jueves, 6 de agosto de 2015

Cultura y supervivencia

Mientras que en épocas pasadas el elevado nivel cultural de la población constituía una ventaja en muchos sentidos, en la actualidad, además de ser una ventaja, se ha convertido en una imperante necesidad para asegurar su supervivencia. Cada año se incorporan al planeta unos cien millones de habitantes, lo que provoca un importante aumento en la demanda de alimentos, agua potable y energía, con el consiguiente deterioro ambiental. Si la población mundial crece a un promedio del 1,5% anual, entonces, multiplicando 7.000 millones por 0,015, da un incremento de 105 millones. Michael E. Webber escribió: “En julio de 2012, el fallo de tres de las redes eléctricas regionales de la India produjo el mayor apagón de la historia de la humanidad. Más de 620 millones de personas (el 9% de la población mundial) se quedaron sin electricidad. La causa: problemas en la producción de alimentos debidos a la escasez de agua. Como consecuencia de una pertinaz sequía, los agricultores habían conectado un gran número de bombas para extraer aguas subterráneas cada vez más profundas. Bajo un sol abrasador, su consumo disparó la demanda de electricidad. A su vez, la falta de agua provocó que las centrales hidroeléctricas funcionasen peor de lo habitual”.

“El mundo está tratando de mejorar el suministro de energía, agua y alimentos de forma individual, pero tales desafíos deben afrontarse de manera integrada. Esa perspectiva también reportaría beneficios en cuestiones ambientales, pobreza, control de la población y enfermedades”.

“Desperdiciar menos comida permitiría ahorrar energía y agua. Las granjas urbanas podrían aprovechar el agua residual de las ciudades. Las turbinas eólicas en el desierto pueden convertir aguas salobres subterráneas en agua dulce. Y una red de suministros inteligente ahorraría energía y agua”.

“Los responsables de los sectores energéticos, hídrico y alimentario, así como los representantes políticos, han de dejar de pensar y actuar por separado. Deberían diseñarse planes que integrasen los retos en energía, agua y alimentación e implementasen mejoras técnicas en las infraestructuras” (De “Investigación y Ciencia”-Prensa Científica SA-Barcelona / Febrero 2015).

Entre los problemas existentes en cuestiones de alimentación, se observan desequilibrios importantes entre distintas zonas del planeta. Luis de Sebastián escribió: “En el mundo había en el 2006 unos 870 millones de personas que padecían habitualmente hambre, una condición que se puede medir por las deficiencias de calorías consumidas (menos de 2.000 calorías diarias). A mediados del 2008, dado el incremento tan enorme de los precios de los alimentos, el número de hambrientos puede llegar a los 1.000 millones. Por otro lado, hay al mismo tiempo unos 1.000 millones de personas con exceso de peso y obesas. El exceso de peso se mide por el número de calorías consumidas –más de 3.500 diarias- y no quemadas, y por el «índice de masa corporal». Sumando los afectados por los dos tipos de problemas de alimentación, se obtiene la escalofriante suma de 2.000 millones de personas (casi la tercera parte de la población mundial). Estas personas o no se alimentan suficientemente o no se alimentan bien. Así resulta evidente que el nuestro es un planeta de gordos y hambrientos” (De “Un planeta de gordos y hambrientos”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2009).

El aumento del precio de los alimentos se debe esencialmente a una producción que no acompaña al incremento del consumo. Incluso se da el caso de gobiernos que perjudican la producción ganadera, lechera y agrícola, como en la Argentina, mientras que simultáneamente aducen haber adoptado medidas en “beneficio del pueblo”. Las retenciones estatales a los ingresos por las exportaciones agrícolas limitan la producción de alimentos en lugar de promoverla. Siendo el capital un importante factor de la producción, se advierte que gran parte de los capitales generados en algunos países subdesarrollados van a los países centrales ante el temor a una confiscación estatal. Así, mientras que el chavismo y el kirchnerismo generan adhesiones promoviendo el odio hacia EEUU y Occidente, adoptan decisiones políticas y económicas que favorecen el éxodo de capitales justamente hacia esos “imperialismos”.

Quienes sostienen que las naciones poderosas deberían enviar ayuda económica a los países pobres, no tienen en cuenta que tales ayudas generalmente terminan agrandando los patrimonios de las camarillas gobernantes, retornando a las naciones desarrolladas en forma de cuentas bancarias personales.

Una posible solución consistiría en ampliar el proceso de la globalización hasta incluir a los países pobres. Sin embargo, esta alternativa no goza de aceptación por cuanto la ideología socialista se opone a todo lo que implique “capitalismo”. Por lo que resulta poco probable que las cosas mejoren ante la mentalidad reinante en esta época. Chantal Millon-Delsol escribió: “El siglo XX intenta concretar políticamente las teorías creadas en el siglo XIX. El siglo XX organiza el terror institucional, porque el siglo XIX forjó las utopías. El siglo XX imagina pseudo-espiritualismos porque el racionalismo moderno ha secado el espíritu, pero para hacerlo utiliza el racionalismo heredado. Las religiones desparecidas son reemplazadas por mitos regeneradores”.

“La política ocupa el lugar de lo sagrado; tiene su catecismo, sus ritos y sus sacerdotes. Ella genera lógicamente el fanatismo, por haber secularizado los paraísos. Todas las concepciones políticas del siglo XX se precian de revolucionarias, salvo el pensamiento del Estado de Derecho. Pero todas fracasan en su empresa de renaturalización social. Finalmente, es sin duda el pensamiento del Estado de Derecho el que ha realizado la verdadera revolución”.

“Todo observador no sometido al vasallaje del marxismo sabía desde hacía décadas que la economía colectivista arrastraría a la escasez y que el estado ideológico produciría la opresión. Por desgracia, esta clase de observadores no era demasiado abundante en la clase intelectual europea. El desastre económico y humano no era suficiente para que estas mentes abandonaran su fe. Por eso, hubo que esperar a que ese desastre se viera súbitamente expuesto y comentado, con estupor, por los propios custodios de la ortodoxia. Es, pues, la confesión del fracaso, y no el fracaso mismo, lo que marca el fin de la utopía, como si sus feligreses hubieran tenido necesidad de que se los despidiera para partir…”.

“Los años 1989-1990, que cierran el ciclo comenzado en 1914, ven entonces el desmoronamiento de las defensas totalitarias. Las sucesivas revoluciones del Este europeo son las primeras revoluciones modernas que no devoran a sus hijos. Pues son, en el fin de un ciclo, las primeras revoluciones antirrevolucionarias, las que tienden a volver a poner el mundo en su lugar, a poner fin al proyecto infernal de recreación del hombre. Quizás anuncien el comienzo de una nueva era realista, que se corresponda con la era espiritual de la cual hablaba Malraux –la utopía reemplazaba a lo real y a lo espiritual; ahora, su estallido abre la posibilidad de restaurar los dos términos complementarios y asociados” (De “Las ideas políticas del siglo XX”-Editorial Docencia-Buenos Aires 1998).

Antes de intentar solucionar los problemas actuales, se requiere un avance cultural significativo, que involucre tanto lo ético como lo cognitivo. Adviértase que los inconvenientes señalados al principio tienen una base común; se deben a que el hombre actual prioriza el bienestar del cuerpo desatendiendo tanto los aspectos afectivos como los cognitivos. De ahí que resulta imprescindible promover el progreso cultural en forma masiva, como una necesidad imperante de la época. Willy Durant escribió: “¿Por qué parece haber muerto la filosofía? ¿Por qué sus hijas, las ciencias, tras dividirse su herencia, la han echado fuera de casa, como al rey Lear, con ingratitud más fría que los vientos invernales?”. “En otros tiempos hombres principalísimos estaban dispuestos a morir por ella: Sócrates prefirió ser su mártir antes que vivir escondiéndose de sus enemigos; Platón se arriesgó dos veces para conquistarle un reino; Marco Aurelio la amaba con más pasión que a su propio trono, y Giordano Bruno se dejó quemar en la pira por fidelidad a ella. Hubo épocas en que los reyes y los papas temían a la filosofía y enviaban a prisión a los adeptos de ella para evitar la caída de sus propias dinastías”.

“Y bien puede merecer la filosofía ese desprecio y olvido tal como ha sido escrita durante los últimos doscientos años. Pues ¿qué ha sido de la filosofía desde que murieron Bacon y Spinoza? En su mayor parte no ha pasado de ser sino epistemología, teología escolástica del conocimiento, mera técnica esotérica, mística e incomprensible discusión acerca de la existencia del mundo exterior. La inteligencia que podía haber hecho reyes-filósofos, se encerró en análisis eruditos de las razones inventadas en pro y en contra de la posibilidad de que existiesen (cuando dejaban de ser percibidos) nuestros vecinos, las bacterias, los océanos y las estrellas. Y durante doscientos cincuenta años esta guerra de ranas y ratones ha ido adelante, sin resultado alguno apreciable para la filosofía de la vida, y sin provecho para nadie, excepto para los impresores” (De “Filosofía, cultura y vida”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1945).

Hace falta, en nuestra época, el docente colectivo que, mediante la divulgación de la ciencia, haga resurgir en los hombres su dimensión intelectual, que es una parte importante de nuestra naturaleza humana. Junto a la promoción de la ética natural, por la cual debemos tratar de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, son el punto de partida requerido para poder, más tarde, intentar resolver los problemas acuciantes que se presentan a la humanidad.

Posiblemente vendrá una mejor época cuando la ciencia sea valorada, no sólo por las ventajas asociadas a la tecnología y a las comodidades para nuestro cuerpo, sino cuando haya sido incorporada como un valor cultural importante. Richard P. Feynman escribió en el Epílogo de sus “Lecciones de Física”: “Permítanme agregar que la intención principal de mis clases no ha sido prepararlos para un examen –tampoco prepararlos para trabajar en la industria o en las fuerzas armadas-. El propósito mayor ha sido hacerles apreciar lo maravilloso que es el mundo y cómo lo encara el físico, porque creo sinceramente que esto constituye una gran parte de la verdadera cultura de los tiempos modernos (hay profesores de otras materias que probablemente lo objetarán, pero en mi opinión ellos están completamente equivocados)”.

“Tal vez ustedes no sólo hayan llegado a la valoración de este aspecto de la cultura; quizás quieran participar en la aventura más grandiosa que jamás haya emprendido la mente humana” (De “Lecciones de Física de Feynman” de R.P. Feynman-R.B. Leighton y M. Sands-Fondo Educativo Interamericano SA-1971).

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