domingo, 25 de octubre de 2020

La lógica y el pensamiento religioso

Por lo general, todo lo que acontece en el mundo real, presenta cierta coherencia lógica derivada de la existencia de leyes naturales invariantes. De ahí que tal coherencia, en toda descripción, sea una condición necesaria para que lo descrito sea real. Sin embargo, puede darse el caso de que una falsa descripción tenga coherencia lógica, por lo que el embustero habilidoso podrá engañar a muchos incautos.

Puede decirse que todo lo real es lógico, pero no todo lo lógico es real, contradiciendo a Georg W. Hegel en la segunda parte de la afirmación que emitió al respecto. Así, la coherencia lógica de las ideas y de los pensamientos humanos constituye un criterio orientador respecto de la veracidad de los mismos, ya que la ausencia de tal coherencia resulta ser una señal de posible incompatibilidad con la realidad.

En cuanto a los sistemas ideológicos, puede decirse que aquellos que presentan coherencia lógica tienden a ser aceptados con bastante más frecuencia que aquellos que no la presentan, en forma independiente de la veracidad y de los resultados concretos que producen al ponerlos en práctica. Así, el marxismo tiene cierta coherencia lógica si bien parte de postulados dudosos, o no verificados, mientras que los resultados al ponerlo en práctica fueron desastrosos. El cristianismo, por el contrario, parte de principios no verificables careciendo de coherencia lógica, mientras que la puesta en práctica de sus conclusiones conduce a resultados positivos para el individuo y la sociedad.

Lo que resulta inaccesible a la mayoría de las personas, en cuestiones de religión, es la posibilidad de razonar sobre aquello que carece de coherencia lógica, ya que a la mente adiestrada en el razonamiento científico, por ejemplo, le resultará casi imposible encontrarle sentido a la teología cristiana, aun cuando tenga las intenciones de entenderla en amplitud. De ahí que la ética cristiana tenga una pobre repercusión incluso entre quienes aceptan los principios básicos del cristianismo.

En cuanto a la formación mental, especialmente religiosa, Fabián Urbano escribió: “En materia religiosa el cerebro humano puede aceptar las cosas más inverosímiles y absurdas como lo más natural del mundo, pues es justamente ahí donde se pone de manifiesto la fuerza de la hipnosis estampada a fuego con su formidable poder inductivo. Así pues, lo que para un credo religioso resulta verosímil y natural (porque su cerebro fue educado para aceptar esos valores), para otro credo educado en otra estimativa de valores divinos diferentes, todo ello conjugado, puede resultar absurdo e incongruente, antinatural y totalmente descabellado; porque la hipnosis de este credo responde a otro patrón, impuesto por el dogma y el ritualismo de otro culto con opciones diferentes y opuestas a las que sigue el anterior”.

“Desde los sacrificios de animales y humanos, ofrendados a la divinidad, hasta arribar al culto fetichista más aberrante y maniático, se ha pasado por una escala de valores alucinantes. ¿Con qué finalidad? Con el objeto de mantener contenta y feliz a la divinidad. Ésa es la felicidad postrema de todo culto religioso” (De “El absurdo de los cultos religiosos”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1993).

Resulta incomprensible que el Dios que, supuestamente, interviene en los acontecimientos cotidianos, permita el sufrimiento de sus “amados hijos” pudiendo evitarlo fácilmente. Incluso actuaría como una persona vengativa que castiga severamente a quienes desobedecen sus directivas. Luis Triviño escribió al respecto: “Sé que resulta duro a los oídos de un cristiano escuchar que su «Dios revelado» es tan cruel y sanguinario como los «dioses antiguos inventados por el hombre»; no pretendo convencer a nadie que adopte el agnosticismo o el ateísmo como resultado de esta propuesta”.

“Sólo me permito sugerirle al cristiano que cuando observe con devoción al Cristo crucificado, no olvide que detrás o por encima de él está el Eterno Padre por cuya voluntad Cristo sufre y muere, y que está también allí el Espíritu Santo revelando a los hombres la función salvacionista -«quitar los pecados del mundo»- de semejante martirio sufrido por el Dios Hijo según la voluntad del Dios Padre. Una comparación crítica y serena nos permite percibir que entre esta situación y la de varios dioses precolombinos sólo hay diferentes modalidades y detalles, pero que en el fondo responden por igual a la misma superstición: la de creer que un sacrificio humano satisface a la divinidad” (De “El ateísmo”-Editorial Diógenes-Mendoza 2008).

Una explicación frecuente de la no intervención de Dios cuando podría hacerlo, es la creencia de que Dios “pone a prueba” al creyente, tal como lo habría hecho un Stalin con sus allegados. Tal líder totalitario ordenaba la muerte del familiar de un camarada para ver luego si éste le seguía siendo fiel. En caso contrario, Stalin podría también ordenar su asesinato. Así, el “Dios padre”, según creencias extremas, podría enviar al fuego eterno a los padres que se rebelaran contra Dios luego de que un hijo muriera y Dios no hiciera nada pudiendo evitarlo.

A pesar de la grave situación de decadencia moral, están a la espera de ser reconocidos los mandamientos bíblicos y la ética cristiana, ocultos detrás de una gruesa muralla de misterios sagrados y de incoherencias lógicas. Si lo más importante es la creencia masiva en esos misterios, y apenas lo es la moral de los integrantes de la humanidad, el cristianismo deja de constituir una religión moral. Por el contrario, se habrá constituido en un vulgar paganismo hecho a la medida de crédulos que aspiran ir al cielo en minoría esperando ansiosamente que el resto de la humanidad se consuma en el fuego eterno bajo el designio de un “Dios justiciero” que así lo ha decidido. Esta es la esperanza de muchos “cristianos” ante el posible cumplimiento de la profecía establecida por el propio Cristo.

La ética cristiana no necesita fundamentarse en misterios inaccesibles a la razón y al alcance sólo de unos pocos iluminados. Miguel de Unamuno escribió: “La idea de Dios en nada nos ayuda para comprender mejor la existencia, la esencia y la finalidad del Universo. No es más concebible el que haya un Ser Supremo infinito, absoluto y eterno, cuya esencia desconocemos y que haya creado el universo, que el que la base material del Universo mismo, su materia, sea eterna, infinita y absoluta. En nada comprendemos mejor la existencia del mundo con decirnos que lo creó Dios. Es una petición de principio o una solución meramente verbal para encubrir nuestra ignorancia” (De “Del sentimiento trágico de la vida”-Editorial Planeta-Buenos Aires 1985).

Si interpretamos al cristianismo como una religión natural, no revelada, considerando que los méritos de una religión derivan de su compatibilidad con la ley natural y de la eficacia de su puesta en práctica, se habrá dado un importante paso adelante por cuanto esta vez se verá beneficiada la mayoría de los seres humanos, aunque tal posibilidad sea rechazada por la minoría que aspira a la vida eterna por su adhesión incondicional a las creencias vigentes, aunque, como se dijo, manifieste sus deseos poco “amorosos” de que la mayor parte de la humanidad vaya al infierno.

El propio Cristo indicó la prioridad de su religión: no la creencia incondicional, sino el cumplimiento de sus dos mandamientos (que incluyen los anteriores del Antiguo Testamento). Si, desde la religión natural o desde la Psicología Social, se restablece la prioridad mencionada, muy distinto será el destino de la humanidad, al menos comparado con el oscuro porvenir al que nos conduce la actual confusión de ideas y de principios adoptados.

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