martes, 27 de febrero de 2018

Actitud: el fundamento de la Psicología Social

La actitud, como tendencia a responder de igual manera en similares circunstancias, resulta ser el vínculo entre el comportamiento individual y el social. De ahí que la Psicología Social resulte también el vínculo entre Psicología y Sociología. También ha de ser el vínculo entre teísmo y deísmo, por cuanto un Dios que responde de igual manera en iguales circunstancias actúa en forma similar a un orden natural regido por leyes naturales invariantes. Jean Maisonneuve escribió: “La aparición del concepto de actitud significa un progreso muy importante, porque la actitud, intermediaria entre el plano psicológico y el plano social, traduce la posición de un individuo, miembro de un grupo, frente a un problema colectivo. Por ejemplo, la actitud de Juan o Pedro en su familia, en un juego, o en una reunión política, expresa a la vez una reacción frente a ciertos hechos sociales determinados, y la intención de asumir cierta determinación, cierto rol”.

“Pero la actitud es también un concepto colectivo: podemos considerar las actitudes de un grupo frente a otro, de un público frente a una obra de teatro o una película; de un partido o de un sindicato frente a algún problema nacional o internacional. Bajo el aspecto verbal de la opinión, se presta a encuestas y a manipulaciones estadísticas que debían muy pronto alcanzar enorme desarrollo” (De “Psicología Social”- Editorial Paidós SA-Buenos Aires 1967).

Si bien alguien puede dudar de la existencia de una respuesta típica, o característica, en cada persona, se le puede responder que, de no existir, la vida en sociedad resultaría casi imposible, ya que, si cada persona respondiera en forma distinta ante iguales circunstancias, no sabríamos a qué atenernos. D. Krech, R. S. Crutchfield y E. L. Ballachey escribieron: “El hombre se halla forzado a luchar contra una serie de dificultades, a utilizar los mismos conocimientos y a responder dentro de un sistema estructurado de reacciones, puesto que el hombre es, al fin y al cabo, un animal organizador y conservador. Este bagaje de creencias, sentimientos y respuestas se pone de relieve siempre que el individuo se tiene que enfrentar con un determinado objeto. En otras palabras: se poseen como una especie de tendencias reaccionales o actitudes hacia los sujetos”.

“A medida que el individuo adquiere nuevas actitudes, esto es, en cuanto asimila nuevos objetos, sus dotes de improvisación ante dichos objetos disminuyen. Sus acciones se van haciendo cada vez más estereotipadas y, por lo tanto, más predecibles y consistentes. Por eso la vida social se convierte en una realidad, ya que, si no existieran esas expresiones, actitudes o reacciones estereotipadas, la vida social sería imposible” (De “Psicología Social”-Biblioteca Nueva-Madrid 1965).

Los citados autores mencionan la palabra “actitudes” teniendo en cuenta la gran cantidad de respuestas posibles ante la enorme variedad de objetos y personas que se nos presentan cotidianamente. Sin embargo, puede decirse que tal conjunto de respuestas individuales constituye la “actitud característica” de una persona, reservando el plural “actitudes” para designar al conjunto de respuestas características asociadas a cada una de las personas existentes en nuestro planeta. Como cada actitud característica es un conjunto de conocimientos, creencias, sentimientos y respuestas, ha de cambiar con el tiempo, por cuanto nuestros conocimientos como nuestras creencias tienden a variar a medida que mejoramos nuestro nivel de adaptación al orden natural, o a la sociedad. También cambiarán nuestros sentimientos y, finalmente, nuestras respuestas. Todo cambio individual, o social, se logrará cambiando nuestra actitud predominante y, para ello, hemos de modificar primeramente nuestros conocimientos y nuestras creencias.

El cambio ha de ser favorable si todo nuevo conocimiento adquirido resulta verdadero, esto es, compatible con la realidad, especialmente con las leyes naturales que rigen todo lo existente. También se podrán producir cambios a partir de conocimientos falsos, incompatibles con la realidad, algo que ha de alejar al hombre de los niveles de adaptación necesarios para lograr una vida plena.

La síntesis de la visión mencionada la establece D. Krech y sus coautores a través de un ejemplo concreto, tal el caso de la opinión de un individuo respecto de un grupo social: “La forma en que este individuo trata a los judíos se apoya en las creencias, en los sentimientos y en las tendencias reactivas que mantiene con respecto a ellos. Estos conocimientos, sentimientos y tendencias reactivas forman como una estructura; es decir, se relacionan entre sí. Pues bien: es a esta estructura a lo que llamamos actitud hacia los judíos. Los fenómenos sociales, bien que se trate de fenómenos religiosos, económicos, políticos, comerciales, etc., se hallan dirigidos por las actitudes”.

Podemos sintetizar la idea considerando las reacciones como respuestas generadas mediante nuestra actitud característica al actuar sobre ciertos estímulos, que son generalmente objetos o personas:

Respuesta = (Actitud característica) x (Estímulo)

Expresado en una forma compatible:

Actitud característica = Respuesta / Estímulo

Podemos, entonces, considerar a la actitud característica como una “respuesta característica”, por la cual respondemos de igual manera en iguales circunstancias (al menos en determinados momentos de nuestra vida). Este vínculo entre respuesta y estímulo, no debe confundirse con el utilizado en Biología, o por los conductistas en Psicología, por cuanto esta vez no vincula respuestas de los sentidos ante estímulos determinados, sino que son esencialmente respuestas en forma de sentimientos (positivos o negativos) que dependen del estímulo concreto (personas u objetos) y de la valoración que les demos.

Como nuestra actitud característica involucra conocimientos y sentimientos, es posible encontrarle componentes cognitivas como afectivas. Para ello es necesario partir de procesos psicológicos simples y evidentes como es el caso de la “asociación de ideas” para el aspecto cognitivo, y la “empatía” para el aspecto afectivo.

Para la “asociación de ideas”, con el subyacente proceso de “prueba y error”, encontramos cuatro referencias principales que darán lugar a las cuatro componentes cognitivas básicas de nuestra actitud característica y ellas serán: la propia realidad, lo que uno mismo piensa, lo que otra persona piensa o lo que la mayoría piensa. En síntesis: Realidad – Uno mismo – Otra persona – La mayoría

En cuanto al aspecto afectivo, el fenómeno empático nos permite ubicarnos imaginariamente en la situación de otras personas para, así, poder compartir sus penas y alegrías (amor). También existe el odio, por el cual la alegría ajena nos causa tristeza y la tristeza ajena nos causa alegría. El egoísmo tampoco resulta compatible con la empatía, por cuanto el egoísta sólo se interesa por sí mismo, mientras que el negligente ni siquiera se interesa por sí mismo. En síntesis: Amor – Odio – Egoísmo - Negligencia

Las componentes afectivas mencionadas generan las dos tendencias principales consideradas por la Psicología Social: cooperación y competencia. La primera surge del amor mientras que la segunda surge del odio y del egoísmo, siendo la negligencia un tanto neutral respecto a tales tendencias.

Por lo general, cada individuo tiene las cuatro componentes afectivas, aunque en distinto grado o en distintos porcentajes. El bien y el mal existen en distintas proporciones en cada uno de nosotros.

La escala de valores adoptada para nuestra vida social, depende esencialmente de nuestra actitud afectiva predominante. Edwin Hollander escribió: “Los gustos, los modales y la moral que nos caracterizan reflejan nuestras actitudes, así como los valores sociales que les sirven de base. La visión que un individuo tiene de su mundo y el modo en que actúa frente a él pueden ser entendidos, en gran medida, observando las actitudes que conforman su campo psicológico”.

“Actitudes y valores por igual poseen propiedades que definen lo que se espera y lo que se desea. Cabe concebirlos, por consiguiente, como estados motivacional-perceptuales que dirigen la acción” (De “Principios y métodos de Psicología Social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).

viernes, 23 de febrero de 2018

La explotación laboral inversa

Se atribuye al capitalismo, como una característica inherente al sistema, una necesaria e injusta explotación laboral por parte del empresario hacia el empleado, lo que sólo puede darse en mercados no desarrollados, con pocos empresarios y con poca competencia entre los mismos. Ello significa que, en ese caso, no se trataría en realidad de “economías de mercado”, justamente porque no existe la competencia que los caracteriza. Por el contrario, cuando existe competencia empresarial, ningún empresario podrá darse el lujo de perder parte de su mayor capital; el capital humano, por lo que tratará de mantenerlo de alguna forma.

Existe otra forma de explotación laboral, pocas veces mencionada, y es la ejercida por el Estado socialdemócrata cuando confisca gran parte de las ganancias empresariales para redistribuirlas entre los sectores imposibilitados de trabajar (incapacitados, viejos, niños) y también entre los poco adeptos al trabajo. La burocracia estatal, que administra esta redistribución, por lo general absorbe la mayor parte de los recursos confiscados.

El proceso de la explotación laboral del Estado contra los empresarios puede aumentar paulatinamente hasta llegar el momento en que el empresario advierte la situación y deja de producir, o se va a un país normal. El sector improductivo, acostumbrado a vivir del trabajo ajeno, no es capaz de afrontar esta nueva situación porque mentalmente no está preparado para producir; porque nunca lo ha hecho antes y porque sólo se ha preparado para vivir a costa de los demás.

El colapso del sistema es fácil de advertir, aunque resulta difícil hacérselo entender a los socialistas, por cuanto sólo “razonan” en base a la denuncia de Marx, efectuada en el siglo XIX, acerca de la explotación laboral de la era precapitalista. El colapso de Venezuela ha sido la consecuencia necesaria e inevitable de la explotación laboral del Estado contra los empresarios, mientras que la Argentina, poco a poco, va por el mismo camino, por cuanto, pareciera, no existe la decisión política de reducir aportes a la vagancia y al derroche estatal que imposibilitan toda inversión productiva. Los sectores de izquierda insisten en “las necesidades” del pueblo y presionan para que el Estado presione con mayores impuestos al sector empresarial, reduciendo de esa forma el tiempo del futuro colapso económico que tarde o temprano llegará.

Mientras que el proceso populista, o socialdemócrata, puede considerarse como parte del fenómeno descrito por José Ortega y Gasset como “la rebelión de las masas”, el proceso empresarial de renuncia o abandono de la producción, ha sido descrito por Ayn Rand como “la rebelión de Atlas”. Las catástrofes sociales producidas por las barbaries comunista y nazi, en cierta forma pueden interpretarse como el predominio de la rebelión de las masas sobre la rebelión de Atlas. Ayn Rand escribe sobre el contenido de su novela titulada “La rebelión de Atlas”: “La historia muestra lo que le ocurre al mundo cuando la mente se declara en huelga, cuando los hombres con habilidad creativa, en cada profesión, la abandonan y desaparecen. Para citar a John Galt, el líder e iniciador de la huelga: sólo existe una clase de personas que nunca estuvieron en huelga en toda la historia humana. Las otras se han detenido cuando lo desearon, presentando demandas, proclamándose indispensables…los que nunca estuvieron en huelga son los que llevaron el mundo sobre sus hombros, lo mantuvieron vivo y soportaron toda suerte de torturas como único pago, pero nunca le han dado la espalda a la raza humana. Pues bien, ahora tienen su oportunidad. Que el mundo descubra quienes son, qué hacen y qué sucede cuando se niegan a funcionar. Ésta es la huelga de los hombres de la razón, es la huelga de la mente” (De “El nuevo intelectual”-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2009).

El penoso estado de la opinión pública se advierte cuando, al comentar el fallecimiento de un importante empresario argentino, alguien respondió: “Uno menos”. Incluso uno de los tantos ideólogos del marxismo-leninismo de los setenta, Carlos Mugica, escribía: “Una sociedad en la que se realicen plenamente los valores cristianos, será una sociedad sin empresarios” (De “Una vida para el pueblo”-Pequén Ediciones-Buenos Aires 1984).

En un diálogo que aparece en la novela de Ayn Rand antes citada, uno de los personajes le habla a un exitoso industrial que ha debido padecer las descalificaciones y las calumnias de los sectores socialdemócratas: “Usted, que no quiso someterse a la naturaleza, sino que dedicó su vida a conquistarla y colocarla al servicio de su propia felicidad y de su bienestar, ¿a cuántas cosas se ha sometido por esas personas? Usted, que conoce por su propia experiencia que el castigo es producto de los propios errores, ¿cuántos inconvenientes ha aceptado y por qué razón? Durante toda su vida ha sido acusado, no por sus faltas, sino por sus virtudes. Ha sido odiado, no por sus equivocaciones, sino por sus logros. Se han burlado de usted por las cualidades de las que se siente más orgulloso. Lo calificaron de egoísta por haber tenido el valor de actuar según su propio juicio, y convertirse en único responsable de su vida. Lo calificaron de arrogante por su mente independiente. Lo calificaron de cruel por su inflexible integridad. De antisocial por haber poseído la visión que le permitió aventurarse por rutas todavía sin descubrir. De implacable por la férrea autodisciplina con que llevó a cabo todo. De codicioso por su poder creador de riqueza”.

“Luego de haber generado una inconcebible corriente de energía, se ha visto tachado de parásito. Usted, que produjo abundancia en lugares donde sólo existían descampados y miseria, que antes de su llegada eran habitados por seres que padecían hambre, ha sido tildado de ladrón. Usted, que mantuvo con vida a esos seres, sufre al ser considerado explotador. Usted, el más puro y moral de los hombres, se ha visto desdeñado como un vulgar mercantilista. ¿Se ha detenido a preguntarse con qué derecho lo califican así? ¿De acuerdo con qué normas? ¿Según qué valores? No, usted lo ha soportado todo en silencio. Se ha inclinado ante su código sin defender jamás lo suyo. Sabía qué clase de estricta moral era necesaria para producir un simple clavo, pero dejó que lo calificaran de inmoral. Sabía que el hombre necesita un férreo código de valores para tratar con la naturaleza, pero creyó que no necesitaba ese código para tratar con las personas, y dejó en manos de sus enemigos el arma más mortífera, un arma cuya existencia nunca sospechó ni comprendió: el código moral de ellos es su arma”.

“Pregúntese cuán profundamente y de qué terrible modo lo ha aceptado. Pregúntese qué hace a la vida de alguien un código de valores morales, por qué no puede existir sin él, y también qué ocurre si acepta la pauta equivocada según la cual el mal es el bien. ¿Puedo decirle por qué se siente atraído hacia mí, aun cuando cree que debería maldecidme? Porque soy el primero en otorgarle lo que el mundo entero le debe, y que usted tendría que haber exigido a las personas antes de empezar su trato con ellas: una sanción moral…”.

“Usted es culpable de un pecado muy grave, señor Rearden, mucho más culpable de lo que ellos piensan, aunque no de la manera que predican. El peor de los pecados consiste en aceptar una culpa inmerecida, y eso es lo que ha estado haciendo toda su vida. Estuvo pagando un chantaje, pero no por sus vicios, sino por sus virtudes. Ha accedido a llevar la carga de un castigo inmerecido y dejar que se hiciera mayor cuanto mayores eran sus virtudes, pero tales virtudes son las que mantienen vivos a los hombres. Su código moral, aquel por el que se regía pero que nunca declaró, reconoció ni defendió, es el código que preserva la existencia humana. Si fue castigado por observarlo, ¿cuál era la naturaleza de quienes le aplicaron el castigo? Si el suyo era el código de la vida, ¿cuál era el de ellos? ¿Qué valores tiene en sus raíces? ¿Cuál es su objetivo final? ¿Cree que se enfrenta solo a una conspiración para privarlo de sus riquezas?”.

“Usted, que tan bien conoce la fuente de la riqueza, debería saber que es algo mucho mayor y peor que eso. ¿Me pidió que le dijera el motivo que impulsa a los hombres? Su código moral. Pregúntese adónde lo conduce el código ajeno y qué le ofrece como meta final. Peor que asesinar a alguien es convencerlo de que el suicidio es una virtud. Una maldad mayor que arrojarlo a la hoguera es exigirle que lo haga por propia voluntad, y que, además, que levante usted mismo la pira. Según sus propias palabras, son ellos quienes lo necesitan y quienes nada pueden ofrecerle a cambio. Según las palabras de ellos, usted es quien debe sustentarlos porque no pueden sobrevivir sin su ayuda. Considere la liviandad que representa ofrecer su impotencia como declaración de su necesidad…la necesidad que ellos tienen de usted, como justificación de la tortura que le infligen. ¿Está dispuesto a aceptarlo? ¿Quiere conseguir, al precio de su esfuerzo y de su agonía, la satisfacción de las necesidades de quienes lo están destruyendo?”.

“Si viera a Atlas, el gigante que sostiene el mundo sobre sus hombros, de pie, corriéndole la sangre por el pecho, con las rodillas dobladas y los brazos temblorosos, intentando hacer acopio de sus últimas fuerzas, mientras el globo pesa más y más sobre él, ¿qué le diría que hiciera?”

“Pues, no lo sé. ¿Qué…podría hacer? ¿Qué le diría usted?”

“Que se rebelara”

jueves, 22 de febrero de 2018

Legitimar al pecador desalentando al justo vs. Alentar al justo deslegitimando al pecador

En las sociedades actuales es posible advertir actitudes compatibles con la moral cristiana, tal la de alentar al justo para que continúe en su actitud cooperativa mientras deslegitima toda actitud pecaminosa de quien actúa en forma egoísta o envidiosa. Podría decirse que en ello radica la esencia de una sociedad normal, con justos y con pecadores, pero con claras intenciones de aumentar el porcentaje de los primeros. El justo es el que cumple los mandamientos bíblicos mientras que el pecador es el que los incumple, en forma independiente a sus creencias religiosas o posturas filosóficas.

También existen sectores que, abiertamente, legitiman a los pecadores mientras que, además, desalientan el accionar de los justos. Ello implica promover el triunfo del mal sobre el bien, porque es distinto apuntar hacia el bien y, aun quedándose a mitad de camino, intentar alcanzarlo, que apuntar hacia el mal para que predomine sobre el bien; buscando el predominio de la infelicidad sobre la felicidad y de la injusticia sobre la justicia.

Entre las causas que favorecen este despropósito aparece el relativismo moral, creencia que sostiene que los efectos de nuestras acciones no dependen de nuestras actitudes, o bien que ni siquiera tiene sentido hablar de efectos positivos o negativos. Incluso se sospecha que la felicidad dependería sólo del dinero adquirido ignorándose en todo planteo la existencia de valores afectivos e intelectuales.

Así como el ciego, al perder su visión, intensifica los demás sentidos ante la necesidad de adaptarse a la vida cotidiana, quien no dispone de bienes materiales suficientes puede intensificar sus valores afectivos e intelectuales para compensar aquella carencia. Sin embargo, mientras que algunos ciegos se rebelan contra la situación que padecen, negándose a aceptarla, algunos carenciados, materialmente hablando, se rebelan contra su situación negándose a hacer esfuerzos por revertirla.

Los promotores del mal sobre el bien, encuentran en los “pobres buenos” una posibilidad para sembrar el rencor contra la sociedad. Por ello, a aquellos que hacen esfuerzos por salir de su incómoda situación les arengan en contra del sistema capitalista y en contra de las clases media y alta, inculcándoles que de su situación no son culpables sino que la culpa es del “sistema” y de las “clases opresoras”. En cuanto a los “pobres malos”, les inculcan disimuladamente volcarse a la delincuencia considerando que sus actos agresivos son legítimos ya que previamente las clases media y alta los han marginado de la sociedad.

Así como existe un criterio político y económico para distinguir entre izquierda y derecha, en función del rol que ha de ocupar el Estado, puede decirse también que la izquierda, en el ámbito social, es la que legitima al pecador y desalienta al justo, mientras que la derecha alienta al justo tratando de deslegitimar al pecador. Los conceptos de izquierda y derecha aparecen en la Biblia y guardan cierta relación con los actualmente empleados; tras el juicio final, los justos estarán a la derecha de Dios y los condenados a su izquierda. “Colocará las ovejas a su derecha, y las cabras a la izquierda. Entonces dirá también a los de la izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo).

Mientras que la izquierda política apoyaba en los años 70 al terrorismo y la guerrilla marxista-leninista, autora de asesinatos, atentados y secuestros extorsivos, en la actualidad apoya la violencia urbana, ya que produce efectos similares a los mencionados. De ahí que la “justicia” abolicionista o garantista actúe abiertamente a favor del delincuente. Diana Cohen Agrest escribió: “El minimalismo y el abolicionismo penal colaboran en tanto y en cuanto se trata de concepciones del derecho que aspiran al borramiento de una construcción que la civilización sostuvo, pese a sus deficiencias; ¿cómo es posible que desde la ley se propicie la eliminación de las columnas que sostuvieron la arquitectura social cuyo fundamento ético es que al crimen le sigue un castigo? ¿Acaso un ideario asumido como política de Estado, que probablemente se aplique al pie de la letra sólo en la República Argentina, puede discriminar inversamente las conductas delictivas para exonerarlas? Porque se trata, a fin de cuentas, de una política cuyo costo es la segregación de los derechos de las víctimas; y su contraparte es la justificación del delito por la proveniencia «marginal» (que le da el nombre al ideario) de los delincuentes. Aunque es una «verdad de Perogrullo» -como le gusta decir a Zaffaroni-, el delito constituye una forma de vida adquirida a la que pocos renuncian”.

“Una vez que Zaffaroni reconoce el apartamiento del delincuente de la ley, paternalistamente lo desculpabiliza, eliminando incluso la noción de culpabilidad asociada al crimen y desplazada al sistema o a la sociedad. Zaffaroni cae así explícitamente en una apología del delito” (De “ausencia permanente”-Debate-Buenos Aires 2013).

Un sector de la sociedad se muestra en contra del castigo o del encierro del peligroso delincuente aduciendo que fue “marginado” previamente por la sociedad y que por ello se debe intentar su reinserción en la misma. Mientras se reinserta, habrá de cometer varios crímenes adicionales siendo los justos quienes sufrirán mientras dure tal proceso adaptativo.

También dicho sector festeja el asesinato de empresarios, ya que el empresario es el principal actor del sistema económico de tipo capitalista. Cierta vez, la esposa de un bodeguero fue asesinada por un delincuente urbano mientras entraba (o salía) de su casa. Un kirchnerista justificaba dicho asesinato aduciendo que el marido de la víctima “robó antes o robó ahora” (sólo por ser empresario). El delincuente urbano se convierte así en un factor compensador de las injusticias sociales pasando a ser un héroe de la justicia social.

También Jorge Bergoglio apoya a los delincuentes, ya sea que hayan cometidos actos de corrupción durante su paso por el Estado o aunque sean difamadores y sembradores de odio a nivel colectivo. Nunca se le ha escuchado protestar contra los jueces que liberaron delincuentes que cometieron nuevos asesinatos apenas se les concedió una salida provisoria. Tampoco se le escuchó protestar contra los asesinos. Solamente protestó cuando se enteró de que un grupo de vecinos, ante la complicidad manifiesta de la ley con el delito, ajustició por mano propia, mediante un linchamiento callejero, a un ladrón.

Los gobiernos totalitarios, por lo general, se caracterizan por sembrar el odio contra los mejores o contra los exitosos, hasta llegar a su exterminio, legitimando de esa forma el accionar de los peores. Promueven una alteración total del ideal bíblico por cuanto los justos son perseguidos y los pecadores exonerados. También los totalitarismos están “a la izquierda”: la izquierda roja (marxismo-leninismo) y la izquierda negra (nazi-fascismo), cuya similitud es manifiesta, ya que sólo difieren en el objetivo aparente de sus acciones y por el simple intercambio en el uso de las palabras “clase social” por la palabra “raza”.

Durante el stalinismo, en la Unión Soviética, se da el caso de que los mejores científicos terminaban en la cárcel. Si bien se culpa exclusivamente a Stalin por estos hechos, no debe olvidarse que la concentración total y absoluta del poder en manos de un solo hombre conlleva estos riesgos. Kip S. Thorne escribió: “La publicación de Lev Landau sobre los núcleos de neutrones era realmente un grito pidiendo ayuda: las purgas de Stalin se hallaban en pleno apogeo en la URSS y Landau estaba en peligro. Landau esperaba que dando un golpe de efecto en los periódicos con su idea del núcleo de neutrones podría protegerse del arresto y la muerte”.

“La limusina llevó a Landau a una de las más famosas prisiones políticas de Moscú, la Butyrskaya. Allí le dijeron que sus actividades como espía alemán habían sido descubiertas, y tenía que pagar un precio por ellas. El que los cargos fueran ridículos (¿Landau, un judío y un ardiente marxista espiando para la Alemania nazi?) era irrelevante. Los cargos casi siempre eran ridículos. En la Rusia de Stalin raramente sabía uno la razón real de que hubiese sido encarcelado- aunque en el caso de Landau existen indicios…que había criticado al Partido Comunista”.

“Landau tuvo suerte. Su encarcelamiento duró sólo un año, y sobrevivió a él –aunque a duras penas. Fue liberado en abril de 1939, después de que Pyotr Kapitsa, el más famoso físico experimental soviético de los años treinta, apelase directamente a Molotov y Stalin para que le dejasen salir con el argumento de que Landau y sólo Landau, de entre todos los físicos teóricos soviéticos, tenía la capacidad para resolver el misterio de cómo se produce la superfluidez” (De “Agujeros negros y tiempo curvo”-Crítica-Barcelona 1995).

Cuando Stalin logra convencer a Pyotr Kapitsa de dirigir el proyecto soviético para lograr una bomba de fisión, Kapitsa reúne a su personal científico luego de recorrer las diversas cárceles soviéticas. A. M. Biew escribió: “Como a todos los hombres de ciencia en el momento en el que pisan un OKB se les cambia el nombre, y Kapitsa no confía en listas, pidió viajar y explorar él personalmente el reino de las sombras”.

“Durante tres semanas están de viaje; recorren por lo menos 30.000 kilómetros, no tienen ni un accidente, ni siquiera un atraso. Kapitsa debe de haber visto a algunos miles de especialistas; alrededor de 600 nombres se agregan a la lista”.

“En el «OKB Troschkin» de Tupolev, Kapitsa anota en su memoria una docena de nombres entre los que está…el ingeniero Gurevitsch, más tarde uno de los constructores de los MIG, célebres aviones de caza” (De “Kapitsa, el zar del átomo”-Editorial Troquel SRL-Buenos Aires 1956)

Otra víctima del stalinismo es un pionero de la gravedad cuántica. Pedro Naranjo Pérez escribió: “El 18 de febrero de 1938 un pelotón de fusilamiento acababa con la vida de un reo en una prisión de Leningrado. Su nombre, Matvéi Petrovich Bronstein; su legado, ser la primera persona en comprender la profundidad del problema de la gravedad cuántica. Este físico soviético predijo «la eliminación de nuestros conceptos ordinarios de espacio y tiempo, sustituyéndolos por otras ideas mucho más profundas y nada evidentes»” (De “La gravedad cuántica”-RBA Coleccionables SA-Navarra 2017).

martes, 20 de febrero de 2018

Hacia la gravedad cuántica

En épocas pasadas, el individuo común participaba, a través de relatos y noticias, de los descubrimientos que los diversos exploradores realizaban en distintas partes del globo terráqueo. En la actualidad, agotadas las posibilidades de descubrimientos similares, aparece la posibilidad de compartir los hallazgos que los científicos establecen en sus intentos por comprender tanto lo muy grande como lo muy pequeño. Tanto la indagación del universo lejano como la de los diminutos átomos, nos reserva sorpresas inesperadas ya que vislumbra la existencia de mundos distintos a los que nuestra imaginación nos hubiese podido llevar. Richard P. Feynman escribió respecto de la investigación de los físicos: “Tal vez ustedes no sólo hayan llegado a la valoración de este aspecto de la cultura; quizá quieran participar también en la aventura más grandiosa que jamás haya emprendido la mente humana” (De “Las lecciones de física de Feynman” de R. P. Feynman, R. B. Leighton y M. Sands-Fondo Educativo Interamericano SA-EEUU 1971).

En nuestros días, “la aventura más grandiosa que jamás haya emprendido la mente humana” consiste en lograr una teoría de la gravedad cuántica, que ha de ser la que permita unificar, en un reducido conjunto de ecuaciones matemáticas, las cuatro fuerzas naturales que permiten establecer toda la estructura del universo conocido. Estas fuerzas naturales son: la gravedad, responsable del vínculo entre planetas, estrellas, galaxias y todo lo concerniente a las grandes escalas de observación: el electromagnetismo, responsable de la estructura de átomos y moléculas; las fuerzas nucleares fuerte y débil, responsable de la cohesión entre partículas del núcleo atómico y de la cohesión interna de algunas de esas partículas, respectivamente.

El mundo de lo muy grande está descrito por la relatividad generalizada, mientras que el mundo de lo muy pequeño lo está por la mecánica cuántica (modelo Standard). De ahí que surjan intentos por realizar una teoría de la gravedad cuántica que permita encontrar un fundamento adicional para la relatividad generalizada y así disponer de un marco teórico único para todas las fuerzas del universo.

El mayor inconveniente que se presenta radica en que, por el momento, ambas teorías resultan incompatibles, ya que los atributos característicos de cada una de ellas son inexistentes en la otra. Así, en el mundo de lo muy pequeño, los diversos fenómenos se caracterizan por la intervención de cantidades de acción (Acción = Energía x Tiempo) que sean múltiplos de la constante de acción de Planck. Tal discontinuidad no aparece en las ecuaciones de la relatividad generalizada.

En el ámbito de lo muy grande, por otra parte, los ordenamientos espaciales y temporales dependen esencialmente de la materia existente, es decir, no existe un ordenamiento espacial y temporal independiente de la materia existente. Albert Einstein alguna vez expresó: “Antes pensábamos que si sacáramos todas las cosas del universo, nos quedaría el espacio y el tiempo; ahora pensamos que no nos quedaría nada”. Sin embargo, las ecuaciones de la mecánica cuántica utilizan las magnitudes espacio y tiempo como si existiesen en forma independiente de la materia.

En concepto newtoniano de “acción distancia”, considerado para interpretar la ley de gravitación universal, fue reemplazado por el concepto de “campo de fuerzas”. Así, se considera que una partícula crea a su alrededor un campo de fuerzas y luego este campo actúa sobre otra partícula distante. En el caso gravitacional ocurre algo similar: una masa gravitacional (como el Sol) crea un campo de fuerzas que modifica el espacio-tiempo circundante haciendo que los planetas se muevan a su alrededor. John Archibald Wheeler escribió: “El espacio-tiempo controla la masa, diciéndole cómo debe moverse”. “La masa controla al espacio-tiempo, diciéndole cómo debe curvarse” (De “Un viaje por la gravedad y el espacio-tiempo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1994).

Como era de esperar, existen dos grupos de físicos, más o menos definidos, que abordan el problema de distinta forma: unos confían en la validez universal de la mecánica cuántica, incluso despreciando la inexistencia de espacio y tiempo independientes de la materia, y otros que, confiando en los conceptos introducidos por la relatividad generalizada, sostienen que deben postularse ciertos “átomos de espacio-tiempo” en el mundo de lo muy pequeño, en consonancia con las discontinuidades de la cantidad de acción interviniente.

Una teoría representativa de la primera postura, es aquella que se fundamenta en las supercuerdas; una teoría representativa de la segunda postura es la denominada “gravedad cuántica de bucles”. En la forma descrita, parecería que las del primer tipo tienen pocas posibilidades de resultar exitosas por cuanto desconocen las consecuencias de la relatividad generalizada.

Estas posturas han sido descritas por Pedro Naranjo Pérez: “En este libro nos centraremos en una teoría particular, conocida como gravedad cuántica de bucles. El interés de esta teoría es doble. Por un lado, es minimalista, en el sentido de que evita la introducción de ideas especulativas (al contrario que, por ejemplo, la teoría de supercuerdas, que requiere dimensiones espaciales extra, entre otras cosas); la gravedad cuántica de bucles sólo tiene las tres dimensiones espaciales familiares y ningún elemento adicional”.

“Por otro lado, respeta el legado conceptual de la relatividad general, a saber, que el espacio-tiempo no es ninguna entidad absoluta, estática, sino dinámica, expuesta a la danza cósmica con la materia (esta propiedad se desecha en las supercuerdas, donde se vuelve a la concepción del espacio-tiempo anterior a la relatividad general)”.

“La imagen que la gravedad cuántica de bucles ofrece de las escalas más fundamentales del universo tiene un cierto carácter pintoresco. El espacio, ese concepto enraizado en nuestra mente, se vuelve discreto, baila al son de la materia, cual granos de arena arrojados al aire y mecidos por el viento. La diferencia crucial es que entre dos granos de arena hay algo: espacio (vacío o no). Entre dos granos, «átomos», de espacio-tiempo no hay nada. Ni siquiera vacío. Nada de nada. Estos átomos de espacio-tiempo son las unidades elementales de la gravedad cuántica de bucles” (De “La gravedad cuántica”-RBA Coleccionables SA-Navarra 2017).

En cuanto al escenario de fondo de ambos tipos de teorías, el citado autor escribió: “Podemos pensar en la teoría de supercuerdas como un gran teatro: el escenario es el espacio-tiempo; los actores, los fenómenos naturales (partículas, fuerzas…). Por muchas filigranas que el guionista pretenda que tenga la obra, el escenario no va a cambiar. Seguirá siendo liso. Incluso, si queremos llamar la atención del público, podemos pensar en un escenario con repechos o baches. Nada de lo que hagan los actores en esta obra cósmica cambiará la forma del escenario. Habrá los mismos repechos y baches antes y después de la obra. El mayor legado de Einstein, de su relatividad general, simplemente se borra de un plumazo”.

“En nuestro símil teatral, la obra del relativista muestra un aspecto esencialmente distinto; el público asiste con estupor a una representación donde únicamente hay actores. El escenario de las supercuerdas (liso o con repechos) se desvanece y se convierte en uno de los actores”.

Si reviviera alguno de los grandes pensadores del pasado y nos preguntara acerca de la visión que disponemos de la estructura básica de todo lo existente, podríamos decirle que el universo consiste en un grupo de “actores” (partículas, masa-energía) que desarrolla distintas comedias sin que sea necesaria la existencia de un teatro especial que los contenga, mientras que tales comedias sólo estarán limitadas por ciertas normas que deben respectarse siempre y que nunca deberán contradecirse, como es el caso de la ecuación de Euler-Lagrange, que tiene vigencia tanto en el ámbito de lo muy pequeño como en el ámbito de lo muy grande.

Al no existir un tiempo independiente de lo que acontece en el universo, los físicos que sustentan la teoría de bucles, aducen que no tiene sentido hablar del “tiempo cero”, como origen del universo, postulando un universo oscilante con periodos de expansión y contracción. Resulta igual de ilógico un universo creado a partir de la nada como un universo sin principio ni fin. Naranjo Pérez escribió: “El famoso Big Bang, la singularidad o punto inicial que la gran mayoría de físicos toma como el origen de todo, desaparece en la gravedad cuántica de bucles. En su lugar, se predice un «rebote» al considerar la actual expansión del universo hacia atrás en el tiempo. Esta situación se puede entender como la existencia de un universo «oscilante», que sufre fases de expansión y contracción sucesivas”.

Los físicos más representativos de esta teoría son: Amitabha Sen, Abhay Ashtekar, Ted Jacobson, Lee Smolin y Carlo Rovelli. La totalidad de los artículos de investigación, en física teórica, pueden consultarse en la siguiente página web: arxiv.org

sábado, 17 de febrero de 2018

¿Siguen vigentes en la globalización las ventajas comparativas para el comercio internacional?

En el siglo XIX, David Ricardo llegó a conclusiones optimistas respecto del comercio internacional teniendo en cuenta las facilidades productivas de cada país. Su análisis vislumbró la posibilidad de que los intercambios entre distintos países, aun cuando unos fueran ricos y otros pobres, permitirían lograr un beneficio simultáneo para ambas partes. Se oponía al mercantilismo prevaleciente por el cual se estimaba conveniente exportar lo más posible anulando las importaciones. La mentalidad mercantilista estaba asociada al nacionalismo extremo, buscando el beneficio propio y el perjuicio ajeno, o bien desinteresándose por todo lo extranjero.

Adam Smith mostraba las ventajas y la necesidad del comercio entre las naciones. Al respecto escribió: “Lo que es prudencia en la conducta de una familia privada, difícilmente puede ser locura en un gran reino. Si un país extranjero puede suministrarnos un bien más barato de lo que nosotros mismos podemos hacerlo, resulta mejor comprarlo en alguna parte del producto de nuestra propia industria, empleada en alguna forma en la cual tengamos ventaja…Utilizando vidrios, abonos y paredes con calefacción podrían cultivarse muy buenas uvas en Escocia, y también podría hacerse de ellas muy buen vino a más o menos treinta veces el costo por el cual podría comprarse un vino de igual calidad a países extranjeros. ¿Sería, entonces, una ley razonable prohibir la importación de todos los vinos extranjeros, simplemente para fomentar la producción del clarete y el borgoña en Escocia? En la medida en que un país tenga todas esas ventajas y otro país desee tenerlas, siempre será más ventajoso para este último comprarle al primero que fabricar él mismo” (Citado en “Economía internacional” de Miltiades Chacholiades-McGraw-Hill Interamericana SA-Bogotá 1992).

Así, si el país A puede producir manzanas con cierta facilidad y el país B puede hacerlo con los duraznos, resulta conveniente que se tenga en cuenta la división del trabajo entre naciones y que cada uno produzca lo que le resulta más ventajoso, para hacer luego un intercambio comercial con el otro país, de manera de beneficiarse ambos simultáneamente. Ello produciría mejores resultados que si cada país produjera manzanas y duraznos, aun cuando una de estas frutas no fuese tan fácil de producir. Thomas Friedman escribió: “David Ricardo (1772-1823) fue el economista inglés de la escuela del mercado libre que desarrolló la teoría de la ventaja comparativa, según la cual, si cada nación se especializa en la producción de aquellos bienes en los que goza de una ventaja comparativa en términos de costes y a continuación comercia con otra nación para adquirir los bienes en los que ésta se ha especializado, el comercio obtendrá una ganancia general y en cada país participante los niveles de ingresos deberían incrementarse” (De “La Tierra es plana”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2008).

Las cosas no son tan simples cuando se trata de la producción de varias mercancías, como es el caso de un país que produce alimentos y vestimentas a menor costo que otro. Sin embargo, aun en esta situación, es posible encontrar ventajas para ambos países. La conclusión a la que llega David Ricardo fue enunciada de la siguiente forma por Paul Samuelson: “Dadas dos regiones distintas, sea o no una de ellas más eficiente en la producción de todos los artículos, el comercio entre ellas será beneficioso para las dos si cada una se especializa en aquellas producciones en las que tiene ventaja comparativa (o mayor eficiencia «relativa»). Los salarios reales de los factores de producción se elevarán en ambas regiones”.

“Un arancel prohibitivo, lejos de favorecer al factor productivo que quiere proteger, reducirá su salario real al encarecer las importaciones y al restar eficiencia al mundo entero, ya que destruye la especialización y división óptimas del trabajo” (De “Curso de Economía Moderna”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1978).

La ventaja comparativa no sólo tiene en cuenta la eficacia en comparación con otros países, sino también de las posibilidades propias de producción, limitadas por el medio geográfico y por la población. Samuelson aclara esta situación: “Un ejemplo tradicionalmente usado para aclarar esta paradoja de las ventajas comparativas es el caso del abogado que es el mejor de todos los de la ciudad al mismo tiempo que es también el mejor mecanógrafo de la misma”.

“¿No es evidente que se especializará en la abogacía, dejando la mecanografía para una secretaria? ¿Cómo podría restar parte de su precioso tiempo al campo de las leyes, en el que su ventaja comparativa es muy grande, para dedicarlos a actividades mecanográficas, en las que, si bien tiene una ventaja absoluta, su ventaja relativa es mucho menor? Y enfocando el asunto desde el punto de vista de la secretaria, ésta se encuentra en desventaja relativa con respecto al abogado en ambas actividades, pero su desventaja relativa es menor en mecanografía. Es decir, que, relativamente hablando, posee una ventaja comparativa en la mecanografía”.

“Así ocurre entre los países. Si América produce alimentos con la tercera parte de trabajo que Europa y ropa con la mitad de trabajo, América tiene una ventaja comparativa en la producción de alimentos y una desventaja comparativa en la ropa, aunque en términos absolutos es más eficiente en ambos productos. Por la misma razón, Europa tiene una ventaja comparativa en la ropa”.

“La clave del concepto de la palabra «comparativa» consiste en que todos y cada uno de los países tienen una clara «ventaja» en algunos bienes y una clara «desventaja» en otros”.

Existe un aspecto interesante respecto de la aplicación de esta ley económica y es el hecho de que fue establecida para los casos en que los trabajadores permanecen en su propio país, por lo que surgen ciertas dudas acercas de su validez para el caso actual de la globalización económica en donde no sólo circulan mercancías sino también trabajadores, o las comunicaciones permiten el trabajo a distancia, de país a país. “Ricardo enfatizó que el principal aspecto característico del comercio internacional es la inmovilidad internacional del trabajo, aunado a su perfecta movilidad entre países” (De “Economía internacional”).

Thomas Friedman comenta al respecto: “Cuando Ricardo escribió sus obras, se comerciaba con bienes, pero no con el conocimiento ni con los servicios, en general. En aquel entonces debajo del mar no había cable de fibra óptica que sirviese para que EEUU y la India comerciasen con empleos relacionados con las tecnologías de la información”. “Para mí la pregunta clave era: ¿resultará beneficioso el mercado libre para EEUU en conjunto cuando el mundo se vuelva plano y tantas personas puedan colaborar –y competir- con mi prole? Da la impresión de que habrá infinidad de puestos vacantes. ¿No sería mejor para el ciudadano estadounidense que su gobierno erigiese algunos muros y prohibiese algo de subcontratación y de traslado de fábricas?”.

Otro aspecto a tener en cuenta es el del avance tecnológico por el cual, en ciertas actividades productivas como la agricultura, con sólo un porcentaje cercano al 5% de la población laboral activa, se cubre toda esa producción. Es por ello que debe darse prioridad a las actividades que mejor realiza una nación, pero sin dejar de lado otras actividades que permitan una ocupación laboral plena. También una estricta especialización en un determinado rubro, torna riesgosa una economía nacional cuando, por alguna razón, deja de ser redituable.

En contraste a la creciente desocupación tecnológica (reemplazo de mano de obra por automatización), han surgido los empleos en el sector servicios, los cuales constituyen actualmente entre el 70 y 80% de los empleos en muchos países. Thomas Friedman ofrece un ejemplo concreto del comercio internacional actual con movilidad tanto de mercancías como de mano de obra junto con cierta conclusión al respecto. Tal conclusión tiene en cuenta los argumentos a favor como en contra de la globalización: “Después de escuchar los argumentos de ambas partes, llego a donde llega la inmensa mayoría de los economistas: a que Ricardo sigue teniendo razón y a que, si no erigimos barreras que frenen la subcontratación extranjera, la conexión entre los sistemas de planificación de las empresas y sus proveedores y el traslado de fábricas allende nuestras fronteras, a más americanos les irán mejor las cosas que si las erigimos. El simple mensaje de este capítulo es que, aun cuando el mundo se aplane, EEUU en conjunto se beneficiará más ciñéndose a los principios básicos del mercado libre, como ha hecho siempre, que tratando de erigir muros”.

“Imagínate que sólo hay dos países en el mundo: EEUU y China. E imagina que la economía estadounidense sólo está compuesta por 100 personas. De esas 100 personas, 80 son asalariados con formación superior en ámbitos propios de la sociedad de la información y la comunicación, y las otras 20 son asalariados con formación básica y sin especialización. Ahora imagina que el mundo se aplana y que EEUU llega a un acuerdo de mercado libre con China, que cuenta con 1.000 personas pero es un país menos desarrollado. China tiene igualmente 80 trabajadores del conocimiento con formación superior, y los otros 920 son trabajadores sin capacitación específica”.

“Antes de que EEUU llegase a este acuerdo de mercado libre con China, en su entorno sólo había 80 trabajadores de la era de la información y comunicación. Ahora hay 160 en este mundo de dos países. Los trabajadores americanos de la información y comunicación notan que la competencia es mayor, y están en lo cierto. Pero si te fijas en el objetivo que persiguen, en estos momentos es un mercado muy expandido y muy complejo. Pasó de ser un mercado compuesto por 100 personas a uno de 1.100, con muchas más carencias y necesidades. Por eso, debería representar una ganancia tanto para los trabajadores de la información y comunicación americanos como para los chinos”.

“Por quienes sí hay que preocuparse es por los 20 estadounidenses con baja preparación, que ahora deben competir más directamente con los 920 chinos con baja preparación. Si hasta ahora los 20 trabajadores americanos no cualificados ganaban un sueldo decente, se debía, entre otras razones, a que no eran muchos en comparación con los 80 americanos cualificados. Toda economía necesita de mano de obra no cualificada. Pero ahora que China y EEUU han firmado un acuerdo de mercado libre, en este mundo de dos países hay ya 940 trabajadores no cualificados, frente a 160 especializados en tecnologías de la información y la comunicación”.

“Aquellos trabajadores estadounidenses no cualificados que tienen un empleo permutable (un empleo que se puede permutar fácilmente a China) se verán en apuros. No se puede negar. Sin duda, sus sueldos bajarán. Con el fin de mantener o mejorar su nivel de vida, van a tener que cambiar de trabajo verticalmente, no horizontalmente. Tendrán que actualizar su formación y sus destrezas para poder ocupar alguno de los nuevos empleos que sin duda se generarán en el nuevo mercado expansivo creado entre EEUU y China”.

martes, 13 de febrero de 2018

El principio cero de la economía

La teoría económica, al menos en su forma general, no tiene un autor definido. Ello se debe a que describe aspectos observables y evidentes, que pueden simbolizarse de la siguiente manera:

1- División o especialización del trabajo
2- Intercambio en el mercado
3- Ahorro productivo
4- Innovación

Una descripción detallada y rigurosa de este proceso requiere de la elaboración de teorías parciales, como la teoría del valor, de la inflación o de las fluctuaciones económicas.

Los principios generales sirven esencialmente para poder razonar sobre la conveniencia de utilizar la economía de mercado y la adopción de determinados hábitos o actitudes favorables para una adaptación a la misma, mientras que las teorías parciales serán de utilidad principalmente para los economistas profesionales que asesoran a gobiernos o empresas.

Es posible incluir un principio adicional, a la lista anterior, y es aquel que tiene en cuenta los porcentajes de personas con vocación de empleados y de aquellos con vocación de empresarios, ya que de ello dependerá en bastante medida el nivel económico que una sociedad podrá alcanzar. Este “principio cero” podrá expresarse como una suma de porcentajes:

Principio 0: Empleados + Desempleados + Empresarios = 100

Ello implica que, por ejemplo, si un empleado se convierte en empresario, disminuye el porcentaje de empleados en la misma medida en que aumenta el de los empresarios. También, si disminuye el porcentaje de empresarios, aumentará tanto el de empleados como el de desempleados. Los países subdesarrollados económicamente son aquellos que tienen un insuficiente porcentaje de empresarios, por lo cual tendrán una excesiva cantidad de empleados como de desempleados.

Cuando la cantidad de empresarios es pequeña, no será posible el surgimiento de verdaderos mercados competitivos, por lo cual no podrá decirse que tal sistema constituya una “economía de mercado”, por cuanto no existe un mercado. Como consecuencia, puede decirse que el desarrollo económico se da juntamente con una economía de mercado, o capitalista, mientras que el subdesarrollo se da juntamente con economías mercantilistas, o pre-capitalistas.

En cuanto al porcentaje ideal de empresarios y de empleados, puede estimarse en, al menos, un 20% de empresarios y 80% de empleados. Es posible que este ideal se cumpla para determinado país y no para otros, ya que es factible que grandes empresas puedan absorber gran cantidad de empleados, funcionado en forma eficaz una economía con un porcentaje de empresarios menor al señalado.

Teniendo en cuenta este principio adicional de la economía, es importante que en un país se promueva el surgimiento de muchos empresarios haciendo consciente a toda la población de que en ello consistirá la posibilidad de llegar al pleno desarrollo, y que toda mentalidad anti-empresarial y anti-capitalista, sólo habrá de favorecer el subdesarrollo. Los países muy pobres, que presentan un cuadro económico deprimido, muestran una pequeña cantidad de empresarios, con muchos desocupados y muchas necesidades. Si existen necesidades y existe desocupación, no resulta difícil advertir que lo que hace falta son empresarios.

El principio cero es tan importante que pocas veces se lo tiene en cuenta, ya que se sobreentiende su existencia, siendo el mismo caso del nombre del país, cuando se envía por correo correspondencia interprovincial. El rol desempeñado por el empresario cumple, en la economía, una función similar al de las columnas de un edificio, de ahí el gran esmero de la izquierda política para desprestigiarlo o incluso destruirlo.

Como ejemplo puede citarse el rumor por el cual, se decía, que la empresa MacDonald utilizaba lombrices en lugar de carne vacuna para sus distintos productos elaborados. El odio izquierdista, carente de toda lógica, no advierte que resulta mucho más sencillo y barato adquirir carne vacuna en un lugar urbano que ir a buscar lombrices a lugares alejados,

Las actitudes en contra del sector productivo surgen en todas partes por cuanto la envidia es parte de nuestra naturaleza humana. Ludwig von Mises escribía al respecto: “No basta a los escritores socialistas la descripción de las condiciones en que viven las víctimas del capitalismo. También se interesan por reflejar la vida y milagros de los beneficiarios del sistema, los empresarios. Se esfuerzan por descubrir a los lectores cómo se enriquecen”.

“Como quiera que ellos –gracias a Dios sean dadas- no dominan tan turbios negocios, buscan, ante todo, información en autorizados libros de historia. He aquí lo que los especialistas les cuentan acerca de cómo los «gangsters financieros» y los «voraces tiburones» hicieron sus millones: «Empezó su carrera como turbio traficante de ganado, que compraba a los campesinos y lo llevaba a vender al mercado. Vendía los animales a peso en las carnicerías. Poco antes de conducirlos al mercado les daba sal para que bebieran agua en abundancia. Un galón de agua pesa unas ocho libras. Dadle a la vaca tres o cuatro galones de agua y lograréis un sobrebeneficio al venderla»”.

“Así es como describen en docenas y docenas de novelas y obras teatrales las torpes transacciones del personaje más vil de la trama, el hombre de negocios. Los repugnantes capitalistas se hicieron ricos vendiendo acero agrietado y alimentos putrefactos, zapatos con suelas de papel y piezas de algodón que hacían pasar por tejidos de seda. Sobornaban a gobernadores y senadores, jueces y policías y estafaban a sus clientes y operarios. Es una historia bien sabida”.

“Estos escritores se hallan muy lejos de pensar que sus relatos implícitamente vienen a calificar de perfectos idiotas a todos los americanos víctimas fáciles de la superchería de cualquier bribón. El timo de las vacas infladas es el método de estafa más primitivo. Difícil resulta creer que existan en ningún sitio carniceros tan estúpidos como para caer en la trampa. Desde luego es confiar demasiado en la candidez del lector al suponer que existen comerciantes en los EEUU tan fáciles de timar. Lo mismo ocurre con todas las fábulas similares”.

“Para el escritor «izquierdista» el hombre de negocios en su vida privada es un bárbaro, un jugador, un borracho. Pasa los días en los hipódromos, las noches en los cabarets para después dormir con su querida. Como Marx y Engels hacían notar «no bastándoles a los burgueses las esposas e hijas de sus obreros, sin mencionar las prostitutas declaradas, se complacen en seducirse, unos a otros, sus mujeres». Es de esta suerte como gran parte de la literatura americana describe al empresario estadounidense” (De “La mentalidad anticapitalista”-Fundación Ignacio Villalonga-Valencia 1957).

Es oportuno mencionar el hecho de que el principal capital del comerciante es su clientela. De ahí que el comerciante sensato la cuida con esmero y nunca se le va a ocurrir estafar a un cliente porque el principal perjudicado va a ser él mismo. Como existen otros comerciantes y proveedores, el cliente estafado lo abandonará apenas descubra la estafa. Por lo tanto, sin negar la posible existencia de comerciantes estafadores, puede asegurarse que aquellos que han tenido éxito empresarial lo han logrado por ser honestos con sus clientes.

En los países subdesarrollados predomina la vagancia y el trabajo a desgano, de ahí que la mayoría huye de las responsabilidades y de las preocupaciones propias de toda actividad autónoma. Sin embargo, todos quieren ganar sueldos similares al de las entradas mensuales del empresario exitoso. La situación casi terminal en la que se encuentra la Argentina se advierte en el hecho de que son 8.000.000 los contribuyentes con impuestos mientras que llegan a 18.000.000 los que viven, total o parcialmente, del Estado.

En cuanto a la mentalidad predominante en el subdesarrollo, Nélida Rebollo escribió: “Reconocía un gran conocedor de la psicología humana que el ideal de la inmensa mayoría de los hombres es hacer en las profesiones lo menos que se pueda, y lograr que se les pague lo más posible y «romper cuanto antes la dura cadena que les mantiene amarrados como viles galeotes»”.

“Desde la elección de la profesión se crea como objetivo no la realización de la vocación y las aptitudes, sino afanarse a lo que produzca más hasta conquistar la libertad de «vivir sin trabajar»”. “Todo el horizonte futuro pareciera descansar en la inacción, en la cesación de sí mismo para la entrega al placer y a la opulencia” (De “Nuestro tiempo y nuestras razones”-Editorial Fraterna SA-Buenos Aires 1986).

La idea prevaleciente en materia de justicia social es aquella que presupone que la naturaleza ha brindado a los hombres todo lo necesario para nuestra supervivencia y que si algunos tienen mucho, ello se debe a que se lo han quitado a quienes poco poseen. Desde este punto de vista, el empresario es el voraz consumidor de lo que a él le corresponde y también de lo que le corresponde a otros. Sin embargo, a excepción del agua y del aire, la mayor parte de lo que necesitamos para vivir, debe ser logrado con trabajo e innovación. Y si existen necesidades y desocupación laboral, ello se debe principalmente a la ausencia de empresarios en una cantidad suficiente. Ludwig von Mises escribió: “La naturaleza no es generosa sino avara. Todos los bienes indispensables para la vida humana los escatima. Ha poblado al mundo de animales y plantas con innata tendencia a destruir la vida y el bienestar del hombre. Desata fuerzas y provoca fenómenos que perjudican la vida humana, dificultando los esfuerzos del hombre por conservarla”.

“La supervivencia y el bienestar es un triunfo alcanzado gracias a la habilidad con que maneja el arma principal con que le dotó la naturaleza: la inteligencia. Ha sido el hombre, cooperando con sus semejantes bajo el signo de la división del trabajo, quien ha creado todas aquellas riquezas que los eternos soñadores consideran gracioso donativo. En su consecuencia, al tratar de «la distribución» de esta riqueza, carece de sentido invocar principios de derecho natural o divino. No se trata de repartir un caudal obsequio de la naturaleza. El problema estriba en hallar aquellos sistemas que mejor permiten mantener e incrementar la producción de los bienes necesarios”.

lunes, 12 de febrero de 2018

¿Afecta el ambiente cultural la eficacia de la educación?

En general, estamos de acuerdo en que la educación que reciben niños y adolescentes es de prioritaria importancia para lograr un desarrollo equilibrado de la sociedad. Por “educación” entendemos el proceso que se establece en los distintos establecimientos, estatales o privados, en donde se trata de que el alumno adquiera una formación integral, que involucra desde lo ético hasta lo laboral, para permitirle insertarse sin mayores inconvenientes en el medio social.

Los hábitos que el alumno adquiere a lo largo del proceso educativo, no dependen sólo de lo adquirido en la escuela, sino también de lo aprendido en su propio hogar y, principalmente, de lo que recibe cotidianamente desde los medios masivos de comunicación, como es el caso de la televisión. De ahí que las fallas que se advierten en el proceso formativo no se deben sólo a ciertos criterios pedagógicos erróneos, en boga en estas épocas, sino también de la información que recibe desde la televisión.

Los problemas asociados a la superficialidad, el hedonismo o la burla frecuente, proceso conocido en la Argentina como la “tinellización” de la sociedad, contrasta notablemente con la influencia que recibían las generaciones anteriores cuando la mayor parte del tiempo estaban en contacto, a través del libro, con los personajes más destacados de la cultura universal.

Es absurdo esperar que niños y adolescentes adquieran hábitos culturales adecuados cuando desde el Estado se premia a personajes como Marcelo Tinelli al considerarlos “ciudadanos ilustres” o se homenajea a asesinos seriales como Ernesto Che Guevara incorporando a la propia Casa de Gobierno de la Nación un retrato recordatorio con guardia de honor permanente, al menos hasta hace algún tiempo atrás. Así como el lenguaje gestual, en los individuos, es mucho más eficaz o influyente que el lenguaje asociado a las palabras, la transmisión de hábitos y actitudes es mucho más influyente (para bien o para mal) que los discursos puramente verbales. Si la sociedad en su conjunto valora y exalta la superficialidad, la burla, el odio entre sectores y hasta el terrorismo más violento, es absurdo esperar que de las escuelas egresen alumnos aptos para conformar una sociedad pacífica y civilizada.

El problema puede sintetizarse en base a las siguientes dos situaciones indeseables: a) Desacuerdos educativos, b) Relativismo moral. Existe desacuerdo educativo cuando el padre de un niño pequeño estimula y festeja cuando éste dice malas palabras o actúa en forma grosera, mientras que la madre le recrimina tales hábitos. Al no haber coincidencias, el niño no tendrá una clara la idea del bien y del mal, y mucho menos una orientación concreta en la vida.

Cuando este niño comienza la etapa escolar, es posible que en la escuela tampoco reciba una influencia moral adecuada por cuanto predomina en la sociedad la idea del relativismo moral, por lo cual no existiría el bien ni el mal en un sentido absoluto o universal. En lugar de recibir este alumno una orientación definida y coincidente, se lo ubica en una postura de total desorientación. Cuando llega a adolescente, las cosas no habrán cambiado demasiado, o incluso pueden haber empeorado por cuanto en la escuela se le crea el hábito de que debe renunciar a los objetivos individuales para su vida, sino que debe amoldarla para compartir objetivos colectivos impuestos por el Estado benefactor. El proceso educativo se va transformando en un proceso de adoctrinamiento político.

La sociedad, en su conjunto, tampoco tiene metas culturales definidas por cuanto el relativismo cultural indica que no existe cultura mejor que otra, que cualquier cosa que hagamos constituirá “nuestra cultura”, aunque sea incompatible con los principios morales elementales.

Tampoco se le sugiere que tenga metas tales como la formación de una familia del tipo natural o tradicional, sino que desde chico se le informa que dispone de la posibilidad de establecer un “matrimonio” homosexual, participar en tríos mixtos o en diversas asociaciones que se le puedan venir a la mente. Es decir, el relativismo moral valora todas las alternativas posibles con una tácita exclusión de lo natural y lo tradicional.

El perfeccionamiento de la educación destructiva, tanto del individuo como de la sociedad, se materializa en la actitud por la cual se le sugiere hacer todo lo contrario a lo que proponen las diversas iglesias cristianas. Recordemos que existen dos tendencias básicas en el individuo; cooperación y competencia, siendo la primera de ellas la base de la moral natural a través del “amarás al prójimo como a ti mismo”, mientras que una competencia compatible con este principio requiere una predisposición a cooperar de mejor forma y con mayor intensidad que los demás.

El relativismo moral, por el cual es el hombre mismo quien decide qué es el bien y el mal en cada circunstancia, no tiene en cuenta, por ejemplo, los efectos perniciosos que el abuso de menores genera en la psicología individual de los mismos. Aun cuando la sociedad, con pleno y mayoritario consenso, decrete que tales prácticas de abuso no son pecaminosas, los efectos en los niños serán exactamente los mismos, porque no dependen de lo que los hombres opinemos sino de la propia naturaleza humana que hemos adquirido a través de millones de años de evolución biológica.

Por lo general, el antiguo modelo de la sociedad medieval nos brinda un ejemplo de sociedad con objetivos coincidentes y con un sentido de la vida objetivo, si bien en la actualidad varias de sus creencias y costumbres no son de conveniente aplicación. Theodore Brameld escribió: “Examinemos, por ejemplo, el contraste entre el orden contemporáneo y el medieval. En la Edad Media, no sólo el tiempo era más lento y los modos de vida más simples; se agregaba a esto el hecho de que la mayoría de los hombres se encontraban encuadrados desde su nacimiento en una posición estable dentro de una estructura social y religiosa tan inamovible, que cualquier porción de libertad que pese a todo pudieran poseer, estaba bien determinada por otros anticipadamente”.

“La decadencia del medievalismo y el surgimiento de la época moderna transformó gradualmente este tipo de orden, en términos de la experiencia real y en términos de las filosofías que se desarrollaron para justificar y acelerar la transformación. El orden era todavía aceptado. Pero gradualmente se lo consideraba más como un medio para el valor de la libertad individual, que como un valor en sí mismo. El Estado, por ejemplo, era tolerado como un mal necesario –como un poder coercitivo, necesario para los transgresores de dentro y los agresores de fuera- pero apenas como institución valiosa por derecho propio” (De “Bases culturales de la educación”-EUDEBA-Buenos Aires 1961).

Los problemas expuestos no conciernen sólo a un país ni tampoco son propios de una época, sino que existen bajo ciertas particularidades locales. Theodore Brameld escribió respecto de la sociedad estadounidense: “Nuestras escuelas y «colleges», en general, no son ni coherentes ni claros respecto de los valores que se presupone están obligados a inculcar a los jóvenes. No son coherentes, porque las tensiones virulentas de las instituciones económicas, religiosas, políticas y de otro tipo de nuestro tiempo, contagian también inevitablemente nuestra enseñanza o aprendizaje de valores. Y no son claros, pues, en la medida en que la educación norteamericana ha tendido a considerar que su misión principal es la de proporcionar información y aprendizaje de las técnicas, también tendió a almacenar sus valores en el desván de la educación, por así decirlo”.

“El resultado es que los valores –por ejemplo, aquéllos asociados a la Declaración de la Independencia o The Bill of Rights- a menudo se dan por sentados, o en el mejor de los casos, se tratan con una especie de deferencia sentimental, en lugar de hacerlos objeto de una reinterpretación crítica y constante como valores importantes para la teoría y la práctica total de la educación en una cultura democrática”.

“La educación tiene siempre un carácter normativo. Está siempre gobernada por normas –es decir, pautas- que derivan su propio sentido de los valores inherentes a la vida de los pueblos organizados en culturas. Sin embargo sería posible abonar con nutridos ejemplos la afirmación de que la educación está agobiada por problemas crónicos que no han encontrado solución, precisamente porque su índole profundamente normativa es presupuesta o completamente ignorada. Siendo esto así, una de las tareas más urgentes con que se enfrenta la educación, y sin duda la más sorprendente, es la de encarar sus problemas en el mercado de los valores donde se encuentran y se entremezclan el movimiento de la educación y el de la cultura. Es aquí donde la educación revela más abiertamente lo que siempre ha sido por debajo de la superficie de su rutina común: una institución interesada en primero y último lugar, en ayudar a los seres humanos a aprender cómo vivir de conformidad con las normas de una cultura determinada”.

“Sugiero que la búsqueda de un orden renovado en educación esté condicionada, en primer lugar, por la búsqueda de un orden renovado de la cultura; que la primera presenta tantos signos de inestabilidad como la segunda; y que una razón fundamental para el genuino interés de los líderes de la educación por ayudar al estudiante a encontrar nuevamente su orientación, estriba en el hecho de que la cultura lo ha ayudado, precisamente, a perder dicha orientación”.

La alternativa unificadora que permita compatibilizar educación, cultura, política, economía y religión, radica en la ciencia experimental, concretamente en la Psicología social. A partir de las dos tendencias básicas de cooperación y competencia, junto a la existencia de una actitud característica en todo individuo, resulta posible fundamentar la ética natural, esencialmente la ética cristiana, para que pueda constituirse como el fundamento de toda acción humana. Desligada de misterios e incoherencias lógicas, la moral natural permitirá, en poco tiempo, orientar al hombre por el sendero que lo llevará a una mejora constante por los distintos niveles de adaptación al orden natural.

viernes, 9 de febrero de 2018

Perón y el desarrollo nuclear argentino

Por lo general, los sectores políticos se atribuyen el mérito de todo lo positivo que se haga en un país, mientras que atribuyen a otros sectores, incluyendo a los políticos extra-partidarios, todo lo negativo que se haga. En realidad, los gobiernos permiten, en el mejor de los casos, las obras positivas (cuyos recursos surgen del sector productivo), mientras que otras veces impiden la realización de potenciales desarrollos. Es decir, los países avanzan o retroceden, gracias a los diversos gobiernos o a pesar de ellos. En el caso argentino, puede decirse que el país avanza a pesar de los gobiernos y se estanca o retrocede gracias a ellos.

El desarrollo nuclear argentino, según la opinión de varios físicos, se debe a Enrique Gaviola y Guido Beck, y principalmente a José A. Balseiro. El político que utilizó la física con fines partidarios, por otra parte, fue Juan D. Perón, secundado por Ronald Richter. En esos casos, se observa la participación de dos extranjeros, el “austriaco bueno” (Beck) y el “austriaco malo” (Richter).

Puede decirse que desde la primera y segunda presidencia de Perón, y debido a su gestión, la Argentina comienza a ocupar un lugar secundario entre los diversos países del mundo sumergiéndose en pleno subdesarrollo, siendo un síntoma ello el hecho de mostrar al mundo que ya en 1951 la Argentina había logrado dominar la generación de energía a partir del proceso de fusión nuclear, algo que, todavía en 2018, no ha podido lograrse en forma satisfactoria.

No faltan quienes ven en ese proyecto fallido ciertos aspectos positivos como el inicio de la investigación nuclear para reivindicar la imagen de Perón asociándole un mérito que no es tal. El tirano pocas veces hacía algo que beneficiara al país, a no ser porque fuese una consecuencia inevitable luego de beneficiarse primeramente él mismo. Una persona que sintiera estima por su pueblo, nunca lo hubiese dividido sembrando colectivamente un odio intenso entre seguidores y adversarios. La prueba más evidente lo constituye el hecho de haber apoyado y de haberse asociado a grupos terroristas como Montoneros con la finalidad de destruir material y moralmente a la Argentina con tal de poder acceder nuevamente al poder.

El papelón internacional de 1951 permitió mostrar al mundo la “nueva Argentina” de Perón, alejada de la seriedad que el país había mostrado en otras épocas. Robin Herman escribió: “En la mañana del sábado 24 de marzo de 1951, el dictador argentino Juan Perón convocó una rueda de prensa en la Casa Rosada, el palacio presidencial. Junto a él se sentaba un oscuro físico austriaco llamado Ronald Richter”.

“Ante una nube de periodistas que transmitían sus palabras a toda la nación, Perón declaró que Argentina había construido una central de energía atómica en la isla lacustre de Huemul. Esta central piloto, explicó, empleaba una forma de energía nuclear superior y revolucionaria. En vez de tratar de alcanzar la fisión nuclear como hacían otras naciones, «la nueva Argentina», como la definió Perón, se había arriesgado a abordar un tipo diferente de reacción atómica, la que produce la energía en el Sol. El 16 de febrero pasado, las pruebas habían tenido éxito, produciendo «una liberación controlada de energía atómica» sin usar el uranio como combustible. Para la reacción habían sido necesarias «temperaturas enormemente altas, de millones de grados»”.

“Calificó el descubrimiento como de «trascendental importancia para la vida futura» de su pueblo y «para el resto de los pueblos del mundo» y explicó que llevaría a Argentina a «una grandeza que ni siquiera podemos imaginar en el día de hoy»”.

“Para la comunidad científica internacional, se trataba de una declaración asombrosa: Perón estaba diciendo que Argentina había puesto en funcionamiento una central de energía de fusión. El anuncio del éxito ocupó las cabeceras de los periódicos de todo el mundo. En el New York Times venía un artículo al comienzo de su primera página: «PERÓN ANUNCIA UNA NUEVA FORMA DE EXTRAER LA ENERGÍA DE LOS ÁTOMOS», y debajo: «Argentina ha ideado una reacción termonuclear sin uranio. El método está sacado del Sol»” (De “Fusión”-McGraw-Hill Interamericana de España SA-Madrid 1993).

El estilo de gobierno peronista implicaba hacer todo lo que ordenaba el líder bajo una ciega obediencia. Sin hacer demasiadas consultas, el gran embaucador de multitudes, fue embaucado por un físico con pocos o ningún antecedente científico. Mario Mariscotti escribió: “Era cierto que se sabía poco y que había margen para la duda, pero Gaviola y Beck se habían puesto a buscar datos y antecedentes. Merced a la experiencia de ambos y a sus contactos en el extranjero, poco esfuerzo les costó llegar, en poco tiempo, mucho más allá de lo que pudieron los Ministerios de Educación y de Asuntos Técnicos juntos”.

“Ellos sabían que lo primero que se pregunta de un científico cuando se lo quiere conocer, es la lista de sus publicaciones, y que no hace falta preguntárselo al propio científico; se puede acudir a una biblioteca especializada y mirar los índices de autores. Gaviola y Beck exploraron la literatura de los veinte años precedentes. No encontraron ningún trabajo del doctor Ronald Richter. La única referencia al trabajo de Richter en la universidad de Praga, donde había estudiado, figuraba en un trabajo del físico Felsinger publicado en la revista Annalen der Physik de 1937, donde le agradece a Richter la cesión del equipo que él había utilizado para medir el efecto fotoeléctrico de rayos X «blandos» sobre diversas muestras” (De “El secreto atómico de Huemul”-Sudamericana/Planeta Editores-Buenos Aires 1985).

Tanto Perón como su entorno, desconfiaban de los físicos argentinos y, por el contrario, confiaban excesivamente en todo personaje que viniese de Alemania o Austria ya que, para los nazi-fascistas, la raza garantizaba cierta calidad profesional. De ahí que se embarcaron en un proyecto costoso sin siquiera haber averiguado los antecedentes de quien habría de dirigirlo.

José A. Balseiro fue uno de los físicos designados posteriormente para supervisar los trabajos de Richter una vez que el gobierno comienza a desconfiar de los resultados obtenidos. En un informe al respecto, Balseiro escribe: “De las comprobaciones efectuadas durante el funcionamiento del reactor se sigue que no existe ningún elemento de juicio que permita afirmar que una reacción de carácter nuclear se produce realmente”.

Arturo López Dávalos y Norma Badino, por su parte, escriben: “En realidad, las reacciones nucleares que Richter pretendía lograr son en principio posibles, pero el camino elegido, por falta de rigor en el análisis y por falta de experiencia, era totalmente equivocada. El método utilizado en la isla Huemul para intentar la obtención de la fusión nuclear puede compararse, usando un lenguaje no técnico, con el intento de hacer llegar una piedra hasta la Luna usando para ello una honda o «gomera»; la idea es en principio realizable (el viaje de la piedra a la Luna es posible), pero la honda es un instrumento absolutamente insuficiente para lograr ese fin” (De “J. A. Balseiro: crónica de una ilusión”-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 1999).

El elemental nivel científico de Richter le impedía tener en cuenta las perturbaciones electromagnéticas que pueden producirse entre el proceso estudiado y los instrumentos de medición. López Dávalos y Badino agregan: “Antes de escribir su informe, Báncora [el otro físico supervisor] había repetido las experiencias de Richter en el aspecto electromagnético, constatando que un arco voltaico semejante al utilizado en Huemul era efectivamente oscilante, lo que producía un acoplamiento entre las oscilaciones electromagnéticas del circuito y los circuitos electrónicos vinculados a los contadores Geiger, situados a poca distancia del arco”.

“La situación es semejante a la que se produce cuando un instrumento electrónico como una computadora opera cerca de un televisor y perturba su funcionamiento. El ruido que produce el televisor al ver afectada la recepción tiene el mismo tenor que las cuentas falsas que acusaban los contadores Geiger”.

La diferencia entre una bomba y un reactor de fisión, o entre una bomba y un reactor de fusión, es que en los primeros casos no existe un control del proceso mientras que en los segundos casos puede controlarse. Según parece, en las experiencias en la isla Huemul, no se utilizaba el sistema de control. Los citados autores escriben al respecto: “Agrega [Balseiro] que si bien en la cámara de reacción existe un oscilador de radiofrecuencia con la finalidad de servir para el mecanismo de control, aquel nunca funcionó durante la realización de las experiencias. Deja constancia de que no existe en las proximidades de la zona de reacción ningún dispositivo que pueda generar el campo magnético oscilante que permita obtener el efecto de resonancia que Richter pretendía para controlar el ritmo de la reacción”.

Para colmo de males, Richter interpretaba mal las experiencias y ni siquiera repetía los experimentos que realizaba. Mario Mariscotti escribió: “Un plasma caliente, donde los átomos se desplazan en todas direcciones, exhibe un ensanchamiento de sus líneas espectrales, no un desplazamiento. A tal punto llegó la superficialidad del análisis científico del responsable del proyecto Huemul, que ni siquiera tenía en claro los resultados que debía esperar. Richter no sólo actuó contrariamente a las más elementales normas de la investigación científica al negarse a repetir el experimento; también se equivocó drásticamente al creer que debía esperar una desviación de las líneas del espectro en lugar de un ensanchamiento”.

Puede encontrarse algunas semejanzas entre la actitud de líderes totalitarios como Stalin, Kruschev y Mao Tse-Tung al confiar en pseudo-científicos como Trofim Lysenko y la actitud de Perón al confiar en Richter. En ambos casos se advirtió que las ideologías totalitarias, cuando ocupan gran parte de un cerebro, pueden jugar malas pasadas. En el primer caso, se aceptó a Lysenko porque su “teoría” se adecuaba al materialismo dialéctico (aunque no a la naturaleza), mientras que en el segundo caso, Richter fue considerado como un digno representante de la “raza superior aria”.

miércoles, 7 de febrero de 2018

¿Dios cambia en el tiempo?

Si se adopta una postura por la cual se acepta que el Dios bíblico interviene en los acontecimientos humanos, incluso “dictando” a los autores de los diversos textos bíblicos lo que debían escribir y luego comunicar a los demás hombres, se advierte que existe un cambio esencial entre el Dios del Antiguo Testamento y el Dios-hombre encarnado en Jesucristo. Mientras que el Dios del Antiguo Testamento es celoso y vengativo, casi como un líder totalitario del siglo XX, el Dios interpretado por Cristo se vislumbra como un líder democrático que promueve el diálogo y el perdón.

Para describir la actitud del Dios del Antiguo Testamento se mencionan algunos textos bíblicos: “El Señor dijo a Moisés: Pasado que hubiereis el Jordán y entrados en tierra de Canaán exterminad a todos los moradores de ella, quebrad las aras, desmenuzad las estatuas y asolad todos los adoratorios de las alturas…si no queréis matar a los moradores del país…yo haré contra vosotros todo lo que tenía resuelto hacer contra ellos” (Números 33,50-56).

“Si un hermano tuyo, un hijo de tu madre, si tu hijo o tu hija, o tu mujer que es la prenda de tu corazón, o el amigo a quien amas como a tu misma alma quiere persuadirte y te dijera en secreto: Vamos y sirvamos a los dioses ajenos no conocidos ni por ti ni por tus padres, dioses de las naciones que te rodean, vecinas o lejanas de un extremo al otro del mundo, no condesciendas con él, ni le oigas, ni la compasión te mueva a tenerle lástima y a encubrirle, sino que al punto le matarás; tú serás el primero en alzar la mano contra él y después hará lo mismo todo el pueblo” (Deuteronomio 13,6) (Citas de “Las ideologías en el siglo XXI” de Ignacio Massun-Editorial Métodos SA-Buenos Aires 2004).

La interpretación teísta del mundo acepta un Dios que cambia en el tiempo y que incluso en la antigüedad utilizaba métodos disuasorios similares a los empleados posteriormente por Hitler o por Stalin. Por el contrario, la postura deísta, o religión natural, supone que los textos bíblicos surgen del hombre, y no de Dios, es decir, de hombres que miran hacia Dios y lo interpretan en una forma personal y subjetiva, que puede incluso variar con el tiempo. Sin embargo, la ley natural no cambia; lo que cambia es la descripción que los hombres hacemos de ella.

La consecuencia inmediata de la postura teísta, y de la interpretación literal de los textos religiosos, como ocurre especialmente con el judaísmo y el islamismo, es la división y el antagonismo que surge entre los seguidores de distintas religiones. Esto no debe extrañar a nadie, porque si algunas religiones se basan en ideas similares a las de Hitler y Stalin, no debe esperarse otra cosa que la violencia interreligiosa.

Las religiones morales, que son una guía (o deberían serlo) para la adaptación del hombre al orden natural, son generalmente utilizadas para resolver “situaciones de emergencia”, como es el caso de los milagros. En el caso de que Dios no intervenga en los acontecimientos humanos, los milagros no serán tales, sino que serán efectos surgidos en los seres humanos inspirados en la idea de Dios. De ahí que Cristo decía que es la fe personal la que produce los “milagros” y no intervenciones directas de Dios interrumpiendo momentáneamente la ley natural. Anthony de Mello decía que “milagro no significa que Dios cumpla con los deseos de los hombres, sino que los hombres cumplan con los deseos de Dios”.

Respecto de los milagros, Jean Jacques Rousseau escribía en 1764: “No sé si el arte de curar se ha conquistado ya, ni si será conquistado algún día. Pero lo que sí sé es que no pertenece a ningún ámbito sobrenatural. Tan natural es que un hombre cure como lo es que caiga enfermo, y en la misma medida cabe una súbita curación que una muerte súbita”. “Lo más que sobre ciertas curaciones puede decirse es que resultan sorprendentes, pero no que sean imposibles, ¿cómo probar, pues, que se trata de milagros? Existen, sin embargo, lo confieso, cosas que me asombrarían mucho en el caso de producirse en mi presencia. No tanto el ver caminar a un cojo cuanto, por ejemplo, a un hombre que no tuviese piernas, ni ver mover a un paralítico su brazo como recobrar el que le falta a un hombre que sólo tuviese uno”.

“Y esto me asombraría, más aún, lo confieso, que ver resucitar a un muerto; porque, en fin, un muerto puede no estar muerto…Acaba de descubrirse el secreto de resucitar a los ahogados, se ha intentado ya el resucitar a los ahorcados, ¿y quién sabe si, en otros géneros de muerte, no se llegará a devolver la vida a cuerpos que se había creído privados de ella?”.

“Antaño no se sabía una palabra sobre operaciones de cataratas, que resultan un juego para nuestros cirujanos. ¿Y quién puede afirmar que no exista un secreto inasequible para curarlas de golpe? ¿Quién sabe si el poseedor de un secreto semejante no puede hacer con toda simplicidad algo que un espectador ignorante va a tomar por milagro y que un autor advertido puede hacer constar como tal? Todo esto no es verosímil, de acuerdo; pero no tenemos la prueba de que sea imposible, y precisamente de lo que se trata es de la imposibilidad física. Sin ello, Dios, al desplegar ante nuestros ojos su poder, sólo habría podido darnos unas señales verosímiles, simples probabilidades, y por este camino llegaríamos a concluir que, no estando fundada la autoridad de los milagros más que en la ignorancia de aquellos para quienes fueron producidos, lo que para un pueblo o un siglo resultaría milagroso ya no lo sería para otros; de modo que, a falta de la universalidad de la prueba, el sistema apoyado en la misma quedaría destruido. No; dadme milagros inalterables, ocurra lo que ocurra, que resistan el tiempo y el espacio. Y si algunos de los que la Biblia cuenta parecen estar en este caso, otros en cambio parecen no estarlo” (Citado en “El siglo de las luces” de J. Marie Goulemot-Launay-Ediciones Guadarrama SA-Madrid 1969).

Para muchos cristianos, el fundamento del cristianismo es la resurrección de Jesús. En caso de que tal acontecimiento no hubiese ocurrido, dejarían de ser sus seguidores, ya que se sentirían defraudados ante la creencia en una superioridad, sobre otras religiones, que no es tal. Desde el punto de vista de la religión natural (deísmo) el fundamento cristiano reside esencialmente en los efectos positivos que recibe quien cumple los mandamientos, ya que tal cumplimiento es prioritario en los Evangelios. El deísta piensa más en los beneficios de cada día de su vida que en las excepcionales situaciones de emergencia que alguna vez podría necesitar o en acontecimientos poco simples de comprender que sucedieron hace dos mil años.

Hay quienes aducen que una religión debe aceptarse o bien rechazarse completamente, y no sólo parcialmente. Sin embargo, quienes la aceptan deben optar por priorizar la acción ética concreta o bien la creencia de tipo filosófica. Si se trata verdaderamente de una religión moral, el acatamiento a los mandamientos debe ser prioritario. Rousseau prosigue: “Respóndeme, pues, teólogo: ¿pretendes que acepte todo en bloque, o me permites una selección? Una vez que hayas decidido en este sentido, entonces veremos…Los milagros son, como he dicho, las pruebas de los simples de espíritu, para quienes las leyes de la naturaleza forman un círculo muy estrecho a su alrededor. Pero la esfera se amplía a medida que los hombres se instruyen y comprenden cuánto les queda todavía por saber. El físico serio ve los límites de esta esfera tan lejos que no le resulta posible discernir a semejante distancia un milagro. Los sabios muy raramente dicen: «No puede ser», sino que mucho más frecuentemente prefieren el: «No sé»”.

El teísta adopta un sobrenaturalismo activo, ya que al vínculo con otras personas lo imagina considerando a Dios como un intermediario que orienta, dirige o influye en tal relación. Existiría un proceso similar al del socialismo, en el cual no se aceptan intercambios directos entre A y B, sino intercambios indirectos simbolizados por A, que se vincula con el Estado y luego el Estado que se vincula con B. Luego, si los creyentes no cumplen con los mandamientos de manera efectiva, posiblemente ello se deba a las complejidades incorporadas a la religión moral. Incluso algunos autores suponen que sin la intervención cotidiana de Dios, la sociedad no puede funcionar óptimamente. En cuanto a las leyes de Dios, o leyes naturales, Ignacio Andereggen escribió: “Tal ley no puede ser conocida en plenitud sino de manera teológica, es decir, abriéndose a la gracia de Dios. Sobre todo porque no puede entenderse cómo es el obrar virtuoso, el obrar regido por la ley en concreto, sino cuando el hombre se somete a la Ley Nueva. El cumplimiento de la ley natural, cuando no está la gracia –como sabemos teológicamente-, es siempre muy imperfecto y parcial; no se puede cumplir la totalidad de los preceptos de la ley natural sin la gracia de Dios” (Del Prólogo de “La ley y la psicología moderna” de Zelmira B. Seligmann-Editorial de la Universidad Católica Argentina-Buenos Aires 2012).

Desde el punto de vista deísta, se supone un universo “meritocrático” en el cual la actitud cooperativa es prioritaria, siendo el amor al prójimo interpretado como un efecto de la empatía, como fenómeno psicológico. La actitud que nos induce a compartir las penas y las alegrías de los demás como propias tiene valor en sí misma, aun cuando esté desvinculada de una ideología o de una creencia particular.

Para el “creyente”, toda la virtud posible se sintetiza en la creencia en un Dios que interviene en los acontecimientos cotidianos, mientras que el pecado se sintetiza en la ausencia en esa creencia. De ahí que el creyente utiliza, como examen de aceptación o rechazo de las personas, la pregunta clave: ¿Usted cree en Dios?, que implica algo como ¿Usted cree en el mismo Dios que yo creo? Casi nunca va a preguntar ¿Usted cumple con los mandamientos bíblicos?, ya que su prioridad no pasa por una cuestión ética sino filosófica.

En cuanto a la pregunta inicial acerca de la creencia en Dios, puede decirse que no es tan importante la opinión de alguien en particular, ya que tiene mayor importancia preguntarse acerca de cómo funciona el universo real y concreto, en lugar de preguntarnos cómo creemos que funciona, ya que nuestras creencias no van a determinar algo que no depende de nosotros.

viernes, 2 de febrero de 2018

El marxista antes y después de acceder al poder

Se ha dicho que, “si quieres conocer a alguien, dadle poder”, ya que cierto predominio sobre los demás amplifica tanto nuestras virtudes como nuestros defectos. Así, es posible que resalten tanto la sencillez de las personas amables como la soberbia del que aparentaba humildad. En el caso del marxista, se advierte un cambio de visión de la realidad según el lugar ocupado. Tal es así que, cuando uno lo escucha antes de acceder al poder, advertirá que siempre repite palabras y conceptos tales como explotación laboral, igualdad, liberación, defensa de los trabajadores, imperialismo, paz, derechos humanos, etc. De ahí que, quien lo escucha, supone que, bajo el socialismo, se solucionarán todos los problemas considerados y se evitarán todos los excesos denunciados. Sin embargo, podrá llegar a sorprenderse cuando se entere que los problemas se acentúan y perduran los excesos antes criticados.

Esta especie de disonancia cognitiva, mediante la cual se dice una cosa y se piensa o se hace otra, se debe a que una crítica hacia la sociedad a destruir podrá convertirse fácilmente en elogio de la sociedad por construir. Ello se debe a que la primera es la sociedad del enemigo, mientras que la segunda será la construida con los amigos. En realidad, es el mismo comportamiento de la persona egoísta y odiosa que opina positivamente de su propia persona mientras que, aun cuando posea similares defectos personales, opinará negativamente del enemigo.

En lugar de emplear su sistema lógico de tesis, antitesis y síntesis, el marxista dispone de una tesis de denuncia, luego presupone una antitesis, que no va más allá de las palabras, para establecer finalmente la tesis inicial, pero reforzada. Puede decirse que no se lo podrá interpretar usando la lógica corriente ni tampoco la lógica dialéctica.

Como defensor de la “igualdad” y de los “derechos humanos” es el principal iniciador de la abrupta división social entre proletarios y burgueses, mientras no les reconoce a estos últimos el derecho a la vida (todo sea por el socialismo). Incluso el llamamiento del “nunca más” no fue emitido para que los marxistas abandonaran sus intentos destructivos y violentos, sino para que quienes defendían su propia nación no incurrieran en métodos similares de defensa, o bien para que en el futuro se abstuvieran de defenderla ante el avance socialista. Nélida Rebollo escribió: “La frase «Nunca más» la hemos oído y leído en los últimos tiempos en casos resonantes…Las coincidencias de la reiteración de la frase nos ha recordado el uso que hacen de ella «los líderes liberadores» contemporáneos, que están apareciendo en diversos países. Esos «liberadores» integran bandas revolucionarias y son famosos por el alarde sanguinario de sus actos. No obstante se autodefinen como «salvadores de los oprimidos» y de los «explotados». Con la promesa de la liberación reclutan adeptos para iniciarlos en el sabotaje destructor para cambiar el rumbo de la historia. Se creen poseedores de la verdad definitiva acerca de sí mismos y del futuro”.

“Los que admiran a esos mitos nacionales caen en la trampa mortal del fanatismo que los lleva a callar los crímenes de los líderes liberadores, pero se les permite denunciar las supuestas atrocidades de los que están fuera de su círculo. Ejercen, además, el monopolio del vicio y del sexo, mientras reclaman una democracia con desenfrenada irresponsabilidad para hacer uso perverso de la libertad, atacando con saña a los que no logran someter. Los discípulos, pronto se tornan personajes siniestros y feroces y son propagandistas incondicionales de la nueva doctrina cuyo centro de interés son las utopías sociales y la visión endemoniada de la realidad”.

“El campo predilecto para los que trabajan para la «liberación» es América Latina. ¿Qué prometen estos nuevos césares de la historia? Pues, el colectivismo burocrático, el capitalismo de Estado controlado por una burocracia que gobierna despóticamente en nombre de una ideología. Los que gobiernan son prisioneros de la misma idea” (De “Nuestro tiempo y nuestras razones”-Editorial Fraterna SA-Buenos Aires 1986).

En caso de que los revolucionarios triunfen militarmente, sus acciones cambiarán en muchos aspectos. La citada autora agrega: “Lo que no le dicen los «abanderados de la liberación» a sus seguidores es que cuando ellos toman el poder por la fuerza, comienzan por imponer un respeto absoluto a las leyes que ellos mismos violaron antes; exigen una obediencia ciega para los nuevos gobernantes revolucionarios. Cualquier pretensión de abuso es castigada con la mayor crueldad para que no vuelvan a incurrir en ella y aquí viene a propósito la frasecita «Nunca más», ya que castigan con la muerte cualquier desobediencia”.

“¿Quién denuncia tal iniquidad de los liberadores en el poder? Nadie, pues los medios de información independientes usados en un clima de libertad por los «liberadores» para exacerbar las pasiones y la codicia promoviendo la guerra revolucionaria, luego los reducen a silencio. «Nunca más» habrá ataques al poder, ni críticas, ni diálogos, ni reclamos. Tampoco habrá nada que comunicar al pueblo a través de la radio, la televisión y los diarios porque el comité revolucionario será en adelante el único vocero de la verdad oficial”.

“Los mismos que glorifican a los «mártires revolucionarios» caídos en otros tiempos, cuando ellos toman el poder se dan a la tarea de organizar las bandas de delincuentes y los grupos armados para que nunca más nadie se anime a rebelarse ni a disentir”.

“Los «líderes liberadores» una vez instalados en el poder sustituyen de una manera permanente, como lo demuestra el régimen cubano, la legitimidad de la democracia por la dictadura más cruel y férrea. «Nunca más habrá libertad», pues gobierna el prisionero de una ideología. Los servidores de ese régimen férreamente adoctrinados serán en adelante custodios de la sociedad socialista aunque tengan que apelar a un frenesí de sangre y horror”.

Mientras el marxista en vías de alcanzar el poder busca promover cada conflicto que advierte, induciendo el odio entre empleado y empleador, entre hombre y mujer, entre nacional y extranjero, entre alumno y docente, etc., una vez en el poder, tratará de aislar a la sociedad comunista de la “contaminación” que pueda provenir de alguien perteneciente a un país capitalista. Nélida Rebollo escribió: “El refinamiento del cinismo comunista no tiene parangón. Resulta que ellos constituyen el mayor crimen contra la humanidad y la mayor amenaza que se ha cernido sobre nuestra civilización mediante el lavado de cerebro, el crimen a traición y la corrupción de la juventud en la deleznable empresa de reclutarlos para el crimen y la destrucción y decretan no contaminarse con la «perniciosa propaganda capitalista»”.

El cinismo extremo aparece cuando se habla de “derechos humanos”, que para el marxista significa “derecho a la vida” reconocido exclusivamente al combatiente a favor del socialismo. La vida del opositor no significará completamente nada. Tal es así que, para ingresar a Montoneros, el aspirante debía pasar primeramente por una prueba consistente en asesinar a un policía, a traición y en plena vía pública, para quitarle seguidamente el arma reglamentaria. Luego, más por instinto de conservación que por amor a la patria, los policías incurren en los excesos varias veces descriptos, es decir, lo que se describe casi siempre es la reacción policial mientras se calla la acción terrorista previa. Luego se hablará de “los jóvenes idealistas” aunque asesinen, roben y secuestren bajo la “sagrada misión” de instalar el socialismo.

Cuando se produce la derrota militar de los combatientes de izquierda, continúan la campaña destructiva por otros medios, como la difamación de la nación a nivel internacional junto a sus instituciones. La destrucción también apunta hacia aspectos culturales mediante una contracultura que incluye la destrucción de los valores morales esenciales para la vida de una sociedad. “Ese nihilismo que hoy nos agobia es la incapacidad para creer; el no querer y respetar a nadie ni a nada; el sentir placer ante el deseo de cometer una maldad. Ese nihilismo de esa época se nutre de negaciones sin ninguna grandeza de alma. Hay bajeza y mucha maldad. Para esos nihilistas Dios no existe y si los sentimientos religiosos de los demás necesitan a Dios, los nihilistas lo desalojan para quedarse sólo con el mal”.

“Sienten la insignificancia universal pero disimulan el vacío y las nauseas de sí mismos con el ataque personal. Son la autocreación del Superhombre que quiere demolerlo todo porque «todo está mal», necesitan un cambio violento de la sociedad y si es posible sin derechos y sin garantías para el pueblo, aunque lo invoquen a cada rato en una actitud demagógica insufrible. Quieren esos «superhombres» la delegación del poder absoluto a un partido único para privar la libertad a todos aquellos que no están precisamente en ese partido”.

“La ideología del superhombre se descubre en la fraseología y en las acusaciones de manicomio hechas siempre con el martilleo sobre las mismas cosas, son una metralleta abierta, tan deslenguados que ni respiran mientras repiten la letanía de su libreto, para el ataque. Los que pertenecen a una misma comunidad intelectual; a una misma comunidad cristiana; a una misma comunidad con vocación de libertad responsable tienen que seguir defendiendo las leyes positivas, fundando la obediencia en la justicia” (De “Nuestro tiempo y nuestras razones”).

Si tuviésemos que describir la acción de los guerrilleros de los 70 como si fuese la trama de una película, diríamos que se trata de un conjunto de justicieros que, en nombre de la historia y de la humanidad, trata de destruir una sociedad pecaminosa y corrompida para que luego florezca la sociedad perfecta junto al hombre nuevo soviético. El elevado fin justifica, en este caso, los terribles medios, tal la matanza indiscriminada de aquellos considerados irrecuperables para adaptarse al socialismo. La sociedad real ni siquiera se parece a la sociedad ideal que existe en sus mentes, de ahí que “los jóvenes idealistas” realicen sus macabros proyectos bajo la creencia de estar cumpliendo una importante misión histórica.

Si alguien pretende discutir con un marxista convencido, para hacerle ver sus errores, perderá con toda seguridad su tiempo, ya que el adepto cree firmemente en el paraíso socialista y considerará toda opinión adversa como simple “propaganda yanky”. De ahí que la única alternativa eficaz consiste en evitar que las personas decentes caigan en las redes del odio colectivo; actividad cada vez más difícil de llevar adelante desde que Jorge Bergoglio declaró que “son los comunistas los que se parecen a los cristianos” o que “el capitalismo liberal es inhumano”. Recordemos que Capitalismo = Trabajo + Ahorro productivo + Innovación, por lo que poco se entiende la orientación adoptada por el Vaticano en estos últimos tiempos.