «dotadas de propósitos». Además, desarrollaron una novedosa idea acerca del sistema nervioso central, expuesta por Wiener en estos términos:
«El sistema nervioso central no se nos aparece ya como un órgano autónomo, que recibe datos de entrada desde los sentidos y los descarga en los músculos. Por el contrario, algunas de sus actividades más características sólo son explicables como procesos circulares, que emanan del sistema nervioso hacia los músculos y reingresan a aquél a través de los órganos de los sentidos….A nuestro juicio, esto parece marcar una nueva etapa en el estudio de aquella parte de la neurofisiología que se ocupa, no sólo de los procesos elementales de los nervios y de las sinapsis, sino del funcionamiento del sistema nervioso como totalidad integrada»” (De “La nueva ciencia de la mente”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1987).

El proceso cognitivo más eficiente, a nivel social, es el de la ciencia experimental, que puede esquematizarse de la siguiente forma:

Realidad ==> Científico teórico ==> Descripción
……………<== Científico experimental <==

El objetivo de la ciencia experimental consiste en describir leyes naturales asociadas al mundo real. El científico teórico es el que postula hipótesis, o descripciones tentativas, que el científico experimental ha de comparar con la realidad a describir. Si la diferencia (o error) es considerable, el teórico debe mejorar la descripción realizada hasta que el error sea pequeño, o admisible según el criterio adoptado en el ámbito científico o rama del conocimiento considerado. Si el error es nulo (situación ideal) se dice que se ha llegado a la verdad.

Un proceso enteramente similar es el utilizado por los individuos cuando se trata del conocimiento cotidiano; incluso cuando se trata de aprender algo nuevo. Si nos explican cómo funciona un dispositivo desconocido, ponemos a prueba la idea que nos haya quedado, preguntando nuevamente al instructor si existen diferencias entre lo que suponemos y la realidad del dispositivo.

Se ha insistido en que existen similitudes entre el proceso del conocimiento individual y la computadora digital. Una de las coincidencias surge entre el detector de error del sistema realimentado, por el cual se establece una “comparación” entre la descripción y lo descrito, y el diagrama de flujo establecido por los programadores de la computadora.

Recordemos que la secuencia empleada en la utilización de una calculadora puede sintetizarse en un diagrama de flujo sin ninguna bifurcación, ya que el usuario es quien debe tomar decisiones según vayan apareciendo los diversos resultados intermedios. La computadora, por el contrario, admite la posibilidad de tomar decisiones intermedias, simbolizada por el rombo en el diagrama de flujo respectivo. Por ejemplo, si un resultado previo es igual a cierto valor numérico, el programa salta a otra instrucción (no a la siguiente); si es distinto, continúa con la próxima instrucción. Ello implica una “comparación” similar a la requerida en todo sistema de realimentación negativa, siendo una semejanza del software de la computadora con el de la mente humana.

También es posible encontrar analogías entre el cerebro y el hardware de la máquina. Howard Gardner escribió: “McCulloch y Pitts (1943) demostraron que las operaciones de una célula nerviosa y sus conexiones con otras (la llamada red neural) podían ser representadas mediante un modelo lógico. Los nervios eran equiparables a enunciados lógicos, y su propiedad de ser activados o no activados («todo o nada») era comparable a las operaciones de cálculo proposicional, donde un enunciado es o bien verdadero, o bien falso…Según este modelo, la neurona era activada, y a su vez activaba a otra neurona, del mismo modo que un elemento o proposición de una secuencia lógica puede implicar otra proposición. Así, ya se tratase de enunciados lógicos o de neuronas, la entidad A más la entidad B puede implicar la entidad C. Además, era verosímil establecer una analogía entre las neuronas y la lógica en términos de electricidad, vale decir, con referencia a señales que pueden pasar o no a través de un circuito. El resultado final de la demostración de McCulloch y Pitts se resume en esta frase: «Todo lo que pueda describirse de manera exhaustiva e inequívoca…es materializable mediante una red neural finita adecuada» (von Neumann)”.

Todo parece indicar que la computadora, una creación humana, nos ayuda a comprender nuestro propio comportamiento cognitivo. Jerome S. Bruner escribió: “Se da una curiosa ironía que no escapa a esta labor…procedía del reciente campo de la computación y fue resultado del esfuerzo llevado a cabo para describir cómo se puede crear comportamiento inteligente en máquinas…aprendimos que el comportamiento complejo no es inherente al lenguaje mecánico de la computadora, sino a los programas que construimos para guiar sus operaciones….La fuente de la inteligencia de la máquina es la potencial capacidad del que crea el programa. Lo singular de la mencionada ironía es que, forzosamente, proyectamos nuestras propias características en la máquina y a partir de esta proyección hemos sido por fin capaces de inferir lo que supone ser inteligente. La computadora, que fue primero una pantalla de proyección, llegó a ser finalmente un espejo para el hombre” (Citado en “Introducción a la psicología cognitiva”).

Los diseñadores de circuitos electrónicos digitales deben elegir una entre dos opciones extremas: a) Realizar su proyecto con un hardware (circuito) muy complejo, que requiera de un software (programa) bastante simple; o bien, b) Realizar un hardware bastante simple que requiera de un software bastante sofisticado. Buscando un funcionamiento seguro, generalmente se adopta la segunda postura.

De inmediato surge el interrogante acerca de cuál será el “criterio” con el que fue conformado el proceso cognitivo del hombre. Todo parece indicar que la naturaleza ha optado por establecer un hardware simple, que realiza dos operaciones principales, mientras que el software está constituido principalmente por la propia información a procesar, es decir, imágenes que provienen de la propia realidad con las leyes naturales que la rigen y que están implícitas en ellas.

En cuanto a las operaciones mencionadas, se deduce del sistema de realimentación negativa que debe existir cierta capacidad para COMPARAR. Luego, para poder disponer de la información grabada en nuestra memoria, debe existir otra operación que podemos denominar AGRUPAR.

Mientras que el ser humano realiza razonamientos comparando la realidad con lo que lleva depositado en su memoria y también comparando lo que tiene en distintos sectores de la memoria, los animales seguramente pueden hacer sólo la primera operación.

Algunos autores, como Daniel Kahneman, describe el proceso cognitivo del ser humano en base a dos tipos de pensamiento; rápido y lento. El pensamiento rápido puede asociarse al que se establece a partir de las operaciones comparar y agrupar, principalmente en base a imágenes, mientras que el pensamiento lento puede asociarse al procesamiento de información simbólica mediante una lógica del “todo o nada”, a cargo de circuitos neuronales que se comportan en forma similar a las redes eléctricas con interruptores en serie y en paralelo. De ahí que el álgebra de Boole consista en una matematización de los pensamientos lógicos como la requerida para describir el comportamiento de tales interruptores. George Boole escribió: “El propósito de este tratado es investigar las leyes fundamentales de las operaciones de la mente mediante las cuales se ejecuta el razonamiento; expresarlas en el lenguaje simbólico del cálculo, y sobre este fundamento establecer la ciencia de la lógica y construir su método; hacer del método mismo la base de un método general para la aplicación de la teoría matemática de las probabilidades; finalmente, extraer de los elementos de verdad sacados a la luz en el curso de estas investigaciones algunos probables indicios con respecto a la naturaleza y constitución de la mente humana” (De “Las leyes del pensamiento”-Universidad de Zulia-Maracaibo 1972).

Es oportuno señalar que, a partir de la operación Comparar, el hombre dispone de diversas referencias que la permitan. De ahí que las componentes cognitivas de la actitud característica de las personas sean la propia realidad (pensamiento científico), uno mismo, otra persona o lo que sugiere la mayoría.

domingo, 16 de agosto de 2015

Perfil psicológico de un líder socialista

Al promoverse la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, el Estado socialista tiende a concentrar el poder económico en pocas manos, además del poder político, militar e ideológico. Por ello, todo liderazgo socialista requiere el ejercicio de alguien que manifieste cierta superioridad y excepcionalidad respecto de los demás, De ahí que el líder socialista debe sentirse superior y hacer que los demás así lo crean. Por el contrario, en las naciones democráticas, el poder económico está repartido entre gran cantidad de propietarios, mientras que el poder político está dividido en tres poderes independientes, por lo que no se requiere una excesiva superioridad ni tampoco excepcionalidad alguna para el cargo presidencial.

Uno de los líderes más admirado por socialistas y socialdemócratas, es el cubano Fidel Castro, quien conquista el poder por las armas y lo mantiene desde 1959. Recibe el apoyo de los sectores democráticos por cuanto promete derrocar al dictador Fulgencio Batista, mientras que luego traiciona a la mayoría de quienes lo secundan porque su intención secreta era la de establecer el comunismo. Cuando se dan cuenta del engaño, ya es demasiado tarde. Carlos Alberto Montaner escribió: “No hay ninguna figura política viva que despierte la curiosidad antropológica que provoca Fidel Castro”. “A veces ha tenido la paciencia de sentarse a la puerta de su tienda a ver pasar los cadáveres de sus enemigos. Otras, se ha apresurado a ordenar sus ejecuciones. Cualquier medida es aceptable si de lo que se trata es de mantenerse en el poder”.

“Su infinita facundia es legendaria. Especialmente cuando hay más de tres personas reunidas siente el incontenible deseo de demostrar su inmensa sabiduría. Esa urgencia enfermiza se multiplica exponencialmente con relación al volumen del auditorio. A más gente, discursos más largos y laberínticos. Si la tribuna es alta y la plaza grande, se le exacerba la locuacidad. Se desata. Llega a la fase crítica de la incontinencia oral. Entonces habla incesantemente. Pronuncia «charlas» de ocho horas, sin la menor concesión a su vejiga o a las de sus desesperados oyentes. Éste no es un dato ocioso: refleja lo poco que le importa el resto de la humanidad y la inmensa valoración que hace de sí mismo. Habla, además, de todo. De la caña de azúcar, de la cría de ganado, del neoliberalismo, del inminente colapso del mundo capitalista, de los ciclones y de cuanto tema científico, económico, ético o deportivo se le ocurre. Es un presidente repleto de esdrújulas: enciclopédico, oceánico, pedagógico, y su tono suele ser, además, apocalíptico. Quien no lo ha escuchado no se imagina el poder devastador que puede alcanzar la palabra. Un poder, a veces, de vida o muerte”.

“Esos largos discursos tienen, además, una trascendental función litúrgica: ahí, en ese torrente de palabras desordenadas se define lo que es verdad o mentira: ahí, en medio de expresiones coloquiales, de burlas y de cóleras, de explicaciones complejas y de simplificaciones tontas, se dibujan los contornos de la realidad, se seleccionan los enemigos del pueblo, los amigos, lo que se debe creer y lo que se debe rechazar. La palabra de Castro es el libro sagrado del pueblo, la biblia revolucionaria que sirve de marco teórico para poder establecer juicios de valor o para amparar o condenar determinadas conductas. Es la referencia dogmática que permite precisar si un pensamiento o una opinión tienen contenido revolucionario o lo contrario. Si Fidel lo afirmó, es correcto; si lo desaprobó, hay que rechazarlo. Es el conocido mecanismo de la filosofía escolástica: en el terreno religioso las cosas son ciertas o falsas de acuerdo con la opinión de las autoridades. Ése es el carácter infalible que poseen las verdades reveladas. En Cuba, Fidel es la única autoridad moral e intelectual. La lealtad al Jefe, además, se demuestra en la fidelidad de los gramófonos. Y en la repetición mecánica, en la mímica exacta, radica precisamente el talento de sus acólitos y una de las mayores gratificaciones emocionales que obtienen los caudillos: la creación de sociedades corales” (De “Viaje al corazón de Cuba”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1999).

Los seguidores de Castro, en los diversos países, combaten sin embargo al “pensamiento único” asociado al liberalismo y a la “concentración de poder” en el sistema capitalista. Es posible encontrar mayor coherencia lógica y decencia en un hospital psiquiátrico o en una cárcel, respectivamente, que en los ámbitos “intelectuales” de izquierda. La Venezuela de Nicolás Maduro y la Argentina kirchnerista siguen el ejemplo de liderazgo cubano con una decadencia que a nadie debería extrañar.

Montaner agrega: “Castro tiene la cabeza llena de números. Es un anuario parlante que acumula datos e informaciones insustanciales, con las que luego ratifica sus conclusiones previas. Porque ésa es otra: jamás está dispuesto a cambiar de opinión o a revocar decisiones. Que se equivoquen ellos, los demás”.

“No enmienda sus errores, los sostiene, pues su mayor satisfacción psicológica se deriva de hacer su voluntad y de tener razón. Admitir que otra persona ha sido más sagaz, o que él cometió un disparate, le parece una forma espantosa de humillante degradación. Tras el hundimiento del comunismo y la desaparición de la Unión Soviética, han pasado por su despacho cien políticos amigos y docenas de acreditados economistas a explicarle que el Estado marxista-leninista antes era un disparate, pero ahora resulta imposible. Y todo ha sido inútil. Es indiferente a la realidad. Está aquejado de una especie de autismo político. Si el mundo entero le dice que está equivocado, él opina que el mundo entero vive en un error probablemente inducido por la CIA. No tiene remedio”.

“Esa incapacidad para aceptar debilidades o fracasos no sólo hay que entenderla como una deformación patológica de su carácter. Tiene que ver con el modo con el que Castro se relaciona con sus subordinados. Estamos en presencia de un caudillo. Alguien que exige una total obediencia y sumisión de los demás como consecuencia de su evidente superioridad moral e intelectual. El caudillo es único porque no se equivoca. De ahí que quienes lo obedecen depositen en él la facultad de analizar, diagnosticar y proponer soluciones. De ahí, también, la testarudez roqueña de los caudillos. En el momento en que exhiben sus miserias y su falta de juicio, se debilita la lealtad de sus seguidores. Ellos no pueden ni quieren ver a un jefe lloroso que baja la cabeza y pide perdón. Si le han entregado la facultad de pensar, y con ella el derecho a decir lo que verdaderamente creen, es por la excepcionalidad del líder. Si no son dueños de sus palabras, porque las han sustituido por las del guía amado, y ni siquiera de sus gestos, pues son victimas de una tendencia instintiva a la imitación del maestro idolatrado, no pueden aceptar que esa persona, que les ha usurpado el modo de vivir, sea un sujeto corriente y moliente capaz de equivocarse como cualquier hijo de vecino. El pacto es muy sencillo: el alma sólo se entrega a los caudillos infalibles. Como Castro”.

“La psiquiatría tiene perfectamente descrita psicologías como la de Fidel Castro. Les llama personalidades narcisistas y están clasificadas entre los desórdenes mentales más frecuentes. Los narcisistas se autoperciben como seres grandiosos, poseedores de una importancia única. Encarnan la idea platónica de la vanidad humana. Por ello esperan que se les trate de una forma especial y distinta de los demás mortales. Ante la crítica o la censura, si provienen de un subalterno, reaccionan airadamente, con violencia verbal y física, pero si se originan en una fuente distante, aparentan la mayor indiferencia”.

“Son ambiciosos y egoístas en grado extremo. Las normas son para los demás. Se suponen acreedores de todo tipo de trato favorable, pero no toman en cuenta las necesidades del prójimo. La reciprocidad es una palabra que no existe en sus vocabularios. Por eso sus relaciones interpersonales son muy frágiles y conflictivas. Les temen, pero no los quieren. Es casi imposible querer a un narcisista. Es difícil apreciar realmente a quienes no pueden demostrar empatía o compasión ante la desgracia de sus allegados. Es contranatura querer a quien define la lealtad del otro como una total subordinación a sus criterios, gustos y principios. Eso sería querer a quien te aplasta y devora”.

“Los rasgos de la personalidad narcisista casi nunca se presentan en estado puro. Con frecuencia los acompaña el histrionismo. Esto es, una forma de exhibicionismo que se expresa en las ropas extravagantes, la conducta excéntrica y un evidente desprecio por lo que se considera socialmente aceptable. Fidel, como ocurría con Hitler y Mussolini, otros dos narcisistas de libro de texto, tiene mucho de histrión. Su disfraz permanente de militar de campaña, su gesticulación espasmódica, la transfigurada expresión de su rostro desde la tribuna, lo definen como un histrión. Además de ser, está disfrazado de Fidel Castro. Pero el histrionismo es también una técnica de manipulación. Fidel comparece ante los cubanos como un hombre iracundo y agresivo. Ese es su mensaje corporal. Siempre está a punto de estallar, de declarar una guerra, de hacer algo tremendo. No sólo quiere impresionar. Quiere intimidar. Y lo logra. Quienes lo rodean, le temen. Aun los más próximos. Sobre todo los más próximos. Temen sus exabruptos, sus recriminaciones, sus gritos, pues Castro, que puede ser extremadamente delicado, encantador con un visitante extranjero, no vacila en recurrir a las peores groserías para censurar a un subalterno. Ése es uno de los más tristes signos de la sociedad cubana. Es un universo en el que todo el mundo tiene miedo. Menos una persona. Menos el caudillo que desde las alturas de su poder, trepado a su ego inmarcesible, maneja a los cubanos como le da la gana”.

Cuando Castro era un estudiante de Derecho, muestra síntomas de ser un psicópata; alguien que carece de empatía, por lo cual la vida de los demás carece totalmente de valor. Montaner escribe al respecto: “El propósito de Fidel, entonces en los primeros años de la carrera, diciembre de 1946, era que Manolo Castro –con quien no tenía ningún parentesco- lo apoyara para convertirse en líder en la Escuela de Leyes, y para lograr sus simpatías hizo algo realmente monstruoso: intentó asesinar a balazos a Leonel Gómez, un líder estudiantil de las escuelas secundarias que se decía enemigo de Manolo Castro, hiriendo a otro estudiante en la refriega, como recuerda Enrique Tous, compañero de Fidel en Belén y en la universidad”.

“Vale la pena detenerse en esta sangrienta anécdota. Fidel no es un niño de trece o catorce años, sino un joven de 20. Estudia Derecho y es egresado de una escuela religiosa donde durante mucho tiempo intentaron inculcarle la compasión y el amor al prójimo. Leonel Gómez no es su enemigo personal. Apenas lo conoce. No puede odiarlo, y desde luego, tampoco ha intentado asesinarlo en medio de un ataque de ira. Se trató de un acto premeditado, frío, audaz, concebido como un medio de obtener los favores de una persona a la que le convenía servir, aun al precio de cometer un asesinato. Pero falló dos veces: Leonel no muere y Manolo Castro no le agradece el «favor». Por el contrario: le manda un mensaje despectivo con José de Jesús Ginjaume: «Dile a ese tipo que no voy a apoyar a un mierda para presidente de Derecho». Fidel no se lo perdonará jamás”.

Las revoluciones científicas

Se entiende por revolución, en cuestiones cognitivas, la aparición de una nueva teoría que invalida a la vigente en un determinado momento histórico. Este fue el caso del modelo heliocéntrico (el Sol al centro) de Copérnico que invalida al geocéntrico (la Tierra al centro) de Ptolomeo, o bien el caso de la física de Galileo que invalida a la anterior de Aristóteles. Una vez iniciada la etapa de la ciencia experimental, es decir, una vez que el conocimiento puede ser verificado experimentalmente, resulta acumulativo, ya que nunca retrocede, por lo que cesan las revoluciones en el sentido indicado.

De ahí que exista cierta contradicción en la expresión “revolución científica” ya que toda nueva teoría tiene una mayor generalidad que la anteriormente vigente sin que ésta pierda su validez. Si la teoría reemplazada era errónea, no debe hablarse de “revolución”, ya que simplemente se trataba de una teoría que no fue verificada convenientemente, habiéndosela debido abandonar en un primer momento. Sin embargo, varios autores hablan de las “revoluciones científicas” como si fueran parte del proceso normal de progreso del conocimiento, tal el caso de Thomas S. Kuhn. Incluso respalda tal afirmación con el popular término de “paradigma”. Al respecto escribió: “Hace varios años se publicó mi libro «La estructura de las revoluciones científicas». Las reacciones que despertó han sido varias y en ocasiones estruendosas…”. “Al escuchar conversaciones, particularmente entre los entusiastas del libro, en ocasiones me es difícil creer que todos los participantes hayan leído el mismo libro. Pues debo concluir, con pesar, que parte de su éxito se debe a que casi toda la gente puede encontrar casi todas las cosas que quiere”.

“Ningún aspecto del libro es tan responsable de esa plasticidad excesiva como la introducción del término «paradigma», palabra que figura en sus páginas más que cualquier otra, aparte de las partículas gramaticales. Forzado a explicar la falta de un índice analítico, acostumbro indicar que, si lo tuviera, la entrada que más se consultaría sería la siguiente: «Paradigma, 1-172, passim.». Las críticas, sean comprensivas o no, coinciden en subrayar el gran número de sentidos diferentes que le doy al término. Un comentarista, quien pensó que valía la pena realizar un escrutinio sistemático, preparó un índice analítico parcial y encontró por lo menos veintidós usos diferentes, que van desde «una realización científica concreta» hasta «conjunto característico de creencias e ideas preconcebidas»” (De “La tensión esencial”-Fondo de Cultura Económica-México 1996).

La popularidad del libro pudo deberse al atractivo que presenta la posibilidad de una ciencia verdaderamente revolucionaria, de la cual convenga solamente estudiar las últimas teorías vigentes sin necesidad de estudiar todo lo anterior por tener una validez circunstancial; siendo el ideal de quienes buscan dar “el gran salto” sin realizar el correspondiente trabajo intelectual. Richard P. Feynman escribió: “La gente siempre está preguntando por los últimos desarrollos en la unificación de esta teoría con aquella otra, y no nos da la oportunidad de explicarles nada sobre las teorías que conocemos bastante bien. Siempre quieren conocer cosas que no sabemos. De manera que en lugar de confundirles con un montón de teorías a medio hacer y parcialmente analizadas, me gustaría hablarles de un tema que ha sido completamente analizado” (De “Electrodinámica cuántica”-Alianza Editorial SA-Madrid 1992).

El modelo elemental de sistema planetario solar de Copérnico fue corregido por Kepler quien, basado en observaciones astronómicas, encuentra que las órbitas planetarias son elípticas, en el caso general, en lugar de circulares. Galileo, con la observación de los satélites naturales de Júpiter, fortalece los argumentos copernicanos. Finalmente Newton establece las leyes de la dinámica junto a la ley de gravitación universal. Reconociendo el trabajo de sus predecesores, especialmente de Galileo y de Kepler, expresa: “Si he tenido una visión más amplia, es porque me he subido a los hombros de gigantes”.

Esta expresión no lleva implícita ninguna revolución invalidante de los trabajos anteriores. Un siglo después, aparece una reformulación de la mecánica newtoniana por parte de Joseph L. Lagrange y posteriormente otra distinta realizada por William Hamilton. Para la descripción de los fenómenos atómicos y nucleares se utiliza el “lagrangiano” y el “hamiltoniano” poniendo en evidencia que la física reciente se ha construido con conceptos introducidos algunos siglos atrás.

Otra innovación importante se debió a Michel Faraday, quien introduce los campos de fuerza, como magnitud física descriptiva, por carecer de suficientes conocimientos matemáticos. Einstein se preguntaba “¿Hubiese Faraday introducido los campos de fuerzas si hubiera ido a la universidad”. Luego James Clerk Maxwell establece la síntesis de electricidad, magnetismo y óptica como ampliación del conocimiento aportado por Faraday y otros científicos, sin destruir ninguna teoría anterior.

Otro error que se advierte en Kuhn implica el haber considerado la validez de la descripción de una ley natural, no en función de su concordancia con la realidad descripta, sino de su “aceptación por parte de la comunidad científica”. Ruy Pérez Tamayo escribió: “Kuhn insiste en que la historia demuestra que el rechazo de una teoría científica y su sustitución por otra ha obedecido mucho más a fuerzas irracionales e ilógicas, más relacionadas con factores sociológicos que por principios racionales”. “Kuhn examina el papel fundamental que desempeña la comunidad científica como árbitro de lo que es la ciencia y de su calidad…” (De “¿Existe el método científico?”-Fondo de Cultura Económica-México 1990).

Puede mencionarse el caso del matemático Evariste Galois, iniciador de la teoría de grupos, quien muere en un duelo antes de cumplir los veintiún años de edad. Pasa la noche previa corrigiendo sus trabajos y le encarga a un amigo, previendo el desenlace desfavorable, que se los lleve a Augustin Cauchy. Este afamado matemático, conociendo al autor de los trabajos, un indisciplinado “agitador político”, no se molesta en estudiarlos quedando abandonados en un cajón de su escritorio. Cuando muere Cauchy, unos 50 años después de realizados los trabajos de Galois, son estudiados por los matemáticos y comienza la trascendencia póstuma de su autor. En este caso, la “comunidad científica” que rechaza el nuevo conocimiento está personificada en Cauchy. Sin embargo, la validez matemática resulta independiente de los gustos y de las opiniones particulares.

Cuando Gregor Mendel publica las bases de la genética, la comunidad científica lo ignora, incluso por no entender acerca de probabilidades matemáticas empleadas por su autor. Unos treinta años después, aparecen tres redescubridores de tales leyes reconociéndose entonces la prioridad del descubrimiento. Nuevamente se advierte que la veracidad de una descripción no depende de la aceptación, o no, de los científicos influyentes del momento. Ian Hacking escribió: “¿Qué era esta «imagen de la ciencia» que Kuhn se proponía cambiar? Era, indudablemente, alguna combinación de los nueve puntos que señalamos enseguida:

1- El realismo: La ciencia es un intento por describir un mundo real. Las verdades acerca del mundo son verdades sin que importe lo que la gente piense, y hay una única descripción mejor de cualquier aspecto elegido del mundo.
2- La demarcación: Existe una distinción bastante aguda entre las teorías científicas y otros tipos de creencias.
3- La ciencia es acumulativa. Aunque son bastante comunes las partidas en falso, la ciencia en general edifica sobre lo que ya se conoce. El propio Einstein es una generalización de Newton.
4- Distinción entre observación y teoría. Existe un contraste bastante agudo entre los informes de las observaciones y los planteamientos de la teoría.
5- Fundamentos. La observación y el experimento aportan los fundamentos y la justificación de hipótesis y teorías.
6- Las teorías tienen una estructura deductiva y las pruebas de las teorías proceden deduciendo informes de observación partiendo de los postulados teóricos.
7- Los conceptos científicos son bastante precisos, y los términos empleados en ciencia tienen significados fijos.
8- Existe un contexto de justificación y un contexto de descubrimiento. Debemos distinguir: i) las circunstancias psicológicas o sociales en que se hace un descubrimiento de, ii) la base lógica para justificar la creencia de los hechos que se han descubierto.
9- La unidad de la ciencia: Debe haber una sola ciencia acerca del mundo real. Las ciencias menos profundas son reductibles a otras más profundas. La sociología es reductible a la psicología, la psicología a la biología, la biología a la química y la química a la física”.

“Ningún filósofo ha sostenido exactamente estos nueve puntos, pero forman un útil conjunto, no sólo de discusión filosófica técnica sino también de difundida concepción popular de la ciencia”.

Más adelante: “A consecuencia de este punto de vista, Kuhn está en oposición, en diversos grados, con todos los puntos, del 1 al 9” (De “Revoluciones científicas”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

De la misma manera en que Marx, con su “lucha de clases” y con la eliminación de la propiedad privada, intentaba cambiar al hombre y al mundo (aunque lo cambió parcialmente y para mal), Kuhn pretende cambiar el significado de la ciencia basado en un concepto mal definido, como el de “paradigma”, y con las “revoluciones científicas” que, estrictamente hablando, no existen.

Cada vez que aparece un autor con ideas confusas, incompatibles con la realidad, aparece una multitud de seguidores que simpatizan con la postura en cuestión motivados por extraños intereses. Compatibilizar el desarrollo histórico de la física con la visión de Thomas S. Kuhn exige gran trabajo intelectual, si es que se logra hacerlo, mientras que, posiblemente, la sociología y otras actividades cognitivas que no llegaron a una etapa científica, puedan compatibilizarse. Una buena inversión de tiempo y de trabajo intelectual implica tratar de conocer las distintas ramas de la ciencia a través de historiadores y divulgadores manteniéndose alejado de los filósofos de la ciencia que no parecen reconocerlas tal como son. Mario Bunge escribió: “Constructivismo-relativismo es la gnoseología inherente a la sociología, antropología y filosofía de la ciencia inspiradas por Thomas S. Kuhn y Paul Feyerabend….Según ellos, los científicos no estudian la realidad, sino que la construyen; y no cooperan entre sí para comprenderla, sino que luchan por el poder. (De ese modo, ponen de cabeza el análisis clásico de Robert K. Merton). Y, puesto que consideran que los hechos son construcciones convencionales, sostienen que hay tantas verdades como grupos sociales. O sea, la validez de toda pieza de conocimiento sería relativa al grupo, la sociedad o la circunstancia: no habría verdades universales o transculturales” (De “Crisis y reconstrucción de la filosofía”-Editorial Gedisa SA-Barcelona 2002).

jueves, 13 de agosto de 2015

Doble sustancia vs. sustancia única

Entre los principales problemas filosóficos que han mantenido ocupadas las mentes de los pensadores, se encuentra el de la composición de todo lo existente. Mientras que para algunos existen dos sustancias básicas, otros sostienen que todo está hecho con una sustancia única. La palabra sustancia, que antes se escribía “substancia”, significa “lo que está (stancia) debajo (sub)”, es decir, el material con que se construyó el universo.

La postura dualista tuvo mucho que ver con la compatibilidad requerida por la religión predominante. Así nos encontramos en primer lugar con un “dualismo macroscópico” por el cual se admite la existencia de un mundo natural y también de uno sobrenatural, regidos por leyes diferentes. Lo natural es referido a lo humano y lo sobrenatural a lo divino, mientras que los contactos entre ambos mundos se establecen a través de la revelación y los milagros.

A nivel individual, existiría además un “dualismo microscópico” por el cual se admite la existencia del cuerpo, ligado al mundo natural, y del alma, vinculada al mundo sobrenatural. La necesidad de ambos dualismos se requería para hacer posible el paso de nuestra alma, posteriormente a la muerte, a la vida eterna. Los filósofos debieron realizar verdaderos malabarismos mentales para imaginar las interacciones entre el cuerpo y el alma, de donde surgieron diversas alternativas.

Entre las figuras representativas de ambas posturas puede mencionarse a René Descartes (dualista) y a Baruch de Spinoza (monista). John R. Searle escribió: “La doctrina más famosa de Descartes es el dualismo, la idea de que el mundo se divide en dos clases diferentes de sustancias o entidades de existencia autónoma. Se trata de las sustancias mentales y las sustancias físicas. A veces, el dualismo cartesiano recibe el hombre de «dualismo sustancial»”.

“Descartes creía que una sustancia debía tener una esencia o un rasgo esencial que la hacía ser lo que era (por cierto, toda esta jerga sobre la sustancia y la esencia proviene de Aristóteles). La esencia de la mente es la conciencia o el «pensamiento», como él la denominó; y la esencia del cuerpo es el hecho de extenderse en tres dimensiones del espacio físico: la «extensión» en el vocabulario cartesiano”.

“El dualismo cartesiano fue importante en el siglo XVII por varias razones, sobre todo porque parecía dividir el territorio entre ciencia y religión. Los nuevos descubrimientos hechos durante esa centuria parecían plantear una amenaza a la religión tradicional y había terribles disputas sobre el conflicto aparente entre fe y razón. Aunque no por completo, Descartes desactivó este conflicto al asignar, de hecho, el mundo material a los científicos y el mundo mental a los teólogos. La mente se concebía como un alma inmortal y no era un tópico apropiado para las indagaciones científicas, mientras que los cuerpos podían ser investigados por ciencias como la biología, la física y la astronomía. La filosofía, por cierto, podía a juicio de Descartes estudiar tanto la mente como el cuerpo” (De “La mente”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 2006).

Por otra parte, Diana Cohen Agrest escribió: “En lugar de estas dos sustancias, Spinoza afirma la existencia de una única sustancia «que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una existencia eterna e infinita», de los cuales el hombre –condicionado por su propia conformación psicofísica- conoce sólo dos: el pensamiento y la extensión. Pero como suele hacer con tantos conceptos, Spinoza redefine no sólo la noción de sustancia, sino también la de atributo. La Escolástica había sostenido que los atributos de Dios eran, entre otros, la bondad, la omnipotencia, la omnisciencia, la providencia, la eternidad. En su epístola a Henry Oldenburg de abril de 1662, Spinoza reconoce que su teoría de los atributos –junto con su premisa de que no puede concebirse un Dios trascendente y escindido de la Naturaleza- es la parte de su doctrina más odiada por los teólogos, pues invierte el orden establecido: los atributos de Dios de Spinoza no son esas propiedades tradicionales del Dios de las religiones sino las esencias constituyentes de ese Dios sustancial, maneras en que la realidad es construida, articulada o expresada. Spinoza piensa que pensamiento y extensión no son sustancias creadas por Dios, ni emanaciones de la sustancia, sino atributos que constituyen la esencia de ese Dios-Naturaleza”.

“Adviértase, entonces, que en total desacuerdo con la doctrina judeocristiana, para la cual el Dios de la teología es sólo espiritual y, obviamente, no corpóreo, Spinoza declara temerariamente que la extensión expresa la actividad de la propia naturaleza divina. Su Dios es una divinidad pensante, pero también corpórea. Sin embargo, el hecho de que se identifique a Dios con la naturaleza no significa que se conciba esta última como la mera suma total de cosas particulares, como un agregado arbitrario de cosas singulares. Dios es la naturaleza considerada como un sistema infinito y necesario de leyes universales, en el que todas las cosas ocupan un lugar necesariamente determinado y en referencia al cual deben ser comprendidas” (De “Spinoza. Una cartografía de la Ética”-EUDEBA-Buenos Aires 2015).

Es oportuno mencionar el caso de una innovación tecnológica que fue inspirada por el problema filosófico en cuestión, tal la bomba de vacío de Otto von Guericke. Desiderio Papp escribió: “Los pensadores escolásticos negaron el vacío y, apoyándose en Aristóteles, argumentaron que Dios no puede actuar en la nada; como Dios es omnipresente, el vacío –igual a la nada- no podría existir. Descartes profesa la misma opinión. Si Dios, enseña, retirara, por un milagro, de un recipiente toda materia e impidiera a otra materia ocupar el lugar, las paredes del recipiente se juntarían, dado que una extensión no puede subsistir sin sustancia. El Todopoderoso, opinó Guericke, no precisa materia para actuar; el vacío no es, por consiguiente, irreconciliable con las leyes divinas de la naturaleza. Guiado más bien por este pensamiento que por el deseo de demostrar la presión y elasticidad del aire, Guericke emprende durante los años 1632 a 1641 sus célebres experimentos” (De “Historia de la Física”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1961).

La inmortalidad del hombre no resulta fácil de comprobar ni tampoco de negar. Sin embargo, para ser posible, no es necesaria la dualidad alma-cuerpo ni la dualidad sobrenatural-natural. Si algo de nosotros puede ir a otra parte, luego de finalizada nuestra vida “terrestre”, ese algo bien puede ser conducido por ondas electromagnéticas, sin necesidad de algo más complejo. Luego, si no es imprescindible la dualidad mencionada, podemos optar por la alternativa más simple, si ello concuerda mejor con la realidad.

Incluso si se detectara con cierta seguridad que una de las dos dualidades no concuerda con la realidad, se vería que la otra no tendría necesidad de existir. Si no hay un alma que “vuele” a algún rincón sobrenatural, no habría necesidad de que tal destino existiese. De ahí que, si existe realmente la inmortalidad, tal proceso podría establecerse, en principio, aun bajo la suposición de que todo está estructurado con una sustancia única.

Según el cristianismo, el camino de la felicidad es el mismo que el de la inmortalidad, de ahí que queda al alcance de nuestras decisiones el cumplimiento de los mandamientos, por lo que debemos dejar de lado los planteos filosóficos teniendo presentes los resultados concretos que esperamos de la vida. La ética resulta independiente de las posturas filosóficas adoptadas y depende esencialmente del cumplimiento de tales mandamientos antes que de la adhesión a las creencias acerca de cómo está constituido el mundo.

La dualidad cuerpo-alma, o mente-cerebro, se fue aclarando cuando se pudo hacer una analogía con una computadora digital, que tiene un hardware (circuitos), capaz de sustentar un software (programación). Luego, el cerebro, con sus neuronas, es el soporte de la información que ahí se procesa, siendo la mente una especie de programación. La analogía entre el hombre y la computadora sólo resulta válida en cuanto a la sustancialidad considerada, pero no respecto del funcionamiento en sí, ya que el cerebro procesa imágenes mientras que la computadora digital procesa información codificada mediante “unos” y “ceros”. Estanislao Bachrach escribió: “El cerebro es como el hardware. Las neuronas y sus conexiones –llamadas sinapsis- forman cables”. “El cerebro es materia, la podés tocar. La mente o actividad mental sería tu software. Pensamientos y emociones que «corren» por tu hardware; no es materia, no la podés tocar”.

“Lo que tenés o lo que le pasa a tu cerebro afecta de manera directa a tu mente. Por ejemplo, si tenés un derrame cerebral (hardware afectado) en el área del cerebro responsable del habla, seguramente no podrás hablar o tendrás dificultades para hacerlo (software afectado). Sin embargo, nadie sabe con precisión cómo esto ocurre, como se traduce de lo material a lo no-material”.

“Pero hoy existen pruebas de un nuevo paradigma, y es que también funciona a la inversa. Es decir, tu actividad mental puede estimular la modificación de conexiones neuronales existentes o la creación de nuevas conexiones neuronales. Utilizando tu software podés alterar y cambiar tu hardware” (De “En cambio”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2014).

Así como el físicoculturista puede mejorar tanto su aspecto como su fortaleza física, también, con un adecuado entrenamiento mental, se podrá mejorar tanto la condición mental como el atractivo intelectual. En ambos casos, la diferencia puede ser de unos 3 puntos (en una escala que va del 1 al 10) entre no hacer ejercicios (físicos o mentales) y hacerlos en forma adecuada. Incluso, no hacerlos implica no compensar el natural deterioro por el paso del tiempo.

También una mejora ética puede establecerse a partir del condicionamiento de nuestra actitud a través del pensamiento. Federico Fros Campelo escribió: “«Se cambia el modo de sentir al cambiar el modo de pensar», este es el lema de los terapistas cognitivo-conductuales, cuyas prácticas siguen teniendo mucho éxito en la actualidad. Ellos manejan dos principios simples:

a) Si hemos aprendido varias reacciones emocionales por condicionamiento del entorno, ¿por qué no habrían de condicionarnos nuestros propios pensamientos? Lo que pensamos puede habituar respuestas emocionales tanto de manera positiva como negativa.
b) Si lo que pensamos se repite una y otra vez, estaremos configurando las conexiones sinápticas como plastilina, inscribiendo creencias que quedan ‘arraigadas’. Forjaremos un reticulado neuronal que nos hace automatizar formas de pensar y de sentir, o sea, recurrentes y sin prestarles atención consciente” (De “Ciencia de las emociones”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2013).

Vemos así que la conformación del cerebro, con una sola sustancia, presenta las características requeridas por el proceso de adaptación cultural al orden natural.