sábado, 31 de diciembre de 2022

Derrame capitalista vs. Redistribución socialista

Quienes critican la “teoría del derrame capitalista” de la riqueza, derrame que se efectúa a través del intercambio en el mercado, aducen que tal proceso es ineficaz por cuanto la riqueza no llega a todos. Por su parte, los sectores liberales aducen, por el contrario, que, luego que el sector productivo genera suficiente riqueza, ésta llegará, necesariamente, a todos los sectores que trabajan. Si ello no ocurre, se debe a que no existe suficiente producción o suficiente cantidad de empresarios; situación que caracteriza a los países subdesarrollados.

Los adeptos al socialismo descartan que la ausencia de empresarios capaces y honestos sea la causa que impide una aceptable generación de riqueza y posterior distribución; incluso “acusan” a la economía de mercado como la “culpable” de este problema. Por ello proponen alguna forma de redistribución, como en el denominado Estado benefactor, que tiene como principal misión confiscar parte de las ganancias del sector empresarial para luego redistribuirla entre los “marginados por el mercado”. Puede hacerse un esquema de ambas propuestas:

Derrame capitalista: Productores intercambian con consumidores (El Estado garantiza el intercambio)

Redistribución socialista: El Estado confisca ganancias a los Productores; el Estado redistribuye esas ganancias

Supongamos que, en una economía de mercado, a una empresa (luego de pagar sueldos, impuestos, etc.), le queda una ganancia de 100 unidades monetarias. Los accionistas de dicha empresa invertirán parte de esa ganancia y consumirán el resto. Supongamos que los montos sean los siguientes:

Inversión: 60
Consumo: 40

La inversión productiva genera mayor cantidad de empleos y eleva los sueldos de los empleados (si se trata de una reinversión en la misma empresa). En cambio, cuando interviene el Estado benefactor confiscando parte de esas ganancias, se reduce la disponibilidad de recursos de los accionistas y los porcentajes pueden variar de la siguiente forma:

Inversión: 30
Consumo: 20
Estado benefactor: 50

Ahora es el Estado quien dispone de gran parte de los recursos que antes pertenecía al sector productivo. Sin embargo, el cambio más importante radica en que disminuyó la inversión. El país habrá de crecer menos, habrá menor cantidad de puestos de trabajo productivos (y habrá mayor cantidad de puestos estatales; generalmente improductivos o superfluos). También es posible que, ante una mayor presión fiscal, el empresariado limite sus actividades productivas o bien emigre hacia países con menor presión tributaria.

En este ejemplo elemental puede observarse que la “distribución socialista” (por medio del Estado benefactor) tiende a reducir la producción y a empeorar las cosas. Desalienta al productor y alienta al parásito social. Por el contrario, el “derrame capitalista” tiende a estimular la producción y a desalentar la vagancia. Juan Llach escribió: “La crisis del Estado Benefactor afecta a su eficiencia, los incentivos a producir y su eficacia para mejorar la equidad social. Algunos de sus aspectos más relevantes podrían sintetizarse así: el Estado Benefactor se lleva hoy mucho dinero, y se lo lleva en proporción creciente para fines distintos de los que justificaron su existencia”.

“¿Cómo podemos saber que el Estado Benefactor se lleva, realmente, «demasiado dinero»? Intuitivamente podemos ver, en primer lugar, que la «cuña» interpuesta por el Estado Benefactor ha diluido demasiado el vínculo entre los esfuerzos o productividades del capital y del trabajo, por un lado, y el acceso de sus propietarios a los frutos de ese esfuerzo, por otro lado”.

“Es cierto que todos los que pensamos que el Estado tiene que cumplir un papel importante en el logro de una mayor equidad social debemos aceptar necesariamente impuestos que ponen una distancia entre los esfuerzos y los beneficios. Pero al mismo tiempo deberíamos reconocer que, en el Estado Benefactor, esa distancia es ya demasiado grande, porque quita incentivos a trabajar y producir a quienes son «pagadores netos» de recursos al Estado, y a veces también a los que son «receptores netos» y carecen de motivación suficiente para procurarse más recursos”.

“Sin notarlo, y muy especialmente en los países desarrollados, se le fue, pues, atribuyendo al «Estado» la potestad para «producir» el bienestar con creciente independencia de lo que cada uno aportara al producto social y aun con cierta distancia de las necesidades de cada uno” (De “Otro siglo, otra Argentina”-Ariel-Buenos Aires 1997).

Una vez que el socialismo mostró su ineficacia, la mentalidad favorable al mismo no cambió en la forma esperada, por lo que persistió la actitud anticapitalista. De ahí que se mantuvo la preferencia por el Estado benefactor y la socialdemocracia. Mientras que el socialismo establecía la expropiación y nacionalización de los medios de producción, la socialdemocracia establece la expropiación parcial de las ganancias obtenidas por esos medios productivos. Este nuevo intento socializador del trabajo ajeno, tampoco ha dado buenos resultados debido esencialmente al desaliento de los productores y a la promoción de la vagancia en los receptores de lo ajeno. David A. Stockman escribió: “Para que el Estado pueda redistribuir la riqueza, antes la sociedad tiene que producirla. Si se debilitan demasiado los incentivos y el ánimo de la fracción más emprendedora de la ciudadanía, las carencias económicas resultantes harán imposible bajo toda circunstancia la justicia social”.

“Satisfacer la necesidad de incentivos y compensaciones del empresario es tan importante para la buena sociedad como satisfacer las demandas de justicia de los pobres. Lo uno no puede darse sin lo otro, que es en realidad su condición previa” (De “El triunfo de la política”-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1987).

Algunas estimaciones indican que, en los EEUU, de cada dólar destinado a la ayuda a los pobres, sólo les llegan 30 centavos, quedando el resto por el camino para beneficio de los burócratas que se encargan de la repartición. También resultó ineficaz la ayuda a los desocupados. William E. Simon escribió: “Otra importante suma del presupuesto federal dedicada a bienestar social…estaba dedicada al fondo de desempleados, es decir, a las personas capacitadas que temporalmente están sin trabajo, y que se supone reciben la subvención para poder sostenerse mientras se dedican a buscar una ocupación. El número a que llegaban estas personas, en 1976, era irregularmente alto debido a la recesión, pero había otros motivos dignos de señalarse. Este beneficio se ha transformado en la mina de oro de los desaprensivos, ya que un estudio realizado durante el peor momento de la recesión demostró que cerca de la mitad de las personas que habían quedado sin trabajo, no se empeñaban en conseguir otro sino que vivían del fondo de desempleo”.

“En ese año la CBS-TV presentó una sorprendente película documental en la que se mostraba cómo Florida estaba llena de gente feliz, perteneciente a la clase media, que empleaba sus asignaciones en concepto de fondo de desempleo para pasar agradables vacaciones, en un clima subtropical. En verdad, durante años, el desempleo se ha transformado en un modo de vida para un significativo número de personas que trabajan solamente el tiempo necesario para calificarse y recibir el pago del fondo de desempleo, una vez que quedan sin trabajo, y que repiten la maniobra una y otra vez” (De “La hora de la verdad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1980).

En muchos países, si se tiene en cuenta la cantidad de pobres existentes y el monto destinado a ellos, se observa que en poco tiempo no debería haber pobreza. Pero la pobreza persiste por cuanto los “distribuidores de riquezas” absorben la mayor parte de tal ayuda y los necesitados dejan de buscar trabajo. William E. Simon escribió: “Podríamos haber hecho de cada persona pobre una persona rica. Sin embargo, no lo hicimos, y los pobres siguen siendo pobres, como siempre lo han sido. ¿Qué sucedió entonces? La respuesta es que sólo parte del dinero llegó a sus destinatarios. Diría que la mayor parte del dinero fue a la gente que los consuela, que examina sus dificultades, que trata de ayudarlos e inventa nuevas estrategias para sacarlos de sus miserias. Fue a los consejeros, planificadores, ingenieros sociales, expertos en urbanismo y a los asistentes administrativos de los asistentes administrativos que trabajan para el gobierno federal”. El autor citado se refiere a los EEUU, pero esto ocurre también en otros países.

“En una nación políticamente dominada por el pensamiento igualitarista, la nivelación –y no el hecho de sacar a los necesitados de su miseria- es el verdadero objetivo. De hecho, en la medida más desagradable, los «pobres» que son invocados para justificar casi todas las políticas contemporáneas, resultan meramente el medio por el cual se llega a un fin. Lawrence Chickering cierta vez describió irónicamente este fenómeno: «Si no hubiera pobres –dijo- los [socialdemócratas] tendrían que inventarlos»”.

Estos "generosos" burócratas (generosos para repartir el dinero ajeno) se asignan atributos éticos elevados y descalifican a quienes los critican. El motivo aparente de sus acciones es buscar la “igualdad social”. Esta tendencia es conocida como “igualitarismo”. Al respecto, William E. Simon agrega: “La igualdad del igualitarismo es muy diferente [a la propuesta por la Constitución]. Es un concepto que considera a los hombres, idealmente, como unidades intercambiables y busca negar las diferencias individuales que hay entre ellos, sobre todo las diferencias decisivas de carácter, habilidad y capacidad para el esfuerzo. El igualitarista busca una igualdad colectiva, no igualdad de oportunidades sino de resultados. Desea tomar los beneficios que otros han ganado y repartirlos entre quienes no los ganaron. El sistema que busca crear es lo opuesto a la meritocracia. El que más logra, más castigado resulta; el que menos logra, más recibe. El igualitarismo es un ataque mortal contra el esfuerzo personal y la justicia. Su objetivo no es realzar los logros individuales sino nivelar a todos los hombres”.

Generalmente se habla de la dignidad de las personas y de sus derechos a un nivel de vida aceptable. Sin embargo, al convertirlos el Estado benefactor en parásitos sociales los degrada, aunque se hable siempre de "inclusión social". Tal degradación es ciertamente una exclusión social que tiende a ser permanente.

jueves, 29 de diciembre de 2022

El individualismo liberal

Dentro de las posturas liberales existen diferencias respecto de los fundamentos del liberalismo. A ello debe agregarse la difamación que el liberalismo sufre "al ser hecho conocer" a través del marxismo. De ahí que resulta conveniente volver a plantear algunos análisis al respecto. Este es el caso del egoísmo y el individualismo, que son dos actitudes diferentes, si bien desde el marxismo se las considera idénticas.

Puede decirse que el egoísta es el integrante de un grupo de una sola persona, mientras que el individualista es el integrante del grupo de toda la humanidad. En realidad se trata de dos actitudes diferentes por las cuales el comportamiento personal pareciera apuntar a tales formas de vínculo social, aunque en realidad el egoísmo implicaría un vínculo bastante reducido.

Los socialistas, al identificar individualismo con egoísmo, los atacan intentando reemplazarlos por el colectivismo. Como una sociedad colectivista es impuesta generalmente en forma no voluntaria, ya sea por la fuerza o mediante el engaño, se hace imprescindible mantenerla mediante el temor, y a veces mediante el terror. De ahí que, ante la posibilidad de ser delatado por personas cercanas, los vínculos personales se limitan severamente, produciéndose una "atomización" semejante al egoísmo extremo; algo que no debe extrañar por cuanto el socialismo se caracteriza por lograr resultados opuestos a los que se propone lograr.

Es oportuno mencionar la opinión del economista Juan Ramón Rallo, quien intenta sintetizar la cuestión del individualismo. Al respecto escribió: "El individualismo político propio del liberalismo no debe confundirse ni con el atomismo social, ni con el egoísmo ético, ni con el subjetivismo ético: el atomismo social sostiene que la sociedad sólo está compuesta por individuos y que cada uno de ellos interactúa con el resto sin ningún tipo de influencia externa; el egoísmo ético propugna que los individuos sólo deberían buscar su propio bienestar, despreocupándose del ajeno; y el subjetivismo ético afirma que las proposiciones éticas sólo expresan preferencias personales de cada individuo y no describen, en ningún caso, realidad objetiva alguna que sea independiente de la percepción de cada sujeto" (De "Liberalismo"-Valletta Ediciones-Florida 2021).

Se advierte en este caso que el autor no concuerda con el egoísmo admitido como "virtud", ni como motor de la economía de mercado. Tampoco está de acuerdo con el relativismo moral al cual denomina "subjetivismo ético". Más adelante escribe sobre "lo que el individualismo político no es":

"El individualismo político no equivale al atomismo social porque es perfectamente compatible considerar al individuo como el centro del análisis moral y, a su vez, reconocer que los grupos existen y que, además, son muy relevantes a la hora de moldear la identidad de una persona: el individualismo político sólo sostiene que, aun existiendo grupos, el orden político debe evaluarse según sus repercusiones sobre el individuo y no sobre los grupos (pues, en última instancia, los grupos son valiosos en la medida en que satisfacen las necesidades de los individuos)".

"Por ejemplo, uno de los pensadores liberales más importantes del siglo XX, Ludwig von Mises, era tajante al afirmar que: «El hombre es inconcebible como ser aislado, porque la humanidad no existe sino como fenómeno social, y el hombre ha superado la etapa de la animalidad en la medida en que la cooperación ha estrechado los lazos sociales entre los individuos. La evolución del animal humano a la persona humana se ha efectuado mediante la cooperación social y sólo mediante la cooperación social». Pero que los grupos sean esenciales para el individuo no equivale a decir que los grupos sean moralmente más importantes que los individuos".

"A su vez, el individualismo político tampoco equivale al egoísmo ético, pues evaluar un orden político según sus repercusiones sobre el individuo no es lo mismo que exhortar a que cada individuo actúe únicamente movido por sus preferencias solipcistas: de hecho, semejante máxima -actúa despreocupándote de los demás- bien podría engendrar un orden político que fuera indeseable para esos mismos individuos. En palabras de otro gran liberal del siglo XX, Friedrich Hayek: «La afirmación de que los individuos se guían y deben guiarse por sus intereses y deseos puede malinterpretarse o distorsionarse equiparándolo al falso enunciado de que los individuos actúan y deben actuar únicamente guiados por sus necesidades personales o por sus intereses egoístas: en realidad, lo que queremos decir es que debería permitirse a los individuos esforzarse por conseguir todo aquello que esos individuos consideren deseable, incluyendo las necesidades de su familia y amigos, o cualquier otra cosa que pueda preocupar a las personas»".

"Y, por último, el individualismo político tampoco es necesariamente igual al subjetivismo ético, pues cabe perfectamente sostener que las proposiciones de la filosofía política liberal se refieren a hechos objetivos al margen de las preferencias personales de cada individuo. De hecho, y frente a la perspectiva del subjetivismo ético, el liberalismo no sostiene que el individualismo político -como alternativa al colectivismo, al ecocentrismo y al fundamentalismo- constituya un punto de partida analítico arbitrario para la filosofía política; esto es, que, según cuáles sean nuestras preferencias particulares, quepa escoger entre el individuo, el grupo, la naturaleza o la divinidad como núcleos morales de la filosofía política: al contrario, lo que sostiene el liberalismo es que el punto de referencia de la filosofía política ha de ser el individuo por cuanto los grupos, la naturaleza o la divinidad son valiosos sólo en la medida en que lo sean para los individuos".

En cuanto a las filosofías antiindividualistas, o antiliberales, aparecen principalmente las posturas estatistas, como el fascismo y el marxismo. Benito Mussolini escribió: "La piedra angular del fascismo es su concepción del Estado: su esencia, sus funciones y sus objetivos. Para el fascismo, el Estado es absoluto, mientras que el individuo y los grupos son relativos. Individuos y grupos son sólo admisibles en la medida en que existan dentro del Estado".

Por su parte, Karl Marx escribió: "Los asuntos políticos de interés general son del interés del Estado, del Estado como un interés real. La deliberación y la toma de decisiones son la realización del Estado como ese interés real. Por tanto, es evidente que todos los miembros del Estado guardan una relación con él por representar su interés real. Ya el concepto de miembro del Estado presupone que cada uno es parte del Estado y que éste los asume como partes suyas. Ahora bien, si éstos son partes del Estado, entonces su misma existencia social evidentemente se materializará a través de su participación efectiva en éste. No sólo son parte del Estado, sino que el Estado es su parte integral. Ser conscientemente una parte integral de algo es participar conscientemente con él, integrarse conscientemente en él. Un miembro del Estado que careciese de esta consciencia sería un animal" (Citas en el libro de Juan Ramón Rallo).

Recordemos que el fascismo surge del marxismo en forma semejante en que el cristianismo surge del judaísmo. Ello se debe a que Mussolini era esencialmente un socialista con ansias de independencia, pero ideológicamente afín al socialismo. Adviértase, además, que mientras Ludwig von Mises evoca a la cooperación social como una forma de alejamiento del ser humano respecto de la animalidad, para Karl Marx, no ser consciente de la pertenencia al Estado implica cierta animalidad.

martes, 27 de diciembre de 2022

Cuando la Navidad se prohibió en Cuba

Se dice que un individuo es dueño de un objeto o de una propiedad cuando tiene la posibilidad de decidir con exclusividad respecto de las mismas. De ahí que, cuando un gobernante puede decidir con exclusividad acerca de todo objeto, de toda propiedad y de toda persona en un país, podemos decir que se trata de un gobierno socialista o totalitario. Si bien no todos los gobiernos denominados socialistas llegan a tal extremo, ello se debe a las oposiciones que encuentra en su camino. De no existir tales oposiciones, seguramente se llegaría al dominio socialista total de la nación.

El caso más cercano en el tiempo es el totalitarismo cubano; como ejemplo, se menciona la decisión de Fidel Castro de prohibir el festejo de Navidad por casi 30 años. En otros aspectos también tomaba decisiones personales que lo hacían semejante a un dios pagano viviente, dueño de las vidas y de los destinos personales de millones de compatriotas.

A continuación se mencionan párrafos de dos artículos escritos al respecto:

Muchas razones se usaron para borrar la navidad: La muerte de Ernesto Guevara, el período de zafra azucarera, prioridades revolucionarias, en fin, todo lo que ya ustedes de sobra conocen; pero fue un mensaje navideño que paradójicamente llegó justamente del cielo el 24 de diciembre de 1968, lo que despertó la furia del ex-comandante en jefe y después de una sonada palabrota acabó la celebración.

Resulta que estaba el señor, por supuesto me refiero el que vestía verdeolivo, sentado a la diestra de un radio con onda corta sintonizando la VOA. De pronto se escucha la voz del astronauta Bill Anders acercándose al amanecer lunar, y en vez de un anuncio de guerra, leyó los primeros versículos del Génesis, expresando así su admiración ante las maravillas del Cosmos y la grandeza de su Hacedor.

Fidel Castro enfureció, se sintió disminuido, no obstante se quedó escuchando, esperaba el cañonazo y recibió un relámpago en vena.

Así concluyó aquella transmisión que llegaba desde el cielo: “Y por parte de los tripulantes del Apolo 8 terminamos diciendo. Buenas noches, Buena suerte, Feliz Navidad y que Dios los bendiga a todos, a todos ustedes en la buena Tierra”

La soberbia lo invade. Alzó, retando, la frente; crúzose al hombro una manta, en arco su brazo levanta y - como la bailarina española - repicó con sus tacones como si la tabla fuera Tablado de corazones. Al rato se escuchó “……(una palabrototota), se acabó con la Navidad”.

No solo eso suspendió, desde entonces todo evento religioso fue víctima de una suerte de amnesia impuesta por el joven gobierno triunfante de 1959. Después de casi 30 años de aparatosa prohibición, la navidad resurge como una nueva oportunidad. Nuestro patrimonio cultural familiar, ecléptico-religioso, y nuestras tradiciones heredadas de la conquista española, no se borran por decreto, permanecen, esta es la prueba. FELIZ NAVIDAD.

(De www.radiotelevisionmarti.com)



Cuba en Navidad: Hubo 28 Años de Prohibición y 500 de Celebración

Por ALEIDA DURAN

El pasado 1 de diciembre, el Partido Comunista de Cuba recomendó autorizar la celebración de la Navidad en esa nación del Caribe. Ya se había celebrado en diciembre de 1997, pocas semanas antes de la llegada de Su Santidad Juan Pablo II a territorio cubano, pero sólo por esa ocación. Ahora podría ser para siempre.

La Navidad, sin dudas la celebración más importante para los cubanos durante casi cinco siglos, fue prohibida por decreto gubernamental en 1969, con el pretexto de que era necesario trabajar sin descanso para lograr 10 millones de toneladas de azúcar al concluir la zafra de aquel período, en 1970. Esa meta no se logró, ni la continuidad de las Navidades tampoco, por casi tres décadas.

Desde entonces, nunca más se permitió su celebración hasta 1997. Durante todos esos años, quienes la celebraban, muchas veces a escondidas, eran acusados de tener "debilidades ideológicas", y su futuro en empleos y centros de estudio se volvía incierto.

Las Navidades de 1959, cuando Castro llegó al poder, fueron hermosas a pesar de que durante ese año se habían presentado señales inquietantes: demasiados fusilamientos, las primeras confiscaciones de propiedades, la misteriosa desaparición del comandante Camilo Cienfuegos, quien con Castro y el argentino Ernesto "Che" Guevara, había conformado la trilogía de comandantes jefes de la revolución, y la condena a 20 años de prisión del comandante Húber Matos, jefe militar revolucionario de Camagüey.

Las sospechas angustiaban a muchos, pero la mayoría de la población continuaba subyugada por Castro: "Fidel, ésta es tu casa", se leía en decenas de puertas en cada ciudad.

En los primeros días de diciembre, Castro había tratado de eliminar una imagen supuestamente "ajena a Cuba": Santa Claus. Sería sustituida por una figura similar a la de la clásica caricatura cubana de Liborio: un "guajiro" (campesino) vestido de guayabera, sombrero campesino y barba, a quien llamarían Don Feliciano. No fue posible: chicos y mayores rechazaron a Don Feliciano.

El día 24, sin orden ni listado, camiones militares recorrieron los barrios pobres entregando paquetes de alimentos navideños: carne de puerco, frijoles negros, arroz, turrones, golosinas.

Y la Nochebuena resultó perfecta: la temperatura ligeramente fresca; el cielo, de un azul oscuro profundo, despejado y cuajado de estrellas; la luna, brillante. Alrededor de las mesas bien provistas, se reunieron las familias. Más tarde, los más religiosos acudieron a la misa de media noche en iglesias profusamente iluminadas. Otros se fueron de fiesta. Fiestas sin el terror del estallido de bombas colocadas en cabarets y sitios públicos por miembros del Movimiento 26 de Julio, ahora en el poder, las cuales habían ensombrecido las fiestas de los años inmediatamente anteriores al 31 de diciembre de 1958.

Cómo era la Navidad

La Navidad anterior al proceso castrista era el momento más esperado por los cubanos. Aquellas Navidades en las que ciudades y pueblos se vestían de fiesta desde el 23 de diciembre, con mercados que parecían ferias, donde las familias compraban las vituallas para la celebración: el puerco, cuyo tamaño dependería del número de comensales, los frijoles negros, la yuca, mucho ajo, las gallinas de Guinea de plumaje gris salpicado de motas blancas, o los pollos; el vino tinto, las toronjas para hacer dulce, las guayabas o los dulces de guayaba ya elaborados, el queso blanco y el amarillo, los turrones de yema, de Jijona, de almendras, de Alicante.

Todo parecía normal, pero bajo las capas superficiales tenía lugar el primer contacto entre Moscú y La Habana, en febrero de 1960. Como resultado, en julio, llegaron a la isla más de 20 mil toneladas de armamento.

"Como la mayoría de los otros, el cambio de la Navidad no fue súbito, sino progresivo", cuenta Alfredo Avello, profesor del Kean College, de New Jersey, quien fue seminarista en Cuba durante siete años. Avello no llegó a profesar como sacerdote, pero se ha mantenido cercano a la Iglesia.

Recuerda que fue en 1960 cuando el padre Germán Lense creó el movimiento "Con la Cruz y con la Patria", compuesto por católicos prácticos que favorecían la revolución.

"La mayoría de ellos terminaron siendo comunistas", dice Avello.

Lense se enfrentó a la Iglesia y fue suspendido por el Obispo de La Habana, monseñor Evelio Díaz, pero quien formuló el anuncio fue monseñor Eduardo Boza Masvidal, ordenado obispo ese año. Boza se colocó en la mirilla del gobierno.

Las tensiones entre el gobierno y la iglesia crecían. Fue ése el año de la intervención de las escuelas católicas por el estado; el año en el que la Iglesia de Cuba emitió tres cartas pastorales de advertencia. El año en que alrededor de un millón de personas acudieron al último Congreso Eucarístico de Cuba, celebrado ese otoño en La Habana.

El año en el que se celebraban las "segundas Navidades Libres", bastante distintas a las anteriores. Con el título "Jesús del Bohío" se representaba la Navidad en la marquesina de la estación de radio CMQ, en La Habana. Los tres Reyes Magos eran Castro, el Ché y Juan Almeida, el único hombre de raza negra en una alta posición dentro de la revolución. Ellos llevaban como regalos la Reforma Agraria, la Reforma Urbana y el Año de la Educación, que sería el próximo.

"Comenzaba a comentarse que los curas eran 'falangistas' y que 'la gusanera' se metía en las iglesias", señala Avello.

En 1961 se produjo la invasión de Bahía de Cochinos, cuyo fracaso erradicó las ilusiones de una gran parte del pueblo cubano. Fue también el primer año negro de la Iglesia Católica.

Boza, quien había sido párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Caridad, acudió a ésta para acompañar a los feligreses en la procesión planeada para celebrar la fiesta de la patrona de Cuba, el 8 de septiembre.

"A punto de sacar de la iglesia la imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre para pasearla en procesión, un grupo de provocadores profería insultos frente a la iglesia, contra los católicos y contra Mons. Boza", cuenta Avello, testigo presencial.

Se suscitó un prolongado incidente. Finalmente, un joven miembro de la Juventud Católica resultó muerto en la balacera desatada por los milicianos, relata Avello.

Más tarde, el gobierno diría que el muerto había sido "un joven comunista, víctima de disturbios provocados por los gusanos contrarrevolucionarios".

El 17 de septiembre, Mons. Boza y más de un centenar de sacerdotes y religiosas eran expulsados de Cuba. Las Navidades fueron tensas y discretamente celebradas por los cristianos.

En 1962 los alimentos navideños se vieron ya restringidos por la imposición de la libreta de racionamiento que han sufrido los cubanos desde entonces. Ya no se vendían arbolitos de Navidad en las tiendas, aunque se podían comprar a vendedores ambulantes. Todavía las tiendas tenían algunos juguetes para quienes hacían largas filas (colas). El racionamiento se agudizó en 1964, y desparecieron del mercado artículos que antes eran comunes hasta para los más pobres, producidos o cosechados en la propia Cuba.

En 1968 se produjo "la ofensiva revolucionaria" con la eliminación de los pequeños comercios y los vendedores ambulantes, lo cual redujo aún más la celebración de la Navidad, que se llevaba a cabo ya mucho más en las iglesias que en los hogares. Y en 1969 se produce la prohibición.

El escritor Vicente Echerri, autor de varios libros y ex estudiante de Teoleogía Sagrada en el Seminario Episcopal de Matanzas, Cuba, asegura que la Navidad es mucho más que una conmemoración religiosa: celebra la instauración de una nueva era, un nuevo tiempo, un nuevo estilo en las relaciones entre los seres humanos.

"Quienes han pretendido que el pueblo olvidara esa fecha, son los mismos que han querido que el pueblo se olvide de sus derechos", afirma Echerri.

Todo indica que desde el principio, el gobierno de Castro tenía el propósito de erradicar las creencias religiosas por medio del materialismo científico, objetivo que se concretó en el Primero Congreso del Partido Comunista de Cuba, a mediados de los 70.

El Manual de Historia del Mundo Antiguo que se enseñaba hasta hace muy poco a estudiantes de secundaria, y aún a niños de 10 años de edad, lo explica así:

"Hace alrededor de dos mil años se difundieron rumores sobre la existencia de Cristo, supuestamente hijo de un dios, pero la ciencia ha probado que Cristo nunca existió. Muchas gentes, sin embargo, creyeron en las leyendas que se relataban sobre él".

"Transcurridos 500 ó 600 años, alguien inventó la fecha del supuesto nacimiento de Cristo y los que creían que esto era cierto empezaron a contar el tiempo a partir de entonces".

Pero a mediados de la década de los 80, luego de una persecución religiosa que abarcaba a todos los sectores cristianos, Castro busca la solidaridad de América Latina y se da cuenta de que a medida que se acerca el fin del siglo XX, esta región se va convirtiendo en el primer continente cristiano, dado el número de sus fieles. Se impone ofrecer una imagen de tolerancia religiosa. Y se produce un acercamiento de las esferas oficiales cubanas con sectores religiosos extranjeros. Castro recibe en 1985 al cardenal Joseph O'Connor, de Nueva York.

El gobierno inicia una ofensiva de apertura religiosa, hacia el exterior, incluyendo una amplia publicidad a "Fidel y la Religión", el libro de Frai Betto en el que Castro cuenta anécdotas, habla de sus estudios con los jesuítas, de la misa. Prácticamente legitimiza a Cristo.

Era, sin embargo, la época en que, según dijo a la Agence France Press el entonces secretario de la Conferencia Espiscopal y vicario de La Habana, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, los jóvenes que entraban al culto por primera vez preguntaban, señalando a Cristo en la cruz: "¿Quién es ése?".

En enero pasado, durante la homilía de Su Santidad Juan Pablo II en la Plaza José Martí, un gigantesco Corazón de Jesús, colgaba del edificio de la Biblioteca Nacional de Cuba.

Hace pocos meses, el líder del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá Sardiñas, declaró en Cuba que nada había cambiado allí desde la visita papal. Sin embargo, el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, ha asegurado lo contrario en una reciente visita a Europa.

En un editorial publicado a mediados de este año, la revista Contacto comentó que la Iglesia cubana debía definir si en realidad sólo busca un espacio para sí misma, o para todos los cubanos, ya que en Cuba prevalece la ausencia de todos los derechos y libertades fundamentales.

Mientras tanto, a Cuba vuelve la Navidad. ¿Podrán celebrarla en las penitenciarías los prisioneros de conciencia? Nadie lo sabe todavía.

(De www.cubanet.org)

domingo, 25 de diciembre de 2022

Jesuitas

La orden católica de los jesuitas, o Compañía de Jesús, fue fundada por Ignacio de Loyola con el fin de fortalecer la prédica católica ante la aparición del protestantismo. Caracterizada por una, entonces, novedosa organización, logra que, con los años, uno de sus integrantes acceda a la máxima jerarquía de la Iglesia (Francisco I).

A pesar de los elogios que por mucho tiempo ha recibido tal orden religiosa, nos encontramos actualmente con un pontífice que promueve una ideología bastante más cercana al marxismo-leninismo que al cristianismo. Incluso se advierte que el ciudadano común, luego de leer los casi cotidianos mensajes del Papa por Twitter, poco ha de aprender de ellos, por cuanto están asociados casi todos a la tradicional religión de los pedidos a un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, a pesar de que Cristo haya manifestado que "Dios sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis", por cuanto el cristianismo es una religión moral debiendo quedar toda acción orientada por los mandamientos bíblicos.

De la organización jesuita surgen dudas acerca de su compatibilidad con la idea del Reino de Dios, es decir, del gobierno de Dios sobre los hombres a través de la ley natural en oposición de todo gobierno, mental y material, del hombre sobre el hombre. John R. Saul escribió: "Lo que Loyola se proponía crear en 1539 era precisamente una elite occidental unificada, que usara un solo sistema de razonamiento".

"Gracias a su extraordinaria invención, los jesuitas constituyeron el primer sistema intelectual internacional. Aún así, en los pocos años transcurridos entre la creación de la orden y la muerte de Loyola, la infortunada realidad de su invención se aclaró. Los jesuitas pronto se convirtieron en instrumento o sustituto de los intereses locales. A los cuarenta años el método moderno, aun siendo profundamente internacional, se había asociado inextricablemente con el nacionalismo".

"El ejército intelectual de Loyola cobró un aire dramático durante las turbulencias de la Contrarreforma. Pero el corazón de su concepto era una estructura militar moderna y poco dramática. No tenía la menor relación con la tradición del caballero errante ni el coraje personal. Su concepto se valía del profesionalismo de los ejércitos mercenarios que tanto prevalecían en sus tiempos. Loyola convirtió esto en profesionalismo moderno".

"Dio a los jesuitas una estructura centralizada y autocrática. El general era elegido de por vida. Ejercía poder absoluto para designar la siguiente jerarquía de liderazgo, los provinciales. Pero el modelo de Loyola trascendía la autocracia militar. Introdujo dos elementos revolucionarios: una nueva clase de educación y la rendición de cuenta ante sus superiores".

"La institucionalización de la segunda prolongaba los efectos de la primera. La obediencia absoluta estaba en el corazón de la educación y la rendición de cuentas ante los superiores. Al definir la obediencia, Loyola mencionaba que los jesuitas podían permitir que otras órdenes los superasen en el ayuno, la vigilia y otras austeridades, pero que en auténtica y perfecta obediencia y en la abnegación de su juicio y voluntad, deseaba que la sociedad fuera conspicua. La abnegación y el juicio estaban en el centro del nuevo modelo. Han viajado sin modificaciones por los últimos cuatro siglos y hoy determinan la forma de nuestras elites contemporáneas".

"El nuevo estilo de obediencia de Loyola se inducía mediante un entrenamiento riguroso, que comenzaba con un noviciado de dos años. Un año habría sido lo normal. El propósito de estos veinticuatro meses era desmantelar la voluntad de un joven en sus componentes, con el objeto de aislar dentro de esas partes todo lo indeseable. La idea no era cambiar las ideas o creencias del joven, sino eliminar los elementos problemáticos. Luego se procedía a purificar lo que era adaptable y útil y a unirlo con la estructura de la Compañía".

"Seguían de diez a quince años de intensa formación. Mientras la Compañía observaba y decidía si el candidato era adecuado para la pertenencia plena, se sucedían largos periodos de aprendizaje, de disciplina espiritual pura, de enseñanza, de pruebas en la acción".

"Ningún detalle carecía de importancia. Comidas. Hábitos de sueño. Loyola hablaba, casi seriamente, de contar y consignar las mordeduras de pulgas. Esto parecía ser paternalismo. Gradualmente se formalizó como parte del sistema, parte de la obediencia o profesionalismo de los jesuitas. Los observadores han hablado de despotismo del alma. Y por cierto no quedaba ningún sitio donde ocultar las características individuales. El mejor término moderno para este proceso sería despersonalización".

"A primera vista la formación jesuítica parece semejarse a nuestros métodos contemporáneos de lavado de cerebro o reeducación. Los interrogatorios y adoctrinamientos modernos no usan la violencia, ni siquiera la amenaza de violencia. Procuran desmantelar y desinfectar la mente de la víctima antes de reorganizarla de otra manera. En cuanto a las rendiciones de cuenta e informes de los jesuitas, parecen ser los originales de los sistemas de control del siglo veinte por medio de informadores anónimos, sistemas que solemos identificar con las sociedades represivas, los servicios secretos y los ministerios del interior".

"No es coincidencia que Richelieu y Descartes se formaran en ese sistema, al igual que Voltaire y Diderot. Pero la resistencia al mensaje implícito y a las manipulaciones políticas de la Compañía comenzó a crecer. Más aún, una vez que se formalizó la Ratio Studiorum, todo el sistema dejó de evolucionar. Era como si una máquina sumamente efectiva funcionara sin referencia a la realidad. Esta desconexión resultó obvia en 1755, después del terremoto de Lisboa. Fue un importante jesuita, Gabriele Malagrida, quien proclamó el argumento de que esa mortandad y destrucción era un juicio de Dios. La reacción popular fue totalmente opuesta a la que él había buscado" (De "Los bastardos de Voltaire"-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1998).

Ciertas semejanzas entre el sistema adoctrinador de los jesuitas y del sistema marxista-leninista, facilitan la comprensión de aquella expresión de Jorge Bergoglio cuando afirmaba que tenía "una relación personal", cercana, con Raúl Castro, uno de los líderes totalitarios que esclavizaron, y esclavizan, a sus compatriotas por muchos años.

¿Racismo antiblanco?

Así como en las sociedades actuales se considera a todo empresario como "explotador", y culpable de todos los males sociales, hasta que demuestre lo contrario, todo individuo de tez blanca es considerado "racista" hasta que demuestre lo contrario. Ello implica una discriminación social aceptada como legítima, mientras son rechazadas las restantes formas discriminatorias.

Quienes aceptamos la eficacia del mandamiento cristiano del "Amarás al prójimo como a ti mismo", poco observamos los orígenes étnicos de las personas, ya que resultan de mayor interés sus atributos personales, morales, intelectuales, etc. Sólo las personas que tienen cierta necesidad de denigrar a otros consideran su origen social o étnico para establecer la "generalización fácil" que implica el primer paso para la discriminación.

A continuación se trascribe un artículo en el cual se resalta el nuevo racismo antiblanco, disfrazado de un antirracismo que no parece tal:

Por Claudia Peiró

De la pregunta por la ausencia de negros en la Selección a la absurda polémica en torno al racismo

Detrás del disparatado interrogante sobre la composición étnica del equipo argentino en Qatar 2022, que derivó en una controversia igualmente desatinada, anida la promoción de un antirracismo furibundo cuyo objetivo es muy distinto al que declama

Con el antirracismo de hoy sucede lo mismo que con el feminismo y el indigenismo: para existir y crecer, éstos inventan el patriarcado en el presente y el genocidio en el pasado, respectivamente. Siguiendo ese patrón, el nuevo antirracismo necesita detectar la persistencia de un racismo sistémico o estructural incluso allí donde éste nunca existió.

La pregunta por la ausencia de negros en la Selección argentina en el Mundial de Qatar, formulada en un artículo de opinión publicado el 8 de diciembre pasado en el Washington Post (“¿Por qué Argentina no tiene más jugadores negros en el Mundial?”), y que a primera vista puede parecer una pregunta absurda y nada más, responde en realidad a una tendencia: la de la reinvención del racismo. En nombre del antirracismo.

El virus de la autodestrucción que aqueja a la cultura occidental desde hace varias décadas tiene mutaciones: una de sus variantes es un antirracismo de nuevo cuño que denuncia supremacía o privilegio blanco en todas partes.

Es entendible que en los Estados Unidos subsista la memoria traumática de la esclavitud o, más cerca en el tiempo, de las leyes de segregación racial. O, en ciertos países europeos, el pasado de esclavistas de sus élites coloniales. Pero proyectar esos fantasmas sobre otras sociedades es una tendencia frecuente entre los intelectuales del primer mundo, a los que les cuesta pensar la realidad ajena por fuera de categorías que sólo son aplicables a la propia.

Allí radica uno de los grandes fallos del artículo. Si formular la pregunta correcta es un primer paso indispensable para cualquier investigación rigurosa, una pregunta irrelevante lleva a respuestas erróneas; salvo que sean intencionadas.

Sorprenderse por la supuesta blancura de nuestro Seleccionado en Qatar es ignorancia histórica; disculpable tal vez en un extranjero. ¿Pero cómo explicar que en el año 2020 el gobierno argentino haya declarado que, en la actualidad, en nuestro país, “opera un racismo estructural”? Para señalar luego la necesidad de dar “un paso fundamental en el camino hacia la equidad étnico-racial”. Esto, en el país del 43 % de pobres y una distribución cada vez más desigual.

El hecho de que la Argentina no haya tenido en el pasado una economía de plantación ni ningún otro modo de producción basado en la explotación masiva de mano de obra esclava -como fue el caso de Brasil, de Cuba o de Estados Unidos, por citar sólo algunos ejemplos-; o el hecho de que no hayamos tenido un sistema normativo de apartheid o de segregación racial, que sí hubieran permitido hablar de racismo sistémico, no parece importar a los cráneos del Gobierno que promueven estas iniciativas..

La única explicación posible es su deseo de subirse a la ola del antirracismo de nuevo cuño que se expande por el mundo -occidental- y que acusa a países cuya población es mestiza de estar ocultando -invisibilizando es la palabra favorita- a toda una comunidad étnica.

Lamentablemente, heridos por la derrota en la final de la Copa del Mundo, algunos comentaristas deportivos europeos se están plegando a la moda de denunciar racismo por algunas burlas contra integrantes de otros seleccionados. “GRACIAS, NEGRITO”

Esto recuerda al malentendido que tuvo lugar en diciembre 2020 con el jugador uruguayo Edinson Cavani: la Federación Inglesa de Fútbol (FA) lo castigó tan severa como injustamente por decirle “gracias, negrito” a un amigo que le escribió un mensaje en redes. El apelativo “negrito” fue interpretado como racista, cuando bien sabemos que en nuestros países no lo es y que hasta decimos “negro o negra; negrito o negrita”, de modo cariñoso sin necesaria correspondencia con el color de la piel. Cavani recibió una suspensión de tres partidos y una multa de 100 mil libras esterlinas (unos 136.000 dólares). Ese es el precio de la hipocresía, no de Cavani, sino de los directivos del fútbol inglés: los argentinos y los uruguayos podemos llamar cariñosamente “negrito” a alguien porque no somos países estructuralmente racistas. Ni lo fuimos en el pasado.

En diciembre de 2020, hubo un incidente en la Champion League: un árbitro rumano usó la palabra “negru” para identificar a un jugador y estalló la polémica por lo que fue leído como un insulto racista. En referencia a este episodio, un empresario y escritor francés, Denis Monneuse, escribió un artículo premonitorio, titulado “Vemos racismo en todas partes” (On voit du racisme partout; Causeur, 11/12/20), evocando el tiempo en que vivió en Sudamérica, que hoy podría ser usado como alegato en defensa de la selección argentina (y de Edinson Cavani).

“Cuando jugué al fútbol en Perú -escribió Monneuse-, me llamaban ‘flaquito’. Otros eran apodados ‘el gordo’ y todos lo tomaban como sobrenombres; nadie denunciaba gordofobia. El sobrenombre de un ex jugador del PSG, Javier Pastore, era ‘el Flaco’. Los periodistas franceses a veces lo llamaban así y que yo sepa nadie les hizo una demanda por prejuicio anti-flacos. Por lo tanto, es gracioso que sea el medio del fútbol el que hoy se ofusque porque una persona haya designado a otra por el color de su piel en un contexto muy preciso”.

Si los seleccionados de Francia y otros países europeos tienen muchos integrantes de origen africano o magrebí no es porque sean modelos de no racismo; es por su historia, porque tuvieron colonias en esos países y porque desde hace mucho tiempo reciben un aporte migratorio de ese origen.

Del mismo modo, si Argentina no tiene africanos entre sus jugadores es por historia. Punto.

La problemática racial que afecta a Estados Unidos nos es ajena, aunque también allí, en vez de resolverla, el nuevo antirracismo, representado entre otros por el movimiento Black Lives Matter (BLM), parece quererla incentivar, alentando el resentimiento.

Muchas usinas culturales del Occidente más desarrollado se vienen dedicando en los últimos años a elaborar justificaciones para sustentar una nueva y ruidosa militancia antirracista que, como el feminismo, es mucho más extrema y radical que en el pasado, cuando, en ciertos países sí existían normas de segregación que configuraban ese racismo “estructural” que no existe en el presente.

Una nueva teoría anti-racista (chritical racial theory) postula la existencia de prejuicios inconscientes o implícitos en todas las personas blancas: ese argumento subjetivo es el basamento “científico” que usan para denunciar un “racismo sistémico” y una “supremacía blanca”, a partir de las cuales se puede formular una interminable serie de reivindicaciones y exigencias de reparación.

VER RACISMO EN TODOS LADOS

El racismo hacia los negros es genético en los blancos, sostienen. Aunque ya no haya leyes ni instituciones que releguen a los negros a la categoría de ciudadanos de segunda, el racismo opera de todos modos a través de categorías mentales inherentes al ser humano (blanco), aun cuando éste no sea consciente de ello o lo niegue abiertamente.

Acá no vale el pensamiento ni la acción: basta el color de piel (blanca) para catalogar como racista a una persona.

Ese es el postulado de la “biblia” del antirracismo, Fragilidad blanca. ¿Por qué es tan difícil para los blancos hablar sobre el racismo?, de Robin DiAngelo, una de las autoras de la “critical race theory” (teoría crítica de la raza) que da fundamento a este nuevo movimiento. Entre sus premisas podemos citar: “nadie es inocente de su raza” o “negar que uno es racista es la prueba de que uno lo es”. Frente a este pensamiento circular, tautológico, no hay escapatoria. Generosa, DiAngelo acude en nuestro auxilio y nos ofrece una solución: “Ser menos blanco, que significa ser menos opresivo, menos arrogante, menos seguro, menos defensivo, menos ignorante, más humilde”. Como ella, que también es blanca.

Hacer acto de contrición y aceptar que se es siempre privilegiado y por lo tanto culpable por el solo hecho de ser blanco, sin importar ideas ni condiciones de vida.

Es innegable que en todas las sociedades existen los prejuicios y que a veces éstos están exacerbados en ciertas personas, pero el nuevo antirracismo atribuye ese tipo de sentimientos y actitudes exclusivamente a los “blancos”.

Me pregunto si Robin DiAngelo también trataría de racista al sudafricano blanco Denis Goldberg, arrestado junto a Nelson Mandela, en cuyo partido militaba, y que pasó 22 años en prisión por ese compromiso en la lucha contra el apartheid.

O si diría que los jóvenes activistas blancos Andrew Goodman y Michael Schwerner, asesinados en 1964 junto a su camarada afroamericano James Earl Chaney, por su lucha contra la segregación (hecho relatado en el film Mississippi en llamas), eran racistas sin saberlo.

El nuevo antirracismo, además de una militancia, es también un medio de vida para muchos, porque estas “teorías” dan sustento a una miríada de investigaciones, tesis, coloquios, cátedras... Cuanto más perspectiva de género y de raza, más recursos y visibilidad habrá para cualquier cosa que se haga.

Y no se crea que estamos a salvo de estos “estudios”. Hace poco, un medio local promocionaba el trabajo de un historiador argentino, titulado La pigmentocracia (sic) latinoamericana, que afirmaba que nuestras naciones se construyeron sobre “mitos de mestizaje útiles para ocultar la persistencia de los prejuicios raciales”.

Todo parecido con las afirmaciones de Erika Denise Edward -autora de la columna del Washington Post- sobre la composición étnica de nuestra selección no es casual. Ella sostiene que la Argentina tiene una historia “de eliminación (sic) de los negros en el corazón de la autodefinición del país”. A eso llaman genocidio “discursivo”...

Para Edwards es un “mito” que parte de la población negra haya desaparecido por las guerras de independencia. Sin embargo es bien sabido que se decretaron varias levas -expropiaciones- de esclavos de Buenos Aires para integrar los ejércitos criollos y en especial el de los Andes, a las órdenes de San Martín. Esos esclavos así reclutados serían emancipados al concluir su servicio. Muchos no regresaron de la Campaña de los Andes.

Edwards considera que los matrimonios mixtos también son un “mito”. Se trata de negar el mestizaje o desvirtuarlo, como práctica común desde los orígenes de la Argentina, y como rasgo distintivo de la colonización española. Como no puede negar que existieron esas uniones, afirma que la finalidad era disimular la negrura, dejar de ser discriminado.

En realidad, dice, Argentina puso empeño en construirse como una sociedad blanca, negando a los negros y promoviendo la inmigración de europeos blancos.

El hecho de que Europa fuese entonces un continente que expulsaba población hacia América no parece ser un dato relevante para esta especialista, a la hora de analizar la política gubernamental de inmigración. Tampoco tiene en cuenta un dato que contradice la idea de la inmigración “blanca”: la comunidad sirio libanesa, y árabe en general, es la tercera en número en el país, detrás de españoles e italianos, con aproximadamente 3,5 millones de individuos. Están totalmente integrados y el matrimonio mixto fue un hábito extendido. De hecho, la Argentina ya tuvo un presidente surgido de esa colectividad (Carlos Menem). Y eso no es un mito.

Para Edwards, Argentina eliminó “las categorías raciales en su búsqueda por ser vista como una nación moderna y blanca”. Considera discriminación o aspiración a la supremacía blanca lo que fue integración y mestizaje. ¿Desde cuándo categorizar a las personas según su raza contribuye a la lucha contra el racismo?

No son nuevas estas iniciativas. A partir de postular un inexistente racismo sistémico o estructural, que habría tenido por víctimas a los pueblos “originarios” y a los afrodescendientes, se busca deslegitimar nuestra historia y generar nuevas grietas en el cuerpo social.

En junio de 2019, Jérôme Blanchet-Gravel, periodista y escritor canadiense, jefe de redacción de Libre Média (Quebec), denunciaba el intento de des-mestizar a América Latina. “Por antirracismo indigenista, los militantes decolonialistas norteamericanos cuestionan la existencia misma del Nuevo Mundo, al que quieren depurar”.

Blanchet-Gravel señalaba que cuando esta “corriente de pensamiento no divide a la sociedad”, se dedica a recorrer “el pasado en busca de los mayores tesoros de culpabilidad”.

En el caso de Europa, es el pasado colonial; en el caso del Nuevo Mundo, dice Blanchet-Gravel, es su misma existencia lo que se cuestiona. Cristóbal Colón es el blanco principal de esta negación de Hispanoamérica. Los argentinos lo sabemos muy bien. En el fondo, lo que llaman invisibilidad es el mestizaje que engendró nuestras naciones.

El cuestionamiento de esa realidad es una regresión. Como lo es también en Europa, donde las naciones, en la posguerra, después del nazismo y sus teorías de superioridad racial, buscaron reconstruirse sobre la base de una común condición humana.

El mestizaje es el mejor camino para la superación del racismo y la discriminación. En cambio, en nombre de estas nuevas corrientes, invocando una diversidad muy ensalzada pero poco respetada, se opera una vuelta a la categorización racial. Ni más ni menos. Se pretende que, esta vez, esa categorización se hace en el nombre del bien. Pero es algo contrario a conquistas de la humanidad, tan básicas y elementales como la igualdad. Y, en la práctica, promueve una visión maniquea y binaria de la sociedad. A la “raza” supuestamente “blanca” se le exige arrepentimiento; a las otras, se les debe reparación.

Una sociedad de victimarios y víctimas: a unos les corresponde la culpa y la contrición y a los otros, el resentimiento y la revancha. La “racial critical theory” no es ni más ni menos que una nueva forma de racismo. Y un negocio.

“Se ha creado toda una industria alrededor de la idea de que ser blanco es ser racista”, denunciaba el periodista y escritor hispano británico John Carlin en julio de 2021, en el diario Clarín. “Pareciera que no se aspira a la concordia sino a la resurrección del sistema de apartheid”, sostenía.

Tiene razón Carlin, porque estas modas no son inocentes. La “industria” que las propulsa incluye becas, publicaciones, premios, viajes, cátedras, ongs, cuando no directamente estructuras estatales, como ya sucede en nuestro país por culpa de una clase política sin conciencia histórica.

A la vez, el que no se pliega a estos enfoques antirracistas, anti patriarcales e indigenistas es expulsado del paraíso académico y censurado en el mediático.

Carlin no está hablando de América, sino de Europa. Es que ni la propia Francia está a salvo de esta reinvención del racismo. El actual Ministro de Educación de ese país, Pap Ndiaye, de padre senegalés y de madre francesa, nacido y criado en la región parisina, ha hecho suyas estas nuevas tesis racialistas. En el año 2007, su esposa decía: “Cuando lo conocí, el hecho de que fuese negro no contaba”. Pero 15 años después, luego de una temporada de estudios de posgrado en Estados Unidos, el funcionario ha descubierto su negritud: “Yo era un republicano universalista: estaba atrapado en ese modelo de invisibilidad”. O sea, el hombre reniega hoy de lo que fue un pilar de la República Francesa, la igualdad. Esa misma que le permitió llegar a ser ministro en un país que, tan temprano como en la posguerra, tuvo a un negro en la presidencia de una de las instituciones de la IV República y de uno de sus 3 poderes: Gaston Monnerville, originario de la Guyana francesa, fue diputado, subsecretario de Estado, presidió el Conseil de la République (de 1947 a 1958) y fue presidente del Senado de 1958 a 1968.

Nuevamente, la integración es llamada invisibilidad. El universalismo republicano, del que Pap Ndiaye reniega hoy, implicaba el no aceptar que el color de la piel fuese un elemento distintivo ni determinante de los roles y posiciones sociales. Es difícil entender que ese principio sea combatido en nombre del combate al racismo.

En el año 2008, Barack Obama sorprendió al sugerir que había que terminar con la política de cupo racial laboral, iniciada por John F. Kennedy en 1961. El entonces todavía candidato afirmó que consideraba más apropiado usar criterios socioeconómicos antes que étnicos para los programas sociales. Obama dijo incluso que muchos blancos, trabajadores o de clase media, podían sentir “preocupaciones legítimas” al oír que “un afroamericano” tenía “ventaja para obtener un buen trabajo o ingresar a una buena universidad por una injusticia que ellos no cometieron”. Se refería a la esclavitud y la segregación, crímenes del pasado.

Ese planteo de Obama demostraba que, aunque pronto sería el primer presidente negro de los Estados Unidos, no sería el presidente de los afroamericanos, sino de todos los estadounidenses.

Ahora bien, ¿podría Obama decir estas mismas cosas hoy, 14 años después, en el marco del clima de exacerbación identitaria que se vive, sin ser cuestionado?

Lamentablemente, también la sociedad estadounidense es blanco de esta política divisionista que busca polarizar las posiciones en vez de tender puentes; se pierde el espíritu manifestado por Obama en aquella ocasión, y se busca que prevalezca la fragmentación identitaria.

Eso sí, del mismo modo que el feminismo actual no representa ni por lejos el pensamiento mayoritario de las mujeres, tampoco esta victimización étnica hace la unanimidad entre los afrodescendientes.

Por ejemplo, la vicegobernadora de Virginia, la afroamericana Winsome Sears, decía hace un año: “Los americanos están hartos de las historias de negros contra blancos, asiáticos contra latinos. Están hartos y están cansados de los políticos que no quieren dejar curar las heridas del pasado”.

Ahí está la otra clave de estas estrategias reivindicativas de minorías supuestamente postergadas: son funcionales a una clase política que no solo prefiere dividir para reinar sino que encuentra más cómodo luchar contra desigualdades o discriminaciones imaginarias antes que resolver los verdaderos problemas que aquejan a nuestras sociedades.

(De www.infobae.com)

viernes, 23 de diciembre de 2022

Fe del científico vs. Fe en la ciencia

La fe del científico no difiere tanto de la fe del religioso, ya que ambos basan sus pensamientos en la existencia de leyes naturales invariantes. Sin embargo, mientras el científico pretende describirlas sin sacar conclusiones adicionales, el religioso supone que tales leyes han sido realizadas para conformar y para favorecer al ser humano, por lo que basan sus creencias en la suposición de que el universo está "bien hecho". Étienne Gilson escribió: "Basta con leer el primer capítulo del Génesis para descubrir el principio que será el punto de apoyo inconmovible de lo que propongo llamar el optimismo cristiano".

"Inmediatamente nos vemos colocados ante el hecho capital de la creación, y es el Creador mismo quien, contemplando su obra al término de cada día, no sólo afirma que él la ha hecho, sino, además, que es buena porque él la ha hecho. Luego, abarcando con una sola mirada el conjunto de su obra al terminar el sexto día, Dios puede por última vez atestiguar lo mismo y proclamar que su creación es muy buena" (De "El espíritu de la filosofía medieval"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1952).

Max Planck menciona al científico que, basado en la fe en la existencia de un orden natural, adquiere la fuerza anímica necesaria para afrontar las adversidades que la vida le presenta. Ante una pregunta acerca de si la ciencia puede ser un sustituto de la religión, Planck responde: “Para una mente escéptica en modo alguno, pues la ciencia exige también espíritus creyentes. Cualquiera que se haya dedicado seriamente a tareas científicas de cualquier clase se da cuenta de que en la puerta del templo de la ciencia están escritas estas palabras: Hay que tener fe. Ésta es una cualidad de la que los científicos no pueden prescindir”.

Respecto de la obra de Johannes Kepler, Planck escribió: “Estudiando su vida es posible darse cuenta de que la fuente de sus energías inagotables y de su capacidad productiva se encontraba en la profunda fe que tenía en su propia ciencia, y no en la creencia de que eventualmente lograse llegar a una síntesis aritmética de sus observaciones astronómicas; es decir, su fe inextinguible en la existencia de un plan definido oculto tras el conjunto de la creación. La creencia en ese plan le aseguraba que su tarea era digna de ser continuada, y la fe indestructible de su labor iluminó y alentó su árida vida”. (De “¿Adónde va la ciencia?”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1961).

Entre las actitudes que encontramos en la actualidad, en el ciudadano común, respecto de la ciencia, aparece en primer lugar su valoración como fundamento de la tecnología y de sus aplicaciones concretas. Ello implica despreciar la esencia del quehacer científico ya que la ciencia avanza debido al conocimiento que brinda junto a sus aspectos espirituales y emocionales, sin pensar tanto en sus aplicaciones concretas, para lo cual estará presente el ingeniero o el inventor. Así, Heinrich Hertz, el descubridor a nivel experimental de las ondas electromagnéticas, que son la base de las comunicaciones a distancia, expresó: "No sé para qué pueden servir estas onditas", ya que su interés principal implicaba saber si la teoría electromagnética de James Clerk Maxwell era acertada, o no.

Otra de las actitudes del ciudadano común es la confianza desmedida en las investigaciones científicas, ignorando que dicha actividad crece mediamte "prueba y error" y que resulta favorable para su fortalecimiento una actitud de desconfianza en lugar de una predisposición a aceptar sus proclamas por un acto de fe. Así, Robert Millikan, desconfiaba tanto de la teoría del efecto fotoeléctrico, establecida por Albert Einstein, que se propuso idear una prueba experimental que la invalidara. Sin embargo, la evidencia del experimento confirmó la teoría de Einstein y tuvo que aceptar la evidencia.

La fe ciega, tanto respecto de la religión como de la ciencia, logran convalidar a quienes por lo general tienden a usarlas para beneficio personal, mientras que su fortalecimiento quedará asociado a una actitud de vigilia y desconfianza. Debemos rendirnos ante las evidencias de buenos resultados que una religión produce en la conducta del creyente o también ante la evidencia de una hipótesis científica que ha sido verificada objetivamente, previa etapa de críticas al respecto.

Ayer y hoy del peronismo

En forma similar a lo que ocurre a nivel internacional con el marxismo, ocurre a nivel nacional con el peronismo; ideologías incoherentes y contradictorias que sólo tienen como finalidad la conquista y el mantenimiento del poder, con un alto costo de sufrimiento para quienes los han de padecer.

Sus respectivas vigencias se deben, en gran parte, a las debilidades de sus "opositores", ya que se trata de ideologías con diversos rostros cuyas falsedades son difíciles de captar por parte de los desprevenidos. Así, es frecuente en la Argentina confundir el totalitarismo de las primeras presidencias de Perón con la democracia, por el hecho de haber accedido al poder mediante elecciones. Ello se debe a que sólo se tiene en cuenta la legitimidad del acceso al poder desconociendo la legitimidad ausente en la gestión de dicho poder.

Durante el peronismo de los años 50, explícitamente se consideraba "enemigo" (del peronismo y de la patria) al antiperonista, y a veces al neutral que no adhería al régimen. De ahí que no era extraño que un médico ajeno al peronismo fuera encarcelado mientras ejercía sus actividades docentes. Marcelino Cereijido escribió: "Cuando salimos de la reunión, Horacio se acercó a aclararme que, dadas las circunstancias, no creía justo que yo lo reemplazara. Yo, que compartía su posición, insistí en dictar la clase, y continué haciéndolo por algunas semanas más. No sé si mi obstinada no afiliación al partido gobernante, mi asistencia al Instituo Católico de Ciencias, mi concurrencia a lo de Houssay, las clases en el CUM o las discusiones en el Café de los Estudiantes, me habrán puesto en la mira de las autoridades".

"Lo cierto es que, en octubre de 1954, estalló una huelga a raíz de la intervención policial en un acto que realizó «La Línea Recta», el centro de estudiantes de ingeniería. Los de medicina nos adherimos, y el doce de ese mes me llevan preso a la cárcel de Villa Devoto, de la que no saldría sino tres meses y veintiún días después".

"Al llegar al cuadro quinto nos encontramos con unos treinta guatemaltecos, a quienes el presidente Perón, en un rapto de euforia panamericanista, había otorgado asilo político con gran despliegue de propaganda. Más tarde, al percatarse de que no habrían de ser ellos quienes se quedaran con el poder, en un astuto gámbito diplomático los mandó sin más a la prisión. «¡Nada de 'prisión': en la Nueva Argentina de Perón no hay presos políticos!» afirmaban los periódicos oficialistas, es decir, casi todos. Sólo se trata de personas a «disposición del Poder Ejecutivo». Pues bien (¡bendita semántica!), entonces no estuve preso, sino a disposición de dicho poder" (De "La nuca de Houssay"-Biblioteca Médica Aventis-Buenos Aires 2001).

En cuanto al kirchnerismo, "fase superior del peronismo", fue sintetizado en redes sociales mediante una reseña de la personalidad de Néstor Kirchner: "Político enfermo de avaricia y poder, corrupto profesional en igual medida, tipo de perfil bajo y ruin. Se hacía el amigo y quería quedar bien haciendo bromas de mal gusto".

"Torpe, ordinario y extorsionador serial, siempre tenía el puñal bajo el poncho. A la semana de asumir como Presidente, este nefasto personaje fue a la casa de Héctor Magnetto (CEO del Grupo Clarín) a cenar. Fueron tres años de una sociedad inquebrantable. Hasta que un día, la voracidad del poder y de controlar todo de NK pudo más y quiso comprar Clarín".

"Clarín es el diario de habla hispana de mayor tirada en Latinoamérica, formador de opinión como ningún medio. Si este delincuente tenía Clarín, tenía todo. Y el tipo fue por todo. Le dijo a Magnetto que pusiera un precio. Néstor siempre fue generoso con nuestra plata".

"Magnetto le contestó que no se ofendiera, pero que Clarín no estaba en venta. A Kirchner le podían insultar a la madre y no pasaba nada, pero le decís que no a algo y morías lentamente".

"Néstor se tomó unos días y volvió a la carga. Magnetto sabía que estaba negociando contra un monstruo con chequera robada. Le pidió unos días más para tratar el tema (todo chamuyo, no se lo quería vender a ningún precio)".

"Al final volvió a decir que no. A Néstor le salía espuma por la boca. Ahí se desató el infierno y Clarín sufrió los ataques más bajos que puede sufrir un medio de comunicaciones con miles de puestos de trabajo en juego. La Ley de Medios de Comunicación y el payaso de Sabbatella yendo con los abogados a intervenir el diario".

"Los camiones de Moyano tapando la salida de los repartos de los diarios. Guillermo Moreno poniendo su revolver sobre el escritorio de los directivos de Clarín. La justicia culpando a Ernestina de Noble, directora del Grupo, de apropiarse de hijos de desaparecidos, los hijos de Ernestina humillados públicamente por los Kirchner (un día fue la policía sin autorización con dos médicos a la casa de Ernestina, hicieron desvestir a la hija de 25 años delante de la prensa para tomarle una muestra de ADN)".

"Había carteles en las calles con el lema «Clarín devuelvan a los nietos» con Estela de Carlotto al frente del reclamo. Al tiempo y con todos los análisis negativos se comprobó que los hijos no eran apropiados. Jamás pidieron disculpas".

"Toodo era un delirio mafioso en gran escala. Néstor sometía a quien lo criticara".

"Marcelo Longobardi fue su próxima víctima. Longobardi, que estaba en C5N y Radio 10, era muy crítico con el kirchnerismo. Daniel Hadad era el propietario de esos medios. Néstor le pidió la cabeza de Longobardi; no lo quería escuchar más. Néstor le ofreció a Hadad «un pozo de petróleo» para echar a Longobardi, así como se lee".

"No andaba con chiquitas porque nuestra plata era de él y la gastaba como quería. Hadad le dijo que no vendía. Le explicó que con C5N y Radio 10 había logrado el sueño de su vida, además por la amistad que tenía con Longobardi, que era el periodista estrella del Grupo".

"Néstor, a los sueños de la gente, lo tenían sin cuidado".

"A los pocos días del no rotundo, se avalanzó sobre Hadad la tormenta perfecta. Una noche estaba festejando el cumpleaños de su esposa en un restaurante de Pilar y aparecieron tres personas armadas y balearon el lugar sin robar nada".

"A los pocos días el helicóptero de C5N iba a cubrir un evento y se desplomó al suelo. Murieron los ocupantes y nunca se supo qué sucedió".

"Al poco tiempo se incendió la antena de Radio 10, algo insólito, y el Grupo estuvo un par de días sin transmitir. Nunca se esclareció el hecho".

"Para despejar todas las dudas, al poco tiempo apareció Cristobal López, a comprar los medios de Hadad y sin Longobardi. Hadad, acorralado y asustado, vendió".

"Aclaro que la persona que estaba a cargo de todas estas negociaciones y quién ponía la cara era nuestro actual presidente, Alberto Fernández".

El grave problema de la Argentina no radica en la existencia de varios políticos delincuentes, sino en la existencia de un 25 a un 30% de la población que apoya incondicionalmente a todo candidato peronista bajo el tácito lema popular: "Criminal o ladrón, queremos a Perón".

martes, 20 de diciembre de 2022

El Mundial de Fútbol "arreglado"

Siendo el Mundial de Fútbol uno de los acontecimientos positivos más importantes del año, es frecuente escuchar opiniones adversas que lo degradan, posiblemente para menospreciar a gran parte de la población mundial, ya que este sector mayoritario le otorga gran importancia en sus vidas. Incluso, en una de tantas encuestas realizadas, esta vez en Twitter, alguien preguntó si, en caso de ser posible, "cambiarias diez años de tu vida por ver el triunfo de tu selección en un Mundial", a lo que un 38% contestó afirmativamente. Si bien fue una encuesta realizada seguramente con mucho margen de error, resulta representativa de que existe gente que le otorga a tal acontecimiento una importancia excesiva.

Los sectores opositores califican despectivamente al Mundial como un "negocio", dando a entender que sólo tiene como objetivo lograr ganancias monetarias. Mientras se entiende que un negocio es un intercambio de bienes o servicios con beneficio para ambas partes intervinientes, una inversión implica un gasto previo de capital en vista a un futuro negocio, con cierta incertidumbre por su posible resultado. La tercera opción es la simple pérdida económica, si bien pueden obtenerse algunas ventajas no económicas, que también tienen mucho valor.

En una población mentalmente subdesarrollada existe una opinión adversa a todo lo que sea negocio y ganancia de dinero. Así, cuando miles de camioneros debieron pasar varios días esperando la apertura del cruce de Los Andes por Mendoza, dirigiéndose a Chile, no faltó quienes criticaran a los que "aprovecharon la situación para hacer negocios". Los "aprovechadores" eran vendedores de comida y bebida que satisfacían la urgente necesidad de los camioneros, pero la ideología anti-mercado inducía a muchos a ver tal situación como algo negativo.

También el Mundial, por permitir ganancias a algunos, o por permitir en el futuro alguna ventaja económica a los Estados inversores, es mirado despectivamente; sólo si tuviera pérdidas irrecuperables sería mirado como un acontecimiento exento de egoísmo y corrupción. El próximo paso, en la secuencia deductiva, implica suponer que el ganador del Mundial ya ha sido designado de antemano por los organizadores; lo que constituye el Mundial de Fútbol "arreglado".

Si alguien ha hecho una inversión importante y logra establecer un negocio que resulta altamente redituable, sería el menos sospechado de sabotear algo que funciona bien. Así, en el último Mundial, no se advierte a primera vista qué diferencia económica habría para la FIFA si el campeón hubiera sido otro país distinto a la Argentina.

Pero más difícil aún habría sido "arreglar" con los jugadores del seleccionado perdedor. Es decir, suponiendo que la FIFA hubiera arreglado las cosas para que ganara la Argentina, debería haber conversado y convencido a los jugadores de Francia para asegurar el "arreglo" previo, lo que no parece factible. Incluso se advierte que en una situación extrema, al final del partido, en que un jugador de Francia queda solo frente al arquero argentino, éste estira la pierna para evitar, milagrosamente, que la pelota entre al arco, con lo cual la historia hubiese sido totalmente distinta. No parece posible que un "arreglo" previo llegara a tanto.

Lo que resulta factible es el error arbitral e incluso ciertas preferencias y ventajas para algunos equipos, lo que parece ser algo inevitable. Sin embargo, todo ello está muy lejos de arribar a la conclusión de que los ganadores de los mundiales de fútbol son decididos previamente mediante "arreglos" o componendas.

domingo, 18 de diciembre de 2022

Religión moral vs. Superstición

El debilitamiento de la religión moral se asocia al ateísmo, que es el opositor tradicional de la religión. Sin embargo, existe un enemigo interior, mayor y más cercano: la superstición. El supersticioso y el dogmático son quienes limitan la religión a un reducido porcentaje de la población. Ante tal situación les surge la secreta satisfacción de pertenecer a la minoría de "elegidos", ya que ahuyentan a los demás. Aducen la existencia de un Dios que los acepta mientras rechaza al resto, quienes son precisamente los destinatarios de la religión moral.

Este proceso se repite en distintas épocas, observándose la común descalificación de los críticos (designados como ateos) por quienes llevan adelante las extrañas creencias que constituyen la superstición. Ernst Cassirer escribió: "La auténtica oposición radical de la fe no está en la incredulidad sino en la superstición, porque toca a sus raíces y sofoca la fuente de donde mana la verdadera religión. Por eso, el saber y la fe se hallan frente a un enemigo común y la lucha contra él es la tarea más urgente. En esta lucha pueden aliarse y sólo a base de esta unión se producirá luego su separación y la determinación de sus fronteras peculiares".

"Bayle no quiere tocar el contenido de la fe y se reserva frente a él toda crítica expresa. Lo que combate con mayor énfasis es la idea que supone que todo medio es bueno para fundamentar la fe, que mezcla abigarradamente la verdad y la insensatez, el prejuicio, la razón y la pasión, con tal de que sirvan de algún modo a la finalidad apologética".

"El verdadero mal no es el ateísmo sino la idolatría, no la incredulidad sino la credulidad loca y ésta es la que hay que combatir" (De "Filosofía de la Ilustración"-Fondo de Cultura Económica-México 1950).

El supersticioso se caracteriza por mirar el mundo como la consecuencia de dos poderes ocultos que se enfrentan y que representan el bien y el mal. No valora las acciones y sus consecuencias sino en base a la pertenenecia a uno u otro poder. En cierta forma, la superstición religiosa no difiere esencialmente de las actitudes adoptadas por los adherentes a las ideas totalitarias. De la misma forma en que el supersticioso cree en el poder que admira e idolatra, descree del poder rival llegando a veces a severas incoherencias lógicas.

Observar el mundo real considerando que todo lo existente está gobernado por leyes naturales invariantes, resulta ser una visión opuesta a la del supersticioso. Éste, en lugar de tratar de adaptarse a dichas leyes (leyes de Dios), le pide y le implora que interrumpa tales leyes en su favor, lo que constituye esencialmente una actitud antirreligiosa, si bien los pedidos por tales interrupciones son lo más destacado de la religión popular. En el Diccionario de la Lengua Española (Ediciones Castell 1988) leemos: "Superstición. Tendencia a atribuir carácter sobrenatural u oculto a determinados acontecimientos".

Baruch de Spinoza considera que la superstición está asociada al miedo, y que promover el miedo es una forma frecuente observada en quienes buscan ejercer el poder mental y material sobre otros seres humanos, algo que se advirtió tanto en el "totalitarismo" inquisitorial como en los totalitarismos políticos del siglo XX. Al respecto escribió: "Si los hombres pudieran conducir todos sus asuntos según un criterio firme, o si la fortuna les fuera siempre favorable, nunca serían víctimas de la superstición".

"Pero, como la urgencia de las circunstancias les impide muchas veces emitir opinión alguna y como su ansia desmedida de los bienes inciertos de la fortuna les hace fluctuar, de forma lamentable y casi sin cesar, entre la esperanza y el miedo, la mayor parte de ellos se muestran sumamente propensos a creer cualquier cosa. Mientras dudan, el menor impulso les lleva de un lado para otro, sobre todo cuando están obsesionados por la esperanza y el miedo; por el contrario, cuando confían en sí mismos, son jactanciosos y engreídos".

"La causa que hace surgir, que conserva y que fomenta la superstición es, pues, el miedo. Y, si aparte de lo dicho, alguien desea conocer ejemplos concretos, he aquí el de Alejandro. Sólo comenzó a acudir a los adivinos, movido por un sentimiento supersticioso, cuando, a las puertas de Susa, experimentó por primera vez temor a la fortuna. Después de su victoria sobre Darío, dejó de consultar a los augures y adivinos, hasta que de nuevo sintió terror ante las circunstancias adversas" (Del "Tratado teológico-político"-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

La paganización de la religión moral, o bíblica, consiste en mantener actitudes morales similares a la de los antiguos paganos pero con la diferencia de dirigir sus pedidos al "Dios verdadero" en lugar de los dioses falsos, aunque los "creyentes" mantienen esencialmente una moral similar a la de tales paganos.

Un Sumo Pontífice inventado por Giovanni Papini

Por Alberto Benegas Lynch (h)

En el contexto actual se necesita imperiosamente un Celestino VI -creación del escritor italiano- antes de que se produzca un derrumbe en el seno de la Iglesia

La imaginación y creatividad de este escritor florentino no tiene límites. En uno de sus textos en su faena de ficción se aboca a la fabricación de un Papa que como muchos de los verdaderos era sensato y prudente respecto de los acontecimientos que ocurren en torno al poder en contraste con lo que hoy lamentablemente sucede en la cabeza de la Iglesia,

Giovanni Papini, uno de los cuentistas y ensayistas más imaginativos y originales de todas las épocas, escribió en 1946 una larga y medulosa carta pastoral de un Papa inexistente que bautizó como Celestino VI del que dice que “gracias a un azar extraño, encontré estas cartas suyas, que se traducen y publican por vez primera, en un códice sepultado entre los manuscritos de un antiguo convento, escapando a las investigaciones de los historiadores”. En realidad, el último Papa que hasta ahora adoptó el nombre de Celestino fue el número ciento noventa y tres (con el aditamento de Quinto) que reinó cinco meses en 1294 y abdicó por considerarse incompetente para manejar los asuntos de la Iglesia (el primero fue Celestino I que asumió en 422 y fue Papa durante diez años).

En esta brevísima nota transcribo algunas de las consideraciones que efectúa Papini por boca de su Celestino VI, sin glosas ni comentarios para que el lector reflexione al efecto de tener en cuenta aseveraciones tan controversiales pero, al mismo tiempo, tan llenas de verdades en un mundo que aún no parece haber dado en la tecla para enfrentar las reiteradas tropelías del poder. Por ahora, estamos como en el cuento de Cortázar, “Casa tomada”: en retiro permanente. Es de desear que alguna vez —por lo menos en cuanto a los abusos extremos del poder— podamos decir OK tal como se acuñó la expresión en la época del octavo presidente de EE.UU., Martin van Duren, que por ser originario de Kinderbook, del estado de Nueva York, le decían “old Kinderbook” de lo cual surgió el OK para aludir a la buena situación reinante. Entonces, con esta esperanza en mente, vamos a Papini porque recordemos que en el segundo tomo de la autobiografía de Arthur Koestler se consigna que “la diferencia entre vender el cuerpo y las otras formas de prostitución —política, literaria, artística— es simplemente una diferencia de grado, no de naturaleza. Si la primera nos repele más, es señal de que consideramos el cuerpo más importante que el espíritu”.

-“Los gerentes de los estados os han dejado a veces sin pan, a menudo sin libertad, casi siempre sin justicia; pero nunca se han mostrado avaros de altisonante palabrería”.

-“Todos los dueños de pueblos han distribuido con generosa abundancia, dos cosas: armas y palabras. Armas para matar, palabras para engañar”.

-“Vuestro error, inocente en sí, pero de calamitosos efectos, está en creer que existan sistemas de gobierno radicalmente distintos. Por ejemplo: que podéis ser gobernados por un hombre solo o bien por elección y voluntad de todo un pueblo. Las formas de gobierno parecen muchas a los papanatas que se dejan convencer por palabras y fachadas […] Todo gobierno, cualesquiera sea su nombre y sus pretensiones, no es sino el poder de una cuadrilla formada por unos pocos ciudadanos que se encaraman sobre todos los demás”.

-“Esto no obstante, vosotros los ciudadanos, vosotros los súbditos, estáis siempre dispuestos a creer, por candidez o por inquietud temperamentales, que un cambio en el gobierno puede cambiar vuestros destinos”.

-“He visto también sacerdotes más apasionados por las bancas y cacerías que por su ministerio, más deseosos de buena mesa que de buena fama, más preocupados por el politiqueo o el manejo de los bienes materiales que por cuidar el rebaño, más expertos en platicar que en edificar”.

En nuestro mundo de hoy el Leviatán se encarga de abrir su camino al totalitarismo principalmente a través de ataques sistemáticos a la prensa independiente. En verdad, “prensa independiente” es una redundancia grotesca, usamos la expresión en vista de las arremetidas de megalómanos que pretenden aparecer ante la opinión pública como parte del periodismo cuando en verdad no son más que alcahuetes del gobierno de turno. Con mucha razón ha dicho Thomas Jefferson que “ante la alternativa de contar con una prensa libre sin gobierno o gobierno con una prensa amordazada, no dudo en adherir a lo primero”. Nada hay más valioso que el periodismo completamente libre de ataduras estatales al efecto de ventilar todas las críticas a los aparatos gubernamentales y pasar revista a todas las ideas que las plumas libres consideren pertinente. Con razón se la ha denominado “el cuarto poder” en una República como contralor de los otros tres poderes. Hoy, en nombre de “opiniones equilibradas” que pretenden “mostrar dos lados del debate”, es frecuente que alimentados por la pauta publicitaria oficial estén rodeados de esperpentos que imponen legislaciones que apuntan a la uniformidad y al coro indecente de voces.

Estas desgracias son hoy replicadas por Nicaragua como fiel copia de los pioneros en Cuba y en Venezuela y otros países de la región que han mutado de sistemas democráticos a cleptocráticos. Y no solo en la región sino en el otrora baluarte del mundo libre -Estados Unidos- viene sucediendo un desbarranque colosal respecto a los valores y principios establecidos por los Padres Fundadores. Los gastos públicos, el déficit fiscal, endeudamiento del gobierno central, los embates contra el federalismo y el deterioro monetario ponen en jaque el futuro de ese país.

Pero en todo caso, es también alarmante lo que viene sucediendo en muchos seminarios de sacerdotes en cuanto al abandono o en el mejor de los casos la mezquindad para estudiar temas teológicos y filosóficos de fondo para sustituirlos por marxismo barato que luego son trasladados a no pocos púlpitos desde donde se proclaman barrabasadas de distinto color, convirtiendo además las ceremonias religiosos en chacotas. También, como he señalado en otras ocasiones, el actual Papa abraza posiciones radicalmente contrarias a los fundamentos morales de la sociedad libre de los Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos al objetar el sentido específico de instituciones tales como el derecho a la inviolabilidad de la propiedad para abrazar absurdos que conducen a lo que en ciencia política se conoce como “la tragedia de los comunes” y equivalentes con lo que todos se perjudican pero muy especialmente los más vulnerables.

En este contexto se necesita imperiosamente un Celestino VI antes que se produzca un derrumbe en el seno de la Iglesia lo cual perjudicará tanto a los que adhieren a esa religión como a los que no lo hacen debido al predicamento de algunos representantes de ese credo. Siempre tengo presente los relatos del ex marxista y luego converso al liberalismo Eudocio Raviens que explicaba que cuando trabajaba para el Kremlin -fue premio Mao y premio Lenin- su misión era la de infiltrar al mejor estilo gramsciano las iglesias de España y Chile donde encontraba sacerdotes bien intencionados pero al no tener idea de los fundamentos filosóficos de la sociedad libre resultaban en una presa fácil para embaucarlos con los postulados totalitarios.

En este contexto, para cerrar, parece oportuno recordar un pensamiento del siempre sesudo Aldous Huxley incluido en su Medios y fines: “La paciencia común de la humanidad es el hecho más importante y sorprendente de la historia. La mayor parte de los hombres y mujeres están preparados para tolerar lo intolerable […] Los gobernados obedecen a su gobernantes porque, además de otras razones, aceptan como verdaderos algunos sistemas metafísicos y teológicos que les enseñan que el Estado debe ser obedecido y que es intrínsecamente merecedor de esa obediencia […] La mayor parte de las teorías del Estado son meros inventos intelectuales con el propósito de probar que las personas que actualmente están en el poder son precisamente las que deben estar”.

(De www.infobae.com)

jueves, 15 de diciembre de 2022

Fusión nuclear (y el engaño de Perón)

Cuando algún día se acabe el petróleo y el uranio en el planeta, sólo existirá la salvación energética provista por el proceso de fusión nuclear. Mientras que la bomba de hidrógeno es el arma más potente y destructiva creada por los seres humanos, mediante el mismo proceso físico podrá algún día obtenerse la energía requerida por una poblacion mundial que crece a un ritmo de unos 100 millones de nuevos habitantes por año (exceso de natalidad sobre mortalidad). Ello se debe a que toda innovación tecnológica presenta la posibilidad de un buen uso como de uno malo.

Mientras que la fisión nuclear permite la obtención de energía a partir de elementos como el uranio y el plutonio, luego de que neutrones de baja velocidad vuelven inestables a sus respectivos núcleos liberando otros neutrones, la fusión nuclear emplea al hidrógeno el cual es fusionado con otros nucleos similares liberando energía adicional. Este es el proceso por el cual las estrellas liberan luz y energía por muchos miles de millones de años sin agotar su combustible.

Pareciera que el Dios creador, o el orden natural, impusiera a la humanidad, como precio a cobrar por nuestra supervivencia, la necesidad de producir artificialmente un pequeño sol para disponer de energía abundante y no contaminante. La principal dificultad radica en el empleo de temperaturas del orden de los millones de grados, suficientes para fundir cualquiera de los materiales conocidos.

Recientemente (Diciembre de 2022) apareció una importante noticia (opacada por la difusión del Mundial de Fútbol), en la que se afirma que en EEUU se ha podido obtener energía por fusión nuclear con cierta "ganancia", es decir, obteniendo mayor cantidad de energía que la necesaria para producir el proceso. En las experiencias anteriores la energía producida era de una magnitud similar a la consumida.

Durante la fabricación de la primera bomba de fisión, bajo el Proyecto Manhattan, algunos físicos vislumbraron la posibilidad de que una explosión de ese tipo podía servir de detonante del hidrógeno de la atmósfera y producir una especie de "bomba H natural" que podría crear una catástrofe final para la humanidad. Mediante cálculos y/o simulaciones se llegó a la conclusión que ello no podría ocurrir. Posteriormente la bomba de fisión se usó como detonante en la bomba de hidrógeno.

La historia de la conquista de la fusión nuclear comienza cuando un tirano irresponsable intentó engañar al mundo luego de ser engañado él mismo por un físico de poco nivel. Robin Herman escribió: "En la mañana del sábado 24 de marzo de 1951, el dictador argentino Juan Perón convocó una rueda de prensa en la Casa Rosada, el palacio presidencial. Junto a él se sentaba un oscuro físico austriaco llamado Ronald Richter".

"Ante una nube de periodistas que transmitían sus palabras a toda la nación, Perón declaró que Argentina había construido una central de energía atómica en la isla lucustre de Huemul. Esta central piloto, explicó, empleaba una forma de energía nuclear superior y revolucionaria. En vez de tratar de alcanzar la fisión nuclear como hacían otras naciones, «la nueva Argentina», como la definió Perón, se había arriesgado a abordar un tipo diferente de reacción nuclear, la que produce la energía en el Sol, El 16 de febrero pasado, las pruebas habían tenido éxito, produciendo «una liberación controlada de energía atómica» sin usar el uranio como combustible. Para la reacción habían sido necesarias «temperaturas enormemente altas, de millones de grados»".

"Por otra parte, declaró Perón, durante el transcurso del trabajo experimental, sus científicos habían demostrado que los investigadores extranjeros se encontraban «muy lejos de su objetivo» de fabricar una bomba de fusión o termonuclear. Desde luego -siguió- Argentina utilizaría sus nuevas capacidades atómicas «solamente en centrales energéticas de uso industrial». Calificó el descubrimiento como de «trascendental para la vida futura» de su pueblo y «para el resto de los pueblos del mundo» y explicó que llevaría a Argentina a «una grandeza que ni siquiera podemos imaginar en el día de hoy»".

"Para la comunidad científica internacional, se trataba de una declaración asombrosa: Perón estaba diciendo que Argentina había puesto en funcionamiento una central de energía de fusión" (De "Fusión"-McGraw-Hill/Interamericana de España SA-Madrid 1993).

Perón casi siempre decía lo que el pueblo argentino quería escuchar; de ahí que, con sus palabras, podía advertirse la actitud típica del argentino: generoso intentando distribuir lo ajeno o lo inexistente, es decir, lo que no nos cuesta nada ya que nos limitamos a hacer gestos de coooperación y grandeza personal que no van nunca más allá de la simulación y la hipocresía.