viernes, 31 de julio de 2015

Aristóteles vs. Maquiavelo

Se pueden encontrar dos posturas extremas en cuanto al vínculo que debe existir entre ética y política. En el primer caso, se considera que la ética individual se debe prolongar hasta una ética social, que ha de ser indistinguible de la política, tal la opinión de Aristóteles. En oposición a esta postura encontramos la que considera que la ética debe estar disociada de la política para que los gobernantes puedan desempeñar su tarea con mayor libertad, tal la opinión de Nicolás Maquiavelo. Al respecto, Germán José Bidart Campos escribió: “Las supremas valoraciones morales –sea que se consideren derivadas de un orden objetivo y trascendente, a la postre arraigado en Dios; sea que se reputen como concepciones subjetivas de la conciencia humana- nunca han podido desligarse de la política. La unidad indivisible de la persona es la que impide que los individuos hagan ciencia de la política, o cumplan comportamientos políticos sin una infiltración de las ideas éticas. Siempre volcamos, consciente o inconscientemente, en nuestras reflexiones y en nuestro obrar, las convicciones más íntimas del espíritu sobre lo bueno y lo malo, sobre lo virtuoso o lo pecaminoso, sobre lo justo o lo injusto”.

“De ahí que, desde la más antigua época, quienes se han hecho cuestión de la política hayan asumido alguna postura moral. En este sentido, Janet agrupa las distintas posiciones en dos extremos: a) La que absorbe la política en la ética y sacrifica la primera a la segunda; b) La que separa completamente una de la otra, y sacrifica la moral a la política”.

La moral del individuo se pone a prueba actuando en sociedad; bajo una actitud adoptada en la interacción con otros seres humanos. Por ello resulta natural admitir la indisolubilidad entre ética y política. El citado autor agrega: “En Grecia, los socráticos reaccionan contra los sofistas, y sostienen que la virtud se alcanza sólo en la polis –o sea, en la vida cívica de la ciudad-, orientada por preocupaciones morales”. “Fue común al pensamiento político de los griegos la creencia de que la vida moral del hombre sólo es susceptible de realidad en la polis, es decir, en el Estado o comunidad política. Tanto Platón como Aristóteles legan a la posteridad el principio de que «fuera del Estado no hay virtud completa»” (De “Derecho político”-Aguilar-Buenos Aires 1962).

La compatibilidad entre ética y política propuesta por Platón y Aristóteles es incompleta, por cuanto para el primero existe una notable diferencia entre gobernantes y gobernados en su proyecto de sociedad totalitaria, mientras que para el segundo perdura la distinción entre la ética de los ciudadanos y la de los esclavos. Recién en la Edad Media, con la influencia del cristianismo, se inicia la fusión entre ética natural y política, aunque en realidad resulta mejor decir que fue una etapa en la que la religión predomina sobre la política. “La Edad Media, como es bien sabido, fue harto geocéntrica. En el cosmos ordenado y en el orden universal, no fue el hombre el centro del círculo, sino Dios. La persona estaba religada a la divinidad. De ahí que todo se penetrara –y también la política- de un sentido no sólo moral, sino religioso. Durante esa época, señala Legaz, la política apareció siempre como un concepto subordinado a la teología moral”.

En las épocas del Renacimiento italiano, aparece la propuesta de Maquiavelo por la cual aboga por la separación entre política y moral. Mediante su libro más conocido, “El Príncipe”, sugiere las estrategias para que el gobernante acceda y mantenga el poder. “El cuadro histórico de inmoralidad al que asistió Maquiavelo en la Italia de su época influyó poderosamente en su doctrina acerca de la ética y la política. Maquiavelo separa tajantemente una y otra, asignándoles campos totalmente ajenos, sin penetración o influencia recíprocas. De ahí que por esa independencia completa entre política y moral se lo haya tachado de inmoralista o amoralista en materia política”.

Algunos autores sostienen que la actitud maquiavélica frente a la moral permite describir la realidad sin los “prejuicios morales”; como si quien tuviese principios morales no pudiera describirlos en una forma adecuada. “El objeto propio de la política quedó desligado de toda preocupación moral. La indiferencia de Maquiavelo por la moralidad, dice Sabine, ha sido presentada a veces como ejemplo de imparcialidad científica, pero tal juicio parece excesivo. Maquiavelo no era imparcial; lo que ocurría es que no le interesaba sino un fin, el poder político, y era indiferente a todo lo demás” (“Derecho político”).

Incluso algunos lo consideran como el iniciador de la moderna ciencia política. Sin embargo, cuando una actividad cognitiva pretende ser parte de la ciencia, uno de los requisitos que debe cumplir radica en su compatibilidad con las demás ramas de la ciencia experimental, es decir, con aquellos conocimientos ya verificados experimentalmente. Una teoría política que ignore la ética, no ha de tener precisamente un carácter científico.

Además, toda teoría científica debe ser capaz de optimizar el sistema descrito. Luego, la optimización de la política proviene de la mejora ética individual. Por el contrario, una teoría que contemple sólo los medios para acceder y mantener el poder, sólo logrará resultados incompletos, ya que estará dirigida a los gobernantes y políticos en lugar de estarlo a todos los integrantes de la sociedad. Baruch de Spinoza escribió: “Repito que no es el fin del Estado convertir a los hombres de seres racionales en bestias o en autómatas, sino por el contrario que su espíritu y su cuerpo se desenvuelvan en todas sus funciones y hagan libre uso de la razón sin rivalizar por el odio, la cólera o el engaño, y no se hagan la guerra con ánimo injusto. El fin del Estado es pues, verdaderamente, la libertad” (Del “Tratado teológico-político”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

Mientras que la separación entre Iglesia y Estado ha sido favorable para la sociedad; se proyectó como un desligamiento entre ética y política, como si la ética tuviese que provenir necesariamente de la religión. Posiblemente la postura de Maquiavelo haya surgido de tal consideración. Héctor Oscar Ciarlo escribió: “El principio que sustenta Maquiavelo es que la verdadera autonomía de un Estado se puede lograr únicamente por medio de la unidad nacional, y esta realidad socio-política, no los dogmas, determinará los lineamientos del Derecho Público. Pero la propia agitación de la lucha le impidió a Maquiavelo el ser consecuente con sus básicas ideas republicanas, y orientado en su aspiración al logro de la unidad nacional, no vacila en la justificación de cualquier medio que la posibilite, explicándose así las contradicciones que se evidencian entre los conceptos de su obra de filosofía política: «Discursos sobre la primera década de Tito Livio», y las aseveraciones de su obra de ciencia política: «El Príncipe», donde trata sobre el arte de gobernar. Esta circunstancia ha transformado el nombre de Maquiavelo en una grotesca caricatura de sí mismo. Pero de todos modos, la historia reconoce en él un precursor de la concepción política moderna, toda vez que el desarrollo del pensamiento en los últimos cinco siglos quedó orientado definitivamente a la consolidación del poder por medio de un Estado que sustenta y se basa, al mismo tiempo, en el Derecho Público” (De “Las ideas del Renacimiento”-San Juan de Puerto Rico 1977).

En cuanto a la definición de la política, tenemos las de “orientación maquiavélica”, como parece encuadrarse la siguiente descripción: “La teoría y la práctica son dos actividades que se interrelacionan en el sustrato de la realidad al que se empeñan en transformar. Precisamente el mecanismo a través del cual es posible tal cosa es el poder. De ahí que la Ciencia Política mantenga una relación especial con el estudio del poder como la parte básica de su objeto de estudio” (De “Ciencia política” de Manuel Pastor-McGraw-Hill Interamericana de España SA-Madrid 1988). Teniendo en cuenta la postura aristotélica, puede decirse que la ciencia política es el estudio del vínculo entre quienes gobiernan el Estado y los restantes ciudadanos teniendo prevista una optimización del sistema social.

Con el tiempo, la política que marginó la ética (la política no científica), dio lugar a los distintos totalitarismos, mientras que la política compatible con la ética (la ciencia política), dio lugar a las distintas democracias. Fernando Sabater escribió: “En una democracia, políticos somos todos. Los que en un momento dado ocupan puestos de gobierno o de administración no son extraterrestres venidos de otra galaxia para fastidiarnos (¡o conducirnos hacia la luz!), sino sencillamente nuestros mandados, es decir: aquellos a los que nosotros, los ciudadanos votantes, les hemos mandado mandar. En el caso de que no desempeñen bien su función, debemos plantearnos si nosotros hemos desempeñado bien la nuestra al elegirles para el cargo. No tiene demasiado sentido que perdamos el tiempo despotricando y pataleando contra ellos, como si fuesen una fuerza de la naturaleza de efectos quizá deplorables, pero contra la que no hay remedio. Porque sí lo hay: podemos revocar su mandato, elegir a otros en su lugar o incluso ofrecernos nosotros si creemos que podemos hacerlo mejor que ellos”.

“Uno de los mayores peligros de las democracias es que se configure una casta de «especialistas en mandar», o sea, políticos profesionales (normalmente sin competencia en ninguna profesión) que se conviertan en eternos candidatos de los partidos a ocupar cargos electivos. Por lo común alcanzan esa posición gracias a la pereza o al desinterés del resto de los ciudadanos, que dimiten del ejercicio continuo de su función política y de su vigilancia sobre quienes gobiernan” (Del “Diccionario del ciudadano sin miedo a saber”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2007).

Entre los conceptos básicos de la actividad política aparecen la igualdad y la libertad, que son esencialmente de origen ético. Fernando Sabater escribió: “La ciudadanía democrática es la forma de organización social de los iguales, frente a las antiguas sociedades tribales formadas por idénticos y las sociedades jerárquicas que imponen desigualdades «naturales» entre los miembros de la comunidad. Los iguales lo son en derechos y deberes, no en raza, sexo, cultura, capacidades físicas o intelectuales ni creencias religiosas: es decir, igual titularidad de garantías políticas y asistencia social, así como igual obligación de acatar las leyes que la sociedad por medio de sus representantes se ha dado a sí misma”.

“En la historia se han dado dos modelos de ciudadanía, hablando grosso modo: el griego y el romano o si se prefiere el activo y el pasivo. La ciudadanía griega implicaba y exigía la actividad política, la colaboración en la toma de decisiones”. “El modelo romano de ciudadanía reconocía derechos a quienes la ostentaban …, pero no el de participar en el gobierno, que estaba restringido a los patricios, o sea, a las clases altas”. “En la actualidad, la mayoría de los gobiernos prefieren ciudadanos «a la romana» que «a la griega». Es decir, se alienta a reclamar beneficios y protecciones por parte del Estado, pero se desalienta la intervención en política”.

miércoles, 29 de julio de 2015

Protección social vs. ocupación laboral

En cuestiones económicas se presentan frecuentemente situaciones en las cuales, al mejorar uno de los aspectos deseables, se empeora otro aspecto deseable, lo que se conoce como el “problema de la frazada corta”. Así, cuando nos abrigamos la cabeza con una frazada corta, destapamos los pies, y viceversa; por lo cual debemos sacrificar una de las alternativas o bien buscar un término medio. Sin embargo, desde la política se le promete al pueblo situaciones de “frazada larga”, en las cuales se disuelven artificialmente las alternativas contrapuestas que aparecen en toda economía real.

Este es el caso de la protección social al trabajador; protección que proviene generalmente del empleador. Cuando las ventajas del trabajador son excesivas, surge la predisposición empresarial a no contratar nuevos empleados, con lo que disminuye el nivel de empleo. En realidad, las ventajas son para quienes ya tienen empleo, mientras que las desventajas son para quienes todavía no lo tienen.

Cuando la presión impositiva es muy grande, surge la tendencia a refugiarse en la economía informal, perdiendo los trabajadores todo tipo de protección social. Susana Agnelli expresó: “La economía subterránea tiene una importancia significativa, aunque no se pueda medir con exactitud. Debo decir que no me parece muy bueno que exista porque eso significa que buena cantidad de gente no tiene seguros sociales de que disfrutan otros, por ejemplo. Pero el desarrollo de la economía negra explica por otra parte que ésa fue la manera de resolver un problema: Italia era un país demasiado adelantado en sus beneficios sociales con respecto a la economía que daba sustento a ese aparato. Cuando ello sucede, fatalmente la sociedad comienza a no seguir las leyes estrictamente. Creo que Italia tenía la legislación más progresista del mundo en cuanto al trabajo de la mujer. Cuando una mujer espera un hijo puede pedir un año de licencia sin dejar de cobrar el sueldo. Si tiene varios chicos seguidos puede pasar de cuatro a cinco años sin trabajar pero cobrando su sueldo. Eso me parece muy bien, pero el resultado es que ninguna empresa chica o mediana quiere dar empleo a mujeres, salvo que lo haga en negro” (De “Testimonios de nuestra época” de Germán Sopeña-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991).

Durante los procesos inflacionarios, los sindicatos presionan para que los sueldos sean ajustados en función de la inflación existente, lo que promueve un posterior ajuste de los precios y un aumento de la inflación, lo que provoca mayores deterioros salariales. La citada ex-funcionaria italiana expresó: “Hubo un momento de cambio que fue la llamada «marcha de los cuarenta mil», que fue la manifestación de los obreros y empleados de Fiat que proponían trabajar contra la voluntad sindical. Allí se produjo el tránsito de una mentalidad a otra. Y luego hubo, también, el famoso referéndum en el cual la mayoría de los trabajadores aceptaron desindexar los salarios del índice mensual de inflación, o sea no seguir manteniendo una escala móvil por la cual se aumentaba automáticamente, según el ascenso de la inflación, mes a mes. La mayoría comprendió, en ese momento, que seguir indexando los salarios era lo que retroalimentaba la inflación en forma indefinida y que a la larga era perjudicial para todos. Lo más curioso de todo es que el pedido de referéndum lo hizo el Partido Comunista, pensando, naturalmente, que todos los asalariados rechazarían en forma rotunda la propuesta del Gobierno de suprimir la escala móvil. Pero Italia había cambiado”.

Por lo general, se supone que el empleado tiene pocas fallas personales y que por ello las leyes sociales deben protegerlo de la maldad empresarial; lo que no resulta compatible con la realidad. La citada autora expresó: “La mentalidad de la gente del Sur no es la misma que la del Norte en lo que concierne a la actitud frente al trabajo. Esto suena poco racional pero es así. Tuvimos el ejemplo de Alfa Romeo, que instaló una fábrica en el Sur [de Italia] –para producir justamente sus modelos Alfasud- con la misma tecnología o mejor que las de las plantas del Norte y resultó un desastre. El ausentismo era enorme, la productividad muy baja, etcétera. Pero también es cierto que la gestión empresaria era muy mala. Veremos ahora, en manos de Fiat, si esto cambia o no”.

Mientras que las leyes sociales perduran y se afianzan en el tiempo, la economía que las sustenta puede a veces retroceder, por lo que las mejoras sociales logradas tienden a agudizar los problemas, a menos que se tenga la precaución de cambiar las leyes laborales junto con su sustento. Este ha sido el caso de España y su masiva desocupación reciente. Lorenzo Bernaldo de Quiroz escribió: “Aquí funciona la mano invisible al revés: una institución creada con la benéfica intención de proteger a los trabajadores acaba produciendo el efecto contrario, que es condenar a una porción importante de ellos a que no logren, que no encuentren, ningún puesto de trabajo”.

“El grado de protección en esta materia en Europa es muy elevado. La legislación sobre despidos es especialmente costosa en España. En España lo que se denomina despido improcedente es un despido que cuesta a un empresario 45 días por año trabajado durante una máxima de 42 meses, y ese enorme volumen de dinero que se hace necesario para despedir a un trabajador o a trabajadores indefinidos, indudablemente es uno de los factores determinantes de la baja demanda de trabajo existente en las economías europeas, y en concreto, en una de las economías más rígida que es la de España”.

“En segundo lugar se encuentra la fiscalidad sobre el empleo. Lo que se denomina las cuotas o las contribuciones para la seguridad social. Todos los meses, del salario bruto de los trabajadores se les extrae una cantidad determinada que será destinada a financiar la seguridad social. En España esa contribución para la seguridad social supone el 33% aproximadamente del salario bruto de un trabajador y son financiados 2/3 por el empresario y menos de 1/3 por los trabajadores”.

“Esa institución….encarece la mano de obra de tal manera que hace que la demanda de empleo sea casi nula. Si los costes de contratar a un trabajador son muy altos, los incentivos para hacerlo son menores, y por lo tanto quienes se ven afectados con esta situación son aquellos trabajadores con niveles de función más bajos…”.

También los subsidios por desempleo hacen que se ponga poco empeño por volver a trabajar cuando sus montos son cercanos al sueldo que percibía quien perdió su trabajo. El citado autor escribió: “El subsidio de paro en Europa es muy generoso tanto en cuantía como en su duración, es decir que la prestación recibida por trabajador es aproximadamente entre un 70 y un 80% del salario que percibía antes de caer en el desempleo y eso suele durar aproximadamente, en términos generales, entre dos y tres años”.

“Un trabajador, un desempleado que tiene un subsidio que le proporciona una renta similar a la que tendría ocupado y que además dura mucho tiempo, carece de incentivos para buscar empleo, y además los tiene para permanecer en esa situación porque puede obtener rentas adicionales en la economía sumergida [informal] y tener una renta superior a la que le proporcionaría incorporarse al mercado laboral” (De “Los desafíos a la sociedad abierta”-Varios autores-Ameghino Editora SA-Rosario 1999).

La excesiva protección social brindada por las leyes laborales, junto a la excesiva presión impositiva y el chantaje ocasional del sindicalismo, promueve el éxodo de empresas y capitales a otros países. A todo eso se le ha agregado la novedad de las “empresas recuperadas”, como un castigo final y definitivo al empresario poco exitoso cuya empresa en decadencia podrá ser expropiada y entregada a sus empleados.

La mentalidad anticapitalista y antiempresarial hace que muchos sean indiferentes al éxodo de capitales y empresas hacia otros países, siendo uno de los síntomas típicos de la mentalidad subdesarrollada. Orlando Ferreres escribió: “Un joven profesional en la Argentina, apenas se recibe, pasa a ganar algo menos de 1.000 dólares al mes si consigue un trabajo en una buena empresa, en tanto que en los EEUU ese mismo joven ganaría alrededor de 5.000 dólares por mes de entrada. ¿Por qué trabajando las mismas horas ganamos cinco veces menos que en EEUU? ¿A qué se debe esa desconcertante diferencia? A que en los EEUU (y en otros países ordenados) el capital invertido tanto en máquinas como en capital humano y capital institucional es mucho más grande que aquí. También hay más orden, más puntualidad, que permite aprovechar más productivamente el día, menos ausentismo, especialmente en educación y áreas de gobierno”.

Ante la situación de pobreza y demás inconvenientes que padecemos, el citado autor expresó: “¿Qué nos guía a este desastre? Las creencias equivocadas de los argentinos, comenzando por los políticos y siguiendo con la población, casi toda, que dicen que luchando contra el capital seremos más ricos, tendremos más para nosotros, cosa que no es así, que es lo contrario. Por eso se combate al capital como un enemigo de la sociedad y el hombre de negocios que gana dinero con sus empresas está mal visto. No sólo se combate al capital que cada año podría aumentar la capacidad productiva, o sea las inversiones, sino también a su fuente de financiamiento, que es el ahorro de millones de argentinos. De esa forma se perjudica además al que ahorra, sea niño, adulto o anciano”.

“La lista de formas de perjudicar al capital es bastante larga, pero finalmente el capital reacciona frente a las distintas expropiaciones, y se dirige al exterior donde incluso le dan ventajas para que coagule allá dinero líquido en máquinas, caminos, bosques, puertos, y crece en otros países, con lo que mejora la ocupación y la productividad de esos países…”.

Los políticos populistas, sin embargo, han tenido la habilidad para inculcarnos que el capitalismo (y los capitales) son malos, porque “explotan al trabajador”, y por ello mismo deben emigrar al exterior. Luego culpan al imperialismo de los EEUU por “chupar la sangre” de las “venas abiertas de América Latina” olvidando que somos los propios latinoamericanos quienes les enviamos capitales y gente capacitada para agrandar el imperio y empobrecer los países de la región. Ferreres agrega: “Esos dirigentes del país nos van haciendo perder la esperanza, con falsas ideas mágicas, con slogans sensibles a los sentimientos, con ideas que son lo contrario de lo que conviene, lo opuesto de lo que hacen en los países que crecen. En economía no hay magia, hay productividad” (De “Combate al capital y tendrás un bajo salario”-Diario La Nación-Buenos Aires 2010).

Tener en cuenta el funcionamiento de los procesos económicos para promover medidas que beneficien a todos, resulta ser en la Argentina algo “políticamente incorrecto”, ya que predomina la mentalidad por la cual nuestra tarea más importante, no es mejorar las condiciones de vida, sino la de combatir al capitalismo.

lunes, 27 de julio de 2015

La economía informal

A la actividad económica desvinculada de todo control estatal se la conoce como “economía ilegal”, o bien “informal”. Debe decirse que los intercambios en si, son una actividad compatible con la moral elemental, por lo cual no deberían considerarse como una actividad ilegal. Sin embargo, al quedar excluida tal actividad de todo vínculo con el Estado, se advierte una evasión impositiva por lo cual el empresario o el trabajador informal reciben algunos servicios desde el Estado sin pagar la parte que les corresponde por los mismos (seguridad, educación, etc.). Mario Vargas Llosa escribió: “Cuando se habla de economía informal se piensa inmediatamente en un problema. Esos empresarios y vendedores clandestinos cuyas industrias y negocios no están registrados, no pagan impuestos y no se rigen por las leyes, reglamentos y pactos vigentes, ¿no son acaso competidores desleales de las empresas y tiendas que operan en la legalidad, pagando puntualmente sus impuestos? ¿Al evadir sus obligaciones tributarias no privan al Estado de recursos necesarios para atender a las necesidades sociales y realizar urgentes obras de infraestructura?”.

“Hernando de Soto sostiene que esa manera de encarar el asunto es totalmente errónea. Porque en países como el Perú el problema no es la economía informal, sino el Estado. Aquella es, más bien, una respuesta popular espontánea y creativa ante la incapacidad estatal para satisfacer las aspiraciones más elementales de los pobres”.

“Cuando la legalidad es un privilegio al que sólo se accede mediante el poder económico y político, a las clases populares no les queda otra alternativa que la ilegalidad” (Del Prólogo a “El otro sendero” de Hernando de Soto-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

Hernando de Soto expresó: “Si uno se iba a una librería de Lima encontraba una gran cantidad de literatura sobre la pobreza en el Perú, pero ni una palabra sobre esas evidencias de actividad empresarial marginal por parte de gentes que tratan de mejorar, justamente, sus condiciones de vida. En las estadísticas nacionales, ni en el Producto Bruto Interno, era posible encontrar cifras que reflejaran esta actividad diseminada por todo el Perú”.

“Yo me pregunté cómo había que llamar a todo este fenómeno. Y me acordé de que existía ya una palabra, adoptada, me parece, en la Universidad de Cambridge, que hablaba de la informalidad para designar a esa pequeña empresa que actúa al margen de las normas habituales. La definición de Cambridge era más bien antropológica que económica, pero me pareció que el término podía utilizarse perfectamente para definir a esa actividad marginal en el Perú porque lo esencial que diferencia a ese pequeño empresariado de la pobreza de los empresarios privados legales era que esa gente actúa al margen del derecho”.

“Pero también había que hacer una distinción; si bien actúan en forma ilegal trabajan así para obtener fines legales –construir una casa, establecer una línea de transporte público, poseer un comercio o instalar un mercado en una plaza-, lo cual es muy diferente del narcotráfico, por ejemplo, donde se trata de acciones ilegales destinadas a fines igualmente ilegales. Por eso adopté la palabra informalidad” (De “Testimonios de nuestra época” de Germán Sopeña-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991).

La economía informal no nace sólo de quienes optan por reducir sus gastos, al no pagar impuestos, sino porque muchas veces es el mismo Estado, con sus excesivas exigencias burocráticas, el que impide el surgimiento de pequeñas empresas. “Lo que yo noto, en el impacto y en el debate que estos estudios han generado en los países de Occidente, es que me siento particularmente cómodo en la reflexión de esas universidades norteamericanas que los últimos años se han dedicado a estudiar la influencia del Estado sobre la economía, o sea el marco de las normas legales o institucionales que traban gran parte de una actividad económica determinada”.

“Es el derecho de propiedad lo que sienta las bases del avance económico; y eso es exactamente lo que pasa en la economía informal peruana, donde la preocupación permanente de ese empresariado marginal es obtener un derecho de propiedad y de uso sobre su casa, su taxi colectivo o su carrito ambulante”.

Por lo general, el empresario marginal se ve limitado en su actividad por cuanto carece de toda protección legal, incluso ante ilícitos cometidos en su contra. De ahí que existe siempre la intención de formalizar sus actividades en cuanto su situación económica se lo permita. “El gran desarrollo de Occidente se debe al perfeccionamiento de instrumentos democráticos surgidos de la sociedad, como en el caso de Holanda, cuando decide avalar las letras de cambio y darle poder coercitivo a los tribunales para exigir su cumplimiento. Lo interesante del caso peruano o del Tercer Mundo en general es que hoy se puede estudiar en vivo lo que pasó hace 200 o 300 años en Europa o en los EEUU. Si nos imaginamos las ciudades europeas del siglo XVIII, ¿no eran acaso lo mismo que estas grandes urbes latinoamericanas rodeadas de suburbios informales que se llaman villas miseria, pueblos jóvenes o asentamientos informales? Esos barrios informales son los que describe Charles Dickens al hablar de Londres en el siglo XIX”.

En cuanto a la negativa influencia del Estado con su burocracia, de Soto agrega: “Yo creo que es erróneo y hasta racista sostener que los países latinoamericanos son más atrasados porque aquí los latinos o los indios trabajan menos, o se organizan en empresas familiares y no quieren crecer, etcétera, etcétera. Lo que pasa en realidad es que si grandes sectores de la población en el Perú se organizan simplemente en pequeños grupos de actividad económica familiar ello es así porque el sistema económico no les permite hacer más que eso”.

“Encuentro entonces que hay dos aspectos de fondo sobre los cuales se construye la prosperidad y el desarrollo:

1) El derecho a la propiedad, o más precisamente el buen derecho a la propiedad, el que permite que todos tengan derecho a la propiedad privada.
2) Libertad de intercambio, que permite que quien utilice en forma más eficiente la propiedad obtenga mejores beneficios”.

“La propiedad privada en los países de Occidente es la base del desarrollo, la propiedad privada en manos del rey de Swazilandia probablemente es garantía de lo contrario porque allí no hay libertad de intercambio. Ambas cosas deben ir de la mano y cuando eso no sucede es porque el Estado, o el marco institucional, como usted prefiera, interfieren en la evolución de ese proceso económico”.

Por lo general, los políticos populistas culpan al imperialismo yankee por la mediocridad de las economías latinoamericanas. Sin embargo, quienes no permiten que ni siquiera se formen empresas es el Estado populista lleno de empleados, parásitos en un gran porcentaje, que poco o nada producen y que lo poco que hacen implica aumentar las trabas y los escollos ante quienes realizan algún tipo de trabajo productivo. Mario Vargas Llosa escribió: “«El otro sendero» se mueve siempre en lo concreto y, a partir de un fenómeno hasta ahora mal estudiado y peor comprendido –la economía informal-, propone un camino de solución para los problemas de los países subdesarrollados que está en total entredicho con el que han tomado la mayoría de los gobiernos y las elites políticas, progresistas o conservadoras, de esos países, pero que –es la tesis central del libro- es el que han elegido, por intuición y por necesidad, los sectores sociales desfavorecidos”.

Germán Sopeña pregunta: “Si no hay que atribuir a características étnicas o costumbristas el atraso latinoamericano, bien cabe preguntarse en cambio por qué en todos los países latinoamericanos el Estado central tiene una presencia dominante y perturbadora en la economía. ¿A qué atribuye usted esa característica común?”.
De Soto contesta: “Bueno, yo lo analizo en «El otro sendero» haciendo el paralelismo directo con la etapa mercantilista europea. Al salir del feudalismo, los príncipes o los reyes llegaron a acuerdos con los grandes mercaderes –de donde surge la palabra mercantilismo- o con los gremios para atribuir concesiones, áreas de actividad exclusiva. Fue sólo a partir de la presión de los sectores empresarios informales que esas economías se democratizaron en el sentido de ampliar la libertad de intercambio y de propiedad para todos”.

“Lo mismo sucede en nuestros países. Tenemos Estados democráticos, pero en la práctica actúan en forma discrecional, regulando todo a su arbitrio. En el Perú tenemos un promedio de 111 normas o regulaciones de gobierno por día. Más del 90% de ellas proviene del Poder Ejecutivo, que tiene así la posibilidad de hacer casi lo que quiere”.

En los países socialistas aparece la economía informal sustentada por el robo generalizado al Estado, ya que es la única fuente posible para la adquisición de insumos básicos para realizar cualquier actividad productiva. Andrés Oppenheimer escribió: “Los cubanos sobreviven gracias al robo cotidiano de los bienes del Estado, a menudo bajo la mirada complaciente de los encargados de custodiarlos”.

“Una vez, en el hotel Habana Libre, me tocó comer el huevo duro número 233. Fuera de broma. El buffete frío que se ofrecía en el comedor del hotel incluía una cesta llena de huevos duros, cada uno con su respectivo número escrito en lápiz sobre la cáscara. Pronto me enteré de la razón. ¡El robo de huevos por parte de los empleados del hotel se había vuelto tan descarado, que la administración había ordenado que cada huevo fuese numerado para poder llevar un mejor control del inventario!”.

“Los cubanos tienen un término para explicar el fenómeno de cleptomanía generalizada que se está dando en esta isla: «Resolver». Se trata de una estrategia de supervivencia individual que se ha convertido en una forma de vida en este país. Para sobrevivir aquí, uno debe «resolver», a menudo quebrando la ley. Y el régimen, consciente de que al ciudadano común no le queda otra, en la mayor parte de los casos hace la vista gorda, cosa de no aumentar las tensiones sociales. Como dicen por allí, existe una especie de pacto social tácito en este país: «El gobierno hace como que no ve las cosas malas que hacen los cubanos, y los cubanos hacen como que no ven las cosas malas que hace el gobierno»” (De “Crónicas de héroes y bandidos”-Editorial Grijalbo SA-México 1998).

domingo, 26 de julio de 2015

Iglesia de los pobres ¿o de la pobreza?

El mensaje de la Iglesia se acerca cada vez más al del marxismo-leninismo, esta vez materializado en la Teología de la Liberación. Tal “liberación” no implica deshacerse de las actitudes erróneas que promueven los pecados, como supone el cristianismo auténtico, sino liberarse de los “explotadores capitalistas”. De ahí que las exhortaciones de la Iglesia pocas veces se dirijan a los pobres, para que traten de abandonar su situación económica, ya que, al suponerlos exentos de defectos, considera que sólo deben cambiar los empresarios; deben producir cada vez más y comer cada vez menos, para que alcance para todos.

Para la Iglesia resulta pecaminoso establecer intercambios que benefician a ambos participantes en la transacción; lo que constituye el acto fundamental del tan denostado mercado. El mercado se desvirtúa cuando existe el beneficio unilateral, dejando de predominar la actitud cooperativa. Por ello, previamente los individuos deben predisponerse a compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, tal el mandamiento del amor al prójimo. Esa es la forma en que la ética cristiana se hace presente, resultando imprescindible para el buen funcionamiento del mercado. Sin embargo, cuando los predicadores no han sido capaces de explicar este sencillo proceso, proponen el poco natural intercambio socialista, con intermediación; la persona A entrega sus bienes al Estado para que éste los redistribuya a B, C, D,…etc. Y así cada uno de los integrantes de la sociedad.

La Iglesia parece haber abandonado la intención de promover la actitud cooperativa como vínculo de unión entre los hombres para reemplazarla por el vínculo material propuesto por el marxismo-leninismo; el trabajo a través del Estado totalitario. Cuando el hombre pierde su libertad, y sólo debe obedecer a la autoridad, decae la producción y aumenta la pobreza, además de convertirse en un esclavo del sistema.

Es oportuno mencionar una carta abierta, dirigida en su momento a Juan Pablo II, que podría, con pocos cambios, ser dirigida al actual papa Francisco. Sus autores son Jacques Paternot y Gabriel Veraldi, y dice lo siguiente:

“Santidad: ¿La Iglesia quiere a los pobres hasta tal punto que procura producir muchos más por temor a quedarse sin ellos?”.
“Ésta es la inquietante pregunta que se plantean muchos católicos que ejercen responsabilidades económicas. De hecho, ellos ven que las autoridades cristianas promueven teorías que conducen a un auténtico sabotaje del desarrollo y que resultan particularmente desastrosas para los desheredados de nuestros países del Tercer Mundo. Un número creciente de obispos, sacerdotes y pastores regresan a una ideología que no sólo aplasta las libertades políticas y religiosas en todos los sitios en que accede al poder, sino que además se revela incompatible con la prosperidad”.
“Su Santidad lo sabe mejor que nadie, dicho cristianismo-leninismo, especialmente a través del tercermundismo y la «teología de la liberación», amenaza la unidad de la Iglesia. Y también vulnera su credibilidad”.
“Puesto que las leyes del desarrollo son en la actualidad muy conocidas, no se puede opinar seriamente en economía ignorándolas. Además, dichas leyes muestran que el progreso económico y social depende de tres componentes indisociables, de orden político y económico ciertamente, pero también de orden cultural, ético y espiritual”.
“Este conocimiento, que se confirma con el fracaso de las ideologías materialistas, invita al cristianismo a recuperar la misión de guía, de esclarecedor a la cabeza de la civilización. Cien años después de Rerum novarum, dos milenios después de la Buena Nueva, ha llegado el momento de formular una «teología del progreso»”.
“Los cristianos no pueden sino aprobar «la opción preferencial por los pobres»; pero el desconocimiento de las realidades económicas se convierte en una «opción por la pobreza», y eso no es lo mismo para los pobres ni para las Iglesias ni para nuestro mundo occidental injustamente calumniado”.
“Su santidad ha titulado su última encíclica Sollicitudo rei socialis («Preocupación por los problemas sociales»). Convendría agregar aquello que permitiría transformar las intenciones en acciones: Sapientia rei economicae («Sabiduría en materia económica»)”.
“Por lo tanto nos tomamos la libertad, santidad, de someteros estas reflexiones con la esperanza de que la Iglesia se proveerá finalmente de una doctrina económica coherente que aporte eficacia a la doctrina social. Sin ello, la virtud distintiva de la enseñanza cristiana, la caridad, es vana”.
(De “¿Está Dios contra la economía?”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1991).

La democracia política implica la renovación periódica de las autoridades, mediante el voto, además del respeto de todos a las leyes y la Constitución. La democracia económica implica la “renovación periódica” de los proveedores, mediante la compra efectuada, además del respeto de todos a las leyes y a la Constitución. Así, el proceso democrático propuesto por el liberalismo es idéntico, ya se trate de política como de economía.

Quienes se oponen a esta propuesta son los partidarios del totalitarismo político y económico, como es el caso del fascismo, el nazismo y el marxismo-leninismo. De ahí que la mayoría de los países hayan adoptado, o al menos vayan en camino de hacerlo, a la democracia plena, política y económica. Aunque hay también excepciones, como es el caso de Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Argentina y, podemos agregar, el Vaticano.

En cuanto al “tercermundismo”, como ideología imperante en la Iglesia, los citados autores escriben: “Ese brillante éxito se explicaría, en última instancia, si reposara en una verdad teórica y concreta demostrada por la ciencia y por las aplicaciones sobre el terreno. Ahora bien, cualquiera que haya producido en los países subdesarrollados algo que no sean palabras y realizaciones folklóricas sabe lo que es en realidad el tercermundismo: un conglomerado de estadísticas adulteradas, análisis superficiales, hechos anecdóticos y dispares, proyectos utópicos, manipulaciones y propaganda. Ese mito incapacitante no sólo no ayuda en el combate contra la pobreza, sino que además paraliza. Es sólo una herramienta para la guerra política, pero, como tal, de una eficacia notable: en menos de veinte años ha sabido tomar el relevo del marxismo extenuado”.

“En nuestra primera obra en común hemos estudiado minuciosamente dicho sistema y demostrado que sería más exacto llamarlo «cristianismo-leninismo». En tal sentido veremos que la adhesión a la praxis leninista es literalmente reivindicada por los «teólogos de la liberación» que quieren fundar una «Iglesia popular» contra la Iglesia «burguesa». Se trata, en suma, de la forma desnuda, hard, del tercermundismo. La forma soft evita las palabras crudas y los actos a plena luz, pero se trata de la misma historia y del mismo problema desconcertante, puesto que el componente estrictamente político de la doctrina es relativamente fácil de comprender. La voluntad de poder y sus métodos inmemoriales –llevados por Lenin a un grado tal de eficacia que en 1917 abrieron un nuevo periodo histórico- bastan para explicarlo. Pero con el componente cristiano no ocurre lo mismo. ¿Por qué las Iglesias, especialmente la Iglesia romana, la más antigua institución centralizada, que existe desde hace dos milenios, se prestan a una aventura tan destructiva? Si esta extraña política sirviese a sus intereses particulares se podría hablar de frío maquiavelismo, tan frecuentemente achacado al Vaticano por sus enemigos. No obstante, la doctrina ha contribuido –y ello puede demostrarse- a alejar a muchos fieles y a hacer que la descristianización progresara de una manera dramática. ¿Para qué sirve entonces?”.

Los citados autores presagian, con varios años de anticipación, un gran cisma dentro de la Iglesia que habría de concretarse con la asunción como Papa de algún cardenal afín al cristianismo-leninismo, como parece ser el caso del actual Papa Francisco. Escribieron al respecto: “Si se tiene en cuenta la actual composición del Sacro Colegio, no faltarían ni candidatos ni electores para la elección de un cardenal adscrito a la ideología tercermundista”.

“O bien un sínodo que reuniese en Iberoamérica algunos centenares de obispos del Norte y del Sur, más simpatizantes llegados de otros continentes, que proclamarían una secesión en el transcurso de un carnaval estruendoso, como el que suele gustar allí, con la fundación de la Iglesia Popular y la eventual nominación de un papa de los oprimidos”.

“O bien, en cambio, después de unas maniobras que obligaran a la Santa Sede a convocar un concilio, la toma del poder «democráticamente» mediante una mayoría de obispos debidamente preparados, como ocurriera en ocasión de los Estados Generales de 1789 que desataron la Revolución Francesa. Casualmente, resulta curioso observar que el primero de esos parlamentos provisionales conducidos por un rey de Francia, en 1301, tenía como objetivo recusar la soberanía temporal del papa”.

“Pero, sea cual fuere su forma, un golpe de Estado en la Iglesia tendría fatalmente como consecuencia un segundo Gran Cisma de Occidente”. “Otro caso previsible: un papa de Roma marxista provocaría fatalmente la disidencia de buena parte de los sacerdotes y de los fieles. El modelo de este tipo de cisma también existe hoy”.

La economía de mercado es la que mejor resultado produce en su tarea de ofrecer una respuesta, en forma de oferta, a las demandas establecidas por el consumidor. Sin embargo, si el consumidor requiere lo inútil o lo superfluo, ello se debe, no a la ineficacia de la economía de mercado, sino a la ineficacia de la educación o de la religión, incapaces de orientar al individuo ofreciéndoles un adecuado sentido de la vida.

La religión cristiana, que en otras épocas orientaba al individuo mediante las enseñanzas del Evangelio, ha descuidado su función esencial para dedicarse a criticar al “sistema económico” imperante. Es un caso similar al del padre irresponsable que, en lugar de admitir sus culpas ante la ineficaz educación de sus hijos, descarga todo su malestar en el “sistema educativo” llegando incluso a ejercer la violencia contra los integrantes visibles de tal sistema. La economía de mercado requiere de un nivel ético básico, como lo afirman las figuras representativas del liberalismo, esperanzados en la religión y en las ciencias sociales, mientras que la Iglesia, por el contrario, tiende a promover la violencia contra el sector productivo de la sociedad, logrando de esa forma que haya cada vez más pobres.

sábado, 25 de julio de 2015

Conservadores vs. liberales

Por lo general, las calificaciones que se establecen respecto de las actitudes que un individuo adopta frente a cuestiones de economía y política, sirven para dar una idea general de sus preferencias, aunque presentan la desventaja de cierto encasillamiento, generalmente injusto, hacia aquellos que no se identifican totalmente con las categorías previamente elegidas para la evaluación. También se da el caso de que, con una misma denominación, se indica actitudes bastante diferentes según sea el país en que se aplican, como es el caso del adjetivo “liberal”, utilizado para definir al socialdemócrata en los EEUU, mientras que en Europa y Latinoamérica “liberal” implica adherir al liberalismo. Por otra parte, en EEUU se denomina “conservador” al que adhiere, parcialmente al menos, al liberalismo, mientras que en Europa y Latinoamérica el conservador vendría a ser el que pretende mantener las cosas como están.

En cuanto al origen histórico y las figuras representativas del conservadurismo, Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie escribieron: “Este término –como muchos otros en la vida política y social- tiene múltiples significaciones análogas a partir de un elemento común: es la condición espiritual, cultural, social o política orientada por el mantenimiento de los valores, normas e instituciones vigentes que se vinculan a la tradición, y que son percibidas como garantía de orden y de convivencia, frente al cambio y sin que en principio sea renuente de las reformas. Ante todo significa un tipo de comportamiento social con proyección política y que responde a un tipo de mentalidad, como actitud no reflexiva, y que históricamente representa una Filosofía Social y Política que se afirma como reacción contra los excesos del Iluminismo y de la Revolución Francesa”.

“El protestante irlandés E. Burke…es el principal representante histórico del conservadurismo, junto al conde A. de Tocqueville, J.F. Donoso Cortés y B. Constant, entre otros. Dichos autores coinciden en afirmar la vinculación del orden político y social al orden religioso, de manera que los conflictos y errores políticos se remontan, en definitiva, a errores filosófico-religiosos; si no hay un encuentro de la verdad religiosa con la política en la concepción del hombre, el sistema de convivencia se resquebraja fácilmente. Este principio ya lo formulaba P. J. Proudhon dentro de su concepción anarquista: todo problema político implica un problema teológico. La esencia del Estado conservador está dada, para Burke y Donoso Cortés, así como para Constant y de Tocqueville, en el reconocimiento teórico y práctico de la religión como fundamento ineludible de la vida social: lo que sucede en un Estado regulado por la ley, debe coincidir con la ley eterna de Dios; aquí radica la medida de lo bueno y de lo malo para propender al sostenimiento de la sociedad” (Del “Diccionario de Sociología”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Acerca de los motivos por los que ha resurgido el liberalismo en los últimos años, Antonio Martino, quien presidió la Sociedad de Mont-Pélerin, expresó: “Hay dos grandes razones. La primera es que el socialismo ha sido probado y resultó un fracaso. Al comienzo de este siglo [se refiere al XX], la idea socialista confrontaba una realidad que era el capitalismo, necesariamente imperfecto, con el ideal socialista que era necesariamente perfecto. Hoy se ha visto el socialismo en la práctica, no sólo imperfecto sino también totalitario, y esto juega naturalmente en favor del liberalismo”.

“El segundo gran movimiento es que hoy comprendemos el funcionamiento de una economía libre mucho mejor de lo que conocíamos hace cuarenta o cincuenta años. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hemos visto una verdadera explosión de estudios e investigaciones que demuestran que el liberalismo es operativo, que funciona, y que si no garantiza la inmortalidad o la felicidad, al menos garantiza un bienestar. Estos estudios también han demostrado fehacientemente la correspondencia entre libertad individual y progreso económico”.

En cuanto a la diferencia entre conservador y liberal, según el criterio predominante en Europa y Latinoamérica, Antonio Martino dijo: “Hay que definir previamente qué entendemos exactamente por un conservador. Si pensamos en un conservador a la inglesa, allí la diferencia con un liberal radica en una concepción distinta sobre las libertades no económicas. Un conservador puede ser partidario de la pena de muerte, por ejemplo, en tanto que un liberal sería más bien contrario a ella”.

“Pero la verdadera diferencia, a mi juicio, es un estado mental. El liberal considera a la libertad un valor absoluto, y, por lo tanto, considera la unidad fundamental de análisis al individuo”.

“El conservador considera, en general, a la nación como unidad elemental de análisis, antes que al individuo. Asimismo, el conservador no considera a la libertad un valor absoluto; la ve más bien como un instrumento de orden económico. Al observar que la libertad genera más actividad económica la recomienda como instrumento, no como valor”. “Precisaría un poco más: el liberal es favorable a la libertad de mercado aun si eso resulta menos eficiente que el socialismo. El conservador prefiere libertad de mercado sólo si eso es más eficiente” (De “Testimonios de nuestra época” de Germán Sopeña-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991).

Ante la pregunta: “¿Hay también una utopía liberal?”, Martino responde: “Estimo que sí. La utopía liberal es, sin embargo, positiva en el sentido de que debe ser necesariamente una utopía experimental, el intento de tener sociedades competitivas entre sí, organizadas de modo de poder elegir entre una y otra. Para dar un ejemplo, es como si una provincia argentina tuviera un sistema estatista en tanto que otra provincia prefiere un sistema más libre y atrae, de ese modo, a los partidarios de ese esquema. Esto sucede, en la práctica, con la competencia entre sistemas sociales de distintos países y la clara opción de emigrantes que buscan, en la inmensa mayoría de los casos, pasar de sociedades menos liberales a sociedades más liberales. Esto es válido tanto para alemanes del Este que pasan al Oeste, como para ciudadanos latinoamericanos que emigran a Europa occidental, EEUU, Canadá, Australia o Nueva Zelanda, pero que no piensan jamás instalarse en países comunistas o sociedades tercermundistas de Asia, África o la propia América Latina”.

“De todos modos conviene advertir que, en términos generales, el liberal es refractario a la idea de utopía porque lo que plantea es, precisamente, la imposibilidad de la sociedad perfecta”.

Ante la pregunta: “¿Quiénes son hoy los principales adversarios del liberalismo si el socialismo está en dificultades?”, Martino responde: “Ciertamente no hay hoy un fuerte adversario como lo era en el pasado el socialismo. Nuestro verdadero adversario son los «acomodantes», los que no quieren cambiar nada, los verdaderos conservadores, los que tienen miedo al cambio, los intereses constituidos, los burócratas que no quieren perder el puesto, los políticos que buscan la popularidad fácil prometiendo lo que no se puede hacer. Estos adversarios son hoy los más peligrosos porque no declaran abiertamente su oposición al cambio que significa el liberalismo, sino que se oponen con sus actos”.

Pregunta: “¿Qué ha cambiado entre un liberal del siglo XIX y uno de fines del siglo XX?”. Respuesta: “Yo estudié con Milton Friedman, y uno de mis puntos en desacuerdo con él giraba siempre en que Friedman, para distinguirse de los liberales del siglo XX, se define a sí mismo como liberal del siglo XIX”. “Pues bien, creo que hoy los liberales como lo entiendo yo deben ser del siglo XXI, porque el futuro es para el liberalismo que vemos hoy. El liberalismo del siglo XIX se encontraba a la defensiva, porque el Estado intervenía poco en la vida económica y había presiones para que aumentara esa intervención. Más que proponer algo positivo, los liberales intentaban retardar un desarrollo que juzgaban, acertadamente, como un peligro. Vemos que estaban en lo cierto porque el crecimiento del Estado derivó en el socialismo en algunos casos, en el nazismo o el fascismo en otros. Pero en aquel momento estaban a la defensiva. Hoy, en cambio, los liberales estamos al ataque. Tratamos de transformar la sociedad con un sentido laboral, porque la intervención estatal creció a dimensiones exageradas”.

Pregunta: “¿Cómo enfrenta el liberalismo a esos adversarios?”. Respuesta: “Explicando que esa actitud de aceptar el statu quo daña a todos. Y perjudica, sobre todo, a los más pobres. Yo estoy inscripto en el Partido Liberal italiano y recomiendo abiertamente a nuestros militantes: nosotros debemos transformarnos en populistas. ¿Por qué? Porque el estatismo perjudica a todos, pero, sobre todo, perjudica a los pobres, al grueso del pueblo. Por lo tanto, los liberales debemos explicar una y otra vez que queremos modificar el statu quo porque ese cambio va a favorecer, especialmente, a los más pobres. Si el servicio de seguridad social no funciona porque es del Estado, el rico puede llamar a un médico privado, pero el pobre no tiene salida. Si dejamos avanzar la inflación, el que se perjudica es el que cobra un sueldo a fin de mes y no el que tiene su capital en Suiza. ¿Está claro, no? Por eso hace falta el populismo liberal; o un liberalismo populista si lo prefiere”.

Sopeña: “No parece la idea más seductora para muchos liberales….”
Martino: “Por supuesto. Puede ser algo chocante. Es difícil aceptarlo para un liberal, que naturalmente es un humanista, un hombre de cultura, que supone que el populismo es equivalente a la demagogia, a la mentira política. Pero hay que comprender que existe un populismo auténtico, sano, con el cual el liberalismo debe demostrar que es algo muy distinto al conservadurismo, que quiere cambiar el statu quo en beneficio de la mayor parte de la sociedad”.

Sopeña: “¿Cuál es su respuesta para la crítica tradicional que ve en el liberalismo una defensa tan acérrima del individuo que perdería de vista la injusticia de grandes diferencias entre unos y otros?”.
Martino: “El liberalismo puede recoger ese desafío fácilmente. Basta con demostrar que en las sociedades democráticas liberales son precisamente los más débiles los que están mucho mejor, comparativamente, que los débiles de las sociedades cerradas, estatistas, con clases privilegiadas que usan el poder político para impedir cualquier transformación”.

“El liberalismo no defiende al fuerte contra el débil. El liberalismo defiende el respeto a las reglas de juego. Ésta es la máxima oportunidad que pueden tener los más débiles. Para darle un ejemplo: si yo fuera pobre, preferiría mil veces ser pobre en los EEUU que ser pobre en la India o en China comunista”.

De la misma manera en que el médico ineficaz busca descalificar al médico que pudo curar al enfermo, la izquierda política, que no pudo solucionar, con el socialismo, ni siquiera los problemas sociales elementales, ha establecido una exitosa campaña de tergiversación de todo aquello que implique al liberalismo, perjudicando de esa forma a toda la población. Para solucionar problemas, no sirven; pero realizan muy bien su trabajo de mentir y difamar.

miércoles, 22 de julio de 2015

Teilhard y el marxismo

La obra de Pierre Teilhard de Chardin consiste esencialmente en enunciar y sostener un principio, el de “complejidad-conciencia”, que le da sentido tanto al universo como a la vida inteligente. De ahí que pueda considerarse como el intento definitivo de erradicar el ateismo, considerando al mismo como la postura que niega todo posible sentido, o finalidad, asociada tanto al universo como al hombre y la humanidad. Joël de Rosnay escribió: “Teilhard de Chardin sostiene que la materia del universo está organizada en una larga cadena de complejidad creciente. La cadena comienza en las partículas elementales, sigue con los átomos, las moléculas, las células y los organismos individuales; se extiende finalmente a los agrupamientos complejos constituidos por las sociedades humanas. En cada nivel de complejidad se encuentran los elementos constructivos a partir de los cuales se forma el siguiente, más complejo”.

“Aparentemente, Teilhard de Chardin fue uno de los primeros en subrayar que esta clasificación por orden de complejidad creciente correspondía también a una clasificación cronológica. De acuerdo con este enfoque, para comprender la vida en su estadio inicial es necesario observarla «en relación con lo que la precede más que en relación con lo que la sigue»” (De “La aventura del ser vivo”-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1998).

El fundamento del proceso evolutivo, que va desde la materia inorgánica a la vida, se establece con el modelo cosmológico del “Big-bang” o Modelo de Friedman-Lemaitre-Robertson-Walker, y por el Modelo Estándar de la Física de Partículas. Adviértase que el mérito de Teilhard radica en haber sido el primero en postular el principio mencionado, que se extrae en la actualidad a partir de la vigencia de tales modelos; confirmados hasta el momento por la experiencia.

Al pretender que sus escritos e investigaciones sean consideradas bajo un punto de vista estrictamente científico, debe considerarse su veracidad, o su falsedad, bajo una óptica experimental, sin tener en cuenta afinidades de tipo ideológico o filosófico, que deben considerarse en el contexto de las ciencias sociales. Confiado en la veracidad de sus observaciones y en una adecuada interpretación posterior, Teilhard trata de compatibilizar (supuestamente) la religión cristiana con la ciencia experimental, lo que constituye, en nuestra época, una urgente necesidad. De la misma manera en que, en épocas pasadas, guiados por la creencia en una única verdad, se trató de buscar la compatibilidad de religión con filosofía, en la actualidad debe encontrarse la compatibilidad entre religión y ciencia, cuya primera consecuencia ha de ser el rechazo de las creencias incompatibles con la ley natural. Teilhard escribió: “Discutiendo, como científico, las perspectivas científicas, debo limitarme, y así lo haré estrictamente, al examen y a la disposición de las apariencias, es decir, a los «fenómenos». Preocupado por las ligazones y la sucesión que manifiestan estos fenómenos, no me ocuparé de sus cualidades profundas” (De “El fenómeno humano”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1967).

En principio, tal postura poco o nada tiene que ver con el marxismo, con la “lucha de clases” como motor de la historia y con la violencia asociada al socialismo real. Sin embargo, Teilhard pretende incorporar en su esquema lo que “está de moda”, lo que parece constituir alternativas válidas para la orientación del ser humano. Admite tácitamente que Cristo no es el único camino a la verdad, ya que interpreta que existen otras alternativas válidas al “amarás al prójimo como a ti mismo”. Al respecto escribió: “A diferencia de las venerables cosmogonías asiáticas que acabo de eliminar, los panteísmos humanitarios representan a nuestro alrededor una forma muy joven de religión. Religión poco codificada o sin codificar (aparte del Marxismo). Religión sin Dios aparente, y sin revelación. Pero Religión en el verdadero sentido, si con esa palabra designamos la fe contagiosa en un Ideal al que hay que entregar la vida propia. A pesar de extremas diversidades de detalle, un número rápidamente creciente de nuestros contemporáneos está ya de acuerdo en reconocer que el interés supremo de la existencia consiste en dedicarse en cuerpo y alma al Progreso universal, y que éste se expresa a través de los desarrollos tangibles de la Humanidad. Desde hace mucho tiempo, el mundo no había asistido a semejante efecto de «conversión». Lo cual significa que, bajo formas variables (comunistas o nacionalistas, científicas o políticas, individuales o colectivas), vemos sin lugar a dudas que a nuestro alrededor nace y se constituye, desde hace un siglo, una nueva Fe: la Religión de la Evolución” (De “Yo me explico”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1968).

Aquí parece aceptar sin inconvenientes a los nacionalismos; causas principales de las Guerras Mundiales. También al comunismo y a los colectivismos (generalmente totalitarios) que produjeron decenas de millones de víctimas. Al respecto agregó: “Comunismo, fascismo, nazismo, etc., todas estas corrientes mayores a donde vienen a confluir la multitud de los grupos deportivos, escolares, sociales, son con frecuencia condenados como un retorno a condiciones gregarias primitivas. Error. La vida no ha conocido, ni podía conocer nada comparable a estos movimientos en masa que, para producirse, exigen una napa homogénea de conciencia” (Citado en “Teilhard de Chardin o la Religión de la Evolución” de Julio Meinvielle-Ediciones Theoria SRL-Buenos Aires 1965).

Pareciera que tal visión evolucionista del mundo pretende compatibilizar ideologías de adaptación con falsas ideologías promotoras de violencia. Parece no distinguir entre el Bien y el Mal. La tibieza y la irresponsabilidad de su postura puede simbolizarse en la actitud de los “espíritus conciliadores” que razonan más o menos de la siguiente forma: Si para Cristo 2+2=4, y para Marx 2+2=5; entonces aceptamos como verdad que 2+2=4,5, y así quedamos todos contentos.

Teilhard está lejos de colocarse en una postura antagónica hacia la barbarie marxista-leninista aun cuando ya se conocían las catástrofes sociales ocurridas principalmente en la URSS y China. Pero el párrafo más inverosímil es el siguiente: “Como me gusta decir, la síntesis del «Dios» (cristiano) de lo alto y del «Dios» (marxista) de lo adelante, he aquí el solo Dios que podemos aquí en adelante adorar «en espíritu y verdad»” (Carta de mayo-junio de 1952) (Citado por J. Meinvielle).

En realidad, en lugar de buscar una compatibilidad entre cristianismo y ciencia, Teilhard busca compatibilizar cristianismo con marxismo. En lugar de representar a los máximos promotores del amor (Cristo) y del odio (Marx), en oposición, los representa como dos vectores desplazados un ángulo de 90º, y cuya resultante, a 45º, representa la síntesis esperada y promovida por Teilhard. Al respecto escribió: “En virtud de lo que acabo de decir, la figura adjunta representa simbólicamente el estado de tensión en que se halla al presente, más o menos conscientemente, instalado todo individuo humano a consecuencia de la aparición, en su propio corazón, junto a las tradicionales fuerzas ascensionales de adoración (Oy) [Eje vertical], una modernísima acción propulsiva (Ox) [Eje horizontal] ejercida sobre cada uno de nosotros por las recién nacidas fuerzas de trans-hominización. Para concretar más el problema, reduzcámoslos a sus términos más perfectos o más expresivos. Es decir, convengamos en que Oy representa simplemente la tendencia cristiana, y Ox representa simplemente la tendencia comunista o marxista, tal como cristianos y marxistas se expresan comúnmente en torno a nosotros, en este mismo momento”.

“Como un conflicto –y aun como un conflicto en apariencia irreductible- nos es forzoso responder. Aquí (siguiendo Oy) una Fe en Dios indiferente, si no hostil, a toda idea de una ultra-evolución de la especie humana. Allí (siguiendo Ox) una fe en el Mundo, formalmente negativa (al menos verbalmente) de todo Dios trascendente”.

“Tomada en sí sola, la fe en el Mundo no basta, pues, para mover la Tierra hacia delante. Pero tomada en sí sola, tampoco es seguro que la fe cristiana, en su antigua explicitación, baste todavía para levantar al Mundo hacia lo alto…Por definición, por principio, la función distintiva de la Iglesia es la de saber y poder cristianizar todo lo humano en el Hombre. Ahora bien, ¿qué puede acontecer (qué no está ya aconteciendo…) si, en el momento preciso, cuando en la «anima naturaliter christiana» empieza a surgir una componente tan viva como la conciencia de un «ultra-humano» terrestre, que la autoridad eclesiástica ignora, desdeña o incluso condena, sin siquiera llegar a comprenderla, la nueva aspiración?”.

“Oy y Ox, en lo alto y hacia delante: dos fuerzas religiosas, repito, que ahora ya se afrontan en el corazón de todos los hombres; dos fuerzas, acabamos de verlo, que se debilitan y marchitan si se aíslan; dos fuerzas, por consiguiente (y es lo que me falta por demostrar), que sólo esperan una cosa: no que hagamos una elección entre ambas, sino que hallemos el modo de combinarlas a la una con la otra” (Extractos de “El porvenir del hombre”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1962).

Según Teilhard, el marxismo-leninismo, que produjo en el mundo unas cien millones de victimas al intentar imponer el socialismo, no debe desaparecer, sino que debemos “combinarlo” y compatibilizarlo con el cristianismo. Ésta parece ser la semilla que ha crecido dentro de la Iglesia hasta relegarla al lugar más denigrante en toda su historia, ya que la propia Iglesia de Cristo trata de asociarse a las fuerzas del Anti-Cristo.

El autor del presente escrito, como posiblemente les ocurra a los lectores, nunca sospechó semejante sacrilegio y traición hacia la Iglesia y, sobre todo, a la humanidad. El mensaje teilhardiano resulta ser el perfecto disfraz de quien, consciente o no, ha resultado ser “un lobo con piel de cordero”. Incluso la trampa siguió presente, luego de su muerte, cuando varios bienintencionados miembros del Comité científico y destacados académicos de Francia, patrocinaron la edición póstuma de sus obras.

El error, que muchas veces se comete, consiste en rechazar toda la obra de Teilhard, o bien aceptarla totalmente. En el primer caso se incurre en el error de rechazar un planteo evolucionista que resulta compatible con la realidad, mientras que en el segundo caso se llega a aceptar una ideología nefasta, como es el marxismo. Henri Poincaré expresó: “Dudar de todo o creerlo todo, son dos soluciones igualmente cómodas, pues tanto una como la otra nos eximen de reflexionar”.

martes, 21 de julio de 2015

Posibilidades de existencia de inteligencia extraterrestre

Respecto de la existencia de civilizaciones extraterrestres, pueden distinguirse dos posturas extremas: la del aficionado que trata de convencer a los demás acerca de un acontecimiento excepcional todavía no verificado, por una parte, y la del científico que contempla tal posibilidad a la luz de los conocimientos adquiridos hasta el presente. J. D. Bernal escribió: “Hay dos futuros, el futuro del deseo y el futuro del destino, y la razón humana no ha aprendido nunca a separarlos”.

Se estima que el universo está constituido por unas cien mil millones de galaxias, cada una de ellas compuesta, a su vez, por unas cien mil millones de estrellas. Ante la existencia de tal diversidad estelar, sería un tanto sorprendente que fuésemos los únicos integrantes de una posible comunidad de seres inteligentes. En este caso, sentiríamos una desagradable sensación de soledad. De ahí que nos resulte atractiva la posibilidad de no ser los únicos. Sin embargo, la realidad de nuestro universo no depende de nuestros gustos ni de nuestros deseos. El físico Pascual Jordan escribió: “En relación con la pregunta sobre la existencia de fenómenos de vida extraterrestre y más todavía sobre la existencia de otras inteligencias, yo soy considerablemente más escéptico que la gran mayoría de los especialistas que han participado hasta la fecha en los debates sobre tales cuestiones….no creo en la existencia de base alguna para suponer la probabilidad de que haya seres inteligentes extraterrestres, en virtud de los conocimientos que hoy tenemos de las Ciencias Naturales”.

“Naturalmente, no es que niegue por principio la posibilidad de que exista vida orgánica en otros astros; y si en algún otro sistema planetario la vida orgánica se hubiese desarrollado hasta alcanzar un grado muy alto, existe también la posibilidad –que debe ser reconocida- de que haya surgido en tales lugares una inteligencia que podría ser similar o quizá superior a la humana”.

“En las conversaciones se tropieza una y otra vez con dos posturas bien comprensibles desde el punto de vista psicológico, pero erróneas desde un ángulo objetivo. La investigación moderna nos ha hecho sentir de manera opresiva la monstruosa magnitud del mundo estelar”. “¿No tendríamos que sentirnos sobrecogidos de angustia al pensar que el ser humano está solo en este gigantesco mundo de estrellas, que seamos los únicos seres vivientes en el Cosmos infinito?”. “¿No tendríamos que antojársenos el gigantesco mundo estelar una empresa de derroche incomprensible si la vida orgánica fuera sólo un fenómeno natural completamente raro y aislado de la inmensidad del Cosmos?” (De “¿Estamos solos en el Cosmos?”-Varios autores-Plaza & Janés SA Editores-Barcelona 1973).

Entre los científicos existe un gran porcentaje que admite la posibilidad de existencia de vida inteligente extraterrestre, mientras que simultáneamente niega que hayan llegado a nuestro planeta viajeros lejanos, como lo afirman los aficionados, y mucho menos con la frecuencia supuesta. Por ello promovieron la creación de organismos internacionales dedicados a emitir ondas de radio al espacio exterior con la esperanza de recibir alguna respuesta. Frank D. Drake escribió: “Quizá no haya nada tan excitante como el pensamiento en la posibilidad de un contacto con civilizaciones extraterrestres. Un contacto de tal naturaleza pondría por vez primera al género humano en comunicación con una forma de vida que se habría desarrollado con independencia absoluta de la nuestra y que, probablemente, habría producido individuos, técnica, historia, ideas políticas e ideales de belleza completamente distintos de los que conocemos en nuestro planeta. Si pudiésemos realizar este sueño, tendríamos una idea mucho más amplia, no sólo de un nuevo mundo, sino también de la situación del ser humano dentro de un sistema de lo posible y, asimismo, de la significación de nuestra vida como seres humanos. Hay un momento en nuestra vida en el que todos nos preguntamos por qué existimos. Y el conocimiento del desarrollo de otras civilizaciones podría procurar una respuesta a esta pregunta básica de nuestra existencia, aunque no hay duda de que la respuesta no sería totalmente satisfactoria” (De “¿Estamos solos en el Cosmos?”).

Es oportuno tener presente que la naturaleza exige del hombre el pleno desarrollo de sus potencialidades como un precio impuesto a nuestra supervivencia. En caso de producirse un intercambio de información con civilizaciones más avanzadas, se anularía la posibilidad creativa de los futuros genios de la humanidad, derogándose esta “ley tácita” que pareciera regir nuestro vínculo con el orden natural.

En reuniones interdisciplinarias celebradas algunas decenas de años atrás, científicos de la URSS y de EEUU, principalmente, evaluaron las probabilidades de existencia de civilizaciones extraterrestres. Tales conferencias se conocen como CETI (Communication with Extraterrestrial Intelligence). Como guía para las discusiones se utilizó la “fórmula de Drake”, en la que aparecen los distintos factores a tener en cuenta:

N = R* fp ne f1 fi fc L

En donde:

N: número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia.
R*: ritmo de formación estelar promediado para toda la vida de la galaxia (número de estrellas por año).
fp: fracción de estrellas con sistemas planetarios.
ne: promedio de planetas dentro de estos sistemas planetarios ecológicamente apropiados para la vida.
f1: fracción de esos planetas en los que tiene lugar realmente el origen de la vida.
fi: fracción de tales planetas en los que, tras aparecer la vida, nace la inteligencia de alguna forma.
fc: fracción de tales planetas en los cuales los seres inteligentes desarrollan una fase comunicativa.
L: vida media de esas civilizaciones técnicas.

Carl Sagan comenta la ecuación anterior: “El factor R* pertenece al dominio de la astrofísica, como también fp; ne está determinado en la frontera que separa la astronomía de la biología; f1 es en gran parte un tema de la química orgánica y la bioquímica; fi constituye un tema de la neurofisiología y la evolución de los organismos avanzados; fc es un tema de la antropología, arqueología e historia. Y el último término está situado en una zona muy nebulosa que predeciría el futuro de las sociedades: afecta a la psicología y a la psicopatología, a la historia, la política, la sociología y otros muchos campos. La confianza de los cálculos declina pronunciadamente de R* a L en la ecuación mencionada. Pero dejando aparte la posible bondad de nuestros cálculos sobre estos factores, es de notar el hecho de que exista un problema en sí que implique tan íntimamente unos temas que van desde la astrofísica y la biología molecular hasta la arqueología y la política. (De “Comunicación con inteligencias extraterrestres”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1980).

En cuanto a quienes aducen haber sido testigos de la presencia de seres extraterrestres, se les puede preguntar acerca de la forma en que han podido viajar desde distancias enormes. Quien sostiene tal posibilidad, es el que debe convencer a los incrédulos, mediante argumentos y pruebas, acerca de la veracidad de sus afirmaciones. Se sabe que la estrella más cercana a nuestro sistema planetario solar, que dista a unos 4,2 años luz, no tiene planetas a su alrededor capaces de sostener alguna forma de vida, por lo que deberían proceder de lugares todavía más distantes. Tal distancia puede calcularse multiplicando la cantidad de segundos que hay en 4,2 años por 300.000 km, que es la distancia que viaja la luz en un segundo.

Según las leyes de la física, para llevar un móvil a velocidades cercanas a la de la luz, se requieren enormes cantidades de energía. ¿De dónde la obtienen los “platos voladores”? ¿Cómo hacen para evitar choques contra la materia estelar desperdigada en el trayecto? ¿Cómo hacen tales seres para aguantar las enormes presiones asociadas a la aceleración requerida para viajar a enormes velocidades? ¿Cuántas generaciones de extraterrestres se requieren para subsistir en las naves durante los largos años requeridos por el viaje? Y todo ello para venir a jugar a las escondidas….Los aficionados dirán entonces que los extraterrestres utilizan otras leyes naturales distintas a las conocidas por el hombre, por lo cual entraríamos en el mundo de la fantasía y del “todo vale”, por lo cual ya no tiene sentido establecer ninguna discusión al respecto.

Otro aspecto a tener en cuenta es la reducida probabilidad de existencia de vida en nuestro propio planeta, por lo cual, aun cuando existieran las condiciones adecuadas para la vida en otros planetas, su surgimiento habría de ser poco probable. Paul Davis escribió: “¿Qué es exactamente la vida?, me preguntaba yo. ¿Y cómo empezó? ¿Podría estar sucediendo algo raro dentro de los organismos vivos? Precisamente en esa época, mi director de tesis me dio (como ejercicio para relajarme) un curioso artículo del muy respetado físico Eugene Wigner. El artículo pretendía demostrar que un sistema físico no podía hacer una transición de un estado no vivo a un estado vivo sin contravenir las leyes de la física cuántica. ¡Ajá! Así que Wigner al menos pensaba que algo raro debió de haber ocurrido cuando la vida empezó”.

“La vida tal como la conocemos requiere cientos de miles de proteínas especializadas, por no mencionar los ácidos nucleicos. Las probabilidades en contra de producir precisamente las proteínas por puro azar son del orden de 10 (exp 40.000) contra 1. Esto es un 1 seguido de cuarenta mil ceros, cuya escritura completa necesitaría un capítulo entero de este libro. En comparación, sacar mil veces un palo completo en una partida de cartas es fácil. En un comentario famoso, el astrónomo británico Fred Hoyle comparó las probabilidades en contra del ensamblaje espontáneo de la vida con las probabilidades de que un tornado barra un depósito de chatarra y produzca un Boeing 747 listo para funcionar”. (De “El quinto milagro”-Editorial Televisa SA-México 2004).

Otro aspecto a tener en cuenta es que la vida elemental, surgida en la Tierra, y generadora de las demás formas de vida, apareció en un momento único. Pascual Jordan escribió: “El desarrollo de vida orgánica que ha tenido lugar en nuestro planeta es un fenómeno natural extremadamente raro, un fenómeno improbable en el Cosmos. Hechos, cuya consideración precisa exigiría un libro entero dan motivo a decir que una conjunción extremadamente improbable de innumerables circunstancias independientes entre sí ha contribuido en nuestro planeta, a través de tres mil millones de años como mínimo, a la creación de condiciones previas favorables para el desarrollo y mantenimiento de la vida orgánica”.

“El desarrollo de la vida no se ha producido … mediante repetidos comienzos a partir de la naturaleza inorgánica, sino que la Naturaleza ha conseguido sólo una vez dar el paso decisivo que condujo a la aparición de las primeras unidades de vida capaces de reproducirse”.

sábado, 18 de julio de 2015

Keynesianismo en épocas normales

Cuando la economía de una nación padece una severa depresión, consistente en una caída importante en el consumo y en la producción, es admisible la intervención del Estado para poner en marcha la actividad económica promoviendo inversiones productivas, tal la solución propuesta por John M. Keynes. Sin embargo, varios de sus seguidores sostienen que tal acción gubernamental resulta conveniente aun fuera de la época depresiva, es decir, en épocas de actividad económica normal.

Tanto en economía como en medicina, nunca debe separarse el diagnóstico preciso del tratamiento aconsejado, ya que, si la depresión económica fue motivada por un exceso de intervención estatal, incluso a través de una emisión excesiva de dinero, la solución keynesiana resulta contradictoria, ya que se pretende curar una enfermedad inyectando los mismos tipos de virus que previamente la generaron.

Este tipo de solución ha sido resistido por muchos economistas para quienes cualquier tipo de distorsión del proceso autorregulado del mercado, especialmente aquellos originados por el Estado, producirá en el futuro efectos peores que los que se trató de corregir. Para suspender la validez de este “principio general”, legitimando la intromisión keynesiana, puede decirse que, en momentos de recesión profunda, la economía apenas funciona y, por lo tanto, no debe hablarse propiamente de un “mercado”. De todas formas, la veracidad de las afirmaciones al respecto no es accesible al simple análisis cualitativo, sino que resulta conveniente tener presente las opiniones de los especialistas. Lo que sí resulta accesible a nuestra observación es el conjunto de efectos producidos por las decisiones económicas ejecutadas por los distintos gobiernos.

Todo parece indicar que la “solución keynesiana”, aplicada en épocas normales, tiende a producir una inflación crónica. La inflación tiende a perjudicar a los sectores más humildes. Sin embargo, los gobiernos populistas (que sólo hablan en favor de los pobres) son los principales adeptos a un keynesianismo fuera del estricto contexto indicado. La existencia de numerosos pobres mantenidos por las dádivas oficiales asegura gran cantidad de votos y la permanencia en el poder de los políticos irresponsables.

Se mencionan a continuación algunas opiniones de Friedrich von Hayek que aparecen en el libro “Testimonios de nuestra época” de Germán Sopeña (Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991), quien escribió: “En una reciente colaboración para la revista The Economist, consagrada al centenario de Keynes, Friedrich von Hayek sostenía taxativamente que «su objetivo principal fue siempre tratar de influir en las políticas en curso para lo cual la teoría económica fue para Keynes simplemente una herramienta para tal propósito». Y continúa poco después: «Admiré a Keynes, que fue ciertamente uno de los hombres más notables que yo haya conocido por su cultura, su pensamiento y su capacidad de exposición. Pero por paradójico que esto pueda sonar, Keynes no era ni un economista experimentado ni siquiera estaba realmente interesado en el desarrollo de la economía como una ciencia»”.

“«Así como se ha dicho muchas veces que, si Marx viviera, no sería marxista, yo estoy seguro de que Keynes no sería keynesiano. En rigor Keynes ya no era keynesiano en los últimos meses de su vida. Lo lamentable del caso es que Keynes murió en el momento más inoportuno posible, ya que gran parte de la influencia de sus ideas se propagó por el mundo cuando él ya desconfiaba de sus propias teorías. Yo se lo puedo asegurar, porque en varias conversaciones personales con el propio Keynes él me confiaba poco después de la Segunda Guerra Mundial –o sea poco antes de su muerte- que estaba muy preocupado por la propaganda inflacionista que había ganado a la mayoría de sus alumnos. Con profunda indignación Keynes llegó a decirme textualmente lo siguiente: ‘Están locos: no toman en cuenta que mis teorías fueron pensadas para combatir un periodo de deflación y no para ser aplicadas en momentos de inflación’»”.

“Resulta sorprendente sin embargo suponer que, si Keynes había comenzado a advertir ese riesgo, ninguno de sus discípulos hubiera profundizado la brecha. «Pero es que hubo algunos que lo advirtieron –continúa Hayek- como la señora June Ovenson por ejemplo que hizo la famosa declaración pública en la cual afirmó que ‘Keynes no había comprendido enteramente sus propias teorías’. Pero la influencia de sus teorías ya había sido muy grande entre todos los políticos de la época, especialmente por su famoso informe sobre ‘El pleno empleo en una sociedad libre’, donde se relaciona erróneamente el nivel de empleo al nivel de demanda final, lo cual es falso por una razón muy simple: el curso de la producción es como un largo resorte que puede ser comprimido o estirado según las circunstancias. Algunas veces, el nivel de empleo puede tener resultado sobre la demanda de productos; pero otras veces no es beneficioso invertir –aun si la demanda no se ha restringido- porque el capital disponible es escaso o muy caro. La demanda no gobierna por lo tanto rígidamente al empleo. Ésa fue la base de toda mi discusión de los años 30 con Keynes y en la cual su posición resultó francamente victoriosa influyendo definitivamente sobre todos los gobiernos posteriores»”.

De la misma manera en que las buenas intenciones de un médico no alcanzan para curar al enfermo, las buenas intenciones de un Ministro de Economía no son suficientes para orientar adecuadamente la economía nacional. Sopeña agrega: “Aquel enfrentamiento absoluto y total con Keynes le valió a Hayek el mote vulgarmente adjudicado de «pensador conservador» por cuanto Keynes pasaba por ser un hombre de ideas sociales y progresistas, generalización en la cual se confundían imperdonablemente dos cosas distintas; que Keynes poseía realmente elevados ideales sociales dignos de todo elogio pero que otra cosa muy diferente es querer interpretar fenómenos económicos simplemente bajo esa óptica”.

La intervención keynesiana puede imaginarse como una emisión monetaria abrupta que tiende a mover a la inactiva economía nacional, volviendo a la emisión gradual (que acompaña el crecimiento de la producción) en épocas normales. Por otra parte, Milton Friedman sostenía que se debía alimentar a la economía con una inserción monetaria en forma continua e imperceptible, a un ritmo similar al del crecimiento de la producción. Sin embargo, al considerarse esta última opción como una forma de “intervención estatal”, no era compatible con la postura de Hayek. Germán Sopeña agrega al respecto: “Así, cuando Milton Friedman, el monetarismo y la llamada escuela de Chicago se erigieron en nuevos apóstoles de la crítica ortodoxa a las teorías keynesianas, numerosas opiniones académicas un poco simplistas identificaron de inmediato a Hayek y Friedman como las dos cabezas de un mismo cuerpo de pensamiento. Hayek se preocupa sin embargo de precisarnos con todo cuidado que tal apreciación es errónea: «Puesto que hablamos de Friedman y el monetarismo –nos explica- debo puntualizar lo siguiente: yo coincido en muchos aspectos con las teorías de Milton Friedman pero no coincido justamente en la política monetaria aconsejada por él. Creo que Friedman sobresimplifica el problema porque una de las peores cosas que pueden suceder económicamente es que uno supedite todo a la cantidad de dinero en circulación. Eso lo lleva a uno a un error inevitable, ya que en realidad no se puede determinar nunca con precisión cuál es la masa monetaria circulante total en una economía. Los Bancos centrales tienen así una capacidad limitada de acción para determinar la masa monetaria total, y por lo tanto confiar todas sus esperanzas a ese instrumento lo lleva a uno a intentar políticas experimentales»”.

Para el pensamiento liberal, la economía es una cuestión de emprendimientos, principalmente privados, que se adaptan al funcionamiento del mercado, y no una cuestión de buscar una óptima forma de intervención estatal. “En esa respuesta de gran densidad de Friedrich von Hayek se dibuja en realidad el fondo de su filosofía económica: no es posible actuar con éxito manejando simplemente un instrumento estatal. Keynes lo propone a través del déficit. Friedman, a través de un rígido control monetario. Pero ni uno ni otro –en la visión de Hayek- debieran olvidar que la capacidad de influencia es limitada y en última instancia produce consecuencias que escapan al control de la situación que se pensaba dominar”.

Una vez desatado un proceso inflacionario, existen distintas alternativas para corregirlo. También en este aspecto existe discordancia entre Hayek y Friedman. El primero expresó: «Estoy en desacuerdo con Friedman y la escuela de Chicago en algo que me parece fundamental: yo no creo que se pueda detener la inflación despaciosamente o gradualmente como lo proponen Friedman y sus seguidores. Yo sostengo en cambio que la inflación debe ser combatida de la manera más abrupta y veloz posible por una sencilla razón que hemos verificado en estos últimos años en todo el mundo: el descenso lento y gradual de la inflación provoca inevitablemente un desempleo masivo porque las empresas se van readecuando gradualmente al proceso recesivo engendrado por políticas monetarias restrictivas y eso deriva naturalmente en la reducción de empleos. Si uno aplica una política radical de control de la inflación también habrá desempleo inmediato pero el restablecimiento de condiciones económicas más sanas permitirá un rápido equilibrio de la situación del empleo. Y creo firmemente que si una política de control inflacionario muy rígida puede provocar un pico de desempleo, en términos políticos es posible aguantar seis meses con un desempleo del 20% mientras que resulta políticamente muy difícil aguantar tres o cuatro años con ‘sólo’ un 10% de desempleo permanente».

En cuanto a la adscripción incondicional a alguna tendencia económica, debe tenerse presente que existen diferencias entre las ideas predominantes en distintas sociedades y en distintas épocas, por lo cual se requiere cierta flexibilidad ideológica. Hayek expresó: «Lo erróneo es la adscripción ciega a una teoría. No hay que confiar en esos instrumentos mágicos, hay que convencerse de que nuestras posibilidades son limitadas y que por lo tanto nadie mejor que el mercado es capaz de regular adecuadamente el funcionamiento económico. Lo único que hay que hacer es asegurar su capacidad de acción».

viernes, 17 de julio de 2015

Las ideas que promovieron el Renacimiento

Se aduce, por lo general, que el ambiente reinante en una sociedad favorece el surgimiento de las ideas que luego predominarán entre sus integrantes. Sin embargo, yendo un poco más atrás, puede decirse también que son las ideas y las actitudes de los individuos destacados las que promueven los cambios de mentalidad y sus consecuencias posteriores. Desiderio Papp escribió: “Si bien la elaboración del conocimiento científico y sus múltiples aplicaciones constituyen una obra esencial, una creación colectiva: las leyes primordiales, los descubrimientos cruciales, las teorías generales, se deben a un grupo reducido de investigadores. Un puñado de personalidades han creado los cimientos y han levantado los pilares que sostienen la soberbia construcción del saber”.

“La historia de la ciencia así concebida es, a diferencia de la historia político-social, el relato de las hazañas de individuos excepcionales que lograron la erradicación de conceptos tradicionales, preparando la instauración de una nueva visión de la realidad. Sus creaciones son casi tan personales como las creaciones artísticas. Efectivamente, por diferentes que sean las características del Arte y de la Ciencia, el proceso de creación es en ambas estrictamente individual. Por cierto, no fue un gremio de artistas el que pintó el retrato de Mona Lisa, ni una asamblea de académicos la que formuló y demostró la ley de la gravitación”.

En cuanto al Renacimiento, agrega: “En el periodo transcurrido entre el crepúsculo del siglo XV y los últimos decenios del siglo XVI, se abre una nueva era en la historia de la Humanidad, produciéndose una honda transformación, a la vez de orden espiritual y material, del mundo occidental. Un giro trascendente se opera en el enfoque de las convicciones y tradiciones legadas por la Edad Media, asignando nuevos rumbos a la búsqueda científica”.

Dos acontecimientos confluyen para acentuar la influencia de la antigüedad clásica, y estos son: la caída de Constantinopla en poder de los musulmanes y la invención de la imprenta. El citado autor agrega: “Al promediar el siglo XV, se produjo un acontecimiento trascendental: aparece el primer libro impreso, encauzando la vida intelectual del mundo hacia una nueva fase. Efectivamente, ninguna innovación de la época repercutió tan eficazmente sobre el progreso renacentista como la invención del arte de imprimir”.

“Muchas veces en la historia los alcances de un acontecimiento están ampliados y reforzados por las circunstancias que casualmente lo acompañan. En un momento crucial, la conquista de la palabra impresa reemplazó la forma precaria e insegura de la tradición por una forma estable y duradera. En 1453, Constantinopla, capital del imperio bizantino, heredera medieval de Atenas, cayó en manos del Islam. Ante la inminente captura de la ciudad, millares de fugitivos se dirigieron hacia Italia, llevando consigo sus bienes, entre ellos preciosos manuscritos griegos, guardados en los monasterios de la antigua Bizancio. Estos tesoros, salvados del holocausto de Constantinopla, llegaron al Occidente en el preciso momento en que apareció el instrumento capaz de asegurar su difusión y su transmisión. Jamás fue tan oportuna una casual coincidencia como la de la invención del arte tipográfico con el descubrimiento de los clásicos” (De “Las ideas revolucionarias en la ciencia”-Editorial Universitaria SA-Santiago de Chile 1975).

Puede decirse que el Renacimiento implicó una continuidad parcial en algunos aspectos y una reacción total en otros, respecto de la Edad Media. La actitud religiosa predominante en la Edad Media fue esencialmente ascendente (que mira a Dios) en desmedro de una actitud lateral e igualitaria (que mira al hombre). Francisco Letizia escribió: “Si la Edad Media fue geocéntrica, el Humanismo y el Renacimiento serán, pues, antropocéntricos. En efecto, predican y ensalzan la dignidad del hombre, el libre albedrío y la autonomía individual, juntamente a la independencia de toda autoridad científica en la libre investigación de la naturaleza” (De “Fundamentación filosófica de las doctrinas económicas”-Universidad Nacional de Cuyo-Mendoza 1983).

Uno de los aspectos cambiantes del pensamiento renacentista fue el naturalismo, que fue sintetizado por Héctor Oscar Ciarlo: “El aporte del Naturalismo fue: 1) Una divinización de la naturaleza, o sea, la inmanentización de Dios y del Mundo; 2) Revaloración de la naturaleza frente a lo sobrenatural, y en consecuencia una separación de las formas de conocer de la ciencia y la filosofía, por un lado, y de la teología por otro; 3) Un conocimiento científico de la naturaleza, de lo cual surge la concepción de una estructura mecánica del mundo (Galileo), compuesta de elementos cualitativos, y de la idea de que la verdad es de esencia matemática. «La naturaleza -sentencia Galileo- está inscripta en caracteres matemáticos»; 4) Finalmente, el Naturalismo sostiene que la razón es capaz de captar esa estructura, lo cual constituye el supuesto básico de toda la ciencia moderna” (De “Las ideas del Renacimiento”-San Juan de Puerto Rico 1975).

Mientras que la Iglesia y los intelectuales adoptaban como referencia la autoridad de la Biblia y de Aristóteles, Galileo adopta como referencia “la autoridad del telescopio”. Los científicos, luego, adquieren su notoriedad histórica debido a que abandonan la tradición y la autoridad de los antiguos maestros. Así, el astrónomo Nicolás Copérnico deja atrás el modelo planetario de Ptolomeo, realizado más de mil años antes. Galileo abandona la física aristotélica, vigente desde unos mil ochocientos años atrás. Andrea Vesalio reinicia la medicina experimental abandonando la autoridad científica de Galeno, vigente por algo más de mil años.

Las referencias posibles que se adoptan frente al conocimiento son las cuatro siguientes: a) La propia realidad, b) Lo que piensa uno mismo, c) Lo que piensan otros hombres, d) Lo que piensa la mayoría. Quienes tomaban como referencia a la Biblia, o a los libros aristotélicos, consideraban que todo conocimiento posible estaba disponible en aquellos libros. Pretendían estar en la cima del conocimiento repitiendo lo que afirmaban otros hombres. El cambio renacentista implica la adopción de la propia realidad como la referencia a adoptar.

En la visión del mundo que impone la ciencia experimental, desaparece la Tierra como el centro del universo; como suponía el hombre medieval. Héctor Oscar Ciarlo agrega: “La libertad esencial de la conducta humana que encarna el hombre del Renacimiento, tiene una relación muy estrecha con la actitud crítica que genera el desarrollo de las ciencias, que lejos de desembocar en un orgullo desaforado, lo inclina más bien a una justa apreciación de sus limitaciones. El geocentrismo, desvirtuado por la teoría de Copérnico y más tarde por las investigaciones de Galileo, lo cura al hombre de la imagen desproporcionada que hasta ese momento lo señalaban como el centro del universo. Sus juicios se impregnan de prudencia y tiende a no admitir nada que no pase la prueba de la experiencia. Ello lo conduce a la moderación de un cierto escepticismo, a veces metódico (Descartes), y otras veces ético (Montaigne), que provocan una revisión de todos los principios del conocimiento admitidos hasta entonces”.

En cuanto al humanismo, que puede identificarse con la actitud lateral e igualitaria que adolece la Edad Media, Francisco Letizia escribió: “El término «humanismo», en un sentido muy amplio, indica aquella profunda pasión de estudiar los antiguos griegos y romanos, considerados más «humanos» porque tenían del hombre una concepción real y concreta. Esta vuelta a lo antiguo –según los humanistas- permitía conocer al hombre en su verdadero valor, en contraposición con la época medieval que lo había descuidado por preocuparse principalmente de Dios y la vida futura”.

“En un sentido más ajustado podríamos decir que el Humanismo indica el movimiento de retorno a la cultura antigua, el cultivo de los «studia humanitatis» y la ferviente pasión de conocer los autores clásicos de la antigüedad considerados más cercanos a la realidad humana y cuyas obras permiten conocer mejor al hombre, preparándole para una vida más plena y serena”. “Durante toda la Edad Media los individuos aparecen ligados, en su vida espiritual, a la doctrina de la Iglesia y, en su actividad exterior, a la clase y a la corporación de las artes y oficios. En cambio, ahora se despierta en ellos una nueva conciencia, gracias a la cual las antiguas virtudes como la humildad, la renuncia, la obediencia, etc., pierden su valor ante los nuevos ideales que se afincan en el individualismo, en la osadía y en la firme voluntad de poder”.

El resurgimiento del individuo también alcanza a los grupos, apareciendo el concepto de Estado. Los pequeños Estados deben realizar maniobras de supervivencia para no sucumbir ante los poderosos, apareciendo la teoría política a través de Nicola Macchiavello. J. Burckhardt escribió: “Entre ambos (imperio y papado) existía una multitud de formas políticas –ciudades y déspotas- que ya existían y cuya existencia dependía de su propia capacidad para mantenerla. En ellas aparece el moderno espíritu europeo del Estado, entregándose por vez primera libremente a sus propios impulsos…Ahora bien, donde esta tendencia queda superada o equilibrada de algún modo, surge algo nuevo y vivo en la historia: el Estado como creación calculada y consciente, como obra de arte” (De “La cultura del Renacimiento en Italia”-Iberia-Barcelona 1964).

Francisco Letizia escribe al respecto: “En estos Estados italianos –«Signorie, Comuni, Ducati, Marchesati, Principati»- encontramos lo malo y lo bueno mezclado de modo peculiarísimo. La personalidad del príncipe llega a ser algo tan complejo y característico que la aplicación de cualquier juicio moral tropieza con gravísimas dificultades. En realidad se trata de una unión de fuerza, de ingenio, de audacia, de una falta de escrúpulos que constituye –según Machiavelo- una verdadera «virtú» y no «acelleratezza» (perfidia, perversidad). En otras palabras, los jefes de esos pequeños Estados tienen que recurrir a todos los medios para poder subsistir entre esos dos colosos y para librarse de una posible ocupación por parte de otros. Debido a ello, los gobernantes deben recurrir a las alianzas, contra-alianzas, promesas, amenazas, conjuras, diplomacia, etc., que constituyen una verdadera obra de arte político”.

En cuanto a la Reforma protestante, el citado autor agrega: “El Renacimiento es una renovación de la vida a través de intereses originariamente estéticos y literarios, mientras que la Reforma se funda en intereses religiosos, eclesiásticos y políticos. Aquél se caracteriza por su espíritu aristocrático y tiende a la formación de individualidades excepcionales; ésta, en cambio, implica una reorganización social de las masas. Ambos movimientos se distinguen especialmente por el espíritu que los anima: en efecto, el Renacimiento, fundado en una visión optimista de la realidad y de la vida, es la exaltación de la humanidad; por el contrario, la Reforma, por lo menos en uno de sus motivos iniciales, es una expresión de desprecio de la razón como algo totalmente corrompido e impotente frente a la absoluta perfección de Dios”.

domingo, 12 de julio de 2015

Lucha de clases vs. rebelión de las masas

Las distintas ramas de la ciencia consideran fenómenos típicos que les sirven como guías para orientarse en la búsqueda de conocimientos que serán luego incorporados. Cuando no existen tales referencias, esas ramas constituirán sólo una colección de datos inconexos sin que pueda vislumbrarse alguna forma de orden o sentido. Este es el caso de la biología antes de la incorporación de la evolución de las especies. En las ciencias sociales, en forma semejante, aparecen algunos procesos adoptados como referencia para el pensamiento social, aunque sin lograr imponerse totalmente, como es el caso de la “lucha de clases” en sociología.

Puede decirse que la “lucha de clases” tiene sentido sólo en sociedades tradicionales en que no existe movilidad social, como en la India con su sistema de castas. Así, quien nace en una de ellas no puede aspirar, en esta vida, a cambiar de clase social. Quien no esté conforme con la situación en que ha nacido, tiene derecho a protestar contra las injusticias padecidas.

También bajo los sistemas totalitarios se forman clases sociales definidas, como la “nomenklatura”, la clase dominante en la sociedad soviética. Puede considerarse al comunismo real como una sociedad de clases sociales definidas, con poca o ninguna movilidad social, en la cual se restringe toda posible lucha de clases debido al espionaje previo y al poder militar que ejerce el Estado sobre su población. Basta esperar varios años, hasta que el Estado sea encabezado por una persona normal, o no violenta, como lo fue Mijail Gorbachov, para que tal sociedad de clases se desintegrara en la búsqueda de mayor igualdad.

Por el contrario, la sociedad democrática, tanto en el político como en lo económico (mercado), es una sociedad con movilidad social sin que existan clases sociales estancas. Si bien existe una tendencia marcada a permanecer dentro del sector social en donde se ha nacido, nada impide que la persona capaz ascienda o la incapaz descienda socialmente. Ludwig von Mises escribió: “Los estamentos sociales, hace doscientos años, en la era precapitalista, resultaban inconmovibles. Heredaba el hombre de sus padres el correspondiente status, que ya nunca cambiaría. Si pobre naciera, no menos mísero moriría; si, por el contrario, viera la luz en rica cuna, por vida conservaría sus títulos nobiliarios y las propiedades que iban aparejadas a ellos”.

“Cuando hoy en día contemplamos similares situaciones en otras partes del mundo, la India, por ejemplo, conviene no pasar por alto que las gentes en la Inglaterra dieciochesca vivían aún peor que esas personas cuyo bienestar, ahora, tanto nos preocupan”.

“Fue, ciertamente, tan dramática situación la triste partera que facilitó el nacimiento del capitalismo. De entre tanto paria, de entre tantos menesterosos, hubo algunos, sin embargo, que consiguieron convencer e impulsar a quienes aún algo tenían a lanzarse al montaje de pequeños talleres rentables y productivos. La cosa era revolucionaria. Tales innovadores, desde luego, no pensaban en producir mercancías caras con las que atender los caprichos de los ricos; lo que querían era fabricar mercancías baratas, precisamente las que estaba reclamando el pueblo bajo. He ahí el origen del moderno capitalismo”.

Resulta un tanto sorprendente que se considere a Karl Marx como uno de los “fundadores” de la sociología, por cuanto la lucha de clases por él supuesta sólo se producía en sociedades pre-capitalistas mientras que el socialismo, planteado como “solución” a esa situación, conduce a acentuar el mal, ya que establece un simple cambio de clase social dominante. Ludwig von Mises agrega: “Karl Marx, en el primer capitulo del Manifiesto Comunista, ese pequeño panfleto con el que inicia su movimiento socialista, cuando proclama la existencia de una inevitable lucha clasista, para probar su tesis, no consigue, sin embargo, presentar más que ejemplos y situaciones de las épocas precapitalistas. Entonces sí hallábase la sociedad en diversos estamentos de condición hereditaria, similares a las castas de la India. Un francés, en aquellos tiempos, por ejemplo, más que francés era aristócrata, burgués o campesino nacido en territorio galo. La mayoría de la población francesa la componían los siervos, servidumbre que no desapareció allí hasta después de la revolución americana y mucho más tarde en otras zonas europeas”.

“La peor servidumbre, sin embargo, y que, además, subsistió incluso después de la abolición de la esclavitud, fue la imperante en los establecimientos británicos. El individuo nacía con un cierto status, recibido de sus progenitores, que él transmitía a sus hijos, status incambiable de por vida”.

“Son cosas que ahora nos resulta difícil comprender…Cuando miro a un argentino, no puedo deducir de su apariencia si es rico o pobre; pienso que es un ciudadano normal de este país y eso es todo. Dicha uniformidad es causa del capitalismo. Existen, desde luego, diferencias dentro del sistema, disparidades de riqueza entre unas y otras personas, desigualdades que los marxistas consideran iguales a las desemejanzas típicas de las sociedades estratificadas”.

“Las aludidas diferencias y disparidades capitalistas, sin embargo, en nada se parecen a las que surgen en las sociedades socialistas. Durante la Edad Media y mucho tiempo después, en multitud de países, una familia aristocrática y rica, durante cientos y cientos de años, seguiría siéndolo valieran más o menos sus sucesivos componentes desde un punto de vista moral, tuvieran éstos mayor o menor inteligencia. Bajo el capitalismo, por el contrario, se instaura eso que los sociólogos denominan «movilidad social», circunstancia que el economista y sociólogo italiano Vilfredo Pareto describía hablando de «la circulación de las elites» (el tráfico de los de arriba). Siempre hay gentes encumbradas, ricas, con influencia política; tales elites las forman, sin embargo, listas de personas en permanente cambio y mutación, cuyas posiciones jamás se perpetúan” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

El inconveniente de adoptar a la “lucha de clases” como una ley básica de toda sociedad, no sólo resulta ser una falsedad sociológica, sino que tal creencia tiende a promover una lucha que antes no existía para que finalmente adquiera la generalidad que no tenía. Este absurdo ha costado muchas vidas por lo que el marxismo resulta peligroso para la integridad de las personas, especialmente para quienes tienes cierto éxito en la producción y que, por ello, serán catalogados de “burgueses” y “explotadores” ante la necesidad de que se cumpla la “ley de Marx”.

Estrictamente hablando, el marxismo se opone a la tendencia que tiende a subsanar toda posible lucha de clases, es decir, se opone al sistema que favorece la movilidad social, como es el caso del liberalismo político y económico. Luego, el marxismo favorece la lucha de clases al promover la formación de una estructura social fragmentada, es decir, el socialismo, que, para evitar la inevitable lucha, debe recurrir a la imposición del terror. Sin esa imposición, el socialismo se desintegra.

En la actualidad estamos acostumbrados a escuchar el discurso demagógico e irresponsable que consiste en instar a la burguesía a repartir sus riquezas mientras que, se supone, los sectores pobres no deben cambiar en nada, porque no tienen culpa de nada. Existe, sin embargo, vagancia, irresponsabilidad, falta de ambiciones, que son parte de la realidad y de ahí que toda descripción, con pretensiones de seriedad, debería incluir. En forma implícita se culpa de todos los males al sector productivo y se excluye de culpa al sector poco productivo, o improductivo. La falta de movilidad social, en una sociedad capitalista, se debe a quienes no tratan de lograrla por cuanto sus fuerzas anímicas no son suficientes para encarar las actividades laborales con la intensidad requerida.

Mientras que el marxismo sostiene que la pertenencia a una clase social determina esencialmente la conducta de sus integrantes, razón por la cual no los distingue mediante sus atributos individuales, José Ortega y Gasset describe la psicología individual del “hombre-masa”, existente en todas las clases sociales, lo que le permitió incluso predecir las catástrofes sociales derivadas de los totalitarismos europeos. Helio Carpintero escribió: “Es interesante anotar que este diagnóstico orteguiano presenta importantes coincidencias con otros puntos de vista de índole psicológica y social, desde los que se han tratado cuestiones similares o fronterizas”.

“Por lo pronto, Ortega muestra cierta coincidencia en su análisis con alguna de las teorías de Alfred Adler acerca del hombre neurótico. Éste se refería al neurótico considerándolo como un «niño mimado», que cree que todo le es debido a él y que por el contrario él no tiene deberes para con los demás, y por ello no respeta ni estima los modos de ser de los otros. Así, tanto el hombre-masa como el neurótico serían «niños mimados», hombres con un proceso de socialización insuficiente o anormal, por lo que no han sido capaces de apropiarse los valores comunes a la humanidad”.

Adviértase que el mensaje demagógico va dirigido siempre al hombre-masa, o al “niño mimado”, que no tiene deberes, sino sólo derechos. En las sociedades libres tiene derecho a vivir a costa de las obligaciones del sector productivo, mientras que bajo el socialismo tiene derecho a vivir a costa del Estado, previa sumisión incondicional. El populismo y el totalitarismo tienden a deteriorar la integridad psicológica de los individuos promoviendo sus atributos neuróticos en favor del gobierno mental y material de los tiranos y de los dictadores.

Mientras que la lucha de clases tiende a surgir en sociedades con poca o ninguna movilidad social (o voluntariamente en las sociedades capitalistas), la rebelión de las masas resulta ser un fenómeno que surge ante la pobre adaptación del individuo a la libertad que el medio social le otorga. El autor antes citado agrega: “Este tipo humano resultaría ser un producto histórico, casi un efecto automático de la cultura occidental, más precisamente de la del siglo XIX. Los sistemas educativos y las circunstancias sociales y técnicas del mundo moderno habrían sido los factores decisivos en su aparición”.

“Es esta una civilización fundamentada en una orientación política liberal y en el desarrollo científico y técnico. Ambos factores han hecho posible un enorme aumento demográfico durante el siglo XIX”. “Esta explosión humana ha dificultado extraordinariamente la labor de educación de sus espíritus. Si bien ha sido posible transmitir técnicas y conocimientos esquemáticos, no se ha conseguido dar a las nuevas generaciones una formación moral abierta hacia «los grandes deberes históricos» del hombre de hoy. La formación técnica ha ido por un lado y por otro ha ido la formación moral y personal” (De “Psicología social” de Robert A. Baron y Donn Byrne-Prentice Hall Iberia-Madrid 1998).