miércoles, 30 de diciembre de 2009

Neoliberalismo

Mucho se ha hablado y escrito en contra del neoliberalismo. Se lo ha descalificado de tal manera que a pocos se les ocurriría apoyar tal tendencia, ya que es considerada “políticamente incorrecta”. Sin embargo, debe tenerse presente que en épocas de severa crisis podemos esperar que sean justamente las ideas y las opiniones erróneas las que tengan mayor aceptación; de lo contrario no habría crisis.

El neoliberalismo es el conjunto de ideas y de información que permitió el resurgimiento de países que quedaron prácticamente destruidos por la guerra, y que luego se constituyeron en potencias económicas de primer nivel. Álvaro C. Alsogaray escribió: “La versión moderna del liberalismo tiene su exponente más representativo en la Economía Social de Mercado del Dr. Ludwig Erhard y sus colaboradores. Asociada a formas políticas democráticas, la Economía Social de Mercado integra una síntesis que algunos llaman también Neoliberalismo. Esta fórmula fue también la que permitió reconstruir los países de Europa occidental y el Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Con ciertas variantes se aplicó en Alemania, Bélgica, Austria; en Italia bajo la dirección de Einaudi; Francia, a partir de 1958, a través de Pinay y Rueff, y en otros diversos países. En todas partes condujo a la obtención de un alto grado de prosperidad y a una adecuada distribución de la riqueza. Significó en dichos países el más eficaz factor de estabilidad política y progreso social. Más tarde contribuyó a establecer las bases de la Comunidad Atlántica” (De “Bases para la acción política futura” – Editorial Atlántida – Buenos Aires, 1968).

Para establecer una distinción entre las tendencias liberales y socialistas, que pugnan por su vigencia, podemos decir que el individuo liberal, en lo económico, acepta las leyes de la ciencia económica, mientras que en lo ético tiende a aceptar la existencia de ciertos principios de validez universal. Por el contrario, el socialista, en lo económico, rechaza la existencia del mercado y busca su reemplazo por una planificación estatal, mientras que en lo ético adhiere a cierto relativismo moral, considerando las leyes éticas como simples convencionalismos humanos. El que busca el predominio de la libertad en lo económico, es conservador en lo ético, mientras que el que busca el predominio del Estado en lo económico, es liberal en lo ético. De todas formas, existen posturas intermedias que no responden rigurosamente a esta descripción que resulta ser sólo indicativa.

Para disponer de un panorama general de las principales tendencias económicas y políticas, se expondrá un esquema (algo modificado) que aparece en el citado libro:

Sociedad totalitaria (Colectivismo-Socialismo)

Supremacía del Estado: planificación centralizada y coercitiva de la economía y del trabajo

a) Socialismo ortodoxo
b) Nacional Socialismo
c) Economía socialista del comunismo

Sociedad libre (Individualismo-Liberalismo)

Supremacía del Individuo: planificación a través del mercado

a) Formas históricas del capitalismo liberal y liberalismo absoluto
b) Conservadorismo
c) Economía Social de Mercado. Democracia fuerte

Terceras posiciones

Con distinto grado de intervencionismo, dirigismo, estatismo y libre empresa

Formas principalmente económicas:

a) Desarrollismo
b) Planificación democrática indicativa
Formas principalmente políticas:
c) Radicalismos, progresismos, algunas democracias cristianas y social cristianismo, etc.
d) Dictaduras nacionalistas de derecha

Otra:

e) Social democracia

El neoliberalismo acepta los principios y las leyes de la ciencia económica, y busca que tanto el Estado como la población se adapten de la mejor forma al proceso autorregulado constituido por el mercado. Las decisiones y planificaciones se establecen a nivel individual y empresarial. El socialismo rechaza este tipo de decisiones porque se supone que los únicos capaces de dirigir la sociedad y la economía son los marxistas, mientras que los empresarios serían “explotadores” y, por lo tanto, culpables de los males de la sociedad hasta que demuestren lo contrario.

Lo esencial del socialismo es la nacionalización de los medios de producción, de donde surge el “capitalismo estatal”, el monopolio absoluto del Estado, que no sólo tiene a cargo la planificación económica, sino también las decisiones que involucran aspectos personales de cada individuo. Esto conduce al Estado totalitario en el cual el encarcelamiento ocasionado es por todos conocido. Los defectos atribuidos al capitalismo privado se acentúan en el capitalismo estatal.

Para el marxismo, existe una lucha de clases en la cual los empresarios (burgueses) explotan a los empleados (proletarios), mientras que en realidad son los empresarios, junto a sus accionistas y empleados, que compiten con los de otra empresa. Además, si un empresario no cuida la permanencia de su personal calificado, se marchará a otra empresa y perderá así algo valioso, capital humano, aunque los marxistas afirmen lo contrario.

Para Marx, el valor de un bien está relacionado con el trabajo que demandó su realización, algo que tiene poco sentido en la economía real, ya que el precio viene impuesto por el proceso del mercado. De ahí que promovía la transformación de toda la sociedad para reconstruirla en base a esa definición. Es mucho más simple describir la sociedad real, para luego tratar de mejorarla, a buscar su destrucción para edificarla sobre los escombros de la anterior. Las tendencias socialistas actuales, en general, buscan llegar al socialismo por métodos pacíficos y graduales.

El marxista no tiene tanto en cuenta las dificultades ocasionadas por la pobreza, sino por los efectos de la desigualdad social que surge de las diferentes aptitudes de los seres humanos en el campo del trabajo, de la innovación y la inteligencia.

Podríamos definir al neoliberalismo, o Economía Social de Mercado, mediante la siguiente igualdad:

Economía Social de Mercado = Trabajo + Ahorro Productivo + Ética

El trabajo está asociado principalmente a la información y al conocimiento, ya que la automatización creciente ha ido desplazando a los trabajadores de la agricultura y de la industria. El ahorro productivo implica la restricción del consumo presente para permitir la formación de capital, que permitirá un beneficio en el futuro. Incluso se afirma que la riqueza de un país viene dada por la cantidad de capital per capita que posee.

En cuanto a la ética, es conveniente partir de un nivel mínimo, necesario e imprescindible para lograr buenos resultados. La existencia de cierta competencia debe ser sólo un incentivo para la optimización empresarial, sin llegar a prevalecer sobre la tendencia hacia la cooperación. El liberalismo tradicional es considerado como una postura que admite una competencia esencial, y feroz, que tarde o temprano ha de promover actitudes ilícitas, lo que contrasta notablemente con la adaptación gradual a las leyes del mercado buscando una mejora generalizada de la economía.

Cada vez que el Estado, o quienes lo dirigen, toman decisiones que se oponen a los resultados a los que llegaría el mercado, surgirá algún tipo de conflicto o desajuste. Si se trabaja poco, o si se ahorra poco, o si se especula buscando dinero no asociado a una actividad productiva, el mercado lo reflejará en un tiempo determinado.

Cuando se habla acerca del fin del capitalismo, uno puede preguntarse si ello implica el fin de la ciencia económica; algo bastante poco probable dada la información acumulada y verificada desde bastante tiempo atrás. La ciencia económica no “planifica” la sociedad, sino que describe la realidad para, luego, sugerir decisiones que la tengan presente. Si el ser humano no logra un nivel ético básico, no podrá lograr buenos resultados económicos.

El mercado es una condición necesaria, pero no suficiente, para lograr el éxito económico. Puede funcionar bien, o no. Todo depende del grado de adaptación de la población al trabajo, al ahorro productivo y al espíritu cooperativo. El socialismo, por otra parte, es una condición necesaria y suficiente para asegurar un sistema económico poco eficiente. De lo contrario, que alguien muestre algún ejemplo de país socialista exitoso. Ello se debe a que se anulan las aptitudes individuales para proteger al individuo de la envidia. Así como debe limitarse el espíritu competitivo de los que mucho tienen, en las sociedades de libre empresa, debería ocurrir otro tanto en quienes poco tienen, y que aspiran al socialismo sólo para sentirse tan pobres comos los demás.

Una Nación debe tener en claro hacia dónde quiere llegar, es decir, hacia una economía de mercado o bien hacia alguna forma de socialismo. Teniendo presentes los ejemplos de varios países, podemos decir también que una Nación debe tener en claro si quiere tener una economía próspera, con cierta desigualdad, o bien si quiere llegar a alguna forma de pobreza igualitaria.

domingo, 23 de agosto de 2009

Qué hacer para superar la crisis

En épocas de severa crisis social, tratamos que nuestras acciones y pensamientos converjan hacia un mejoramiento de la situación. Sin embargo, no es fácil ponerse de acuerdo respecto de las decisiones a adoptar. Y ello se debe principalmente a la posibilidad de que las ideas y creencias predominantes no sean compatibles con el mundo real. Es decir, un sector de la sociedad podrá estar más cerca de la verdad que otro, pero esa diferencia existente en cuanto a la veracidad de la información disponible, impedirá que la sociedad avance hacia metas comunes.

Es frecuente la situación en que distintos hombres disponen de una diferente visión de la realidad, si bien una de esas visiones habrá de estar más cerca de la verdad que otras, por lo que es de esperar acuerdos en un futuro cercano. Una vez que hemos accedido a la información mejor adaptada a la realidad, posiblemente habrá cierto rechazo por parte de quienes podrán perder algún tipo de privilegio social o bien porque habrán de sentirse derrotados intelectualmente; actitud que surge de quienes son competitivos en exceso.

Si bien existe una gran variedad de posturas filosóficas, que llevan a distintas actitudes respecto de las decisiones políticas y económicas que debería adoptar la sociedad, podemos distinguir dos casos extremos, que admiten una transición gradual entre los mismos. Y ellas serán las tendencias hacia el logro de la igualdad, en un caso, o bien de la libertad, en el otro caso, como aspectos prioritarios de la búsqueda.

El logro prioritario de la igualdad dará como resultado un sistema económico de tipo socialista en el que predominará la figura del Estado. La gran concentración de poder, derivada de la eliminación de la propiedad privada, llevará a la carencia de libertad sin que tampoco se logren adecuados resultados económicos. Se dice que se logra la igualdad en la pobreza.

El logro prioritario de la libertad dará como resultado un sistema económico de tipo capitalista en el que predominará la figura del empresario. La tendencia a la acción individual llevará a la ausencia de igualdad aunque se lograrán buenos resultados económicos. Se dice que se logra la desigualdad en la riqueza.

Si bien la búsqueda de la igualdad o de la libertad no es algo criticable (excepto que sean exclusivas en lugar de prioritarias), lo ideal será buscar una tercera posición y es la que ha de proponer la búsqueda equilibrada de ambos aspectos. Una de estas propuestas, que logró muy buenos resultados, es la Economía Social de Mercado, que hizo resurgir a la devastada Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial.

Mientras que se hablaba del “milagro alemán”, asociado a la Alemania Occidental, también se podía observar la “muralla de Berlín”, como uno de los límites de la Alemania Oriental (hoy ambas unidas). En estos casos pudo observarse claramente las ventajas de la Economía Social de Mercado sobre la economía socialista. Sin embargo, todavía encontramos, en los países subdesarrollados, una mayoría de habitantes que está convencida de que resulta conveniente adoptar el sistema económico que produjo el rotundo fracaso. Pero tal fracaso no significó simplemente lograr un nivel material de vida inferior al que se hubiese podido alcanzar con el otro sistema, sino por el encarcelamiento concreto al que quedó sometida la mayor parte de la población.

Estos casos no son sólo el resultado de distintos sistemas económicos de producción y de distribución, sino que reflejan dos concepciones distintas acerca de lo que la sociedad debería ser. En un caso, tenemos la búsqueda prioritaria del éxito colectivo, o social, con un desinterés evidente por el individuo, que se convierte en un ser que vive para sacrificarse por la sociedad y por el Estado. En el otro caso, tenemos la búsqueda prioritaria del éxito individual, sin que necesariamente exista un desinterés por lo social. De ahí que debamos distinguir entre individualismo y egoísmo, ya que son actitudes diferentes.

Si bien en el ámbito de las ideas no resultan evidentes las ventajas o las desventajas de una u otra postura, debemos tener presente las ocasiones en que estos extremos se pusieron a prueba. Es hora de adoptar el criterio de la ciencia experimental y tener en cuenta los casos concretos, en lugar de tratar de imponer criterios por el simple método del debate y el consenso, con el antiguo método de los sofistas griegos. Justamente, una de las causas que llevan al predominio de los que promueven el fracaso, es la habilidad para difundir descalificaciones sobre la postura rival, a la vez que parten de visiones de la sociedad bastante alejadas de la realidad.

Las posturas colectivistas (fascismo, nazismo, comunismo) concentran las decisiones económicas en el Estado. Luego, amplían el poder político hasta llegar, a veces, a concentrarlo en una sola persona. Una vez que se ha logrado la tan ansiada “igualdad”, en el caso del socialismo, o el gobierno de “la raza superior”, en el caso del nazismo, o “de los mejores” en el caso del fascismo, pues entonces no hay necesidad de que existan otros partidos políticos, por lo cual se los suprime, y en adelante serán considerados como los “enemigos” del Estado, de la Patria y del Pueblo.

Es oportuno hacer notar que en la Economía Social de Mercado se propone una fuerte participación estatal, pero sin limitar la libertad empresarial y económica. El Estado se encarga de compensar económicamente a quien se ve impedido a trabajar con un adecuado nivel de productividad. Esto contrasta notablemente con la actitud de gobernantes socialistas que prohíben e impiden tanto la actividad económica individual, fuera del Estado, como la posibilidad de un crecimiento económico personal. Se trata de proteger eficazmente al que posee el gran defecto de la envidia, incluso pareciera que esa fuera la finalidad de la sociedad igualitaria.

Los habitantes de los países desarrollados, en general, muestran un mejor nivel de adaptación a la ética natural. También esas sociedades aceptan de buen grado a las leyes y reglas de la economía de mercado, proceso que surge de la libre acción de los individuos que realizan intercambios posteriores a la especialización del trabajo. Por el contrario, los habitantes de los países subdesarrollados tienden a no respetar las normas éticas elementales y a rechazar la economía de mercado, por cuanto prefieren cederle la responsabilidad que derivaría de sus propias decisiones al gobernante a cargo del Estado, siendo esta actitud un simple intercambio de protección por libertad.

En el proceso del mercado, las empresas concurren al mismo y cubren un porcentaje de la producción, para un producto en particular. Algunas de ellas, para aumentar sus ventas, producen innovaciones en sus productos y tienden a desplazar a las empresas menos eficaces. De ahí que este proceso sea una “construcción destructiva”, siendo el consumidor el que elige un producto antes que otro y es el que dictamina cuáles serán las empresas ganadoras y cuáles las perdedoras.

En los países en que predominan gobiernos de tipo fascista, es el Estado, asociado con sindicalistas y empresarios poco eficaces, quienes se agrupan para determinar cuáles empresas serán las ganadoras y cuáles las perdedoras, desplazando o evitando la decisión de los consumidores. En los Estados socialistas no existe ninguna decisión del consumidor y es el Estado quien planifica lo que se ha de consumir, tanto en cantidad como en calidad. Al no existir el libre mercado, existe una muy débil tendencia a la innovación y a la mejora, por lo que la economía tiende a funcionar con un reducido nivel de productividad.

Mientras que en los países desarrollados se considera al empresario como un valuarte de la sociedad; ya que es alguien que da trabajo a muchas personas, favoreciendo la producción y la creación de riquezas, para la mentalidad colectivista se trata de alguien que es un “explotador”, que necesariamente es “egoísta”, porque produce “desigualdad social” y que por ello mismo promueve la violencia social. De ahí la pobre valoración social del empresario en los países subdesarrollados; lo que no resulta extraño dados los pobres resultados de la producción.

Debido a la siempre presente posibilidad de que quienes asuman la dirección del Estado adopten posturas tiránicas, las leyes tratarán de impedirlo dividiendo el poder en tres partes, como son el poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, en algunos países se consideran “gobiernos democráticos” a los que sólo acatan la ley electoral, ignorando abiertamente las demás leyes una vez que acceden al poder. En lugar de la antigua forma de conquistar el Estado a través de revoluciones violentas, los partidarios del colectivismo fingen ser democráticos para acceder al poder por medios pacíficos.

Se espera que, tanto la libertad económica como la democracia plena, algún día sean aceptadas en los países subdesarrollados para comenzar a salir de la prolongada crisis que incluso tiende a profundizarse. La mayor parte de los países del mundo se ha dado cuenta que el mercado y la democracia plena son los que mejores resultados producen, a pesar de que ambos se hayan difamado y distorsionado insistentemente.

Debemos tener presentes quienes han sido los enemigos acérrimos y principales difamadores del liberalismo, es decir, Hitler, Stalin, Lenin, Marx, Mao Tse Tung, Mussolini, etc. Puede observarse que tales personajes son precisamente quienes favorecieron o produjeron las más grandes catástrofes sociales ocurridas en la historia de la humanidad. De ahí que la continua y permanente difamación del liberalismo deberá tomarse como una forma de elogio, por cuanto debe considerarse de quienes proviene tal actitud. Marco Tulio Cicerón expresó: “Tanto vale ser alabado por los buenos como vituperado por los malos”.

En los países subdesarrollados, en donde predomina la corrupción, generalmente se busca justificar errores culpando a los países poderosos por todos sus males. Uno de estos justificativos está resumido en la “teoría de la dependencia”, por la cual se atribuye el éxito de los países desarrollados a la extracción de capitales, riquezas y trabajadores especializados que provienen de los países subdesarrollados. Esta dependencia económica es real, ya que, al existir gobiernos de tipo fascista o socialista en un país, habrá poca seguridad para el inversor o la empresa, por lo que los capitales irán a parar a los países que brindan mayores garantías y mayor respeto a la propiedad privada. Esta situación hace que la globalización económica no pueda favorecer a todos los países, sino sólo a aquellos que adoptaron sistemas legales y políticos compatibles con el mercado y la democracia plena.



sábado, 8 de agosto de 2009

Ideas básicas para la destrucción de la sociedad


1) Apoye la mentalidad antiempresarial, ya que la empresa privada es la base económica de la sociedad. Mientras menos empresarios existan, mayor cantidad de planes sociales deberá otorgar el Estado.

2) Apoye la nacionalización de empresas privadas. Aerolíneas Argentinas, por ejemplo, produce pérdidas diarias por un monto estimado entre 1 y 2 millones de dólares. ¡Pero es nuestra!

3) No debemos mirar a los países exitosos, sino a los que fracasan. No debemos mirar las épocas exitosas de nuestro pasado, sino aquéllas que fueron más “populares”

4) Mienta respecto de nuestro pasado, en una de esas volveremos a repetirlo; no una, sino varias veces.

5) Escuche principalmente la “verdad” manifestada por populistas y tiranos, por cuanto cada uno tiene derecho a escuchar la “verdad” que más le guste (por algo se dice que no existe una verdad única ni objetiva)

6) Promueva la tendencia a que el Estado incorpore a sus plantas cada día más gente sin trabajo, aunque luego esa gente no vaya a realizar actividad productiva alguna, ya que ello implica una forma de “justicia social”. El ritmo de entrada de 40 nuevos agentes diarios a la Administración Nacional resulta insuficiente.

7) Tenga presente que el Estado proveerá dinero indefinidamente, y que si la recaudación impositiva no alcanza para cubrir los gastos, emitirá moneda (que producirá inflación), o bien se pedirán préstamos al exterior.

8) Cuando el FMI se haga cargo de las deudas contraídas y no cumplidas, no olvide tenerlo presente en la mente cuando realice sus maldiciones diarias.

9) Considere como “enemigos” a los que critican al Gobierno, ya que éste no se distingue de “la Patria”.

10) Odie a los EEUU con todas sus fuerzas, con toda su mente, con toda su alma y con todo su corazón, para que, de esa manera, nunca busquemos las causas de nuestra decadencia y de nuestro subdesarrollo.

11) Apoye a quienes tratan de establecer un rígido y estricto control individual desde el Estado.

12) Considere como enemigo de la sociedad al empresario, al productor agrario y a todo el que posea bienes materiales y que no tenga la predisposición a “distribuirlos socialmente”, ya que los demás están excluidos de esa responsabilidad, incluso la de producir bienes para su propio mantenimiento.

13) Apoye la prohibición de las exportaciones y la llegada de capitales, porque la globalización y el capitalismo son perversos. Es conveniente que los capitales vayan a EEUU y a otros países desarrollados. Promueva esa tendencia.

14) Tanto el trabajo, como el ahorro productivo y la libertad; lo que se conoce como “capitalismo”, es algo malo para la sociedad. ¡Combátalos!

15) Haga todo lo opuesto a lo que sugiere la religión cristiana, por cuanto se trata de una ideología que está al servicio de la clase dominante y explotadora.

16) Promueva la validez del relativismo moral y cultural, de manera que, al fin, todos podamos sentirnos libres. Que cada uno haga lo que le venga en ganas. Nadie tiene derechos a decirnos cómo debemos vivir.

17) Apoye al delincuente por cuanto no es culpable de su situación y de sus actos, ya que ha sido previamente marginado por la sociedad, siendo ésta la verdadera culpable. Lo importante no es la vida de una persona decente, ya que es prioritaria la reinserción social del que delinque.

18) Apoye la despenalización de la tenencia de drogas para consumo individual, por cuanto, se afirma, son buenas para la salud, especialmente para la salud mental.

19) Exija que los demás respeten sus derechos; ignore cumplir con los deberes que le exigen.

20) Exija que los demás cumplan con sus deberes; ignore los derechos que los demás reclaman.

21) Exija aumentos al empleador; extorsiónelo mediante huelgas aún cuando la empresa esté en una precaria situación económica.

22) Derroche la energía eléctrica, si es posible en una dependencia estatal. Luego adhiera a los grupos que luchan por preservar intacto al medio ambiente.

23) Promueva la quita de todo tipo de sanciones a los alumnos secundarios, ya que se los debe ir acostumbrando a que las faltas, en este país, no se castigan, por cuanto la culpa es del “sistema”.

24) Promueva la prohibición estricta de actividades laborales de los adolescentes (hay que protegerlos del trabajo y de los empresarios). De esa manera, si no estudian ni trabajan, estarán a un paso de incorporarse a los cuadros de la delincuencia juvenil.

viernes, 1 de mayo de 2009

¡ Pobre patria mía !

Por Marcos Aguinis

Venimos soportando un lustro de perpetua confrontación, desprecio, venganza, inequidad, abuso y grosería, sin advertir que nuestro país resucitó de la casi muerte que lo invadió a fines de 2001. En 2002, gracias a inesperados vientos de popa, más algunas medidas oportunas como la devaluación (hecha con defectos), el Diálogo Argentino y subsidios que debían ser transitorios (pero se convirtieron en un cáncer), las cosas mejoraron.


El “yuyito” de la soja completó el milagro. Pero tomó el poder un autoritario y rencoroso Kirchner que llevó adelante una política errática, de pelea, de odio y expulsión de capitales. Creó una Kaja sometedora y corrupta, violó las instituciones, se mofó del poder judicial, jibarizó el Congreso, saboteó el desarrollo de los partidos políticos e hizo trizas la estructura federal. Puso trabas a las exportaciones que dañaron por mucho tiempo la credibilidad de los mercados y le hizo perder al país reservas de petróleo y gas como nunca en su historia, pese a haber gobernado una provincia que vivía de las regalías producidas por esos bienes.

Su espíritu destructor fue disimulado por la transitoria bonanza económica: los electrodomésticos se podían comprar en 24 cuotas sin intereses y llegó un tsunami turístico atraído por la devaluación que había realizado Duhalde. Algunos, alarmados por la agresividad de Néstor, pensaron que bastaría con cambiar un populismo rústico y maleducado por otro más elegante. Pero no se daban cuenta de que jamás sería suficiente, mientras no se respetaran sin concesiones la Constitución y todas las leyes que contribuyen a la estabilidad jurídica.Tampoco será suficiente mientras no se ponga límites al Ejecutivo, cosa que no ocurre desde hace tiempo. Parecemos la Inglaterra anterior a su Revolución gloriosa en 1688, cuando se establecieron las bases de una democracia en serio basada en los límites del rey y se desataron las fuerzas creadoras de una sociedad libre y más segura, volcada a la producción.

Nunca el matrimonio K entendió que el mundo es una inmensa oportunidad, donde nuestros productos serían devorados con fruición. Que no daríamos a basto. Nunca entendió que se deben respetar los derechos de la propiedad privada porque, al revés de lo que suponía el desubicado Proudhon, constituyen la raíz de la riqueza y un estímulo al respeto por el otro y por uno mismo. Aristóteles demostró que “lo que es de todos, no es de nadie”. La carencia de jerarquía de la propiedad privada permite el ingreso de la depredación.

El famoso “modelo K”, todavía oscuro, por lo menos deja entrever que ama la depredación.Para atraer el inmenso ahorro argentino depositado en el extranjero y convencer a nuestros ciudadanos de que paren de fugar sus ganancias no hace falta la varita del mago Merlín. Sólo bastaría con leyes claras, sensatas, estables y confiables. Y un acatamiento irrestricto a la Constitución. Los impuestos deben bajar hasta convertirse en tributos racionales, sin la actual mentira de la “coparticipación federal”.

Los salarios deberían ajustarse a la productividad de cada empresa, como se hace en los países inteligentes: a más ganancias, todos ganan más, desde el gerente hasta el portero. A menos ganancias, todos ganan menos, desde el gerente hasta el portero. De esa forma los mismos trabajadores, capataces y gerentes se estimulan entre sí para cumplir sus roles, entrenarse y acceder a un mejor nivel de vida.Debería realizarse una profunda reforma del Estado para que deje de ser una máquina de impedir, llena de funcionarios incapaces y aburridos, con una solución efectiva para la viveza criolla de ese ente llamado “ñoqui”, tan costoso y estéril.

Es preciso volver al brillo, a la calidad y a la buena remuneración de quienes transitan la carrera de la Administración Pública. Los políticos vienen y van, pero los funcionarios de carrera son quienes garantizan la continuidad de las políticas de Estado y quienes estarían mejor armados para impedir los zafarranchos de los delirantes que ingresan y pretenden comenzar de cero poniéndose una corona de laureles antes de merecerla.

(Extraído de “¡Pobre patria mía!” de Marcos Aguinis – Editorial Sudamericana SA – Abril/2009)
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