domingo, 30 de mayo de 2021

¿Qué es la economía?

Por Faustino Ballvé

Hasta donde alcanza la Historia (estudio de la vida de la humanidad por documentos) y aun la Prehistoria o Arqueología (estudio de la vida de la humanidad por monumentos) se encuentra a los hombres aplicando su trabajo a los recursos naturales para satisfacer sus necesidades, es decir: produciendo (aun cuando sea solamente cobrando la caza o la pesca o desprendiendo de campos y bosques las maderas y los frutos silvestres, llevándolos al lugar de su consumo y haciendo pues, de ellos mercancías), cambiando sus productos con otros hombres, ya directamente por medio del trueque, ya indirectamente por medio de una mercancía neutral: el dinero; compitiendo en la oferta o en la demanda según haya abundancia o escasez de determinados bienes; ejercitando el derecho de elección, el productor produciendo lo que espera le traerá más beneficio y el consumidor comprando lo que le parece más barato y conveniente; reteniendo productos o dinero, ya con el propósito de obtener más tarde mayor ventaja, ya con el de construir una reserva para momentos de apuro; prestando el que tiene cosas o dinero de los que puede prescindir al que tiene necesidad urgente de ellos, mediante alguna remuneración o asociándose varias personas para la producción o para el consumo.

Todas estas actividades humanas consistentes en el ejercicio de la iniciativa individual y de la facultad de elección para la satisfacción de las necesidades y el mejoramiento de lo que hoy llamamos el nivel de vida son, en forma más o menos primitiva o desarrollada, tan viejas como la humanidad. Sus formas más modernas se extienden cada día más de los países adelantados a los atrasados al mismo tiempo que las formas primitivas no desaparecen: son empleadas por los pueblos civilizados como lo demuestra el recrudecimiento reciente del trueque en la guerra y en la posguerra aun en pueblos tan cultos como Francia, Alemania, Inglaterra y los mismos Estados Unidos.

También desde tiempos remotos, esta manifestación de la actividad humana ha preocupado a los estudiosos y a los pensadores. Para no ir más lejos, Platón se ocupa de la división del trabajo y de las profesiones; Xenofonte se preocupa de acrecentar las rentas de Atica y establece una teoría del dinero; Aristóteles habla de las profesiones crematísticas, desea la substitución de las fuerzas de los esclavos por la fuerza mecánica y anticipa la distinción que hará 22 siglos más tarde Adam Smith entre el valor de uso y el valor de cambio; Roma hace una política económica de protección a la agricultura, política que en la Edad Media propugna también la Iglesia Católica que anatemiza el comercio y prohíbe la percepción de intereses que califica de usura y sólo acepta, como fundamento del precio, el valor de uso repudiando el valor de cambio.

Santo Tomás de Aquino propugna una especie de comunismo como practicarán los jesuitas en Paraguay entre 1610 y 1766; el obispo francés Nicolás Oresmius publica un tratado de la moneda y Gabriel Biel, de Wurtemberg hace investigaciones sobre la naturaleza del dinero y la formación de los precios.

El humanismo sostiene con Erasmo la honorabilidad del comercio. Martín Lutero, fundador del protestantismo, postula que «el hombre ha nacido para trabajar», estudia la división del trabajo y subraya la importancia y utilidad del comercio, recomendando el mercado libre, aun cuando sigue condenando la «usura». Calvino disiente en este último punto de Lutero y, además, es el primero en propugnar la intervención del Estado en la vida económica, intervención que ya existía en su época, que en mayor o menor grado ha existido siempre y que en los últimos treinta años se ha presentado como una panacea.

La constitución de las monarquías absolutas de los siglos XVI y XVII y el nacimiento de las modernas nacionalidades con una conciencia ardorosa y juvenil del sentimiento nacional produjeron al mismo tiempo un manejo de la actividad económica y una justificación teórica de ese manejo que se conoce históricamente como mercantilismo. Sus principios fundamentales, que evocan los de la época actual, calificada acertadamente de neomercantilista, son los siguientes: dirección de la vida económica por el poder público, consideración del dinero como la verdadera riqueza, preocupación por un balance favorable de pagos al objeto de obtener más dinero en el intercambio internacional, fomento de la industria al objeto de tener artículos de exportación que produzcan dinero para el país, sistema de premios y privilegios a las industrias y al comercio de exportación o que evite las importaciones, crecimiento de la población para acrecentar las fuerzas productoras, competencia con el extranjero y aislamiento de él por medio de las fronteras aduaneras y, por encima de todo, creencia en que la prosperidad de un país no es posible sino a costa de los demás.

Estos principios informaron la regulación de la vida económica por los gobiernos omnipotentes en los siglos XVI y XVII y fueron desarrollados, aun cuando con grandes discrepancias de detalle por Serra, Broggia y Genovesi en Italia,...... Como el político más representativo ha pasado a la historia el ministro de Luis XIV, Colbert.

Las experiencias del sistema mercantilista fueron desastrosas, pues la pulverización de los grupos económico-politicos, estrangulaba la vida económica general y producía la miseria en el interior y la guerra en el exterior. El ejemplo de Holanda llevó a Isabel de Inglaterra a dar mayor libertad al comercio y a quitar importancia a los gremios y en seguida el incipiente liberalismo, apoyado en la teoría del derecho natural, inspiró una crítica del sistema y una tendencia científica en sentido contrario que se conoce como la escuela fisiocrática, cuyos iniciadores fueron los franceses Pierre Boisguillebert, el mariscal Vauban y, sobre todo, Quesnay, médico de cámara de Luis XV, a los que siguieron Vicente Gournay, Mirabeu padre y parcialmente el célebre ministro Turgot.

Como lo indica su nombre, esta teoría partía del principio de que la vida económica tenía sus leyes naturales que obraban automáticamente. Los males del mercantilismo provenían de inferir por la vía estatal estas leyes naturales, por lo que era aconsejable prescindir de toda reglamentación de la actividad económica y dejarla a la iniciativa individual. Este principio lo tradujo Gournay en la célebre frase: dejar hacer, dejar pasar ("laissez faire, laissez passer").

El fisiocratismo, como mera negación del mercantilismo, encontró en Inglaterra terreno abonado por el hecho de no haber prevalecido nunca allí completamente ni el culto mercantilista del dinero ni el culto a la agricultura que los fisiócratas tomaron de los canonistas, como base única de la riqueza nacional. Pero los ingleses no se contentaron con la mera afirmación de la existencia de leyes naturales que no debían ser interferidas por el Estado, sino que quisieron investigar y fijar dichas leyes y a tal efecto dieron al mundo la llamada escuela clásica de la economía. Abrieron el camino Hutchenson y David Hume, que influyeron sobre Adam Smith, el cual publicó el primer tratado de Economía propiamente hablando bajo el título de Investigaciones acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776). Se inspiraron en Smith, en Inglaterra David Ricardo, y hasta cierto punto los Mill padre e hijo, en Francia Jean Batiste Say y Frederic Bastiat, y en Alemania Enrique y J.H. Thünen, Rau, Hermann y Nebenius.

En Inglaterra fue nota discordante el sacerdote Robert Malthus con su teoría de que la población tendía a crecer más rápidamente que los medios de subsistencia, lo cual aconsejaba tomar medidas para evitar los estragos de abandonarse cándidamente a las leyes naturales. En los EEUU comulgaron con la doctrina clásica Franklin y Hamilton, quien fue, no obstante, proteccionista.

El auge de la escuela clásica coincidió con el fabuloso aumento de la producción y del intercambio internacional de bienes a consecuencia del maquinismo (revolución industrial) y del progreso de las comunicaciones; pero tres hechos motivaros sus crisis. El primero fue la constatación de que las leyes que creyó poder deducir de la observación de los fenómenos económicos en una área geográfica limitada (sobre todo Inglaterra y Francia) y sobre las cuales discrepaban grandemente sus representantes, no eran tales leyes, sino meras regularidades que, tomadas como leyes infalibles, a menudo fallaban en su aplicación. El segundo la situación de inferioridad en que, en la competencia mundial, se sentían los países más jóvenes, sobre todo Alemania y los Estados Unidos. El tercero la apreciación general, más o menos fundada, pero divulgada por la propaganda y aceptada irreflexivamente por la intelectualidad y la clase media, de que del progreso material hijo de la libre iniciativa no se beneficiaban los humildes y particularmente los trabajadores.

De ahí salieron tres contracorrientes: el proteccionismo nacionalista, que lanzó en Alemania Friedrich List y cuyo último y más eminente representante fue Adolf Wagner; el socialismo en sus diversas formas, entre las que destaca el llamado "socialismo científico" de Karl Marx y Friedrich Engels y la llamada escuela histórica (Bruno Hildebrand, Knies,Roscher, Schmoller), reflejo al mismo tiempo del romanticismo y el positivismo de Auguste Comte, que sostuvo el criterio de que cada país tenía su economía particular que debía responder a sus condiciones y tradición y al interés nacional y no individual. Las tres tendencias, incluso la socialista nacida con carácter cosmopolita, derivarons hacia el mito de la riqueza nacional a la que subordinaron la de los individuos y para cuya defensa sostuvieron la licitud de todos los medios (sacro egoísmo).

Es curioso notar que estas doctrinas que se calificaban a sí mismas de "modernas", a pesar de presentarse como oposición al liberalismo clásico, siguieron en todo sus huellas y más que adversarias del clasisismo, son hijas de él, sin excluir al socialismo marxista. En primer lugar conciben a la economía, no como una actividad universal de lucha por el bienestar de los hombres, sino como economía nacional, política, y así, aun recientemente, el profesor alemán Fuchs define la Economía Política como "el estudio de la economía de un pueblo" y le da como misión "el sustento creciente y la satisfacción cada vez más perfecta de las necesidades de una población en aumento sobre un territorio dado".

En segundo lugar no captan la totalidad y la unidad del fenómeno económico y siguen tratando separadamente y sin conexión alguna la producción, la distribución y el consumo como si fueran cosas independientes y no meras partes de un proceso general. En tercer lugar siguen creyendo en la existencia de leyes que rigen el proceso económico con independencia de la voluntad de los hombres, y así el mismo Marx, contra todos los hechos anteriores que le desmienten y los que posteriormente le desmentirán, concibe la evolución histórica de la economía como presidida por la gran ley de la concentración del capital en virtud de la cual la riqueza se va concentrando cada día en pocas manos mientras que aumenta el "ejército del proletariado" hasta que llegue el momento en que, fatalmente, "los expropiadores serán expropiados".

No se les alcanza que los hechos económicos no son fatales sino producto de la voluntad electiva de los hombres; que producción, distribución y consumo son aspectos de un solo proceso económico ni que, a pesar de todas las experiencias nacionalistas y aislacionistas, la economía de todo el mundo es solidaria, ni finalmente que ninguna ley ni ningún gobierno ha logrado ni puede lograr impedir que cada hombre busque su bienestar en la tierra para sí y para los suyos del modo que considere más conveniente ejercitando su voluntad de elección, corolario natural de su libertad, como lo demuestra el contrabando contra las limitaciones al comercio internacional y el llamado "mercado negro" contra las limitaciones al comercio interior.

Estas tres tendencias "modernas": desconfianza en la iniciativa individual, nacionalismo exacerbado (chauvinismo del político ultranacionalista francés Chauvin) y socialismo se sintetizan prácticamente al filo de los siglos XIX y XX en el neomercantilismo que se inicia en la Alemania de Bismarck y en los Estados Unidos, se extiende por reacción a Inglaterra, Francia y otros países, produce las dos guerras mundiales, desbarata la economía universal, se bautiza en la Alemania de 1920 con el nombre de Economía planificada (Planwirtschaft) y más adelante en todo el mundo con el de economía dirigida y, con el pretexto de la defensa de los intereses nacionales en el exterior y de las clases humildes en el interior, entroniza por doquier la omnipotencia gubernamental y pone en receso la democracia y la libertad que se creían conquistas definitivas del género humano.

Pero el amor a la libertad es tan inmortal como el amor a la ciencia, es decir, a la búsqueda de la verdad sin ideas preconcebidas ni temor a sus consecuencias. Este espíritu rigurosa y honradamente cientifico, animó al profesor vienés Carl Menger, allá por 1870, a hacer una revisión de las doctrinas económicas con la mira de encontrar los principios de la economía científica.

Menger estableció la teoría de la utilidad marginal casi simultáneamente con el inglés Stanley Jevons y el francés León Walras. De ahí salieron dos corrientes: la matematicista y la de la llamada escuela vienesa representada por el mismo Menger, Böhm Bawerk, Wieser y otros y actualmente por Ludwig von Mises, autor del tratado La Acción Humana y su discípulo Friedrich Hayek, autor del famoso libro Camino de Servidumbre. Ambos son hoy profesores en los EEUU, están formando gran número de discípulos y con ellos coincide el americano Henry Hazlitt, autor de la famosa Economía en una lección.

La tendencia matematicista, que se remonta al francés Cournot, se ha dividido en dos corrientes: la que, partiendo de Walras, Pareto y Pantaleoni, ha derivado en la llamada "Econometría" que pretende obtener completa exactitud en el cálculo económico y es el gran apoyo del dirigismo en nuestro días y la que, partiendo del inglés Marshall, sólo usa la matemática como medio de expresión gráfica de las tesis económicas sin aquella pretensión de hacer de la Economía una "ciencia exacta".

Entre los matematicistas cabe citar a John Bates Clark y a Irving Fisher, mientras que Walter Eucken y Wilhelm Röpke, ambos alemanes, aun cuando el último ha actuado sobre todo en Egipto y en Suiza, representan una tendencia liberal no matemática. Francia ha mantenido su rango en la ciencia económica y en el liberalismo con la figura señera de Charles Gide, con Rist y recientemente Jacques Rueff, Louis Baudin, Pierre Lhoste-Lachaume y muchos otros.

Hay que decir que Ludwig von Mises y sus discípulos representan un avance considerable sobre sus antecesores de la llamada escuela vienesa, que en realidad puede considerárseles como fundadores de una novísima escuela que bien se podría calificar de crítica. Para esta nueva corriente rigurosamente científica, la economía es la actividad humana dirigida a la satisfacción de las necesidades en uso de la facultad de elección. La ciencia económica es a su vez el estudio de esta actividad económica del hombre. Por ello no abarca problemas filosóficos ni morales porque la ciencia económica no juzga sino que describe. Tampoco problemas políticos porque el economista no da consejos: se limita a exponer lo que es la actividad económica para que el político y el ciudadano en general saquen de esos conocimientos las consecuencias que su buen sentido les dé a entender. Finalmente se desentiende de los problemas históricos porque la Historia sólo nos enseña, y en esto puede ser una buena auxiliar de la política, lo que ha sido, pero no lo que es, y mucho menos lo que será. También de la estadística que, no pudiéndose referir más que a hechos pasados, sólo puede ser un auxiliar de la Historia.

Por este camino es por donde se llega a individualizar el verdadero contenido de la ciencia económica. La actividad económica se desarrolla en el lugar y en el tiempo. En tal virtud ofrece coincidencias, discrepancias y secuencias de hechos. Estas variables exteriores son objeto de la historia y de la geografía económica. Pero por debajo de estas variedades, la reflexión, que no la pura observación y comparación, descubre ciertos aspectos uniformes y permanentes de la actividad económica de los hombres de los que hemos puesto ejemplos al comienzo de este capítulo. Estas formas generales y permanentes de la actividad económica del hombre constituyen el objeto de la ciencia económica como sus variedades en el lugar y en el tiempo constituyen la materia de la geografía y de la historia.

(De "Diez lecciones de economía"-Víctor P. de Zavalía, editor-Buenos Aires 1960)

jueves, 27 de mayo de 2021

La ineficacia de la prédica liberal

Así como en las sociedades en decadencia casi todos tratan de arreglar la vida de los demás pero pocos se dedican a observar sus propios defectos, los promotores del liberalismo mantienen la vigencia de tácticas que han fracasado y que seguirán fracasando por no advertir las propias debilidades a la luz de los resultados logrados.

Brevemente pueden indicarse algunos de estos defectos. Uno de ellos implica hablar todo el tiempo de libertad sin tener presente que dicho valor debe ir junto a la responsabilidad y que ésta está asociada a la disciplina impuesta por una ética extraeconómica. En el caso extremo, se supone que el mercado lleva asociada una ética incorporada y que, desde la economía, se ha de generar una mejora ética posterior.

Se aduce que el egoísmo es la "virtud" necesaria para el desarrollo económico. Con "la virtud del egoísmo" se introduce una neolengua que implicaría asociar a la palabra "egoísmo" un significado distinto al tradicional, ya que el egoísmo siempre ha sido considerado como un defecto a superar.

Se ignora la ética intermedia entre el egoísmo y el altruismo. Mientras el egoísmo implica beneficio propio y desinterés por los demás y el altruismo implica contemplar el beneficio ajeno con un desinterés propio, la ética cristiana propone un beneficio simultáneo entre ambas partes. Esta es la ética que hace prolongar en el tiempo los intercambios en el mercado, mientras que en los otros casos tienden a limitarse.

Gran parte de la prédica liberal tiende a calificar como "altruista" a la ética cristiana, lo que implica una infamia, ya que al "Amarás al prójimo como a ti mismo" expresa claramente la igualdad mencionada. La difamación y tergiversación de la ética bíblica termina perjudicando a los difamadores, como resulta fácil advertir. El perjuicio se advierte al facilitar que millones de cristianos sean rechazados por la prédica "liberal" y sean recibidos con los brazos abiertos por los socialistas.

Al igual que los marxistas, algunos "liberales" aducen que la Teología de la Liberación es el auténtico cristianismo y no la ética asociada a los Evangelios. Mientras se habla todo el tiempo de la "competencia en el mercado", cuando se trata de la competencia en el mercado de las ideas, le regalan la clientela a la competencia.

Recordando que la Economía Social de Mercado fue puesta en práctica exitosamente en la Alemania de posguerra, por políticos católicos y la Democracia Cristiana, es algo absurdo dejar de lado los casos exitosos para promover ciertas ideas anarquistas que nunca fueron puestas en práctica. Es hora de volver a lo que fue comprobado, especialmente cuando se tiene en cuenta que la instauración del liberalismo político y económico deberá establecerse con el apoyo de sectores que no son liberales o que ignoran sus principios básicos.

Entre los escollos a superar, aparecen los prejuicios contra el liberalismo. En cuanto a sus orígenes, Carolina R. de Bolívar escribió: "Michael Novak penetra las causas de los prejuicios morales que conducen a rechazar al sistema, y adjudica su origen a un agravio, que data de los siglos XVIII y XIX, por parte de la Iglesia y de los intelectuales que hasta entonces habían sido los guías espirituales y filosóficos de la humanidad. Cuando el sistema de mercado libre adquirió fuerza, los dirigentes de la Iglesia y los líderes intelectuales se vieron ante un cambio inadmisible, especialmente porque venía de dos clases consideradas por ellos «inferiores»: el sector burgués y el sector obrero".

"La fuerza económica, durante la Revolución Industrial, dio poder a los sectores productivos y contribuyó a democratizar las relaciones sociales, hasta entonces elitistas y rígidas. Los cambios -pensaban los otrora dirigentes- debían provenir de las clases altas y «cultas», es decir, de la aristocracia noble, intelectual y religiosa, como había ocurrido tradicionalmente. Las circunstancias forzaron a estas elites a entrar a un tipo de vida que no deseaban, por considerar su origen vulgar y poco culto. Esta es la causa fundamental del agravio".

"Este agravio fue heredado en esos sectores y se convirtió para la Iglesia en un rechazo dogmático en contra del sistema, sin bases justificadas. Los intelectuales, a su vez, tomaron una postura de corte romántico, en donde muchas preguntas fueron respondidas más con el sentimiento que con la razón. Los intelectuales no fueron capaces de ver al capitalismo como un sistema promisorio, lleno de oportunidades para las ciencias, las artes y las técnicas, como un medio idóneo que eleva el nivel de vida de todos, como, en realidad, ha demostrado ser".

"Aquí la historia dejó de serlo para convertirse en leyenda. Ellos iniciaron el mito de la «explotación del hombre por el hombre», y «utilizaron la historia económica como instrumento político»" (De "Cristianismo, sociedad libre y opción por los pobres"-Varios autores-Centro de Estudios Públicos-Santiago de Chile 1988).

La actitud que adoptan muchos liberales es el antiguo "ojo por ojo...": si la Iglesia se opone al liberalismo, el liberalismo se debe oponer a la Iglesia. Pero he aquí lo importante: la Iglesia no es el cristianismo, sino una difusora que comete errores, especialmente en el caso actual que abiertamente se identifica con el marxismo. Y el peor error que puede cometer el liberal implica adoptar como referencia lo que dice la Iglesia para hacer todo lo contrario. La citada autora agrega: "Desde entonces el capitalismo se quedó sin el respaldo espiritual necesario para dar un sentido y una orientación moral a las acciones individuales. La Iglesia abandonó su misión crítica y orientadora e impartió una doctrina de franca oposición. Novak ha realizado una importante labor, al identificar los valores del capitalismo y las enseñanzas de los Evangelios, lo cual ha empezado a penetrar en el ambiente eclesiástico, dando luz a muchos religiosos y capacitándolos para romper con esa tradición errática que los mantuvo distantes y reacios".

Respecto de la "pobreza ideológica" del capitalismo, Carolina R. de Bolívar escribió: "La carencia fundamental del capitalismo estriba en que su ideología no está expresada con palabras llanas y sencillas, de manera que las personas comunes puedan saber cuál es su esencia y qué principios morales lo sustentan".

"En la búsqueda del entendimiento y la clarificación de los mecanismos económicos, capaces de generar riquezas, nos hemos olvidado de hablar del espíritu del capitalismo. Hemos dejado de lado las bases morales imprescindibles para el desarrollo que la humanidad necesita si ha de vivir equilibradamente en un mundo de abundancia y de comodidades, como se da en la actualidad".

Mientras que Cristo fundamenta su ética en una importante ley de la naturaleza, la que conduce a la empatía emocional, quienes la ignoran sólo tienen en sus mentes la posibilidad del beneficio propio prioritario junto al desinterés por los demás (egoísmo) y el beneficio prioritario de los demás junto al desinterés por uno mismo (altruismo).

La supervivencia de la especie humana depende bastante de la empatía emocional por la cual una madre protege a sus hijos al compartir sus penas y alegrías como si fuesen propias, y aún más que eso. Pocas veces se dice que esa madre es "altruista" en su comportamiento, ya que tanto el altruismo como el egoísmo son las actitudes que surgen cuando falta el amor, o empatía emocional.

Ignorar los efectos de la empatía emocional, en su presencia y en su ausencia, equivale a ignorar la ley de gravedad. Quien ignora la ley de gravedad tiene la predisposición inconsciente a padecer un encontronazo fatal contra el suelo; quienes ignoran la empatía emocional pueden terminar transformando su sociedad en un grupo en el que ha de predominar la barbarie o el salvajismo. De ahí que la "ética" del egoísmo y la del altruismo no sean éticas naturales, sino propuestas que ignoran la empatía emocional y la finalidad por la cual existe.

Si predominase tal empatía en la sociedad, predominaría la libertad individual ya que no se necesitaría limitaciones ni controles estatales de ningún tipo. Por el contrario, con la ausencia de la empatía emocional, hace falta un Estado interviniente para evitar caer en la barbarie o el salvajismo. Y si el Estado es conducido por gente carente de empatía, ha de ser el propio Estado el que puede conducir a tales situaciones indeseables.

martes, 25 de mayo de 2021

La libertad cristiana y sus opositores

La ética cristiana apunta hacia la liberación de todo individuo respecto del gobierno mental y material de otros seres humanos, situación ésta que ha generado muchos conflictos a lo largo de la historia. El camino para ello radica en una paulatina mejora individual, por lo cual la libertad cristiana implica una eliminación de defectos que, traducida al lenguaje bíblico, implica una liberación respecto de nuestros pecados.

Si bien la tradición ha interpretado que Cristo muere para salvar a la humanidad de un posible castigo eterno, determinado por un Dios vengativo, el contenido de sus prédicas apunta a una liberación en esta vida, principalmente. A pesar de sus intenciones liberadoras y salvadoras, es rechazado por gran parte de la sociedad en la que vive; rechazo que seguirá vigente en el futuro, ya que muchos suponen que las mejoras sociales, provenientes de la política o de la economía, serán prioritarias. Fulton S. Sheen escribió: “Cuando se usaba la palabra «libertad» entendíase casi siempre en el sentido político de librarse de la esclavitud impuesta por el césar. Nuestro Señor, por tanto, tuvo que habérselas constantemente con este problema, ya fuese porque algunos esperaban que Él sería un libertador político, o a causa de que cada vez que Él hablaba de libertad la gente entendía equivocadamente esta palabra y creía que se estaba refiriendo a que los liberaría de la esclavitud de Roma”.

“En tres momentos diferentes dejó bien sentada su actitud a este respecto, sin dejar duda alguna acerca de lo que Él consideraba como la verdadera libertad:

1- La libertad política respecto al césar no era asunto primordial.
2- La verdadera libertad era espiritual y significaba liberación del pecado.
3- Para adquirir esta libertad para todos, tanto judíos como gentiles, se ofrecería voluntariamente como rescate por el pecado”.

En cuanto a los opositores de su época, que a veces podemos identificarlos con los opositores de la actualidad, el citado autor agrega: “Dos grupos había que sostenían puntos de vista contrarios con relación al césar: los herodianos y los fariseos. Los herodianos no eran una secta o una escuela religiosa, sino un partido político. Externamente eran amigos del césar y de la autoridad romana; aunque no eran romanos, favorecían la casa de Herodes, que era el que ocupaba el trono judío. Esto los hacía amigos de la Roma pagana y del césar, ya que el mismo Herodes era vasallo del césar. Deseando ver algún día la Judea sometida al cetro de un príncipe de linaje herodiano, entretanto se sometían, como compañeros de viaje, a la autoridad pagana de Roma”.

“Otro partido era el de los fariseos, que ahora se hallaba en la cúspide del poder. Como eran puritanos en lo que se refiere a la ley y a las tradiciones judaicas, rehusaban reconocer a Roma autoridad alguna, e incluso, según Josefo, habían intentado dar muerte a Herodes. Como nacionalistas, rehusaban reconocer el dominio romano y esperaban que algún día los judíos tendrían la soberanía del mundo bajo su rey Mesías”.

“Ambos grupos eran enemigos entre sí, no solamente porque los herodianos hacían causa común con el césar y estaban conformes con pagar tributo al vencedor, en tanto que los fariseos despreciaban al césar y pagaban sus impuestos a regañadientes, sino también porque los herodianos no sentían ningún interés especial por la religión, en tanto que los fariseos profesaban ser los modelos más ejemplares de la misma” (De “Vida de Cristo”-Editorial Herder SA-Barcelona 1996).

Un caso ilustrativo de la actitud de los opositores se hace evidente con la pregunta capciosa: “¿Es lícito pagar tributo al César, o no?”. Fulton J. Sheen la hace más explícita, para ilustrar la situación: “«Esta contribución que nosotros, los fariseos, tanto detestamos, pero cuya legalidad sostienen esos herodianos, ¿hemos de pagarla, o no? ¿Quiénes tienen razón, nosotros, los fariseos, que la aborrecemos, o los herodianos, que la justifican?»”.

“Esperaban que nuestro Señor respondiera: «los herodianos» o «los fariseos». Si respondía: «No, nos es lícito pagar tributo al César», los herodianos le entregarían a las autoridades romanas, que a su vez ordenarían su muerte como conspirador y revolucionario. Si decía: «Sí, es lícito», entonces incurriría en el desagrado de los fariseos, los cuales irían ante el pueblo y le dirían que aquel hombre no era el Mesías, puesto que ningún Mesías o libertador, o salvador, jamás consentiría que el pueblo doblegara la cerviz al yugo de un invasor. Si rehusaba pagar el tributo, era un rebelde; si consentía en pagarlo, era un enemigo del pueblo. Decir «no» le haría traidor al César; decir «sí» le convertiría en un antinacionalista, en un antipatriótico”.

Como se sabe, Cristo evade la situación al responder: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Si en la actualidad buscamos a los “nuevos fariseos”, seguramente los encontraremos en quienes interpretan a Cristo como un líder político antiimperialista que buscaba liberar a los judíos de la opresión del Imperio Romano. Tal actitud puede observarse en los adeptos a la Teología de la Liberación, identificada con el marxismo-leninismo. Esta vez se trata de liberar a los países pobres del imperialismo norteamericano. Tal “teología” es aceptada y promovida por las altas autoridades del Vaticano y, como puede advertirse, se oponen al cristianismo auténtico al adherir a una postura política que produjo grandes catástrofes sociales a lo largo y a lo ancho del planeta.

El imperialismo de EEUU se establece a través de sus empresas, como Ford, General Motors o Microsoft, que “perjudican” a los países pobres proveyéndolos de artefactos diabólicos como automóviles, camiones y computadoras. Hay países que lograron liberarse de esas empresas, como Cuba y Venezuela, gozando de una pobreza generalizada que hace que sus habitantes, cuando las circunstancias lo permiten, huyan principalmente hacia el país imperialista.

Es oportuno mencionar que, ante la posible llegada del socialismo a un país, sus empresas y capitales tienden a salvarse de la expropiación estatal refugiándose, al igual que la población, en los países capitalistas. Al perder capitales y capital humano, el socialismo genera una ayuda concreta para el engrandecimiento del imperio al que tanto dicen combatir, generando mucha más pobreza que la antes existente.

Los “nuevos fariseos” parecen olvidar que fue el cristianismo el que se instaló en Roma en reemplazo del alicaído imperio. También Gandhi, empleando una ética cercana al cristianismo, pudo liberar a la India del dominio británico. La verdad y el amor se impusieron una vez más.

Los “nuevos fariseos” consideran como “herodianos” a quienes tratan de mantener en vigencia la ética de los Evangelios. Tales “herodianos”, al tener presentes las ventajas de los intercambios comerciales con el mundo, no lo hacen para beneficiar y agrandar al imperio, sino para mejorar las condiciones de vida mediante el sistema económico asociado al mercado y a los intercambios.

A manera de síntesis, puede establecerse el siguiente esquema:

Marxismo-Teología de la Liberación:

Proponen la Liberación política (respecto de los imperialismos)
Proponen una Igualdad económica (igualdad en la pobreza)

Cristianismo:

Propone la Libertad individual (mediante la empatía emocional)
Propone la Igualdad emocional (mediante el amor al prójimo)

lunes, 24 de mayo de 2021

La persona normal

Desde el momento en que se considera la existencia de personas mental o moralmente limitadas, o anormales, se presupone la existencia de personas normales, cuyos atributos es necesario describir de manera de fijarlos como objetivos a alcanzar. Por lo general, se habla de normalidad de una persona cuando pone en evidencia la mayor parte de los rasgos personales predominantes en la sociedad en que vive. Al respecto, Kurt Schneider escribió: “Con una norma de valor, cuyo contenido eventual escapa a toda discusión científica, la psicología no puede trabajar, como se deja entender”.

“Por tanto nos atenemos a la norma del término medio. Con relación al contenido de «normal término medio» determinamos así las personalidades anormales: personalidades anormales son variaciones, desviaciones de un campo medio, imaginado por nosotros, pero no exactamente determinable, de las personalidades humanas. Desviaciones hacia el más y hacia el menos, hacia arriba o hacia abajo”.

“Es indiferente, pues, que estas desviaciones de la normalidad media correspondan a valores positivos o negativos en el aspecto ético o social. Partiendo de esta normalidad media, es exactamente tan anormal el gran poeta o el santo como el criminal: los tres caen fuera del término medio de las personalidades”.

“Es evidente que todas las personalidades de alguna manera singular o extraña, especialmente destacadas por algún rasgo de su modo de ser, tienen que incluirse en este concepto. Personalidades psicopáticas son aquellas personalidades anormales que sufren por su anormalidad, o hacen sufrir, bajo ella, a la sociedad. Esa delimitación es arbitraria y se basa sólo en razones prácticas” (De “Las personalidades psicopáticas”-Ediciones Morata-Madrid 1943).

La "normalidad de los promedios" conduce a aceptar que toda sociedad está compuesta mayoritariamente por personas normales, y minoritariamente por personas anormales, lo que implicaría casi una situación ideal. Sin embargo, los serios problemas conductuales indican que en la mayoría de las sociedades actuales quedan muchos aspectos por mejorar.

Esta manera de considerar la normalidad resulta ser bastante limitada, en el sentido de que no distingue entre la personalidad normal en una sociedad altamente corrompida de la normalidad en una sociedad floreciente. En cierta forma se debería buscar una normalidad individual en función de aspectos objetivos de la personalidad. Tales aspectos no deberían dejar de lado lo ético, principalmente, de manera que la normalidad fuese un objetivo deseable de alcanzar en cualquier sociedad.

Como sinónimo de "anormalidad", algunos autores utilizan la palabra "desadaptación". También en este caso se hace refererencia a una conducta poco adaptada a la sociedad. Linda L. Davidoff sintetiza esta situación:

Identificación de la conducta desadaptada: los clínicos (que atienden la desadaptación) usan los siguientes criterios prácticos (y que se sobreponen) para identificarla:

1- Funcionamiento cognoscitivo deficiente: Las habilidades intelectuales como el razonamiento, la percepción, la atención, la valoración, el recuerdo o la comunicación se encuentran impedidas de manera importante.
2- Conducta social deficiente: El comportamiento se desvía mucho de las normas sociales aceptadas.
3- Autocontrol deficiente: Las comunidades presentan criterios complejos con respecto a los momentos en que los adultos deben ejercer control. La mayor parte de las veces se espera que las personas se dominen a sí mismas al tiempo que muestren espontaneidad cuando sea adecuado. Los extremos de poco o exagerado control son clasificados como "desadaptados".
4- Angustia: Los sentimientos negativos como la ansiedad, la ira y la tristeza son normales e inevitables. Sin embargo, algunos individuos no manejan estas emociones de modo adecuado y, en consecuencia, sufren con demasiada frecuencia, intensidad o persistencia.

(De "Introducción a la Psicología"-McGraw-Hill/Interamericana de México SA de CV-México 1990)

Existe un punto de vista adicional y es el que considera la normalidad como una aceptable adaptación, no tanto a la sociedad, sino al orden natural. Este aspecto es esencialmente el considerado en religión teniendo prioridad "lo que agrada a Dios" por sobre "lo que agrada a los hombres".

Si se tiene presente la existencia de la empatía emocional, el requerimiento básico de supervivencia, consideraremos como persona normal, o adaptada al orden natural, la que tiene la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias. Anormal o desadaptado sería todo individuo cuya conducta ignora, o se opone, a este requisito básico. De esta manera, desde la Psicología social se llega a conclusiones semejantes a las establecidas por la religión tradicional.

Este importante rol de la Psicología social ha sido vislumbrado por algunos psicólogos. Aida Aisenson Kogan escribió: "Consideramos que la Psicología social debe desempeñar progresivamente un papel de mayor relevancia aún dentro del campo total de las ciencias humanas, en la actual situación crítica que atraviesa la humanidad, cada vez más consciente de la intrínseca inmoralidad y aun barbarie con que se rige la vida colectiva, y cada vez más incapaz, al parecer, de superar este estado de cosas".

"Hay que clarificar normas y valores sociales, de tal manera que no intervengan motivaciones confusas en las tomas de decisión que afectan situaciones políticas y económicas, y seguir la acción de tales decisiones a través de los grandes cuerpos sociales y de los pequeños grupos dirigentes. Esta claridad, debemos esperar, habrá de conducir a que las tomas de decisión se ajusten a valores más humanitarios de los que, aunque inconfesadamente por lo común, suelen primar en la conducción de la vida de los pueblos" (De "Introducción a la Psicología"-Ediciones Nueva Visión SAIC-Buenos Aires 1976)

domingo, 23 de mayo de 2021

El gobierno como cazador y depredador

Por Gabriel Levinas

Voy a referirme a las características culturales de los argentinos que nos han llevado al entuerto presente, con un cierre de exportaciones de carne que perjudica a los productores, y al país todo, y que no resolverá la inflación. Argentina era un país que tradicionalmente vivía del campo, cuya productividad la llevó a tener un poder enorme y a ser la quinta economía del mundo, con un PBI equivalente al de toda la América Latina sumada, antes de 1930. Era un país poderoso. Una potencia agroganadera.

El agricultor es alguien muy diferente de un cazador. Un aborigen wichi, por ejemplo, que se dedica a la caza, la pesca y la recolección, vive en la inmediatez. Él no hace planes, sino estrategias de caza: sabe que hay pesca en enero en el Pilcomayo y se desplaza hasta allí para pescar. El cazador vive al día y no planifica. Si se la da por ejemplo una ayuda de $100, $1000 o $1.000.000, lo más probable es que lo gaste en lo inmediato, porque el mañana no existe en su horizonte de vida.

La mentalidad del agricultor es completamente distinta. Planta y espera, por cuestiones biológicas y climáticas. Uno está en un lugar maravilloso donde la comida fluye de los árboles y el otro está en un lugar árido en el que necesita labrar la tierra para que ésta produzca.

El agricultor planta, espera unos meses y, mientras tanto, tiene que trabajar para que la semilla no sea atacada, por ejemplo, comida por las aves; luego para que la planta, recién crecida y por lo tanto frágil, no sea atacada por otro yuyo... Y cuando llega el tiempo de la cosecha, además de recolectar y preparar el producto para su venta, debe separar semillas, una parte para vender y otra para el año siguiente. Esto significa que el agricultor que, a su vez posee una serie de vaquitas a las que hizo servir para tener un ternero que vender a los tres años, tiene una cabeza más ordenada que la del cazador porque piensa en el largo plazo. Da lo mismo que el hombre tenga 10000 hectáreas o media hectarea de porotos; la cultura es la misma.

Por eso, cuando se discutió la resolución 125, todo el campo se levantó contra esa arbitrariedad y luchó unido, porque lo que se estaba atacando era una cultura común a todos los productores. Se atacó al productor que planifica y el gobierno se convirtió en un gobierno de cazadores al que solo le importa la inmediatez y ver cómo resuelve el hambre de hoy. A esto se lo llama ser fundamentalistas de la coyuntura. Es decir, cuando ya no tienen nada que cazar dentro del Estado, no les queda otro recurso que ir a robarles las vacas y las gallinas -como cazadores que son- a los que tienen vacas y gallinas, porque el cazador no sabe producir ni planear. Si el cazador tiene hambre porque no hay más liebres a la redonda, irá por las vacas ajenas.

Esto es metafóricamente la síntesis de lo que estamos viviendo. La gente que trabaja para el Estado, ya sea nacional o provincial, vive de la caza. Por más que no trabajen, por más improductivos que sean, saben que van a cobrar de todos modos y que prácticamente están blindados contra los despidos. Luego vienen todos los beneficiarios de planes de la Argentina que también integran el grupo de cazadores y tampoco saben producir porque ya constituyen la tercera generación que nunca trabajó de modo regular. Por último, están los políticos que buscan perdurar en sus puestos para seguir gozando de privilegios, acomodar a su familia y premiar a la gente de su entorno con un trabajo en el Estado.

Los que vivían de la caza eran incluso más inteligentes que los políticos, porque sabían que de tanto en tanto debían desplazarse a otro hábitat, porque su actividad predadora iba agotando las posibles presas y un día ya no habría más animales que cazar. Sabían hasta qué punto podían presionar al medio ambiente, y viajaban para no quedarse sin alimento.

Pero hoy, si a los aborígenes no se les da un plan, se mueren de hambre porque sus hijos nunca fueron a cazar con el padre, ni con el abuelo. No saben ni siquiera cómo capturar un conejo. Convertimos a los grupos que tenían cierta eficiencia para vivir en su entorno también en gente que va a vivir del Estado.

Todas esas personas se han convertido en cazadores voraces que, para subsistir, lo único que les queda son las vacas del productor agropecuario.

(De www.infobae.com)

Voltaire y la religión

Voltaire, polémico escritor, se caracterizó, en materia de religión, por criticar severamente a la Iglesia Católica de su época. Sin embargo, aceptaba el cristianismo de los Evangelios interpretándolos bajo la prioritaria valoración de la moral allí predicada. Su postura religiosa puede considerarse dentro del deísmo o religión natural. Si bien, desde el catolicismo se lo consideraba ateo, debe tenerse presente que toda postura ajena a la Iglesia se considera falsa, atea o pagana, por cuanto tal criterio de calificación no se refiere tanto al cristianismo en sí, sino a los preceptos propios de la Iglesia Católica. J. Marie Goulemot-Launay escribió: "Voltaire sabe que su Dios es el Dios de Locke, de Clarke, de Newton, ese Dios mostrado y demostrado por el orden del cosmos, que participa de la fría majestad de los trasmundos...La obsesión de un Dios mezquinamente vengativo es dejada a un lado; Dios permanece alejado precisamente por su propia sublimidad, y la vida es alegre, a pesar de cuanto diga Pascal".

En una carta dirigida a Jean L. D'Alembert, Voltaire expresa: "Sostengo la guerra a derecha e izquierda. Contra unos, cargo mi fusíl con sal, y con gruesas balas contra otros. Y sobre todo me bato desesperadamente cada vez que me acusan de no ser buen cristiano; pero después de la lucha, me echo a reír" (Citado en "El siglo de las luces" de J. Marie Goulemot-Launay-Ediciones Guadarrama SA-Madrid 1969).

Respecto de la violencia asociada a las acusaciones de herejía, Voltaire coincide con la opinión de cierto sacerdote, escribiendo: "He aquí cómo se expresa, respecto a los sectarios de una de las primeras herejías, un digno sacerdote de Marsella, apellidado el Maestro de los obispos, que deploró con tanto dolor los trastornos de su época, que le llamaron el Jeremías del siglo V. «Los arrianos -dice- son herejes, pero no lo saben; son herejes para nosotros, pero no para ellos, puesto que se creen tan católicos que piensan que nosotros somos los herejes. Estamos convencidos nosotros de que creen ellos una cosa injuriosa para la generación divina que el Hijo es menor que el Padre; en cambio ellos creen que nosotros tenemos opinión injuriosa para el Padre, porque creemos que el Padre y el Hijo son iguales; la verdad está de nuestra parte, pero ellos creen tenerla de la suya».

«Tributamos a Dios el honor que le debemos, pero ellos pretenden también tributárselo pensando de modo que piensan. No cumplen con su deber, pero precisamente en lo que faltan a éste es en lo que creen que consiste el mayor deber de la religión. Son impíos, pero siéndolo creen tener la verdadera devoción. Se equivocan, pero es por un principio del amor hacia Dios, y aunque desconocen la verdadera fe, consideran la fe que sienten como el más perfecto amor hacia Dios. Nadie sabe cómo los castigará por su error el día del juicio el Juez soberano del universo, que los tolera con paciencia, porque conoce que su error dimana de la devoción»" (Del "Diccionario filosófico"-Libería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1950).

Gran parte de las herejías se resuelven si se considera prioritaria la moral predicada en los Evangelios, acatando la prioridad indicada por el propio Cristo. Voltaire escribió: "Predicadores, charlatanes, controversistas extravagantes, recordad que vuestro maestro no dijo nunca que el sacramento era el signo visible de una cosa invisible; que no admitió cuatro virtudes cardinales y tres teologales; que no examinó si su madre vino al mundo maculada o inmaculada; que nunca dijo que los niños que murieran sin bautizar serían condenados. Proclamó esta verdad tan antigua como el mundo: «Amad a Dios y a vuestro prójimo»".

"La moral no consiste en la superstición ni en las ceremonias, ni tiene nada de común con los dogmas. Nunca repetiremos bastante que los dogmas son diferentes en cada país y que la moral es la misma para todos los hombres que usan el don de la razón. La moral nace de Dios, como la luz, y las supersticiones sólo son tinieblas" (De "Moral" en el "Diccionario filosófico").

A continuación se transcribe un fragmento de un diálogo imaginario entre Voltaire y Cristo:

Voltaire: ¿Por qué os pusieron, pues, en el estado que os encuentro?
Cristo: Eran muy orgullosos y muy interesados; comprendieron que yo los conocía bien, y supieron que yo haría que los conocieran los demás ciudadanos; eran los más fuertes, y me quitaron la vida; sus semejantes harán siempre lo mismo si pueden a todo el que les haga justicia.

V: ¿Pero dijísteis o hicísteis algo que pudiera servirles de pretexto?
C: Cualquier cosa sirve de pretexto a los perversos.

V: ¿No les dijísteis un día que habías venido a traer la espada y no la paz?
C: Eso fue un error del copista; les dije que traía la paz y no la espada. Como yo no escribí nada, pudieran equivocar lo que yo dije sin tener mala intención.

V: ¿Será preciso que me decida por la Iglesia griega o por la Iglesia latina?
C: Para mí no hubo ninguna diferencia entre el judío y el samaritano, cuando yo estaba en el mundo.
V: Siendo así, os reconozco por mi único señor.
(De "Religión" en el "Diccionario filosófico")

Voltaire expresó el típico pensamiento de los iluministas al observar las contradicciones existentes entre la existencia de leyes naturales y las supuestas intervenciones de Dios en los acontecimientos naturales y humanos. Al respecto escribió: “Aquel que no esté iluminado por la fe no puede ver en un milagro sino una contravención a las leyes eternas de la naturaleza. No le parece posible que Dios desordene su propia obra; sabe que todo está unido en el universo por cadenas que nada puede romper. Sabe que siendo Dios inmutable, sus leyes también lo son; y que ninguna rueda de la gran máquina puede detenerse sin que se descomponga toda la naturaleza”.

“Si el Ser eterno, que todo ha previsto, todo ordenado, que gobierna todo por leyes inmutables, se contraría a sí mismo trastornando todas sus leyes, esto no puede ser sino en beneficio de la naturaleza entera. Pero parece contradictorio suponer un caso en el que el creador y el dueño de todo el mundo pueda cambiar el orden del mundo para bien de éste, pues o bien ha previsto la pretendida necesidad que de ello tenía, o no la ha previsto. Si la ha previsto, ha puesto orden desde el comienzo, si no la ha previsto, ya no es Dios” (De "Milagros" en el “Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1959).

sábado, 22 de mayo de 2021

Extravíos filosóficos

Se admite que religión, filosofía y ciencias sociales, deben contemplar la realidad, con sus leyes naturales, para orientar al ser humano hacia una mejor calidad de vida. Como la coherencia lógica de toda descripción hereda la coherencia del mundo real, por lo general la coherencia interna de toda descripción se dará en forma conjunta con la compatibilidad entre descripción y realidad. Este sería el significado de la expresión de Baruch de Spinoza: "El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas".

No siempre esto sucede por cuanto algunos filósofos, mediante elaborados pensamientos desvinculados de toda utilidad para la mejora individual y social, como también exentos de toda posibilidad de orientar en el conocimiento de la realidad, establecen sistemas con poca coherencia lógica y poca compatibilidad con el mundo real. Ismael Quiles escribió: “El valor de una filosofía ha de medirse, ante todo, en cuanto sea un reflejo fiel de la realidad. Por lo tanto, las afirmaciones, pruebas y conclusiones de una filosofía en tanto son válidas en cuanto reflejan o son teorías que dan una explicación razonable de los fenómenos experimentados: descripción objetiva e interpretación satisfactoria de la realidad son la primera condición de la filosofía. Lo contrario será un juego poético, una fábula mitológica, pero no filosófica”.

“Tratándose de la filosofía existencial esta exigencia se hace mucho más apremiante, ya que el existencialismo quiere aferrarse a la realidad concreta, pura, con la mayor prescindencia posible de una preelaboración lógica. Esta actitud es precisamente la cristalización extrema de esa tendencia de la filosofía moderna, que como fuerte reacción contra el idealismo ha tomado como lema la célebre frase de Husserl: «La vuelta a las cosas mismas»”.

“En segundo lugar es condición de toda filosofía el cuidado de ser coherente consigo misma. Dos afirmaciones que se destruyen, dan como resultado no afirmar nada. Dos posiciones que se anulan, dejan como saldo no adoptar ninguna posición. Tal vez esto no sea suficiente; porque es peor adoptar posiciones contradictorias que no adoptar ninguna”.

El planteo anterior lo establece el autor en su crítica a la obra de Jean Paul Sartre, entre cuyos errores atribuidos aparece la negación de los vínculos entre causas y efectos, asociados a la existencia de la ley natural; ley que puede definirse como “vínculo invariante entre causas y efectos”. La negación de la existencia de leyes naturales y la renuncia consiguiente a la coherencia interna, tienden a invalidar todo el esquema propuesto por el pensador criticado. Quiles agrega: “Todo el pensamiento humano, toda la estructura lógica humana, el lenguaje, el derecho, la moral, el arte, la técnica, las ciencias naturales y las ciencias exactas se apoyan en experiencias que no expresan otra cosa que alguno de los binomios sustancia y accidente, causa y efecto, potencia y acto, esencia y existencia”.

“Puede, sin duda ninguna, y debe estudiarse a fondo hasta qué punto se exagera ese dualismo y se lo utiliza a veces en una dialéctica que se aparta de la realidad. Pero de los abusos no se sigue que esta concepción sea fundamentalmente equivocada, ya que la experiencia es la que fundamentalmente nos la da. Negar rotundamente todos estos dualismos, y afirmar, como lo hace Sartre, que no hay más realidad que el fenómeno, que las cosas no tienen una esencia determinada, ni una potencia, ni una virtualidad, es lanzar afirmaciones contra la más evidente e inmediata experiencia”.

“No parece que una filosofía que comienza negando la realidad inmediatamente experimentada, poniéndose de espaldas contra la experiencia, pueda ser una auténtica filosofía. Si en el filósofo no aparece el cuidado de ser fiel a la realidad, no se le puede tomar tampoco en serio” (De “Sartre. El existencialismo del absurdo”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1949).

Lo esencial del ateísmo es la negación de un sentido de la vida inteligente asociada a la negación de un sentido implícito en el propio orden natural. Sin embargo, desde el sólo hecho de encontrar "reglas del juego" en todo lo existente, tal aspecto nos sugiere la existencia de un sentido implícito en ellas. La adaptación posterior es esencialmente la finalidad asociada a toda forma de vida. Al negarse la existencia de leyes naturales, o de vínculos entre causas y efectos, se niega lo esencial de la realidad.

En su libro "La náusea", el escritor francés vislumbra su actitud ante la vida. Quiles escribió al respecto: "¿Cuál es la concepción filosófica que Sartre tiene de la realidad del mundo y del hombre?...La primera novela o ensayo de Sartre quiere descubrir la verdadera realidad, el verdadero ser de la existencia humana. El personaje central...recibe un momento de iluminación en el que conoce qué es la realidad, qué es toda realidad. Y la realidad del mundo y de todo lo que le rodea, los hombres, las plantas, los árboles, las raíces, yo mismo, es que estamos ahí, simplemente, sin por qué, sin para qué, sin sentido, sin finalidad, como una masa inerte, petrificada. Y así es el hombre, así soy yo, así es todo el mundo. Naturalmente que el hombre, al hacer este descubrimiento, ha de tener asco (náusea) de la realidad, repugnancia de este absurdo realizado que es la existencia en sí misma, en la que indiferenciadamente se pierden todos los seres".

La visión de Sartre puede considerarse como un ateísmo extremo, ilustrativa de un pesimismo esencial que, en distintos grados, afecta a todos los ateísmos. Por lo general, se considera como ateo al que no cree en la existencia de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos; un Dios que interrumpe sus propias leyes naturales para responder a los pedidos humanos. De ahí que tal creencia implica una postura intermedia entre la inexistencia de leyes naturales (ateísmo) y la existencia de tales leyes, según la visión de la ciencia experimental. Tanto el paganismo como el teísmo serían posturas intermedias entre el ateísmo y la religión natural.

domingo, 16 de mayo de 2021

Ideologías que dividen

Todo conjunto de ideas lleva asociada cierta cantidad de información que influye de determinada manera en quienes la aceptan. Este es el medio por el cual se ejerce cierto gobierno mental desde el hombre sobre el hombre. Si la información transmitida resulta incompatible o poco compatible con la realidad, tal gobierno mental tiende a esclavizar al receptor haciéndolo dependiente del emisor. Por el contrario, si la información transmitida es compatible con la realidad, concretamente con las leyes naturales que rigen todos los acontecimientos humanos, el ideólogo es sólo un intermediario entre el orden natural y el ciudadano común, por lo cual no es adecuado decir que se trata de un gobierno mental humano, sino una forma indirecta de establecer el gobierno de la ley natural, o ley de Dios, sobre todo ser humano.

Si bien el cristianismo, basado en la empatía emocional, ha sido revestido de imágenes y conceptos que tienden a encubrir su carácter eminentemente ético, estableciéndose una falsa teocracia, es imprescindible apuntar hacia el surgimiento de una teocracia directa a través de la explicitación de las leyes naturales que rigen a todo ser humano, de manera de evitar, en lo posible, toda forma de intermediación.

Debido a la universalidad de la ley natural, que en el caso del ser humano implica su validez en cada uno de los habitantes del planeta, toda ideología que no contemple dicha ley, tiende a tener una validez parcial y a ser dirigida y aceptada sólo por un sector de la sociedad, creándose las condiciones favorables para las divisiones entre sectores y estimulando la violencia entre los mismos. Erich Fromm escribió: "Una ideología es un sistema de ideas. Hablando, por ejemplo, de la ideología conservadora, uno se está refiriendo al sistema de pensamiento conservador, etc. Este empleo del vocablo puede llamarse descriptivo. Pero desde mediados del siglo XIX se encuentran otros conceptos, más dinámicos. El concepto dinámico de la ideología que aquí empleo se basa en el reconocimiento del hecho de que el hombre tiene anhelos y pasiones hondamente enraizados en su naturaleza y en las condiciones mismas de la existencia humana".

"Esas necesidades inherentemente humanas son la libertad, la igualdad, la felicidad y el amor. Si esas necesidades quedan insatisfechas, ellas se pervierten, convirtiéndose en pasiones irracionales, como el ansia de sumisión, poderío, destrucción y otras por el estilo. En muchas culturas esas pasiones irracionales son las principales fuerzas impulsivas, pero sólo pocas sociedades admiten abiertamente que desean la destrucción o la conquista. La necesidad del hombre de creer que está movido por impulsos humanos y constructivos es tan grande, que hace que siempre disfrace (para sí mismo y para los otros) sus impulsos más inmorales e irracionales, haciéndolos aparecer como nobles y buenos" (De "¿Podrá sobrevivir el hombre?"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1974).

La empatía emocional hace que sintamos como propias las penas y las alegrías ajenas. De ahí que sea el proceso de supervivencia esencial de todo individuo e incluso de la humanidad. Sin embargo, siguen teniendo vigencia las ideologías que resaltan los "valores" nacionales, o los étnicos o de clase social, etc. Tales "valores", en realidad, son elecciones humanas que poco o nada tienen en cuenta a la mencionada empatía emocional, conduciendo a los conflictos políticos, religiosos o sectoriales que impiden que haya paz en el planeta. Fromm agrega: "La ideología sirve para tener unida a la gente y para hacer que se someta a aquellos que administran el uso debido del ritual ideológico; sirve para racionalizar y justificar toda la irracionalidad y la inmoralidad existente dentro de una sociedad. Al mismo tiempo, como la ideología contiene en sí misma la idea congelada, por así decirlo, satisface a los adherentes del sistema; ellos creen estar compenetrados íntimamente con las más fundamentales necesidades del hombre, con el amor, la libertad, la igualdad, la fraternidad, porque oyen y dicen esas palabras".

"Las ideologías son administradas por burocracias que fijan su significado. Estas desarrollan sistemas, deciden cuál es el pensamiento recto y cuál el erróneo, quién es el fiel y quién el herético; en una palabra, la manipulación de las ideologías se convierte en uno de los medios más importantes para el gobierno de las gentes a través del gobierno de sus pensamientos. Las ideologías van sistematizándose y adquieren su propia lógica; las palabras tienen un significado específico y -lo que es muy importante- ideas nuevas y aun opuestas se expresan en los términos de la antigua estructura ideológica de referencia".

El marxismo-leninismo es una ideología promotora del odio entre clases sociales. Sus adeptos son admiradores de Ernesto Che Guevara, que promovía el odio como una forma efectiva de lucha para, aparentemente, mejorar la sociedad. Sin embargo, tanto en la Venezuela chavista como en la Argentina peronista, tales seguidores asocian el odio a la gente decente. Tal incoherencia resulta un tanto llamativa para el lector desprevenido, pero no tanto para quien conoce los nefastos resultados producidos por tal ideología. Guevara expresó: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal” (Citado en “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2000).

La transición del peronismo hacia el kirchnerismo guevarista no ha sido un cambio demasiado importante por cuanto el propio Perón predicaba el odio en contra de los enemigos internos y externos, no del país, sino enemigos de su persona y opositores a su liderazgo. Algunas de sus directivas explican su actitud y dan respuesta parcial a la severa decandencia de un pueblo que mayoritariamente acepta sus planteos. Perón expresó:

“El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2-8-46)

“Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quien cuelga a quien” (13-8-46)

“Con un fusil o con un cuchillo, a matar al que se encuentre” (24-6-47)

“Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8-9-47)

“Vamos a salir a la calle de una sola vez para que no vuelvan nunca más ellos ni los hijos de ellos” (8-6-51)

“Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos” (31-8-51)

“Para el caso de un atentado al presidente de la Nación….hay que contestar con miles de atentados” (Plan político Año 1952)

“Se lo deja cesante y se lo exonera…por la simple causa de ser un hombre que no comparte las ideas del gobierno; eso es suficiente” (3era. Conferencia de Gobernadores, pág. 177)

“Vamos a tener que volver a la época de andar con alambre de fardo en el bolsillo” (16-4-53, horas antes del incendio de la Casa del Pueblo, la Casa Radical, la sede del Partido Demócrata Nacional y el Jockey Club)

“Leña…leña….Eso de la leña que ustedes aconsejan, ¿por qué no empiezan ustedes a darla?” (16-4-53)

“Hay que buscar a esos agentes y donde se encuentren colgarlos de un árbol” (16-4-53)

“Compañeros: cuando haya que quemar, voy a salir yo a la cabeza de ustedes a quemar. Pero entonces, si eso fuera necesario, la historia recordará la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros días. Los que creen que nos cansaremos se equivocan. Nosotros tenemos cuerda para cien años” (7-5-53)

“Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden contra las autoridades….puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten” (31-8-55)

“Y cuando uno de los nuestros caigan, caerán cinco de ellos” (31-8-55)

“Que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplastado” (31-8-55)

“Yo pido al pueblo que sea él también un custodio del orden. Si cree que lo puede hacer, que tome las medidas más violentas contra los alteradores del orden” (31-8-55)

“¡Ahh…si yo hubiese previsto lo que iba a pasar…entonces sí: hubiera fusilado al medio millón, o a un millón, si era necesario. Tal vez ahora eso se produzca” (9-5-70)

“Si yo tuviera 50 años menos, no sería incomprensible que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano” (30-12-72)

(Extractos del Diario “La Nación”, Domingo 4 de Marzo de 1973, página 11)

sábado, 15 de mayo de 2021

Terraplanistas, creacionistas,..., socialistas

El caudal de conocimientos adquirido por la humanidad supera ampliamente la capacidad de retención de la memoria de un ser humano en particular. A ello se le agrega el caudal adicional de información que se suma cada día, por lo que puede decirse que somos todos ignorantes, aunque en distinto grado. En este caso hablamos de una "ignorancia normal", natural e inevitable.

Reservamos el calificativo de ignorante, por lo tanto, a quien promueve una información falsa y un conocimiento falso, tal el que contradice abiertamente los hechos verificados fehacientemente y que no dejan lugar a dudas. Como ejemplo de ignorante, en el sentido indicado, puede mencionarse a los promotores de la creencia en la "Tierra plana". Quizá uno de los justificativos que invocan para su tarea divulgadora reside en que, en el pasado, varios genios, que contradecían las creencias de su época, fueron calificados inicialmente como locos. Olvidan también que muchos otros calificados de la misma forma, fueron efectivamente perturbados mentales.

Unos tres siglos AC, Eratóstenes observó la sombra proyectada por un mástil vertical a determinada hora del día. Comparó esa sombra con la de otro mástil, separado unos 600 kilómetros, a esa misma hora en otro día. Para medir esa distancia contrató a alguien que contaba sus pasos. Mediante conocimientos básicos de geometría pudo calcular la longitud de la circunferencia terrestre con un error bastante pequeño, comparado con las mediciones precisas de la actualidad. Se concluye que, desde hace unos 2.300 años, se conoce la esferidad de la Tierra y su tamaño, mientras que en la actualidad es puesta en duda por ignorantes con aspiraciones a genios.

Algo similar ocurre con los creyentes en la Tierra quieta, que se retrotraen a épocas anteriores a Copérnico. En este caso, el error se debe a que existe una equivalencia entre el estado de reposo y el movimiento rectilíneo uniforme. Si bien la Tierra y los planetas describen órbitas elípticas, casi circulares en varios casos, el movimiento en cada sector puede considerarse como rectilíneo por lo cual resulta indistinguible del estado de reposo. De todas formas, el movimiento terrestre, respecto de los demás cuerpos celestes, ha sido comprobado desde hace más de cinco siglos.

La equivalencia mencionada, conocida como "principio de relatividad", fue generalizada por Albert Einstein y extraídas todas sus consecuencias. Tal principio no tiene nada que ver con que "todo es relativo", como ligeramente concluyen quienes ignoran los aspectos básicos del movimiento. La aspiración de que todo sea "relativo" evitaría a los ignorantes el trabajo de tener que estudiar y pensar, y asimismo mantener la pretención de acceder a la cima social del conocimiento.

El caso de ignorancia generalizada más difundido es el de los creacionistas, quienes adhieren a la descripción del Génesis bíblico y rechazan la evolución biológica. Ignoran que la Biblia es un libro que busca inducir en la gente un comportamiento ético adecuado y no un libro de ciencia especializada. La evolución biológica es un hecho, y no sólo una teoría, por lo que en realidad los "creyentes" rechazan la forma en que Dios, o el creador, hizo al mundo. Puede decirse que se trató de una creación indirecta, ya que el supuesto creador hizo muy sabiamente las leyes de las partículas elementales para generar luego átomos, moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente.

Mientras que el científico adopta como referencia las leyes naturales, o leyes de Dios, el fanático religioso adopta como referencia algún libro sagrado, escrito por seres humanos. Entonces, el verdadero "creyente" es el científico, porque reconoce, estudia y describe tales leyes, mientras que el fanático "religioso" las rechaza abiertamente. También rechaza el criterio adoptado por el creador para hacer al mundo. Ernesto Carmena escribió: "Un millonario ha hecho realidad el sueño de los creacionistas yanquis en la mismísima patria de Darwin: conseguir que en clase de ciencias naturales se dedique el mismo tiempo a la evolución y a la creación bíblica. Sir Peter Vardy, que además de rico es fundamentalista cristiano, ha pagado mucho dinerito para cofinanciar con el Estado la construcción de varias escuelas de enseñanza secundaria".

"Eso le ha otorgado influencia a la hora de decidir quiénes son los profesores contratados y qué han de aprender sus alumnos. En todos esos centros, junto a la evolución biológica, se está enseñando la creación según la Biblia. Los profesores dan la misma importancia a ambos puntos de vista. «Que los niños decidan», dijo el millonario en una entevista" (De "El creacionismo ¡vaya timo!"-Editorial Laetoli SL-Pamplona 2006).

Algo similar ocurre con el socialismo, un sistema económico que se opone a la libertad elemental de cada ser humano como también a la ética natural, produciendo fracasos en cada lugar en donde fue puesto a prueba. Mientras que, en las sociedades normales, es la empatía emocional el vínculo que une a los seres humanos (o que nos debería unir), el socialismo une a sus adeptos en el odio común hacia el enemigo, por lo que constituye un sistema disolvente y antisocial, a pesar de su equívoca denominación. Hans von Hentig escribió: "Los enemigos comunes unen mucho más íntimamente que la amistad. Entre los enemigos se cuentan los padres, los maestros, la policía, incluso los adultos todos. Ellos son los contrarios, los adversarios en torno, contra los que hay que luchar conjuntamente" (De "Estudios de psicología criminal"-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1965).

Luego de la caída del muro de Berlín, se habló de tres unificaciones: de Alemania, de Europa y del lenguaje. Ralf Dahrendorf escribió: "Escuché a André Fontaine hablar sobre las tres reunificaciones que estamos experimentando: la reunificación de Alemania...; la reunificación de Europa...y la «reunificación del lenguaje». Fontaine nos recuerda «la hueca retórica del pasado», los muchos diálogos sordos, el intercambio de trivialidades en las negociaciones políticas, conferencias eruditas y hasta encuentros personales".

"Fontaine podría haber hablado también de los absurdos balances establecidos entre los sistemas: ustedes no tienen censura, pero nosotros no tenemos desempleo; los derechos sociales compensan la ausencia de derechos políticos. Toda esa hipocresía se desvaneció repentinamente como un mal sueño al llegar el día. Fontaine cuenta de un seminario Este-Oeste con disidentes, emigrados y gentes que se habían quedado en sus respectivos institutos y academias del Este, «y todos ellos usaban las mismas palabras y los mismos conceptos y hablaban las mismas cosas»".

"La reunificación del lenguaje encierra una historia que es necesario contar. Dos sistemas basados en dos maneras diferentes de ver el mundo necesitaban dos idiomas. ¿Cómo presentaba George Orwell la «neolengua»? «La intención de la neolengua -escribió en 1984- no es únicamente suministrar un medio de expresión para la visión del mundo y los hábitos mentales propios de los partidarios del ingsoc -la ideología dominante-, sino hacer imposibles todas las otras formas de pensamiento»".

"Al aceptar que el otro lado usaba sus propios conceptos y frases, los dos sistemas permanecían estabilizados. Mientras los dos lenguajes se mantuvieran, nada podía cambiar. Estábamos acostumbrados al hecho de que hasta las nociones valiosas como la democracia o los derechos humanos tenían significados diferentes en uno y otro lado del Telón de Acero".

"Uno trataba de leer entre líneas, de escuchar los más leves matices para detectar señales de cambio, y aun si conversaba con alguien mano a mano en paseos por la playa o por el bosque, generalmente lo máximo que podía surgir era una pomposa declaración conjunta".

"Ahora nos reunimos y hablamos como lo haríamos en cualquier lado. Podemos necesitar intérpretes, pero no necesitamos lo que Orwell llamó «traducción ideológica». Esto significa que el lenguaje ya no sirve para estabilizar dos sistemas. La conversación y la discusión pueden cambiar realmente los puntos de vista. Hemos entrado en una era de cambio. Un terrible muro se ha desmoronado y está en vías de ser retirado totalmente" (De "Reflexiones sobre la revolución en Europa"-Emecé Editores-Barcelona 1991).

Dos personas que hablan distintos idiomas no podrán comunicarse, de igual forma en que dos personas que hablan el mismo idioma no podrán hacerlo si otorgan diferentes significados a algunas palabras. Este es el caso del liberal y del socialista. Mientras que el primero sigue otorgando un similar significado, tradicional o histórico, a la palabra "democracia", el socialista acepta el significado con que los alemanes del Este denominaron a la antigua República Democrática Alemana, precisamente la Alemania totalitaria que construyó el muro de Berlín.

En una conversación entre ambos, parecen ponerse de acuerdo cuando afirman que el mayor problema es el "problema moral", pero, mientras el primero se refiere a un problema de toda la sociedad, el socialista lo asigna exclusivamente al sector empresarial y productivo. Luego, el liberal puede concluir en que los problemas se han de solucionar "mediante la educación", criterio aceptado por el socialista. También en este caso la coincidencia es aparente por cuanto para el primero se trataría de un educación basada en una moral cristiana o natural, mientras que para el socialista será un adoctrinamiento marxista-leninista.

Con la justicia social ha de suceder algo similar. Para el liberal la creación de riqueza ha de asociarse a la propiedad privada, para luego establecer un intercambio, vía laboral, con otros productores. Con ello se trata de evitar la exclusión social de los posibles parásitos sociales. Para el socialista, por el contrario, justicia social implica igualdad económica bajo el lema: "De cada uno según su capacidad; a cada uno según su necesidad", a pesar de los resultados negativos.

El socialista aspira a que el sector empresarial deje de tener ganancias para promover la igualdad económica o social. La única riqueza y la única desigualdad que acepta es la del político que, desde el Estado, protege al pueblo del empresariado y considera como justo el enriquecimiento desmesurado de tal político.

Mientras que el pensamiento científico procede a establecer hipótesis que se van acercando a la verdad en forma paulatina, mediante prueba y error, el socialista establece razonamientos como el siguiente:

Tesis: 2 + 2 = 4
Antitesis: 2 + 2 = 5
Síntesis: 2 + 2 = 4,5

Luego aplica el mismo proceso por lo que el error se va haciendo cada vez mayor, a la inversa del proceso científico con el que se busca reducir el error lo más que se pueda.

jueves, 13 de mayo de 2021

El conflicto palestino

Por Marcos Aguinis

EL ALZHEIMER Y LOS PALESTINOS

Un chiste macabro dice que la enfermedad de Alzheimer brinda un gran beneficio: permite conocer gente nueva todo el tiempo....

Pero causa el enorme daño de borrar la historia. Y esto no es un chiste. La tragedia palestina, al marginar la historia, obtura vías de solución al largo conflicto. Aba Evan afirmó que los palestinos "no pierden la oportunidad de perder la oportunidad". Y esto es así porque no recuerdan sus propios errores y, en consecuencia, no advierten que pueden hallar su prosperidad a la vuelta de la esquina.

¿Qué cosas tan importantes han olvidado? Por razones de espacio, sólo puedo brindar una síntesis.

La región de Palestina estaba bajo el mando colonial de Gran Bretaña por decisión de las potencias que triunfaron en la Primera Guerra Mundial, para impulsar la creación de un Hogar Nacional Judío. Era entonces un territorio casi totalmente desierto, aunque su comunidad judía venía profundizando su lucha reconstructiva y emancipadora desde finales del siglo XIX. Había decidido resucitar el Estado donde había nacido hacía más de tres mil años, donde escribió la Biblia, donde fijaba sus sentimientos más hondos y donde luchó heroicamente contra la invasión de sucesivos imperios.

Inauguró el siglo XX fundando los originales kibutzim (granjas colectivas democráticas) y construyó con entusiasmo febril escuelas, hospitales, caminos, teatros, forestó pedregales, canalizó el agua y hasta edificó la ciudad de Tel Aviv sobre dunas de arena. Creó la primera universidad, la primera orquesta filarmónica y el primer instituto científico del Medio Oriente. Puso en funcionamiento complejos aparatos administrativos y organizó precarias fuerzas de defensa. Todo esto, antes de proclamar su Independencia.

Gran Bretaña había traicionado su misión de crear un Hogar Nacional Judío, porque pretendía quedarse allí para siempre. Hasta amputó dos tercios del territorio y creó el títere Reino Hashemita de Transjordania, donde fue prohibida la presencia de judíos (Judenrein) aun antes de que nacieran las leyes nazis (notable pecado inglés). Contaba con el apoyo de la Liga Árabe que ella misma había ayudado a fundar.

Cuando ya no podía detener el impulso independentista judío Londres elevó el problema a las Naciones Unidas con la esperanza de que fuera condenado. Pero la ONU formó un comité integrado por países neutrales que recomendaron el fin del tiempo colonial y la partición de lo que quedaba de Palestina (es decir, Cisjordania) en dos Estados, uno árabe y otro judío. Las fronteras del Estado judío fueron dubujadas según las poblaciones predominantemente judías y el resto fue adjudicado al Estado árabe. Ambos se mantendrían unidos por cruces territoriales y la complementación económica. Era un arbitraje salomónico y esperanzador en aquel momento.

¿Qué pasó de inmediato? Los judíos aceptaron el veredicto. Aunque no se les hacía un regalo, porque el Estado de Israel ya existía gracias al sudor de sus habitantes: sólo se legitimaba su anhelo de soberanía. En cambio, los árabes rechazaron la oferta y proclamaron su intención de arrojar a todos los judíos al mar. Ese era el objetivo: no crear un Estado árabe independiente, sino hacer desaparecer a los judíos. Apenas fue arriada la bandera de Albión, siete ejércitos árabes violaron la decisión de las Naciones Unidas y se arrojaron sobre el exiguo territorio que se había asignado a Israel.

Los judíos carecían de suficientes armas, porque nadie se las vendía debido a su improbable sobrevivencia. En conclusión, si la agresión árabe hubiese triunfado, no existiría el Estado de Israel. Pero la historia fue distinta. Los judíos venían de gigantescos padecimientos y no cedían ante ningún ataque. Los árabes iniciaron la desigual guerra, pero la perdieron. No conformes -o resentidos-, expulsaron a centenares de miles de judíos de sus países, donde sus comunidades estaban arraigadas desde hacía centurias. Un número equivalente de árabes huyeron o fueron expulsados de los territoriso que ganaron los judíos. Pero mientras los judíos expulsados eran recibidos por el flamante -pero aún muy pobre Israel-, los árabes de Palestina no fueron bienvenidos por sus hermanos, sino encerrados en miserables campamentos de refugiados con la promesa de un utópico retorno.

La comunidad mundial empezó a enviar mucho dinero para estos refugiados árabes. Pero en vez de mejorar sus vidas, fueron condenados a vegetar durante generaciones y sufrir la estafa de sus dirigentes, que se llevaban la parte del león. Es indiscutible que la tragedia de los árabes palestinos fue generada por los dirigentes árabes: si hubiesen actuado con sensatez, en 1947 habría nacido un Estado árabe de Palestina junto al Estado judío de Israel.

Luego de la guerra, los países vencidos se apoderaron de lo que quedaba de Palestina, como si fuera un botín. La Franja de Gaza pasó a ser administrada por Egipto, y Cisjordania fue anexada por el reino de Transjordania. Subrayo: anexada, no ocupada. Cambió su nombre de Transjordania por Jordania (ambos lados del río Jordán). En consecuencia, los territorios que hubieran correspondido al Estado árabe palestino fueron devorados por sus hermanos, no por Israel. Palestina dejó de existir. Durante diecinueve años ni una sola voz egipcia, jordana ni los que ahora se llaman palestinos reclamó convertir esas tierras en un Estado independiente, con Jerusalén Este como capital.

Dicha Jerusalén Este había quedado en manos jordanas, es cierto, pero no fue convertida en capital de Jordania ni de Palestina ni fue a visitarla ningún jefe de Estado árabe. Era un villorrio sucio y marginal donde, eso sí, se destruyeron más de cincuenta sinagogas, se arrancaron lápidas del Monte de los Olivos para construir letrinas y se prohibió el acceso de los judíos al Muro de los Lamentos. El rey Abdullá dijo que no le gustaba permanecer en Jerusalén por el exceso de moscas. La ONU y el mundo, calladitos... Los árabes de Cisjordania dejaron de llamarse árabes palestinos para ser árabes jordanos. Así figuraba en sus documentos, como puede verificarse con gran facilidad.

En otras palabras, los árabes de Palestina perdieron otra vez, y durante diecinueve años, la oportunidad de proclamar su Estado independiente de Gaza y Cisjordania. ¡Eran territorios en manos de países árabes, no de Israel!

Llegó el año 1967. Los Estados árabes, impulsados por el presidente Gamal Abdel Nasser, decidieron terminar de una buena vez con la existencia de un Estado democrático y plural como Israel, verdadero incordio para el clima totalitario de la región. Bloquearon el golfo de Akaba y exigieron el retiro de las tropas de las Naciones Unidas estacionadas en la península de Sinaí para evitar el encontronazo de los enemigos. Pese a los desesperados ruegos del Estado judío, las Naciones Unidas obedecieron al presidente Nasser y le brindaron luz verde para perpetrar otro Holocausto. Sin embargo, contra muchos pronósticos, Israel no tenía vocación suicida y no esperó que fuera demasiado tarde. Poco antes de que la mano del verdugo le estrangulase el cuello, estalló la Guerra de los Seis Días.

La victoria israelí fue asombrosa. Pero no cambió la realidad: Israel seguía siendo un pequeño Estado en medio del océano árabe. En consecuencia, con realismo, tendió la mano a sus enemigos y ofreció negociaciones de paz que incluían la devolución de territorios con obvios ajustes que mejorasen su seguridad. Los líderes árabes se reunieron en Khartún para dar su respuesta. Y la respuesta fueron los arrogantes y famosos Tres No: no reconocimiento, no negociaciones, no paz con Israel.

Los palestinos volvieron a perder esta nueva oportunidad. ¿No lo recuerdan?

Ahora se suele también olvidar que un halcón como Menajem Beguin, para obtener la paz con Egipto, le reintegró generosamente hasta el último grano de arena del Sinaí. Y además le obsequió pozos petrolíferos, rutas, aeropuertos, los complejos turísticos de Taba y Sharm El Sheik y hasta desmanteló la ciudad judía de Yamit, construida entre Gaza y el Sinaí. Vale la pena enfatizar que quien estuvo a cargo de la penosa tarea de sacar a los colonos israelíes fue el general Ariel Sharon.

Salteo otros hechos para no extenderme demasiado. Me referiré a una magnífica y ya nebulosa nueva oportunidad desperdiciada. Sucedió en la reunión de Camp David II. El premier israelí era Ehud Barak, más pacifista que el recordado Itzhak Rabin, y le cedió a la Autoridad Nacional Palestina todo lo que pretendía (menos la autodestrucción, por supuesto). Arafat replicaba con un monocorde "¡No!". El presidente Clinton le reprochó, irritado: "Basta de decir no: ¡haga sus propias propuestas!". No las hizo. No las hizo porque hubieran conducido a la paz.

El premier israelí volvió triste: había ofrecido, sin resultado, mucho más de lo que su pueblo aceptaría. Arafat volvió alegre, haciendo la V de la victoria, porque continuaría la guerra que lo consagraba a la primera página de los diarios; su vida de combatiente le otorgaba más laureles que la aburrida administración de un país. Tras pocos días lanzó la segunda y criminal Intifada contra el concesivo Barak. Más le daban, más agredía.

Digámoslo sin antifaz: entre la creación de un Estado palestino pacífico y la promocionada Intifada, ¡Arafat eligió una y otra vez la Intifada! Si ahora no existe un Estado palestino independiente, es por voluntad de la dirigencia palestina, no de Israel. Hay que denunciar esta verdad simple y dura, de lo contrario se ahondará la estéril tragedia que enluta al Medio Oriente y demora una solución que está al alcance de la mano.

La enfermedad de Alzheimer impide recordar que esta segunda Intifada fue incluso decidida antes de Camp David II, como confesó el ministro palestino de Comunicaciones. No estalló contra el firme Sharon, que ni siquiera era ministro, sino contra el pacifista Barak,quien durante los cinco meses que le quedaban de gobierno recurrió a todas las declaraciones y negociaciones posibles, directas e indirectas, para que cesara la violencia y continuase el proceso de paz.

No hubo caso, no hubo un solo día sin ataques palestinos y el efecto inevitable fue el triunfo electoral de Sharon, a quien se consideraba un extremista. Pero fue Sharon quien, a su turno, evacuó la Franja de Gaza para darle a los árabes la oportunidad de comenzar a construir su Estado de modo pacífico. La Franja de Gaza no siguió esa ruta, sin embargo, sino que se convirtió en un disparador permanente de ataques a las poblaciones israelíes vecinas, con bombas, misiles y túneles. Otra oportunidad perdida. ¿Y van cuántas?

Otro ofrecimiento más de paz lo formuló el premier Olmert, tan generoso como el de Barak. Tras infructuosas conversaciones con el presidente de la Autoridad Palestina, no pudo llegar a una respuesta positiva. Mientras, en las mezquitas, escuelas y medios de comunicación se seguía y se sigue incitando a los ataques contra los israelíes, ahora con el condimento del suicidio. ¿Semejante conducta ayuda a una solución razonable?

Desde hace décadas en Israel activa el Movimiento "Paz Ahora", que dinamiza a un millón de adherentes. ¿Qué movimiento por la paz existe entre los palestinos? No pido que reúnan cien mil, ni diez mil. ¡Me conformo con sólo mil! Pero eso no es posible porque su dirigencia ha estimulado la pérdida de la memoria y un desmesurado crecimiento del odio. Los judíos, después del Holocausto, no se dedicaron a matar alemanes, pero los palestinos, después de cada nueva frustración, se dedican a matar judíos. "Habrá paz -dijo Golda Meir- cuando amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros". Esto también es una simple y dolorosa verdad.

(De "Incendio de ideas"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2017)

lunes, 10 de mayo de 2021

El cristianismo y sus opositores

La evolución biológica nos ha provisto de la empatía emocional; el medio por el cual tenemos la posibilidad de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Dicho proceso constituye el más importante medio para asegurar la supervivencia individual y colectiva de la humanidad. El fundamento de la ética cristiana es justamente la empatía emocional. Sin embargo, muchos detractores del cristianismo se oponen abiertamente a la difusión de una ética que constituye la salvación de la humanidad, no en el sentido histórico de salvarnos de un castigo eterno en el más allá, sino de un castigo inmediato asociado a la disolución social provocada por una anulación de la empatía (con el predominio del egoísmo) o bien con la adopción de una contra-empatía (con el predominio del odio).

El camino para la solución de la mayor parte de los problemas humanos consiste en adoptar una actitud o predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, adoptando una moral social indistinguible de la moral individual o familiar. Con tal actitud no sólo nos aseguramos el logro del bien sino también alejarnos del mal; nadie tendrá la menor predisposición a perjudicar a los demás por cuanto, al compartir sus penas, será nuestro propio malestar.

A pesar de lo simple y elemental que resulta este proceso regenerador de las diversas sociedades, nos encontramos muchas veces con opositores extremos. Entre los argumentos esgrimidos se aduce una oposición entre cristianismo y ciencia experimental. Sin embargo, la empatía emocional ha sido fundamentada desde tiempos inmemoriales mediante una introspección personal; adicionalmente se ha encontrado en las neuronas espejo a las causantes que permiten tal proceso. Es oportuno mencionar que el cuarteto fundador de la mecánica y la astronomía fue adherente al cristianismo, tales los casos de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. También lo fue el terceto fundador del electromagnetismo: Faraday, Ampere y Maxwell.

Otros opositores niegan la existencia de Cristo, aduciendo que fue una persona ficticia creada por sus supuestos seguidores. En este caso, la validez de la ética cristiana mantendría su vigencia. Desde el punto de vista científico, poco importan los atributos personales asociados al creador de una hipótesis verificada, ya que lo importante es la compatibilidad de tal hipótesis con la ley natural.

Este tipo de oposición es común cuando se busca rebajar a alguien históricamente trascendente o muy popular. Así, algunos atribuyen a la primera mujer de Einstein, física de profesión, haber realizado las teorías que luego aparecieron bajo la autoría del notable físico. Sin embargo, el abismo mental existente entre Einstein y tales “rebajadores” se mantendría entre la mujer de Einstein y ellos, en forma similar.

Cuando The Beatles están en su apogeo, no faltaron las mentes dubitativas que negaban que Lennon y McCarney fueran los autores de la mayoría de sus canciones, sino que las comprarían a un “autor anónimo” para luego mostrar una falsa autoría. El éxito ajeno casi siempre resulta doloroso para muchos. No comparten penas y alegrías ajenas, sino que invierten las emociones entristeciéndose por las alegrías ajenas y alegrándose por sus penas.

Entre los detractores de Cristo se encuentran algunos que dudan de su capacidad mental. Juan José Sebreli escribió: “Jesús ignoró la filosofía helénica; no estaba capacitado para comprenderla, por su exigua formación, y por otra parte no se encontraba nadie en Galilea y en su modesto entorno que pudiera enseñársela” (De “Dios en el laberinto”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2017).

En el ámbito científico, por lo general, se mide la capacidad intelectual en la habilidad para encontrar nuevas leyes naturales, y no en la habilidad para entender opiniones de otros seres humanos. Además, es absurdo medir la inteligencia de un individuo en función de la capacidad para entender escritos oscuros y sinsentido de algunos filósofos en particular. Afortunadamente, Cristo no conoció a los filósofos griegos, pero encontró perdido, en alguna parte del Antiguo Testamento, al “amarás al prójimo como a ti mismo”, rescatándolo de su lugar secundario.

Si Cristo hubiese conocido los escritos de Platón, uno de los principales filósofos griegos, habría advertido, posiblemente, que se trataba del ideólogo precursor de los totalitarismos, organización social que en el futuro habría de producir las mayores catástrofes sociales de la historia de la humanidad. Estas fueron dirigidas por Mao Tse-Tung, Stalin y Hitler, principalmente.

El citado autor escribió: “Tampoco dejó las bases para una teología ni filosofía cristiana; no conocía demasiado la teología judía pues la desdeñaba”. Sin embargo, Cristo intentó darle a la religión hebrea el carácter eminentemente ético que nunca debió perder, por lo que dijo: “No creáis que vine a abolir la Ley o los profetas; no vine a abolir, sino a dar plenitud” (Mt). Las opiniones del opositor Sebreli son de difícil comprobación; al menos muestran una tendencia a encontrar todo negativo en el cristianismo y poco o nada positivo. Sería interesante que opinara algo en contra de la empatía emocional y del amor al prójimo, en lugar de hacerlo con lo accesorio y lo secundario.

Sebreli, posiblemente, carece de la natural empatía emocional por tener una fe negativa respecto del mandamiento cristiano. Además, la idea de amar al prójimo a partir de una previa actitud poco favorable, resulta algo casi sin sentido. De ahí la expresión evangélica: “No se echa el vino nuevo en odres viejos, porque entonces se rompen los cueros, y se pierden el vino y los cueros; sino que el vino nuevo se echa en cueros recientes, y se conservan ambas cosas” (Mt).

La Unión Europea eligió darle vía libre al islamismo con su Guerra Santa y los atentados terroristas contra su población estable para dejar de lado la paz asociada al amor al prójimo. También en este caso la opinión de Sebreli es favorable: “La Iglesia Católica presionó a los redactores de la constitución de la Unión Europea, propuesta en Roma en 2004, para que mencionara explícitamente «las raíces cristianas» de esa comunidad. Los constitucionalistas, con buen criterio, decidieron suprimir toda identificación filosófica y religiosa que, con seguridad, traería conflictos y exclusiones”.

Muchos opositores consideran como “cristianismo”, no a los Evangelios y a las prédicas cristianas, sino a lo que hacen y dicen sus seguidores. De ahí que negar en una Constitución el agregado de la empatía emocional, como base sustancial de toda ética y de todo orden social, ha resultado desaconsejable, si bien ha de ser el tiempo el que verificará, o no, tal presunción.

También el citado autor niega la universalidad del cristianismo. Sin embargo, es fácil advertir que la palabra “prójimo” implica cualquier persona; cualquier habitante del planeta, por cuanto la empatía emocional es una ley natural que rige en todo ser humano. Y de ahí la evidente universalidad del cristianismo. Al respecto, Sebreli escribió: “Los Evangelios son apasionados panfletos de propaganda carente de objetividad. Las investigaciones históricas actuales más serias, acompañadas por los estudios arqueológicos, entran en conflicto con la mayor parte de lo narrado en los libros sagrados”.

Las opiniones adversas a los Evangelios ya están previstas en ellos. Cristo dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los listos y las has revelado a los insignificantes” (Mt).

Si reemplazamos la palabra “Dios” por “Orden natural”, se advierte una compatibilidad entre religión y ciencia experimental. Si ese Dios no interviene en los acontecimientos humanos, respetando la invariabilidad de la ley natural, se tiene una religión natural, que es esencialmente el cristianismo.

viernes, 7 de mayo de 2021

El Dios justiciero y vengativo

La creencia en un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, interrumpiendo la ley natural, ha sido una fuente de incoherencias lógicas por cuanto, para compatibilizar tal idea con la realidad, se hace necesario caer en contradicciones insalvables. Así, mientras se postula que hemos sido hechos "a imagen y semejanza de Dios", y mientras Cristo predica la abolición de todo tipo de venganza, la teología bíblica indica que Dios es un ente justiciero y vengador que no perdona los pecados cometidos por los seres humanos imponiéndoles severos castigos. De ahí una diferencia esencial entre los atributos asignados a Dios y los mandamientos que Cristo propone a los seres humanos, no para hacerlos semejantes al Dios del Antiguo Testamento, sino como un medio para acercarse a la idea que el propio Cristo se hace de Dios, y para evitar todo tipo de venganza contra sus semejantes.

Podemos leer en un libro de teología básica: "Mientras que es cierto que el significado pleno de la muerte de Cristo no se puede abarcar en una o dos simples declaraciones a manera de lemas, es no menos cierto que su significado central puede y debe ser enfocado sobre varias ideas muy básicas. Hay cuatro de tales doctrinas básicas: la muerte de Cristo fue una sustitución por los pecadores, una redención respecto al pecado, una reconciliación con relación al hombre, y una propiciación en lo que toca a Dios".

"La expiación por sustitución, o vicaria, significa simplemente que Cristo sufrió como un sustituto por nosotros, es decir, en vez de nosotros, lo que redundó en beneficio de nosotros al proveer un pago por nuestros pecados".

"El hombre podría expiar sus pecados personalmente sólo si pudiera sufrir eternamente por la penalidad en que incurrió por el pecado. El hombre, por supuesto, nunca podrá lograr eso, así que, en su Amor y compasión, Dios intervino en una situación irremediable y nos dio un vicario en Jesucristo, quien sí proveyó una satisfacción eterna por nuestro pecado" (De "Teología básica" de Charles C. Ryrie-Editorial UNILIT-Miami 1993).

Los mandamientos de Cristo van dirigidos a los seres humanos para evitar pecados futuros, siendo su muerte una exigencia de la tradición religiosa de su época. Sin embargo, como en el Antiguo Testamento se caracteriza a Dios como violento y vengativo, se interpreta esa muerte como una compensación hacia ese Dios por los pecados en el pasado. En realidad, Cristo busca, no tanto satisfacer las exigencias de un Dios vengativo sino que busca evitar el sufrimiento humano tanto en el presente como en el futuro.

Una interpretación que contempla tanto las exigencias de Dios como las ventajas del ser humano, es la segunda de las alternativas mencionadas por el citado autor, quien escribió: "La redención se puede resumir de tres maneras básicas. (1) Las personas son redimidas de algo; a saber, de la esclavitud del pecado. (2) Las personas son redimidas por algo; que es el pago de un precio, la sangre de Cristo. (3) Las personas son redimidas para algo; a saber, para un estado de libertad; y entonces son llamados a renunciar a esa libertad por la esclavitud al Señor que los redimió".

La siguiente interpretación es la de la reconciliación entre Dios y los seres humanos. "La reconciliación significa un cambio de relación, de la hostilidad a la armonía y paz entre dos partidos. Las personas pueden ser reconciliadas la una con la otra, y las personas han sido reconciliadas con Dios".

"El mundo ha sido reconciliado, pero las personas tienen que reconciliarse. La reconciliación universal cambia la posición del mundo de una condición insalvable en una salvable. La reconciliación individual por la fe, realmentre trae esa reconciliación a la vida del individuo y cambia la posición de esa persona de no salvada a salva. Entonces, y solamente entonces, sus pecados son perdonados, aunque se hizo pago por ellos en la cruz".

En realidad, lo que evita los pecados, no es la fe, sino el cumplimiento de los mandamientos bíblicos, al menos según la prioridad que el propio Cristo indicó. Ello implica que quien no adhiere al cristianismo o ignora su existencia, pero ama al prójimo como a sí mismo, está exento de pecado cada vez que pone en práctica esa actitud o predisposición. La fe sólo es un medio para el cumplimiento de los requerimientos éticos propuestos en la Biblia.

La cuarta interpretación es la denomina propiciación. Charles C. Ryrie escribió al respecto: "Propiciación significa apartar de la ira por medio de una ofrenda. Con relación a la soteriología, la propiciación significa aplacar o satisfacer la ira de Dios por medio del sacrificio expiatorio de Cristo".

"La realidad de la ira de Dios crea la necesidad de apaciguar esa ira, o de una propiciación. Aunque esa idea es pagana para el liberal, la verdad es que la ira de Dios es una enseñanza clara tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo".

Según se relata en la Biblia, en épocas de Noé, Dios se decide a eliminar a la población humana debido a sus pecados, encargando a Noé la construcción del arca para salvar a una pequeña parte de la vida existente para reiniciar luego una humanidad mejor que la anterior. En el Génesis se puede leer: "Y dijo Yavé: Borraré a los hombres que he criado sobre la faz de la Tierra, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo, porque me arrepiento de haberlos hecho".

"Y murió toda carne que se mueve sobre la Tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre".

Esta forma depuradora de parte de la humanidad se ha visto en las acciones de Gengis Kan, Mao, Stalin y Hitler, especialmente. De ahí que las prédicas cristianas estén muy poco relacionadas con el Dios del Antiguo Testamento, a menos que Dios haya cambiado esencialmente de actitud. De ahí que pueden sacarse dos conclusiones necesarias:

1- La Biblia ha sido escrita por seres humanos inspirados en la idea de Dios, y no, como muchos creen, que fue dictada a los hombres por el mismo Dios.
2- La Biblia trae información sobre cuestiones éticas, como el bien y el mal, y no información precisa de cómo funciona el universo.

Es interesante advertir que muchos creyentes han vivido aterrorizados ante la supuesta existencia de un Dios justiciero y vengativo, implicando tal temor una limitación seria a la libertad individual, especialmente en el ámbito de las ideas y del pensamiento. Tales efectos no han de haber sido demasiado distintos a los padecimientos mentales de quienes vivieron bajo los Estados totalitarios del siglo XX.

Voltaire opina acerca de los rituales religiosos como una forma de calmar la ira de un Dios violento. Al respecto escribió: "Es natural que una aldea, asustada por los truenos y los rayos, afligida por la pérdida de las cosechas, maltratada por la aldea inmediata, al conocer su debilidad, creyera que existía en todas partes un poder invisible y se figuraba que existía un ser superior a nosotros, del que provenía el bien y el mal".

"La aldea, pues, al principio se concretaría a decir: «Existe un poder que truena, que graniza, que mata a nuestros hijos, apacigüémoslo; ¿pero cómo hemos de apaciguarlo? Hemos observado que calmamos la cólera de los que están irritados haciéndoles algunos presentes; pues hagamos presentes a ese poder»" (Del "Diccionario filosófico"-Librería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1950).