miércoles, 31 de enero de 2018

Adaptación cultural y sentido de la historia

Luego del descubrimiento del fenómeno natural de la evolución biológica, se vislumbró la posible existencia paralela de un proceso de adaptación cultural al orden natural, que habría de darle sentido a la historia e incluso a la propia existencia de la humanidad. Desde la religión se afirmaba, desde muchos siglos atrás, que la voluntad de un Creador imponía una misión a la humanidad y a cada hombre, estableciendo premios y castigos en función de la obediencia o la desobediencia a sus designios. En la actualidad, este mismo proceso puede interpretarse considerando a un orden natural invariante que genera bienestar, o sufrimiento, en función del grado de adaptación o desadaptación a sus leyes.

La historia de la humanidad se identificaba con la historia de la religión, considerando cada acontecimiento en función de un acercamiento o un distanciamiento hacia Dios. En la actualidad, tal historia puede describirse en función del conocimiento y posterior adaptación a las leyes naturales que rigen todo lo existente. Tratándose de un mismo proceso, aunque uno de ellos expresado simbólicamente, resulta conveniente razonar en base al proceso real para interpretar adecuadamente la religión tradicional, tanto para fundamentarla como para renovarla en función de la nueva visión que tenemos del universo.

Cada rama de la historia del hombre posee, en el mejor de los casos, un hilo conductor que permite recorrer en ambos sentidos el laberinto constituido por los pasos dados hasta el momento. Este es el caso de la biología, en cuyo inicio consistía en una recopilación de datos carente de significado que esperaba la aparición de un hilo conductor que permitiera darles un sentido. Este hilo conductor apareció justamente con la teoría de la evolución por selección natural. En forma semejante, el hilo conductor de la historia de la humanidad ha de ser el proceso de adaptación cultural mencionado.

Todos los acontecimientos que conforman nuestra historia deben evaluarse en función del mejoramiento, o empeoramiento, de nuestro nivel adaptativo, como casos extremos. Por ejemplo, los totalitarismos del siglo XX, y las ideologías que los sustentaron, constituyeron un gran retroceso para nuestro proceso adaptativo, mientras que el descubrimiento de los antibióticos favoreció a la humanidad. Mientras que tales hechos dejan poco lugar a dudas respecto a sus efectos, otras propuestas o innovaciones culturales dan lugar a dudas respecto de sus efectos sobre el proceso adaptativo.

De la misma manera en que los santos, como personajes destacados de la religión, favorecieron con sus ejemplos la mejora ética de sus seguidores, la ciencia tiene sus “héroes del proceso adaptativo”, como fueron los casos de Edward Jenner o Louis Pasteur. Al respecto, S. Nisenson y P. Cane escribieron: “Se estima que alrededor de sesenta millones de europeos murieron de viruela entre 1700 y 1800”. “En la epidemia de 1721, más de la mitad de la población de Boston contrajo la viruela y de cada diez atacados, uno murió. Esta horrorosa enfermedad es tan rara en nuestros días que pocos médicos han visto un caso. El otrora terrible morbo ha sido eliminado por la vacuna, cuyo principio adelantó el doctor Edward Jenner en 1796” (De “Gigantes de la Ciencia”-Plaza & Janés SA-Buenos Aires 1964).

Según lo anterior, Jenner habría podido decir, con bastante orgullo, que su vacuna había permitido salvar la vida de 60 millones de personas por siglo. De la misma manera en que, desde la religión, no sólo surgieron santos, sino también personajes violentos y sanguinarios, desde la ciencia han surgido grandes hombres y también aquellos que colaboraron con la creación de armas de destrucción masiva. Como en toda actividad humana, ha habido quienes favorecieron al proceso adaptativo y quienes lo perjudicaron.

Una gran parte de los seres humanos encontró en la religión, la ciencia, el arte, la educación o la literatura, un lugar en el cual poder ubicarse, como partícipe o como observador, en la tarea emprendida para promover con éxito al proceso adaptativo, sin pensar en ello o sin ser conscientes de esa tarea. De la misma manera en que, en otras épocas, la gente se volcaba a la religión dedicando su vida a ese ideal, en la actualidad cada tarea establecida con un sentido cooperativo lleva un carácter similar, sólo que ahora la actitud religiosa ha quedado materializada en acciones que pueden no parecer tales. Sin embargo, es de gran utilidad advertir esta posibilidad en el caso de quien todavía no ha encontrado un sentido para su vida ignorando que toda acción orientada hacia la cooperación hacia los demás la incorpora a una religión natural que no tiene templos, ni símbolos, ni parece tal.

A lo largo de la historia, surgieron teorías acertadas que promovieron el avance del conocimiento, aunque también encontramos una especie de “museo de los errores” ya que varias quedaron por el camino. Mientras que algunas de ellas favorecieron indirectamente el posterior progreso, otras simplemente atrasaron su desarrollo normal. En forma semejante, se advierte en la historia de la política una serie de innovaciones que resultaron favorables y también otras desfavorables al progreso humano. Sin embargo, mientras que en la física se distingue netamente el error de lo correcto, tanto en la política como en las ciencias sociales no se hace mayor distingo entre el error y el acierto, pasando a la historia tanto lo acertado como lo erróneo.

Este ha sido el caso de los totalitarismos, que todavía hoy siguen vigentes en la mente de varios sectores de la población. Basados en ideologías incompatibles con la realidad marcaron el mayor retroceso observado en los últimos siglos. Ignacio Massun escribió: “Las ideologías son «religiones laicas» porque tratando de liberar al hombre de la tutela de la religión, se tiñeron de sus peores vicios; la intolerancia y el dogmatismo” (De “Las ideologías en el siglo XXI”-Editorial Métodos SA-Buenos Aires 2004).

El citado autor recuerda que, cuando niño, sus padres no le permiten que ingrese a la escuela primaria para evitar ser adoctrinado bajo la totalitaria ideología peronista: “Cuando en 1955, me tocaba ir a primer grado de la escuela primaria, mi familia decidió no enviarme a la escuela para que no me adoctrinaran. En aquellos años los manuales de texto estaban atosigados de fotos del general y la entonces fallecida Evita. Mi madre me enseñó a leer en casa, lo que era un evidente gesto de rebeldía, que recién hoy valoro en su real dimensión”.

Mientras que la ciencia muestra un progreso sostenido, la religión tiende a detenerse en el tiempo y la política a retroceder hacia épocas pasadas. Los sectores de izquierda tienen la costumbre de hacernos recordar a cada tanto la penosa actitud de la Iglesia Católica en contra de Galileo Galilei, mientras pocas veces mencionan un caso similar, o bastante peor, ocurrido hace unos 60 años en la URSS. Este fue el “caso Lysenko”, cuya teoría, compatible con el materialismo dialéctico, pero no con las leyes naturales, dominó por varios años la biología en varios países socialistas. Leonardo Moledo escribió: “De la misma manera que el juicio a Galileo en el siglo XVII, el «caso Lysenko» muestra en el XX las nefastas consecuencias de la intolerancia. En febrero de 1935, en plena época del siniestro terror stalinista, y durante el Segundo Congreso Soviético de Granjas Colectivas de la URSS, un tal Trófim Denisovich Lysenko habló y denunció a los genetistas que trabajaban científicamente y con rigor mendeliano, como «enemigos del pueblo»”. “El mismísimo Stalin, que estaba presente, interrumpió el discurso y gritó: «¡Bravo, camarada Lysenko, bravo!». A partir de ese momento, Lysenko inició un ascenso meteórico que le permitió transformarse durante treinta años en el dictador de la biología soviética. Y un dictador nada blando, por cierto, un dictador que participaba de la manía persecutoria y homicida de Stalin”.

“Lysenko no era sino un biólogo del montón, que en los años veinte se había interesado por la adaptación de ciertas variedades de plantas a climas rigurosos. En diversos artículos sostuvo haber obtenido fabulosos rendimientos por hectárea, y reclamó que se extendieran sus «nuevos métodos» al conjunto de la agricultura, ante el escepticismo de los biólogos soviéticos, que cuestionaban el rigor de su metodología, la veracidad de sus cifras, o la temeraria afirmación de que un experimento a escala reducida pudiera generalizarse a un territorio tan vasto y complejo como el de la URSS. Otros, simplemente lo ignoraban”.

“Pero no el régimen de Stalin, que abjuró de la genética y defendió el lamarckismo; Lysenko elaboró una «teoría» de la herencia que negaba todos los principios de la genética mendeliana: los genes no existían y la transmisión hereditaria era una propiedad general interna de la materia viva, que no necesita de ningún mecanismo especial. Es decir, volvía a la ya refutada teoría según la cual los caracteres adquiridos por adaptación al medio ambiente pueden ser transmitidos a la descendencia” (De “Los mitos de la ciencia”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2008).

La teoría de Lysenko resultó atractiva por cuanto el marxismo-leninismo supone que la influencia del medio es la determinante de las características de todo individuo. Como con el socialismo se trataba de conformar al “hombre nuevo soviético” con atributos especiales para su desempeño en tal sociedad, y como esos atributos adquiridos habrían de ser hereditarios, el “hombre nuevo” ocuparía en el futuro el lugar del despreciado burgués, por lo que se habría de dar el salto definitivo de la evolución cultural de la humanidad. El antiguo hombre “a imagen y semejanza de Dios” habría de ser reemplazado por el “hombre diseñado por Marx”. Mientras que, para el científico o el religioso, predomina la palabra “adaptación” (a Dios o al orden natural), para el marxista predomina la palabra “transformación” (de la naturaleza humana, especialmente).

Los efectos en la agricultura soviética no tardaron en manifestarse: Moledo agrega: “Desde 1948 hasta 1964 Lysenko reinó soberano en la biología y la agricultura soviéticas (ya que tras la muerte de Stalin, Kruschev también apoyó el lysenkismo). La investigación y el desarrollo en una de las ramas más dinámicas de la ciencia contemporánea, lentamente fue deslizándose al marasmo y finalmente se detuvo, con sus lógicas consecuencias en la agricultura: en 1963, por primera vez en su historia, la URSS debió importar granos para alimentar su población. El desastre agrícola que el lysenkismo produjo en la Unión Soviética no fue para nada ajeno a la caída de Kruschev. El retraso científico en un área central como la biotecnología fue tal que la entonces URSS nunca pudo recuperar el tiempo perdido”.

Los efectos de la pseudociencia también se advirtieron en la gran hambruna producida en la China. Moledo escribió al respecto: “En la China de Mao-Tse-Tung se creía que las plantas crecerían mejor si se las socializaba, para lo cual se crearon vastísimos campos de arroz pero con cultivos bien apretaditos. La consecuencia: enormes cosechas de basura y campos arruinados. También creían que las gallinas podrían dar más huevos y las vacas más leche si se les leían las palabras del líder”.

domingo, 28 de enero de 2018

El cristianismo como tercera vía

En la mayoría de los países existe una disputa, en el ámbito político y económico, que tiene como protagonistas a liberales y socialistas, en sus distintas variantes. Tanto unos como otros estiman prioritaria a la economía. Presuponen, además, que los respectivos sistemas económicos propuestos generan el marco moral adecuado para una vida satisfactoria. Los liberales sostienen que la división del trabajo y el posterior intercambio en el mercado conforman el fundamento y vínculo de unión entre individuos. Los socialistas sostienen que los medios de producción socializados y el trabajo posterior conformarán ese fundamento y vínculo mencionados.

Si bien la economía de mercado ha dado, por su eficacia, resultados indiscutibles, no todos la prefieren por cuanto grandes sectores de la población eligen ceder parte de su libertad y de su bienestar para quedar protegidos por el Estado, generalmente a costa del trabajo de los demás. Tampoco los sectores liberales han sabido divulgar las ventajas de su sistema económico o no han podido hacerlo por la persistente tergiversación surgida desde los sectores socialistas.

Por estas y otras razones, surgieron intentos por establecer “terceras posiciones” que tuviesen las ventajas de cada uno de los sistemas anteriores y ninguna de sus desventajas. Uno de esos intentos fue conformado por el fascismo. Fue una tercera vía surgida antes de la Segunda Guerra Mundial, sin lograr el éxito esperado. Posterior a esa guerra, aparece la socialdemocracia como un intento para acercar las posiciones divergentes. En este caso, se intentó mantener una producción de tipo capitalista (economía de mercado) con una redistribución de tipo socialista. Sin embargo, cuando al sector productivo se le extrae gran parte de sus ganancias, tiende a debilitarse. Además, cuando al sector consumista se le conceden recursos sin una contraprestación laboral como contrapartida, el hábito del trabajo se resiente, por lo que no se logra resolver los problemas que se pretendía solucionar. David Marsland escribió: “El Estado de bienestar inflige un daño enormemente destructivo a sus supuestos beneficiarios: los vulnerables, los marginados y los desgraciados…debilita el espíritu emprendedor y valiente de los hombres y mujeres individuales, y coloca una carga de profundidad de resentimiento explosivo bajo los fundamentos de nuestra sociedad libre” (Citado en “La tercera vía” de Anthony Giddens-Taurus-Buenos Aires 2000).

La socialdemocracia busca la igualdad económica en forma forzada, y no como consecuencia del mérito productivo, eximiendo de deberes a los sectores menos productivos, concediéndoles derechos adicionales, mientras que a los sectores con mayor capacidad productiva se les priva de algunos derechos y se les carga con obligaciones. Tal búsqueda de igualdad económica presupone una desigualdad esencial entre individuos. Anthony Giddens escribe al respecto: “El igualitarismo de la vieja izquierda tenía intenciones nobles, pero ha llevado en ocasiones, como dicen sus detractores derechistas, a consecuencias perversas –visibles, por ejemplo, en la ingeniería social que ha dejado un legado de viviendas de protección oficial ruinosas y convertidas en foco de crímenes-. El Estado de bienestar, considerado por muchos el núcleo de la política socialdemócrata, crea hoy casi tantos problemas como los que resuelve”.

Mientras que en la época posterior a la Primera Guerra Mundial, como se dijo, se proponía al fascismo como una tercera vía, luego de la Segunda Guerra Mundial se propone a la socialdemocracia, mientras que en la actualidad se busca una tercera vía como una alternativa entre socialdemocracia y liberalismo. Sin embargo, mientras se siga adoptando una postura economicista, en el sentido de que se priorizan los aspectos económicos a los políticos y a los culturales, la solución podría no encontrarse. Se olvida que no existe sistema económico posible cuyos resultados sean independientes del nivel moral de los individuos que componen la sociedad.

A medida que la ciencia económica avanza, tiende cada vez más a acercarse a la estructura psicológica del individuo, como es el caso de la Escuela Austriaca de Economía. Si se da un paso más, podrá llegarse a la conclusión de que la economía no ha de ser el paso prioritario para la solución de los problemas individuales y sociales, sino que la cultura lo habrá de constituir, incluyendo esencialmente lo moral y lo intelectual.

Y aquí es dónde aparece la posibilidad de considerar al cristianismo original, el de los Evangelios, como el origen de una tercera vía definitiva que oriente a todo individuo hacia una actitud cooperativa. Una vez lograda tal actitud, en un ámbito de libertad, se darán las condiciones suficientes para el surgimiento de intercambios en un mercado competitivo, pero bajo una competencia orientada a la cooperación, como la ya establecida en varios países.

Se dice que la creatividad no consiste en ver algo que nadie ha visto antes, sino en ver lo que todos ven, pero bajo una visión nueva. Y esta novedad consiste en incluir al fenómeno psicológico de la empatía como el primer eslabón que conduce al sistema autoorganizado del mercado. La empatía, como base de la moral cristiana, sugiere ubicarnos en el lugar de los demás intentado compartir sus penas y sus alegrías. Esta igualdad afectiva tiende a eliminar la envidia por cuanto entran a predominar aspectos intelectuales y afectivos; dejando de tener sentido el igualitarismo promovido por los socialistas.

La igualdad cristiana es la que permite establecer intercambios comerciales que benefician a ambas partes intervinientes. El Estado ya no necesitará distorsionar dicho sistema autoorganizado como en épocas anteriores, por cuanto tales intervenciones producen efectos que empeoran las cosas en lugar de mejorarlas. El sistema político-económico (capitalismo “humanizado”, podría decirse) tiene como componentes la empatía (actitud cooperativa), el trabajo (en el marco de la división o especialización laboral), intercambio en el mercado, ahorro (inversión productiva) e innovación.

El fin de la historia ya no será el socialismo, como lo pretendía Marx. Tampoco lo será el capitalismo, como lo sugería Fukuyama, sino que el fin de la historia ha de ser el cristianismo, tal como lo sugiere la idea original bíblica. Tal fin no implica algo trágico, sino la finalización de una época de conflictos para dar inicio a una nueva etapa plena de esperanza y realizaciones.

La idea del “hombre nuevo” de Marx, que tanto sufrimiento y vidas se cobró en la URSS como en otros países, vuelve esta vez al lugar original, que es la idea del “hombre nuevo” cristiano, que no es otro que aquel que intenta con fuerza y voluntad cumplir con el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, cuya versión compatible con la empatía puede interpretarse como: Compartirás las penas y alegrías ajenas como propias. En esta actitud se ha de encontrar la solución para todos los problemas humanos, ya que el hombre ha experimentado en forma más que suficiente con el egoísmo, el odio y la negligencia, logrando resultados desde mediocres hasta catastróficos.

A manera de síntesis se puede simbolizar el desarrollo histórico de la tercera vía:

Capitalismo vs. Socialismo. Tercera vía: Fascismo
Capitalismo vs. Socialismo. Tercera vía: Socialdemocracia
Capitalismo vs. Socialdemocracia. Tercera vía: Cristianismo + Capitalismo

La eficacia del capitalismo fue reconocida por el propio Karl Marx, mientras que las fallas que encontró fueron superadas ampliamente con la evolución propia de dicho sistema económico. Al respecto escribió: “La burguesía ha producido en el transcurso de su ni siquiera centenario dominio de clase, fuerzas productivas más compactas y colosales que todas las demás generaciones juntas. Control de las fuerzas de la naturaleza, máquinas, empleo de la química en la industria y en la agricultura, navegación a vapor, ferrocarriles, telégrafos eléctricos, roturación de continentes enteros, navegabilidad de los ríos, poblaciones enteras hechas surgir de la nada; ¿qué siglo pasado sospechaba que tales fuerzas de producción yacieran en el regazo del trabajo social?” (Del “Manifiesto comunista” de K. Marx y F. Engels- Citado en el “Atlas Ilustrado del Comunismo”-Susaeta Ediciones SA-Madrid 2003).

Aun cuando el capitalismo ha podido liberar de la pobreza extrema a cientos de millones de chinos e indios, no dejan de escucharse opiniones adversas tales como que “el capitalismo liberal es inhumano”, es decir, el trabajo, el ahorro productivo y la innovación serían “inhumanos”. Quienes así opinan, Jorge Bergoglio entre otros, por lo general coinciden ideológicamente con los líderes socialistas que produjeron hambrunas que mataron a decenas de millones de individuos.

Si el capitalismo todavía no es admitido en algunos países, o bien si sus resultados son poco eficaces, se debe al pobre nivel moral existente en esas sociedades. La poca estima por el trabajo arduo, o por el ahorro y por las demás virtudes necesarias para el establecimiento de un mercado competitivo, se deben, entre otros aspectos, a la ineficacia de instituciones, como la Iglesia Católica, que en lugar de predicar los Evangelios, se asociaba con el fascismo en otros tiempos y luego con el marxismo-leninismo bajo el disfraz de la Teología de la Liberación.

Partiendo de la idea de que no existe ningún sistema político o económico capaz de lograr buenos resultados en forma independiente del nivel moral de la población, resulta imprescindible una mejora ética generalizada para optimizar comportamientos económicos y elevar el nivel de felicidad individual. Por ejemplo, la especulación financiera, alejada de la producción, predomina sobre la inversión productiva, indicando, no tanto una falla del sistema capitalista, sino una falla moral de quienes se guían sólo por la legalidad asociada al cumplimiento de las leyes humanas y no a la legalidad exigida por las leyes morales, o leyes de Dios. Anthony Giddens escribió: “Del billón de dólares USA en divisas que se intercambian a diario, sólo el 5% deriva del comercio y otras transacciones económicas sustantivas. El otro 95% está compuesto por especulaciones y arbitrajes, al buscar los negociantes que manejan sumas enormes, beneficios rápidos en fluctuaciones de tipos de cambio y diferenciales de tipos de interés. Estas actividades distorsionan las señales que dan los mercados para las operaciones a largo plazo y el comercio. El capital en valores tiene una movilidad espectacular –cientos de miles de millones de «dinero caliente» pueden abandonar un mercado o un país en un día-. Los bancos centrales no tienen reservas suficientes para soportar la presión colectiva de los especuladores jugando con la devaluación de las monedas más débiles”.

miércoles, 24 de enero de 2018

El economicismo liberal

Cuando un país sufre una crisis prolongada, o está en decadencia, debe intentar salir de esa situación mirando hacia el pleno desarrollo. De ahí que surjan diversas posturas respecto a la prioridad que se le debe dar a uno de los tres aspectos siguientes: economía, política o cultura. Se ha denominado “economicismo” (o economismo) a la tendencia a priorizar la economía sobre los otros aspectos suponiendo que, una vez logrado el avance económico, el avance político y el cultural le seguirán necesariamente.

El economicismo, o también estructuralismo, caracteriza esencialmente al marxismo, ya que se supone que, una vez implantada una economía socialista, los problemas políticos y culturales se resolverán casi de inmediato. El error de esta postura proviene, no sólo de la ineficacia de la economía socialista, sino de la elección del aspecto prioritario a considerar. Sin embargo, no sólo existe un economicismo de izquierda, sino también de centro y de derecha. Mariano Grondona escribió: “El estructuralismo de izquierda cree en el Estado y desconfía del mercado. El estructuralismo de centro apela a ambos, pragmáticamente. El estructuralismo de derecha cree en el mercado y desconfía del Estado. Todos ellos buscan a su manera el desarrollo económico, al que consideran el lado prioritario del triángulo del desarrollo”.

Los economicistas estiman que la economía es “la madre de todas las ciencias”, cuando en realidad debería ocupar un lugar entre las demás ciencias sociales tratando de ser compatible con aquellas. Incluso se da el caso de que el economicista liberal pretende solucionar los problemas educativos aplicando una competencia similar a la del mercado, o también pretende mejorar la salud pública con ese mismo criterio. Para colmo, llegan al extremo de suponer que todo lo estatal es necesariamente “malo” mientras que todo lo privado es necesariamente “bueno”, constituyéndose en simples repetidores de slogans sectoriales. El citado autor agrega: “Entendemos por «economicismo» el predominio de la Economía sobre el resto de las ciencias sociales (Ciencia Política, Sociología, Ética, Antropología, Derecho…) en el terreno académico y el predominio del ministro de Economía sobre los demás ministros (de Educación, Salud, Interior, Relaciones Exteriores…) en el terreno político” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999).

El origen del liberalismo, sin embargo, no es económico. De ahí que sería conveniente “volver a los orígenes” en lugar de compartir ideas similares a las del marxismo, ya que en cierta forma marxismo es garantía de error. Grondona agrega: “El liberalismo evolucionó en la historia a partir de un principio filosófico, la fe en el libre ejercicio de la razón humana contra el dogmatismo y la censura que el monje alemán Martín Lutero (1483-1546) había anticipado en el terreno religioso, para expandirse después en tiempos de John Locke (1632-1704) hacia una concepción política que privilegiaba la soberanía del pueblo, la división de los poderes y la supremacía de la Constitución contra el absolutismo, y para rematar, al fin, con Adam Smith (1723-1790), en la opción económica del libre mercado”.

“Este itinerario histórico expresaba, también, el orden auténtico de las prioridades liberales: primero, la libertad individual de pensamiento y expresión; después, la libertad política de las elecciones libres y periódicas; finalmente, la libertad económica del mercado. Fiel a esta escala de valores, John Stuart Mill llegó a escribir que, en tanto la libertad de expresión es un principio, la libertad de mercado es apenas una conveniencia”.

Y aquí viene la “acusación” de Grondona a Ludwig von Mises, cuyos escritos son de una profundidad inobjetable, si bien es posible encontrar en ellos la prioridad economicista mencionada: “Pero el economicismo liberal invirtió las prioridades, exigiendo el libre mercado como paso previo a las demás libertades. Su fundador es el austriaco Ludwig von Mises, cuyo libro principal, ‘La Acción Humana’, data de 1949”.

El fundamento de la acción humana son los afectos, o sentimientos, como es el caso de los padres que hacen todo el esfuerzo necesario para que sus hijos triunfen en la vida. La empatía, por la cual nos ubicamos con la imaginación en el lugar de otro, para compartir sus penas y sus alegrías, posibilita nuestra tendencia a la cooperación y a la supervivencia. Para Marx, y para Mises, por el contrario, son los vínculos económicos los fundamentos de la sociedad. Ludwig von Mises escribió: “En el marco de la cooperación social brotan, a veces, entre los distintos miembros actuantes, sentimientos de simpatía y amistad y una como sensación de común pertenencia. Tal disposición espiritual viene a ser manantial de placenteras y sublimes experiencias humanas. Dichos sentimientos constituyen precioso aderezo de la vida, elevando la especie animal hombre a la auténtica condición humana. Ahora bien, no fueron, como hubo quien supuso, tales experiencias anímicas las que produjeron las relaciones sociales. Antes al contrario, aquéllas no son más que fruto de la propia cooperación social, y sólo a su amparo medran; ni son anteriores a la aparición de las relaciones sociales ni tampoco semilla de las mismas”.

“En un mundo hipotético, en el cual la división del trabajo no incrementara la productividad, los lazos sociales serían impensables. No habría en él sentimiento alguno de benevolencia o amistad” (De “La Acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Cabe cierta semejanza entre la concepción marxista que propone a los medios de producción como vínculo de unión entre los hombres y la concepción liberal de Mises al considerar que es la cooperación bajo la división del trabajo el vínculo esencial de toda sociedad. Desde el punto de vista cristiano, el amor, que permite compartir penas y alegrías, resulta ser el vínculo básico y esencial que une a los integrantes de la sociedad. Henri Lefebvre escribió respecto del marxismo: “Las relaciones fundamentales de toda sociedad humana son las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado; debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1973).

Si bien el proceso del mercado, caracterizado por una competencia para la cooperación, resulta de una eficacia indiscutible, debe advertirse que tal proceso se ha de consolidar una vez que se haya logrado un adecuado nivel ético en las personas, ya que el mercado no genera hábitos morales, sino que los presupone como ya existentes. Tal postura, denominada culturalismo, puede sintetizarse en la siguiente recomendación bíblica: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”, llegándose al Reino de Dios con el cumplimiento de los mandamientos de carácter ético.

La esencia del capitalismo, o economía de mercado, es el trabajo y el ahorro productivo. Incluso en los últimos tiempos se advierte la importancia esencial del capital humano asociado al conocimiento y a la instrucción. Los valores morales deben existir previamente al hábito del trabajo, del ahorro y de la búsqueda de instrucción y conocimiento. De todas maneras, en cualquier situación social en que se halle una nación, debe orientarse hacia una economía de mercado, aunque no resulte admisible presuponer que tal economía ha de generar los valores morales cuando éstos no existen en grado suficiente.

Para el economicista liberal, la economía de mercado genera, mediante el hábito de su ejercicio, las virtudes morales necesarias para su eficaz utilización. Así, en un país subdesarrollado, el mercado haría a las personas más trabajadoras, ahorrativas e innovadoras. Por el contrario, los economistas que admiten la existencia de valores extraeconómicos, advierten en el fracaso de la aplicación de la economía de mercado la ausencia de virtudes previas a su aceptación. Wilhelm Röpke escribió: “Se concedió a la economía de mercado plena autonomía dentro de la sociedad, y no se tomaron en consideración ninguno de los requisitos y postulados extraeconómicos que han de cumplirse si se quiere que aquella funcione. Con la mentalidad peculiar del siglo de las luces se aceptó como producto natural lo que, en realidad, es un producto artificial muy frágil de la civilización. Por principio se tendía a no querer admitir limitación alguna para la libertad económica, perdiéndose también aquí en lo incondicional y absoluto y haciendo a regañadientes aquellas concesiones que la incómoda realidad acababa de exigir”.

“No se quería admitir que la economía de mercado para no hundirse y arruinar simultáneamente a la sociedad en general mediante una economía de intereses desenfrenados, necesita estar encuadrada en un sólido marco moral-político institucional (un mínimo de honradez comercial, un Estado fuerte, una «policía de mercado» sensata y un Derecho bien estudiado y adecuado a la constitución del comercio). El liberalismo histórico (sobre todo el del siglo XIX) no se dio cuenta de que la competencia representa una reglamentación sociológico-moral no exenta de peligro, por lo que ha de mantenerse y vigilarse dentro de ciertos límites para que no llegue a envenenar el organismo social. Al contrario, se pensaba que la economía de mercado basada en la competencia y en la división del trabajo constituía un excelente medio de educación moral que, haciendo un llamamiento al egoísmo, estimulaba a los hombres a vivir en paz, con dignidad y observando todas las virtudes burguesas. En cambio hoy sabemos (y se hubiera podido saber siempre) que la economía basada en la competencia mina la moral, por lo que requiere que existan reservas morales fuera de ella. En la ofuscación racionalista se llegó a creer que estas reservas incluso las iba acumulando aquélla” (De “La crisis social de nuestro tiempo”-Revista de Occidente-Madrid 1947).

Röpke se refiere también a la situación de los países subdesarrollados: “Puede comprenderse también lo que este espíritu burgués significa para nuestra cultura a la vista de las dificultades que se plantean cuando se intenta transplantarlo a países subdesarrollados que muchas veces carecen de presupuestos espirituales y morales que aquí venimos analizando. Mientras que los hombres de Occidente apenas si son conscientes de ellos, pues los consideran como algo obvio y natural, los portavoces de los países subdesarrollados se inclinan con excesiva facilidad a ver sólo el aspecto externo del éxito económico de Occidente, pero sin parar mientes en la base espiritual y moral que le sirve de fundamento. Nos hallamos aquí, por así decirlo, ante el humus humano que debe existir o se espera que exista, si se quiere que el transplante de las industrias occidentales tenga un éxito real. Sus presupuestos últimos se llaman precisión, flexibilidad, sentido del tiempo, laboriosidad, fidelidad al deber y aquel amor a las cosas que se hacen” (De “Más allá de la oferta y la demanda”-Unión Editorial SA-Buenos Aires 1979).

lunes, 22 de enero de 2018

La Reforma protestante

El protestantismo surge como una rama independiente del catolicismo justificado, entre otras causas, por la corrupción existente en la Iglesia Católica del siglo XVI. La magnífica basílica de San Pedro se construye con aportes monetarios de quienes “compraban” ciertas facilidades para entrar a la vida eterna; las denominadas indulgencias. “Para comprender el origen de la Reforma no hay que buscar tanto las causas como los presupuestos y las reparaciones. Así, diremos que la Reforma protestante fue preparada por la descomposición de los principios fundamentales, y con ello, de las actitudes que sirvieron de base de estabilidad a toda la Edad Media. La sumisión voluntaria al poder establecido, la ausencia total del espíritu crítico, el conformismo, la aceptación ciega de la autoridad y doctrina religiosas, todo ello es puesto en tela de juicio por los humanistas de finales del siglo XV. El hombre del Renacimiento mirará menos al cielo, y procurará que su paso por esta tierra sea más placentero. Su meta no será la gloria futura, sino el bienestar del momento. Con el racionalismo subjetivista, éste es otro de los motivos del creciente individualismo que caracteriza a la época”.

“A causa de este cambio de mentalidad, la espiritualidad del cristiano de los siglos XV-XVI sufre un rudo golpe. A todo ello debe unirse el escándalo con que el pueblo veía la disolución de la corte pontificia, cuando no la del propio pontífice, la de los obispos y la de parte del clero. Añádase todavía el mal endémico del nepotismo que llegaba a su apogeo con Alejandro VI, precisamente a finales del siglo XV. El propio León X, de la familia de los Medici, que excomulgaría a Lutero en 1521, era nombrado cardenal a la edad de 13 años; a los 33 alcanzó inesperadamente el Pontificado sin haber sido ordenado sacerdote”.

“La promulgación de la indulgencia, que por efecto de la verborrea y fervor desmesurado de algunos predicadores, se convirtió en sinónimo de salvación, concedida a cambio de un dinero que debía destinarse a la construcción de la gran basílica de San Pedro en Roma, fue la ocasión que impulsó al reformador a arremeter contra la autoridad pontificia, incompetente, según él, para conceder semejante privilegio. La salvación era fruto de la fe en Jesucristo y un don de Dios; de ningún modo una mercancía que pudiera adquirirse a buen precio” (De la “Enciclopedia Temática Ciesa” (Tomo 19)-Compañía Internacional Editora SA-Barcelona 1970),

Las religiones reveladas admiten la existencia de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos y que, además, envía a un intermediario entre Él y la humanidad. Desde el catolicismo se supone que Cristo no es “el hijo de Dios”, como indica la Biblia, sino el mismísimo Dios hecho hombre. Por lo tanto, la Iglesia Católica habría de cumplir el papel de intermediaria. Al desconocer los reformadores tal función, sugieren a los cristianos que lean por su cuenta e interpreten libremente al Nuevo Testamento, algo inadmisible para el catolicismo.

Al ubicarse la Iglesia Católica en el rol de intermediaria entre Dios y la humanidad, y no tanto como difusora de los Evangelios, se advierte su principal error ya que en cierta forma reemplazó lo simple y concreto por un conjunto de dogmas y misterios que alejan al creyente del cumplimiento de los mandamientos y de la religión moral. En lugar de difundir lo que Cristo dijo a los hombres, difunden lo que los hombres dicen acerca de Cristo.

Los reformadores, por otra parte, interpretan que la vida eterna se logra a través de la fe y no tanto a través de las obras, o de las acciones. Por ello, la religión moral tiende a convertirse en una religión contemplativa, mientras el creyente se aleja del objetivo prioritario indicado en los Evangelios; la adopción de la actitud del amor al próximo. “El estudio de la Carta a los Romanos de San Pablo constituyó para Lutero un verdadero descubrimiento. En ella creyó entender que el hombre debía salvarse por la fe, por la fe sola, sin necesidad de obras externas. Esto ocurría en el año de su doctorado en teología, 1512. Este es el momento que podemos calificar de punto de partida de la Reforma luterana, aun cuando Lutero no creyera situarse con ella fuera de la disciplina de la Iglesia”.

Cristo, indagando acerca de nuestra naturaleza humana, apunta con su prédica a generar una actitud cooperativa entre los hombres, expresando al respecto: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”. Mientras tanto, los reformistas tratan de indagar la mente de Dios para conocer su voluntad respecto de cada uno de nosotros, ya que estiman que la vida eterna, o el castigo eterno, no dependen tanto de la fe ni de las acciones humanas, sino de las decisiones de Dios, adoptando una postura negadora de la posibilidad de la libre elección del hombre. “No sólo le preocupaba su salvación, sino que pretendió tener la experiencia anticipada de su destino bienaventurado: quería ver con sus ojos la repercusión salvífica que su postura de fe implicaba, para tener la seguridad y la tranquilidad de la certeza feliz de su futuro”.

“En una palabra, supuesta la predestinación del hombre, conocer los designios de Dios sobre el individuo: esa era su ambición”. “Lutero negó el libre albedrío. Fascinado por el lastre del pecado original y por la gravedad de las culpas individuales, no admitió la capacidad de la voluntad humana para deshacerse de ellas, ni para orientar la vida por otro camino. La voluntad está viciada de raíz. No puede no querer el mal. De ahí que negara también la libertad humana de aceptar o no la salvación, conseguida por los méritos de Jesucristo. Al hombre le toca únicamente tener fe en Jesucristo y confiar en contarse entre los que Dios ha predestinado para que se salven”.

Al negar la libre elección del hombre, por la cual cada uno elige en cierta forma su destino adaptándose de la mejor manera posible a las leyes naturales, Lutero se acerca bastante a la religión propuesta por Mahoma. “Negación del libre albedrío, nulidad de la voluntad humana, predestinación irrevocable…¿para qué sirven las obras? ¿sirven las obras? En realidad para nada. El hombre obra el bien y el mal sin poder remediarlo. No son actos positivos de su voluntad. Por eso –vuelve Lutero al principio de su doctrina- san Pablo preconiza la justificación por la sola fe. La justificación coexiste con la corrupción radical del hombre, es decir, no lo transforma ni cambia su modo de ser. Consiste únicamente en una declaración por parte de Dios, por la cual Él, según su destino eterno, considera justo a un hombre. La justificación cubre los pecados, no los borra. Los méritos de Jesucristo se interponen entre Dios y el hombre, como una cubierta o como un vestido, que hacen aparecer como justo ante los ojos de Dios al que es pecador” (“Enciclopedia temática Ciesa”)

De la misma forma en que los economistas tienden a buscar diversas alternativas para eludir las dos fuentes ineludibles para la creación de riquezas (el trabajo y el ahorro), pareciera que las diversas religiones buscaran distintas alternativas para eludir el cumplimiento del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, por el cual hemos de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. En ello radica la paganización de la religión moral, ya que se reemplaza a los mandamientos difíciles de cumplir por la más sencilla actitud contemplativa y suplicante hacia Dios.

Debido a las personalidades favorecedoras de conflictos, como es el caso de Lutero y de Calvino, la Reforma protestante generó violentos disturbios en gran parte de Europa. Jaime Balmes escribió: “Lutero, a quien se empeñan todavía algunos en presentárnosle como un hombre de altos conceptos, de pecho noble y generoso, de vindicador de los derechos de la humanidad, nos ha dejado en sus escritos el más seguro y evidente testimonio de su carácter violento, de su extremada grosería y de la más feroz intolerancia. Enrique VIII, rey de Inglaterra, había refutado el libro de Lutero llamado «Captivitate Babylonica», y enojado éste por semejante atrevimiento, escribe al rey llamándole sacrílego, loco, insensato, el más grosero de todos los puercos y de todos los asnos”.

“Si la majestad real no le inspiraba a Lutero respeto ni miramiento, tampoco tenía ninguna consideración al mérito. Erasmo, quizá el hombre más sabio de su siglo, o al menos el más erudito, más literato y brillante, y que por cierto no escaseó de indulgencia con Lutero y sus secuaces, fue no obstante tratado con tanta virulencia por el fogoso corifeo, así que éste vio que no podía atraerle a la nueva secta, que lamentándose de ello Erasmo decía: «que en su vejez se veía obligado a pelear con una bestia feroz, o con un furioso jabalí»”.

“No se contentaba Lutero con palabras, sino que pasaba a los hechos; y bien sabido es que por instigación suya fue desterrado Carlostadio de los estados del duque de Sajonia, hallándose por efecto de la persecución reducido a tal miseria, que se veía precisado a ganarse el sustento llevando leña, y haciendo otros oficios muy ajenos a su estado”. “No se crea que tal intolerancia fuese exclusivamente propia de Lutero; extendíase a todo el partido, y se hacían sentir sus efectos de un modo cruel. Afortunadamente tenemos de esta verdad un testigo irrefragable. Es Melancton, el discípulo querido de Lutero, uno de los hombres más distinguidos que ha tenido el Protestantismo: «Me hallo en tal esclavitud (decía escribiendo a su amigo Camerario) como si estuviera en la cueva de los cíclopes; por manera que apenas me es posible explicarte mis penas, viniéndome a cada paso tentaciones de escaparme». «Son gente ignorante (decía en otra carta) que no conoce piedad ni disciplina; mirad a los que mandan, y veréis que estoy como Daniel en la cueva de los leones»”.

“La intolerancia de Calvino es bien conocida, pues a más de quedar consignada en el hecho indicado en texto [ordenó quemar en la hoguera a Miguel Servet con leña verde para aumentar su sufrimiento], se manifiesta a cada paso en sus obras por el tratamiento que da a sus adversarios. Malvados, tunantes, borrachos, locos, furiosos, rabiosos, bestias, toros, puercos, asnos, perros, viles esclavos de Satanás, he aquí las lindezas que se hallan a cada paso en los escritos del célebre reformador. ¡Cuánto y cuánto de semejante podría añadir si no temiese fastidiar a los lectores!” (De “El protestantismo comparado con el catolicismo” (I)-Editorial Difusión SA-Buenos Aires 1944).

viernes, 19 de enero de 2018

La barbarie comunista

La situación desesperante que sufre actualmente gran parte del pueblo venezolano, se debe, entre varias causas, a la prédica constante de los ideólogos marxista a favor del socialismo y en contra del capitalismo, exagerando virtudes y encubriendo defectos, en el primer caso, y exagerando defectos y encubriendo virtudes en el segundo caso. De esa forma se ha llegado al extremo de que las nuevas generaciones tengan una imagen totalmente distorsionada de lo que aconteció en el mundo durante el siglo XX.

Las imágenes más promocionadas de la Segunda Guerra Mundial son aquellas que muestran los efectos de las bombas nucleares arrojadas por EEUU sobre el Japón, ya que, de esa manera, se trata de hacer ver que los únicos malos y perversos son los norteamericanos. Sin embargo, casi nunca se dice que cada una de esas bombas produjo entre 100 y 150 mil víctimas, mientras que el total de muertos en toda esa guerra ascendió a unos 52 millones de muertos. Guillermo Martínez escribió: “Hay sólo una nación en la historia de la humanidad que ha probado hasta ahora ser capaz de arrojar bombas nucleares sobre ciudades llenas de gente inocente, sin ningún claro remordimiento” (De “La fórmula de la inmortalidad”-Seix Barral-Buenos Aires 2005).

Los ideólogos marxistas nunca mencionan que las víctimas del socialismo sumaron unos 100 millones durante ese siglo; producto del terror y la represión empleados contra la desobediencia, y de las erróneas decisiones políticas y económicas adoptadas por quienes pusieron en práctica la “ciencia socialista” en abierta oposición a la “ciencia capitalista”. El mayor de esos errores se debió a la absurda “planificación” llevada a cabo por Mao-Tse-Tung, que produjo la mayor hambruna de la historia. Stéphane Courtois escribió: “Decenas de millones de «contrarrevolucionarios» pasaron un largo periodo de su vida en el sistema penitenciario y tal vez 20 millones murieron sufriéndolo. Si, con mayor motivo, si tenemos en cuenta los entre 20 y 43 millones de «muertos más» de los años 1959-1961, los del mal llamado «gran salto adelante», víctimas de una hambruna provocada en su totalidad por los proyectos aberrantes de un hombre, Mao Zedong [o Mao-Tse-Tung], y más aún, posteriormente, por su obstinación criminal en negarse a reconocer su error, no aceptando que se tomasen medidas contra sus desastrosos efectos” (De “El libro negro del comunismo” de S. Courtois y otros-Ediciones B SA-Barcelona 2010).

El plan de Mao fue un precursor del que posteriormente puso en práctica Fidel Castro con su fallida “cosecha record de azúcar”, si bien en este caso no hubo hambrunas, pero sí un grave deterioro de la economía cubana. Mao intentó establecer un crecimiento rápido de la producción agrícola e industrial mediante un método personal, no avalado por la ciencia económica aceptada en esa época. Incluso cometió el error de seguir los consejos del pseudo-científico Trofim Lysenko, cuya nefasta influencia ya había perjudicado a la agricultura soviética. Courtois agrega: “Es fácil conceder que el objetivo de Mao no era matar en masa a sus compatriotas. Pero lo menos que puede decirse es que los millones de personas muertas de hambre apenas le preocuparon. Su principal inquietud, en esos años negros, parece haber sido negar al máximo una realidad que sabía que podían echarle en cara. Es bastante difícil, en medio de la catástrofe, repartir las responsabilidades entre el proyecto mismo o el desvío constante de su aplicación. El total, en cualquier caso, pone de relieve con toda crudeza la incompetencia económica, el desconocimiento del país, y el aislamiento en la suficiencia y el utopismo voluntarista de la dirección el Partido Comunista y singularmente de su jefe”.

“Las razones del drama son asimismo técnicas. Ciertos métodos agronómicos procedentes de forma directa del académico soviético Lysenko, y que se basan en la negación voluntarista de la genética, tienen valor de dogma en China lo mismo que en la patria del «hermano mayor». Impuestos a los campesinos, se revelan desastrosos: mientras que a Mao le había parecido oportuno pretender que «con la compañía [las semillas] crecen fácilmente, cuando crecen juntas se sienten a gusto» -aplicación creadora de la solidaridad de clase en la naturaleza-, los semilleros ultrautilizados (de cinco a diez veces la densidad normal) matan las plantas jóvenes, las labores profundas resecan la tierra o hacen que ascienda la sal, trigo y maíz no se hacen muy buena compañía en los mismos campos, y la substitución de la cebada tradicional por el trigo de las altas tierras frías del Tíbet es sencillamente catastrófica”.

La habitual soberbia del débil impidió recibir ayuda del extranjero aun en las situaciones más desesperantes. El desinterés por el pueblo, del dirigente comunista, ha sido un comportamiento típico. “Por razones políticas se rechaza la ayuda de Estados Unidos. El mundo, que habría podido movilizarse, debe permanecer ignorante de las desventuras del socialismo a la china. Por último, la ayuda a los necesitados de las campañas representa menos de 450 millones de yuans por año, es decir, 0,8 yuans por persona –cuando el kilo de arroz alcanza en los mercados libres un precio de 2 a 4 yuans…- El comunismo chino ha sabido, como él mismo alardea, «desplazar las montañas» y domeñar la naturaleza. Pero fue para dejar morir de hambre a los constructores del ideal”.

Desde el comando del Partido Comunista se adujo que las hambrunas se debieron a “catástrofes naturales”. Wei Jingsheng, un ex-maoísta, escribió: “Desde mi llegada aquí [Anhui], muchas veces oía a los campesinos hablar del «gran salto adelante» como si se hubiese tratado de un apocalipsis del que se alegraban de haberse librado. Como el tema me apasionó, les interrogué frecuentemente por los detalles de que los «los tres años de catástrofes naturales» no eran tan naturales y que eran mucho más los resultados de una política errónea. Por ejemplo, los campesinos contaban que, en 1959-1960, durante el «viento comunista», era tanta el hambre que no tenían fuerza siquiera para recolectar el arroz maduro, y ése había sido un buen año. Muchos habían muerto de hambre viendo cómo los granos de arroz caían en el campo, impulsados por el viento. En ciertos pueblos, no se encontraba nadie para ir a recoger la cosecha”.

“Delante de mi vista, entre las malas hierbas, surgió de pronto una escena que me habían contado durante un banquete: la de familias que intercambian entre ellas a sus hijos para comérselos…Entonces comprendí quién era aquel verdugo; «la humanidad en varios siglos y China en varios milenios sólo ha producido uno semejante». Mao Zedong. Mao Zedong y sus sectarios, quienes, mediante su sistema y su política criminales, habían obligado a los padres enloquecidos por el hambre a entregar a otros la carne de su carne para aplacar el hambre” (De “El libro negro del comunismo”).

La barbarie socialista también se advertía en los métodos de control y sometimiento utilizados. Un estalinista soviético los describe de la siguiente manera: “La disciplina del partido se basa en unas formas estúpidamente rígidas de crítica y autocrítica. Es el presidente de célula quien decide qué persona debe ser criticada y por qué debe serlo. Se «ataca», por regla general, de uno en uno. Todo el mundo participa. Y uno no puede esquivar el juicio. El «acusado» sólo tiene un derecho: arrepentirse de sus «errores». Si se considera inocente o si entona «su culpa» con excesiva blandura, el ataque vuelve a empezar. Es una auténtica doma psicológica”.

“He comprendido una realidad trágica. Este cruel método de coerción psicológica que Mao llama «purificación moral» ha creado una atmósfera asfixiante en la organización del partido en Yan’an. Un número no despreciable de militantes comunistas se suicidaron, huyeron o se volvieron psicóticos. El método del ‘sheng fen’ responde al principio: «Todos y cada uno deben saber los pensamientos íntimos de los demás». Ésa es la vil e infamante directiva que gobierna todas las reuniones. Lo más íntimo y personal se exhibe sin vergüenza en público para su examen. Bajo la etiqueta de la crítica y de la autocrítica, se inspeccionan los pensamientos, las aspiraciones y los actos de todos y cada uno” (De “El libro negro del comunismo”).

A los EEUU no se les perdona haber limitado la expansión de la barbarie nazi; mucho menos se les perdona haber limitado la expansión de la barbarie comunista. De ahí que algunos autores aducen que los atentados a las torres de New York llevan cierta justicia retroactiva por la cual los estadounidenses no tienen derecho a reclamar y mucho menos a defenderse militarmente. Tampoco se les perdona que hayan colaborado con los países latinoamericanos para evitar que cayeran bajo la barbarie comunista, como les sucedió a cubanos y venezolanos. Guillermo Martínez escribió: “Por décadas, después de la Revolución Cubana, la política oficial de los Estados Unidos para América Latina fue colocar y apoyar dictaduras en cada uno de nuestros países”.

“Estados Unidos ya no es más una joven nación y tiene una larga historia de intervenciones cínicas. La ingenuidad de la gente está todavía allí, pero parece más y más una manera conveniente de no prestar atención al trabajo sucio de su ejército alrededor del mundo para mantener el estándar de vida, y la nafta barata, de toda la población estadounidense”.

Fiel al pensamiento marxista, algunos autores no ven en las acciones de un país nada más que motivaciones económicas, restando importancia al peligro del totalitarismo socialista que apoyan a pesar de los nefastos resultados logrados. Debe recordarse que entre comunistas y nazis produjeron unas 122 millones de víctimas inocentes (100 millones los comunistas y 22 millones los nazis), mientras que la suma de víctimas de ambas Guerras Mundiales fueron unos 66 millones (14 millones en la Primera y 52 millones en la Segunda). Si hay algún país que hizo que las cifras no fueran mayores, ese fue EEUU.

jueves, 18 de enero de 2018

Principio de placer vs. Adaptación cultural

Al describir las tendencias generales que orientan las acciones humanas, encontramos a dos de ellas: el principio de placer, por una parte, y la búsqueda de nuestra adaptación cultural al orden natural, en oposición a aquel. El placer, como meta u objetivo de nuestra vida, orienta a personas poco adeptas al pensamiento cotidiano, mientras que la búsqueda de mayores niveles de adaptación resulta ser la consecuencia de pensamientos de mayores alcances.

En cuanto al principio de placer, leemos lo siguiente: “El hedonismo sostiene que el placer es el principio director de la acción humana, tanto de hecho como por norma. Aristipo, el primer representante de la teoría hedonista, creyó que la consecución del placer y la eliminación del dolor constituyen el fin de la vida y el criterio de la virtud. Placer es, para él, el placer del momento” (Del “Diccionario de Psicología General y Aplicada” del Dr. L. C. Béla Székely-Editorial Claridad-Buenos Aires 1983).

La búsqueda del placer está vinculada a lo material y a todo lo que se compra con dinero, de donde surge la absurda competencia por ser, o por mostrarse, más feliz que los demás. También la envidia surge principalmente en quienes se orientan por el principio de placer. La población mundial, en este caso, no constituiría una asociación orientada hacia objetivos comunes, sino constituida por individuos aislados y solitarios. Fulton J. Sheen escribió: “Puesto que el placer es el objetivo supremo de toda vida egotista, será conveniente que conozcamos algo sobre sus leyes….El placer, como finalidad de la vida, es un espejismo…nadie lo alcanza. Pero es posible disfrutar de estables y agradables placeres”.

“Cuado un hombre comienza sosteniendo que sus deseos egoístas deben ser tenidos como algo supremo, primacial, de que nada tiene importancia y significado fuera del ego, entonces se sigue que las solas normas con las cuales podrá juzgar el valor de cualquier experiencia son el placer que la misma proporcione y su intensidad. Cuanto más así lo experimente, más verdadero y más admirable será” (De “Eleva tu corazón”-Editorial Difusión-Buenos Aires 1966).

En cuanto al proceso de la evolución cultural, puede decirse que el principal objetivo de la humanidad implica alcanzar mayores niveles de adaptación al orden natural. Debido a que la adaptación biológica implica un lento proceso que requiere de largos periodos para mostrar cambios en las especies en evolución, el hombre mismo es quien debe continuar con el proceso adaptativo, aunque esta vez se establezca a través del conocimiento de nosotros mismos y del medio en donde se desarrolla nuestra vida. Julian Huxley escribió: “Se han definido la responsabilidad y el destino del hombre, considerándolo como un agente, para el resto del mundo, en la tarea de realizar sus potencialidades inherentes tan completamente como sea posible. Es como si el hombre hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución, y designado sin preguntarle si necesitaba ese puesto, y sin aviso ni preparación de ninguna clase. Más aun: no puede rechazar ese puesto. Precíselo o no, conozca o no lo que está haciendo, el hecho es que está determinando la futura orientación de la evolución en este mundo. Este es su destino, al que no puede escapar, y cuánto más pronto se dé cuenta de ello y empiece a creer en ello, mejor para todos los interesados” (De “Nuevos odres para el vino nuevo”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1959).

Tanto si el universo tiene un Creador localizado en el tiempo y en el espacio, como si al universo podemos identificarlo con las leyes eternas que lo rigen, surge la pregunta acerca del objetivo de la aparición de la vida inteligente. La respuesta dada por el hedonismo resulta muy pobre por cuanto acepta tácitamente que el hombre existe sólo para disfrutar de los placeres inmediatos, siendo una postura adoptada por gran parte de la población mundial. Por el contrario, al ser conscientes de la importante misión que nos ha impuesto el orden natural, podrá surgir una actitud cooperativa que tenderá a hacer de la humanidad una sociedad con objetivos comunes a sus integrantes. Y así, cada individuo apuntará hacia una mejora ética.

En el siglo XIX, ambas orientaciones fueron explicitadas por Søren Kierkegaard como una elección entre una vida estética o bien de una vida ética. La primera surgida como consecuencia de la búsqueda de placer, asociada a la competencia y a la envidia; la segunda surgida como consecuencia de la búsqueda de mayores niveles de adaptación, asociada a la cooperación y a un sentido de la vida objetivo, impuesto por el propio orden natural. Pablo Da Silveira escribe respecto del libro “Enten-Eller” (“Lo uno o lo otro”): “Era un libro escandaloso porque afirmaba que no estamos obligados a vivir de acuerdo a los dictados de la moral. Esta es una de las opciones que se nos plantea en la vida, pero no la única ni necesariamente la más atractiva”.

“Ese era justamente el sentido de ese «o lo uno o lo otro», que daba título a la obra. Kierkegaard quería enfrentar a sus lectores a una opción entre dos caminos divergentes, de los cuales solamente uno conducía a la moralidad. Y lo escandaloso era que, en lugar de pronunciarse desde el principio a favor de esta opción, Søren decidió explorar ambas vías hasta sus últimas consecuencias. Así construyó la imagen literariamente genial de una existencia que era al mismo tiempo inmoral y fascinante”.

“El personaje que creó Kierkegaard para describir la vida que se aparta de la moral se llama Juan el Seductor. Juan es un mujeriego refinado e inescrupuloso que sale a la caza de jovencitas y las incita a vivir aventuras perfectas. Su objetivo es «vivir estéticamente», es decir, vivir en una continua búsqueda de experiencias y de sensaciones, manteniéndose en un eterno presente que no se preocupa del tiempo. Se trata de ir de lo interesante a lo interesante, de sumergirse en el ahora, de disolver la vida en una, es decir, vivir en una continua búsqueda de experiencias y de sensaciones, manteniéndose en un eterno presente que no se preocupa del tiempo. Se trata de ir de lo interesante a lo interesante, de sumergirse en el ahora, de disolver la vida en una serie de instantes agradables e inconexos”.

“El seductor desconoce el compromiso y la responsabilidad. Busca permanentemente lo nuevo y, cuando lo que tiene entre manos pierde novedad, pasa rápidamente a otra cosa. La chica de turno no es más que una excusa y su único interlocutor real es el aburrimiento. El seductor vive cada aventura con pasión pero sabe que todo va a agotarse en un instante. Ese es el clásico lamento de Don Juan, con el que Søren estaba obsesionado”.

“La otra respuesta consiste en lo que Søren llamaba la «vida ética», cuyo representante, el juez Wilhelm, nunca alcanzó la fama de su rival. «Vivir éticamente» significa vivir con el propósito de construir una vida moralmente buena. Por eso, el hombre que vive éticamente mira su vida como una unidad y se preocupa de su coherencia. Tiene que darse buenas explicaciones acerca de lo que ha hecho y tiene que hacer de su vida una historia con sentido. Quien elige vivir éticamente ve la vida del seductor como una existencia que se agota en una serie de comienzos sucesivos. Pero eso no es auténtica variedad sino repetición de la misma cosa. Lo interesante está en poder ir más allá del comienzo”.

“Søren pensaba que la vida ética era preferible a la vida estética, pero afirmaba que esta idea sólo es comprensible para quien ya ha optado por esta última. Ideas como las de continuidad, responsabilidad o coherencia no tienen ningún sentido para el esteta. Esto significa que, si bien podemos optar en favor de la vida ética, esta elección será anterior a toda argumentación: una vez que hemos hecho nuestra opción podemos justificarla con razones, pero la elección en sí misma es un salto al vacío, una especie de apuesta. La elección es radical porque no se trata de optar entre el bien y el mal, sino de decidir si el bien y el mal van a ser importantes para nosotros. El hombre que todavía no ha optado por una de estas vías debe empezar por elegir el tipo de razones a las que va a reconocer valor” (De “Historias de filósofos”-Alfaguara-Buenos Aires 1997).

El antagonismo entre la vida estética y la vida ética, que en la actualidad puede considerarse como una elección entre la orientación hacia el placer o bien hacia la adaptación al orden natural, fue expresado a lo largo de la historia mediante otras formas simbólicas, como es el caso de las dos ciudades (del hombre y de Dios) propuesta por San Agustín. Carlos Boyer escribió: “¿Cómo podemos distinguir esas dos ciudades? Están mezcladas, y desde el comienzo del mundo seguirán mezcladas hasta el fin de los siglos…¿Cómo podremos pues hacerlas ver ahora, si están mezcladas juntas? El Señor las hará ver, cuando ponga unos a la derecha, los otros a la izquierda. Jerusalén estará a la derecha, Babilonia a la izquierda. Jerusalén oirá estas palabras: «Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino que os ha sido preparado desde el origen del mundo». Babilonia oirá que se le dice: «Id al fuego eterno, que ha sido preparado para el demonio y sus ángeles»”.

“Estas dos ciudades están formadas por dos amores: Jerusalén, por el amor a Dios. Babilonia, por el amor al siglo. Que cada uno se pregunte lo que ama y encontrará a qué ciudad pertenece; y si se descubre ciudadano de Babilonia, que se arranque sus pasiones y plante la caridad; si encuentra que es ciudadano de Jerusalén, que tome con paciencia su cautiverio y que espere su libertad” (De “San Agustín”-Editorial Excelsa-Buenos Aires 1945).

Por lo general, el adepto religioso supone que la adhesión a determinada Iglesia o la adopción de determinada postura filosófica aseguran su pertenencia a la ciudad de Dios. Recuérdese que, en la religión moral, sólo cuentan las actitudes éticas, ya que no existe un vínculo concreto entre postura filosófica (opinión acerca de cómo funciona el mundo) y respuesta moral (actitud respecto de los demás seres humanos).

martes, 16 de enero de 2018

Peronismo: ¿populismo o totalitarismo?

Generalmente asociamos la palabra “populismo” a gobiernos democráticos (según su acceso al poder) que tratan de alcanzar objetivos personales o sectoriales a costa del estancamiento o del retroceso económico y social de un país. En estos casos, la mentira es el principal protagonista del proceso. E. Gómez de Baquero escribió: “Todos los que han creído las mentiras de un charlatán se ven obligados a sostenerlas, para no confesar que han sido unos imbéciles. Creer una verdad es un acto natural que no nos compromete; creer una mentira es una simpleza que cuesta trabajo reconocer. Por eso las mentiras se defienden con más tenacidad que las verdades” (De “Historias de la Historia” Segunda Serie, de Carlos Fisas-Editorial Planeta SA-Barcelona 1984).

La eficaz labor de encubrimiento, cumplida por periodistas e intelectuales argentinos, puede comprenderse, al menos en parte, en base al criterio mencionado. Todavía hoy se siguen repitiendo, a lo largo y a lo ancho de todo el país, las mentiras fabricadas por Perón, mientras sus beneficiarios directos (políticos y sindicalistas partidarios) siguen robando en una forma tan organizada como la de las mejores épocas.

Por otra parte, asociamos la palabra totalitarismo (Todo en el Estado) al proceso político en el que, a la mentira populista, le agrega el odio sectorial. De ahí que un proceso totalitario puede comenzar como un populismo hasta llegar a convertirse en un totalitarismo, resultando peligroso y opresivo a quienes no acepten someterse a la obediencia impuesta por el líder totalitario. En este caso se produce una alteración total de los valores democráticos. En un sistema democrático tiene validez aquello de que: “El miedo del malvado debe combinarse con la seguridad del inocente”, mientras que en un sistema totalitario pasa a convertirse en: “El miedo del inocente debe combinarse con la seguridad del malvado” (De “Historias de la Historia” de Carlos Fisas-Círculo de Lectores SA-Buenos Aires 1988).

Por lo general, las definiciones y usos de las palabras “populismo” y “totalitarismo” se asocian a la política y a la economía, y no tanto a las sensaciones emotivas de quienes deben padecer tales sistemas. En cuanto al significado político: “Totalitarismo: Término moderno con el que se designa un tipo específico de dominación política caracterizada por una tendencia a la hegemonía del Estado sobre todos los ámbitos de la vida social e individual. Se distingue de otras formas análogas de dominación como la tiranía, el absolutismo u otros sistemas autoritarios, pues mantiene una aparente estructura democrática o representativa, utiliza modernas tecnologías que atañen a sus fines –en especial las que se relacionan con el manejo de la opinión pública, la información-desinformación y la propaganda-, está vinculado ordinariamente a un partido político único o monopolizador, con una economía fuertemente centralizada, fundado en una ideología, y con instrumentación de un fuerte sistema de control” (Del “Diccionario de Sociología” de E. del Acebo Ibáñez y R. J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

El odio colectivo, sembrado por Perón y Eva, perjudicó principalmente a sus seguidores, ya que el odio, por ser una mezcla de burla y envidia, es propio de personas inferiores. Friedrich Nietzsche escribió al respecto: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior”.

Apenas iniciado su primer gobierno, Perón dividió a la población en seguidores (amigos) y opositores (enemigos). Incluso con el paso del tiempo llegó a instigar a sus seguidores a ejecutar actos violentos contra los opositores. Algunas de sus arengas fueron las siguientes: “A los enemigos, ni justicia”, “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores”, “Vamos a salir a la calle para que no vuelvan más ellos, ni los hijos de ellos”. “Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos”, etc. (Citado en “Los deseos imaginarios del peronismo de Juan José Sebreli-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1992).

La grieta social, ampliada y revivida por el kirchnerismo, es esencialmente una grieta moral, que pocas posibilidades tiene de cerrarse por cuanto fue abierta por peronistas y afianzada por kirchneristas, que tienen poca o ninguna predisposición a renunciar al odio sectorial y a las mentiras que constantemente difunden. El peronista o el kirchnerista inician la grieta al designar como “enemigo” a la persona decente. Luego, ¿quién es el que debe cambiar de actitud? ¿El que inicia la descalificación, la marginación, la exclusión y la desigualdad? ¿O la persona decente es quién debe cambiar?

Cuando la tiranía encabezada por Perón fue derrocada en 1955 por un movimiento militar, se puso fin a un totalitarismo para restaurar la democracia perdida. Con el tiempo, tal acontecimiento pasó a la historia como que “una dictadura militar, antidemocrática” desplazó del poder a “un legítimo gobierno democrático”. Incluso se dice que Perón huyó del país por cuanto no quiso promover un derramamiento de sangre, cuando en realidad hubo enfrentamientos entre militares, y también con policías, por cuatro días consecutivos, con varias víctimas, de ambos bandos. Al ser derrotado militarmente, se vio obligado a refugiarse en el exterior.

Su posterior asociación con grupos terroristas marxistas, como Montoneros, decididos a destruir la nación a cualquier precio, para tomar el poder, indican claramente que poco o nada le importaba el país y mucho menos la vida de sus ciudadanos, tanto seguidores como opositores. Luego, una vez que usó a los terroristas en beneficio propio, logrado el poder, decreta como presidente el “exterminio” de sus antiguos socios de la destrucción nacional.

En cuanto a las primeras etapas del peronismo, Juan José Sebreli escribió: “El Estado totalitario se basa en la absorción de los poderes Legislativo y Judicial en el Ejecutivo, ejercido además por un solo individuo. Según los totalitarios, la dictadura se justifica porque el líder es la única institución verdaderamente «democrática», en tanto es elegido directamente por el pueblo. La hegemonía del Ejecutivo sobre el Legislativo y el Judicial implica además poner la actividad en lugar de la deliberación, la decisión en lugar de la valoración, tal la doctrina del «decisionismo» del jurista nazi Karl Schmitt”.

“El Estado peronista se basó en la concepción jurídica de Schmitt; intentó en lo posible la destrucción de lo que despectivamente se llamó «demoliberalismo» y «partidocracia» y la transformación del régimen republicano en una dictadura totalitaria”. “El Poder Legislativo, en sus dos cámaras, Senadores y Diputados, quedó totalmente subordinado al Poder Ejecutivo. Para ello el peronismo contaba a su favor, desde el primer periodo legislativo, con la mayoría en ambas cámaras”.

“La degradación a que llegó el Congreso peronista lo muestra la comisión parlamentaria destinada a investigar las acusaciones de torturas a presos políticos, que terminó con una investigación a los periódicos que habían publicado dichas denuncias”.

Mientras que en las naciones civilizadas se admira a los personajes que ayudaron a construirlas, en la Argentina se admira la “viveza” (o inteligencia) del que logró alcanzar metas personales a costa de hacer trampas y de mentirle a todo el país. Una de esas maniobras es la que le permitió a Perón justificar el reemplazo de miembros de la Corte Suprema de Justicia aduciendo haber avalado al gobierno inconstitucional del cual el propio Perón formó parte. Sebreli escribió: “En una reunión de diputados peronistas Perón volvió sobre el asunto: «Si el gobierno ha de funcionar con éxito, los tres poderes deben funcionar en armonía…En la actualidad el Poder Judicial, con excepción de algunos magistrados, no habla el mismo lenguaje que los otros dos poderes». Un mes más tarde se iniciaba el juicio político a los miembros de la Suprema Corte de Justicia con el paradojal argumento de haber convalidado el gobierno de facto de 1943, prescindiendo del detalle que de ahí había surgido el peronismo. Destituidos todos los jueces, con excepción de Tomás D. Casares, hombre de la Iglesia y además peronista, se los sustituyó por magistrados de reconocida conformidad con el régimen”.

La Doctrina justicialista debía ser la referencia orientadora en todos y cada uno de los aspectos institucionales de la nación. “En 1955, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, mayor Aloe, decía: «Los jueces de la Nueva Argentina, no son jueces de orden común, sino jueces que deben saber interpretar los principios de la Doctrina y la voluntad del General Perón. Perón no es el nombre del presidente ni de un político, sino la expresión de la Justicia»”.

“Los apologistas del peronismo argumentarán que la Justicia al fin no es sino una mera «formalidad» burguesa, que el anterior Poder Judicial estaba al servicio de la oligarquía y no de la justicia. Sin duda, la balanza de la justicia suele inclinarse del lado de las clases dominantes, pero la subordinación de los jueces, no ya a una clase sino a un partido político o a una dictadura, deja en el desamparo también a las clases dominadas. Cuando las obreras telefónicas torturadas presentaron la denuncia ante un juzgado, debieron soportar la burla de ver cómo su torturador, el comisario Lombilla, se abrazaba con un juez”.

La forma en que Perón atentó contra su propia nación, tanto desde el gobierno como fuera de él, ha dejado perplejo a más de un analista político. Julio Irazusta escribió: “¿Cómo fue posible que un hombre dotado con algunas de las condiciones para hacerse seguir, no sólo de las masas, sino de sus propios hermanos de armas, que le dieron la base de su demagogia oficialista al entregarle la dirección del Estado antes de ser elegido presidente constitucional, faltara a los más elementales deberes de la solidaridad con aquellos, y acabara planeando la disolución del ejército y su reemplazo por milicias obreras?”.

“¿Que un niño mimado de la sociedad existente, que lo admitió en uno de sus principales cuerpos del Estado, pese a la oscuridad de su cuna, y lo educó, lo formó y le dio todos los ascensos al alcance de su capacidad, volviera las armas que ella le había dado para su defensa y las aplicara a destruirla? ¿Que un favorito del azar histórico desperdiciara la mejor ocasión que el país tuvo de prosperar y consolidar su estructura material y moral, para despeñarlo de la altura casi imprevista en que se hallaba, al abismo de unas vísperas sangrientas en guerra civil preparada con científica frialdad por el Estado, y a una crisis económica sin precedentes. Cuando el mundo azotado por la segunda conflagración universal había restañado sus heridas y restaurado su economía y sus finanzas? Este último aspecto del problema es el más incomprensible. Pues de aprovechar la ocasión histórica como el destino le ofrecía, tal vez hubiese podido contrarrestar los obstáculos que los otros dos debían a la larga suscitarle” (De “Perón y la crisis argentina”-Editorial Independencia SRL-Buenos Aires 1982).

lunes, 15 de enero de 2018

Asociación de ideas y creatividad científica

El proceso asociativo de ideas implica establecer un vínculo entre dos imágenes, o dos símbolos, depositados previamente en nuestra memoria. Tal proceso puede ejemplificarse mediante la asociación involuntaria que realizamos mientras dormimos. Así, supongamos que, durante el día, una persona conocida nos propone un negocio en común. En otro momento del día, otra persona, nunca antes vista, nos saluda de manera muy cordial. Ambos acontecimientos, que llevamos en la memoria, pueden ser vinculados durante el sueño nocturno, aunque esta vez quien nos propone realizar el negocio en común es la persona desconocida, con la improbabilidad y la incoherencia que caracteriza a la mayor parte de nuestros sueños.

Cuando razonamos despiertos, también tendemos a vincular, o relacionar, la información que llevamos en nuestra memoria. Nuestros pensamientos, esta vez conscientes y voluntarios, implican una asociación de ideas que se establece principalmente entre dos de ellas (bisociación).

Como ejemplo de creatividad científica puede mencionarse el caso de Arquímedes de Siracusa cuando el rey le encomendó descubrir si la corona que había encargado era de oro puro o bien si el oro había sido rebajado con plata. La dificultad esencial consistía en conocer el volumen de un cuerpo irregular como una corona. Conocidos el volumen y el peso específico del oro (Peso/Volumen) se podría luego encontrar la respuesta requerida. Arthur Koestler escribió al respecto: “Bajo la presión del impulso exploratorio, la cadena de asociaciones avanzará en círculos reducidos dentro del campo de los conocimientos geométricos contemporáneos y, encontrando bloqueados todos sus accesos a la meta, volverá una y otra vez al punto de partida, y hasta podemos suponer que, apremiados por la tensión creadora, los procesos mentales de Arquímedes seguían aún sin que él tuviera conciencia de ellos”.

“Ahora bien, Arquímedes tenía la costumbre de tomar un baño diario; pero las sensaciones que con esto se despertaban generalmente en él se relacionaban con el calor o el frío, la fatiga o el descanso, el sexo y la belleza, etc.; ni a Arquímedes ni a nadie antes que a él se le había ocurrido jamás relacionar los sensuales y triviales contextos asociativos de un baño caliente con la búsqueda científica de la medición de los sólidos”.

“Sin duda más de una vez debió observar que, si el baño estaba demasiado lleno, rebalsaba en la medida en que sumergía su cuerpo; pero esta experiencia trivial estaba tan íntimamente relacionada con el contexto «baño», que se necesitaba la tensión excepcional en que entonces se debatía, más una particular constelación de circunstancias, para que se arrancara de los lazos del hábito asociativo y viera en el agua derramada un equivalente líquido (susceptible de ser medido) del volumen del sólido sumergido”.

Una vez medido el volumen de la corona, sumergiéndola en un recipiente lleno de agua y midiendo el volumen del agua desalojada, obtuvo la respuesta esperada. El proceso asociativo, que surge en forma inconsciente en algún momento de la investigación, suele a veces ser confundido con el razonamiento consciente efectuado posteriormente. Koestler agrega: “Después de sucedido el hecho, es fácil presentar al proceso creador como un acto de razonamiento deductivo y representado en la forma de silogismo, como el que sigue, por ejemplo:

Premisa primera: Es fácil medir el volumen de un líquido.
Premisa segunda: El volumen de un sólido es igual al volumen del líquido que desaloja por inmersión.
Por lo tanto, la conclusión: El volumen de un sólido puede medirse por el volumen del líquido que desaloja por inmersión”.

“Pero, si es tan fácil, ¿por qué nadie antes que Arquímedes usó este silogismo?: porque nadie antes que él había relacionado las dos premisas que pertenecían a dos campos mentales diferentes. La dificultad inmensa, la originalidad creadora de este acoplamiento no resalta en el fluido esquema silogístico. El esquema da la impresión de que la hazaña mental consistió en unir ambas premisas bajo el mismo techo, por así decirlo. La conclusión no es más que la primera cría del matrimonio, obtenida por acciones normales. En otras palabras, silogismo y razonamiento deductivo no son el método del pensamiento creador, y sólo sirven como justificación formal del mismo después del acto (y como esquema para repetir el proceso por analogía después de la bisociación original de los dos campos en que están ubicadas respectivamente las premisas). No se «inventan» ni se «deducen», pues, las soluciones de los problemas, sino que meramente se «encuentran», «ocurren»” (De “Discernimiento y perspectiva”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1962).

En el caso de Charles Darwin y la teoría de la evolución por selección natural, Arthur Koestler escribió: “Con frecuencia, los grandes descubrimientos consisten en una sucesión de actos creadores que retrospectivamente parecen fundirse en uno solo. En el caso de Darwin podemos distinguir dos procesos eureka, consecutivos y separados por más de un año de intervalo. Cada uno de esos procesos consiste no en haber pasado algo nuevo, sino en conectar tendencias previamente desconectadas del pensamiento contemporáneo. La primera pude resumirse como la bisociación de la evolución por causa desconocida con las variaciones selectivas por la cría casera, lo que condujo a la evolución por selección artificial. El segundo paso es la bisociación de la evolución por selección artificial con la lucha por la existencia, lo que condujo a la evolución por selección natural”.

Darwin atribuye al libro de Robert Malthus (“Primer ensayo sobre la población”) haberle permitido ser consciente del proceso de lucha por la superviviencia, escribiendo al respecto: “Esta es la doctrina de Malthus, aplicada a los reinos animal y vegetal. Como en cada especie nacen más individuos que los que pueden sobrevivir; y como, por lo tanto, hay una lucha frecuentemente periódica, por la existencia, de ahí se deduce que todo ser que varíe (aunque imperceptiblemente) de modo conveniente para sí mismo, a través de sus condiciones de vida, complejas y a veces muy variables, tendrá mejores oportunidades de sobrevivir y así de ser naturalmente seleccionado”.

Alfred R. Wallace, coautor independiente de la teoría de la evolución por selección natural, se basa también en el libro de Malthus, aunque lo había leído varios años antes. “Wallace estaba enfermo con fiebres intermitentes, en Ternate, durante febrero de 1858, cuando empezó a pensar en el libro de Malthus «Essay on Population», leído varios años atrás; de pronto se le ocurrió la idea de la supervivencia del más apto. En dos horas «pensó casi toda la teoría» y en tres tardes había terminado el ensayo” (De la “Enciclopedia Británica”, citado en “Discernimiento y perspectiva”).

Koestler agrega: “Darwin todavía no había publicado su teoría, y su comunicación y la de Wallace fueron presentadas simultáneamente a la Sociedad Linneana. Este es otro ejemplo notable de cómo ayuda a que coincidan los descubrimientos el factor «madurez» de un periodo para que ocurra determinado tipo de procesos eureka. Notemos también que, en el caso de Darwin, la reacción al libro de Malthus fue instantánea, mientras que, en el caso de Wallace, evidentemente el subconsciente desempeñó un papel importante almacenando aquellas viejas teorías de Malthus y reproduciéndolas en el momento propicio”.

El proceso de la creatividad científica no difiere esencialmente del proceso cotidiano utilizado para adquirir un nuevo conocimiento, ya que en ambos casos debemos esperar la asociación de ideas adecuada. Como ejemplo adicional, se menciona el caso del autor del presente escrito al momento de poder comprender la idea básica del cristianismo. En una época en que estaba plenamente de acuerdo con las prédicas cristianas, no podía encontrarles un sentido y, por lo tanto, poco o nada podía razonar al respecto. Asociando la idea de que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes al concepto del Reino de Dios, surgió la posibilidad de que tal Reino implique el gobierno de Dios sobre el hombre a través de la ley natural; proceso que coincide esencialmente con el de la adaptación cultural al orden natural, resultando la postura básica de la religión natural.

En otra experiencia personal surgió la idea de “actitud característica”, como una respuesta típica expresada como un cociente entre Respuesta y Estímulo. Tal idea surgió de una analogía con los circuitos eléctricos, ya que presentaban la necesidad de encontrarles una respuesta típica única y para caracterizarlos aun cuando se les aplicara señales eléctricas de diversas formas, como ondas senoidales, o sucesiones de pulsos triangulares, cuadrados, etc. Para ello se debió encontrar una señal eléctrica general, representativa de las todas las posibles señales periódicas, siendo tal señal la senoidal con amplitud exponencial decreciente. Mediante la utilización del análisis con variable compleja y de la transformada de Laplace, se logró establecer dicha descripción unificada.

Si bien las relaciones de respuesta/estímulo son utilizadas frecuentemente en distintas ramas de la física y de la biología, la asociación de ideas, en el caso mencionado, surgió de una analogía con un fenómeno bastante más complejo que aquellos muchos más simples.

La asociación de ideas no sólo resulta de interés para la creatividad científica, sino también en la educación, especialmente en épocas en que se discuten las ventajas y desventajas de los métodos tradicionales. Según se vio, previo a la creatividad asociativa, cada individuo debió almacenar en su mente varias ideas, o conocimientos. En la educación tradicional, en base a contenidos, el entrenamiento mental se realiza mientras se van adquiriendo. Podemos simbolizar este proceso de la siguiente forma:

Pedagogía tradicional: (Contenido 1) asociado con (Contenido 2) = (Contenido 3)

Con la aparición de Internet, no faltaron las mentes innovadoras que sugirieron que en las escuelas no se debían dar contenidos, sino que se debía acompañar al alumno en la búsqueda libre de aquellos conocimientos que en realidad necesita, o cree necesitar. Con ello el alumno pierde el entrenamiento mental antes requerido para la adquisición de nuevos conocimientos. Podemos simbolizar este último proceso educativo de la siguiente forma:

Pedagogía destructiva: (Vacío 1) asociado con (Vacío 2) = Nada

Si bien se ha exagerado la ineficiencia del nuevo método propuesto, no debe dejarse de lado al proceso asociativo de ideas. Los intentos por ignorarlo pueden llevarnos a serios problemas educativos y culturales.

sábado, 13 de enero de 2018

Acerca del feminismo

Mientras más nos alejemos del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, mayores serán los conflictos familiares y sociales que se producirán. Los efectos de este alejamiento son a veces interpretados, sin embargo, como consecuencias de un desequilibrio moral en el cual el hombre tiene la culpa de todos los conflictos familiares y sociales mientras que la mujer está exenta de toda culpa. Esta generalización fácil nos hace recordar a la “lucha de clases” en la que se supone que un sector carece de defectos mientras que el otro carece de virtudes.

Durante la Edad Media, la mayor parte de la gente le daba sentido a cada uno de sus actos y pensamientos orientándolos a una futura vida eterna, mientras que, en la actualidad, pareciera que cada uno de los actos y pensamientos de los seres humanos están orientados por el principio de placer, por lo que, tanto mujeres como hombres, observan a los integrantes del sexo opuesto como objetos de placer que pueden ser intercambiados o abandonados sin más ni más. Giovanni Papini escribió: “A las mujeres los hombres les han regalado piedras, perlas, rentas; para ellas han construido casas, conquistado reinos, escrito volúmenes de cantos. Las han halagado e injuriado, han lamido el polvo donde se posarán sus pies, han llorado lágrimas de ansiedad y de celos, han matado a hombres y se han matado. Pero no han hecho nada por hacerlas distintas. Las han visto siempre como cuerpos para ser gozados, como siervas para explotar, como vientres para fecundar, como ídolos para incensar, como propiedades que otros envidian o acechan. Nunca como almas inmortales, como hermanas necesitadas de luz y ayuda. Si el hombre –invirtiendo las palabras del Apóstol- fue el arrepentimiento de Dios, la mujer debería ser el vergonzoso remordimiento del hombre” (De “Informe sobre los hombres”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1979).

Además de la casi exclusiva orientación al placer, el hombre puede carecer de una autoestima suficiente, por lo que tiende a compensar tal complejo de inferioridad con uno de superioridad, favoreciendo la tendencia masculina al gobierno despótico sobre la mujer, mostrando de esa forma el alejamiento de la igualdad afectiva sugerida por el mandamiento bíblico antes mencionado.

Los primeros indicios del surgimiento de posturas feministas aparecen durante el siglo XVIII. J. Marie Goulemot y M. Launay escribieron: “Todas las libertades son importantes. Pero los grandes escritores nos han acostumbrado a poner en primer lugar la libertad de pensamiento y de expresión. Si en la vida cotidiana aquellos a quienes se ha calificado de «inferiores» aspiran también a una mayor libertad, ¿es raro que la palabra haya despertado también aspiraciones en una mitad del género humano –nos referimos a las mujeres- hasta entonces sometida a la otra mitad? Fue precisamente en el siglo de las Luces donde brotaron las primeras reivindicaciones de lo que en el siglo siguiente se llamará «feminismo». Habrá que esperar al siglo XX para ver perfilarse el derecho de igualdad de la mujer y el hombre” (De “El siglo de las Luces”-Ediciones Guadarrama-Madrid 1969).

Un feminismo aceptable es el que intenta restaurar la igualdad afectiva perdida, mientras que existen otros feminismos, poco legítimos, que suponen que la violencia surge del hombre debido a su naturaleza masculina o bien por estar insertos en el sistema capitalista. Si retrocedemos con la imaginación a la generación de nuestros padres o a la de nuestros abuelos, advertiremos una disminución sustancial de la violencia familiar, que por cierto existía. Por ello puede decirse que tal violencia va en aumento debido esencialmente al deterioro moral de la sociedad.

La instauración de “teorías feministas”, que se oponen a la ciencia experimental, constituye otra forma de mantener y de crear nuevos conflictos que se suman a los ya existentes. Mario Bunge escribió al respecto: “Nuestro último ejemplo de contaminación ideológica de los estudios sociales será la «teoría feminista» de moda. Ésta no debe confundirse con el feminismo, un movimiento social progresista sin ataduras filosóficas determinadas. Tampoco hay que confundir el feminismo académico con el estudio científico (sociológico, en particular) de la cuestión femenina, en especial los problemas de los roles y la discriminación sexuales”.

“La «teoría feminista» es una ideología con pretensiones filosóficas que ataca la ciencia «oficial» alegando (pero por supuesto sin probarlo) que es inherentemente «androcéntrica»(o «falocéntrica»). Peor, inadvertidamente ha refritado el irracionalismo inherente a la contrailustración. No le importan las pruebas de verdad porque rechaza la idea misma de verdad objetiva; y afirma que la razón, la cuantificación y la objetividad son condenables rasgos masculinos”.

“Por otra parte, exagera las diferencias sexuales y ve la dominación masculina prácticamente en todas partes. Así, Harding sostiene que sería «ilustrativo y honesto» llamar «manual newtoniano del estupro» las leyes newtonianas del movimiento. La víctima de la violación sería la naturaleza, que por supuesto es femenina. Por otra parte, la ciencia básica sería indistinguible de la tecnología, y la búsqueda del conocimiento, sólo un disfraz de la lucha por el poder”.

“Las «teóricas feministas» nos piden que creamos que la filosofía, la matemática, la ciencia y la tecnología han estado hasta ahora «cargadas de género» y que, además, son herramientas de la dominación masculina. Desde luego, no ofrecen prueba alguna a favor de su tesis, presumiblemente porque la preocupación por la verdad objetiva es androcéntrica. Tampoco proponen una vislumbre de las ideas y métodos que caracterizan, digamos, las reglas de inferencia femeninas o la mecánica celeste femenina, en contraste con las generalmente aceptadas. Naturalmente, es mucho más fácil discutir «paradigmas masculinos» imaginarios y desestimar lo que uno no entiende, que construir la autodenominada ciencia sucesora, un sustituto presuntamente superior de la única ciencia que tenemos –y que las mujeres cultivan cada vez más-. En resumen, la ciencia femenina es tan inexistente como la ciencia aria; lo que pasa por tal es sólo una superchería académica. Lo mismo la filosofía feminista: la genuina filosofía es tan asexuada como la matemática y la ciencia auténticas” (De “Las ciencias sociales en discusión”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).

Seguramente alguien podrá preguntarse porqué Mario Bunge dedica parte de su tiempo a confrontar ideas absurdas y a difundir las críticas respectivas. Cabe decir que es muy importante el “trabajo sucio” que realiza porque, de lo contrario, con el silencio de quienes sólo atinan a observar ideas descabelladas, no resultaría extraño que, con el tiempo, las pseudociencias terminarán ocupando el lugar de la ciencia auténtica, algo que está sucediendo principalmente en el caso de las ciencias sociales.

Resulta desconcertante observar que las integrantes de grupos feministas (o anti-hombres), que abogan aparentemente por la libertad y la igualdad de las mujeres respecto de los hombres, simpatizan por lo general con tiranos izquierdistas como Fidel Castro o Nicolás Maduro. Mientras promueven la libertad y la igualdad de un sector de la población (las mujeres), por otra parte apoyan la coerción totalitaria y la desigualdad social tanto de hombres como de mujeres bajo los sistemas socialistas. El desconcierto inicial se torna en certidumbre cuando se descubre que, en realidad, con el feminismo aparente no buscan resolver los conflictos existentes, sino acentuarlos para colaborar de alguna forma con la destrucción de la sociedad capitalista.

También los grupos de izquierda simpatizan con el Islam, en cuyo seno se establece la mayor desigualdad entre hombre y mujer. Sin embargo, como los grupos terroristas musulmanes constituyen una esperanza para quienes aspiran a ver algún día la destrucción de la civilización occidental, reciben todas las simpatías de los sectores marxistas.

jueves, 11 de enero de 2018

Marx y el salto al vacío

Las ideologías políticas totalitarias tienden, por lo general, a proclamar falsos objetivos sociales junto a la descalificación de las ideologías opositoras, hasta llegar al extremo de prepararse adecuadamente para la destrucción de las sociedades existentes con el supuesto de que un futuro esplendoroso seguirá necesariamente a la etapa destructiva. Este es el caso del marxismo, que comienza con la “generalización fácil”, propia del pensamiento pre-científico, mediante la cual considera a un sector exento de defectos y pleno de virtudes (el proletariado) mientras que al otro sector (la burguesía) la considera exenta de virtudes y plena de defectos. Incluso llega al extremo de desconocer la existencia de la clase media, tan importante en la mayor parte de las naciones.

La generalización fácil fue también utilizada por los nazis, esta vez en base a aspectos raciales de los pueblos, con resultados similares a los logrados por el marxismo. Ante una sociedad compuesta por “buenos” y “malos”, perfectamente identificados en clases sociales o en grupos étnicos, se concluye que sólo basta con destruir, separar o aniquilar a los “malos” para que, en forma casi automática, surja el prometido futuro venturoso. H. G. Wells escribió sobre Marx: “Ni Adam Smith ni Darwin, con quienes evidentemente estaba dispuesto a entrar en competencia, dejaron traslucir ningún sentido de finalidad en su pensamiento ni ninguna ambición para dirigir a los demás. Aportaron su contribución y desaparecieron de acuerdo a la nueva moral científica”.

“Pero Marx pertenecía a un tipo intelectual más primitivo, práctico e inmediato. Era partidario de las declaraciones excluyentes, del dogma y de realizar un enérgico esfuerzo revolucionario de acuerdo a un dogma. Inició un vigoroso movimiento de espíritu rígido para la destrucción del «capitalismo» mediante una rebelión o guerra de clases. No tenía ideas, y probablemente era incapaz de producir ideas sobre la paz que sobrevendría después de la victoria eventual de la guerra de clases”.

“Nunca entró en su cabeza que una nueva y poderosa organización del saber y de la voluntad serían necesarias para dirigir un sistema universal emancipado. Hablando claro, padecía de pereza mental. Inventó un fantasma, más insubstancial que el Espíritu Santo: el Proletariado. El Proletariado bendito lo arreglaría todo” (De “El destino del homo sapiens”-Ediciones Sur-Buenos Aires 1941).

El salto al vacío es el salto que una sociedad ha de dar luego de la revolución comunista. El primer inconveniente que aparece consiste en que los proletarios no son, por lo general, aptos para la gestión empresarial, porque nunca fueron empresarios. Tampoco son aptos los revolucionarios que los representan, porque su preparación previa implicó destrucción y calumnias. Los sectores expropiados, en el mejor de los casos, tratarán de adaptarse realizando el menor esfuerzo posible. A ello se sumará un “detalle” no tenido en cuenta por los socialistas; al abolir el mercado, ya no será posible disponer de un “precio de mercado”. Sin precios de materiales o mano de obra, ya no será posible aplicar el cálculo económico. Se vuelve de esa forma a etapas previas en que no estaba desarrollado el pensamiento económico. El derroche de recursos y la ineficiencia no son extraños a una economía socialista.

Marx sostenía que la acción humana dependía esencialmente del sistema económico vigente en una sociedad, ya que todo giraría alrededor de intereses materiales. De ahí que el futuro de la humanidad debería estar asociado a alguna forma de producción y distribución económica. Como el feudalismo finalizó para darle paso al capitalismo, y éste, en la visión de Marx, no era el sistema adecuado, pensó que su desaparición forzada (mediante la revolución) daría lugar al sistema económico definitivo; el socialismo, que por añadidura implicaría “el fin de la historia”. Un fin de la historia apocalíptico, a imagen y semejanza del Apocalipsis bíblico, con la diferencia de que la Biblia sugiere una conducta ética adecuada mientras que el “apocalipsis socialista” sugiere odio, violencia y destrucción.

A partir de la interpretación de la historia, cuya evolución seguiría lineamientos económicos, Marx busca ser su protagonista principal. Prácticamente lo consigue, no porque sea acertada su visión, sino porque las principales catástrofes sociales producidas por el hombre (que hacen necesario e imprescindible el surgimiento de un mesías) se debieron a los totalitarismos ideados y propuestos por él junto a Engels, Lenin, Stalin, Trotsky, Hitler, etc. H. G. Wells agrega: “Cuando por fin el zarismo y la propiedad privada de la tierra y del capital se derrumbaron en Rusia y ese gran país cayó en manos de los conductores comunistas, éstos se encontraron faltos de toda preparación para concebir una organización mejor de los asuntos”.

“La Rusia liberada en octubre de 1917 fue un gran campo experimental. Se vio en la necesidad de reorganizar una gran comunidad que había caído en el caos y sólo tenía sugestiones fragmentarias para resolver tamaño problema. Cayó sobre Lenin la inmensa tarea de racionalizar el marxismo y de hacerlo funcionar”.

“¿Cómo dirigir? ¿Cómo mantener la dirección? Estas cuestiones jamás fueron contestadas. Llenaban las hendijas de sus doctrinas con esa divinidad muscular con martillo y hoz que apenas tiene más realidad que esos dioses simbólicos hindúes con brazos innumerables y partes extra corpóreas que desconciertan a la mente occidental realista. Crea en Él dicen ellos”.

La fe negativa de los comunistas descansaba en la certeza de que el capitalismo era el sistema económico equivocado, y que por ello, el sistema acertado y definitivo sería el no capitalismo (o socialismo). Para difamar al capitalismo advertían que se trataba de un sistema basado en la explotación del proletariado por parte de la burguesía, con un paulatino crecimiento de la riqueza de unos y de un paulatino aumento de la pobreza de los otros. Lo consideraban como el clásico ejemplo del predador y la presa, en el cual el primero vive a costa del segundo. Pero si el predador consume toda la población de presas, termina sucumbiendo conjuntamente, por carecer de alimentos. De ahí la imposibilidad de tal suposición.

Se sabe que las empresas progresan en cuanto aumentan su producción, sus ventas y sus ganancias. De ahí que esos aumentos sólo pueden lograrse a partir de un aumento del consumo, beneficiándose todos los sectores de la sociedad. La realidad es muy distinta a lo que escribió Marx y repiten sus seguidores. La llegada del capitalismo y de empresas multinacionales a China produjo una elevada disminución de la pobreza, en contra de lo que afirman sus detractores. El salto al vacío que ofrece el socialismo comienza con la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción, ya que ello conlleva la anulación de metas y proyectos individuales en los sectores emprendedores, por lo cual se detiene la creación de nuevas empresas. Sólo queda la creación de empresas por parte de los políticos a cargo del Estado, con menor experiencia en esa labor.

Al desaparecer el mecanismo del mercado, las empresas no tienen información de lo que deben producir y de lo que la gente necesita. Tampoco existen los precios relativos de los distintos insumos por lo cual no puede aplicarse el cálculo económico. Sólo pueden hacerse estimaciones averiguando precios relativos en los países capitalistas.

Bajo el socialismo, no existen incentivos para la producción, por cuanto una mayor eficacia personal no se traduce en ventajas económicas. Se trata de reemplazar tanto la cooperación, producida a través de la especialización del trabajo y de los intercambios en el mercado, junto a una dosis siempre existente de egoísmo, por el publicitado altruismo socialista. Este altruismo resulta ser mucho menos atractivo que los incentivos capitalistas por cuanto cada individuo debe trabajar pensando en los beneficios de la sociedad aun a costa de sus desventajas personales. Si el egoísmo implica interesarse por uno mismo ignorando a los demás, el altruismo (o anti-egoísmo) implica ignorarse a uno mismo para interesarse en los demás.

El socialismo propuesto por Marx no es sino la propuesta de un paraíso en la Tierra, y no en el cielo, que presenta un fuerte atractivo para los envidiosos, que creen que así se verán liberados de su grave defecto moral, creyendo que el sistema socialista afectará su psicología personal, mientras que la envidia, en realidad, sólo será reconducida por otras vías. La “sociedad sin clases” (al menos en la teoría) genera una clase dirigente que acentúa todos los defectos observados en el capitalismo primitivo (aun aquellos defectos surgidos de la tergiversación de la realidad).