domingo, 26 de diciembre de 2010

Totalitarismo


Como se estila generalmente en las ciencias sociales, conviene describir los casos extremos suponiendo que los demás casos forman un espectro continuo entre ambos, existiendo una gradual transición. Uno de ellos lo constituye el Estado paternalista (totalitarismo), mientras que el otro extremo estará constituido por el Estado liberal (democracia).

Para ubicarnos mejor en estos casos limites, recurriremos a una analogía. El Estado paternalista actuará como el padre sobre-protector que sólo reclama obediencia a sus hijos mientras que siempre decide por ellos, aún de grandes, impidiéndoles su normal crecimiento individual, mientras que el Estado liberal actuará como una madre que busca que sus hijos adquieran pronto una actitud responsable para que puedan así adaptarse rápidamente a la realidad social.

Mientras que en el pasado, quienes buscaban el poder, lo hacían a través de la conquista militar, a partir del siglo XX predominan los casos de políticos que aspiran al poder total a través del acceso al control del Estado. Benito Mussolini sugería: “Todo en el Estado; nada fuera del Estado ni contra el Estado”, de donde viene la palabra “totalitarismo”.

Es conveniente describir las actitudes básicas de quienes se identifican con las posturas políticas que estamos tratando. En cuanto a la mentalidad que han mostrado algunos políticos que dirigieron gobiernos totalitarios, podemos mencionar la opinión del psiquiatra H. Baruk respecto del escritor Friedrich Nietzsche, cuyas ideas concuerdan bastante con las de aquellos:

“Bajo el titulo de «nietzscheísmo y carencia de sentimientos humanitarios» he descrito una de las variedades de los trastornos de desarrollo. Se trata de personas que son incapaces de sentir simpatía por el medio humano”.

“Estos sujetos se nos presentan con un aire de sensibilidad, poético, romántico, artístico, que los hace simpáticos, pero se descubre enseguida que esta sensibilidad artística oculta un vacío profundo por lo que toca al hombre. También nos sorprende ver que estos sujetos de apariencia dulce y sensible, a los que conmovía el menor sufrimiento infligido a un pollito, no vacilarían, si tuvieran los medios de hacerlo, en sacrificar, o en mandar asesinar o torturar a seres humanos sin el menor escrúpulo y sin el menor sentimiento”.

“También encontramos en estos sujetos un sufrimiento agudo, que se vuelve a menudo rencor y odio. Sintiéndose extraños al medio de sus prójimos, tienen la impresión de ser rechazados, excluidos, y de esta manera conciben una violenta aversión por toda la humanidad, a la que desprecian profundamente y a la que quieren someter, dominar, aplastar bajo su bota en un deseo ardiente de compensación y de venganza y, en caso de necesidad, de exterminio” (De “Psiquiatría Moral Experimental” de H. Baruk – Editorial Fondo de Cultura Económica – México 1960).

Respecto de Mussolini, la escritora Laura Fermi escribió: “Nietzsche ejerció idéntica fascinación sobre el Mussolini socialista y agitador que sobre el Mussolini Duce del fascismo. Hacia el final de su vida, Mussolini continuaba siendo un admirador de Nietzsche, empleaba el lenguaje y las imágenes nietzscheanas y se esforzaba por encarnar las creaciones del filósofo. Cuando en su madurez se vio desposeído del poder, Mussolini admitió que muchas veces se había lanzado hacía objetivos elevados y ambiciosos siguiendo el camino que le marcaba Nietzsche” (De “Mussolini” de Laura Fermi – Ediciones Grijalbo SA – Barcelona 1973)

En cuanto a Vladimir Lenín, líder del comunismo, Bertrand Russell escribió: “Cuando conocí a Lenin, tuve mucha menos impresión de un gran hombre de lo que esperaba; mis más vívidas impresiones fueron de fanatismo y crueldad extremos. Cuando le interrogué acerca del socialismo en la agricultura, me explicó con júbilo cómo había incitado a los campesinos más pobres contra los más ricos: «Y muy pronto los colgaron de los árboles mas cercanos – ¡ja, ja, ja!» Sus risotadas ante el recuerdo de los muertos hicieron que la sangre se me congelara” (De “Ensayos impopulares” – Editorial Hermes – Buenos Aires 1963).

A pesar de las grandes catástrofes sociales producidas (decenas de millones de víctimas) por las tendencias totalitarias (fascismo, nazismo, comunismo), muchos adhieren a estas tendencias, lo que llama bastante la atención. Cada vez que se habla en contra del liberalismo, se está apoyando implícitamente a alguna tendencia totalitaria, con pocas excepciones. Al menos pocas veces se promueve una mejora ética para mejorar al capitalismo. De ahí que resulta oportuno conocer la actitud individual de quienes aceptan el totalitarismo aún conociendo los graves acontecimientos del pasado. Podemos sintetizar las metas buscadas en las tres siguientes:

a) Intercambio de protección por libertad.
b) Búsqueda de igualdad económica
c) Sentido social de la vida

Mientras que el nietzscheísmo citado antes (con distintos grados) caracteriza al futuro líder de un país totalitario, los tres objetivos mencionados caracterizan al habitante común de ese país.

En cuanto al intercambio de protección por libertad, muchos ven en el Estado la posibilidad de lograr seguridad económica y social, lo que no es una ambición criticable, excepto cuando la dependencia del individuo llegua a extremos en que se pierde la libertad. Ludwig von Mises escribió:

“Porque es lo cierto que, antes del liberalismo, clarividentes filósofos, fundadores, clérigos y políticos, animados de las mejores intenciones y auténticos amantes del bien de los pueblos, predicaron que la institución servil, la esclavitud de una parte del género humano, no era cosa mala ni injusta, sino por el contrario, normalmente útil y beneficiosa. Había hombres y pueblos destinados, por su propia naturaleza, a ser libres, en tanto que existían otros a quienes convenía más el estado servil. Y no eran sólo los amos quienes así se pronunciaban; la gran mayoría de los esclavos pensaba lo mismo. Para éstos tal condición tenia también sus ventajas; no habían, desde luego, de preocuparse del sustento; eso era cosa del dueño. De ahí que no fuera la fuerza, la coacción, lo que, en general, retuviera al esclavo” (De “Liberalismo” de Ludwig von Mises – Editorial Planeta-De Agostini SA – Barcelona 1994).

Otra de las ventajas que muchos ven en los sistemas totalitarios, como el comunismo, es la posibilidad (al menos en teoría) de tener un nivel económico que no será inferior al de los demás. Quienes tengan predisposición a la envidia, o quienes no tengan ambiciones ni iniciativa para el progreso económico, encuentran una “solución” a su situación, aunque no sea lo mejor para todos. Ludwig von Mises escribió:

“No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán”.

En cuanto al sentido de la vida ofrecido al individuo, debe señalarse que los sistemas totalitarios buscan el éxito de la sociedad y no del individuo (colectivismo), es decir, el éxito del individuo será una consecuencia del éxito de la sociedad, incluso se lo adoctrina para sacrificarse, si es necesario, por los demás. Ludwig von Mises escribe:

“El neurótico no puede soportar la vida como en verdad es. La realidad resulta para él demasiado dura, agria, grosera. Carece, en efecto, a diferencia de la persona saludable, de capacidad para «seguir adelante, siempre, como si tal cosa». Su debilidad se lo impide. Prefiera escudarse tras meras ilusiones”.

“La «mentira piadosa» tiene doble utilidad para el neurótico. Le consuela, por un lado, de sus pasados fracasos, abriéndole, por otro, la perspectiva de futuros éxitos. En el caso del fallo social, el único que en estos momentos interesa, consuela al interesado la idea de que, si dejó de alcanzar las doradas cumbres ambicionadas, ello no fue culpa suya, sino efecto obligado del defectuoso orden social prevalente. El malcontento confía en que la desaparición del sistema le deparará el éxito que anteriormente no consiguiera. Vano, por eso, resulta evidenciarle que la soñada utopía es inviable y que sólo sobre la sólida base de la propiedad privada de los medios de producción cabe cimentar una organización acogida a la división social del trabajo”.

“El neurótico se aferra a su tan querida «mentira piadosa» y, en el trance de renunciar a ésta o a la lógica, sacrifica la segunda, pues la vida, sin el consuelo que el ideario socialista le proporciona, resultaría insoportable. Porque, como decíamos, el marxismo le asegura que de su personal fracaso no es él el responsable; es la sociedad la culpable. Ello restaura en él la fe perdida, liberándole del sentimiento de inferioridad que, en otro caso, le acomplejaría”.

En los países totalitarios, especialmente los socialistas, las millones de decisiones económicas que a diario debieran hacer sus habitantes, son reemplazadas por la decisión del político encargado de establecer la previa planificación de la economía, con resultados poco favorables. William E. Simon escribió:

“Existe una profunda diferencia entre un hombre de negocios y un burócrata del Estado. El nivel de eficiencia de un hombre de negocios se mide por la solución que da a un problema y, cuanto más capacidad tenga de reaccionar ante la realidad externa, más eficiente será. El nivel de eficiencia de un burócrata está dado por la obediencia a las reglas y por el respeto a los intereses creados de los funcionarios más encumbrados” (De “La hora de la verdad” de William E. Simon – Emecé Editores SA – Buenos Aires 1980).

domingo, 5 de diciembre de 2010

Argentina y la ley de Marx

Una de las ideas más influyentes en el siglo XX fue la descripción de la lucha de clases sociales, y su posible solución, por parte de Marx. Según este autor, la burguesía (el empresariado) explota laboralmente al proletariado (los obreros). A los primeros los caracteriza como avaros, egoístas, desalmados, etc., mientras que a los segundos los considera honrados, trabajadores, solidarios, etc. Para subsanar los inconvenientes de esta situación, propone una sociedad sin clases: el socialismo.

Así como existe, en algunos países, discriminación racial, mediante la cual se asignan atributos negativos a todos los miembros de cierto grupo étnico, lo que siempre da como resultado una generalización errónea e injustificada, la idea que fundamenta al socialismo constituye una discriminación social ya que generaliza atributos negativos destinándolos a todos los integrantes del sector social de los empresarios.

Esta supuesta “ley” no tiene la generalidad supuesta, ya que en toda sociedad real no existe una relación directa y observable entre atributos éticos y nivel económico logrado. Lo que resulta real es la discriminación social que promueve.

Muchos lamentan el atraso de la India con su división social por castas. Sin embargo, cuando una sociedad se encuentra dividida en dos, tal como lo promueve la “ley de Marx”, se produce la situación de mayor riesgo, ya que favorece la “revolución proletaria” (guerra civil).

En cuanto a la inseguridad, que se cobra diariamente las vidas de muchos inocentes, parece estar promovida por la propia justicia. Se favorece la delincuencia liberando asesinos de las cárceles aduciendo que han sido previamente “marginados por la sociedad” (los empresarios no quisieron compartir sus riquezas y no les dieron trabajo…..). Luego del asesinato de la mujer de un bodeguero, en un intento de robo, alguien justificó el hecho aduciendo que su marido “robó antes o robó ahora”. Por ser empresario, se entiende que necesariamente se trata de una persona perversa y por ello ni él, y ni siquiera su mujer, tienen derecho a la vida.
Un gran sector de la población considera justo y legítimo el accionar guerrillero de los setenta que produjo unos 20.000 delitos (robos, secuestros, bombas, etc.) y cerca de 1.500 asesinatos, entre ellos el de varios empresarios. Supone que tampoco tenían derecho a la vida. De ahí que la justicia argentina nunca va a buscar, y mucho menos encarcelar, a los autores materiales e intelectuales de esos hechos. Incluso los monumentos y honores destinados al Che Guevara promueven, en las generaciones más jóvenes, la lucha violenta que sigue como consecuencia inmediata a la previa discriminación social.

Así como es falsa la “ley de Marx”, también lo es la que podríamos denominar “anti-ley de Marx” y es la que afirma que todo empresario es responsable, emprendedor, capaz, etc., mientras que todo obrero es vago, irresponsable y sin iniciativa. Guiarnos por cualquiera de estas pseudo-leyes traerá consecuencias indeseadas por la sociedad. Alguna vez, el Estado nacional aceptó como propia las deudas de varias empresas. Esta decisión no tuvo nada de “liberal” y mucho de adhesión a la “anti-ley de Marx”.

En algunos países, la validez de la “ley de Marx” es indiscutible. De ahí el fundamento de los movimientos de masas que “defienden y protegen” al obrero del “egoísmo y la maldad empresarial” a través del control social y económico de la sociedad por parte del Estado (fascismo, comunismo, nazismo, peronismo, etc.). Recordemos que el fundador del fascismo, Benito Mussolini, fue socialista en sus inicios y un firme “creyente” en Marx, si bien los métodos propuestos fueron diferentes.

También en EEUU existen tales “creyentes”. Ayn Rand escribió: “Todo movimiento que busca esclavizar un país, toda dictadura o toda dictadura en potencia, necesita alguna minoría como chivo expiatorio, a la cual poder culpar por los problemas de la nación y usarla como justificación de sus propias demandas de poderes dictatoriales. En la Rusia Soviética, el chivo expiatorio fue la burguesía; en la Alemania nazi, fueron los judíos, en Estados Unidos, son los empresarios” (De “Capitalismo. El ideal desconocido” – Editorial Grito Sagrado – Buenos Aires 2008)

Aunque resulte difícil medir el grado de “perversidad” empresarial, es fácil medir los resultados que se obtienen luego de combatir al sector productivo o bien de favorecerlo. Así, en la época en que comenzaba la etapa de Lula en Brasil y de Kirchner en Argentina, la producción brasilera era tres veces superior a la nuestra. Luego de algunos años en que el Estado brasilero favorece al empresariado mientras que el Estado argentino combate al propio, la producción brasilera resultó seis veces mayor que la argentina.

Con las inversiones sucede algo similar, ya que, en un periodo de dos años, en pleno kirchnerismo, los inversores retiraron de la Argentina unos 45.000 millones de dólares para ser invertidos en otros países. Compárese esta cifra con los 30.000 millones de dólares que demandarán las reparaciones por el terremoto de Chile. Escribe Marcos Aguinis: “La orgullosa CEO de Hewlett Packard tenia concedida una puntual audiencia (con Néstor Kirchner) para discutir una inversión millonaria en nuestro país. La hizo aguardar casi dos horas y ella, cansada y molesta, prefirió marcharse para cerrar el contrato con Brasil. Perdimos muchos puestos de trabajo, pero ¡qué importa! Luego tampoco quiso recibir al vice internacional de Siemens, porque en esos días atacaba con inspirado odio setentista a las empresas extranjeras. Otro agujero que tampoco importa” (Del libro “El atroz encanto de ser argentinos 2” – Planeta SAIC – Buenos Aires 2007). Cabe preguntarse: ¿Recibirán los gobiernos populistas alguna comisión monetaria por favorecer la llegada de capitales a los países desarrollados?

Ludwig von Mises escribió: “El único medio para elevar el nivel de vida es acelerar el crecimiento del capital, de manera que éste crezca más rápidamente que la población”. Se aducirá que esta expresión favorece la concentración de capital en unas pocas manos, según las críticas marxistas. Sin embargo, el marxismo propone una concentración mucho mayor a través del Estado. Esta aparente contradicción desaparece teniendo presente la “ley de Marx” ya que se supone que el empresario, y el inversor, son “malos por naturaleza”, mientras que el “creyente en Marx” es “bueno por naturaleza”.

En la Argentina, en vísperas de las elecciones presidenciales del 2011, existen grandes coincidencias entre el gobierno y la oposición ya que todos están de acuerdo en la plena vigencia y validez de la “ley de Marx” y de ahí que se considera como misión esencial del político y del Estado la protección del ciudadano común ante la maldad empresarial. Algunos opinan que la oposición tratará de establecer “un buen kirchnerismo”, menos agresivo, con mejores modales, pero coincidente en ese aspecto.

Los gobiernos populistas casi siempre proponen “distribuir las riquezas”. Se supone que el empresario es incapaz de hacerlo a través del mercado y del trabajo. La forma usual de tal distribución consiste en imprimir billetes en exceso, lo que producirá inflación. Luego se culpará a los empresarios por la suba de los precios.

Además de la igualdad económica, se busca la seguridad laboral de los afiliados a los gremios. De ahí que los sindicalistas efectúan verdaderas extorsiones a las empresas subiendo costos e impidiendo las exportaciones. En el mejor de los casos aseguran el bienestar de quienes ya tienen empleo, pero cierran las puertas a quienes no lo tienen.

Cada vez que se actúa ignorando al mercado (imprimiendo billetes en exceso, otorgando créditos baratos, subiendo salarios en exceso, etc.) se llega a una situación económica peor que la que se quiso remediar. Sin embargo, el creyente en Marx siempre interpreta que los empresarios (y sus cómplices) no quieren que el trabajador progrese, o cosas por el estilo.

Excepto unos pocos países (Corea del Norte, Cuba, Venezuela, principalmente) todos están de acuerdo (aunque con ciertas dudas) en que es conveniente la economía de mercado y las inversiones de capital. Si disponemos del claro ejemplo de la “muralla de Berlín”, en la ex Alemania Oriental (socialista) y el “milagro alemán”, en la ex Alemania Occidental (capitalista), puede observarse que el sistema perverso no es el capitalismo, sino el socialismo. Sin embargo, las creencias y el fanatismo son más importantes que el razonamiento y la realidad.

La ventaja que se observa en la “igualdad en la pobreza” (socialismo) es que la gente se siente liberada de la envidia que produce la “desigualdad en la riqueza” (capitalismo). Un cambio en la escala ética de valores, dejando de lado lo estrictamente material, hace innecesario el socialismo.

La democracia se construye, en primera instancia, con la participación y la decisión de millones de votantes, mientras que la democracia económica se construye con las millones de decisiones diarias efectuadas por los consumidores. La propuesta liberal consiste en estos dos aspectos que responden a un mismo objetivo. Por el contrario, la dictadura política implica que las decisiones del país serán tomadas por un líder que “ama al pueblo”, aun sin respetar el marco legal vigente. También las decisiones económicas serán tomadas por ese líder, estableciéndose una dictadura económica (economía planificada o socialista). Sin embargo, son los socialistas quienes hablan de democracia tergiversando su significado.

Mientras que en muchos países se admira al empresario por ser el motor que impulsa la economía de la sociedad, en otros se admira al marxista que “generosamente” pretende repartir lo que producen los demás, pero nunca lo propio.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Universalismo y sectorismos

Las ideologías propuestas provienen tanto de la religión, como de la filosofía y la ciencia. Algunas de ellas tienen sentido práctico ya que nos sugieren una actitud a adoptar, mientras que otras carecen de ese atributo. Además, algunas de ellas tienen carácter universal, ya que se dirigen a todo hombre y su validez trasciende las épocas y los pueblos, mientras que otras van dirigidas sólo a un sector de la humanidad, o a un sector de la sociedad.

Los universalismos tienden a unir pueblos, los sectarismos tienden a desunirlos y a crear conflictos. En los ideólogos de los sectarismos podemos encontrar a los autores intelectuales de las grandes catástrofes sociales. De ahí que, en vez de buscar verdades en sus obras, debemos buscar los errores que favorecieron la violencia posterior.

En el lenguaje del universalista aparece la palabra “nosotros” (los seres humanos), mientras que el sectarista habla siempre de “ellos y nosotros” (de uno y otro sector). Como ejemplo de esta actitud podemos citar las palabras que alguna vez dirigió el presidente Perón a sus seguidores: “Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos…….”. Esta fue una de las tantas incitaciones a la violencia que emitió. La división entre sectores creó las condiciones propicias para una guerra civil. Incluso tal guerra parcial fue por él promovida en los setenta, desde el exilio. Los grupos antagónicos principales fueron los peronistas de tendencia “fascista” y los de tendencia “marxista”.

Las grandes catástrofes sociales, ocurridas en el siglo XX, tuvieron como principales protagonistas a nazis y comunistas. Para los primeros existían razas superiores y razas inferiores, por lo que la solución inmediata era la aniquilación de estas últimas. Para los segundos existían clases sociales mejores (proletariado) y clases sociales peores (burguesía), por lo que la solución inmediata era la aniquilación de éstas. Stéphane Courtois escribió:

“En cada caso el objeto de los golpes no fueron individuos sino grupos. El terror tuvo como finalidad exterminar a un grupo designado como enemigo que, ciertamente, sólo constituía una fracción de la sociedad, pero que fue golpeado en cuanto tal por una lógica genocida. Así, los mecanismos de segregación y de exclusión del «totalitarismo de clase» se asemejan singularmente a los del «totalitarismo de raza».

La sociedad nazi futura debía ser construida alrededor de la «raza pura», la sociedad comunista futura alrededor de un pueblo proletario purificado de toda escoria burguesa. La remodelación de estas dos sociedades fue contemplada de la misma manera, incluso aunque los criterios de exclusión no fueran los mismos. Resulta, por lo tanto, falso pretender que el comunismo sea un universalismo: aunque el proyecto tiene una vocación mundial, una parte de la humanidad es declarada indigna de existir, como sucedía en el nazismo. La diferencia reside en que la poda por estratos (clases) reemplaza a la poda racial y territorial de los nazis.

Los crímenes leninistas, estalinistas y maoístas y la experiencia camboyana plantean, por lo tanto, a la humanidad –así como a los juristas y a los historiadores – una cuestión nueva: ¿cómo calificar el crimen que consiste en exterminar, por razones político-ideológicas, no ya a individuos o a grupos limitados de opositores, sino a segmentos masivos de la sociedad? ¿Hay que inventar una nueva denominación? Algunos autores anglosajones así lo piensan y han creado el término «politicidio». ¿O es preciso llegar hasta el punto, como lo hacen los juristas checos, de calificar los crímenes cometidos bajo el régimen comunista de simplemente «crímenes comunistas»?

(De “El libro negro del comunismo” de Stéphane Courtois y otros– Ediciones B – Barcelona 2010).

Otro aspecto común a nazis y marxistas radica en la instauración de un partido político único y el control estatal de los medios de producción. La gran concentración de poder hizo que, bajo los gobiernos de Stalin y de Mao Tse Tung, en la URSS y en China, respectivamente, se produjeran las grandes hambrunas que eliminaron fácilmente a sectores opositores. Así se produjeron las de Ucrania y de China, con decenas de millones de víctimas. Stéphane Courtois escribió:

“El régimen tiende a controlar la totalidad de las reservas de alimentos disponibles y, mediante un sistema de racionamiento a veces muy sofisticado, sólo lo distribuye en función del «mérito» o del «demérito» de unos y de otros. Este salto puede llegar incluso a provocar gigantescas hambrunas”.

Otra causa importante de divisiones entre pueblos y naciones lo constituyen los nacionalismos exagerados. Esta actitud grupal, por la cual los integrantes de una nación se sienten superiores al resto, favorece la discriminación por nacionalidad e incluso llega a veces al imperialismo, como un derecho otorgado a ellos mismos y que les permite dominar a otros pueblos.

Las religiones también producen graves divisiones y antagonismos. Hay quienes se consideran “el pueblo elegido”, otros se consideran seguidores del “profeta verdadero” de donde surgen los verdaderos “creyentes”, mientras que los demás son los “enemigos de la fe”. A éstos se los debe “tolerar”, en el mejor de los casos (tolerar implica soportar lo que no se puede eliminar). Si la palabra “religión” proviene de “unir a los adeptos”, puede verse fácilmente que el conjunto de las religiones consigue resultados totalmente opuestos a su objetivo principal.

Incluso quienes adoptan la postura filosófica teísta (Universo = Dios + Naturaleza) se consideran éticamente superiores a los que adhieren a la postura deísta (Universo = Dios = Naturaleza) quienes, al igual que los ateos y los agnósticos, serán considerados como “no creyentes” y como seres vivientes de segunda categoría.
En cuanto al único universalismo que pareciera existir, el de la ciencia experimental, debemos decir que ello se debe a que la ciencia describe leyes naturales, por lo que sus resultados tienen validez universal. Lógicamente que podrá haber religiones y filosofías que también posean esos atributos, y ello ocurrirá cuando sean compatibles con las leyes naturales y con la ciencia experimental.

De todas las leyes posibles, serán de mayor interés las que rigen nuestra conducta social, tales las estudiadas por la psicología social (o psicología de las actitudes). En ella encontramos actitudes que favorecen la cooperación y también las que favorecen la competencia. De ahí que la sugerencia del amor al prójimo, la esencia del cristianismo, podrá también ser impulsada desde tal rama de la ciencia.
El amor, como fenómeno biológico, forma parte del concepto general de empatía, proceso por el cual el ser humano, y también otros seres vivientes, tienen la predisposición a ubicarse imaginariamente en la situación y en los sentimientos de los demás. Incluso desde la neurociencia, con el descubrimiento de las neuronas espejo, ha podido detectarse el proceso cerebral que sustenta la empatía.

De ahí que la actitud cooperativa, asociada a “nosotros”, estará vinculada a la tendencia a compartir las penas y las alegrías de los demás, mientras que la actitud competitiva, asociada a “nosotros y ellos”, estará asociada al odio, como tendencia a cambiar alegría ajena por sufrimiento propio y sufrimiento ajeno por alegría propia.

La actitud de los seres humanos, como una tendencia permanente a responder de la misma forma ante iguales circunstancias, tiene una componente afectiva tal como el amor, el odio, el egoísmo y la negligencia. También tendrá una componente cognitiva, y ella estará asociada a la referencia que tiene todo individuo para evaluar cada nueva información que se le ofrezca. Así, hay quienes tendrán como referencia a la propia realidad, mientras que otros la tendrán en un libro sagrado, según la religión que profesen. Otros la tendrán en la opinión de un político o en algún líder filosófico o religioso. Además de la referencia elegida, será relevante la necesidad de conocer la verdad que tendrá cada individuo, o si simplemente preferirá cambiar la realidad, o ignorarla, si ello favorece el sostenimiento de creencias aceptadas desde tiempo atrás.

Nunca deja de asombrarnos el hecho de que los ideólogos que promueven divisiones y violencia sean admirados y perdure su influencia en el tiempo. Así, en la Argentina, un candidato presidencial que no sea peronista, o que no se identifique con el peronismo, pocas esperanzas tendrá de salir victorioso en una elección. En el caso del marxismo, ocurre un hecho adicional ya que se trata de una ideología que trastoca todos los valores de la vida social. Stéphane Courtois escribió:

“Como suele suceder a menudo, la mentira no es lo contrario, stricto sensu, de la verdad y toda mentira se apoya en elementos de verdad. Los términos pervertidos se sitúan en una visión desplazada que deforma la perspectiva de conjunto: se nos enfrenta con un astigmatismo social y político. Ahora bien una visión deformada por la propaganda comunista es fácil corregir, pero es muy difícil volver a llevar al que ve defectuosamente a una concepción intelectual idónea. La primera impresión esta cargada de prejuicios y así permanece. Como si se tratara de judokas, y gracias a su incomparable poder propagandístico ―fundado en buena medida en la perversión del lenguaje―los comunistas han utilizado la misma fuerza de las críticas dirigidas contra sus métodos terroristas para volverlas en contra de esas mismas críticas, apretando en cada caso las filas de sus militantes y simpatizantes en virtud de la renovación del acto de fe comunista”.

En cuestiones ideológicas es donde aparece con mayor nitidez el problema del relativismo moral. Así, los asesinatos masivos son considerados buenos o malos según buena o mala sea la “intención” de quienes los realizan. De ahí la adhesión al marxismo que existe actualmente a pesar de las catástrofes ocurridas en varios países. Aldous Huxley escribió:

“Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene bloqueado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución”

(De “El fin y los medios” de Aldous Huxley – Editorial Hermes – Buenos Aires 1955).

Si consideramos como componentes de la actitud ética tanto los aspectos afectivos como los cognitivos, la existencia de una tendencia cooperativa será tan importante como la previsibilidad de nuestras acciones, por lo que resulta erróneo hablar de las “buenas intenciones” de los que provocan asesinatos como una forma natural de su acción política.

martes, 23 de febrero de 2010

Evolución e Involución social

Las crisis sociales han existido desde siempre y ocurrieron, en general, por falta de conocimientos, aunque debemos distinguir si esa falta de información verdadera se debió, en la época respectiva, a que se carecía de la misma o bien porque no se la pudo transmitir adecuadamente a la población. Una causa distinta a las anteriores se debe al predominio de la mentira, con una decidida intención de ocultamiento de la verdad buscando el éxito de ideologías de validez sectorial y de quienes las sostienen.

La intelectualidad casi siempre influyó sobre las masas. De ahí que esa intelectualidad es la que, muchas veces, fue la mayor responsable de las crisis políticas y sociales que existieron. A veces por dirigirse, justamente, al hombre masa, en lugar de tratarlo como un ciudadano pensante capaz de pensar y decidir por sus propios medios.

Los sistemas u organizaciones sociales existentes a lo largo de la historia de la humanidad han sido muchos. Sin embargo, algunos se repiten una y otra vez en distintos lugares del mundo bajo distintos disfraces. Las crisis están asociadas generalmente al gobierno del hombre sobre el hombre, a través del Estado, mediante ideologías de origen político, filosófico o religioso. Esto contrasta notablemente con el gobierno del hombre a través de la ley natural, asociada a Dios, o al orden natural.

Partiendo desde la etapa del feudalismo, nos encontramos con que existía un mutuo acuerdo entre el señor feudal y sus vasallos respecto de los deberes y derechos de cada uno. Sin embargo, el liberalismo promovió la emancipación de los dominados debido, entre otros aspectos, al bajo rendimiento laboral resultante de una actividad practicada en la servidumbre. Ludwig von Mises escribió al respecto:

“Porque es lo cierto que, antes del liberalismo, clarividentes filósofos, fundadores, clérigos y políticos, animados de las mejores intenciones y auténticos amantes del bien de los pueblos, predicaron que la institución servil, la esclavitud de una parte del género humano, no era cosa mala e injusta, sino por el contrario, normalmente útil y beneficiosa”.

“Había hombres y pueblos destinados, por su propia naturaleza, a ser libres, en tanto que existían otros a quienes convenía más el estado servil. Y no eran sólo los amos quienes así se pronunciaban; la gran mayoría de los esclavos pensaba lo mismo. Para éstos tal condición tenía también sus ventajas; no había, desde luego, que preocuparse del sustento; eso era cosa del dueño. De ahí que no fuera la fuerza, la coacción, lo que, en general, retuviera al esclavo”.

“Pensadores sinceramente humanitarios, cuando el liberalismo, en el siglo XVIII y primera mitad del XIX, se alzó a favor de la emancipación del siervo de la gleba europea y del negro americano, no silenciaron, desde luego, su honesta oposición. El trabajador servil –argumentaron- hallábase habituado a su condición y no la consideraba mala”.

“¿Qué iban a ser libres? Sentiríanse desamparados, al no poder recurrir a su antiguo señor; no sabrían ni administrar los propios asuntos; apenas acertarían a conseguir lo indispensable para cubrir sus más elementales necesidades. La emancipación, por tanto, antes que beneficio, iba a arrogarles grave perjuicio”.

“Quienes propugnaban la abolición de la servidumbre, aduciendo argumentos de tipo humanitarista, quedábanse dialécticamente desarmados cuando se les probaba que, en muchos casos, la institución favorecía e interesaba también a los pobres seres esclavizados. Lógica era la perplejidad puesto que un solo razonamiento válido hay contra la esclavitud, desarbolando toda otra dialéctica, a saber, que el trabajo del hombre libre es incomparablemente más productivo que el del esclavo. Carece éste, en efecto, de interés personal por producir lo más posible. Aporta a regañadientes su esfuerzo y sólo en la medida indispensable que le permita eludir el correspondiente castigo” (De “Liberalismo” – Editorial Planeta – De Agostini SA – Barcelona 1994)

Considerando al feudalismo, los marxistas sostienen que la evolución natural de la sociedad habría de continuar con el capitalismo, el socialismo y el comunismo. Sin embargo, lo que en la teoría puede presentarse de una forma, puede que en la realidad resulte todo lo contrario, concluyéndose con que la teoría no ha sido acertada.

El socialismo marxista propone, como base de su accionar, la expropiación o estatización de los medios de producción. Esto implica, necesariamente, que todo trabajador se convierte en un empleado del Estado, y que debe adaptarse, le guste o no, a las directivas de los planificadores de la producción. Es evidente que se ha producido una involución hacia sociedades anteriores al feudalismo, ya que en aquél caso existía cierto acuerdo entre amos y siervos, mientras que el socialismo implica una esclavitud forzada. Es decir, la “dictadura del proletariado”, propuesta por el marxismo, implica que sus adeptos ocuparán el lugar de los amos, mientras que los demás ocuparán el lugar de los siervos, les guste o no la situación.

Es oportuno mencionar que estamos describiendo al socialismo real, y no el socialismo que aparece en los libros y que no tiene en cuenta la naturaleza humana ni mucho menos su comportamiento. Demás está decir que, una vez llegado el momento del total dominio del Estado, no existe algo parecido “a la desaparición del Estado” para llegar al comunismo.

El bajo rendimiento del trabajador socialista se debe a que trabaja para los amos que dirigen al Estado, y no para su propio beneficio. Sin embargo, los regimenes colectivistas se encargan de inculcar al trabajador que debe considerar más importante la sociedad que su propia individualidad y por ello debe trabajar con entusiasmo por el engrandecimiento de su sociedad y de su país.

Que la eliminación de la propiedad privada trae aparejado de inmediato la total concentración del poder en el Estado es algo que no requiere demasiado esfuerzo mental para entenderse. Sin embargo, para muchos existió la necesidad de la aparición del libro “Camino de la servidumbre”, de Friedrich Hayek para dejar en claro este hecho.

Los que no creen en la existencia de Dios, o de un orden natural, no buscarán la adaptación a sus leyes, sino que jugarán a ser Dios diseñando un “orden artificial” al cual deberá amoldarse la sociedad. En forma semejante, quienes ignoran la existencia del proceso del mercado, no proponen una adaptación al mismo sino que tratarán de establecer planificaciones económicas a las cuales deberá adaptarse la sociedad. De ahí que las tendencias totalitarias (fascismo, nazismo, marxismo) presenten en común ataques y descalificaciones a la religión, a la ciencia económica e incluso a la democracia.

Al mercado concurren productores y consumidores, siendo éstos quienes tienen la libertad de comprar o de abstenerse de hacerlo. Con sus compras o abstenciones realizan una especie de “votación económica”, favoreciendo con su elección a algunos productos o a algunos fabricantes. En los regimenes totalitarios no existe tal posibilidad por cuanto una minoría, los “elegidos” (por su nacionalidad, raza o ideología), se supone que sabe más que el ciudadano común acerca de qué debe consumir y de qué debe abstenerse de hacerlo.

El marxismo fundamenta su postura en las siguientes creencias y sugerencias:

1) Sostiene que el valor de una mercancía depende principalmente del trabajo (y no tanto de otros factores como capital e información).
2) Afirma que el empresario compensa al empleado con menos de lo que éste produce (lo que no siempre es cierto)
3) Culpa por ello a la burguesía (empresariado) por los males de los empleados (proletariado).
4) Promueve la lucha de clases y sugiere establecer la “dictadura del proletariado” a través de la revolución (guerra civil).

Esta dictadura estará motivada en el odio y llevará intenciones de venganza, por lo cual se trata de una violencia institucionalizada e incluso aceptada como legítima en aquellos ámbitos intelectuales que aceptan y proponen las premisas básicas antes mencionadas.

Mientras que la discriminación y posterior violencia promovida por fascistas y nazis (por cuestiones de nacionalidad y raza) ha sido rechazada, y por lo cual han sido justamente excluidos por la mayor parte de las sociedades y naciones, ello no ocurre, sin embargo, con el marxismo y con la discriminación social que promueve a pesar de los nefastos resultados producidos. En ello puede observarse una hábil forma de distorsionar y ocultar la verdad como también para descalificar y difamar a las ideologías rivales.

Si la discriminación social hacia los sectores productivos (la burguesía o los empresarios) mantiene su plena vigencia en muchos países, ha de ser seguramente porque la mayoría está gobernada por una escala de valores esencialmente materialista y competitiva, ya que no admite que alguien pueda tener mayor cantidad de bienes materiales, sin importar la forma en que fueron logrados.

En algunos países subdesarrollados, los partidos políticos son distintas variantes de populismos que mantienen una idea en común: tienen la misión de proteger al pueblo de la clase empresarial y productiva. El economista Roberto Cachanosky escribió:

“Mediante el cine, la televisión, las radios, los contenidos de las materias en los colegios y en las universidades se presenta a la iniciativa privada como un reducido grupo de inescrupulosos individuos que pretenden «robarle» a la gente, por lo tanto es función del Estado intervenir para lograr una «justa» distribución del ingreso. El Estado debe «defender» a los ciudadanos de unos pocos inescrupulosos que quieren explotar al pueblo y, para ello, los gobernantes se arrogan poderes dictatoriales por los cuales deciden sobre la vida y la fortuna de la gente” (De “El síndrome argentino” – Ediciones B – Buenos Aires 2006)

El predominio de las ideas socialistas puede confundir a más de un joven. Y ello ocurre cuando escucha que es “malo” ser empresario, que es malo producir, dar trabajo y favorecer de esa manera a la sociedad y que, por el contrario, es “bueno” ser como el Che Guevara, que asesinaba empresarios y que por ello mismo era digno de recibir homenajes y hasta era justo que su imagen debiera permanecer en monumentos. En este caso vemos la involución consciente y premeditada de la sociedad.

jueves, 11 de febrero de 2010

¿ El fin del capitalismo ?


Los dos sistemas económicos rivales, para la producción y distribución de bienes, son el capitalismo y el socialismo. Ludwig von Mises escribió al respecto: “El laissez faire no significa: dejen que operen las desalmadas fuerzas mecánicas. Significa: dejen que cada individuo escoja como quiere cooperar en la división social del trabajo; dejen que los consumidores determinen cuáles empresarios deberían producir. Planificación significa: dejen que únicamente el gobierno escoja e imponga sus reglas a través del aparato de coerción y compulsión” (De “La Acción Humana” – Editorial SOPEC SA – Madrid 1968).

En el capitalismo, los medios de producción son privados y rigen las leyes del mercado; leyes que son descriptas por la ciencia económica. El mercado es un sistema autorregulado que requiere del control del Estado, pero no de una intervención que modifique alguna, o varias, de las variables económicas, ya que ello tiende a perturbar el sistema y a producir conflictos que llevan a la economía a una situación peor que la existente previamente, es decir, el remedio puede resultar peor que la enfermedad.

En el socialismo, los medios de producción son estatales y rige una planificación central que busca la igualdad social y económica de la población. Se ignoran las leyes de la economía. Al no existir el proceso del mercado, la economía planificada no dispone de datos tan simples como “el precio de mercado”, por lo cual es dificultoso el cálculo económico necesario para la optimización del sistema. La ineficacia es una consecuencia inmediata. Además, al no existir la propiedad privada, todo individuo forma parte de la planificación central, por lo que la pérdida de libertad individual es inherente al sistema.

Los defensores de la economía de mercado sostienen que ésta constituye el mejor sistema sin llegar a afirmar que sea un método infalible para lograr el desarrollo económico de una Nación. Los defensores de la economía planificada descalifican y calumnian a sus rivales acusándolos de tratar de promover beneficios para un solo sector de la población.

También existen economías mixtas, y son la mayoría. En estos casos es oportuno determinar si existe una tendencia hacia la economía libre o bien una tendencia progresiva hacia el socialismo, tal el caso de países con gobiernos intervencionistas. En esos casos, el Estado participa activamente en el mercado y lo distorsiona (en lugar de realizar un control exterior para que se respeten sus reglas).

Los partidarios del socialismo tienden a lograr adeptos comparando el socialismo idealizado con una sociedad capitalista real, en lugar de tomar como referencia al socialismo real. Luego de muchos casos en que pudieron establecerse comparaciones efectivas entre ambos sistemas, llegó a ser evidente la superioridad de la economía de mercado. Esto pudo observarse comparando los resultados de la Alemania Occidental con la Alemania Oriental, o de Corea del Sur con Corea del Norte, o la actual China con mercado libre a la anterior China con planificación central.

A pesar de éstas, y de otras evidencias, todavía existen partidarios del socialismo. En parte ello se debe a que se asocia el capitalismo a los EEUU, como si fuera una invención de ese país. Debe tenerse presente que el mercado es un tipo de organización que se da en forma espontánea en cuanto surge la necesidad de establecer intercambios luego de la producción especializada (división del trabajo) y que los países tienen el mérito de adaptarse al mismo o la culpabilidad de ignorarlo.

Entre los que sienten ansiedad por ver la caída del capitalismo (y el triunfo del socialismo) tenemos: a) Quienes aspiran a ocupar un lugar jerárquico en la futura sociedad comunista. b) Quienes aspiran a la igualdad económica para sentirse liberados de sentir envidia por los demás. c) Quienes tienen la esperanza de que se cumpla la profecía realizada por Marx acerca del fin del capitalismo y de la llegada del socialismo.

El fin del capitalismo, para darle paso al socialismo, es considerado por el marxismo como una especie de ley natural de la historia que ocurrirá indefectiblemente. El marxista debe tratar de que ese acontecimiento ocurra lo antes posible. Marx expresó: “Sólo hay un medio de abreviar, de simplificar, de concentrar los dolores mortales del fin de la antigua sociedad y los dolores sangrientos del parto de la sociedad nueva, un solo medio: el terrorismo revolucionario” (Citado en “Historia de las Ideas Políticas” de A. Rodríguez Varela – AZ Editora SA – Buenos Aires 1995)

A los EEUU se lo acusa de ser imperialista por cuanto a ese país llegan de todo el mundo los dos factores principales de la generación de riquezas: capital material y capital humano (gente capacitada). Ello se debe a que allí se respetan los derechos de la propiedad privada, las reglas del mercado, la estabilidad de las leyes, etc., lo cual constituye un poderoso atractivo para la inversión. Una vez que el país funciona aceptablemente, resulta ser también un atractivo para muchos profesionales y trabajadores especializados de todo el mundo, que allí ven reconocidas sus aptitudes laborales y personales.

Este éxodo de capitales y trabajadores es favorecido, desde otros países, por gobiernos populistas y totalitarios, que ahuyentan capitales debido a la siempre presente posibilidad de expropiación estatal, o bien por la ausencia de un marco legal que garantice los derechos vinculados a la propiedad privada.

En los países subdesarrollados es común que luego de dos o tres años de formada una empresa, deba cerrar sus puertas. Se habla de porcentajes cercanos al 80 %. Y ello se debe a que se busca prioritariamente el beneficio material inmediato en lugar de reinvertir ganancias por varios años hasta que la empresa tenga dimensiones importantes. Esta mentalidad impide la acumulación de capitales.

En forma similar, los gobiernos populistas promueven la “repartición de riquezas” en lugar de promover la “producción” de las mismas. Se estima que la riqueza de un país viene medida por la cantidad de capital per capita disponible. De ahí que las tendencias intervencionistas, que favorecen el consumo antes que la inversión, impiden la formación de capitales productivos y el posterior éxito económico del país.

La etapa de la distribución debe producirse luego de la etapa de la capitalización, de ahí la conveniencia de que existan, alternativamente, gobiernos liberales y distribucionistas. Por el contrario, si en un país se alternan en el gobierno distintos tipos de populismo (como en la Argentina) el país seguirá reduciendo su nivel económico cada vez más.

Es oportuno decir que el éxito, en todo proceso educativo, o en todo proceso en que existe transmisión de información, depende tanto del que la da como del que la recibe. Si la ciencia económica da consejos respecto de aquello que produce buenos resultados y de aquello que produce malos resultados, no se la debe responsabilizar por el mal funcionamiento económico de la sociedad si tales consejos son ignorados. Es lo mismo que culpar a la medicina por la mala salud de la población, o a la metereología por el mal tiempo existente.

Hay varias formas de distorsionar al mercado. La forma más elemental consiste en la emisión monetaria excesiva, por parte del Estado, cuando se busca “repartir las riquezas”. También ocurre cuando se otorgan créditos a tasas inferiores a las establecidas por el mercado. En esto consiste la inflación, con los indeseables efectos por todos conocidos. Luego, quienes distorsionan al mercado son los primeros en hablar acerca de la ineficacia del sistema capitalista.

En el campo laboral ocurren distorsiones cuando se otorgan sueldos mayores a los establecidos por el mercado debido a decretos del gobierno o bien a las presiones de los sindicalistas. Esto favorece al trabajador en actividad, pero relega a la desocupación a muchos que quieren conseguir un empleo.

La solución propuesta por John M. Keynes para el pleno empleo consiste en la emisión de créditos y dinero, por parte del Estado, que favorecerá en el corto plazo la expansión de la economía, pero producirá inflación, con el descenso real del salario de los trabajadores. Al producirse esa disminución, el empleo tiende a subir hasta llegar a eliminar la desocupación.

La expansión del crédito, promovida por el Estado, sin embargo, posibilita la caída de las tasas de interés, dando señales erróneas al empresario que tiende a realizar mayores inversiones que las aconsejadas. Aparece una etapa de esplendor económico que será seguida por una gran recesión. En esto consiste la descripción de la causa de los ciclos económicos por parte de F. von Hayek y L. von Mises. Este último autor escribió: “La depresión es consecuencia de la expansión del crédito. El desempleo masivo, que se prolonga año tras año, es el efecto inevitable de los intentos por mantener los salarios por encima del nivel que el mercado, sin traba alguna, habría fijado. Todos esos males, que los progresistas interpretan como una evidencia del fracaso del capitalismo, son el resultado necesario de la alegada interferencia social en el mercado” (De “Planificación para la libertad” – Centro de Estudios sobre la libertad – Buenos Aires 1986)

La severa crisis del 2008, fue favorecida por la emisión de créditos otorgados a quienes no podían devolverlos. Pero principalmente se debió a la existencia de una tendencia generalizada a la especulación (inversión no asociada a la producción), lo que nos indica que no podrán lograrse buenos resultados económicos si no se parte de un nivel ético aceptable y elemental.

Casi siempre se comparan las ventajas materiales o económicas de uno y otro sistema. Sin embargo, debe tenerse presente que los sistemas totalitarios, que se oponen a la democracia (aunque fingen respetarla para llegar al poder), implican una efectiva pérdida de la libertad individual. La total concentración del poder en el Estado, crea las condiciones adecuadas para la existencia de situaciones de extremo peligro para el individuo y la sociedad. El poder absoluto ejercido por Hitler, Stalin y tantos otros nefastos personajes de la historia reciente, no distan demasiado de la mentalidad de un Nerón o un Calígula.

¿Acaso el ciudadano que apoya al socialismo no se da cuenta de este peligro real? ¿Acaso tal ciudadano desconoce las atrocidades cometidas por nazis y comunistas? Sin embargo, se ha llegado a descalificar al liberalismo, o al capitalismo, de tal manera que para el ciudadano común resulta ser algo nefasto. Y son precisamente los que coinciden ideológicamente con Hitler y Stalin, principalmente respecto del liberalismo, la democracia, los empresarios, los que difaman a la ciencia económica promoviendo el totalitarismo. También son quienes se atribuyen el monopolio de la “bondad” y la “ética”. Ello se debe a que el socialista está siempre dispuesto a repartir los bienes ajenos buscando su confiscación por parte del Estado, aunque casi nunca tiene la predisposición a crear medios de producción para compartirlos con los demás.

miércoles, 20 de enero de 2010

Protección vs Responsabilidad

Podemos decir que el hombre adquiere libertad cuando es capaz de adaptarse plenamente a las leyes que rigen al medio en donde se desarrolla su vida. Estas leyes podrán ser las naturales, las constitucionales, las leyes económicas o bien los distintos convenios sociales. Marco Tulio Cicerón escribió: “Seamos esclavos de la ley para que podamos ser libres”.

Cuando un individuo carece de madurez suficiente, asociada a la falta de información respecto a esas reglas, no podrá sentirse libre, ya que estará en conflicto permanente con los convenios y leyes que no supo interpretar adecuadamente, por lo que es probable que tenga que depender de la protección o de la guía de otras personas hasta el momento en que adquiera una madurez plena.

La influencia más importante que reciben los niños es la de sus padres, que casi siempre la ejercen con las mejores intenciones. Sin embargo, no por ello reciben siempre la mejor influencia. Esto se debe, entre otras causas, a las actitudes predominantes en ambos, que pueden, o no, coincidir, o incluso, que pueden crear en el niño cierta confusión, ya que alguna acción o actitud, que el padre considera que es “buena”, para la madre puede resultar “mala”. Marco Tulio Cicerón escribió: “La ignorancia del bien y del mal es lo que más perturba la vida humana”.

Podemos ejemplificar el tema tratado considerando una madre protectora, que trata de hacer de la vida de su hijo una experiencia agradable y exenta de sufrimientos y preocupaciones. Incluso que realiza tareas cotidianas que deberían ser hechas por su propio hijo. Un exceso de protección podrá hacer que quien la reciba tienda a ser una persona incapaz de resolver por sí misma aún las tareas más simples, por cuanto se acostumbró a que la madre decida en todas las circunstancias.

Se conocen casos como el de un joven que fue rechazado en un intento por ingresar a trabajar a una empresa. Y ello se debió a que, en el examen psicológico que se le hizo, detectaron cierta inseguridad debida, posiblemente, a la influencia sobreprotectora de su madre. Incluso fue la propia madre a protestar porque lo habían rechazado, confirmando el diagnóstico realizado.

Además, vamos a suponer que aquel niño tiene, como contrapartida, un padre exigente, que lo induce a adaptarse de la mejor manera al mundo y a la sociedad, que le impone tareas y responsabilidades porque sabe que, de lo contrario, los consejos de la madre tenderán a anular sus aptitudes, porque quedará parcialmente incapacitado psicológicamente para tomar decisiones si alguien lo hizo siempre por él.

Las actitudes extremas, si son excluyentes de la otra, serán perjudiciales para el individuo. Es evidente que lo ideal será una influencia intermedia, ya que la seguridad personal provendrá tanto de una protección afectiva sólida como también de haber adquirido la responsabilidad suficiente como para poder administrar adecuadamente la libertad en su vinculación con el medio social que lo rodea.

Las dos influencias mencionadas aparecen también en el ámbito de la política y de la economía. Por una parte tenemos el “Estado paternalista”, de tipo socialista, que toma a su cargo todo tipo de decisiones que corresponderían al individuo adoptar. Con el tiempo, el ciudadano corriente va perdiendo sus aptitudes básicas para establecer metas futuras, para la creatividad personal o incluso para establecer las decisiones más simples. Se piensa en la “incapacidad esencial” del ser humano, ya que necesitaría de la orientación y las directivas de las personas aptas para hacerlo (el dirigente socialista).

No es difícil advertir que tal dirigente piensa también en la “natural maldad e incapacidad” del empresario para tomar las mejores decisiones en la economía nacional mientras que cree en la “natural bondad y capacidad” del dirigente marxista que tendrá a cargo la planificación estatal. En ello radicaría la supuesta superioridad del capitalismo estatal (socialismo) respecto del capitalismo privado (libre empresa).

En el otro extremo tenemos la actitud liberal en la cual se supone que todos los individuos tienen aptitudes suficientes para lograr grandes metas y que, con adecuada responsabilidad, podrá hacer uso de una casi ilimitada libertad. Aunque también puede haber excesos en esta postura. Nos imaginamos el caso en que se quiere enseñar a nadar a un niño. Seguramente se lo arrojará directamente a la piscina para que sienta la necesidad de aprender rápidamente. Cuando se quiere imponer a una sociedad una mentalidad competitiva e innovadora, sin un cambio previo de mentalidad, se supone que el comerciante o el empresario podrán cambiar de oficio de la noche a la mañana. Sin embargo, ocurrirá lo que puede ocurrir con el aprendiz de natación: o aprende rápido o se ahoga.

Entre las principales posturas políticas tenemos aquéllas asociadas a ideologías proteccionistas destinadas al hombre masa (que no piensa) para establecer sociedades colectivistas (fascismo, nazismo, marxismo) en donde existe la tendencia al partido político único. Como contrapartida tenemos las posturas políticas cuyas ideologías van dirigidas al incremento de la responsabilidad individual, para establecer sociedades democráticas (liberalismo). En un caso se busca la obediencia del hombre masa a quienes dirigen el Estado, mientras que en el otro caso se busca el desarrollo adecuado de la responsabilidad individual para que el hombre no necesite del gobierno de otros hombres, sino del gobierno de la ley.

En la actualidad se observa un predominante egoísmo que se vislumbra en una excesiva demanda por el respeto a los derechos individuales, sin importar tanto los deberes asociados a cada uno de esos derechos. Incluso aparece entre los adolescentes la figura del “noble déspota”; el que exige el respeto a sus propios derechos tanto como el cumplimiento de los deberes ajenos. Posiblemente esta actitud sea una consecuencia de la influencia recibida de padres sobreprotectores.

Para el adolescente de hoy (o para la mayoría de ellos) la vida es diversión, por lo que el estudio y el trabajo son actividades que se oponen a la “auténtica vida”. Está acostumbrado a buscar placer en las sensaciones inmediatas sin tener presente los efectos futuros de sus acciones. Se busca la satisfacción superficial y no aquella que realmente vale, y es la que se logró con esfuerzo y responsabilidad.

Así como la madre protectora despotrica delante de su hijo en contra del padre exigente, los socialistas despotrican delante del pueblo en contra de la clase empresarial y productora, porque éstos quieren elevar la producción y las ganancias, mientras que aquéllos sólo piensan en distribuir las riquezas producidas por otros mostrándose siempre generosos con la posible distribución de bienes ajenos.

En forma similar a cómo los herederos de cuantiosas fortunas tienden a dilapidarlas, ya sea en una primera o segunda generación, quienes reciben los beneficios de las expropiaciones estatales no siempre son cuidadosos de lo que no les costó formar. Sin embargo, las ventajas de esta última posibilidad se explica considerando la “incapacidad natural del heredero” para administrar lo que no le costó ganar en contraste con la “capacidad natural del pueblo” para administrar lo que tampoco le costó ganar.

La seguridad económica que puede brindar el Estado paternalista no es una meta negativa si fuese factible realizarla. Pero no es posible ignorar la realidad, materializada precisamente en las leyes de la economía. Muchos gobernantes, de distintos países y de distintas épocas, han tratado, quizás con buenas intenciones, de favorecer la igualdad económica y social de la población. Han subido impuestos a los ricos, han promovido préstamos a los pobres, han elevado notablemente el gasto público, etc., y sólo consiguieron aumentar los niveles de vagancia, pobreza, desigualdad y hambre. Procedieron como la madre sobre protectora que desconoció muchos aspectos inherentes a la naturaleza del individuo y de la sociedad. Se dice que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones.

Así como el niño caprichoso culpa, de grande, a los demás por sus propios males, o bien porque no le dieron la atención que supo darle su madre, el ciudadano corriente culpa al extranjero por los males de su país. Esta es la fórmula infalible para lograr el fracaso definitivo: nunca podremos reducir nuestros defectos si culpamos por ellos a los demás.

La ética natural sugiere un complemento entre nuestra capacidad para compartir penas y alegrías ajenas y nuestra capacidad para prever efectos futuros en cada secuencia de causas y efectos. Es por ello que todo individuo requiere tanto de una base afectiva adecuada como de cierta capacidad intelectual para prever efectos futuros, tanto de las propias decisiones como de las ajenas (para protegerse de los demás).

En la educación también nos encontramos con docentes que tratan que sus alumnos adquieran responsabilidades para poder así disponer de la libertad correspondiente, mientras que otros se caracterizan por sus actitudes demagógicas. Para que el niño caprichoso no se sienta inferior a otros niños, se le niegan méritos y estímulos a los mejores. Se disfraza la desigualdad circunstancial postergando para el futuro la plena vigencia de las leyes del mundo real.

En religión vemos la actitud proteccionista cuando se imagina un Dios que interviene en el mundo accediendo a cada uno de nuestros pedidos. Los efectos que ocurren, sin embargo, parecen depender sobretodo de nuestras acciones antes que de la acción de Dios. Esta visión paternalista del mundo, que desconoce todo tipo ética, puede asociarse a la religión pagana. En cambio, si suponemos un mundo reglamentado por leyes naturales sin interrupción por parte de Dios, podremos adoptar una actitud ética acorde a las leyes que rigen nuestra mente; y así nos adaptaremos plenamente a las mismas. Esta visión liberal del mundo, basada en la ética, da lugar a la religión natural.

Quizás el cambio más importante que se producirá en la humanidad consista en que cada individuo sea alguna vez orientado por su conocimiento de la leyes naturales, especialmente las que rigen nuestra conducta, en lugar de serlo por la influencia que en él produjeron otros seres humanos. Esta idea viene asociada al Reino de Dios, que puede interpretarse como el gobierno directo de Dios sobre el hombre a través de la ley natural.

jueves, 14 de enero de 2010

El Mercado como fundamento de la Economía


Una vez que se adopta la producción por división (o especialización) del trabajo, es necesario proceder al intercambio de los productos elaborados. Los productores y los consumidores, actuando en libertad, establecen un proceso espontáneo, y autorregulado, denominado “mercado”. La ley básica del mercado establece que los productores tienden a ofrecer (oferta) mayor cantidad de un producto particular a medida que aumenta su precio, mientras que los consumidores tienden a adquirir (demanda) una menor cantidad de ese producto cuando aumenta su precio. Cuando la oferta iguala a la demanda, el precio se estabiliza. De lo contrario, la elevación de la oferta tiende a hacerlo disminuir, mientras que la elevación de la demanda tiende a hacerlo aumentar. Este proceso fue descripto por Adam Smith.

En cuanto al carácter espontáneo del proceso, debe destacarse que, mediante estudios recientes, se confirma que las leyes básicas del mercado tienen vigencia aún en el caso de personas con problemas psíquicos, también en el caso de pájaros, ratas y un grupo de animales microscópicos llamados rotíferos. R.B. McKenzie y G.Tullock escriben “Se ha recogido una gran cantidad de evidencia, por experimentación y por observación, de acuerdo con la que los individuos pertenecientes a esos grupos (los citados) se comportan de un modo que parece consistente con los dictados del comportamiento racional; es decir, presentan curvas de demanda de pendiente negativa; intentan comprar en el mercado más barato, ajustan su consumo en término de los precios, y así sucesivamente” (De “La nueva frontera de la economía” – Espasa –Calpe SA – Madrid 1980).

A pesar de consistir en aspectos simples y cotidianos, la validez de la ley básica del mercado ha sido puesta en duda. Tratar de gastar nuestro dinero lo menos posible, porque costó trabajo conseguirlo, no es algo difícil de aceptar. Tratar de obtener la mayor cantidad de dinero posible por algo que hemos elaborado, tampoco resulta difícil de aceptar. El comportamiento racional del hombre, al menos en estos aspectos básicos, queda fuera de toda duda. Debemos decir que tal comportamiento apunta a elevar nuestro nivel de felicidad, antes que elevar sólo el nivel económico, lo cual constituiría un comportamiento racional restringido. Tim Harford escribió: “Pese a que los economistas incluyen a menudo los beneficios o los ingresos como una de las motivaciones ocultas detrás de nuestras acciones, las metas de un ser racional no son necesariamente financieras. A la rata no le interesa el dinero; lo que quiere es conseguir suficiente líquido para sobrevivir, y que la bebida tenga buen sabor. El comportamiento racional implica actuar de modo tal que puedas alcanzar esas metas, que pueden ser dinero, pero también puede ser un coche veloz, estatus, sexo, realización personal…….o root beer (bebida para ratas)” (De “La lógica oculta de la vida” – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2008).

Los sistemas autorregulados son descriptos como sistemas de realimentación negativa, como es el caso del tanque de agua de nuestra propia vivienda. El nivel de tanque lleno es la situación de estabilidad mientras que la entrada de agua es controlada por el nivel real de agua, sin que sea necesario intervenir a cada rato para llegar a la situación de estabilidad. Con el mercado ocurre algo similar. Henry Hazlitt escribió al respecto:

“El sistema de empresa privada en régimen de libertad económica puede compararse a un gran mecanismo de miles de máquinas controladas cada una de ellas por su propio regulador automático; pero conectadas de tal forma que al funcionar ejercen entre sí influencia recíproca. Casi todos hemos observado alguna vez el «regulador automático» de una máquina a vapor. Generalmente consta de dos esferas o pesas que reaccionan por la fuerza centrífuga. Al aumentar la velocidad, las esferas se alejan de la varilla a la que están sujetas, estrechando o cerrando automáticamente una válvula de estrangulación que regula la entrada de vapor, con lo que disminuye la velocidad del motor. Si, contrariamente, marcha con excesiva lentitud, las esferas caen, la válvula se ensancha y aumenta la velocidad. De esa forma, cualquier desviación de la velocidad deseada pone por sí misma en movimiento fuerzas que tienden a corregir la anomalía”.

“Es precisamente de esta forma como se regulan las respectivas ofertas de miles de artículos diferentes, bajo el sistema económico de empresa privada en régimen de libre competencia de mercado. Cuando la gente necesita mayor cantidad de determinada mercancía, su propia demanda competitiva eleva el precio del producto. El aumento de beneficios que se produce para aquellos que lo fabrican estimula un incremento en la producción. Otros empresarios abandonan incluso la fabricación de otros artículos para dedicarse a la elaboración de aquel que ofrece mayores ganancias. Ahora bien, esto aumenta la oferta del producto, al mismo tiempo que reduce la de algunos otros. El precio de aquél disminuye, por consiguiente, en relación con los precios de otras mercancías, desapareciendo el estímulo existente para el incremento relativo de su fabricación” (De “La Economía en una lección” – Unión Editorial SA – Madrid 1981).

Así como el concepto de ley natural, como vínculo invariante entre causas y efectos, no resulta fácil de asimilar para quienes no tengan una formación técnica, el concepto de “sistema realimentado”, como sistema por el cual los efectos controlan a las causas que lo producen, resulta aún de mayor dificultad. De ahí que, por lo general, se lo ignora, o bien no se “cree” en su existencia. Incluso se supone que se trata simplemente de algo inventado por los economistas y que la “mano invisible” de Adam Smith es un concepto establecido para engañar a la gente, o cosas similares.

Si bien el proceso del mercado es autocontrolado, o autorregulado, ello no implica que, para que funcione adecuadamente, se deba prescindir totalmente del Estado. Es decir, el Estado no debería regularlo, en el sentido de interferir las leyes básicas que lo rigen, sino que debería controlarlo exteriormente para evitar los posibles desvíos propios del ser humano, especialmente cuando existen valores económicos de por medio.

Podemos hacer una analogía con el fútbol. Existen las reglas del juego y los jugadores que tienden a respetarlas. Pero es necesaria la existencia del árbitro para limitar o reprimir el incumplimiento de esas reglas. Las reglas del juego serían las leyes del mercado. Los jugadores serían los productores y los consumidores, mientras que el árbitro sería el Estado. De ahí que, mientras menos se note la presencia del árbitro tanto mejor será su desempeño y tanto más vistoso podrá ser el partido.

Nótese que la existencia de reglas del juego y la presencia del árbitro no garantizan un “partido atractivo”, ya que son los jugadores los que deben desarrollar su libre creatividad dentro del marco establecido. De ahí que las leyes del mercado y las leyes jurídicas impuestas por el Estado no bastan para asegurar el éxito económico de la sociedad. Es imprescindible la adecuada concurrencia de productores al mercado, algo que no ocurre en muchos países. Podemos sintetizar las características del mercado en la siguiente lista:

a) Se establece en forma espontánea
b) Es un sistema autorregulado
c) Es necesaria la adaptación de la sociedad a ese sistema
d) Es necesaria la presencia del Estado para asegurar la vigencia del sistema anterior

Para que el sistema sea eficaz, se requiere de cierta adaptación a nivel individual. De ahí que es necesario limitar nuestros gastos actuales previendo el futuro, lo que se traduce como ahorro en el individuo o capitalización de la empresa. Incluso se afirma que la riqueza de una sociedad viene determinada por la cantidad de capital per capita disponible. Por ello podemos esquematizar las acciones humanas tendientes a nuestra adaptación al sistema del mercado de la siguiente manera:

Economía de mercado = Trabajo + Ahorro productivo + Ética

El trabajo, junto al capital (ahorro productivo) son, históricamente, los factores esenciales de la producción, si bien en los últimos tiempos ha pasado a ser el conocimiento (o la información) el factor predominante en todo proceso productivo.

La ética necesaria para la economía no ha de ser distinta a la ética que nos exige la vida cotidiana, y ha de estar asociada a una actitud cooperativa en la cual se busca el beneficio simultáneo de ambas partes en todo tipo de vinculo comercial o laboral. La competencia debería existir respecto de uno mismo, llevando como meta nuestra propia superación personal. De ahí que debemos buscar ser más competentes (aptos para la producción) a ser más competitivos (aptos para vencer a los demás). En la competencia de tipo egoísta, por el contrario, cuenta tanto nuestro propio éxito como el fracaso del rival, de ahí que se buscarán ambos.

En cuanto a las condiciones que se han de cumplir para el óptimo funcionamiento del proceso del mercado, tenemos las siguientes:

a) Los compradores y los vendedores deben ser demasiado pequeños para influir sobre el precio del mercado.
b) Todos los participantes deben disponer de información completa y no puede haber secretos comerciales.
c) Los vendedores deben soportar el coste completo de los productos que venden y trasladarlos al precio de venta.
d) La inversión de capital debe permanecer dentro de los límites nacionales y el comercio entre los países debe equilibrarse.
e) Los ahorros deben invertirse en la creación de capital productivo.

(De "El mundo post empresarial" de David C. Korten - Ediciones Granica SA - Barcelona 2000)

La ciencia económica está orientada a favorecer la producción y no para favorecer el enriquecimiento desvinculado de la producción y del trabajo. Es necesario distinguir entre el proceso en sí y las distintas distorsiones que se producen permitidas, inevitablemente, por la libertad inherente al sistema.

miércoles, 13 de enero de 2010

Demagogia y discriminación social


El político serio trata de respetar las leyes constitucionales como también las leyes que provienen de la ciencia económica. El demagogo, como deformación del político, se caracteriza por desconocer ambos tipos de leyes. Mientras que el político trata de orientar al pueblo dentro del marco legal, el demagogo trata de justificar su accionar ubicándose como “defensor de los trabajadores” ante la burguesía, el empresariado, el imperialismo o cualquier otro enemigo real o ficticio. El primero ejerce la democracia, el segundo el populismo. Además, al sector “defendido” se lo excluye de posibles defectos, mientras que al sector “culpable” se le asignan todo tipo de deficiencias éticas. Esta discriminación social hacia determinado sector de la población genera antagonismos cuyos efectos no son muy distintos a los promovidos por la discriminación racial.

El accionar del demagogo consiste principalmente en sacarle riquezas al sector “culpable” para brindárselas al sector popular (incluidos sus propios seguidores). De ahí que aumenta el gasto público, o gasto social, con efectos poco favorables para la economía nacional. Recordemos que el Estado tiene tres fuentes principales de ingresos: impuestos, préstamos y emisión monetaria, de ahí que recurre a ellos a medida que los gastos aumentan.

La secuencia del populismo comienza con el gasto social desmedido, especialmente a favor de los posibles votantes en futuras elecciones, o bien se gasta excesivamente en armamentos. Comienza así el déficit del Estado. Para solucionarlo se aumentan los impuestos, que recaen principalmente en el sector productivo, ocasionándole serios perjuicios. Si no alcanza con los impuestos, se piden préstamos internos y externos, o bien se procede a la emisión monetaria sin respaldo. Como consecuencia de esto comienza la época de la inflación cuyo encubrimiento requiere del control de precios y de subsidios. Disminuyen las inversiones. Se fugan los capitales al exterior hasta que se llega a la crisis social y económica. Con algunas variantes, ésta es la secuencia típica que se repite una y otra vez en los países subdesarrollados.

El político promueve la igualdad entre sectores tratando de elevar al menos favorecido, mientras que el demagogo promueve la igualdad tratando de reducir el nivel de los más favorecidos. En el primer caso se busca mejorar la sociedad, en el otro caso se trata de liberar al perdedor de la molesta competencia material sin esperanza de éxito.

Incluso, bajo el populismo, se manifiesta una tendencia a favorecer la movilidad de los trabajadores del sector productivo hacia las filas de los trabajadores estatales que, en muchos casos, realizan tareas de poco valor para la sociedad. La población es mantenida, progresivamente, por un menor porcentaje de trabajadores. Como el demagogo actúa, en apariencias, en beneficio del pueblo y de los trabajadores, los desajustes que se produzcan en la economía serán atribuidos a los sectores discriminados previamente.

Al desconocer la Constitución y las leyes de la economía, induce a todo un país a desconocerlas. Identifica sus propias ideas con la “sabiduría popular” tomando decisiones con ella compatibles. Alan Greenspan escribió: “El populismo económico se imagina un mundo más sencillo, en el que un marco conceptual se antoja una distracción de la necesidad evidente y acuciante. Sus principios son simples. Si existe paro, el gobierno debería contratar a los desempleados. Si el dinero escasea y en consecuencia los tipos de interés son altos, el gobierno debería asignar un tope a los tipos o imprimir más dinero. Si los bienes importados amenazan al empleo, se acaba con las importaciones”. “La perspectiva populista equivale a una contabilidad por partida simple. Sólo anota los créditos, como los beneficios inmediatos de unos precios de la gasolina más bajos. Los economistas, confío, practican la contabilidad por partida doble” (De “La era de las turbulencias” – Ediciones B – Barcelona 2008).

Los gobiernos populistas tratan de beneficiar a un solo sector, de quien recibe apoyo, y fomentan la división entre adeptos y opositores. Alan Greenspan escribió: “Robert Mugabe, presidente de Zimbabwe desde 1987, prometió y dio a sus seguidores la tierra confiscada a los colonos blancos. Pero los nuevos propietarios no estaban preparados para gestionarla. La producción de alimentos se hundió y precisó de una importación a gran escala. La renta tributaria cayó en picada, lo que obligó a Mugabe a recurrir a la impresión de dinero para financiar su gobierno. La hiperinflación, en el momento de escribir estas líneas, está deshaciendo el pacto social de Zimbabwe. Una de las economías históricamente más prósperas de África está siendo destruida”.

En la historia argentina nos encontramos con personajes como Juan Manuel de Rosas, quien vivía entre gauchos y los alababa para lograr su apoyo. También existieron personajes como Domingo Faustino Sarmiento, que en alguna oportunidad se refirió a ellos en forma despectiva. Sin embargo, Sarmiento propuso darles educación a sus hijos para favorecerlos en forma permanente. Casi siempre se tienen en cuenta las palabras antes que las acciones y por ello, en la actualidad, goza de mayor simpatía Rosas que Sarmiento.

Bajo la presidencia de Juan D. Perón se decretó la congelación del precio de los alquileres de viviendas. De esa forma, el inquilino vivía prácticamente “gratis” gracias a Perón (o gracias al propietario que construyó la vivienda). De más está decir que ello provocó una abrupta caída en la construcción de viviendas para alquilar. Aún hoy persiste un serio déficit habitacional favorecido por tal decisión. Sin embargo, Perón sigue siendo aclamado por promover la “justicia social”.

Al demagogo todo se le perdona, porque supo mostrar “sensibilidad social” ante el pueblo. Debemos tener presente, sin embargo, que el comportamiento ético no sólo requiere de fundamentos emotivos válidos, sino también de una previsión adecuada de los efectos que ocasionará cada una de nuestras decisiones. Quien accede al gobierno, o a cualquier función pública con trascendencia social, está obligado moralmente a realizar con eficacia la gestión que aceptó desempeñar. De lo contrario falló no sólo profesionalmente, sino éticamente.

La discriminación social no sólo afecta el aspecto material, o económico, de la sociedad, sino al nivel de felicidad personal de todo individuo. Ello se observa en el creciente odio hacia la población de EEUU. Mientras que casi siempre se hizo una diferencia entre el ciudadano alemán y sus gobernantes nazis, o entre el ciudadano soviético y sus gobernantes marxistas, en el caso de EEUU el odio se ha generalizado de tal manera que una dirigente de las Madres de Plaza de Mayo afirmó “haber festejado” el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York. Una encuesta realizada por una emisora radial, en Buenos Aires, concluyó con que un 55% de los encuestados compartían esa actitud.

Cuando se trata de poner en evidencia que el pueblo de EEUU tiene virtudes y defectos como tenemos todos los pueblos, podrá ser calificado como alguien que está “a favor del imperialismo yankee”, o algo similar. Si se analizan las cosas con mayor profundidad, se verá que la mayor dependencia posible es la dependencia mental. Si alguien festeja el masivo asesinato de algunos miles de inocentes trabajadores pertenecientes a un país, seguramente, en otras circunstancias, sentirá envidia y frustración cuando se entera que en ese país se realizan importantes avances científicos y tecnológicos que beneficiarán a toda la humanidad.

Es oportuno mencionar que las mayores catástrofes de la humanidad se produjeron como consecuencia de ideologías discriminatorias de gran influencia sobre las masas, a quienes estaban dirigidas. Hitler repetía que el judío era el culpable de todos los males de Alemania, por lo que tal idea llegó a ser bastante aceptada. La discriminación racial produjo, como consecuencia de esa ideología, millones de víctimas épocas de la Segunda Guerra Mundial. Marx repetía que la burguesía (o el empresariado) era la culpable de todos los males de las sociedades humanas, por lo que tal idea llegó a ser bastante aceptada. La discriminación social produjo, como consecuencia de esa ideología, millones de víctimas en la URSS, como en la China y otros países.

El mensaje certero y poco rebatible del demagogo comienza con una declamación pública acerca de la búsqueda de la igualdad y la justicia social, de la eliminación de la pobreza, etc. Su mensaje da por entendida aquella verdad que no se discute porque a “todos nos resulta evidente”, y es la culpabilidad exclusiva del sector productivo, ya que “no reparte sus riquezas”. Incluso se culpa al neoliberalismo, y nunca al populismo, por la mala situación económica de un país. Como consecuencia de esta creencia básica, el pueblo no cambia en lo más mínimo ni tampoco trata de hacerlo, porque en principio estaría exento de toda culpa.

En estos casos se nota una actitud similar a la que aparece luego de finalizados los Juegos Olímpicos. No faltan quienes culpan a los deportistas nacionales por haber traído pocas medallas, o ninguna. No se tiene en cuenta que esos deportistas son los mejores y que los verdaderos “culpables” son los que no practican ningún deporte pudiendo hacerlo.

Los empresarios son como los deportistas olímpicos, ya que tienen defectos y limitaciones, y su accionar no alcanza para dar trabajo suficiente a toda la población. Los culpables de la situación son los que poco trabajan y los que nunca trataron de llegar a ser empresarios. Los pocos e insuficientes empresarios que existen producen “desigualdad social” (según lo entiende la mayoría), ya que por lo general poseen mayor nivel económico que los demás, pero por ello no debemos caer en el absurdo de discriminarlos socialmente por no poder compensar el trabajo deficitario, la negligencia y la ausencia de metas existentes en la mayor parte de la población.

La discriminación social casi siempre va asociada a la difamación pública, de lo contrario no sería tal. Se ha llegado al extremo de hablar de “la ideología de la elite empresarial” o de la “ideología del poder económico”, por cuanto el empresario exitoso casi siempre es un buen conocedor de economía y propone que los gobernantes adopten posturas sensatas y dejen de lado las actitudes demagógicas por la sencilla razón de que el populismo produce pobreza en todos los casos. Si existe una elite empresarial, ello se debe principalmente a que muy pocos tienen intenciones de ser empresarios.

Mientras la política nacional consista en distintas variaciones de populismo y demagogia, las cosas seguirán como vienen siendo hasta ahora. Esconder la realidad bajo un palabrerío alejado de la verdad, sólo conseguirá profundizar la pobreza y la marginación.