sábado, 31 de julio de 2021

Argentina y el subdesarrollo voluntario

De la misma manera en que las personas tenemos virtudes y defectos, las sociedades, como conjuntos de individuos, también los tienen. Mientras que las virtudes conducen a la felicidad, los defectos conducen a la infelicidad. En forma semejante, las virtudes colectivas conducen al desarrollo social y económico, mientras que los defectos colectivos conducen al subdesarrollo y a la barbarie. Mientras que la ética individual implica un doble reconocimiento, de virtudes y defectos, para afianzar las primeras y evitar los segundos, la ética social requiere de un conocimiento similar; incluso puede decirse que esta ética colectiva surge de la ética individual "promedio", o bien de la ética individual predominante en la sociedad.

Por lo general, se supone que las virtudes y defectos observados en una sociedad dependen del sistema político y económico vigente, mientras que, desde el punto de vista adoptado en el presente escrito, se supone que la aceptación o el rechazo de los diferentes sistemas políticos y económicos, dependen esencialmente del previo nivel ético de la sociedad. De ahí que toda mejora posible dependerá esencialmente de una cuestión ética.

La prolongada decadencia de la Argentina depende esencialmente de la ausencia casi total de empatía emocional, lo que implica egoísmo, que se advierte en la mayor parte de la sociedad. Es frecuente observar el caso de repartidores domiciliarios de boletas, para el pago de servicios de luz, gas, etc., quienes las dejan prácticamente en la vereda para evitar el mínimo trabajo de ingresarlas a un lugar seguro. También algunos carteros muestran el mismo desinterés por la correspondencia que reparten desinteresándose completamente por los perjuicios que afectarán a los destinatarios en caso de no recibirlas.

Este egoísmo se advierte a todo nivel, incluso en el caso de los gobernantes, a quienes poco o nada les interesan los efectos que pueden ocasionar sus decisiones, por cuanto poco o nada se interesan por el sufrimiento de gran parte de la población. Cada político piensa esencialmente en sus objetivos y ventajas personales, o, a lo sumo, sectoriales, admitiendo la errónea definición de la política como medio para el logro y mantenimiento del poder, en lugar de considerarla como una tarea asociada a la administración del Estado.

La decadencia de la economía, la política, la cultura, la educación, etc., es la resultante inmediata de la decadencia moral de la sociedad, la que depende esencialmente de la ausencia de empatía emocional, como se dijo. Al ignorarse tal empatía, como proceso por el cual compartimos penas y alegrías ajenas, la igualdad social no se la busca mejorando tal actitud, sino que se la busca como una "igualdad económica", apuntando a los sectores productivos como generadores, no de riquezas, sino de "desigualdad social".

A partir de la casi exclusiva valoración de lo económico, se advierte otra actitud, complementaria al egoísmo, que es el odio, como una predisposición a la envidia y la burla. Ambas constituyen el camino seguro para el subdesarrollo y la barbarie, asociada en este caso a alguna forma de totalitarismo.

Los sucesivos gobiernos, en la Argentina, se han dedicado esencialmente al irresponsable aumento del gasto social y a una masiva ayuda social. Al estar desvinculada del trabajo y la producción, esta "ayuda" ha sido la causa principal del aumento de la pobreza y a la masiva creación de "parásitos sociales". Es oportuno mencionar el intento realizado en los EEUU en las últimas décadas del siglo XX, para erradicar la pobreza, logrando pésimos resultados, aún con el aporte de grandes cantidades de dinero. Tal fracaso se produjo al disociar tal ayuda del trabajo. Muchos hombres, al advertir que la sociedad (a través del Estado) se encargaría de mantener a sus hijos, se dedicaron a la vagancia y al libertinaje, produciéndose un serio deterioro social en varios sectores; algo similar a lo que está ocurriendo en estos momentos en la Argentina.

La "ayuda social" es usada actualmente, por el gobierno de turno, para la masiva "compra" de votos al sector parasitario. De ahí que es posible que la venezuelización de la Argentina se logre por vía democrática, o más bien, pseudo-democrática. Este ha de ser el golpe final contra la nación efectuado por un gobierno totalitario que tuvo el apoyo electoral del 48% de los votantes y que mantiene la prédica anti-empresarial y anti-capitalista heredadas tanto del peronismo como del marxismo.

El derrumbe final de la economía se debe a la mínima seguridad jurídica asociada a un gobierno que intenta establecer expropiaciones y que sólo sabe aumentar impuestos e imprimir billetes en grandes cantidades. Se aduce que "llenando el bolsillo" de la gente se promueve la producción y la oferta (adicionalmente piensan que la impresión monetaria no es causa de inflación, sino que ésta se debe a los "especuladores despiadados" que sólo buscan enriquecerse a costa de los pobres).

Para las sociedades en decadencia, el capital es algo malo, y de ahí la expresión "combatiendo al capital" incluida en la marcha peronista, el verdadero "himno nacional" de un gran sector de la población argentina.

A continuación se transcribe parcialmente un escrito al respecto, en el que se advierte la importancia del capital en todo proceso productivo:

Capital físico: el rol de la inversión en el crecimiento económico

Por José Luis Espert

Supongamos que se mantienen constantes los primeros dos "ingredientes" que hacen al crecimiento de un país: el capital humano y las ideas/innovaciones. Ahora podemos enfocarnos únicamente en el capital físico.

Como lo único que cambia en esta suposición o modelo que estamos construyendo es el capital, decimos que la producción (los bienes y servicios que genera la economía) son una función de ese capital, en el sentido de que depende únicamente de su cantidad.

Dos cuestiones fundamentales que atañen a la relación entre capital y producción: en primer lugar, más capital incrementa la producción (dos máquinas producen más que una), pero a partir de un determinado tiempo lo hace a una tasa cada vez menor (recordemos que, como la cantidad de trabajadores está fija, en algún momento se acabarán las personas para operar las nuevas máquinas, y cada máquina nueva será menos productiva que la anterior). Esto último se conoce como la "Ley de rendimientos (marginales) decrecientes" y explica en parte por qué países que están experimentando un crecimiento acelerado, como Corea del Sur, crecen a tasas mucho más altas que países ya consolidados como potencias, como Estados Unidos.

Para los países que transitan el sendero del crecimiento hace menos años, cada unidad de capital es muy productiva e incrementa mucho más la producción, justamente porque su escasez es de capital. Otro motivo para esta diferencia en las tasas de crecimiento de países recientemente desarrollados versus los ya consolidados en su crecimiento es la depreciación del capital. El capital se desgasta (las herramientas y las máquinas pierden valor debido al uso), y esta depreciación, naturalmente, aumenta a medida que aumenta también el inventario de capital (cuantas más herramientas y maquinarias hay, más costoso es para el conjunto de la economía repararlas y mantenerlas en su máxima capacidad de funcionamiento).

Economías más desarrolladas, por contar con una cantidad mayor de capital y por tanto mayores tasas de depreciación, deben destinar una gran proporción de su inversión al solo fin de conservar el capital en funcionamiento. Como la inversión proviene del ahorro (que mediante la intermediación financiera permite que el dinero vaya a emprendedores y empresarios), si la tasa de ahorro no alcanza ni siquiera para reemplazar el capital depreciado, o si el ahorro no puede traducirse en inversión a través del sistema bancario, el stock de capital del país disminuye, y la cantidad de producción decrece. En otras palabras, el país se estanca.

¿Cómo se aplica este sencillo esquema a la Argentina?

En nuestro país, por algún extraño motivo, y en contra de toda teoría económica sobre el crecimiento, nuestros políticos sostienen que el rol del Estado es "sostener el consumo". Redistribuir ingresos de los que más a los que menos tienen, para fomentar la actividad económica. Suena familiar, ¿cierto? Y hasta podría sonar lógico...si no lo pensamos demasiado.

Lo que no nos cuentan es que, ya de este primer y aparentemente inocente paso, se impide la conformación del primero de nuestros "ingredientes" para el crecimiento: el capital físico.

El capital físico depende de la inversión, que a su vez proviene del ahorro. El consumo es, por definición, lo contrario del ahorro, dado que cualquier agente puede o bien consumir su ingreso o ahorrarlo. Por más de que el consumo es importante, nada puede crecer si un país no ahorra parte de su ingreso y lo utiliza en invertir. Es tan lineal y sencillo como eso, pero, por algún motivo, en la Argentina nos salteamos ese paso y pensamos que para crecer basta con dar y repartir y consumir, aunque para eso haga falta endeudarnos o imprimir billetes a mansalva.

Así las cosas, no es una sorpresa nuestra trayectoria en el ranking de inversión como porcentaje del PBI (es decir, cuánto del ingreso total de nuestro país destinamos a invertir). Descendimos sesenta posiciones desde 1980 hasta la actualidad: del puesto 84 al 144 sobre los 175 países evaluados por el Fondo Monetario Internacional. La lectura que podemos hacer de esta penosa trayectoria es simple: mientras el resto de los países del mundo ha optado por valorar la inversión, y procurar que constituya una porción cada vez mayor de su ingreso, en la Argentina le fuimos dando progresivamente menos importancia.

Si pensamos en cómo nos va en el ranking de ingreso per cápita, podemos convenir que este sendero no es el acertado.

(De "La sociedad cómplice"-Sudamericana-Buenos Aires 2019)

domingo, 25 de julio de 2021

La opresiva corrección política

Por Agustín De Beitia

"Hay una dictadura de lo políticamente correcto. Si uno se sale de eso es sancionado, no solo en términos legales sino sancionado y repudiado socialmente", advierte Marcelo Gullo.

Marcelo Gullo sostiene que la corrección política es uno de los componentes más relevantes del mecanismo de control social que se aplica en Occidente, y que ese recurso será usado cada vez con mayor potencia.

"Hay una dictadura de lo políticamente correcto. Si uno se sale de eso es sancionado, no solo en términos legales sino sancionado y repudiado socialmente", remarca Gullo.

Es lo que sucedió en los últimos días en Estados Unidos, en un ambiente de ánimos caldeados por las protestas en torno al racismo, con las personas que fueron despedidas de sus trabajos por publicar en las redes sociales cosas que sus patrones consideraron insensibles. Un caso paradigmático es del de un relator de partidos de los Kings que fue despedido tras un tuit en el que apenas matizaba que "todas las vidas importan", frente al movimiento Black Live Matters.

"Es que lo políticamente correcto impide pensar", explica Gullo. "Porque donde se produjo esa terrible muerte la policía depende de la autoridad del condado, es decir, de la ciudad, no de las autoridades federales. Y el gobierno de ese condado es demócrata, no republicano. Pero en lugar de repudiar a la autoridad de esa ciudad, se echó la culpa a la autoridad federal, y comenzaron las manifestaciones contra Trump, que no tiene ninguna injerencia sobre esa policía".

"Decir algo en contra de ese movimiento es hoy políticamente incorrecto. Ahí tiene una forma de control social por el miedo. Las personas tienen miedo de manifestar lo que piensan porque pueden perder el trabajo, perder amistades, ser calumniados", continúa.

"La dictadura de lo políticamente correcto tiene varios ingredientes: el fundamentalismo indigenista, el aborto serial e indiscriminado, el alcance es terrible", manifiesta Gullo.

El analista cree que el uso del pánico social "va a ir creciendo porque demostró ser exitoso". Y a la pregunta de si se puede imaginar de qué medios se valdrá Occidente, distintos de los de ahora, para ejercer ese control social, afirma que alcanza con leer Un mundo feliz para ver cómo será.

Un mundo feliz nos da las claves para saber cómo será ese control, que tendrá como centro lo políticamente correcto. Será más de lo mismo. Peor de lo mismo, en realidad. En definitiva, lo que se puede apreciar es que lo políticamente correcto aniquila la democracia. "Porque liquida el pensamiento. Los ciudadanos ya no son libres de pensar ni de expresarse, que es el principal componente del sistema democrático", concluye.

(De www.laprensa.com.ar)

Comentario: El hombre-masa es el que adopta como referencia para su vida lo que los demás piensan o hacen, rechazando la realidad. De esta forma, renuncia a su individualidad careciendo de personalidad definida y de pensamiento propio. De ahí que se va construyendo un colectivismo autogestionado, dirigido por el que "grita más fuerte" o por el que dispone de mejores medios para dirigir una mentalidad generalizada carente de toda posibilidad de llegar a la verdad.

sábado, 24 de julio de 2021

Hacia el humanismo integral

El denominado "humanismo" implicó la incorporación del saber greco-romano al acervo cultural de Occidente, que fuera relegado un tanto por la Iglesia medieval. En esa época, el humanismo integral implicaba compatibilizar el cristianismo con el saber de la antigüedad. En la actualidad, el humanismo integral debería compatibilizar ciencia social, filosofía y religión, aceptándose lo que produce buenos resultados y rechazándose lo que los produce malos.

La esencia de este humanismo implica la realización de una ideología planetaria que favorezca una mejora ética generalizada, que ha de ser la base y fundamento para una mejora social y económica posterior. Todos los intentos de mejoras sociales que se tratan de imponer por fuera de una ideología de aceptación generalizada, tienden a fracasar por cuanto los resultados óptimos sólo se alcanzan cuando todo individuo adopta libremente las sugerencias concretas que provienen de una visión del universo compatible con las leyes naturales existentes.

Se aduce, generalmente, que la religión debería ser dejada de lado por cuanto se trataría de una cuestión de misterios e incoherencias lógicas. Sin embargo, la ética cristiana, con sus mandamientos, es algo concreto con consecuencias concretas e inmediatas una vez que se pone en práctica.

La unificación o compatibilización entre filosofía aristotélica y cristianismo, establecida por Tomás de Aquino, vislumbra la tendencia hacia la difusión de una única verdad, en lugar de suponer la existencia de una verdad filosófica diferente de una religiosa. En la actualidad se presenta la necesidad de compatibilizar ciencia social, filosofía y religión, como se dijo, en lugar de seguir con los reiterados llamamientos hacia la paz desprovistos de todo intento unificador.

Mientras todo ser humano se mueve por la vida orientado por la cooperación y la competencia, se advierte que la competencia para una mejor cooperación tiende a mejorar tanto al individuo como a la sociedad. Por el contrario, cuando predomina una competencia desligada de toda posible cooperación, o bien predomina la indiferencia, la sociedad resultante se encontrará en crisis o en decadencia. Cuando predomina la competencia asociada a los perdedores, los envidiosos, la sociedad se desnaturaliza por completo, ya que tan sólo desean destruir o usurpar lo logrado por los ganadores.

Además de las tendencias individuales, algunos autores encuentran tendencias sociales, que en realidad son consecuencias de las ideas y sentimientos predominantes a nivel individual. Oliver L. Reiser escribió: "Parece que en esta coyuntura de la historia humana el mundo está atrapado entre dos fuerzas contrarias. La primera fuerza es una vis a tergo, una inercia que nos ata al pasado. Se trata de una fuerza conservadora que está dispuesta a mantener las diversidades políticas y teóricas tradicionales, fundadas en pautas regionales y provinciales de pensamiento y doctrina".

"En sus mejores expresiones, esta fuerza está asociada con una «democracia étnica», un pluralismo cultural de sistemas locales que se «toleran» mutuamente. En sus peores formas, esta fuerza produce rivalidades entre religiones, «razas», naciones e ideologías, que periódicamente estallan en conflictos francos".

"La segunda fuerza es una vis a fronte , una fuerza de succión que nos lleva a la unificación, una síntesis de la variedad cultural en la unidad ideológica. Esta integración social e intelectual de las naciones y las clases, con el tiempo culminará en una civilización mundial fundada en una filosofía mundial aceptada por todos -siempre que entretanto los grupos locales no se destruyan unos a otros" (De "El humanismo en el arte y la ciencia"-Varios autores-Ediciones Hormé SAE-Buenos Aires 1968).

En lugar de intentar imponer nuestras creencias o nuestros conocimientos buscando objetivos personales o sectoriales, debemos limitarnos a ofrecerlos para colaborar con la realización de una ideología unificada que contemple las imperiosas necesidades materiales y espirituales requeridas por gran parte de la humanidad. El citado autor agrega: "Abrigo la convicción de que los seres humanos ya no tenemos mucho que elegir entre la pluralidad ideológica o la unidad ideológica. Las exigencias económicas y políticas, los procesos de desarrollo de la energía nuclear y el desgaste de las barreras culturales nos están llevando al punto en que, si deseamos que haya un mundo -sea éste de la clase que fuere- tendrá que ser un mundo más unificado. En ese sentido, la única opción real que aún perdura consiste en la selección del tipo particular de unidad ideológica que adoptaremos".

"Quien pretenda pensar con seriedad debe ocuparse de los métodos de construcción de una civilización mundial apropiada para el hombre en su condición de especie planetaria. El problema supremo del mundo contemporáneo es el modo de crear una nueva simplicidad, un sistema unitario de ideas basado en el núcleo mínimo de creencias, valores e instituciones que cumplirá en relación con nuestro tiempo la misma función que el escolasticismo cumplió para el mundo medieval de Occidente, y que presuntamente el marxismo ha desempeñado en el experimento ruso".

"El defecto del escolasticismo y el marxismo no consiste en que aspiran a la posición de ideología mundial, sino en que procuran alcanzar su objetivo de manera errónea y en que se fundan en presupuestos equivocados y envejecidos. Ninguno de ellos se ajusta a los requerimientos del método científico -la democracia del pensamiento- y por el contrario ambos son autoritarios, y por consiguiente anticientíficos en el procedimiento. No es posible obtener una ideología mundial mediante revelaciones, vengan éstas de Moisés o de Marx. Sólo la ciencia y la imaginación científica pueden aportar los métodos y los materiales de la síntesis filosófica".

Por lo general, se aduce que las ciencias naturales describen "lo que es" mientras que las ciencias sociales sugieren "lo que debe ser" estableciéndose una injustificada separación entre unas y otras. En realidad, si consideramos "lo que debe ser" como una optimización de "lo que es", se advierte el error de aquella aseveración. Por otra parte, sería absurdo intentar promover "lo que debería ser" sin antes conocer "lo que es", algo que tristemente se advierte en muchos casos, especialmente entre los políticos totalitarios y las religiones paganas o paganizadas.

Desde el punto de vista de la Psicología social, luego de describir la conducta humana en función de las cuatro componentes emocionales y las cuatro componentes cognitivas de nuestra actitud característica, la optimización mencionada consiste en elegir las que mejores resultados producen, tal el caso del amor (empatía emocional) y de la realidad, con sus leyes naturales, como referencia para valorar todo conocimiento, respectivamente.

Oliver L. Reiser sintetiza la estructura básica del humanismo integral de la siguiente manera:

Una ideología general = (Los hechos de todas las ciencias) + (Los valores complementarios para toda la humanidad)

Agregando al respecto: "Es evidente que la ética y el humanismo naturalista o científico exalta el valor de la inteligencia -en oposición a una moral no inteligente que exige obediencia ciega a mandatos absolutos «de las alturas». El deber humano incluye la obligación de ser tan inteligente y estar tan bien informado como lo permiten la herencia biológica y el medio social".

jueves, 22 de julio de 2021

Santificar al criminal

Por Marcelo Carlos Romero

La izquierda, aunque atea, insiste una y otra vez en beatificar al criminal. Lo considera una víctima del sistema capitalista que lo excluyó, quitándole oportunidades de una vida mejor. Esta víctima no eligió libremente el camino del delito, no ejerció su libre albedrío para robar, violar o matar, sino que fue empujada por el Tío Sam hacia los oscuros laberintos de la conducta criminal.

¿Exageración? Para nada. Es lo que se enseña -hoy- en las universidades argentinas.

Es el concepto que repiten como papagayos jurídicos muchos de los alumnos y los graduados de las facultades de Derecho. Y, muchas veces, es el espíritu de resoluciones judiciales que espantan hasta el más lego de los habitantes de este castigado país.

Justo es reconocer que también hay alumnos y graduados con pensamiento crítico, que eluden estos disparates en la primera oportunidad que se les presenta.

PARADOJA INFINITA

Este absurdo intelectual es el que informa y condiciona la política criminal argentina desde hace más de tres décadas. Genera en los dirigentes políticos una paradoja infinita: Brindar seguridad y justicia a la comunidad que los sostiene en sus cargos, pero deben hacerlo con esta base ideológica a la que no se animan -siquiera- a objetar.

Este helado caliente, esta noche soleada, generó el caldo de cultivo necesario para el nacimiento, desarrollo y fortalecimiento de la pseudodoctrina más nefasta para el Derecho Penal Argentino: El Abolicionismo Penal y sus hermanos menores, minimalismo penal y buenismo penal.

El multidoctorado abogado argentino Eugenio Raúl Zaffaroni y sus adláteres, aprovecharon la postdictadura militar para extrapolar ideas europeas postnazismo. En ese último escenario, las corrientes abolicionistas europeas-continentales, analizaron los sistemas penales fascistas residuales de la posguerra.

De esta forma, en estas tierras, a mediados de los años '80, las obras de Alessandro Baratta, Massimo Pavarini, Thomas Mathiesen, Nils Christie, Louk Hulsman y Michel Foucault, eran consideradas verdaderos oráculos en los grupos de lectura que pululaban por doquier.

La progresía vernácula quedó maravillada con aquel revoltijo de ideas, que ya había tenido su aperitivo en la ensalada ochentosa de tipicidad y culpabilidad.

Zaffaroni se fue convirtiendo en el gurú del penalismo local. Sus postulados se convirtieron en evangelios laicos en facultades de Derecho, institutos de posgrado, Consejos de la Magistratura, cátedras, seminarios, congresos y jornadas.

No seguir las ideas del gurú convertía al rebelde en piedra.

ES PRESENTE

Pero, no es pasado. Es presente. Esta fascinación está intacta en el mundo académico y en el Pretorio.

Aunque, si alguien logra romper la burbuja y mirar tan solo un instante el mundo exterior, podrá advertir sin hesitación que los sofismas abolicionistas y la santificación del criminal no han servido sino para lograr que el Sistema Penal Argentino se haya convertido en un laberinto que, a la larga o la corta, permite que el delincuente eluda la sanción, el castigo, la pena.

El abolicionismo no sólo ha invertido el paradigma milenario del Derecho Penal (El criminal es la víctima. La víctima, el victimario), sino que -además- engendró magistrados agnósticos de la pena. Jueces que sienten culpa al imponer sanciones penales. Fiscales que actúan como defensores. Defensores que se asombran por el rol que desempeñan sus contradictores procesales. La ensalada sigue servida.

Resulta imperativo volver a las fuentes del Derecho Penal y defenderlo de estos intentos de destrucción. No existe comunidad jurídicamente organizada en todo el planeta sin un sistema punitivo que sancione la conducta desviada. No existe una sociedad sin normas. No existe una sociedad sin consecuencias ante el incumplimiento de la Ley.

Y nunca olvidemos que los que tanto pregonan la canonización del criminal, siguen las banderas de los regímenes más severos -algunos despiadados- en materia penal.

Otro desatino criollo.

(De www.laprensa.com.ar)

sábado, 17 de julio de 2021

El bien y el mal

La visión que nos da la Biblia acerca de la historia de la humanidad, está asociada a una lucha entre el Bien y el Mal. En principio puede decirse que el bien es lo que nos agrada y nos produce felicidad, mientras que el mal es lo no deseado y lo que nos produce infelicidad. Como la Biblia es un libro esencialmente ético, resulta justificado asociar tanto el Bien como el Mal a las componentes emocionales de la actitud característica, según el siguiente esquema:

El Bien: Amor
El Mal: Odio, Egoísmo, Indiferencia

Para el definitivo triunfo del Bien sobre el Mal, podemos establecer la siguiente sugerencia:

Trata de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.

Adviértase que esta ética natural y objetiva implica la elección de una de las componentes emocionales de nuestra actitud característica, tratando en lo posible de evitar las restantes. Esta sugerencia coincide esencialmente con el mandamiento de Cristo: "Amarás al prójimo como a ti mismo".

El amor, definido de esta manera, no es otra cosa que la empatía emocional, que ha sido fundamentada por la neurociencia con el descubrimiento de las neuronas espejo. Puede considerarse a la empatía emocional como el principal proceso natural que permite nuestra supervivencia, ya que adoptando la actitud del amor tendremos la predisposición a favorecer a los demás y a no perjudicarlos, a la vez que nos beneficiamos cada uno de nosotros mismos.

La simplicidad de una sugerencia ética no surge necesariamente como consecuencia de haber observado la naturaleza humana con cierta superficialidad, ya que el propio orden natural ha permitido que el conocimiento básico que ha de asegurar nuestra supervivencia como especie, sea accesible a todo ser humano, en forma independiente de su intelectualidad y de su inteligencia.

Es oportuno mencionar la definición que Baruch de Spinoza establece respecto del amor, escribiendo al respecto: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”.

También define al odio: “El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según sea mayor o menor el afecto contrario en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Hay quienes sostienen que el mandamiento cristiano nos induce a amar a todos por igual, tanto a justos como a pecadores, incluso a los delincuentes. Con ello estaríamos en cierta forma promoviendo el Mal, oponiéndonos al objetivo propuesto por la Biblia. Por el contrario, si consideramos que el amor al prójimo es una predisposición favorable a compartir penas y alegrías ajenas, esto se dará en forma natural siempre que los demás permitan que ello ocurra. Así, en el caso de un delincuente, resulta natural que despierte cierto rechazo por lo que impide que sus penas y alegrías sean compartidas por los demás.

Toda ética ha de describir tanto la manera de hacer el Bien como de rechazar el Mal. De ahí que debemos describir también las restantes componentes emocionales. Así, el egoísmo es la actitud que no produce el Bien en los demás, aunque tampoco el Mal; diríamos que es una actitud éticamente neutra, insuficiente para el triunfo del Bien sobre el Mal.

El odio es la actitud que favorece al Mal, por cuanto quien la padece siente alegría cuando algo malo le sucede a la persona odiada, manifestando a veces tal alegría en forma de burla. Cuando la persona odiada logra cierto éxito, el que odia sentirá desagrado o pena, lo que implica envidia.

La indiferencia es la actitud por la cual un individuo se despreocupa por los demás y también de sí mismo. El egoísta, como se dijo, se despreocupa de los demás, pero se interesa en sí mismo y en sus allegados, por lo que difiere en ese aspecto del indiferente; de ahí la conveniencia de diferenciarlos. Wolfgang Goethe escribió: "La negligencia y la disidencia producen en el mundo más males que el odio y la maldad".

No existen en los seres humanos, por lo general, los casos "puros", en los cuales predomina totalmente una de las actitudes básicas, ya que nuestra actitud característica está compuesta por todas ellas aunque en distintas proporciones. Como las emociones se van controlando con el razonamiento, es posible modificar tales proporciones hacia una actitud netamente cooperativa, radicando en ello la mejora ética individual.

Al poner en evidencia la existencia de las componentes emocionales de nuestra actitud característica, y al derivar de ellas una ética natural y objetiva, quedan sin efecto los planteos que proponen los difusores del relativismo moral, ya que en toda época y todo lugar el amor ha producido el Bien mientras que el odio, el egoísmo y la indiferencia lo han negado favoreciendo el predominio del Mal.

Puede decirse que una sociedad padece una crisis moral cuando en forma generalizada no se cumple con los mandamientos bíblicos, tanto por parte de ateos como de "creyentes". Así como resulta equivalente no saber leer a no leer nunca nada sabiendo hacerlo, resulta equivalente no cumplir los mandamientos siendo ateo a no cumplirlos siendo "creyente".

Religión moral (Cristo) vs. Religión cognitiva (San Pablo)

La aparición del cristianismo y su difusión posterior reconoce un fundador, Cristo, y un difusor principal, Pablo de Tarso, ciudadano romano y artífice de la adopción del cristianismo por la Roma imperial. Si bien sin la obra de San Pablo hubiese sido dudosa la difusión de la, entonces, nueva religión, es posible encontrar diferencias esenciales con respecto al espíritu de los Evangelios, ya que, mientras Cristo prioriza sus mandamientos éticos sobre la fe, justificando la fe sólo como un camino previo para acceder al cumplimiento de los mandamientos, para San Pablo constituye la esencia de la religión. Sin embargo, es posible cumplir los mandamientos desde otras posturas alejadas un tanto de la fe. De ahí que pueda decirse que la religión de Cristo haya sido esencialmente moral.

Mientras Cristo se siente como un enviado de Dios o como un adaptador del ser humano al orden natural, San Pablo promueve una religión cognitiva, en el sentido de que deifica a Cristo y prioriza la fe antes que los mandamientos bíblicos, si bien no resulta sencillo penetrar en la mente de un ser humano para disponer de una información fidedigna en cuestiones de religión. Will Durant escribió: "Pablo había encontrado un sueño de escatología judaica confinado en la Ley hebrea; lo liberó y lo amplió convirtiéndolo en una fe capaz de mover al mundo".

"Con la paciencia de un estadista entretejió la ética de los judíos con la metafísica de los griegos y transformó al Jesús de los Evangelios en el Cristo de la Teología. Creó un nuevo misterio, una nueva forma del drama de la resurrección, que absorbería y sobreviviría a todos los demás. Sustituyó la conducta por la fe como prueba de virtud y, en este sentido, inició la Edad Media. Fue un cambio trágico, pero tal vez así lo quería la humanidad; sólo unos pocos santos podían realizar la imitación de Cristo pero muchas eran las almas que podían alzarse a la fe y al valor en la esperanza de la vida eterna".

"El influjo de San Pablo no se sintió inmediatamente. Las comunidades que había fundado eran pequeños islotes en un mar de paganismo. La iglesia de Roma era de Pedro y continuó fiel a su memoria. En el siglo que siguió a su muerte, San Pablo quedó casi olvidado. Pero cuando, pasadas las primeras generaciones cristianas, empezó a perderse la tradición oral de los apóstoles y un crecido número de herejías desordenaban la mente cristiana, las epístolas de San Pablo proporcionaron un sólido armazón para un sistema estable de creencias que uniera a las diseminadas congregaciones en una poderosa iglesia".

"Con todo eso, el hombre que separó al cristianismo del judaísmo siguió siendo tan esencialmente judío por la fuerza de su carácter y su austeridad moral que la Edad Media, al adaptar el paganismo para crear un catolicismo lleno de colorido, no vio en él un espíritu afín, le levantó pocos templos y raras veces esculpió su efigie o hizo uso de su nombre. Pasarían quince siglos antes de que Lutero hiciera de San Pablo el Apóstol de la Reforma y Calvino encontrara en él la tesis de la doctrina de la predestinación. El protestantismo fue el triunfo de San Pablo sobre San Pedro; el fundamentalismo es el triunfo de San Pablo sobre Cristo" (De "César y Cristo"-Tomo II-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1967).

Entre las diversas interpretaciones establecidas en religión, especialmente cuando predominan las simbologías, el adepto tiende a adoptar la de más fácil realización. De ahí que, entre aceptar el cumplimiento del amor al prójimo o bien la creencia en la resurrección, como pasaje a la vida eterna, opta por esta última. Y en esto se observa el paso de la religión moral a la religión cognitiva. Lewis Munford escribió: "La ingenua respuesta a la pregunta ¿qué es un cristiano? es la de que es una persona que sigue a Jesucristo en espíritu. Pero era mucho más fácil seguirlo en la caminada ruta de las religiones misteriosas, «que si confesares con tu boca al Señor Jesús -dice Pablo en su Epístola a los Romanos- y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo». Para los incapaces de comprender la vida de Cristo, su muerte ofrecía la más simple, si bien la más supersticiosa aproximación" (De "La condición del hombre"-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1960).

Resulta también llamativo que muchos de los idólatras de Dios, rechazan su obra: el mundo en que vivimos. Rechazan toda lucha por mejorarlo, se alejan de la sociedad y sólo aspiran a una posible felicidad en el más allá. Si adoptaran la empatía emocional asociada al mandamiento del amor al prójimo, compartiendo penas y alegrías ajenas como propias, advertirían que la felicidad también existe en este mundo.

El rechazo de la felicidad en este mundo se advierte cuando se supone que toda ayuda o todo vínculo afectivo deben estar asociados a cierta forma de sacrificio, cuando, por el contrario, la auténtica empatía implica felicidad. De ahí el recuerdo personal de haber visitado a una pariente monja, en un convento católico, quien nos recibió a través de una reja. Comentando posteriormente mis dudas acerca de la relación que tal norma tenía con el cristianismo, recuerdo el rostro de repugnancia que desperté en una "creyente" que veía las cosas de otra manera. Mumford agrega: "El modo de vida cristiano implicaba el retiro del mundo y la perpetua humillación del cuerpo. Las afirmaciones orgánicas de Jesús fueron convertidas por Pablo en un principio dualista de negación, que rebajó el cuerpo y glorificó el espíritu, y Pablo, no Jesús, se convirtió en el cristiano modelo".

El Reino de Dios promovido por Cristo, sociedad en la que predominará el cumplimiento de sus mandamientos, implica esencialmente una plena adaptación cultural al orden natural. Tal cumplimiento servirá como medio para la vida eterna, en caso de que ésta exista. Mientras tanto debemos "asegurarnos" la felicidad en este mundo. El citado autor resume lo que es un cristiano, según la Iglesia Católica, advirtiendo que Cristo se opondría a tal caracterización: "Podemos ahora responder nuestra pregunta original. El cristiano es una persona que rechaza los usos de una sociedad agonizante y encuentra una nueva vida para él en la Iglesia. Vence las fuerzas locales de disociación y desintegración atándose a una sociedad universal. Constituye su vida alrededor de temas de rechazo y socorro; y equilibra todas sus dificultades temporales con la esperanza de una justicia divina que castigará a sus opresores y le dará participación en las glorias eternas. Cuando el cristianismo llegó a ser definido en estos términos, debiera saltar a la vista que Jesús de Nazareth fue el primer hereje".

domingo, 11 de julio de 2021

Empresarios, asalariados y desempleados: un ejercicio de sentido común

Por Carlos Alberto Montaner

Los políticos norteamericanos suelen decir que sólo hay tres promesas electorales capaces de seducir a los votantes: job, job and job. Trabajo, trabajo y trabajo. No parece haber nada más importante para la sociedad que ganarse la vida, algo, por otra parte perfectamente razonable. Sin embargo, hay tres perspectivas sobre el trabajo:

. La del empresario que, en busca de su propio beneficio, ofrece un puesto de trabajo con el objeto de crear o aumentar bienes o servicios que propone al mercado.
. La del que tiene ese puesto de trabajo ya creado, desea mantenerlo, y pretende, a su vez, sacar el mayor rendimiento por los servicios que presta.
. La del que necesita trabajar y anda a la busca de una oportunidad laboral.

Lamentablemente, estas tres perspectivas casi nunca se armonizan racionalmente. Suele haber conflictos, y esos conflictos obligan a tratar de establecer prioridades de manera que las soluciones que se ofrezcan sean las más convenientes o menos dañinas. Una sociedad que comprenda cuál es la mejor forma de articular los intereses de las personas con relación a la creación, mantenimiento y obtención de empleo será mucho más hábil para generar riquezas que acaben por beneficiar al conjunto. Veamos este asunto desde los tres ángulos señalados:

Las premisas sobre la empresa:

Establezcamos, pues, una cadena de axiomas que nos permita entender lo que nos conviene y lo que nos perjudica. Consignemos, primero, once premisas difícilmente discutibles sobre quien ofrece un puesto de trabajo, esto es, sobre la empresa y el empresario.

Premisa 1: Sólo se genera riqueza en las empresas, es decir, en las organizaciones que crean un producto o un servicio para el consumo de unas personas distintas de quienes produjeron esos bienes.

Premisa 2: Esas organizaciones pueden estar constituidas por una persona, por dos o por doscientas mil, como la General Motors. Y aunque no es exactamente igual en todos los países, se puede afirmar que el 90% de los asalariados del planeta trabajan en pequeñas y medianas empresas que no llegan a 50 trabajadores.

Premisa 3: Para poder subsistir, las empresas están obligadas a tener beneficios y a invertir constantemente en bienes de capital o en alguna forma de investigación que les permita mejorar lo que ofrecen. Si las empresas no obtienen beneficios, sencillamente desaparecen y, con ellas, los puestos de trabajo de los asalariados.

Premisa 4: De donde se deduce que a cualquier sociedad le interesa que haya muchas empresas que obtengan beneficios, aunque sólo sea para que generen empleo.

Premisa 5: Cuando hay muchas empresas exitosas que compiten, se produce una puja al alza de los salarios. Los trabajadores ganan más.

Premisa 6: Sensu contrario, cuando las empresas, de una manera crónica, no obtienen beneficios o incumplen sus obligaciones perjudicando a otras empresas, o cuando se endeudan inútilmente obteniendo capital que no devuelven a los sectores financieros, también perjudican al conjunto de empresarios, pues, a menor capital disponible, y a mayor cuotas de obligaciones impagadas, inevitablemente se corresponde una mayor tasa de intereses para todos.

Premisa 7: Ergo, es un inmenso disparate -en el que suelen incurrir políticos y sindicalistas- oponer capital y trabajo como si se tratara de elementos adversarios. Capital y trabajo son, simplemente, elementos complementarios de la producción.

Premisa 8: El sector público, que no está sujeto a la competencia del mercado, y que navega bajo la cómoda bandera de que "el Estado siempre es menor de edad, y, por lo tanto, hay que protegerlo", en realidad no crea riquezas, sino que consume una parte de las riquezas creadas por las empresas del sector privado.

Premisa 9: Esto teóricamente pudiera no ser así, como cuando el sector público se convierte en empresario, pero la experiencia demuestra que el Estado es un pésimo empresario que suele gastar mucho más de lo que produce, con lo cual afecta al conjunto de esa población que tiene que aportar la diferencia. Es decir, perjudica a todas las empresas, les limita sus beneficios y les impide crear fuentes de trabajo.

Premisa 10: A veces el Estado-empresario consigue obtener beneficios, pero esto sólo suele ocurrir cuando operan monopolios y asignan precios leoninos a sus bienes y servicios. La Tabacalera o la Telefónica son buenos ejemplos españoles. Las consecuencias las pagan los consumidores, distorsión que afecta al resto del mundo.

Premisa 11: Si aceptamos estas once premisas, la lógica nos precipita a admitir que la prioridad de cualquier sociedad es estimular la creación de empresas en el sector privado que obtengan beneficios para poder ofrecer trabajo a toda la población en edad y disposición para laborar.



Salarios

Desde esta perspectiva, y asumiendo como ciertas las anteriores reflexiones, puntualicemos esquemáticamente lo que significa el salario para cualquier empresario:

. El salario que devengan los trabajadores es un factor que se agrega al costo de los materiales de producción, y en muchos casos es el componente básico de ese costo.
. Si el salario es muy alto con relación a los que paga la competencia, ocurren dos fenómenos contrarios a la salud de la empresa: el producto creado se encarece notablemente, con el riesgo de ser barrido del mercado por otro producto más barato, nacional o importado, o bien desaparecen los beneficios de la empresa, ésta no puede adquirir bienes de capital, investigar y crecer, y mucho menos contratar nuevos empleados.
. Por el contrario, si los salarios son muy bajos, los trabajadores buscarán otros empleadores y la empresa tendrá que sufrir las consecuencias de su mala política de remuneración. De la misma manera que existe un mercado para los productos, como sabemos, hay también un mercado laboral. Y si algo está perfectamente establecido, es que las empresas que mejor funcionan, y que más crecen, son aquellas capaces de contratar a la mejor gente y mantenerla en sus puestos de trabajo.
. Cuando los salarios se "indexan" con el aumento del costo de vida, ignorando la realidad del mercado y los precios de la competencia, lo que generalmente ocurre es un aumento de la inflación que acaba por reducir la capacidad adquisitiva del asalariado. El peor enemigo del asalariado es la inflación.
No se puede "abrir" la economía y aceptar la competencia que trae la globalización si no se flexibiliza simultáneamente el mercado laboral. Cuando esto se olvida se condena a las empresas a no poder competir.

Es una verdad de perogrullo que todo el sistema económico es elástico. Los precios están siempre en movimiento y se afectan por una multitud de factores casi siempre incontrolables: hallazgos científicos, desarrollos tecnológicos, cambios demográficos, sucesos políticos o simples accidentes naturales.

Y si la economía es elástica, y si los precios están sujetos a esos inevitables bandazos, ¿no resulta evidente que la rigidez en la fijación de los salarios conspira contra la supervivencia de las empresas? Creo que el ejemplo no muy lejano de lo que les sucedió a las empresas norteamericanas de transporte aéreo Eastern y Pan American son suficientemente elocuentes.



Asalariados

Para el asalariado sus prioridades parecen ser claras: obtener la mayor remuneración posible de su trabajo, así como cierta seguridad en el empleo.

Sin embargo, con frecuencia las decisiones que adopta son contrarias a la defensa de sus propios intereses, lo que aconseja advertir lo siguiente:

. Si se quiere seguridad en el empleo, nada conviene más que ser un buen trabajador en una empresa boyante que obtenga buenas ganancias. Ningún empresario se desprende de un buen empleado si su negocio rinde beneficios.
. Si el salario o los beneficios marginales que obtiene el trabajador -seguro médico, vacaciones prepagas, etc.-son insostenibles en épocas de ciclos recesivos, la inevitable consecuencia final será la pérdida del puesto de trabajo. Un salario o unos beneficios marginales que se alejen del mercado laboral son la mayor fuente de inseguridad.
. Si esos salarios o esos beneficios marginales son muy altos, aun cuando las regulaciones jurídicas impidan el despido, estos factores provocan inevitablemente una disminución considerable en la contratación de nuevos trabajadores. Esta es una de las razones por las que en España el desempleo ronda el 20%, mientras en Estados Unidos se mueve en torno al 5%.

Cuando el sindicalismo organizado olvida estos principios básicos, perjudica considerablemente la causa de los propios trabajadores, provoca inflación, destruye el poder adquisitivo de los salarios y genera un alto índice de desempleo.

En un mundo donde la competencia parece acentuarse, la mejor forma que tienen los asalariados de prosperar es el aumento de la productividad y la constante elevación de la formación profesional. La manera más inteligente de aumentar el salario no consiste en tratar incesantemente de obtener más dinero por realizar la misma labor, sino en producir más o aprender nuevas destrezas para desempeñar nuevas tareas mejor remuneradas.

De ahí que los convenios de trabajo sectoriales suelen ser un costoso disparate. Tomemos, por ejemplo, el sector metalúrgico y asumamos que los sindicatos obtienen "la conquista laboral" de cierto salario mínimo, cinco semanas de vacaciones anuales, quince pagas al año -en lugar de las doce naturales- y una penalización a la empresa de cuarenta y cinco días de salario por año trabajado en caso de "despido injustificado". El cuadro descrito, por cierto, es común en la Europa de hoy.

¿Resultado? Se le han impuesto las mismas condiciones de contratación a una gran fundición que acaso cuenta con cuatro mil empleados y una facturación enorme, que a una pequeña fábrica de ventanas de aluminio, con setenta y cinco empleados y una realidad económica totalmente diferente. Y frente a esto lo que sucede, naturalmente, es que la empresa débil no puede cumplir con las exigencias generales, mientras que la fuerte, siempre y cuando la economía experimente un ciclo de crecimiento, sobrevive sin grandes dificultades, pero suele caer en picada cuando llega una época de recesión.

Lo lógico, pues, para defender los intereses reales de los trabajadores, dentro de lo que es posible y conveniente, consiste en no recurrir a convenios de trabajo colectivos de carácter sectorial, siempre basado en supuestos abstractos, sino remitirse a la realidad concreta de cada empresa, y ahí pactar unas condiciones razonables. De lo que se trata es de no matar a una gallina que a veces pone huevos de oro, a veces de plata, a veces sólo alcanza a poner huevos de hierro y -a veces- sufre periodos de esterilidad.

Hay que desterrar la noción de la conquista social como algo obligatorio y permanente. Hay coyunturas en las que son posibles ciertas remuneraciones y privilegios y otras situaciones en las que sólo se puede salvar el puesto de trabajo renunciando a las famosas "conquistas sociales".



Desempleados

¿Qué le conviene más a la persona desempleada, sea un joven que busca su primer trabajo o una persona que ha perdido el suyo?

. Le conviene un tejido empresarial amplio, complejo y competitivo, preferiblemente rico, capaz de ofrecer múltiples oportunidades de trabajo.
. Le conviene un clima jurídico de contratación en el que los empresarios se arriesguen a abrirles las puertas a nuevos trabajadores, entre otras razones, porque podrían prescindir de ellos con relativa facilidad si cambiaran las circunstancias económicas, o si el nuevo empleado no armoniza bien con su centro de trabajo.
. Le conviene un mercado de trabajo en el que los salarios no hayan sido artificialmente aumentados, porque ese factor le va a hacer mucho más difícil la obtención del empleo.



Para combatir el desempleo

No hay duda de que hay que encarar seriamente el tema del desempleo, pero antes de llegar a ello conviene desmontar una curiosa idea que ha terminado por abrirse paso en los círculos políticos: la idea de reducir el número de horas para que trabajen más personas.

. La idea de reducir el tiempo que cada persona trabaja para que trabajen más personas no parece muy sensata.
. Esa propuesta parte de la base de que el trabajo es un factor estático, cuando se trata de un elemento dinámico que crece o decrece en función de la producción y el mercado.
. Al margen de la dificultad que entraña para una empresa reducir el periodo de trabajo para contratar a más personas, si la producción y la productividad fueran las mismas (probablemente se reduzcan) todo lo que se lograría sería dividir el mismo salario entre más personas.
. Para que los políticos que defienden esta posición vean lo absurdo de la idea, una sencilla manera de analizarla sería plantear la creación de dos parlamentos. Uno que sesione a la mañana y otro por las tardes. O dos jefes de gobierno. Uno de lunes a jueves y el otro de jueves a lunes.
. El trabajo no debe ser creado por actos de gobierno, sino como consecuencia de la realidad del mercado y la imaginación espontánea de los empresarios. La historia demuestra que la construcción artificial de puestos de trabajo, lejos de expandir la economía, lo que hace es empobrecer a las sociedades.

A partir de estas reflexiones sobre los empleos, el salario y la seguridad, ¿cómo combatir, en suma, el flagelo de la falta de oportunidades laborales, la inseguridad y las permanentes tensiones económicas? La respuesta está dicha al principio de estos papeles: fomentando la creación de empresas. ¿Y cómo se logra ese milagro? Poniendo en práctica por lo menos las siguientes seis medidas:

1. Eliminando la penalización económica de la contratación. El empleo no debe conllevar carga fiscal. Eso es un disparate. Cuando al salario del trabajador se le añade la llamada carga social que debe abonar el empresario (un 43% en España, un 60% en Argentina), esto se hace a costa de destruir el empleo potencial y encarecer la producción.

2. Flexibilizando totalmente las condiciones de contratación y despido, de manera que las empresas puedan adaptarse a una economía cambiante que con la globalización tiende a hacerse mucho más dinámica y fluctuante.

3. Disminuyendo considerablemente los impuestos sobre los beneficios. Más allá del 20% parecen ser perjudiciales para el conjunto de la economía. Una alta tasa de impuestos sobre beneficios impide la inversión y la creación de puestos de trabajo.

4. Desalentando los convenios sectoriales de trabajo, de manera que cada empresa pueda pactar libremente las condiciones de contratación que le permitan prevalecer en el mercado.

5. Eliminando el salario mínimo para que los trabajadores jóvenes y sin experiencia puedan, al menos, aportar la ventaja comparativa de su menor costo para aprender y entrar en el mercado laboral con el objeto de ganar experiencia. Poner los mismos requisitos para todos los trabajadores, sin tener en cuenta la experiencia, es lo que explica que entre los jóvenes menores de veinticinco años se duplica el número de desempleados en Europa.

6. Derogando regulaciones que impiden o dificultan la creación de empresas o el libre ejercicio del comercio en las ya establecidas.

Podrían añadirse otras veinte consideraciones de diversa naturaleza, pero bastaría con tomar en cuenta esta media docena de medidas para ver cómo se produce de manera casi inmediata el alivio del desempleo, aumenta la seguridad y se rebustece la economía general. Puro sentido común.

(De "Los desafíos a la sociedad abierta"-Fundación Libertad-Ameghino Editora SA-Buenos Aires 1999)

jueves, 8 de julio de 2021

La importancia de lo intelectual

La mayor parte de la sociedad tiende a valorar el conocimiento individual en función de los beneficios económicos que permitirá obtener. En cuanto al conocimiento colectivo, asociado a la ciencia experimental, se tiende a valorarlo casi exclusivamente en función de los beneficios que su aplicación tecnológica ha de proveer. Sin embargo, existe una función más importante por cuanto puede permitir, a todo integrante de la sociedad, participar como actor o como espectador, del importante proceso de adaptación cultural al orden natural.

Richard P. Feynman destacaba el aspecto cultural del conocimiento de la física, escribiendo al final de sus "Lecciones de física": “La intención principal de mis clases no ha sido prepararlos para un examen –tampoco prepararlos para trabajar en la industria o en las fuerzas armadas-. El propósito mayor ha sido hacerles apreciar lo maravilloso que es el mundo y cómo lo encara el físico, porque creo sinceramente que esto constituye una gran parte de la verdadera cultura de los tiempos modernos (hay profesores de otras materias que probablemente lo objetarán, pero en mi opinión ellos están completamente equivocados)”.

“Tal vez ustedes no sólo hayan llegado a la valoración de este aspecto de la cultura; quizá quieran participar también en la aventura más grandiosa que jamás haya emprendido la mente humana” (De “Las lecciones de física de Feynman” de R.P. Feynman, R. B. Leighton y M. Sands-Fondo Educativo Interamericano SA-EEUU 1971).

Si tenemos en cuenta que la evolución cultural es un proceso que implica realizaciones científicas, filosóficas y religiosas, resultan un tanto indebidas las pretensiones de quienes, desde sectores artísticos y literarios, consideran como inculto y hasta incivilizado a quien desconoce las obras que ellos realizan. Stephen Jay Gould escribió: “La tercera cultura es una idea poderosa. Entre los intelectuales de letras hay algo así como una conspiración para acaparar el panorama intelectual y editorial, cuando de hecho hay un grupo de escritores no novelistas, de formación científica en su mayoría, con multitud de ideas fascinantes sobre las que la gente desea leer. Y algunos de nosotros escribimos y nos expresamos bastante bien”.

“El Nobel británico Peter Medawar, un científico de educación humanista y clásica, decía que no era justo que un científico que conocía poco el arte y la música fuese considerado entre la gente de letras como un imbécil y un filisteo, mientras que ellos no se sentían en absoluto obligados a conocer la ciencia para considerarse cultos: toda persona culta tenía que poseer una cultura artística, musical y literaria, pero no necesariamente científica” (De “La tercera cultura” de John Brockman-Tusquets Editores SA-Barcelona 1996).

Toda crisis social, asociada principalmente a una crisis moral a nivel individual, se debe, entre otros aspectos, a la prioritaria utilización de la mente en cuestiones asociadas a lo material, asignando poco tiempo y dedicación a cuestiones puramente intelectuales. Se olvida que uno de los mayores atractivos personales radica en una adecuada asimilación de conocimientos, ya sean de elaboración propia, o bien, establecidos a partir de la información disponible a nivel social.

Si el proceso evolutivo nos ha provisto de cuerpo, mente y emociones, el desarrollo equilibrado de nuestra personalidad implica valorar tales aspectos en forma también equilibrada. No lo es, por ejemplo, la persona que destina casi todo su tiempo y su mente en cuidar su cuerpo olvidando los aspectos intelectuales y los emocionales o éticos. Lo mismo sucede en los otros casos. En principio, parecería que la distribución ideal de nuestra atención debería ser de un tercio para lo físico o material, un tercio para lo intelectual y un tercio para lo emocional o ético.

Albert Einstein advertía que, aún en el aspecto intelectual, no era adecuada una excesiva especialización, expresando al respecto (en conversación con José Ortega y Gasset): "El talento es unilateral. Se vale tal vez mucho para un cierto género de problemas y se es nulo para todo lo demás. Acaso los nombres más famosos de la humanidad corresponden a hombres que valían muy poco porque valían para una sola cosa, para un pequeño rincón de cuestiones. Sobre todo en Alemania esta limitación a que propende la naturaleza ha sido favorecida por la educación especialista y se ha convertido en una verdadera maldición para aquel país. Humanamente es monstruoso servir mucho para una ciencia pero no servir más que para ella" (De "El tema de nuestro tiempo" de José Ortega y Gasset-Alianza Editorial SA-Madrid 1981).

Además de una distribución adecuada de prioridades entre lo material, lo intelectual y lo emocional, como se dijo, aparece dentro de lo intelectual la necesidad de establecer también prioridades adecuadas, para no caer en los extremos del enciclopedismo ni tampoco en el del especialismo. Debemos tener presente aquello de que "el especialista conoce todo de nada, mientras que el enciclopedista conoce nada de todo".

Por lo general, la gente ignorante trata de rebajar al genio para ubicarlo a su propia altura, en lugar de intentar ascender al nuevo conocimiento por él aportado, y a quien sólo le quedará la satisfacción por la prioridad de su creación. En el ámbito de lo intelectual ocurre algo similar a lo que acontece en cuestiones económicas; el ignorante propone redistribuir el capital del empresario en lugar de intentar establecerse él mismo como empresario. Como el capital es la principal herramienta para la producción, la actitud envidiosa lleva a las sociedades a penurias económicas importantes.

Los aportes de Einstein al conocimiento humano son tan amplios, que no parece justo considerarlo como un intelectual limitado, aunque él mismo reconozca tal limitación parcial. Ortega y Gasset escribió al respecto: "Al ser lanzado súbitamene por la fama sobre la admirable variedad del mundo, Einstein, que ha debido hacer -como es frecuente en los hombres de ciencia germánicos- una vida angosta de estudiante, se ha encontrado con innumerables facetas de la realidad que le sorprenden, ante las cuales no halla en sí preformada una actitud certera y segura".

"Ha conocido hombres más armónicamente dotados, capaces de juzgar con precisión y refinamiento sobre temas muy diversos. Esta experiencia le ha debido asustar un poco y ha visto su formidable genio físico como solitario dentro de sí mismo, desamparado de otras dotes y potencias. En efecto, Einstein parece un espíritu extremadamente circunscripto a su ciencia. No creo que verdaderamente le interese el arte ni la historia y tal vez, su genio se detiene como paralítico".

Posiblemente Ortega exagera las limitaciones del gran físico. Al suponer que el arte no le interesaba, parece ignorar que la música forma parte del arte y que Einstein era un violinista aficionado, dedicándole muchas horas de su vida a la música. Por otra parte, aduce que la ciencia experimental ha progresado gracias al aporte de hombres mediocres, por lo que, posiblemente sólo considere el tercio intelectual del científico. Sin embargo, para hacer aportes significativos a la ciencia se necesitan virtudes adicionales que los hacen bastante superiores a los mediocres. Al respecto escribió: “El caso es que, recluido en la estrechez de su campo visual, consigue, en efecto, descubrir nuevos hechos y hacer avanzar su ciencia, que él apenas conoce, y con ella la enciclopedia del conocimiento, que concienzudamente desconoce. ¿Cómo ha sido y es posible cosa semejante? Porque conviene recalcar la extravagancia de este hecho innegable: la ciencia experimental ha progresado en buena parte merced al trabajo de hombres fabulosamente mediocres, y aun menos que mediocres” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).

domingo, 4 de julio de 2021

Religiones del Creador vs. Religiones de la creación

Entre las diversas formas de religión, se distinguen aquellas que orientan su interés hacia los atributos del Creador de las que lo orientan hacia los atributos de la creación. En el primer caso se tiene al teísmo, que supone la existencia de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos y al cual se le asocia cierta personalidad definida, lo que se conoce como antropomorfismo. En el segundo caso se tiene al deísmo y al panteísmo, que orientan su atención hacia la propia naturaleza, en la cual advierten una finalidad asociada a un supuesto Creador, sin atribuirle la presencia cotidiana admitida por el teísta.

La evolución de la religión está ligada a la evolución de la visión que el ser humano tiene respecto del universo. Jean-Marie Guyau escribió al respecto: "A medida que el teísmo se hace más inmanente deja en mayor vaguedad la personalidad de Dios. Esta personalidad es la que el panteísmo viene a negar o a confundir con el universo. Según Spencer y Fiske, al movimiento que impulsa a la humanidad a construir su Dios con elementos humanos, sucede un movimiento en sentido contrario que la arrastra a despojar a su Dios de todos los atributos humanos, a desantropomorfizarlo".

"La humanidad le quita primero los sentimientos inferiores, luego, más tarde, todo lo que es análogo a la sensibilidad humana, siendo los sentimientos superiores todavía demasiado groseros. El mismo trabajo se cumple en lo concerniente a la inteligencia y a la voluntad. Cada facultad humana es, a su vez, quitada a la divinidad, que parece perder con cada limitación toda determinación apreciable para la inteligencia; no es más que una insondable unidad que escapa a las formas del pensamiento distinto".

"El panteísmo se acomoda a esta noción de la divinidad «desantropomorfizada», asi indeterminada e indeterminable. No obstante, en las especulaciones más inocentes y más toscas del hombre, en el antropomorfismo y el fetichismo, queda aún para Spencer una parte de verdad". "Si el panteísmo viene a negar la personalidad y la individualidad de Dios, en cambio se inclina a atribuir una especie de individualidad al mundo. En efecto, gracias a la presencia de Dios en todas partes, el mundo viene a convertirse en un verdadero ser viviente que tiene su unidad orgánica, su ley de evolución determinada de antemano como la del embrión. Lo que caracteriza al panteísmo, desde este nuevo punto de vista, es, pues, la importancia que concede a la idea de una unidad substancial del mundo" (De "La irreligión del porvenir"-Editorial Tupac-Buenos Aires 1947).

Mientras que el teísmo conduce a diversas religiones subjetivas, ya que son incomprobables los atributos asignados al Dios invisible, el deísmo y el panteísmo constituyen religiones objetivas. Mientras que no existe posibilidad de acuerdos entre las religiones subjetivas, lo que se hace evidente con los serios conflictos que sus distintas variantes generan, es posible, en principio, poner en evidencia las limitaciones o los errores existentes en las religiones que adoptan como base la ley natural.

Si tuviésemos que construir una religión acorde a la visión que actualmente disponemos del universo, podríamos denominarla "panteísmo científico", que no es otra cosa que la religión natural que desde hace algunos siglos promueven algunos autores, como es el caso de Baruch de Spinoza. El punto de partida de esta religión es la evidencia de que todo lo existente en el universo está regido por alguna ley natural, incluidos los seres humanos.

Si nos atenemos a las leyes descritas por la Psicología social, resulta sencillo establecer un nuevo marco para los mandamientos bíblicos y para la ética implícita en la Biblia. Si se considera que la Biblia es un conjunto de libros que apuntan a la adopción generalizada de tal ética, se advierte la compatibilidad del nuevo marco propuesto. En este caso, se dejan de lado todas las desviaciones de tipo pagano que sufre la religión actual, dando sentido a la advertencia del propio Cristo cuando afirma que "Dios sabe que os hace falta antes que se lo pidáis".

Tanto el científico como el religioso se preguntan por la aparente voluntad, o criterio, que tuvo el supuesto Creador para realizar al mundo. Así, Albert Einstein, que afirmaba coincidir con Spinoza en materia religiosa, deseaba "conocer los pensamientos del viejo", afirmando, mediante esta forma simbólica, que deseaba interpretar el espíritu con que fueron establecidas las leyes naturales que gobiernan al universo.

En la actualidad, en lugar de suponer la existencia de un Dios todopoderoso que gobierna al mundo mediante premios y castigos, como establecía el Antiguo Testamento, advertimos un Dios de infinita inteligencia que pudo formar todo lo existente a través de algún principio desconocido, que gobierna a las partículas elementales previendo la posterior formación de núcleos, átomos, moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente, interpretada como la autoconciencia del universo.

Esta visión del Dios-información aparece en los escritos de Tomás de Aquino, quien escribió: "El propósito de cada cosa es lo que intenta el creador o motor de tal cosa. Ahora bien, el primer motor o creador del universo es el espíritu o mente. Por esta razón, el fin final, o propósito, del universo debe ser el bien del intelecto. Y éste es la verdad. Por tanto, la verdad debe ser el propósito final del universo, y el cultivo de la verdad debe ser la principal ocupación de la sabiduría" (Summa contra gentiles) (Citado en "Tomás de Aquino" de Paul Strathern-Siglo Veintiuno Editores-Madrid 1999).

Si bien Tomás de Aquino admitía la revelación bíblica, su conclusión no es demasiado diferente a la propuesta deísta de considerar la vida inteligente como la autoconciencia del universo. Es decir, un orden natural sin testigos que lo observen, carecería de sentido, por lo que el ser humano, desde este punto de vista, tiene tanta importancia como lo tiene el resto del universo.

Toda forma de deísmo o de panteísmo es descalificada por quienes aducen que la existencia de leyes naturales deterministas anulan la libertad humana y lo convierten en un robot. Es oportuno mencionar que la creencia en la inexistencia de leyes naturales es el principal atributo del ateísmo, por lo que se advierte cierta identificación del teísta descalificador con el ateo. Walter Brugger escribió: "Refutación del panteísmo: el panteísmo incurre ante todo en contradicciones internas al introducir necesariamente a Dios, inmutable y simple, en el cambio y la pluralidad del mundo, pues los determinantes y modos de manifestación afectan también de manera necesaria a su fundamento ontológico".

"Suprimiendo la libertad se quita al hombre la responsabilidad, y la diferencia entre bien y mal queda destruida. Esta doctrina, así también como la negación de la inmortalidad personal, socavan los fundamentos de la moral; la desaparición de toda diferencia entre Dios y hombre destruye las bases esenciales de la religión. Finalmente el panteísmo contradice nuestra conciencia, pues si no fuéramos substancias independientes no podríamos tener conciencia ninguna del yo" (Del "Diccionario de Filosofía"-Editorial Herder-Barcelona 1978).

Esta descalificación hace recordar al médico, incapaz de curar a un paciente, que se opone a que otro médico haga el intento por salvarlo. Hay individuos que creen que las religiones milenarias no deben adaptarse a las visiones que brindan las distintas ramas de la ciencia experimental, por cuanto, suponen, al cambiar la creencia, van a perder la posibilidad de acceder a la vida eterna, ya que tal premio, suponen, no sería recibido por cumplir con los mandamientos bíblicos sino por "creer" en los dogmas de la iglesia a la que adhieren.

La libertad de elección se opone al determinismo riguroso. Así, un tren está determinado a moverse por trayectos lineales mientras que un automóvil puede hacerlo por trayectos planos. Por ello se asocia al tren un grado de libertad y dos al automóvil. Mientras mayor sea el grado de libertad, menos determinismo existirá.

El ser humano, motivado por cuestiones físicas, afectivas e intelectuales, realiza acciones que admiten muchos grados de libertad. Si se tiene en cuenta su finalidad de observador del orden natural, se advierte que dispone de un cerebro que le permite asociar una cantidad casi indefinida de información. De ahí que esté lejos de ser un robot carente de libertad de elección.

Cada cerebro humano está compuesto por unas cien mil millones de neuronas cuyas asociaciones permiten realizar pensamientos de muy variada índole. Esa capacidad mental, que es la base de la libertad de elección, está sustentada por las leyes físicas y químicas que rigen a todas y cada una de las neuronas de su cerebro. Sin la existencia de esas leyes, no podrían existir esas neuronas ni la libertad de elección mencionada, lo que permite rechazar la muy liviana, y repetida, descalificación de las posturas deístas y panteístas.

En cuanto al rechazo de la vida eterna, puede decirse que tal posible premio será adjudicado a quienes cumplen con los mandamientos bíblicos. Como las religiones bíblicas constituyen una cuestión de moral, y no de creencia de tipo filosófico, no se la niega desde posturas deístas o panteístas, al menos desde alguna de ellas por cuanto admite la vigencia de la ética bíblica.

sábado, 3 de julio de 2021

El progresismo tiene una respuesta para el delito: reivindicarlo

Por Claudio Chaves

La lucha contra ese flagelo, además de ser un problema policial y judicial, hoy se ha transformado en uno de orden cultural e ideológico. Y en esto último reside su gravedad y la dificultad de la batalla por el orden y la ley.

El pensamiento progresista sesgado hacia la izquierda ha adornado al delito con ropaje de irredentismo social contribuyendo a generar un clima de aceptación y reivindicación con sabor contestatario.

Es que la revolución se acabó y con ella el sujeto portador del nuevo mundo que el comunismo imaginaba: el proletariado, que anda en otras cosas y además no tiene la densidad de antaño. Frente a esta ausencia, a este hueco social, hay que encontrar nuevos sujetos de la historia capaces de entrarle al capitalismo y hacerle daño. Los delincuentes ofrecen ese perfil. Como decía Bertolt Bretch: peor que robar un banco es fundarlo. Bajo este principio los delincuentes constituyen un ariete sobre lo “peor del capitalismo”.

Conductas marginales pésimamente vistas antaño, hoy, por el esfuerzo de cierta intelectualidad confundida, directores de cine, músicos, actores, guionistas, periodistas y panelistas pasan a formar parte de la normalidad cotidiana, peor aún, son reivindicadas, por suponer que cierto halo romántico de rebeldía primitiva calma la angustia de las almas bellas.

El delito genera una cultura y esa cultura embellece el delito. Pongo algunos ejemplos. Hubo en los tiempos del kirchnerato y aún continúan, incluso grabaron nuevos programas, miniseries como Okupas, El puntero, El marginal, Tumberos, Un gallo para Esculapio, y al parecer Adrián Suar estaría grabando una nueva miniserie que se llamaría algo así como 1-5-18, por no ponerle 1-11-14.

Entonces, uno se pregunta: ¿cuál es el afán de que la marginalidad sea la musa inspiradora de series y películas? ¿Por qué el territorio de la villa, con sus peores exponentes sociales, conforma el paisaje televisivo? Habría que preguntarle al Padre Pepe, que de esto sabe y mucho, no toca de oído, si esos mensajes pintan honestamente el alma de ese conglomerado sufriente que vive indignamente.

¿Acaso esas miniseries o grupos de cumbia o rock describen positivamente esos ambientes, como ciertos tangos pintaban honestamente el alma del arrabal? Y acá me detengo con lo actual y me remito a la historia de nuestro país. Pero antes de meterme allí viene a cuento la nota que salió en su momento en Infobae sobre un hombre que hoy tiene 34 años, vive en Ciudad Evita y trabaja para Silicon Valley. De chico a la edad de 5 años se fue a vivir con su madre, a Ciudad Oculta, pasó las de Caín en la escuela, por ser villero. Bien vale una miniserie que aborde la vida de los que superan exitosamente la marginalidad con trabajo, mérito y esfuerzo. ¡Ese es un mensaje sano! Pero al progresismo esos valores parecieran no importarle. ¡Y no vengan con que eso no atrapa público o no da rating! Sólo se trata de saber hacerlo y apuntar al corazón y a la sensibilidad que aún queda en el espectador.

En el pasado, el único antecedente de abuenar a un delincuente lo hizo Eduardo Gutiérrez con Juan Moreira, un asesino a sueldo, hoy podría decirse un sicario, no de la droga, pero sí de ciertos políticos que lo contrataban para tareas non santas. Leonardo Favio no solo lo abuenó sino que lo hermoseó. El personaje de su famosísima película lo representó Rodolfo Bebán, galán mayúsculo de aquellos años, alto, delgado y de ojos verdes, cuando Moreira era bajo, regordete, aindiado y picado de viruela. A los objetivos de Favio era necesaria esta mentira, se trataba de una trampa visual para engatusar giles. Revisé en el Archivo Histórico de la Plata el expediente policial abierto contra Moreira: ¡da asco!, simplemente un asesino. En un almacén de campo y desde arriba de su caballo asesinó a una mujer, una paisana, con su revólver, porque ella le observó que estaba primera en la línea de espera para ser atendida.

Casi en el límite estuvo Martín Fierro, pero José Hernández supo verlo. Los crímenes cometidos por el personaje están enmarcados en una injusticia estatal pavorosa.

“Y atiendan la relación /que hace un gaucho perseguido/que padre y marido ha sido/empeñoso y diligente/y sin embargo la gente/lo tiene por un bandido.

Yo he conocido esta tierra/ ande el paisano vivía/ y su ranchito tenía/ y sus hijos y su mujer/ era una delicia ver como pasaban sus días.”

Fue un hombre de trabajo agredido por el Estado.

He hablado del tango y alguna pequeña cosa debo decir. Nació en la marginalidad, sin embargo sus letras, la inmensa mayoría de ellas, no se regodean de ese ambiente, ni desafían a la sociedad con los valores del arrabal. Sus letras no trasuntan la defensa de un ambiente delictual sino su padecimiento. Siendo que algunos de sus cultores, como es el caso de Eduardo Arolas, signado policialmente como compadrito y canflinflero, no traslucen en su música la vida marginal. Esto es para otro artículo.

Veamos qué quiero decir con desafiar y amenazar a la sociedad con valores del mundo marginal, observemos cómo el kirchnerismo asume el delito como bandera libertaria y contestataria. El 25 de Mayo del 2013 conmemoró la fecha Patria, frente a la Casa Rosada con tema de un grupo uruguayo Agarrate Catalina, que es una deposición pública, muy difícil de tolerar. Con una estética violenta, asimilable al nazismo, reivindica a un maleante.

Y uno se pregunta qué tendrá que ver la Junta de Mayo y el minué con esta inmundicia.

Un cantante popular como León Gieco realizó un tema muy exitoso en su tiempo: Bandidos Rurales, indudablemente una reivindicación de esos malandras. Una frase de la canción ejemplifica lo que quiero decir. Cuenta que a las fuerzas del orden y a la ley se le hacía muy difícil atraparlos porque era “como alambrar estrellas en tierra de nadie”. Cuando la poesía adorna el delito estamos fritos.

¿Por qué hablo del DVD de Gieco? Porque su mensaje se escucha más que el nuestro. El progresismo ha ganado la inteligencia y el corazón de los profesionales del espectáculo y de cierta intelectualidad universitaria.

¿En qué tratado de sociología los maleantes son considerados sujetos de la historia, agentes del cambio, motores del proceso social con destino al bien común, la justicia, la igualdad y la equidad?

Todo esto explica porque un gobierno progresista, autodenominado nacional y popular ha creado una agrupación de delincuentes denominada Vatayón Militante o Hinchadas Unidas.

Lamentablemente la marginalidad crece amarrada a valores y virtudes lo que la hace potente y poderosa. Esto último puede observarse en la cumbia villera de dos importante grupos: Pibes Chorros y Damas Gratis.

Yo no miento, yo no engaño, fumo porro y meto caño.

Tomando mucho vino y aburrido/ buscando algún autito que cortar/está todos los días el pibe tuerca en la esquina/ fumando y esperando su momento para actuar.

Dicen los Pibes Chorros frente a multitudes de jóvenes desocupados.

Damas Gratis, por su parte, la banda cuyo personaje central se llama Lescano y toca una pianola en cuyo teclado está pintada una ametralladora, nos enternece con:

La gorra me para y me gede
Kiere agarrarme y no puede
Estan resentidos porke su hija
Ella a mi me chupa la p….
yo no voy a kambiar
Con los fierros le voy a tirar
Yo ya no cambio mas

Pero claro, y ya fuera de la “música popular”, algunos intelectuales de inconcebible valoración “académica”, como el juez Raúl Zaffaroni, justifican y van por más: “Frente a la inseguridad creada en el mundo por el retroceso del Estado de Bienestar. ¿Cómo se compensa esta sensación? Mostrando que la principal amenaza que hay es el delito común” (sic). “Uno no va a excarcelar a un violador múltiple, a un homicida. Se excarcela a un chorrito. ¿Qué ganás con tenerlo adentro?”.

Tampoco es cierto que no excarcelan violadores u homicidas múltiples. Lo hacen reiteradamente y luego los autores de esas barbaridades, de esa mala praxis de consecuencias letales, son defendidos por Zaffaroni en el Consejo de la Magistratura.

Hay toda una tarea por delante: es preciso y urgente desarmar una construcción cultural que hace del crimen, el delito, la marginalidad y la violación de la ley un grito desesperado de libertad y justicia.

El 1° de julio de 2021 la Vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner junto al gobernador de la Provincia de Buenos Aires recomendó escuchar al bailantero L Gante, un joven que en su música recrea los ambientes del mundo marginal, no como denuncia del mal vivir, sino como una reivindicación desafiante al statu quo del cual el kirchnerismo es responsable. El snobismo y la frivolidad de esta doctora de Recoleta no tienen límites.

Para ir concluyendo: en la historia de nuestro país, el delito y el abolicionismo han sido un problema quizás más grave que en la actualidad. En el siglo XIX, el delito se había transformado en un hecho gravísimo que incluso impedía el crecimiento económico nacional. Estaba asociado a espacios donde el Estado no ejercía control y se corría el riesgo de perderlo en manos de naciones extranjeras. Me refiero al problema del indio. Los malones, el robo de ganado y el secuestro de mujeres y niños. El tema es muy extenso y no voy a desarrollarlo aquí. Sólo decir que hubo dos miradas muy diferentes frente al problema: el proyecto de Alsina y el de Roca. El de Alsina era defensivo, el de Roca era ofensivo. Cuando Alsina le pidió opinión a Roca acerca de cómo observaba el asunto, Roca hizo pública dos cartas y en una le aconsejó al Ministro Alsina: “Vamos pues a disputarles sus propias guaridas, lo que no conseguiremos sino por medio de la fuerza. A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios es el de la guerra ofensiva. Hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y un espanto indescriptibles.”

Finalmente el Parlamento aprobó por mayoría el proyecto presentado por el General Roca que resolvió el grave problema. Otros tiempos. Otros políticos.

(De www.infobae.com)