domingo, 29 de enero de 2023

Adam Smith y la pobreza

Por Elena Valero Narváez

En el libro La Riqueza de las Naciones, Adam Smith creó una economía política que hacia depender la riqueza y el bienestar de la gente de una economía industrial altamente desarrollada, en expansión, y de un sistema de "libertad natural" que se regulaba a si mismo.

Gertrude Himmelfarb en su preciado libro La idea de la pobreza se refiere a Adam Smith como genuinamente revolucionario tanto en su actitud hacia los pobres como en sus ideas sobre la pobreza. Pero no en el sentido que muchos le dan: la desmoralización de la economía proveniente de la doctrina del laissez faire, como también la del hombre económico y la de los pobres que se encontraban a merced de fuerzas que no controlaban, sobre las cuales en la nueva economía política, nadie tenía control.

Esta interpretación de La Riqueza de las Naciones, nos dice la autora, es común, pero no justa, porque supone que la idea de Smith de una economía de mercado carecía de un fin moral, que su concepto de la naturaleza humana era mecanicista y reduccionista y que su actitud hacia los pobres era indiferente o insensible. No toma en cuenta que Smith era un filósofo moral por convicción y profesión, como profesor de filosofía moral de la Universidad de Glasgow y célebre autor de La teoría de los sentimientos morales.

FILOSOFÍA MORAL

No era un individualista cruel, como a veces se pretende, por el contrario, una lectura atenta de su libro sugiere, que la economía política, como el filósofo escocés la entendía, formaba parte de un nuevo tipo de filosofía moral.

Smith insistió en que había muchas ocasiones, en que los intereses del individuo tenían que cederle el lugar a los intereses de los otros, sin importar ningún cálculo de utilidad: "Un individuo nunca debe preferirse más que a otro, como para dañarlo y ofenderlo, para beneficiarse, aunque el beneficio que obtenga sea mucho mayor que el daño o la ofensa al otro".

Una de las principales críticas que hacía al sistema mercantil era que alentaba a los comerciantes y a los fabricantes a ser egoístas e hipócritas. Estos ataques a los intereses privados, señala la autora, que estaban en conflicto con el interés general, en especial con los pobres e indigentes, difícilmente pueden reconciliarse con la famosa afirmación: "No esperemos nuestra comida de la bondad del carnicero, del cervecero, o del panadero, sino del fomento de sus propios intereses".

Pero, el principio del propio interés lo proponía limitado por ciertas condiciones: que estos no se aprovecharan de los otros, que respetaran las reglas del mercado libre y que no "conspiraran, engañaran y oprimieran".

Nos explica Gertrude, que la mano invisible, desde luego era invisible, porque el espíritu del sistema de "la libertad natural" no requería "ninguna mano" ni intervención o reglamentación para producir el bien general. Sin embargo, la metáfora sirvió para el importante propósito de recordarle al lector cuál era el fin de ese sistema: el individuo era impulsado por la mano invisible a "promover un fin que no era parte de su intención al buscar su propio interés, frecuentemente, promovía el de la sociedad y más eficazmente que cuando realmente intentaba originarlo".

Esa metáfora pone el énfasis de la argumentación en el interés general, sin ella, podía haberse apoyado en el interés del individuo.

LAS PERSONAS

El titulo, La Riqueza de las Naciones no se refería a la Nación en el sentido mercantilista : nación-Estado, cuya riqueza era la medida del poder que podía ejercer frente a otros Estados, sino a las personas que la integraba. La importancia de la gente aparece pronto en el libro, cuando examina la división del trabajo, afirma que la gran "opulencia universal" se difunde por los diferentes sectores de la sociedad: "Lo que mejora las circunstancias de la mayoría no puede considerarse un inconveniente para la totalidad... ninguna sociedad puede florecer y ser feliz, si la mayoría de sus miembros son pobres y miserables".

Pensaba que los trabajadores, como consumidores, estaban mal retribuidos por el sistema que promovía los precios altos y combatía las importaciones y, como productores, por un sistema que permitía que los patrones por medios legales o ilegales mantuvieran bajos los salarios y los precios elevados.

En resumen, los pobres eran las principales víctimas del sistema existente y serian los principales beneficiarios del sistema natural propuesto por Smith.

La condición de los pobres era decisiva para el sistema de libre mercado, por lo tanto, como productores de los bienes que gozaba el resto de la sociedad, tenían derecho a una parte justa de esos bienes.

LOS SALARIOS

Su obra no sólo fue un ataque a la reglamentación gubernamental y un alegato al laissez faire, era también una crítica a la teoría prevaleciente de los salarios. Los cuestiona cuando son bajos ofreciendo una razón para ello; en oposición a David Hume, quien explicaba que en los años de escasez cuando eran bajos "los pobres trabajaban más", Smith creía que los salarios altos eran consecuencia de una creciente riqueza y que la división del trabajo era crucial por la misma razón: contribuía a una mayor productividad y por ello a una economía en expansión, donde la riqueza creciente podía alcanzar a los estratos más bajos de la sociedad. Estaba convencido que el libre comercio aumentaría la libertad y la riqueza; los salarios altos asegurarían la productividad y el interés personal del individuo promovería, aunque inconscientemente, el interés público.

Para Smith, apunta Himmelfarb, como en general para la Ilustración escocesa, la razón no definía a la naturaleza humana sino los intereses, las pasiones, los sentimientos, las simpatías, cualidades que compartía toda la gente, sin distinciones. No se necesitaba un déspota ilustrado para promover esos intereses, ni un legislador del tipo de Bentham, para lograr que fueran armónicos, sólo se requería liberar a toda la gente para que pudieran actuar a favor de ellos: con estos actos individualmente motivados, libremente inspirados, el interés general surgiría sin intervenciones, reglamentos, o coerción.

LA EDUCACIÓN

En cuanto al problema naturaleza-educación, Smith subrayaba la educación, creía que si las personas eran distintas no se debía a diferencias innatas sino al diferente desarrollo de las cualidades comunes, el cual dependía de los hábitos, la cultura, y la educación. La única cualidad innata que menciona, compartida sin distinciones, es la de "la propensión a permutar, traficar, e intercambiar".

Afirmaba que era el común denominador que permitía que todos participaran en la división del trabajo y que todos se beneficiaran de esa división. Así también, las diferencias entre los órdenes sociales eran funcionales y no jerárquicas, los tres órdenes se definían por la naturaleza de ingresos: rentas, salarios y ganancias y no por la posición en una jerarquía alta, media o baja, lo importante de los sectores bajos no era su status sino que recibían sus ingresos en forma de salarios y no de rentas o ganancias.

Eran los más importantes de una empresa económica porque su trabajo era la fuente del valor .(Recordar que Smith describió el valor de una mercancía en términos del trabajo requerido para la obtención de un bien). El trabajo, tal como las rentas y las utilidades, era un patrimonio, una forma de propiedad que tenía derecho a la misma consideración que cualquier otro tipo de propiedad.

Donde por momentos le falla esta visión optimista es en el tema de la alienación de la clase trabajadora. La sitúa no en el capitalismo sino en el obrero industrial: lo reducía a un estado de letargo, estupidez e ignorancia, a menos que el gobierno hiciera algo para cambiar su situación. Esta imagen pesimista no condice con la que presenta en la mayor parte de su obra, donde le asigna al obrero industrial inteligencia, buen salario, y mejoramiento continuo, compartiendo con los demás "la opulencia universal" creada por la división del trabajo.

LA SOLUCIÓN

Al final de su obra plantea como solución, la educación pública: educar por medio de la lectura, escritura y aritmética; el Estado debía cobrar una cuota muy modesta, para que hasta el más pobre pudiera pagarla, aunque las escuelas no serian obligatorias, lo seria cierto tipo de instrucción antes de presentarse a un trabajo o establecer un comercio.

En pos de mejorar la condición de los pobres contradice su doctrina: había predicado en la mayor parte de dos volúmenes contra las reglamentaciones gubernamentales y luego, propone una participación del Estado mayor de la que existía en este tema.

Smith no criticaba a los románticos de esa época que idealizaban el analfabetismo como parte de una cultura natural superior del pueblo. Criticaba, por lo menos implícitamente, a sus contemporáneos quienes les negaban a los pobres la capacidad y la oportunidad de lograr "los valores de la clase media", a los que creían que ninguna educación podía civilizarlos, socializarlos y moralizarlos y a quienes les preocupaba que el populacho educado se volviera rebelde, exigente, y disconforme...

Cuando pide que se los eduque para que se conviertan en mejores ciudadanos, en mejores trabajadores, y en mejores seres humanos, no desprecia a los pobres, les atribuye los valores que él tenía en alta estima.

Pretendía hacer posible la libertad y hacer de ella una virtud, lo era para él, era la condición previa para todas las otras virtudes, deseaba que fuera accesible a la gente común, aun a aquellos entrenados para ocupaciones más simples.

Smith no era partidario -como se pretende- de un laissez faire dogmático y riguroso, su plan de educación sólo es uno de los ejemplos en que se apartaba del laissez faire y no involuntariamente. Lo hizo también, cuando propuso una ley que limitaba la libertad de los banqueros para hacer billetes o cuando abogó para que se conservara la ley contra la usura. De igual manera, aunque implícitamente, cuando apoyó la ley de los pobres y no se opuso a la obligación de ofrecer ayuda a los que no podían mantenerse.

EQUIDAD

Adam Smith, señala la conocida historiadora, no pretendía que la igualdad formal de la ley, ni la igualdad natural de las leyes de la economía política, tuvieran el mismo efecto sobre los pobres que sobre los ricos, fue por eso que inventó un sistema estatal de educación específicamente destinado a los pobres y apoyó las leyes que favorecían a los trabajadores, abogó por una política de salarios altos y una economía progresista.

No negó el hecho de la desigualdad pero tampoco abandono su supuesto básico: que los pobres, igual que los ricos, eran agentes morales libres, responsables. Mostró el mismo espíritu pragmático, y la misma preocupación por los pobres con respecto a los impuestos: su primer principio fue que debían gravarse proporcionalmente a la capacidad de pago y sólo podía ser gravado el lujo y no los artículos necesarios. Desaprobó también los reglamentos de los salarios que en vez de establecer una tasa mínima, establecían una tasa máxima, en cambio apoyó la ley que exigía que los patrones les pagaran a los obreros en efectivo, en vez de hacerlo en mercancías.

CONCLUSIÓN

Resumiendo a la autora, la economía política para Smith no era un fin en sí, sino un medio para lograr un fin y el fin era la riqueza y el bienestar moral y material de la gente de la que los pobres trabajadores formaban la mayor parte.

Tenían un status moral en esa economía, no el especial que tenían en el orden jerárquico sino el que los unía como individuos en una sociedad libre en la que compartían una naturaleza humana común, es decir, moral. Entre la antigua economía moral y la economía política del filósofo, había un abismo: la primera dependía de un sistema de reglamentaciones derivados de la equidad, la tradición, la ley, era un sistema que ordenaba los precios justos, salarios justos, derechos consuetudinarios, leyes corporativas obligaciones paternalistas, relaciones jerárquicas, todo estaba destinado a lograr un orden orgánico estructurado, seguro, armonioso.

El sistema de libertad natural, en cambio, se enorgullecía de ser abierto, móvil, cambiante, individualista, con todos los riesgos pero también con todas las oportunidades asociadas a la libertad.

(De www.laprensa.com.ar)

El origen de la propiedad

Por Juan Ramón Rallo

En cuanto a cómo se asigna la titularidad de los derechos de propiedad, cabe pensar en al menos tres grandes mecanismos para establecer derechos de propiedad: el primero es un reparto igualitario de todos los recursos naturales entre todos los individuos; el segundo, un reparto de los recursos en función de la importancia que esos recursos tienen para el individuo; y el tercero, un reparto de los recursos en función de su primera ocupación pacífica.

El economista Amartya Sen ilustra estos tres criterios con un ya famoso ejemplo de una flauta sin dueño y cuya propiedad puede asignarse potencialmente o al niño que carezca de flautas (reparto igualitario), o al niño que pueda darle un mejor uso (reparto en función de la utilidad), o al niño que haya fabricado esa flauta (reparto en función de la ocupación pacífica): ¿a cuál de todos ellos debería corresponderle la propiedad?

El primer mecanismo para asignar derechos de propiedad -reparto igualitario- es bastante problemático por cuanto en un mundo con recursos heterogéneos no es fácil repartirlos igualitariamente: ¿a cuántos metros cuadrados de suelo de la provincia de Toledo equivale un automóvil recién fabricado o 20 ovejas o una tienda de ultramarinos en Bagdad?

Una forma de esquivar esta dificultad sería que todos los recursos del universo fueran considerados propiedad colectiva de todos los seres humanos, pero en ese escenario los planes vitales de cada persona quedarían absolutamente a merced del consentimiento del resto (cualquier uso que quisiera hacer cualquier persona sobre cualquier recurso requeriría de la aprobación de todos los restantes copropietarios).

Otra forma de lograrlo sería dividir todos los recursos naturales en paquetes con un valor de mercado equivalente y repartirlos entre cada individuo; sin embargo, esta solución tampoco es viable: primero, porque el valor de mercado de los recursos no es idéntico antes y después de repartirlos (el valor de los recursos depende de quién los utilice y de cómo los utilice); segundo, porque el valor de mercado de los recursos no es estable en el tiempo, de manera que cualquier reparto igualitario en un arbitrario momento equivaldría a un reparto desigualitario en otro arbitrario momento; y tercero, porque este principio exigiría redistribuir parte de las propiedades ya constituidas hacia las nuevas personas conforme éstas fueran naciendo, perjudicando los proyectos vitales de quienes optan por no tener hijos (o por tener menos hijos) en favor de quienes escogen tenerlos.

El segundo mecanismo -reparto en función de la utilidad- también es harto inconveniente. Todas las personas tenemos distintos fines a los que otorgamos diversos grados de importancia y que estructuran nuestros proyectos de vida, pero no es posible comparar y jerarquizar la importancia que distintas personas le otorgan a esos distintos fines.

Algunos individuos pueden estar dispuestos a entregar incluso su vida por defender y promover unas determinadas creencias políticas o religiosas; en cambio, otros pueden otorgarle nula relevancia a tales creencias; asimismo, los hay que prefieren vivir vidas más cortas e intensas (deportes de riesgo, uso de sustancias psicotrópicas, promiscuidad, alimentación copiosa, etc.) frente a otros que prefieren vidas más prolongadas y previsibles.

Si no nos es posible consensuar unánimemente qué fines son preferibles a cuáles otros, tampoco será posible asignar títulos de propiedad sobre los recursos en función de la prioridad de los fines insatisfechos de las personas: si los hiciéramos, de hecho, les estaríamos imponiendo a unas personas el sometimiento a los proyectos vitales de otras personas en función de algún estándar arbitrario de valor.

Cabe, sin embargo, una tercera posibilidad para asignar derechos de propiedad: que los recursos que nadie está empleando pasen a integrar la propiedad de aquella persona (o de aquel grupo de personas) que los ocupa primero para utilizarlos dentro de sus proyectos vitales. Finder, keepers («quien lo encuentra, se lo queda»).

El principio podría parecer tan arbitrario como los anteriores, pero dista de serlo; si un recurso natural no está siendo utilizado por nadie para satisfacer ninguno de sus fines personales, entonces por definición nadie está pisoteando el proyecto vital de nadie al apropiarse de él. Dicho de otra forma, otorgar el derecho de propiedad al primer ocupante es del todo compatible con la libertad personal: es, de hecho, la extensión lógica de este principio en lo relativo a nuestras interacciones con el entorno. Respetamos escrupulosamente los planes que emprende un individuo al no arrebatarle ninguno de los medios que haya adquirido pacíficamente y que esté utilizando para tales fines.

(De "Liberalismo"-Valletta Ediciones-Florida 2021)

sábado, 28 de enero de 2023

Paul Johnson, el hombre y el autor

Por Alberto Benegas Lynch (h)

El jueves 12 de este mes de enero murió el gran Paul Johnson a los 94 años. Lo invité en abril de 1991 a dictar conferencias cuando fui Rector de ESEADE. Como digo más adelante, ya lo había conocido unos años antes en la Universidad de Cambridge pero en esta ocasión me encontré más de cerca con un personaje que además de ser un muy prolífico autor –escribió cincuenta libros– era de una calidez notable. Con mi mujer entablamos una relación muy especial con la suya –Marigold con quien se casó en 1958– y con él seguí un estrecho contacto vía epistolar. Su obra Historia del cristianismo abre con esta inscripción: “A Marigold, mi colaboradora permanente, mi más sabia consejera y mi mejor amiga”. Similar es su reconocimiento en The Birth of the Modern. Paul nos regaló un espléndido dibujo de su autoría tomado de la torre de los ingleses que fabricó durante esa estancia que conservamos como uno de nuestros buenos recuerdos.

En la visita de referencia a Buenos Aires me dedicó su libro Enemies of Society, dedicatoria que comienza “To my friend”, en esa obra apunta los errores del estatismo y la emprende con argumentos de gran solidez contra intelectuales tipo Herbert Marcuse y en general todo el marxismo y sus imitadores. Uno de los capítulos lleva el sugestivo título “Schools for Atilas” donde critica sistemas educativos autoritarios. También en ese libro se detiene a subrayar la importancia del lenguaje y lo disolvente que resulta para el pensamiento y la comunicación el degradarlo (parece escrito para hoy en relación a sandeces como el denominado “lenguaje inclusivo” y otras barrabasadas). Escribe en este contexto que “Aquellos que valoran el sentido de las palabras valoran la verdad y aquellos que tuercen el sentido del lenguaje estarán inclinados a propósitos antisociales”.

Paul Johnson deja cuatro hijos: Daniel que es periodista, Cosmo que es empresario, Luke que es ejecutivo de la televisión y Sophie editora también para programas televisivos. Paul en su época juvenil era de izquierda, por lo que fue editor de The New Stateman hasta que renunció al Partido Laborista y se mudó al Conservador al tiempo que denunciaba “el espíritu corporativista y totalitario” del estatismo que había comenzado a beber en su colegio de jesuitas, un cambio luego influido principal aunque no exclusivamente por Karl Popper, luego de lo cual recibió en su país la distinción de Comendador del Imperio Británico y en Estados Unidos la Medalla Presidencial de la Libertad y otras manifestaciones honoríficas en distintas partes del mundo.

El 2 de septiembre de 1984 pronunció una magistral conferencia en la reunión de la Mont Pelerin Society en la Universidad de Cambridge titulada “Nineteen Eighty-Four: a False Alarm?” donde muestra los aciertos de Orwell respecto a sucesos de aquel momento (para no decir nada del agravamiento de algunas facetas oscuras de hoy). Esta fue la primera vez que estuve con Paul Johnson y coincidentemente fue la oportunidad en la que la Mont Pelerin Society (la Academia Internacional, de la cual Friedrich Hayek fue uno de sus fundadores) me designó miembro de su Consejo Directivo. Esta disertación estuvo en línea con lo que había publicado cuatro años antes en la American Enterprise Institute traducida al castellano con el título de “La base moral del capitalismo”.

No resulta posible en un texto periodístico poner de relieve la obra ciclópea de este escritor colosal pero podemos dar una idea aproximada de sus valores en algunos de sus trabajos recorridos a vuelo de pájaro. En este caso resulta ilustrativo reproducir cinco citas tomadas de los respectivos originales en inglés y con una sexta trabajé en la versión castellana, en total apenas poco más del diez por ciento de su producción, sin glosas para que el lector saque sus propias conclusiones.

En primer lugar de A History of the Modern World: “La carrera de Perón ilustra su esencial identidad con el fascista deseo de poder y algunas veces tomaba prestado ideas de Mussolini, Hitler, Franco y Stalin […] Mostró cómo manipular a la gente en un sistema de contar cabezas […] Como presidente, Perón trasmitió una demostración clásica en nombre del socialismo y el nacionalsocialismo y cómo destrozar la economía […] Llevó a cabo un asalto frontal al sector agrícola, el mayor recurso de capital argentino. Ya en 1951 había agotado las reservas y había descapitalizado al país […] Destrozó la Suprema Corte. Arrebató el sistema radial y a La Prensa, el gran diario latinoamericano”.

Segundo, de A History of the American People: “La creación de los Estados Unidos de América es la más grande de las aventuras humanas. Ninguna otra historia nacional contiene esas notables lecciones para los estadounidenses y para el resto del mundo […] Los tropiezos se deben principalmente al keynesianismo –otra palabra para el intervencionismo estatal […] De hecho, el libro de Keynes La teoría general del empleo, el interés y el dinero, proponía una moneda administrada por funcionarios dedicados a estabilizar precios que significan interferencias constantes de los gobiernos lo cual es parte del problema”.

Tercero, su extenso prólogo a The Voluntary City. Choice, Community and Civil Society, una colección de quince autores compilados por Peter Gordon que objetan la existencia del monopolio de la fuerza refutando las nociones de bienes públicos, externalidades, el dilema del prisionero y la asimetría de la información. Allí Paul Johnson exhibiendo una mente abierta, juvenil y atenta a nuevos paradigmas, escribe que “Confío y envídio a los que vivirán para ver el cambio, en cincuenta años estaremos manejando las cosas de modo sustancialmnete diferente a lo que se hace hoy, respondiendo mucho más acertadamente a las necesidades humanas respecto a los métodos que hoy empleamos. El mundo no será Utopía pero para usar una expresión favorita de los victorianos, será un mejoramiento”.

Cuarto, en Historia de los judíos: “Los judíos han penetrado en muchas sociedades y han dejado su impronta en todas. Escribir la historia de los judíos es casi como escribir la historia del mundo […] Es una historia del mundo observada desde el punto de vista de una víctima culta e inteligente […] El judaísmo rabínico fue un evangelio del trabajo porque exigía que los judíos aprovecharan exhaustivamente los dones divinos. Exigía que los aptos y los capaces se mostraran industriosos y fecundos, entre otras cosas porque así podían afrontar sus obligaciones filantrópicas”.

Quinto, en Napoleón: “Chateaubriand y Madame de Stäel fueron dos de los más dedicados enemigos de Napoleón […] Lamartine llamó a 'esta religión napoleónica el culto a la fuerza que está influyendo en el espíritu de la nación en lugar de la verdadera religión de la libertad' […] El inglés más influyente del napolionalismo fue Thomas Carlyle que lo puso a Bonaparte en le centro de la escena en sus conferencias de 1841, Heroes and Heroe Worship […] El todopoderoso Estado de Napoleón fue concebido por su admirado Hegel que a su vez fue la raíz tanto del marxismo como del totalitarismo nazi […] Ningún dictador del trágico siglo veinte ha estado ajeno a los ecos napoleónicos, desde Lenin, Stalin, Mao Zedong a los tiranos como Kim Il Sung, Castro, Perón, Mengistu, Saddam Hussein, Ceaucescu y Gadafi […] Los grandes males del bonapartismo fueron la deificación de la fuerza y la guerra, el todopoderoso Estado centralizado, el uso de la propaganda cultural y el manejo de pueblos en busca de poder personal e ideológico”.

Y por último, sexto, The Quest for God: “En la religión el antropomorfismo simplemente refleja las limitaciones de la imaginación humana […] La única forma de igualdad que es posible y deseable es la igualdad ante la ley […] Doctrinas conocidas como Teología de la Liberación. Esta es simple y absolutamente una herejía anticristiana, sin ninguna base moral […] La práctica del aborto nos remite a un problema importante. El fracaso de encontrar una alternativa de alimento espiritual, sistemas que son capaces de matar, los millones de niños a los cuales no les permitió nacer, mucho menos vivir igual que lo hizo Hitler, Pol Pot, Stalin o Mao […] El mal surge necesariamente de la magnificencia de Dios al conceder una libre voluntad a sus criaturas humanas […] permite escoger tanto el bien como el mal […] Esta es una línea de pensamiento seguida por Santo Tomás de Aquino y otros”.

(De www.elcato.org)

jueves, 26 de enero de 2023

Pedido de absolución de los rugbiers

Entre los posibles extremos de degeneración del ser humano, podemos encontrar casos como el del abogado defensor de los ocho rugbiers que asesinaron, impulsados por el placer de matar, al joven Baéz Sosa. Ante las evidencias de las escenas filmadas, confirmadas por muchos testigos, sólo una mente pervertida puede pedir la libertad de los asesinos. En caso de que sea aceptado el pedido de absolución, algo posible en un país como la Argentina, se le daría cierta información, a futuros asesinos en patota, que tal macabra "diversión" podría practicarse sin mayores riesgos de terminar en una cárcel.

A quienes les parezca exageradas las dudas respecto del funcionamiento de la justicia nacional, debemos recordarles que algo parecido ocurrió en la Argentina hace algunas decenas de años atrás. Esa vez, agrupamientos de asesinos, Montoneros y ERP, asesinaron, no a una persona, sino a MIL NOVENTA Y CUATRO. Pero un abogado amigo y aliado de tales organizaciones delictivas, llamado Raúl Alfonsín,a cargo de la presidencia de la nación, ordenó investigar asesinatos a partir de 1976, de manera que sus amigos terroristas no tuvieran que sufrir el encierro de la cárcel. De ahí que la posible absolución de quienes asesinaron a "sólo" una persona, no debería ser un hecho que debiera llamar demasiado la atención.

La Corte Suprema del 85, que tácitamente absolvió a Montoneros y ERP, y envió a la cárcel a militares argentinos culpables de haber impedido la instalación del comunismo en la Argentina, además de otros ilícitos, goza de la veneración general a través de la película respectiva. En cierta forma son los antecesores del abogado defensor de los rugbiers asesinos. Además, como un 80% de los libros editados sobre los años 70 estaban a favor de la guerrilla prosoviética, no deberíamos extrañarnos tanto de los numerosos personajes que hoy se oponen a una "injusta condena social" contra los "pobres rugbiers" que "no tenían intenciones de matar" (algo parecido a las justificaciones acerca de los "jóvenes idealistas" de los años 70).

Los "fabricantes" de peronismo y marxismo

En los países subdesarrollados, tanto cultural como económicamente, existe una mentalidad antiempresarial que favorece el trabajo en el Estado o bien en relación de dependencia. Al buscarse el empleo seguro y perdurable, junto a la tranquilidad asociada a la poca responsabilidad requerida en muchos trabajos, la cantidad de empresarios existentes impide la formación de un mercado competitivo y, por lo tanto, imposibilita la existencia de una economía de mercado.

Suponiendo que exista sólo un empresario en cada rubro de la industria y del comercio, no resulta raro que tales empresarios aprovechen la situación para pagar bajos sueldos a sus empleados e, incluso, a ejercer un mando despótico sobre los mismos, algo que ese mismo empresario no haría en caso de existir competidores en donde podrían ir a trabajar sus empleados descontentos con el sueldo y con el trato.

Puede decirse que tal tipo de empresario actúa como un eficaz "fabricante" de peronistas y marxistas, es decir, personas descontentas que preferirían una férrea intromisión estatal en la economía e, incluso, la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.

Cuando se buscan los culpables de estas situaciones, casi siempre se olvida mencionar al conjunto de la sociedad, por cuanto es incapaz de contar con un plantel adecuado de empresarios de manera de permitir la necesaria competencia empresarial que habrá de favorecer a todos.

Al respecto se menciona una expresión de protesta de un autor anónimo: "Antes que sobrellevar la terrible injusticia de mi condición, la cruel inseguridad a la cual estoy condenado, la imposición arbitraria, mediante la fuerza, de las órdenes de otros hombres para su provecho y en mi detrimento, más bien que sufrir la explotación y la presión intolerable de relaciones puramente mecánicas, prefiero destruir la sociedad bajo la cual he sufrido todos esos males".

"Me vengaré enseguida de los ricos a los cuales no estoy ligado por un lazo humano de lealtad o por un estatuto -dudo que mis amos han negado el valor del estatuto y de los antiguos lazos humanos. Yo, a mi vez, he de despojarlos. Si he de ser un semiesclavo para beneficio de ellos, me contentaré con ser un esclavo total de la comunidad, de manera que nadie se enriquezca gracias a mi trabajo mientras yo estoy sumido en la desesperación".

"Me dicen que al destruir la propiedad estoy destruyendo la familia: contesto que tanto yo como mis compañeros no hemos tenido propiedad y sobre el particular aun el lazo de la familia está casi perdido entre nosotros. Habremos terminado con esto como con todo lo demás. Tendremos un nuevo mundo aunque signifique -y precisamente porque significa- la destrucción violenta del antiguo mundo" (Citado en "La crisis de nuestra civilización" de Hilaire Belloc-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1966).

El otro "fabricante" de peronismo y marxismo es el pseudointelectual sembrador de odio que promueve y acentúa el descontento generalizado en lugar de buscar las causas que producen la situación de crisis. Hilaire Belloc escribió al respecto: "Este es el espíritu sobre el cual actúa el comunismo y sobre el cual se levanta la rebelión materialista actual. La cosa en sí misma es un levantaminto explosivo contra la justicia. Hasta aquellos que la conducen están inspirados por un sentido luminoso de la justicia, aun cuando la mayor parte, los más aptos, y desde luego los que tienen más aptitudes para mandar, están inspirados en algo muy distinto; los mueve el odio hacia todo aquello que nos ha hecho lo que somos: aquello que ha hecho nuestro arte, nuestra gloria, así como lo que nos ha precipitado a nuestra caída".

martes, 24 de enero de 2023

El Papa conservador

Entre los cambios en la Iglesia Católica de los últimos tiempos, se advierte una renuncia a la prédica de la ética implícita en los Evangelios para ser reemplazada por una prioritaria orientación hacia la "cuestión social". De ahí que algunos autores consideran a la Iglesia como una nueva ONG (Organización no gubernamental).

Ya no interesa tanto predicar las ideas y la actitud cristiana, bajo el criterio de "Busca el Reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura". Esta vez se busca, sin mucho éxito, la "añadidura", y se olvida lo del "Reino de Dios y su justicia", la creencia y la evidencia de la existencia de un orden natural al cual nos debemos adaptar. Tal adaptación contempla, por supuesto, una actitud de cooperación que permite una exitosa respuesta a la cuestión social, en lugar de orientarse mediante la Teología de la Liberación, ideología cercana al marxismo-leninismo.

A continuación se transcribe una artículo crítico contra los cambios recientes de la Iglesia:

EL PAPA CONSERVADOR

Por Rubén Peretó Rivas

La muerte del papa Benedicto XVI ha sido ocasión para que las columnas de opinión de los medios de prensa del mundo entero renovaran los epítetos con los que fue calificado a lo largo de todo su pontificado: "guardián de la ortodoxia"; "rottweiler de Dios"; "PanzerKardinal", etc., haciendo referencia todos ellos a un adjetivo que se supone cargado de connotaciones negativas: Ratzinger era un conservador. Y eso implica, para el mainstream, algo necesariamente malo y reprobable.

Llama la atención que una falacia de este tipo, que ya los filósofos medievales conocían muy bien y llamaban "argumento ad novitatem", tenga aún pretensiones de validez. Que solamente sea digno de respeto y aprobación aquel que innova, que cambia las instituciones, que es "abierto" y que, en definitiva, es progresista, no tiene ningún fundamento lógico.

Y tampoco tiene fundamento racional que el calificativo de "conservador" pueda convertirse en una acusación. Y de hecho, en los últimos días, hemos visto como muchos representantes de la misma iglesia católica, obligados seguramente por las circunstancias, han salido a defender al difunto papa Benedicto asegurando que no era conservador.

No tiene sentido enzarzarse en tal discusión, pues sería otorgar entidad a un argumento falaz que no posee validez alguna. Sin embargo, sí es oportuno considerar las condiciones o el contexto desde el cual esa acusación es arrojada, tanto sea por periodistas o por eclesiásticos e intelectuales católicos cuyo empeño principal pareciera rendirle al mundo la debida pleitesía asegurándole que tanto la iglesia como sus jerarcas están dedicados y comprometidos con los mismos valores que promueve la cultura contemporánea.

Se trata de una actitud que viene de mediados del siglo XX y que ha demostrado ser no solamente inútil con respecto a los objetivos buscados, sino perjudicial para la misma iglesia, y la prueba está en que el mundo sigue rechazando los ideales cristianos y que la iglesia, que busca presentarse como progresista y acogedora de los ideales que pregona el mundo, está entrando en una agonía de la que difícilmente podrá reponerse.

Y tal diagnóstico está a la vista de todos: iglesias cerradas por la ausencia de fieles, congregaciones religiosas moribundas, seminarios vacíos, clero anciano y con escasas posibilidades de recambio, etc.

Fue justamente a partir de este diagnóstico, como resulta claro cuando se leen sus libros y demás escritos, que Benedicto XVI edificó su pontificado. Su divisa fue "Dios primero".

LITURGIA

En el prefacio a Teología de la Liturgia, el undécimo volumen de sus obras completas (que fue el primero en ser publicado, por su deseo expreso, en 2008), dice: "Cuando el enfoque en Dios no es claro, todo lo demás pierde su orientación. El dicho de la Regla de San Benedicto «Nada se debe preferir a la liturgia» (43,3) se aplica específicamente al monacato, pero como forma de ordenar las prioridades también es real para la vida de la Iglesia y de cada individuo".

Es por esto que el papa Ratzinger otorgó tanta importancia a la liturgia, un elemento que para el ala progresista de la iglesia es totalmente secundario e, incluso inútil.

La solemnidad y belleza de las celebraciones que él mismo presidía y la decisión que tomó de levantar todas las prohibiciones que pesaban sobre la liturgia latina tradicional -lo cual le valió innumerables críticas-, se orientaban en ese sentido: la iglesia tiene una misión eminentemente sobrenatural y consiste en transmitir a los hombres los medios que Jesucristo dispuso para su salvación eterna -los sacramentos y su misma Palabra revelada- y dar a Dios el culto debido.

La prioridad la tiene Dios. Luego, viene todo el resto; luego viene la atención a los pobres o la preocupación por los migrantes; luego vienen las advertencias a los gobiernos a fin de que respeten las reglas democráticas y breguen por la paz; luego viene la asistencia a los más desfavorecidos y todas aquellas actividades que la iglesia realizó desde sus mismos inicios como una sobreabundancia y derrame de su primera función sobrenatural.

En las últimas décadas, sin embargo, el activismo social ha pasado a ser, en muchos casos, la misión exclusiva de la iglesia católica, y sus sacerdotes y religiosas se han convertido en meros agentes de promoción comunitaria.

Cuando se lee la monumental obra del papa Benedicto XVI, sea sus escritos teológicos orientados a un público erudito, sea sus escritos de divulgación como su Jesus de Nazareth, se observa permanentemente esta tensión primera hacia Dios. Cuando ella desaparece, también desaparece la iglesia, que queda convertida en una ONG de dimensiones planetarias, como pueden serlo Greenpeace o Amnesty International.

Para las opiniones del mundo, y también de muchos obispos y sacerdotes católicos, la primacía de Dios sobre la que insistió el papa Ratzinger y sobre la que basó su pontificado, no es más que una rémora más o menos decadente de un pasado del que hay que desprenderse lo antes posible y abrazar los ideales secularizados que propone la cultura contemporánea.

Se trata de transformar a la religión, que por su propia naturaleza posee principios sólidos y no negociables tanto en cuestiones de fe como de moral, en una religión líquida, que se va adaptando a las cambiantes circunstancias sociales.

Desde esta perspectiva, entonces, es comprensible que Benedicto XVI haya sido considerado un papa conservador, otorgando al adjetivo una valencia negativa, y su pontificado haya sido el objeto de ataques permanentes no solamente de quienes previsiblemente adoptarían esa postura, sino también de miembros encumbrados de la misma iglesia católica.

El papa Benedicto XVI fue un hombre conservador, pero esta calificación de ninguna manera puede ser considerada una mácula o un aspecto negativo. Fue conservador en tanto fue fiel a la misión que se le encomendó como padre y maestro de la iglesia católica, una institución cuya finalidad va más allá de la inmanencia de este mundo y se orienta a la trascendencia del mundo venidero.

(De www.laprensa.com.ar)

domingo, 22 de enero de 2023

La nueva Edad Media

Algunos autores establecen analogías entre la Edad Media europea y nuestra propia época, posiblemente para que seamos conscientes de nuestros errores y de la necesidad de solucionarlos. El inicio de la Edad Media estuvo caracterizado por una etapa de desmembramiento de la civilización romana, motivado por el avance de ideas y acciones destructivas y violentas. En los finales del medioevo aparecen los primeros síntomas de la evolución cultural que culmina con el Renacimiento. Nicolás Berdiaeff escribió: "Llamo Edad Media a la época en que el ritmo histórico substituye a la de antes, siendo la transición del racionalismo de los tiempos modernos a un irracionalismo, o más bien, a un «super-racionalismo» de tipo medieval".

"Se aproxima el tiempo en que se planteará para todos la cuestión de si el progreso fue un «progreso» o si, por el contrario, ha sido una «reacción» siniestra, una reacción contra el sentido del universo, contra las auténticas bases de la vida" (De "Una nueva Edad Media"-Biblioteca Ercilla-Santiago de Chile 1933).

Los nuevos "barrios privados", con sus límites a prueba de invasiones externas y con sus sistemas de seguridad, nos retrotraen a las imágenes de los pueblos medievales con sus altas murallas, sus fosas y puentes levadizos, que son los signos de una etapa de avasallamientos e inseguridad, que por el momento no ha desaparecido. Umberto Eco escribió: "Recientemente, y desde muchas y diferentes posiciones, se ha empezado a hablar de nuestra época como de una nueva Edad Media. El problema reside en saber si se trata de una profecía o de una comprobación".

Este autor describe un hecho similar al ocurrido luego del "apagón de Nueva York" con sus secuelas de caos y violencia: "Se producen saqueos de supermercados, en las casas se acaban las reservas de velas, aumenta el número de muertos de frío, de hambre y de inanición en los hospitales. Cuando se restablezca la normalidad...comenzarán a difundirse epidemias y a producir nuevos azotes de proporciones semejantes a las de la peste negra que en el siglo XIV acabó con dos terceras partes de la población europea. Surgirán psicosis parecidas a las que se habían producido en el pasado con respecto a los «untadores» (nombre que recibieron, durante la peste que hizo estragos en Milán en el siglo XVII, las personas que, según se creía, la difundían untando muros y puertas con ungüentos y sustancias infectas)" (De "La nueva Edad Media" de Umberto Eco y otros-Alianza Editorial SA-Madrid 1997).

En todo esto se advierte que, si bien el avance científico y tecnológico actual, respecto del medioevo, es indiscutible, no parece que haya sido acompañado de un similar avance en lo ético y cultural. Si se le pregunta a los ciudadanos actuales acerca de cómo se habrían de solucionar los problemas mencionados, una gran parte dirá que con "una mejor distribución de la riqueza", lo que lleva implícita la certeza de que el sector productivo se queda con algo que no debe, y que, bien distribuido, alcanzaría para todos, siendo una hábil manera de promover el caos y la violencia.

Pocas veces se habla de una "justa distribución de la producción", favoreciendo con tal omisión la inactividad de sectores a quienes se les inculca que sólo el Estado es capaz de llevarles parte de la riqueza que "por derecho natural" le corresponde a todo habitante del planeta, ya sea que trabaje y produzca riqueza, o no lo haga.

Si aceptamos que vivimos en una "nueva Edad Media", podemos preguntarnos si se trata de una etapa similar a la posterior a la caída del Imperio Romano, con el caos, las usurpaciones y el vandalismo respectivo, o bien transitamos por una etapa similar a la que apuntaba hacia el Renacimiento. Podemos afirmar que nos encontramos en la primera etapa. Incluso puede advertirse que el principal promotor de usurpaciones de tierras cultivadas, en la Argentina, es Juan Grabois, que comparte las ideas de Jorge Bergoglio y que por ello desempeña un cargo en el Vaticano.

Críticas a la ciencia experimental

Varias son las críticas que se destinan a la ciencia y a los científicos; a veces justificadas y otras veces no tanto. Debemos distinguir, sin embargo, entre las críticas constructivas y aquellas que no lo son. En general, todos estamos de acuerdo en que la humanidad dista bastante de funcionar adecuadamente, por lo que debemos buscar soluciones factibles en lugar de intentar su destrucción esperando construir un mundo mejor sobre sus cenizas; tal como pretenden los revolucionarios.

En primer lugar es oportuno distinguir entre ciencia y tecnología, ya que son dos actividades distintas. La ciencia busca describir leyes naturales sin interesarle al científico la aplicación concreta que ese conocimiento pueda tener. La tecnología busca aplicaciones concretas sin interesarle al tecnólogo el fundamento científico del conocimiento que aplica. Estas serían las actitudes predominantes en los científicos y en los tecnólogos “puros”, mientras que en realidad el científico puede interesarse por las aplicaciones concretas de su actividad y al tecnólogo pueden interesarle los fundamentos científicos de lo que ha de aplicar. De ahí que exista una transición gradual entre ambos extremos.

Quizás la mayor crítica que se le hace a los científicos es haber construido armas nucleares, que constituyen la mayor amenaza contra la seguridad del planeta. Sin embargo, la misma tecnología que permite realizar bombas de fusión, o bombas de hidrógeno, será la que permitirá algún día proveer de energía a la humanidad cuando el petróleo y el uranio se hayan agotado. En cuanto al mal empleo del conocimiento científico, es un problema ético que deberá resolverse a partir de un conocimiento más profundo del comportamiento humano. Todo nuevo conocimiento podrá emplearse tanto para el Bien como para el Mal; por ello no debe culparse al que descubrió algo nuevo, sino al que lo aplicó con fines perjudiciales para los seres humanos.

Se citan a continuación algunas críticas que aparecen en el libro “Introducción a la Metodología de la Ciencia” de Javier Echeverría (Ediciones Cátedra SA-Madrid 1999). En primer lugar aparece una crítica sobre su utilización, por parte del Estado, como un medio para afianzar su poder: “Concediendo los medios para la investigación, el Estado controla y selecciona, pero se convierte al mismo tiempo en apoyo, si no en promotor, de la ciencia. Los sabios son así incitados a adoptar una conciencia de servidores del Estado, sutilmente mezclada con la conciencia de trabajar por el bien público. A cambio, la ciencia aporta al Estado la garantía de su universalidad, reforzando la clase de autoridad que él pretende obtener de la «voluntad general»” (por Sonia y Maurice Dayan).

Comentario: Esta descripción se adapta mejor a las sociedades con mayor concentración de poder estatal, tal el caso de los países comunistas. El físico Andrei Sajarov escribió sobre la ex URSS: ”La influencia de estos mismos factores anti-intelectuales es más indirecta sobre las ciencias exactas y la técnica, pero no menos destructiva. La comparación de los logros de la URSS en el campo de la ciencia, la técnica y la economía, con los obtenidos por los países extranjeros lo demuestra con toda claridad”.

“No es casualidad que sea precisamente en nuestro país donde, durante largos años, se hayan visto privados de su normal desarrollo muchos y prometedores intentos científicos de la biología y la cibernética, mientras, revestidas de suntuosos colores, la demagogia descarada, la ignorancia y la charlatanería ganaban florecientes la luz pública. No es casualidad que hayan sido realizados en otros países todos los hallazgos importantes de la ciencia y de la técnica modernas: la mecánica cuántica, las nuevas partículas elementales, la fisión del uranio; el descubrimiento de los antibióticos y de la mayoría de los nuevos preparados farmacéuticos de alta efectividad; la invención del transistor, de las calculadoras electrónicas y del rayo láser; la generación de nuevas especies vegetales de gran rendimiento agrícola, el descubrimiento de otros componentes de la «revolución verde» y la creación de una nueva tecnología en la agricultura, la industria y la construcción” (De “Mi país y el mundo”–Editorial Noguer SA-Barcelona 1975).

Otras críticas que aparecen en el libro de J. Echeverría se deben al grupo Survivre: “La ciencia ha creado su propia ideología, que tiene muchas de las características de una nueva religión, que podríamos llamar el cientificismo. Dicha ideología ha reemplazado a las religiones tradicionales. Se enseña obligatoriamente en todos los niveles educativos y está difundida en todas las clases sociales, si bien resulta más poderosa en los países más desarrollados y en las profesiones intelectuales”.

“La ciencia, y la tecnología surgida de la ciencia, y sólo ellas, pueden resolver los problemas del hombre” (Mito)

Comentario: Hay veces en que se critica la religión tradicional desde una postura científica, pero sin ofrecer una alternativa válida, por lo que no es honesta tal postura. El hombre no puede vivir sin religión, o sin una ética o sin un sentido de la vida, por lo que, debido a las crisis internas de las propias religiones, busca aferrarse a otras alternativas que supone válidas, tal como la ciencia. Sin embargo, la ciencia todavía no ha podido responder aceptablemente a los interrogantes cuyas respuestas eran antes brindadas por la religión tradicional.

Desde un punto de vista científico, nadie puede oponerse a que los problemas del hombre sean resueltos por la religión o por la filosofía, pero si estas disciplinas se deterioran cada vez más, le están dejando a la ciencia la principal responsabilidad respecto del futuro de la humanidad; la de resolver no sólo los problemas materiales sino también los espirituales. La ciencia no busca reemplazar a la filosofía y a la religión, sino que trata de fundamentarlas.

Otras críticas son las siguientes: "Sólo el conocimiento científico es un conocimiento verdadero y real, es decir, sólo lo que puede ser expresado cuantitativamente y ser formalizado, o ser repetido a voluntad bajo condiciones de laboratorio, puede ser el contenido de un conocimiento verdadero». De acuerdo con este mito, el conocimiento científico es «universal, válido en todo momento, en todo lugar y para todos, más allá de las sociedades y de las formas culturales particulares»”.

Comentario: En realidad, el conocimiento científico verificado experimentalmente tiene las características mencionadas, de lo contrario estaría al margen de la ciencia. Pero este conocimiento seguro se da principalmente en las ciencias naturales. Además, no es lícito afirmar que no existe verdad fuera de la ciencia, por cuanto parte de la religión o parte de la filosofía pueden ser verdaderas sin que entren en el marco de la verificación experimental.

“Todo lo que puede ser expresado en forma coherente en términos cuantitativos, o puede ser repetido bajo condiciones de laboratorio, es objeto de conocimiento científico y, por lo mismo, válido y aceptable. En otra palabras, la verdad…..es idéntica al conocimiento, es decir, al conocimiento científico”. (Mito)

Comentario: No todo conocimiento es bien interpretado. Incluso en ciencia se cometen errores considerables, tal el caso del científico que recibió el Premio Nobel de Medicina por error. En el libro “Biopsicología”, de John P.J. Pinel (Editorial Prentice-Hall-Madrid 2001), encontramos lo siguiente:

“En 1949, el Dr. Egas Moniz fue galardonado con el premio Nobel de Fisiología y Medicina por la invención de la técnica de la lobotomía prefrontal, un procedimiento quirúrgico en el que se cortan las conexiones entre los lóbulos prefrontales y el resto del cerebro”.
“Aunque parezca increíble, el programa de psicocirugía de Moniz se basaba en una única observación de un único chimpancé en una única situación, lo que demuestra una completa falta de conocimiento de la diversidad cerebral y del comportamiento, tanto entre especies como dentro de una misma especie”.
“El segundo gran punto débil del caso científico de la psicocirugía fue el fallo de Moniz, así como de otros investigadores, de evaluar con sumo cuidado los efectos de este tipo de intervención sobre los primeros pacientes que la sufrieron”.
“A la larga resultó evidente que la lobotomía prefrontal era poco beneficiosa como terapia, y que producía una amplia gama de efectos secundarios indeseables, como amoralidad, falta de previsión, falta de sensibilidad emocional, epilepsia e incontinencia urinaria. Esto llevó al abandono de la práctica de la lobotomía prefrontal en muchas partes del mundo, pero no antes de que más de 40.000 pacientes, sólo en EEUU, hubiesen sido lobotomizados”.
“Esta historia tiene un sombrío epílogo, Moniz fue tiroteado por uno de sus pacientes. La bala se alojó en su columna vertebral, a resultas de lo cual quedó parapléjico (paralítico de cintura para abajo)”.

Otra crítica (en forma de mito): “Átomos, moléculas y sus combinaciones pueden ser enteramente descritos según las leyes matemáticas de las partículas elementales; la vida de la célula en términos de moléculas; los organismos pluricelulares en términos de poblaciones celulares; el pensamiento y el espíritu (incluyendo toda clase de experiencia psíquica) en términos de circuitos de neuronas; las sociedades animales y humanas, las culturas humanas, en términos de los individuos que las componen”.

Comentario: En realidad, tanto no se podría hacer, pero si alguna vez tuviéramos la posibilidad de lograr descripciones tan precisas, es posible que se podrían solucionar varias enfermedades hoy en día incurables, lo que no dejaría de constituir un gran adelanto.

En cuanto a la planificación estricta de la actividad científica, ya sea por parte del Estado o por parte de los directivos de una empresa, es oportuno mencionar la opinión del Premio Nobel de Medicina Arthur Kornberg: “Si realizamos un paralelismo y salvando las distancias, las investigaciones médicas parecen más bien un juego de pool que un juego de billar: los puntos son marcados sin importar en qué agujero entra la bola, porque cada aumento en la técnica y en la comprensión de una enfermedad pueden beneficiar a los esfuerzos de los investigadores que trabajan en otras diferentes enfermedades”.

“Los científicos estuvieron satisfechos cuando el Allopurinol, el cual sintetizaron para la terapia del cáncer, confirmó ser eficaz en el tratamiento contra la gota en un primer paciente estudiado; la droga emerge como un tratamiento excepcional de artritis gotosa. Ni siquiera se desconcertaron cuando el Acyclovir, que siempre ha sido deseado como tratamiento para el cáncer, resultó ser una de las mejores drogas contra las infecciones del virus herpes” (De “La hélice de oro”–Universidad Nacional de Quilmes Ediciones-Buenos Aires 2001).

El conocimiento científico es a veces criticado por ser muy especializado. Se dice que el científico “conoce todo de nada”, mientras que el conocimiento filosófico es demasiado general, por lo que se dice que el filósofo “conoce nada de todo”. Lo ideal es buscar un término medio buscando el complemento entre ambas ramas del conocimiento.

viernes, 20 de enero de 2023

Ideología y cambio social

En épocas de severas crisis surge la imperiosa necesidad de establecer cambios en la sociedad. Disponemos de la posibilidad de establecer nuevas leyes, promulgadas por el Estado, para que, exteriormente al individuo, permitan lograr un mejor ordenamiento social, o bien debemos encontrar la información básica que nos permita establecer una mejora ética generalizada.

A esta información podemos denominarla “ideología”, ya que ha de estar materializada por un conjunto ordenado de ideas que deberá ser aceptado y comprendido por la mayoría de las personas, para que se produzcan los efectos deseados.

Si bien se emplea generalmente la palabra “ideología” para denominar a un conjunto de ideas con poco o ningún fundamento científico, en este caso adoptamos un término cuyo significado se asocia a lo que podríamos denominar “la ciencia de las ideas”.

En lugar de esperar que el lector “crea” en el mensaje recibido, o “esté de acuerdo” con el mismo, es deseable que pueda decir finalmente si la información recibida es “verdadera”, o no.

Para tener éxito en esta empresa, debe disponerse de información que sea accesible a la verificación directa por parte de cualquier observador. Previamente a tal verificación, su contenido deberá ser accesible a personas con niveles intelectuales aceptables, y no sólo a especialistas en temas sociales.

Referencia esencial

En la mayoría de las discusiones respecto de cómo el hombre debería actuar en sociedad, se olvida una referencia esencial, y es la existencia de un criterio exterior a la humanidad que constituye la “voluntad del Creador”, o la voluntad de la Naturaleza.

Es evidente que existen leyes naturales que rigen a todas y cada una de las partes constitutivas de nuestro cuerpo y de nuestra mente, incluso a los procesos asociados a nuestros sentimientos y a nuestro comportamiento social. De ahí que resulta esencial tener en cuenta esas leyes; de lo contrario toda discusión carecerá de seriedad y de significado.

Nótese que la idea de adaptarnos a un conjunto de leyes preestablecidas, es una idea cercana a la religión. Tales leyes, las leyes de Dios, no son otra cosa que las leyes naturales que estudia la ciencia experimental. De ahí que, al adoptar como referencia al orden natural existente, estamos adoptando una postura que se identifica con el planteamiento básico de la religión natural, que es compatible con la ciencia experimental.

Si todo lo existente está regido por leyes naturales, podemos hablar de la existencia de cierto orden, ya que toda ley se establece para crear un orden. Si aceptamos la existencia de leyes naturales, estamos también aceptando la existencia de un orden natural.

Tendencia del universo

La influencia de las leyes naturales se manifiesta como un conjunto de fuerzas, o presiones, que nos impulsan, a través de “premios” y “castigos”, a seguir determinados rumbos en lugar de otros. Es esencial poder describir tales tendencias para poder adaptarnos de la mejor manera posible a ese orden natural.

La ciencia actual nos sugiere que hubo un inicio del universo en el cual existían partículas simples, luego se fueron formando los núcleos, átomos, moléculas, células, organismos, y así hasta llegar, finalmente, a la vida inteligente. Podemos decir que existe una tendencia a la formación de niveles de mayor complejidad y, a la vez, con un mayor grado de conciencia, como fue sugerido por Teilhard de Chardin y otros autores.

Los últimos peldaños de la complejidad se han ido formando a través del proceso evolutivo, siendo la evolución cultural el proceso por el cual el hombre, al adquirir información adicional sobre las leyes que rigen al universo y a nosotros mismos, logra aceptables niveles de adaptación al orden natural.

Además del sentido aparente del universo, podemos hablar de un sentido de la humanidad, que se ha de ir estableciendo a través de una toma de conciencia que habrá de constituir la conciencia colectiva de la humanidad. Este proceso se ha de establecer mediante una especie de introspección sociológica que favorecerá el establecimiento de la misma.

Una ideología, para ser efectiva, deberá llegar a ser una parte integrante de la mentalidad generalizada de la sociedad. Para ello, no basta sólo con la veracidad de su contenido, sino que deberá ser transmitida con la misma eficacia que permite que una canción trascienda las épocas y se incorpore a la tradición de un pueblo.

Ciencia

Debido a las divisiones y antagonismos que se producen entre los seguidores de las distintas religiones, junto a la falta de rigor mostrado por las distintas posturas filosóficas, todas nuestras esperanzas recaen en la ciencia experimental, como el medio más confiable para establecer el conocimiento básico que orientará nuestras decisiones. Y ello es posible por cuanto, lo que es necesario conocer con certeza, que es lo simple y lo evidente, es justamente lo que resulta observable y cuantificable, es decir, lo que puede entrar en el marco de la ciencia experimental.

La postura expuesta no implica un rechazo a la religión o a la filosofía, sino un fortalecimiento de aquella religión, o de aquella filosofía, que mejor resultado produce en el hombre (admitiendo que la verdad favorece el Bien). Mediante el presente escrito, no se busca el establecimiento de un orden social basado en criterios puramente humanos, sino que se busca llegar a un orden social compatible con las leyes naturales existentes, y que son independientes de nuestros deseos y de nuestras creencias personales.

En nuestra época, pareciera, es posible disponer del conocimiento básico necesario para lograr mejoras sensibles en el nivel de felicidad de los seres humanos, sólo que ese conocimiento necesita ser organizado, resumido y transmitido en forma eficaz a la mayor parte de los seres humanos.

Dimensiones del hombre

Una idea muy simple es la que permite considerar al hombre en base a tres aspectos básicos de su conformación. Es evidente que tenemos cuerpo, mente y sentimientos y que nuestra vida consiste esencialmente en tratar de satisfacer a todos ellos. Sin embargo, en épocas de crisis aparece el “hombre mutilado” que sólo busca la satisfacción de uno de ellos, o de ninguno.

Hay quienes eligen satisfacer al cuerpo, buscando comodidad y placeres, como meta para sus vidas. Otros eligen al conocimiento y al intelecto como objetivos principales de su búsqueda, mientras que otros encuentran en las satisfacciones morales, o éticas, la principal causa de felicidad.

El comportamiento ético está basado, justamente, en la búsqueda de satisfacciones asociadas a nuestros sentimientos, mientras que una exclusiva búsqueda de la felicidad en lo material o en lo intelectual, alejará al hombre del comportamiento deseable. De ahí que deba sugerirse una búsqueda equilibrada de felicidad, priorizando los aspectos éticos y afectivos sobre los restantes.

Nótese que el consumismo y el masivo derroche tienden a producir un serio deterioro ambiental que habrá de corregirse adoptando una distinta meta para nuestras vidas. En el centro de todo problema ambiental, y social, existen actitudes personales inadecuadas.

Según sea el camino elegido para llegar a la felicidad, así será la escala de valores adoptada y de ahí surgirán tanto el nivel ético, como el intelectual y el estético resultantes.

El Bien y el Mal

Una vez que hemos adoptado una meta para nuestra vida, decimos que “bueno” es lo que favorece su logro, mientras que “malo” es lo que lo impide.

Ya sea que elijamos la búsqueda de lo ético, de lo intelectual o de lo estético, el camino para su logro no depende tan sólo de nosotros mismos, sino de las leyes naturales que rigen nuestra conducta. Así, para llegar al logro de satisfacciones morales deberemos adoptar la actitud predominante del amor.

Una de las formas de describir la historia de la humanidad es a través de los intentos que hemos realizado para lograr la felicidad, tratando de impedir, simultáneamente, las causas que producen sufrimiento. Esta es la “lucha entre el Bien y el Mal”, que se resume en la “lucha entre el conocimiento y la ignorancia”, o entre “la verdad y la mentira”.

Podemos decir que la felicidad será lograda en cuanto dispongamos de una acertada descripción del comportamiento humano y de una adecuada difusión de esa información y de ese conocimiento.

Tendencias

Otras de las tendencias asociadas a nuestro comportamiento social están constituidas por la búsqueda de la competencia, o bien por la búsqueda de la cooperación. Competimos cuando nos entristecemos por la felicidad ajena (y nos alegramos por su tristeza), con lo cual favorecemos la disminución del nivel de felicidad promedio de la sociedad.

Por el contrario, cuando compartimos las penas y las alegrías de los demás, tratando de ser felices (mostrando una actitud cooperativa), estamos elevando el nivel de felicidad promedio de la sociedad.

Podemos acentuar esta tendencia a partir de la siguiente sugerencia: Trata de compartir las penas y alegrías de los demás como si fuesen propias. Esta sugerencia no es otra cosa que el mandamiento cristiano del amor al prójimo: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.

Ciudadanos del mundo

Cuando hablamos de leyes naturales, hacemos referencia a leyes de validez general, que se cumplen para todos los seres humanos. También la palabra “prójimo” hace referencia a todo ser humano. De ahí que, adoptando el punto de vista de la ciencia, hacemos referencia al “ciudadano del mundo”, antes que al ciudadano de tal o cual Nación.

De ahí que se sugiere abandonar la tendencia competitiva que nos hace ver a los demás como integrantes de otro grupo social, de otra nacionalidad, o de otra etnia. En su lugar debemos observar a todo ser humano como un ciudadano del mundo, que pertenece a nuestro propio grupo social, que es el grupo humano.

Relativismo

Especialmente en el ámbito de la filosofía especulativa, han aparecido posturas que rechazan tanto la existencia de la Verdad objetiva como del Bien objetivo (o de las causas que lo producen). Si se considera que no existe la Verdad ni el Bien, no habría motivos para buscarlos. Y sin la Verdad ni el Bien, raramente podremos solucionar cualquier tipo de crisis que se presente.

Tanto la Verdad objetiva como el Bien objetivo son aspectos que entran, o pueden entrar, en el marco de las descripciones científicas. Incluso podemos decir que la ciencia es el proceso que busca la verdad mediante el método de ensayo y error, mientras que, al considerar los vínculos invariantes entre causas y efectos (leyes naturales), decimos que algunas causas producen el Bien (felicidad) y otras el Mal (sufrimiento), siendo este proceso independiente de la época, de los pueblos y de las creencias particulares.

De todas formas, tanto desde la ciencia, como desde la religión y la filosofía científica (la que es compatible con la ciencia), se excluye tanto el relativismo cognitivo como el moral, considerándose que esta postura lleva al hombre y a la sociedad, necesariamente, a crisis individuales y sociales.

martes, 17 de enero de 2023

¿Inmanente o trascendente?

Es posible considerar que todo lo existente está regido por regularidades que denominamos leyes naturales; tal la visión científica de la realidad. Luego, respecto del orden natural emergente, existen dos posibilidades; que tales leyes sean invariantes en el tiempo o bien que sean interrumpidas de vez en cuando por el supremo Creador.

Cuando Isaac Newton no pudo explicar las irregularidades existentes en el movimiento de Júpiter y Saturno, supuso que, quizás, de vez en cuando el Creador intervendría para poner las cosas nuevamente en orden. La solución fue encontrada por Pierre Simón de Laplace quien descubre que las irregularidades son sólo periódicas y que no hace falta tal intervención. “Yo no he tenido necesidad de esa hipótesis” responde ante la consulta de Napoleón acerca de la suposición de Newton.

Tenemos, pues, dos posturas distintas respecto del universo. La primera es la postura inmanente y la caracterizamos mediante la siguiente igualdad:



Universo = Dios = Naturaleza



Se supone que las leyes naturales son invariantes y se excluye tanto la revelación como los milagros. Esta postura se identifica con la ciencia experimental y da lugar a la religión natural o deísmo. Al hombre sólo le queda adaptarse a dichas leyes a través de una actitud ética adecuada.

La otra postura, denominada trascendente, podemos caracterizarla a través de la siguiente igualdad:



Universo = Dios + Naturaleza



El Creador está más allá de la naturaleza y existiría un mundo sobrenatural. El Dios trascendente se revelaría a algunos hombres y a veces habría de interrumpir las leyes por él establecidas. Esta postura se identifica con las religiones reveladas o religión tradicional.

Desde el punto de vista de la religión natural, se observan los pedidos hacia Dios, para que cambie sus leyes, como una actitud de rebeldía, mientras que la aceptación de Dios provendría del acatamiento a sus leyes.

De todas formas, si suponemos que el Dios trascendente responde de igual manera en iguales circunstancias, mostrando una definida actitud característica, podemos interpretar la situación como que está regido también por las propias leyes que asignó a los hombres, por lo que habría una identidad entre ambas posturas.

Podemos hacer una analogía entre la actitud favorable a aceptar un Dios que interviene en los acontecimientos humanos y el que desea recibir protección por parte del Estado, ya que en ambos casos se observa cierta preferencia por la protección antes que por la libertad.

Por otra parte, hay quienes se sienten seguros mientras saben que las “reglas del juego”, tanto las que rigen el mundo como las que rigen la sociedad, son invariables, observando cierta preferencia por la libertad, aunque sin resignar la seguridad.

Los hombres podemos elegir gobiernos estatistas o liberales, pero el mundo real es inmanente o trascendente en forma independiente de nuestros gustos y de nuestros deseos.

lunes, 16 de enero de 2023

Adaptarnos al mundo

La palabra “adaptación” nos sugiere la idea de “hacernos aptos” para realizar alguna actividad. Así, si estamos en un lugar muy frío, nos “hacemos aptos” para vivir en ese ambiente abrigándonos adecuadamente. El proceso de adaptación es, en principio, simple: conocemos el ambiente (hace frío), nos conocemos a nosotros mismos (toleramos temperaturas bajas hasta cierto punto) y compatibilizamos ambos aspectos.

Mientras que la adaptación al medio ambiente no requiere de gran cantidad de información, nuestra adaptación cultural al orden natural requiere, por el contrario, del conocimiento detallado de la propia psiquis humana; algo nada simple, por cierto.

Quien pretenda establecer una ideología de adaptación, deberá convencer a un gran porcentaje de incrédulos, escépticos y “disidentes por naturaleza” (además de establecer una buena ideología), lo que impedirá lograr cierto éxito, aunque, al menos, vale la pena intentarlo.

La visión científica actual nos hace ver un mundo regulado por leyes naturales. Ni siquiera podemos imaginarnos un lugar del universo que esté exento del rigor de tales leyes. Las leyes se hacen para que exista orden. De ahí que, si hay leyes naturales, podemos decir que existe un orden natural.

A veces los seres humanos olvidamos preguntarnos acerca de cuál es la voluntad del Creador respecto de sus designios, o bien olvidamos preguntarnos cuál es el criterio implícito en el orden natural respecto de nuestra propia existencia. Los seres humanos debemos ponernos de acuerdo teniendo presente tales leyes y tal orden, de lo contrario poco significativas habrán de ser nuestras conclusiones.

Mientras que la evolución biológica y la selección natural han ido formando nuestro cuerpo y nuestra mente, adaptándonos al medio en donde se desarrolla nuestra vida, nos queda a los seres humanos continuar tal proceso, al que denominamos “evolución cultural”. La evolución cultural implica principalmente el descubrimiento de leyes naturales desconocidas hasta el momento.

Este proceso nos presiona hacia mayores niveles de adaptación, actuando como el precio que el orden natural ha puesto a nuestra supervivencia. Así, por ejemplo, deberemos ser capaces de obtener energía a partir de la fusión nuclear, por cuanto el agotamiento de las reservas de petróleo y de uranio amenazan con un caos energético inevitable.

También las crisis personales y sociales nos están indicando que existe una pobre adaptación al orden natural y que debemos encontrar aquellas leyes que rigen nuestra conducta (o bien transmitirlas adecuadamente si yacen dormidas en alguna parte) para permitirnos obtener un adecuado nivel de felicidad y superar así los conflictos existentes.

De ahí que la prioritaria misión de la humanidad consiste en aceptar la tarea que el universo nos ha asignado, respondiendo a ella en cuanto seamos conscientes de ello. Julian Huxley escribió: “Es como si el hombre hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución, y designado sin preguntarle si necesitaba ese puesto, y sin aviso ni preparación de ninguna clase” (De “Nuevos odres para el vino nuevo”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1959).

domingo, 15 de enero de 2023

Si Aristóteles volviera

Un escritor de nuestra época imagina que se le presenta Aristóteles y le pregunta acerca de la visión que actualmente tenemos de nuestro universo, especialmente en comparación con la visión que predominaba hace más de dos mil años. Esta situación nos exige una respuesta de gran generalidad y de ahí su interés.

Podemos decir que el mundo está construido como un lenguaje. Es decir, así como las letras forman palabras, las palabras forman oraciones, hasta llegar a las páginas literarias y los libros, las partículas fundamentales dan lugar a los átomos, los átomos a las moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente. Hubert Reeves escribió: “La naturaleza está estructurada como un lenguaje. La pirámide de la complejidad se edifica en el curso del tiempo” (De “El sentido del universo”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1989).

Existe una tendencia a la formación de mayores niveles de complejidad y, a su vez, a la formación de organismos con mayor nivel de conciencia, lo que constituye la ley de complejidad-conciencia propuesta por Pierre Teilhard de Chardin. Esta ley, que puede incluirse dentro del marco de la ciencia experimental o, al menos, que puede ser compatible con ella, nos indica la existencia de cierto sentido del universo.

Si bien se aduce que no debiéramos asignar, desde una perspectiva científica, tendencias o finalidades implícitas, no debemos tampoco ignorar un fenómeno que puede quedar corroborado por las teorías verificadas en la actualidad, tales como la teoría cosmológica del universo en expansión y la teoría de la evolución por selección natural.

La existencia de una finalidad implícita en el universo nos puede servir de orientación, si bien no nos asegura que la humanidad vaya a respetar las tendencias imperantes en el mundo natural. Si vamos por un camino, podemos respetar las flechas que nos indican la dirección permitida, o bien podemos ir hacia la dirección opuesta, aunque el resultado será distinto según que vayamos en uno u otro sentido.

En nuestra época ya no esperamos mensajes de Dios para que nos orienten respecto de cómo solucionar nuestros conflictos, sino que debemos indagar en el propio universo para adaptarnos a sus leyes y a encuadrarnos en sus tendencias.

La complejidad puede medirse mediante la información asociada a la construcción o a la descripción de cierto sistema. De esta manera podemos darle una mejor interpretación a la ley antes mencionada.

Egoísmo, sólo derechos, empatía nula, vandalismo.....argentinos

En una época caracterizada por la promoción de los derechos individuales, mientras apenas se nombran los deberes correspondientes, se promociona en realidad un egoísmo exagerado que se advierte en el pobre respeto por las leyes y por los derechos de los demás. Así, cada argentino sólo piensa en sus derechos, en forma egoísta, por lo cual tiende a limitar severamente su empatía (ponerse imaginariamente en el lugar de los demás) siendo la falta de respeto por las leyes y por los demás, una consecuencia inevitable.

Al respecto podemos leer: "Lo concreto, el dato duro, es que la mayoría de los ciclistas no cumple las normas de tránsito. En eso coinciden las ONG que estudian el comportamiento del tránsito en el país. Los policías ven que pasan en rojo y no los paran, ni siquiera para concientizarlos. Es que los agentes de Tránsito no saben cómo actuar".

"La entidad civil Luchemos por la Vida hizo un relevamiento en 2021 en la Ciudad de Buenos Aires que arrojó resultados sorprendentes. Tome nota: el 95% de los bikers [ciclistas] no respeta la prioridad peatonal, el 84% no se detiene ante los semáforos en rojo, el 98% no hace señales con sus brazos para informar cambios en su desplazamiento, y el 71% no usa casco de protección" (De www.diariouno.com.ar).

Los peatones no son una excepción, ya que la prioridad de paso se interpreta como una prioridad absoluta incluso cuando sólo está permitido por el semáforo el paso de un automóvil. Cuando ambos, automóvil y peatón, están habilitados para pasar, la prioridad es del peatón; prioridad que pocas veces es renunciada para evitar una larga fila de autos en espera para doblar. La cortesía parece ser una cuestión del pasado y el paso lento es una muestra de jactancia por los "derechos plenos" adquiridos.

La actitud del peatón, e incluso del automovilista, no difiere demasiado de la actitud del ciclista, por cuanto una misma persona puede estar en tales situaciones en diferentes momentos. Lo destacable del caso es que una nación no puede funcionar aceptablemente con tales comportamientos generalizados. Los políticos suponen, ingenua o perversamente, que con las leyes que ellos promulgan pero que pocos respetan, van a solucionar los graves problemas de la sociedad.

Otro aspecto negativo a destacar es la vandalización de frentes de locales y viviendas, con pintadas y garabatos que, pareciera, tienen como fin destruir toda posible estética de una edificación. No confundir con el arte callejero que surge del consentimiento de los dueños de la propiedad a pintar. Tampoco se observa a alguien del sector estatal que trate de impedir la importante vandalización observada.

sábado, 14 de enero de 2023

Causalidad y religión natural

Uno de los promotores de la idea de causalidad, como principio rector de las acciones humanas, fue Claude Bernard. Con ello se fue confirmando el fundamento de la religión natural, por cuanto dejaba de lado lo sobrenatural, o vitalismo, que fuera utilizado en la descripción de los procesos inherentes a nuestro cuerpo y a nuestra mente. La causalidad, asociada a la existencia de leyes naturales invariantes, implica un vínculo permanente entre causas y efectos. Claude Bernard escribió: "Es preciso admitir como axioma experimental que en los seres vivientes, así como en los cuerpos brutos, las condiciones de existencia de todo fenómeno están determinadas de una manera absoluta".

"Lo que quiere decir en otros términos que una vez conocida y cumplida la condición de un fenómeno, dicho fenómeno debe reproducirse siempre y necesariamente a voluntad del experimentador. La negación de esta proposición no sería otra cosa que la negación de la ciencia misma. En efecto, no siendo la ciencia más que lo determinado y lo determinable, se debe admitir forzosamente como axioma que, en condiciones idénticas, todo fenómeno es idéntico y que tan pronto como las condiciones dejan de ser las mismas, el fenómeno deja de ser idéntico".

"Todo lo que antecede podrá parecer elemental a los hombres que cultivan las ciencias físico-químicas. Pero entre los naturalistas y, sobre todo, entre los médicos, se encuentran hombres que, en nombre de lo que llaman vitalismo, emiten sobre el asunto que nos ocupa las ideas más equívocas. Piensan que el estudio de los fenómenos de la materia viviente no tendrá ninguna relación con el estudio de los fenómenos de la materia bruta. Consideran la vida como una influencia misteriosa y sobrenatural que actúa arbitrariamente, escapando a todo determinismo, y tachan de materialistas a todos los que hacen esfuerzos para referir los fenómenos vitales a condiciones orgánicas y fisico-químicas determinadas" (Citado en "Panorama histórico de la ciencia moderna" de Pedro Lain Entralgo y José María López Piñero-Ediciones Guadarrama SL-Madrid 1963).

Por lo general, el teísta supone la intervención de Dios en los acontecimientos humanos suponiendo que interrumpe las leyes naturales o bien cambia las condiciones iniciales en una secuencia de causas y efectos. A la vez, descalifica como "materialista y ateo" a quienes no comparten tal visión de la realidad. En realidad, quienes se oponen a adaptarse a las leyes naturales y piden cotidianamente que Dios cambie sus leyes, son en realidad opositores a la voluntad del Creador, o a la voluntad implícita en las leyes que conforman el orden natural.

Mientras que el concepto de teleología, o finalidad, es esencial en el ámbito de la filosofía, el concepto de causalidad lo es en la ciencia. Sin embargo, pudo advertirse que el concepto de finalidad implícita puede existir en la ciencia toda vez que se utilicen sistemas realimentados en la descripción del mundo real. El objetivo a alcanzar, dentro de dicho sistema, cumple con el rol de la finalidad empleado en filosofía. Hans Reichenbach escribió: “La selección en la lucha por la existencia es un hecho irrefutable, y la causalidad en combinación con la selección produce orden. No hay escapatoria de este principio. La teoría darwiniana de la selección natural es el instrumento por medio del cual la aparente teleología de la evolución se reduce a causalidad” (De “La Filosofía científica”–Fondo de Cultura Económica-México 1975).

Mario Bunge escribió: “La más importante conclusión (del antedicho examen) es que el principio de causalidad no constituye ni una panacea ni una superstición: que la ley de causación es una hipótesis filosófica que se utiliza en la ciencia y que tiene validez aproximada en ciertos terrenos, donde compite con otros principios de determinación”.

En cuanto a la predestinación, o fatalismo, agrega: “En realidad el determinismo fatalista es en cierto sentido precisamente lo opuesto al determinismo científico, y es en particular incompatible con el determinismo causal. Concretamente, el fatalismo es una doctrina teológica o por lo menos supernaturalista que afirma la existencia de un Destino incognoscible e ineluctable; mientras que el determinismo causal pretende ser una teoría racional que brinda los medios de conocer, predecir y modificar, en consecuencia, el curso de los sucesos. La palabra «fatalismo» designa la clase de doctrinas subordinadas a alguna creencia no naturalista, según las cuales un poder trascendente, extraterreno, impredecible e inmaterial produce todos los acontecimientos o la mayoría de ellos. No hay fatalismo sin un factum o destino, y éste es cualquier cosa menos el llamado imperio ciego de la ley, considerada como norma inmanente del ser y el devenir”.

“Para los fatalistas, los sucesos ocurren con independencia de las circunstancias: como lo preestablecido debe acontecer, nada evitará que acontezca, nada podrá interponerse en la consumación de una necesidad exterior inquebrantable –el fatum- que produce o dirige el curso de los acontecimientos. O sea que para el fatalismo, igual que para el accidentalismo, los sucesos son incondicionales, y el futuro es tan inmutable como el pasado” (De “Causalidad”-EUDEBA-Buenos Aires 1978).

miércoles, 11 de enero de 2023

El liberal como el único realmente igualitario

Por Deirdre McCloskey

Un liberal quiere una sociedad donde los adultos tengan una libertad de permisos para aventurarse a probar diversas soluciones.

Un libertario, lo que significa un verdadero "liberal" en el sentido original de la palabra, quiere una sociedad sin altibajos involuntarios creados por el hombre, sin amos ni esclavos. Eso es todo al respecto.

Pero, ¿y la igualdad?

Una respuesta es que el liberal admira los variados dones de los humanos: algunos tienen destreza atlética, algunos tienen sabiduría en la religión y algunos tienen conocimiento de las mejoras probadas comercialmente, como una nueva aplicación o un nuevo reemplazo de cadera. El libertario, por lo tanto, quiere que la gente intercambie sus dones por beneficio e ilustración mutuos. Esto equivale al libre comercio y la libertad de expresión entre adultos libres. Hermoso.

Sabes que funciona en la música rock y la amistad y el idioma inglés. Tengamos igual libertad de permiso para aventurarnos, dice el liberal. No tengamos intervención gubernamental en la música rock, la amistad, el idioma… o la economía. Igualdad de permisos. Sin maestros con portapapeles o reglamento y la amenaza de una multa o cárcel para respaldarlos.

El liberal no cree que las ideas habituales sobre la igualdad (igualdad de ingresos o igualdad de oportunidades) tengan mucho sentido. En cambio, el liberal quiere esa libertad de permiso.

El hecho científico es que la igualdad de permisos funciona, y rápidamente crea una mayor igualdad de ingresos y oportunidades. Lo que el héroe de los liberales Adam Smith llamó en aquel año revolucionario de 1776 “el sistema obvio y simple de la libertad natural” permite a cualquiera aventurarse igualmente como adulto. La historia económica muestra que la nueva libertad de permiso, que se amplió gradualmente durante los dos siglos posteriores a 1776, de hecho condujo a otras igualdades: mucho mejor consumo y mejor crianza. Las personas mucho más prósperas que viven ahora, 30 veces más prósperas, resultaron ser razonablemente iguales en el sentido de que al menos tienen lo esencial para la vida, como comida y un techo sobre sus cabezas y cosas por el estilo. Tal vez no todos sean iguales en la propiedad de joyas y autos veloces, pero son mucho más iguales a los ricos en lo básico que en los viejos tiempos. Y la liberal igualdad de permisos implicaba una creciente renuencia a golpear a los niños y descuidar su educación, en el entendimiento de que los niños también son personas iguales cuya custodia es un fideicomiso en lugar de una propiedad.

Si tratamos de obtener las otras igualdades sin permiso directamente, no las obtenemos en absoluto. Robar a Peter para pagarle a Paul nos hace a todos más pobres al sacar a Peter del negocio, corromper a Paul y darle a Helen, la burócrata que dirige la redistribución, aquellos poderes de los cuales ella está tentada a abusar de una manera muy desagradable. Y la igualdad de oportunidades, que suena bien, es imposible de lograr si se toma al pie de la letra. Tuviste mejores padres que Bobby, digamos. ¿Deberíamos prohibir que tus padres sean mejores, o deberíamos intervenir para obligar a los padres de Bobby a ser mejores, o al menos mejores en opinión de Helen, la burócrata? Digamos que una persona es más inteligente que otra y habla español además de inglés. Entonces, para igualarlos en la línea de salida, ¿deberíamos clavar clavos en la cabeza de esa primera persona hasta que sean tan estúpidos como la segunda persona y se olviden del español?

Ves el problema. La metáfora de una línea de salida exactamente igual para una carrera a pie no es la propuesta sensata, práctica, factible y justa. La propuesta sensata es dejar que la gente compita como quiera. De esa manera obtienes más corredores y una inmensa innovación en la economía. Es un hecho de la historia después de 1776.

En los 1700s, esta noción de dejar que las personas hicieran lo que quisieran siempre y cuando no lastimaran a los demás parecía completamente loca. Todo el mundo tenía un maestro y el maestro te decía qué hacer. Come tus espinacas. Quédate quieto para recibir una paliza con un látigo. No, los judíos no pueden ir a la facultad de Derecho. No, los negros no pueden obtener un préstamo hipotecario después de servir en la Segunda Guerra Mundial. Los nuevos libertarios/liberales como Frederick Douglass (1818–1895), Mary Wollstonecraft (1759–1797) y Adam Smith (1723–1790) negaron que un propietario blanco deba ser el amo del esclavo negro, o que un esposo deba ser el amo de la esposa, o que los funcionarios del rey o del Congreso sean amos sobre todos nosotros. Cada adulto debe ser su propio amo.

Como dijo Adam Smith, a una persona se le debe “dejar perfectamente libre para perseguir su propio interés a su manera”. Haz lo tuyo, sin forzar ni estafar a los demás. Ayudas a los demás haciendo carpintería, haciendo películas o trabajando como médico a cambio de una paga.

De nuevo entiendes el punto: ningún amo artificial e involuntario debe darte órdenes. Todo adulto debe ser libre y debe tener igual dignidad. Todos deben ser tratados como si tuvieran el mismo permiso para probar cosas. Nuevas religiones. Máquinas nuevas. Nuevas relaciones entre hombres y mujeres. Ese es el verdadero liberalismo. Y se ve que es fuertemente igualitario, más igualitario de hecho que las igualdades imposibles o imprudentes que proponen nuestros buenos amigos de izquierda.

Tratar a los adultos como adultos

Un niño de seis años, por supuesto, necesita un padre para tomar decisiones. Si el niño decide comer solo papas fritas, su madre debe intervenir y hacer que se coma las espinacas. Pero como adulto, estás libre para comer papas fritas o espinacas, como quieras. Bien. Por lo tanto, el verdadero liberalismo podría llamarse "adultismo", en el mismo sentido que todos declaramos enojados a nuestros padres en algún momento, un poco antes de convertirnos en adultos: "¡Tú no eres mi jefe!"

Sin embargo, los padres o jefes voluntarios y temporales son realmente necesarios para hacer algunas cosas buenas, como criar a los niños para que sean adultos responsables o hacer y vender una hamburguesa. Cuando te pagan por cocinar, vender o servir mesas en McDonald's, sigues cualquier orden legal que emita el jefe. Ese es el trato. Es posible que toleres un poco de comportamiento errático del jefe si no es tan malo. Pero si realmente no te gusta cómo te tratan o el salario que te pagan, puedes renunciar y buscar otro jefe que te pague adecuadamente y que no sea tan idiota. O renuncias y comienzas tu propio negocio y, como jefe, pagas a otros para que hagan carpintería, filmación o medicina.

Eso sucede decenas de miles de veces al día. El buen resultado de todos estos mandados y pagos voluntarios y de entradas y salidas es que se sirven hamburguesas a la gente a precios razonables. La carpintería, las películas y la atención médica también están disponibles, ya que no se encuentran en economías que se rigen por los principios de no permisión y servicio involuntario. Le decimos al soldado de uniforme en el aeropuerto: “Gracias por su servicio”. También deberíamos decírselo a usted y a su jefe en McDonald's. El sistema obvio y simple de la libertad natural del permiso es el más altruista, todos ocupados en prestar servicios a los demás.

Así que un jefe bajo el liberalismo no es un amo en el sentido antiguo, desagradable, servil e involuntario, el sentido que toda sociedad humana adoptó antes del liberalismo. Richard Rumbold fue ahorcado en Edimburgo en 1685 por ser un liberal feroz y conspirar contra el rey tiránico. Según la ley británica, se le permitió hacer una declaración desde el patíbulo antes de que el verdugo abriera la trampilla. "Estoy seguro", dijo, "que no hubo hombre nacido marcado por Dios para estar por encima de otro, porque nadie viene al mundo con una silla de montar a la espalda, ni calzado y con espuelas para montarlo". A “hombre” ahora podemos agregar “mujer”, adolescente, negro, persona colonial, minoría sexual, y así sucesivamente.

El liberalismo es diferente de cualquier otra filosofía política precisamente en este sentido. Una sociedad socialista no liberal, por ejemplo, eleva a los planificadores centrales a posiciones de autoridad coercitiva sobre los demás. Una vieja sociedad aristocrática, asimismo, eleva a los duques y barones. Una sociedad coercitivamente teocrática (a diferencia, por ejemplo, de una sociedad de religión voluntariamente conservadora, como se puede ver entre los mormones o los amish) eleva a los sacerdotes o ayatolás. Pero una sociedad liberal no eleva a nadie en absoluto, a menos que sea con el propósito temporal de ganar el partido de fútbol o hacer y vender hamburguesas, y solo cuando esa persona ha demostrado que merece ser el mariscal de campo o el jefe, por el momento, o siempre y cuando suficientes personas lo consientan.

El encanto del mando y el control

Ante todo esto, ¿por qué los jóvenes siguen diciendo: “Probemos el socialismo”? Hablan como si 1917 en Rusia y los horrores después de 1945 de que un tercio de la población mundial fuera gobernada por espantosos tiranos socialistas nunca hubieran ocurrido. Desearía que no lo hicieran.

Pero he aquí por qué. Estamos acostumbrados a familias pequeñas en las que mamá y papá se encargan de que las hamburguesas y la educación y la atención médica se hagan y distribuyan entre los niños de manera justa. En otras palabras, una familia es una pequeña economía socialista. Normalmente una buena. Suena extraño decirlo, pero considere: se supone que el lema socialista es "de cada persona según su capacidad, a cada persona según su necesidad". Dulce. Y en una familia, así son las cosas. Una buena familia, al estilo de La casita en la pradera, es justa, equitativa y tan centralmente planificada como lo fue Rusia bajo el comunismo. No es de extrañar, en otras palabras, que las personas que llegan a la conciencia política alrededor de los 16 o 20 años busquen el socialismo. Sus pequeñas familias socialistas estaban bien. ¿Por qué no intentarlo en la sociedad en su conjunto?

Pero las grandes sociedades no pueden organizarse como una dulce familia. Esa es una triste verdad, como la lluvia cuando no la quieres. Pero ahí está. Sí, una sociedad puede y debe ayudar a los pobres y a los desfavorecidos, como un padre ayuda a sus hijos pequeños. Uno de los cinco deberes religiosos de un musulmán es ofrecer caridad, y lo mismo es cierto en el cristianismo y el hinduismo, así como para la simple justicia en cualquier sociedad humana. Es deprimentemente fácil para un gobernante en una sociedad de jefes, como el jefe de una tribu o el alcalde de un pueblo, desviar la buena caridad recaudada por los impuestos a su propia familia. La mayoría de los gobiernos en el mundo —según la evidencia real en lugar de las ilusiones— se parecen más a la mafia que a La casita en la pradera. Piense en Rusia o Arabia Saudita.

Sería maravilloso si una gran economía pudiera organizarse como una dulce familia. Tu madre no te hizo salir a los seis años para ganar dinero para pagar el almuerzo, gracias a Dios. Los mercados no deben aplicarse en todas partes. Pero puedes ver que esperar que los granjeros proporcionen carne para la hamburguesa en McDonald's sin pago, simplemente por la bondad de sus corazones, como si fueran una dulce familia, no va a funcionar. Tampoco te presentarás en McDonald's para cocinar las hamburguesas o limpiar las mesas gratis. Y si McDonald's comienza a ofrecer hamburguesas gratis, las filas serán de kilómetros de largo. Y, por supuesto, el negocio cerrará de inmediato para siempre.

San Pablo escuchó de la comunidad cristiana primitiva que él había establecido en Tesalónica que muchas personas no estaban haciendo su trabajo. Ellos creían que la Segunda Venida de Cristo y el fin de la historia estaba a punto de suceder en cualquier momento, por lo que se puede comprender su falta de interés en lavar los platos o hornear el pan. San Pablo se molestó y les escribió señalando indignado que cuando estaba con ellos hacía su parte del trabajo y declarando que “el que no trabaja, que no coma”. Así tiene que funcionar una sociedad grande en la que es posible el free-riding y si alguien ha de comer. Pon de tu parte y todos estaremos mejor. La comida y la vivienda y la educación no caen sobre la gente gratis del cielo. Se tienen que hacer con trabajo. La pseudoequidad en la antigua Alemania Oriental comunista de 1949 a 1990 resultó en la mitad de la productividad laboral de Alemania Occidental. El chiste amargo en Europa del Este bajo el socialismo impuesto por Rusia era: “Ellos pretenden pagarnos y nosotros pretendemos trabajar”.

Equidad capitalista

Sin embargo, ¿no es injusto el capitalismo? ¿No tiende a hacer que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres?

No. De hecho, el liberalismo que se extendió después de Douglass, Wollstonecraft y Smith fue explosivamente bueno para los pobres. Los pobres han sido los principales beneficiarios del Gran Enriquecimiento desde 1800. Los ricos se hicieron más ricos, cierto. Pero mientras tanto, los pobres pasaron de tener poco para comer a tener ahora una alimentación adecuada, incluso excesiva, de vivir en chozas a vivir en departamentos con calefacción central y agua corriente caliente, de ser analfabetos casi en su totalidad a saber leer manuales de instrucciones y mil millones de sitios web, y de morir de cólera a tener penicilina. En 1960, ni siquiera un multimillonario podía comprar un teléfono inteligente o un medicamento para defenderse de su depresión clínica. Ahora los pobres pueden tener ambos. En otras palabras, el Gran Enriquecimiento allanó la desigualdad de seguridad y comodidad. Los pobres, que fueron tus antepasados y los míos, se enriquecieron muchísimo. No están, como afirmó Jesús en una sociedad de suma-cero real, siempre con nosotros.

Pero, ¿no deberíamos ahora igualar los ingresos? No. La igualdad de resultados forzada, haciendo que el salario de un cirujano, músico o empresario talentoso sea el mismo que el de un trabajador no calificado, simplemente rinde menos para todos nosotros. Si las desigualdades salariales no alientan a las personas a convertirse en cirujanos o músicos de rock o en el próximo Sam Walton (fundador de Walmart, de una pequeña tienda en Bentonville, Arkansas), no obtendremos esos servicios. Sin la señal que da el mercado —“¡Por el amor de Dios, haz más de este producto que subió tanto de precio!”— seguiríamos siendo tan pobres como lo era la gente en 1800.

¿Quieres ver algo injusto? Volver al derecho divino de los reyes, antes del liberalismo. Y si buscas a los pobres que siempre están con nosotros en el mundo moderno, aunque su número absoluto está cayendo casi todos los años, mira a los miserablemente pobres en los países miserablemente gobernados, como Zimbabue. Los mercados liberales que se expandieron lentamente en permisos después de 1776 alentaron a las personas a probar cosas nuevas, lo que provocó que los ingresos mundiales aumentaran de $2 por día por persona en 1800 a los precios actuales a, en promedio, $45 por día ahora. Eso es igualdad de comodidad real.

En las tierras eslavas existe una historia tradicional sobre Jesús y San Pedro deambulando disfrazados en un pueblo de campesinos pobres, donde pidieron cenar y un lugar para dormir. Después de muchos rechazos, una generosa pareja los ayuda. A la mañana siguiente, Jesús se revela y le dice al esposo: “Por tu caridad, te concederé todo lo que desees”. El esposo y la esposa se consultan en susurros, y luego el esposo regresa a Jesús y le dice: “Mi vecino tiene una cabra que le da leche todos los días…” Jesús se anticipa, interponiendo: “¿Y tú quieres que yo te de una cabra también?"“No. Queremos que mates la cabra del vecino”.

La envidia y el discurso que la acompaña sobre la desigualdad no es una buena base para la política social. Esto es, si queremos que todos tengan cabras.

(De www.elcato.org)