miércoles, 20 de diciembre de 2023

Libertad inicial y libertad final

Son dos las formas extremas que disponemos para liberarnos de la dependencia respecto del dinero y, por consiguiente, respecto de los demás seres humanos. Si logramos alcanzar una buena situación económica, podemos liberarnos de tener que pensar todo el tiempo en cuestiones de dinero y de los posibles conflictos con otras personas, lo que constituye cierta dependencia indeseada. Otra forma implica reducir al máximo nuestras necesidades materiales y aspiraciones económicas, de manera de disminuir las posibilidades de tal dependencia indeseada, si bien la primera opción parece ser la que mejor conduce a la libertad personal, entendiendo por libertad la no dependencia personal respecto de otras personas.

Los vínculos sociales y familiares mejor establecidos son aquellos que no están "contaminados" por previos vínculos materiales o laborales. En este sentido, los vínculos empáticos resultan más aconsejables que los vínculos materiales. Estos son propuestos por los socialistas, estableciendo al trabajo y a los medios de producción como vínculos materiales del "hombre nuevo soviético". Desde sectores liberales, por otra parte, se propone al intercambio en el mercado como vínculo básico de una sociedad libre.

Para lograr la libertad económica que nos permita liberarnos de la dependencia respecto de los demás seres humanos, que es la libertad final, un objetivo importante a alcanzar, debemos partir de una libertad inicial, esto es, la libertad económica que ha de provenir de la adopción de la economía de mercado. De esa forma, a todos se les brinda, en mayor o menor medida, la oportunidad de llegar exitosos a la libertad final, si bien muchos no la han de lograr, ya sea por vagancia, incapacidad, falta de voluntad y otros aspectos asociados a la personalidad individual. Es muy frecuente que personas que inician una tarea productiva con ningún apoyo inicial, logren excelentes resultados en base a cierta capacidad laboral y productiva.

Cuando una persona ambiciona lograr mucho dinero, con fines competitivos, y más allá de lo que le permite liberarse del dinero, en realidad puede comenzar a acercarse a una situación de servidumbre voluntaria, ya que mantener y acrecentar un gran capital require de una atención absorbente en demasía.

Algunos, maliciosamente, designan a la libertad arriba mencionada como "la libertad para morirse de hambre", la cual en realidad es adoptada por un sector de la sociedad que tiene pocas intenciones de ganarse la vida por sus propios medios y espera vivir a costa de los demás, decayendo el nivel económico que una sociedad podría alcanzar. Bajo los sistemas socialistas la libertad inicial no existe, lo cual hace que el vago, el irresponsable y el envidoso puedan quedar en un nivel económico similar al innovador y al trabajador responsable. Con ello "igualan el punto de partida" de una competencia y de una libertad que queda anulada desde un principio.

Albert Einstein admiraba tanto a Franklin D. Roosevelt como al Mahatma Gandhi; al primero porque promovía la libertad individual a partir de una sólida posición económica, mientras que al segundo lo admiraba porque promovía la libertad individual renunciando a todo lo prescindible. Ambos promovían en cada individuo la independencia respecto de los demás, ya que de esa forma evitarían quedar atados mediante vínculos materiales para poder unirse a sus semejantes sólo mediante vínculos emocionales.

La solución ideal es aquella en la que cada individuo adopta el criterio de Gandhi; lo que ha de llevar a una disminución del consumo energético y otros inconvenientes generados a nivel planetario. Además, como factor de seguridad, debería adoptarse el criterio de Roosevelt, tratando de asegurar el futuro mediante una adecuada preparación laboral que conducirá a permitir inversiones productivas.

1 comentario:

agente t dijo...

Ciertamente el objetivo final de toda buena idea de conjunto o cosmovisión debiera ser la independencia personal, tanto económica como intelectual. Sólo así es posible establecer vínculos con otros humanos de nivel homogéneo que no estén viciados en origen. Ahí reside el campo abonado para el amor, la amistad, la colaboración desinteresada (en sentido económico), la competición leal, la crítica constructiva, etc. De no ser así, incluso las relaciones familiares pueden resultar inestables e inauténticas.