sábado, 28 de diciembre de 2019

Minería: todo sigue como entonces....

En Mendoza, con graves problemas por la falta de agua, sigue el derroche como siempre. Ello indica que no valoramos el agua ni tampoco a aquellos comprovincianos que padecen a diario y en forma directa su escasez.

Pero había un sector que necesitaba utilizarla para generar unos 50.000 puestos de trabajo, entre otros aspectos. Aunque es inadmisible que empresas capitalistas tengan otros objetivos, según se cree, que "envenenar el agua".

Como seguramente no ha de disminuir la utilización, o consumo, de metales, seguiremos trayéndolos de otras provincias o de otros países, en donde supuestamente la gente "muere por beber agua envenenada por la minería". Pero eso a nosotros no nos interesa, ya que sólo queremos que nos sigan vendiendo metales.

¿Y si la gente no muere envenenada en los países mineros? Pues entonces habremos perdido la posibilidad de solucionar gran parte de nuestros problemas económicos y seguiremos en la decadencia social y moral, con una pobreza material creciente, pero con las reservas metalíferas intactas....

La prohibición, bastante amplia, de la actividad minera en Mendoza, satisface la generalizada predisposición de los argentinos: no favorecer a nadie, ni siquiera cuando uno mismo reciba parte del beneficio.

Tal prohibición satisface a quienes hacen gala de cierto "espíritu ecológico", que se advierte en aquellas manifestaciones como que "la producción de energía eólica mata a los pájaros", "la siembra de soja inutiliza la tierra cultivada" (aunque el dueño de la tierra no lo sepa), "los autos participantes del rally Dakar destruyen el ambiente natural", etc. La inacción total favorece la decadencia económica, por lo cual se la debe promover hasta el futuro advenimiento del socialismo.....

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Derecho natural vs. Historicismo

Un observador atento, que contempla sucesivas partidas de ajedrez, podrá inferir las reglas del juego aunque no las haya leído en ninguna parte ni se las hayan explicado. En forma similar, el científico observa regularidades en el mundo que le rodea, asociando el concepto de "ley natural" al vínculo invariante entre causas y efectos. Como las leyes naturales no vienen escritas en ninguna parte, algunos dudan de su existencia, especialmente en el caso de las leyes que gobiernan nuestras conductas individuales.

Considerando que nuestro cuerpo y nuestro cerebro están constituidos, parcialmente, por los mismos elementos que todo el resto del universo conocido (átomos de la tabla periódica), no resulta desacertado suponer que también estemos regidos por leyes naturales invariantes. Tal invariancia de las leyes no significa que no existan cambios en el mundo en que vivimos. Volviendo al ejemplo del ajedrez, advertimos que existen millones y millones de partidas posibles, todas diferentes, aunque el juego se sustente en unas pocas reglas de juego.

Los partidarios del derecho natural son quienes, históricamente, adoptaron una postura similar a la de los científicos, ya que intuyeron la existencia de un orden natural subyacente a todo lo existente, de donde surgió la idea y la necesidad de adaptarnos a dicho orden. Al respecto, Alfred Stern escribió: "El concepto de una naturaleza humana universal y un derecho natural inherente a ella fue una de las creaciones más grandes del pensamiento clásico antiguo. Preparado por Sócrates, Platón y Aristóteles, el concepto de derecho natural fue desarrollado en la antigüedad en especial por los estoicos".

"Al eliminar la autoridad de la tradición, Sócrates y Platón establecieron la autoridad de la naturaleza. Fue la Stoa antigua la que dio impulso a la idea de naturaleza humana. Su principio fundamental era vivir según la naturaleza...Por otra parte, la ley de la naturaleza afirmada por los estoicos no era una ley física sino una ley moral".

"Según los estoicos existe sólo una razón universal, común a todos los hombres. Todos son miembros de un único cuerpo, ciudadanos de un solo Estado. «El cosmos es la patria común de todos los hombres», dijo Musonio Rufo. Como ciudadanos del mismo Estado universal -el de la humanidad- sujetos a la misma ley -la ley de la naturaleza o razón-, todos los hombres son iguales; y todos tienen los mismos derechos: derechos naturales y racionales, que resultan de su común razón normativa" (De "La filosofía de la historia y el problema de los valores"-EUDEBA-Buenos Aires 1963).

El cristianismo, al simbolizar el orden natural como un orden conformado por la voluntad de un Dios interviniente en los acontecimientos humanos, mantiene la idea del derecho natural con sus consecuencias morales. Lamentablemente, las simbologías resultaron con el tiempo más importantes que las realidades con el alejamiento de sus seguidores de la moral natural, que así pierde su validez original al ser reemplazada por los misterios y los devaneos filosóficos y teológicos conocidos.

En oposición a la postura que admite la existencia del derecho natural, surge el historicismo, que es otra forma de relativismo cognitivo y moral. Stern escribió al respecto: "El historicismo puede ser definido mediante la fórmula «la verdad y el valor son hijos del tiempo, hijos de la historia». Surgido en Alemania hacia fines del siglo XVIII y desarrollado ahí en el XIX, el historicismo es un relativismo histórico que considera a la verdad, el derecho, las costumbres, la ética y, en general, a todas las ideas y a todos los valores, como productos de una época histórica dada, o de una civilización específica o aun de una determinada colectividad nacional o regional. Por consiguiente, estas ideas y valores sólo son válidos para las épocas, las civilizaciones y, en casos extremos, sólo para las naciones o regiones que los han producido".

"Puesto que ninguna idea ni ningún valor parece escapar a estas condiciones históricas, parecería que no existen verdades y valores transhistóricos que nos permitan juzgar las verdades y los valores creados por las distintas épocas históricas. Por lo tanto, todas las ideas y todos los valores creados en el curso de la historia encontrarían justificación, incluso las ideas y los valores de esas épocas que hoy se presentan ante nuestros ojos como las más bárbaras".

"Según el historicismo, no tenemos derecho a considerar nuestras verdades y nuestros valores como más avanzados que los de los tiempos de los autos de fe, ya que para poder medir la superioridad o la inferioridad de determinadas verdades y valores sería necesario poseer patrones epistemológicos y axiológicos suprahistóricos. Pero si todas las verdades y todos los valores son hijos de la historia, no puede haber verdades y valores suprahistóricos que puedan servir de patrones para juzgar los méritos relativos de las verdades y los valores creados en el curso de la historia. Se torna imposible, por ende, descubrir algún progreso en la historia".

Entre los argumentos esgrimidos por los historicistas contra el derecho natural está el que surge del hecho de no existir coincidencias entre los autores que parten de una misma base, es decir, de la ley natural. También los médicos, partiendo de su propia ciencia, tienden a disentir, como también lo hacen los economistas, los científicos y demás. Sin embargo, siempre habrá algunos más cerca de la verdad, ya que existe una ley natural objetiva que sirve como referencia para validar las distintas propuestas.

Para ubicar el historicismo en un contexto general, puede hacerse un resumen de las principales posturas cognitivas:

a) Científico experimental: observa las diversas partidas (acontecimientos humanos y sociales) e intenta deducir las reglas del juego (leyes naturales) subyacentes.
b) Teólogo teísta: observa tales acontecimientos y supone conocer su sentido a través de la revelación efectuada por el Creador de todo lo existente.
c) Filósofo: observa tales acontecimientos y busca en su propia mente los principios por los cuales se producirían.
d) Filósofo historicista: observa los acontecimientos humanos y sociales pero descarta la existencia de leyes subyacentes a la sociedad, es decir, leyes a nivel individual. Incluso supone la existencia de un determinismo histórico que se cumpliría en forma independiente de las acciones individuales.

En cuanto al historicismo económico, Jordi Mundó escribió: "Según Popper, Marx reemplaza el psicologismo de Mill, que se corresponde con el idealismo de Hegel, por su «materialismo». Su filosofía de la historia se ha denominado «interpretación materialista de la historia» o «materialismo histórico». Así, los actores sobre el escenario de la historia serían, a decir de Popper, meras marionetas, irresistiblemente movidas por hilos económicos; estos hilos serían las fuerzas históricas que escaparían al control de tales actores. El escenario de la historia sería el «reino de la necesidad»; pero un día estas marionetas destruirían este sistema y alcanzarán el «reino de la libertad»" (De "Grandes pensadores: Karl Popper"-Planeta De Agostini SA-Barcelona 2007).

Karl R. Popper estableció un conjunto de puntos con la intención de rebatir la postura historicista, siendo ellos los siguientes (sintetizados por Jordi Mundó):

1) El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento del conocimiento humano. (La verdad de esta premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas humanas, incluidas las ideas científicas, como algún tipo de subproducto de un desarrollo material)

2) No podemos predecir, mediante métodos científicos o racionales, el crecimiento futuro de nuestro conocimiento científico. Sí se puede mostrar que es imposible la autopredicción completa, sea cual fuere la complejidad del predictor, entonces esto tiene que ser válido no sólo para la física, sino también para cualquier «sociedad» de predictores en mutua interacción. En consecuencia, ninguna sociedad de predictores en mutua interacción puede predecir sus propios estados futuros de conocimiento. Las tres siguientes proposiciones contienen sus conclusiones:

3) Por lo tanto no podemos predecir el curso futuro de la historia humana.

4) Esto significa que debemos rechazar la posibilidad de una historia teórica, esto es, una ciencia de la historia social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede existir una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica.

5) El objetivo fundamental de los métodos historicistas está, por tanto, mal concebido. Y por eso mismo el historicismo fracasa.

En una aclaración adicional, Jordi Mundó escribió: "Sostiene Popper que este argumento no niega la posibilidad de toda predicción social; por el contrario, afirma, es perfectamente compatible con la posibilidad de contrastar teorías sociales -por ejemplo, teorías económicas, pero no «teorías históricas»-, deduciendo de ellas predicciones que afirmen que ciertos sucesos tendrán lugar bajo ciertas condiciones, y contrastando dichas predicciones. Sólo refuta la posibilidad de predecir sucesos históricos en tanto puedan ser influidos por el crecimiento de nuestros conocimientos".

domingo, 22 de diciembre de 2019

Contra la pobreza vs. Contra la desigualdad

Si a un niño bien intencionado se le pregunta acerca de cómo hacer para que todas las personas adquieran riqueza suficiente para vivir cómodamente, es posible que responda que deben imprimirse y repartirse muchos billetes. Si se le informa que en una sociedad existe desigualdad económica y que existen ricos y pobres, seguramente responderá que, sacándole el exceso de dinero a los ricos y dándoselo a los pobres, se soluciona tanto el problema de la pobreza como el de la desigualdad social, o económica.

A pesar de las buenas intenciones, ambas sugerencias empeoran las cosas, ya que el exceso de dinero genera inflación y la redistribución de la riqueza limita la producción y la inversión, además de favorecer la vagancia del sector menos productivo. Tales conclusiones surgen, no del puro razonamiento, sino de las experiencias acumuladas en distintas épocas y sociedades. A pesar de ello, se siguen proponiendo las "soluciones" mencionadas teniendo presente que las masas se comportan como si tuviesen la mentalidad del niño bien intencionado.

Los comportamientos humanos no son tan simples como parecen, ya que existe en la sociedad un importante número de envidiosos, repartidos entre todos los sectores sociales. Para disminuir la envidia que sienten por quienes poseen más dinero que ellos, fingen preocuparse por las penurias de los pobres exigiendo la redistribución mencionada, pero con la intención de ver empobrecidos a los ricos y de esa manera sentirse menos afectados por la envidia que hace de sus vidas una pobre experiencia.

Debido al materialismo reinante, favorecedor de las diversas crisis, no resulta extraño que la lucha contra la pobreza sea bastante menos promovida que la lucha contra la desigualdad, ya que la envidia es una consecuencia necesaria del materialismo. Si, por el contrario, la mayoría buscara la felicidad en los aspectos emocionales del comportamiento humano, seguramente la envidia desaparecería en gran medida.

Los envidiosos aducen que la violencia en la sociedad se debe, no a fallas humanas como el egoísmo y el odio, sino a la "desigualdad social", llegando al extremo de exculpar al delincuente sosteniendo que incurre en el delito por haber sido "marginado previamente por la sociedad" y que sus acciones violentas constituyen una "justa venganza" contra esa sociedad.

A nivel de los países, utilizan un razonamiento similar, aduciendo que los desarrollados lo son a costa de los subdesarrollados y que todos los problemas que éstos padecen se deben a aquéllos. De esa manera tratan de quitarle todo mérito al que hace las cosas mejor e incluso tratan de mostrar a los demás que la economía capitalista "sólo funciona bien cuando un empresario o un país explotan a otras personas o a otros países".

De ahí que a pocos deba extrañar que Nicolás Maduro, el destructor final de la sociedad venezolana, tenga el apoyo incondicional de los sectores de izquierda, por cuanto en Venezuela existe bastante "igualdad social" (aunque predomine la pobreza extrema). Por otro lado, critican severamente al gobierno de Chile, a pesar de tener mucha menos pobreza y una aceptable movilidad social, por cuanto presenta importantes niveles de desigualdad económica. Si bien son aceptables muchos de los reclamos de los chilenos, es absurdo intentar destruir ese país pensando acercarse al "modelo chavista" prevaleciente en Venezuela.

Es oportuno mencionar la opinión de Mariano Grondona, quien escribió al respecto: "Desde el ángulo de mira de las democracias desarrolladas, el principal enemigo social es la pobreza, entendida como la condición de aquellos cuyos ingresos no alcanzan para brindarles los servicios de salud, educación, vivienda, abrigo, recreación, seguridad social y, en general, el bienestar que corresponde a su dignidad como seres humanos. Desde el ángulo de mira de las democracias desarrolladas, simplemente, no debe haber pobreza".

"De hecho, casi no la hay. El porcentaje de pobres en las democracias avanzadas es, en promedio, del 9 por ciento, pero sería aun más bajo si ellas midieran la pobreza con el criterio de los países subdesarrollados, ya que los considerados «pobres» en el Primer Mundo tienen un ingreso que duplica, en promedio, al de los considerados «pobres» en el Tercer Mundo".

"Una parte considerable de los pobres del Primer Mundo, además, son inmigrantes que confían en mejorar su condición, ya que para eso inmigraron, y que muchas veces logran mejorarla según pasan los años. Esto es verdad particularmente en los EEUU, el país desarrollado que alberga el mayor porcentaje de pobres pero que recibe también el mayor porcentaje de inmigrantes".

"A la inversa de la condena de la pobreza, que es absoluta, la condena de la desigualdad en las democracias desarrolladas es relativa. En la medida en que la desigualdad confirme la pobreza de los que están peor, es repudiable sin atenuantes. En la medida que premie la competitividad de los que están mejor entre los que han superado la pobreza es, al contrario, bienvenida. Después de todo, incluso el ideal de equidad social de la socialdemocracia de los países desarrollados no es «el Estado igualitario» sino «el Estado de Bienestar» (Welfare State). De bienestar, se entiende, de los que están peor".

"Se trata de igualar la suerte de los que están peor con la de los que están mejor hasta donde sea necesario para erradicar la pobreza, podría decirse que, hasta aquí, las democracias desarrolladas son igualitarias. Pero la igualdad pasa a considerar disfuncional si, atravesando esta frontera, empieza a castigar a los más competitivos, desalentándolos e induciéndolos a emigrar personal o económicamente en busca de sociedades que los reconozcan".

"Si este tipo de igualitarismo disfuncional se produjera, al caer como consecuencia la riqueza general por falta de inversiones, las sociedades desarrolladas indicriminadamente igualitarias correrían el riesgo de asomarse otra vez a la pobreza. Este riesgo corrieron países nórdicos como Suecia y Dinamarca hasta que, moderando a tiempo su impulso igualitario, acogieron de nuevo a la desigualdad cuando ella demostraba ser funcional al desarrollo económico, sin merma por eso de la equidad social".

"En las democracias subdesarrolladas encuentra más favor en cambio la idea de que la pobreza, en lugar de ser un mal que debe ser combatido en sí mismo, es el producto de la desigualdad, con lo cual ésta y no aquélla pasa a ser el enemigo principal".

"Aquí es donde chocan las dos soluciones propuestas al problema de la pobreza: el capitalismo y el populismo" (De "El desarrollo político"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2011).

martes, 17 de diciembre de 2019

Lo "políticamente correcto" como masificación de alto nivel

Por lo general, se supone que "hombre masa" es una calificación asignable sólo al ciudadano poco instruido. Sin embargo, si consideramos que "hombre masa" es el que está siempre predispuesto a actuar, pensar y conducirse en función de lo que piensa y hace la mayoría, advertiremos que tal predisposición impera en los sectores autodenominados "intelectuales", siendo lo "políticamente correcto" el conjunto de creencias y afirmaciones que predominan en la sociedad, sean verdaderas, o no.

Nadie desea sentirse fuera de la sociedad; de ahí que lo "políticamente correcto" se impone como algo obvio, que no necesita siquiera discutirse por lo evidente que resulta. Se supone que una multitud dirigida por ideólogos que mucho la estiman. nunca se equivoca. De ahí que diversos pueblos llegan a considerar como héroes a quienes mayores perjuicios les ocasionaron.

Son dos las formas principales de unanimidad; la primera, la positiva, surge como consecuencia de haber encontrado la verdad parcial, y verificada, sobre ciertos hechos, mientras que la segunda proviene de las falsas creencias o bien de las erróneas descripciones que se imponen gracias a la masificación existente en los diversos sectores de la sociedad.

En la actualidad, como en casi todas las épocas, se advierten adhesiones que se oponen a las más elementales normas éticas, como las idolatrías hacia personajes nefastos que abiertamente promueven el odio y el asesinato. En algunos sectores se calificaba el mal como ausencia del bien. Sin embargo, si asociamos el mal al odio y el bien al amor, vemos que en realidad el mal es una fuerza contracultural por derecho propio, que está basado en actitudes naturales que sólo pueden ser apaciguadas con la razón, que debería actuar como un eficaz control de las pasiones.

La "intelectualidad" masificada admira al Che Guevara, constituyendo un síntoma de severa crisis moral, ya que tal personaje promovía el odio como motivación para la lucha social. Nicolás Márquez escribió: "Por un lado están los asesinatos del Che Guevara de manera directa (autor material del crimen) y por otro, los asesinatos producidos por orden de Guevara (autor intelectual del crimen)".

Luego de un listado con los nombres de las víctimas, Márquez agrega: "La cifra final asciende a 216 homicidos efectuados por el Che. Vale destacar que ninguno de estos crímenes se produjo en el marco de enfrentamientos armados, sino que estamos hablando de ejecuciones a sangre fría, la mayoría sin el trámite protocolar del «juicio sumarísimo» y muchos de ellos contra víctimas de su propia tropa...".

"A estos datos se deben agregar los fusilamientos llevados a cabo no por Guevara en persona sino por orden de él, los cuales ascenderían a 1.500 fusilados bajo su «gestión» en La Cabaña". "Jamás hubo un acto de arrepentimiento ni de contrición. Poco antes de abandonar la función pública en Cuba,...el 11 de diciembre de 1964 ante la Asamblea de la ONU y siendo todavía ministro de Industrias confesó: «Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando»" (De "El canalla"-Buenos Aires 2009).

El ideólogo marxista observa como perversas todas las actividades en las sociedades democráticas. Incluso cierta movilidad social, como el veraneo en una playa, es interpretado como un ofrecimiento burgués para evitar la rebelión proletaria, tal como lo manifiesta Juan José Sebreli en su libro: "Mar del Plata. El ocio represivo". Jean-Françoise Revel escribió acerca de tal creencia, asociada a Herbert Marcuse: "En ese estado de satisfacción represiva, perdemos la facultad de percibir o concebir otros valores que no sean aquellos implicados por la misma sociedad en que vivimos. La contradicción desaparece por el más seguro medio susceptible de provocar esta desaparición: el debilitamiento de toda imagen opuesta al presente, o sea, de todo punto de apoyo para la revuelta. La oposición, no sólo política sino también moral y afectiva, muere porque sus fuentes son secadas por la satisfacción represiva".

"Para oponernos, o en todo caso para tener deseos de oponernos, es necesario vivir en dos planos a la vez: el de lo que es y el de lo que podría ser. En las sociedades industriales avanzadas, el hombre ya no vive, por el contrario, sino en un solo plano, en una sola dimensión: es un hombre «unidimensional»" (De "Las ideas de nuestro tiempo"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1973).

Por lo general, los personajes nefastos convertidos en "héroes" por la masificación existente, poco o nada se interesaron por el bienestar de la sociedad. Respecto de Napolén Bonaparte, Revel escribe: "En 1768, sin saberlo, Europa sólo procrea con destino al osario: Córcega pasa a la soberanía francesa. Napoleón nace allí al año siguiente. Cuarenta y seis años después, lega a Francia algunos millones de muertos a manera de juventud, la ruina económica, la ocupación extranjera, todo lo cual le valdrá la veneración religiosa de los franceses, cuyo espíritu crítico sólo se despierta contra los gobiernos democráticos. Además, Napoleón deja a su país en 1815 al germen de un «golpe de Estado permanente», que durante largo tiempo traumatizará el cuerpo político francés, condenándolo a oscilar entre el régimen parlamentario y el espectro de la espada salvadora".

"Tras abandonar 500.000 cadáveres en Rusia, Napoleón insiste en el Boletín 29 sobre los caballos desaparecidos y concluye con estas palabras: «La salud de Su Majestad nunca fue tan buena». Es preciso ser un lector condicionado para ver una cumbre de laconismo en esta monstruosa chatura" (De "Las ideas de nuestro tiempo").

En cuanto a Vladimir Lenin, R. L. Bruckberger escribió: "Su hermano mayor fue estudiante. Este joven muchacho se unió a una organización terrorista que tramaba el asesinato del zar; apresado por la policía, fue condenado a muerte y ejecutado".

"La ejecución política, y más generalmente toda condena por delito ideológico tiene de particular que, muy lejos de deshonrar a la víctima, hace de ella un mártir. Ahora bien, la sangre de los mártires ha sido siempre la simiente de nuevos creyentes: la muerte por delito ideológico justifica y fortalece la oposición intelectual y trastorna para siempre el sentido de la justicia".

"La ejecución de su hermano hizo de Lenin un revolucionario. Lenin decidió que su hermano era el héroe, que la sociedad que lo había condenado era una sociedad de villanos, y que esa sociedad merecía perecer. No quedaba más que saber cómo hacerla perecer".

"En todas las experiencias de infancia y de juventud de Lenin no se vislumbra una, tan sólo una, que tenga alguna relación con el pueblo, obreros y campesinos, con el «proletariado». La ejecución de su hermano fue ciertamente para él una experiencia horrible. Pero, ¿qué tuvo que ver esa ejecución con la condición obrera y campesina? Rigurosamente, nada".

"El proletariado, a condición de que esté bien provisto de cuadros, será la tropa de la revolución, la «carne de cañón» de la revolución. Nada más claro que el pensamiento de Lenin sobre este punto: «La lucha espontánea del proletariado no llegará a ser una 'lucha de clases' auténtica a menos que esté dirigida por una fuerte organización de revolucionarios»" (De "La República moderna"-Ediciones Pleamar-Buenos Aires 1964).

No existe nada tan "políticamente correcto" como apoyar los derechos a la vida, o "derechos humanos". De ahí que el admirador del Che Guevara, de Lenin, y seguramente de Stalin y Mao, sea un ardiente defensor de tales derechos, si bien para él significan el derecho del socialista a imponer su ideal de sociedad a cualquir precio, incluso al costo de millones de vidas inocentes, a la vez que niega el derecho a defenderse a todo aquel que se opone a su proyecto.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Fundamentación científica de la filosofía vs. Fundamentación filosófica de la ciencia

Mientras que los buscadores de la verdad, en cuestiones humanas y sociales, valoran tanto la religión como la filosofía y la ciencia, el pseudointelectual tiende a valorar a una de ellas y a ignorar y denigrar a las otras dos. Si bien existe la tendencia a especializarse en una de ellas, especialmente por afinidad psicológica o personal, no es justo ignorar los aportes que en el pasado y en el presente ofrecen las otras ramas del conocimiento.

De la misma manera en que los líderes políticos y militares han pretendido, a lo largo de la historia, dominar y gobernar a toda la humanidad, los pseudointelectuales, infiltrados en la religión, en la filosofía y la ciencia, pretenden imponer sus limitadas ideologías al resto de la sociedad, y a veces de la humanidad, invocando alguna de las ramas del conocimiento mencionadas. Así, el viejo antagonismo entre España e inglaterra, acentuó el rechazo de sus respectivas religiones oficiales. R. L. Bruckberger escribió: "Al final del siglo XVI, el conflicto entre inglaterra y España era necesario, por el hecho mismo de la ambición al imperio universal que animaba a las dos...Para los ingleses, España, Felipe II, el Papa, todo ello era el diablo y el infierno desencadenados. Para los españoles, Inglaterra era una hidra infernal e Isabel la gran prostituta del Apocalipsis. El catolicismo estaba proscrito en Inglaterra, no solamente como una abominable superstición, sino aun como un delito contra el Estado y la seguridad. El protestantismo estaba proscrito en España por las mismas razones" (De "La República moderna"-Editorial Pleamar-Buenos Aires 1964).

Durante el medioevo europeo, cuando todavía no surgía la ciencia experimental, la Iglesia pretendía fundamentar con la Biblia a la filosofía de la época, no sin antes intentar una fundamentación adicional a partir de la filosofía aristotélica. En realidad, existía una complementación entre religión y filosofía sin necesidad de recurrir a una fundamentación estricta, si bien los religiosos priorizaban lo que fue otorgado por revelación divina, según su creencia, antes que por razonamientos humanos. Posteriormente, con el inicio de la ciencia experimental, mantienen su postura en la creencia de que la Biblia no sólo trae mensajes éticos, sino también conocimientos acerca de todo lo existente, incluida la materia. De ahí los conflictos con Galileo y posteriormente con Darwin, si bien en los últimos tiempos parecen haber aceptado aquella expresión de Galileo que sugiere que: "La Biblia indica cómo llegar al cielo y no cómo está hecho el cielo".

Una postura similar se adopta durante el siglo XX con la filosofía marxista, con la cual se intentó reemplazar la propia realidad como referencia, llegándose al extremo de establecerse una "genética no mendeliana" por parte de Trofim Lysenko, en la URSS, con el correspondiente deterioro posterior de la agricultura soviética. Las catástrofes sociales producidas por el comunismo son un indicio adicional del precio que se paga por orientarse por filosofías de dudosa validez.

Incluso en la actualidad persisten los "filósofos" que creen que su misión consiste en establecer "principios generales" que habrán de orientar y fundamentar tanto a la ciencia experimental como a toda la humanidad. Robert Hutchins escribió: "En una universidad ideal, el estudiante no tendría que retroceder desde las observaciones más recientes hasta los primeros principios, sino que habría de avanzar desde los primeros principios hasta aquellas observaciones que nos pareciesen significativas para comprenderlos...Las ciencias naturales sacan sus principios de la filosofía de la naturaleza, la cual, a su vez, depende de la metafísica...La metafísica, o estudio de los primeros principios, lo invade todo...Las ciencias naturales y sociales dependen de ella y le están subordinadas".

En los citados "delirios metafísicos" se observa una actitud similar a la adoptada por la Iglesia del pasado o por el marxismo actual, ya que cada sector se atribuye la mayor importancia minimizando las restantes ramas del conocimiento. Al respecto, Philipp Frank escribió: "Este programa, evidentemente, está fundado en la creencia de que hay principios filosóficos independientes de los avances de la ciencia, y de los cuales, en cambio, pueden deducirse las proposiciones más generales de las ciencias naturales y sociales".

"El problema que ofrece tal programa es, por supuesto, encontrar esos principios de validez permanente. De hecho, la permanencia de los principios filosóficos sólo puede ser conservada y garantizada por autoridades espirituales o seculares, o por ambas. Ninguna educación universitaria puede fundarse en una metafísica, a menos que la elija una autoridad que tenga a su cargo, permanentemente, la regulación de la enseñanza" (De "Filosofía de la Ciencia"-Herrero Hermanos Sucesores SA-México 1965).

Mientras que el pseudofilósofo tiende a proponer principios que abarcan la totalidad de lo existente, escapándoseles por lo general la mayor parte de la realidad, el científico auténtico tiende a organizar el conocimiento mediante el método axiomático, adoptando principios, o axiomas, de limitada validez, referidos sólo a un sector de la realidad, es decir, mientras que tal "filósofo" pretende deducir toda la realidad a partir de los principios propuestos (de arriba hacia abajo), el científico ubica sus principios de abajo hacia arriba, para luego hacer deducciones adicionales dentro de su restringido campo de aplicación.

Los teólogos y los pseudofilósofos, que ignoran o menosprecian las leyes naturales, pontifican desde las alturas de lo sobrenatural y de la estricta racionalidad lógica, respectivamente. Lo grave del caso es que alejan a la gente de la religión moral, y de la moral elemental, para enmascararla con misterios inaccesibles al hombre común, o bien estableciendo "principios abstractos" que adicionalmente tienden a debilitar las posturas económicas y políticas a las cuales pretenden "fundamentar".

Toda descripción de la realidad que no tenga en cuenta las leyes naturales (que rigen todo lo existente) no tiene razón de ser. Como la ciencia experimental describe, justamente, tales leyes, es la candidata para fundamentar tanto a la filosofía como a la religión. No por ello se le debe dar un rango de menor importancia a las otras ramas del conocimiento, ya que en realidad conforman un conjunto en el cual sus partes se complementan mutualmente.

Es oportuno mencionar la opinión de Albert Einstein sobre los temas tratados: "Cuento más imbuido está un hombre de la ordenada regularidad de todos los acontecimientos, más firme se hace su convicción de que nada queda, por causas de diversa naturaleza, fuera de esta ordenada regularidad".

"Sin duda, la doctrina de un Dios personal que se interpone en los acontecimientos naturales nunca podría ser refutada, en el real sentido de la palabra, por la ciencia, pues esta doctrina puede refugiarse siempre en dominios en que el conocimiento científico no ha puesto pie aún".

"Pero estoy persuadido de que tal proceder por parte de los representantes de la religión no sólo sería indigno, sino también fatal. Pues una doctrina que no es capaz de sostenerse a la faz del día sino solamente en la oscuridad, necesariamente perderá su efecto sobre la humanidad, con incalculable daño para el progreso del hombre".

"La mera actividad racional no puede darnos el sentido de los fines últimos y fundamentales. El poner en claro estos fines y valoraciones fundamentales, y fijarlos con firmeza en la vida emocional del individuo, paréceme ciertamente la más importante función que la religión ha de realizar en la vida social del hombre".

"Es privilegio del genio moral del hombre, personificado en individuos inspirados, proponer axiomas éticos que sean tan comprensibles y tan legítimamente fundados que los hombres los acepten como arraigados en la vasta masa de sus experiencias emocionales. Los axiomas éticos se establecen y se someten a prueba no de forma muy diferente que los axiomas de la ciencia. La verdad es lo que constituye la prueba de la experiencia" (De "De mis últimos años"-Aguilar SA de Ediciones-México 1969).

domingo, 8 de diciembre de 2019

Religión: opiniones subjetivas y efectos objetivos

Se dice que lo que produce efectos en cada uno de nosotros, no es la realidad misma, sino la visión que de ella tengamos. De ahí que un mismo conjunto de hechos son observados de una forma positiva por el optimista, negativa por el pesimista y "tal como son" por el realista. De esto surge la posibilidad de que, a partir de una visión distorsionada de la realidad, podamos sin embargo alcanzar niveles de felicidad superiores a los alcanzados a partir de un estricto realismo. Sin embargo, la experiencia indica que resulta conveniente no alejarse demasiado de la realidad (como tampoco del suelo, ya que las caídas suelen ser dolorosas).

Las "mentiras piadosas", emitidas por médicos y familiares, le permiten al enfermo pasar sus días en mejor forma que aquella en que son plenamente conscientes del mal que padecen. También los políticos y economistas tienden a esconder parte de la realidad para evitar males mayores, aunque también con ello tienden a enmascararla, imposibilitando la opción de mejorarla.

El fenómeno religioso viene asociado a verdades, errores y simbologías que pueden producir efectos diversos, desde la unión de los adeptos hasta enajenaciones mentales que más tarde originarán verdaderas catástrofes sociales, como las guerras de religión. De ahí la conveniencia de adaptarnos a las leyes naturales antes que a las propuestas religiosas, especialmente cuando estas últimas no las tienen en cuenta. William James escribió: "Dios es real porque produce efectos reales", mientras que Miguel de Unamuno escribió: "Creer en Dios es anhelar que le haya, y es, además, conducirse como si le hubiera".

En otras épocas, la creencia religiosa podía actuar como un freno que limitaba las acciones negativas, por lo que el Quijote recomendaba: "Primeramente, has de temer a Dios, porque en el temerle está toda sabiduría; y siendo sabio, no podrás errar en nada".

Si consideramos que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, como lo acepta la ciencia experimental y la religión natural, es oportuno mencionar los efectos que produce la creencia (compatible con la anterior) en un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, premiando o castigando a los seres humanos según sea su conducta. Sholem Asch escribió: "El hombre creyente, sea judío o cristiano, que ha sido inculcado por una fe profética, acepta cada castigo, no importa cuán duro sea sobre su destino, no como un signo de rechazo o indiferencia por parte de la divinidad, como lo hace el fatalista, sino como un signo de su porción en la divinidad".

"Ve en cada castigo la mano de Dios. El hombre creyente hace de sus tribulaciones motivos de análisis propio, pasando revista de todas sus acciones y confesando sus defectos. Inclina su cabeza, humilla su orgullo, y con un corazón purificado, continúa por el sendero que le ha sido preparado por el destino. De este modo, el hombre creyente transforma cada castigo, de una maldición en una bendición de Dios; cada degradación, de una derrota en una victoria; cada vergüenza, de una humillación en una purificación que trae consigo una nueva disciplina en su personalidad".

"Puede decirse, sin exageración, que el creyente debe más, por su progreso espiritual y aun material, a los fracasos que a los éxitos obtenidos en el curso de su existencia. Aquello que él consideró como un desastre, en el momento de ocurrir, se transforma, por medio de la enseñanza que ha recibido, en una porción de buena suerte. Y esta verdad valedera para los individuos, es aplicable, igualmente a los pueblos y religiones".

"En estos días (1941), cuando el castigo de Dios ha llegado no sólo a los individuos, sino a pueblos enteros, mientras los países se transforman de la noche a la mañana de tierras de libertad en campos de esclavitud; cuando un continente íntegro está en proceso de extinción; cuando pueblos civilizados son reducidos al estado de tribus primitivas bajo el manto de una raza dominante; en estos días, cuando Dios mismo está pisoteado y la fe profética humillada, ¿no ha llegado el tiempo para tal consideración y repaso, no sólo para los individuos, sino para todos nosotros? ¿No ha llegado el tiempo para escudriñar el corazón, para un examen detenido de nuestros actos y fracasos, con el fin de aprender la gran lección que encierran?".

"Como uno de los muchos que sienten sobre sus hombros el peso aplastante del tiempo, como uno que sufre en el tormento común, he tomado sobre mí la tarea de reavivar ciertas memorias de antaño, indicando los antiguos valores morales que están cargados con el poder de la salvación para nosotros y para nuestros días".

"La voluntad de ver al mundo surgir fortalecido y purificado de la calamidad bajo la cual yace postrado, el anhelo de ayudar a transformar el castigo de Dios en su bendición, constituye mi derecho y me provee del valor necesario para escribir este libro con mis convicciones más íntimas, y ofrecerlas al público" (De "Mi creencia"-Biblioteca Nueva-Buenos Aires 1946).

Desde el punto de vista de la religión natural, se supone que no es Dios quien castiga a los hombres, sino que es el hombre mismo quien se autocastiga cuando su comportamiento se aleja de la finalidad implícita en el orden natural. Recordemos que, para Cristo, la fuente de premios y castigos reside en uno mismo, por lo que expresó: "El Reino de Dios está dentro de vosotros", y también: "Porque Dios sabe que os hace falta antes de que se lo pidáis".

De la misma manera en que determinado acontecimiento puede producir distintos efectos en distintas personas, es posible que distintas creencias, o visiones de la realidad, produzcan un mismo efecto ético. Así, la idea de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos (alterando las leyes naturales o las condiciones iniciales de una secuencia de causas y efectos) puede producir el mismo efecto ético que la idea de un universo regido por leyes naturales invariantes, sin interrupciones de ningún tipo.

Esto implica que los premios y castigos, ya sea que provengan de Dios o bien de cada uno de nosotros, son posturas que conducen a la necesidad de una mejora ética, para aumentar los premios y disminuir los castigos. Desde este punto de vista, los Evangelios son compatibles con ambas posturas, teniendo en cuenta las antes citadas expresiones de Cristo.

Mientras que el pagano le pide a Dios que interrumpa o cambie sus leyes, para ser beneficiado personalmente, desde la religión natural se promueve la adaptación del ser humano a las leyes naturales (o leyes de Dios). En el primer caso se advierte cierta actitud de rebeldía contra Dios (similar a la observada en las sociedades corruptas que no respetan la Constitución y piden permanentemente cambiarla), mientras que en el segundo caso se advierte una actitud de respeto y obediencia respecto a esas leyes y a su aparente Creador. ¿Quién es el creyente y quién el ateo? ¿El que respeta las leyes buscando adaptarse a ellas o el que pide a Dios que las cambie para beneficio personal?

Una misma actitud, o predisposición, puede observarse en distintos ámbitos del pensamiento. Mientras que un sector de la sociedad aboga por un Estado que lo proteja en situaciones de emergencia y rechaza la posibilidad de encontrar la seguridad personal en una eficaz labor productiva (reproduciendo la actitud del creyente en un Dios intervencionista), otro sector desconfía del Estado y busca seguridad en su propia capacidad e iniciativa (reproduciendo la actitud adoptada y sugerida por la religión natural).

miércoles, 4 de diciembre de 2019

La incapacitante "igualdad social"

En la actualidad predominan los pedidos y sugerencias para establecer la “igualdad social”, que poco o nada tiene que ver con la igualdad promovida por el cristianismo, como una predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Se entiende por “igualdad social”, por el contrario, a la igualdad económica, pero no la igualdad económica en la cual se contempla la igualdad de deberes para establecer una adecuada producción de riquezas, sino la igualdad de derechos para recibir parte de la cosecha que otros han sembrado desigualitariamente.

La igualdad socialista es una igualdad perversa, ya que la igualdad económica sólo puede materializarse con la igualdad en la pobreza, con la que generalmente se busca el sufrimiento de quienes gozan de un superior nivel de vida, quedando los sectores menos favorecidos con un nivel similar o peor que el anterior. Además, la igualdad socialista tiende a incapacitar definitivamente a la mayor parte de la población por cuanto le quita toda oportunidad de responsabilidad y decisión individual, debiendo cada individuo adaptarse a la planificación y a las órdenes emanadas del líder socialista a cargo del gobierno.

Tal incapacidad se puso de manifiesto en el caso de las poblaciones que salieron del socialismo y debieron penosamente adaptarse a la sociedad democrática. Uno de tales individuos expresó: “El socialismo real era como un establo. Todos estábamos dentro, cada uno atado con su cadena, pero bajo techo, aunque fuera un techo miserable, con comida para llevarnos a la boca y con la gran comodidad de tener negada toda capacidad de tomar iniciativa o responsabilidad. Salir del establo, por maravillosa que fuera la nueva ciudad, y no lo es tanto, cuesta mucho esfuerzo” (Citado en “Después de la pasión política” de Josep Ramoneda-Taurus-Madrid 1998).

Por el contrario, en varios países occidentales, algunos sectores adinerados tienen la costumbre de “cortarle el suministro” de dinero a sus hijos adolescentes para acostumbrarlos a ganarse la vida por sus propios medios. Generalmente, quienes posteriormente tienen éxito, agradecen a sus padres haber adoptado tal decisión. Y si el éxito no es tal, al menos mejoraron su desempeño al tener la necesidad de adaptarse al mundo laboral tempranamente.

Muchos de los planteos igualitaristas se basan en la suposición de que la sociedad está compuesta sólo de gente materialista, guiada por el “principio de placer” y por la ”virtud del egoísmo”. Se supone, además, que nadie está motivado por fines cooperativos o por la empatía emocional. En tal caso extremo, quienes más dinero tienen, se jactan por ello, hacen ostentación de su riqueza y hasta muestran ciertos aires de refinamiento y de cultura; actitud grotesta asociada a la creencia de pertenecer a una clase social superior. En lugar de suponer que el éxito económico crea en ellos mayores deberes, suponen por el contrario que crea mayores derechos.

Los materialistas ricos despiertan la envidia de los materialistas pobres, que son generalmente los que reclaman por la “igualdad social”, o igualdad económica. De ahí que ambos sectores por igual son los promotores del socialismo, del peronismo y de todos los populismos habidos y por haber.

Este tipo de sociedad en total decadencia moral, que posiblemente no exista en ninguna parte, por cuanto siempre habrá sectores que adoptan valores y motivaciones diferentes del dinero, es esencialmente la sociedad burguesa considerada por el marxismo, y también por otros economicismos, suponiendo que todos los males sociales se resolverán con la adopción de un “sistema económico” adecuado, sin que sea necesaria una previa mejora ética individual.

Los conflictos se mantienen cuando los sectores de mayores ingresos poco o nada ayudan a los sectores menos afortunados, aduciendo algunos que lo hacen para que los pobres se acostumbren a ganarse la vida por sus propios medios, tal como algunos ricos hacen con sus propios hijos. En realidad, es difícil destinguir la situación anterior del vulgar egoísmo extremo mostrado por quienes se niegan a favorecer mínimamente a quienes podrían ayudar.

Las idolatrías tienden a hacer partícipes del éxito a la multitud de seguidores, lo que no presenta inconvenientes secundarios cuando se trata de cantantes o deportistas. En política, por el contrario, puede producir muchos males, como las idolatrías hacia personajes que promueven la envidia y la discordia. Este fue el caso de Eva Perón, que fue idolatrada por millones de materialistas con poco dinero, que envidiaban a la ostentosa oligarquía argentina, y que se regocijaban cuando su ídola mostraba lujos y joyas en bastante mayor cantidad y calidad que sus envidiados ricos de la Argentina. Se llegó al absurdo extremo de denominarla como la "abanderada de los pobres" cuando en realidad era una enamorada de las joyas y de los vestidos de mucho valor.

La mayor bajeza de los políticos populistas o totalitarios radica en fomentar el odio entre sectores, especialmente cuando promueven la envidia de los sectores menos favorecidos haciéndoles ver que su situación para nada depende de ellos mismos, sino que su pobreza depende totalmente de los sectores pudientes o bien de la perversidad del imperialismo extranjero.

El colmo de la perversidad se advierte con la descalificación del sector productivo, o empresarial, por cuanto, se aduce, crea “desigualdad social”. En lugar de que el envidioso se adapte culturalmente al resto, se busca adaptar a toda la humanidad a la comodidad del envidioso, aun cuando en esta época el exceso de nacimientos sobre defunciones sea de unos 100 millones por año.

Según la ideología socialista, todos deben ser incluidos en la sociedad a través del trabajo social, es decir, no se tiene tanto en cuenta las necesidades y prioridades para luego establecer los mejores medios para satisfacerlas, sino que, a partir de los medios de producción disponibles, se asignan las finalidades. Se prioriza el trabajo colectivo en forma similar a lo que se hacía en el antiguo Egipto, siendo las “obras faraónicas” pruebas elocuentes de lo poco práctico y del trabajo improductivo en el que la mayoría, seguramente, debió participar involuntariamente.

Si adoptamos a la empatía emocional como el vínculo que debe unir a los integrantes de la sociedad, no hace falta ninguna forma de socialismo y la economía seguramente podrá satisfacer las demandas que por el momento no son cubiertas. Herbert N. Woodward escribió: “¿Cuánto del trabajo hecho en este país beneficia los propósitos de una corporación particular o rama de la administración gubernamental, pero realmente nada positivo aporta para hacer mejor la vida, excepto para aquellos que obtienen pago por hacer el trabajo? Esta pregunta abre una caja de Pandora. Reconocemos que una pregunta así puede empezar a responderse solamente cuando tengamos alguna forma de determinar las metas nacionales y humanas e identificar lo que se necesita ser hecho para alcanzarlas”.

“Cuando nos detenemos a pensar, reconocemos que algunas organizaciones con nómina de pago pueden no estar desempeñando alguna función que realmente mejore la calidad de la vida en el país como un todo. Ellos pueden meramente estar colectando ingresos estatales del resto del país (a través de ventas, si es una corporación; o impuestos, si es gubernamental) para distribuir dentro de su propia comunidad, creando poco o nada de valor en el proceso. En realidad ellos hacen una gran cantidad de trabajo para nada”.

“En el Enigma de las Pirámides, Kurt Mendelssohn hace un análisis fascinante de por qué las principales pirámides de Egipto fueron construidas durante un solo siglo varios miles de años A. C. Como ingeniero, él no empieza sus estudios para encontrar el por qué. Su solución proviene de puntos de vista de ingeniería que podrían difícilmente esperarse del arqueólogo quien, a su propio modo, ha estado buscando una solución al enigma por más de un siglo”.

“Las pirámides, como cualquier edificio, se construyen desde la base hacia arriba. Pero debido a su forma, a medida que se acerca a la cima, mucho menos gente puede encontrar espacio para trabajar sobre la construcción. Pero los faraones no querían enviar a casa la mitad o los tres cuartos de la fuerza de trabajo de decenas de miles. Era más efectivo seguir adelante, de manera que ellos empezaron otra pirámide cuando la primera fue hecha. Un faraón, Snofru, tenía tres grandes pirámides construidas o bajo construcción durante su reinado. De acuerdo con Mendelssohn” (De “El capitalismo puede sobrevivir en una economía sin crecimiento”-Ediciones Gernika-México 1978).

La ineficacia económica y social del socialismo ha podido verificarse varias veces, incluso en países subdesarrollados cuya ausencia de suficientes empresarios (y exceso de empleos públicos improductivos), están mucho más cerca del socialismo real que del capitalismo, aunque por lo general se diga lo contrario.

martes, 26 de noviembre de 2019

Populismo e inflación

Bajo la denominación de “populistas” se caracteriza a determinados gobiernos en función de sus acciones en un conjunto de aspectos, con una tendencia al engaño; uno de ellos es el de la inflación. De ahí que pueda decirse que un gobierno es populista, en ese aspecto, cuando tiende a tergiversar estadísticas, o bien culpar a los empresarios para imponer controles de precios y salarios, llegando al extremo de penalizarlos y encarcelarlos (en cuyo caso se los podría denominar “totalitarios”). Cuando un gobierno dice la verdad y asume ser el responsable de la inflación, o no la puede controlar, se dice simplemente que se trata de un “gobierno inepto” para resolver tal situación.

El proceso inflacionario es casi tan viejo como el mundo. La secuencia general es la siguiente: exceso de gastos por parte del Estado, emisión monetaria compensatoria, aumento de precios y salarios, control de precios y salarios, escasez de productos, penalidades a los “formadores de precios”, desabastecimiento, hiperinflación. Si bien existen otras causas de inflación (emisión de bonos estatales), varios son los políticos que aducen que “la emisión monetaria no produce inflación”. Si bien no produce inflación la emisión que acompaña el aumento de la producción, cuando la supera la ha de generar (de lo contrario existiría la posibilidad nada despreciable de emitir dinero en grandes cantidades para que todos fuésemos ricos).

Para ilustrar la secuencia mencionada, puede citarse el caso del emperador romano Diocleciano. Los economistas R. Schuettinger y E. Butler escribieron: “El más famoso y el más extensivo intento de controlar precios y salarios ocurrió durante el reinado del Emperador Diocleciano quien, lamentablemente para sus súbditos, no fue el más atento estudioso de la economía griega. Dado que tanto las causas de la inflación que Diocleciano intentó controlar y los efectos de sus esfuerzos están bastante bien documentados, es un episodio que vale la pena considerar en detalle”.

“Poco después de su asunción al trono en el año 284, «los precios de las mercancías de todo tipo y los salarios de los trabajadores alcanzaron niveles sin precedentes». Los registros históricos para determinar las causas de esta notable inflación son limitados….Nos dicen que la mayoría de los problemas económicos se debieron al vasto incremento que Diocleciano dispuso de las fuerzas armadas (hubo varias invasiones de tribus bárbaras durante ese periodo), a su enorme programa de construcciones (reconstruyó gran parte de Nicomedia, que eligiera como su capital, en Asia Menor), a su consiguiente elevación de los impuestos y al empleo de más y más funcionarios gubernamentales y, finalmente, a su uso de mano de obra forzada para cumplir gran parte de su programa de obras públicas”.

“Diocleciano en su Edicto atribuyó la inflación enteramente a la «avaricia» de mercaderes y especuladores” (De “4000 años de Controles de Precios y Salarios”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1987).

El emperador no sólo culpó a los mercaderes por la elevación de precios (fase populista), sino que incluso decretó la pena de muerte para ellos y para quienes no vendían sus productos, desabasteciendo a la sociedad (fase totalitaria). En su Edicto aparecen párrafos como el siguiente: “Y a causa de la avaricia de aquellos quienes siempre están prestos a obtener beneficios personales aun de las bendiciones de los dioses, a contener la ola de prosperidad general, y quienes, en un año improductivo, negocian con la siembra de la semilla y el comercio del minorista; a causa de aquellos quienes poseen fortunas tan inmensas que podrían haber enriquecido satisfactoriamente a pueblos enteros y aun así buscan obtener ganancias personales y ruinosos porcentajes de beneficio a su avaricia, hombres de nuestras provincias, la atención que merece la humanidad nos impulsa a fijar un límite”.

En la Argentina, el proceso inflacionario y el control de precios comienza con la llegada del peronismo, llegando Perón a encarcelar a empresarios que “elevaban los precios” más allá de lo permitido por el gobierno. Álvaro C. Alsogaray escribió: “Es con el advenimiento de Perón en 1946 cuando verdaderamente comienza un largo periodo de más de cuarenta años, durante el cual las experiencias de control de precios y salarios se suceden en la Argentina, perdurando hasta el día de hoy [escrito en 1987], con sólo dos breves interrupciones: 1959 a 1962 y 1967 a 1968 (esta última muy parcialmente)” (Del Apéndice de “4000 años de Controles de Precios y Salarios”).

Incluso durante la presidencia de Arturo Illía, considerado como uno de los mejores presidentes, se estableció la Ley Nacional de Abastecimiento (1964), con las siguientes cláusulas (entre otras):

“Mientras rija el estado de emergencia económica el Poder Ejecutivo estará autorizado por la presente ley para establecer normas a las cuales deberán ajustarse la producción, distribución, comercialización y consumo de bienes y servicios. A tal efecto el Poder Ejecutivo nacional podrá:

a) Establecer para las etapas del proceso económico y respecto de cualesquiera de las mercaderías, bienes o servicios, márgenes de utilidad, fijar precios y sus marcaciones, disponer la estabilización o congelación de precios de venta en los niveles, porcentajes, proporciones o cifras existentes en determinada época u ocasión, así como determinar cuotas de producción o elaboración de cumplimiento obligatorio.

b) Fijar precios de sostén y de fomento, inclusive por medio de subsidios, con los recursos que el honorable Congreso arbitrará a requerimiento del Poder Ejecutivo nacional.

c) Disponer, como medida precautoria, la retención o indisponibilidad de mercaderías o productos comprendidos en la presente ley, así como la suspensión del uso o ejercicios de patentes, permisos, concesiones, preferencias o toda clase de privilegios o autorizaciones especiales. A los efectos de la primera parte de este inciso, podrá disponer allanamientos de locales o establecimientos comerciales e industriales.

d) Requerir a los jueces competentes órdenes de allanamiento de domicilios particulares y de secuestro” (Citado por Á. C. Alsogaray).

Puede decirse que, en la Argentina, el control de precios y salarios (como remedio contra la inflación) es lo permanente y no la excepción, incluso hasta llegar al extremo de justificar el fracaso económico del macrismo al sostener que “siempre fue así”. Nunca, por el contrario, en los últimos años, a los gobernantes se les ha ocurrido intentar reducir el enorme derroche estatal de recursos económicos. El espíritu del peronismo sigue orientando el destino y el fracaso de la nación,

domingo, 24 de noviembre de 2019

Expectativas y desempleo (según Milton Friedman)

Buscando aliviar la grave situación económica que afecta a la Argentina, varios son los sectores que apoyan la "solución" de aumentar sueldos, para reactivar la economía y favorecer la creación de empleos; algo poco probable según varios economistas. Es oportuno mencionar la opinión de un especialista, como Milton Friedman, a través del siguiente escrito de Eamonn Butler, coautor del libro "4000 años de Controles de Precios y Salarios":

EXPECTATIVAS Y DESEMPLEO

Por Eamonn Butler

Friedman aprovechó su discurso de 1967 ante la American Economic Association para promover otras dos ideas: su crítica de la noción ortodoxa de que existe un "intercambio" entre inflación y desempleo, y su opinión acerca de la importancia que tienen las expectativas del público a los precios futuros en el curso y la severidad de una inflación. Esos temas fueron retomados en su monografía de 1975 Unemployment Versus Inflation? y en su discurso cuando recibió el Premio Nobel Inflation and Unployment.

Muchos países habían sufrido aumentos de precios asociados con mayores niveles de desempleo durante los decenios de 1960 y 1970; pero la ortodoxia keynesiana encontró que eso era difícil de explicar. Se suponía que el aumento del gasto total por una razón cualquiera (por ejemplo un programa expansionista de gasto del gobierno) induciría al principio a las personas a llevar más bienes al mercado para captar parte de la nueva demanda y que esto les obligaría a contratar nuevos trabajadores y usar las máquinas a plena capacidad. Sólo después de que se hubiera alcanzado la producción máxima o de "pleno empleo" podría el aumento en el gasto comenzar a subir los precios y producir inflación.

Algunos keynesianos habían ido más allá. El profesor A. W. Phillips, en su famoso análisis de 1958, que elaboró según los puntos de vista de Keynes, sugería que existe un "intercambio" entre inflación y desempleo, intercambio que podía representarse en una "curva de Phillips". Pero, en el término de pocos años, ese análisis comenzó a derrumbarse: la inflación y el desempleo empezaron a aumentar juntos. Al principio se pensó que eso sería temporal, una ligera desviación hacia afuera de la curva que se podría resolver mediante medidas ortodoxas. Sin embargo, en los años de la década de 1970 fue evidente que las crecientes tasas de inflación no estaban aliviando el desempleo y que ambos aumentaban con rapidez. La era de la inflación con estancamiento o estanflación había comenzado.

Friedman previó este problema antes que muchos otros supusieran siquiera que existía. Su explicación fue que el "pleno" empleo era un ideal inalcanzable. Hasta en la economía más uniforme habría siempre personas desplazándose entre empleos, ya fuera por propia voluntad, despedidas o buscando otro mejor. Esos cambios llevan tiempo y lo más que se puede esperar es lograr una "tasa natural" de desempleo que tenga en cuenta esos problemas estructurales. Todo intento de reducir el desempleo por debajo del nivel mínimo posible fracasará y los programas expansionistas del gasto gubernamental sólo provocarán inflación una vez que se haya alcanzado ese nivel.

Aunque este razonamiento implicaba que no podía haber un intercambio duradero entre inflación y desempleo, Friedman sugirió que puede ser posible abatir el desempleo más abajo de su tasa "natural", pero únicamente por corto tiempo y a costa de dosis aceleradas de inflación. A medida que se aumente la cantidad de dinero, se estimularán nuevos empleos y la producción, como lo reconoció Keynes. Al principio los negocios tienen auge: casi todo tiene éxito, pocas personas se encuentran involuntariamente sin trabajo y quienes dejan un empleo pueden encontrar otro rápidamente, de manera que el nivel de desempleo baja. Pero con el tiempo el dinero hace efecto en los precios, la nueva tasa de inflación es prevista por todos y las personas ajustan sus expectativas y sus actividades comerciales.

A medida que la prosperidad inicial la absorbe el alto costo de la vida, se reducen la producción y el empleo, el cual vuelve a su nivel "natural". Como no se puede engañar a las personas todo el tiempo, las expansiones monetarias no logran elevar el empleo más allá de ese nivel durante mucho tiempo. Para ello se necesitaría una expansión monetaria más y más grande, que iría siempre adelante de las expectativas del público; pero eso, por supuesto, daría lugar a una inflación acelerada.

Friedman ha hecho de ese análisis de expectativas el punto central de su explicación de cómo se ajustan las personas a los cambios monetarios y lo ha usado incluso para sugerir que la inflación podría realmente generar mayor desempleo. En el transcurso de los años, la fuerza de ese análisis es ya evidente y en la actualidad es difícil encontrar un estudio de salarios y precios que no haga uso de la teoría de expectativas. Es mucho más fácil encontrar ahora estudios que confirman que no hay un "intercambio" duradero entre inflación y desempleo pero tal vez "es aún más sorprendente el grado en que esta idea ha sido aceptada por los círculos oficiales de un gran número de países industrializados, a pesar de que es comprensible la aversión que tienen quienes hacen las políticas a sus implicaciones" (N. Thygeseb).

(De "Milton Friedman. Su pensamiento económico" de Eamonn Butler-Editorial Limusa SA de CV-México 1989)

Filosofías ateas vs. Ciencia experimental

Quienes aducen, o suponen, que no existe un orden natural con cierta finalidad implícita, son los que intentan establecer un “orden artificial” al cual debería adaptarse todo ser humano. Sin embargo, a pesar de ignorar el objetivo final de la ciencia (describir leyes naturales), adoptan la denominación de “científicos” de la misma manera en que denominaban “República Democrática Alemana” a la Alemania totalitaria que construyó el muro de Berlín. En esto cabe la expresión: “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces”.

Es bastante común encontrar, fuera del ámbito de la ciencia experimental, a quienes pretenden que sus hipótesis sean admitidas, fe mediante, aduciendo haber adoptado cierto infalible método, auto-denominándose “científicos sociales”, mientras que en forma simultánea descalifican toda postura rival caracterizándola como “no científica”. Este engaño tiene como víctima a gran parte de la sociedad, que ignora que la ciencia experimental avanza mediante “prueba y error” (a partir del estado actual del conocimiento), por lo cual el método científico no garantiza la validez de un resultado. Además, no toda filosofía o toda religión han de ser necesariamente falsas.

La validez de una hipótesis científica depende de la compatibilidad entre lo descripto (ley natural) y la descripción realizada (ley natural humana), siendo la diferencia (detectada experimentalmente) el error admitido en el ámbito científico considerado:

Error = Lo descripto – La descripción

Una parte importante de las ciencias sociales atraviesa una etapa pre-científica, por lo que en ellas “todo vale” ya que tienen vigencia tanto las hipótesis erróneas como las que no lo son.

El principal sector que, falsamente, pretende ser reconocido como “científico”, es el marxismo-leninismo, una de las tantas filosofías con pretensiones de objetividad, ya que se ignora que sólo pueden poseer tal carácter las hipótesis verificadas experimentalmente.

Mientras que el científico auténtico establece, en el mejor de los casos, teorías unificadas que dan sentido a varios fenómenos naturales observados, el ideólogo marxista propone “principios filosóficos” que “explican todo”, constituyendo en realidad un proyecto de sociedad utópica diseñada para que todo ser humano se adapte a la misma, ya sea en forma voluntaria o bien forzada. Tales principios filosóficos son disfrazados de “principios científicos” para que tengan mayor aceptación.

Para los marxistas, no existen leyes naturales invariantes, ya que todo el universo seguiría una evolución regida por el mecanismo de “tesis, antitesis y síntesis”. Víctor Afanasiev escribió: “La palabra «dialéctica» es de origen griego. En la antigüedad entendíase por dialéctica el arte de averiguar la verdad en discusión, poniendo de manifiesto las contradicciones del adversario y superándolas. Posteriormente se entendió como método de conocimiento de la realidad. La dialéctica concibe el mundo en movimiento y desarrollos continuos, es decir, lo ve tal como es, por eso es el único método científico”.

“Apoyándose en las conquistas de la ciencia y de la historia de la sociedad, la dialéctica afirma que el mundo es un proceso infinito de movimiento, renovación, muerte de lo viejo y nacimiento de lo nuevo. «Ante esta filosofía – escribió F. Engels-, no existe nada definitivo, absoluto, consagrado…En todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pié más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior», viendo la dialéctica la fuente del movimiento y desarrollo en las contradicciones internas, inherentes a los propios objetos y fenómenos” (De “Manual de Filosofía”-Ediciones Estudio-Buenos Aires 1973).

Como “lo nuevo” es el socialismo y “lo viejo” el capitalismo, suponen los marxistas que necesariamente “lo nuevo” ha de triunfar sobre “lo viejo”, sin siquiera tener presente la compatibilidad del planteo marxista respecto de las leyes naturales y la naturaleza humana, ya que desconocen las leyes elementales de la psicología individual. Sin embargo, sus pretensiones son ilimitadas. Afanasiev agrega: “A diferencia de las ciencias particulares, el materialismo dialéctico estudia las leyes generales a las que se supeditan todas las esferas de la realidad. Así, todos los objetos de la naturaleza inanimada y viva, los fenómenos de la vida social y la conciencia se desarrollan de acuerdo con la ley de la unidad y lucha de contrarios, según la ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cambios cualitativos, etc.”.

Adviértase que, para el marxista, no existe una ciencia social experimental auténtica, ya que la sociología se inicia a mediados del siglo XIX (cuando Marx establece sus hipótesis), sino sólo dos bandos filosóficos: materialismo e idealismo, confirmando que el marxismo es una de las tantas filosofías existentes, que poco o nada tienen en cuenta al método de la ciencia experimental. La ciencia experimental, que contrasta hipótesis con la realidad, tiene validez única y universal, ya que tanto las teorías acertadas como las erróneas mantienen ese carácter en todo lugar y en toda época. Es por ello que la distinción entre “ciencia burguesa” y “ciencia marxista” no tienen ningún sentido, ya que en realidad debería distinguirse entre “filosofía burguesa” y “filosofía marxista” si bien resulta dudoso que todos los denominados “burgueses” piensen casi exactamente igual.

La ciencia falsa (filosofía de dudosa validez) no sólo tiende a reemplazar a la ciencia experimental, sino que pretende reemplazar en la mente de los hombres las leyes naturales por las “leyes marxistas”. El citado autor escribe: “Actualmente, las leyes del materialismo dialéctico presentan un carácter general, universal. Actúan en todas partes, tanto en la naturaleza inanimada como en los organismos vivos, en el hombre y en su pensamiento. Este carácter universal de las leyes de la filosofía marxista tiene una importancia excepcional: se pueden aprovechar con éxito para conocer los fenómenos más diversos del mundo. De ahí la inmensa importancia del materialismo dialéctico para el desarrollo de las otras ciencias”.

El carácter objetivo del conocimiento científico, por el cual su validez resulta idéntica para todo habitante del planeta, ha sido tergiversado por las filosofías ateas, como el marxismo y el randismo, quienes aducen ser los verdaderos objetivistas (a pesar de que ignoran las leyes psicológicas individuales y elementales del comportamiento humano). Mientras que el primero implica una apología del proletariado, el segundo implica una apología de la burguesía. Ambos ateísmos prácticos difieren, entre otros aspectos, en las virtudes y defectos asociados a los respectivos sectores afines y rivales, mientras que coinciden en denigrar al cristianismo acusándolo el primero de promover a la clase dominante y el segundo de promover el altruismo (disfraz del odio que subyace al marxismo). En realidad, el cristianismo promueve la cooperación social en todo individuo, pertenezca o no a una determinada clase social.

En “Marxismo y Democracia” puede leerse: “Los principios de un objetivismo se encuentran ya en Marx en diversos sentidos; en todo caso, realmente son sólo principios para formular expresamente sus concepciones universales sobre la naturaleza, el pensamiento y la acción humana, fundamento de su obra posterior. Engels emprendió luego un intento de explicación. Defiende una serie de concepciones que pueden definirse muy explícitamente como objetivismo” (De “Filosofía 1” dirigida por C. D. Kernig-Ediciones Rioduero-Madrid 1975).

Mario Bunge, por otra parte, brinda una lista de librepensadores antisociales (según su criterio), escribiendo respecto de la promotora del “objetivismo”: “Último ejemplo: la fallecida Ayn Rand, una popular novelista, filósofa para andar por casa e ideóloga neoliberal de los primeros tiempos. Era atea, racionalista y materialista confesa, aunque superficial. Pero sostengo que no fue una humanista, porque preconizaba el «egoísmo racional» a la vez que el «capitalismo salvaje»” (De “Crisis y reconstrucción de la filosofía”-Editorial Gedisa SA-Barcelona 2002).

Los filósofos ateos, por lo general, se burlan de la religión, aduciendo que la religión emplea métodos superados por el tiempo, mientras que, además, no admiten que la filosofía no científica ocupe, respecto de la ciencia experimental, la misma posición que para ellos ocupa la religión, esto es, el lugar de método de limitada validez. Incluso, mientras la ética cristiana (basada en la empatía emocional) es compatible con la naturaleza humana, tanto el egoísmo, el odio como el altruismo, sólo son compatibles con la desadaptación del ser humano respecto del orden natural.

La soberbia del filósofo racional, que supone que toda la realidad resulta deducible de los principios que propone, habiendo construido un gran edificio, pero con débiles cimientos, contrasta con la actitud del científico que aporta un ladrillo más al imponente edificio de la ciencia.

Los nuevos sofistas, en lugar de buscar la verdad, sólo intentan mostrar la coherencia propia de sus propuestas y la incoherencia aparente de sus rivales. Creen que coherencia y verdad son equivalentes, mientras que coherencia y verdad coinciden si tal coherencia es “heredada” de las propias leyes naturales que rigen al mundo real.

martes, 19 de noviembre de 2019

Los mitos en política

El descontento de los ciudadanos con los políticos se debe esencialmente al descreimiento que los propios políticos han sabido ganarse una vez que la ciudadanía advierte la falsedad y la mentira que predominan en sus discursos. Gran parte de la prédica partidaria consiste en mitos y mentiras orientados a la única finalidad buscada: el acceso al poder por el poder mismo.

Por otra parte, existen pueblos predispuestos a aceptar creencias de todo tipo, por lo que tanto el presente como el futuro de las naciones dependen casi por completo de los mitos difundidos por los ideólogos y aceptados en forma masiva. No existe límite para la imaginación, como es el caso de una persona que dejó escapar cierta cantidad de conejos, bajo su crianza, por cuanto una vecina le advirtió que "los conejos traen desgracias" (o algo semejante). Tal credulidad constituye un ambiente favorable para la proliferación de mitos de todo tipo.

Uno de los mayores mitos es el de la "concentración de poder económico" en un sistema capitalista y la posible "solución" socialista con una concentración de poder económico, político, militar, cultural, etc., de mucha mayor envergadura. Este es el mito de "las 200 familias" que acaparan el poder económico de una nación sin advertir que toda forma de cencentración de poder se aproxima bastante más a la propuesta totalitaria del socialismo que a la propuesta liberal. Roberto Aizcorbe escribió: "Sería de cualquier modo injusto adjudicar al peronismo el uso exclusivo del mito. El partido Unión Cívica Radical...suele condenar en sus proclamas a las «doscientas familias que manejan a la Argentina». Yo siempre me pregunté en estos años por qué la clase feudal argentina (si es que alguna vez existió) habría de tener exactamente ese número de familias".

"Fue necesario que mis trabajos me llevaran a revisar la historia de Francia en la década del 30 para encontrar esa misma alusión a «las 200 familias» en las proclamas del Frente Popular que ganó las elecciones de 1936. Según pude investigar luego, el profesor argentino Leónidas Anastasi, que se encargó de redactar en aquella época el nuevo programa del partido UCR, tradujo literalmente los bandos y proclamas del Frente Popular francés sin cuidarse de investigar sobre el número de familias que integraban el poder económico de la Argentina. El mito de «las 200 familias» pasó directamente de la política francesa a la política argentina, sin que nadie se haya cuidado de rectificarlo" (De "El mito peronista" en Revista Libro Elegido Número 6-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires Oct/Nov 1976).

Otro mito, aún de mayor alcance, es el que postula que quienes tienen mayor capacidad para la creación de riquezas (la burguesía) necesariamente tienen la mayor cantidad de defectos morales y que quienes tienen menor capacidad para esa actividad necesariamente tienen la mayor cantidad de virtudes. De ahí que la misión del Estado implicaría la redistribución de lo que producen los "perversos" para beneficio de los "virtuosos".

El ideólogo socialista, y el socialdemócrata, proponen el mito de la superioridad moral que los caracterizaría y por el cual serían las personas aptas para llevar a cabo la redistribución de la riqueza ajena, nunca de la propia. Aducen que el político está motivado por fines sociales mientras que el sector productivo sólo tendría objetivos egoístas. El mito de la superioridad moral se advierte en las insinuaciones a la violencia extrema, a los estallidos sociales, al caos y a la anarquía que incorporan indirectamente en cada mensaje mediático, seguidas luego de una protesta contra la represión y a favor de los "derechos humanos" de aquellos cuyas mentes fueron previamente "envenenadas" por el ideólogo.

La esencia de las campañas ideológicas de izquierda consiste en la propagación de mitos descalificadores del capitalismo como también de mitos que apuntan a la idealización del socialismo. Puede decirse que el socialismo ideal tiene ciertas semejanzas con el capitalismo real, mientras que el socialismo real tiene ciertas semejanzas con el capitalismo tergiversado por la prédica marxista. Así, el sistema carcelario imperante en Cuba y algunos otros países, poco y nada tiene que ver con la "sociedad sin clases" y con la "igualdad" promocionada por sus adeptos, ya que la menor disidencia con lo establecido por la autoridad estatal genera el aislamiento social y la cárcel. Heberto Padilla escribió: "Yo conozco casi todos los países socialistas, en dos de los cuales he trabajado, y en todos pude verificar que el aparato policial termina por convertirse en una fuerza de autoridad indiscutible, que aísla de la base popular, indefectiblemente, a la dirección política".

"Cada detenido es interrogado siempre por el mismo oficial. Esto constituye el más singular aporte del mundo socialisra a la jurisprudencia: policía, investigador y juez de instrucción son la misma persona. Tal vez lo hagan para aligerar el trabajo a tribunales cuya única función consiste en oír los cargos acusatorios y dictar la sentencia, sin poner jamás en duda la probidad del proceso investigativo y sus conclusiones. El abogado de la defensa se limita a pedir clemencia en nombre de la generosidad de la Revolución" (Del prólogo de "En mi jardín pastan los héroes"-Editorial Argos Vergara SA-Barcelona 1981).

En la Argentina, el mito peronista es el que ha determinado el presente y el futuro de la nación, ya que es aceptado tanto por partidarios como por "opositores". Uno de ellos es el asociado al comercio exterior. Roberto Aizcorbe escribió: "Según la teoría peronista, el capital es social. Que una persona lo haya acumulado con esfuerzo, postergando consumos, ahorrando mientras los demás gastaban, no le da otro derecho que a la administración. El disfrute debe ser social, distribuyendo las ganancias según las instrucciones del gobierno. Los servicios públicos deben pertenecer al Estado, preferiblemente sin competencia alguna de los particulares, porque se les otorga un interés estratégico".

"En este sentido el Estado debe manejar los principales resortes de la economía; debe monopolizar las importaciones y las exportaciones, en el primer caso para no dejarse robar por los extranjeros, complotados para establecer precios altos y vender productos superfluos a juicio del gobierno; en el segundo caso para imponer a los extranjeros precios justos por los artículos del país".

"También el Estado debe manejar el ritmo de la emisión de moneda, el precio de las divisas y la tasa del interés, para evitar las especulaciones de los oligarcas nativos aliados con los extranjeros. Todo capital extranjero que haya sido invertido fuera del tiempo de los gobiernos peronistas constituye una «entrega» del país al extranjero. En cambio, cuando el Estado peronista hizo covenios con firmas extranjeras...la inversión no fue considerada una «entrega», porque fue concretada por un gobierno «patriota»".

El propio Perón actuaba con los países extranjeros de la misma forma en que él suponía que esos países actuaban respecto de la Argentina. Aizcorbe agrega: "En el comienzo de su gobierno, Perón puso un alto precio al lino, que los norteamericanos importaban para fabricar pinturas. Los importadores de USA se quejaron y Perón respondió con una bravuconada: «Si quieren lino que traigan sus casas a la Argentina, donde se las pintaremos». Más prácticos, los norteamericanos decidieron sembrar lino ellos mismos, con lo cual la producción argentina quedó sin compradores. La producción de lino que en 1937-38 había sido de 1.500.000 toneladas debió reducirse a 900.000 toneladas en 1947-48".

Otro de los tantos mitos del peronismo es el de la "industrialización del país", proceso por el cual se desatendió al campo para promocionar a la industria, y para que la gente se trasladara del campo a la ciudad para votar y vitorear por Perón. El citado autor escribió al respecto: "En los días posteriores al 12 de octubre de 1973 Perón argumentó que antes de su arribo al gobierno, en 1946, no se fabricaba en el país ni un solo alfiler. «Nosotros iniciamos la industrialización del país», sostuvo Perón el 13 de diciembre de 1973. «A este país que recibimos en 1946 sin industrias -agregó- lo entregamos en 1955 con toda una línea completa de industria mediana, exportando manufactura y fabricando máquinas diesel eléctricas, con las cuales modernizamos los ferrocarriles, camiones, automóviles y tractores». Estas palabras fueron lanzadas por los diarios, la radio y la televisión y fueron prácticamente aceptadas por los comentaristas de todas las tendencias".

"Sin embargo, esas palabras son falsas. En un trabajo publicado por el propio Poder Ejecutivo durante la segunda presidencia de Perón (1952-1955) las cifras muestran claramente que el volumen físico de la producción industrial creció en 53,7 por ciento entre 1937 y 1946, y apenas un 16,4 por ciento entre 1946 y 1954".

sábado, 16 de noviembre de 2019

Instancia superior absoluta y solución de conflictos

En todo pueblo y en toda época, han existido conflictos surgidos de las distintas opiniones sobre algún hecho o situación que afecta a dos o más individuos. Este es el caso de dos vecinos que discuten acerca de los deberes y derechos que les corresponden luego de iniciarse un conflicto de intereses. La única alternativa para la solución de este tipo de conflictos implica recurrir a una instancia superior (ley municipal, en este caso). Si una, o ambas partes, desconocen tal instancia superior, el conflicto no tiene solución y es posible que se inicie una etapa de violencia, ya sea verbal o material.

En todos los órdenes de la vida ocurre algo similar. De ahí que en toda época hayan surgido líderes que, "generosamente", se ofrecieron a unificar a la humanidad bajo una sola ley y bajo un solo mando, como ocurrió con Alejandro Magno, Julio César, Napoleón...hasta llegar a la época de Hitler y Stalin. El problema adicional de tal tipo de "instancia superior" radica en que sólo es reconocida por una parte de la humanidad, ya que sólo servirán las instancias superiores reconocidas por todas las partes en conflicto.

De la misma manera en que los líderes militares o políticos intentaron constituir instancias superiores a nivel mundial, imponiendo por la fuerza su voluntad sobre los sectores rebeldes, las diversas religiones intentaron universalizar a Dios como la instancia superior que habría de permitir la solución de todos los conflictos. Sin embargo, el Dios invisible sólo se revela a los hombres mediante enviados, o bien mediante "descubridores" de ese Dios. Al surgir distintos "enviados" o "descubridores" se llegó a la situación indeseada de que la aceptación de los mismos sólo fue parcial, impidiendo la solución de conflictos y generando otros de mayor envergadura.

En los ultimos tiempos ha aparecido un "candidato" a ocupar el lugar de referencia y vínculo objetivo para la solución de conflictos: el orden natural (y el conjunto de leyes naturales que lo constituyen). Como dichas leyes rigen todo lo existente, incluso a todos y cada uno de los integrantes de la humanidad, reúnen las condiciones exigidas para constituir una instancia superior absoluta, estable e invariante.

Este vínculo invariante, sin embargo, es descalificado mediante adjetivos despectivos tales como "naturalismo", "panteísmo", "ateísmo", etc., por quienes pretenden mantener la supremacía del sobrenaturalismo, que presenta la falla de tener validez para sólo un sector de la sociedad y de la humanidad. Mientras que el cristianismo es rechazado por muchos al estar asociado al sobrenaturalismo (el Dios que interviene en los acontecimientos humanos), no lo sería tanto si se lo asociara al naturalismo, o bien se lo habría de aceptar mucho más, ya que la ética cristiana resulta compatible con las leyes psicológicas que rigen las conductas individuales.

Jean Ousset expresa su descontento con la competencia naturalista escribiendo: "El naturalismo, hijo de la herejía, es mucho más que una herejía; es el puro anticristianismo. La herejía niega uno o varios dogmas, el naturalismo niega que haya dogmas o que pueda haberlos. La herejía deforma más o menos las revelaciones divinas; el naturalismo niega que Dios sea revelador. La herejía arroja a Dios de tal o cual parte de su reino; el naturalismo lo elimina del mundo y de la creación" (De "Para que Él reine"-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).

Según el citado autor, quien no acepta lo sobrenatural, aún cumpliendo con los mandamientos bíblicos, sería "anticristiano", mientras que el propio Cristo indicó la prioridad de la conducta a la creencia, por lo que el sobrenaturalismo prioritario niega la preeminencia de lo ético sobre lo filosófico, negando la esencia del cristianismo. Mientras que los dogmas pertenecen a la Iglesia Católica, los mandamientos bíblicos surgen de las propias leyes naturales que rigen al ser humano, que son las leyes de Dios. De ahí que deben ser prioritarias las leyes de Dios a las leyes de los hombres (dogmas de la Iglesia).

De la misma manera en que el Estado totalitario tiende a inducir cierta inactividad y negligencia en quienes dependen enteramente de ese Estado, quienes creen en la existencia de un Dios que interviene en cada acontecimiento cotidiano, tienden a adoptar una actitud similar. Por el contrario, tanto el Estado democrático como la religión natural favorecen la acción y la iniciativa individual. Jean Ousset es, justamente, uno de los que reconoce tal deficiencia de la forma religiosa que él mismo apoya, escribiendo al respecto: "Es odioso el engaño de ese pietismo, que se cree sobrenatural, porque está desencarnado, en el que la oración lejos de esclarecer, lejos de fortificar la acción se convierte en argumento de negligencia, de pasividad, de inconsecuencia. Actitud que tiene tanto éxito porque favorece una tendencia natural a la pereza, al esfuerzo efímero, quizá, pero elemental, superficial, sin resultados duraderos y serios".

"Sobrenaturalismo siempre dependiente de lo que es camino extraordinario en la piedad. Espera en un milagro, en la realización de una profecía según la cual todo se arreglará algún día por simple intervención divina, sin que haya necesidad de entremezclarse en ello" (De "La Acción"-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1979).

El liberalismo, por otra parte, adopta como punto de partida, o postulado fundamental, la libertad individual respecto de los demás seres humanos. Pero tal libertad, o no dependencia, no ha de implicar sólo la libertad material sino también mental. Sin embargo, en lugar de adoptar como referencia la ley natural (los atributos de todo lo existente), algunos sectores "liberales" adoptan como referencia la opinión de otra persona, como es el caso de Ayn Rand que poco o nada tiene en cuenta tal ley. Esto implica una contradicción esencial ya que se supone que el liberal no debe nunca someterse al gobierno mental de otro ser humano.

martes, 12 de noviembre de 2019

Intercambios voluntarios y beneficios simultáneos

La característica esencial de la economía de mercado implica el intercambio voluntario que apunta a beneficios simultáneos para los participantes. Cuando no se cumplen esas condiciones, los intercambios se interrumpen. Ello se debe principalmente a la existencia de egoísmo, que conduce a la búsqueda de un beneficio unilateral por parte de una de las partes, o incluso de ambas. "Egoísmo: carácter o actitud de quien no piensa ni obra sino según el propio interés" (Del "Diccionario de Filosofía" de Regis Jolivet-Club de Lectores-Buenos Aires 1978).

Los economistas han logrado ir más allá de la descripción de las actitudes, o predisposiciones, que apuntan al beneficio simultáneo recurriendo a las variables propias de la economía. Ello implica observar que cada uno de los actores en el proceso de intercambio, tiende a obtener una ganancia efectiva, ya que lo que ofrece es valorado subjetivamente algo menos que lo que pretende recibir a cambio.

Por ejemplo, alguien que disponga de una gran cantidad de manzanas, que excede ampliamente sus necesidades alimenticias, tenderá a valorarlas según el criterio de "la oferta y la demanda", según el cual una gran cantidad de bienes a ofertar tiende a reducir el precio de los mismos. Ello implica que el criterio reinante en los intercambios tiene su origen en la previa valoración individual y subjetiva de cada uno de los intervinientes. Así, un billete de 100 dólares tendrá una valoración subjetiva bastante menor en un millonario que en una persona pobre, si bien ambos buscarán intercambiarlo por algo considerado por cada uno de ellos como de mayor valor subjetivo.

Este proceso, aparentemente simple por lo familiar y cotidiano, ha exigido bastante tiempo y esfuerzo mental a los economistas para clarificarlo completamente, indicando con ello que, en realidad, no se trata de algo tan simple. De ahí la conveniencia de recurrir siempre a la opinión de los especialistas. En este caso se menciona la versión de Hans F. Sennholz:

LA FORMACIÓN DE LOS PRECIOS

Durante casi dos mil años la investigación económica estuvo malograda por la noción popular de que un intercambio es justo siempre que cada participante obtenga exactamente tanto como lo que da. Esta noción de igualdad de intercambio aun penetró los escritos de los economistas clásicos.

Cerca del año 1870, el inglés Jevons, el suizo Walras y el austriaco Menger refutaron definitivamente este erróneo fundamento filosófico. La Escuela Austriaca, especialmente, construyó un nuevo fundamento basado en la realidad de que el intercambio económico resulta de una disparidad de valuaciones individuales, en vez de una igualdad en costos. De acuerdo con Menger, "el principio que motiva a los hombres a intercambiar, es el mismo principio que los guía en sus actividades económicas en general; es el esfuerzo para asegurarse la mayor posible satisfacción de sus necesidades". El intercambio deja de realizarse en cuanto una de las partes juzgue de igual valor ambos bienes.

En la terminología de los economistas, el valor de las cosas se determina por su utilidad marginal. Esto quiere decir que el valor de un bien se determina por el grado de importancia de la necesidad menos urgente que pueda satisfacer con los bienes disponibles. Un ejemplo sencillo utilizado por Böhm-Bawerk, el eminente economista austriaco, ilustra este principio.

Un agricultor pionero en las selvas de Brasil acaba de cosechar cinco sacos de grano. Estos constituyen su único medio de subsistencia hasta la próxima cosecha. Un saco es absolutamente necesario como abastecimiento de comida para mantenerse vivo. Un segundo saco es necesario para asegurarle su fuerza y su salud completa hasta la próxima cosecha. Un tercer saco será utilizado para alimentar aves de corral que le proporcionarán alimento en la forma de carne. El cuarto saco lo destinará para destilar alcohol. Y finalmente, una vez que sus modestas necesidades personales están así satisfechas, se le ocurre que no puede haber mejor uso para su quinto saco que destinarlo para alimentar a un número de loros cuyas gracias le dan placer y le procuran entretenimiento.

Es evidente que los variados usos a los que destina los granos no tienen una categoría de importancia igual para él. Su vida y su salud dependen de los primeros dos sacos, mientras el quinto y último saco tiene la menor importancia; la final, la llamada "utilidad marginal". Si él llegase a perder este último saco, el finquero pionero sufriría una pérdida de bienestar no mayor al placer del entretenimiento procurado por los loros. O, si tuviese oportunidad de intercambiar con algún otro pionero que pasara por su solitaria cabaña, él valorizaría cualquiera de los cinco sacos como si fuese el de última utilidad. Él está de acuerdo en intercambiar un saco por cualquier bien que a su juicio le proporcione mayor satisfacción que el entretenimiento que le procuran los loros.

Pero ahora supongamos que el finquero pionero únicamente tiene un total de tres sacos. Su valorización de cualquiera de los sacos será la utilidad que le proporciona el tercero y último saco, que lo provee a él de carne. La pérdida de cualquiera de los tres sacos sería mucho más seria, su valor y su precio, por lo tanto, mucho más alto. Nuestro pionero podría ser inducido a intercambiar un saco únicamente si la utilidad del bien que puede obtener a cambio fuese mayor que la satisfacción derivada de consumir carne.

Y finalmente, supongamos que posee únicamente un saco de grano. Es evidente que cualquier intercambio no se puede contemplar, ya que su vida depende de él. Preferiría pelear antes que arriesgarse a perder este saco.

La ley de oferta y demanda

La discusión de los principios de valorización no es meramente académica. En una economía de intercambio altamente desarrollada, estos principios explican la observación común que el valor y precio de los bienes varían inversamente según la cantidad de los mismos. Mientras mayor sea la oferta de bienes, más bajo será el valor de un bien individual y viceversa. Este principio elemental es la base de la doctrina de los precios conocida como la ley de la oferta y la demanda. Dicho en forma más detallada, los siguientes factores determinan los precios de mercado: la valoración subjetiva del bien deseado de parte del comprador y su valoración subjetiva del medio de intercambio; la valoración subjetiva del bien por parte del vendedor y su valoración subjetiva del medio de intercambio.

En un mercado dado puede existir únicamente un precio. En cuanto hombres de negocio descubren discrepancias en los precios de bienes en diferentes localidades, ellos tratarán de comprar en los mercados de menor precio y vender en los mercados de mayor precio. Pero estas operaciones tienden a igualar todos los precios. O, si descubren discrepancias entre precios de bienes de producción y los precios probables de bienes de consumo, ellos podrán emprender la producción en tal forma que aprovechen la ventaja de esas diferencias en los respectivos precios.

El valor y los precios, constituyen el fundamento de la economía en una sociedad con mercado, puesto que es a través del valor y los precios que las personas le dan razón al proceso productivo. No importa cuál sea su última motivación, si es material o ideal, noble o vil, las personas juzgan bienes y servicios según sean o no adecuados para el logro de los objetivos deseados. Ellos atribuyen valor a los bienes de consumo y determinan sus precios. Y de acuerdo con la irrefutable "Teoría de imputación" de Böhm-Bawerk, ellos determinan incluso indirectamente los precios de todos los factores de producción, y asimismo el ingreso de cada miembro de la economía.

Los precios de los bienes de consumo, condicionan y determinan los precios de los factores de producción: tierra, trabajo y capital. Los hombres de negocio evalúan los factores de producción de acuerdo con los precios que suponen tendrán los productos. En el mercado, el precio y la remuneración de cada factor, emerge como oferta o puja por parte de los postores que formulan las propuestas más elevadas. El hombre de negocios, con tal de adquirir los factores de producción necesarios, puja subiendo los precios de su oferta por arriba de la de sus competidores. Sus ofertas están limitadas por los precios que anticipadamente consideran tendrán sus productos.

(De "Problemas económicos de actualidad"-Centro de Estudios sobre la Libertad-Bolsa de Comercio de Buenos Aires 1977)

domingo, 10 de noviembre de 2019

El trabajo: ¿fin o medio?

Si consideramos al ser humano como un sistema complejo adaptativo, la finalidad esencial de su vida será la adaptación al orden natural. En ese proceso adaptativo aparece el trabajo como la acción que le ha de demandar la mayor cantidad de tiempo y de actividad mental. De ahí que, desde este punto de vista, el trabajo ha de ser un medio que posibilitará la finalidad mencionada. De ahí la prioridad cristiana sintetizada en la expresión: "Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura".

El trabajo sin una finalidad, o una finalidad sin la acción que la concrete, carecerían de sentido. Sin embargo, desde el punto de vista de las ideas y de los sentimientos asociados, tiene importancia la prioridad de los fines sobre los medios, ya que los fines nos permiten encontrar un sentido a nuestras acciones.

Siendo el automóvil un medio de transporte, encontramos dos casos extremos: el de quien tiene proyectos para viajar careciendo de automóvil y el de quien tiene automóvil pero carece de proyectos para viajar. Quien tiene proyectos, cuando tenga los medios, podrá realizarlos, mientras que quien carece de proyectos, teniendo los medios, deberá intentar un cambio de actitud para llegar a establecerlos.

En los últimos tiempos, sin embargo, el trabajo como finalidad se ha ido estableciendo a partir del marxismo, cuyo lema podría simbolizarse como: "Primeramente buscad el trabajo bajo el socialismo, que lo demás se os dará por añadidura". Es por ello que el trabajo, simbolizado con la hoz y el martillo (que representan la unión de la agricultura y la industria) constituye el vínculo de unión entre los seres humanos en el socialismo. Por el contrario, el vínculo propuesto por el cristianismo es la cooperación social basada en la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias.

El trabajo, en el socialismo, adquiere un valor que va bastante más allá de sus resultados concretos, por cuanto constituye la esencia de la sociedad. Es por ello que, generalmente, los resultados concretos dejan mucho que desear, aspecto considerado por algunos como de poca importancia, mientras que otros ven en tales resultados el fracaso tanto económico como social.

Al aplicar el lema socialista que sugiere: "De cada uno según su capacidad; a cada uno según su necesidad", se advierte que en realidad tal lema promueve el descenso de la actividad laboral tanto en los poco adeptos al trabajo como en los más activos. Los primeros trabajan menos porque tienden a vivir a costa de los demás, mientras los más activos tienden a disminuir sus actividades por cuanto consideran que es injusta la distibución igualitaria sin tener en cuenta el trabajo realizado. Se atribuye a Adrien Rogers lo siguiente (escrito en 1931): "Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo. El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona".

"Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso...mi querido amigo...es el fin de cualquier nación. No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola".

Una sociedad cuyos integrantes están unidos teniendo como vínculo a los medios de producción, se parece bastante a una sociedad de abejas, o de hormigas. Los líderes socialistas no pueden eliminar de su subconsciente esos modelos de sociedades de insectos. De ahí que, al igual que en un hormiguero, es impensable la existencia de proyectos e iniciativas individuales. También, al igual de lo que ocurre en un hormiguero, poco o nada afecta al conjunto la pérdida de uno de sus integrantes, por lo que muchos socialistas ven como algo "normal y necesario" liquidar a los sectores de la población que se niegan a adaptarse al socialismo una vez efectuada la toma del poder.

La degradación de la vida humana, bajo el socialismo, ha promovido un fuerte rechazo en algunos sectores cristianos. Julio Meinvielle escribió al respecto: "Para Marx, siendo el trabajo el hecho primero y fundamental que produce la vida material del hombre, y por el cual éste se autocrea, no puede ser alienado en manos de unos pocos; los proletarios, cuya definición es, precisamente, ser trabajadores, es decir, no tener otra realidad social que la de producir con su trabajo, exigen por su condición desalienarse, o sea tomar el control y el gobierno de la producción".

"Así se autocreará el hombre nuevo, comunista, cuya necesidad primera la constituirá el hecho mismo de trabajar para crear riquezas y autocrear una humanidad nueva, que será producto del incesante progreso técnico material desarrollado por el trabajo".

"Pero sea por simples razones de sentido común, o con las más complicadas de un hegelianismo invertido, cabe preguntar: ¿Con la supresión de la propiedad privada levanta Marx a la condición de afortunados a todos los asalariados, o rebaja a la condición de asalariados a los poco afortunados? Ya Aristóteles vio con mirada definitiva, contra Platón, que si se priva al trabajo del goce que le viene del estímulo de la propiedad privada, no queda otro recurso para la producción de bienes, siempre penosa, que el trabajo forzado".

"Y las razones de Aristóteles están fundadas en la psicología de la naturaleza humana, que muestra una permanencia en el comportamiento que desafía las previsiones más halagüeñas de cualquier utopía. El hombre, o trabaja para adquirir riqueza, o por miedo al castigo. La sociedad comunista, que suprime la propiedad privada, estímulo natural del trabajo, implanta, por lo mismo, el trabajo forzado. Ahora bien, en una sociedad donde el hombre es privado de vida religiosa y de vida política, y es condenado al trabajo forzado, ¿en qué condición se halla? ¿Divina, humana, animal o infraanimal? La respuesta se impone por sí misma?" (De "El comunismo en la revolución anticristiana"-Cruz y Fierro Editores-Buenos Aires 1982).

En cuanto al trabajo como derecho y como deber, puede decirse que en la actualidad predomina la idea de que el vago y el irresponsable tienen el derecho a trabajar, mientras que el deber de trabajar lo tiene el activo y el responsable, sobre quien recae todo el peso de las obligaciones que le ha impuesto la sociedad.

En los países subdesarrollados, el trabajo es considerado en forma similar a la que aparece en el Antiguo Testamento: un castigo. De ahí la ansiada espera del viernes como preludio del fin de semana, haciendo evidente que gran parte de la población está mentalmente preparada para las fiestas y los días feriados, sufriendo el resto del tiempo, que tiene como consecuencia inmediata la pobre producción económica de toda una nación.

Hay sectores que aducen que el egoísmo es el motor de la economía. Sin embargo, tal predisposición competitiva no es necesaria para el establecimiento de una economía productiva. Si alguien es suficientemente eficaz en su actividad laboral, es posible que progrese económicamente ganando bastante más que lo que gasta para vivir. El exceso lo invertirá en forma productiva y, seguramente, podrá llegar a ser un empresario exitoso, aun sin haberse impuesto metas egoístas y competitivas.

Entre los promotores de la denominada "revolución anticristiana" aparecen los denominados "marxistas de mercado", partidarios del aborto, creyentes convencidos de "la virtud del egoísmo" y de que "el amor al prójimo es inmoral". Aduciendo que el cristianismo predica, no el amor, sino el altruismo, y que el marxismo promueve, no el odio, sino el altruismo, constituyen una importante ayuda para la masiva promoción del marxismo-leninismo, por cuanto presentan una igualdad entre cristianismo y marxismo que no existe.

Mientras que el trabajo es considerado como el vínculo esencial entre los integrantes de la sociedad comunista, el intercambio de lo que fue logrado con el trabajo genuino, es presentado por los "marxistas de mercado" como el vínculo que debería unir a los seres humanos en la sociedad futura. Ayn Rand escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia" (pág. 45)(De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).