miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los manipuladores de cerebros

Existen personas que tratan de influir en forma permanente en otros para inducirlos a obrar y a pensar de determinada manera. Entre los extremos encontramos al educador o al intelectual que indagan acerca de la verdad y tratan de compartirla con los demás, y también encontramos al fanático que trata de imponer verdades parciales, o incluso la mentira, buscando el dominio mental sobre otros seres humanos, motivado principalmente por el antiguo hábito de tratar de sentirse superior al dominado.

Podemos decir que el mérito, o la culpa, por ejercer influencia sobre los demás dependen de la validez de la información comunicada, produciendo buenos efectos la transmisión de conocimientos verdaderos, o compatibles con la realidad, mientras que se producirán efectos indeseados con el adoctrinamiento basado en información incompatible con la realidad. Generalmente, se descubre la eficacia, o la ineficacia, del proceso de influencia luego de observar los resultados logrados.

La educación para la libertad individual provendrá del conocimiento de la verdad, mientras que la manipulación para la dependencia mental provendrá del conocimiento parcial de la verdad o bien de la posesión de información errónea. De todas formas, el proceso formativo depende tanto del que da como del que recibe la influencia. Recordemos que varios de los grandes maestros de la humanidad perdieron sus vidas en manos de aquellos a quienes pretendieron educar, tales los casos de Sócrates, Séneca, Cicerón, Cristo y Gandhi.

El hombre necesita recibir información transmitida por las generaciones anteriores, de lo contrario debería reinventar una enorme variedad de conocimientos. Alexis de Tocqueville escribió:

“Si el hombre tuviera que forzosamente probarse a sí mismo todas las verdades de la vida cotidiana no acabaría nunca; se agotaría en demostraciones preliminares sin avanzar un paso; como carece de tiempo y de facultades para obrar así porque su vida es breve y su inteligencia limitada, no puede sino dar por ciertos gran cantidad de hechos y opiniones que no ha tenido ocasión ni capacidad para examinar y verificar personalmente, pero que expusieron otros más hábiles o adoptó la multitud. Sobre este primer asiento edifica el hombre su pensamiento propio. No es por voluntad propia que procede de este modo, sino por ley inflexible de su naturaleza” (De “La democracia en América”-Tomo II-Sarpe-Madrid 1984).

No es de descartar, como en el caso de los niños pequeños, la favorable transmisión de información alterada a favor de la construcción de mundos imaginarios, que serán algo mejor que el mundo real. De ahí que hay quienes sostienen que la construcción de mundos imaginarios para adultos podría conducir también a buenos efectos, pero parece ser que los seres humanos no tenemos otra alternativa que tomarnos el trabajo de encontrar la verdad para una mejor adaptación al mundo real.

Así como una computadora puede cambiarse mediante el agregado de circuitos electrónicos adicionales, o bien a través del agregado de nuevos programas, en el caso del hombre existe la posibilidad de alterar, por intervenciones quirúrgicas, o mediante estímulos eléctricos o bien por efecto de sustancias químicas, el comportamiento del cerebro, mientras que lo análogo a adquirir nuevos programas es el proceso de traspaso de información mencionado previamente.

Es posible que una buena parte de los conflictos que se dan entre padres e hijos, y entre los integrantes de un matrimonio, se deba a la consciente o inconsciente búsqueda de la manipulación mental directa. También es posible que aparezca cierta disonancia cognoscitiva en el individuo sometido cuando observa diferencias entre lo que su personalidad le sugiere y lo que se le trata de imponer en forma inducida por otra persona.

Excepto por cuestiones médicas, parece desafortunada la idea de moldear cerebros humanos alterando su contextura natural con el fin de obtener algunos cambios considerados favorables. Carl Rogers escribió:

“Podemos adoptar la decisión de usar nuestros crecientes conocimientos para esclavizar a las personas en formas no soñadas hasta hoy, para dominarlas por medios elegidos con tanto cuidado, que tal vez jamás se den cuenta de la pérdida de su personalidad” (Citado en “Los moldeadores de hombres”-Vance Packard-Editorial Crea SA-Buenos Aires 1980)

Entre los casos extremos de manipulación de cerebros podemos mencionar el de Charles Manson, quien dirigía mentalmente a sus seguidores hasta que éstos llegaban a cometer asesinatos, como el de la actriz Sharon Tate. La justicia lo condenó, junto a los ejecutores materiales, como autor intelectual de tales hechos. Vance Packard menciona los pasos empleados por el manipulador, los que, quizás, se repitan en otros casos:

1. Manson estaba dotado para percibir las necesidades psicológicas de los demás. Aseguraba a muchachas fugitivas, que necesitaban un padre, que él sería su padre. A las jóvenes feas les decía que eran hermosas.

2. Cuidó de destruir las identidades preexistentes. Todos los miembros de su clan debían adoptar otros nombres.

3. Destruyó de modo sistemático las inhibiciones, como parte de su adiestramiento para la obediencia.

4. Ofreció a esos jóvenes inseguros una extravagante religión, en la cual él era el Ser Infinito que los conduciría a un mundo de leche y miel.

5. Cuidó de identificar y sondear aquello que cada recluta más temía, y utilizarlo.

6. Parece que Manson poseía algunos poderes hipnóticos. Bugliosi (el fiscal) consiguió convencer al jurado de que, en verdad, Manson era responsable de los asesinatos.

También existe la manipulación de la personalidad a gran escala, como es el caso de algunas religiones y de los movimientos políticos totalitarios. De ahí que algunos filósofos bastante conocidos deban ser considerados como los autores intelectuales de los asesinatos masivos producidos principalmente por comunistas y nazis. Ludwig von Mises escribió:

“Como sociólogo y filósofo de la historia, Marx nunca fue sino un hábil agitador que escribía para satisfacer las necesidades cotidianas de su partido”.

“La originalidad y la importancia histórica del marxismo residen únicamente en el dominio de la técnica política. Ha reconocido el poder formidable que puede uno asegurarse en la sociedad, al hacer de las masas obreras concentradas en las fábricas un factor político; busca y descubre las fórmulas verbales capaces de unir a estas masas con fines de acción común. Da el santo y seña que induce a los hombres, indiferentes hasta entonces a las cuestiones políticas y al ataque contra la propiedad individual. Anuncia un evangelio que racionaliza su odio y transforma bajos instintos de resentimiento y venganza en misión histórica” (De “El socialismo”-Editorial Hermes SA-México 1961).

En cuanto a los agitadores de masas, Gustave Le Bon escribió:

“El agitador ha sido siempre un agitado. Él mismo ha sido hipnotizado por la idea, de la cual se ha convertido inmediatamente en apóstol. Ésta le ha invadido hasta el punto que todo, fuera de ella, desaparezca, que toda opinión contraria le parezca error y superstición”.

“Los agitadores, por lo común, no son hombres de pensamiento sino de acción. Son poco clarividentes, y no podrían serlo, porque la clarividencia conduce generalmente a la duda y a la inacción”.

La generalización de los métodos utilizados para el dominio masivo de las masas ya aparecen en la obra de Gustave Le Bon, en el siglo XIX, cuando escribió:

“Cuando de lo que se trata es de imbuir en el espíritu de las muchedumbres ideas y creencias, como, por ejemplo, las modernas teorías sociales, el procedimiento de los directores es distinto. Recurren principalmente a tres procedimientos perfectamente definidos: la afirmación, la repetición y el contagio. La acción es lentísima; pero, una vez producidos los efectos de esta acción, son muy estables”

“La simple afirmación, limpia de razonamiento y de prueba, es uno de los más seguros medios de inculcar las ideas en el espíritu de las muchedumbres. Cuanto más concisa sea la afirmación y más desprovista esté de toda apariencia de prueba y de demostración, mayor será su autoridad”.

“Ésta, sin embargo, carece de influjo real si no se repite constantemente, y a ser posible, en los mismos términos; creo que fue Napoleón el que dijo que no hay más figura retórica seria que la repetición. Mediante ésta, la cosa afirmada llega a inculcarse en la inteligencia de un modo que se concluye por aceptarla como verdad demostrada”.

“Cuando la afirmación se ha repetido suficientemente y hay unanimidad en la repetición, fórmase lo que se llama una corriente de opinión, dando lugar a que surja el poderoso mecanismo del contagio. Para las muchedumbres, las ideas, las emociones, poseen un poder contagioso tan intenso como el de los microbios”.

“La imitación, a la cual se atribuye tanto influjo en los fenómenos sociales, en realidad no es más que un simple efecto de contagio” (De “Psicología de las multitudes”-Editorial Albatros-Buenos Aires 1972).

Si bien la publicidad implica una importante función en las modernas economías de mercado, ya que nos informan acerca de qué existe para la venta, o quién realiza tal servicio, presenta también algunos efectos negativos. Al respecto, J.A.C. Brown escribió:

“Nadie puede crear emociones que previamente no existen, y el propagandista se limita a evocar o estimular, del espectro total existente en su auditorio, aquellas actitudes adecuadas para sus fines, actitudes que pueden ser innatas, pero que más comúnmente son socialmente adquiridas”.

“Puesto que todas las motivaciones básicas del hombre están emocionalmente condicionadas, el experto echará mano del amor, cólera, temor, esperanza, culpa o cualesquiera otras sensaciones, emociones y sentimientos que sirvan a sus propósitos. Ordinariamente intentará despertar el deseo de algo, con miras a sugerir más tarde que sólo él dispone del medio de satisfacer tal deseo; pero de igual modo puede manejar los sentimientos de inadecuación, o de culpa del público para conseguir que éste quiera «hacer lo que se debe». Por ejemplo, para aumentar sus ventas, los floristas inventan el Día de la Madre, de modo que a la larga, no sólo el amor filial se expresará en el envío de un ramo de flores, sino que aquellos que olviden hacerlo comenzarán a sentirse tremendamente avergonzados de sí mismos” (De “Técnicas de persuasión”-Compañía General fabril Editora SA-Buenos Aires 1965).

lunes, 28 de noviembre de 2011

La sociedad violenta


El notable aumento de la violencia, en todo sector de la sociedad, la convierte en una especie de epidemia social de la que no se advierten síntomas de mejoría. Tal flagelo social es estimulado por leyes y actitudes permisivas, siendo necesario encontrar las causas fundamentales que lo provocan y que se hallan en las ideas y en los valores prevalecientes en quienes componen la sociedad.

Hay quienes consideran que la violencia no ha aumentado respecto de otras épocas y que la sensación de inseguridad se debe principalmente a la disponibilidad de cuantiosa información periodística; no existente en otras épocas. Sin embargo, si se hacen algunas comparaciones, podrá comprobarse el real aumento del delito. Así, puede tomarse como ejemplo el caso de un adolescente que en la década de los sesenta entra a robar, de noche, a un comercio y que luego de ser capturado, aparece su fotografía en los principales diarios de Mendoza, haciendo una muy breve estadía en la cárcel, para luego reiniciar una vida normal.

Un simple robo, algunas décadas atrás, era un acontecimiento poco frecuente, por lo cual era una noticia destacable como para ser publicada por los medios masivos de comunicación. En la actualidad, a lo sumo puede aparecer la fotografía de algún asesino, ya que, incluso en algunas comisarías, no se reciben denuncias de robos comunes debido a lo numerosos que son. Y si son cometidos por menores, tiene poco sentido intentar alguna investigación debido a la impunidad que le otorga la ley.

Nos enteramos por televisión del caso de una alumna secundaria que fue golpeada por un grupo formado por otras alumnas, dentro de un establecimiento educativo, para ser publicadas las imágenes respectivas en Internet. Los motivos eran la simple diversión y el gozo que se siente al contemplar el sufrimiento de otra persona; actitud deplorable e injustificable. Pero, como consecuencia de ese atentado, la victima debe cambiarse de escuela mientras que las autoras del delito apenas recibieron algún llamado de atención. También el docente, a veces, debe padecer faltas de respeto graves que terminan con su alejamiento del establecimiento educativo, mientras que, los que cometen el ilícito, permanecen en la escuela; institución que de esa forma promueve las actitudes violentas.

La exaltación de los derechos propios y el desconocimiento de sus deberes, van creando en la mente de los niños y adolescentes la personalidad del noble déspota; actitud que lleva en sí el germen de la violencia. El estímulo de las actitudes exigentes por parte del niño, asociado a la permisividad de sus padres, en el hogar, se refuerzan en el ámbito escolar y luego en la sociedad con las leyes permisivas con los menores de edad, para dar continuidad a la forma educativa que pretendieron emplear sus padres. José Ingenieros escribió:

“El derecho de cada uno representa el deber de los demás; y el deber de cada uno constituye el derecho de los otros. El ideal de justicia, en una sociedad dada, consiste en determinar la fórmula de equilibrio entre el individuo que dice: «ningún deber sin derechos» y la sociedad que replica: «ningún derecho sin deberes»” (De “Hacia una moral sin dogmas”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1996).

Cuando se rompe el equilibrio y todo individuo se torna exigente con los demás respecto del cumplimiento de los deberes ajenos, mientras que simultáneamente es indulgente consigo mismo respecto de los deberes propios, comienza la era de la violencia. José Ingenieros escribió:

“Violencia: reclamar derechos sin aceptar el cumplimiento de los deberes que les son correlativos. Injusticia: imponer deberes sin respetar los derechos correspondientes. Por eso la solidaridad puede considerarse definida en la más sencilla fórmula de moral social: «Ningún deber sin derechos, ningún derecho sin deberes» (De “Las fuerzas morales”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1976).

Mientras que el niño o el adolescente de épocas anteriores mantenían contacto intelectual con los grandes escritores, a través de los libros, en la actualidad gran parte de su formación personal viene impuesta por los medios masivos de comunicación con personajes que están lejos del nivel cultural de los autores mencionados. Inclusive en el proceso de la “tinellización” de la juventud se comenzó inculcando la burla como una forma de diversión. Pero la burla es como la droga, ya que el que se burla degrada a todos y se siente momentáneamente en la cima del mundo. Luego, cuando en algún momento el individuo se hace consciente de la realidad, sufre una caída que será tanto más violenta cuanto mayor haya sido la altura a la que subió previamente. Recordemos que incluso un ex presidente tuvo que padecer la vergüenza pública al acceder erróneamente a la invitación a un programa televisivo. Pero la degradación no la padeció sólo su persona, sino su investidura presidencial y así toda una Nación.

Las víctimas de la burla, que por lo general no tienen un elevado nivel de autoestima, reaccionarán de manera bastante violenta, ya que la actitud burlesca implica que el que la posee muestra cierto placer al observar debilidades reales o aparentes en otras personas. Podemos decir que la sociedad violenta es aquella en la que predomina la actitud del noble déspota (exigente de los deberes ajenos), y que también es burlesco (degrada a quienes le rodean para lograr así una mayor autoestima).

Mientras que la burla es una actitud dirigida hacia una persona por vez, la discriminación implica una actitud dirigida contra sectores sociales caracterizados por su cultura, nacionalidad, status, o lo que sea. De ahí que la existencia de la discriminación de algún tipo, y sin motivo aparente, también caracterizará a la sociedad violenta.

Alguien dijo que “al argentino no le interesa la corrupción mientras no le toquen el bolsillo”, expresando la permisividad ante el delito que la ciudadanía les concede a los políticos. En otras épocas era posible que el desprestigio que sufría un político, por algún acto de corrupción, se reflejara en elecciones futuras. Incluso puede decirse que en la actualidad las ventajas personales logradas ilegalmente parecen ser una muestra de la “viveza” del gobernante y prueba fehaciente de inteligencia y aptitud para el mando.

La integración social del individuo, en épocas de violencia, implica su integración a un grupo que, por lo general, es antagónico a otros. Su fidelidad al grupo es manifestada por la agresividad mostrada respecto a todo elemento extraño al mismo. Incluso desde el populismo se hace énfasis en el discurso político que separa netamente a “ellos y nosotros”, de manera de afianzar las divisiones en la sociedad.

Si alguien no se siente parte de la sociedad sino tan sólo de un subgrupo de la misma, tendrá poca predisposición para cumplir las leyes que, por lo general, buscan la protección de los derechos de todos los ciudadanos. La anomia será una consecuencia inmediata con las consecuencias indeseables que ello producirá. Una de tales consecuencias es la falta de respeto hacia las normas viales, que produce miles de víctimas anuales en todo el país. Otra de las consecuencias que traerá será el desgano y el desinterés por cumplir con el trabajo desempeñado. De ahí que no sea inusual observar el malestar que siente un empleado cuando tiene que atender a un cliente que asiste al comercio en donde trabaja.

Mientras que en varios países europeos, y algunos latinoamericanos, no existe alambrado que separe al público del campo de juego, en una cancha de fútbol, en la Argentina adoptar esa medida sería algo catastrófico dada la escasa cultura mostrada por la mayor parte de los asistentes.

El noble déspota, o el niño caprichoso, que caracterizan a una parte de la población, no saben perder. No están preparados para soportar la derrota y se ponen violentos ante un resultado adverso sufrido por su equipo, tanto en el caso de jugadores como de simpatizantes. De ahí que, con el tiempo, se advierte que el que no está preparado para la derrota tampoco lo estará para el triunfo.

El libertinaje, promovido por la televisión, consiste principalmente en la anulación de las ideas y los sentimientos de intimidad. La intromisión habitual en la vida íntima de las personas tiende a trascender desde el ámbito televisivo hacia toda la sociedad. Víktor Frankl decía que el sexo es como el dinero, cuando se inflaciona, pierde su valor.

El tuteo generalizado tiende a degradar las relaciones interpersonales. Resulta grotesco contemplar una escena en la que la persona mayor, que respetuosamente trata de “usted” a un joven, o a un adolescente, recibe como respuesta el tuteo igualitario. Si un empresario pone al frente de su negocio a alguien que tutee a todos los clientes, es posible que con el tiempo pierda a parte de ellos.

Posiblemente esta moda fue iniciada por adultos que creían que iban a tener menos años de edad porque se tutearan con adolescentes para luego hacerlo con cualquiera.
Incluso a veces se observa en televisión cómo un periodista trata de “usted” a una persona (profesional por ejemplo) mientras que a otra de la misma edad (obrero) la tutea. Cuando el trato depende del “status social” de la persona, se observa algún síntoma discriminatorio. De todas formas, es posible que el adulto con varios años encima se sienta degradado ante el tuteo igualitario, y ése es un detalle importante a tener en cuenta.

Podríamos continuar mencionando los posibles errores de conducta que todos conocemos, pero es de mayor importancia apuntar hacia las causas principales del deterioro social y vislumbrar posibles soluciones. De ahí que pueda decirse que la causa principal de toda crisis humana y social es la ausencia de un sentido de la vida compatible con la naturaleza humana.

La ausencia del sentido de la vida, o vacío existencial, hace que el individuo trate de llenarlo a través del consumo generalizado mientras que un importante sector ha de recurrir al alcohol y a las drogas. En otras épocas se asociaba al joven descarriado el calificativo de alcohólico y trasnochador; en la actualidad tales atributos forman parte de la normalidad.

La distintas éticas propuestas, que distinguen entre el bien y el mal, y apuntan a lo que el hombre debe ser, son sugerencias posteriores a la adopción de un sentido de la vida definido. De ahí que tales conceptos tienen significado luego de que se encontró un sentido posible para la vida humana. En la actualidad, por el contrario, predominan filosofías y actitudes en las que prevalece el nihilismo, la “búsqueda” de la nada, o la “no búsqueda”, quedando registrada tal actitud con la frase: “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. De ahí que, si el problema de la violencia social es un problema ético, no tendría solución aparente dentro de las ideologías predominantes actualmente, ya que promueven tanto el relativismo moral como el cognitivo y el cultural. Incluso, como la mejor aproximación a la ética natural proviene del cristianismo, un gran sector de la población tiende a rechazarlo y a tomarlo como referencia para hacer exactamente lo contrario a lo que sugiere.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Propiedad privada vs. estatal


La propiedad individual, tanto como la posesión de riquezas, presentan ventajas para su poseedor por cuanto lo liberan parcialmente de la dependencia respecto de otros hombres tanto como de las preocupaciones que implica la dura lucha cotidiana por la subsistencia. Por el contrario, los desposeídos deben padecer ambos inconvenientes con distintos grados de sufrimiento. Jacques Attali escribió respecto de la propiedad:

“En tres siglos de inteligencia extrema –del siglo XVII al XIX- se han podido dar bastantes respuestas a estas preguntas: sucesivamente, el deseo primero de «tener» ha sido presentado como nacido del hambre, del miedo, de la rivalidad, de la escasez de las cosas y de la preocupación por dominar al prójimo”.

“En todo tiempo nos hemos preguntado cuál era la mejor manera de organizarla, la más justa, la más libre. A veces hemos creído saberlo. Algunos han sostenido que el hombre evolucionaba, al ritmo de un progreso irreversible, de la propiedad comunitaria a la propiedad individual. Otros han afirmado que la evolución y las luchas iban exactamente en sentido contrario. Y otros, finalmente, han soñado con una sociedad sin propiedad, ni privada ni colectiva” (De “Historia de la propiedad”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1988)

En general, podemos encontrar dos alternativas principales propuestas para solucionar los problemas asociados a la propiedad. La primera consiste en la progresiva mejora económica de los desposeídos en la que, con sus esfuerzos, lleguen a una situación liberadora. Ésta es esencialmente la postura de los sectores liberales. Se apunta hacia la desigualdad decreciente en la riqueza. La segunda opción consiste en la expropiación paulatina a los sectores más pudientes, por parte del Estado, para distribuir lo confiscado entre los sectores más desposeídos. Ésta es esencialmente la postura de los sectores socialistas. Se apunta hacia la igualdad creciente en la pobreza.

El liberalismo promueve una economía basada en la propiedad privada de los medios de producción y del intercambio a través del mercado. Jacques Attali escribió:

“Unos teóricos de esa corriente han explicado que la crisis actual, como la precedente, era debida a la intervención del Estado sobre el mercado, que crea lo irreversible cuando lo reversible es necesario para recobrar el equilibrio. A su juicio, el Estado sólo debe hacer respectar las reglas del mercado y estabilizar la distribución de los derechos de propiedad privada”.

Uno de los ideólogos de la abolición de la propiedad privada, P. J. Proudhon, escribía en el siglo XIX:

“La propiedad, como toda religión, está sometida a la ley del desenvolvimiento. Por eso se la ve como simple derecho de uso y habitación entre los germanos y los árabes; como posesión patrimonial, inalienable a perpetuidad, entre los judíos; feudal y enfitéutica en la Edad Media; absoluta y circulable a voluntad del propietario, entre los romanos y la época actual”.

“Se roba por constitución de renta, arriendo y alquiler” (Del “Sistema de las contradicciones económicas”-Editorial Tupac-Buenos Aires 1945).

Si tomamos el ejemplo citado de los alquileres, como un robo, podemos apreciar que el autor no tiene presente que alguien tuvo que trabajar bastante para lograr dinero y para construir una vivienda. Si la cede a otra persona, ha de cobrar un alquiler mensual razonable. De esa manera se beneficia el propietario y el inquilino. Si una sociedad considera al alquiler como un robo, nadie, o muy pocos, harán casas para cederlas en préstamo gratuito, como parece ser el requisito para que no sea “un robo”. Como consecuencia, habrá escasez de viviendas en alquiler con perjuicios tanto para posibles propietarios como para posibles inquilinos.

El socialismo promueve una economía basada en la propiedad estatal de los medios de producción y de la distribución equitativa a través de una planificación estatal. La expropiación por parte del Estado implica simplemente un robo generalizado a los propietarios, pero se ha justificado este accionar aduciendo que la propiedad privada proviene de un robo anterior. Bernard Shaw escribió:

“La alternativa revolucionaria consiste en declarar que la tierra es propiedad pública y decapitar a todos los propietarios que no salen del país a tiempo, como se hizo en la Revolución Francesa en el siglo XVIII, o fusilar a los pocos que se opongan activamente y dejar a los demás que se las arreglen como puedan sin rentas y sin casas, como en Rusia en 1917. Pero lo único que en ambos casos podrían hacer los nuevos gobiernos establecidos por la revolución sería dividir la tierra cultivable entre los campesinos, y pocos de ellos serían capaces de explotar su productividad potencial”.

“Los campesinos rusos que ganaban dinero con sus lotes y los araban con sus propios caballos, empleando a otros campesinos como peones, fueron acusados de kulaks y expulsados de sus tierras como explotadores y aprovechadores, con el resultado de que quedaron baldías. El gobierno soviético tuvo que buscarlos después y volver a ponerlos en sus tierras con la misma violencia con que antes los había expulsado. Pero eran tan pocos que, por cada diez fincas cultivadas al nivel de kulak, que distaba mucho de las máximas posibilidades de explotación, había unos noventa lotes misérrimamente cultivados y cuyos dueños vivían de su producto en chozas de madera con espacio suficiente para una piojosa cama familiar, un horno y una franja de piso de barro”.

“Y cuando los campesinos corrientes y los kulaks se dieron cuenta de que si producían lo bastante para ahorrar se llevaba el gobierno soviético los ahorros en impuestos que en realidad eran renta económica, exactamente como se los llevaban los antiguos terratenientes, mataron sus caballos y su ganado y destruyeron las semillas para que el gobierno no cayera sobre ellos con sus impuestos. Los cosacos produjeron así hambres artificiales y hubo que dejar que se murieran” (De “Guía política de nuestro tiempo”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1959).

A pesar de las decenas de millones de víctimas producidas por el comunismo con sus “reformas agrarias” sigue teniendo difusores como lo fue el autor citado. No sólo justifican el robo generalizado, sino los asesinatos masivos, si bien el autor los atribuye a una especie de “suicidio colectivo” por parte de los agricultores rusos, ucranianos y de otros pueblos. Aun si fuesen asesinatos inducidos, en lugar de directos, como coinciden muchos autores, nunca dejarán de ser los asesinatos masivos de mayor envergadura en la historia de la humanidad.

Pero, para los marxistas, el empresario, explotador por naturaleza, no tiene derechos a la vida, porque su vida vale muy poco. De ahí que hayan tomado actitudes similares a los nazis respecto de los judíos. Si una clase social, o una raza, es culpable de todos los males de una sociedad, no existirían impedimentos de conciencia para eliminarlos. Es necesario destacar que los momentos de máxima violencia pueden ser espontáneos en lugar de dirigidos o planificados. Quien leyó, o escuchó muchas veces, que la burguesía, o los empresarios, son todos ladrones y explotadores, es posible que acepte con naturalidad algún tipo de violencia contra ese sector, incluso hasta es posible que quiera participar en algún asesinato.
También las reacciones en contra pueden adquirir un carácter violento e irracional.

El error del marxista consiste en considerar que el trabajo del obrero es el único factor de la producción, por lo que deja de lado la materia prima, el capital asociado a las maquinarias y herramientas, la gestión empresarial, etc. Llega así al resultado de que el empresario, que produce bienes y servicios, da trabajo a mucha gente, es un delincuente indigno de vivir en sociedad, por lo cual se lo puede eliminar sin remordimiento alguno, como ha ocurrido en muchos lugares del mundo.

Generalmente aparecen estadísticas que mencionan la desigual distribución de la riqueza, pero sin hacer referencia a la forma en que los distintos individuos lograron cierto capital. No es lo mismo considerar al especulador que posee riquezas sin haber producido algo útil para la sociedad, que el empresario creativo que obtiene dinero como consecuencia de su buen accionar. Así, tenemos los ejemplos de Henry Ford (de la Ford Motor Co.) y de Thomas A. Edison (General Electric), o los recientes casos de Bill Gates (Microsoft) y Steve Jobs (Apple). H.G. Wells escribió:

“Exceptuando quizás a George Stephenson, inventor de las locomotoras, ningún ser humano puede haber creado más riqueza que Edison, porque la suya fue seguramente la mente más ingeniosa que se haya consagrado jamás a la aplicación comercial de la ciencia” (De “El trabajo, la riqueza y la dicha de la humanidad”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1946).

Por otra parte, Thomas A. Edison expresó respecto de la instalación de la iluminación eléctrica:

“Fue necesario resolverlo todo: dinamos, reguladores, medidores, conmutadores, fusibles, accesorios de sostén, conductores subterráneos y una multitud de detalles distintos, hasta la cinta aisladora. Todo era nuevo y único. El único elemento apropiado en el mundo, en ese tiempo, era el alambre de cobre, y aún ése no estaba adecuadamente aislado”.

Se critica a los concentradores de capital (capital productivo en forma de máquinas y herramientas) suponiendo que tales individuos consumen diariamente alimentos equivalentes en cantidad al que necesitan miles de seres humanos, y de ahí el hambre que éstos padecen, pero pocas veces critican a la burocracia improductiva que predomina en muchas sociedades totalitarias, o casi totalitarias, ya que, ellos sí, deben ser alimentados por el limitado sector productivo.

Es conveniente la descentralización de la propiedad de manera que existan “muchos dueños” para que la economía adquiera eficiencia a través de decisiones rápidas y localizadas. Por el contrario, cuando todas las decisiones las toma un líder a cargo del Estado totalitario, la ineficiencia es manifiesta. Esto nos lleva a una analogía con las épocas en que una máquina de vapor se utilizaba para aportar la energía necesaria para la producción fabril en un establecimiento industrial. Si la máquina se detenía, se paraba toda la producción. Pronto apareció la necesidad de colocar una máquina de vapor por cada máquina productiva para evitar la situación anterior.

Los países exitosos son los que promueven la producción y el trabajo, mientras que los países que fracasan promueven la distribución de lo que una minoría produce y posee. Incluso naciones que en el pasado eran exitosas, al caer en manos de políticos socialistas e intervencionistas, están cayendo en crisis económicas y sociales cada vez más acentuadas.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La división del trabajo

En épocas pasadas, cada grupo familiar producía lo que necesitaba, desde alimentos y vestimenta, hasta vivienda y todo lo demás. Con el tiempo aparece una importante innovación, tal la división o especialización del trabajo y el posterior intercambio de bienes producidos. Para facilitar el intercambio simple, o trueque, aparece el dinero, quedando asentadas las bases del proceso del mercado.

La división del trabajo surge de la evidencia de que la especialización mejora la calidad de los productos. Además, el aprendizaje y el adiestramiento continuo en una actividad tienden a aumentar la productividad del trabajo, que es la velocidad con que se produce cierto objeto o utensilio. Edmund Conway escribió:

“Asombrado, el español contempló la magnífica escena que tenia delante y quedó boquiabierto. Era el año 1436 y estaba en Venecia para ver como la ciudad-Estado italiana armaba sus buques de guerra. En la Península, éste era un proceso laborioso que tardaba días enteros, pero aquí, ante sus mismos ojos, los venecianos lograban armar una nave tras otra en menos de una hora. ¿Cómo lo hacían exactamente?”.

“En España, las embarcaciones se amarraban al muelle y una horda de trabajadores se encargaba de subir a bordo todas las municiones y provisiones. En Venecia, en cambio, los buques se remolcaban uno por uno a lo largo de un canal y los distintos armeros especializados descargaban sobre la cubierta sus productos a medida que iban pasando. Todavía boquiabierto, el turista español recogió los detalles del proceso en su diario. Acababa de ser testigo de la apoteosis de la división del trabajo: una de las primeras cadenas de montaje de la historia” (De “50 cosas que hay que saber de economía”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2011).

Este método fue puesto en práctica en las primeras décadas del siglo XX, esta vez para la masiva producción industrial, por Henry Ford, en el proceso de fabricación del modelo T, el que, por su relativamente bajo costo de producción, se hace accesible aun para el trabajador común; algo impensado en épocas anteriores.

Las ventajas de la división del trabajo aparecen en los libros de economía desde la época de Adam Smith, precisamente en su célebre tratado “La Riqueza de las Naciones”. Paul Samuelson escribió:

“Para ilustrar el aumento de productividad debido a la especialización, Adam Smith puso el ejemplo clásico de la fabricación de alfileres. Un solo hombre podría fabricar al día, en el mejor de los casos, algunas decenas de alfileres no muy perfectos, mientras que al ponerse de acuerdo un grupo de obreros, repartiéndose el trabajo de modo que cada uno de ellos realice rápidamente una misma operación simple, resulta que pueden fabricar cientos de miles de alfileres perfectos en el mismo periodo de tiempo” (De “Curso de Economía Moderna”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1978).

Mientras más simple es la operación asignada a un obrero en un proceso industrial, mayor ha de ser el grado de aburrimiento y tedio que debe soportar, mientras que mayor ha de ser la posibilidad de que pronto ese trabajo sea realizado por una máquina en forma automática. Las primeras máquinas de vapor de James Watt (siglo XVIII) requerían de un operario que observaba en forma permanente la velocidad adquirida por la máquina, corrigiéndola en caso de que fuese necesario. Para evitar una tarea tan esclavizante, se inventa el regulador centrífugo de velocidad, que libera al trabajador de su rutinaria labor pero que también le quita un puesto de trabajo, lo que luego se conocerá como el “desempleo tecnológico”. El obrero Anthime Corbon escribió en 1848:

“Quizás, después de todo, la división del trabajo sea un mal necesario. Al llegar el trabajo a su último límite de simplificación, la máquina reemplaza al hombre, y el hombre emprende otro trabajo más complicado al que se dedica entonces a dividir, a simplificar, con objeto de convertirlo también en labor de máquina, y así sucesivamente. De forma que la máquina invade cada vez más el dominio del obrero y, de llevar el sistema a sus últimos límites, la función del obrero se haría cada vez más intelectual”.

“Ese ideal me gusta; mas la transición es muy dura puesto que es preciso que, antes de haber hallado las máquinas, el obrero, a causa de la simplificación del trabajo, se convierta él en máquina y sufra las consecuencias deplorables de una necesidad embrutecedora….Así pues, aceptemos la división del trabajo donde se demuestre necesaria, pero con la esperanza de que la mecánica se encargue cada vez más de los trabajos simplificados; y pidamos para esa clase de trabajadores, con no menor ardor que para los trabajadores de otras clases, una instrucción que no sólo les salve del atontamiento, sino que, sobre todo, les incite a hallar el medio de dirigir a la máquina, en lugar de ser ellos mismos la máquina dirigida” (Citado en “El trabajo desmenuzado”-Georges Friedmann-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1958).

En la actualidad, debido a la necesidad ineludible del intercambio, existe una dependencia recíproca entre los seres humanos, ya que todos dependemos de la labor de los demás. La especialización incluso ha invadido el ámbito del intelecto y de la ciencia, situación que exige cada vez más del trabajo grupal interdisciplinario. Los dos extremos que debemos evitar son: el del especialista que “conoce todo de nada” y también el del enciclopedista que “conoce nada de todo”.

Si la especialización del trabajo presenta muchas ventajas dentro de un país, surge la posibilidad de que también presente ventajas similares en el ámbito internacional. En el siglo XIX, David Ricardo escribía:

“En un sistema de comercio libre perfecto, cada país dedica naturalmente su capital y trabajo en los empleos que les son más beneficiosos. El propósito de ventaja individual está admirablemente ligado al bien general del conjunto. Estimulando la industria, recompensando la habilidad y usando lo más eficazmente las fuerzas concedidas por la Naturaleza, distribuye el trabajo con la mayor eficiencia y economía; mientras que, acrecentando la masa general de productos, difunde un beneficio general y liga con el vínculo común del interés y el intercambio a todos los pueblos del mundo civilizado” (De “Principios de Economía Política y de Tributación”-Editorial Claridad-Buenos Aires 1937).

Por lo general, la idea de comerciar con el extranjero, hace surgir la pregunta: ¿Por qué no producirlo todo en el país? Sin embargo, tal pregunta tiene el mismo sentido que el cuestionamiento individual ¿Por qué no fabricarlo yo mismo? La respuesta es la misma en ambos casos: por las ventajas que ofrece la división del trabajo.

Los impulsores de la globalización económica tienen presentes las ventajas de la especialización del trabajo. En la ciencia económica, mediante la programación lineal, pueden calcularse las distintas alternativas que permiten determinar la producción óptima de diferentes artículos, entre dos países, que permitirán el logro de un beneficio simultáneo para ambos. Sin embargo, deben tomarse precauciones.

En primer lugar, deben abrirse las fronteras hacia la importación en forma bilateral. De lo contrario, las ventajas serían para un solo país. Incluso se hacen críticas a EEUU por cuanto “promueve el libre comercio” pero cierra sus fronteras al ingreso de productos de otros países. De ahí que surja una elemental teoría de la dependencia, aduciendo que el comercio internacional es promovido por los países poderosos para beneficio unilateral de los mismos.

Debe tenerse presente que una cosa es la opinión de los economistas respecto de las posibilidades que brinda la división internacional de la producción, y otra cosa muy distinta son las decisiones que los políticos toman desde los gobiernos centrales. Debemos distinguir entre lo que es posible hacer y lo que realmente se hace. De ahí que no sea justo criticar al economista que promueve un mecanismo cuyos resultados han sido efectivos en muchos casos, pero que también ha sido distorsionado en otras ocasiones.

Otro de los peligros que presenta la división internacional de la producción es la total especialización en la elaboración de un reducido tipo de productos. Supongamos el caso de un país agrícola-ganadero, que desatienda la producción industrial. Por más eficiente que sea en la producción en la que se especializa, deben tenerse presentes las posibles sequías, o la baja abrupta de los precios internacionales por la razón que fuere. Además, el aumento del nivel de automatización hace que el agro requiera sólo de un 3 o 4% de la fuerza laboral de un país, por lo que resulta evidente la necesidad de su industrialización.

Incluso es necesario, para el establecimiento de nuevas industrias, de cierto proteccionismo estatal, ya que la competencia directa con industrias ya desarrolladas puede hacer fracasar en sus inicios a todo proyecto de esa índole. Es muy distinto el proteccionismo estatal a empresas ineficientes que tienen ya varios años de iniciadas. Álvaro Alsogaray escribió:

“Todo país debe aspirar a una mayor industrialización. Por regla general dicha industrialización requerirá, en los momentos iniciales, un cierto grado de proteccionismo. La economía de Mercado no se opone a ello. No aboga por el funcionamiento de un libre cambio absoluto que elimine las barreras aduaneras, sobre todo cuando no existe reciprocidad en ninguna parte del mundo”.

“Además, debe fijarse una escala decreciente, a lo largo de un cierto número de años, para ir disminuyendo paulatinamente la protección de manera de aproximarse cada vez más a los precios internacionales. Cuando determinadas industrias obtengan del gobierno estímulos o privilegios especiales, la existencia de no apartarse demasiado de los niveles del mercado internacional deberá ser todavía más severa”. (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).

La mayoría de las veces, como simples compradores, tenemos la sensación de que nuestros intercambios comerciales han sido beneficiosos para ambas partes, aunque a veces descubrimos que nos han “estafado” si vemos que el producto comprado resulta mucho más barato en otro comercio. También en las transacciones internacionales existe la posibilidad de intercambios beneficiosos para ambas partes si son contempladas algunas previsiones básicas. Sin embargo, existe un sector importante de la población que considera que toda transacción comercial tiene un ganador que se beneficia perjudicando al perdedor, y más aun en el comercio internacional. Busca la abolición del mercado, del dinero e incluso de todo tipo de vínculo comercial entre los distintos países. Parece que añorara las épocas previas a la vigencia del mercado y de la división del trabajo. Edmund Conway escribió:

“No obstante, la mayoría de los economistas considera que la ventaja comparativa sigue siendo una de las ideas económicas más importante y básica de todas, pues al demostrar que las naciones pueden prosperar más mirando hacia fuera que hacia adentro, constituye una de las bases del comercio mundial y de la globalización”.

martes, 15 de noviembre de 2011

Racionalismo vs. fundamentalismo

Las distintas ideologías, que pugnan por conquistar una posición preponderante en cuanto a su influencia social, se basan en dos actitudes cognitivas extremas. Una toma como referencia a la propia realidad y a las leyes naturales que la rigen (racionalismo) mientras que la otra toma como referencia la opinión de un pensador o de algún un líder religioso o político (fundamentalismo). La primera actitud está asociada a la ciencia experimental, al objetivismo y a la búsqueda del gobierno de las leyes naturales sobre el hombre, mientras que la segunda está asociada a una buena parte de la religión y la filosofía, al subjetivismo, al gobierno del hombre sobre el hombre y a las tendencias políticas de carácter totalitario.

En este caso se ha considerado a “racionalismo” como opuesto a “fundamentalismo”, dejando de lado al racionalismo como clasificación de algunas posturas filosóficas. En cuanto al fundamentalismo, se lo define como: “Expresión extremista e intolerante de cualquier ideología o religión” (Del “Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas”-T. Di Tella y otros-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2008).

En general, en el ámbito de la ciencia experimental, existe bastante entendimiento por cuanto se tiene como objetivo la búsqueda y el conocimiento de la verdad. Si bien existen discusiones y desencuentros entre científicos, al menos están de acuerdo respecto de la validez de una teoría, por estar sus resultados sujetos a la verificación experimental. En ciencia, lo que uno puede ver, todos pueden verlo; lo que uno puede verificar experimentalmente, cualquiera puede verificarlo. Los fundamentalismos, en cambio, son subjetivos, ya que existen personas o grupos que se atribuyen la capacidad de poder ver la realidad mejor que los demás, legitimando su accionar y deslegitimando el del opositor.

Es evidente que no existen los dos extremos citados con exclusividad, ya que en el ámbito científico pueden encontrarse rastros de fundamentalismo como también puede existir cierto interés y autenticidad por el conocimiento de la verdad en aquellos movimientos en donde predomina el fundamentalismo.

Debido a que emplean distintas referencias para valorar sus resultados e incluso para asentar sus puntos de partida, es dificultoso establecer entendimientos entre racionalismo y fundamentalismo, y más dificultoso aún entre los distintos fundamentalismos. Incluso se sigue utilizando el concepto de las verdades múltiples, aceptándose la posibilidad de una verdad científica distinta de la religiosa y de la filosófica, respecto de un mismo aspecto de la realidad.

En cuanto al fundamentalismo religioso, podemos ver en él una causa de atraso y de conflictos de gran envergadura. Así, cuesta creer que algunos grupos religiosos no muestren la menor intención de mejorar al ser humano, sino que tan sólo parecen estar motivados por la búsqueda de la adquisición de poder mental sobre sus seguidores. Es probable que el lector haya contemplado escenas de la India en las cuales se observan creyentes que depositan los cadáveres de sus familiares en el río Ganges, mientras que otros se bañan en las cercanías sin ningún inconveniente. O también haya visto fotos en las que se observa la suciedad imperante en una sociedad en la que comparten los mismos lugares seres humanos, vacas, monos y otros animales.
Las distintas creencias no debieran producir resultados que degraden la vida humana.

Con las palabras adecuadas se puede explicar y justificar cualquier cosa, por lo que es absurdo creer ciegamente en lo que dice o piensa un ser humano, cualquiera que sea, ya que las limitaciones propias de nuestra naturaleza pueden conducirnos por caminos opuestos al aparente sentido de la vida que nos impone el orden natural.

El que se somete intelectualmente a un líder, tiende a su vez a someter a otros seres humanos. El que cree cualquier cosa con tal que venga de su amo intelectual, a su vez descalificará y negará méritos a todo lo que provenga de otras fuentes. Henri Poincaré escribió: “Dudar de todo o creerlo todo, son dos soluciones igualmente cómodas, pues tanto una como la otra nos eximen de reflexionar”.

En cuanto a las religiones éticas, podemos encontrar dos posturas principales: deísmo y teísmo. Para ejemplificar la primera podemos citar a Albert Einstein, quien escribió:

“Cuanto más imbuido está un hombre de la ordenada regularidad de todos los acontecimientos, más firme se hace su convicción de que nada queda, por causas de diversa naturaleza, fuera de esta ordenada regularidad”.

“Sin duda, la doctrina de un Dios personal que se interpone en los acontecimientos naturales nunca podría ser refutada, en el real sentido de la palabra, por la ciencia, pues esta doctrina puede refugiarse siempre en dominios en que el conocimiento científico no ha puesto pie aún”.

“Pero estoy persuadido de que tal proceder por parte de los representantes de la religión no sólo sería indigno, sino también fatal. Pues una doctrina que no es capaz de sostenerse a la faz del día sino solamente en la oscuridad, necesariamente perderá su efecto sobre la humanidad, con incalculable daño para el progreso del hombre.” (De “De mis últimos años”-Aguilar SA de Ediciones-México 1969).

Para ejemplificar la postura teísta, podemos mencionar a Isaac Newton, quien escribió:

“Un destino ciego no habría podido nunca hacer mover a todos los planetas de manera tan regular, excepto por ciertas desigualdades que pueden provenir de la acción mutua entre los planetas y los cometas, desigualdades que probablemente irán en aumento por mucho tiempo, hasta que finalmente el sistema tendrá necesidad de ser puesto de nuevo en orden por su creador”.

La visión deísta de Einstein (Universo = Dios = Naturaleza) difiere de la visión teísta de Newton (Universo = Dios + Naturaleza), sin embargo, puede observarse una coincidencia respecto de la aceptación de la existencia de leyes naturales y de ahí de un orden natural. La diferencia es que, para Einstein, Dios no interrumpe las leyes naturales ni establece las condiciones iniciales en toda secuencia de causas y efectos, mientras que para Newton existiría esa posibilidad.

Bajo la perspectiva de la existencia de la actitud característica, podemos decir que un Dios que no interviene en el mundo, por estar éste regido por leyes naturales que hacen innecesaria su intervención, es similar a un Dios que interviene sobre el mundo y que actúa de igual manera en iguales circunstancias, es decir, que posee una actitud característica similar a la impuesta por el orden natural a todos los seres humanos.

Desde este punto de vista, puede decirse que la actitud deísta se identifica totalmente con la ciencia experimental y de ahí su denominación de religión natural. La actitud teísta se identifica parcialmente con la ciencia, por lo que no es raro encontrar a destacados científicos que estuvieron muy allegados a la religión; aunque también los hubo opuestos a la misma.

Cuando, desde la religión, se ignoran las leyes naturales, se cae en una seria distorsión que podríamos identificarla con el paganismo, que se reduce al logro de ventajas personales como respuesta a los pedidos realizados al Dios pagano, o al Dios que se ha paganizado. La religión moral, por el contrario, permite el logro de ventajas personales sólo si se han cumplido los mandamientos éticos. Las serias divisiones y antagonismos religiosos se deben principalmente al odio entre religiosos paganos y entre aquellos que han paganizado a su religión moral. Si se tuviese en claro que la religión verdadera busca “unir a los adeptos”, no existirían los conflictos mencionados.

El problema esencial de la religión y de la filosofía surge desde el momento en que se ignoran las leyes naturales que rigen todo lo existente. También forma parte de ese problema la adopción de leyes naturales erróneas como fundamento de visiones del mundo que se desean promover con el alcance de las antiguas religiones. La ignorancia de las leyes naturales lleva al fundamentalismo y la irracionalidad, mientras que la adopción de leyes naturales erróneas puede tener mayor peligro aún por cuanto tal visión presenta un aspecto exterior científico y racional, como es el caso del marxismo y de otros movimientos totalitarios.

En cuanto al marxismo, podemos citar algunas de sus falencias básicas y metodológicas:

a-En economía, rechaza la validez del sistema constituido por el mercado, por lo que rechaza a la ciencia económica.
b-En ciencia, trata de reemplazar al método empleado por la ciencia experimental, por el método dialéctico, surgido en filosofía.
c-En el ámbito del comportamiento humano, rechaza la validez de toda ética objetiva, por lo cual no tendría sentido una rama de la filosofía, o de la ciencia, que la estudiase.
d-En sociología propone como fundamento de la sociedad la “lucha de clases” (los ricos son malos y los pobres son buenos, entonces éstos deben tomar el poder por la violencia) que no existe en la realidad a menos que se establezca bajo el apoyo de los agitadores de masas.
e-En lugar de describir el orden natural y el consiguiente orden social que se produce a través del libre accionar de los seres humanos, diseña una sociedad artificial, la comunista, para que de ahí surja el “hombre nuevo”.

Puede decirse que los principales opositores del marxismo no son otra cosa que la realidad y la propia naturaleza humana.

Quienes poco conocen acerca de la ciencia experimental, aceptan todo lo que tenga el rótulo de “científico”. De esta manera, el pseudocientifico se viste con el disfraz adecuado para lograr la fácil aceptación por parte del “creyente científico”.

La ciencia emplea esencialmente el método de prueba y error. De ahí que toda teoría científica, aunque pueda tener cierta coherencia lógica, debe ser aceptada por la propia realidad. En el caso de las distintas teorías humanas y sociales, es el ciudadano común quien también debe ponerlas a prueba, porque él es el principal destinatario. De lo contrario, ¿cómo sabremos si una teoría elaborada es verdadera o es otro intento que debió terminar en un cesto de papeles? La actitud científica se basa en la duda metódica y en la posibilidad de criticar y mejorar sus resultados; la fe ciega en la ciencia, se transforma en un fundamentalismo más.

El fundamentalista no busca la verdad, sino que pretende imponer “su verdad” a los demás. Promueve divisiones bajo el carácter de amigo o enemigo, o de creyentes de la fe verdadera y no creyentes. Su actitud predominante es la discriminación del enemigo, ya sea porque pertenezca a otra raza, o a otra clase social o tenga otra creencia religiosa. Por el contrario, el que busca la verdad trata de compartirla con todos, tratando que el mundo sea uno solo.

La mala competencia es la que surge de los distintos fundamentalismos, que tratan de imponer sus verdades parciales y a difamar las verdades ajenas. La buena competencia tiene como objetivo lograr hacer los mejores aportes a la verdad única y universal, y a compartirla con toda la humanidad.

viernes, 11 de noviembre de 2011

El impuesto inflacionario



Teniendo presentes los efectos que el fenómeno inflacionario ocasiona, los economistas lo consideran como una especie de impuesto indirecto ejercido desde el Estado a toda la población. Este fenómeno se produce principalmente por una mayor emisión monetaria respecto de la que se necesita para acompañar el crecimiento de la producción. Se produce así un aumento artificial de la demanda sin que exista un aumento similar de la oferta, por lo que los precios tienden a subir.

Si alguien posee cierta cantidad de dinero ahorrado, digamos $ 100, y existe una inflación anual del 20%, en un año perderá un valor adquisitivo del orden de los $ 20. En cuanto a los efectos producidos, puede considerarse también que al poseedor de los $ 100, en una economía sin inflación, el Estado le ha cobrado un impuesto anual de $ 20. De ahí que sean similares los efectos de la inflación y de los impuestos.

Existen diferencias de tipo psicológico en cuanto a las reacciones del individuo ante ambos tipos de impuesto, ya que el encubierto se nota bastante menos que el directo y explícito. Gustave Le Bon escribía a fines del siglo XIX:

“Si un legislador quiere establecer un nuevo impuesto, ¿deberá elegir el que sea teóricamente más justo? De ninguna manera. El más injusto podrá ser prácticamente el mejor para las muchedumbres. Si al mismo tiempo es el menos visible y el menos pesado en apariencia, será el más fácilmente admitido. Por eso, un impuesto indirecto, por exorbitante que sea, se acepta siempre por la multitud, porque, pagando diariamente en los objetos mismos de consumo por fracciones de céntimo, ni contraría sus hábitos ni le impresiona. Reemplazadlo por un impuesto proporcional sobre los salarios u otros ingresos que deban pagarse de una sola vez, y, aun siendo teóricamente diez veces menos pesado que el otro, levantará unánimes protestas. En efecto, a los céntimos invisibles y diarios se substituye una suma relativamente elevada que parecerá inmensa, y, por consecuencia, muy perceptible el día de pago. Sólo sería menos sensible si hubiera sido previamente economizada moneda por moneda; pero este procedimiento económico representa una dosis de previsión de que son incapaces las muchedumbres” (De “Psicología de las multitudes”-Editorial Albatros-Buenos Aires 1972).

Los políticos hábiles para ganar votos y elecciones tienen presentes estos efectos psicológicos y dirigen sus mensajes al hombre masa. Gustave Le Bon escribió:

“El conocimiento de la psicología de las muchedumbres es hoy el último recurso del hombre de Estado que quiere no gobernarlas (puesto que la cosa se ha hecho bien difícil), sino, al menos, no ser gobernado por ellas”.

“Sólo profundizando algo de la psicología de las muchedumbres es como se comprende la acción insignificante que las leyes y las instituciones tienen sobre ellas; cuán incapaces son de tener opiniones fuera de las que le son impuestas; que no se las conduce con reglas basadas sobre la equidad teórica pura, sino buscando aquello que pueda impresionarlas y reducirlas”.

Las tácticas populistas, destinadas al hombre masa, no sólo han llegado al ámbito de la política, sino también al de la economía. Ludwig von Mises escribe:

“Si durante el periodo inflacionario el aumento de los precios de los bienes excede el incremento de los salarios nominales, la tasa de desempleo caerá, pero este hecho ocurrirá como consecuencia de que los salarios reales están cayendo. Lord Keynes recomendaba la expansión del crédito porque creía que los asalariados se conformarían con el resultado; creía que «una baja gradual y automática de los salarios reales, como resultado del aumento de los precios», no sería tan fuertemente resistida por los trabajadores como un intento de disminuir los salarios nominales”. “Pero, aunque lo sostenido por Lord Keynes fuera correcto, nada bueno podría surgir de ese engaño. Los grandes conflictos de ideas deben ser resueltos con métodos directos y honestos, no mediante artificios y subterfugios. Lo que se necesita no es cegar a los trabajadores, sino convencerlos” (De “Planificación para la libertad”-Centro de Estudios sobre la Libertad-Buenos Aires 1986).

El resultado de las recientes elecciones presidenciales (2011) muestra, por parte del pueblo, la aceptación y el deseo de profundización del modelo inflacionario en vigencia. Siendo los asalariados los principales perjudicados por el proceso inflacionario, posiblemente hayan sido los más entusiastas con su continuidad. Ello contrasta con los síntomas mostrados en otros procesos inflacionarios, aunque de mayor envergadura. Adam Fergusson, refiriéndose a la hiperinflación de la Alemania de la década del 20, situación apenas comparable al 20% (o algo más) anual de inflación en la Argentina, escribió:

“La angustia producida por la inflación es algo parecido a un dolor agudo, aunque más prolongado. Es totalmente absorbente; requiere una atención completa mientras dura y se ignora o se olvida cuando se ha terminado. Es más, se intentan justificar las cicatrices físicas o mentales que hayan podido dejar como si hubieran sido pesadillas que nunca ocurrieron realmente, o como simples casualidades que no podrían repetirse” (De “Cuando muere el dinero”-Alianza Editorial SA-Buenos Aires 1989).

La inflación, cuando es constante y predecible, no es tan peligrosa como cuando es impredecible, pero para ser predecible deberá conocerse con cierta exactitud. Sin embargo, desde el propio Estado se intervino al Indec, organismo encargado de los índices estadísticos nacionales, para manipular los datos a voluntad. Incluso quienes realizan encuestas y emiten índices privados acerca de la inflación, pueden ser penalizados legalmente si sus resultados difieren de los datos oficiales; acción que resulta propia de los Estados totalitarios.

Ante la inevitable devaluación del dinero, la mayoría de la gente opta por realizar inversiones de todo tipo para proteger el valor de sus reservas o de su capital. De ahí el impulso que recibe la actividad económica. Sin embargo, la continua elevación de los costos tiende a ir frenando ese impulso. Incluso algunos bienes de exportación pueden quedar fuera de competencia en el orden internacional.

Mediante una regla práctica podemos calcular aproximadamente el tiempo de duplicación del precio de un bien si está sometido a una inflación anual constante. Tal regla práctica consiste en dividir 70 por el porcentaje de inflación. Por ejemplo, el precio de una vivienda se duplicará en un proceso inflacionario del 10% anual en un tiempo de 70/10 = 7 años. De ahí que, en el caso argentino actual, con una “inofensiva” inflación anual real del 20%, una vivienda duplicará su precio en un tiempo de 70/20 = 3,5 años. Ello nos da una idea de lo, cada día, más dificultoso que resulta adquirir una vivienda propia.

Si la inflación se comporta como un impuesto encubierto, podemos aplicarle también algunos conceptos que caracterizan al resto de los impuestos. En la década de los 70, Arthur Laffer propuso una curva simple para describir el comportamiento de la cantidad de dinero recaudado por el Estado en función del porcentaje de los ingresos que debe pagar el contribuyente. Así, si el ingreso logrado por el contribuyente fuera nulo, el impuesto correspondiente también será nulo. En el otro extremo, si el Estado fija una tasa del 100% sobre los ingresos, nadie producirá nada por cuanto todo le será confiscado, por lo cual también será nula la recaudación por parte del Estado.

Si se grafica el importe recaudado por el Estado en función de la tasa aplicada a los ingresos, resulta evidente que se trata de una curva con el aspecto de una montaña, que comienza en cero para el ingreso nulo, sube hasta un máximo, y vuelve a caer a cero para el caso de la confiscación total. De ahí que, determinando la tasa que produce la recaudación máxima, debe considerarse que todo aumento posterior de los impuestos tenderá a reducirla, en lugar de incrementarla. Roberto Cachanosky escribió:

“Si el Estado aumenta la presión impositiva por encima de un determinado porcentaje comienza a recaudar menos porque el productor marginal desaparece, otros pasan al mercado negro y otros prefieren no ganar más porque el Estado les quita más de lo que reciben por el impuesto. En definitiva, aumenta el premio por evadir y se produce una especie de rebelión fiscal silenciosa por la cual la gente pierde estímulos para producir y deja de pagar impuestos o bien se pasa al mercado informal”.

“La corrida cambiaria no es otra cosa que una huida del peso. Y esa huida del peso podemos verla como una suerte de rebelión fiscal por la cual la gente se niega a seguir pagando el impuesto inflacionario. Como el impuesto inflacionario se aplica sobre los pesos que tiene la gente, se saca de encima los pesos y compra dólares sobre los cuales el Estado argentino no puede aplicar el impuesto inflacionario” (De la página web “Economía para todos”)

Mientras que los impuestos elevados pueden ser aplicados a los sectores más pudientes, se dice que el impuesto indirecto de la inflación es el impuesto a la pobreza. Jack Weatherford escribió:

“El impuesto de la inflación es el más regresivo de todos, porque afecta mayoritariamente a los más pobres. Y bien cabe designar a la inflación simplemente como un impuesto a la pobreza”.

“Si una persona con una fortuna de mil millones pierde el 10% de ella, la pérdida asciende a cien millones de dólares; para una persona que gana cincuenta mil dólares al año, la pérdida es de sólo cinco mil dólares. Así y todo, el millonario no se resiente tan claramente con la inflación, no sólo porque sea acaudalado, sino porque no mantiene sus millones de dólares en su velador o siquiera en su cuenta corriente; el dinero está invertido y generará ganancias incluso mayores en épocas inflacionarias. Sus balances tenderán a aumentar en forma paralela a la inflación y, aun careciendo de toda habilidad, debería conseguir resultados incluso mejores que eso. En cambio, para los trabajadores asalariados y los pensionados, la pérdida del poder adquisitivo ocurre en su vida diaria, no en sus inversiones. La pérdida de cinco mil dólares representa un descenso sustancial de su poder adquisitivo, que no se recupera incrementado la rentabilidad de ninguna inversión” (De “La historia del dinero”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1997).

Los gobiernos populistas tienden a confiscar las ganancias a las empresas para luego darles subsidios a algunas de ellas; asimismo le cobran el impuesto de la inflación a los sectores más pobres para luego darles algún tipo de asistencia social. De ahí que, aun cuando nada quedara en el camino para sostener la burocracia que requiere la toma y posterior concesión monetaria (algo poco probable), se observa que el mercado podría hacer una distribución más efectiva y sin producir tantos deterioros a la economía. En este proceso populista puede observarse que el Estado trata de absorber todos los ingresos económicos posibles para distribuirlos a su antojo contemplando perspectivas electoralistas o bien buscando el éxito en la antigua y deportiva tarea de lograr el máximo poder posible.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Hacia el cambio de mentalidad

El cambio social abrupto, promovido por las tendencias socialistas, presupone que el hombre habrá de acostumbrarse al sistema de producción óptimo (el socialista) por lo cual no debería esperarse mucho tiempo para imponer el cambio (revolución) pero sí para que el hombre se vaya adaptando. La propaganda y el adoctrinamiento favorecerán la adaptación esperada. Es el cambio de afuera hacia dentro; de la sociedad hacia el individuo.

El cambio social gradual, promovido por las tendencias liberales, consiste en la lenta mejora de la mentalidad generalizada de la sociedad, para que el cambio resulte efectivo y no solamente signifique un intento pleno de buenas intenciones. La educación y el avance cultural favorecerán tanto el mejoramiento del pensamiento individual como el predominante en la sociedad. Es el cambio de adentro hacia fuera; desde el individuo hacia la sociedad.

Entre los errores atribuidos al cambio propuesto por algunas tendencias liberales, para pasar desde las economías socialistas e intervencionistas hacia la economía de mercado, encontramos el método propio del cambio revolucionario, es decir, caracterizado principalmente por promover un cambio abrupto considerando que el acostumbramiento del individuo al nuevo esquema económico terminará dando sus frutos. Si en una sociedad hay importantes sectores que no quieren trabajar, o pretenden hacerlo con un mínimo esfuerzo, o bien existen empresarios que buscan optimizar ganancias de cualquier manera, ya sea en forma legal o ilegal, entonces sólo podrá lograrse leves mejoras económicas y sociales para luego caer en la mediocridad de siempre. De ahí que economistas como Álvaro Alsogaray destacaban el carácter gradual del cambio hacia la Economía Social de Mercado. Al respecto escribió:

“Antes de decidirse por la Economía Social de Mercado suele existir el temor de que traerá aparejados graves cambios que habrán de crear condiciones insoportables para muchas personas. Se piensa además que sus métodos son drásticos, demasiado rígidos y severos, y que se pretende pasar de la noche a la mañana de una situación que todos repudian, pero que al menos conocen y a la cual se han adaptado, a un nuevo esquema que implica un brusco trastrocamiento de todo lo existente y en el cual cada uno queda librado a si mismo, sin protección alguna”.

“Nada resulta más alejado de la realidad que este conjunto de suposiciones. La Economía Social de Mercado es una tendencia y no una ruptura dramática con todo el orden establecido. Da tiempo para que cada uno se adapte a las nuevas situaciones que se van creando, las cuales, por otra parte, abren nuevas y promisorias oportunidades. Sólo algunas medidas deben ser tomadas de una sola vez, sin vacilaciones y temores, pero aun esas medidas no producen sino efectos paulatinos e individualmente controlados. En esta noción de tendencia y no de sujeción a un modelo rígido, reside una de las claves fundamentales de la acción política relacionada con el orden económico-social y la Economía Social de Mercado” (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969)

Si se lograra un cambio efectivo a partir del cambio abrupto en la economía, ya sea desde la propuesta socialista o bien desde la postura liberal que algunos denominan “fundamentalismo de mercado”, entonces los educadores, sociólogos, filósofos, religiosos, etc., deberían dejarle el lugar a los economistas en vistas al posible cambio individual y al mejoramiento de la sociedad.

La falta de logros importantes en una sociedad se debe a la ausencia de tendencias concretas; ya que se anda primero en una dirección y, luego de algún tiempo, en sentido contrario. Álvaro Alsogaray escribió:

“La causa fundamental de los fracasos que hemos experimentado durante los últimos años reside en la incapacidad de los partidos y movimientos políticos de fijar con claridad un rumbo y seguirlo decididamente. Esa incapacidad a su vez proviene de la falta de objetivos precisos, unívocamente determinados, lo cual es una consecuencia de la falta de coherencia dentro de los citados movimientos o partidos entre el pensamiento político y el pensamiento económico”.

En algunos países latinoamericanos, en los cuales existe un generalizado antagonismo hacia los EEUU, se rechaza todo lo que provenga de ese país. Incluso se supone, erróneamente, que la economía de mercado, es un sistema de producción y distribución surgido en ese país, o que ese país trata de imponerlo en el mundo para su propio beneficio. Recordemos que el mecanismo del mercado fue descubierto en épocas de Adam Smith, es decir, en el siglo XVIII. Alexis de Tocqueville escribió: “Los hombres rechazan la verdad cuando viene de sus enemigos”.

Cuando se habla de “cambio de mentalidad” no significa que una persona deba cambiar sus características individuales, ni que un pueblo deba cambiar sus tradiciones y costumbres, sino que implica la adquisición de nuevas ideas que favorecerán una mejora generalizada tanto en el individuo como en la sociedad. Y este cambio, cuyos resultados llevan cierto tiempo, es el que requiere de cierta prisa para su puesta en ejecución.

El éxito del resurgimiento de la Alemania Occidental, luego de la Segunda Guerra Mundial, se debió a varios factores. En primer lugar a la predisposición del pueblo al cambio luego de los sufrimientos padecidos durante la guerra. Aun así, desde 1945 al 48 se emplearon sistemas económicos de tipo socialista que dieron pobres resultados. El cambio positivo comienza cuando el país es dirigido por Ludwig Ehrard, quien reunía en su persona las aptitudes tanto de un político como de un economista eficiente. Horst F. Wünsche escribió:

“La brecha entre teoría económica y política económica práctica es un fenómeno relativamente reciente. En los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial, en la política económica alemana existió una estrecha cooperación entre teoría y práctica. En efecto, el Ministro de Economía Erhard reunía en su persona al político, sumamente exitoso en su gestión, y al economista, dotado de sólidos conocimientos teóricos, una circunstancia que ha merecido poca atención hasta el momento. Hoy sería redundante presentar al político Erhard, en cambio existen pocas personas que admiran en su figura a un importante exponente de la teoría económica” (De “Seguridad Social en la Economía Social de Mercado” de W. Lachmann y H. J. Rösner-CIEDLA-Buenos Aires 1995)

Es oportuno señalar que Álvaro Alsogaray carecía de carisma para captar votos y en las elecciones presidenciales de 1983 se hicieron notorias esas limitaciones. El ganador fue Raúl Alfonsín, quien tenía aptitudes para captar votos pero desconocía las leyes elementales de la economía. Su mandato termina antes del periodo constitucional, por decisión propia, ante una galopante hiperinflación.

El país está destinado a ser gobernado por quienes tengan aptitudes para ganar votos, aunque es posible que alguna vez tales políticos tengan también aptitudes de economistas. Por el momento no se vislumbran mejoras en ese aspecto ya que desde el alto nivel gubernamental han surgido expresiones en las que se afirma que “la inflación es algo positivo para el crecimiento de la economía”, incluso cuando es del orden anual de los dos dígitos. Tales deficiencias de la economía son atenuadas por el ingreso de dólares debido a las agroindustrias exportadoras. Debe tenerse presente que, respecto a unos diez años atrás, la producción de soja se incrementó unas tres veces, mientras que también fue de tres veces el aumento de su precio internacional, por lo que el ingreso respectivo de divisas al país resultó nueve veces mayor.

En cuanto a los hábitos de los políticos argentinos, Álvaro Alsogaray expresó: “No revelan sus métodos; se limitan a hablar de objetivos, mandatos históricos, prioridades, etc., pero no dicen cómo habrán de proceder ante los casos prácticos. La única idea coherente que alguna vez han expuesto fue la de estimular el desarrollo por la vía de la inflación: pero la misma condujo a tales fracasos que a esta altura ni siquiera los «desarrollistas» se atreven ya a defender abiertamente esa técnica” (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).

La opinión mencionada fue emitida hace varias décadas atrás, sin embargo, las cosas no han cambiado esencialmente. El cambio de mentalidad es necesario también, y principalmente, para los políticos y los intelectuales, aunque muchas veces el ciudadano común tenga una percepción de la realidad que puede resultar bastante más fidedigna. Alexis de Tocqueville escribió:

“Sin ideas compartidas no hay acción colectiva, y sin acción colectiva aún hay hombres, pero no un cuerpo social. Para que haya sociedad, y con mayor motivo para que esta sociedad prospere, siempre es preciso, pues, que todos los ciudadanos reúnan su juicio y lo conserven mediante algunas ideas principales; lo que sólo es posible si cada uno de ellos toma sus opiniones de una misma fuente y consiente en cierto número de creencias ya elaboradas”.

“Cuando las condiciones son desiguales y los hombres diferentes, existen unos pocos individuos cultos, muy sabios y grandes gracias al poder de su inteligencia, y una multitud sumamente ignorante y limitada. Las gentes que viven en épocas aristocráticas suelen por eso dejarse guiar por la razón superior de un hombre o una clase, al tiempo que se muestran poco dispuestas a reconocer la infalibilidad de la masa”.

“En épocas igualitarias sucede lo contrario. A medida que los ciudadanos se nivelan y asemejan, disminuye la tendencia de cada uno a creer ciegamente en un hombre o en una clase determinada. Aumenta en cambio la de fiarse a la masa, y su opinión llega a ser la que conduce al mundo”.

“En épocas de igualdad ningún hombre fía de otro, a causa de su equivalencia; pero esta misma equivalencia les da una confianza casi ilimitada en el juicio público, ya que no les parece verosímil que siendo todos de igual discernimiento, la verdad no se encuentre del lado de la mayoría” (De “La democracia en América II”-Sarpe-Madrid 1984)

Pareciera que en la Argentina se buscaran métodos para el mejoramiento social que impliquen no generalizar el trabajo a todos los sectores, ni siquiera mejorar el trabajo y la eficiencia de las empresas en funcionamiento. Así, nunca se ha escuchado a un gremialista ni a un político promover entre los empleados la eficiencia de una empresa estatal, pero no para aumentar sus ganancias, sino para reducir el abultado déficit cuyo costo debe ser afrontado por el resto de la sociedad. Recordemos que en la actualidad la pérdida diaria de Aerolíneas Argentinas es de cerca de un millón de dólares.

El antiguo dilema entre privado y estatal debe dejarse de lado. Desde el liberalismo no existe una “prohibición” acerca de la existencia de empresas estatales, pero a condición de que participen de las condiciones impuestas por el mercado. La oposición liberal surge respecto de empresas del Estado que sirvan para la creación de empleos públicos improductivos con el objeto de que éstos sean retribuidos por los nuevos empleados mediante votos favorables a los políticos que los concedieron.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Acerca de la despenalización del aborto

Las leyes establecidas por el hombre deben contemplar algunos requisitos básicos para ser efectivas y para beneficiar a cada individuo y, por lo tanto, a toda la sociedad. Entre los requisitos a tener presentes podemos mencionar los siguientes:

a) Deberán ser compatibles con las leyes naturales que rigen a los seres humanos
b) Deberán contemplar la adaptación de todo individuo al orden social
c) Deberán contemplar derechos naturales básicos como a la vida y a la libre elección individual
d) Deberán limitar el libre accionar individual cuando tienda a perjudicar los derechos naturales de otros individuos.
e) Deberán ser compatibles con la naturaleza humana

En primer lugar es necesario mencionar la existencia de leyes naturales que rigen nuestra conducta y que debemos tomar como referencia. Tales leyes son las leyes de Dios, en el contexto de las religiones, que son las mismas leyes que describe la ciencia experimental.

Las leyes naturales traen implícitos tanto premios como castigos. Los premios provendrán de la adaptación del individuo a las mismas, mientras que el castigo (o sufrimiento) provendrá de la falta de acatamiento o por su desconocimiento. Respecto de la ley natural, Marco Tulio Cicerón escribió:

“El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha meditado, concebido y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres”.

La ley humana, que proviene del Derecho, ubica limites al accionar individual tratando de lograr un orden social humano compatible con el orden social natural que existe en forma implícita en las leyes naturales que rigen a todos los hombres.

La ley humana, sin embargo, puede contemplar castigos adicionales a los impuestos por la ley natural con la finalidad de persuadir al individuo a dejar de lado las acciones que atentan contra la integridad y la libertad de otros seres humanos. También la pérdida de la libertad del individuo infractor debe contemplarse cuando se trata de alguien que pone en peligro la vida de los demás. Este encierro momentáneo no debe considerarse como un castigo adicional, sino como una forma de proteger al resto de la sociedad.

De todas formas, existen diversas etapas previas que impedirán que el individuo realice acciones negativas para los demás. En primer lugar está la conciencia individual que nos hace prever los efectos que nuestras acciones provocarán en el futuro. Si falla esa alternativa, será el medio familiar el que nos alertará sobre nuestra conducta errónea. Si falla esta segunda alternativa, será el medio social el que esta vez nos alertará. Si falla esta tercera alternativa, será la ley humana la que deberá advertirnos acerca del rumbo equivocado que hemos impuesto a nuestra vida.

Cuando en una sociedad se considera el surgimiento, o la abolición, de una ley como un acontecimiento de gran trascendencia, se vislumbra que las tres etapas previas (conciencia individual e influencia familiar y social) han fallado en cuanto a sus funciones limitadoras de nuestras acciones erróneas. Esto puede observarse en la reacción de algunos sectores religiosos ante la posible despenalización del aborto en la Argentina. Si la religión tuviese la influencia que tuvo en épocas pasadas, se consideraría tal ley como algo poco influyente debido a la eficaz influencia de las tres instancias previas mencionadas.

La crisis social de nuestra época está asociada, entre otros aspectos, al alejamiento de la sociedad respecto de la religión. Son varios los motivos por los que ello sucede. Uno de ellos es la creencia de que la religión es algo del pasado y que sus planteamientos son incompatibles con la ciencia. Sin embargo, como se dijo antes, la ciencia describe las leyes naturales, que son las leyes de Dios. Y si la ética que trata de imponer la religión es compatible con esas leyes, se trata de algo totalmente vigente en la actualidad, como lo fue y lo será en toda época.

Otro error que se comete es la descalificación de pensadores, como es el caso del antes citado Cicerón, como un autor “pagano”. Si bien este pensador romano existió antes de la era cristiana, puede observarse que sus ideas son enteramente compatibles con el pensamiento cristiano y con el posterior pensamiento científico. Que alguien haya considerado la existencia de varios dioses, o de un Dios distinto al de otras religiones, pero las consecuencias éticas de esa creencia sean las mismas, entonces se trata de actitudes éticas similares. Y las coincidencias deben darse en las cuestiones éticas antes que en cuestiones de tipo filosófico.

En cuanto a la “naturaleza humana”, concepto que resulta poco convincente en cuanto a las posibilidades para llegar a ponerse de acuerdo, al menos debe reconocerse que es posible generalizar tres aspectos básicos de nuestro comportamiento “natural”, y ellas son las tendencias a obtener la felicidad mediante la búsqueda de satisfacciones del cuerpo, de la mente y de los sentimientos. Cuando el individuo se aleja de cierto equilibrio y predomina sólo una de ellas, podemos hablar del “hombre mutilado”, que descuida partes importantes de su personalidad con el consecuente desajuste respecto de su adaptación al orden social antes mencionado.

En cuanto al derecho del aborto, podemos decir que es un derecho que se concede a una mujer para el asesinato de su propio hijo por nacer, algo que, sin embargo, está severamente castigado si el niño ya nació. Aunque parezca extraño, la ley condena el asesinato de niños de cualquier edad, pero si se lo comete un tiempo antes del nacimiento, la nueva ley (y la parte de la sociedad que la promovió) no vislumbra inconveniente alguno. En esto se observa cierta incoherencia lógica.

Si se aduce que mediante el aborto clandestino peligra la salud de la madre, que tiene poco dinero para hacerlo en lugares profesionalizados, en donde su riesgo sería mucho menor, se estaría buscando cierta igualdad respecto de la posibilidad concreta del asesinato del hijo no buscado.

Cualquiera puede darse cuenta que existen varias alternativas previas para no llegar a una situación extrema. De ahí que la ley, y la sociedad, deberían, de alguna forma, contemplar los derechos del niño por nacer. Además, deberían contemplar que la ley debe considerar como destinatario, no al ser humano mutilado y sin sentimientos, sino al ser humano pleno respecto de su naturaleza. En este caso, la ley que favorece al aborto, no penalizándolo, ayudaría a condenar de por vida a una mujer que alguna vez habrá de sentir un serio arrepentimiento por su acción extrema.

Las victimas serían dos en caso de tratarse de madres con sentimientos humanos, por lo que la ley debería prohibirlo. Si la ley (y la sociedad) contempla que las mujeres que llegan a tales extremos carecen de sentimientos humanos y que habrán de tomar la acción aludida sin remordimiento presente ni futuro, entonces la ley estaría dejando de cumplir con el objetivo de legislar a favor de seres humanos que responden a cierta naturaleza biológica y cultural, que no debería dejarse de lado.

En cuanto a los sectores que apoyan la despenalización del aborto y sectores que se oponen, podemos decir que se trata, en cierta forma, de clases sociales antagónicas, por lo cual, en primera instancia pareciera que se busca tal innovación legal, no para favorecer a cierto número de mujeres que pierden su vida debido a abortos clandestinos, sino a escandalizar al sector social que se opone, por el cual se tiene poca simpatía.

Podemos, brevemente, indicar las clases sociales que surgen de las actitudes básicas del hombre, en lugar de hacerlo, como generalmente se hace, en función de su nivel social o económico reconocido por la sociedad. Esta ha de ser una escala social natural o biológica, ya que tales actitudes tienen un componente predominantemente biológico antes que cultural, si bien la educación y la influencia social podrán corregir las tendencias naturales que el hombre presenta. Ellos serán:

a) Grupo que comparte las emociones de los seres de su especie. Los mamíferos, en general, traen incorporada una ventaja evolutiva por la cual pueden compartir el sufrimiento o el bienestar de sus hijos, y por ello pueden protegerlos eficazmente ante posibles peligros. La capacidad de amar al prójimo forma parte de esa ventaja evolutiva.

b) Grupo que es indiferente a las emociones de los seres de su especie. Los reptiles, según afirman los especialistas, no tienen capacidad de sufrimiento aun cuando su propia cría padezca algún tipo de daño o afronte un peligro inminente. También existen seres humanos, poco empáticos, que tienen muy poca predisposición a ubicarse en el lugar de otros para compartir sus emociones. El egoísmo y la indiferencia son las actitudes correspondientes.

c) Grupo de la empatía negativa: es el que sufre ante la felicidad ajena (envidia no comunicable) y se alegra del mal ajeno (burla disimulada o explícita), actitudes que forman parte del odio y se da sólo en seres humanos (al menos el autor no conoce otros casos en el reino animal).

Luego, los que pertenecen al primer grupo, se ubican imaginariamente en el lugar de la madre que ha de practicar un aborto y en la del niño que ha de recibir la agresión, y rechazan totalmente la posibilidad de legalizarlo. Sugieren otro tipo de medidas para solucionar los conflictos derivados de los abortos ilegales. Los que pertenecen al segundo grupo, son indiferentes, y no apoyan ni se oponen a la innovación legal que se busca implantar.

En cuanto al tercer grupo, puede decirse que por lo general ataca severamente al grupo esencialmente humanista constituido por sectores que se identifican con el cristianismo. Al sector cristiano, o católico, lo considera como “la burguesía” y le asocia atributos negativos heredados de épocas pasadas culpándolos de gran parte de los males de las sociedades actuales. Todo parece indicar que detrás del hecho legal aparece una batalla más de la prolongada lucha ideológica entre marxismo y cristianismo.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La democracia económica



Existen dos procesos similares en cuanto a su funcionamiento; uno en el ámbito de la política y otro en el de la economía, y ellos son la democracia y la economía de mercado. De ahí que a esta última podamos también denominarla como “democracia económica”. De esta forma será posible resaltar algunos de sus atributos un tanto tergiversados por la crítica adversa. Ambos procesos se basan en las dos siguientes características:

a) Elección entre varias posibilidades (selección) por parte de votantes y consumidores.
b) Competencia entre partidos políticos por obtener la máxima cantidad de votos y entre empresarios por obtener la máxima cantidad de clientes.

Mientras que el político menos apto (al menos para convencer a los posibles votantes) queda fuera de la competencia política, la empresa menos apta, para satisfacer la demanda de los clientes, quedará fuera del mercado. Gordon Tullock escribió:

“Tanto el mercado como el gobierno democrático son estructuras institucionales a través de las cuales la mayor parte de nosotros actuamos como clientes o como votantes, tratando de alcanzar nuestros objetivos” (De “Los motivos del voto”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1979).

Estos procesos, por lo general, sufren distorsiones, y ello ocurre cuando en la política aparecen los partidos que tienden a excluir a los demás tratando de establecer el monopolio del poder; tal el caso de los sistemas totalitarios. Recordemos que, incluso, es posible que hayan sido elegidos mediante sufragio, por lo que tienden a traicionar al propio medio que les permitió el acceso al poder. La contrapartida económica la constituye el monopolio, ejercido por empresas suficientemente poderosas que no admiten competencia y tienden a buscar beneficios excesivos.

La competencia nos exige dar lo máximo de nuestras posibilidades. Uno de los primeros resultados obtenidos en Psicología Social fue a partir de un estudio realizado por Norman Triplett en 1897 por el cual concluyó que un grupo de ciclistas en compañía lograba mejores tiempos que cuando marchaban solos. Por ello no es de extrañar que la democracia económica sea mucho más eficiente que la dictadura económica, ya que en esta última no existe competencia.

Cuando en una nación son pocos los partidos políticos que despiertan el interés del electorado, es posible que algún sector político poco capacitado termine accediendo al poder. Como contrapartida, en la economía, un proceso similar se da en los países con poca iniciativa individual en los que, en muchas actividades laborales, no existe una competencia adecuada y el monopolio se establece en forma natural debido a esa ausencia, y no por las desmedidas ambiciones del que predomina en el mercado.

A pesar de que el proceso de selección y competencia no puede por sí mismo eliminar las situaciones indeseables, resulta ser el que menos riesgo presenta al ciudadano común. Así, cuando un gobernante utiliza los medios del Estado más allá de lo permitido por la Constitución, a los votantes les queda la posibilidad de cambiarlo por otro gobernante, evitando la aparición de tiranías.

A veces se escucha decir a la gente, decepcionada por el libertinaje y la corrupción crecientes, que abogan por la implantación de una dictadura. Suponen que tal dictadura ha de ser benevolente con ellos y dura con otros sectores. Sin embargo, también es posible que existan dictaduras que culpen de todos los males a la persona productiva y con iniciativa, y que favorezca ampliamente al medio social en que vive. Se lo podrá acusar de crear “desigualdad social” debido al natural éxito económico que habrá de lograr.

El liberalismo propone tanto una democracia política como una democracia económica, mientras que el socialismo marxista promueve dictaduras tanto política como económica. Las posturas híbridas (antes que intermedias) proponen democracia política y dictadura económica (socialdemocracias) o bien dictadura política y democracia económica (como es el caso de China).

Por lo general, entre los políticos predominan los abogados, que tienen una opinión negativa de los empresarios, constituidos por profesionales de otras especialidades, mientras que éstos, a su vez, tienen una opinión negativa de los abogados y, como consecuencia, también de los políticos. Estos últimos han tenido la habilidad de hacerle creer a la población que el empresario es avaro y egoísta por naturaleza, por lo que el político a cargo del Estado tiene como noble misión proteger al ciudadano de la maldad empresarial. Gordon Tullock escribe:

“Los votantes y los clientes son esencialmente la misma gente. El señor Smith compra y vota: él es el mismo hombre en el supermercado que en la urna electoral; no hay razón de peso para creer que su comportamiento es radicalmente diferente en los dos ambientes. Suponemos que en ambos ambientes él elegirá el producto o candidato que crea que es el que mejor se ajusta a él”.

“Aunque parezca muy modesto, esto verdaderamente es una afirmación muy radical, aunque obvia. Durante décadas el grueso de la ciencia política se ha basado en el supuesto de que el gobierno aspira a objetivos más elevados que los individuos en el mercado. Se cree a veces que el votante aspira a conseguir el «interés público», el hombre en la tienda «su interés privado». ¿Es esto verdad?”.

A veces se atribuyen errores y defectos a los propios sistemas democráticos en lugar de considerar la falta de adaptación a sus reglas. No debemos considerar que la democracia falla por cuanto aparecen demagogos que la distorsionan, o que el mercado no es adecuado para una sociedad en el caso de que exista un importante porcentaje de la población que no quiera trabajar. José Antonio Aguirre escribe en el prólogo del libro citado:

“La crisis de la democracia no es una crisis del sistema, sino de la forma en que Occidente viene practicándola, que es bien distinta”.
“Las formas democráticas actuales llevan necesariamente al totalitarismo y la crítica profunda a la democracia actual no deja de estar presente tampoco entre los nuevos economistas que se ocupan de explicar con instrumentos analíticos procedentes de la Economía el comportamiento político”.

Es frecuente encontrar individuos que afirman que los empresarios no son culpables de su “egoísmo y perversidad”, sino que ello es culpa del “sistema capitalista”. Tales opiniones surgen por lo general de quienes aceptan el concepto marxista de que es el sistema de producción el que determina las ideas y la conducta de los hombres y no a la inversa. Si existen empresarios con los atributos negativos mencionados, ello se debe a fallas éticas y no a otras causas. Además, si tuviésemos que abolir todos los medios que disponemos y que resultan negativos para el hombre, deberíamos comenzar con la prohibición de la circulación de automóviles, ya que matan diariamente a muchas personas. Gordon Tullock escribe:

“Los individuos en el mercado se acercan más a servir el bienestar de su prójimo cuando buscan satisfacer el suyo propio, que los individuos en el gobierno. Verdaderamente, uno de los objetivos del estudio económico de la política es inventar reformas que elevarían la «eficiencia» del gobierno hasta acercarse a la del mercado privado”.

La “supremacía ética” del político respecto del empresario, es la justificación básica de la existencia de los sistemas dictatoriales, tanto desde el punto de vista político como económico. Todavía, en psicología, nadie ha explicado por que razón el que produce bienes y servicios útiles a la sociedad deba pertenecer necesariamente a una clase ética inferior a la de quienes poco o nada producen y sólo pretenden repartir “con justicia” lo que los “inferiores” realizan. Gordon Tullock agrega:

“Hay un agudo contraste entre el modo en que la gente actúa y el modo en que habla. Es particularmente sorprendente entre académicos, donde la discusión del deseo de sacrificarse por otros, esforzándose en objetivos morales abstractos y en general, viviendo una vida altamente virtuosa, se combina con un comportamiento que no es ni una gota menos egoísta que el de un tendero normal”.

Por lo general, el político actual tiende a identificarse con el hombre masa por cuanto él mismo presenta esas características. Sus mensajes van dirigidos a quienes poco piensan aunque sean mal vistos por los que sí lo hacen. Buscan, a cualquier precio, lograr la cantidad antes que la calidad de los votos, ya que las elecciones se ganan de esa forma. José Antonio Aguirre escribe:

“No son precisamente los políticos de fuertes convicciones los que tienen la probabilidad de ser elegidos, sino los políticos indefinidos y sin carga ideológica”.

Como el mercado funciona como un sistema realimentado, se lo considera también como un sistema complejo adaptativo en el cual la información que vincula sus partes es de la mayor importancia. Las perturbaciones que lo afectan hacen perder su estabilidad y su eficacia. Así, cuando el Estado intervencionista emite dinero a un ritmo mayor al del incremento de la producción, o cambia por decreto las tasas de interés, el empresario recibe información que no refleja la realidad del mercado, y sus decisiones quedarán afectadas por la información errónea.

Si el sistema democrático se asemeja al mercado, será posible considerarlo también como un sistema autorregulado, que también dejará de ser eficaz cuando la información circulante deje de ser verdadera, como ocurre en el caso del político que miente exagerando sus propios éxitos y difamando a sus opositores en forma injustificada.

La demagogia, como la mentira y la difamación surgen de fallas éticas personales. De ahí que, para mejorar tanto lo político como lo económico, debe lograrse una mejora ética generalizada, algo que para muchos no constituye novedad alguna. Pero, para observar mejoras evidentes, no hace falta llegar al cumplimiento del exigente mandamiento del amor al prójimo, sino que bastará con comenzar con el cumplimiento del antiguo mandamiento del “No levantar falso testimonio ni mentir”
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