sábado, 29 de julio de 2017

La pedagogía destructiva

El proceso de adaptación cultural al orden natural consiste en acumular información para, luego, establecer cambios parciales seleccionando las mejoras y rechazando los cambios que lo desfavorecen. Este proceso de “prueba y error” es también el que ha posibilitado el avance de la ciencia experimental. Sin embargo, fuera del ámbito de la ciencia, persisten las posturas que desfavorecen el progreso por cuanto los promotores de alguna innovación no se resignan a aceptar que no funciona, y continúan con una absurda lucha por insertar en la sociedad lo que ellos han elaborado.

Así como los defensores del socialismo insisten con su implantación, aun cuando nunca dio buenos resultados, tanto económicos como sociales, los defensores de las novedades pedagógicas se caracterizan por rechazar lo antiguo como obsoleto, despreciando el criterio científico de valorar lo nuevo y lo viejo en función de la forma en que se adaptan a la realidad, en forma independiente a la época en que surgen y también en forma independiente a quienes las proponen. La “revolución pedagógica”, en forma semejante a las revoluciones políticas, se propone destruir todo lo existente para levantar la “nueva pedagogía” sobre los escombros de la anterior. Las pedagogías destructivas, por ser revolucionarias, atacan todas las formas pedagógicas vigentes sin tener en cuenta los resultados que producen. René G. Favaloro escribió: “Iván Illich pronostica «una transformación radical de la visión que el hombre tiene de sí como un animal que necesita escolarización» y propone lisa y llanamente la desaparición de la escuela”. “Sin duda, ideas de esta naturaleza no resolverían el problema”.

“Toda crítica para que tenga valor debe conllevar una respuesta, y la crítica a la escuela actual –resultado de las modernas teorías psicopedagógicas- propone su transformación por medio de una entidad activa, dinámica, constructivista, basada en el aula-taller. El hecho más trascendente del cambio pedagógico consiste en que el alumno deja de ser un ente pasivo para pasar a ser el protagonista partiendo del axioma: el niño sabe, el alumno sabe. No está vacío, posee conocimientos que provienen de sus propias vivencias. El aprendizaje activo que se genera en una situación de experiencia ha ido tomando cuerpo desde el desarrollo de la psicología evolutiva, particularmente desde los trabajos de Jean Piaget…” (De “Don Pedro y la educación”-Centro Editor Fundación Favaloro-Buenos Aires 1994).

En cuanto a la educación tradicional, podemos sintetizarla en cuatro etapas. Primeramente el docente expone el tema que quiere enseñar, y cuyo contenido es, por lo general, poco o nada conocido por los alumnos. Luego, o simultáneamente, realiza una síntesis escrita en la pizarra. El alumno copia en su carpeta la síntesis mencionada. Posteriormente se evalúa el conocimiento adquirido por el alumno una vez que la clase fue complementada por la lectura de algún apunte impreso o de un libro sobre la materia.

Este es, aproximadamente, el proceso educativo “perverso” del que las generaciones pasadas tuvimos la suerte de “padecer”. Si el alumno escuchó al docente, quien domina bastante bien un tema; si leyó en el pizarrón una síntesis del mismo, si escribió en su cuaderno dicha síntesis y si luego leyó algo más sobre el tema, tuvo la oportunidad de tener una idea bastante aceptable acerca del mismo. No puede decirse que fue un alumno “pasivo” por cuanto, si estuvo atento, tuvo que ir procesando la información recibida de manera que quedara en su mente lo básico como para poder desarrollar posteriores deducciones. Este proceso ha sido calificado como el transmisor del “conocimiento prefabricado” que debe tratarse de impedir con los nuevos métodos pedagógicos.

El ideal educativo implica llegar a ser un autodidacta, pero para ello debe existir una etapa formativa por medio del método tradicional. Incluso se llega al extremo de criticar el “método memorístico”, desconociendo que todo nuevo conocimiento ha de ser incorporado a la mente cuando previamente se posee una referencia grabada en la memoria y que le ha sido impuesta por el docente cuando pasó por la escuela. En realidad, lo que resulta criticable es el caso del alumno que trata de aferrarse a la memoria en lugar de razonar lo suficiente. De ahí que todo método pedagógico tenga limitaciones, pero es distinto mejorar u optimizar un método eficaz, que destruirlo para reemplazarlo por otro totalmente ineficaz.

Ricardo Moreno Castillo es un docente español que ha criticado los métodos destructivos y defendido el sistema tradicional. Afirma que “la enseñanza debe ser transmisiva, memorística y repetitiva”. Se pregunta sobre los objetivos de la educación: “¿Enseñamos, innovamos o entretenemos?”.

Trata de rebatir la idea de que el conocimiento está en Internet, que todo lo viejo es malo y lo nuevo genial o que se puede aprender sin esfuerzo. En una conferencia expresaba: “Y como los tontos, por su propia definición, carecen de inteligencia para examinar si una idea es buena o mala, se apuntan a la más reciente, la que está de moda, la políticamente correcta. Lo antiguo es por cuestión de principio lo obsoleto, lo arcaico y lo reaccionario. De este modo, identificando sin más lo bueno con lo nuevo y lo malo con lo antiguo, se ahorra el tonto el difícil trámite de pensar”. “El decir: «¡No podemos enseñar como hace cien años!, tiene el aplauso asegurado en cualquier congreso de educación»”.

El citado autor establece una analogía que compara las revoluciones pedagógicas con los totalitarismos, agregando al respecto: “Aprendamos la lección y desconfiemos de las novedades que se apartan de lo que la experiencia ha demostrado que funciona. Los cambios en la educación habidos en España durante los últimos cincuenta años no han provocado muertos, cierto, pero sí una catástrofe que se hubiera evitado examinando las cosas, atendiendo a la sensatez y no a la novedad”. “Si algo funciona bien ¿por qué cambiarlo? Y aquello que se descalifica sin más como «enseñanza tradicional» algo tendrá de bueno cuando de ella proceden todos los artistas, científicos y filósofos que en el mundo han sido”. “Si siempre estuviéramos cuestionando lo antiguo por antiguo, siempre estaríamos empezando y el mundo nunca avanzaría”.

“¿Por qué la enseñanza ha de ser transmisiva? Porque, digan lo que digan pedagogos novedosos y delirantes, un estudiante no puede construir su propio conocimiento. El cálculo infinitesimal, por ejemplo, nace en el siglo XVII, pero sus raíces más remotas están en las paradojas de Zenón. Digamos que Newton y Leibniz dan a luz una criatura cuya gestación duró más de dos mil años, durante los cuales muchas de las mejores cabezas de la humanidad reflexionaron sobre las ideas de límite y del infinito. ¿Cómo alguien puede sostener que un adolescente puede descubrir por sí mismo algo que a las mejores cabezas de la humanidad les costó siglos descubrir?”. “O al niño se le transmiten conocimientos, o se le condena a la ignorancia”.

“El aprender es una moneda con dos caras, inteligencia y memoria, y ninguna de ellas puede funcionar sin la otra. Esto ya lo dijo Kant hace bastante tiempo, que los contenidos del conocimiento sin las estructuras del pensamiento son ciegos, pero que las estructuras del pensamiento sin los contenidos del conocimiento están vacías”.

“La inteligencia es un juego, como el ajedrez, y para jugar al ajedrez son necesarias unas piezas, las cuales se guardan en una caja al acabar la partida. Pues bien, el juego de la inteligencia también necesita unas piezas. Estas piezas se llaman ideas, y mientras no las utilizamos quedan guardadas en una caja llamada memoria. Esta verdad tan elemental, la de que es imposible reflexionar sobre unas ideas cuando se carece de ideas, es tan absolutamente ignorada que mucha gente presume de falta de memoria y nadie de falta de inteligencia (como si una y otra fueran inversamente proporcionales). Y esta ignorancia es una de las razones que nos ha llevado al fiasco de nuestro sistema educativo”.

“El libro es pues extensión de la memoria, igual que los demás instrumentos creados por el hombre lo son del cuerpo. Si esto es cierto, y los libros prolongan la memoria como el telescopio la vista, entonces no la sustituyen, porque no se puede prolongar un sentido del que se carece. Un libro para un desmemoriado es tan inútil como un telescopio para un ciego. Por otra parte, se consulta lo que se supo y se ha olvidado, o aquello de cuya existencia se tiene noticia, pero no se puede consultar algo si no se sabe ya algo de ese algo. Si un científico no recuerda exactamente una fórmula, sabe dónde encontrarla y la reconoce en cuanto la ve, pero no puede buscar una fórmula cuya existencia ignora”.

“Ni siquiera un diccionario, el libro de consulta por excelencia, es útil para quien no tiene buena memoria. Dejemos de lado que es imposible manejarlo si no hemos aprendido previamente el orden alfabético. Si después de averiguar el significado de una palabra la olvidamos, esto es, no la incorporamos ya para siempre a nuestro vocabulario, la búsqueda ha sido una pérdida de tiempo. Del mismo modo, se puede entender perfectamente un teorema de física o un conflicto histórico, pero si acto seguido se olvida, es como si no se hubiese entendido nunca”.

En cuanto a la repetitividad, agrega: “¿Por qué en las facultades de medicina han mantenido el nivel, a pesar de los disparates pedagógicos a la moda? Porque, irremediablemente, la enseñanza de la medicina ha de ser transmisiva, memorística y repetitiva, y ni el pedagogo más descerebrado se atrevería a sostener lo contrario. ¿Cómo podría un estudiante de medicina «construir por sí mismo el conocimiento»? ¿Dándole un enfermo para que lo fuera medicando a su gusto, y así, según mejora o empeora, «construir su conocimiento»? Vamos, ni en broma. ¿Y ya no van a tener los aspirantes a médicos que estudiar anatomía porque está en Internet? No, igual que siempre, tendrán que estudiarla y memorizarla, porque sin memoria no hay conocimiento. Y un aspirante a cirujano tiene que ver muchas operaciones antes de coger el bisturí, y cuando al final lo hace, ha de respetar el protocolo que le han enseñado al pie de la letra. ¿Qué diríamos de él si le da por recortar de cualquier manera dando rienda suelta a su creatividad? No, ha de ser repetitivo, y sólo después de mucho tiempo de ejercer el arte de la cirugía a lo mejor aporta una novedad” (De http://www.infobae.com/sociedad/2017/07/25/digan-lo-que-digan-pedagogos-novedosos-y-delirantes-la-ensenanza-debe-ser-transmisiva-memoristica-y-repetitiva/)

El grave deterioro educativo depende de varios factores que van de la pobre valoración social del conocimiento a la tendencia destructiva que imponen los nuevos pedagogos en los distintos niveles educativos, ya que incluso se han instalado en las universidades. Este es el caso de algunos profesorados docentes en donde las materias pedagógicas abarcan casi un 50% del total de materias, y todo ello para inculcarles a los futuros profesores que deben hacer todo lo opuesto a lo que antes se hacía y que daba mejores resultados.

miércoles, 26 de julio de 2017

Unidad nacional vs. peronismo

Durante la mayor parte del siglo XIX, los argentinos gastaron sus mejores energías combatiéndose unos a otros en una prolongada guerra civil y sólo al finalizar dicho siglo, al predominar la unión nacional sobre los vestigios de desunión, el país pudo encaminarse hacia el progreso. Durante la mayor parte del siglo XX, esta vez bajo la iniciativa de Juan D. Perón, comienza una nueva etapa de divisiones que termina dejando al país en pleno subdesarrollo. Cuando parecía que la división quedaba sepultada por el tiempo y el cambio generacional, surge el kirchnerismo para abrir las viejas heridas y prolongar la desunión y la discordia.

Los promotores de la división tergiversan la realidad histórica siendo apoyados involuntariamente por quienes sugieren “olvidar el pasado y mirar al futuro” y también por periodistas e intelectuales que, por ignorancia o por cinismo, optan por encubrir el totalitarismo peronista que tanto daño le hizo a la nación.

Se dice que, cuando dos bandos políticos están en conflicto, expresan frases similares, pero uno dice la verdad mientras que el otro miente. Si se toma como referencia las frases expresadas por Perón, se supone que se trata de un político normal (al menos en muchos casos), sin advertir que estaba mintiendo, por cuanto existió un enorme divorcio enorme entre sus palabras y sus actos. Francisco Domínguez escribió: “El hombre que más ha hecho en nuestro país, desde la organización de su vida institucional, por desunir a los argentinos y envenenar el alma de las multitudes, para dividir y reinar con el beneplácito de masas engañadas hábilmente, comenzó a predicar sobre la unidad nacional de la siguiente manera: «Para saldar la gran deuda que todavía tenemos con las masas sufridas y virtuosas, hemos de apelar a la unión de todos los argentinos…para que en reuniones de hermanos consigamos que en nuestra tierra no haya nadie que tenga que quejarse con fundamento de la avaricia ajena (2/12/1943). La unión de todos los argentinos es una de las bases que hemos sentado…como profesión de fe y como bandera (20/12/1943); la unión de todos los argentinos en un solo noble y levantado ideal de grandeza, es un hecho en marcha (31/12/1943)»”.

“Pero, también aquí, como en todos los demás aspectos de su vida de demagogo público, los acontecimientos invierten en la práctica la teoría enunciada arteramente con el fin de crear una hermosa ilusión colectiva. Sobraron fundamentos para quejarse y lamentarse de la avaricia ajena, jamás tan intensa y devastadora. Las ambiciones ilimitadas del Apóstol y sus secuaces, provocaron fundadas quejas en todos los sectores del trabajo honesto, merecedor de la mayor consideración y respeto por ser el que promueve el progreso del país y el bienestar de su pueblo”.

“Intentando ocultar su acción destructora de los valores morales, dijo: «Al hombre correcto hay que tratarlo con suma corrección; al delincuente hay que llevarlo a la cárcel (4/2/1947)», pero el Apóstol sabía que la consigna se invertía en la realidad de los hechos. Los delincuentes eran, repetidamente, elevados a los cargos de mayor gravitación dentro de los organismos del Estado, Partido y Agremiaciones del peronismo y los moralmente íntegros y patriotas encerrados en las cárceles del país por oponerse valerosamente a los designios de la tiranía. Así recrudeció la delincuencia y se multiplicaron los negociados, las exacciones, las estafas y las contribuciones «voluntarias»” (De “El Apóstol de la Mentira: Juan Perón”-Ediciones La Reja-Buenos Aires 1956).

Se dice que “los pueblos que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo”. El kirchnerismo, justamente, revivió algunas situaciones que se produjeron durante los gobiernos peronistas. Si bien sus líderes se dedicaron más a robar que a dividir, posiblemente se hubiese evitado esta etapa de la política si la mayoría de los ciudadanos hubiese conocido mejor la historia argentina del siglo XX. El citado autor agrega: “Para alcanzar la unión de todos los argentinos, el peronismo, por obra y gracia del Apóstol, en su representación de ‘Divino Conductor Político y Estatal’, declaró enemigo de la Nación Argentina y, por lo tanto, traidor a la patria, a todo ciudadano que no comulgase con la doctrina peronista, convertida en doctrina nacional obligatoria”.

“Para «unir a todos los argentinos», el «líder» destinó a los opositores insultos y vejámenes de todo calibre, profusamente difundidos por intermedio del monopolio estatal de la radio y la prensa y corregidos y aumentados por su «dignísima» esposa y sus obsecuentes lacayos sinecuristas”.

“«Carroña, antipatria, traidores, vende patria, matones de ferretería, envilecedores y envilecidos; tarados», etc., etc., fueron calificativos comunes, cientos de veces repetidos, en la verbalista siembra de odios y venenos. Y lo más penoso reside en el mal ejemplo que viene desde arriba. Es el Presidente de la Nación quien incita a la violencia”.

El pueblo argentino, en general, cree que Perón fue un presidente “democrático” en lugar de un tirano totalitario, ya que la única ley respetada por Perón y sus seguidores fue la ley electoral, olvidando que la legitimidad de un gobierno implica acatar otro tipo de leyes, como las derivadas de la moral elemental. Domínguez agrega: “Seguiré intercalando otras transcripciones elocuentes y significativas: «Tenemos delante nuestro una oposición enconada, formada por todos los restos de aquella antigua carroña política que se ha agrupado en lo que se llama Unidad democrática…Allí se agrupan los radicales envenenados, los socialistas olvidados por el pueblo, los comunistas que quieren armar escándalo todos los días y ya nadie les lleva el apunte; los conservadores, que están desesperados porque…sin el queso no pueden vivir, los demócratas progresistas, que no son demócratas ni progresistas: que no son demócratas porque son totalitarios en sus ideas…(20/6/1951)». Aquí, desde la cumbre del poder dictatorial, está reiterando expresiones insultantes para todos los adversarios políticos”.

“Todo argentino peronista tiene la «santa» obligación de ver un enemigo en cada conciudadano antiperonista. (Una de las «verdades» de la doctrina peronista, la constituye la premisa absurda: «Para un peronista no debe haber nada mejor que otro peronista»; aun cuando el supuesto correligionario esté representado por un ser depravado, hundido en la mayor miseria moral). El obrero argentino debe ver un enemigo en su patrono o en cada uno de los connacionales que no pertenecen a su «clase social». El peón debe odiar al capataz; el empleado a sus jefes, el desheredado al adinerado. Todos deben ver enemigos en todas partes. El comerciante es un enemigo del consumidor, es un ladrón que siempre le está robando. El intelectual es un enemigo del trabajador manual, la inteligencia siempre está explotando de mala fe a la ignorancia…y así sucesivamente, la doctrina del odio siembra venenos sociales, divide para reinar”.

El peronismo negó la ciudadanía a la gente decente. Domínguez agrega: “Para «unir a los argentinos», la doctrina «peronista» (a través de los cuerpos legislativos, obedientes y sumisos al amo dictatorial) dicta leyes de rigurosa condenación de los ciudadanos argentinos que, obligados a expatriarse, luchan desde el exterior por la restauración de las instituciones democráticas dentro del territorio patrio. Leyes que llegan hasta la privación de la nacionalidad, porque no puede ser argentino quien no sea peronista. La doctrina peronista es doctrina nacional obligatoria y quien no se someta a sus dictados y a sus «leyes», atenta contra la nacionalidad, contra la seguridad del Estado Argentino y es un traidor a la Patria y a su pueblo”.

Cada totalitarismo designaba un enemigo al cual culpar por los males de la sociedad y al cual destinar la producción diaria de veneno. Así, los nazis eligen a la “razas inferiores”, los marxistas-leninistas a la “clase social” perversa, mientras el totalitarismo peronista elige como enemigo cotidiano al antiperonista y al no peronista. Mientras que nazis y comunistas no podían penetrar, en principio, en la familia, por cuanto cada una pertenecía a una misma etnia o a una misma clase social, en las familias argentinas podían coexistir tanto adherentes como opositores a Perón. Juan José Sebreli escribió: “La tradición política familiar no fue, pues, demasiado intensa, hasta la aparición del peronismo que no dejaba ningún espacio sin invadir, incluso las familias. Dividió a la mía, como a tantas otras, llegando al extremo de irrumpir hasta en un matrimonio: la tía Amelia y sus hijos eran antiperonistas y su marido, peronista” (De “El tiempo de una vida”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).

Ante esa posibilidad, el gobierno peronista optó por la peronización de la educación pública, por medio de la cual se inducía a los niños a aceptar como próceres a Perón y a Eva, a quienes se los ubicaba en un lugar tan importante, o mayor aún, que a San Martín y a Belgrano. La división entre amigo y enemigo podía muy bien llegar a establecerse entre padres e hijos si estos llegaban a ser peronizados en forma efectiva y pertenecían a un hogar no peronista. Francisco Domínguez escribió: “Había que hacer de la niñez un campo fértil y apropiado para recibir la semilla totalitaria y utilizar, de todas maneras, a los padres y a los maestros en la preparación del terreno. La escuela y el hogar debían ser invadidos por la propaganda absolutista. Era necesario emplear sistemáticamente todos los medios y todos los poderes, espirituales y materiales, para alcanzar la cima del totalitarismo egocéntrico y perpetuarse en ella a través de nuevas generaciones fanatizadas, dentro de la «doctrina peronista». El sistema de penetración totalitaria en las mentes infantiles, fue adaptado a las experiencias del fascismo y el nazismo y con tal finalidad se asimilaron al Estado Peronista técnicos especializados en aquellos ambientes”.

“Lo mismo que en la escuela primaria, introdujo su técnica doctrinaria en la enseñanza secundaria, especial y universitaria. Utilizó todos los medios: la intimidación, la violencia, la fuerza bruta, el ataque despiadado, el espionaje, la delación y la genuflexión, las dádivas, las prebendas y las sinecuras. Reemplazó a los capaces y honestos con incapaces, inútiles y envilecidos. Asaltó a los institutos de enseñanza con sicarios políticos y policiales, golpeando a mansalva, cobardemente, a profesores y estudiantes, al grito oscurantista y lapidario de «¡Alpargatas, sí; libros, no!»”.

“En los claustros universitarios se entonaron cánticos laudatorios y encomiásticos de la «pareja real» que detenta el supremo poder terrenal en la República Argentina. «Evita capitana» y «Los muchachos peronistas» (marchas políticas del más crudo y envilecedor genuflexismo: en una de ellas –la mencionada en último término- dice la letra: «Perón, Perón…qué grande sos…¡Mi general…cuánto valés!») fueron «himnos» obligatorios para profesores, maestros y alumnos, entonados en los salones o en los patios, en actos solemnes, conjuntamente con el Himno Nacional de todos los argentinos”.

De todo esto puede estimarse el nivel moral de los peronistas y el nivel cultural de una sociedad que los elige frecuentemente para gobernar al país.

martes, 25 de julio de 2017

Redistribución populista (Eva Perón) vs. Distribución vía mercado (Ludwig Erhard)

A mediados de la década de los años 40 e inicios de los 50, en la Argentina se instala el peronismo, con una economía de tipo nazi y una posterior redistribución de tipo populista encabezada por Eva Perón. El país provenía de una época de solvencia económica, entrando en un declive que nos llevó al subdesarrollo del que todavía no podemos salir. Los gobiernos posteriores, tanto civiles como militares, alentados por la efectividad política del peronismo, siguieron parcialmente el rumbo marcado por Perón.

En la misma época, en la entonces Alemania Occidental, se produjo el fenómeno inverso. Dicho país, destruido por los efectos de la Segunda Guerra Mundial, provenía de una economía y de un régimen político totalitarios y adopta una economía social cuya distribución estaba asociada al mercado. Encabezado su gobierno por Konrad Adenauer, y Ludwig Erhard en economía, los alemanes abandonan una etapa de padecimientos y penurias para entrar en el camino del pleno desarrollo.

Para llevar a cabo un proceso exitoso, todo gobernante debe conocer la conducta de quienes habrá de conducir. En ese caso advertirá que tanto las buenas como las malas personas coexisten en los diversos sectores, por lo que no deberá menospreciar a ninguno de ellos, y así promoverá la unidad necesaria e imprescindible para llevar a cabo su misión. Por el contrario, cuando se supone que el rico es distinto del pobre, en su esencia humana, y se le asocian todos los defectos, mientras todas las virtudes se asocian al segundo, se cae en el absurdo de que una alteración inversa de la situación económica transformará al rico en buena persona y al pobre en mala persona, por lo cual convendría que todos fuesen pobres.

Eva Perón ambicionaba el lujo y hacía ostentación con sus joyas y su vestimenta. Trataba de ser más rica que los ricos que ella despreciaba, precisamente por sus riquezas. Los pobres, o muchos de ellos, por otra parte, admiraban a Eva por haber logrado el ideal material de quienes carecen de bienes materiales suficientes. James Neilson escribió: “Muchos ven en el robo un buen modo de vengarse de la sociedad cruel que los ha marginado. Para quienes piensan así, el aura de corrupción que rodea a Cristina y sus adláteres es un atractivo más. Reaccionan frente a las denuncias que en teoría deberían hundirlos como hicieron sus antecesores ante las joyas coleccionadas por Evita; lejos de indignarse por las revelaciones acerca de los gustos carísimos de «la abanderada de los pobres», se sintieron reconfortados y reivindicados cuando les informaron que en tal ámbito había logrado hacer sombra a muchas ricas” (De “La venganza de los humildes” en http://noticias.perfil.com/2017/07/01).

El odio de Eva hacia las mujeres destacadas era sorprendente. John Barnes escribió: “En las puertas del periódico La Nación, entonaron las estrofas del Himno Nacional con aquel verso del estribillo que dice: «Libertad, libertad, libertad»…Los vítores y los cantos de aquellas damas de la sociedad porteña muy pronto atrajeron la atención de los guardias de asalto. Siete señoras fueron arrestadas…Todas ellas pasaron la noche en la cárcel, para ser puestas en libertad a la mañana siguiente con una seria advertencia del juez de turno. Durante todos estos acontecimientos, Evita había estado ausente de la ciudad. Cuando regresó y se enteró de lo ocurrido, inmediatamente ordenó que se arrestara nuevamente a las mujeres”.

“Fueron conducidas y amontonadas en celdas que generalmente se reservan para las prostitutas..., un cruel toque de venganza de Evita. Ya lo había hecho antes con un grupo de adolescentes que habían sido arrestadas por reírse del rústico acento de un gobernador de provincia peronista…Por tanto, repitió el mismo castigo con las mujeres mayores y luego las hizo comparecer ante un juez designado por Perón, quien las sentenció a treinta días de cárcel” (De “Eva Perón”-Ultramar Editores Argentina SA-Buenos Aires 1987).

El principal inconveniente de la redistribución populista es la actitud antagónica hacia el sector empresarial (los ricos) que son justamente los principales generadores de las riquezas a redistribuir. Si se los ataca o se les confiscan sus empresas o sus ganancias, sus aportes a la sociedad tenderán a disminuir. El otro inconveniente implicó orientar la ayuda social hacia los pobres que se afiliaban al partido peronista, mientras que el resto era despreciado y considerado como “enemigos del pueblo”. Barnes agrega: “En tres años, la Fundación de Eva Perón había ido aumentado sus ingresos hasta alcanzar los diez millones de pesos anuales, y se había convertido en la empresa más importante de la Argentina”.

“Cada persona del país –embajadores, doncellas, multimillonarios- contribuía «voluntariamente» al fondo. Los miembros de la CGT controlada por Evita, colaboraban con dos días de su paga completa al año. Hubo grandes muestras de protestas de los mismos voluntarios….Pero al mismo tiempo, una Evita encolerizada y dolorida hizo correr la voz de que lo pensaría dos veces antes de conceder más aumentos de sueldo a las centrales sindicales. Como por arte de magia, las protestas cesaron…Desde ese momento también aceptó un porcentaje determinado sobre los aumentos salariales que ella misma les proporcionaba y además, cuando concedía un aumento era con efectos retroactivos de un mes, mes sobre el que la Fundación de Evita cobraba la mitad del total del aumento”.

“El Instituto Massone, una de las fábricas más importantes de Sudamérica dedicada a los productos bioquímicos, se negó a colaborar con la Fundación porque el presidente de la compañía, Arnaldo Massone, despreciaba a Juan y a Eva Perón y no estaba dispuesto a darles ni un solo peso de su bolsillo. Bajo una fuerte presión, aún se resistió. La respuesta ante esta negativa no se hizo esperar demasiado. Él y otros importantes directores de la Compañía fueron acusados de falsificación en la composición química de un gran número de sus productos bioquímicos. Fueron condenados a tres meses de prisión y su empresa tuvo que pagar severísimas multas. Como solía suceder en estos casos, la Policía sólo dio a Arnaldo Massone el tiempo suficiente para que rápidamente hiciera sus maletas y huyera al otro lado del río para reunirse con la creciente colonia de argentinos refugiados en Uruguay”.

“Muy pronto le siguieron los directores de la compañía Mu Mu de caramelos. Evita Perón les había pedido una contribución de cien mil paquetes de caramelos. La compañía envió un delegado indicando que estaban dispuestos a vender esos paquetes al precio de costo. La respuesta inmediata fue que la señora del presidente esperaba que los caramelos le fueran regalados. Cuando la empresa se negó a hacerlo, se persono en la fábrica un inspector del gobierno. El informe del encargado oficial de inspecciones, por cierto publicado en todos los periódicos peronistas, fue que habían encontrado pelos de rata en varias de las mezclas con las que se producían los caramelos”.

Se advierte que el peronismo apoyaba a la industria nacional siempre y cuando las empresas adhirieran al mismo. En caso contrario, trataba de destruirlas. Una redistribución que no apoya a las industrias ni a los trabajadores “enemigos”, debilita la creación de riquezas, ya que los políticos a cargo del Estado sólo son capaces de redistribuir lo que otros producen, siendo incapaces de toda creatividad empresarial.

En cuanto al caso alemán, puede decirse que Ludwig Erhard era plenamente consciente que los empresarios son los que producen las riquezas y que debe tratar de cobrarles impuestos limitados, por cuanto es necesario que dispongan de capitales suficientes para la inversión y el consiguiente crecimiento. Advierte, además, que el Estado puede producir efectos negativos en las personas que se acostumbran a depender de su intermediación para vivir a costa del trabajo ajeno. Al respecto escribió: “Si los esfuerzos de la política social tienden a dar al hombre, ya desde la hora de su nacimiento, seguridad plena contra las contrariedades de la vida, es decir, a protegerle de un modo absoluto contra las vicisitudes del vivir, entonces ya no se podrá exigir a esos hombres que desplieguen fuerza, actividad, iniciativa y otros altos valores humanos en la proporción que es decisiva para la vida y el porvenir de la nación y que constituye además el supuesto fundamental de una «economía social de mercado» basada en la iniciativa de la persona”.

En cuanto a la posibilidad de que la gente se acostumbre a “meter la mano en el bolsillo ajeno”, Erhard agrega: “Contra semejante peligro hay que actuar resueltamente. En esta disputa se dividen los ánimos más que en cualquier otra cuestión. Los unos dicen que el bien y la felicidad de los hombres se fundamentan en alguna forma de responsabilidad colectiva y que hay que avanzar por este camino, al final del cual está siempre, naturalmente, la omnipotencia del Estado. La vida tranquila y cómoda a que se tiende por esta ruta no será tal vez demasiado opulenta, pero a cambio de eso, tanto mejor asegurada. Esta forma de vida y pensamiento se condensa en el proyecto del llamado Estado benefactor. Del otro lado está la natural aspiración de los individuos a proveer por propia responsabilidad, a pensar de su porvenir, en su familia, en su vejez; aspiración que no se puede borrar por más que se pretenda ahogar la íntima conciencia del hombre”.

“Me alarma haber comprobado en estos últimos tiempos por doquiera con qué enorme poder repercute en el ámbito social el llamamiento a la seguridad colectiva. Pero ¿adónde vamos a parar y cómo queremos mantener el progreso si nos entregamos cada vez más a una forma de convivencia humana en que ya nadie quiere responder de sí mismo y todos buscan seguridad en lo colectivo? Esta evasión ante la propia responsabilidad creo haberla caracterizado gráficamente al decir en cierta ocasión que si esa obsesión seguía ganando terreno terminaríamos por resbalar hacia un orden social en el que cada cual tendría la mano en el bolsillo del otro. El principio rector sería entonces: ¡Yo velo por los otros y los otros velan por mí!”.

“El justo deseo de dar al individuo mayor seguridad sólo puede cumplirse, en mi opinión, proporcionando a cada uno, con el aumento de la prosperidad general, el sentimiento de su dignidad humana y la conciencia cierta de su independencia respecto a cualquier poder. El ideal que yo sueño es que cada cual pueda decir: «Yo quiero afianzarme por mi propia fuerza, quiero correr yo mismo el riesgo de la vida, quiero ser responsable de mi propio destino. Vela tú, Estado, porque esté en condiciones de ello». El grito no debería ser: «¡Estado, ven en mi ayuda, protégeme, asísteme!», sino: «No te metas tú, Estado, en mis asuntos, sino dame tanta libertad y déjame tanta parte del fruto de mi trabajo, que pueda yo mismo organizar mi existencia, mi destino y el de mi familia»”.

“Digamos finalmente que la seguridad social en sí buena y altamente deseable, pero que la seguridad social debe surgir de la propia fuerza, de la propia productividad y el propio esfuerzo. Seguridad social no significa lo mismo que seguro social para todos, ni significa tampoco la transposición de la responsabilidad humana individual a una entidad colectiva cualquiera. Lo primero de todo es la propia responsabilidad, y sólo allí donde ésta no baste o tenga que fallar, deberá entrar en funciones la obligación del Estado y la colectividad” (De “Bienestar para todos”-Ediciones Omega SA-Barcelona 1957).

domingo, 23 de julio de 2017

Culpas de quien algo produce vs. Culpas de quien nada produce

Por lo general, las culpas por los males que afectan a la sociedad recaen en los que algo producen ya que lo que producen no alcanza para todos, mientras que el que nada produce, ya sea por comodidad o por vagancia, queda libre de toda culpa, siendo que consume mucho más de lo poco o nada que produce. Es casi unánime la opinión de que el empresario necesariamente ha de ser una persona egoísta mientras que al pobre se lo considera lleno de virtudes y que, por lo tanto, no se lo debe criticar por cuanto no debe cambiar en lo más mínimo. Eva Perón expresó en un discurso (dirigiéndose a Perón): “Los humildes han venido hasta acá, mi general, para probar, como siempre lo han hecho, que aquel milagro que ocurrió hace dos mil años nuevamente está ocurriendo. Los ricos, los sabios, los hombres de poder nunca comprendieron a Cristo. Fueron los pobres y los humildes los que le entendieron, porque sus almas, a diferencia de las almas de los ricos, no están selladas con la avaricia y el egoísmo” (Citado en “Eva Perón” de John Barnes-Ultramar Editores Argentina SA-Buenos Aires 1987).

Por lo general, al menos en los países desarrollados, el sector empresarial hace aportes al Estado al igual que el resto del sector laboral. Una parte de esos ingresos se utiliza para mantener a quienes no tienen posibilidad de sustentarse por sus propios medios. Se busca que la mayor parte de la población viva de su trabajo tratando en lo posible de evitar el usufructo del trabajo ajeno. En los países subdesarrollados, por el contrario, una parte del grupo empresarial como el grupo de quienes poco o nada producen, tratan de vivir a costa de los demás a través del Estado. De ahí que muchos empresarios establezcan vínculos con los políticos de turno, a través de sobornos, para beneficio de ambas partes, perjudicando al resto de la sociedad. Así, si una obra pública cuesta 100 pesos, los políticos a cargo del Estado hacen lo necesario para que la obra “cueste” 150 pesos, repartiendo el costo adicional entre ellos y los empresarios.

Las palabras “liberalismo” y “mercado” son malas palabras para muchos empresarios que buscan ganancias seguras sin tener la necesidad de competir con otras empresas. También son malas palabras para los políticos que buscan redistribuir gran parte de lo que producen las empresas, ya que de esa forma tienen acceso directo al dinero que irá parcialmente a sus propios bolsillos. Por el contrario, en un mercado competitivo, se establece una distribución de las riquezas a través del intercambio entre productos y trabajo, como contraprestación.

El proceso económico y político que nos ha llevado al subdesarrollo forma parte de la idiosincrasia de los argentinos, ya que la diferencia esencial entre los distintos gobiernos consiste en estimular, en mayor o en menor grado, la búsqueda, por parte de casi todos los sectores, de vivir a costa del resto por vía del Estado. Incluso parece existir un consenso tácito de que podemos solucionar nuestros males sin abandonar tal sistema redistribuidor.

A continuación se menciona un escrito posterior a la grave crisis del 2002, aunque podrá apreciarse que sigue teniendo plena vigencia en la actualidad. Roberto H. Cachanosky escribió: “La Argentina está padeciendo una de las crisis económicas, políticas e institucionales más graves de su historia. Esta crisis tiene como elemento clave la lucha de todos contra todos, fruto de una cultura que tomó cuerpo y se hizo carne a partir del primer gobierno de Perón. Me estoy refiriendo a que todos se sienten con derecho a reclamarle al Estado una transferencia de ingresos y patrimonios que legítimamente no les corresponde”.

“Hoy podemos ver a sectores empresariales que le reclaman subsidios, protección y todo tipo de prebendas al Estado. Dirigentes sindicales que parecen no tener límites en sus exigencias que perjudican a los trabajadores que dicen defender y se perpetúan en el poder administrando miles de millones de pesos en beneficio propio. Dirigentes políticos que han tomado por asalto el Estado (en sus tres niveles) también para beneficio propio y para el financiamiento de sus cuasi mafiosas estructuras políticas. Piqueteros que se sienten con derecho a cortar rutas y calles violando el derecho de tránsito de los demás y, encima, reclaman fondos para distribuir como si ese dinero no saliera del bolsillo del contribuyente. En síntesis, muchos sectores pretenden vivir sin producir y ser mantenidos por un sector privado cada vez más exhausto y reducido”.

“Hay dos modelos básicos de organización social. Uno de ellos consiste en obtener ingresos ganándose el favor de los burócratas. El otro modelo consiste en obtener ingresos ganándose el favor del consumidor. En el primer caso se desvirtúa el monopolio de la fuerza que los ciudadanos le delegaron al Estado. En efecto, el Estado tiene el monopolio de la fuerza para hacer respetar el derecho a la vida, la propiedad y la libertad de la gente. Cuando el Estado, por la presión de los diferentes sectores, utiliza ese monopolio de la fuerza para quitarles sus ingresos y patrimonios a quienes legítimamente se los ganaron, para transferírselos a los que mayor presión hacen, entonces entramos en una situación de conflicto social permanente. El avance de un sector depende del perjuicio que logre generarle, vía el Estado, a otro sector de la sociedad”.

“Con este esquema aumenta el riesgo de producir e invertir en el país porque en cualquier momento el Estado se apropia del ingreso o del patrimonio de la gente para transferirlo compulsivamente a quien no le corresponde. Cuando el riesgo aumenta, la inversión disminuye, la productividad de la economía baja y la desocupación crece. La pobreza y la miseria que hoy padece la Argentina son frutos de esa cultura establecida hace cincuenta años por la cual el Estado se ha transformado en el principal expoliador de los ciudadanos”.

“La dirigencia política disfruta de ese latrocinio generalizado por dos razones. La primera razón consiste en que se beneficia personalmente del robo «legalizado» mejorando su posición patrimonial y, además, obtiene un ingreso que en el sector privado debería conseguirlo trabajando. La segunda razón se basa en que el poder arbitrario de redistribución le permite ganar votos. Buena parte de la dirigencia política utiliza los ingresos de los contribuyentes para redistribuirlos, apareciendo ellos como los benefactores de la gente, cuando en realidad quien paga la cuenta es el contribuyente”.

“Con un esquema de redistribución compulsiva de los ingresos como el que tenemos, ¿qué sentido tiene invertir para ganarse el favor del consumidor, produciendo riqueza y generando puestos de trabajo? Es mucho más «eficiente» ganarse el favor del burócrata de turno que, en forma arbitraria, decide sobre la vida y la fortuna de los habitantes”. “Esta arbitrariedad con que hoy se manejan los políticos no es otra cosa que la ausencia del estado de derecho. Así, el sistema jurídico, es decir, las reglas de juego que deben ser generales y parejas para todos, queda subordinado a las arbitrarias decisiones del político de turno. Por lo tanto, la Argentina se ha transformado en un país imprevisible. No sólo por la confiscación de depósitos de fines de 2001 y principios de 2002, sino por la ausencia de normas estables en el tiempo que premien al que asume riesgos para producir”.

“Por otro lado, la arbitrariedad con que pueden moverse los políticos en el cambio de las reglas de juego, beneficiando a unos y perjudicando a otros, determina que esas transferencias compulsivas de ingresos y patrimonios generen «rentas» tan altas para los beneficiarios que se crean bolsones de corrupción. No se puede ser tan naif [ingenuo] de creer que las redistribuciones compulsivas de ingresos que hacen los políticos responden solamente a criterios filosóficos o a que simplemente se equivocaron. El reemplazo del estado de derecho por la arbitrariedad de las «decisiones» políticas constituye un fenomenal negocio para buena parte de la dirigencia política”.

“La crisis argentina puede sintetizarse en que la política reemplazó al estado de derecho y, por lo tanto, producir ha dejado de ser negocio y robar a través del Estado es el principio de «organización» social. Con un esquema así no debe sorprender que la Argentina haya pasado de ser un país desarrollado a ser un país en vías de desarrollo” (De “Política y orden jurídico” en “Reinventar la Argentina” de Daniel A. Dessein-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2003).

El mayor problema que presenta la actual sociedad argentina se advierte en el casi unánime rechazo de las posturas liberales y de la figura del empresario. De ahí que exista poca predisposición en la población para establecer nuevas empresas, además de los inconvenientes generados por los casi insalvables escollos puestos en el camino por la burocracia estatal para su puesta en marcha. No puede haber mercado competitivo con pocos empresarios, tampoco puede haber mercado sin empresarios. El subdesarrollo económico puede considerarse como un subdesarrollo de los mercados, o bien por la inexistencia de los mismos.

viernes, 21 de julio de 2017

Venezuela hoy

La afirmación de la militante chavista Delcy Rodríguez, quien expresaba que “Los venezolanos podrán morirse de hambre, pero el gobierno seguirá en pie”, ejemplifica el pensamiento totalitario que tantas víctimas inocentes produjo durante el siglo XX. Recordemos que los regímenes colectivistas apuntan hacia el logro de objetivos sociales, ignorando las metas individuales, por lo que también desprecian totalmente las vidas particulares, lo que impide alcanzar los fines mencionados.

El socialismo del siglo XXI es el mismo socialismo de siempre, ya que el hombre no ha cambiado esencialmente en unas pocas decenas de años. De ahí que iguales causas producen iguales efectos. La concentración del poder político, económico, militar, cultural, etc., en manos de un reducido grupo de gobernantes, o en un solo individuo, puede generar catástrofes sociales como las producidas por Mao, Stalin o Hitler, mientras que si esa concentración de poder recae ocasionalmente en una persona normal, como Gorbachov, el totalitarismo cae.

Mientras que las penurias padecidas por ciudadanos comunes, durante la instauración del nazismo y del comunismo, sólo se fueron conociendo a lo largo de los años, debido a las limitaciones tecnológicas de los medios de comunicación, es posible en la actualidad advertir padecimientos similares en el pueblo venezolano, en forma casi inmediata. De ahí que pueda afirmarse que se trata del socialismo de siempre.

En forma cotidiana recibimos información de lamentables pérdidas de vidas humanas, jóvenes en su mayoría, víctimas de la represión totalitaria. Sería oportuno que la oposición a la tiranía tuviese en cuenta las luchas establecidas por el Mahatma Gandhi en su momento, o bien las tácticas empleadas por Nelson Mandela, que resultaron exitosas al no responder con violencia a la violencia recibida. Si bien habrían tenido enfrente a personas con cierta dignidad, las cosas se complican cuando el poder es ejercido por individuos con una ilimitada capacidad para odiar.

Todo indica que los venezolanos deberán intentar convencer a algunos aliados al chavismo para quitarle el apoyo moral que todavía persiste y que, seguramente, persistirá aun cuando las cosas empeoren. Por ejemplo, deberían dirigirse al Papa Francisco haciéndole ver que fue un cómplice ideológico, o coautor intelectual de la violencia, al legitimar las acciones de Maduro cuando lo bendijo y le sugirió “seguir dialogando”, sabiendo que el diálogo entre un marxista-leninista y una persona normal resulta imposible, por cuanto el primero se siente representante del pueblo, de la democracia y de la paz, mientras que simultáneamente sostiene que la persona decente es la que falla.

De ahí que habría que convencer al Papa de que, debido a su complicidad, voluntaria o no, sólo podrá aliviar su responsabilidad y su conciencia emitiendo una condena pública hacia el marxismo-leninismo imperante en Venezuela, sugiriendo la renuncia de Maduro y un posterior llamado a elecciones.

Con bastante indignación observamos el cinismo de los sectores socialistas que aducen la legitimidad del acceso al poder que tiene el tirano. Sin embargo, debe respetarse también la legitimidad de la gestión de gobierno, que resulta más importante que aquella otra legitimidad. Incluso los derechos a la vida, a la libertad y a la dignidad personal, deben considerarse “derechos humanos” que disponemos por nuestra condición humana, y que nunca deben ser puestos en riesgo ante el resultado de un comicio electoral o por las arbitrarias decisiones de un gobernante. Las leyes naturales, o leyes de Dios, deben ser nuestra referencia mientras que las leyes y las decisiones humanas tienen validez sólo cuando son compatibles con aquellas.

De la misma forma en que debe convencerse al Papa acerca de su arrepentimiento y posterior colaboración con el pueblo venezolano, se debe tratar de convencer a muchos socialistas, no sólo de Venezuela, sino también de otros países, acerca de los resultados que el socialismo produjo en el pasado, incluida una cantidad de asesinatos masivos que supera ampliamente a aquellos efectuados por los nazis. Estudios realizados por historiadores competentes, que aparecen en “El libro negro del comunismo” de S. Courtois y otros (Ediciones B SA-Barcelona 2010), confirman con datos y estimaciones que la cantidad de victimas del comunismo fue de cuatro a cinco veces mayor que la cantidad de víctimas ocasionada por los nazis.

Muchos intelectuales de izquierda abandonaron el socialismo y se desafiliaron de los partidos comunistas de sus respectivos países, luego de conocer las catástrofes ocasionadas por Stalin y la invasión soviética a Hungría, por lo que resulta posible que, al conocerse la destrucción chavista de Venezuela, se conmuevan los ánimos de quienes en silencio, o en breves insinuaciones, todavía apoyan tan macabro sistema.

Los venezolanos fueron engañados masivamente por un personaje nefasto como Hugo Chávez de la misma forma en que los argentinos fueron engañados masivamente por Perón algunas décadas atrás. No resultando extraño que Chávez haya sido un admirador, e incluso seguidor, de Perón. Ello se debió a que Perón, aliado ideológicamente a Mussolini y a Hitler, ambicionaba constituirse en el líder latinoamericano del nazi-fascismo en caso de que Alemania y sus aliados hubiesen triunfado en la Segunda Guerra Mundial. En forma semejante, Chávez intentó constituirse en un líder latinoamericano, sucesor de Fidel Castro, a cargo de un “renovado” socialismo, que resultó ser el mismo de siempre.

Además de las justas propuestas y reclamos ejercidos por un pueblo oprimido, es necesario establecer, de una vez por todas, una campaña ideológica en contra del socialismo. Téngase en cuenta que países destruidos por los efectos de la Segunda Guerra Mundial, como Alemania, Italia y Japón, en unos pocos años pudieron convertirse en potencias económicas gracias a la economía de mercado. Incluso la ex Unión Soviética y la antigua China maoísta, países que conocieron mejor que nadie el socialismo, optaron por la economía de mercado. Aplicándola en forma eficiente, China pudo sacar de la pobreza a unos 400 millones de sus habitantes. Mientras el socialismo apunta, en el mejor de los casos, a una “igualdad en la pobreza”, el capitalismo apunta a una “desigualdad en la riqueza”.

Venezuela debe aspirar a la democracia política y a la democracia económica (mercado), orientándose por economistas como Ludwig von Mises. Por el contrario, si la oposición al chavismo insiste en establecer un socialismo de “buenos modales”, hará muy lenta la recuperación, en el caso deseado de que al perverso Nicolás Maduro, y a sus secuaces, les surja un poco de dignidad humana y dejen el gobierno en manos de quienes tengan intenciones de mejorar las cosas.

A muchos latinoamericanos se los ha convencido que el capitalismo es el que fracasó en el mundo, y no el socialismo, por lo cual deben preguntarse por qué lo han abandonado la mayoría de los países, y cuál ha sido el país socialista que tuvo éxito alguna vez pudiéndose convertir en un país desarrollado.

jueves, 20 de julio de 2017

Variantes del ateismo

Así como existen varias actitudes religiosas diferentes, existen también varias formas de ateísmo. Para analizar este caso, deben tenerse presentes dos aspectos esenciales: la postura filosófica adoptada y la correspondiente respuesta ética, ya que la religión moral ha de conducir a una acción concreta, mientras que las actitudes puramente contemplativas poco se distinguen de las filosofías sin sentido práctico.

Entre las principales causantes de ateísmo puede mencionarse la frecuente “soberbia del creyente”, que muestra su superioridad personal mientras mira en forma casi despectiva a los “pobres seres naturales” que no comparten su creencia. Mientras que las mentes más destacadas de la sociedad trabajan arduamente por alcanzar la verdad sobre algún aspecto del hombre o de la sociedad, el creyente supone conocerla ampliamente, por lo que puede llegar a preguntarse porqué no lo consultaron antes.

Este sería el inicio del ateismo generado por quienes descartan la posibilidad de que otras personas, con distintas creencias, puedan acatar principios morales adecuados aun cuando no manifiesten adhesión religiosa alguna. Ignace Lepp escribió: “Muchos creyentes son humildes en lo que concierne personalmente; no bien está en juego su religión y su Iglesia, resultan para los no cristianos de un orgullo insoportable. Un escritor incrédulo que no es sectario ni anticristiano, se quejaba amargamente delante de mí de que los cristianos se creen superiores a todos por el solo hecho de ser cristianos. No envidiarían a nadie y sólo sentirían por los demás una piedad condescendiente. Por este motivo, con ellos sería imposible un verdadero diálogo, en el plano espiritual” (De “Psicoanálisis del ateísmo moderno”-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1963).

Los “creyentes” soberbios y despectivos, son los que dejan de lado los mandamientos de Cristo, muy exigentes de por sí, por cuanto tales mandamientos exigen adoptar una actitud que permita compartir las penas y las alegrías de los demás como propias. Tal actitud igualitaria dista bastante de ser accesible al que mira en menos a los demás. Mientras tanto, se consideran virtuosos en extremo por cuanto cumplen con los mandamientos de Moisés, mucho menos exigentes, ya que nos exigen no hacer el mal, y no tanto hacer el bien. Si uno se encierra en su casa puede muy bien cumplir con el “no mentir, no robar, no matar”, etc., sin que con ello haya favorecido a la sociedad en algún aspecto.

La creencia desvinculada de la acción concreta es, en cierta forma, una variante de ateísmo, coincidiendo esencialmente con el criterio por el cual se considera analfabeto a quien sabe leer, pero nunca lee nada, ya que el efecto resulta idéntico al de no sabe leer. Colocarse el rótulo de cristiano cuando ni siquiera intenta cumplir con los mandamientos de Cristo, resulta ser una forma de ateísmo práctico, o ateísmo encubierto, que no sólo se aleja del verdadero cristianismo, sino que sirve para ahuyentar a quienes podrían integrarse en el futuro.

Además de la destrucción del cristianismo desde sus propias filas, aparece el ateísmo combativo de quienes se proponen destruirlo desde sus fundamentos, como es el caso de Friedrich Nietzsche. Entre sus argumentos, sostiene que el cristianismo propone un abandono a la vida real y cotidiana para pensar sólo en una vida de ultratumba de la cual no se tiene certeza alguna. Sin embargo, si se tiene en cuenta que el “amarás al prójimo como a ti mismo”, que implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, produce un elevado nivel de felicidad en esta vida, queda descartada la crítica mencionada.

El camino de la felicidad resulta ser el mismo que el de la inmortalidad, si es que ella existe. No existen mandamientos cristianos diferentes para cada tipo de vida, sino que es el mismo para ambas. El citado autor escribió: “El psicólogo, al enfrentar un odio tan desmesurado por el cristianismo como el de Nietzsche, deduce inmediatamente, aunque ignorara todo sobre la vida de este hombre, un gran amor defraudado. Efectivamente, biógrafos del filósofos, entre los que figura su hermana, reconocen que Nietzsche, en su juventud, había esperado del cristianismo mucho, quizás humanamente demasiado. Al no encontrar lo que buscaba, se resiente terriblemente con quien lo ha decepcionado”.

“Reprocha al cristianismo su «democracia», su ambición de ser juntamente la religión de la chusma y la de los verdaderos hombres. A los primeros, prometía las delicias de las beatitudes celestiales, a los segundos les exigía el heroísmo de los santos; el resultado sería mediocridad general”.

José Ortega y Gasset criticaba a quienes no saben qué hacer con su vida y encima pretenden continuarla eternamente. Algo similar pensaba Nietzsche. Ignace Lepp escribe al respecto: “Basta recordar que Nietzsche no cree encontrar la salvación del hombre en el puerto sino en la tempestad. En lugar de un paraíso de felicidad perpetua, que le parece de tal insipidez que un hombre superior sólo podría allí aburrirse, él preconiza el eterno retorno de la tragedia humana. El destino del hombre sólo le parece grandioso a condición de que todos sus problemas esenciales sigan siendo insolubles”.

Otra forma de ateismo es la propuesta por el marxismo, quien le otorga al cristianismo un lugar secundario ya que lo considera parte de una ideología que pretende favorecer a las clases sociales dominantes. En el esquema mental de Marx aparece en primer lugar la Infraestructura, que consiste en la forma de producción adoptada por una sociedad. Según sean las relaciones de producción, así serán las ideas que orientarán a la sociedad. Tales ideas, u ideología, constituyen la Superestructura, que involucra a la religión, ética, derecho, política, etc., es decir, en lugar de ser las ideas las que orientan las actitudes de las personas, las actitudes vendrían determinadas por la forma de producir y distribuir los diversos bienes o productos.

De ahí surgen dos acciones concretas para el cambio social; mediante la revolución se busca estatizar los medios de producción, para cambiar luego la religión, la ética, el derecho y la política (Lenin), o bien se trata de cambiar esta Superestructura sin revolución, sino por infiltración ideológica (Gramsci), de manera que se adopte finalmente una economía de tipo socialista. Es por ello que la religión ha sido ubicada como un objetivo a destruir, o a controlar. La intromisión del marxismo en la Iglesia Católica, a través de la Teología de la Liberación, resulta ser el mayor triunfo ideológico que logra el ateísmo, no sin contar con la complicidad de aquellos “creyentes” que adhieren a los sistemas totalitarios.

Si todo lo existente, incluido el hombre, está regido por leyes naturales invariantes, implica que existe cierto orden natural al que nos debemos adaptar. Luego, la postura compatible con esa visión de la realidad es la del Dios personal que responde de igual manera en iguales circunstancias, o bien, la que considera al propio orden natural como un Dios impersonal al que se le puede asociar cierto “espíritu de la ley natural”, que coincide con la voluntad del Creador admitida en la versión del Dios personal.

En cuanto a Jean Paul Sartre, puede decirse que su influencia no fue de la mejor y que el ateísmo que trasciende una postura personal, puede perjudicar a la sociedad. De la misma manera es que los sectores no religiosos sugieren que la religión no debería trascender el ámbito personal, con igual razón deberían sugerir que el ateismo tampoco debiera trascenderlo.

Ignace Lepp comenta el caso de una joven francesa, proveniente de una familia de buena posición económica, educada en un colegio católico: “Al promediar su año de filosofía, los padres y las maestras advirtieron un profundo cambio en Lisa. Ya no mostraba ningún interés en los estudios ni en los buenos autores. No iba jamás a misa y en clase se sentía evidentemente a disgusto. Se sabe que por la tarde se viste con blue-jeans y va a divertirse en los cafés llamados «existencialistas» del barrio Saint-Germain, en París. Incluso en este ambiente «libre», adquiere pronto celebridad por sus excesos y sus excentricidades. Como su medio originario distaba mucho de estar exento de prejuicios raciales, ella procuraba flirtear ostensiblemente con africanos, luego prefirió los pequeños granujas que se mezclaban con jóvenes snobs de la burguesía parisiense. Tomó parte en varias expediciones de vandalismo y de robos de domicilios, luego metió mano en la cartera y en las alhajas de su madre y partió a «recorrer Francia» en compañía de dos bribones con quienes fue detenida por asesinato”.

“A los psiquiatras que la examinan, Lisa les dice que había perdido la fe porque, gracias a la filosofía existencialista, había comprendido que «todo eso era una patraña». Había descubierto que la vida es terriblemente «fea», de una absoluta absurdidad. No veía ningún motivo para prohibirse un placer o un capricho hacia el que se sentía atraída en ese momento. Ni su propia dignidad, ni la de sus padres le parecían dignas de interés. Familia, patria, Iglesia, todo formaba para ella parte de una campaña de mistificación. Con visible complacencia, Lisa se refería a Kafka, a L’Étranger de Camus, pero sobre todo a J. P. Sartre. Los psiquíatras, impresionados por ese fárrago seudofilosófico, se inclinaban a considerar a Lisa como una representante-tipo de la «perversión intelectual». Por otra parte, así la describía la prensa seria, que encontraba allí una excelente ocasión de denunciar los estragos del existencialismo ateo”.

Existe también un “ateísmo suave”, no combativo, y es el que surge en quienes preferirían ser creyentes, pero, al no poder razonar sobre la creencia, terminan alejándose, como es el caso del que no puede entender cómo un “Dios bondadoso”, que interviene en los acontecimientos humanos, permite la muerte accidental de alguna persona pudiendo evitarlo. Incluso tampoco puede entender la opinión generalizada de que Dios permite tales cosas “para poner a prueba” la incondicionalidad de los familiares del desaparecido. En este caso, poco cuesta imaginar a un Hitler o a un Stalin, matando al hijo de un seguidor, explicando que lo hizo para “poner a prueba” la continuidad de la adhesión del desafortunado seguidor. O Dios no es bueno, o si lo es, no interviene en los acontecimientos humanos. Y si se insiste en la afirmación de esos dos atributos juntos, el razonador debe alejarse por cuanto no entiende nada.

Dennis Diderot, a pesar de ser considerado un ateo, recomendaba la educación cristiana para los niños. Por su parte, Ignace Lepp escribió: “La concepción del mundo de André Malraux es tan profundamente atea como la de Sartre, o de Marx, quizás más. Sin embargo, a diferencia de Nietzsche, de Sartre, de los marxistas y de los demás protagonistas del ateísmo, no hay en Malraux ningún altivo desprecio de la religión, ningún complejo de superioridad frente a los que creen. Incluso llega a envidiarlos alguna vez y siempre describe en sus novelas con simpatía a los creyentes sinceros que participan en los combates revolucionarios de los pueblos”.

“El problema –o el misterio- del sentido de la vida lo obsede, y reconoce francamente que su nihilismo metafísico no tiene ninguna probabilidad de liberarlo de sus obsesiones. Las evidencias presuntamente irrefutables de la razón y de la ciencia no logran acallar en él la protesta desesperada de la vida”.

domingo, 16 de julio de 2017

La guerra psicológica

Desde las épocas de los enfrentamientos directos hasta el empleo de armas con alto contenido tecnológico, los bandos en conflicto tuvieron en cuenta sus posibilidades de vencer y la forma de engañar al enemigo mediante falsa información. La guerra psicológica llega a su máxima expresión con los totalitarismos, en cuyo caso la propaganda a su favor y la propaganda contra el enemigo, fueron el sustento legitimador que no pudo lograrse mediante las ideologías respectivas.

De la misma forma en que los débiles equipos de fútbol pueden mantener su vigencia fortaleciendo sus aptitudes destructivas hacia el juego del rival, por carecer de méritos futbolísticos propios, los totalitarismos emplean en forma preponderante las críticas al enemigo por cuanto carecen de una auténtica fortaleza intelectual. Maurice Megret escribió: “La guerra psicológica no ha salido completamente armada del cerebro de ningún teórico, sabio o pensador. Es hija de la historia de los hombres y de sus conflictos, procede de las revoluciones ideológicas y de las metamorfosis de las sociedades políticas, surge en la encrucijada de las técnicas psico-sociológicas que han movilizado el pensamiento y precipitado la ósmosis intelectual de los pueblos y naciones”.

“Esta dependencia explica las vicisitudes de la guerra psicológica en relación con la clasificación de las ciencias y las técnicas. Jamás será otra cosa que el reagrupamiento y la reconversión, con fines destructivos, de cierto número de ciencias y técnicas del hombre, de donde provienen, naturalmente, su complejidad, su devenir y sus aspectos proteiformes”.

“Pero en el plano de la política y de la historia, la existencia de la guerra psicológica no es discutible ni misteriosa. Por más lejos que nos remontemos, ella es la guerra, es decir la violencia organizada en las relaciones interestatales o internacionales, pero dirigida contra las mentes, en lugar de la violencia tradicional contra las personas físicas y los bienes”.

“La amenaza de la guerra total ha pasado de la especulación a la práctica, y el progreso de las técnicas autoriza al hombre a pasar de la guerra psicológicamente conducida a la guerra psicológica como una invención, no nos atrevemos a decir la invención del siglo XX” (De “La guerra psicológica”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1959).

La debilidad ideológica del marxismo no ha bastado para resolver los problemas sociales y humanos que se propuso, por lo que tuvo que ser sostenido por abundante propaganda a favor y también abundante propaganda difamatoria contra sus rivales. Tal debilidad proviene de su desactualización en materia de economía, ya que se mantiene “actualizado” con las últimas novedades del siglo XIX, cuando los economistas describían comportamientos de clases sociales en lugar de comportamientos individuales. Además, en esa época se pensaba que el valor de una bien procedía de la cantidad de trabajo requerido para su fabricación, en oposición a la evidente valoración subjetiva, que poco o nada tiene en cuenta tal trabajo.

La dialéctica empleada por el marxismo resultó irrelevante en toda descripción científica, ya que sólo tuvo “validez” en el pensamiento abstracto de Hegel y de sus seguidores. La “lógica dialéctica” poco o nada es tenida en cuenta en los estudios de matemáticos, lógicos y especialistas en general.

La biología nunca admitió la hipótesis marxista de que el hombre viene determinado por la influencia del medio social y poco o nada por la herencia genética. El relativismo moral que sustenta el marxismo se basa en ignorar los efectos de las decisiones humanas, ya que sólo considera los valores morales cambiantes sin tener presente su compatibilidad con las leyes naturales.

No resulta raro que de tantos errores y mentiras, a veces los propios promotores de la guerra psicológica hayan sido víctimas de sus creencias. Nikita Kruschev escribió: “La poca disposición de Stalin para considerar las realidades de la vida y el hecho de que no estaba al tanto del verdadero estado de las cosas en las provincias, puede ser ilustrado por la forma en que dirigió la agricultura”.

“Todos los que se interesaban aun superficialmente en la situación nacional, vieron la situación difícil por la cual atravesaba la agricultura, pero Stalin ni siquiera se dio cuenta. ¿Se lo dijimos nosotros? Sí, lo hicimos, pero él no nos apoyó. ¿Por qué? Porque Stalin nunca viajaba a ninguna parte, no trataba con los obreros de la ciudad y de los koljozes, no conocía la verdadera situación de las provincias”.

“Estaba enterado de la existencia del campo y de la agricultura sólo por las películas. Y las películas embellecían y adornaban el estado de cosas existente en la agricultura. Muchas películas pintaban la vida de los koljozes como si las mesas se estuvieran arqueando bajo el peso de los pavos y los gansos. Evidentemente Stalin creía que era así” (Citado en “Kruschev y la crisis en la URSS” de Lev I. Batov-Ediciones Gure-Buenos Aires 1956).

Desde el gobierno soviético se promovió en todo el mundo el adoctrinamiento de intelectuales y de estudiantes universitarios, como emisores secundarios, para que impulsaran actos terroristas a su debido tiempo. Megret escribió: “Esta dialéctica de la guerra fría –que es realmente una estrategia- se desarrolla mediante todos los recursos de la táctica psicológica. La URSS dispone de cuatro mecanismos: su acción personal y la de sus satélites, la acción de los partidos comunistas y la de los intelectuales simpatizantes u otros «fellow-travellers»; y pone en juego dos sentimientos de vigencia universal, el pacifismo y el nacionalismo, que propone a las masas invitándolas a luchar por la paz y por la independencia, contra el «capitalismo extranjero»”.

En cuanto a los efectos que tal llamado produjo en las universidades argentinas, y para revertir la actitud destructiva que se mantiene parcialmente en la actualidad, Gustavo Landivar escribió: “El día de mañana ustedes serán universitarios. Seguramente transitarán por esos mismos claustros en donde, hace muy pocos años, los libros fueron sustituidos por las cachiporras, las pistolas y las metralletas. Donde la violencia sustituyó a la paz académica. Donde se enseñó a destruir a la Patria, a asesinar por la espalda, a secuestrar y a intimidar. Quizá dentro de unos años las paredes de las facultades vuelvan a ser blancas, y las aulas tendrán las comodidades que nunca hasta ahora han tenido. Es muy posible que para entonces en la universidad se formen los hombres y mujeres que la Nación reclama desde hace tantos años”.

“Pero es absolutamente necesario que lo que se ha vivido entre 1973 y 1975 no se olvide”. “Sus esperanzas quedaron frustradas y sus mentes, ansiosas de nuevos conocimientos, de riqueza intelectual, fueron ocupadas con doctrinas que en lugar de amor hablaban de odio, en lugar de paz mostraban la guerra, que predicaban la destrucción y la muerte”.

“Por eso es que he escrito este libro. Porque el mal de la universidad no reside en los malos profesores ni en las deficiencias físicas de los edificios, ni siquiera en la falta de aulas o de materiales didácticos. El mal reside en la apatía de la juventud, en su falta de compromisos, en su indiferencia. En dejar que los mediocres ocupen el lugar en donde deben estar ustedes y tantos otros como ustedes, que están llamados a realizar grandes cosas. Entre ellas, una nación” (De “La universidad de la violencia”-Ediciones Desalma-Buenos Aires 1980).

Los diversos totalitarismos se caracterizaron por ambicionar expansiones ilimitadas, por lo que sus campañas de guerra psicológica no sólo alcanzaron a otros países, sino que fueron puestas en práctica en las propias poblaciones. Raúl Damonte Taborda escribió respecto de la instauración del totalitarismo peronista en la Argentina: “¿Cómo se prepara a los niños y a los adolescentes, para la abyecta obsecuencia al dictador, en los libros de texto de las escuelas, en los cantos, fábulas e himnos de las composiciones escolares que tratan de una vida mítica de Perón y Eva Duarte de Perón, y versan sobre sus discursos y actos de gobierno? «Nuestra conducción –explica el dictador el 29 de marzo de 1951-, tal como la queremos, no podrá ser bien realizada en cuanto el grado de cultura no haya saturado a toda la población»”. “Será suficiente difundir lo que sea conveniente para la Nación y en eso estaremos de acuerdo. Nadie discutirá entonces….- afirmó Perón el 29 de marzo- La doctrina no solamente se enseña. La doctrina se inculca” (De “Ayer fue San Perón”-Ediciones Gure-Buenos Aires 1955).

La guerra psicológica desatada por Perón tuvo como víctimas o enemigos a quienes no adhirieron a su llamado violento. Al respecto dijo: “El pueblo debe elegir entre el peronismo o el anti-peronismo: entre la Patria y la traición”.

Tampoco admitía opiniones fuera de la unanimidad que pretendió imponer. Al respecto dijo: “Me he tomado el trabajo de ser yo mismo quien informe a la opinión pública. Cuando dentro de una fuerza política aparece un faccioso que quiere tener influencia para formar una facción, acontece lo mismo que cuando se produce una carie en un diente: es necesario arrancar el diente, porque no hay otro remedio”. “Tal hecho no es una falta de disciplina partidaria: eso está dentro de los límites de la delincuencia común, y es indiscutible que con nosotros no puede convivir un delincuente”.

Habría que agregar que tampoco en el peronismo podría participar una persona decente, ya que debería compartir los llamados a la guerra psicológica propuesta por Perón para combatir a los “traidores”, que eran aquellos ciudadanos que no estaban de acuerdo con el odio y la violencia propuesta por el tirano. Damonte Taborda agrega: “Perón encabeza, desde la dictadura militar, una verdadera oclocracia, o dictadura de la plebe, que no tiene líderes ni admite otro conductor que el Jefe de Estado, identificado en una sola persona, con el Jefe del Ejército y el Jefe de los Sindicatos. El pasado argentino ha sido renegado, la cultura befada, la clase oligárquica ha sido sustituida por otra, la clase media ha sido arruinada y hasta el clero y el catolicismo son vejados, a pesar de haber sido el primero un instrumento en sus manos. El dictador exalta los sentimientos de vileza, de resentimiento y de venganza, en las masas, para canalizar sus rebeldías, en una atmósfera de cárcel y cuartel”.

Las ambiciones expansionistas de Perón concuerdan esencialmente con los objetivos nazi-fascistas del Eje (Roma-Berlín). Arnon de Melo, ex gobernador de Alagoas, Brasil, escribió: “Perón procura conquistar el Brasil, valiéndose esencialmente de los mismos métodos nazis de la infiltración por la propaganda. Los carteles de propaganda que llenaron Uruguayana constituyen el desenvolvimiento de su política de dominar primero por la sugestión, y, sólo después, emplear la fuerza, no sin contar, como ya imaginara Juan Manuel de Rosas, con dividir antes a los brasileños”.

Aunque en realidad Perón ejerció, como todo líder totalitario, la labor de instalar un “auto-imperio” al dividir primeramente a los argentinos, para que el sector peronista dominara al resto. De ahí que sus seguidores no admitan otra posibilidad de gobierno, saboteando a los gobiernos surgidos de partidos opositores.

sábado, 15 de julio de 2017

Ideas que orientan a las naciones

Para disponer de una información mínima que permita establecer razonamientos posteriores, es necesario sintetizar la historia de un país asociándola a momentos y hombres claves que definen el rumbo a seguir en los próximos años. Implica que la mente del lector disponga de una especie de esquema general, aunque incompleto, que servirá para ubicar las distintas etapas atravesadas por una nación.

Mientras que México, Perú y Chile tenían ya un nombre antes de su etapa de emancipación, la Argentina ni siquiera poseía el que después adoptó. Nicolás Shumway escribió: “El nombre Argentina conserva la asociación con la plata en tanto deriva de argentum, plata en latín. Popularizado en un poema de 1602 de Martín del Barco Centenera, el nombre Argentina se volvió un sustituto obligatorio de rioplatense en lengua poética, y se consolidó en versos patrióticos del poeta neoclásico Vicente López y Planes, famoso por «El Triunfo Argentino» de 1807, celebración de la victoria de Buenos Aires sobre los invasores ingleses. Más tarde, en el «Himno Nacional Argentino», del mismo autor, el nombre obtuvo una posición más oficial, aunque fue sólo en la Constitución de 1826, dieciséis años después de la rebelión del país contra España, donde «República Argentina» se volvió el nombre oficial de la nación” (De “La invención de la Argentina”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2005).

Entre las ideas orientadoras de la nueva nación, aparecen los escritos de Mariano Moreno, quien propone comerciar con Inglaterra, además de España, pero previendo ventajas para Buenos Aires, relegando al resto del país. Juan Bautista Alberdi escribió al respecto: “Moreno es el representante del espíritu de la Revolución de Mayo; esto es exacto, estando al sentido con que Buenos Aires ha entendido y desarrollado la Revolución de Mayo, a saber: destrucción y desconocimiento…de toda autoridad soberana de fuera o dentro; predominio provincial de Buenos Aires sobre toda la nación, primero en nombre de Fernando VII, después en nombre de la Nación Argentina…aislamiento del puerto que hace el tráfico de todas las provincias para quedarse solo con la renta de las provincias”.

“El partido de Saavedra era el partido verdaderamente nacional, pues quería que la nación toda interviniese en su gobierno; el de Moreno era el localista, pues quería que la autoridad se ubicase en la capital, no en la nación” (De “Grandes y pequeños hombres del Plata”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1974).

El predominio de las ideas de Moreno fue el germen de las guerras civiles que se desarrollaron durante gran parte del siglo XIX. Shumway comenta: “Esta política provocó sesenta años de guerras en las que murieron miles de hombres. También creó un profundo y duradero rencor que persiste aún hoy”.

En escritos de Mariano Moreno, aparecidos póstumamente, se advierte que coexisten en su mente ideas liberales cuyos objetivos serán logrados por medios totalitarios. El citado autor agrega: “Moreno resume la posición contradictoria de establecer la paz mediante el terror, la democracia mediante la represión, la libertad mediante la coerción”.

“Moreno es útil como paradigma de las posturas contradictorias que corren a lo largo del pensamiento argentino. Por un lado, usó la retórica de la libertad para proponer un reinado de terror; predicó la libre expresión mientras aplicaba la censura; contribuyó a la asunción de un papel hegemónico por parte de Buenos Aires, aunque ocasionalmente apoyó de palabra ideas de igualdad provincial; apoyó la formación de un congreso constitucional representativo, pero trató de excluir de él a los caudillos provinciales con cuyas ideas no coincidía; hizo grandes frases en favor de la soberanía popular, pero prefirió el gobierno de una pequeña minoría ilustrada”.

“Apoyó la idea de un Estado paternalista, aislacionista e intervencionista que sigue vampirizando el potencial económico del país”.

Terminado el conflicto militar interno, desde 1880 a 1910, aproximadamente, se produce la llegada masiva de inmigrantes y el inicio de una etapa de rápido crecimiento, que ubica a la Argentina en el 7mo lugar entre todos los países. El despegue económico fue influido por las ideas liberales y la Constitución de 1853, basada en el pensamiento de Alberdi. Todo hace suponer que las generaciones posteriores, al menos, tratarán de emular lo que funcionó bien en su momento. Sin embargo, en la actualidad se tiene una imagen distorsionada de la época por cuanto sólo se muestra a las familias de inmigrantes viviendo pobremente en conventillos de Buenos Aires, sin advertir que tal situación fue momentánea para la mayoría de ellas, ya que el Estado no tenía medios para aceptar a miles de inmigrantes asignándoles una “vivienda digna” cuando tampoco se la podían ofrecer a muchos nativos.

Los inmigrantes fueron progresando gracias al trabajo arduo y a las inversiones productivas que se hacían en el país. Téngase en cuenta que muchos trabajadores europeos venían por un tiempo a trabajar, sin sus familias, para retornar luego a sus lugares de origen. Esto contradice la opinión generalizada que aduce una “explotación laboral” como norma de la época. Si así hubiese sido, nadie habría venido a trabajar desde tan lejos.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, comienza a dejarse de lado el ideario liberal de la democracia política y económica (mercado) instalándose en la opinión pública ideas anarquistas, nacionalistas y totalitarias, predominando en la Argentina el nacionalismo fascista. Leopoldo Lugones puede ser considerado como una figura representativa de esa época cuando afirmaba que había llegado “la hora de la espada” (y el fin de la democracia liberal). Comienza la época de las dictaduras siendo Juan D. Perón el que logra, mediante el voto popular, establecer finalmente un régimen totalitario. También Hitler había ascendido al poder utilizando métodos democráticos para luego dejarlos de lado.

La última etapa de la historia nacional está caracterizada por el asedio de una guerrilla que pretendió imponer un régimen comunista a “imagen y semejanza” del impuesto en Cuba por Fidel Castro. A pesar de los fracasos del socialismo, por lo cual fue abandonado por la casi totalidad de los países, persiste la ideología totalitaria con la idea predominante de destruir al sistema capitalista. Puede hacerse una síntesis de las cuatro etapas de la historia argentina, al menos como una guía breve:

Mariano Moreno: Buenos Aires vs. provincias => Guerras civiles del siglo XIX
Juan B. Alberdi: Constitución liberal => Auge de la nación
Leopoldo Lugones: Nacionalismo fascista => Totalitarismo peronista
Fidel Castro: Expansión soviética => Guerrilla marxista-leninista

Una de las características de la expansión del imperio soviético fue la promoción de una especie de “guerra santa” contra los distintos países “infieles”. Al igual que la expansión del Islam, se la consideraba lícita y sagrada, mientras que sus víctimas involuntarias debían ofrendar sus vidas a una “noble causa” ordenada desde lo alto, es decir, de Alá, o del Kremlin.

Al igual que los marxistas consideran que el sector productivo (la burguesía) está constituido por personas perversas y explotadoras, mientras que el resto (el proletariado) está exento de defectos y pleno de virtudes, consideran a la guerrilla terrorista, promotora del socialismo, bajo el concepto de “jóvenes idealistas” que luchan por un mundo mejor, mientras que quienes se defienden del terrorismo son “militares genocidas”. Carlos Manuel Acuña escribió: “Los funcionarios internacionales se mostraban más preocupados por los derechos humanos de los terroristas que por los de sus víctimas. La presión se hacía sentir sobre el gobierno que aparecía sospechado de atentar contra los derechos humanos de los terroristas y, en consecuencia, pasible de investigaciones y sanciones externas que lo debilitarían políticamente. Con las manos atadas, debía limitar su eficiencia antiterrorista lo que prolongaba el conflicto, lo mantenía extendido en el tiempo y la solución a la violencia se mostraba lejana y hasta imposible” (De “Verbitsky. De La Habana a la Fundación Ford”-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2003).

Luego de que la guerrilla fuera derrotada militarmente, surge en la región latinoamericana la venganza y la difamación hacia los militares aduciendo que no actuaron acorde a las leyes vigentes, sino que actuaron igual que los terroristas (terrorismo de Estado), aunque el principal motivo de la condena es por haber impedido que sus países cayeran bajo la órbita soviética. Acuña agrega: “Marginados de toda posibilidad histórica y carentes de propuestas doctrinarias, la tarea que desempeñan tiene una finalidad excluyente: la descalificación de la función castrense, es decir, el desprestigio de las instituciones militares para insertarlo en la opinión pública y lograr que ésta las rechace”.

“Todas las agresiones producidas una vez que concluyeron las guerras contra el terrorismo se reprodujeron como un calco en todos los países donde tuvieron lugar. El Salvador, Nicaragua, Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Chile, la Argentina, el Uruguay, por citar en una secuencia geográfica los casos más destacados, soportaron los mismos ataques políticos con idénticos argumentos sobre la vulneración de los derechos humanos por parte de las Fuerzas Armadas y de Seguridad latinoamericanas, mientras se eximió y exime a los terroristas de muchos peores cargos”.

Por lo general, se supone que todos los norteamericanos, incluidos políticos y gobernantes, piensan y sienten de manera idéntica. Sin embargo, algunos sectores de ese país adoptaron posturas favorables a la guerrilla marxista. El citado autor agrega: “Cuando el ex ministro de Defensa y ex candidato a la presidencia de Colombia, general (R) Harold Bedoya fue invitado a los EEUU para que diera su opinión sobre el “Plan Colombia” destinado a combatir el terrorismo, destacó las contradicciones que existían en el doble mensaje que surgía de las acciones norteamericanas en la materia: por un lado se aportaba un presupuesto que impedía la aplicación de la mejor tecnología aérea para derrotar a las guerrillas en un terreno que dominaban y por el otro se hablaba de la vocación irrestricta para erradicar el flagelo. El ex ministro de Defensa reiteró que en su país «la producción de drogas se está multiplicando en un cien por cien cada cuatro años», por lo que «en doce años –plazo para que culmine el Plan Colombia- tendrá 270 mil hectáreas de cultivos…Se diseña –aseguró- un plan sin objetivos reales»”.

“Más adelante se refirió a los múltiples contactos que las FARC mantienen con personalidades norteamericanas y europeas –por ejemplo, el presidente del parlamento italiano, Luciano Volante- y acotó: «Al mismo tiempo que se promueven reuniones entre los jefes insurgentes e importantes autoridades financieras estadounidenses, el propio Departamento de Estado de los EEUU, el propio Congreso de los EEUU califica (a las FARC y al ELN) como una organización terrorista internacional y como una organización de narcotraficantes». «De manera que estas contradicciones van a enloquecer al mundo. Nadie entiende –agregó Bedoya- como EEUU dicen que son malos estos delincuentes para los EEUU pero son buenos para Colombia. Lo que es malo para EEUU –dialogar con terroristas, negociar soberanía con terroristas- sí es bueno que se haga en Colombia»”
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miércoles, 12 de julio de 2017

Valores morales y relativismo

Se considera a la ética como la rama de la ciencia que estudia aspectos de la conducta humana tales como el bien y el mal. Sin embargo, como el bien es la tendencia a favorecer el logro de ciertos valores y el mal lo que tiende a impedirlo, puede decirse también que la ética es el estudio de los valores elegidos por el hombre y de los diversos criterios surgidos al respecto. Robert S. Hartman escribió en referencia a su libro: “La obra intenta introducir el pensamiento ordenado en el campo de las disciplinas morales. Por «pensamiento ordenado» se entiende un procedimiento que ofrece una explicación de un máximo de objetos con un mínimo de conceptos. De tal suerte, concibe una teoría de los valores análoga a una ciencia que, a partir de un mínimo de suposiciones axiomáticas, deriva una multitud de conclusiones en un patrón tan variado y detallado, que sus rasgos corresponden a la multitud de rasgos que se hallan en la esfera de los valores”.

“La teoría del valor se concibe, así, como un patrón isomorfo con la esfera de los valores. La estructura del valor es la estructura del patrón que es pertinente a, y explicatorio de, esta esfera. Esta concepción presupone que hay fenómenos de valor, que éstos forman un orden y que este orden puede ser reflejado en una estructura teórica: la teoría del valor o axiología” (De “La estructura del valor”-Fondo de Cultura Económica-México 1959).

Los valores elegidos, perseguidos y alcanzados por los hombres tienen un carácter subjetivo, de ahí la engañosa estimación de que no existe una ética objetiva. Esta postura concuerda un tanto con la aseveración de que el valor económico asociado a los diversos bienes, por ser subjetivo, impide establecer una teoría económica con objetiva validez. Sin embargo, puede comprobarse fácilmente la existencia de una ciencia económica compatible con una teoría subjetiva del valor.

Cuando se establecen enunciados incompletos, que reflejan pensamientos incompletos, se llega a conclusiones erróneas. Como ejemplo podemos mencionar el siguiente: “En la época de Stalin, en la URSS se podía expresar libremente una opinión adversa a dicho gobernante”. En realidad, esta frase era verdadera, ya que se “podía” expresar libremente. Sin embargo, no se “debía”, ya que luego había que padecer las consecuencias. Will y Ariel Durant escriben sobre Alexander Solyenitsin: “La Segunda Guerra Mundial lo lanzó a la vida de acción; ganó dos condecoraciones y se elevó al rango de capitán de artillería. Empero, en una de las cartas que envió desde el frente, se permitió el lujo de criticar los errores militares de «el hombre del bigote» (Stalin). Por ello fue condenado a ocho años en un campo de concentración, a los que se le agregaron tres más” (De “Interpretaciones de la vida”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1973).

En el caso de la moral ocurre otro tanto. Así, los partidarios del relativismo moral sostienen que “la moral cambia con las épocas y también cambia de un pueblo a otro”. Sin embargo, no se dice que las consecuencias de ese cambio real son también reales y distintas. Como ejemplo podemos considerar lo que ocurría en el automovilismo deportivo de los años 50 comparándolo con el de los años 90. Puede tenerse una idea de la competencia constructiva que existía en aquellas épocas cuando Peter Collins, con cierta posibilidades de lograr el campeonato mundial de Fórmula Uno, cede su auto al veterano Juan M. Fangio aduciendo que él era joven y que podría ganarlo en el futuro. En esa época se podía ceder el auto a otro corredor para, luego, dividir entre los dos pilotos los puntos obtenidos. Fangio logra el campeonato gracias a esa ayuda, mientras que Collins muere el año siguiente víctima de un accidente en otra competición.

Tal como dicen los relativistas, las épocas cambian y los valores morales también. En los 90 ocurre con cierta frecuencia que un piloto decide chocar en plena carrera a otro competidor para que ambos queden fuera de la competencia y así, con los puntos antes logrados, terminará coronándose campeón mundial. La competencia constructiva de los años 50 degeneró en una competencia destructiva en los 90.

En cuanto a los efectos de ambas actitudes predominantes, puede decirse que en los años 50 existía una muy buena amistad entre los diversos competidores; todos eran amigos. Tal es así que el mayor competidor de Fangio, Stirling Moss, quien por “culpa” de aquél nunca pudo obtener el campeonato, escribe posteriormente un libro biográfico en honor a Fangio. En los 90, por el contrario, no existía amistad entre los diversos deportistas, con ciertas excepciones, por cuanto se valoraba mucho más el éxito deportivo, la fama y el dinero, que la amistad y la opinión de millones de espectadores que por televisión observaban las sucias maniobras puestas en juego.

La comparación anterior sirve, además, para ejemplificar las diversas corrientes del pensamiento económico. El comportamiento de los pilotos de los años 50 coincide con la “competencia para la cooperación” propuesta por el liberalismo, mientras que el comportamiento de los 90, implica una competencia egoísta y destructiva, coincidente con las descripciones del denominado “capitalismo salvaje”. Por otra parte, los sectores socialistas suponen que nunca puede establecerse la competencia para la cooperación debido a la inherente perversidad de los sectores productivos, por lo cual promueven la derogación del capitalismo para introducir la poco, o nada competitiva, economía planificada estatal.

Como tanto la cooperación como la competencia forman parte de la naturaleza humana, el espíritu competitivo en el socialismo se canaliza hacia la política y el militarismo, de donde surgió la ilimitada ambición de instalarlo en todo el planeta, persistiendo con la ininterrumpida tarea destructiva de toda sociedad denominada capitalista, o todo lo que se le parezca, aun cuando el imperialismo soviético se derrumbó hace varios años.

Los diversos totalitarismos del siglo XX constituyeron una prueba que confirma la existencia de una escala de valores compatible con las leyes naturales. Así, cuando el hombre elige valores que apuntan a promover la adaptación al orden natural y a la supervivencia de la especie humana, el orden natural parece responder afirmativamente a esa propuesta. Sin embargo, cuando el hombre elige valores incompatibles con aquellos objetivos, el orden natural los rechaza y el sufrimiento humano alcanza niveles importantes. De ahí que podamos interpretar el sufrimiento humano como una medida de la desadaptación al orden natural, mientras que la felicidad será una medida del grado de adaptación a dicho orden.

Puede decirse que los totalitarismos del siglo XX se caracterizaron por negar o alterar los valores vigentes tradicionalmente en las sociedades occidentales, es decir, ignoraron los mandamientos bíblicos que prohibían el robo, el asesinato y la mentira. Derogaron el mandamiento del amor al prójimo suplantándolo por el odio al enemigo de clase o de raza. Ignoraron la existencia del orden natural para imponer imperios con criterios puramente humanos, antes que naturales, incurriendo en el primero de los pecados capitales: la soberbia.

Mientras que muchos hombres avanzan por la vida en base al procedimiento de prueba y error, adquiriendo experiencias del pasado, los líderes totalitarios aducen estar exentos de cometer errores. De ahí que la soberbia puede estar relacionada con el complejo de inferioridad, que ha de ser compensado con el correspondiente complejo de superioridad, según la visión de Alfred Adler. Benito Mussolini expresaba a menudo “El Duce nunca se equivoca”.

La antigua reverencia hacia Dios, el personaje imaginario que simboliza al orden natural existente, fue reemplazada por el culto a la personalidad de los líderes totalitarios. Nikita Kruschev expresó: “¡Debieran haber visto ustedes la furia de Stalin! ¡Como podía admitirse que él, Stalin, no hubiera tenido razón! ¡Después de todo él era un genio y un genio no puede dejar de tener razón! Todos podemos equivocarnos, pero Stalin estaba convencido de que él nunca se equivocaba, que siempre estaba en lo justo. Nunca reconoció ante nadie haber incurrido en algún error, ni el más mínimo, pese al hecho que cometió no pocos errores tanto teóricos como prácticos” (De “Kruschev y la crisis en la URSS” de Lev I. Batov-Ediciones Gure-Buenos Aires 1956).

Las fallas morales están asociadas a fallas psicológicas, de donde surge la posibilidad de un mejoramiento personal, mientras que la aceptación del relativismo moral impide todo tipo de mejora personal por cuanto no se admite falla personal alguna suponiendo que no existe una moral objetiva. Vivian Green escribió: “La niñez de Stalin muestra su psicopatía en ciernes…Igual que Hitler y Mussolini, tuvo una infancia infeliz, un padre al que detestaba y una madre cariñosa. Su padre, un pobre zapatero remendón….era alcohólico, golpeaba a su esposa e hijo, perdió su negocio y tuvo que ir a Tiflis a trabajar como obrero en la fábrica de cueros” (De “La locura en el poder”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2006).

Las naciones, igual que las personas, deben analizar su pasado para poder revertir sus errores. Esto contrasta con la labor de los líderes totalitarios que sólo lo tienen en cuenta para tergiversarlo. Simone Weil escribió: “Sería vano apartarse del pasado y solo pensar en el futuro. Es una peligrosa ilusión pensar incluso que existe en ello una posibilidad. La oposición entre el futuro y el pasado es absurda. El porvenir no nos aporta nada, no nos ofrece nada; somos nosotros los que debemos darle todo, nuestra vida misma, para construirlo. Pero para dar hay que poseer, y nosotros no poseemos otra vida, otra savia, que los tesoros heredados del pasado y digeridos, asimilados, recreados por nosotros. De todas las necesidades del alma humana, ninguna hay más vital que el pasado” (Citado en “¿Es fanático Dios?” de Jean Daniel-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).

Se ha dicho que “el hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra”. Esto se adapta a la actitud de los ideólogos totalitarios que confían en el relativismo cognitivo, moral y cultural, asociado a las posturas rivales, para imponer luego el absolutismo que surge de su propia postura. De ahí que no adviertan que existe un absolutismo superior, el impuesto por el orden natural, que rechaza todos los intentos humanos que lo desconocen. Como los totalitarios ignoran dicho orden, suponen que sus sucesivos fracasos se deben exclusivamente a la oposición de quienes no aceptan sus imposiciones esclavizantes, por lo cual los líderes totalitarios recurren a la violencia y al terror para subsanar el único error que advierten; el error de los demás.

domingo, 9 de julio de 2017

Socialismo ¿o anti-sociedad?

La palabra socialismo, sin tener en cuenta la connotación habitual, nos da la idea de un sistema político que tiene como objetivo intensificar los vínculos sociales. En cambio, cuando predomina el egoísmo entre los integrantes de un grupo, no se establecen suficientes vínculos como para conformar una sociedad. Un vínculo constituye algo que une, o algo que se comparte. Mientras la sociedad tradicional se construyó en base al cristianismo, en la cual los hombres se unían compartiendo penas y alegrías de los demás como propias, el socialismo propone a los medios de producción como vínculo de unión entre los hombres.

Si observamos en la familia la célula básica de la sociedad, advertiremos que el vínculo entre padres e hijos no se realiza compartiendo algún medio de producción, sino compartiendo afectos y sentimientos. Incluso la propuesta cristiana implica generalizar al prójimo, a todo ser humano, el vínculo que tan bien sirve para conformar la unión familiar. Mientras que la unión afectiva da lugar a una sociedad natural, la unión a través de medios materiales da lugar a una sociedad artificial.

Supongamos que las personas A y B se asocian en la compra y explotación de un camión. Puede decirse que existe en este caso un vínculo material que los une, si bien puede haber previamente una amistad. Desde el punto de vista de las decisiones a tomar, se advierte que cada una de estas personas tiene restringida su libertad laboral, por cuanto sus decisiones deberán ser consensuadas con el socio. De ahí que convendría que cada uno tuviese un camión, algo más pequeño, para tener mayor libertad.

Mientras que, para un socialista, ambos individuos separados, con un camión cada uno, no responden a la célula básica del socialismo por cuanto persiguen objetivos individuales, para el cristiano tal separación laboral en nada disminuye el vínculo afectivo que pueda establecerse. De ahí que los vínculos materiales tienden a restringir la libertad individual (y mucho más cuando todos los medios de producción pertenecen al Estado), mientras que los vínculos afectivos permiten el desarrollo de las potencialidades individuales.

Otra desventaja del socialismo es que, por lo general, no ha sido aceptado en forma voluntaria, como en el caso de los kibbuts israelíes o de los monasterios católicos, ya que toda la población debe acatar la planificación económica estatal. De ahí que surjan disidencias que serán repelidas por la autoridad socialista. El disidente será tratado como un enemigo y comenzará a establecerse el infierno en la Tierra (en oposición al “paraíso en la Tierra” prometido por los ideólogos socialistas). Hannah Arendt describe algunas características del socialismo real: “La atomización de masas en la sociedad soviética fue lograda mediante el empleo hábil de las purgas repetidas que invariablemente preceden a la liquidación de grupos. Para destruir todos los lazos sociales y familiares, las purgas son realizadas de tal manera que amenazan con el mismo destino al acusado y a todas sus relaciones personales corrientes, desde los simples conocidos hasta sus más íntimos amigos y parientes”.

“La consecuencia del simple e ingenioso sistema de «culpabilidad por asociación» es que, tan pronto como un hombre es acusado, sus antiguos amigos se transforman inmediatamente en sus más feroces enemigos; para salvar sus propias pieles proporcionan información voluntariamente y se apresuran a formular denuncias que corroboran las pruebas inexistentes contra él. Éste, obviamente, es el único camino de probar que son así merecedores de confianza”.

“Retrospectivamente, tratarán de demostrar que su conocimiento o amistad con el acusado era solo un buen proyecto para espiarle y para revelarle como saboteador, como trotskysta, como espía extranjero o como fascista. Como el mérito se «estima en función de las denuncias de los más íntimos camaradas», es obvio que la precaución más elemental exige que uno evite todos los contactos íntimos si es posible –no para impedir el descubrimiento de los propios pensamientos secretos, sino más bien para eliminar, en el caso casi seguro de males futuros, a todas las personas que puedan tener no sólo interés en denunciarle a uno, sino una irresistible necesidad de producir la ruina de uno simplemente porque se hallan en peligro sus propias vidas-. En su último análisis, gracias al desarrollo de este sistema, hasta sus más lejanos y fantásticos extremos, los dirigentes bolcheviques lograron crear una sociedad atomizada e individualizada como nunca se había conocido antes y que difícilmente hubiera producido por sí misma acontecimientos o catástrofes”.

“Los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados. En comparación con todos los demás partidos y movimientos, su más conspicua característica externa es su exigencia de una lealtad total, irrestricta, incondicional e inalterable del miembro individual. Esta exigencia es formulada por los dirigentes de los movimientos totalitarios incluso antes de la llegada al poder. Precede usualmente a la organización total del país bajo su dominio y se deduce de la afirmación de sus ideologías de que su organización abarcará a su debido tiempo a toda la raza humana” (De “Los orígenes del totalitarismo”-Aguilar-Buenos Aires 2010).

La abolición de la propiedad privada permite que el poder se concentre en una ínfima minoría o en un solo dirigente. Si esta persona padece algún problema psicológico, el resultado será una catástrofe. Si es normal, probablemente el socialismo se disuelva. Nikita Kruschev expresó: “Tanto más monstruoso resultan por ello los actos cuyo iniciador fue Stalin y que constituyen rudas violaciones de los principios básicos de Lenin en cuanto a la política de las nacionalidades del Estado Soviético. Nos referimos a las deportaciones en masa desde sus lugares nativos, de naciones enteras, junto con todos los comunistas y konsommols sin excepción. Esta acción de deportación no fue dictada por motivos militares”. “Los ucranianos se vieron librados de este destino sólo porque eran demasiados y no había donde deportarlos. De lo contrario, no se hubieran salvado”.

“No solamente un marxista-leninista, sino cualquiera con un poco de sentido común, se preguntará cómo es posible hacer responsables a naciones enteras de actividades conspirativas, incluyendo mujeres, niños, ancianos, comunistas y konsommols, utilizar contra ellos los métodos de represión en masa y exponerlos a la miseria y al sufrimiento por actos hostiles de individuos aislados o grupos de personas” (Del “Informe Secreto en el XX Congreso Comunista de la URSS” citado en “Kruschev y la crisis en la URSS” de Lev I. Batov-Ediciones Gure-Buenos Aires 1956).

Por lo general, los argumentos empleados por los sectores liberales para mostrar la superioridad del capitalismo respecto del socialismo, se asocian a aspectos puramente económicos, dejando un tanto de lado los graves peligros que entraña la unificación de poderes en un solo individuo. Esto puede advertirse en la actualidad en el caso de Venezuela.

Para colmo, es tan exagerado el cinismo de los sectores marxistas que critican la “concentración de poder económico” de las grandes empresas cuando en realidad el socialismo que proponen implica la total concentración de poder en el Estado que ellos van a dirigir; un poder que implica no sólo lo económico, sino lo político, militar, cultural, etc. El liberalismo propone la economía de mercado y la competencia entre empresas con el objetivo, justamente, de limitar una excesiva concentración de tipo monopólico. Si ello no se logra en muchos casos, no es porque el liberalismo lo proponga, sino porque no se tienen en cuenta sus propuestas.

Otro de los totalitarismos, con características similares, fue el nacional socialismo alemán, o nazismo, que tuvo en Juan D. Perón a uno de sus seguidores. El dictador argentino apostaba al triunfo de Alemania, Italia y Japón en la Segunda Guerra Mundial. En ese hipotético caso, la Argentina se convertiría en el país líder en Latino América del nacional-socialismo triunfante. De ahí que constituyó un sistema totalitario en el cual, a imagen y semejanza de lo que ocurría en Italia y Alemania, alentaba la división de la sociedad argentina al extremo de fomentar la delación contra los opositores. Hugo Gambini escribió: “Sostiene José Pablo Feinmann que «Perón siempre tuvo una concepción de la política como si fuera una guerra»; que le gustaba citar a Licurgo, cuando éste decía que lo peor es no estar en ninguno de los dos bandos, y concluye: «Considerar a la sociedad dividida en dos bandos enemigos es pensar la sociedad desde la guerra». Así se explica que durante el peronismo se hayan dividido no pocas familias y se perdieran amistades, a veces de vieja data, por estar en distintos bandos. No es fácil explicar esto si no se lo ha vivido, pero el temor constante a la delación generaba un clima de guerra sin que la hubiera. Si el lector quiere hacer uso de su imaginación, piense qué sentiría hoy si para criticar al gobierno debiera hacerlo en voz baja, cuidándose de un compañero de trabajo, del vecino, de un pasajero, del mozo del restaurante o de un taxista. Ese era el clima”.

“Perón también introdujo el lenguaje militar en la política (habló de conducción, estrategia, comando táctico, consejo supremo, cuadros, unidades, obediencia, etc.). Su formación estaba influenciada por dos teóricos de la guerra, los prusianos Karl von Clausewitz y Colmar Baron von der Goltz, de quienes tomó ideas muy concretas. Por ejemplo, que «la guerra es la continuación de la política por otros medios» (Clausewitz) y que «el poder se organiza, se construye, se prevé, y se crea en forma deliberada» (Goltz). Esto último, según Jorge Castro, es «el intento de Perón de colocar los acontecimientos bajo control, a través de esa construcción deliberada de poder». Claro que mientras lo edificaba, Perón nunca incluyó ladrillos de libertad en la construcción de su poder. ¿Para qué? «La libertad no es un fin, es un medio, y como medio debe ser controlado y dominado». Eso lo aprendió de Benito Mussolini –el único civil de sus maestros- a quien pudo admirar de cerca en 1940, cuando presenció las grandes concentraciones fascistas” (De “Historia del Peronismo”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999).

No son pocos los peronistas que sugieren “mirar el futuro” dejando atrás el pasado, pretendiendo proteger a Perón de la verdad acerca de su tenebrosa y diabólica personalidad. El olvido y el ocultamiento de la historia verdadera y su reemplazo por la mentira, es el anhelo y la práctica de sus secuaces, quienes pretenden seguir en el poder por el solo “mérito” de ser peronistas.

Generalmente se califica al peronismo bajo el rótulo benevolente de “populismo”, mientras que en realidad fue un sistema político netamente totalitario. El deterioro de la nación y de la sociedad se profundiza con su influencia nefasta, mientras que los supuestos opositores que le sucedieron en gobiernos posteriores no pudieron revertir la decadencia por cuanto adoptaron varias de sus estrategias, ya que en ellas veían una efectiva manera de lograr muchos votos.