jueves, 4 de enero de 2018

La verdad del científico

Se ha definido a la verdad como el paralelismo existente entre la realidad y nuestras ideas. Para el religioso, la verdad implica lo que Dios revela al hombre para inducirle a responder adecuadamente a su Voluntad. Para el filósofo, la coherencia lógica de sus ideas le hace sospechar que ha llegado a la verdad, aunque injustificadamente. William James escribió: “La verdad es una propiedad de algunas de nuestras ideas. Significa adecuación con la realidad, así como la falsedad significa inadecuación. Pragmatistas e intelectualistas aceptan esta definición como algo evidente” (De “Pragmatismo”).

Por otra parte, Jean Ullmo escribió: “A principios del siglo XIX se creía aún en la idea de una verdad absoluta que alcanzaba la mente cuando llegaba a la realidad: «adequatio rei et intellectus»”. “A esta actitud correspondían las tesis simétricas del realismo y del idealismo filosófico, bien sea porque el realismo atribuyera la primacía a una realidad exterior ya establecida, capaz de expresar su fiel imagen en la mente, o bien porque el idealismo estableciera la prioridad de una mente ya formada, capaz de pensar lo real. Aquí como allí, mente y realidad seguían frente a frente, y la verdad, testigo de su acuerdo, era el resultado de un paralelismo inexplicable” (De “El pensamiento científico moderno”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1959).

Baruch de Spinoza describió el vínculo entre la realidad y nuestras ideas escribiendo al respecto: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”. El realismo supone que la mente “hereda” el orden existente en el mundo real y lo incorpora al describirla, mientras que el idealismo presupone que la mente humana tiene cierta predisposición para ordenar una realidad no tan ordenada. En cuanto al pensamiento científico, puede decirse que tiende a ser predominantemente realista. Jean Ullmo agrega: “La verdad tomará, pues, dos aspectos: uno juzgará el valor del conocimiento objetivo mediante dos criterios internos que serán la verificación y la coherencia. El otro juzgará la actividad racional del sujeto pensante mediante otro criterio interno que será la consistencia”.

“La verdad, que es acuerdo, se ha transformado en verdad-verificación que es acuerdo con el objeto, y es verdad-consistencia que es acuerdo del sujeto consigo mismo. Queda por describir estos acuerdos parciales e intentar demostrar cómo se reconcilian en un acuerdo total: justificar el éxito de la ciencia, la inteligibilidad de la naturaleza”.

El pensamiento científico comienza a vislumbrarse con el realismo filosófico junto a la verificación experimental, ya que la coherencia lógica de los enunciados y conclusiones resulta insuficiente. Deja de tener validez la expresión de Georg W. Hegel: “Todo lo que es lógico es real y todo lo que es real es lógico”, excepto la segunda parte de esa expresión, ya que la coherencia de nuestras ideas proviene de la coherencia interna de los fenómenos naturales. Ritchie Calder escribió: “Puede decirse con justicia que Sir Francis Bacon revivió el método científico al exaltar la investigación experimental. Él mismo apenas fue un científico de laboratorio, aunque murió como resultado de un experimento (precursor de la refrigeración); a los 65 años de edad, salió a rellenar de nieve un ganso y contrajo una neumonía”.

“Sus escritos desarrollan principios que ahora son generalmente aceptados como principios de la ciencia moderna, a la par que rechazan el principio deductivo o exclusivamente deductivo, a favor del principio inductivo, o práctico. Insistía en que el hombre de ciencia debe observar y elegir los hechos; debe elaborar una hipótesis que los vincule y brindar una explicación plausible de ellos; y debe llevar a cabo muchos controles o experimentos repetidos, para confirmar o refutar su hipótesis. Abogado de profesión, Bacon aplicó a la ciencia las leyes relativas a los elementos de juicio y al peso de la prueba” (De “El hombre y el Cosmos”-Monte Avila Editores C.A.-Caracas 1970).

Escribió también: “Existe un motivo muy bueno por el cual los hombres de ciencia gustan de las novelas de detectives; una obra de misterio bien escrita es una tesis científica para la hora del ocio. Porque el esclarecimiento del crimen depende esencialmente del método científico; observación, hipótesis, experimento, teoría y prueba. Observación es la recolección de los hechos disponibles; hipótesis es la presunción que de esos hechos se hace, en principio, la trama; experimento es poner a prueba los hechos a la luz de la presunción; teoría es la hipótesis, cuando ésta ha adquirido suficiente fundamento como para justificar la detención del sospechoso, y la prueba es lo que el fiscal necesita para respaldar la teoría frente al jurado” (De “La ciencia tiene sentido”- Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1958).

Ante la numerosa cantidad de verificaciones experimentales necesarias, previas a la aceptación de cierta hipótesis, el científico abandona la certidumbre que caracteriza a la religión y, parcialmente, a la filosofía. Rirchie Calder escribe al respecto: “Sugerir que ciencia y religión sean incompatibles es absurdo. La ciencia ha sido definida como «Prueba sin certidumbre» y la fe como «Certidumbre sin prueba». (Los teólogos pueden argüir que la Revelación es una prueba, pero ningún científico, ni siquiera uno tan fanáticamente religioso como Michael Faraday, ha medido jamás la Revelación)”.

“El científico que dice «soy ateo» es dogmático y anticientífico; como científico sólo puede decir «soy agnóstico», lo cual significa «no sé que Dios exista». Tampoco puede negar que crea. Siempre que construye una hipótesis sobre hechos observables y dice «por lo tanto, creo que tal y tal cosa es cierta», hace acto de fe hasta que sus experimentos subsiguientes lo prueban o rechazan; entonces su creencia se convierte en hecho, pero jamás en una certidumbre, porque conocimientos ulteriores pueden modificar su conclusión” (De “La ciencia tiene sentido”).

Esta limitación de la ciencia es generalmente mal interpretada, ya que se comienza a desconfiar de sus resultados, aun de aquellos verificados desde hace bastante tiempo. Si tomamos como ejemplo la mecánica newtoniana, o el electromagnetismo de Maxwell, podremos advertir que realmente nos ofrecen muchas certezas y pocas dudas. Incluso alguien podría apostar tranquilamente a favor de esa certeza en la confianza de que sus predicciones siempre se cumplirán (dentro del campo de aplicación respectivo).

Si ambas teorías se siguen estudiando en escuelas y universidades, y siguen sustentando la tecnología, ello implica que son teorías que tienen la misma veracidad que tuvieron en sus tiempos de realización. En estos casos, tienen un campo de aplicación definido y limitado, y no ilimitado como antes se suponía. De ahí que la mecánica debió corregirse, con la relatividad, para seguir teniendo validez en fenómenos en donde intervienen velocidades cercanas a la de la luz, mientras que también debió corregirse, con la teoría cuántica, para seguir teniendo validez en los fenómenos atómicos y nucleares.

También el electromagnetismo tuvo que corregirse para ser aplicado al mundo atómico (electrodinámica cuántica) lográndose un acuerdo entre teoría y experimento que se verifica hasta el décimo lugar después de la coma decimal; una exactitud nunca antes lograda por ninguna descripción realizada. Ello no implica que no podrá luego ser parte de teorías más amplias, que la incluyan, algo que efectivamente ocurrió.

Puede decirse que las teorías verificadas nos brindan bastante certidumbre respecto de cómo funciona el mundo, mientras que las limitaciones aparecen en cuanto de una teoría verificada se extraen conclusiones definitivas. A partir de la mecánica newtoniana se adujo la existencia de un ordenamiento espacial y uno temporal absolutos, únicos para todos e independientes de los sucesos que en ellos ocurrían, algo que fue desmentido por la teoría de la relatividad. Las conclusiones filosóficas extraídas fueron erróneas, a pesar de que la teoría en sí estuvo acertada.

En la actitud modesta del científico, que a veces duda de la veracidad de sus hipótesis, radica el secreto de los enormes éxitos logrados por la ciencia experimental. Tal es así que nunca se afirma que “una teoría es acertada”, sino que “no es errónea”, ya que algún fenómeno no tenido en cuenta puede invalidarla en el futuro. Las teorías verificadas, que ya tienen algunos siglos, son incorporadas como un conocimiento firme e invariable (al menos en las ciencias fisicomatemáticas).

Algunos detractores de la ciencia, cuando aparecen resultados que cambian nuestras creencias anteriores, aducen que tal conclusión ya fue anticipada hace más de 2000 años por algún filósofo griego. Al respecto puede decirse que, si juntamos a todos los filósofos griegos, cubren todas las posibilidades y responden a todos los grandes interrogantes humanos, mientras que la conclusión del científico tiene grandes posibilidades de ser compatibles con la realidad.

El método de la ciencia no difiere esencialmente del proceso de aprendizaje que cotidianamente utilizamos, mientras que la verdad puede sintetizarse de la siguiente forma:

Error = Lo descrito – La descripción

Verdad: Condición en que Lo descrito = La descripción

La verdad implica que el error es nulo, o muy cercano a serlo, dependiendo del nivel de exactitud admitido en el campo de aplicación respectivo.

No hay comentarios: