jueves, 30 de junio de 2022

¿Son compatibles ciencia y religión?

La pregunta acerca de la compatibilidad entre ciencia experimental y religión no tiene sentido a menos que especifiquemos de qué religión se trata, y de cuál interpretación concreta respecto de determinada religión. Una religión verdadera, tanto como una descripción científica verdadera, lo son en cuanto son compatibles con la ley natural. De ahí la posible compatibilidad mencionada. En estos casos se trata de las leyes naturales que rigen nuestra propia naturaleza humana, descripta por las leyes psicológicas y sociales, por una parte, y adoptadas como fundamento de la ética bíblica.

Si se considera a las religiones bíblicas como algo distinto a una ética natural que promueven, tal compatibilidad no existiría. Ello se debe a que la ciencia experimental presupone la existencia de leyes naturales invariantes asociadas a todo lo existente. Por el contrario, si se aceptan diversas intervenciones de Dios interrumpiendo dichas leyes, dejan de ser invariantes, y se pierde el vínculo con la ciencia experimental. De ahí que la posible compatibilidad se establece en el caso de la religión natural, sin intervenciones de Dios, o entre ciencia y cristianismo, interpretado éste como una religión natural.

La religión natural no resulta ser algo novedoso, ya que existe implícita en posturas filosóficas como el estoicismo. Puede sintetizarse el pensamiento ciceroniano en un breve párrafo asociado a la ley natural: “El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha concebido, meditado y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a si mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres”.

De tal perspectiva surge el principio de solución de los conflictos religiosos, ya que brinda un marco de referencia adecuado para valorar las distintas propuestas, siendo la mejor religión, o la “verdadera”, la que resulta compatible con la ley natural que rige a todos y a cada uno de los seres humanos.

Ante un universo regido íntegramente por leyes naturales invariantes, puede hablarse de cierto “orden natural” e, incluso, que se le pueda asociar cierto sentido aparente. Si renunciamos a la imagen de un Dios que se parece a una persona, tenemos en dicho orden los atributos de un Dios impersonal que conduce a una religión totalmente compatible con la ciencia experimental. Luego, la diferencia entre creyente y ateo implica que el primero le asocia un sentido al universo, mientras que el segundo piensa que no lo tiene.

La actual visión del universo no resulta demasiado distinta de la que tenía Baruch de Spinoza. De ahí que Albert Einstein alguna vez dijo “mi Dios es el Dios de Spinoza”. Incluso denominaba al orden natural como “el Viejo”, afirmando que le interesaba de sobremanera conocer “las ideas del Viejo”. Julián Marías escribió respecto de esta forma de religión: “El naturalismo de la época moderna lleva naturalmente al concepto de religión natural. Esto es lo que se llama también deísmo, a diferencia del teísmo. Teísmo es la creencia en Dios; se entiende, en el Dios religioso, sobrenatural, conocido por la revelación. El deísmo, en cambio, surge como una reacción frente al ateísmo que se insinúa en la filosofía inglesa, pero dentro de lo estrictamente natural”.

Es oportuno recordar que Cristo, para proteger su religión del vulgar paganismo, indica a sus seguidores que “Dios ya sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis”, y que “es tu fe” la que produjo el milagro (y no una intervención directa de Dios). Con ello sugiere que lo que nos acontece en la vida depende de nuestra actitud moral y no de la eficacia de los pedidos a Dios.

También hubo quienes admitían una posible intervención del Creador en los acontecimientos naturales, postura que se identifica con el teísmo, en el cual se admite que Dios puede intervenir en los fenómenos cotidianos interrumpiendo las leyes naturales, o cambiando las condiciones iniciales en algunas secuencias de causas y efectos, lo que se conoce como “milagro”. Isaac Newton escribió acerca de las irregularidades en el movimiento de Júpiter y Saturno: “Un destino ciego no habría podido nunca hacer mover a todos los planetas y los cometas, desigualdades que probablemente irán en aumento por mucho tiempo, hasta que finalmente el sistema tendrá necesidad de ser puesto de nuevo en orden por su creador”. La cuestión fue aclarada posteriormente por Pierre S. de Laplace sin necesidad de acudir a esa hipótesis.

Quienes poco conocen la historia de la ciencia, sospechan que ésta es opuesta a la religión. Sin embargo, la ciencia ha contado, entre sus principales fundadores, a muchos hombres para quienes la religión ocupaba un lugar importante en sus vidas. Entre ellos podemos citar a Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, Johannes Kepler, Isaac Newton, Michael Faraday, James Clerk Maxwell, Charles Darwin, Gregor Mendel, etc. Incluso dos de ellos (Copérnico y Mendel) eran sacerdotes católicos, mientras que Kepler y Darwin estudiaron teología para convertirse en predicadores protestantes, si bien luego se dedicaron por completo a la ciencia.

Puede observarse que los científicos cristianos nombrados han sido los fundadores de la mecánica y de la astronomía (Copérnico, Kepler, Galileo, Newton), del electromagnetismo (Faraday, Maxwell, Ampere), de la evolución biológica por selección natural (Darwin) y de la genética (Mendel). También Newton, junto a Gottfried Leibniz y, posteriormente, Augustin Cauchy, son los nombres relevantes del cálculo infinitesimal. Incluso uno de los fundadores de la teoría del universo en expansión, denominada “modelo de Lemaître, Friedmann, Robertson, Walter”, tal el caso de George Lemaître, quien fue sacerdote católico. Respecto a su modelo de átomo primitivo, escribió: “El objeto de una teoría cosmogónica es el de buscar las condiciones iniciales idealmente simples de las que ha podido resultar, por medio del juego de las fuerzas físicas conocidas, el mundo actual en toda su complejidad” (De “Cosmogonía”-Editorial Ibero-Americana-Buenos Aires 1948)

domingo, 26 de junio de 2022

El poder de “La mentalidad anticapitalista” de Mises

Por Andy Duncan

En 1998, estaba trabajando en el sucio mundo del comercio. Una mañana recibí este libro de Mises.org y tuve que esperar hasta la hora del almuerzo antes de poder leerlo. Luego me senté en mi auto en un estacionamiento de supermercado triste y lo abrí. Tardé menos de una hora en terminarlo. Sin embargo, la claridad, la penetración, la franqueza, la pura emoción de todas esas densas escamas que caían de mis ojos derritieron mi mente. ¿Quién era este Mises? ¿Y por qué me había hecho sentir tan incómodo?

A través de las páginas de este libro, Mises me había contado la verdad sobre la vida, el universo y todo lo demás. Había derribado los monumentos en mi mente, a Marx, llevándoles una bola de demolición.

Este libro esencialmente detalla el poder socialmente destructivo de la envidia humana. Como un buen bailarín de Bossa Nova en perfecta sintonía con su propia teoría epistemológica, Mises rebana y corta los principios del marxismo hasta que no queda nada más que polvo malévolo.

Comienza con las características sociales del capitalismo y las causas psicológicas de su difamación. Aunque casi todas las líneas en cada página podrían ser citadas, Mises en primer lugar define la maravilla del sistema capitalista:

El sistema de ganancias hace prosperar a aquellos hombres que han logrado satisfacer las necesidades de las personas de la mejor manera posible y más económica. La riqueza se puede adquirir solo sirviendo a los consumidores. Los capitalistas pierden sus fondos en cuanto no los invierten en las líneas en las que satisfacen mejor las demandas del público. En un plebiscito diario repetido en el que cada centavo otorga el derecho de votar, los consumidores determinan quién debe poseer y administrar las plantas, tiendas y granjas.

Sin embargo, cuando entró el capitalismo, mucha gente odiaba esta nueva forma de hacer las cosas, especialmente aquellos que tenían sinecuras feudales, privilegios de gremios, etc. La competencia puede hacer que la vida sea dolorosa. Pregúntale a alguien que haya perdido un amante preciado por alguien más. Duele. Y así comenzó una guerra de varios siglos entre aquellos que una vez habían tenido privilegios otorgados, y los capitalistas, que utilizaron los mercados libres para quitar esos privilegios.

Después de la era feudal, el capitalismo produjo tanta abundancia y tanta riqueza que muchos también comenzaron a darlo por sentado. Esto lo vemos, por supuesto, hoy en día, con socialistas gentrificados llevando iPhones y boletos de avión en clase ejecutiva a Bali. No tienen idea de dónde viene toda esta riqueza. Solo está ahí cuando se despiertan por la mañana y si lo piensan, piensan que es solo parte de la naturaleza. Sin embargo, la naturaleza en realidad solía existir para todos nosotros como pobreza extrema, con la mayoría de nosotros escarbando con palos tratando de ahuyentar a los grandes felinos de los restos de cadáveres cazados. Los buitres solían venir antes que nosotros en el orden jerárquico de la naturaleza.

En este nuevo mundo posfeudal, las personas ahora tenían que sobrevivir por su inteligencia y sus méritos, pero sobre todo, por su capacidad para satisfacer de manera feliz las necesidades de los demás. Y cuando se queda corto en tales habilidades, o desea dedicarse a actividades de ocio en lugar de atender las necesidades de los demás, entonces se quedará sin nada. ¿Y de quién es la culpa? ¿Es usted, el conocedor digno y perenne que desea dedicar su importante vida al estudio de Proust, o es culpa de los malvados capitalistas?

Otro hombre mejor aparece y quita su negocio con mejores productos y precios más bajos. Otros lo aman y, como resultado, te vuelves relativamente más pobre. ¿Es por sus fallas en comparación con él o es culpa de los malvados capitalistas?

Estas preguntas incómodas sobre su fracaso relativo continúan vertiéndose, pero la respuesta siempre es la misma. Soy perfecto. El capitalismo es malo.

En esta sección inicial, Mises se aleja de la experiencia del hombre común y explica el odio de una élite gobernante hacia el capitalismo:

La riqueza de un aristócrata no es un fenómeno de mercado; no se origina en el suministro a los consumidores y no puede retirarse ni verse afectado por ninguna acción por parte del público. Se deriva de la conquista o de la generosidad por parte de un conquistador. Puede llegar a su fin mediante la revocación por parte del donante o por el desalojo violento por parte de otro conquistador, o puede ser disipado por extravagancia. El señor feudal no sirve a los consumidores y es inmune al descontento de la población.

Luego, Mises cae en cascada de un grupo a otro y explica por qué y cómo se volvieron anticapitalistas, incluidos los intelectuales, los liberales de las limusinas y los políticos, por nombrar solo un puñado. Una sección divertida brota cuando investiga las actitudes socialistas perennes de la profesión del entretenimiento, particularmente como lo ejemplifican las celebridades de Hollywood, donde un mercado eternamente voluble puede convertirlo de un mega estrella en una antigua caja fuerte. Apoyo al rendimiento.

En la superficie, puede parecer extraño por qué un miembro de un grupo tan adinerado puede abrazar el comunismo desde el interior de una mansión palaciega cerrada, generalmente mientras se ahoga en champaña y billetes de dólares al mismo tiempo. Sin embargo, Mises lo explica muy bien. Para resumir, Mises cree que los celos ignorantes envidiosos intentan desafiar una estaca envenenada en el corazón del capitalismo.

Luego pasa a tratar cómo la gente común percibe el capitalismo.

Antes de hacerlo, expone cómo el capitalismo logró tan enormes mejoras de productividad en la riqueza global, en comparación con la era feudal:

El rasgo característico de la economía de mercado es el hecho de que asigna la mayor parte de las mejoras logradas por los esfuerzos de las tres clases progresistas: los que ahorran, los que invierten en bienes de capital y los que elaboran nuevos métodos para el empleo de bienes de capital. A la mayoría no progresista de las personas.

Señala que la mayoría de las personas no son conscientes de cómo funciona la generación de riqueza. La mayoría simplemente lo atribuye al inevitable progreso humano. Como la naturaleza humana básica nos impulsa constantemente a sentirnos inevitablemente insatisfechos con una mejora inmediata frente a una situación actual, un estado que Mises aplaude como absolutamente necesario para la mejora económica constante, estas insatisfacciones casi siempre son culpadas al capitalismo.

Un hombre puede tener una televisión en blanco y negro de 12 pulgadas. Luego anhela una televisión en color de 20 pulgadas. Lo logra, pero su vecino, en cambio, compra una pantalla plana de 48 pulgadas, que el primer hombre puede sentirse incapaz de pagar. ¡Obviamente, la mano indigna del malvado capitalismo ha generado esta situación insoportable!

Por supuesto, para sumarse a esto, las clases de élite política, que odian el capitalismo aún más, toman esta insatisfacción social básica y luego la masajean con todas las herramientas vengativas a su disposición. O como lo dice Mises:

Todos somos socialistas ahora. Pero hoy en día, los gobiernos, los partidos políticos, los maestros y escritores, los antiteístas militantes y los teólogos cristianos son casi unánimes en rechazar apasionadamente la economía de mercado y alabar los supuestos beneficios de la omnipotencia estatal. La generación en crecimiento se educa en un entorno que está absorto en ideas socialistas.

Ahora pasamos a lo que considero la parte más interesante del libro. Aquí, Mises elabora sobre el mercado masivo de productos literarios para ayudar a explicar más a fondo cómo una corriente subversiva de la subversión marxista cultural ha erosionado constantemente una creencia general, una vez ferviente, en el liberalismo clásico.

Por ejemplo, debido a que el capitalismo se forma a partir de un crisol del mal puro, el perpetrador a menudo asesino en muchas historias de detectives debe haber hecho su fortuna a través de medios malvados decadentes, explotando diabólicamente a los inocentes y los buenos en el camino. Así, el capitalismo se equipara literalmente en tales historias con el asesinato. O como lo dice Mises:

Las historias de detectives degradan la trama e introducen en ella el carácter barato de un detective honesto que se deleita en humillar a un hombre al que todas las personas consideran un ciudadano impecable.

Mientras todavía respiras, Mises luego aborda las objeciones no económicas al capitalismo. Estos se entrelazan a partir de dos ideas completamente opuestas. El primero anti-materialista decreta que los productos del capitalismo, por ejemplo, un televisor de pantalla plana de 48 pulgadas, no logran que las personas sean intrínsecamente felices. Mises lo reconoce. Pero no es culpa del capitalismo, dice, que las personas deseen tales cosas materiales, que el capitalismo produce debidamente para ellas. Sí, pueden desear un televisor de pantalla plana de 72 pulgadas tan pronto como se entregue el de 48 pulgadas, pero sin el capitalismo, la mayoría de las personas se esclavizarían como siervos en un campo medieval recogiendo nabos con un pico.

El segundo argumento pro-materialista contradictorio, proyecta que el capitalismo encapsula el mal porque en un mundo perfecto, una gran televisión de pantalla plana se entregaría el mismo día a todos en el mundo. Mises piensa que esta visión absurda de la justicia social se deriva de un impedimento mental distorsionado:

Los cambios en las condiciones humanas son provocados por los pioneros de los hombres más inteligentes y más enérgicos. Ellos toman la iniciativa y el resto de la humanidad los sigue poco a poco. La innovación es, ante todo, un lujo de solo unas pocas personas, hasta que poco a poco llega al alcance de muchos. No es una objeción sensata al uso de zapatos o tenedores que se extiendan lentamente y que incluso hoy en día, millones de personas se quedan sin ellos.

Después de explorar estas dos hipótesis importantes y totalmente contradictorias, Mises luego trabaja a través de la habitual resistencia religiosa al capitalismo, como lo ejemplifica el Papa actual, junto con toda una mezcla heterogénea de otras resacas históricas y culturales relacionadas del pasado, la mayoría de ellas arruinadas. Los engranajes del capitalismo, que de otra manera funcionaban suavemente.

En la sección final del libro, Mises escribe de manera concluyente una defensa apasionada tanto de la libertad como del pensamiento liberal clásico:

En el universo nunca hay y en ningún lugar hay estabilidad e inmovilidad. El cambio y la transformación son características esenciales de la vida. Cada estado de cosas es transitorio; cada edad es una edad de transición. En la vida humana nunca hay calma y reposo. La vida es un proceso, no una perseverancia en un statu quo. Sin embargo, la mente humana siempre ha sido engañada por la imagen de una existencia inmutable. El objetivo declarado de todos los movimientos utópicos es poner fin a la historia y establecer una calma definitiva y permanente.

También mete su bota de montar de oficial de artillería vienés con finura en nuestra querida búsqueda de la derrota de nuestro enemigo común, los intelectuales de izquierda:

La vana arrogancia de los literatos y los artistas bohemios desestima las actividades de los hombres de negocios como dinero no intelectual. La verdad es que los empresarios y promotores muestran más facultades intelectuales e intuición que el escritor y pintor promedio. La inferioridad de muchos intelectuales autodenominados se manifiesta precisamente en el hecho de que no reconocen qué capacidad y capacidad de razonamiento se requieren para desarrollar y operar con éxito una empresa comercial.

De todos modos, espero que sea suficiente para al menos proporcionarle un sabor de este magnífico librito. A menos que ya lo haya hecho, le recomiendo encarecidamente que lo descargue y lo saque para dar una vuelta rápida alrededor del bloque. Aunque intente elegir un lugar mejor que un estacionamiento de un supermercado para leerlo. Conviértalo en un lugar glorioso, como la cima de una montaña escalofriante o un espléndido restaurante junto al mar en el Mediterráneo.

¡Este libro forma una versión de Mises condensada como un quark en su máxima expresión!

(De www.mises.org.es)

sábado, 25 de junio de 2022

El educador vs. El adoctrinador

En la Argentina, la política lo abarca todo; cultura, justicia, educación, periodismo, deporte, y hasta la religión. De ahí que en la elección de la Suprema Corte de Justicia, no se habla de los candidatos en función de sus ideas de tipo filosóficas, sino de su simpatía, o de su afiliación, al radicalismo o al peronismo. Algo similar ocurre en las elecciones del rector de alguna universidad estatal.

Ello no implica que todo abogado, o todo docente, deba carecer de orientación política. Es distinto, sin embargo, adherir a una postura intelectual elevada y luego descender a la postura política, a tener a la postura política como la orientación más elevada; incluso cuando se trata de politiquería, como la predominante en la Argentina. José Ortega y Gasset escribió: “El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento. No puede tener dentro más que política, una política exorbitada, frenética, fuera de sí, puesto que pretende suplantar al conocimiento, a la religión, a la «sagesse» -en fin, a las únicas cosas que por su sustancia son aptas para ocupar el centro de la mente humana. La política vacía al hombre de soledad e intimidad, y por eso es la predicación del politicismo integral una de las técnicas que se usan para socializarlo” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).

La gravedad de la situación llega al extremo cuando el docente deja de ser un educador para transformarse en un adoctrinador, ya que su función formativa del alumno se deja de lado para darle paso al adoctrinamiento partidario o ideológico. Ya no serán los conocimientos aportados por la ciencia experimental el centro de atención, sino que se buscará que el alumno absorba, sin que lo advierta, las ideas y las actitudes básicas de la ideología a transmitir.

Es evidente que todo docente ha de influir de alguna manera sobre los alumnos, y de ahí la pretendida legitimidad de la tarea doctrinaria aducida por el adoctrinador. Pero es muy distinto orientar al alumno mediante el ejemplo, buscando crear un futuro cooperador social, que buscar un futuro revolucionario o un futuro terrorista. Víctor Massuh escribió: “Esta politización, definida así como «desmesura de lo político», tiene graves consecuencias. La primera sería la pérdida de la calidad, el empobrecimiento de la cultura. La politización del arte, la religión, la ciencia, la educación, el pensamiento y las costumbres en general, operan una verdadera degradación de cada uno de sus contenidos. El arte se degrada a mero instrumento de propaganda, la educación se envilece hasta la simplificación, el pensamiento se convierte en ideología. La vida social, pública y privada, se exaspera y se torna banal”.

“No se trata de un mal que sólo afecta a las sociedades autoritarias sino también que se da en las democráticas. En los sistemas autoritarios la politización lleva al raquitismo de la actividad política, precisamente en razón de su hipertrofia. Como esta actividad está concentrada en pocas manos, la mayoría de la población recibe sus dictados pasivamente, no interviene en ella. Esto es lo singular de un régimen autoritario: cuanto menos participa el ciudadano en política, tanto más ella se extiende exageradamente hasta poner su sello en todas las formas de la vida social”.

“En las sociedades democráticas la politización se presenta de otro modo: la política se vuelve una práctica absorbente, una fatigosa extraversión callejera, un debate que no cesa. La mayor parte de la vida social transcurre en un estado de asamblea donde todos discuten sobre el arte de gobernar pero nadie gobierna, y cuya salida exasperada es la violencia. El terrorismo aparece siempre en el clímax de la política democrática. En suma, tanto en las sociedades autoritarias como liberales, la politización lleva a las mismas consecuencias: una degradación de la cultura” (De “El llamado de la Patria Grande”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1983).

Entre otros aspectos, con el adoctrinamiento se trata de lograr que los alumnos sean conscientes de la dependencia económica y cultural que pretende instalar “el imperialismo yankee” por medio de las "peligrosas corporaciones", es decir, de las grandes empresas multinacionales. En cuanto a estas empresas y su forma de actuar, podemos mencionar, a manera de ejemplo, a dos de las que figuran entre las veinte mayores del mundo: Intel (el principal proveedor de hardware para computadoras) y Microsoft (el principal proveedor de software). Juntas con Internet (creación realizada con aportes del Estado “imperial”) permiten beneficiarnos de la manera por todos conocida.

En la actualidad, los adoctrinadores apuntan a la ignorancia colectiva y usan al hombre-masa como vehículo que lleva un intenso odio destructivo hacia la civilización occidental. En lugar de reconocer las ventajas promovidas por las personas cultas e innovadoras, a través de las empresas y el mercado, las ideologías populistas y totalitarias impulsan al hombre-masa a perseverar en su ignorancia para orientarlo a destruir finalmente todo lo aquellas personas han conseguido. Todo parece indicar que la “lucha de clases” no radica en su nivel económico, sino que se trata de una lucha de ignorantes contra cultos, sabios e innovadores. De ahí que el marxismo promueva el odio desde el hombre-masa hacia empresarios y gente con apariencias de no ser ignorantes, disfrazando el fenómeno como si fuese un natural antagonismo de clases sociales o económicas.

Mario Vargas Llosa escribió al respecto: “Karl Popper denomina «espíritu de la tribu» al irracionalismo del ser humano primitivo que anida en el fondo más secreto de todos los civilizados, quienes nunca hemos superado del todo la añoranza de aquel mundo tradicional –la tribu- cuando el hombre era aún una parte inseparable de la colectividad, subordinado al brujo o al cacique todopoderosos, que tomaban por él todas las decisiones, en la que se sentía seguro, liberado de responsabilidades, sometido, igual que el animal de la manada, el hato, o el ser humano de la pandilla o la hinchada, adormecido entre quienes hablaban la misma lengua, adoraban los mismos dioses y practicaban las mismas costumbres, y odiando al otro, al diferente, a quien podía responsabilizar de todas las calamidades que sobrevenían a la tribu”.

“En la actualidad, nada representaba tanto el retorno a la «tribu» como el comunismo, con la negación del individuo como soberano y responsable, regresado a la condición de parte de una masa sumisa a los dictados del líder, especie de santón religioso de palabra sagrada, irrefutable como un axioma, que resucitaba las peores formas de la demagogia y el chauvinismo” (De “La llamada de la tribu”-Alfaguara-Buenos Aires 2018)

El proceso conocido como la “rebelión de las masas” es esencialmente el mismo que conduce al totalitarismo, es decir, promueve el predominio del hombre biológico, como ente colectivo, sobre el hombre culto, individual y democrático. Mario Vargas Llosa escribió: “El concepto de «masa» para Ortega no coincide para nada con el de clase social y se opone a la definición que hace de ella el marxismo. La «masa» a que Ortega se refiere abraza transversalmente a hombres y mujeres de distintas clases sociales, igualándolos en un ser colectivo en el que se han fundido, abdicando de su individualidad soberana para adquirir la de la colectividad y ser nada más que una «parte de la tribu»”.

“La masa, en el libro de Ortega, es un conjunto de individuos que se han desindividualizado, dejando de ser unidades humanas libres y pensantes, disueltas en una amalgama que piensa y actúa por ellos, más por reflejos condicionados –emociones, instintos, pasiones- que por razones. Estas masas son las que por aquellos años ya coagulaba en torno suyo en Italia Benito Mussolini, y se arremolinarían cada vez más en los años siguientes en Alemania en torno a Hitler, o, en Rusia, para venerar a Stalin, «el padrecito de los pueblos»”.

“El comunismo y el fascismo, dice Ortega, «dos claros ejemplos de regresión sustancial», son ejemplos típicos de la conversión del individuo en hombre-masa. Pero Ortega y Gasset no incluye dentro del fenómeno de masificación únicamente a esas muchedumbres regimentadas y cristalizadas en torno a las figuras de los caudillos y jefes máximos, en los regímenes totalitarios. Según él, la masa es también una realidad nueva en las democracias donde el individuo tiende cada vez más a ser absorbido por conjuntos gregarios a quienes corresponde ahora el protagonismo de la vida pública, un fenómeno en el que ve un retorno del primitivismo (la «llamada de la tribu») y de ciertas formas de barbarie disimuladas bajo el atuendo de la modernidad”.

viernes, 24 de junio de 2022

¿Cómo funciona la economía fascista?

Por EddieW23

INTRODUCCIÓN

El fascismo como doctrina política es ampliamente conocido, sin embargo es muy poco conocido como sistema económico. El padre indiscutible del fascismo fue Benito Mussolini, como jefe de Estado desde la perspectiva política su discurso estaba encaminado a la creación de un Estado Corporativo, entendido como la unión monolítica entre población y gobierno mediante el caudillismo o populismo nacionalista, la violencia institucional y la propaganda.

Desde su creación, distintos gobiernos (marxistas inclusive) han adoptado en todo o parcialmente la doctrina política fascista en la praxis pero siempre bajo una constante negación frente a las masas por su asociación con regímenes como la Alemania Nazi.

Pero desde el punto de vista económico, el fascismo se distancia de su concepto político ya que busca la consolidación del Estado Corporativo a expensas de una población obligada a sostenerlo con cargas fiscales, lo cual ha sido y sigue siendo de gran utilidad por los políticos. El gobierno y la población ya no son idealizados románticamente como unidad corporativa sino que desde el prisma económico el fascismo se revela en toda su pureza y esplendor como el parasitismo que es: el gobierno como parásito y la población como huésped.

LA ECONOMÍA FASCISTA

La economía fascista se caracteriza por ser esencialmente antiliberal, por ende antimercado y anticapitalista, en palabras de Benito Mussolini: "El fascismo rechaza frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como económico", y del propio Adolf Hitler: "Somos enemigos del sistema económico capitalista", es decir, se trata de una economía planificada, controlada o dirigida por un órgano centralizado de poder: el monopolio estatal.

A decir de Murray Rothbard: "El fascismo y el nazismo fueron la culminación lógica en los asuntos internos de la corriente moderna hacia el colectivismo de extrema derecha. Se ha hecho habitual entre los defensores de las libertades, considerar el fascismo y el comunismo como fundamentalmente idénticos. Pero si bien ambos sistemas fueron indudablemente colectivistas, diferían mucho en su contenido socio-económico". En efecto, a diferencia de una economía marxista donde todos los medios de producción están en manos del Estado o en propiedad colectiva, el fascismo económico permite la propiedad privada de medios de producción y la competencia de mercado aunque bajo el control o la influencia directiva del Estado; la empresarialidad se encuentra subordinada a los intereses del proyecto colectivista de unidad nacionalista de la administración pública, donde pueden existir algunas nacionalizaciones o confiscaciones dentro sectores de la economía considerados presuntamente "estratégicos para el interés nacional" así como el proteccionismo de empresas igualmente consideradas "estratégicas" en el mismo sentido.

La regulación fascista de la economía se realiza obviamente como toda intervención en la economía, a través de un marco de derecho positivo, pero destinado especialmente a estructurar un esquema jurídico capaz de proporcionar las condiciones institucionales necesarias para el desarrollo del Bienestar Corporativo (en inglés Corporate Welfare).

BIENESTAR CORPORATIVO

Este mecanismo por lo general se mantiene oculto de las masas, porque dentro de la propaganda y el populismo fascista suele hablarse del llamado Bienestar Social (o Estado de Bienestar Paternalista) que se trata de un conjunto de programas o políticas de subsidios, que se obtienen con dinero arrancado por la fuerza a través de impuestos bajo el pretexto de sostener un supuesto interés colectivo o "ayudar" a la población o a un sector determinado de la misma manteniéndolos en estado de expectativa y mendicidad, mientras que el Estado Corporativo se desarrolla detrás del velo populista. La alegoría que resulta es la del borrego (la población) persiguiendo constantemente una zanahoria (subsidios) atada a una caña que sostiene el político montado en su lomo, así básicamente funciona el llamado Bienestar Social.

El principal objetivo del fascismo económico es el de ejecutar una política fiscal para beneficiar un entramado compuesto por burocracia y empresariado privado, a través del proceso llamado cabildeo (en inglés lobbying) que es una simbiosis que se manifiesta de las siguentes formas:

● Políticos miembros de la burocracia, propietarios o accionistas de empresas privadas que utilizan su influencia para apartar a la competencia de su camino o ser rescatados de una inminente quiebra (también pueden operar a través de testaferros).

● Empresarios privados que se valen de favoritismo o conexiones políticas usando los mismos medios para perseguir los mismos fines del punto anterior.

Como les había comentado, un mecanismo jurídico de regulaciones, subsidios y concesiones selectivas sobre sectores de la economía es esencial para desplegar el fascismo económico por ello los elementos de la intervención del Estado fascista sobre la economía los he logrado diseñar en un Esquema del Bienestar Corporativo. A continuación haré una explicación detallada de los elementos en los que todo libertario debe enfocarse para abolir de raíz el sistema fascista.

1.- Regulación de la competencia

También llamadas leyes anti-trust o antimonopolio, son aquellas que según la versión demagógica dicen estar elaboradas con el propósito de proteger al consumidor de los monopolios, pero que no por casualidad, terminan siempre en detrimento tanto de los consumidores como de las pequeñas empresas, porque transforman el ambiente natural de cooperación contractual y civilizada de mercado en un entorno troglodita, donde la supervivencia del más apto, es decir del que tenga mejores conexiones políticas, es el que siempre se posiciona por encima de los demás competidores por medio de la violencia legal del monopolio estatal, formando en consecuencia monopolios u oligopolios coercitivos y distorsiones dentro de la economía.

Las leyes anti-trust se basan en una lógica totalmente absurda y ajena al funcionamiento del mercado: cobrar más que la competencia sería abuso de posición dominante, cobrar menos sería competencia desleal y cobrar lo mismo que la competencia sería colusión, así que la única forma de evadir esta situación es colocándose por encima de la misma Ley, en pocas palabras, las leyes antimonopolio proporcionan sus propios incentivos para corromperse.

Las leyes anti-trust no son originales del fascismo económico pero si son un elemento complementario para la realización del bienestar corporativo, por lo tanto derogar las leyes anti-trust sería un paso fundamental para desmontar el corporativismo estatal fascista. No se debe entorpecer el surgimiento y desarrollo de PYMES, que las empresas se posicionen en el mercado por los méritos en satisfacer mejor a sus consumidores, no por pertenencia o contactos con las mafias políticas.

2.- Propiedad intelectual

Las patentes de propiedad intelectual son una concesión muy particular ya que con ellas se está otorgando un monopolio sobre las ideas. Con el pretexto de proteger o incentivar la creatividad o la investigación, las patentes siempre logran exactamente lo opuesto, sólo incentivan costosos litigios judiciales por un lado y aumentan el coste para investigar por el otro, cuando la realidad demuestra que sin las patentes de todas formas habría incentivos para la investigación.

Las ideas son bienes incorpóreos que cuando se hacen públicas son automáticamente de dominio universal, no se debe controlar o impedir por la fuerza el proceso humano de percepción, aprehensión y difusión de ideas, persiguiendo físicamente a todos aquellos que deseen emprender soluciones usando ideas precedentes no solamente se impide el mercado, sino que en muchos casos también la libertad de expresión.

Las patentes si bien tampoco son propias del fascismo económico si constituyen un instrumento de relevancia, no son más que otra forma de intervención del Estado sobre la economía que termina gestando monopolios protegidos bajo el mismo principio explicado en el punto anterior, ninguna empresa puede por sí misma impedir violentamente que otra le haga competencia. Si se quiere abolir el corporativismo fascista es necesario que el Estado deje de conceder patentes.

3.- Subsidios corporativos

Es un elemento sine qua non de la política económica fascista. Es el mecanismo por medio del cual se sostiene todo el andamio de bienestar corporativo donde por medio de la exacción fiscal y subsidios selectivos al sector privado se internalizan las ganancias y se socializan los costes y las pérdidas.

De esta política económica surge el aforismo "socialismo para ricos": los empresarios adláteres del gobierno, testaferros y políticos que en muchos casos son accionistas o propietarios de grandes empresas privadas recurren a las arcas del Estado para salvar su patrimonio de una eventual insolvencia.

De todos los subsidios, los corporativos se caracterizan por ser uno de los más excesivos y despilfarradores, son colosales cantidades de dinero robadas a través de los impuestos al ciudadano trabajador destinadas a financiar grandes empresas de manera extremadamente anti competitiva, con la excusa de amparar un supuesto bienestar general o nacional, una de las mentiras populistas más grandes jamás inventadas.

Usualmente los políticos dicen que son subsidios destinados a financiar a productores independientes y PYMES cuando en realidad rescatan a las corporaciones más influyentes, por ejemplo, el gobierno fascista de Estados Unidos destina de 40 a 50 billones de dólares anuales de su presupuesto para supuestamente "incentivar" la pequeña y mediana empresa cuando en realidad se tratan de beneficios para los peces gordos de la industria.

Este proteccionismo cuyo origen es mercantilista, de ganancias concentradas y pérdidas difusas es especialmente nocivo porque perpetúa un círculo vicioso de ineficiencia y distorsiones de mercado profundas de gran impacto social, son empresas que en un mercado libre están destinadas a ser absorbidas o quebrar para dar paso a una competencia que ofrezca bienes de mejor calidad o servicios más eficientes logrando un ritmo de desarrollo sostenido y saludable en la economía.

4.- Banca central

Es una herramienta fundamental de la economía fascista, por medio del banco central se obtiene un poder ilimitado para efectuar la planificación central, desde donde se orquestan los ciclos de expansión y contracción de la economía y se fijan por decreto las tasas de interés. Cuando el banco central compra bonos suministra dinero nuevo y no ganado para el vendedor del bono, los banqueros centrales hacen absolutamente nada para ganarse el dinero, simplemente lo crean de la nada, es lo que se conoce como impresión de dinero FIAT, es decir dinero sin ningún respaldo real de valor en metales preciosos o en su valor intrínseco sino simplemente por la confianza en un decreto estatal y una promesa de pago, es una estafa a gran escala, este mecanismo se conoce como inflación.

Los primeros receptores del dinero fresco de la imprenta, el gobierno y las grandes corporaciones bancarias, son los que se benefician directamente del poder adquisitivo adquirido recientemente mientras que los ahorradores comunes sufren la evaporación de su poder adquisitivo con el antiguo dinero.

Los bancos centrales fijan artificialmente las tasas de interés muy por debajo de lo que vendría siendo el precio normal del mercado para proveer financiamiento barato y casi regalado a la administración pública, incentivando el derroche y crecimiento del Estado en actividades que no hubiesen tenido lugar bajo precios o tasas de interés normales o de mercado, por lo tanto se hace necesario abolir la banca central para acabar con éste mecanismo perverso de fascismo monetario.

CONSIDERACIONES FINALES

La solución elemental para abolir el Estado Corporativista fascista es la vía liberal: reducir progresivamente cargas fiscales hasta eliminarlas, con ello se disuelve la burocracia, todo subsidio, privilegio, controles y lógicamente toda posibilidad de financiamiento o rescate de corporaciones ineficientes. Lo contrario sería contraproducente, mantener el statu quo del fascismo económico o la vía marxista: amplificar la burocracia y la coacción en todos los aspectos, que es el sendero que desgraciadamente están tomando muchas naciones desorientadas por la ignorancia supina en ciencia económica.

En el capitalismo las empresas privadas que tengan que desaparecer tienen que quebrar, asumir ganancias pero también las pérdidas, así de sencillo, la realidad es que no existe interés colectivo o nacionalista alguno que justifique la semejante arbitrariedad de un rescate corporativo.

Una vez más está de parte de nosotros los libertarios ilustrar a la población en general, especialmente a los marxistas declarados y de closet y anarquistas confundidos sobre la naturaleza esencialmente antiliberal, anticapitalista, antimercado del fascismo.

El liberalismo como medio y el anarcocapitalismo como fin es la solución verdaderamente revolucionaria, la única vía sensata y posible para lograr la tan anhelada sociedad libre.

(De www.mises.org.es)

martes, 21 de junio de 2022

Argentina: un país con los valores dados vuelta

Por Roberto Cachanosky

Se privilegia al que no trabaja y se castiga al que se ocupa y preocupa por tener un ingreso laboral

Un piquetero vive de los planes sociales que administran los gerentes de la pobreza. Ellos pueden recibir una asistencia o un conjunto de planes a condición de concurrir a las marchas populares cuando sus “jefes” así lo establecen.

Esos programas, llamados sociales, no tienen límites de tiempo. El Estado no los otorga por un tiempo limitado, por el contrario, no tienen fecha de vencimiento. En estas condiciones, entre la Asignación Universal por Hijo y un conjunto de otros “beneficios” una pareja de personas adultas puede recibir un ingreso lo suficientemente alto como para desestimularla a trabajar. Por ejemplo, cada miembro de la familia puede cobrar un plan Potenciar Trabajo que en junio llega a los $19.470, es decir sumar $38.940 por mes, sin controles sobre si tuvo inquietud de buscar un empleo para no depender del subsidio.

Si tienen dos hijos menores, tienen derecho a percibir $7.332 por cada uno, un total de $14.664 por mes, sumados a la asistencia anterior, ya suma $53.604 mensuales. A esto se le agrega la Tarjeta Alimentar con 2 hijos que suman otros $13.500, llegando a 67.104 pesos.

No es de descartar que alguno de los miembros de la pareja cobre una Pensión por Invalidez Laborativa, dado que en el Presupuesto 2022 figuran 1.117.171 beneficiarios, en contraste con apenas 81.539 en 2003. Es decir, en casi 20 años aparecieron 1.035.632 inválidos laborales sin que se haya producido una guerra, un tsunami o un terremoto que provocara semejante cantidad de inhabilitados para un empleo regular. Solo se pudo detectar una epidemia de ataque de fobia al trabajo.

Con un presupuesto para este rubro de $310.905 millones resulta un promedio de $23.191 por mes por cada uno. Pero, en total podrían embolsar unos $90.265, por arriba de la canasta básica total, lo cual los saca de la línea de pobreza sin trabajar, sin pagar impuestos y viviendo a costa del trabajo ajeno.

Paralelamente, se observa en la serie de datos del Ministerio de Trabajo, un fenomenal incremento del empleo estatal y un mínimo incremento del empleo privado formal, que agrava la mochila sobre el conjunto de ocupados registrados que no dependen de un cheque del sector público.

En enero de 2012, comienzo de la serie oficial de empleo registrado, el total de puestos de trabajo en el conjunto del sector público (nación + provincias + municipios) equivalían al 41,7% del empleo privado formal y en marzo de este año ya representaba el 54% del empleo privado, sin que mejorara la calidad de los servicios públicos a cargo del Estado, como la salud, seguridad, justicia, educación, principalmente.

No se debe olvidar que el régimen del empleado público determina una protección especial a la estabilidad laboral, porque no se lo puede despedir, salvo que se instruya un sumario.

Según datos del Indec, el índice de salarios del sector privado formal aumentó, entre marzo 2021 y 2022 el 56%, en tanto que el correspondiente al sector público subió 59%, es decir 3 puntos porcentuales, sin que mediaran justificaciones para esa brecha, que históricamente ha sido creciente, aun cuando parte de la nómina se sospecha es un “ñoqui” -aparece el 29 sólo para cobrar-, y no enfrenta las exigencias de control de calidad y productividad que se observa en la actividad particular.

Así, mientras los piqueteros, escondidos tras la escenografía de movimientos sociales que no son otra cosa que movimientos políticos, viven del trabajo del sector privado, no tienen límite de tiempo para recibir los subsidios, se dedican a entorpecerle la vida a los que los mantienen, los empleados públicos disfrutan de limitadas horas laborales, estabilidad en sus puestos y mejoras salariales mayores al promedio del mercado, el sector que los mantiene es regularmente castigado con más impuestos y regulaciones absurdas.

Un país no se construye con planes sociales y empleo público creciente, sino con gente que quiera trabajar, desarrollar su capacidad de innovación y arriesgar en emprendimientos para descubrir dónde hay demandas insatisfechas.

Plan Jefes y Jefas

A 20 años de haberse lanzado el Plan Jefes y Jefas de hogar, no solo aumentó la cantidad de beneficiarios de planes sociales, sino que, para peor, se multiplicaron los programas asistenciales, al amparo de un sospechado gran negocio de parte de la política.

Lo que el presidente Eduardo Duhalde lanzó en 2002 como un plan transitorio, se transformó en permanente y ahora la pregunta es: ¿Cuál es el sueldo que debería ganar un padre de familia para no recibir planes e ir a trabajar religiosamente si como están hoy, sin trabajar o haciendo changas, puede mantenerse solo haciendo cortes de tránsito sobre la Avenida 9 de Julio, en la Ciudad de Buenos Aires?

El salario en el sector privado debería crecer enormemente como para que el piquetero prefiera dejar la comodidad de no trabajar y vivir en base a subsidios. Es una cuestión de arbitraje entre trabajar y vivir sin trabajar. En la medida que el Estado estimule el no trabajar a costa del que trabaja, este festival de populismo continuará.

Lo mismo ocurre con el empleado estatal para que esté dispuesto a sacrificar su estabilidad laboral y su salario creciendo por encima del sector privado.

Como frutilla del postre, en Argentina se castiga impositivamente al que trabaja y el mérito es visto como un sacrilegio por parte del Gobierno y si es empresario, se lo cataloga de “salvaje explotador”, y culpable de la pobreza. Por el contrario, al que vive del trabajo ajeno es presentado como una “víctima del sistema”.

No hay duda de que no solo hay que hacer reformas económicas estructurales, sino también reformular los valores que hoy imperan en la sociedad en la que trabajar y esforzarse está mal visto y vivir del trabajo ajeno un derecho social, basado en el corazón del populismo: “donde hay una necesidad nace un derecho”.

(De www.infobae.com.ar)

El Estado más corrompido es el que más leyes tiene

Corruptissima republica plurimae leges. Esta frase en latín, que pertenece a Publio Cornelio Tácito, un historiador, senador, cónsul y gobernador del Imperio Romano, quiere decir que "La república es más corrupta mientras más leyes tiene".

Para darle un sentido acorde a la realidad actual, debemos contemplar dos aspectos principales:

a) Mientras mayor sea la corrupción de una sociedad, surge una mayor necesidad de leyes para salvaguardar la seguridad y la integridad de todos sus integrantes.
b) Debido al incremento tanto de las leyes como de la corrupción, debe admitirse que sólo con la promulgación de nuevas leyes no se logrará disminuir la corrupción generalizada, lo que implica una limitación de la política y del derecho.

Mientras que, en psicología, se mantiene vigente la controversia respecto de la acción humana debida a la herencia genética o bien a la influencia social, surgiendo un equilibrio entre ambas causas, al menos desde las opiniones generalizadas, en cuestiones sociales aparece una controversia similar, ya que muchos piensan que todo accionar colectivo depende del sistema económico y social adoptado, mientras que otros suponen una prioritaria causa en las actitudes y predisposiciones éticas individuales.

Entre las conclusiones a las que llega Alexis de Tocqueville, respecto de la política y la democracia, es que se logrará el mejor sistema a partir de los "hábitos del corazón y de la mente", por lo que deberíamos optimizar los atributos éticos individuales. Al respecto escribió: "El estado social es corrientemente el producto de un hecho, a veces de las leyes y muy frecuentemente de ambas cosas unidas; pero, una vez que existe, se le puede considerar a él mismo como la causa primera de la mayor parte de las leyes, de las costumbres y de las ideas que rigen la conducta de las naciones. Así, lo que no rinde, lo modifica".

"Si largas observaciones y meditaciones sinceras conducen a los hombres de nuestros días a reconocer que el desarrollo gradual y progresivo de la igualdad es, a la vez, el pasado y el porvenir de su historia, el solo descubrimiento dará a su desarrollo el carácter sagrado de la voluntad del supremo Maestro. Querer detener la democracia parecerá entonces luchar contra Dios mismo. Entonces no queda a las naciones más solución que acomodarse al estado social que les impone la Providencia" (Citas de "Historia de la Filosofía Política" de L. Strauss y J. Cropsey-Fondo de Cultura Económica-México 1996).

Los sistemas políticos y económicos tienden a facilitar o bien a dificultar la acción de benefactores o bien de delincuentes, mientras que tales condiciones morales no serían creadas por los sistemas sino que provendrían de causas reinantes a nivel individual. Así, un sistema totalitario tiende a favorecer al inepto y al vago mientras perjudica al honesto y al trabajador. En el largo plazo, posiblemente, tal sistema logre convencer a muchos incautos.

Las leyes totalitarias tienden a prohibir "todo lo que no está permitido" por el Estado, mientras que las leyes democráticas tienden a permitir "todo lo que no esté prohibido". En el primer caso se busca una igualdad generalizada a costa de la anulación de la libertad; en el segundo caso se busca la libertad sacrificando la igualdad económica presuponiendo que la igualdad entre seres humanos implica igualdad ante ley, o igualdad desde el punto de vista de la empatía emocional.

Si bien una mejora en el sistema económico puede brindar también una mejora en los demás aspectos de la sociedad, tampoco resulta suficiente para eliminar la corrupción social, si bien es posible limitar la corrupción en el Estado con su achicamiento. De todas formas, en un sistema democrático, resulta poco esperable que una sociedad corrupta vote mayoritariamente por candidatos que demuestren capacidad y decencia.

Para evidenciar cambios favorables, es preciso advertir la existencia de una mentalidad generalizada que influye en cada uno de los integrantes de la sociedad, si bien en distintos grados. Esta mentalidad, asociada a lo "políticamente correcto", actúa como una inercia mental que tiende a mantener vigentes las ideas y actitudes que conducen a la corrupción.

De ahí que sea conveniente describir las actitudes que impiden la cooperación social generalizada. Este es el caso del egoísmo, actitud por la cual un individuo sólo se interesa en sí mismo a la vez que se desinteresa por el resto de la sociedad. Si todos fuésemos totalmente egoístas, no habrían vínculos sociales de tipo emocional y no habría algo que podríamos denominar como "sociedad". Anatole France escribió: "Todos nos creemos centro del universo y obramos como si en realidad lo fuésemos; para todos, el mundo se reduce a sí mismo" (Del "Diccionario Antológico del Pensamiento Universal" de Antonio Manero-UTEHA-México 1958).

Bastante más destructivo es el odio, con sus dos componentes: la burla y la envidia. Friedrich Nietzsche escribió: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior”, mientras que, respecto de la burla, escribió: "El hábito de la ironía y del sarcasmo corrompe la moral y termina por parecerse a un perro arisco que, además del arte de morder, hubiese aprendido el arte de reír".

En cuanto a la envidia, Cayo Crispo Salustio escribió: "Si me envidian el honor que tengo, envidien también mis trabajos, mi conducta y los peligros en que me he visto, pues por tales medios lo he adquirido".

martes, 14 de junio de 2022

El cristianismo y la cuestión social

El cristianismo, como toda religión, induce a adoptar una actitud que puede describirse como formada por dos partes; una ascendente (que mira hacia Dios) y una lateral (que mira hacia el prójimo). Una actitud que sólo mira hacia Dios e ignora al prójimo resulta ineficaz, ya que se trata de una religión moral. Además, ignorar el mandamiento del amor al prójimo implica mutilar la religión original, convirtiéndola en un pseudo-cristianismo.

Una postura supuestamente religiosa, que carece de la actitud lateral mencionada, carece de lo que se denomina "cuestión social". Si se tiene en cuenta la definición de religión como "la unión de los adeptos", se confirma lo anterior. Ello conduce a algunas mentes generosas a "completar" el cristianismo luego de efecturar la previa mutilación. Igino Giordani escribió: "El nacimiento de la «cuestión social», traído por las revoluciones industriales, primero en Inglaterra y después en los demás países, en la segunda mitad del siglo XVIII, tras de las aplicaciones de las doctrinas materialistas de la escuela liberal y del socialismo, ha vuelto a descubrir la necesidad de plantear un principio moral teológico, aun en la base de los hechos económicos, y ha hecho considerar al Evangelio en el aspecto social como nunca antes se hiciera".

"La Edad Media había aplicado minuciosamente el Evangelio a las relaciones sociales. En su visión católica integral de la vida, los problemas políticos y económicos habían sido planteados, y resueltos también, por la Escolástica. Los teólogos estudiaban tanto la esencia de Dios Trino, cuanto la eticidad de la usura; y los cristianos se acusaban en el confesionario tanto de sus culpas como de sus violaciones del justo precio o de la mercancía pactada, de sus relaciones con sus propios amos o sus propios dependientes, de sus préstamos o de sus contratos" (De "El mensaje social de Jesús"-Ediciones RIALP SA-Madrid 1962).

Cuando decae la influencia de la Iglesia, aumenta la influencia del Estado. Entonces aparecen voces que consideran innecesaria la influencia social del cristianismo. El citado autor agrega: "No faltaron sociólogos ni exegetas luteranos que negasen al Evangelio un contenido social. Junto con ellos no pocos intelectuales racionalistas, que sustraían al Nuevo Testamento su carácter de historicidad, para convertirlo en un centón de Logia alegóricos, de apocalípsis espirituales y de aspiraciones escatológicas, le sustrajeron también toda capacidad y propósito de actuación concreta en este mundo, convirtiéndolo en un mensaje de fuga y de ascesis, de rebeldía contra la vida terrena y de refugio en los sueños del reino celestial".

Calvino, por otra parte, bajo una distinta interpretación de los Evangelios, propone su propia "cuestión social". Giordani escribe al respecto: "El experimento calvinista se desarrolló y prosperó mayormente en zonas industriales. Este hecho se combinó con la ética propia de Calvino, que dio un nuevo impulso al trabajo como una forma de rectitud cristiana en acto, difundió un espíritu de incremento indefinido de las actividades profesionales, y rechazó la condena tradicional de la usura; y que, con la imposición de un límite moral al lujo y al consumo, obligó a ahorrar, es decir, a acumular un capital que había de utilizarse en otro trabajo y no en goces. Creó así la ética de la ganancia".

Más cercano en el tiempo, y menospreciando o ignorando la eficacia social de los Evangelios, Pierre Teilhard de Chardin busca compatibilizar cristianismo con marxismo. En lugar de representar al máximo promotor del amor (Cristo) como opuesto al máximo promotor del odio (Marx), los representa como dos vectores desplazados un ángulo de 90º, y cuya resultante, a 45º, representa la síntesis promovida. Al respecto escribió: “En virtud de lo que acabo de decir, la figura adjunta representa simbólicamente el estado de tensión en que se halla al presente, más o menos conscientemente, instalado todo individuo humano a consecuencia de la aparición, en su propio corazón, junto a las tradicionales fuerzas ascensionales de adoración (Oy) [Eje vertical], una modernísima acción propulsiva (Ox) [Eje horizontal] ejercida sobre cada uno de nosotros por las recién nacidas fuerzas de trans-hominización. Para concretar más el problema, reduzcámoslos a sus términos más perfectos o más expresivos. Es decir, convengamos en que Oy representa simplemente la tendencia cristiana, y Ox representa simplemente la tendencia comunista o marxista, tal como cristianos y marxistas se expresan comúnmente en torno a nosotros, en este mismo momento”.

“Como un conflicto –y aun como un conflicto en apariencia irreductible- nos es forzoso responder. Aquí (siguiendo Oy) una Fe en Dios indiferente, si no hostil, a toda idea de una ultra-evolución de la especie humana. Allí (siguiendo Ox) una fe en el Mundo, formalmente negativa (al menos verbalmente) de todo Dios trascendente”.

“Tomada en sí sola, la fe en el Mundo no basta, pues, para mover la Tierra hacia delante. Pero tomada en sí sola, tampoco es seguro que la fe cristiana, en su antigua explicitación, baste todavía para levantar al Mundo hacia lo alto. Por definición, por principio, la función distintiva de la Iglesia es la de saber y poder cristianizar todo lo humano en el Hombre. Ahora bien, ¿qué puede acontecer (qué no está ya aconteciendo…) si, en el momento preciso, cuando en la «anima naturaliter christiana» empieza a surgir una componente tan viva como la conciencia de un «ultra-humano» terrestre, que la autoridad eclesiástica ignora, desdeña o incluso condena, sin siquiera llegar a comprenderla, la nueva aspiración?”.

“Oy y Ox, en lo alto y hacia delante: dos fuerzas religiosas, repito, que ahora ya se afrontan en el corazón de todos los hombres; dos fuerzas, acabamos de verlo, que se debilitan y marchitan si se aíslan; dos fuerzas, por consiguiente (y es lo que me falta por demostrar), que sólo esperan una cosa: no que hagamos una elección entre ambas, sino que hallemos el modo de combinarlas a la una con la otra” (De “El porvenir del hombre”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1962).

Según Teilhard, el marxismo-leninismo, que produjo en el mundo unas cien millones de victimas al intentar imponer el socialismo, no debe desaparecer, sino que debemos “combinarlo” y compatibilizarlo con el cristianismo. Ésta parece ser la semilla que ha crecido dentro de la Iglesia hasta relegarla al lugar más denigrante en toda su historia, ya que la propia Iglesia de Cristo trata de asociarse a las fuerzas del Anti-Cristo.

En la actualidad, se cae al extremo de considerar que el cristianismo debe dejar de lado la actitud ascendente y concentrarse sólo en lo social, olvidando que la fuerza ideológica de todo intento de adaptaciób al orden natural debe contemplar la existencia de leyes naturales invariantes que, en cierta forma, materializan la simbología del Dios personal que interviene en los acontecimientos humanos. Giordani escribió: "Mientras que el valor dogmático de la fe se atenúa cada vez más, crece cada vez más la importancia concedida a las obras, como a suprema tabla de salvación. Los más audaces, y los más ingenuos, proclaman que la religión cristiana debe, si quiere vivir, transportarse íntegramente al orden social. Activismo contra quietismo; «servicio social» contra especulación teológica".

sábado, 11 de junio de 2022

Sorokin y sus críticas sociológicas

La crítica a las teorías y a las ideas resulta inherente a la ciencia experimental. En cierta forma actúa como una especie de "control de calidad" que tiende a optimizar resultados. Mientras que en la física las críticas a una teoría resultan un tanto alejadas de los aspectos personales de su autor, en ciencias sociales pareciera que fuesen más cercanas, y de ahí que las críticas resultan ser también fuentes de conflictos.

El presente y el futuro del sociólogo, tanto profesional como laboral, dependen bastante de la opinión de sus colegas, de ahí que las críticas negativas sean muy mal recibidas, aunque sean una motivación más para mejorar la calidad de un informe o de un artículo. En el ámbito de la sociología, el crítico más destacado ha sido Pitirim Sorokin. Al respecto, George Ritzer escribió: "Pitirim Sorokin ha sido descrito como «El chico malo y el abogado del diablo de la sociología estadounidense». Llevado por su gran ego, Sorokin criticaba casi todo y a casi todo el mundo. Resultado de lo cual, Sorokin y su obra se convirtieron en objeto de numerosas críticas".

"Una de las enemistades inveteradas y más interesantes y duraderas de Sorokin se encarnó en la persona de Talcott Parsons. Parsons fue nombrado en Harvard tutor de sociología cuando Sorokin era director del departamento. Sin embargo, fue Parsons quien finalmente se convirtió en el sociólogo más importante de Harvard y de los EEUU. El conflicto entre Sorokin y Parsons se intensificó debido al gran solapamiento entre sus teorías".

"Sorokin terminó finalmente aislado en el Departamento de Harvard, relegado a un despacho de aspecto desolado, deslizando por debajo de las puertas de las oficinas del departamento una declaración mimeografiada en la que reclamaba que Parsons le había robado sus ideas" (De "Teoría Sociológica Contemporánea"-McGraw-Hill/Interamericana de España SA-Madrid 1993).

Entre las críticas de Sorokin aparece aquella en la que describe el olvido de la historia de la sociología y la posterior creencia en la originalidad de una teoría, escribiendo al respecto: "Los términos «sociología moderna» y «ciencia psicosocial moderna» se refieren al estado de estas disciplinas durante los veinticinco años pasados, aproximadamente. En este periodo el principal defecto de estas ciencias fue una especie de amnesia respecto a su historia, descubrimientos y realizaciones previas".

"Un segundo punto flaco está estrechamente ligado al primero. Muchos sociólogos o investigadores psicosociales modernos pretenden haber hecho determinado número de descubrimientos científicos «por primera vez en toda la historia» de la sociología o alguna otra rama psicosocial del conocimiento. Diciéndolo en unas pocas palabras, este punto flaco puede llamarse «complejo obsesivo de descubridor» o con más precisión «complejo de descubridor»" (De "Achaques y manías de la Sociología moderna y ciencias afines"-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1957).

En el citado libro, Sorokin fundamenta sus críticas con numerosos ejemplos, como si fuese una vitrina en la que pueden evidenciarse claramente sus apreciaciones. Otra de sus críticas va dirigida al lenguaje utilizado por algunos sociólogos. Refiriéndose a un caso determinado, escribió: "Además de «amontonar» una serie de palabras difíciles y pobremente definidas, esta definición de una institución tiene la virtud adicional de ser perfectamente tautológica: una «institución» es un «complejo de partes institucionalizadas». ¡Qué extraordinariamente elegante y precisa es esta definición!".

Bajo el subtítulo de "Quantofrenia", Sorokin critica el uso indebido de fórmulas matemáticas e incluso de conceptos físicos en sociología o en psicología social. Este es el caso de Kurt Lewin y la utilización del concepto físico de "campo de fuerzas"; haciendo completamente inaccesible su teoría en especial para quienes conocen algo de tal tema de la física. Sorokin escribe al respecto: "Las obras de Lewin están llenas de estos taquigráficos símbolos caseros. Careciendo de relación con las matemáticas, sus engorrosos jeroglíficos no sirven para nada útil".

"La psicología se convierte ahora en un «campo psicológico», como una estructura a la cual puede ordenarse toda actividad psicológica. Habiendo obtenido su «campo especial» psicológico, los autores proceden a transferir palabra por palabra los términos del espacio geométrico: dirección, vector, sentido, magnitud, distancia, continuidad o discontinuidad, libertad o restricción. Añaden a estos conceptos físicos sus propios términos caseros: «sendero», «locomoción», «movilidad», «fluidez», «permeabilidad», «cohesión», «propósito», «objetivo» y otros cuantos enteramente ajenos a los de espacio euclideano, lovatchesquiano o riemanniano; deforman así los conceptos de espacio de la física o matemáticas".

A quienes pretenden acceder a la obra de Kurt Lewin, posiblemente les surgirá la sensación de ser minusválidos mentales, por lo que resulta "sanador" conocer la advertencia anterior. Puede decirse que la antipática figura de Sorokin, y de otras similares, son necesarias para el progreso del conocimiento, por lo que dejan de ser antipáticas, al menos parcialmente.

viernes, 10 de junio de 2022

Las raíces psicológicas del antiliberalismo

Por Ludwig von Mises

Los problemas de la cooperación social que este libro se propone discutir sólo pueden analizarse con argumentos racionales. Con el racionalismo, obviamente, no se llega a captar el núcleo duro de la resistencia contra el liberalismo, ya que ésta no proviene de la razón, sino de una actitud psicológica que tiene aspectos patológicos: de un resentimiento y de un complejo que podemos llamar «complejo de Fourier», del nombre del célebre socialista francés.

Sobre el resentimiento, sobre la actitud malévola fruto de la envidia, poco hay que decir. El resentimiento entra en juego cuando alguien, aun encontrándose en condiciones bastante beneficiosas, odia hasta el punto de estar dispuesto a aceptar graves desventajas con tal de ver perjudicado el objeto de su odio. También muchos adversarios del capitalismo saben perfectamente que su condición sería menos favorable bajo cualquier otro sistema económico; pero aun siendo perfectamente conscientes de esto, se baten por una reforma, por ejemplo, el socialismo, porque esperan que también el rico al que envidian salga perdiendo. Repetidamente hemos oído decir a los socialistas que incluso la miseria material en la sociedad socialista será más soportable porque se tiene por lo menos la certeza de que nadie estará mejor.

En todo caso, el resentimiento puede combatirse si se emplean argumentos racionales. En definitiva, no es demasiado difícil explicar a quien está dominado por el resentimiento que su problema no puede ser empeorar la situación de quien está mejor, sino mejorar la propia.

Mucho más difícil es combatir contra el complejo de Fourier. Es éste una grave patología psicológica, una auténtica neurosis que debería interesar más a la psicología que a la política. Sin embargo, hoy es imposible fingir ignorar su existencia cuando se indagan los problemas de la sociedad moderna. Por desgracia, los médicos no se han ocupado nunca hasta ahora de las tareas que les plantea el complejo de Fourier; tampoco Freud, el gran maestro del psicoanálisis, ni su escuela, han prestado atención a este problema en su teoría de la neurosis, aunque hay que agradecer a la psicología que haya descubierto la única vía que conduce al conocimiento de este conjunto de cuestiones.

Es posible que ni una persona entre un millón alcance en su vida las metas a las que ha aspirado. El éxito, incluso para aquellos a quienes sonríe la fortuna, es siempre con mucho inferior a la realidad que los ambiciosos sueños cotidianos permitían esperar en la juventud. Proyectos y deseos se quiebran en mil resistencias, y nos damos cuenta de que nuestras fuerzas son demasiado débiles para alcanzar las metas ideales que nos habíamos fijado. El naufragio de las esperanzas, el fracaso de los proyectos, nuestra insuficiencia ante los retos que otros nos ponen o que nos habíamos puesto nosotros mismos, son la experiencia más importante y dolorosa que cada uno de nosotros ha vivido, son el destino típico del hombre.

El hombre puede reaccionar a este destino de dos modos. Uno es el que sugiere la sabia visión de la vida de Goethe: «¿Acaso crees que deba odiar la vida y refugiarme en el desierto, sólo porque no todos mis sueños en ciernes maduraron?» —exclama su Prometeo—. Y Fausto comprende, en el «momento supremo», que «la clave última está en la sabiduría»: «La libertad, como la vida, sólo se merece si se está obligado a conquistarla a diario.» No hay destino terreno adverso que pueda vencer esta voluntad y este espíritu. Quien toma la vida como es y no se deja oprimir por ella, no tiene necesidad de consolarse con el autoengaño sistemático y buscar en él un refugio a la propia autoconciencia lacerada. Si el éxito esperado no se realiza, si los golpes del destino frustran de improviso todo cuanto se ha obtenido en años de fatiga, él multiplica sus esfuerzos. Al destino adverso sabe mirarle a la cara sin cesiones.

El neurótico, en cambio, no puede soportar que la vida se le presente con su verdadero rostro. Para él la vida es demasiado burda, prosaica, grosera. Para hacerla soportable, no quiere, como hace la persona sana, «seguir adelante resistiendo a cualquier violencia»; su debilidad se lo impediría. Y entonces se refugia en una idea obsesiva. Según Freud, la idea obsesiva es «eso que se desea, una especie de consolación», caracterizada por «su resistencia a los ataques de la lógica y de la realidad». Por eso no basta explicarle al enfermo su insensatez con argumentos convincentes; para curarse, el enfermo tiene que superarla por sí mismo, debe aprender a comprender por qué no quiere soportar la verdad y busca refugio en sus obsesiones.

Sólo la teoría de la neurosis puede explicar el éxito que obtuvo el fourierismo, producto demencial de un cerebro gravemente enfermo. No es éste el lugar para demostrar la psicosis de Fourier mediante una cita puntual de los pasajes de sus escritos; esto es algo que sólo interesa a los psiquiatras o acaso a quienes se divierten leyendo las ocurrencias de una desenfrenada fantasía. Pero es importante observar que el marxismo siempre que se ve obligado a abandonar el terreno de la palabrería dialéctica y de la ridiculización y difamación del adversario, y a hacer finalmente un razonamiento objetivo, no sabe presentar otra cosa que Fourier, la «utopía».

Tampoco el marxismo consigue construir el modelo de sociedad socialista sino recurriendo a dos temas ya adoptados por Fourier, y que contradicen cualquier experiencia y lógica. Por una parte, la idea de que «el substrato material» de la producción, que «existe por naturaleza y por tanto sin intervención del hombre», está disponible en medida tan abundante que no es necesario economizarlo, de donde la fe en un «aumento prácticamente ilimitado de la producción». Por otra, la idea de que en la comunidad socialista el trabajo se transformará, no será ya «una carga sino un placer»; mejor dicho, se convertirá en «la primera necesidad vital». Cuando todos los bienes existen en abundancia y el trabajo es un placer, es claro que no es difícil construir el país de Jauja.

El marxismo cree que puede mirar con supremo desprecio, desde lo alto de su «socialismo científico», a los románticos y al romanticismo. Pero en realidad su procedimiento no es muy distinto; tampoco él elimina los obstáculos que se oponen a la realización de sus deseos, sino que se contenta con desvanecerlos en sus fantasías.

En la vida del neurótico el autoengaño desempeña una doble función. Sirve para consolar por los fracasos y para esperar en los éxitos futuros. En el caso del fracaso social —el único que aquí nos interesa— la consolación consiste en convencerse de que la no consecución de las ambiciosas metas perseguidas no debe atribuirse a su incapacidad sino a las carencias del ordenamiento social. El frustrado espera entonces obtener del derrocamiento del orden social existente el éxito que éste le ha negado. Y es totalmente inútil tratar de hacerle comprender que el Estado futuro que él sueña es irrealizable, y que la sociedad basada en la división del trabajo no puede sostenerse sino sobre la propiedad privada de los medios de producción.

El neurótico se aferra tenazmente al engaño que se ha construido con sus propias manos, y cuando se encuentra ante la elección entre renunciar a él o al razonamiento lógico, prefiere sacrificar la lógica. Puesto que la vida le sería insoportable sin la consolación que encuentra en la idea socialista, la cual, mostrándole que los errores que han ocasionado su fracaso no dependen de su persona sino que están inscritos en el curso mismo de las cosas, levanta su autoconciencia postrada y le libera de su torturador sentimiento de inferioridad. Como el fiel cristiano puede aceptar fácilmente las desventuras terrenas porque espera la continuidad en la existencia individual en un mundo mejor ultraterreno, en el que quienes en la tierra fueron los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros, así para el hombre moderno el socialismo se ha convertido en el elixir contra el malestar de este mundo terreno. Pero mientras que la fe en la inmortalidad, la recompensa en el otro mundo y la resurrección han representado un estímulo a la regeneración virtuosa en este mundo, los efectos de la promesa socialista son totalmente distintos. Esta promesa no sabe imponer otro deber que el defender la política de partido del socialismo, que en compensación regala expectativas y reclamaciones.

Si ésta es la característica de la idea socialista, se comprende que todo seguidor del socialismo espere de él todo lo que le ha sido negado. Los autores socialistas prometen a todos no sólo la riqueza sino también la felicidad y el amor, el pleno desarrollo psíquico y físico de la personalidad, el despliegue de grandes potencialidades artísticas y científicas, etc. Recientemente sostuvo Trotski en un escrito que en la sociedad socialista el «nivel medio de la humanidad (…) se elevará a las alturas de un Aristóteles, de un Goethe, de un Marx». El paraíso socialista será el reino de la perfección, habitado por auténticos superhombres irremediablemente felices. De semejantes absurdos está llena toda la literatura socialista. Pero son precisamente estos absurdos los que ganan para el socialismo la mayoría de sus adeptos.

No se puede, ciertamente, llevar al psicoanalista a todo el que sufra el complejo de Fourier, pues lo impediría, si no otra cosa, el número enorme de afectados. Aquí la única medicina es confiar al enfermo mismo la curación de su enfermedad. Mediante el conocimiento de sí mismo debe aprender a soportar su destino sin ir en busca de chivos expiatorios a los que echar todas las culpas; y debe intentar comprender cuáles son las leyes básicas de la cooperación social entre los hombres.

(Este es un extracto del libro Liberalismo: La tradición clásica de Ludwig von Mises).

(De www.mises.org.es)

jueves, 9 de junio de 2022

Idea predominante vs. Descalificación de ideas equivocadas

En la actualidad, y en las diversas sociedades, parece predominar "la fuerza del odio y la mentira" en lugar del predominio de "la fuerza del amor y la verdad", promovida por el Mahatma Gandhi. Como en toda cuestión ética, resulta evidente que la lucha ideológica requiere de dos etapas principales: describir aceptablemente las causas que producen el Bien, para acentuarlo, y describir aceptablemente las causas del Mal, para atenuarlo.

Una alternativa a esta descripción dual, implica describir y promover principalmente las causas del Bien, concentrando todos nuestros esfuerzos en tal aspecto de la lucha ideológica. Se adopta una postura comprensible desde una analogía con la física. Este es el caso de los protones del núcleo atómico, que deben estar muy juntos a pesar de que la fuerza de repulsión eléctrica tiende a impedirlo. Sin embargo, en el núcleo aparece una fuerza mucho más intensa (fuerza nuclear fuerte) que vence a la fuerza eléctrica permitiendo la reunión de los protones, además de otras partículas.

En el caso de la promoción de "la fuerza del amor y la verdad", ignorando al conjunto de "fuerzas opositoras", se tiende a descalificarlas asociándoles un carácter pecaminoso. Así, por ejemplo, se considera que la ambición de poseer un auto Ferrari o Mercedes Benz, descuida la atención respecto del cumplimiento prioritario de los mandamientos bíblicos. Y de ahí surge la equivocada actitud de descalificar a tales medios de movilidad en lugar de advertir la desaconsejable escala de valores adoptada por quienes priorizan los automóviles a los seres humanos.

Este error consiste en no confiar en la efectividad de los mandamientos bíblicos y en su valor como medio para lograr un elevado nivel de felicidad. De ahí la necesidad de descalificar injustamente a todo bien material. Por el contrario, cuando se valora adecuadamente la ética bíblica, desaparece la necesidad de establecer descalificaciones, lo que no implica que convenga dejar de describir todo alejamiento de las normas éticas naturales.

En las diversas interacciones sociales casi siempre aparecen conflictos. Para solucionarlos resulta imprescindible recurrir a instancias superiores, tal el caso de la ley natural que rige las conductas individuales. Ello nos conduce a adoptar la visión del astrónomo, acostumbrado a "mirar desde arriba", y a quien le resulta familiar contemplar la vida inteligente en el marco de todo el universo.

Desde ese punto de vista, observaremos al resto de los seres humanos como nuestros iguales, regidos por las mismas leyes naturales y ubicados en un pequeño planeta marginal. Ello nos hará recordar que todos necesitamos del resto de los humanos para establecer la mejor estrategia de supervivencia, y de ahí la conveniencia de acentuar la empatía emocional, como un atributo con que nos ha provisto la evolución biológica y que debemos considerarlo como prioritario en el proceso de nuestra adaptación cultural al orden natural.

La empatía emocional, por la cual tenemos la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, es la base de la "fuerza" de unión que deberá prevalecer contra las diversas fuerzas de oposición. De ahí que la sensación de igualdad entre seres humanos predominará netamente sobre las ideas de desigualdad por cuestiones de nacionalidad, etnia, clase social, nivel intelectual, etc.

El mandamiento del amor al prójimo no es otra cosa que un mandato proveniente de Dios (según la visión teísta), que nos induce a priorizar la empatía emocional. Tal mandamiento implica que debemos desarrollar una predisposición empática, en lugar de compartir penas y alegrías ajenas de cualquier persona, lo que resulta totalmente impracticable. Para que mejore la sociedad, no es necesario que sus integrantes lleguen a tal extremo. Es el mismo caso requerido para evitar accidentes viales; no hace falta que nos convirtamos en perfectos conductores que nunca más cometeremos falta alguna, lo que resulta imposible de lograr, sino que deberemos adoptar la predisposición o actitud de manejar con sumo cuidado respetando las reglas de tránsito establecidas. Con ello las cosas mejorarán notablemente.

miércoles, 8 de junio de 2022

Capitalismo y confianza, la solución...

Por Elena Valero Narváez

Ha pasado el 25 de Mayo y es bueno reflexionar sobre el sentimiento patriótico. Muchos recordamos en esa fecha a los héroes que nos hicieron la Patria, quienes estaban muy lejos, en las ideas, de gobiernos nacionalistas como el que nos gobierna en la actualidad. Justamente hicieron la Revolución para poder disfrutar del mundo que les negaba España, con su monopólico sistema de comercio. La argentinización a la que nos quieren llevar los Fernández poco tiene que ver con el amor a la Patria, no es ni más ni menos que un querer volver a un pasado, el de 1943.

Nos cambió el rumbo liberal hacia el que nos llevaba la Constitución de 1853, que propiciaba un Estado que hiciera cumplir las leyes, mantener el orden, preocuparse por la Justicia, la propiedad privada y por la noción de libertad, de soberanía del individuo frente al poder.

El hijo dilecto de las ideas que nos mantienen en la decadencia política, económica, y cultural fue Juan Domingo Perón, quien las puso en práctica nacionalizando a troche y moche, con el asentimiento del ejército, la dirigencia gremial, los partidos nacionales y populares que se llenaban la boca con la defensa de la soberanía y la autarquía económica. Si bien se respiraba en el aire estas ideas, fue Perón el que las llevo a la práctica dándole un marcado tinte fascista; destruyó al sindicalismo independiente, avasalló las universidades, humilló al régimen parlamentario, monopolizó la radio y el cine, restringió la libertad de prensa, manejó discrecionalmente los fondos públicos y los inmensos recursos sustraídos a la producción, controló la economía y las finanzas y pretendió eternizarse en el poder.

Lo dramático del caso es que por inercia cultural sus ideas aún perduran, es que el Partido Radical también se nutrió de ellas, si combatió al Peronismo no fue por el manejo de la economía sino por su matriz autoritaria. Estuvo apegado a las ideas de base nacionalista y socialista de la Declaración de Avellaneda de 1945, muy parecidas a las de los peronistas.

Es así como la conciencia estatista está estampada en los argentinos, todos quieren ser empleados del Estado, allí no se despide, no se trabaja, hay más posibilidades de mantener el puesto. En la Argentina, se nos cae encima el peso de un Estado acaparador, como quería Marx, se pretende que todas las fuerzas productivas pasen a mano del Estado o sean dirigidas por él. Se envidia al que tiene éxito, al que con su trabajo se hace rico, la gente no se alegra con el bienestar de los empresarios, olvidan los esfuerzos y las pérdidas que han tenido que afrontar para prosperar y de cuantos quedan en el camino en pos de satisfacer las necesidades de la gente o creándoles otras nuevas. Invertir es una apuesta en la que se puede perder todo, no lo puede entender la burocracia socialista, solo ve y les molesta los lujos que pueden darse los que se han ganado, trabajando, el premio de la prosperidad. Nosotros usufructuamos muchas de las creaciones de sus inversiones; la diferencia entre el empresario y el funcionario del gobierno es que aquel para tener éxito debe elegir un emprendimiento que satisfaga alguna necesidad de la gente y, a la vez, debe conseguir que sea rentable, el mercado lo debe aceptar.

DAR LA VUELTA

A esta situación, que nos angustia y deprime, solo se le puede dar la vuelta, si las ideas de la libertad avanzan; debemos apoyar a quienes luchan contra el colectivismo y el estatismo, a quienes quieren fortalecer las instituciones democráticas destinadas a proteger las libertades civiles y reconocen principios de ética política.

La prédica liberal tiene que centrarse en la defensa del sistema capitalista, mostrar con ejemplos que solo puede desarrollarse en un ambiente de paz donde el derecho garantice el empleo de la propiedad privada. Es importante que se comprenda que esta es la base sobre la que puede construirse cualquier empresa, si no convencemos que mediante la acumulación y concentración de riqueza, hay más posibilidades de desarrollo cultural, de ayuda a los obreros que necesitan del saber, del conocimiento, no tendremos salida, se continuará con impuestos distorsivos y chupando la energía a los sectores productivos.

No hay que insultar, sino discutir los problemas y las soluciones, la sociedad está atenta porque no quiere otro fracaso, es el momento justo para mostrarle que si comparamos las experiencias socialistas, o nacionalismos populares, como la de Perón o los Kirchner, con los países desarrollados por el sistema capitalista, se verá, rápidamente, que hay mejores condiciones de trabajo, actividades nuevas, la pobreza es menor o menos trágica y las posibilidades de vida se incrementaron increíblemente.

Sin mantener el valor de la moneda y frenar la inflación no se consiguen bases firmes para el desarrollo y los intercambios, es un problema político y humano de primera magnitud. No se puede esperar más, el índice del costo de nivel de vida va en aumento, las variaciones se mueven en sentido progresivo, el reajuste de salarios sigue siendo un tema de perturbación a medida que se agrava la cuestión. La población pasiva, en general, viene sobrellevando una situación insostenible por el atraso en que se las mantiene con respecto a las actualizaciones.

REFORMAS A FONDO

Si no se encaran, con convicción y energía, reformas estructurales, Argentina seguirá desenvolviéndose en las condiciones actuales y sus gobernantes demagogos y expertos en planificación económica no tendrán otra alternativa que mendigar ante las naciones más desarrolladas a quienes les atribuyen la obligación de pagar sus errores y debilidades. Si la gente no confía en que la moneda será estable y convertible en el futuro, no responderán a ningún plan económico, para eso deben definir los futuros candidatos en qué consisten las soluciones sin caer como siempre en reparaciones mágicas.

Ya sabemos por experiencia que lo que se viene no será fácil, se deberá acudir a medidas llamadas impopulares, y se debe tener el coraje y la honestidad de decirlo y pedir colaboración y apoyo a la sociedad para realizarlas.

En cuanto a misiones comerciales el Gobierno no debería perder el tiempo, nadie, en las actuales condiciones va a invertir en el país, o sea seguiremos vegetando hasta que haya confianza en un futuro mejor.

MALDITO INVENTO

En la Argentina se sigue creyendo que el socialismo es posible, a pesar de los ejemplos que indican que fue un invento de intelectuales, una utopía que al igual que todas ellas una vez que llego al poder se convirtió en contrautopía. Es que Marx aun está en las cabezas de quienes enamoró cuando eran adolescentes escribiendo con pasión, condimento esencial para ejercer la docencia y la política, porque convence. Era historicista, no necesitó acompañarse de la moral, no escribió para eliminar la pobreza, que es lo que pide la gente.

Hoy sabemos que los procesos sociales son más complejos que su teoría y que la posición social puede variar, depende de la salud, el azar, la inteligencia, el trabajo, no estamos determinados. Otra vez, basta con la comparación para saberlo.

La movilidad social fue enorme desde que el sistema capitalista hizo sus primeros pasos, allá por la mitad del siglo XIX. Se le achacan los defectos que tienen algunos capitalistas, esas personas existen en cualquier sistema, más aun en el socialista donde son los funcionarios los que toman las decisiones, en vez del mercado. No se entiende que si bien no puede evitarse la naturaleza humana, cuando existen leyes que ayudan a cumplir las normas sobre las que se hacen los contratos, hay seguridad jurídica, se evita el fraude y la corrupción.

Los partidos tan vilipendiados en la actualidad deben volver a ocupar un papel importante, dejar su tendencia burocrática y demagógica por falta de ideales generosos, deben tener una plataforma revolucionaria en el sentido de renovar la sociedad con un cambio de rumbo, con procedimientos honestos, practicar la democracia interna donde se elija a los más capacitados y de probada honestidad, respetando el derecho de las minorías cuando lleguen al poder. También la Iglesia debe rever su actitud, ocupar otra vez un rol fundamental en un ambiente de pobreza como el de hoy.

EVOLUCION RAPIDA

Necesitamos que se acepte un cambio rápido pero evolutivo basado en la educación, con un Estado reducido, revalorizando la Constitución como instrumento de una sociedad mejor, y como consecuencia de la normatividad liberal, se permita que la actividad privada, tan rechazada por el kirchnerismo, pueda asignar recursos donde encuentre mejores oportunidades de beneficio. Es urgente liberar la economía, abrirla al exterior y disminuir, ostensiblemente, la presencia del sector público.

La actual gestión gubernamental ha violado en demasiadas oportunidades el orden jurídico y constitucional vigente, se vale de cualquier recurso aun vulnerando cualquier principio, con ello aleja las soluciones y agrava los conflictos. La pobreza en nuestro país, en gran medida, se debe a que no existe una red institucional éticamente mejor de la que tenemos, hacia ello se debería también apuntar.

Ha pasado el 25 de Mayo y es bueno reflexionar sobre el sentimiento patriótico.

(De www.laprensa.con.ar)

domingo, 5 de junio de 2022

Comentario sobre «La acción humana» de Mises

Por Jesús Huerta de Soto

El tratado de economía de Ludwig von Mises titulado La acción humana es uno de los libros que más influencia ha tenido durante los últimos cincuenta años en el cambio de opinión experimentado en nuestro país a favor de la economía de mercado y la libertad de empresa. Téngase en cuenta que la primera edición española de esta obra apareció gracias a los buenos oficios de la Fundación Ignacio Villalonga y al esfuerzo del traductor y prologuista Joaquín Reig Albiol, a comienzos de 1960, es decir, poco más de un año después de la publicación del primer número de la Actualidad Económica que ahora celebramos.

A diferencia de los libros keynesianos e intervencionistas (varios de los cuales se incluyen en esta misma sección de libros más influyentes) que eran recibidos con indisimulado alborozo por las autoridades de entonces, La acción humana tuvo grandes dificultades para pasar la censura franquista, sobre todo por su contenido puramente liberal y su crítica sin concesión alguna a todo tipo de socialismo y planificación (incluyendo la “planificación indicativa”, que en esos tiempos hacía furor).

Por otro lado, La acción humana de Mises, y de nuevo en agudo contraste con la mayoría de libros aquí reseñados y hoy ya obsoletos, no ha perdido un ápice de su actualidad y no ha dejado de ser leída y estudiada por generaciones y generaciones de economistas españoles, y buena prueba de ello es que acaba de publicarse la octava edición de la obra por Unión Editorial hace escasos meses. En total pueden estimarse que han sido más de treinta mil los ejemplares vendidos de este tratado de más de mil páginas que se ha considerado, con toda razón, como la “Biblia” del economista liberal. Además, el tratado se utiliza como libro de texto en diversas universidades españolas que ofrecen así una interesante alternativa liberal al enfoque más intervencionista y basado en la ingeniería social del mainstream que hasta ahora dominaba en nuestros departamentos universitarios.

Ludwig von Mises fue el economista más importante de la denominada escuela austriaca en el siglo XX. En su tratado de economía corona muchas décadas de investigación y docencia efectuadas primero en Viena, luego en Ginebra y finalmente en la universidad de Nueva York, ciudad en la que falleció en 1973. Frente al análisis del equilibrio que obsesiona a los teóricos neoclásicos (sean de corte keynesiano o de la escuela de Chicago), Mises pone el énfasis en desarrollar la teoría económica en base al estudio de los procesos dinámicos del mercado impulsados por la capacidad creativa y coordinadora de la función empresarial. Este enfoque de Mises no solo es mucho más realista y fructífero, sino que, además, le permitió formular el teorema de la imposibilidad de la planificación y el socialismo: en ausencia de libre empresa y precios de mercado para los bienes de capital es imposible el cálculo económico, pues el órgano de planificación (llámese Gosplan, Oficina de Estadística o, en el ámbito financiero, el Banco Central) es incapaz de hacerse con la información que necesita para dar un contenido coordinador a sus mandatos (y ello no solo por razones de volumen y complejidad, sino, sobre todo, porque la propia coacción que caracteriza al estatismo bloquea el descubrimiento empresarial del conocimiento de primera mano que precisamente necesita “como agua de mayo” el intervencionista estatal para tener éxito con su regulación).

La caída del muro de Berlín en 1989 y el desprestigio y crisis creciente del Estado del bienestar han supuesto la confirmación histórica definitiva del análisis de Mises, a la vez que han evidenciado los graves fallos teóricos de otros paradigmas alternativos que, como el de los “liberales” de la escuela de Chicago y el de los macroeconomistas keynesianos, nunca han llegado a entender con sus obtusos modelos de equilibrio lo que de verdad sucede en los mercados del mundo real.

Una aplicación práctica importante del teorema misesiano sobre la imposibilidad del cálculo económico socialista es su teoría del ciclo económico. Este surge de la descoordinación intertemporal inducida en forma de masivos errores de inversión en la economía real (por ejemplo, ahora, en el sector inmobiliario) como resultado de años de laxitud monetaria y expansión crediticia (por ejemplo, hipotecas basura a bajos tipos de interés). Los ciclos económicos tienen su origen, por tanto, en los procesos recurrentes de expansión crediticia que emprende el sistema bancario de reserva fraccionaria orquestado por el banco central (verdadero órgano de planificación central en el ámbito financiero que se encuentra aquejado de los típicos efectos derivados de la falta de información y bloqueo de la creatividad y la coordinación que tan acertadamente diagnosticara Mises en toda agencia estatal intervencionista).

El ciclo, por tanto, no es un problema macroeconómico, sino esencialmente microeconómico: surge porque los empresarios, engañados durante años por unas condiciones crediticias demasiado laxas y unos tipos de interés hiperreducidos y manipulados, invierten en proyectos de inversión que no corresponden (en cuanto a su distribución geográfica y maduración en el tiempo) con aquellos que de verdad desean los consumidores. Tarde o temprano, la descoordinación que genera toda agresión (en este caso monetaria) en el mercado se pone de manifiesto cuando se descubre que los proyectos de inversión no son rentables (por ejemplo, centenares de miles de pisos que quedan sin vender) y es preciso iniciar un doloroso reajuste que recoloque los escasos factores de producción allí donde deben estar.

Las recesiones y crisis económicas son inevitables una vez que previamente se ha verificado la expansión crediticia: tan solo se pueden prevenir evitando ésta, aunque una solución definitiva requeriría un rediseño institucional del sector financiero: libertad de elección de moneda, privatización del dinero y derogación de las leyes de curso forzoso, restablecimiento de un sistema de banca libre con un coeficiente de caja del 100 por 100 para los depósitos a la vista y eliminación del banco central. Mientras no se consideren políticamente aceptables estas reformas, poco puede y debe hacerse en una situación de recesión económica (la fase sana de “resaca” en que se ponen de manifiesto los graves errores cometidos y se inicia el necesario proceso de liquidación de proyectos erróneos y de reasignación de factores de producción) salvo liberalizar y flexibilizar al máximo todos los mercados de recursos productivos y especialmente el laboral (con la finalidad de acelerar en la medida de lo posible el reajuste haciéndolo así menos duradero y socialmente doloroso), reduciendo el peso del Estado sobre la economía a todos los niveles (menor gasto público y bajada generalizada de impuestos).

Como conclusión, puede afirmarse que en La acción humana de Mises se trata la ciencia económica toda con una lógica y un rigor implacables que dan respuesta a los problemas económicos y sociales que agobian al hombre moderno. Sólo siguiendo los dictados de la razón frente a los de la emoción y la corrección política podrán superarse los desafíos actuales y asegurar el avance de la civilización con unos fundamentos jurídicos, morales y económicos que son inseparables de los principios de la propiedad privada, la libertad de empresa, y los procesos de mercado libre que constituyen la esencia del sistema económico capitalista.

(De www.mises.org.es)

sábado, 4 de junio de 2022

Cómo los keynesianos invierten el papel de la oferta y la demanda

Por Frank Shostak

¿Causa un aumento de la demanda el crecimiento económico?

Siempre que hay indicios de que la economía puede caer en una depresión económica, la mayoría de los expertos económicos afirman que el banco central y el gobierno deben emprender políticas monetarias y fiscales laxas para contrarrestar la posible recesión. En este sentido, la mayoría de los expertos siguen las ideas de John Maynard Keynes.

Keynes sostenía que no se podía confiar plenamente en una economía de mercado, que es intrínsecamente inestable, y que si se la dejaba sola, la economía de mercado se autodestruiría. Por ello, los gobiernos y los bancos centrales deben gestionar la economía.

El éxito de la gestión en el marco keynesiano se consigue influyendo en el gasto global de una economía, ya que el gasto genera ingresos. El gasto de un individuo se convierte en ingresos para otro individuo, por lo que cuanto más se gaste, mejor será.

Consumo y producción

En el marco keynesiano, los desembolsos de los consumidores constituyen la mayor parte del gasto. Por lo tanto, se consideran el motor de la economía, ya que el consumo pone en marcha el crecimiento económico.

Sin embargo, hay que distinguir entre el consumo productivo y el no productivo. Mientras que el consumo productivo es un agente de crecimiento económico, el consumo no productivo conduce al empobrecimiento económico.

Por ejemplo, un panadero cambia diez barras de pan por diez patatas. Las patatas sostienen al panadero mientras se dedica a hornear pan. Del mismo modo, el pan mantiene al agricultor de patatas mientras se dedica a la producción de patatas. Lo que tenemos aquí es que la producción respectiva del panadero y del agricultor de patatas les permite asegurarse bienes de consumo.

Lo que hace que el consumo sea productivo aquí es el hecho de que tanto el panadero como el agricultor de patatas consumen para poder producir bienes de consumo. El consumo tanto del panadero como del agricultor de patatas mantiene su vida y su bienestar.

La introducción del dinero no cambia lo dicho hasta ahora. Así, el panadero puede cambiar sus diez barras de pan por diez dólares; entonces utiliza el dinero para asegurarse diez patatas. Del mismo modo, el agricultor de patatas puede ahora cambiar sus diez dólares por diez barras de pan.

Mientras cumplía el papel de medio de cambio, el dinero no ha aportado absolutamente nada a la producción misma de pan y patatas. Para obtener patatas, el panadero tenía que cambiar el pan por dinero y luego utilizaba el dinero para conseguir patatas. Se cambiaba algo por dinero, que a su vez se cambiaba por otra cosa o se cambia algo por algo con la ayuda del dinero.

Los problemas surgen cuando se crea dinero de la «nada». Ese dinero da lugar al consumo, que no está respaldado por la producción. Conduce a un intercambio de «nada» por «algo». Por ejemplo, un falsificador imprime veinte dólares. Como no ha conseguido este dinero mediante la producción de bienes, el falsificador, por tanto, ha obtenido los veinte dólares no cambiando nada por ellos. El falsificador utiliza el dinero recién generado para comprar diez barras de pan, lo que en realidad desvía la riqueza real—diez barras de pan—de un agricultor de patatas hacia el falsificador.

Obsérvese que el desvío se produce porque el falsificador paga un precio más alto por el pan—paga dos dólares por barra. (Antes el precio era de un dólar por barra). También hay que tener en cuenta que, como el falsificador no produce nada útil, se dedica al consumo no productivo y ha obtenido sus bienes de consumo a través de transferencias de riqueza de las personas productivas.

Al agricultor de patatas se le niega ahora el pan que debe tener para mantenerse mientras produce patatas. Obviamente, esto perjudicará la producción de patatas, ya que habrá menos patatas disponibles, lo que a su vez merma el consumo del panadero. Esto, a su vez, perjudica su capacidad de producir. Vemos, pues, que mientras el consumo productivo sostiene a los generadores de riqueza y promueve su expansión, el consumo no productivo conduce al empobrecimiento económico.

La impresión de dinero por parte del banco central produce los mismos efectos perjudiciales que la falsificación de dinero, y la creación de dinero mediante la banca de reserva fraccionaria produce el mismo efecto perjudicial. La expansión del dinero establece la plataforma para el consumo no productivo, que es un agente de destrucción económica.

Según Ludwig von Mises: Es necesario insistir en el tópico de que el gobierno sólo puede gastar o invertir lo que le quita a sus ciudadanos y que su gasto e inversión adicional restringe el gasto y la inversión de los ciudadanos en toda su extensión.

De ello se desprende que, dado que el gobierno no genera riqueza, no puede producir crecimiento económico. En contra de la creencia popular, cuanto más gasta el gobierno, peor es para la salud de la economía y para el crecimiento económico. ¿Es el aumento de la demanda la clave del crecimiento económico?

Sugerimos que la demanda de un individuo está limitada por su capacidad de producir bienes en el mercado libre. Cuanto más bienes pueda producir un individuo, más bienes podrá demandar —es decir, adquirir.

Si una población de cinco individuos produce diez patatas y cinco tomates, esto es todo lo que pueden demandar y consumir. Ningún truco de los gobiernos ni de los bancos centrales puede hacer posible el aumento de su demanda efectiva. La única manera de aumentar la capacidad de consumir más es aumentar la capacidad de producir más.

La dependencia de la demanda de la producción de bienes no puede eliminarse mediante el bombeo monetario y el gasto público. Por el contrario, las políticas fiscales y monetarias laxas probablemente empobrecerán a los generadores de riqueza y debilitarán su capacidad de producir bienes y servicios, debilitando así la demanda efectiva. Por lo tanto, los productores y no los consumidores son el motor del crecimiento económico.

Sobre esto James Mill sostuvo: Cuando se llevan las mercancías al mercado lo que se busca es alguien que las compre. Pero para comprar hay que tener medios de pago. Por lo tanto, es obvio que los medios de pago colectivos que existen en toda la nación constituyen todo el mercado de la nación. Pero, ¿en qué consisten los medios de pago colectivos de toda la nación? ¿No consisten en su producción anual, en los ingresos anuales de la masa general de habitantes? Pero si el poder de compra de una nación se mide exactamente por su producto anual, como indudablemente es; cuanto más se aumenta el producto anual, más se amplía por ese mismo acto el mercado nacional, el poder de compra y las compras reales de la nación.... Así, parece que la demanda de una nación es siempre igual al producto de una nación. Esto debe ser así, porque ¿qué es la demanda de una nación? La demanda de una nación es exactamente su poder de compra. Pero, ¿cuál es su poder de compra? Sin duda, la magnitud de su producción anual. Por lo tanto, la extensión de su demanda y la extensión de su oferta son siempre exactamente proporcionales.

Por lo tanto, lo que se necesita para reactivar la economía no es impulsar la demanda agregada, sino sellar todos los resquicios para la creación de dinero de la «nada» y frenar el gasto público. Esto permitirá a los verdaderos generadores de riqueza reactivar la economía permitiéndoles avanzar en el negocio de la generación de riqueza.

Conclusiones

Según el pensamiento popular, el aumento del gasto público y el bombeo monetario del banco central refuerzan la demanda global de la economía. Esto, a su vez, supuestamente aumenta la producción de bienes y servicios —es decir, aumenta la oferta global, lo que significaría que «la demanda crea la oferta». Esto significa, además, que la importancia de la demanda no radica en dirigir a los proveedores en cuanto a los bienes y servicios que deben producir, sino que la propia demanda es el agente de la producción, promoviendo la falsa idea de que podemos obtener algo de la nada.

Para demandar bienes y servicios, los individuos deben producir primero algo útil. Por lo tanto, la oferta impulsa y permite la demanda y no al revés. Los economistas que abogan por fuertes medidas de estímulo gubernamental durante una recesión económica nunca se molestan en preguntar cómo se apoyarán esas medidas. En el mejor de los casos, sólo pueden argumentar que al pedir dinero prestado para impulsar el consumo presente se pagará con los bienes y servicios futuros que el estímulo proporcionará y que no se habrían producido en absoluto sin el estímulo. En el mejor de los casos, esta es una propuesta dudosa.

(De www.mises.org.es)