martes, 29 de agosto de 2023

Trato igualitario

En épocas de crisis, podemos encontrar sus primeros síntomas en el simple trato cotidiano en cada ambiente social. Es así que podremos sentirnos cómodos, o no, dependiendo de la sensación, o sentimiento, de igualdad, que surja en el trato. Si nos hacen sentir “poca cosa”, degradándonos de alguna manera, tal situación podrá incluso repercutir en nuestra autoestima, especialmente cuando no sea muy alta. También podremos sentirnos incómodos cuando tratan mal a otras personas, o bien cuando somos completamente ignorados. Por el contrario, al advertir un trato igualitario, nos surge la idea de que el interlocutor nos considera igual de importantes que su propia persona, o que al menos hacia ello apunta.

El sentimiento de igualdad, que surge del trato cotidiano, no debería estar vinculado con nuestro nivel económico o social, sino que debería depender principalmente de la predisposición de las personas a establecer vínculos sociales. De ahí que la mayor parte de los pueblos ha tratado de promover el buen trato, la educación y esencialmente la empatía, por la cual nos ubicamos imaginariamente en el lugar de los demás quedando predispuestos a compartir sus estados de ánimo. Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

El caso más desigualitario es protagonizado por el soberbio, que hace a veces cierto esfuerzo para mostrar simpatía luego de haber descendido de su pedestal imaginario para ponerse al nivel de los simples mortales. También hay quienes se muestran agradecidos por esta "accesibilidad"; luego, cuando alguien los trata realmente desde una postura igualitaria, suponen que se trata de personas de "bajo nivel" y tienden a tutearlas o bien a tratarlas con cierta indiferencia.

Respecto del trato igualitario, Fernando Savater escribió: "El filósofo trascendentalista Ralph Waldo Emerson, pensador de cabecera de Abraham Lincoln, era un afamado conferencista en una época en la que esta elocuente especie no abundaba tanto como ahora. En cierta ocasión, después de una de sus homilías, le informaron de que en el auditorio se encontraba una mujer de condición humilde, vendedora de fruta en el mercado o algo así, que nunca dejaba de asistir a esos eventos y hasta hacía sacrificios para ir a escucharle en ciudades cercanas".

"Democráticamente conmovido, el sabio de Concord quiso saludar a la buena señora. «Me han dicho que suele asistir a mis conferencias», le dijo benévolo y ella repuso: «¡Oh, sí, no me pierdo ninguna!». «Veo, señora mía, que es usted aficionada a la filosofía». «¡No, por Dios, yo no entiendo nada de esas cosas! Todo lo que usted dice es demasiado elevado para mí». «Pues, entonces, no veo porqué...», comentó el desconcertado gran hombre. Y ella concluyó, gozosa: «Es que me gusta oírle porque nos habla como si todos fuésemos inteligentes»".

"En efecto, ésa es precisamente la función específica del intelectual: tratar a los demás como si también fuesen intelectuales. Es decir, no tratar de hipnotizarles, intimidarles o seducirles sino despertar en ellos el mecanismo de la inteligencia que sopesa, evalúa y comprende. Hay que partir de la premisa socrática de que todo el mundo se revela inteligente cuando se lo trata como si lo fuera" (De "Política de urgencia"-Ariel-Buenos Aires 2015).

Perfil psíquico del autócrata

Por D. Pastor Petit

A lo largo y ancho de la historia universal, se han registrado autócratas de muy diversa factura, y no fuera cuerdo catalogarlos a todos bajo el mismo rasero. Los ha habido más o menos radicales, más o menos agudos u obtusos y, en fin, con todas las tendencias ideológicas, tanto de derecha, centro como izquierda. Ello no obstante, se han observado algunas constantes, algunos tics peculiares, los cuales vamos a reseñar como materia orientativa.

Con arreglo a lo que procede, podríamos aventurar que los ingredientes caracterológicos del autócrata presentan una gama de motivaciones especiales, de carácter permanente o esporádico, y de ellas se deriva lo que pudiera llamarse la plataforma del líder absolutista. Este aglutinará todos o gran parte de los ingredientes que vamos a reseñar, acaso alternando unos con otros, o evolucionando a tenor de las circunstancias. Helos aquí:

1. Sed de poder y afán de protagonismo.
2. Egocentrismo exacerbado.
3. Mesianismo nacional, racial, ideológico o político.
4. Miedo a la libertad.
5. Frustraciones en la niñez o adolescencia, o posteriores, o de orden profesional.
6. Insuficiencia física o sexual.
7. Endeble formación intelectual.
8. Pobreza de esquemas interiores.
9. Involucionismo gubernamental y político.
10. Inadaptación al medio y/o marginación.
11. Envidia a ciertos niveles.
12. Desmedida autovaloración.
13. Religiosidad peculiar o ausente, o de tinte retrógado.
14. Ética: el fin justifica los medios.
15. Sacralización de la disciplina.
16. Objetividad en lo prójimo o inmediato, y fantasía divagante en lo lejano y abstracto.
17. Carácter emprendedor, seguro de sí mismo y carismático.
18. Repugnancia ante la pluralidad de pareceres.
19. Carácter impositivo.
20. Temor al ridículo con ciertos complejos de inferioridad.

No podría decirse que los autócratas del siglo XX difieran sustancialmente del perfil arriba descrito, pero el avance de las ciencias sociales y políticas propició ciertos medios -que sofisticaron su irradiación- antes desconocidos. De ahí que el autócrata de la actual centuria deba requerir para su estudio determinados planteamientos y, en suma, otras luces, otras herramientas.

(De "La guerra psicológica en las dictaduras"-E. P. TANGRAM. S.L.-Barcelona 1994).

lunes, 28 de agosto de 2023

Cristianismo vs. Nacionalismos

Si bien el mandamiento cristiano del amor al prójimo ya aparece como una sugerencia moral en el Antiguo Testamento, su significado cambia en el Nuevo Testamento. Al respecto, Paul Wienpahl escribió: "«Prójimo» es la palabra clave. En el primitivo sentido bíblico quería decir el conciudadano, es decir el paisano hebreo. Y es claro que tal comportamiento garantizaría de verdad el reconfortante funcionamiento de un cuerpo cívico".

"Los pueblos del mundo antiguo oyeron el mensaje: la buena nueva, el Evangelio. Ama a tu prójimo, pero en el Evangelio «prójimo» vino a significar ser humano" (De "Por un Spinoza radical"-Fondo de Cultura Económica-México 1990).

Puede decirse que la actitud promovida por el Antiguo Testamento era similar a la propuesta por los diversos nacionalismos, es decir, consideran una desigualdad esencial entre el individuo que comparte una misma nacionalidad, o una misma pertenencia a un grupo social, respecto del resto de los seres humanos. Por el contrario, para el cristianismo es esencial contemplar una igualdad entre todos los seres humanos, hijos de un mismo Dios, lo que resulta una postura acorde con la visión amplia requerida por la religión.

Las grandes catástrofes sociales ocurridas durante el siglo XX, con las guerras mundiales y los totalitarismos, tuvieron bastante vinculación con los nacionalismos exagerados, considerando al ciudadano de otro país como un enemigo. Si bien en los países beligerantes se aceptaba parcialmente al cristianismo, los comportamientos observados parecieron ignorarlo completamente, con el alto costo del sufrimiento generalizado.

En la actualidad, por el contrario, se promueve cierta igualdad en la consideración del inmigrante que busca entrar en los países más desarrollados. Sin embargo, muchas veces, estos inmigrantes no se adaptan a las sociedades receptoras llegando incluso a pretender imponer sus costumbres y creencias religiosas. Esto constituye también una forma de nacionalismo, o sectorismo, en tierras ajenas.

No parece justo que los países que padecen una mala organización política y económica, expulsen a una parte importante de su población para que vayan a otros paises a crearles problemas casi insolubles. Así como se distingue el nacionalismo del patriotismo, debe distinguirse el egoísmo del amor propio. Los países atrasados, que expulsan a sus ciudadanos, son países con poco patriotismo, derivado de poco amor propio de sus integrantes. Mario Vargas Llosa escribió: “El nacionalismo es la cultura del inculto, la religión del espíritu de campanario y una cortina de humo detrás de la cual anidan el prejuicio, la violencia y a menudo el racismo. Porque la raíz profunda de todo nacionalismo es la convicción de que formar parte de una determinada nación constituye un atributo, algo que distingue y confiere una cierta esencia compartida con otros seres igualmente privilegiados por un destino semejante, una condición que inevitablemente establece una diferencia –una jerarquía- con los demás".

"Nada más fácil que agitar el argumento nacionalista para arrebatar a una multitud, sobre todo si es pobre e inculta y hay en ella resentimiento, cólera y ansias de desfogar en algo, en alguien, la amargura y la frustración. Nada como los grandes fuegos artificiales del nacionalismo para distraerla de sus verdaderos problemas, para cerrarle los ojos sobre sus verdaderos explotadores, para crear la ilusión de una unidad entre amos y verdugos. No es casual que sea el nacionalismo la ideología más sólida y extendida en el llamado Tercer Mundo”.

El nacionalismo surge otras veces como defensa en contra de los imperialismos, que a la vez son impulsados por nacionalismos expansionistas. Mario Vargas Llosa escribió: “La verdadera cuna del nacionalismo moderno es Alemania y su progenitor intelectual Johann Gottfried Herder. La utopía contra la que éste reacciona no es la de un mundo remoto sino de actualidad arrolladora: esa revolución francesa, hija de los «philosophes» y de la guillotina, cuyos ejércitos avanzan por todo el continente, nivelándolo e integrándolo bajo el peso de unas mismas leyes, ideas y valores que se proclaman superiores y universales, portaestandartes de una civilización que pronto abarcará el planeta entero".

"Contra esa perspectiva de un mundo uniforme, que hablaría francés y estaría organizado según los principios fríos y abstractos del racionalismo, levanta Herder su pequeña ciudadela hecha de sangre, tierra y lengua: «das Volk». Su defensa de lo particular, de las costumbres y las tradiciones locales, del derecho de cada pueblo a que se reconozca su idiosincrasia y se respete su identidad, tiene un signo positivo, nada racista ni discriminatorio –como lo tendrán, después, estas ideas en un Fichte, por ejemplo- y ella puede interpretarse como una muy humana y progresiva reivindicación de las sociedades pequeñas y débiles frente a las poderosas, animadas de designios imperiales. Por lo demás, el nacionalismo de Herder es ecuménico; su ideal, el de un mundo diverso, en el que coexistan, sin jerarquías ni prejuicios, como en un mosaico cultural, todas las expresiones lingüísticas, folclóricas y étnicas de ese arco iris que es la humanidad” (De “Desafíos a la libertad”-Alfaguara-Buenos Aires 2009).

La primera reacción contra la “invasión cultural” es la del nacionalismo. Luego, cuando éste se consolida, el país que lo sustenta puede intentar “invadir culturalmente” a otros pueblos, siendo la secuencia que ha provocado nefastos resultados a lo largo de la historia. El citado autor escribe: “De la afirmación de lo propio se pasaría luego al rechazo y menosprecio de lo ajeno. De la defensa de la singularidad alemana, a la de la superioridad del pueblo alemán –léase ruso, francés o anglosajón- y a una misión histórica que por motivos raciales, religiosos, políticos le habría tocado cumplir frente a los demás pueblos del mundo, y a la que éstos no tendrían otra alternativa que resignarse o ser castigados si se resistían. Ése es el camino que condujo a las grandes hecatombes de 1914 y de 1939”.

sábado, 26 de agosto de 2023

Principio descriptivo de la vida inteligente

En las descripciones científicas, o que siguen el método científico, por lo general se proponen los principios descriptivos luego de haber tenido en la mente la mayor parte de los fenómenos descriptos. Tales principios sirven luego como punto de partida para facilitar la deducción de tales fenómenos. Debe aclararse que el seguimiento del método científico no garantiza la veracidad de una descripción, siendo un requisito necesario pero no suficiente.

Uno de los principios que se emplea para la descripción tanto de la vida en general como de la vida inteligente es el propuesto por Baruch de Spinoza: "El esfuerzo con que cada cosa trata de perseverar en su ser, no es sino la esencia activa de esta cosa. Tal esfuerzo cuando se relaciona sólo con el alma se llama voluntad; pero cuando se relaciona a la vez con el alma y con el cuerpo, se llama instinto".

"El instinto no es pues otra cosa que la esencia misma del hombre; y de la naturaleza de dicha esencia se sigue necesariamente lo que sirve para su conservación. De todo esto se deduce que no nos esforzamos por nada, ni queremos, anhelamos o codiciamos cosa alguna porque la juzgamos buena sino por el contrario, la juzgamos buena porque nos esforzamos por ella, la queremos, anhelamos y codiciamos" (Citado en "Spinoza" de Carl Gebhardt-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1977).

Al respecto, Fernando Savater escribió: "Lo que todo ente quiere, lo sabemos al menos desde el propio Spinoza, es perseverar en su ser y aumentar al máximo su perfección y eficacia. La voluntad de Schopenhauer y la voluntad de poder de Nietzsche no son más que la visión dolorida y culpabilizada y la visión exaltada, trágicamente afirmativa, del mismo conatus".

"De este impulso esencial, constituyente, brota todo lo que en cualquier sentido vale para cada existente, sea éste animado o inanimado, vegetativo o racional. Ningún otro tipo de «valores», es decir, de intereses radicales y últimos, puede hallarse, salvo los que derivan del conatus básico. Nadie pretende conservar su ser con vistas a otra cosa, Spinoza dixit, ni nada ni nadie pretende otra cosa que conservar su ser" (De "El contenido de la felicidad"-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1994).

El principio de Spinoza debería expresarse de una manera que permitiera explicitar una finalidad de la vida de cada ser humano, lo que equivaldría a encontrar un sentido de la vida objetivo, que habría de añadirse a los sentidos de la vida individuales. Si existe una tendencia a perseverar en el ser, o en la esencia de cada ser humano, impuesta por el propio orden natural, el camino que ha de satisfacer tal tendencia ha de ser la adaptación a las leyes naturales que conforman dicho orden. Tal adaptación apuntará a nuestra supervivencia colectiva, de donde la palabra "supervivencia" implica algo semejante a "perseverar en nuestro ser".

Para facilitarnos las cosas, el orden natural premia con la felicidad nuestra predisposición a promover la supervivencia de la humanidad, lograda con la cooperación social derivada de nuestra empatía emocional. Todos los desvíos a esta postura óptima se verán exentos de este premio, en una forma gradual. Como los premios, o su ausencia, son un logro personal, puede encontrarse una justificación de aquellos planteos filosóficos que identificaban el mal como una "ausencia del bien".

La perseverancia en nuestro ser implica la continuidad y permanencia de todos los atributos que caracterizan la vida inteligente, es decir, los emocionales, intelectuales y corporales. El aspecto que caracteriza toda decandencia humana puede interpretarse como una mutilación generalizada de algunos de tales atributos, principalmente el asociado a la empatía emocional, del cual surge el comportamiento ético.

En cuanto a la adaptación a las leyes naturales, podemos ejemplificar tal proceso con la ley de gravedad. Adaptarnos a dicha ley implica ser apto para vivir en un mundo en donde estamos permanentemente sometidos a ella. Al cuidarnos de caer al piso desde cierta altura estamos protegiendo nuestra integridad y nuestra vida en función de la existencia de dicha ley. Infringirla implica sufrimiento. Así, todas las leyes que gobiernan nuestra mente y nuestro cuerpo, actúan en forma semejante, es decir, están siempre presentes. De cada uno de nosotros depende nuestra adaptación a las mismas.

La preocupación por dejar rastros de nuestro paso por la vida es otro "síntoma" del principio de perseverancia mencionado. De ahí la justificación, o la comprensión, de muchas acciones humanas reñidas con la ética elemental, como la del político que juega sucio para arribar al poder y así permitir que su nombre aparezca en el futuro en los libros de historia. Si nos sintiéramos integrantes de toda la humanidad, posiblemente pensaríamos más en la supervivencia del conjunto que en la nuestra individual.

En otras épocas, cuando se creía firmemente en la posibilidad de una vida posterior a la muerte, tampoco la gente se sentía del todo feliz, por cuanto podía vivir atormentada con la posibilidad de una vida posterior en el infierno. Aún cuando nada se pueda asegurar al respecto, sólo resulta accesible a nuestras decisiones adaptarnos al orden natural orientados por los "premios" que nos otorga si nos hacemos merecedores de los mismos.

viernes, 25 de agosto de 2023

Peronitis

Por Carlos Ialorenzi

Hace dos meses intentamos desde esta columna explicar en parte este extraño fenómeno que aqueja a nuestro país desde hace casi ocho décadas llamado peronismo.

En esa oportunidad dijimos entre otras cosas que es "una extraña afección que se da en la Argentina, que ha contagiado casi todos los organismos del poder y a otras fuerzas políticas, para la cual todavía no encontramos un tratamiento o una vacuna que lo erradique". Por otro lado, también hemos mencionado la manera que han encontrado muchos de justificar su actuación política diciendo que es un movimiento y así explicar sus diferentes cambios en el ejercicio del poder, o también la más ocurrente de todas las explicaciones que es la expresada por el Sr. Julio Bárbaro: "el peronismo es un recuerdo que trae votos".

AUTORITARISMO Y DEMAGOGIA

El gobierno que ejerció Juan Domingo Perón entre el 4 de junio de 1946 y el 16 de septiembre de 1955, fue un gobierno autoritario en el que se combatió a todo aquél que no estuviera de acuerdo con lo que Perón y su mujer querían.

Es así como, haciendo un rápido repaso por ese duro y triste período de nuestra historia, en que se trató al que pensaba distinto como a un enemigo, podemos enumerar algunas de las cuantiosas acciones llevadas a cabo por el régimen:

Se incorporó a los libros de lectura escolares, textos e imágenes exaltando la figura del matrimonio presidencial poniéndolos como próceres, se impuso el nombre de Perón y Eva Perón a provincias, ciudades, pueblos, barrios, hospitales, etc. Al pelearse con la Iglesia reemplazo imágenes religiosas por el retrato de ambos, sancionó la ley de divorcio vincular, sus acólitos incendiaron y profanaron doce Iglesias de la Ciudad de Buenos Aires y la Curia Metropolitana, haciendo que la policía y los bomberos no actuaran a tiempo pese a estar todas en el radio céntrico y cerca de la Casa Rosada. Cambió la Constitución Nacional vulnerando la mayoría exigida para su modificación en 1949, dispuso el luto obligatorio cuando murió Eva. Fueron incendiadas la Casa Radical, la Casa del Pueblo, la sede del Partido Demócrata Nacional y el Jockey Club. Encarceló a adversarios políticos, entre ellos al líder radical Ricardo Balbín. Clausuró y confiscó el diario La Prensa, también clausuró “La Vanguardia” y “La Nueva Provincia” entre otros. Instituyó la medalla de la lealtad peronista, creó los jefes de manzana cuya misión era señalar a los opositores.

Dividió a la familia argentina, se desató la inflación como nunca había ocurrido. Las frases predilectas eran “Alpargatas sí, libros no”. “Haga patria mate un estudiante”. Fue la época del “San Perón” y de la infaltable marcha aduladora del “jefe” en la que entre otras barbaridades se lo menciona como ¡el primer trabajador!

DIVULGADOR DE VIOLENCIA

Sus famosas arengas a la multitud en la Plaza de Mayo, se basaron siempre en denostar a los que pensaban distinto y en promover la violencia.

Es así como desde los balcones de la Casa de Gobierno se escucharon frases como: “El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2/8/46). “Levantaremos orcas en todo el país para colgar a los opositores” (8/9/47). “Vamos a salir a la calle, de una sola vez, para que no vuelvan nunca más ni los hijos de ellos” (8/6/51). “Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos” (31/8/51). “Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades…puede ser muerto por cualquier argentino” (31/8/55). “Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos” (31/8/55).

También es recordada su famosa frase ¡Al enemigo ni justicia!, la cual volvió repetir por televisión en junio de 1972.

LA VUELTA

En 1973, con la vuelta del peronismo en el poder: Cámpora, Lastiri, Perón y María Estela Martínez, se inició otro de los períodos más violentos de nuestra historia. El terrorismo subversivo con atentados explosivos que causaron miles de víctimas, los secuestros y asesinatos de Rucci, Mor Roig, del Comisario Gral. Villar y su esposa, del Capitán Viola y su pequeña hija, el secuestro y asesinato del Cnel. Larrabure, son parte de una larga lista de víctimas.

Huelgas, desabastecimiento, el famoso “Rodrigazo” que significó un incremento inflacionario entre un 200 y 400% de un día para el otro, “el brujo” López Rega que era el hombre más influyente sobre Perón y su mujer, ascendió de Cabo de la Policía Federal a Comisario General (Decreto 1350 del 3/5/74) y fue el mentor de la famosa organización parapolicial denominada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).

Pasaron 49 años de la muerte de Perón. Su legado y sus herederos políticos son los mayores responsables de este dramático presente que vivimos.

(De www.laprensa.com.ar)

jueves, 24 de agosto de 2023

Teología: de la imaginación a la razón y a la observación

La palabra "teología" significa "estudio o conocimiento de Dios", por lo cual existen distintos caminos para lograr ese conocimiento. Si nos remitimos a la Biblia, podemos advertir el predominio de un mensaje que apunta hacia la obediencia de todo ser humano respecto a la voluntad de un Dios con atributos humanos. Es una etapa en que predominan las pasiones sobre la razón.

Con el afianzamiento de la filosofía, comienza un proceso que busca el predominio de la razón sobre las pasiones, siendo Baruch de Spinoza una figura representativa de ese método. Al negar los fundamentos esgrimidos en la etapa anterior, surgen reacciones en su contra. Mientras el primer periodo se caracteriza por la difusión de un conocimiento adaptado a las personas más simples, el periodo racionalista se caracteriza por dirigir sus conclusiones a un reducido sector de la sociedad.

Al respecto, Fernando Savater escribe: "Lo que la Sagrada Escritura intenta es lograr la obediencia de los judíos -pues a ellos iba en principio destinada-, mientras que aquello a lo que aspira la filosofía es a la verdad. «No es de admirar que los libros sagrados hablen tan impropiamente de Dios en todas partes y que le atribuyan manos, pies, ojos, oídos, alma y hasta un movimiento local, y además pasiones del ánimo, para hacerlo celoso, misericordioso, etcétera; y que, en fin, lo representen como un juez sentado en los cielos sobre un trono real y con Cristo a la derecha. Hablan de este modo según la inteligencia del vulgo, a quien la escritura pretende hacer no sabio sino obediente» (Spinoza)".

En el mismo sentido, Thomas Hobbes escribió: "La Escritura se escribió para mostrar a los hombres el reino de Dios, para preparar sus mentes a fin de que se hicieran sus súbditos obedientes, dejando el mundo, y la consiguiente filosofía, a discusión de los hombres, para el ejercicio de su razón natural. Que el movimiento de las tierras o soles haga el día y la noche o que las acciones exorbitantes de los hombres procedan de la pasión o del demonio (siempre que no le adoremos) es todo lo mismo en lo que toca a nuestra obediencia y sumisión a Dios todopoderoso, que es aquello para lo que se escribió la Escritura" (De "Leviatán"-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1993).

Savater agrega: "Todos los hombres sin excepción tienen que relacionarse con la naturaleza divina y someterse a las disposiciones imprescindibles de la sociedad humana. La Biblia no es ni más ni menos que la solución que un pueblo determinado sin ventajas sobre las demás naciones, el pueblo judío, pergeñó para resolver este problema. La Sagrada Escritura es un empeño de la imaginación -como tal caprichoso y contradictorio- para proporcionar a unos hombres los conocimientos sobre cómo regir su vida que son necesarios para la buena organización de la comunidad humana. Por supuesto, la razón es capaz de conseguir este objetivo de forma mucho más directa y sin fábulas coactivas, pero en cambio está al alcance de muchos menos hombres" (De "El contenido de la felicidad"-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1994).

Además de la imaginación y la razón, debemos tener presente la observación de los efectos que producen las diversas formas de teología, o de caminos hacia el conocimiento de Dios. Esta manera de encarar el tema no es otra cosa que el método de la ciencia experimental. Esta vez se intenta conocer a Dios a través de su obra: las leyes naturales que caracterizan todo lo existente. También aquí vale aquello de que: "...por sus frutos los conoceréis".

Mientras que las religiones bíblicas adoptan como referencia los Libros Sagrados, elaborados por seres humanos inspirados en la idea de Dios, el científico adopta como referencia las propias leyes naturales, siendo un conocimiento directo del Creador, que pasa a ser una figura hipotética que se utiliza para describir el sentido de todo lo existente.

Como la religión moral no se distingue de la ética, puede decirse que se trata de una ética natural, que contempla los atributos que nos caracterizan como seres humanos. De ahí que la esencia de la religión moral consiste en despertar en todo individuo una actitud o predisposición favorable a nuestra adaptación al orden natural. Ello implica aceptar el gobierno de dichas leyes sobre cada uno de nosotros, materializando la idea del gobierno o Reino de Dios. De ahí la expresión de Cristo: "El Reino de Dios está dentro de vosotros", es decir, no se trata del gobierno exterior de un Dios que nos dirige desde algún lugar del universo sino que está inmerso en cada uno de nosotros a través de las leyes eternas e invariables que constituyen su esencia.

martes, 22 de agosto de 2023

Maquiavelo y el marginamiento en sus últimos años

Se dice que "No hay mal que por bien no venga", ya que muchas circunstancias adversas, al menos en un principio, terminan por resultar favorables en el largo plazo. Uno de estos casos es el de Galileo Galilei, obligado a permanecer en su casa con la prohibición de seguir apoyando el modelo copernicano del sistema solar, le permite reunir en un libro la mayor parte de sus contribuciones a la física.

Nicolás Maquiavelo, acusado injustamente de participar de una conspiración en contra del gobierno de Florencia, es torturado y luego marginado de la vida política de su ciudad. Esta indeseable situación, sin embargo, le resulta adecuada para escribir sus libros más conocidos. Fernando Lucero Figueroa escribió al respecto: "Finalmente, el tercer periodo [de la vida de Maquiavelo] que va desde 1513 hasta su muerte, ocurrida en 1527 precisamente en el triste año del saqueo de Roma será el periodo del exilio en San Casciano y de su actividad como escritor".

"Allí transcurrirá sus días finales cazando tordos, levantándose a la mañana con el sol, recorriendo el bosque cercano de su propiedad...Ese sería el ambiente y el escenario donde escribirá El Príncipe y La primera década de Tito Livio" (De "Maquiavelo. El poder y la pasión"-UNR-Rosario 2001).

Acerca de esta etapa de la vida de Maquiavelo, José Luis Romero escribió: "Como todos los colaboradores de la organización republicana, Maquiavelo fue depuesto y, poco después, complicado en la conspiración de Luca Capponi y Pietro Paolo Boscoli, a consecuencia de lo cual sufrió la tortura; pero, comprobada su inculpabilidad, le fue permitido retirarse a San Casciano, cerca de Florencia, donde vivió largos años de su vida, procurando, a veces, reconquistar las posiciones oficiales, preocupado, otras, por el duro vivir de cada día, y entregándose, a ratos, al amable goce de los humildes cuya existencia compartía, para tratar de olvidar la amargura que atormentaba su corazón".

"En el pobre retiro de San Casciano, Nicolás Maquiavelo arrastra su genio, su miseria y su ocio, medidos, en perpetuo y amargo contraste, con su ambición y su grandeza. La Florencia de comienzos del siglo le ha tocado con su desventura y con su gracia y ha dejado en él su signo inconfundible sin alterar, empero, la recia arquitectura de su espíritu. Escéptico y burlón, como los florentinos de su tiempo, la dulce y declinante ciudad del Arno no ha podido mellar el agudo filo de su inteligencia clarividente ni debilitar su inspiración descubridora".

"Maquiavelo percibe con dramática e irónica acuidad el abismo que separa su destino misérrimo y su altísima alcurnia intelectual, y sabe sonreír cuando se encoleriza, y aprende a vivir su doble existencia sin que el uno salpique de barro cotidiano la noble dignidad de la otra".

"Por la mañana recorre su bosque y discute con los leñadores el precio de la leña y procura venderla a buen precio con ingenio y malicia, quejándose de la mala fe ajena y procurando, a su vez, superar en astucia a quien espera sorprenderlo; pero en su mano lleva a Petrarca o a Dante, a Tíbulo o a Ovidio, para abismarse en su mundo poético, inaccesible e inviolable, cuando del bosque parta hacia la enramada, vecina la fuente, donde acuden los pájaros; y de tal alto mundo quiere descender luego, y, al volver a su casa, se detendrá en la hostería para alternar con el molinero o con el huésped jugando a la cricca y discutiendo hasta insultarse a gritos, y se interrumpirá de pronto si se acerca, de paso, algún viajero a quien pueda interrogar sobre lo que pasa en la ciudad vecina, porque nada le apasiona tanto como el saber cómo se lucha entre los hombres por la conquista del poder".

"Pero al llegar la noche Messer Niccoló vuelve a ascender al mundo del espíritu, esta vez como en glorioso tránsito, vindicatorio de su humildad diaria: abandona su ropa polvorienta y campesina y viste el hábito noble del letrado, con el que le gustaba encerrarse en la apacible soledad de su gabinete, y allí comienza un largo diálogo con los grandes de la Antigüedad, con quienes gusta medir la magnitud de su ingenio, discutiendo como entre iguales, hasta sentir justificada su existencia y satisfecho su orgullo cuando dejaba asentada en un pliego la frase incisiva que expresaba de manera tajante la reflexión que el diálogo le sugería".

"Y así, realizadas las dos dimensiones de su temperamento, cumplida cada día la doble exigencia de tonificar su meditación con su amargura y de ennoblecer su humildad con el ejercicio de la inteligencia, Maquiavelo, optimista y desilusionado a un tiempo, va cristalizando en obras su existencia en el humilde retiro rural, sin que podamos saber si esperaba la gloria que conquistaba cada día y si gozaba la alegría del triunfo final que el tiempo guardaba para él, avaro y dilatorio" (De "Maquiavelo historiador"-Editorial Nova-Buenos Aires 1943).

La felicidad como camino a la supervivencia

Un buen diseñador del ser humano habría considerado otorgar un premio (la felicidad) a quienes favorecieran la supervivencia de la humanidad. De ahí que un mal diseñador habría considerado que, para favorecer tal supervivencia, el camino habría de estar asociado al sufrimiento.

Si consideramos las cuatro actitudes emocionales básicas (amor, odio, egoísmo, indiferencia) advertimos que es el amor al prójimo el camino hacia la supervivencia. Si una persona tiene la capacidad de poder compartir la felicidad ajena, de muchas personas, se produce una "ganancia" de felicidad apreciable. Y es en esto en donde se advierte que el camino de la supervivencia y el de la felicidad son uno y el mismo.

La ética natural ha de consistir en una actitud que conduce a todo individuo a compartir penas y alegrías ajenas como propias, lo que asegura que nadie va a perjudicar a los demás y, por el contrario, va a tratar de favorecer a los demás, cuando adquiera tal predisposición. Así se logra la supervivencia de los seres humanos como tales. Se entiende por supervivencia la continuidad y permanencia de los principales atributos humanos, como los emocionales, los intelectuales y los físicos. No podría hablarse de supervivencia si en el futuro la humanidad adoptara el odio o el egoísmo como actitudes predominantes.

La predisposición a compartir las alegrías ajenas se establece en forma simultánea a la predisposición a compartir las penas ajenas. Se establece el beneficio propio en forma simultánea a la exigencia de beneficiar al prójimo. Así parece funcionar el orden natural en lo que respecta a los seres humanos. La verdadera felicidad, además, es la que se puede transmitir a los demás. Esto se advierte cuando la persona en la que predomina la cooperación social se acerca a los demás y es bien recibida por cuanto tiene la predisposición a favorecernos de alguna manera.

En cuanto a las enseñanzas cristianas, puede decirse que favorecen tanto la felicidad individual como la supervivencia de la humanidad. Manuel Río escribió: "Las frases de San Agustín que cita Santo Tomás, en términos explícitos, dicen así: «Agustín enseña esto: Ninguna otra causa mueve al hombre a preocuparse hondamente por algo que le propone como un bien sino el fin que ese algo implica. A ser feliz: ese es el fin comportado por el bien verdaderamente tal»".

"Santo Tomás concluye: «Por eso Jesús comienza por la felicidad, diciendo: 'Felices los....'». Ese anuncio de la felicidad como término de la observancia de la preceptiva de Jesús, ese aseguramiento de la obtención por ese medio, resuena en todo el Nuevo Testamento como un leit motiv. La obra Novae concordantiae bibliorum sacrorum iuxta vulgatam critice editam (1977) registra cincuenta y dos textos del Nuevo Testamento en que la felicidad está taxativamente garantizada".

"A ellos han de sumarse no menos de ciento veinticinco en que la misma meta está designada por el vocablo «alegría», y otros innumerables en que se la llama «vida», «paz», etcétera. A contrario, ha de tomarse en cuenta los múltiples pasajes simétricos que previenen la desdicha, el sufrimiento para quienes incurran las transgresiones correlativas".

"San Pablo señala entre los «frutos del espíritu», «la alegría, la paz», es decir, otros tantos signos, en la tierra, de la felicidad. Santiago escribió: «Aquel que se decide por la ley perfecta de libertad, y se mantiene adherido a ella, no como oyente olvidadizo, sino poniéndola activamente en práctica, ése halla la felicidad, por la práctica»" (Del Prólogo a "Los fundamentos de la moral" de Henry Hazlitt-Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires-Buenos Aires 1979).

También sectores del catolicismo interpretan que la felicidad mencionada en los Evangelios hacen referencia a la vida posterior y que para llegar a ella debemos llevar una vida de penurias y sufrimientos. La aclaración de esta discordancia puede resolverse fácilmente poniendo en práctica al "Amarás al prójimo como a ti mismo", observando el error de tales sectores. Henry Hazlitt escribió: "Lo mismo que los ideales monacales y ascéticos de la Edad Media, el ideal de la virtud sintetizado en «la voluntad de abstención» es algo negativo. La virtud consistiría en abstenerse de algo. Pero es que la virtud es positiva".

"No es la simple ausencia del vicio, del mismo modo que el vicio no es la simple ausencia de virtud. Cuando un hombre duerme (a menos que se trate de un centinela o de alguien desempeñando un cargo que signifique no estar durmiendo) no puede decirse que sea virtuoso ni vicioso. Si, como afirmara en una oportunidad Aristóteles, «las mayores virtudes son aquellas que resultan más útiles para los demás», la «voluntad de abstención» ejercitada por usted sólo les será negativamente útil a los demás".

lunes, 21 de agosto de 2023

¿Quién produce la inflación?

Debido a que los atributos biológicos personales de todo ser humano trascienden las fronteras y las épocas, la mayor parte de los procesos sociales tienden a repetirse en distintos países y en distintas épocas. Este es el caso de los procesos inflacionarios.

Si queremos encontrar a los culpables del proceso inflacionario de la Argentina, resulta conveniente observar procesos similares ocurridos en otros países y en otras épocas para advertir que se trata de fenómenos similares. Los distintos procesos inflacionarios son ejemplos particulares de un proceso general que reconoce las causas principales, los efectos y las soluciones.

En todos los casos se advierte la existencia de un gobierno que tiende a gastar más de lo que el Estado recibe a través de los impuestos. Para hacer méritos y así mantenerse en el poder, los políticos a cargo del gobierno tienden a promover "ayudas" estatales a la producción y el consumo que, con el tiempo, favorecerán la aparición del fenómeno inflacionario.

La suba de precios que sigue a la expansión monetaria y crediticia más allá de lo que permite el mercado, es la respuesta que productores y comerciantes se ven obligados a realizar para mantener en pie sus respectivas empresas. Los políticos, por supuesto, nunca aceptarán sus propias culpas y, ante la opinión pública, acusarán a los "formadores de precios" por las consecuencias indeseables de la inflación. Esto es lo que ocurre, con diferencias en cada caso, en los distintos lugares en que se instala un proceso inflacionario.

Así como el estafador soluciona sus problemas económicos falsificando billetes, el político a cargo del Estado financia parte de su gestión haciendo imprimir billetes en exceso. Al producir efectos similares en la sociedad, la inflación se considera como la consecuencia de un delito previo. Ello se debe a que perjudica a todo el que posee dinero afectado por la excesiva impresión por cuanto reduce el valor contra su voluntad. Como por lo general el político culpa a otros por la inflación, al delito de la "falsificación legal" se le debe agregar el delito de la falsa acusación y difamación contra otros sectores, principalmente el empresarial.

Como gran parte de la población tiene asumido que la principal función del gobierno consiste en quitarle al rico para darle al pobre (por una vía distinta del trabajo), los políticos se esmeran por realizar tal "humanitaria" tarea, si bien mediante el proceso distributivo terminan perjudicando, con el impuesto inflacionario, a los sectores más pobres. Como lo que impera en los cerebros del político y del hombre-masa no es la realidad sino una ideología que la suplanta, las cosas no funcionan como deberían funcionar.

Para evitar que haya demasiada circulación de billetes, el Estado intervencionista impone altas tasas de interés para que la gente deposite parte de su dinero en plazos fijos. Así, si alguien deposita $ 100 para disponer luego de cierto tiempo de $ 120, quienes realizan una tarea productiva, luego de invertir $ 100, esperarán disponer de $ 140 o más; nunca esperarán los $ 120 de las épocas con poca o ninguna inflación, ya que ello lo obtendrían mediante el plazo fijo sin tener que correr ningún riesgo.

La floreciente "industria del plazo fijo" conduce a que la gente tienda a dejar de invertir en actividades productivas, incluso porque los intereses que cobran los bancos sobre los préstamos otorgados son muy elevados en periodos de alta inflación, absorbiendo el Estado gran parte de los depósitos de plazo fijo disponibles en los bancos, creando un círculo vicioso que destruye la economía real.

A continuación se trascribe un artículo que describe algo que sucedió "allá lejos y hace tiempo":

¿QUIÉN PRODUCE LA INFLACIÓN?

Por Henry Hazlitt

Durante el último cuarto de siglo el gobierno norteamericano ha desplegado una actitud particularmente esquizofrénica con respecto al enfrentamiento de los gastos versus la economía, la inflación versus la integridad del dólar.

Esto se ha reflejado frecuentemente en el Informe Económico anual del presidente. Un buen ejemplo lo constituye el Informe Económico del presidente Eisenhower, transmitido al Congreso el 20 de Enero de 1959. "Una condición indispensable para lograr un desarrollo económico vigoroso y contínuo -escribía éste- es la firme confianza de que el valor del dólar se mantendrá razonablemente estable en los próximos años". Pero la mayor parte del Informe apoyaba políticas que tienden a minar esa confianza.

Al describir las medidas gubernamentales que coadyuvaban a "lograr una pronta y firme recuperación", el presidente declaraba: "Se ha puesto en práctica una enérgica política monetaria y crediticia para asegurar la amplia disponibilidad de crédito. Se han promulgado leyes para extender temporariamente el periodo en que se tiene derecho a los subsidios por desocupación. Se tomaron numerosas medidas para estimular la actividad en el rubro de la construcción".

"Se hicieron gestiones para acelerar proyectos federales de edificación ya en marcha y para activar los proyectos sufragados con la ayuda financiera federal. Las actividades desarrolladas de acuerdo con una serie de planes federales de crédito, sumadas a aquellas llevadas a cabo en el campo de la vivienda, han ayudado a contrarrestar el receso. Y la aceleración del programa para la consecución de la defensa...ha ejercido un efecto expansivo".

Cada una de esas políticas era inflacionaria. Todas significaban inyectar nuevo dinero y crédito en el sistema, aumentando la cantidad de dólares y reduciendo su poder adquisitivo individual. Más adelante en el Informe, se admitía que la política de la Reserva Federal había permitido que los bancos comerciales, en 1958, "agregaran cerca de u$s 10.000 millones a sus activos en concepto de préstamos e inversiones", en gran parte mediante "aumentos de sus tenencias de títulos del gobierno de los Estados Unidos". Esto, a su vez, agregaba u$s 13.600 millones al total de la circulación monetaria (incluyendo los depósitos a plazo fijo inflados) y contribuia a elevar el costo de vida.

Sin embargo, el informe del presidente tornaba confusa la responsabilidad por la inflación y trataba de hacerla recaer en los consumidores, el comercio y el sector laboral. Se le aconsejaba al "consumidor individual comprar con prudencia, teniendo en cuenta el precio y la calidad", como si éste no fuera a hacerlo sin necesidad de que se lo pidieran. El gobierno, en realidad, estaba diciendo a los consumidores lo siguiente: «He aquí u$s 10.000 millones o más de dólares papel adicionales; pero no sean tan derrochadores como para gastarlos, pues entonces serían ustedes los responsables por el alza de los precios».

«A los hombres de negocio» se les decía que «debían emprender una batalla incesante contra los costos», como si el propio interés y la propia conservación no fueran recaudos suficientes de que así lo harían. Pero nada se decía con respecto a las leyes obreras federales (incluyendo las «tratativas» únicas obligatorias) que dejaban al empleador poco menos que impotente para resistir las demandas excesivas. Y a los «dirigentes de los sindicatos» (después de haberles otorgado legalmente poderes monopolísticos para efectuar convenios) se les solicitaba que no pidieran todo lo que podrían obtener en estas condiciones. Esto significaba que no durarían mucho como dirigentes obreros.

El presidente proseguía declarando: "Si los resultados anhelados no se pueden lograr conforme a las disposiciones que hemos tomado para determinar los salarios y los precios, la alternativa que nos queda sería inflación, que perjudicaría nuestra economía y traería privaciones para millones de norteamericanos, o los controles, que son ajenos a nuestro tradicional sistema de vida, y que serían un obstáculo para el desarrollo económico y el progreso de la nación". Lo que el presidente aparentemente decía es que eran los consumidores, los hombres de negocios y los dirigentes obreros quienes amenazaban provocar la inflación por su falta de "disciplina y moderación", y que ellos podrían "forzar" los controles gubernamentales.

Pero el verdadero culpable era y es el gobierno. El gobierno debe suspender el gasto deficitario, debe cesar de inundar el país con más dólares papel y debe dejar de estar alentando el monopolio en el campo laboral en tanto que culpa a "nuestra economía libre competitiva" por la suba de salarios y de precios.

Quizás la recomendación más importante del Informe Ecnómico de enero de 1959 era la de que el Congreso "enmiende la Ley de Empleo de 1946 para hacer de la estabilidad razonable de precios un objetivo explícito de la política económica federal, en coordinación con los objetivos de máxima producción, ocupación y poder adquisitivo ya especificados en la Ley". Si esta perniciosa Ley de Empleo de 1946 debe ser mantenida, dicha enmienda probablemente la haría a fin de cuentas menos perniciosa, porque esta ley ha sido siempre interpretada como una orden de inflar. Pero una solución infinitamente mejor sería derogar totalmente la ley.

(De "Qué es la inflación"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1961)

sábado, 19 de agosto de 2023

Einaudi vs. Rousseau

Si bien es recomendable que cada individuo tome decisiones por su propia iniciativa y voluntad, resulta inevitable que algunas decisiones, que incumben a toda la sociedad, sean adoptadas por algunos individuos a cargo del gobierno respectivo. De no existir tal gobierno, como lo es actualmente el Estado, se transita el camino hacia la anarquía y, posiblemente, al caos (excepto que la mayoría de los individuos carezca de defectos morales).

En épocas del Imperio Romano, las sociedades respondían a la "voluntad del Emperador", limitada por el Senado. Luego, en la época medieval, tanto los reyes como los papas trataban de cumplir con la "voluntad de Dios", si bien interpretada por las jerarquías monárquicas y eclesiásticas, respectivamente, por lo que se mantenían los gobiernos del hombre sobre el hombre, es decir, por imposición de la "voluntad del gobernante", algo un tanto alejado de la mencionada "voluntad de Dios" (Reino de Dios sobre los hombres).

Posteriormente se propone realizar la "voluntad general", o la "voluntad del pueblo", propuesta principalmente por Jean Jacques Rousseau. Como tal "voluntad" debe ser interpretada por alguien, tal intérprete termina imponiendo sus propios criterios sobre el resto de la sociedad. Este ha sido el origen ideológico que justificó las revoluciones de tipo totalitario que se realizarán en el futuro.

Adviértase que, mientras que el emperador romano tenía el contrapeso del Senado y el monarca medieval tenía el contrapeso de la Iglesia, bajo los sistemas fascistas, nazis y comunistas no existía contrapeso alguno por cuanto los ideólogos respectivos se encargaron de convencer a la gente que era beneficioso para todos disponer, bajo una sola voluntad, todo el poder político, económico, militar, cultural, etc, etc.

En oposición a estas tendencias surgieron los pensadores liberales que van a proponer la división del poder económico (democracia económica o economía de mercado) y la división de poderes del Estado (democracia política) para atenuar y limitar el peligro que surge cuando algún ser humano dispone del poder total y absoluto, como ocurre con los sistemas totalitarios.

La tendencia más efectiva es la de adaptarnos a la "voluntad aparente del orden natural", que no difiere esencialmente de adaptarnos a la "voluntad de Dios", por lo cual esta vez la misión de la Iglesia debería limitarse a conseguir que la mayoría de los seres humanos cumplan, o intenten cumplir, con los mandamientos bíblicos.

Mientras que Cristo pronunciaba: “Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo…”, Jean Jacques Rousseau sostenía que “La voz del pueblo es la voz de Dios”, concepto representativo de la “voluntad general”. Rousseau escribió al respecto:

“La voluntad general no coincide pues con la decisión tomada por la mayoría de los ciudadanos y de sus representantes. Hace falta que:
-La decisión sea tomada por los individuos, que voten los unos independientemente de los otros, sin sufrir las influencias de los grupos, facciones, partidos que sean o puedan hacerse paladines de intereses particulares.
-Pero como el ciudadano desea el bien más no lo conoce, debe ser instruido y conducido por quien conoce el bien común.
-El ciudadano así instruido debe inclinarse ante el resultado del voto, aun si quedó en minoría.
-Pero no tiene el derecho de seguir propugnando la que él considera la verdad y tampoco la tiene, cuando consiga persuadir a otros, de volcar la minoría en mayoría y modificar la ley.
-Nada de eso; el resultado de la decisión le hace sólo saber que él estaba en el error y no conocía la verdad. Los votantes no han afirmado con el voto de la mayoría una voluntad general. Esta preexistía y ellos la han sólo reconocido. Ella se impone con la evidencia de un axioma.
-El hombre es verdaderamente libre sólo si se somete a esta voluntad general que él no ha querido sino que ha simplemente reconocido porque lo iluminaron los que saben”.

(Citado en “Florilegio del buen gobierno” de Luigi Einaudi-Organización Techint-Buenos Aires 1970).

Respecto de estas sentencias, Luigi Einaudi, como figura representativa del pensamiento liberal, escribió: “Tal mensaje del ciudadano de Ginebra. No el voto de los ciudadanos sino el reconocer a los dioses es lo que afirma la voluntad general”.

“Tal vez Rousseau no preveía que su doctrina hubiera sido fecunda de efectos tan graves. Aparecieron los dioses por decenas y asumieron el cargo de conductores de los pueblos. De Robespierre a Babeuf, de Buonarroti a Saint-Simon, de Fourier a Marx, de Mussolini a Hitler, de Lenin a Stalin, se sucedieron los conductores para enseñar a los pueblos, ignaros de cuál era la verdad, cuál era la voluntad general que ellos desconocían; pero que una vez enseñada y reconocida, los pueblos no podían rehusarse a realizar”.

“Los pueblos han aprendido que la libertad no consiste en discutir primero e inclinarse la minoría después ante el deseo de la mayoría, salvo que exista el derecho a continuar discutiendo para reducir la mayoría a minoría. En el sistema de los dioses y de los conductores que descubrieron la verdad verdadera, los hombres se sienten libres sólo cuando el guía enviado por el oráculo divino ha indicado el camino de la verdad y condenado el error. El error, la desviación, la oposición al principio declarado en las tablas fundamentales del hombre-guía es ilícito, es un delito contra la voluntad general y debe ser eliminado”.

“No tiene importancia la fórmula con la cual el oráculo conduce a los hombres al descubrimiento de la verdad. Para Rousseau y Robespierre toma el nombre de «virtud», para Saint-Simon de religión de la ciencia, para Hitler el dominio de la sangre y la raza, para Marx la dictadura del proletariado. Las fórmulas cambian y pasan. La doctrina de una verdad que, descubierta, debe ser reconocida y obedecida, queda”.

Henry Hazlitt: Un hombre para muchas épocas

Por Bettina Bien Greaves

Henry Hazlitt, autor, periodista, editor, crítico, economista, ha escrito o editado 18 libros e innumerables artículos, columnas, editoriales y reseñas de libros. Ha ganado renombre en al menos tres áreas: como popularizador de un pensamiento económico seguro, como crítico de John Maynard Keynes y como contribuyente a la filosofía moral. Su libro La economía en una lección (1946), un éxito de ventas desde hace mucho tiempo, es una de las mejores introducciones a la economía sólida. Su crítica a Keynes, The Failure of the “New Economics” (1959), y su explicación de la filosofía moral, The foundations of morality (1964), son valiosas contribuciones al conocimiento y la comprensión, a la teoría económica y a los principios de la cooperación social. Henry Hazlitt es un hombre para muchas épocas. Sus escritos vivirán por generaciones.

Principios de su infancia y juventud

Henry Stuart Hazlitt nació en Filadelfia el 28 de noviembre de 1894, hijo de Stuart Clark Hazlitt y Bertha (Zauner) Hazlitt. Su padre murió cuando Henry era un bebé. Sus primeros años en la escuela los pasó en Girard College, una escuela en Filadelfia para niños pobres y sin padre.

Cuando Henry tenía 9 años, su madre se volvió a casar y sus fortunas revivieron. La familia se mudó a Brooklyn, Nueva York, y fue allí, en la Public School 11 y en la Boys’ High School, donde Henry recibió la mayor parte de su educación formal. Parece que Henry siempre ha tenido un don para escribir. Su profesor de inglés de la escuela secundaria reconoció su talento y lo nombró «crítico principal» de los exámenes de sus compañeros. Esto «no era una distinción del todo gratificante»1, escribió Henry más tarde, porque no le agradaba a sus compañeros de clase.

Cuando Henry terminó la escuela secundaria, entró en el City College of New York (CCNY) de la ciudad de Nueva York, pero se vio obligado a abandonar sus estudios al cabo de unos meses. Su padrastro había muerto y tenía que mantener a su madre viuda.

Un graduado de la escuela secundaria sin experiencia no valía mucho en el mercado laboral. El único trabajo para el que Henry estaba calificado era como oficinista a 5 dólares a la semana. Fue despedido de su primer trabajo después de sólo dos días. Pero eso no lo perturbó. Simplemente salió y consiguió otro trabajo.

En ese momento no había obstáculos legales para la contratación y el despido: no había un salario mínimo que el empleador tuviera que cumplir, no había que pagar impuestos de seguridad social o de desempleo, no había que retener impuestos sobre la renta, no había restricciones sobre las horas o las condiciones de trabajo. Cualquier posible empleador podría contratar a cualquiera que quisiera trabajar. Si el arreglo no funcionaba, el empleador podía dejar que el empleado se fuera sin penalización. O el empleado podría irse, confiando en que podría encontrar fácilmente otro empleo.

Henry tenía una sucesión de trabajos a $5 por semana. Cuando se enteró de que las secretarias podían ganar 15 dólares a la semana, decidió aprender taquigrafía y mecanografía. Durante varias semanas asistió a una escuela de secretariado. Con sus habilidades recién adquiridas, podía ganar entre 10 y 12 dólares por semana. Pero de nuevo, ninguno de sus trabajos duró mucho tiempo; aún no había encontrado su nicho. Finalmente decidió que quería ser reportero de un periódico. Solicitó un trabajo y fue contratado por The Wall Street Journal.

El Journal en ese momento era mucho más pequeño de lo que es ahora, e informaba principalmente sobre noticias de Wall Street. Los jefes de Hazlitt en The Journal le dictaron editoriales en la máquina de escribir y los reporteros le llamaron por teléfono para contarle sus historias. Poco a poco aprendió a través del entrenamiento en el trabajo.

Aunque todavía sabía muy poco sobre economía y mercado, se le asignó el cargo de reportero encargado de seguir a media docena de pequeñas empresas. Cuando asistió a una reunión anual, aprendió lo poco que sabía. La dirección votó inesperadamente para «pasar» su dividendo, es decir, para pasar por alto u omitirlo. Hazlitt asumió que «pasar» un dividendo significaba «aprobar» el dividendo. Afortunadamente para él, sin embargo, cuando entregó su informe utilizó su término; dijo que el dividendo había sido «aprobado». Su entrenamiento en el trabajo avanzó rápidamente; aprendió rápidamente la definición de inversión de esa palabra, y nadie se dio cuenta.

La revista tenía entonces una columna «By-the-Way», compuesta de breves comentarios sobre acontecimientos de actualidad. Se animó a los miembros del personal a enviar sus trabajos de forma anónima. Para cobrar el pago si se utilizó una entrada (75 centavos por entrada publicada), el autor entregaba la copia de su entrada. Con el don de expresión de Henry, pronto se convirtió en un contribuyente persistente y, con el tiempo, casi duplicó sus ingresos con lo que recibió por sus breves e ingeniosos párrafos «By-the-Way».

La educación hazlo por tu cuenta de Hazlitt

Henry Hazlitt era enérgico, ambicioso y trabajador. El entrenamiento en el trabajo no era suficiente para él. Estaba decidido a recibir la educación que había perdido cuando tuvo que abandonar la universidad. Así que empezó su propio programa de lectura. Leyó sobre Shakespeare y la controversia de Marlowe. Aprendió sobre la evolución y el papel del Estado leyendo a Herbert Spencer. Comenzó a leer sobre economía y mercado de valores. Con el tiempo, la profundidad y amplitud de su lectura le dio una amplia educación en artes liberales. Un libro titulado The Work of Wall Street le hizo darse cuenta de la importancia de la economía y el razonamiento filosófico. A partir de entonces leyó con un propósito: concentrarse en la economía. Leyó un par de textos universitarios. Aunque carecía de sofisticación en economía, su sentido común natural le advirtió que estuviera en guardia contra las ideas socialistas.

Un libro que encontró mientras navegaba en una biblioteca, The Common Sense of Political Economy (1910) de Philip H. Wicksteed, un ministro unitario británico, tuvo una profunda influencia en él. Wicksteed se había familiarizado con la Escuela Austriaca de Economía, la primera escuela de economía en reconocer que el «valor» es subjetivo y que los precios de mercado provienen de los valores subjetivos de los individuos. Este conocimiento ayudó a dar forma al desarrollo intelectual de Hazlitt y lo llevó a una comprensión firme de las operaciones del mercado y de la teoría de la utilidad marginal de la economía.

Además de leer, el joven Henry también dedicaba algún tiempo todos los días a escribir. Se propuso escribir un libro sobre un tema muy ambicioso, Thinking as a Science, y antes de que pasaran muchos meses, ya estaba terminado. Presentó el libro a cinco editores, recibió cinco rechazos y se desanimó. Entonces un amigo le instó a que lo enviara una vez más. Lo hizo, y esta vez fue aceptado por la conocida firma de E. P. Dutton & Co. En 1916, a la edad de 22 años, Henry Hazlitt se convirtió en un autor publicado.

En 1916, Hazlitt dejó The Wall Street Journal y se mudó al New York Evening Post, donde utilizó su experiencia en Wall Street para escribir «Wall Street Paragraphs». Trabajaba en el Post en 1917 cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial.

Primera Guerra Mundial

Henry quería ser voluntario, como lo hacían algunos de sus amigos, pero no podía permitírselo. El Ejército sólo pagaba $30 al mes, lo que no le permitía mantener a su madre. Luego la Fuerza Aérea anunció que ofrecía a los alistados $100 por mes. Henry se ofreció como voluntario, sólo para descubrir que, a pesar de su oferta publicada, la Fuerza Aérea no pagaba a los alistados más de lo que lo hacía el Ejército. Pero una vez en la Fuerza Aérea, no pudo salir. La madre de Henry lo pasó mal financieramente mientras él no estaba.

La Fuerza Aérea envió a Henry a Texas, a Princeton para estudiar en tierra, y luego de regreso a Texas para recibir instrucción de vuelo; no llegó al extranjero. Hazlitt aún estaba en Texas cuando terminó la guerra.

Pocos días después de la firma del Armisticio, el New York Evening Post le comunicó a Hazlitt que su sucesor para escribir «Wall Street Paragraphs» se iba. Podría recuperar su antiguo trabajo si pudiera estar allí en cinco días. Hazlitt partió casi inmediatamente hacia Nueva York en tren, fue directamente a la oficina, con la maleta en la mano, y trabajó en uniforme su primer día de vuelta en el trabajo.

Hazlitt pronto regresó a su antiguo régimen de lectura y escritura para su propia educación y edificación. Poco después había escrito un segundo libro, The Way to Will Power, publicado en 1922. En ese momento, Who’s Who tenía la política de listar automáticamente a cualquier autor que hubiera tenido dos libros publicados por empresas de renombre. Así que a los 28 años, Henry fue autor en dos ocasiones y su nombre apareció en Who’s Who.

Benjamin M. Anderson

Después de que Hazlitt regresó de la Fuerza Aérea, continuó su búsqueda de entendimiento económico. Entre otros libros sobre teoría monetaria, leyó The Value of Money (1917) de Benjamin M. Anderson. Hazlitt consideraba ese libro «profundo y original» y aprendió mucho de él. Anderson, que entonces enseñaba en Harvard, se convirtió más tarde en economista del Banco de Comercio y luego del Chase National Bank. Cuando Hazlitt era editor financiero del New York Evening Mail (1921-1923), ocasionalmente entrevistaba a Anderson en relación con los artículos que estaba escribiendo, y los dos hombres pronto se hicieron amigos. Hazlitt escribió el prólogo de la importante obra de Anderson, Economics and the Public Welfare: Financial and Economic History of the United States, 1914-1946 (1949).

En The Value of Money, Anderson había revisado un gran número de escritores, estadounidenses y extranjeros, la mayoría de ellos bastante críticos, sobre el tema del dinero. Pero cuando acudió al economista austriaco Ludwig von Mises, escribió que encontró en su obra «una claridad y un poder muy notables». Su Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel [más tarde traducida como Teoría del dinero y del crédito] es un libro excepcionalmente excelente». Esta fue la primera vez que Hazlitt oyó hablar de Mises, pero recordó su nombre y el comentario de Anderson. Años más tarde, cuando las obras de Mises estuvieron disponibles en inglés, Hazlitt se propuso leerlas.

Una carrera de lectura y escritura

A lo largo de su vida, Henry Hazlitt ha pasado la mayor parte de su tiempo en la máquina de escribir y con libros. A partir de los 20 años, escribió algo casi todos los días: noticias, editoriales, reseñas, artículos, columnas. Cuando cumplió 70 años, pensó que había escrito «en total unos 10.000 editoriales, artículos y columnas; ¡unas 10.000.000 de palabras! ¡Y en versión impresa! El equivalente verbal de unos 150 libros de longitud media». Hazlitt también ha escrito o editado 17 libros. (Ver la lista al final de este artículo.) Sus primeras obras fueron literarias y filosóficas, sus libros posteriores fueron en gran medida económicos.

Después de dejar The Wall Street Journal, Hazlitt trabajó en varios puestos, como comentarista económico, editor financiero, revisor de libros, escritor editorial, editor literario, columnista y editor- para cinco periódicos diferentes, incluyendo The New York Times (1934-1946), una carta financiera mensual y tres revistas, incluyendo Newsweek (1946-1966) para la cual escribió la columna «Business Tides». En 1950, mientras aún escribían para Newsweek, Hazlitt y John Chamberlain se convirtieron en editores de la recién fundada revista quincenal, The Freeman, predecesora de esta revista. Después de dejar Newsweek en 1966, se convirtió en columnista internacional.

La lectura y el estudio de Hazlitt a lo largo de los años para satisfacer su propia curiosidad intelectual abarcaron un amplio espectro de temas. Su vasta lectura, especialmente cuando era editor literario y crítico de libros, es evidente en Anatomía de la crítica (1933), en la que discute el papel de la crítica, la influencia de la crítica en el público y la influencia de la época en la crítica. La prodigiosa lectura y la prolífica escritura de Hazlitt a lo largo de estos años lo prepararon para las importantes contribuciones que iba a hacer a la comprensión de la teoría económica y la cooperación social.

Como resultado de los diversos trabajos de Hazlitt sobre noticias financieras y bursátiles, sus intereses se habían dirigido gradualmente hacia los negocios y la economía. Leyó muchos libros sobre economía, y se convirtió en un experto economista. Pero no escribió un libro sobre el tema hasta 1946.

El New York Times

Como gesto patriótico, The New York Times había hecho una promesa de no despedir a nadie durante la Depresión. Esto resultó ser una promesa muy costosa de cumplir. Significaba que The Times no contrató a nadie durante un par de años. En 1934 necesitaban urgentemente a alguien que supiera de economía. Así, en medio de la Depresión, Hazlitt fue contratado por The Times como redactor editorial.

The Times estaba entonces dirigido por Arthur Sulzberger, yerno del editor bastante «conservador» y propietario mayoritario, Adolph S. Ochs. La gerencia rara vez interfería con los editoriales de Hazlitt, aunque la hija de Ochs, la Sra. Sulzberger, ocasionalmente llamaba a Hazlitt y sugería alguna idea «izquierdista». Hazlitt explicaba: «El problema, Sra. Sulzberger, es que…» Ella respondía: «Bueno, tú lo sabes mejor que nadie». Así, The Times publicó lo que escribió Hazlitt, al menos hasta 1944. Más sobre esto más adelante.

Mises y Hayek

Hazlitt se enorgullece de su papel al ayudar a presentar a dos gigantes de la economía a los lectores de este país: Ludwig von Mises, portavoz principal de la escuela austriaca de economía durante muchos años, y Friedrich A. Hayek, también economista austriaco, protegido de Mises, y ganador del Premio Nobel en 1974.

Como se mencionó anteriormente, Hazlitt oyó hablar de Mises por primera vez a través de The Value of Money, de Benjamin Anderson. Años más tarde, cuando Hazlitt se encontró con el Socialismo de Mises, lo reseñó en The New York Times. Su reseña apareció en la Sección de Reseña de Libros del 9 de enero de 1938: «Este libro debe ser considerado como el análisis más devastador del socialismo hasta ahora escrito. Sin duda, incluso algunos lectores antisocialistas sentirán que a veces exagera su caso. Por otra parte, ni siquiera los socialistas confirmados podrán ocultar la admiración de la manera magistral en que lleva a cabo su argumento. Ha escrito un clásico económico en nuestro tiempo».

Mises vivía y enseñaba en Suiza. Como cortesía, Hazlitt envió por correo una copia de su revisión al autor y los dos hombres intercambiaron un par de cartas breves. Dos años más tarde, Mises vino a Estados Unidos para escapar de los conflictos de la Segunda Guerra Mundial. Hazlitt era uno de los pocos contactos de Mises en este país y Mises lo llamó por teléfono. Para Hazlitt, Mises era un «clásico», un autor de una época anterior. La llamada de Mises, recordó Hazlitt más tarde, fue casi tan sorprendente como si hubiera escuchado de una figura económica tan legendaria como Adam Smith o John Stuart Mill.

En 1944, Hazlitt revisó Camino de servidumbre de F. A. Hayek en The New York Times. Cuando era joven en su Austria natal, Hayek había llegado a conocer el nazismo de primera mano. En Inglaterra, donde vivía y enseñaba justo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, observó las mismas tendencias intervencionistas que había visto en el continente. En 1944, en una crítica devastadora del nazismo, Camino de servidumbre, advirtió a los británicos que iban por el mismo camino.

El libro asombró a la academia y al mundo político. La reseña de Hazlitt, que aparece en la primera página de la Sección de Reseña de Libros del The Times (24 de septiembre de 1944), comparó Camino de servidumbre de Hayek con Sobre la libertad de John Stuart Mill. Hazlitt lo describió como «uno de los libros más importantes de nuestra generación». La editorial de la Universidad de Chicago sólo había impreso 3.000 ejemplares, y cuando el libro se convirtió en la lista de los más vendidos, las existencias de la editorial se agotaron pronto, y tuvieron que empezar a reimprimir de inmediato.

Bretton Woods

Cuando el plan de John Maynard Keynes para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (Banco Mundial) estaba siendo discutido en Bretton Woods, New Hampshire, The Times ofreció enviar a Hazlitt a la conferencia. Pero Hazlitt no vio razón para ir. Se opuso a las discusiones. Dijo que podía aprender más leyendo sobre ellos que yendo allí y hablando con los participantes. Además, si se quedaba en Nueva York también podría escribir editoriales sobre otros temas. Así que no fue.

Mientras que la opinión editorial en todo el país era en gran medida favorable a las discusiones de Bretton Woods, Hazlitt las criticaba. Sus editoriales eran la única «nota amarga». Cuando se anunció que 43 gobiernos habían firmado el «maravilloso» Acuerdo de Bretton Woods, Sulzberger llamó a Hazlitt a su oficina. «Ahora, Henry, cuando 43 gobiernos firman un acuerdo, no veo cómo The Times puede seguir combatiendo esto».

«Muy bien», dijo Hazlitt. «Pero en ese caso no puedo escribir nada más sobre Bretton Woods. Es un plan inflacionista que terminará mal y no puedo apoyarlo». Después de eso, Hazlitt no escribió más editoriales sobre el tema para The Times. Sin embargo, Hazlitt también estaba escribiendo una columna el lunes para la página financiera del periódico, y allí continuó criticando a Bretton Woods. En ese momento, Sulzberger sugirió que podría incluir una línea al final de la columna del lunes de Hazlitt: «Las opiniones del Sr. Hazlitt no son necesariamente las del New York Times».

«Puede hacerlo, Sr. Sulzberger. Pero», advirtió Hazlitt, «una consecuencia de tal renuncia será que, si no se imprime una línea similar en otras columnas, la suposición será que están necesariamente de acuerdo con los puntos de vista del editor del Times», dijo Sulzberger.

La economía en una lección

Durante algún tiempo Hazlitt había estado reflexionando sobre la posibilidad de escribir un «librito» sobre las falacias de los intereses económicos a corto plazo. Discutió la idea con Mises, por entonces un amigo cercano. También le dijo al editor de libros de economía de Harper sobre su idea. El editor se ofreció a publicar el libro cuando fue escrito. El The New York Times, para el que Hazlitt seguía trabajando como redactor editorial, accedió a darle un descanso cada dos días sin paga para escribir el libro. La economía en una lección fue el resultado.

Para Hazlitt, escribir ese libro «fue tan fácil», dijo más tarde, «que no podía tomármelo muy en serio…» «Escribir estos capítulos era casi como escribir editoriales diarias… Se tomó unos tres meses de días libres alternativos». En los días intermedios estaba pensando en el libro. «Eso significó un mes y medio de escritura real».

Reader’s Digest publicó dos extractos antes de la publicación del libro, y el libro se convirtió rápidamente en un best seller. Hazlitt había sugerido que se aumentara la tirada para satisfacer la demanda adicional anticipada de la publicidad del Reader’s Digest. Sin embargo, el editor sólo imprimió 3.000 ejemplares. La primera semana que el libro salió a la venta fue la decimoquinta en la lista de best-sellers del New York Times para no ficción; la segunda semana fue la decimocuarta, y luego la tercera semana fue la séptima, desapareciendo de la lista por completo en las semanas siguientes; simplemente no había más libros para vender. Después de un tiempo, cuando se reimprimió y volvió a estar disponible, volvió a venderse, aunque no volvió a aparecer en la lista del Times.

Escribir La economía en una lección puede haber llegado fácilmente a Hazlitt, pero su impacto ha sido enorme. Ha sido traducido a ocho idiomas. En 1977 había vendido 50.000 ejemplares en tapa dura, 700.000 en todas las ediciones, y sigue vendiéndose a un ritmo de unos pocos miles al año, atrayendo a nuevos lectores a la economía con su encantador estilo y sus sencillas explicaciones e ilustraciones de falacias económicas.

La economía en una lección es claramente el libro más popular de Hazlitt. Lo estableció como periodista económico par excellence, la contraparte moderna del francés Frédéric Bastiat (1801-1850), autor de La ley. H. L. Mencken fue citado en la cubierta del libro de la primera edición diciendo que Hazlitt era «el único crítico competente de las artes… que era al mismo tiempo un economista competente, de formación práctica y teórica, … uno de los pocos economistas de la historia de la humanidad que sabía realmente escribir». El libro ha introducido a innumerables individuos a una teoría económica sólida.

Harper & Brothers publicó la primera edición de tapa dura de 1946 de La economía en una lección. Harper preparó ediciones posteriores en rústica, y mantuvo el libro impreso hasta 1974. Luego, sin decírselo a Hazlitt, dejó que el libro se agotara y canceló el contrato con la editorial de bolsillo.

Cuando Hazlitt se enteró de esto, se acercó a Harper y le preguntó sobre la reimpresión en rústica. Dudaron, pero dijeron: «Si lo actualizas, publicaremos una nueva edición en tapa dura». Hazlitt revisó el libro. Aún así, «se pelearon», dijo Hazlitt, y no lo publicaron ni en tapa dura ni en rústica. Según Hazlitt, «Dijeron que no pensaban que se vendería en papel. Hazlitt creía que su verdadera objeción debía ser ideológica, ya que el libro había estado vendiendo varios miles de ejemplares en rústica al año. Con el tiempo, Hazlitt obtuvo los derechos del libro, y en 1979 Arlington House publicó una edición en rústica.

Hazlitt dejó The Times para Newsweek sobre la época en que salió La economía en una lección. En opinión de Hazlitt, su situación había mejorado; sus columnas de «Business Tides» en Newsweek serían firmadas; ya no escribiría de forma anónima.

Crítica a Keynes

Hazlitt estaba impresionado con Las consecuencias económicas de la paz (1919) de John Maynard Keynes cuando se publicó por primera vez. En ese momento, Hazlitt tomó todo lo que Keynes dijo como «evangelio». Pero en 1923, Hazlitt leyó Breve tratado sobre la reforma monetaria de Keynes. Para entonces, Hazlitt ya había leído bastante en la teoría monetaria y podía reconocer los errores económicos cuando los leía. Estaba «horrorizado» por lo «malo» que era un libro y desde entonces, Hazlitt «desconfió de todas las declaraciones de Keynes».

B. M. Anderson comentó a Hazlitt más tarde que cuando Keynes discutió la teoría cuantitativa del dinero en Breve tratado sobre la reforma monetaria, «incluso afirma eso al revés». ¡Lo cual hizo! La razón real por la que los precios suben es que el gobierno imprime dinero nuevo y lo distribuye a las personas que lo gastan. A medida que los gastadores compiten por los bienes y servicios al pujar contra otros gastadores potenciales, hacen que los precios suban. Sin embargo, Keynes había dicho que cuando los precios suben, el gobierno debe imprimir más dinero para mantener el ritmo de los precios. La gran inflación alemana era entonces muy fuerte (1923) y esto era precisamente lo que las autoridades alemanas decían, que no había (como más tarde Hazlitt parafraseó la posición de los alemanes) «ninguna inflación real porque el volumen actual de la moneda… tenía en realidad un poder adquisitivo más bajo que el volumen anterior de la moneda porque la depreciación por unidad era mayor que la multiplicación de las unidades». Keynes coincidió con los alemanes «en que era necesario que mantuvieran las marcas de impresión para seguir el ritmo de la subida de los precios».

Si el éxito de Keynes se debió a su carisma personal, a sus prestigiosas posiciones en el gobierno británico o a la sanción «científica» que sus obras dieron a los políticos para hacer lo que querían hacer de todos modos (es decir, gastar sin impuestos) es irrelevante. El hecho es que a partir de la década de 1930 la influencia de Keynes fue enorme. Y a pesar de todo, Hazlitt siguió sorprendido por la creciente reputación de Keynes.

En La economía en una lección, Hazlitt demolió varios programas keynesianos de una manera bastante discreta. Luego, en 1959, en The Failure of the “New Economics”, criticó en detalle la obra principal de Keynes, Teoría general del empleo, interés y el dinero (1936), citando capítulo y verso. The Failure of the “New Economics” (1959) es mucho más académico que La economía en una lección, su mercado más estrecho, pero no por ello es menos importante.

Para refutar cada error keynesiano, Hazlitt expuso una teoría económica sólida de una manera que la academia no podía ignorar. John Chamberlain, que reseñó el libro en «The Freeman», dijo: «Nunca oirán el final de esto». El decano del Departamento de Economía de una importante universidad cuestionó las credenciales de Hazlitt por criticar a Keynes. Mises vino en defensa de Hazlitt. Hazlitt, respondió Mises, era «uno de los economistas más destacados de nuestra era», y su libro anti-Keynes era «una crítica devastadora de las doctrinas keynesianas».

Filosofía moral

Henry Hazlitt era amigo personal de Mises. Pero también fue alumno de Mises en el sentido de que estudió cuidadosamente su obra. Asistió al seminario de Mises en la Universidad de Nueva York con bastante regularidad durante varios años. Aunque Hazlitt era economista y autor de notas para entonces, dijo sobre los seminarios de Mises que siempre encontró que «no importaba cuántas veces fuera, no importaba cuántas veces escuchara en efecto las mismas conferencias, siempre había alguna frase, alguna frase incidental que arrojaba más luz sobre el tema».

Una observación de Mises que impresionó a Hazlitt fue que las cuestiones de moralidad y justicia siempre se refieren a la cooperación social. Hazlitt estuvo de acuerdo. Pero pensó que la declaración necesitaba ser elaborada. Este era un tema que le importaba mucho a Hazlitt, ya que había deseado escribir un libro sobre ética desde que era joven.

Mientras reflexionaba sobre el tema, le impresionó la perspicacia de una declaración de Jeremy Bentham (1748-1832): «La legislación es un círculo con el mismo centro que la filosofía moral, pero su circunferencia es más pequeña». Esta idea se convirtió en el tema del libro de Hazlitt sobre ética, The Foundations of Morality (1964).

En este libro, Hazlitt buscó unificar la ley, la ética, la moralidad y los modales, y mostrar su relación con la cooperación social. Después de Bentham, Hazlitt presentó la ley, la ética (moralidad) y los modales como tres aspectos de la misma cosa. «Otros modales y morales se basan en el mismo principio subyacente. Ese principio es la simpatía, la consideración de la bondad hacia los demás. …los modales son una moral menor.» La ley, sostuvo, podría llamarse «ética mínima» con «el mismo centro que la filosofía moral». La ética y la moralidad cubren más territorio que la ley; tienen un «ámbito mucho más amplio [que la ley]… La moral», escribió, «ciertamente requiere una benevolencia activa más allá de la que exige la ley».

En The Foundations of Morality, Hazlitt discutió la literatura sobre ética y moralidad a través de los siglos. Y describió la forma en que se habían puesto en práctica los principios éticos y morales. Señaló que los códigos morales de muchas religiones son similares y coherentes con las relaciones sociales pacíficas. Sin embargo, sus diferencias, así como la crueldad y el sufrimiento infligido a los hombres en nombre de la religión organizada, suscitan dudas en cuanto a la fiabilidad de la fe religiosa como guía de la conducta ética.

Por lo tanto, Hazlitt ofrece una base utilitaria para la moralidad. El filósofo moral, escribe, debería buscar un «fundamento» para la moralidad que no se apoye en una religión en particular. No es la función del filósofo moral como tal», concluye Hazlitt, «proclamar la verdad de esta fe religiosa o tratar de mantenerla». Su función es, más bien, insistir en la base racional de toda la moralidad para señalar que no necesita ninguna suposición sobrenatural, y mostrar que las reglas de la moralidad son o deberían ser las reglas de conducta que más tienden a aumentar la cooperación humana, la felicidad y el bienestar en esta nuestra vida presente».

Resumiendo

En el curso de su carrera, Hazlitt conoció a muchos de los grandes y casi grandes. Como se ha dicho, conocía al economista B. M. Anderson. Conoció personalmente a H. L. Mencken, y fue Mencken quien recomendó que Hazlitt lo sucediera como editor de American Mercury en 1933. Hazlitt era un invitado frecuente en la radio, debatiendo cara a cara con luminarias socialistas como el ex vicepresidente Henry A. Wallace, el difunto secretario de Estado Dean Acheson, los ex senadores Paul H. Douglas y Hubert Humphrey. Es miembro fundador de la Fundación para la Educación Económica. Era, por supuesto, un amigo cercano de Mises y Hayek, pero también conocía bien a todos los personajes importantes del movimiento libertario/conservador: Leonard E. Read, Isabel Paterson, Rose Wilder Lane, John Chamberlain, William F. Buckley, Ayn Rand, Lawrence Fertig, y otros.

Con el paso de los años, Hazlitt perfeccionó un estilo de escritura claro y lúcido. Escribir tantos editoriales y columnas cortas lo disciplinó para expresarse de manera concisa y sencilla. Incluso sus libros más importantes y profundos están compuestos de capítulos cortos y fáciles de entender. Todo lo que escribe puede ser leído con placer y provecho.

A lo largo de su carrera, Hazlitt ha sido un defensor de un punto de vista minoritario. Ha sido un constante crítico de la intervención del gobierno, la inflación y el estado de bienestar, y escribió libros que los atacaban. Sus editoriales anti-Keynes, anti-Bretton Woods, publicadas por primera vez en The New York Times, también aparecieron más tarde como libro (From Bretton Woods to World Inflation, 1984).

Hazlitt ha hablado repetidamente e incansablemente a favor de la filosofía de la libertad, el gobierno limitado, los mercados libres y la propiedad privada. En un banquete en 1964, en honor a su 70 cumpleaños, habló del movimiento por la libertad y de su participación en él:

Aquellos de nosotros que valoramos mucho la libertad humana… nos encontramos en una minoría (y a veces parece una minoría sin esperanza) en la ideología. … Somos los verdaderos partidarios de la libertad. … Nosotros somos los que creemos en el gobierno limitado, en la maximización de la libertad para el individuo y en la minimización de la coerción hasta el punto más bajo compatible con la ley y el orden. Es porque somos verdaderos liberales que creemos en el libre comercio, el libre mercado, la libre empresa, la propiedad privada en los medios de producción; en resumen, que estamos a favor del capitalismo y en contra del socialismo. …

Confieso que a veces me he repetido. ¡De hecho, puede haber algunas personas lo suficientemente desagradables como para decir que no he estado diciendo nada nuevo en 50 años!

Y en cierto modo tendrían razón…. He estado predicando la libertad como contra la coerción; he estado predicando el capitalismo como contra el socialismo; y he estado predicando esta doctrina en todas sus formas y con cualquier excusa. Y sin embargo, el mundo está enormemente más socializado que cuando empecé. …

¿Esto es porque la mayoría no atiende a razones? Soy lo suficientemente optimista, y tengo suficiente fe en la naturaleza humana, para creer que la gente escuchará a la razón si está convencida de que es la razón. En alguna parte, debe haber algún argumento faltante, algo que no hemos visto con suficiente claridad, o dicho con suficiente claridad, o, tal vez, simplemente no dicho con suficiente frecuencia. Una minoría se encuentra en una posición muy incómoda. Los individuos en él no pueden permitirse el lujo de ser tan buenos como los individuos de la mayoría. Si esperan convertir a la mayoría, tienen que ser mucho mejores; y cuanto más pequeña es la minoría, mejor tienen que ser. Tienen que pensar mejor. Tienen que saber más. Tienen que escribir mejor. Tienen que tener mejores modales. Sobre todo, tienen que tener mucho más valor. Y tienen que ser infinitamente pacientes. …

Sin embargo, a pesar de esto, tengo esperanzas….. [Todavía somos] libres de escribir opiniones impopulares…. Así que les traigo este mensaje: Tengan buen corazón; tengan buen espíritu. Si la batalla aún no se ha ganado, tampoco se ha perdido.

(De www.mises.org.es)

viernes, 18 de agosto de 2023

Política y pasiones en Latinoamérica

Por lo general, en el ámbito de la política, dirigimos la atención a los políticos y a las ideologías, mientras que, en definitiva, es el ciudadano común el que determina, voto mediante, los destinos de una sociedad y de un país. Las ideas dominantes, que muchas veces se transforman en ideologías que reemplazan a la realidad en los distintos cerebros, provienen esencialmente de aspectos emocionales. Los razonamientos posteriores sirven para justificar o para transmitir estados emocionales, que son la principal causa de las conductas individuales.

A continuación se transcribe una entrevista aparecida en www.laprensa.com.ar

Por Pablo S. Otero

UNO DE LOS DRAMAS DE AMÉRICA LATINA ES QUE LAS INSTITUCIONES ESTÁN DEMASIADO POLITIZADAS

Entrevista al escritor y politólogo colombiano Mauricio García Villegas quien visitó recientemente la Argentina. Nuestras sociedades, asegura el catedrático, se caracterizan por un peso excesivo de las emociones tristes como el odio, la venganza o el resentimiento. Entre las causas habla de una legitimidad institucional precaria a lo largo de la historia, y de la falta de un mito fundante. La cultura y el derecho, posibles soluciones a largo plazo.

Las sociedades de América Latina, al menos en el ámbito político, son víctimas de emociones que la apocan y limitan como el odio, la venganza, el resentimiento o la amargura. Esta situación tiene su origen en las condiciones particulares de una organización social caracterizada por una legitimidad institucional precaria y una capacidad administrativa limitada.

El politólogo colombiano Mauricio García Villegas parte de esta premisa para realizar un agudo análisis de la situación que vive la región. “Uno de los dramas de América Latina es que las instituciones están demasiado politizadas”, asegura el escritor colombiano (Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, y Doctor honoris causa por la Escuela Normal Superior de Paris-Saclay) durante su breve visita a Buenos Aires para presentar su último trabajo “El viejo malestar del nuevo mundo-Ensayo sobre las emociones tristes en América Latina, sus desafueros y sus pesares” (Ariel. 390 páginas).

En un hotel porteño de barrio Norte recibió a La Prensa y habló sobre las emociones tristes que afectan al hombre y a las sociedades, el fracaso de las repúblicas, el origen común de esa frustración en Latinoamérica y la falta de un mito fundacional donde la política no se meta.

- ¿Los seres humanos somos más emocionales o racionales?

- En el último medio siglo lo que conocemos como la revolución cognitiva (integrada por neurocientíficos, psicólogos evolutivos, expertos en computación y biólogos, entre otros) ha demostrado que la emoción nos impulsa más y nos determina más que la racionalidad. No quiere decir que no seamos racionales, sino que muchas veces esa racionalidad queda opacada por nuestras emociones. Esto se debe a que las emociones están actuando constantemente, son desaforadas y no necesitan ningún esfuerzo, todo lo contrario, nos impulsan y nos animan. En cambio, la racionalidad es algo que tenemos que poner en marcha e implica un esfuerzo mental y corporal y que no tiene un resultado garantizado. Muchas veces el esfuerzo racional no conduce a la verdad y nos equivocamos.

- ¿En que favorece al hombre ser más emocional?

- Dentro de la emocionalidad, lo más importante es la imaginación. Como decía Yuval Harari en su obra “Sapiens” el hombre inventa cuentos, mitos e historias. Creemos en un dios, en una patria y millones de personas empeñadas en el mismo propósito y empresa. En ese contexto, algo que se torna importante en el ser humano es el autoengaño porque permitió que no desfalleciera ante los problemas. Es posible que dentro de los homos que había hace cien mil años como el neandertal o java, hubiera otros más racionales que nosotros y que tuvieran una noción de la realidad más correcta. Pero nosotros éramos los más imaginativos, los más emocionales y esa emoción nos llevó al triunfo con respecto a los otros homos. Seguramente fuimos los que nos inventamos los dioses más poderosos, las historias épicas más extraordinarias y los que creíamos más en nosotros mismos.

- Sin embargo, el exceso de ciertas pasiones puede ser contraproducente para el hombre…¿Es necesario dirigirlas y encauzarlas?

- Los griegos hablaban mucho de eso. Hesíodo. También Homero en “La Ilíada”, por ejemplo, comienza diciendo cómo es posible que la ira nos haya llevado a la situación terrible de asesinatos que ocurrió cuando los guerreros volvieron de Troya después de vencer. Los griegos sabían que las pasiones nos podían llevar a situaciones indeseables y a la catástrofe. Entonces eran muy conscientes que teníamos que precavernos contra esas pasiones, como anticiparnos a ese futuro. Por ejemplo, el odio nos enceguece y nos puede conducir a perder muchas cosas. Borges habla de los peligros del odio, de cómo afecta más al que lo siente que a la persona que odiamos. Hay un cuadro de Rubens en el que se observa a la Virgen y a San Francisco tratando de impedir que el Cristo enfurecido, lance un rayo contra el mundo. La Virgen María tratando de detenerlo es una imagen típica de la madre latinoamericana tratando de que su marido aplaque su ira y no la emprenda contra sus hijos. En realidad, lo que todos sabemos es que tenemos que desconfiar, en algún punto, de nuestras pasiones. En definitiva, a las emociones no podemos extirparlas de nosotros mismos, lo que podemos hacer es controlarlas. La cultura y el derecho son dos antídotos contra el desborde de las emociones. La educación. A los niños se los educa a controlar sus emociones y a respetar las diferencias.

- Usted habla de emociones tristes ¿Qué significa?

- Baruch Spinoza, que es un gran filósofo moderno, decía y además lo practicaba que hay emociones que nos estropean, que nos malogran y que si no las controlamos nos llevan al desastre, como por ejemplo el miedo, la envidia, la arrogancia, el resentimiento o el odio. Y las llama tristes por sus efectos, porque producen un resultado lamentable. El filósofo decía: “Yo he decidido tratar de no sentir odio y esas cosas, a mi lo que me interesa es entender”.

- ¿Este concepto de emociones tristes también se puede aplicar a las sociedades?

- Si, lo que yo hago en mi libro es utilizar ese concepto individual para aplicarlo a los grupos y países, porque también tienen emociones tristes. Como un ecualizador de música donde cada botón es como una tonalidad que sirve para los arreglos de una canción, cada sociedad tiene sus “arreglos” donde las emociones tristes adquieren su peso.

- Al igual que el hombre, entonces, una sociedad también necesita reglas para que las pasiones no se desborden

- Thomas Hobbes decía que cuando el Estado no funciona, cuando no hay poder que disuada a las personas de cometer desmanes las emociones se desatan y entonces la codicia, las ansias de gloria, la envidia, el miedo a que el vecino se apropie de lo mío, inmediatamente afloran en todas partes. Entonces hay que poner un príncipe absoluto que controle a estos seres humanos que tiene una naturaleza desaforada, perversa y egoísta. Se necesitan instituciones que se acomoden a esa naturaleza humana de ángeles y demonios.

- En su ensayo, Ud sostiene que esas emociones tristes son un rasgo distintivo de las sociedades latinoamericanas…

- Así es, esas emociones que no son innatas, únicas ni raciales, han tenido una importancia particularmente fuerte en el continente latinoamericano. Yo creo en el americanismo, tenemos una cultura muy parecida, unos arreglos emocionales similares que se notan mucho en nuestras ideas de la autoridad, de la familia, del vecino…No es nuestra sangre, nuestro mestizaje…es el tipo de instituciones que hemos tenido, de normas que nos han regido lo que explica en buena parte el peso de esas emociones tristes en nuestra región. Históricamente, durante la época de la colonia no es que el Estado era muy fuerte, pero había un dispositivo que era muy eficaz entre la Corona, con algo de fortaleza militar, y la iglesia que era un poder cohesionador muy fuerte. Cuando llegó la república, en muchos sitios, la Iglesia perdió fuerza, los curas españoles se fueron y los campos quedaron un poco a merced de las emociones desatadas. Entonces, en Latinoamérica los caudillos -como Rosas en Argentina, Páez en Venezuela o Santa Anna en México- surgieron porque el Estado y la república eran incapaces de asegurar los bienes y las vidas de las personas. Después fueron ganando terreno hasta que llegaron a ser presidentes y gobernaron como si fuera sobre una hacienda. Y estos caudillos no se han acabado, todavía los vemos en Nicaragua, en Venezuela o en El Salvador. Y siempre en Latinoamérica seguimos teniendo la idea de que un caudillo puede llegar para sacarnos del desorden y el caos, pero que en definitiva termina siendo una frustración porque no lo puede arreglar. El despotismo ha demostrado que no funciona bien.

- ¿Se puede hablar de un fracaso de las repúblicas?

- En la República, los próceres de la Independencia a principios del siglo XIX subestimaron lo importante que era la legitimidad del orden colonial. Habrán pensado….”se fueron los españoles y el terreno es nuestro, basta con que creemos unas instituciones nuevas que vamos a copiar de Francia y los Estados Unidos”. Y el funcionamiento de la nueva legitimidad no fue tan fácil. Los españoles se llevaron su sistema donde la Iglesia controlaba a la sociedad y un Estado que se consideraba legítimo con un monarca que estaba en Madrid que nadie veía pero que todo el mundo se imaginaba. Los presidentes no lograron tener el aura, esa imaginación de lo sagrado que producía el monarca, entonces fracasaban y perdían la legitimidad. Y por ese fracaso, como decía anteriormente, surgían los caudillos que decían “hagamos las cosas a la brava a ver si funciona”, pero tampoco funcionaba. En América Latina seguimos un poco en esa encrucijada que es tratar de conseguir legitimidad democrática, pero lamentablemente tenemos una clase política y partidos muy corruptos e incapaces que no producen el aura que invocan lo sagrado. Hemos perdido el mito de lo sagrado en la política y entonces la gente se desencanta y dice que venga un tirano. Vamos de la anomia al despotismo con mucha facilidad.

- Y es ahí, en esa falta de orden donde nacen las emociones tristes…

- Claro, mi libro no es en contra de las emociones, nada útil se puede hacer sin pasión decía Hegel. Las pasiones son fundamentales. Y una de las cosas que hemos perdido en América Latina es la pasión por las instituciones y por la democracia constitucional. Hemos perdido el mito por lo que nos une, esa cosa sagrada, esos consensos sagrados donde la política se suspende y todos están de acuerdo. Por ejemplo, en Francia, antes de la Revolución Francesa lo sagrado era el rey borbón ungido por Dios, era lo intocable. Se podía opinar en algunas cosas, pero eso era lo sagrado. Después de la revolución lo intocable pasó a ser el pueblo, sus leyes y su constitución como una religión laica. Se cambió lo sagrado por la república. Los países necesitan eso, un mito fundacional. En América Latina ese mito fundacional intentó basarse en lo que hicieron los países modernos, es decir, en la constitución y la soberanía popular. Pero nunca fue fácil porque esas constituciones existían en el siglo XIX pero cuando llegaban los conservadores querían manipularlas para hacerla muy parecida al régimen anterior, al colonial, donde la Iglesia fuera central tuviera a la educación en sus manos. Después llegaban los liberales y también querían terminar con la Iglesia, expulsar a los eclesiásticos. Uno de los dramas de América Latina es que las instituciones están demasiado politizadas, es común que cuando llega el gobernante con su camiseta partidista trate de acomodar las instituciones a su propia ideología. Nunca hemos logrado que las instituciones realmente estén por encima de lo político, entonces la política lo invade todo, la economía, la educación, las instituciones. Los políticos son demasiado invasivos. Hay que proteger ciertos ámbitos de la política. Sobre todo, el de las instituciones. Es fundamental entender que cuando se trate de la justicia, de la separación de los poderes o de los valores fundamentales que sustentan nuestra nacionalidad que están en la Constitución, ahí la política no entra. Uno de los grandes dramas de América Latina es la pérdida de ese lugar donde la política se suspende, ahí donde todos dicen: Acá no nos enfrentamos.

- ¿Cuáles pueden ser las posibles soluciones?

- Si consideramos que los dos valores centrales de la teoría política son la libertad y la igualdad, uno de los grandes temas en los que hemos fracasado es en construir una igualdad cercana o parecida a los que dicen nuestras constituciones y nuestras leyes. Instauramos la ciudadanía y la igualdad, pero en realidad seguimos teniendo una sociedad arcaica muy parecida a la colonial. Por lo tanto, las soluciones no son mágicas, sino que son un conjunto de elementos. Es necesario tener mejores diseños institucionales, sobre todo para mejorar nuestras clases políticas muy apegadas al clientelismo y a la corrupción, producir para mejorar la economía y tercero, mejorar la cultura ciudadana, la educación. El problema es que esas cosas que hay que hacer toman tiempo y que implican varias generaciones. Mejorar la educación no se soluciona en un gobierno. Pero como a los políticos sólo les importa el corto plazo, lo emocional, lo impactante por las redes, las tendencias, se genera como una dinámica interna en la política para desfavorecer el largo plazo.