lunes, 24 de mayo de 2021

La persona normal

Desde el momento en que se considera la existencia de personas mental o moralmente limitadas, o anormales, se presupone la existencia de personas normales, cuyos atributos es necesario describir de manera de fijarlos como objetivos a alcanzar. Por lo general, se habla de normalidad de una persona cuando pone en evidencia la mayor parte de los rasgos personales predominantes en la sociedad en que vive. Al respecto, Kurt Schneider escribió: “Con una norma de valor, cuyo contenido eventual escapa a toda discusión científica, la psicología no puede trabajar, como se deja entender”.

“Por tanto nos atenemos a la norma del término medio. Con relación al contenido de «normal término medio» determinamos así las personalidades anormales: personalidades anormales son variaciones, desviaciones de un campo medio, imaginado por nosotros, pero no exactamente determinable, de las personalidades humanas. Desviaciones hacia el más y hacia el menos, hacia arriba o hacia abajo”.

“Es indiferente, pues, que estas desviaciones de la normalidad media correspondan a valores positivos o negativos en el aspecto ético o social. Partiendo de esta normalidad media, es exactamente tan anormal el gran poeta o el santo como el criminal: los tres caen fuera del término medio de las personalidades”.

“Es evidente que todas las personalidades de alguna manera singular o extraña, especialmente destacadas por algún rasgo de su modo de ser, tienen que incluirse en este concepto. Personalidades psicopáticas son aquellas personalidades anormales que sufren por su anormalidad, o hacen sufrir, bajo ella, a la sociedad. Esa delimitación es arbitraria y se basa sólo en razones prácticas” (De “Las personalidades psicopáticas”-Ediciones Morata-Madrid 1943).

La "normalidad de los promedios" conduce a aceptar que toda sociedad está compuesta mayoritariamente por personas normales, y minoritariamente por personas anormales, lo que implicaría casi una situación ideal. Sin embargo, los serios problemas conductuales indican que en la mayoría de las sociedades actuales quedan muchos aspectos por mejorar.

Esta manera de considerar la normalidad resulta ser bastante limitada, en el sentido de que no distingue entre la personalidad normal en una sociedad altamente corrompida de la normalidad en una sociedad floreciente. En cierta forma se debería buscar una normalidad individual en función de aspectos objetivos de la personalidad. Tales aspectos no deberían dejar de lado lo ético, principalmente, de manera que la normalidad fuese un objetivo deseable de alcanzar en cualquier sociedad.

Como sinónimo de "anormalidad", algunos autores utilizan la palabra "desadaptación". También en este caso se hace refererencia a una conducta poco adaptada a la sociedad. Linda L. Davidoff sintetiza esta situación:

Identificación de la conducta desadaptada: los clínicos (que atienden la desadaptación) usan los siguientes criterios prácticos (y que se sobreponen) para identificarla:

1- Funcionamiento cognoscitivo deficiente: Las habilidades intelectuales como el razonamiento, la percepción, la atención, la valoración, el recuerdo o la comunicación se encuentran impedidas de manera importante.
2- Conducta social deficiente: El comportamiento se desvía mucho de las normas sociales aceptadas.
3- Autocontrol deficiente: Las comunidades presentan criterios complejos con respecto a los momentos en que los adultos deben ejercer control. La mayor parte de las veces se espera que las personas se dominen a sí mismas al tiempo que muestren espontaneidad cuando sea adecuado. Los extremos de poco o exagerado control son clasificados como "desadaptados".
4- Angustia: Los sentimientos negativos como la ansiedad, la ira y la tristeza son normales e inevitables. Sin embargo, algunos individuos no manejan estas emociones de modo adecuado y, en consecuencia, sufren con demasiada frecuencia, intensidad o persistencia.

(De "Introducción a la Psicología"-McGraw-Hill/Interamericana de México SA de CV-México 1990)

Existe un punto de vista adicional y es el que considera la normalidad como una aceptable adaptación, no tanto a la sociedad, sino al orden natural. Este aspecto es esencialmente el considerado en religión teniendo prioridad "lo que agrada a Dios" por sobre "lo que agrada a los hombres".

Si se tiene presente la existencia de la empatía emocional, el requerimiento básico de supervivencia, consideraremos como persona normal, o adaptada al orden natural, la que tiene la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias. Anormal o desadaptado sería todo individuo cuya conducta ignora, o se opone, a este requisito básico. De esta manera, desde la Psicología social se llega a conclusiones semejantes a las establecidas por la religión tradicional.

Este importante rol de la Psicología social ha sido vislumbrado por algunos psicólogos. Aida Aisenson Kogan escribió: "Consideramos que la Psicología social debe desempeñar progresivamente un papel de mayor relevancia aún dentro del campo total de las ciencias humanas, en la actual situación crítica que atraviesa la humanidad, cada vez más consciente de la intrínseca inmoralidad y aun barbarie con que se rige la vida colectiva, y cada vez más incapaz, al parecer, de superar este estado de cosas".

"Hay que clarificar normas y valores sociales, de tal manera que no intervengan motivaciones confusas en las tomas de decisión que afectan situaciones políticas y económicas, y seguir la acción de tales decisiones a través de los grandes cuerpos sociales y de los pequeños grupos dirigentes. Esta claridad, debemos esperar, habrá de conducir a que las tomas de decisión se ajusten a valores más humanitarios de los que, aunque inconfesadamente por lo común, suelen primar en la conducción de la vida de los pueblos" (De "Introducción a la Psicología"-Ediciones Nueva Visión SAIC-Buenos Aires 1976)

1 comentario:

agente t dijo...

Queda sugerido en este texto que la necesaria rendición de cuentas que se espera den los poderes públicos sobre sus actuaciones no debiera limitarse al uso del análisis legal o contable sino también a un enjuiciamiento desde postulados globales de cariz más filosófico o humanista.