domingo, 25 de octubre de 2020

La lógica y el pensamiento religioso

Por lo general, todo lo que acontece en el mundo real, presenta cierta coherencia lógica derivada de la existencia de leyes naturales invariantes. De ahí que tal coherencia, en toda descripción, sea una condición necesaria para que lo descrito sea real. Sin embargo, puede darse el caso de que una falsa descripción tenga coherencia lógica, por lo que el embustero habilidoso podrá engañar a muchos incautos.

Puede decirse que todo lo real es lógico, pero no todo lo lógico es real, contradiciendo a Georg W. Hegel en la segunda parte de la afirmación que emitió al respecto. Así, la coherencia lógica de las ideas y de los pensamientos humanos constituye un criterio orientador respecto de la veracidad de los mismos, ya que la ausencia de tal coherencia resulta ser una señal de posible incompatibilidad con la realidad.

En cuanto a los sistemas ideológicos, puede decirse que aquellos que presentan coherencia lógica tienden a ser aceptados con bastante más frecuencia que aquellos que no la presentan, en forma independiente de la veracidad y de los resultados concretos que producen al ponerlos en práctica. Así, el marxismo tiene cierta coherencia lógica si bien parte de postulados dudosos, o no verificados, mientras que los resultados al ponerlo en práctica fueron desastrosos. El cristianismo, por el contrario, parte de principios no verificables careciendo de coherencia lógica, mientras que la puesta en práctica de sus conclusiones conduce a resultados positivos para el individuo y la sociedad.

Lo que resulta inaccesible a la mayoría de las personas, en cuestiones de religión, es la posibilidad de razonar sobre aquello que carece de coherencia lógica, ya que a la mente adiestrada en el razonamiento científico, por ejemplo, le resultará casi imposible encontrarle sentido a la teología cristiana, aun cuando tenga las intenciones de entenderla en amplitud. De ahí que la ética cristiana tenga una pobre repercusión incluso entre quienes aceptan los principios básicos del cristianismo.

En cuanto a la formación mental, especialmente religiosa, Fabián Urbano escribió: “En materia religiosa el cerebro humano puede aceptar las cosas más inverosímiles y absurdas como lo más natural del mundo, pues es justamente ahí donde se pone de manifiesto la fuerza de la hipnosis estampada a fuego con su formidable poder inductivo. Así pues, lo que para un credo religioso resulta verosímil y natural (porque su cerebro fue educado para aceptar esos valores), para otro credo educado en otra estimativa de valores divinos diferentes, todo ello conjugado, puede resultar absurdo e incongruente, antinatural y totalmente descabellado; porque la hipnosis de este credo responde a otro patrón, impuesto por el dogma y el ritualismo de otro culto con opciones diferentes y opuestas a las que sigue el anterior”.

“Desde los sacrificios de animales y humanos, ofrendados a la divinidad, hasta arribar al culto fetichista más aberrante y maniático, se ha pasado por una escala de valores alucinantes. ¿Con qué finalidad? Con el objeto de mantener contenta y feliz a la divinidad. Ésa es la felicidad postrema de todo culto religioso” (De “El absurdo de los cultos religiosos”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1993).

Resulta incomprensible que el Dios que, supuestamente, interviene en los acontecimientos cotidianos, permita el sufrimiento de sus “amados hijos” pudiendo evitarlo fácilmente. Incluso actuaría como una persona vengativa que castiga severamente a quienes desobedecen sus directivas. Luis Triviño escribió al respecto: “Sé que resulta duro a los oídos de un cristiano escuchar que su «Dios revelado» es tan cruel y sanguinario como los «dioses antiguos inventados por el hombre»; no pretendo convencer a nadie que adopte el agnosticismo o el ateísmo como resultado de esta propuesta”.

“Sólo me permito sugerirle al cristiano que cuando observe con devoción al Cristo crucificado, no olvide que detrás o por encima de él está el Eterno Padre por cuya voluntad Cristo sufre y muere, y que está también allí el Espíritu Santo revelando a los hombres la función salvacionista -«quitar los pecados del mundo»- de semejante martirio sufrido por el Dios Hijo según la voluntad del Dios Padre. Una comparación crítica y serena nos permite percibir que entre esta situación y la de varios dioses precolombinos sólo hay diferentes modalidades y detalles, pero que en el fondo responden por igual a la misma superstición: la de creer que un sacrificio humano satisface a la divinidad” (De “El ateísmo”-Editorial Diógenes-Mendoza 2008).

Una explicación frecuente de la no intervención de Dios cuando podría hacerlo, es la creencia de que Dios “pone a prueba” al creyente, tal como lo habría hecho un Stalin con sus allegados. Tal líder totalitario ordenaba la muerte del familiar de un camarada para ver luego si éste le seguía siendo fiel. En caso contrario, Stalin podría también ordenar su asesinato. Así, el “Dios padre”, según creencias extremas, podría enviar al fuego eterno a los padres que se rebelaran contra Dios luego de que un hijo muriera y Dios no hiciera nada pudiendo evitarlo.

A pesar de la grave situación de decadencia moral, están a la espera de ser reconocidos los mandamientos bíblicos y la ética cristiana, ocultos detrás de una gruesa muralla de misterios sagrados y de incoherencias lógicas. Si lo más importante es la creencia masiva en esos misterios, y apenas lo es la moral de los integrantes de la humanidad, el cristianismo deja de constituir una religión moral. Por el contrario, se habrá constituido en un vulgar paganismo hecho a la medida de crédulos que aspiran ir al cielo en minoría esperando ansiosamente que el resto de la humanidad se consuma en el fuego eterno bajo el designio de un “Dios justiciero” que así lo ha decidido. Esta es la esperanza de muchos “cristianos” ante el posible cumplimiento de la profecía establecida por el propio Cristo.

La ética cristiana no necesita fundamentarse en misterios inaccesibles a la razón y al alcance sólo de unos pocos iluminados. Miguel de Unamuno escribió: “La idea de Dios en nada nos ayuda para comprender mejor la existencia, la esencia y la finalidad del Universo. No es más concebible el que haya un Ser Supremo infinito, absoluto y eterno, cuya esencia desconocemos y que haya creado el universo, que el que la base material del Universo mismo, su materia, sea eterna, infinita y absoluta. En nada comprendemos mejor la existencia del mundo con decirnos que lo creó Dios. Es una petición de principio o una solución meramente verbal para encubrir nuestra ignorancia” (De “Del sentimiento trágico de la vida”-Editorial Planeta-Buenos Aires 1985).

Si interpretamos al cristianismo como una religión natural, no revelada, considerando que los méritos de una religión derivan de su compatibilidad con la ley natural y de la eficacia de su puesta en práctica, se habrá dado un importante paso adelante por cuanto esta vez se verá beneficiada la mayoría de los seres humanos, aunque tal posibilidad sea rechazada por la minoría que aspira a la vida eterna por su adhesión incondicional a las creencias vigentes, aunque, como se dijo, manifieste sus deseos poco “amorosos” de que la mayor parte de la humanidad vaya al infierno.

El propio Cristo indicó la prioridad de su religión: no la creencia incondicional, sino el cumplimiento de sus dos mandamientos (que incluyen los anteriores del Antiguo Testamento). Si, desde la religión natural o desde la Psicología Social, se restablece la prioridad mencionada, muy distinto será el destino de la humanidad, al menos comparado con el oscuro porvenir al que nos conduce la actual confusión de ideas y de principios adoptados.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Globalización vs. Globalismo

En toda época y en todo lugar se advierte la existencia de una lucha por el poder, por cuanto pareciera que el deporte universal del ser humano consiste en ubicarse por encima de los demás para dominarlos, desafiando los designios establecidos por las leyes naturales que rigen todo lo existente.

No todo poder ha de ser negativo para los demás, como es el promovido por quienes están motivados por un espíritu de cooperación; de ahí que la lucha entre el Bien y el Mal siempre ha de estar presente. El Bien será el resultado de aceptar el gobierno de las leyes naturales sobre todo ser humano mientras que el Mal será el resultado de promover un gobierno humano que ignora tales leyes.

En nuestros días se advierten dos tendencias que aspiran a dominar el planeta: globalización económica, por una parte, y globalismo, por otra parte. La primera tiende a promover una economía libre, o de mercado, en toda la Tierra, con las ventajas y desventajas que ello puede producir, siendo las desventajas las dificultades que todo pueblo tiene para adaptarse a ese proceso. La segunda busca establecer un gobierno supranacional cuyas decisiones sean acatadas por todos los Estados.

De la misma manera en que, en todo país, existe una lucha ideológica entre liberalismo (promotor de la democracia política y económica), y socialismo (promotor de un gobierno material y mental ejercido desde el Estado), a nivel global se reproduce esta tendencia, si bien esta vez el gobierno supranacional está promovido por grandes capitales, formados en economías libres, aliados a sectores históricamente socialistas. César Vidal responde algunas preguntas al respecto:

¿En qué consiste la agenda globalista?

"Lo que primero hay que decir es que no es lo mismo que la globalización. Hay gente que lo confunde pero son dos realidades totalmente distintas. La globalización es un fenómeno extraordinariamente positivo que hace que tú y yo podamos estar hablando ahora mismo con un océano entre medias y que hace que tú puedas tener en formato electrónico un libro mío publicado en EEUU y podríamos añadir millones de ventajas. La agenda globalista, por el contrario, es un plan de dominio mundial. En mi libro cito un pasaje de las memorias de David Rockefeller, que ha sido uno de los grandes impulsores de la agenda globalista, donde comienza diciendo «se nos ha acusado a mi familia y a mí de actuar en contra de los intereses nacionales de EEUU y defender por el contrario un gobierno que derive de una cábala secreta de financieros y de intelectuales y que vaya hacia un nuevo mundo, hacia un nuevo orden mundial» y entonces escribe que si esa es la acusación se confiesa culpable y está orgulloso de ello. Esa agenda globalista existe, tiene unos objetivos muy concretos y tiene muchísima más influencia de la que pudo tener en su día, por ejemplo, la Internacional Comunista, que fue extraordinariamente influyente".

Se decía del Parlamento inglés que lo podía todo salvo convertir al hombre en mujer cosa que ya puede hacer cualquier parlamento gracias a la ideología de género…

"Lo han conseguido, efectivamente. La agenda globalista es un proyecto absolutamente prometeico, con una capacidad sobrenatural de cambiar todo, de cambiar el orden, la economía, la política, hasta la naturaleza humana. Y en ese sentido es algo verdaderamente impresionante. Es una agenda que por un lado pretende reducir drásticamente la población mundial pero cree también en un control económico del planeta. Y esos instrumentos de control económico del planeta van desde endeudar en la medida de lo posible a todas las naciones de tal forma que dejen de ser entidades soberanas e independientes. Resulta revelador que en una entrevista de hace unas semanas Georges Soros asegurase que la crisis de su vida era la crisis del Coronavirus y una de las medidas que proponía con auténtico entusiasmo era la de endeudar perpetuamente a la Unión Europea".

"Frente a la agenda globalista hay una serie de políticos a los que yo denomino patriotas, van desde gente que sostiene posiciones democráticas a dictaduras durísimas como China. El patriotismo lamentablemente no sólo es democrático y ha habido muchos momentos en la historia donde ese patriotismo no tenía nada de democrático, en distintos países y en distintas épocas. Incluye desde políticos como un Orban, un Trump o un Bolsonaro que son democráticos aunque los medios de comunicación estén atizándolos día y noche. Hay políticos que no se pueden definir como democráticos pero que tampoco puede decirse que sean dictadores tipo Putin en Rusia. Y luego hay dictaduras claras como la de China. China no se quiere sumar a la agenda globalista aunque hay intentos desde hace décadas por incorporarla. Lo que pasa es que China tiene su propio programa de expansión global que choca con la agenda globalista y pasa por la nueva ruta de la seda que, para que la gente se haga una idea, incluiría un tren de alta velocidad que saldría de Beijing y acabaría en Madrid. El plan de China es celebrar el centenario de la victoria de la revolución china en 2049 siendo la primera potencia global. Lo pueden conseguir y no es imposible. De hecho algunas de las batallas que se están desarrollando entre EEUU y China en los últimos tiempos son batallas de hegemonía aunque nos estén contando que sólo es una cuestión económica o que les importa la libertad de Hong Kong. Es mentira porque no les ha importado nunca ni siquiera cuando aquello era una colonia británica. Aquí el problema de fondo es que China puede ser una potencia hegemónica, que se adelante a EEUU y que lo haga además fundamentalmente por razones tecnológicas".

(De www.lagavetaeconomica.com)

Entre las figuras de mayor relieve internacional, promotora del globalismo, aparece Jorge M. Bergoglio, quien aspira a que un gobierno supranacional establezca lo que él considera como “la sociedad ideal”: Cuba, pero con creencia religiosa. César Vidal comenta que tal postura aparece explicitada en el prólogo de Bergoglio a un libro que relata el encuentro entre Juan Pablo II y Fidel Castro. En la última encíclica, o publicación papal, “Fratelli tutti”, Bergoglio confirma esta posibilidad al oponerse a la economía de mercado, al individualismo, a la propiedad privada, al dinero, etc.

Como se sabe, la idea central del cristianismo es el denominado Reino de Dios, es decir, el gobierno de Dios a través de las leyes naturales, o leyes de Dios, con prohibición expresa de todo gobierno del hombre sobre el hombre. El cristianismo auténtico se opone al gobierno del Estado como figura representativa de los gobiernos humanos. De ahí que el jefe de la Iglesia Católica promueve un gobierno totalitario y universal en oposición al autogobierno individual asociado al cumplimiento de los mandamientos bíblicos.

La feroz lucha contra el liberalismo se debe a que éste “no ha resuelto” todos los problemas sociales, como supuestamente proclama. Puede decirse que tanto el cristianismo auténtico como el liberalismo, desde ese punto de vista, han fracasado (aunque no tanto como el socialismo). Sin embargo, debe considerarse como fracaso de todo sistema, los resultados una vez que son acatadas sus prescripciones. Así, si una sociedad “acepta” el cristianismo sin apenas cumplir con los mandamientos bíblicos, en realidad lo está rechazando. También, si en una sociedad surgen muy pocos empresarios, no se establecerán mercados competitivos ni tampoco “economías de mercado”.

Desde sectores “cristianos” se critica el hedonismo y el materialismo reinante en las diversas sociedades, apuntando contra el liberalismo, ignorando que la economía de mercado es un sistema efectivo para traducir las demandas de la gente en bienes y servicios. Si el nivel moral no es el adecuado, ello se debe principalmente a que, desde la religión, no se ha sabido predicar la moral bíblica, ya que los supuestos predicadores “cristianos” han optado por promover el socialismo, que poco o nada tiene que ver con las prédicas cristianas.

El socialista, siempre "generoso" para repartir lo ajeno, nunca de lo propio, también trata que todos los países abran sus fronteras para proteger a los que emigran desde otros países. También en este caso se advierte la "generosidad" para con los derechos de residencia de países ajenos. Bergoglio propone la abolición de las fronteras, en cuyo caso se produciría un éxodo desde sus "sociedades ideales" (Cuba y Venezuela) y de países con gobiernos ineptos y populistas, hacia los países desarrollados (capitalistas).

De ahí que EEUU y Europa duplicarían o triplicarían sus poblaciones por lo que se les crearían serios conflictos a esos países y continentes. En lugar de promover el capitalismo en todas partes del mundo para que nadie tenga la necesidad de emigrar, con gran irresponsabilidad Bergoglio propone la aceptación de una masiva inmigración desde los países que hacen mal las cosas para perjudicar a los que las hacen mejor.

Si los países europeos abrieran sus puertas al inmigrante, sin ninguna exigencia, los musulmanes pronto serían mayoritarios y de inmediato impondrían las leyes y costumbres islámicas a los pobladores originarios. En lugar de exigir soluciones a los países que rechazan a sus propias poblaciones, Bergoglio exige "solidaridad" para que otros se hagan cargo de los errores de tipo socialista o totalitario.

domingo, 18 de octubre de 2020

El peronista y el socialista en la visión de la psicología individual

Por lo general, las distintas posturas políticas son descritas a partir de aspectos cognitivos, asociados a las ideas predominantes en un individuo. Sin embargo, y en muchos casos, las orientaciones políticas y económicas de un sujeto dependen esencialmente de aspectos emocionales, como el amor o el odio dirigidos a diversos sectores y por diversas causas.

La psicología individual está asociada a Alfred Adler, psiquiatra que, como médico, observó en quienes perdían un órgano por accidente o enfermedad (pulmón, riñón, etc.), un desarrollo posterior del órgano sano que les quedaba, como un efecto compensatorio ya que funcionaban con bastante mayor eficacia que en la situación anterior. Este aspecto compensatorio provisto por la naturaleza le advirtió acerca de la posibilidad de que, en los aspectos psicológicos, este mecanismo actuara en forma similar.

De ahí que la psicología individual contemple la existencia de complejos de inferioridad, de distintos orígenes, que potenciarían las respuestas de quienes desearan superarlos. Incluso describe casos de científicos, artistas, deportistas, etc., que se distinguen netamente del resto gracias a la previa existencia de un complejo de inferioridad que debieron vencer. Este es el caso de los “ganadores” en la vida.

También observó casos en que no hubo voluntad ni una lucha por superar complejos de inferioridad apareciendo un débil complejo de superioridad compensatorio que impidió la potenciación benéfica antes mencionada, siendo este el caso de los “perdedores” en la vida. Alfred Adler escribió: “No importa el complejo, sino nuestra reacción ante él. Eso es lo que determina nuestro éxito o nuestro fracaso. Como soy psiquiatra, me interesan principalmente los que fracasan. Los que triunfan son los individuos que se enfrentan con sus incapacidades y tratan valerosamente de vencerlas. Los fracasados son los que se desaniman y se retiran pronto de la lucha. En la base de toda neurosis está un complejo de inferioridad, el resultado de una tentativa de compensación que no ha triunfado del todo” (De “Cómo aprovechar nuestro complejo de inferioridad” de Marie Beynon Ray-Ediciones Cosmos-Buenos Aires 1959).

Mientras que la humildad surge en quienes son conscientes de su inferioridad circunstancial, realizando esfuerzos por superarla, la soberbia surge en quienes son inconscientes de su inferioridad y tienden a desarrollar un complejo de superioridad compensatorio que los hacen transitar por caminos poco satisfactorios tanto para el individuo que los padece como para la sociedad en general.

Es posible encontrar casos históricos en los cuales los complejos de inferioridad por bastardía (de gran importancia en el pasado), definieron el destino de naciones, como la Argentina. Ello se debió principalmente a los complejos de inferioridad no resueltos de Perón, Eva y los Kirchner, si bien el caso de Néstor Kirchner se debió a causas distintas de la bastardía. Como ejemplo opuesto al mencionado, puede citarse el del “hijo natural” Leonardo Da Vinci, que se vio obligado por las circunstancias a ser un autodidacta, ya que por su carácter ilegítimo tenía limitado el acceso a colegios de buen nivel y universidades, llegando a ser uno de los grandes genios de la humanidad.

Los distintos grupos ideológicos, como se dijo antes, no surgen por una cuestión de ideas o creencias, sino por la existencia de complejos resueltos o bien no resueltos. Lo grave del caso es que el éxito de la compensación, logrado por una inusitada fuerza de voluntad, no siempre fue conducido por buenas intenciones, sino que, como en el caso de quienes tenían baja estatura, como Napoleón y Stalin, el éxito personal estuvo asociado a la muerte de gran cantidad de individuos.

Existen sectores del pensamiento político y económico que vienen definidos u orientados por líderes que no buscan la superación de complejos de inferioridad, sino que sólo buscan el éxito del complejo de superioridad compensatorio. Juan Agustín García advierte acerca de la existencia de efectos masificados en grupos de personas con adecuados niveles de instrucción, escribiendo al respecto: “Grupos heterogéneos, el jurado, los parlamentos, las comisiones administrativas, caracterizadas por el sentimiento de responsabilidad, que imprime su sello especial a su conducta, pero dejándolos con una manera de pensar y de sentir análoga a la de las turbas anónimas, son procesos intelectuales parecidos. Forman sus ideas y opiniones por contagio y sugestión, por la influencia de los demás”.

“Eliminan los caracteres propios individuales en aras del sentimiento colectivo, con el mismo resultado inmoral o mediocre. «Cuando los hombres están unidos –dice Sighele- sus fuerzas se eliminan en vez de sumarse. Muchas veces una asamblea hace las cosas de tal modo que cualquiera de los individuos que la componen lo habría hecho solo mejor»” (De “Ciencias sociales”-Editorial Claridad-Buenos Aires 1938).

Lo interesante de la visión de la Psicología individual es que agrega un aspecto más a tener en cuenta para la descripción de fenómenos sociales. Si bien no deben dejarse de lado las pertenencias a clases sociales, etnias, nacionalidades, religiones, etc., deberían agregarse en todo análisis los complejos de inferioridad y superioridad mencionados, que permiten dar coherencia o bien reemplazar las habituales descripciones en base solamente a clases sociales, etnias, etc.

Como ejemplo de complejo de inferioridad no resuelto, puede mencionarse el caso típico del peronista o del socialista, que odian a individuos según la clase social o económica de éstos, y esencialmente por el hecho de no pertenecer a la clase odiada. Es decir, el que odia a alguien por el dinero que ese otro posee, carece de valores intelectuales o afectivos suficientes; ya que, si los tuviera, no se haría mucho problema al verse superado, económicamente hablando.

La forma habitual de intentar “superar”, con poco trabajo, un complejo de inferioridad, consiste en sentirse realizado a través del líder político, populista o totalitario al que se aclama, y que, gracias a cuantiosos robos al Estado, logra alcanzar una riqueza inusitada, el lujo desmesurado y la ostentación asociada, que hace que sus envidiosos adoradores contemplen la superioridad económica del líder respecto de cada uno de los individuos de la clase social envidiada. Este ha sido el caso de los admiradores de Eva Perón y de Cristina Fernández, principalmente.

El Che Guevara promovía el “odio intransigente al enemigo”; un odio surgido no sólo en socialistas sino también en peronistas. A continuación se transcriben el saludo y las respuestas que el dirigente kirchnerista Luis D'Elia dio al periodista Fernando Peña cuando éste lo entrevistó desde una emisora de radio:

“¿Cómo te va sorete?” (Saludo de D'Elia al periodista).
Ante la pregunta: ¿Por qué le pegaste a la gente? (en una manifestación callejera), D'Elia responde:

“Porque los odio”. “Odio a la puta oligarquía”. “Odio a los blancos”.
“Te odio Peña, odio tu plata, odio tu casa, odio tus coches, odio tu historia, odio a la gente como vos que defiende un país injusto e inequitativo, odio a la puta oligarquía argentina, los odio con todas las fuerzas de mi corazón”.

“¿Entendés? Los odio. Te lo digo claramente, los odio. Ya decía Sarmiento en 1880 «no hay que ahorrar sangre de gauchos», es decir, «no hay que ahorrar sangre de negros». Nosotros somos bosta, caca, lacra, basura, para vos y la lacra como vos”.

“Sos un forro, un sirviente de la puta oligarquía nuestra, que la jugás de transgresor pero que no tenés bolas de bancar lo que bancamos nosotros. Vos vivís en San Isidro y yo en Laferrere….Los odio, odio a las clases altas argentinas que han hecho tanto daño, que han matado a tanta gente en nombre de una sola bandera, que es la bandera de la propia ganancia” (De youtube.com).

Lo que se conoce, desde la sociología, como “lucha de clases”, desde la psicología social se la conoce como “odio generalizado” a los integrantes de determinado grupo con cierto nivel económico. Ello no implica, por supuesto, que el sector odiado esté totalmente libre de culpas.

Como una gran parte de la sociedad argentina comparte los sentimientos negativos del mencionado dirigente, aunque con distintos porcentajes de ese odio, no debe extrañar demasiado la situación de decadencia que padecemos y el oscuro porvenir que se vislumbra.

lunes, 12 de octubre de 2020

La Iglesia al revés

Por Alberto Benegas Lynch (h)

El marxismo infiltrado en la Iglesia sigue una ruta claramente trazada de cinco etapas. La primera retoma la tradición de los saduceos, es decir, pone acento en lo temporal y silencia en lo posible todo lo referente a la vida eterna. A través de análisis sociológicos se transmiten principios de izquierda desde el púlpito, en las pastorales, en las plegarias y aun en los cantos litúrgicos. En esta primera etapa resulta necesario preparar el terreno para convertir el templo en una asamblea del pueblo donde se analizan problemas sociales siempre desde la óptica socialista, todo ello disfrazado bajo el ropaje de la “concientización”.

La segunda etapa centra su atención especial en la desacralización. En la eliminación de la mayor cantidad de imágenes posibles. En disminuir, cuando no en ridiculizar, el valor de la devoción; tratar como puros mitos la Santísima Trinidad, la Asunción, la Encarnación, la Redención, el Premio y el Castigo Eternos, etcétera. Tratar en lo posible de no aludir a Dios y cuando se hace referencia a Jesús mostrarlo como un caudillo que, al igual que Moisés, establecieron un movimiento político-económico y social de envergadura.

En esta etapa, se hace necesario que algunos destacados dignatarios de la Iglesia hagan declaraciones públicas sobre temas políticos y que intervengan en la medida de sus posibilidades de modo directo en la acción que tiende a estructurar y establecer la política del momento. También en esta etapa se hacen condenas al comunismo y al liberalismo por igual. En realidad se trata de una cuestión estratégica puesto que considera que, en general, está muy arraigada aún la mala imagen de la expresión comunismo. Resulta más provechoso condenar la expresión mientras se penetra en su contenido, en lugar de presentar una posición frontal. Por tanto, el tiro va dirigido al liberalismo del cual muy pocos de los que lo atacan saben de qué se trata.

La tercera etapa –que como todas no sólo está destinada a la feligresía en general sino también a los seminarios de futuros sacerdotes- se refiere al llamado “cristianismo horizontal”. Tradicionalmente la Cruz se ha visto de un modo integral como que el brazo vertical se refiere a la relación de Dios con el hombre y el brazo horizontal alude a la relación del hombre con el prójimo.

El marxismo, amputando el significado global de la Cruz y cambiando su sentido se circunscribe a “los demás” transformándolo en un problema de relaciones sociales siempre sobre la base de la falta de respeto al prójimo inherente a la postura totalitaria. En esta etapa también se tiende a que la Confesión se refiera a los llamados “pecados sociales” en los cuales estarían incursos aquellos que patrocinan la sociedad libre puesto que “establecen un régimen de explotación inicua”.

La cuarta etapa se denomina del cristianismo marxista. Esta terminología podrá usarse en la medida en que se haya realizado bien el trabajo en las etapas anteriores. La expresión más relevante de esta etapa tal vez esté representada por el movimiento llamado Cristianos por el Socialismo que preside el obispo marxista de Cuernavaca. El documento final del último congreso de este movimiento se titula “La amistad estratégica entre cristianos y marxistas”, congreso al que, como todos los demás, asisten sacerdotes y profesores de teología de universidades católicas y seminarios de Iberoamérica.



En Estados Unidos, La declaración de la comisión laica que prepararon principalmente Michael Novak y William Simon ha hecho mucho por poner de manifiesto los errores garrafales sobre los que se basan documentos emitidos por obispos de ese país. En otras latitudes se han realizado esfuerzos igualmente meritorios para poner al descubierto el trasfondo totalitario de aquellas publicaciones elaboradas por prelados las cuales difunden con la máscara del cristianismo. Muchos de los sacerdotes son usados para estos propósitos, puesto que de buena fe creen que están procediendo bien y no ven el nexo entre lo que predican y la aniquilación del espíritu cristiano.

El reciente y muy resonante caso del padre Pellecer de la Compañía de Jesús constituye uno de los tantos testimonios aleccionadores donde el mismo sacerdote relata cómo fue adoctrinado en el marxismo y luego estimulado para ingresar al movimiento guerrillero de su país, Guatemala. Este accionar forma parte de la quinta y última etapa: el puro marxismo. Ya no debe hablarse de cristianismo-marxista. No se los puede poner a la misma altura: “el cristianismo es un episodio, el marxismo una cosmovisión”. Así se llega al rechazo desembocado del espíritu cristiano. Esto es importante señalarlo sin disimulo porque como ha dicho el Papa San Gregorio Magno: “Aunque una verdad pueda escandalizar, es preferible permitir el escándalo antes que renunciar a la verdad”.

Curioso resulta en verdad que, aun desde el punto de vista de los que sirven como conductores del marxismo en la Iglesia (llamados teólogos de la liberación y sacerdotes del tercer mundo) sus posturas resultan contradictorias. Por ejemplo, sus reiteradas manifestaciones respecto de la pobreza. Incapaces de comprender el sentido bíblico de desprendimiento interior y de las bienaventuranzas a los pobres de espíritu basadas en la adecuada jerarquía entre Dios y las cosas de este mundo, se lanzan a condenar las riquezas materiales y alaban la pobreza, pero, simultáneamente, preconizan la redistribución de ingresos. Esto resulta por lo menos ridículo puesto que si la pobreza material fuera una virtud per se no habría que entregar bienes a los pobres ya que éstos quedarían contaminados.

Para seguir una ilación lógica a partir de las peculiares premisas de estos sacerdotes habría que promover la mayor destrucción posible de los bienes materiales. De este modo, las hambrunas y las pestes convertirían a la gente en virtuosa. Claro que las aludidas consideraciones de estos sacerdotes tampoco contemplan que riqueza y pobreza material son términos relativos y, por tanto, alguien es rico o pobre según sea el punto de referencia con que se lo compare. En lugar de capacitarse en estudios bíblicos para conocer mejor la Palabra del Señor, estos sacerdotes incursionan en temas que no comprenden y se escudan en su investidura para sermonear sobre lo que ignoran. La feligresía busca afanosamente alimento espiritual y recibe absurdas y contraproducentes recetas políticas. Futuros sacerdotes buscan una más estrecha comunicación con Dios y, con demasiada frecuencia, reciben entrenamiento marxista. Debido a esto, no debe sorprender la alarmante reducción de las vocaciones sacerdotales y el menor interés de los laicos en su religión.

(Extractos de “Liberalismo para liberales”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1986).

Derechos naturales vs. Derechos artificiales

Los derechos naturales, que nos otorga el orden natural, o Dios, son aquellos que nos corresponden a todos los seres humanos en la condición de tales. De ahí que se denominen “derechos humanos”. Ellos son, principalmente, el derecho a la vida y el derecho a lograr un aceptable nivel de felicidad. El respeto que debemos otorgar a todo ser humano implica también un respeto por sus derechos naturales, que no deben ser impedidos ni perturbados por nuestras acciones.

El derecho al desarrollo de nuestras potencialidades, como camino necesario para el logro de la felicidad, requiere de una libertad individual que no deberá ser entorpecida por los demás. Tal libertad implica no ser gobernados material ni mentalmente por otros seres humanos; requisito promovido tanto por el cristianismo como por el liberalismo.

La propiedad privada también es un derecho derivado de los anteriores (vida y felicidad), ya que, si se la reemplaza por la propiedad colectiva, o estatal, se establecen las condiciones necesarias para que nuestra vida sea dirigida por quienes administren la propiedad colectiva o estatal. Si alguien piensa que tal propiedad no debe ser administrada por nadie, admite la posibilidad de una anarquía, o caos, que impedirá disponer de los beneficios derivados de los derechos otorgados por el orden natural. El respeto de los derechos naturales individuales es la forma básica de adaptación al orden natural.

Tal adaptación implica también adaptarnos al medio ambiente, o geográfico, advirtiéndose en este caso que las formas propuestas no presentan demasiadas controversias, al menos en comparación con las que surgen ante las formas de adaptación social entre los propios seres humanos en vista a la supervivencia y a la felicidad de todos. Gustavo D. Perednik escribió respecto de los derechos humanos: “Son aquellos derechos que uno tiene en virtud de ser un ser humano, es decir por el sólo hecho de haber nacido”.

“Caben en esa categoría, en general, los derechos a la vida y a la libertad, y más específicamente algunos derivados, como por ejemplo el derecho a no ser perseguido ni torturado”.

“En una segunda etapa se agregan los derechos que uno tiene, no por haber nacido humano, sino por vivir en sociedad, tal como el derecho a la propiedad o a la libre expresión. En ese punto ya uno se aparta de los derechos humanos elementales” (De “El retorno de la barbarie” de A. Benegas Lynch (h) y Gustavo D. Perednik-Ediciones Amagi-Buenos Aires 2019).

Los derechos naturales implican la posibilidad de alcanzar los respectivos objetivos por nuestros propios medios, permitiendo, además, que otros los alcancen. Cuando se supone erróneamente que cada derecho que poseemos implica una obligación para que otros lo logren por nosotros, estaríamos estableciendo una desigualdad esencial por cuanto habría seres humanos con derechos y seres humanos con deberes (para satisfacer los derechos de aquéllos).

Así como el cristianismo y el liberalismo coinciden en fundamentar sus propuestas en base a los derechos naturales, los socialistas han propuesto “derechos artificiales” que a veces poco o nada tienen en cuenta a los naturales. Ello implica que ya no es el orden natural, o Dios, el que nos concede los derechos a la vida y a la felicidad, sino que ha de ser el Estado socialista el que ha de cumplir tal función. Perednik agrega: “El problema es que la izquierda ha diluido el mapa de esos derechos ya que, fiel a sus perspectivas utópicas, lo amplía irresponsablemente a tales como el «derecho» a la vivienda digna, a la huelga paga, a la formación universitaria, y casi a cualquier beneficio que le parezca apetecible”.

“Esta extensión artificial de los derechos humanos termina no solamente por disolverlos en una retahíla de buenas voluntades que en la práctica pierden significado, sino que incluso conculca los derechos en aras de supuestos derechos sociales de los que los gobernantes se autodesignan como únicos intérpretes y protectores. Es una tragedia que de este modo, el concepto mismo de derechos humanos se desvanece”.

En el caso del “derecho a una vivienda digna”, puede decirse que vivienda digna es la construida con medios dignos; cuando un individuo, mediante su trabajo, y posiblemente con la ayuda voluntaria de otros, logra realizarla. Cuando aparece una ley por la cual el Estado “otorga el derecho a una vivienda digna”, implícitamente indica que otros deben aportar recursos propios para construirle una vivienda que, por derecho le correspondería a quien no la posee. Cuando el Estado asume tal actitud, le crea deberes al sector productivo mientras reduce la laboriosidad y responsabilidad individual de los sectores poco productivos. Mariano Grondona escribió: “El derecho a «recibir» felicidad sin haberla perseguido, a resultas del clientelismo, no trae consigo el desarrollo porque diluye la ética del esfuerzo, suplantándola por una red de beneficencia social que condena a los pobres a una eterna dependencia de demagogos y «punteros»”.

“El derecho de «perseguir» la felicidad, en cambio, apunta a la desigualdad de los resultados a partir de la igualdad de oportunidades. Los que trabajen y se esfuercen, según esta otra alternativa, prosperarán, dirigiendo de ahí en más el sobrante de lo que obtengan hacia las inversiones, las únicas capaces de promover el desarrollo económico de las naciones” (De “El desarrollo político”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2011).

El Estado debería favorecer la “igualdad de oportunidades” apoyando la educación y la salud pública, cuyos beneficios recaerán sobre todos los sectores de la sociedad. Por el contrario, cuando el Estado trata de imponer una “igualdad de resultados”, provoca serios inconvenientes de tipo moral y social. Grondona escribió al respecto: “Si el Estado está a cargo, además, no ya de asegurar la igualdad de las oportunidades sino también la igual satisfacción de los resultados, actúa frente a sus ciudadanos como un padre benigno pero castrador, puesto que aspira a ahorrarles, según la famosa frase de Tocqueville, «el trabajo de vivir y la molestia de pensar»”.

“¿Qué somos entonces frente al Estado? ¿Adultos preparados a combatir cada cual su propio combate, a asumir cada cual el riesgo de su propia vida, o niños en demanda constante de amorosa atención, aun a costa de nuestra libertad?”.

En la base de toda crisis social y de toda decadencia, existe una crisis o una decadencia moral a nivel individual. Ello se observa en el individuo que carece de dignidad y que exige que el Estado le permita “vivir dignamente” con los frutos del trabajo ajeno. En países como la Argentina, predomina tal tipo de individuo, ya que la constante prédica peronista y socialista le han inculcado que, entre los derechos otorgados por el Estado, está el mencionado, y que las culpas de la decadencia se debe al sector productivo que no “distribuye” adecuadamente sus ganancias y que por ello el Estado debe “redistribuirlas” igualitariamente, y no según los méritos productivos y el trabajo ejecutado en cada caso.

domingo, 11 de octubre de 2020

La colonia Plymouth y el comunismo primitivo en EEUU

Los primeros europeos que llegaron al continente americano tenían diferentes proyectos, ya que algunos pretendieron establecer una civilización similar a la de sus orígenes, otros trataron de corregir los errores observados y, finalmente, llegaron grupos que intentaron establecer sociedades completamente diferentes a las que conocían. Gustavo D. Perednik escribió: “Un ejemplo que debería estudiarse con dedicación es lo que les ocurrió a los 102 peregrinos de Mayflower que, después de dos meses de travesía transatlántica, anclaron en 1620 en las costas orientales de Norteamérica. Fundaron allí la Colonia Plymouth, homónima del puerto inglés que los había visto zarpar. Lo que se recuerda menos, es que tres años después de la fundación casi mueren todos por inanición”.

“Lo documentó su gobernador William Bradford en su fascinante diario Del asentamiento de Plymouth, escrito entre 1620 y 1647, donde cuenta cómo los colonos indigentes vendieron su ropa y sábanas por comida, o directamente se sometieron como sirvientes a los indios”.

“En palabras de Bradford habían intentado un «experimento comunista» que generó la hambruna generalizada. El sistema de «quitar la propiedad y entregarla a la mancomunidad generó confusión, descontento y retraso», registra Bradford”.

“Con sus últimas fuerzas, decidieron rehacerse por medio de abandonar la idea de la propiedad colectiva, y asignaron una parcela de tierra a cada colono”.

“A partir de entonces, y en breve lapso, en las tierras agrícolas privadas se logró el cultivo de cereales y la autosuficiencia. En pocas palabras, la propiedad privada salvó a Plymouth. El resto es la historia de los Estados Unidos” (De “El retorno de la barbarie” de Alberto Benegas Lynch (h) y Gustavo D. Perednik-Ediciones Instituto Amagi-Buenos Aires 2019).

La trágica experiencia previa a la adopción de la propiedad privada de los medios de producción, fue reeditada varias veces durante el siglo XX, principalmente en el caso de China, donde en los años 60 se produjo la mayor hambruna de la historia. Alguien dijo, acertadamente, que “El hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra”.

Si bien, desde un punto de vista racional, puede resultar atractiva la unión entre individuos a través de vínculos materiales y concretos, como ocurre en el caso de los monjes católicos y la propiedad compartida en los conventos. Sin embargo, resulta conveniente guiarse por la mentalidad científica, cuya notable efectividad se debe a su atención permanente por lo que sucede en el mundo real, o en las sociedades concretas, priorizando las verificaciones experimentales a las hipótesis elaboradas aun bajo un adecuado racionalismo.

En el caso mencionado de los monjes católicos, llama la atención que, justamente quienes predican “el amor al prójimo” de los Evangelios, a veces tiendan a reemplazarlo por el vínculo material de los medios de vida. El carácter universal del cristianismo sería imposible de lograr si todos los seres humanos nos ligáramos a los demás a través de vínculos materiales, mientras que es posible si lo hacemos compartiendo penas y alegrías ajenas como propias.

Las sociedades comunistas requieren de cierta organización por lo cual todo individuo deberá responder adecuadamente ante los requerimientos del planificador. Perednik agrega: “La premisa de la izquierda es que la estructura social es una planificable extensión de la intencionalidad de un buen organizador. Y por ello, al mismo tiempo que programa cómo debe ser la sociedad, se ve en la obligación de dedicarse a moldear el pensamiento y los sentimientos de la gente, porque de ese modo habrían de generarse los resultados planificados. Es un círculo vicioso que termina produciendo una especie de policía mental”.

El fracaso y posterior mejora en China, aunque no con tantas hambrunas, se verificó en Alemania (Occidental y Oriental), en Corea (del Norte y del Sur), Rusia (soviética y actual), etc. “Las mismas personas en una misma época en la misma tierra adoptando sucesivamente dos sistemas distintos produjeron dos resultados diametralmente opuestos” (A. Benegas Lynch (h)).

A pesar de los resultados negativos de la aplicación del socialismo, tal ideología sigue en plena vigencia. De ahí que sus promotores y partidarios sean considerados dentro de la tendencia a la barbarie. Alberto Benegas Lynch (h) escribió al respecto: “Hay dos tipos de bárbaros, los que emplean de modo directo la fuerza bruta para agredir y los que la preparan, la estimulan, la incentivan a través del discurso. Los primeros están formados por las hordas criminales y los segundos son los bárbaros intelectuales que son cómplices de los primeros”.

“Puede que estos últimos sean de buena fe y de veras crean que hacen el bien lo cual no los exime de responsabilidad. En este sentido es del caso citarlo a C. S. Lewis que en su God at the Dock escribe que «De todas las tiranías una ejercida para el bien de las víctimas suele ser la más opresiva. Puede ser mejor vivir bajo ladrones que hacerlo bajo la moral omnipotente de los otros. Los ladrones a veces descansan pero aquellos que nos atormentan para nuestro bien lo hacen sin descanso»”.

“A esta altura del siglo XXI cuesta creer que con los experimentos totalitarios que han tenido lugar por doquier y con las numerosas contribuciones científicas disponibles en todos lados, cuesta creer decimos que haya personas de buena fe que recomienden el socialismo en cualquiera de sus vertientes. Antes, cuando no había la comunicación que hoy existe, podía aceptarse esas desilusiones de personas que creían en los milagros que prometía el socialismo y cuando viajaban para comprobar el paraíso se encontraban con un infierno y declaraban su conversión”.

“Pero hoy, que hasta la información más sencilla y remota se encuentra en Google y similares, cuesta creer en la inocencia de tales personajes. Es comprensible en los monstruos con una sed ilimitada de poder para sacar partida de las dolencias ajenas, pero honestos intelectuales y pacíficos que no sepan lo que ocurre y ha ocurrido frente a sus narices, es difícil. De todas maneras demos el beneficio del inventario y conjeturemos lo mejor en el espíritu de incrédulos y sigamos bregando por la libertad en la esperanza de alcanzar también a los malinformados” (De “El retorno de la barbarie”).

miércoles, 7 de octubre de 2020

Existencia de un orden moral objetivo

Resulta fácil advertir la existencia de acciones consideradas "buenas", como también acciones consideradas "malas", no existiendo, sin embargo, unanimidad respecto de la existencia del bien y del mal en forma independiente de las diversas opiniones. Posiblemente ello se deba a que hay acciones o decisiones cuyos efectos remotos no son fáciles de determinar, por lo que, en este caso, las discusiones al respecto dependerían del conocimiento que de esos efectos tengamos. Antonio Royo Marín escribió: "Hay un hecho innegable: la apreciación universal de ciertas cosas como buenas o malas. Todos los hombres del mundo, desde el más sobresaliente intelectual hasta el salvaje más embrutecido, están de acuerdo en considerar como buenas ciertas cosas (la honradez, buena fe, el amor, la beneficencia, etc.) y como malas ciertas otras (el robo, el engaño, el asesinato, etc.)".

"Este hecho es tan antiguo y tan universal como el mismo nombre. Ahora bien: un efecto universal y constante en todas las razas, épocas y climas no puede explicarse sin una causa también universal y constante, que no puede ser otra que la naturaleza misma de las cosas, o sea, los dictámenes de la ley natural, impresa en el fondo de todos los corazones".

"Si la moralidad dependiera únicamente de la libre determinación de los hombres en cualquiera de los aspectos o matices que propugnan los sistemas positivistas, seguiríase una serie monstruosa de despropósitos y absurdos: el legislador podría permitir el robo, el adulterio, el fraude y el engaño, etc., con lo cual no sería posible la ordenación de un orden moral universal ni la mera convivencia entre los hombres".

"¿Por qué las leyes y costumbres humanas más monstruosas (v.gr., el asesinato, robo, perjurio, traición, adulterio, etc.) habrían de ser inmorales si todo dependiera de la libre determinación de los hombres? Una ley humana no podría llamarse jamás injusta o inmoral si no existiera una norma del bien y del mal independiente de la voluntad de los hombres, superior a la ley humana y válida para todos los tiempos, climas y lugares" (De "Teología moral para seglares"-La Editorial Católica SA-Madrid 1964).

Los defensores del positivismo jurídico sostienen que el derecho debe independizarse de las demás ciencias sociales, especialmente de aquellas que sugieren alguna postura ética definida, siendo quienes dirigen al Estado los que deben indicar lo que es el bien y lo que es el mal. De ahí que la validez de las leyes humanas habría de ser independiente de las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales. Friedrich Nietzsche sostenía que "La moral se debe a la potencia psíquica de algunos hombres eminentes (super-hombres), que están por encima del bien y del mal y tienen derecho a imponer su voluntad a los demás", según Antonio Royo Marín.

Posturas similares se encuentran a lo largo de toda la historia, si bien el relativismo moral pareciera predominar en épocas recientes. Tales posturas son denominadas "positivismo humano", encontrando en Sócrates a uno de sus opositores. En el libro mencionado surgen los nombres de Arquelao, Aristipo, Protágoras, Georgias, Carnéades, Teodoro de Ciro y Saint-Lambert como quienes aducen que "Todo depende de la ley, de la costumbre o de la opinión del pueblo".

Otras posturas que rechazan la existencia de un orden moral independiente de las opiniones humanas, son las siguientes:

- La moral proviene del influjo de la educación (Montaigne)
- La fuente de la moralidad son las leyes del Estado (Hobbes)
- Lo bueno y lo malo arranca de un libre pacto entre los hombres (Rousseau)
- Es una invención de los hombres superiores: filósofos, etc. (Mandeville)
- El desarrollo del sentido moral se debe al progreso de la ciencia (Comte, Stuart-Mill, Litré, Taine)
- Todo depende del influjo social (Durkheim, Lévy-Brühl, etc.) o de las leyes de la historia (Dilthey e historicistas)
- No hay más principio de moral que el yo («egoísmo absoluto» de Max Stirner)
- La moral y el derecho son de origen positivo, a base de las costumbres de los pueblos que van cambiando en el transcurso de los siglos (Savigny, Paulsen y otros partidarios de la «Escuela Histórica del Derecho») (Extractos de "Teología moral para seglares").

Si bien la moral predominante varía de una sociedad a otra, y de una época a otra, ello no significa que no exista un orden moral natural y objetivo. Justamente, como los efectos de distintas actitudes morales serán también distintos, habrá alguna moral mejor que otra, que producirá un mayor nivel de felicidad, un mayor grado de adaptación a la ley natural, etc. Tal moral será la que se puede denominar como "orden moral objetivo", cuya esencia se verá luego.

Existe, sin embargo, una confusión similar a la que surge respecto de la "libertad de expresión" cuando no se tienen en cuenta los efectos de esa libertad. Así, puede decirse que, bajo el régimen de Hitler o bajo el de Stalin, todo individuo podía manifestar libremente opiniones contra tales dictadores, lo que era cierto. Sin embargo, si se tienen en cuenta los efectos, se advierte que a muchos podía costarles la vida.

En el caso de la moral ocurre algo similar. Si no se tienen en cuenta los efectos de adoptar una moral determinada, puede decirse que la moral depende de cada uno, de las costumbres, de la historia, etc. Si, por el contrario, tenemos en cuenta los efectos de tal adopción, se verá que, objetivamente, los efectos serán distintos según sea la moral adoptada y, desde algún punto de vista, una moral será mejor que otras.

Royo Marín considera también un "positivismo divino", el cual se opone también a la universalidad del bien y del mal, por cuanto las diversas interpretaciones humanas de la voluntad de Dios producirían efectos comparables al positivismo humano. Al respecto escribió: "El positivismo divino recurre a la libre voluntad divina: es bueno lo que Dios ha dispuesto que lo sea, y malo lo que ha querido prohibir (Occam y nominalistas, Gerson, Descartes, Pufendorf, Osiander, etc.)".

"Ni siquiera la voluntad de Dios podría alterar el orden esencial de la moralidad que se funda y apoya en la naturaleza misma de las cosas. Y ello porque, como explica Santo Tomás, la existencia de las cosas se debe a la voluntad divina, que quiso libremente crearlas; pero la naturaleza o esencia de las cosas no depende de la voluntad divina, sino remotamente de la esencia misma de Dios y próximamente del entendimiento divino".

Desde el punto de vista de la religión natural, o desde la Psicología social, se contempla al bien como la actitud cooperativa mediante la cual se comparten las penas y las alegrías ajenas como propias, mientras que al mal se lo asocia al odio (alegrarse del mal ajeno y entristecerse por su alegría), al egoísmo y a la indiferencia. De ahí que la Psicología de las actitudes pueda considerarse como un fundamento objetivo y observable de la ética cristiana.

Si la ética cristiana tiene un origen natural, y no sobrenatural, no resulta inadecuado considerar al cristianismo como una religión natural, ya que de esa forma se ampliaría su efecto positivo en todo ser humano.

lunes, 5 de octubre de 2020

Los planes sociales y sus nefastos efectos

La grave crisis social que padece la Argentina, resulta ser una especie de callejón sin salida, por cuanto la mayor parte de la población considera que las “ayudas sociales” otorgadas por el Estado son una solución para los problemas de pobreza extrema. De ahí que durante el kirchnerismo se hayan otorgado millones de jubilaciones sin aportes, millones de planes sociales, miles de ayudas por maternidad, cientos de miles de “puestos de trabajo” estatales e, incluso, casi un millón de “pensiones por invalidez” para gente que puede trabajar, al menos en su mayoría. El macrismo, en lugar de disminuir tal tendencia despilfarradora de recursos, sólo planteó la posibilidad de financiarla con inversiones que vendrían del exterior.

Los recursos económicos, para mantener tan fenomenal proceso de “ayuda social”, surgen del sector productivo a través de impuestos casi confiscatorios de sus ganancias. Ello llevó a reducir la posibilidad de crecimiento empresarial, de nuevas inversiones y del otorgamiento de puestos de trabajo adicionales. Mientras tanto, alejó del trabajo productivo a millones de argentinos, ya que en algunos lugares del país han peligrado las cosechas de frutas por cuanto, según la ley, el que tiene un plan social y trabaja en blanco, pierde momentáneamente dicho plan.

Quizás el mayor efecto, casi criminal, surge del mantenimiento, por parte del Estado, de mujeres con muchos hijos, asignándoles un pago adicional por cada nuevo hijo. Estas madres, al tener como única entrada monetaria tal ayuda social, entran en una continua maternidad irresponsable, por cuanto traen al mundo niños que tendrán pocas posibilidades de insertarse en la sociedad. De ahí que no deba extrañar que el nivel de pobreza de los niños sea bastante más elevado que el nivel de pobreza general.

La irresponsable distribución de recursos económicos, iniciada por el kirchnerismo y mantenida por el macrismo, no se debió a unas supuestas “buenas intenciones”, aunque equivocadas, sino a la posibilidad de “comprar votos” para futuras elecciones con el propio dinero del Estado, o dinero de todos. De esa manera, el país puede considerarse como un gran tumor maligno (el Estado derrochador) que cada vez se alimenta y se agranda consumiendo al tejido sano (el sector productivo). Para colmo, ambos sectores distribucionistas han tenido la precaución de hacerle creer a la población que quien se opone a tales ayudas es el perverso y egoísta liberal que poco o nada se interesa por el sufrimiento de los pobres.

Procesos algo similares se han visto en otros países, advirtiéndose que, en muchos casos, cuando una mujer recibe ayuda del Estado, su marido, o pareja, se aleja por cuanto se ve desligado de la obligación de mantener a sus propios hijos. George Gilder escribió: “Los conservadores advirtieron que la verdadera pobreza es menos un estado de ingresos que un estado mental y que las dádivas del gobierno perjudican a la mayor parte de la gente que pasa a depender de él”.

“La lección del periodo iniciado en 1964 –una lección tan manifiesta que no puede exagerarse- en que los conservadores, en el mejor de los casos, expresaron tácitamente su argumento. Desde que se lanzó la guerra contra la pobreza, el flagelo moral de la dependencia se ha complicado y extendido a generaciones futuras mediante la peste virtual de la disolución familiar”.

“El número de familias negras encabezadas por mujeres, ya causa de gran alarma en tiempos del famoso Informe Moynihan de 1965, ha crecido a más del doble, y también el número de niños negros criados en esos hogares sin padres. En 1978 seis de cada diez niños negros eran criados en familias sin padre o en instituciones (en contraste con menos de dos de cada diez blancos). El desastroso potencial de estas tendencias y programas ya se evidenciaba a fines de los años 70, como lo muestran las tasas de desempleo y retiro de la fuerza laboral de los negros jóvenes, que llegan al 60 por ciento en áreas urbanas centrales y el incremento del desempleo de varones negros, pese a la disminución de las tasas de desempleo de los blancos y niveles ascendentes de empleo en general”.

“Cualquiera que observe estas estadísticas –o, como hice yo durante dos años de entrevistas en el ghetto, cualquiera que observe las vidas que han sido mutiladas y desmoralizadas como consecuencia- sólo puede rogar que estas apariencias de tragedia lo hayan engañado. La historia social está demasiado llena de sorpresas para permitir ninguna profecía segura. Pero nadie puede presenciar ese tendal de hogares y vidas destruidas y llamarlo una victoria sobre la pobreza sin privar a la palabra de toda significación”.

“Como ha dicho Irving Kristol, una sociedad libre en que la distribución es en general considerada injusta no puede sobrevivir mucho tiempo. La mentalidad distribucionista golpea así el corazón vivo del capitalismo democrático” (De “Riqueza y pobreza”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1982).

La mentalidad “distribucionista de lo ajeno”, propia de la socialdemocracia y asociada al Estado de Bienestar, tiende a provocar serios problemas sociales, opuestos a los objetivos buscados. En referencia al mencionado proceso ocurrido en los años 60, Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause escriben: “Ilustra magníficamente el perjuicio que el mal llamado «Estado benefactor» significa para los más pobres lo que ha sucedido en los Estados Unidos. Y hemos elegido deliberadamente aquel país porque es el más eficiente de la Tierra y el lugar en donde más se respeta la justicia debido a su independencia de los vaivenes del poder”.

“Para no tomar periodos más alejados que comienzan con el New Deal y concentrar la atención en periodos más recientes, un meduloso estudio de Michael Tanner muestra que desde que el gobierno de los EEUU declaró «la guerra contra la pobreza» en 1965 se gastaron en ese país 5,4 billones de dólares para «combatir» la pobreza hasta 1996. El resultado de esa guerra y de los respectivos combates que insumió la cantidad referida de recursos –monto verdaderamente impresionante por cierto- es que hay más gente bajo la línea de pobreza sobre el total de la población que la que había al comenzar «la contienda»”.

“Para apreciar la cantidad astronómica de recursos que significan los 5,4 billones de dólares consumidos por el gobierno en esta pelea tan mal concebida, señala el autor que con esa cantidad se podrían comprar los activos netos de las 500 empresas «top» según la revista Fortune y toda la tierra destinada a la producción agrícola en los EEUU”.

“Y ya que estamos hablando de guerras, el mismo autor muestra que los 5,4 billones de dólares representan el 70% de la totalidad de los gastos que demandó el extenso periodo de la Segunda Guerra Mundial. Como si esto fuera poco, el estudio de referencia revela que al comenzar este «programa» en 1965, 70 centavos de cada dólar llegaban a los destinatarios y el gobierno retenía 30 y, en la actualidad, las cifras se reinvirtieron: sólo 30 centavos de cada dólar llegan al destinatario y 70 quedan en el camino, es decir, en las agencias gubernamentales y en los bolsillos de los burócratas. Y tengamos en cuenta nuevamente que estamos hablando del país más eficiente de la Tierra…imaginemos lo que queda para el resto” (De “En defensa de los más necesitados”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1998).

domingo, 4 de octubre de 2020

Por las fronteras donde pasan mercaderías, no pasan ejércitos

Si en pueblos y gobiernos predominaran tanto las ideas políticas como las económicas del liberalismo, cesarían los conflictos entre naciones. Sin embargo, los intercambios económicos entre países son sólo una causa favorable a la paz. Ello se debe a que también existen países que advierten las ventajas de la economía de mercado, pero rechazan las ventajas y el espíritu de la democracia, por lo que siguen latentes las causas que conducen a futuros conflictos.

Si bien los enfrentamientos bélicos no sólo se deben a los nacionalismos exagerados o a las divisiones étnicas y religiosas, tales enfrentamientos tienden a disminuir si existen fuertes lazos comerciales entre los sectores en conflicto. Recordemos que la causa principal del surgimiento de la Unión Europea se debió a la necesidad de unir comercialmente a Francia y Alemania, países tradicionalmente enfrentados, como ocurrió con las invasiones napoleónicas y la guerra franco-prusiana del siglo XIX, y las dos guerras mundiales del siglo XX. Si bien existió voluntad política para dejar de lado un pasado tan violento, la asociación económica implicó un importante paso para el sostenimiento de la paz. Ludwig von Mises escribió: "Bajo el mando de Napoleón...los ejércitos galos lanzáronse a unas inacabables conquistas territoriales a las que sólo la coalición de todas las potencias europeas puso término".

"Pese a ese bélico intermedio, el anhelo de una paz permanente nunca se desvaneció. El pacifismo fue uno de los más firmes pilares en que se asentó el liberalismo decimonónico, cuyos principios fueron fundamentalmente elaborados por la hoy tan motejada escuela de Manchester".

"Los liberales británicos y sus amigos del continente, sin embargo, sagazmente advirtieron que, para salvaguardar la paz, no bastaba la democracia; para que el gobierno por el pueblo fuera, a los efectos deseados, fecundo, necesario resultaba que se apoyara en un inadulterado laissez faire. Sólo una economía de mercado, tanto dentro como fuera de las fronteras políticas, podía garantizar la paz. En un mundo carente de barreras mercantiles y migratorias, los incentivos mismos que militan por la conquista y la guerra se desvanecen".

"El intervencionismo engendra el nacionalismo económico, y el nacionalismo económico genera la belicosidad. ¿Por qué no acudir a las fuerzas armadas para que abran aquellas fronteras que el intervencionismo cierra a gentes y mercancías?" (De "La acción humana"-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Durante la Edad Media también se advertía que los intercambios comerciales favorecían la paz entre regiones. Jacques Le Goff escribió: "El comercio, aunque suscita conflictos, es también uno de los principales vínculos entre las zonas geográficas, entre las civilizaciones y entre los pueblos. Inclusive en la época de las Cruzadas no cesó el intercambio comercial -base de otros contactos- entre la Cristiandad occidental y el mundo musulmán. Más aún, hasta podría afirmarse que la constitución del Islam, lejos de separar Oriente de Occidente, fusionó ambos mundos, y que sus grandes centros urbanos de consumo crearon la demanda de productos que determinó la renovación comercial del Occidente bárbaro".

"La revolución comercial de la que fue teatro la Cristiandad medieval entre los siglos XI y XIII se halla estrechamente unida a algunos grandes fenómenos de la época, y no resulta fácil determinar si fue causa o efecto de los mismos. En primer lugar, cesan las invasiones. En cuanto dejan de penetrar en el corazón de la Cristiandad o de arribar a sus costas germanos, escandinavos, nómadas de las estepas eurasiáticas y sarracenos, los intercambios pacíficos -nacidos, por otra parte, modestamente en el mismo seno de las luchas- suceden a los combates. Y aquellos mundos hostiles se revelan como grandes centros de producción o de consumo".

"La paz -relativa- sucede a las incursiones y a los pillajes, creando una seguridad que permite renovar la economía y, sobre todo, al ser menos peligrosas las rutas de tierra y de mar, acelerar si no reanudar el comercio. Más aún; al disminuir la mortalidad por accidente y mejorar las condiciones de alimentación y las posibilidades de subsistencia, se produce un extraordinario aumento demográfico que provee a la Cristiandad de consumidores y productores, mano de obra y un stock humano del que tomará sus hombres el comercio. Y cuando el movimiento cambia, cuando la Cristiandad ataca a su vez, el gran episodio militar de las Cruzadas no será más que la fachada épica a la sombra de la cual se intensificará el comercio pacífico" (De "Mercaderes y banqueros de la Edad Media"-EUDEBA-Buenos Aires 1966).

Si bien el libre comercio entre naciones presenta ventajas para lograr una paz duradera, no debe olvidarse que, sin una previa predisposición individual, de pueblo y gobernantes, hacia la cooperación social, no podrá lograrse tal objetivo. Las actitudes individuales están más allá de los sistemas económicos y más cerca de las éticas propuestas. Ludwig von Mises escribió: "Los modernos conflictos, tan tremendos precisamente por ser vitales, desaparecerán únicamente cuando la humanidad consiga desterrar los idearios hoy imperantes, que predican la existencia de antagonismos irreconciliables entre los diversos grupos sociales, políticos, religiosos, lingüísticos y raciales, y en su lugar logre implantarse una filosofía de mutua cooperación".

Una ética favorable a la cooperación social, de aceptación generalizada, provendrá seguramente de la religión, de la filosofía y más probablemente, de la psicología social. Esto se opone a los sistemas económicos con "éticas incorporadas", como lo sugieren tanto marxistas como liberales. Si así fuese, todas las ciencias sociales dependerían de la economía, lo que parece algo absurdo.

viernes, 2 de octubre de 2020

Los peligros de las religiones acerca de Cristo

A partir de la existencia de leyes naturales y de un orden natural, puede considerarse a la religión como la forma tradicional o histórica de adaptar al ser humano a dicho orden. Algunos seres humanos observan con detenimiento las actitudes y comportamientos individuales, con sus respectivos efectos, y luego sugieren corregirlos para optimizarlos. Así, una religión personal puede ser aceptada masivamente para convertirse en religión de toda la sociedad.

Entre las definiciones de la palabra “religión” tenemos la siguiente: “unión de los adeptos”. Tal unión ha de ser doble; la del ser humano con el orden natural, o con Dios; y la de los seres humanos entre sí. De ahí la existencia de los dos mandamientos de Cristo: el del amor a Dios y el del amor al prójimo.

Loa seguidores de Cristo, para tener una victoria segura ante las religiones rivales, elevaron a Cristo desde la función de intermediario entre Dios y la humanidad, a la condición de “Dios hecho hombre”; una religión que limita y relega todo mérito humano al considerar que la religión no surge de seres humanos inspirados en la idea de Dios, o de un orden natural, sino de seres dependientes de las intervenciones de Dios quien interrumpiría las leyes naturales ante los pedidos realizados por los hombres.

En lugar de tratar de adaptarnos a las leyes naturales, o leyes de Dios, se le pide a Dios que las interrumpa por cuanto se busca la adaptación inversa, es decir, se busca que Dios se adapte a los deseos y necesidades humanas. Anthony de Melo escribió: “Milagro no significa que Dios responda a los deseos humanos, sino que el hombre responda a los deseos de Dios”.

Una vez que Cristo es elevado de categoría, surge de inmediato la posibilidad de “intermediarios entre Dios y el hombre”, por lo cual aparecen diversas posturas en pugna que tienden, a la larga, a reemplazar la religión original alejándola de las necesidades humanas y llegando al extremo, como es el caso de la Iglesia Católica, de predicar abiertamente al marxismo-leninismo, la ideología opuesta al cristianismo.

Mientras que Cristo predica el amor al prójimo, Lenin y sus secuaces promueven el odio hacia “la clase social incorrecta”. Mientras que los primeros cristianos daban sus vidas en defensa de la nueva religión, los seguidores de Lenin destruían toda vida opositora para imponer su pseudo-religión. Mientras Cristo proponía dar en ayuda parte de lo propio, los socialistas proponen dar de lo ajeno, nunca de lo propio. Mientras Cristo proponía difundir su religión en todo el planeta, los seguidores de Lenin destruían templos cristianos y prohibían su religión cuando llegaban al poder.

Según “El libro negro del comunismo”, de S. Courtois y otros, se estima en unos 100 millones la cantidad de víctimas del comunismo, especialmente bajo el gobierno de Stalin en la URSS y el de Mao-Zedong en la China comunista. Ello implica que asesinaron entre 4 y 5 veces más gente inocente que los seguidores de Hitler, con unos 22 millones, según el libro mencionado.

Además de algunos sacerdotes católicos que formaban parte de la guerrilla marxista, un gran sector del clero predica el marxismo en forma casi natural. Luego, una vez que tal prédica llega a las mentes de los jóvenes y adultos “creyentes”, puede estallar la violencia, aunque los ideólogos no quieran reconocer sus culpas. Así, una de las críticas al sistema capitalista es la “concentración de poder económico en pocas manos”. El sacerdote (monseñor) Rafael Rey expresó: “Yo no puedo entender la economía de un país que esté al servicio de ocho familias. No puedo entender una economía que esté al servicio de unos pocos nada más y que olvide completamente a los que se están muriendo de hambre”.

En cuanto a la pregunta acerca de si el “neoliberalismo” es cristiano, Rey responde: “No, no son cristianos. El neoliberalismo no es cristiano porque se preocupa por el crecimiento de la riqueza y nada más. Y no tiene en cuenta a las personas, le importa muy poco las personas. Entonces, no puede ser de ninguna manera cristiano” (De “El péndulo de la fe” de Carlos Leavi y Walter Zarza- Grupo Editorial Norma-Buenos Aires 1999).

Olvida este señor que el liberalismo no promueve la concentración económica, sino la economía de mercado con competencia, lo que implica que propone la existencia de muchos dueños y de muchas empresas. Incluso desconoce que las empresas más grandes están divididas en acciones que pueden pertenecer a miles de pequeños dueños. Por el contrario, lo que él propone como solución es la concentración de poder, y no sólo económico, en una sola familia; como la de los Castro en Cuba. Debido a su jerarquía eclesiástica, debería informarse mejor e incluso debería tener alguna mínima dosis de dignidad y así dejar de promover una ideología que asesinó a ¡cien millones de individuos durante el siglo XX!

Resulta sencillo comparar la Alemania Occidental del milagro alemán con la Alemania Oriental del muro de Berlín; la Corea del Sur capitalista con la Corea del Norte comunista, la actual China con economía capitalista con la anterior Chica comunista. En caso de hacerse tal comparación puede advertirse el grave error en que incurre el citado eclesiástico.

En la actualidad, la toma de tierras en la Argentina parece ser el indicio de su derrumbe definitivo, ya que, ante el desinterés del gobierno por remediar la situación, parece ser una señal de que muy pocos se van a arriesgar a invertir en tierras o en propiedades que podrán ser usurpadas fácilmente. La falta de inversión produce falta de trabajo y mayor pobreza. Los ideólogos marxistas, por supuesto, apoyan todo lo que sea robo y “distribución de la riqueza ajena”, aunque finjan que les interesa la situación de pobreza de la gente. Rafael Rey expresó respecto de las tomas de tierras ajenas: “A los que toman la tierra les asiste un derecho porque la tierra es un don de Dios para todos. Dios nos ha regalado el planeta a todos. Y todos tienen derecho a la tierra…”.

Todo parece indicar que el mencionado eclesiástico profesa alguna simpatía por las reformas agrarias de tipo socialista. Sin embargo, “la colectivización forzada de la agricultura a comienzos de la década de 1930 despojó a los agricultores de sus tierras. Lo que no es tan bien conocido es que la confiscación forzada de los suministros de cereales que la acompañó resultó en una enorme hambruna que causó la muerte de seis millones de personas solamente en Ucrania. La colectivización no sólo mató a seis millones de personas, sino que paralizó permanentemente a la agricultura soviética” (De “Marxismo: mitos y realidad” Nº 5-La Nación-Buenos Aires 1985).

Mientras que Cristo distinguía entre individuos justos e individuos pecadores, para dirigirse principalmente a éstos, los marxistas asocian las virtudes a la clase social de los pobres y los defectos a la clase social de los ricos, o a los menos pobres. Tanto los marxistas como gran parte de los eclesiásticos católicos, suponen que las mejoras sociales vendrán del lado de la economía (y no precisamente de la economía que genera riquezas).

Cuando le preguntan a Rey: "¿Cree que algunas doctrinas políticas como el marxismo, que pretenden hacer del hombre el artífice de su destino constituyen una perdición para la sociedad?", responde: "Creo que todo depende de la inspiración que tengan. Puede ser que algún partido político o alguna corriente esté inspirada en el Evangelio, en valores espirituales, o en la doctrina social de la Iglesia. Entonces, el pertenecer a una corriente así no sería nada malo; sino todo lo contrario".

Pareciera que la misión de la actual Iglesia Católica fuese la de provocar una masiva conversión desde el cristianismo hacia el marxismo-leninismo y, a la vez, alejar al cristiano del liberalismo, con lo cual es de esperar mayor violencia social, mayor pobreza y mayor cantidad de tiranías como la de los Castro, de los Chávez, de los Maduro, etc.