sábado, 30 de diciembre de 2023

Origen del lenguaje: ¿biológico o cultural?

No existe acuerdo respecto del origen del lenguaje, ya que algunos autores aducen que se trata de una capacidad que hemos adquirido como consecuencia del proceso evolutivo biológico mientras que otros aducen que se trata de una creación humana, fruto del proceso evolutivo cultural. Todo indica que el proceso en sí es favorecido por nuestra naturaleza humana, si bien se complementa con aspectos culturales o convencionales surgidos en cada pueblo o país. Al respecto, John Searle expresó: “En la época en que yo era estudiante, hacia los años cincuenta, Oxford era una universidad muy estimulante. Era el mejor lugar donde estudiar filosofía. Dos de mis profesores, Peter Strawson y John Austin, tuvieron mucho que ver: ambos obsesionados por los problemas de la filosofía del lenguaje, consideraban la filosofía de la mente como dependiente, de alguna manera, de la filosofía del lenguaje. En sus cursos, descubrí esos temas, cuando todavía era un estudiante joven. Yo me veo realmente como un continuador de sus trabajos”.

“De alguna manera, todos nosotros, los filósofos, no hacemos otra cosa más que escribir las notas al pie de página de la obra de Gottlob Frege. Inventó la filosofía del lenguaje y la lógica. Por eso, no caben dudas de nuestra deuda hacia él. Pero hay terribles lagunas en su filosofía. Cometió, en particular, un error muy serio, al no considerar el lenguaje como una extensión de nuestras capacidades biológicas fundamentales: nuestra capacidad para la percepción, la acción, el pensamiento, los sentimientos y la emoción”.

“A largo plazo, eso fue un desastre que impidió darnos cuenta de hasta dónde la filosofía del lenguaje depende de la filosofía de la mente, más bien que lo contrario. Muchos filósofos sostienen que todos nuestros pensamientos dependen del lenguaje: es el mismo error, que deriva casi automáticamente del de Frege. Él fue quien consideró que el lenguaje era primero. Pero si se piensa de manera biológica, naturalista –una manera de pensar que Frege no adoptaba-, podemos considerar que el lenguaje deriva de la mente y no al contrario. Estos últimos años, comenzamos apenas a darnos cuenta de que es posible basar una filosofía del lenguaje en una filosofía de la mente”.

“Otro error persistente es el de Wittgenstein. A largo plazo, el desvío anti-teórico que tomó Wittgenstein al pensar que no era necesario buscar una teoría del lenguaje tuvo un efecto parcialmente nefasto. Ahora bien, con Austin pensamos que hay que buscar una teoría general de los actos del lenguaje y de la significación. En este punto, pues, siento mayor influencia de Austin y de Grice, aun cuando admiro enormemente a Wittgenstein, del que aprendí muchas cosas. Su herencia perdurable en filosofía del lenguaje es que no deberíamos pensar las significaciones como entidades que se pueden «introspectar»; no pensarlas como clases de objetos cartesianos. Es una intuición importante. Pero, a mi juicio, es necesario ir más lejos: construir una teoría general del lenguaje y del sentido” (De “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

Por otra parte, Hans A. Lindemann escribió: “Dos posiciones opuestas –sin hablar de divergencias menores- marcan el rumbo general de las discusiones del pasado y del presente: una es la del idealismo idiomático, que considera el lenguaje como un fenómeno irreductible de nuestro «espíritu», y la otra es la del empirismo idiomático, que considera el idioma como un fenómeno natural explicable en base a leyes naturales, como cualquier otro fenómeno empírico” (De “Lenguaje y Filosofía”-Edición Problemas de América-Buenos Aires 1946).

Un panorama más actualizado de la situación de la filosofía del lenguaje la establece Mario Bunge: “El lenguaje ha atraído la atención de muchos filósofos desde la Antigüedad, pero nunca de tantos ni con tanto apasionamiento como desde la contrarrevolución que perpetró Wittgenstein en la filosofía y de Chomsky en la lingüística. Estas conmociones comparten un solo rasgo, a saber, su glosocentrismo: para unos y otros, el hombre es homo loquens antes que faber o sapiens”.

“Aparte de ocuparse centralmente del lenguaje, las posiciones de Wittgenstein y de Chomsky son muy diferentes. Así, mientras que según Wittgenstein el lenguaje es esencialmente un medio de comunicación, para Chomsky es principalmente el espejo del alma humana y sólo secundariamente un medio de comunicación. Para Wittgenstein, el lenguaje es paradigma del comportamiento según reglas, en tanto que para Chomsky es un proceso mental inconsciente. Para Wittgenstein, las reglas gramaticales fueron introducidas por algunos individuos y adoptadas por la sociedad, mientras que según Chomsky todos nacemos sabiendo las reglas de la gramática universal. Wittgenstein centra su atención en el habla, mientras que Chomsky centra la suya en el lenguaje como objeto mental desligado de las circunstancias concretas. Para Wittgenstein, el análisis preteórico del lenguaje es el remedio para curar la enfermedad que llamamos «filosofía», en tanto que para Chomsky el análisis teórico del lenguaje es tanto un fin en sí mismo como el mejor medio para comprender al hombre. Finalmente, mientras que para Wittgenstein cualquiera puede ocuparse de estas cuestiones, para Chomsky la lingüística es un saber especializado”.

“Estas diferencias explican las que hay entre los discípulos de cada uno de los dos maestros. Wittgenstein atrae a personas interesadas primordialmente por palabras, pero no por la ciencia lingüística, y que además buscan obtener el máximo beneficio de la mínima inversión intelectual. En cambio, Chomsky atrae más a las personas que se interesan más por las teorías que por los hechos” (De “Lingüística y Filosofía”-Editorial Ariel SA-Barcelona 1983).

El pensamiento no sólo se basa en el lenguaje, sino también en imágenes no asociadas a palabras. David G. Myers escribió: “Los artistas piensan en imágenes. Lo mismo hacen los compositores, los poetas, los matemáticos, los atletas y los científicos. Albert Einstein reconoció que algunos de sus más grandes descubrimientos los realizó mediante imágenes visuales y más tarde pudo explicarlos con palabras” (De “Psicología”-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2006).

Si el pensamiento se realiza en base a imágenes, es necesario asociarle ciertas "operaciones básicas". Todo indica que tales operaciones implican "agrupar" y "comparar". Esta última es la que permite establecer el proceso de "prueba y error", imprescindible para nuestra adaptación al orden natural.

Mediante "agrupar" y "comparar" podemos llegar a unificar los atributos de ciertos animales que debemos denominar de alguna forma. Luego, convencionalmente, a esa agrupación la denominamos "perro". Lev S. Vygotsky escribió: “Una palabra no se refiere a un solo objeto, sino a un grupo o a una clase de objetos, y cada una de ellas es, por lo tanto, también, una generalización” (De “Pensamiento y lenguaje”-Ediciones Fausto-Buenos Aires 1998).

De ahí que sea posible encontrar un fundamento sencillo y evidente, con el que podemos construir un lenguaje elemental. Para la descripción de los distintos sistemas, como conjuntos ordenados de componentes reunidos bajo cierta finalidad, podemos utilizar tres conceptos básicos:

a) Entidades: ¿Quién? Las entidades dan lugar a los sustantivos
b) Atributos: ¿Cómo es? Los atributos dan lugar a los adjetivos
c) Actividades: ¿Qué cambios produce en el sistema? Las actividades dan lugar a los verbos.

Codificados adecuadamente, con el añadido posterior de artículos, pronombres, además de modificar verbos cuya forma distinga pasado, presente y futuro, etc., permiten realizar descripciones aceptables de la realidad cotidiana. Tanto las entidades, como los atributos y las actividades, forman parte de la realidad a describir, y al asociárseles sonidos en forma convencional, dan lugar a los distintos lenguajes existentes. Se advierte que la estructura de los distintos lenguajes es similar, ya que los fenómenos naturales son los mismos en todas partes y la lógica natural que empleamos es común a todos los hombres.

Si las palabras tienen sentido, por cuanto surgen del mundo real, deberíamos rechazar toda palabra que no tuviese un vínculo concreto con la realidad. Así, las críticas establecidas acerca de los problemas filosóficos; problemas que surgen generalmente al utilizar conceptos surgidos de la mente de un hombre, sin un significado concreto, se debe a la creencia de que el lenguaje es algo que surge de la mente teniendo apenas en cuenta a la realidad. Ludwig Wittgenstein escribió: “Cuando los filósofos usan una palabra -«conocimiento», «ser», «objeto», «yo», «proposición», «nombre»- e intentan comprender la esencia de la cosa, uno debe preguntarse a sí mismo: ¿está siendo efectivamente usada la palabra de este modo en el juego de lenguaje que es su hogar originario?. Lo que nosotros hacemos es devolver las palabras de su uso metafísico a su uso cotidiano” (De “Investigaciones filosóficas”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1999).

Los conceptos mencionados permiten establecer un “sistema descriptivo elemental” que reproducirá en nuestra mente las características del sistema real. Podemos decir que una idea es la imagen que permite reproducir mentalmente la información asociada a un sistema real. Las imágenes elaboradas por nuestra mente serán luego traducidas a palabras. Las ideas y las palabras forman estructuras semejantes, ya que tienen similar contenido de información. Ludwig Wittgenstein escribió: “Lo que cualquier figura, sea cual fuere su forma, ha de tener en común con la realidad para poder siquiera –correcta o falsamente- figurarla, es su forma lógica, esto es, la forma de la realidad” (Del “Tractatus Logico-Philosophicus”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

La mente elabora pensamientos asociados a un sistema natural y los traduce a palabras. Los comunica al oyente, a través del lenguaje oral, o al lector, a través de la escritura. El receptor le asocia sus propias imágenes al mensaje recibido. De ahí que las palabras sean las intermediarias entre las imágenes transmitidas y las reproducidas en la mente del receptor. Thomas Hobbes escribió: “El uso general del lenguaje consiste en transferir nuestro discurso mental al discurso verbal, o la secuencia de nuestros pensamientos a una secuencia de palabras” (De “Leviatán”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

El sistema natural utiliza, como se dijo, conceptos tales como entidades, atributos y actividades, que son tratados mediante las operaciones de la lógica analógica (agrupar y comparar), dando lugar a los sustantivos, adjetivos y verbos. Los conectivos, por otra parte, utilizan conceptos derivados de las operaciones de la lógica simbólica. Se han omitido los adverbios, artículos, y demás, los cuales permiten definir con mayor precisión aquello que se describe.

viernes, 29 de diciembre de 2023

Max Planck y sus profesores

Por lo general, los alumnos tienden a considerar como "genios" a sus buenos profesores, aunque éstos, en realidad, sólo han cumplido acertadamente con su labor docente. Se puede ser un buen docente sin aportar nada nuevo al campo de los conocimientos existentes, mientras que se puede ser creativo a pesar de no poseer virtudes didácticas adecuadas. Tampoco hay que descartar la existencia de quienes se destacan en ambos aspectos.

Es interesante conocer un caso concreto, el de Max Planck, quien relata su experiencia como alumno de dos de los físicos más destacados en la Alemania del siglo XIX, reconociendo en ellos deficiencias didácticas que limitaron su influencia. Al respecto escribió: “Fue en Berlín donde mi horizonte científico se amplió considerablemente bajo la orientación de Hermann von Helmholtz y Gustav Kirchhoff, cuyos alumnos tenían toda clase de oportunidades para proseguir sus actividades, conocidas en todo el mundo. Debo confesar que no saqué ningún beneficio perceptible de los cursos impartidos por ellos”.

“Era evidente que Helmholtz jamás preparaba sus clases debidamente. Hablaba titubeando e interrumpía su disertación para buscar los datos necesarios en su pequeña libreta; más aún, con frecuencia se equivocaba en los cálculos que hacía en el pizarrón y era obvio que la clase le aburría a él, casi tanto como a nosotros. Con el tiempo, sus clases fueron quedando cada vez más desiertas, hasta que por último sólo asistían a ellas tres estudiantes, entre ellos yo y mi amigo Rudolf Lehmann-Filhés, quien posteriormente se hizo astrónomo”.

“Kichhoff era el extremo opuesto. Sus clases eran cuidadosamente preparadas, cada frase estudiada y tenía una aplicación correcta. No faltaban ni sobraban las palabras; pero daban la impresión de un texto memorizado, carente de interés y monótono. Sentíamos admiración por él, pero no por lo que decía”.

Cuando Planck presenta su tesis doctoral sobre termodinámica, en 1879, advierte la indiferencia de varias de las figuras importantes de la física alemana. “Mi tesis no tuvo eco alguno sobre los físicos de aquellos tiempos. Ninguno de mis profesores de la Universidad comprendió su contenido, como pude deducir de mis conversaciones con ellos. Es evidente que aprobaron mi tesis doctoral sólo porque conocían mis restantes actividades en el laboratorio físico y en el seminario de matemáticas. Pero no encontré ningún interés, y menos aprobación, entre los físicos que se ocupaban del problema”.

“Es probable que Helmholtz ni siquiera haya leído mi trabajo. Kirchhoff expresamente desaprobó su contenido observando que el concepto de entropía, cuya magnitud sólo podía ser medida mediante un proceso reversible, y que en consecuencia era definible, no debía ser aplicado a los procesos irreversibles”.

“Con Clausius no pude ponerme en contacto; no contestó a mis cartas y no lo encontré cuando traté de verlo personalmente en su casa de Bonn. Mantuve correspondencia con Carl Neumann, de Leipzig, pero sin resultados fructuosos”.

“Sin embargo, debido a la gran importancia que yo le atribuía a la tarea que me había impuesto a mí mismo, tales experiencias no podían desanimarme para continuar mis estudios sobre la entropía que para mí era, después de la energía, la propiedad más importante de los sistemas físicos. Puesto que su valor máximo indica un estado de equilibrio, todas las leyes del equilibrio físico y químico derivan del conocimiento de la entropía”.

“Todas mis investigaciones tuvieron resultados fructuosos. Pero, lamentablemente, como después lo supe, los mismos teoremas habían sido obtenidos antes, y en cierto modo en forma aun más universal, por el gran científico norteamericano Josiah Willar Gibbs, y así fue que en este campo no logré ningún mérito” (De “Max Planck. Autobiografía científica”-Ediciones Leviatán-Buenos Aires 1987).

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Personalidad: Temperamento y carácter

En la mayoría de las descripciones del comportamiento humano aparecen, bajo distintas denominaciones, los dos aspectos básicos que se necesitan para establecer una aceptable definición de nuestros atributos principales. Estos son: lo ético o emocional, por una parte, y lo racional o cognitivo, por otra parte. Estos aspectos han sido simbolizados, desde épocas remotas, como el “corazón” y la “cabeza”, si bien se sabe que todos esos aspectos provienen principalmente de nuestro cerebro.

Desde el punto de vista de la psicología social, tal descripción general se asocia a la existencia de la actitud característica con sus cuatro componentes emocionales (amor, odio, egoísmo, indiferencia) y sus cuatro componentes cognitivas (referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona, en lo que todos dicen). Estos aspectos conforman, en el primer caso, una Teoría de la acción ética. El segundo aspecto conduce a una Teoría del conocimiento. Ambas conforman una Teoría de la personalidad.

Los seres humanos compartimos similares componentes corporales y mentales, como también ocurre con las diversas especies de animales. Así, todos tenemos corazón, cerebro, piernas y demás. Denominamos “personalidad” a todo aquello que nos distingue de los demás, como lo es la predisposición a actuar de determinada forma, lo que constituye precisamente lo que se denomina “actitud característica” de cada individuo.

Es oportuno mencionar una de las teorías de la personalidad que contempla ambos aspectos en forma más explícita que otras teorías. Las coincidencias tienden a reforzar y a afianzar las distintas versiones de la única realidad, que es el ser humano. Robert Cloninger expresó: “El temperamento siempre significó esas cosas con la que nacemos, que tienden a ser hereditarias y estables a lo largo de toda nuestra vida. He descubierto que los rasgos del carácter, que se desarrollan con el paso del tiempo, también son hereditarios, y a veces estables a lo largo de nuestra vida, pero que pueden estar asimismo influenciados por la experiencia. Por lo tanto, la distinción entre temperamento y carácter no es simplemente que uno es biológico y que el otro se aprende. Al principio, al igual que otros, esa separación me tentó; pero después de realizar estudios en mellizos demostramos que no era así”.

“Hoy, diría que el temperamento hace referencia al núcleo emocional de la personalidad: nuestros instintos elementales para ir a buscar las cosas que queremos inmediatamente. Esos instintos están organizados y modelados por procesos cognitivos superiores, nuestro carácter, al que defino en los siguientes términos: nuestros objetivos, nuestros valores y nuestras relaciones con la gente. El carácter representa las maneras en que regulamos nuestros instintos emocionales (el temperamento) para perseguir objetivos particulares, que tiene algún interés para nosotros”.

“Así, podemos vincular el temperamento a cosas reguladas por las costumbres o por el aprendizaje de competencias; y el carácter, a cosas que aprendemos y desarrollamos a través de la comprensión (el insight) sobre quienes somos. El temperamento y el carácter, pues, implican diferentes sistemas de aprendizajes y de memoria en el cerebro” (De “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

martes, 26 de diciembre de 2023

Emociones y sentimientos: Entrevista a Antonio Damasio

Por Pascal de Sutter

¿Cómo y cuándo se interesó por la psicología?

Me ocurrió al comienzo de mis estudios. Sentía curiosidad respecto del modo como funciona el ser humano. No tenía una relación directa con el funcionamiento del cerebro. Por otra parte, también me habría encantado convertirme en director de teatro, o hacer películas, o ser filósofo, pero más razonablemente me volqué a la medicina. De hecho, uno de mis profesores en la carrera de Medicina fue una gran fuente de inspiración para mí. Él me transmitió el gusto por la neurología. Pero la pasión me llegó gracias a un gran neurólogo estadounidense: Norman Geschwind.

Hoy en día diríamos más bien «neuropsicólogo», porque se interesó en los funcionamientos del cerebro que explican el comportamiento humano. Sintetizó el trabajo de sus predecesores del siglo XIX en un corpus teórico coherente. Lamentablemente, sus obras fueron completamente opacadas por el surgimiento, en la misma época, de dos fenómenos. El primero es el desarrollo de la corriente psicoanalítica; el segundo, la aparición de la medicación psicoactiva. Yo emigré a Estados Unidos para trabajar con Norman Geschwind. Y con él empecé a estudiar a los pacientes que habían padecido daños cerebrales. Al principio investigaba sobre las perturbaciones del lenguaje y la memoria. Recién después me interesé en las emociones.

¿Cómo pueden los psicólogos usar, en su práctica cotidiana con los pacientes, los trabajos que usted ha llevado a cabo?

De muchas maneras. En términos generales, lo que descubrimos puede ser utilizado por psicólogos clínicos para afinar su diagnóstico. Pienso sobre todo en nuestros trabajos sobre nuevos tipos de afasia, nuevas formas de alteraciones de la memoria o nuevos trastornos en la toma de decisiones o el manejo de las emociones. Gracias a todo ello, los psicólogos pueden definir mejor los síndromes y aportar un mejor seguimiento terapéutico.

Por ejemplo, en los noventa trabajamos con pacientes que tenían Alzheimer; se sabe que esos pacientes tienen muchas dificultades para reconocer a las personas, para recordar acontecimientos o aprender nueva información. Pero nosotros descubrimos que podían aprender nuevas tareas y rutinas elementales útiles para su vida diaria. Es muy importante para su calidad de vida: es una manera de desarrollar su autoestima y levantar el ánimo del personal. Queda una pequeña esperanza. Y además está todo lo que mi esposa aportó sobre la anatomía del cerebro vivo. Eso es muy útil para los neurólogos y los neurocirujanos.

¿Cuándo empezó a pensar que las emociones y los sentimientos podían ser científicamente estudiados?

Bueno…Al principio no estudiaba ni las emociones ni los sentimientos. Pero me interesé porque, un poco por casualidad, empecé a medir la importancia de las emociones en los pacientes con problemas de toma de decisiones. Pensaba que existía un vínculo entre la toma de decisiones y las emociones. Y a partir de allí fui desarrollando mi hipótesis de «marcadores somáticos». Cuando me interesé en las emociones, me resultó perfectamente claro que no había ninguna razón para no poder estudiar las emociones y los sentimientos del mismo modo en que había estudiado la memoria y el lenguaje. Pero en aquella época pensábamos que los sentimientos eran conceptos vagos y nebulosos, imposibles de estudiar científicamente. Veinte años después, probamos claramente que sí era viable.

¿Cuál es para usted la diferencia entre emoción y sentimiento?

Las emociones son la primera parte de la respuesta frente a un estímulo particular. El sentimiento es lo que sigue cuando la emoción ya fue sentida, y corresponde a la percepción de lo que ha sido modificado en nuestro cuerpo y nuestra mente. La emoción, por su parte, es el sistema automático de respuesta.

¿Como un reflejo?

Sí, pero un reflejo complejo… Un reflejo muy, muy complejo, con una parte corporal y una parte mental. El sentimiento es nuestra interpretación de la emoción. Por ejemplo, sentir miedo es el resultado de nuestra interpretación de los cambios corporales y procesos mentales ligados a un estímulo específico.

El sentimiento sigue a la emoción, entonces.



¿Puede explicar por qué las emociones y los sentimientos son tan importantes en la toma de decisiones?

Las emociones son mecanismos de decisión automáticos: cuando uno tiene una reacción de miedo o alegría, las emociones deciden las propias acciones. Pero más allá de eso, los seres humanos hemos desarrollado un nuevo sistema de toma de decisiones, un sistema complejo de análisis y razonamiento. Lo interesante es que, cuando procedemos a hacer este análisis razonado, no lo hacemos independientemente de las emociones. La manera en que evaluamos algunos hechos, algunas opciones, y la manera como nos imaginamos el resultado de nuestras acciones, siempre están «coloreadas» por las emociones.

Porque una decisión siempre tiene una consecuencia, buena, mala o intermedia. Y nuestra evaluación de lo que es bueno o malo evidentemente está impregnada de emociones. Es el famoso principio de la recompensa y el castigo. Todo lo que hacemos, todo lo que tenemos intención de hacer, está intrínsecamente ligado con el mundo de las emociones. Ello no significa, sin embargo, que las decisiones se tomen únicamente sobre una base emocional. Pero la idea de que pueda tomarse una decisión independientemente de cualquier emoción, en un contexto de pura lógica racional, es una ficción total, ¡un mito!

Usted reivindica las emociones, algo que muchos científicos percibían negativamente…

Absolutamente. Pero, atención: las emociones tampoco son siempre positivas. Hay casos en las que son contraproducentes. Por ejemplo, si usted invierte en la Bolsa y sus acciones caen brutalmente, la reacción de miedo puede impulsarlo a vender. Pero si en cambio las conserva, es muy probable que tarde o temprano el mercado vuelva a levantarse. En este caso, la emoción de miedo corre el riesgo de hacerle tomar una mala decisión.

Tomemos un ejemplo que todo el mundo vio por televisión: el cabezazo de Zidane en la final del Mundial de Fútbol de 2006. Aparentemente, el jugador italiano lo provocó verbalmente insultando a su familia y dirigiéndole, según parece, insultos racistas. Hubiera sido mejor que Zidane no reaccionara de manera tan emotiva; mostrar una reacción particularmente agresiva a millones de telespectadores deterioró su imagen. He ahí un ejemplo de la manera en que una reacción emocional puede revelarse contraproducente. Eso contribuyó a la mala reputación de las emociones. Por eso se nos advierte no confiar en ellas.

¿Trabajar en California o en Iowa tuvo alguna influencia en sus trabajos?

El clima para la investigación es extremadamente positivo en Estados Unidos. Conozco muy bien Europa, sé que abunda en personalidades increíblemente talentosas. Pero muchos vienen a trabajar acá… Es obvio que las condiciones de trabajo son mucho más ventajosas en Estados Unidos. Primero, uno puede trabajar con más independencia. La comunicación también es más libre: hay menos tradiciones y reglas sociales o académicas para respetar. Después, cuando uno trabaja en un campo que afecta también al ámbito artístico, vivir en Los Ángeles es una gran ventaja, porque es una ciudad muy dinámica en ese sentido. Aquí hay una atmósfera particular, muy estimulante.

Cuando usted era niño, ¿sus maestros pensaban que tenía un talento excepcional?

(Risas) Pensaba que ya me habían hecho todas las preguntas posibles e imaginables en mis muchas entrevistas, ¡pero nunca me preguntaron eso! Y no sé si tengo una respuesta… Nadie me dijo nunca: «Serás un genio». Pero muchos docentes pensaban que iba a hacer algo interesante de mi vida y me apoyaron en mis proyectos. Creo que la mayoría de la gente pensaba que no iba a ser un perfecto idiota…

¿Se interesa en otras actividades, además de su trabajo?

Sí, actividades ligadas al arte. Escribo poesía, ¡que no publico! Hice mucha fotografía, sobre todo retratos. Me gusta mucho el cine, el teatro, la música. Sobre todo la música clásica, que para mí es una verdadera pasión. Por otra parte, llevo adelante investigaciones sobre el efecto de la música clásica…

…¡lo cual nos vuelve a su trabajo!

Sí, es cierto, así que no cuenta. Pero todo eso cambia a cada momento. Prácticamente toda mi vida consideré mi trabajo como un placer. Nunca me tomé vacaciones. Pero este año, con toda la presión de la mudanza a nuestro nuevo edificio, de pronto tuve ganas de irme de vacaciones. La semana pasada, durante un viaje a Europa, me tomé un día entero de descanso con mi esposa. Fuimos al campo, a un lugar tranquilo, bello, lejos de la agitación del mundo. Pero en un momento dado empezó a pesarnos. Acortamos la estadía y volvimos a la ciudad, con todas las actividades que nos gustan. Aun cuando sueño con tomarme vacaciones relajantes, ¡empiezo a creer que me resulta imposible!

(De “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010)

domingo, 24 de diciembre de 2023

Sociedad ética vs. Sociedad represiva

Las diversas sociedades humanas pueden clasificarse bajo dos categorías extremas. La primera de ellas implica una sociedad en la que la mayoría de sus integrantes piensa que los buenos y los malos están distribuidos casi uniformemente entre los distintos sectores étnicos, económicos, culturales, etc. De ahí que la alternativa para el mejoramiento social recae en un mejoramiento individual.

En las sociedades represivas, por el contrario, predomina la idea de que los ricos, los empresarios, los yankis, etc., son los malos, y que los pobres, los trabajadores, los izquierdistas, etc., son los buenos, incluso que todos los males padecidos por estos últimos se deben a los primeros. En esta sociedad pocos buscarán una mejora individual, mientras la mayoría cree estar exenta de toda culpa, ya que la atribuye enteramente al sector de los malos.

Los políticos de izquierda, en las sociedades represivas, conociendo las ideas y creencias predominantes en la sociedad, promueven tales ideas y creencias (o bien las inician) de manera de intentar "proteger" desde el Estado al sector supuestamente exento de errores y culpas, estableciéndose los distintos populismos y socialismos.

Se considera que el mejor gobierno, en las sociedades represivas, es el que más y mejor “reparte”, esto es, el que redistribuye riquezas del sector productivo al sector parasitario. En la Argentina, por ejemplo, se escuchan frases como la siguiente: “La casa de mi padre la obtuvo gracias a Perón”. Esta expresión implica que Perón le dio dinero propio para que construyera su casa, lo que parece poco probable. O bien le dio dinero ajeno a través del Estado, es decir, le dio dinero quitado o robado al sector productivo. Lo que parece seguro es que esa casa no la hizo con medios propios, legítimamente obtenidos, ya sea total o parcialmente. Mientras tanto, tal "ayuda" sirvió para comprar votos peronistas por una o más generaciones.

Es oportuno mencionar que el proceso inflacionario del último gobierno peronista (2019-2023) fue atribuido, por los políticos gobernantes, al anterior gobierno de Mauricio Macri. Luego de avanzado el proceso se amplió la culpabilidad a los empresarios, la guerra entre Rusia y Ucrania y a otros factores ajenos al gobierno. La inflación durante los primeros días del gobierno de Javier Milei sería culpa de Milei, pero jamás del gobierno peronista.

Un síntoma de la grave crisis moral de la sociedad argentina se advierte cuando el candidato presidencial Sergio Massa (a cargo del Ministerio de Economía), mientras destinaba entre el 1,5 y el 2% del PBI a su campaña electoral, decía que "el plan económico del FMI es inflacionario", culpando esta vez a dicho organismo. Además, en la propaganda electoral se decía que "la deuda de Macri" era la mayor deuda contraía en la historia del país, olvidando decir que tal deuda representa cerca de un 10% de la deuda total argentina.

Si bien el actual gobierno de Milei trata de achicar el enorme derroche de gastos estatales, como así también el masivo robo al Estado ejercido a lo largo y a lo ancho del país, pagados por todos mediante el “impuesto inflacionario”, las mejoras podrán ser evidentes en el futuro, pero serán limitadas. Y ello se debe a que poca predisposición a realizar inversiones tendrán los posibles inversionistas, ya que es muy grande el porcentaje de peronistas y socialistas (radicales, entre otros), por lo que no es de descartar que en el futuro vuelvan al poder para seguir destruyendo la nación.

El peronista sigue teniendo, como arma en contra de la nación, su voto incondicional. Sin embargo, muchos todavía no se han dado cuenta de ello. La grieta existente entre peronistas y anti-peronistas es una grieta moral, que sólo se ha de cerrar con el fin o el descenso del peronismo. Así como un judío no puede ser amigo de un nazi (por razones obvias) una persona decente no puede ser amigo de un peronista. De ahí que la grieta se deberá cerrar desde el sector que la inició y la mantuvo vigente.

viernes, 22 de diciembre de 2023

Los mitos combatidos por Steven Pinker

Los tres mitos combatidos por Steven Pinker son: la tabla rasa, el buen salvaje y el fantasma de la máquina. Al respecto, Catherine Meyer escribió: “¿Qué recubren esos grandes mitos que Pinker denuncia? Los tres se presentan a menudo simultáneamente. El primero, la “tabla rasa”, consiste en atribuir a la huella de los sentidos, y a ella sola, los giros que adquiere nuestra mente. Dicho de otro modo: sólo la experiencia de cada uno, sólo nuestras interacciones con nuestro ambiente físico y social modelan nuestra psicología”.

“Son la información que nuestros sentidos recogen y los aprendizajes que realizamos a lo largo de la vida –a veces durante períodos claves- los que rigen la elaboración y la edificación de la mente. Así pues, todo es adquirido masivamente, y nada de lo que preexiste tiene ninguna importancia. Por supuesto, un mito como este no se propagó tan explícitamente a través de la psicología científica del siglo XX, pero Pinker muestra cómo la influencia de esa posición todavía se hace sentir, incluso a niveles sociales y políticos. Ahora bien, como puede adivinarse, el psicólogo evolutivo que es Pinker no puede permitir que de un plumazo se barra con nuestro equipamiento genético, ni siquiera cuando se trata de nuestra psicología”.

La creencia de que sólo actuamos por influencia del medio ambiente, y no existiría una “naturaleza humana” construida por el proceso evolutivo, conduce al absurdo extremo de considerar que somos hombres o mujeres como resultado de una “creación social” y que tenemos el derecho a “elegir” el sexo, incluso distinto al que traemos de nacimiento. Esta creencia abrió las puertas a los ingenieros sociales que vieron la posibilidad de diseñar a sus gustos una nueva “naturaleza humana”, es decir, una “naturaleza artificial” que condujo a los marxistas a las más descabelladas consecuencias. Steven Pinker escribió: “El empirismo radical no es necesariamente una doctrina humanitaria de vanguardia. La pizarra virgen es el sueño de los dictadores” (De “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

En cuanto al segundo mito, Meyer escribe: “Segunda ilusión, a menudo ubicada en el segundo plano de nuestras discusiones sobre la naturaleza humana: el estado de una bondad inherente de la vida «salvaje», natural, del hombre por fuera de la sociedad (o al menos, por fuera de la sociedad moderna con sus reglas y sistemas sociales complejos). Allí se reconoce el tema del buen salvaje popularizado desde Rousseau, según el cual el ser humano es «naturalmente bueno»; es la sociedad (la cultura) la que lo corrompe”.

“Nuestra vida en sociedad estaría en el origen de nuestros males, y la preservación de un estado de naturaleza primitivo sería el modo de remediarlos. Pero ocurre que, como explica Pinker, no sólo la tabla rasa no es rasa en la especie humana (ni en ninguna otra, de paso), sino que además no se inclina más por una bondad innata que por una maldad intrínseca. La evolución, y con ella su mecanismo general, la selección natural, es moralmente neutra: no lleva en sí una carga política, ni ética ni jurídica, sino simplemente un efecto selectivo más o menos fuerte según las condiciones”.

“En nosotros, que heredamos el potencial de elaborar reglas de vida en común, códigos de buena conducta y leyes, está desarrollar los mejores sistemas posibles sobre esa base. No obstante, nada implica ni apoya la idea según la cual nosotros somos mejores cuanto más cerca estamos de nuestros orígenes rupestres. Algunas estadísticas rigurosas sobre la tasa de mortalidad masculina imputable a las guerras, por ejemplo, demuestran que la mayoría de las tribus indígenas fueron claramente más violentas que nuestras naciones industriales del siglo XX. A pesar de un «estado natural» innegable, esas tribus también supieron demostrar un ingenio certero en materia de armamento y destrucción”.

El mito del “buen salvaje” vendría a ser opuesto al mito de la “tabla rasa”, ya que éste confía sólo en la influencia social del medio desconfiando aquel de esa influencia, mientras que confía sólo en la “genética original”. Como nuestra psicología depende tanto de la herencia genética como de la influencia social, disponemos de la evolución cultural para una mejor adaptación al orden natural, tarea humana negada por ambos mitos al no reconocer la existencia de leyes naturales invariantes que rigen nuestras conductas individuales.

Respecto del tercer mito, Meyer escribió: “Queda un tercer mito del pensamiento moderno, contra el cual Pinker se rebela (Pinker y otros): la idea de que un «fantasma» independiente de sus elecciones anima nuestro cuerpo; la idea de que un alma sin ataduras ni limitaciones acecha nuestro organismo y puede, en todo momento, actuar como le parezca y hacer actuar al organismo del mismo modo. Es la famosa doctrina de la dualidad cuerpo-mente, cuyo divulgador más popular fue Descartes. Al convertir la mente a un principio inmaterial y al separarla de cualquier atadura física limitante, se hace posible justificar el libre arbitrio tanto como nuestra libertad de acción y de elección. Ya no se trata de una naturaleza heredada cuya mente sería, de una manera u otra, la emanación, y que nos acercaría seriamente a las limitaciones del reino animal. Pero la psicología evolutiva enseña tres puntos que Pinker defiende con uñas y dientes:

a) Nuestro cerebro, así como todo el resto, es un producto de la evolución y, como tal, sus sorprendentes capacidades y su potencial son resultado de un proceso compartido con otras especies.
b) Existe una base innata, biológica, origen de nuestro funcionamiento psicológico, aunque sin duda resulte limitante (no sale de ninguna parte y es libre de todo).
c) Pero nuestras estructuras biológicas también son capaces de generar funciones (como la de decisión y creatividad moral) que nos permiten juzgar y actuar moralmente".

Cabe mencionar que la “dualidad de Descartes” da lugar a todo lo que se considera como “sobrenatural”, admitiendo un mundo paralelo muy atractivo que hace que muchos creyentes religiosos dejen completamente de lado los mandamientos bíblicos, restringiendo severamente los fines de la religión moral.

Pío XII: "El Papa de Hitler" vs "Los judíos del Papa"

Respecto de Pío XII existen versiones contradictorias respecto de su actuación durante la Segunda Guerra Mundial. En síntesis, unos autores opinaban que colaboraba de alguna forma con los nazis, o bien nada hacía en contra; otros opinan que ayudaba a los judíos perseguidos por los nazis. Al respecto leemos: "La historia no ha sido amable con Pío XII. Sólo baste decir que ha sido llamado a menudo, y por muchos, «el Papa de Hitler», de manera natural, como si no hubiera duda sobre la complicidad".

"Se lo acusó de haber mantenido silencio durante el Holocausto, de no haber defendido con mayor vehemencia a los sacerdotes que eran perseguidos y asesinados en Alemania y luego, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, de haber ayudado a escapar a un gran número de nazis hacia América Latina" (De "Los judíos del Papa" de Gordon Thomas-Edhasa-Buenos Aires 2013).

Por lo general, se tiende a aceptar las opiniones que coinciden con la postura previa de cada lector, si bien, desde una perspectiva más amplia, sólo nos queda decir: "Algunos autores dicen tal cosa y otra dicen tal otra, opuesta a la primera". En todos los casos se aducen "pruebas" que avalan las opiniones más diversas, si bien algunas opiniones han de estar más cerca de la verdad que otras.

Gordon Thomas escribió: "Mientras investigaba para mi libro anterior, Operation Exodus, que se ocupa de un aspecto específico del Holocausto, me topé con una carta escrita en 1943 por Chaim Weizmann, quien luego sería el primer presidente de Israel. En ella agradecía a «la Santa Sede por estar prestando su poderosa ayuda en todos los aspectos posibles para mitigar el destino de mis correligionarios perseguidos»".

"Tres años antes de que Weizmann expresara su gratitud, Albert Einstein había declarado en la edición navideña de 1940 de la revista Time: «Sólo la Iglesia se plantó con firmeza y obstaculizó la campaña de Hitler para suprimir la verdad. Hasta entonces yo no tenía ningún interés especial en la Iglesia, pero ahora siento un gran cariño y admiración porque sólo la Iglesia tuvo el coraje y la perseverancia de defender la verdad intelectual y la libertad moral»".

"De los cuarenta y tres discursos que el futuro Pío XII dio como nuncio, cuarenta denunciaban aspectos de la ideología nazi emergente. En 1935 escribió una carta abierta al obispo de Colonia, en la que describía a Hitler como «un falso profeta de Lucifer». Dos años más tarde, en la Catedral de Notre Dame en París, dijo que Alemania estaba yendo por mal camino hacia una «ideología de la raza». Hitler le ordenó a la prensa nazi que lo etiquetara como «el amante de los judíos en el Vaticano»".

Además, "a favor" de Pío XII (Eugenio Pacelli), puede mencionarse una previa amistad con varios judíos, lo que tiende a descartar cualquier animosidad en contra de los perseguidos por los nazis. Thomas escribe al respecto: "Guido Mendes descendía de una familia judía romana...Eugenio había sido compañero de Guido en la escuela primaria, y después habían ido juntos a la universidad. Para entonces ya se habían hecho muy amigos; Eugenio era un invitado regular a las cenas del Sabbath de los Mendes, Guido tenía su lugar en la mesa navideña de la familia Pacelli".

"Cuando Eugenio comenzó a estudiar para sacerdote, Guido ya había ingresado en la Facultad de Medicina. El círculo de amigos judíos de Eugenio pronto se amplió a una docena. Sus amigos judíos asistieron a su ordenación y lo vieron celebrar su primera misa. Había caminado con ellos por la Plaza de San Pedro y les había mostrado las estatuas de los santos que coronaban la columnata de Bernini. Ellos, por su parte, le habían enseñado los rudimentos del hebreo".

"En el transcurso de su vida viajera, siempre que Pacelli regresaba a Roma invitaba a sus amigos judíos a reunirse con él. Ellos le preguntaban, cada vez con mayor preocupación, por el tratamiento que se les daba a los judíos en otros lugares, y él les contaba que todas las cosas que había visto y oído al respecto le causaban un profundo dolor, y les prometía luchar contra el antisemitismo con todo el poder que tuviera en sus manos".

"Pacelli también se había ocupado de que otros eminentes eruditos, doctores y científicos judíos emigraran a los Estados Unidos, América del Sur y otros países. Y había logrado que aquellos que no podían abandonar Roma por razones familiares, obtuvieran puestos en el Vaticano".

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Libertad inicial y libertad final

Son dos las formas extremas que disponemos para liberarnos de la dependencia respecto del dinero y, por consiguiente, respecto de los demás seres humanos. Si logramos alcanzar una buena situación económica, podemos liberarnos de tener que pensar todo el tiempo en cuestiones de dinero y de los posibles conflictos con otras personas, lo que constituye cierta dependencia indeseada. Otra forma implica reducir al máximo nuestras necesidades materiales y aspiraciones económicas, de manera de disminuir las posibilidades de tal dependencia indeseada, si bien la primera opción parece ser la que mejor conduce a la libertad personal, entendiendo por libertad la no dependencia personal respecto de otras personas.

Los vínculos sociales y familiares mejor establecidos son aquellos que no están "contaminados" por previos vínculos materiales o laborales. En este sentido, los vínculos empáticos resultan más aconsejables que los vínculos materiales. Estos son propuestos por los socialistas, estableciendo al trabajo y a los medios de producción como vínculos materiales del "hombre nuevo soviético". Desde sectores liberales, por otra parte, se propone al intercambio en el mercado como vínculo básico de una sociedad libre.

Para lograr la libertad económica que nos permita liberarnos de la dependencia respecto de los demás seres humanos, que es la libertad final, un objetivo importante a alcanzar, debemos partir de una libertad inicial, esto es, la libertad económica que ha de provenir de la adopción de la economía de mercado. De esa forma, a todos se les brinda, en mayor o menor medida, la oportunidad de llegar exitosos a la libertad final, si bien muchos no la han de lograr, ya sea por vagancia, incapacidad, falta de voluntad y otros aspectos asociados a la personalidad individual. Es muy frecuente que personas que inician una tarea productiva con ningún apoyo inicial, logren excelentes resultados en base a cierta capacidad laboral y productiva.

Cuando una persona ambiciona lograr mucho dinero, con fines competitivos, y más allá de lo que le permite liberarse del dinero, en realidad puede comenzar a acercarse a una situación de servidumbre voluntaria, ya que mantener y acrecentar un gran capital require de una atención absorbente en demasía.

Algunos, maliciosamente, designan a la libertad arriba mencionada como "la libertad para morirse de hambre", la cual en realidad es adoptada por un sector de la sociedad que tiene pocas intenciones de ganarse la vida por sus propios medios y espera vivir a costa de los demás, decayendo el nivel económico que una sociedad podría alcanzar. Bajo los sistemas socialistas la libertad inicial no existe, lo cual hace que el vago, el irresponsable y el envidoso puedan quedar en un nivel económico similar al innovador y al trabajador responsable. Con ello "igualan el punto de partida" de una competencia y de una libertad que queda anulada desde un principio.

Albert Einstein admiraba tanto a Franklin D. Roosevelt como al Mahatma Gandhi; al primero porque promovía la libertad individual a partir de una sólida posición económica, mientras que al segundo lo admiraba porque promovía la libertad individual renunciando a todo lo prescindible. Ambos promovían en cada individuo la independencia respecto de los demás, ya que de esa forma evitarían quedar atados mediante vínculos materiales para poder unirse a sus semejantes sólo mediante vínculos emocionales.

La solución ideal es aquella en la que cada individuo adopta el criterio de Gandhi; lo que ha de llevar a una disminución del consumo energético y otros inconvenientes generados a nivel planetario. Además, como factor de seguridad, debería adoptarse el criterio de Roosevelt, tratando de asegurar el futuro mediante una adecuada preparación laboral que conducirá a permitir inversiones productivas.

lunes, 18 de diciembre de 2023

La "no existencia" de Cristo

En diversas épocas aparecen escritores que niegan la existencia de Cristo. También en nuestros días acontece tal negacionismo. Al respecto, Fernando Prieto Arellano escribió: "Durante dos milenios, el cristianismo ha perdurado como una de las tres grandes religiones monoteístas del mundo. Ahora un voluminoso libro de casi 900 páginas sale a la luz para intentar demostrar que todo ello, a juicio de su autor, fue sólo una idea del emperador romano Constantino, en el año 303. En Año 303, inventan el cristianismo (Ediciones Alta Andrómeda) el investigador Fernando Conde Torrens defiende la tesis de que toda la historia del cristianismo se fraguó y se redactó entre ese año y el 313. Nunca hubo nada previamente, sino que todo es una invención que podría calificarse de literaria. Todo esa historia, cimentada en lo que en la terminología cristiana se conoce como Nuevo Testamento, la escribieron dos personas a las órdenes de Constantino: Lactancio (considerado por sus biógrafos como un panegirista cristiano) y el historiador Eusebio de Cesarea, señala Conde".(De www.diariodeleon.es)

Respecto de uno de los supuestos autores, puede leerse en la Enciclopedia Católica:

"Lucio Cecilio Firmiano Lactancio: Apologista cristiano del siglo IV. El nombre Firmiano ha despistado a algunos autores que creen que él era un italiano de Ferno, mientras que él era un africano de nacimiento y pupilo de Arnobio, quien enseñó en Sicca Veneria. Una inscripción hallada en Cirta en Numidia, la cual menciona a un cierto L. Caecilius Firminianus, ha llevado a la conclusión en algunas partes de que su familia pertenecía a ese lugar".

"Lactancio nació como pagano y en su juventud enseñó retórica en su lugar natal. A pedidos del emperador Diocleciano se convirtió en profesor de retórica oficial de Nicomedia. Uno de sus poemas (Hodoeporicum) es un relato de su viaje desde África hasta su nuevo hogar. Es probable que su conversión al cristianismo no se realizara sino hasta después de su traslado a Nicomedia".

"Sin embargo, parece claro que él no pudo retener su posición como maestro público después de la publicación del primer edicto de Diocleciano contra los cristianos (24 de febrero de 303). Después de su despido no era fácil hallar pupilos en esa ciudad griega que patrocinaran a un profesor de latín, y en consecuencia, se vio en tal pobreza que a veces no tenía para las necesidades básicas del diario vivir. En tales circunstancias trató de ganarse la vida escribiendo".

"La persecución lo obligó a dejar Nicomedia y desde el inicio de hostilidades hasta quizás 311 ó 313 tuvo que buscar un hogar en cualquier otro sito. La amistad del emperador Constantino lo levantó de la penuria y, a pesar de su edad (extrema senectute), fue nombrado tutor de latín de Crispo, el hijo del emperador. Este nuevo nombramiento lo obligó a continuar su cargo en Tréveris, donde pasó el resto de sus días. Parece muy probable que su traslado a Tréveris no ocurrió hasta 317, cuando Crispo fue hecho César y enviado a dicha ciudad. Crispo fue asesinado en 326, pero no se conocen las fechas ni circunstancias de la muerte de Lactancio".

"Como tantos otros escritores cristianos primitivos, Lactancio en todas sus obras revela su dependencia en los modelos clásicos y, fiel a los requisitos de su profesión, él es más refinado que profundo. Muy bien se merece el título de “el Cicerón cristiano” otorgado a él por los humanistas, pues él exhibe muchos de los defectos así como las gracias de su maestro. La más antigua de sus obras existentes es el De Opificio Dei, escrita en 303 ó 304 durante la persecución de Diocleciano y dedicada a un antiguo pupilo, un cristiano rico llamado Demetrianio".

"Los principios apologéticos que subyacen en todas las obras de Lactancio están bien establecidos en este tratado, que puede ser considerado como una introducción a toda su gran obra Las Instituciones Divinas (Divinarum Institutionum Libri VII), escrito entre 303 y 311. Ésta es la más importante de todas las obras de Lactancio; es sistemática así como apologética y su intención era señalar la futilidad de las creencias paganas y establecer la razonabilidad y verdad del cristianismo".

"Fue el primer intento de una exposición sistemática de la teología cristiana en latín, y aunque iba dirigida a ciertos folletistas que ayudaban a los perseguidores mediante asaltos literarios sobre la Iglesia, la obra fue planeada sobre un esquema lo suficientemente amplio para silenciar a todos sus oponentes. Es en esta obra, mejor que en ninguna otra, donde se muestran las fortalezas y debilidades de Lactancio. La belleza del estilo, lo escogido y adecuado de la terminología, no pueden esconder la falta de dominio del autor de los principios cristianos y su casi absoluta ignorancia de las Escrituras. Los pasajes “dualistas y panegíricos” que han sido un acertijo para los estudiantes de Lactancio, evidentemente no son de su autoría, sino de la de alguien que vivió cerca de su tiempo, probablemente un retórico de Tréveris".

"El Epitome Divinarium Institutionum, escrito por Lactancio mismo a petición de un amigo llamado Pentadio, es mucho más que una mera abreviación, sino más bien un tratamiento más resumido del asunto tratado en la obra más antigua. Otro tratado, De Ira Dei, dirigido contra los estoicos y epicúreos, es un suplemento a la “Instituciones Divinas” y trata sobre el antropomorfismo en su verdadero sentido. Conociendo la tendencia de la mente de Lactancio, no sorprende que la única obra histórica que tengamos de su pluma, De Mortibus Persecutorum, tenga un carácter apologético".

"En esta obra, nos da un relato sobre las horrorosas muertes de los principales perseguidores de los cristianos, Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano, Aureliano, y los contemporáneos de Lactancio mismo, Diocleciano, Maximiano, Galerio y Maximino. A pesar de la predisposición manifiesta del autor, esta obra es de primordial importancia como una fuente sobre la última y más grande de las persecuciones, aunque, algo extraño, el estilo no es tan perfecto como podría esperarse. El texto completo se halla en un solo manuscrito que lleva por título Lucii Caecilii liber ad Donatum Confessorem de Mortibus Persecutorium. Se han hecho muchos intentos para mostrar que la obra no fue escrita por Lactancio; sin embargo, las coincidencias de nombre, tanto de autor como de recipiente, las similitudes en estilo y la línea de pensamiento entre ésta y otras obras de Lactancio, son demasiado llamativas para admitir tal posibilidad. Harnack ha demostrado que no tienen ningún peso las dificultades cronológicas que Brandt pensó haber descubierto" (De https://ec.aciprensa.com).

Si las persecusiones contra los cristianos mencionadas son reales, ello implica que el cristianismo surge antes del siglo IV. Publio Cornelio Tacito, historiador del siglo I, escribió: "Ni a través de medidas de cooperación humana, ni a través de dádivas del emperador u holocaustos para los dioses, pudo borrarse del mundo la ignominia de creer que el incendio había sido intencional. Para poner fin a las habladurías, Nerón inculpó a otros y los castigó con los martirios más estravagantes. Eran aquellas gentes que el pueblo odiaba por sus infamias y llamaba «cristianos»".

"Aún durante su ejecución se los escarnecía. Eran metidos en el pellejo de animales y librados a los perros salvajes que los dilaceraban. Otros eran crucificados o sufrían muerte por fuego, convertidos en antorchas nocturnas cuando se insinuaban las primeras sombras del anochecer. Para este espectáculo, Nerón habilitó su parque privado y al mismo tiempo organizó juegos circenses durante los cuales se mezclaba entre el pueblo disfrazado de auriga o se erguía sobre un carro de carreras. Por eso, aun cuando aquellos desgraciados fueran culpables y hubiesen merecido las penas más duras, despertaron compasión, como si hubieran sido sacrificados no por el bien común, sino por la crueldad de un individuo". (Citado en "Nerón" de Philipp Vanderberg-Círculo de Lectores SA-Bogotá 1981).

Además, al negarse toda forma de tradición oral, que era la manera en que en la antigüedad se propagó el cristianismo primitivo, se niega toda posible veracidad de tales comunicaciones masivas.

Teniendo presente el negacionismo inicial, seguramente podrá aducirse que Tácito "no existió", o bien que mintió, lo que no parece factible en un historiador de su jerarquía. Si el cristianismo surge en el año 303, no podrían existir cristianos en la época de Nerón y todos los historiadores de la época romana estarían equivocados.

sábado, 16 de diciembre de 2023

Estado de bienestar: Hazlitt vs Galbraith

La sociedad en la que “todo lo pagamos entre todos” constituye el Estado de bienestar, o Estado benefactor. Esta forma de socialismo, sin que los medios de producción sean nacionalizados, presenta las limitaciones propias de toda forma de socialismo, ya que esta vez se nacionalizan parcialmente los recursos monetarios vía impuestos.

Henry Hazlitt escribió: "La conclusión que se desprende naturalmente de todo esto -y Galbraith no vacila en expresarla- es que habría que privar a los consumidores de la libertad de elegir y que, en cambio, quienes deben determinar sus preferencias de consumo son los burócratas del gobierno, que rebosan de sabiduría, una sabiduría muy poco convencional, por supuesto. No se debe dar a los consumidores lo que ellos mismos quieren, sino lo que los burócratas de exquisito gusto y de refinada cultura consideran bueno para ellos".

"La manera de hacerlo es despojar a la gente mediante impuestos, de todos los ingresos que han cometido la torpeza de ganar por encima de lo necesario para cubrir sus gastos esenciales, y entregar ese dinero a los burócratas, quienes se ocuparán de gastarlo de una manera, según ellos, realmente útil para el pueblo. Más y mejores carreteras, parques, campos de juego, escuelas y programas de televisión; todo ello provisto por el gobierno, por supuesto".

"Y aquí Galbraith recurre a un evidente truco semántico. Los bienes y servicios en los cuales la gente gasta voluntariamente su dinero, constituyen, en su vocabulario, el «sector privado» de la economía; por otra parte, los bienes y servicios que les proporciona el gobierno con los ingresos que él mismo les ha quitado en forma de impuestos, constituyen el «sector público»".

"Ahora bien, el adjetivo «privado» está rodeado por un aura de egoísmo y egocentrismo, pues mira hacia adentro; mientras que el adjetivo «público» tiene un aura que connota lo democrático, compartido, generoso, patriótico, lo que mira hacia afuera; en suma, lo que sirve al espíritu público. Pero en vista de que la tendencia del creciente Estado benefactor ha consistido en retirar más y más de las manos privadas, para asumir la provisión de los bienes y servicios considerados esenciales y edificantes en mayor grado, hay una progresiva propensión a ligar cada vez más la palabra «público» con todo lo que sea realmente necesario y loable, dejando que el término «sector privado» se asocie simplemente con los deseos superfluos y caprichosos apartados a un lado después de haberse atendido todo lo realmente importante".

"La verdadera distinción y el vocabulario apropiado, empero, arrojarían una luz completamente distinta sobre la cuestión. Lo que Galbraith denomina «sector privado» de la economía es en realidad el sector voluntario, mientras que lo denominado por él como «sector público» en en realidad el sector coercitivo. El sector privado está compuesto por bienes y servicios en los cuales la gente gasta voluntariamente el dinero que ha ganado. El sector coercitivo está constituido por los bienes suministrados a los individuos sin contemplar sus apetencias, por medio de los impuestos que se le aplican. Y puesto que este sector crece a expensas del sector voluntario, llegamos a la esencia del Estado benefactor”.

“En tal Estado, ninguno paga la educación de sus propios hijos, sino que todos pagan la educación de los hijos ajenos. Ninguno paga sus propias cuentas de médico, pero todos pagan las cuentas de médico correspondientes a los demás. Ninguno presta ayuda a sus propios padres ancianos, sino que todos la prestan a los miembros restantes de la comunidad. Ninguno hace previsiones para las contingencias de su propia desocupación, enfermedad, vejez, sino que todos atienden al desempleo, enfermedad y vejez de todos los demás. El Estado benefactor, como lo dijo Bastiat con misteriosa clarividencia hace más de un siglo, es la gran ficción por intermedio de la cual todos intentan vivir a expensas de todos los demás”.

Desde el punto de vista ético, al menos en una primera impresión, no aparecen fallas visibles en esta tendencia social. Sin embargo, es necesario ver las cosas desde el punto de vista de los resultados económicos y ahí se advertirán fallas que lo hacen éticamente criticable. Hazlitt agrega: “Esto no sólo es una ficción; está destinado al fracaso. Fin que, con seguridad, ha de resultar siempre que el esfuerzo quede separado de la recompensa. Cuando la gente gana más de lo común se encuentra con que su «excedente», o la mayor parte de él, le es quitado en forma de impuestos, y cuando la gente que gana menos de lo común se encuentra con que la deficiencia, o gran parte de ella, le es entregada en forma de donación o repartos, la producción de todos tiene que declinar abruptamente, pues los enérgicos y capaces pierden incentivo para producir más de lo común, y los haraganes e inhábiles pierden incentivos para mejorar de situación” (De “El Estado y la libertad”-Centro de Estudios sobre la libertad-Buenos Aires 1965).

jueves, 14 de diciembre de 2023

Realidad de Cristo vs. Farsa elaborada

Debido a que el cristianismo se inicia en un rincón marginal del Imperio Romano, poca trascendencia tuvo en los primeros años, por lo que ello dio lugar a que algunos autores dudaran de la existencia real de Cristo. De ahí se sigue la conclusión de que todo fue una farsa, inventada por un anónimo farsante, que inició un proceso social alrededor de una creación humana para engañar a todo el mundo. Juan José Sebreli escribió: "Las escasas evidencias sobre la vida de Jesús de Nazaret otorgan una gran libertad para la fantasía; todas las interpretaciones son posibles, incluso la creencia de que no existió como personaje real, sino sólo como un ser espiritual o un símbolo. No es difícil multiplicar indefinidamente los evangelios apócrifos o inventar ficciones que toman como pretexto a personajes reales".

"El teólogo Robert M. Price, refiriéndose a una exitosa novela seudobiográfica, decía que investigar periodísticamente la verdadera historia de Jesús es como documentar la vida de Robin Hood o de Superman" (De "Dios en el laberinto"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2017).

La posibilidad de la inexistencia mencionada tiende a satisfacer a las personas no religiosas, o bien ateas, con el agregado de considerar ilusos a los cristianos, quienes habrían sido engañados en forma evidente. Sin embargo, de tal engaño habrían participado nada menos que los fundadores de la física y la astronomía (Copérnico, Galileo, Kepler, Newton) y los fundadores del electromagnetismo (Faraday, Ampere, Maxwell).

Si consideramos que la religión moral implica una ética natural, junto con un "envase" (como lo es la existencia de un orden natural o de un Dios que rige al universo), y que tal religión moral viene escrita en el Nuevo Testamento, puede afirmarse que lo esencial es la ética mencionada, que se independiza totalmente de un autor y de su posible inexistencia. Lo importante es la veracidad de tal ética natural, la cual incluso podría adjudicarse al "anónimo farsante" que inventó la figura de Cristo.

El criterio acerca de la veracidad de toda teoría, dentro del ámbito de la ciencia experimental, viene asociado a la compatibilidad, o no, de una hipótesis establecida respecto a la realidad que está describiendo. Parece ser exitosa la "farsa" mencionada, ya que ha sido el fundamento evidente de gran parte del proceso de la génesis de la civilización occidental. Richard P. Feynman escribió: “En la Edad Media se pensaba que la gente hace sencillamente muchas observaciones y que las propias observaciones sugieren las leyes. Pero las cosas no funcionan así. Se necesita mucha más imaginación. Por eso tenemos que hablar de dónde proceden las nuevas ideas. En realidad, da igual de dónde procedan con tal de que lleguen. Tenemos una forma de comprobar si una idea es correcta o no, que no tiene nada que ver con su procedencia. Simplemente la ponemos a prueba frente a la observación. Por eso en la ciencia no estamos interesados en la procedencia de una idea”.

“No hay ninguna autoridad que decida qué idea es buena. Nos hemos librado de la necesidad de acudir a una autoridad para descubrir si una idea es verdadera o no. Podemos leer a una autoridad y dejar que nos sugiera algo; podemos probarlo y descubrir si es cierto o no. Si no es cierto, tanto peor, y así es cómo las «autoridades» pierden algo de su «autoridad»”.

“La mayoría de la gente encuentra sorprendente que en ciencia no haya interés por la formación previa del autor de una idea o por sus motivos al exponerla. Usted le escucha, y si la cosa suena digna de ser probada, que podría ensayarse, que es diferente y no es claramente contraria a lo ya observado, entonces resulta excitante y vale la pena intentarlo. Usted no tiene que preocuparse por cuánto haya estudiado él o por qué quiere que usted le escuche. En ese sentido no importa de dónde precedan las ideas. El origen real es desconocido; lo llamamos imaginación del cerebro humano, la imaginación creativa; es simplemente uno de aquellos «impulsos»” (De “Qué significa todo eso”-Crítica-Barcelona 1999).

Sebreli pareciera no haber advertido la importancia de la ética cristiana, incluso pudiéndose afirmar que si gran parte de los seres humanos la hubiesen tenido siempre presente, no se habrían producido las guerras mundiales ni tampoco habrían existido el comunismo y el nazismo. Sin embargo, en el caso de que Cristo hubiese existido, no perdió la ocasión para denigrarlo de alguna manera, escribiendo: "Es evidente que escenas como la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aclamado por la multitud, son fantasías. De ser cierta, el personaje no hubiera pasado casi inadvertido para los historiadores de la época, tanto judíos como romanos".

"La vida pública de Jesús fue un fracaso, los doctores del templo lo desdeñaron por su escasa cultura, la gente del pueblo lo miraba con indiferencia o la curiosidad que despertaba un personaje raro. Era uno más entre los muchos profetas judíos que deambulaban por esos años por Palestina. Todos ellos se hacían llamar Mesías y se proclamaban salvadores de la humanidad; Jesús, por lo tanto, no podía atraer demasiado la atención".

"Los profetas no eran bien vistos por los saduceos, casta gobernante de las clases altas judías, que conservadores en religión pero también más racionales, no creían en la inmortalidad del alma ni en los ángeles ni en los demonios; consideraban a los visionarios profetas alucinados y peligrosos para la estabilidad social y, por lo tanto, es probable que presionaran para la condena a Jesús".

"Fueron indudables la megalomanía -el pobre hijo de un carpintero que decía descender de un rey- y el narcisismo de Jesús. En el Evangelio según Juan, hay una gran cantidad de frases autorreferencial que comienzan con el pronombre personal «yo»... Asimismo, no debe olvidarse que en Israel, como en todo el mundo antiguo, y aun en el medioevo, la locura era considerada sagrada, haciendo difícil discernir entre lo sacro y lo morboso".

"Jesús era uno, entre otros tantos, de los predicadores con alucinaciones mesiánicas, sanadores y magos hacedores de milagros que pululaban por entonces en Asia. Sólo una combinación imprevisible de circunstancias debieron darse para que hoy sigamos ocupándonos de ese hombrecito que pasó inadvertido en su breve vida".

Cristo sugiere "amar al prójimo como a uno mismo", es decir, sugiere compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, como base de su ética. De ahí que sus detractores deberían concentrarse en esa sugerencia para, luego, vislumbrar los efectos personales y sociales que habrá de tener. Es así como actúa la gente seria y el científico auténtico, tal como lo advertía Richard P. Feynman. Es más digna esta verificación que apostar por una inexistencia o por una "falta de cultura".

martes, 12 de diciembre de 2023

El origen del cristianismo

Con la finalidad de hacer accesible la idea del proceso del surgimiento del cristianismo, se recurrirá a una analogía del ámbito deportivo. Así, encontramos a un club de fútbol, en Italia, en la ciudad de Milán, en donde un sector promueve la contratación de jugadores extranjeros. A este sector se opone otro que acepta sólo jugadores italianos. El desacuerdo persiste y el primer sector se separa surgiendo el Internazionale F.C., quedando el otro sector como el Milan A.C. En forma similar, mientras el cristianismo aspira a convertirse en una religión universal, o mundial, el judaísmo mantiene la idea de ser sólo una religión nacional.

Mientras ambos clubes comparten el estadio San Siro, o Giusseppe Meazza, Jerusalén y su templo han de ser compartidos en las primeras etapas del cristianismo. También ambas religiones han de compartir el Antiguo Testamento, ya que lo esencial de la religión moral es la ética. La diferencia esencial radica, en este aspecto, en que, mientras los mandamientos de Moisés son accesibles respecto de su cumplimiento (No matar, no robar, no mentir, etc.), los mandamientos de Cristo son bastante más exigentes (como el Amarás al prójimo como a ti mismo).

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

¿UNA RAMA DE LA RELIGIÓN JUDAICA?

Por Alfredo Sáenz

Justamente éste sería el gran escollo que debió superar la Iglesia primitiva. Porque después de nuevas predicaciones y de nuevos milagros, entre los cuales resultó especialmente impactante la curación del paralítico de nacimiento, justamente a las puertas del Templo, el número de fieles subió pronto a cinco mil. Entre los que se iban convirtiendo, la mayor parte eran de raza judía.

¿Sería el cristianismo una rama de la religión judaica, o se trataba de algo nuevo? En otras palabras: ¿Cómo llegó el cristianismo a independizarse de sus raíces locales y convertirse en una religión universal? Nuestra religión se llama católica, es decir, universal.

Ello es para nosotros algo obvio y aceptado sin reservas. Cristo envió a los suyos “a todas las naciones”, diciéndoles “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra”. Sin embargo dicho universalismo no fue entendido de entrada por todos. Tal desinteligencia constituyó el primer gran escollo con que se topó la Iglesia en los albores de su existencia.

¿Cuál era la actitud que se debía tomar frente a la ley antigua, frente a Israel? No olvidemos que los cristianos, al igual que los judíos, estaban convencidos de que Israel era el pueblo de Dios; judíos de nacimiento, como los doce apóstoles y los setenta y dos discípulos, fieles a la ley de Moisés, sólo podían entender el cristianismo como un complemento del judaísmo. La Iglesia no era sino la flor que coronaba el viejo tronco de Jesé.

Resultaba lógico que así se pensara. Desde hacía siglos, Israel esperaba al Mesías. Los profetas le habían enseñado que saldría de sus filas, y que vendría a establecer el Reino de Dios, implantando en la tierra la justicia y la paz. Es cierto que la mayor parte de los judíos, cuando pensaban en el futuro reino, lo concebían como un reino prevalentemente material, no como un reino espiritual, según lo entendieron los cristianos desde el principio. Pero siempre era para todos, judíos y cristianos, “el reino de Israel”.

Por algo Dios le había prometido a Abraham que tendría una descendencia inmensa, y a Moisés le anunció que entablaría una alianza con su gente, merced a la cual Él sería su Dios e Israel la parte de su herencia, y a David le aseguró que el Mesías provendría de su casa real. El mismo Cristo afirmaría que Él no había venido a abrogar la Ley sino a darle pleno cumplimiento. Más aún, les encargaría a sus discípulos que cuando se lanzasen a la predicación de la buena nueva empezaran por los judíos.

Parecía, pues, obvio que en el pensamiento de los primeros cristianos, todos o casi todos de procedencia judía, la Iglesia no era sino la prolongación de Israel, una nueva rama brotada del pueblo elegido. La Iglesia era judía: judío su divino fundador, judía su madre, judíos los apóstoles, judíos sus primeros miembros. Aquellos tres mil hombres que se convirtieron a raíz de la predicación de Pedro el día de Pentecostés eran también judíos.

Cuando el apóstol les decía: “Varones israelitas, escuchad estas palabras”, estaba hablando exclusivamente a judíos. Y más tarde, cuando los enviados de Jesús, apóstoles y discípulos, fueron recorriendo Palestina, se detenían sólo en las ciudades donde existían comunidades judías, iban a las sinagogas y allí anunciaban que el Mesías por ellos esperado ya había llegado: no era otro que Jesús de Nazaret, el hijo de María. Como se ve, la Iglesia hundía sus raíces en la Sinagoga.

Antes de seguir adelante debemos hacer una aclaración. Entre los judíos había dos corrientes espirituales respecto de los extranjeros, o de los “gentiles”, como gustaban llamarlos, los integrantes de las diversas “naciones”. Una era la del particularismo. Un escritor judío del siglo II, el autor de la Carta de Aristeo, decía: “El legislador nos encerró en los férreos muros de la Ley, para que, puros de alma y de cuerpo, nos mezclásemos para nada con nación alguna”.

Tal era la posición común entre los judíos de Jerusalén y de Palestina, que vivían aferrados al Templo y su entorno cultual. Pero había también otra corriente, más universalista, en base a lo que Dios le había prometido a Abraham: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Ellos hacían suyas las palabras de Tobías: “Confesadle, hijos de Israel, antes las naciones, porque él los dispersó entre ellas… Pregonad que él es vuestro Dios y Señor, nuestro Padre por todos los siglos”.

El lugar privilegiado de esta tendencia era Alejandría, donde vivía una nutrida colonia judía en estrecho contacto con el mundo helénico. Según una legendaria tradición, el faraón Ptolomeo II había hecho traducir al griego los libros sagrados de Israel por una comisión de setenta sabios. Fue la llamada versión de “los Setenta”, que se difundiría por doquier.

Allí floreció también el gran pensador Filón, contemporáneo de Cristo, que sin perder la fidelidad a su pueblo, no ocultaba su admiración por Platón, tratando concientemente de utilizar la cultura griega para ponerla al servicio de la fe judía. Los seguidores de esta segunda corriente se esforzaban por conquistar a la fe revelada a los hijos de otros pueblos, en un sincero proselitismo. De ello da testimonio el mismo Evangelio, según se colige por aquel reproche de Jesús: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito, y luego de hecho, lo hacéis hijo de la gehena, dos veces más que vosotros!”. Más allá del aspecto recriminatorio de las palabras del Señor, se advierte cómo los judíos trataban de propagar su fe.

Había, pues, una multitud de “prosélitos”, es decir, de adherentes gentiles que abrazaban el judaísmo. Unos eran los “prosélitos de la puerta”, así llamados porque sólo podían franquear la puerta del primer atrio del templo de Jerusalén. Debían reconocer al verdadero Dios, observar el sábado, contribuir al sostenimiento del templo y frecuentar las sinagogas. Los otros, los “prosélitos de la justicia”, eran los que aceptando el Pentateuco y la circuncisión, entraban en la comunidad de la alianza y se hacían judíos de nación y de religión. Los primeros, los de la puerta, por no haber accedido a la plenitud, estaban excluidos de la participación del culto judío, no pudiendo entrar en el Templo. Eran judíos, sí, pero de segunda categoría.

Pues bien, para los primeros cristianos la Iglesia era algo así como una rama de la Sinagoga, una rama peculiar, por cierto, diferente, ya que no era incluíble ni en las filas de los fariseos, con sus filacterias en la frente, ni tampoco de los saduceos, porque no huían como éstos del mundo. Era una rama a la que Dios había revelado el sentido real de las profecías, por lo que podían anunciar con certeza: Ha llegado el Mesías.

A la Sinagoga no se podía entrar sin ser miembro, por nacimiento o por adopción, del pueblo de Israel. Hoy se nos hace difícil de entender esa manera de pensar: tener que renunciar, casi, a la propia nacionalidad, para hacerse miembro de ese pueblo pequeño, universalmente despreciado, objeto de odio para todo el género humano, como decía Tácito, y luego el mismo San Pablo. Renunciar a ser griego o romano para hacerse judío.

Con todo, así lo han de haber entendido inicialmente aquellos cristianos. Ni hubieran podido entenderlo de otra manera, si no recibían una nueva luz sobre dicho problema. Tal sería la primera gran encrucijada en la historia de la Iglesia. ¿Sería el cristianismo, asimilado a Israel, una religión nacional? ¿O sería católico, o sea, universal?

Esta perplejidad se manifestaba asimismo en la liturgia de los primeros cristianos. Había entre ellos un culto privado, que se realizaba en las casas particulares, y consistía en la predicación de los apóstoles y la celebración de la Eucaristía, pero también asistían al culto público, que celebraban en el Templo, junto con los demás judíos.

Por eso, como también lo había hecho Jesús, acudieron a las sinagogas, donde les era posible hacer oír la buena nueva al interpretar la ley y los profetas. Lo único que los distinguía de los allí presentes era la fe en el Mesías ya venido. El vínculo entre la Iglesia y la Sinagoga sólo se rompería por una señal del cielo y en razón de una imposibilidad absoluta, cuando la autoridad de la Sinagoga, hasta entonces respetada, rechazase de manera formal la buena nueva, consumando teológicamente su hostilidad.

(De “La nave y las tempestades”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 2005).

lunes, 11 de diciembre de 2023

Foto del autor

Fotografía que tiene algunos años, aunque me le parezco bastante.....

domingo, 10 de diciembre de 2023

La competencia en el mercado

Los detractores de la economía de mercado, bajo una falsa actitud pacifista, critican la competencia entre productores, por una parte, y entre consumidores, por otra parte. Suponen que tal competencia, inherente al sistema capitalista, es similar a la existente entre las diversas mafias que luchan por el poder en la búsqueda de un predominio total en las diversasn áreas de una sociedad.

Si bien es frecuente el caso de este tipo de competencia, como una distorsión de la economía de mercado, lo que predomina es la competencia para la cooperación social. Así, decimos que el empresario A compite con el empresario B, tratando cada uno de abarcar un mayor porcentaje del mercado. La forma en que compiten se restringe a elaborar artículos de mejor calidad y de menor precio, con lo que "cooperan con el consumidor", ya que es el beneficiario directo de esa competencia. De ahí que los economistas hablan de una competencia que favorece la cooperación social.

Si en lugar de haber varios productores que participan en el proceso de intercambio (mercado), existe uno solo, deja de haber competencia y ello tiende a perjudicar al consumidor, por cuanto el único empresario puede abusar de esa soledad para fijar precios elevados o baja calidad. Sin competencia entre productores, se interrumpe la cooperación social. Es posible que el único productor no cometa excesos para evitar el surgimiento de competidores, pero un sistema monopólico carece de la seguridad propia de los sistemas competitivos.

Lo que llama la atención es la ignorancia de este proceso tan evidente, ya que muchos intelectuales asocian a la competencia inherente al capitalismo, una lucha similar a la existente entre las distintas mafias que asolan una ciudad. Este es el caso de Frans de Waal, quien expresó: "Hay una concepción con la cual no estoy de acuerdo: que somos por naturaleza individualistas y competitivos, y que hay que construir una sociedad basada en la competencia. En realidad se oponen dos visiones extremas: una según la cual se puede crear una sociedad enteramente basada en la libre empresa y la competencia, una sociedad muy individualista. Y la otra -el viejo ideal comunista- según el cual se puede crear una sociedad enteramente basada en la cooperación sin competencia, donde todo el mundo, casi como un hormiguero o una cueva de termitas, contribuye al bien del grupo".

"Pero el comunismo fracasó porque la gente no está dispuesta a sacrificar todos sus beneficios por el bien del grupo. Hay que darles ciertas ventajas a ellos mismos y a sus hijos; sin esas ventajas, ya no quieren participar. Por eso el comunismo no funcionó: por la ausencia de recompensas individuales suficientes por el trabajo efectuado" (De "Los nuevos psi" de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

Para el citado autor, no existiría ninguna forma de cooperación social bajo una economía de mercado, mientras que en realidad se potencia la cooperación social con la competencia indicada más arriba. Por el contrario, asocia la cooperación al comunismo cuando en realidad todo sistema colectivista genera una competencia entre consumidores cuando observan que unos reciben alimentos o bienes en mayor cantidad y calidad que otros consumidores. Además, el autor parece descartar que los sistemas comunistas constituyeron verdaderas cárceles, como lo demostró la existencia de la muralla de Berlín.

El citado autor agrega: "Una sociedad basada exclusivamente en la competencia individual no puede existir. El ideal «deje que las personas compitan entre sí, que algo bueno saldrá de ello» no concuerda con nuestra naturaleza de primates que quiere que estemos socialmente conectados, que desarrollemos lazos sociales y fuertes sistemas de cooperación".

Los ideólogos que combaten el capitalismo, ya sea por maldad o por ignorancia, son quienes favorecen a los movimientos de izquierda que tienen en la mente volver al nefasto sistema comunista tratando por todos los medios de destruir al sistema de cooperación social potenciado por la competencia. Ludwig von Mises escribió: "El «laissez faire» no significa: Dejad que operen unas supuestas fuerzas ciegas e incontroladas. Quiere decir: Dejad a cada uno que resuelva cómo quiere cooperar en la división social del trabajo; dejad que sean los consumidores quienes determinen lo que los empresarios hayan de producir".

"La planificacion socialista significa: Dejad que el gobernante, por sí y ante sí, amparado en los resortes de la represión, resuelva y decida" (De "La acción humana"-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

sábado, 9 de diciembre de 2023

Hayek describe una situación similar a la de la Argentina actual

CAMINO POR EL CUAL, FINALMENTE, LA INFLACIÓN CONDUCE AL DESEMPLEO

Por Friedrich A. Hayek

Lamento tener que decir que la responsabilidad por la actual inflación mundial corresponde íntegramente a los economistas, o al menos a la gran mayoría de mis colegas que han seguido las enseñanzas de LORD KEYNES.

Lo que actualmente estamos experimentando, son simplemente las consecuencias económicas de la prédica de LORD KEYNES. Los gobiernos, en todas partes, viven financiando una cantidad creciente de sus gastos mediante la creación de moneda, en una escala que cualquier economista de buena reputación anterior a KEYNES, habría reconocido como causante de la clase de inflación que tenemos. Y esto se ha llevado a cabo siguiendo el consejo y hasta la presión de los discípulos de LORD KEYNES.

La doctrina seductora, según la cual el déficit fiscal –en tanto se mantenga el pleno empleo- no sólo es inocuo, sino incluso meritorio, fue, naturalmente, bienvenida por los políticos. Los partidarios de semejante doctrina han sostenido, desde tiempo atrás, que un incremento deficitario del gasto total, mientras mantenga un aumento del empleo, no debe ser considerado inflación. Y ahora, cuando la constante aceleración del aumento de los precios, ha desacreditado, en cierto modo, este punto de vista, se recurre a la excusa de que, aún así, una inflación moderada es un precio bajo a cambio de tener pleno empleo; “es preferible 5% de inflación que 5% de desempleo” acaba de decir el canciller alemán.

Esto convence a la mayoría de la gente que no ve el daño que la inflación causa. Parecería –y esto es lo que han sostenido algunos economistas- que todo lo que la inflación hace, es redistribuir ingresos, de modo que lo que unos pierden, otros ganan; en tanto que el desempleo significa una reducción del ingreso real.

Sin embargo, esta interpretación errónea, no tiene en cuenta el principal daño que la inflación causa. Este daño consiste en imprimirle al conjunto de la estructura de la economía un carácter distorsionado y cercenado; el cual, tarde o temprano, hace inevitable un mayor desempleo que el que se quiso prevenir con tal política. Ello ocurre, como consecuencia de que cada vez más y más trabajadores, son atraídos a determinados empleos, cuya existencia depende de que continúe y aun se acelere la inflación.

El resultado es una creciente inestabilidad, puesto que una parte cada vez mayor del empleo depende de que la inflación continúe y quizás que ella se acelere. En este estado de cosas, todo intento de atenuar la inflación conducirá inmediatamente a tanto desempleo, que las autoridades rápidamente abandonarán tales intentos y retomarán el camino de la inflación.

Estamos ya familiarizados con el concepto de “inflación estancada”, para describir la situación en la cual, una tasa de inflación aceptada, ya no es suficiente para producir un grado satisfactorio de empleo. En este estado, ahora, parece que los políticos no tienen otra posibilidad que la de incrementar nuevamente la inflación.

Pero este proceso no puede continuar indefinidamente, puesto que, la inflación acelerada, pronto conduce a una completa desorganización de toda la actividad económica. y este final no puede ser evitado por ningún esfuerzo tendiente a controlar precios y salarios, mientras continúa el incremento del suministro de moneda; porque la clase particular de empleos que la inflación ha creado, depende de un continuo aumento de los precios, de manera que tales empleos desaparecen tan pronto como este aumento se detiene.

Una inflación “reprimida”, además de causar una desorganización de la actividad económica, aún peor que la causada por una inflación abierta, no tiene ni siquiera la ventaja de mantener los empleos que la precedente inflación abierta había creado.

En realidad, hemos sido conducidos a una situación tremenda. Todos los políticos prometen que van a detener la inflación y preservar el pleno empleo. Pero, ciertamente, no pueden hacerlo. Y mientras más prolonguen el mantenimiento artificioso de empleo, mediante el recurso de la inflación, mayor será el desempleo cuando, finalmente, la inflación toque su fin. No existe recurso mágico que haga posible evadirnos de esta situación que hemos creado.

Esto no significa que necesitemos vivir otro periodo de desempleo como el que vivimos en los años treinta. Aquél se debió a que no se permitió la necesaria contracción de la demanda total, para la que no existía justificación alguna. En la situación presente, debemos tener en cuenta que, para detener la inflación, y aún sólo para reducir su tasa, habrá que afrontar el hecho cierto de que ello producirá un desempleo substancial. Ciertamente, nadie desea esto, pero no podemos evitarlo, y todo intento para posponerlo, servirá únicamente para incrementar la dimensión del desempleo.

La alternativa que existe y que, desafortunadamente, no es improbable que ocurra, es la de recurrir a una economía totalmente controlada, en la cual cada uno tiene asignada compulsivamente su tarea. Y aunque este tipo de economía puede evitar la falta inmediata de trabajo, la situación de la mayoría de los trabajadores, será ciertamente mucho peor de la que sería aún durante un periodo de desempleo.

Nuestro propio error en materia monetaria y de política financiera, es responsable de esta calamidad. No es responsable la inexistente economía de mercado (o el sistema capitalista). Lo que hemos hecho es reproducir en una escala colosal, lo que en el pasado produjo los ciclos recurrentes de “auges” y “depresiones”. Lo que hemos hecho es permitir un prolongado “auge” inflacionario el cual, trajo un mal empleo de la fuerza laboral y de otros recursos económicos, dándoles destinos en los cuales únicamente pueden mantenerse, en tanto la inflación exceda a las expectativas.

La diferencia con el pasado consiste en que, antes, el mecanismo del sistema monetario internacional ponía fin a la inflación en pocos años. En cambio ahora, nos hemos ingeniado para establecer un nuevo sistema que ha hecho posible que la inflación continúe durante dos décadas.

Mientras tratemos de mantener esta situación, lo único que lograremos es empeorar las cosas a la larga. A fin de evitar una reacción mayor que la necesaria, lo único que puede hacerse es renunciar a la ilusión de que el “auge” puede prolongarse indefinidamente. Es decir, de lo que se trata es de encarar la tarea ahora. Así podrán mitigarse los sufrimientos, evitando que la reacción degenere en una espiral inflacionaria. Será una tarea tendiente, sobre todo, a facilitar la apertura (temporal y permanente) de nuevos empleos, económicamente logrados, para quienes inevitablemente perderán los actuales; puesto que no se trata de preservar los actuales empleos antieconómicos.

No podemos por más tiempo evitar esta necesaria tarea. Cerrar los ojos al problema no lo hará desaparecer. Quizás sea cierto que, debido a que el pueblo se le ha enseñado que el gobierno siempre puede evitar el desempleo, su fracaso en lograrlo cause graves disturbios sociales. Pero, si es así, probablemente, no esté a nuestro alcance evitarlo.

(De “Ideas sobre la libertad”-Centro de Estudios sobre la Libertad-Año XVII/Febrero de 1975-Buenos Aires)