miércoles, 28 de abril de 2021

Rivales y opositores

En el ámbito de la política, como en la mayor parte de las actividades humanas, existe competencia. Por lo general, la competencia favorece el fortalecimiento de las distintas posturas, aunque a veces impide que las acciones conjuntas conduzcan a resultados positivos.

Es posible distinguir entre rivales y opositores; los rivales existen dentro de un mismo partido político mientras que los opositores pertenecen a distintos partidos. Así, es preciso decir que socialistas y nazis eran rivales totalitarios, mientras que el liberalismo es la oposición a ambos. O bien, las cinco familias mafiosas de Nueva York son rivales entre sí, siendo la gente decente la oposición.

Es importante, en cuestiones ideológicas, distinguir entre ambos casos, ya que existe en mucha gente el hábito de asociar el bien al bando al que se adhiere y el mal al rival o al opositor, por lo cual pueden ocurrir casos como el del fascismo y el nazismo, caracterizados como “el bien” por el sólo hecho de combatir el mal, es decir, por combatir el totalitarismo socialista. Con el tiempo se advirtió que nazis y fascistas sólo eran rivales del socialismo, y no opositores (en el sentido indicado).

En la Argentina, en plena decadencia, puede observarse el amplio predominio de la socialdemocracia, con más de un 80% de adhesión, en donde peronismo-kirchnerismo y macrismo-radicalismo son rivales, queriendo pasar por opositores, mientras que el liberalismo, la verdadera oposición al socialismo y a la socialdemocracia, está haciendo esfuerzos por llegar al Congreso Nacional, luego de muchos años, con algún diputado o senador. Por el momento, es ínfimo el caudal de votos logrado por el liberalismo.

En el siglo XIX se estableció una resonante controversia, entre dos argentinos exiliados en Chile, en la que se advertía el uso de “gruesa munición verbal”. Este fue el caso de los rivales políticos Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, los más destacados intelectuales argentinos de la época, con trascendencia al presente. Ambos luchaban con sus escritos en contra de la tiranía de Juan Manuel de Rosas, pero, mientras Alberdi sostenía que la conformación y el posterior respeto a una Constitución Nacional constituirían el prioritario inicio de un progreso sostenido, Sarmiento consideraba a la educación masiva como la prioridad para el logro de ese fin. Se advirtió posteriormente que con educación y con Constitución se pudo lograr la consolidación de una república pujante. Con el olvido de tales prioridades, se inicia en el siglo XX la decadencia que actualmente resulta asfixiante.

En la España de comienzos del siglo XX, luego de perder el dominio sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas, predomina el desanimo de una sociedad en pleno estancamiento. De ahí surge la disputa intelectual entre los rivales Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset. Ambos buscan una salida a la crisis, pero por diferentes caminos; el primero, recurriendo a intensificar lo español sobre lo europeo, el segundo recurriendo a la emulación de lo europeo, especialmente a Alemania. Juan Manuel Monfort Prades escribió: “En aquellos años ambos aparecían fuertemente atrincherados tras sus propuestas y se cruzaron insultos en sus escritos. Manifestaba todo ello no solo las diferencias entre dos grandes del pensamiento, sino también la distancia que Ortega quería marcar entre él y el resto de la generación del 98. De ahí que Baroja y Azorín se convirtieran también en un objetivo para aquel joven Ortega que intentaba manifestarse como salvador de la nación”.

“Unamuno no compartía con Ortega su propuesta de regeneración de la vida nacional. Defendía el rector de Salamanca una revaloración de las producciones propiamente españolas, de forma que frente a aquellos jóvenes que buscaban en Alemania una solución para la nación, Unamuno apostó por una solución enraizada en las entrañas de España. Para Unamuno el remedio para España no estaba en la importación masiva de todo lo que había representado la cultura europea moderna, no era colonizar España, más bien la tarea consistía en estimular las propias energías nacionales”.

“Unamuno afirmaba que España había sido y era un país de personas más que de ideas, pero no por ello menos valioso que Alemania. España se ha preocupado primero por las personas, por lo concreto, por los sentimientos y no por lo abstracto, la teoría o la ciencia. Para Unamuno las Ideas/Cultura eran la puerta para la civilización, pero se preguntaba si esa era acaso la única forma posible de cultura o habría una manera española de acceder a ella”.

“En la correspondencia entre Ortega y Unamuno su duelo intelectual alcanzó cotas muy virulentas. En sus cartas, Ortega insistía en la importancia de la ciencia, de la cultura, de lo objetivo y de las ideas para España, y con ello le mostraba el rechazo a todo lo subjetivo. Unamuno no soportaba estas ideas, por ello afirmaba: «A mí me interesa usted, no sus ideas». Y añadía: «Voy a leer a cualquier hombre que me enseñe sus entrañas», algo que Ortega despreciaría profundamente”.

“«Todo lo concentro en la persona. Lo grande del cristianismo es ser el culto a una persona, a la persona. No a una idea», decía Unamuno. Y en otro lugar puede leerse: «Cuando salgo de casa, cuando dejo el hogar, cuando oigo a los que me dicen que saben, me muero de frío». Tiempo después Ortega, haciendo un guiño al filósofo vasco, recurrirá también al cristianismo para expresar la importancia de las personas frente a los Estados o las ideas: «No se hizo el hombre para el sábado [día festivo] sino el sábado para el hombre»” (De “Ortega y Gasset”-RBA Coleccionables SA-Madrid 2015).

A manera de síntesis, aparece el siguiente resumen comparativo:

Lo que España necesita: Profundizar lo español (Unamuno). Europeizarse (Ortega)
Reivindica: La subjetividad (U). La objetividad (O)
Lo más importante: Las personas (U). Las ideas (O)
Prefiere: La vida (U). La razón (O)
Religión: Cristianismo (U). Agnosticismo (O)
Su modelo: Héroe trágico (U). Héroe lúdico (O)

Si buscamos condiciones básicas para una mejora individual y social, en toda época y en todo lugar, puede decirse que ello implica introducir, en la mentalidad generalizada de una sociedad, las ventajas que a todos reporta la adhesión a la ética natural; ética que nos impone el proceso de adaptación cultural al orden natural, vía evolución biológica, como también nos sugieren los Evangelios (o lo obligan al creyente).

sábado, 24 de abril de 2021

La “superioridad moral” del socialista

Por lo general, el socialista es alguien predispuesto a redistribuir lo que produce el “empresario egoísta y explotador”, aunque nunca esté predispuesto a repartir algo propio. De ahí la supuesta superioridad moral de la que se enorgullecen quienes, en forma permanente, reclaman la expropiación estatal de los medios de producción mientras promueven una eficaz discriminación social de todo un sector de la población, que es el que mantiene económicamente al resto.

Cuando pretenden establecer el socialismo, constituido por una sola empresa, el Estado, nunca advierten que de esa forma se establece un monopolio bastante mayor que los monopolios privados que combaten, por lo cual, bajo el socialismo, se acentúan todos los defectos atribuidos al capitalismo privado. Sin embargo, ellos ven una diferencia importante: la empresa privada está dirigida por personas egoístas y explotadoras mientras que, bajo el socialismo, el monopolio estatal ha de estar dirigido por personas con una “superioridad moral” absoluta respecto del resto de los mortales.

Para encontrar una explicación de la actitud socialista, se los debe contemplar, no tanto desde la política o la economía, sino desde la psicología. Así, el socialista encuadra en un tipo de personalidad definida como el “ayudador”. Sin embargo, debe distinguirse entre el ayudador auténtico, el que está motivado por una predisposición a la cooperación social, del ayudador promedio y del ayudador malsano, figura psicológica que cuadra en la típica actitud socialista.

Una descripción de tal tipo psicológico ha sido establecida, desde la Psicología social, por Don Richard Riso, quien escribió respecto del ayudador malsano: “Puede ser manipulador y funcionar en beneficio propio, haciendo sentir culpables a los demás, endeudándolos con él. Se autoengaño respecto a sus propias motivaciones y conducta. Dominante y coercitivo: se siente con derecho a obtener lo que quiera de los demás. La «víctima y mártir» se siente objeto de abusos, amargamente resentido e iracundo, todo lo cual resulta en hipocondría y problemas psicosomáticos”.

“Los ayudadores malsanos están entre los tipos de personalidad más insidiosos, porque son extremadamente egoístas en nombre del total desprendimiento. Hacen terribles males a los demás, mientras creen que son completamente buenos”.

“Actúan en forma agresiva sólo si pueden convencerse de que sus agresiones son por el bien de alguna otra persona, y jamás por su propio interés. Los ayudadores promedio a malsanos temen que si fueran abiertamente egoístas o agresivos, su conducta negativa no sólo desmentiría su autoimagen virtuosa, sino que también alejaría a los demás. por lo tanto, se niegan a sí mismos (y a los demás) que tienen alguna motivación egoísta o agresiva, mientras interpretan su conducta real de un modo completamente favorable a ellos. A la larga llegan a tener tanta práctica en esto, que se engañan totalmente respecto a la contradicción entre sus verdaderas motivaciones y su conducta real. Los ayudadores malsanos se tornan capaces de actuar en forma muy egoísta y muy agresiva, mientras que, en su mente, no son ni egoístas ni agresivos”.

“La fuente de su motivación es la necesidad de ser amados. Sin embargo, los ayudadores siempre están en peligro de permitir que su deseo de ser amados se deteriore en un deseo de controlar a los demás. Al hacer que los demás gradualmente dependen de ellos, los ayudadores promedio inevitablemente despiertan resentimientos en su contra mientras exigen que los demás confirmen cuán virtuosos son. Cuando se producen conflictos interpersonales, como inevitablemente ocurre debido a sus intentos de controlar a los demás, los ayudadores promedio a malsanos siempre sienten que «más se peca contra ellos que pecadores son». Se consideran mártires que se han sacrificado desinteresadamente sin ser apreciados por ello en lo más mínimo” (De “Tipos de personalidad”-Editorial Cuatro Vientos-Santiago de Chile 1993).

Un alto porcentaje de la población acepta que los terroristas de los años setenta eran mártires que ofrendaban sus vidas por un mundo mejor, mientras asesinaban, secuestraban y colocaban explosivos en diversos lugares. El socialista desprecia la vida de los demás, ya que acepta como simple “necesidad” la tarea purificadora de opositores que culminó con decenas de millones de víctimas en la etapa de implantación del socialismo en la URSS y China, principalmente. Pero, por el contrario, la vida de un terrorista le resulta mucho más valiosa que la de aquellos millones de inocentes. Sin embargo, aun la defensa de sus “mártires” lleva la intención de descalificar y atacar al sector opositor al socialismo. El odio hacia el enemigo supera cualquier posible amor hacia otros seres humanos.

A cualquier persona bienintencionada le resulta asombroso que existan todavía promotores del socialismo aun cuando haya fracasado estrepitosamente a lo ancho y a lo largo del mundo. Pedirle al socialista que acepte la realidad histórica implica negarle su personalidad, de ahí que resulte imposible que reconozca la realidad. La creencia en sus propias virtudes impide tal reconocimiento. El citado autor agrega: “Los ayudadores promedio a malsanos hacen todo lo posible para ser buenos en su propia mente –y para conseguir que los demás refuercen su evaluación sobre sí mismos. Por esto es que el autoengaño resulta tan importante para los ayudadores malsanos, y por esto es que se pueden tornar tan destructivos de la vida emocional de los demás mientras siguen absolutamente convencidos de su propia virtud”.

“El «amor» de los ayudadores malsanos no es más que un barniz que cubre el deseo de dominar a los demás. No sienten un cariño genuino por los demás, ni les preocupa su bienestar; sólo les interesa satisfacer sus necesidades neuróticas. Los ayudadores malsanos hacen el mal en nombre del bien, y ya no pueden detectar la diferencia”.

Mucha gente parece no advertir que quien lleva malas intenciones, como es el caso del vulgar estafador, siempre ha de mostrar una falsa personalidad por cuanto todo engaño requiere de un disfraz adecuado; de lo contrario no podría embaucar a nadie. La peligrosidad del socialista estriba, entre otros aspectos, en que él mismo no sabe que lleva en forma permanente un disfraz para sus ilimitadas aspiraciones de poder; de un poder absoluto para ser ejercido sobre los demás. Don Richard Riso agrega: “Naturalmente, es por completo enervante tratar con los ayudadores malsanos. Se colocan en una posición moralmente superior, sea lo que sea que hayan dicho o hecho. Y al insistir en la pureza absoluta de sus motivaciones, ponen en tela de juicio las de los demás”.

“Nadie puede cuestionar sus conductas o motivaciones sin que los ayudadores le adscriban cierta maldad. Incluso la evidencia tangible no tiene ningún efecto en ellos, ya que puede ser descartada como ajena a sus buenas intenciones. Siempre se puede contar con que los ayudadores malsanos se defiendan apelando a las buenas intenciones y a las leyes del corazón para sancionar cualquier cosa que hagan”.

“Utilizan racionalizaciones religiosas para eximirse de culpa o responsabilidad por sus acciones; hacen que el intento de otra persona de un análisis objetivo de una situación parezca fútil e inferior en comparación a su ética superior, que sigue una moralidad preeminente. Han convertido la sentencia «ama y haz lo que quieras» en un permiso para hacer todo lo que quieran en nombre del «amor»”.

“El autoengaño es el mecanismo de defensa que permite a los ayudadores malsanos evitar la discrepancia entre las virtudes que creen poseer y sus conductas reales. No importa cuán destructivos sean, los ayudadores malsanos son capaces, mediante el autoengaño, de interpretar positivamente cualquier cosa que hagan. En su mente, siempre siguen siendo seres humanos bien intencionados y amorosos. Su conciencia siempre está limpia”.

“Es importante entender que los ayudadores malsanos están en paz con ser manipuladores, porque no tienen que racionalizar actos individuales. Con ayuda del autoengaño han conseguido racionalizar su vida entera. Una vez que se han definido como buenos, son capaces de justificar cualquier cosa que digan o hagan sin sentirse culpables y sin sentir que ya no son buenos”.

viernes, 23 de abril de 2021

La venezuelización de la Argentina

Por Manuel Adorni

El proceso de devastación que hoy se vive en el país no es ni más ni menos que un proceso que ha llevado varios años y donde su punto exacto de inicio es difícil de identificar con exactitud

El desastre venezolano no es algo que haya comenzado en los tiempos recientes. Tampoco le dio comienzo a la decadencia Nicolás Maduro. Ni siquiera lo hizo el mismísimo Hugo Chávez. La destrucción de Venezuela da a luz allá por la década del setenta, cuando junto al nacimiento de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA) se da comienzo al peligroso proceso de nacionalización del petróleo. Así fue como la hoy devastada república latinoamericana comenzó a transitar su camino populista.

La historia reciente en la Argentina no dista demasiado de lo que fue ocurriendo en Venezuela a través de las últimas décadas. El proceso de devastación que hoy se vive en el país no es ni más ni menos que un proceso que ha llevado varios años y donde su punto exacto de inicio es difícil de identificar con exactitud. Tal vez fue allá por la década del treinta, quizás ocurrió con la llegada al poder de Juan Domingo Perón o simplemente deberíamos ubicarnos en los momentos posteriores ocurridos luego de la brutal crisis del año 2001, donde los planes sociales, las dádivas públicas y los aires políticos de hacernos creer en Argentina como la potencia milagrosa invadieron las mentes de buena parte de nuestra sociedad.

Desde los dos millones de planes sociales que nacieron durante el año 2002 (luego del quiebre de finales del año anterior) la historia es conocida (aunque no por eso carece de mérito para recordarla): se estatizó una buena porción de YPF como también los fondos acumulados en las AFJP (lo que en la década del 90 soñó con ser un sistema de jubilación privada) y Aerolíneas Argentinas. Se incorporaron al sistema previsional a más de tres millones de personas sin aportes (incluso hoy más de la mitad de aquellos que cobran un haber previsional transitan una moratoria por no haber cumplido con los requisitos para poder acceder a él), se sumaron 1.500.000 empleados públicos en todos los niveles de gobierno, se han impuesto retenciones a las exportaciones y se ha pulverizado el sistema energético (entre congelamiento de tarifas y corrupción). Tampoco fueron suficientes aquellos planes sociales de principio de siglo: estos se han multiplicado hasta llegar a que un cuarto de la población acceda a un plan social. A casi dos décadas de aquel comienzo del asistencialismo extremo, más de la mitad de los argentinos cobra algún cheque del Estado.

El resultado de esto fue ni más ni menos que el esperado: más pobreza, inflación crónica sin control, catorce años sin crear empresas, diez años sin la existencia de creación de empleo genuino y un sector privado devastado y ya sin ganas (incluso en la gran mayoría de los casos sin posibilidades) de seguir adelante. La decadencia de las instituciones tuvo su nota destacada durante estos años. La educación también fue parte de la degradación, pero ese es un capítulo aparte.

Parece que no hemos aprendido absolutamente nada y el proceso de mimetización con Venezuela es cada vez más evidente: la gran apuesta del gobierno para su flagelo inflacionario son medidas de corte puramente chavista. El control de precios en sus múltiples variantes (por la ley o por la fuerza), el control del precio del dólar (generando escases, no solo de dólares sino de todo tipo de bienes, muchos de ellos necesarios para que las industrias puedan producir), la ley de góndolas, las tarifas de servicios públicos congeladas, el “Observatorio de Precios”, el “Sistema Informativo para la Implementación de Políticas de Reactivación Económica” (llamado de manera abreviada SIPRE, una especie declaración de todo lo que pasa puertas adentro de las empresas), el “Registro de exportadores de carne”, la “Comisión mixta de seguimiento” (de seguimiento que más bien es persecución de aquellos que exportan bienes), el “Código de buenas prácticas comerciales de distribución mayorista y minorista” (una especie de manual de lo que hay que hacer en términos de marketing e información a los clientes) y porque como nada de esto alcanza, también hay que destacar los cientos de inspectores que recorren los comercios auditando precios y stocks de mercaderías (algunos inspectores que pertenecen a la propia AFIP, otros tantos de diferentes dependencias del Estado y hasta personas que pertenecen a movimientos sociales: si, esos que hace algún tiempo saqueaban los supermercados hoy se encargan de controlarlos).

Nadie habla de cómo generar empleo para salir de la pobreza. Menos aún de como terminar con la inflación, mejorar las instituciones o incluso analizar cómo vamos a resurgir de las cenizas que deje la pandemia en nuestro país, pandemia ésta que en algún momento se retirará de las principales preocupaciones y dará paso nuevamente mirar de frente a nuestros problemas estructurales que tienen implicancia directa en ese futuro que espera por nosotros.

El populismo no es más que la tarea de crear ilusión en la gente, haciéndoles creer que mágicamente tendrán hoy lo que deberían lograr obtener en el lago plazo, a base de esfuerzo, trabajo y dedicación. Y cuando esa ilusión se cuela en las venas de la sociedad, cualquier alternativa diferente y real de progreso, se transforma en inviable. El populismo necesita de dos características básicas para poder funcionar: cerrarse al mundo y disponer de recursos (en virtud de sostener la ilusión de bienestar). Por desgracia, cerrarnos al mundo ya lo hemos logrado. En cuanto a los recursos, éstos se han agotado. Y cuando el populismo agota los recursos (lo que tarde o temprano se le vuelve inevitable) es cuando llega el gran momento donde hay que tomar una decisión crucial entre seguir definitivamente alguno de los dos caminos posibles: cambiar para intentar ser un país normal o simplemente radicalizarse en contra de la república y la democracia. Venezuela ya ha elegido, Argentina aún no. Ese es el único paso que no hemos dado y que aún nos diferencia. Ser un país con futuro, aún hoy es una posibilidad.

(De www.infobae.com)

jueves, 22 de abril de 2021

Cristianismo: “contenido” y “envase”

Si se ha de presentar un vino para venderlo en el mercado, se deben contemplar con un mismo interés tanto el contenido como el envase. Puede darse el caso de que un contenido de buena calidad no tenga un éxito en las ventas por cuanto se descuidó la etiqueta, o bien no fue respaldado por una empresa de cierto prestigio. También puede darse el otro caso extremo por el cual un envase con buen aspecto sólo sirve para engañar al consumidor con un contenido poco acorde con la expectativa despertada.

Se comenta que el Gral. San Martín, para exaltar las cualidades del vino mendocino, lo presentaba a sus invitados en envases de vinos españoles, de reconocida calidad. De esa forma los sorprendía al mencionarles el cambio realizado posteriormente a la degustación.

En el caso de una ideología, como conjunto de ideas que transmiten cierta información destinada a orientar o modificar conductas, puede hacerse una analogía con el caso del vino. Incluso el propio Cristo la utiliza cuando advierte que “El vino nuevo no se echa en odres viejos…”, indicando que el contenido de sus prédicas no puede ser interpretado acertadamente con las ideas preconcebidas que predominaban en la alicaída religión de su pueblo y de su época.

Si bien el vino de poca calidad, con buen envase, sólo puede tener éxito en el corto plazo, ha de ser el vino de calidad el que ha de tener éxito en el largo plazo, excepto que el envase sea irremediablemente malo. Este último caso posiblemente sea el del cristianismo alicaído de nuestra época, en la cual los predicadores dan malos ejemplos o bien tienen pocas aptitudes o vocación para la misión.

El cristianismo original, con un “envase” muy simple, se fue imponiendo por su buen contenido; esencialmente constituido por una ética social e individual asociada a los Evangelios. Alfred Adler, que no debe confundirse con el psiquiatra austriaco del mismo nombre, escribió: “Se puede decir que estas células de organización y de expansión del cristianismo se mantenían en conexión por virtud de tres factores. En primer lugar, por obra de la misma lucha preparadora de la gran revolución universal. En segundo lugar, merced a la pelea en pro de la fe verdadera y de la conducta a ella acomodada; merced al intercambio recíproco en torno a esta fe y a los principios del comportamiento”.

“En tercer lugar, finalmente, se mantenía la cohesión por medio de la esencia ético-práctica de la conducta misma, es decir, por medio de la moral de la caridad, que era la nueva argamasa de tales comunidades, la cual constituía en su tipo y en su incondicionalidad algo nuevo en el mundo y un vínculo social decisivo. Esta argamasa era tanto más fuerte y alcanzaba tanta mayor importancia, cuanto que ya no era sólo el hombre insignificante sino también el profesional pudiente quien encontraba el camino hacia esa comunidad de amor, que era algo tan elevado espiritualmente y que tenía una tonalidad y una actitud tan peculiares” (De “Historia de la cultura”-Fondo de Cultura Económica-Buenos Aires 1980).

Es interesante advertir que el propio Cristo no presentaba un buen “envase” personal, al menos según los valores estéticos vigentes en la actualidad. El citado autor, refiriéndose al historiador Josefo, escribió: “Si este relato es auténtico, entonces resulta inapreciable, sobre todo por la notable descripción naturalista que hace de Jesús, descripción que, claro es, resulta extrapolada e inaceptable para los cristianos posteriores con el conjunto de toda narración. En esta descripción naturalista de Jesús se nos dice que era de tez oscura, de pequeña estatura, de tres codos de alto, giboso, con rostro alargado, con cejas que se juntaban, «las cuales podían asustar a los que le veían», con poco cabello desmelenado y partido por una raya sobre la frente al modo de los nazarenos, con escasa barba, pero actuando con una fuerza invisible, influyendo decisivamente con una palabra, con un mandato”.

Con la posterior difusión del cristianismo surgen conflictos, no tanto respecto del contenido ético de las prédicas originales, sino respecto del “envase” con el cual se debía presentar la nueva religión. Adler escribió al respecto: “Nos preguntamos cómo puede explicarse el hecho de que el mundo antiguo, que entonces, desde el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, se había hecho cristiano, convirtiese en asuntos esenciales de Estado aquellas controversias dogmáticas, ultrasutilizadas en innumerables sínodos orientales y occidentales y en seis grandes concilios ecuménicos, y que el concilio las pusiese decisivamente bajo la influencia del emperador, cuando se planteaban cuestiones como las siguientes: si Cristo fue, como parte de la Trinidad y como Redentor, puramente divino –homousios- o tan sólo semejante a Dios –homöusios-; si Cristo, de ser divino, tiene dos naturalezas, una plenamente humana y otra divina, o si, por el contrario, tiene sólo una como Redentor aparecido bajo figura humana –monofisitismo o lo contrario-. Pues bien, estas preguntas y otras análogas se convirtieron en problemas de primer rango, para los cuales se tuvieron que encontrar compromisos políticos”.

Cabe señalar que el cristiano debe cumplir con los mandamientos éticos en forma independiente de la naturaleza divina o humana de Cristo. Sin embargo, en la actualidad, al dársele mayor importancia al “envase” que al “contenido”, se le da mayor importancia al que cree en la divinidad del mensajero negándose en caso contrario la denominación de “cristiano” al que cumple con los mandamientos éticos aunque descrea de la divinidad del maestro.

En la actualidad se ha llegado al extremo de que algunos “cristianos” ubican en un lugar secundario al contenido ético priorizando alguna forma misteriosa de vínculo del creyente con el propio Cristo. Este es el caso de la máxima autoridad de la Iglesia Católica, Jorge Bergoglio, quien expresó en Twitter: “Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es la relación viva con el Señor Resucitado” (18/4/21).

Al menospreciar o incluso rechazar el “vino nuevo” propuesto por el propio Cristo, surge en el “cristiano seguidor del envase” la necesidad de darle un nuevo contenido, que se conoce en estos tiempos como “la cuestión social”. Y tanto Bergoglio como otros tantos católicos han reemplazado el contenido ético de los Evangelios por la Teología de la Liberación, que no es otra cosa que marxismo-leninismo auténtico.

Alguien que expresó la idea con mayor precisión y sinceridad fue Pierre Teilhard de Chardin. Este autor trata de compatibilizar (supuestamente) la religión cristiana con la ciencia experimental, lo que constituye, en nuestra época, una urgente necesidad. De la misma manera en que, en épocas pasadas, guiados por la creencia en una única verdad, se trató de buscar la compatibilidad de religión con filosofía, en la actualidad debe encontrarse la compatibilidad entre religión y ciencia, cuya primera consecuencia ha de ser el rechazo de las creencias incompatibles con la ley natural.

Teilhard pretende incorporar en su esquema lo que “está de moda”, lo que parece constituir alternativas válidas para la orientación del ser humano. Admite tácitamente que Cristo no es el único camino a la verdad, ya que interpreta que existen otras alternativas válidas al “amarás al prójimo como a ti mismo”. Al respecto escribió: “A diferencia de las venerables cosmogonías asiáticas que acabo de eliminar, los panteísmos humanitarios representan a nuestro alrededor una forma muy joven de religión. Religión poco codificada o sin codificar (aparte del Marxismo). Religión sin Dios aparente, y sin revelación. Pero Religión en el verdadero sentido, si con esa palabra designamos la fe contagiosa en un Ideal al que hay que entregar la vida propia. A pesar de extremas diversidades de detalle, un número rápidamente creciente de nuestros contemporáneos está ya de acuerdo en reconocer que el interés supremo de la existencia consiste en dedicarse en cuerpo y alma al Progreso universal, y que éste se expresa a través de los desarrollos tangibles de la Humanidad. Desde hace mucho tiempo, el mundo no había asistido a semejante efecto de «conversión». Lo cual significa que, bajo formas variables (comunistas o nacionalistas, científicas o políticas, individuales o colectivas), vemos sin lugar a dudas que a nuestro alrededor nace y se constituye, desde hace un siglo, una nueva Fe: la Religión de la Evolución” (De “Yo me explico”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1968).

Aquí parece aceptar sin inconvenientes a los nacionalismos; causas principales de las Guerras Mundiales. También al comunismo y a los colectivismos (generalmente totalitarios) que produjeron decenas de millones de víctimas. Al respecto agregó: “Comunismo, fascismo, nazismo, etc., todas estas corrientes mayores a donde vienen a confluir la multitud de los grupos deportivos, escolares, sociales, son con frecuencia condenados como un retorno a condiciones gregarias primitivas. Error. La vida no ha conocido, ni podía conocer nada comparable a estos movimientos en masa que, para producirse, exigen una napa homogénea de conciencia” (Citado en “Teilhard de Chardin o la Religión de la Evolución” de Julio Meinvielle-Ediciones Theoria SRL-Buenos Aires 1965).

Pareciera que tal visión evolucionista del mundo pretende compatibilizar ideologías de adaptación con falsas ideologías promotoras de violencia. Parece no distinguir entre el Bien y el Mal. La tibieza y la irresponsabilidad de su postura puede simbolizarse en la actitud de los “espíritus conciliadores” que razonan más o menos de la siguiente forma: Si para Cristo 2+2=4, y para Marx 2+2=5; entonces aceptamos como verdad que 2+2=4,5, y así quedamos todos contentos.

Teilhard está lejos de colocarse en una postura antagónica hacia la barbarie marxista-leninista aun cuando ya se conocían las catástrofes sociales ocurridas principalmente en la URSS y China. Pero el párrafo más inverosímil es el siguiente: “Como me gusta decir, la síntesis del «Dios» (cristiano) de lo alto y del «Dios» (marxista) de lo adelante, he aquí el solo Dios que podemos aquí en adelante adorar «en espíritu y verdad»” (Carta de mayo-junio de 1952) (Citado por J. Meinvielle).

En realidad, en lugar de buscar una compatibilidad entre cristianismo y ciencia, Teilhard busca compatibilizar cristianismo con marxismo. En lugar de representar a los máximos promotores del amor (Cristo) y del odio (Marx), en oposición, los representa como dos vectores desplazados un ángulo de 90º, y cuya resultante, a 45º, representa la síntesis esperada y promovida. Al respecto escribió: “En virtud de lo que acabo de decir, la figura adjunta representa simbólicamente el estado de tensión en que se halla al presente, más o menos conscientemente, instalado todo individuo humano a consecuencia de la aparición, en su propio corazón, junto a las tradicionales fuerzas ascensionales de adoración (Oy) [Eje vertical], una modernísima acción propulsiva (Ox) [Eje horizontal] ejercida sobre cada uno de nosotros por las recién nacidas fuerzas de trans-hominización. Para concretar más el problema, reduzcámoslos a sus términos más perfectos o más expresivos. Es decir, convengamos en que Oy representa simplemente la tendencia cristiana, y Ox representa simplemente la tendencia comunista o marxista, tal como cristianos y marxistas se expresan comúnmente en torno a nosotros, en este mismo momento”.

“Como un conflicto –y aun como un conflicto en apariencia irreductible- nos es forzoso responder. Aquí (siguiendo Oy) una Fe en Dios indiferente, si no hostil, a toda idea de una ultra-evolución de la especie humana. Allí (siguiendo Ox) una fe en el Mundo, formalmente negativa (al menos verbalmente) de todo Dios trascendente”.

“Oy y Ox, en lo alto y hacia delante: dos fuerzas religiosas, repito, que ahora ya se afrontan en el corazón de todos los hombres; dos fuerzas, acabamos de verlo, que se debilitan y marchitan si se aíslan; dos fuerzas, por consiguiente (y es lo que me falta por demostrar), que sólo esperan una cosa: no que hagamos una elección entre ambas, sino que hallemos el modo de combinarlas a la una con la otra” (Extractos de “El porvenir del hombre”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1962).

Según Teilhard, el marxismo-leninismo, que produjo en el mundo unas cien millones de victimas al intentar imponer el socialismo, no debe desaparecer, sino que debemos “combinarlo” y compatibilizarlo con el cristianismo. Ésta parece ser la semilla que ha crecido dentro de la Iglesia hasta relegarla al lugar más denigrante en toda su historia, ya que la propia Iglesia de Cristo trata de asociarse a las fuerzas del Anti-Cristo.

domingo, 18 de abril de 2021

Derecho y ley natural

En la antigüedad, ética, religión y derecho constituían un todo indisoluble, emanado de las leyes naturales, consideradas en ese momento como leyes de Dios. La necesaria especialización posterior hizo olvidar un tanto la esencia y el origen común de tales aspectos del conocimiento humano. Carlos Octavio Bunge escribió: “Ciertos autores establecen que las normas de conducta pueden estudiarse en dos aspectos o fases: la fase generalizada y preceptiva de la moral, y la más o menos especializada, coercitiva y política del derecho. Otros diferencian más categóricamente tres distintos fenómenos y sus respectivos estudios, en la costumbre, el derecho y la moral. «Ética» sería, en tal caso, el término genérico, que abarca, ya los dos puntos de vista de la moral y el derecho, ya los tres puntos de vista de la costumbre, el derecho y la moral”.

En el Antiguo Testamento se advierte, como se dijo, la unidad de religión y derecho. El citado autor escribió al respecto: “El Dios-providencia de los hebreos era también un Dios legislador. La moral preceptiva y la legislación judía se confundían en su común origen: el mandato divino. Como en todas las religiones naturales y en todas las sociedades teocráticas, el derecho y la moral, para el judaísmo, formaban una unidad indivisa en el seno de su concepción religiosa. El gobierno de los sacerdotes, reyes o jueces era, al propio tiempo, religioso y jurídico” (De “El derecho”-Espasa-Calpe SA-Madrid 1927).

Marco Tulio Cicerón advierte que la ley natural, sin negar un mandato divino, era el origen del derecho y que, por lo tanto, toda ley humana debería contemplarla. George G. Catlin escribió: “Cicerón afirma que la raza humana no está constituida por ermitaños o por solitarios peregrinos. Esta naturalidad de la vida cívica es importantísima para Cicerón, dado que él concuerda con los estoicos de que nuestro mayor bien está en vivir de acuerdo con la naturaleza (ex natura vivere, summun bonum), esto es, de acuerdo con los preceptos racionales de la sana psicología humana. ¿En qué consiste entonces la ley? En sentido básico, ley es esta regla racional asequible por medio de la observación de la naturaleza, observación de la cual debe extraerse una sana jurisprudencia (ex intima hominis natura haurienda est iuris disciplina)” (De “Historia de los filósofos políticos”-Ediciones Peuser-Buenos Aires 1956).

Cicerón asocia la ley natural a un mandato divino. A diferencia de las religiones bíblicas, que atribuyen sus prédicas a una revelación de Dios por medio de sus enviados, el político romano considera que Dios se vincula con la humanidad mediante las leyes naturales, adoptando la postura típica de la religión natural. Al respecto escribió: “Existe, pues, una verdadera ley, la recta razón congruente con la naturaleza, que se extiende a todos los hombres y es constante y eterna; sus mandatos llaman al deber y sus prohibiciones apartan del mal. y no ordena ni prohíbe en vano a los hombres buenos ni influye en los malos. No es lícito tratar de modificar esta ley, ni permisible abrogarla parcialmente, y es imposible anularla por entero”.

“Ni el senado ni el pueblo pueden absolvernos del cumplimiento de esta ley, ni se requiere nadie que la explique o interprete. No es una en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra después, sino una ley única, eterna e inmutable, que obliga a todos los hombres y para todos los tiempos: y existe un maestro y gobernante común de todos, Dios, que es el autor, intérprete y juez de esa ley y que impone su cumplimiento. Quien no la obedezca huye de sí mismo y de su naturaleza de hombre, y por ello se hace acreedor a las penas máximas, aunque escape a los diversos suplicios comúnmente considerados como tales” (Citado en “Historia de la teoría política” de George H. Sabine-Fondo de Cultura Económica-México 1996).

El inconveniente de la fe, o de la razón, desvinculadas de los efectos concretos que toda acción produce, considerando al conjunto de acciones como “costumbres”, radica en que se ignoran los aspectos concretos que se desea optimizar. De ahí la necesidad de recurrir a las leyes naturales como la referencia que hemos de adoptar. David Hume escribió al respecto: “Si quisiéramos quedar satisfechos en lo que concierne a la naturaleza de esa evidencia que nos da seguridad acerca de los hechos, deberíamos investigar cómo llegamos al conocimiento de la causa y el efecto”.

“Me permitiré afirmar, como proposición general que no admite excepción, que el conocimiento de esta relación en ningún caso se alcanza por razonamientos a priori, sino que surge enteramente de la experiencia, cuando vemos que cualquier clase de objetos particulares están constantemente ayuntados entre sí. Preséntese un objeto a un hombre dotado de razón natural y habilidades tan extraordinarias como se quiera: si el objeto es enteramente nuevo, no será capaz de descubrir ninguna de sus causas o efectos, ni siquiera mediante el examen más prolijo” (Citado en “Ciencia social y filosofía” de Peter Winch-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1971).

La base de todo intento por salir de un estado de crisis, o de decadencia extrema, ha de estar constituida por un conjunto de ideas (ideología) que contemple en forma unificada la ley natural, la ética, el derecho y las costumbres, De esta manera se contempla la ley de Dios (religión natural) como también el aspecto experimental, asociado a las costumbres, por lo cual también se ha de contemplar la compatibilidad de tal ideología con la ciencia experimental.

Uno de los impedimentos para lograr este propósito lo constituye la intromisión de lo sobrenatural, asociado principalmente a un Dios que intervendría en los acontecimientos humanos interrumpiendo o bloqueando las leyes naturales por él establecidas. Ello da lugar a la proliferación de actitudes paganas mediante las cuales el ser humano no intenta adaptarse a la ley natural sino que busca que Dios se adapte a los deseos humanos. Se olvida aquella expresión de Cristo en la que advierte que “Dios sabe que os hace falta antes que se lo pidáis”.

En cuanto a la existencia y justificación de las leyes sobrenaturales, Leo Strauss escribió: “El contexto preciso en el que el Aquinatense [Santo Tomás de Aquino] trata el derecho natural es el de los principios de la acción humana; principios que pueden ser intrínsecos (las virtudes y los vicios) y extrínsecos. El principio extrínseco que mueve a los hombres hacia el bien es Dios, que enseña a la criatura humana por medio de la ley y le asiste mediante su gracia”.

“La ley natural se distingue claramente de la ley eterna –el propio Dios o el principio de su gobierno sobre las criaturas-, por una parte, y de la ley divina, es decir, la ley positiva contenida en la Biblia, por otra. La ley eterna es el supuesto de la ley natural, y la ley natural debe ser complementada por la ley divina si el hombre quiere alcanzar la felicidad eterna y si ningún mal ha de quedar sin castigo” (De la “Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1974).

Uno de los indicios de que el cristianismo puede considerarse una religión natural, puede advertirse en el mandamiento del amor al prójimo, que no es otra cosa que la empatía emocional que nos induce a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, constituyendo la base de la ética natural y el principal medio de supervivencia establecido por la evolución biológica.

El otro indicio de que el cristianismo actual ha de cambiar, por lo cual ha de estar equivocado parcialmente, lo constituye la profecía de la Segunda Venida. Si todo está bien como está, no haría falta ningún cambio, por lo que el cristianismo debería mantener una pobre e ineficaz influencia en las sociedades actuales. Si tenemos en cuenta que las religiones bíblicas implican una cuestión de ética, la aceptación del cristianismo como religión natural será el camino indicado para una revitalización de la religión.

domingo, 11 de abril de 2021

Alberdi y los caudillos

Luego de independizarse del dominio español, la Argentina entra, en el siglo XIX, en una etapa de caos y guerras civiles que tiene por principales actores a los caudillos provinciales. Aparecen en la historia nacional como los únicos culpables de una época de barbarie. Sin embargo, Juan Bautista Alberdi advierte que también fueron culpables quienes centralizaron el poder en Buenos Aires menoscabando las autonomías provinciales. Federico A. Daus escribió: “El abolengo castellano de los caudillos ha sido señalado por distintos autores, con su individualismo absoluto y su regionalismo intolerante; en tal tesitura mental, cada caudillo se cree rey y a cada comarca se reputa un Estado”.

“La guerra civil perpetua, sin motivaciones nacionales, es la secuencia inevitable de esta psicología fermentativa; la heroicidad y la lucha cruel es corolario necesario de ese comportamiento pendenciero. No es, pues, necesario indagar sobre qué ancestro recae el origen de la vocación heroica-pendenciera de los caudillos, señores feudales de las sierras, descendientes de conquistadores hispanos, conmilitones espirituales de Pizarro, Nuflo de Chaves,….”.

“Parece oportuno recordar la definición que W. Schubart ha dado del hombre heroico y que explica su singular comportamiento: «El hombre heroico no vive pacíficamente en el mundo, sino en perpetua oposición; lo llenan la confianza en sí mismo y la codicia de dominio; la secularización es su destino, el heroísmo es su sentimiento vital y la tragedia su acto final»”.

“Contribuye a caracterizarlos lo que atañe a los móviles de la lucha a que se lanzaron con ímpetu feroz y, sobre todo, la indiferencia que mostraron por la guerra nacional de la independencia –excepción hecha de Güemes, que es un caso singular en la galería de los caudillos- Todos, como este último, estuvieron en condiciones de enrolarse en los ejércitos patrios y no lo hicieron, contrariando su deber y su linaje heroico”.

“Los móviles de los caudillos no fueron nacionales, lo cual acerca más a este género de hombres batalladores al prototipo pendenciero que al heroico. Se ha observado que en las épocas de las guerras civiles argentinas fue sumamente difícil para los oficiales de los ejércitos regulares, frecuentemente involucrados en las luchas, puesto que en la mayor parte de las revueltas era «por demás dudoso dónde estaba el deber con la Patria y hacia cuál bando aconsejaba inclinarse el deber militar» (Best). La falta de objetivos nacionales claros era, sin duda, el origen de las dudas de los oficiales, que sin motivaciones psicológicas se veían envueltos en las reyertas de los pendencieros, por pertenecer a los cuadros regulares del ejército”.

Lucharon “contra otros caudillos rivales, miembros todos de las oligarquías lugareñas; y lucharon específicamente contra Buenos Aires, ejecutora y beneficiaria del «centralismo» y agente de la modernización, heredera de los privilegios del régimen colonial –de la aduana, en primer lugar-, gobernada por una «minoría usurpadora del poder de los pueblos»” (De “Desarrollo y comportamiento”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 1976).

Respecto de las opiniones de Alberdi, Manuel Lizondo Borda escribió: “Definiendo al caudillo en Sud América, Alberdi se pregunta: «¿Quién lo constituye, quién lo crea, quién le da poder y autoridad?». Y se contesta: «La voluntad de la multitud popular, la elección del pueblo. Es el jefe de las masas, elegido directamente por ellas, sin ingerencia del poder oficial, en virtud de la soberanía de que la revolución ha investido al pueblo todo, culto e inculto; es el órgano y brazo inmediato del pueblo»…En todo lo cual Alberdi decía la verdad”.

“Luego apunta esto que es igualmente cierto: «Como órgano del pueblo y de la multitud popular, el caudillo es el tipo opuesto al militar, que es por esencia órgano del gobierno, de quien siempre depende. El caudillo supone la democracia, es decir que no hay caudillo popular sino donde el pueblo es soberano…»”.

“A lo cual, con toda lógica, agrega: «El caudillaje que apareció en América con la democracia, no puede ser denigrado por los que se dicen partidarios de la democracia sin el más torpe contrasentido…A esto responden –observa- que hay dos democracias en América, la democracia bárbara, es decir la popular, y la democracia inteligente, es decir, la anti-popular…». Pero –dice- «llamar democracia bárbara a la del pueblo de las campañas de América, es calificar de bárbaro al pueblo americano»…”.

“Y a continuación, tras citar a nuestros caudillos más notorios, que fueron soldados de Belgrano y San Martín en la guerra de la independencia, distinguiéndose en ella, expresa con verdad: «¿Por qué tienen mala fama? ¿A qué deben su descrédito? Sus violencias y arbitrariedades innegables fueron el pretexto. Vástagos e instrumentos de una revolución fundamental, no podían ser dechados de disciplina; no lo son en ninguna parte los jefes de una democracia que no se ha constituido definitivamente»”.

“Más adelante, entrando en la entraña del problema sobre nuestros caudillos, que es la de su acción o voluntad histórica, que los salva y justifica ante la posteridad, Alberdi nos dice: «¿Qué querían Güemes, Ramírez, López, Ibarra, Quiroga, etc.? La federación, de que Buenos Aires había dado la doctrina y el ejemplo; la autonomía provincial, a falta del poder nacional, que Buenos Aires desconoció y estorbó pertinazmente, bajo un pretexto u otro. Esa autonomía era el significado práctico de la libertad de los pueblos disputados a España. Y bien; ¿no es ése el sistema que ha triunfado al fin?»”.

“Sobre lo cual declara: «La federación, en el sentido de los pueblos, fue la participación de todos ellos por igual en la gestión de su gobierno común: fue la resistencia de las provincias a la pretensión de Buenos Aires de ser única y sola para el gobierno de todas: fue la independencia interior, la libertad concéntrica, el derecho de no ser avasallados por Buenos Aires en nombre de la patria, personificada en esa sola provincia, como querían los que así entendían la unidad». Y así –añade-, «Buenos Aires aborrece a los caudillos, porque ellos significan en la historia argentina…el desconocimiento de la autoridad soberana y suprema, que el pueblo de Buenos Aires quiso asumir sobre los otros pueblos de la Nación Argentina»”.

“Por último, Alberdi sintetiza su concepto histórico sobre nuestros caudillos, en su época, con estas notables palabras que son –para nosotros- profundamente verdaderas: «La democracia consiste en la soberanía del pueblo. El pueblo es soberano por los hechos generales y por las ideas de este siglo. El pueblo americano lo es, además, por el Océano Atlántico, foso de miles de leguas que separa los gobiernos de derecho divino, de los gobiernos por la voluntad nacional. Belgrano quería suprimir los caudillos sin suprimir la democracia. Su remedio era éste: Belgrano quería salvar la democracia independiente de América monarquizándola [en forma constitucional] es decir, dándole una personificación americana noble, alta, digna de ella, en un jefe irrevocable de su elección, con el título de soberano; en lugar de tener por personificación y símbolo encarnado a los Artigas, a los Quiroga, a los Chacho, y a toda esa larga dinastía de reyes de poncho, sin corona pero sin ley, y armados de un cuchillo en lugar de un cetro»”.

“«Mitre, Sarmiento y los de su escuela liberal e inteligente –continúa- hallan que América merecía este gobierno más bien que el que quería Belgrano. Solamente ellos quieren reemplazar los caudillos de poncho por los caudillos de frac; la democracia semi-bárbara, que despedaza las constituciones republicanas a latigazos, por la democracia semi-civilizada, que despedaza las constituciones con cañones rayados, y no con la mira de matarlas, sino para reconstruirlas más bonitas; la democracia de las multitudes de las campañas, por la democracia del pueblo notable y decente de las ciudades; la democracia que es democracia…por la democracia que es oligarquía»”.

“«Si la república es buena, si se está por ella –dice más adelante-, es preciso ser lógicos: se debe admitir su resultado, que son los caudillos, es decir, los jefes republicanos elegidos por la mayoría popular entre los de su tipo, de su gusto y confianza. Pedir que la parte inculta del pueblo, que es tan soberana como la culta, se dé por jefes, hombres de un mérito que ella no comprende ni conoce, es una insensatez absoluta»”.

“«Belgrano –concluye- partía de ese hecho; y para librar al país de los Artigas y los Francia, no trataba de exterminarlos, sino buscaba la cooperación de ellos mismos para dar a la democracia la forma que la libere de tener por jefes caudillos semi-bárbaros, elegidos por las campañas y caudillos semi-cultos, elegidos por las ciudades; y que, en lugar de caudillos y de jefes populares de toda especie, tomase una personificación permanente en la forma de gobierno adoptado por la civilización de la Europa liberal, que dé paz y libertad a las campañas y a las ciudades, a los semi-bárbaros y a los semi-cultos, sin perjuicio del derecho democrático de todos a tomar en la gestión de su gobierno la parte que le concede esencialmente la necesidad de moderarlo y mantenerlo dentro de la ley y del respeto de los derechos populares»” (De “Encuesta sobre el caudillo”-Varios autores-Universidad Nacional de La Plata-La Plata 1966).

La opinión algo benevolente de Alberdi hacia los caudillos, pareciera surgir sólo de tener en cuenta la legitimidad de sus accesos al poder y no tanto a la legitimidad de sus respectivas gestiones. Posiblemente tal actitud haya sido favorecida por la animadversión de Alberdi por sus adversarios intelectuales, como lo fue Sarmiento, un opositor a los caudillos. De todas formas, resulta ser una opinión respetable debido al conocimiento que Alberdi tenía acerca de los acontecimientos y las ideas imperantes en el siglo XIX.

sábado, 10 de abril de 2021

Paganización de la religión y de la política

A diferencia de la religión moral, que promueve acciones éticas, las religiones paganas promueven una actitud de sumisión advertida en ritos y alabanzas hacia una deidad de cuyas decisiones dependería la vida de todo ser humano, quedando la ética individual relegada a un nivel secundario. La paganización de la religión moral implica un abandono de las prioridades éticas para ser reemplazadas por creencias que poco o nada tienen en cuenta las leyes naturales hasta exaltar acontecimientos asociados a la magia y a la irracionalidad.

Esto se advierte en las diversas interpretaciones acerca de la profecía bíblica de la parusía, o segunda venida, en las cuales poco o nada se contempla la posibilidad de un retorno a la religión moral original que estaría materializado en nueva información acerca del comportamiento humano. Por el contrario, la mayoría de los adeptos espera un acontecimiento espectacular en el cual alguien similar a Superman vendría volando desde el cielo para efectuar acciones inverosímiles para las personas normales. No esperan información para restablecer la ética que nunca se debió abandonar y para iniciar una nueva etapa de la humanidad, sino que están esperanzados en un Superman justiciero que enviaría al infierno a los que no adhieren a tales creencias.

Benjamín Constant escribía en el siglo XIX respecto del proceso por el cual la religión moral se aleja de la ética elemental: “Cuando la religión degenera de tal modo, pierde toda su influencia sobre la moral. Por así decirlo, se aloja en un rincón de las cabezas humanas, donde permanece aislada de todo el resto de la existencia. En Italia vemos cómo la misa precede al asesinato, la confesión lo sigue, la penitencia lo absuelve y el hombre, así liberado de remordimientos, medita nuevos homicidios”.

“Nada es más sencillo. Para impedir la subdivisión de las sectas hay que impedir que el hombre reflexione sobre su religión, en consecuencia hay que impedir que se ocupe de ella. Hay que reducirla a símbolos que se repiten, a prácticas que se observan. Todo se vuelve exterior. Todo debe hacerse sin examen, todo se hace pronto y por eso mismo sin interés ni atención. En todas las cosas morales, el examen es la fuente de la vida; y la libertad, la condición primera e indispensable de todo examen”.

“No sé que pueblos mongoles, obligados por su culto a oraciones frecuentes, se persuadieron de que lo que había de agradable a los dioses en las oraciones era que el aire agitado por el movimiento de los labios probaba que el hombre se ocupaba permanentemente de ellos. En consecuencia, esos pueblos inventaron molinitos de oraciones que, agitando el aire de cierto modo, mantenían perpetuamente el movimiento deseado y, mientras esos molinos giran, persuadido cada uno de que los dioses están satisfechos, se dedica a sus asuntos o a sus placeres sin inquietud. La religión, en más de una nación europea, a menudo me recordó los molinitos de los pueblos mongoles” (De “Principios de política aplicables a todos los gobiernos”-Katz Editores-Buenos Aires 2010).

Las figuras representativas de la religión moral, que ha sido paganizada, no buscan la verdad, por cuanto creen ya poseerla, olvidando que la verdad bíblica implica una descripción general del universo acentuada en sugerencias éticas de fácil entendimiento aunque de difícil aceptación y cumplimiento. El poseedor de la verdad tiende a orientar su vida en base a aspectos personales competitivos que poco o nada tienen en cuenta la importancia del comportamiento ético general. Jacques Leclercq escribió: “La literatura religiosa cristiana suele discutir la cuestión de la civilización en los tratados de apologética. Ahora bien, entre las ciencias religiosas la apologética es una ciencia relativamente poco científica, pues es una ciencia de combate, una idea más bien antagónica con la noción misma de ciencia”.

“La apologética tiene por objeto defender la fe; no responde al afán de un espíritu que busca la verdad, sino al afán de un espíritu que cree poseerla ya. Si puede decirse que buscan algo es sólo los mejores argumentos para convencer a otros de lo que ellos mismos tienen ya certeza”.

“La apologética emplea todos los argumentos que parecen aptos para impresionar. Por lo mismo, amontona argumentos que pueden ser impresionantes psicológicamente, aunque carezcan de valor racional”.

“Por otra parte, el estado de los espíritus es variable. Puede haber argumentos que resulten psicológicamente excelentes en una época y no en otra. Y puede ocurrir que ciertos autores repitan hasta la saciedad argumentos pasados de moda, porque se dedican a copiar a escritores anteriores, sin preguntarse si no habrá variado la mentalidad” (De “Filosofía e historia de la civilización”-Ediciones Guadarrama SL-Madrid 1965).

Debe advertirse que la religión bíblica apunta a la acción ética antes que a la fe, siendo la fe un vehículo necesario y previo para tal acción. Una fe sin el cumplimiento de los mandamientos niega la prioridad que el propio Cristo indicó al decir que “en estos dos mandamientos están la ley y los profetas”.

La actitud pagana tiende a perfeccionarse con la política, ya que, mientras que el inactivo creyente relega todas sus esperanzas a las sabias decisiones de Dios, el hombre-masa relega sus esperanzas a las sabias decisiones emanadas desde el Estado (o de quienes lo dirigen), convirtiéndose el Estado en una especie de deidad pagana dirigida por quienes creen ser depositarios de la sagrada misión de conducir a la humanidad bajo el criterio personal de Marx, Engels, Lenín y otros ideólogos.

Si bien los ideólogos totalitarios no se presentan como promotores de alguna forma de religión, tanto en sus efectos como en la mente del hombre común, tales ideologías funcionan como religiones paganas, acercándose a la religión moral que ha sido paganizada.

Se ha llegado al extremo que la propia Iglesia Católica ha reemplazado, por decisión de sus jerarcas actuales, el espíritu de los Evangelios por el espíritu de la Teología de la Liberación, una variante de la “religión” marxista-leninista, que es la principal competidora del cristianismo auténtico.

En el fanatismo religioso y en el fanatismo político, se advierte una similitud que justifica el título de “paganización de la religión y la política”. El fanático se mueve bajo la aceptación total de lo que sugieren los ideólogos que comandan sus mentes y sus vidas, rechazando en forma similar a todo enemigo religioso o político, hasta el punto de negar su derecho a la vida y a su existencia.

En la Argentina, el peronismo cumple la función de religión pagana que se opone totalmente a la ética cristiana, si bien la propia Iglesia Católica ha permanecido cercana en muchas oportunidades, a pesar de las directivas, o del consentimiento de Perón, para que sus incondicionales fieles incendiaran varios templos católicos. Pero el mayor sacrilegio de Perón fue la masiva siembra de odio hacia el “enemigo” (la gente decente) creando todas las condiciones para una guerra civil, si bien sus llamados no tuvieron la respuesta por él esperada.

Mientras que la religión moral está dirigida a cada individuo, las religiones paganas están dirigidas a una especie de hombre promedio indiferenciado. Los colectivismos totalitarios niegan las individualidades, excepto la de sus ideólogos, que buscan pensar por los demás. Arthur Koestler escribió: “Ahora tal vez vendría la época de la gran oscuridad. Tal vez más tarde, mucho más tarde, surgiría un nuevo movimiento con flamantes banderas y un espíritu nuevo, con conocimiento, tanto de fatalismo económico como del «sentido oceánico». Quizás los miembros del nuevo partido usarían cogullas de monje y predicarían que sólo la pureza de medios puede justificar los fines. Tal vez enseñarían el error de creer en el dogma que un hombre es el producto de dividir un millón de hombres entre un millón, e introducirían una nueva aritmética basada en la multiplicación: que al juntar un millón de individuos se formará una nueva unidad, que no será una masa amorfa, sino que desarrollará una conciencia e individualidad propias, con un «sentimiento oceánico» un millón de veces mayor, en un espacio ilimitado, aunque contenido en sí mismo” (De “Oscuridad a mediodía”-Editorial Abril SRL-Buenos Aires 1947).

domingo, 4 de abril de 2021

Prueba y error en la ciencia y en la vida

"Ensayo y selección" o “prueba y error” es una parte esencial de la generación de la vida por cuanto es parte del proceso de la evolución biológica. Puede hacerse una analogía con la fabricación de pequeñas resistencias eléctricas, de limitada generación de calor, utilizadas en circuitos electrónicos. En este caso, se produce una gran cantidad de resistencias de carbón, con valores óhmicos no prefijados, o al azar, para luego ser medidas y seleccionadas según el valor observado. De esta forma se logra una gran producción con un reducido costo de fabricación.

En el caso de la evolución biológica se advierte una generación aleatoria de gran variedad de formas de vida para seleccionar luego las que mejor se adaptan al medio en donde se desarrollan. Al igual que el caso anterior, resulta un proceso simple y económico.

Al emplearse el azar en la generación de la vida, surgen interpretaciones en las cuales se aduce que “no existe finalidad alguna” en esa generación. Es casi lo mismo que decir que el fabricante de resistencias eléctricas “no tenía ninguna intención” de fabricarlas. Por el contrario, las leyes biológicas a nivel celular y molecular actúan de tal forma que contemplan la posterior etapa de la selección natural, por lo que el azar no debería asociarse a una ausencia de finalidad. De ahí que pueda hablarse de una finalidad implícita en las leyes fundamentales que rigen los fenómenos naturales.

La ciencia experimental utiliza el mismo método, ya que se plantean diversas hipótesis “al azar”, o surgidas de diferentes individuos, para ser luego “seleccionadas” mediante la experimentación aceptándose las que describen mejor aquellas leyes naturales bajo estudio y rechazándose al resto. El caso más ilustrativo es el del médico Paul Ehrlich, quien logra sintetizar el salvarsán luego de 606 intentos.

El proceso educativo presenta similitudes con el método de la ciencia. Cuando alguien está inmerso en la tarea de comprender lo que lee en un texto, supongamos que se trata de un proceso físico, pone a prueba lo que ha entendido hasta el momento comparándolo, en lo posible, con lo que lee. Si no entendió nada, o lo entendió mal, sigue intentando reconstruir en su mente una descripción concordante con lo que quiso significar el autor del texto, quizá recurriendo a otros libros, releyendo el que está estudiando o buscando alguna explicación adicional.

El proceso de adaptación cultural, incluso el de adaptación social, se establece también mediante prueba y error. Así, si un niño o un adolescente pronuncian una “mala palabra” en cierto ámbito social, y recibe miradas o respuestas desaprobatorias, es posible que las tenga en cuenta en el futuro, por lo que tratará de evitarlas corrigiendo su conducta. Puede también “divertirse”, en lugar de intentar adaptarse, buscando respuestas desaprobatorias, dependiendo de la predisposición previa, ya que en este caso buscaría llamar la atención o bien rebelarse contra las costumbres sociales vigentes.

El perdón, tantas veces sugerido en los Evangelios, se recomienda al tener siempre presente que todos los seres humanos vamos construyendo nuestra personalidad en base a “prueba y error” y que es normal equivocarse frecuentemente, aun tratándose de personas bien intencionadas. De ahí la sugerencia del perdón y la tolerancia. Quienes no son conscientes de sus debilidades y errores, tienen poca predisposición a perdonar y a tolerar a los demás. Pero el perdón y la tolerancia deben ser condicionales, es decir, condicionados a una manifiesta intención de subsanar errores y de apuntar a una mejora individual por parte del “pecador”.

Desde este punto de vista, puede interpretarse el sufrimiento humano como una medida del grado de desadaptación al orden natural, consecuencia inmediata de no haber intentado una previa adaptación a dicho orden. La felicidad, por el contrario, ha de ser una medida del grado de adaptación a la ley natural y al orden natural.

El perdón y la tolerancia hacia la persona mal intencionado sólo tiende a promover su grado de desadaptación y del posterior sufrimiento, tanto propio como del que podrá infligir a los desventurados “soportadores” del inadaptado por decisión propia.

En materia de economía también encontramos al proceso de aproximación y correcciones. Así, los diversos empresarios en competencia ofrecen sus productos a los posibles consumidores. Estos establecen una “selección” adquiriendo bienes o servicios según la calidad y el precio advertidos. La “selección artificial” de productos promueve el acatamiento de algunas empresas y el cierre de otras. El proceso del mercado, siendo natural y espontáneo, es el que mejores resultados produce, si bien se requiere un arduo trabajo de adaptación por cuanto todo integrante de la sociedad casi siempre se verá cumpliendo ambos roles; de productor y de consumidor, ya que el proceso se basa en un intercambio generalizado de bienes y servicios.

En el ámbito de la política, concretamente en el caso de la democracia liberal, el rol que antes desempeñaban los empresarios, ahora lo desempeñan los partidos políticos, que ofrecen sus “servicios” como administradores del Estado, buscando ser apoyados en forma similar a cómo el consumidor se comporta frente al productor.

Cuando el odio y el fanatismo entre sectores tiende a favorecer un apoyo incondicional a un partido y el correspondiente rechazo de los partidos rivales, el proceso se desvirtúa y pierde toda eficacia, siendo frecuente observar la elección de los peores gobernantes. Éstos, por lo general, son hábiles embaucadores de masas, tan eficaces en su tarea como el estafador profesional.

El caso mencionado del niño o del adolescente que dice “malas palabras” cae en el ámbito de la moral. Se advierte que en esos aspectos existe una escala de valores establecida o adoptada por la sociedad determinando tanto lo que considera el bien como el mal. es decir, el bien como aquello que favorece el logro de los valores aceptados y el mal lo que desfavorece ese logro. Los códigos morales constituyen luego la referencia concreta que debe tenerse como guía para la adaptación cultural y social.

Si no existe tal referencia, reinando el relativismo moral, o caos moral, pierde significado la idea del bien y del mal, por cuanto no existe una referencia concreta tenida como objetivo a lograr. Pierde así todo sentido el proceso adaptativo por cuanto adaptarse implica ser apto para la vida social estableciendo una conducta acorde a ciertos valores y a ciertos códigos morales cuya efectividad ha sido verificada en el pasado.

Los códigos morales, por lo general asociados a la religión, en realidad surgen al aplicar el proceso de prueba y error advirtiendo los resultados producidos como efectos de las diversas conductas humanas. Luego, dependiendo de la época, se supone que tales códigos, o mandamientos, han sido transmitidos desde Dios a sus enviados, aunque en realidad lo que han hecho ha sido una descripción de conductas individuales observadas y de sus efectos posteriores para establecer, luego, una optimización de esas conductas para una mejor adaptación al orden natural, interpretada como “la voluntad de Dios”.

La actividad artística también utiliza el proceso mencionado, aunque esta vez no se busca la verdad, como en el caso de los procesos descriptivos y cognitivos, sino la belleza, es decir, el artista perfecciona su obra buscando que coincida con el criterio estético individual que posee.

El método de prueba y error consiste esencialmente en un sistema de realimentación negativa por el cual una permanente iteración pretende alcanzar un objetivo determinado, estando asociado a todo proceso adaptativo y autorregulado. Quienes confían ciegamente en la razón y en la coherencia lógica de sus deducciones, rechazando o desconociendo el proceso de prueba y error, ven limitadas sus posibilidades de éxito. Alguien dijo que, mientras que el filósofo racional utiliza lápiz y papel, el científico utiliza lápiz, papel y un cesto para arrojar papeles.

viernes, 2 de abril de 2021

Cuba, la atracción fatal

Los políticos argentinos, en su mayoría, como también la mayoría del pueblo, coinciden en promover y apoyar toda medida económica o social que, tarde o temprano, nos aproximarán al modelo cubano. Si bien gran parte de políticos y pueblo aspiran a lograr resultados opuestos a los logrados en ese país, sus ideas coinciden esencialmente con aquellas que han conducido a los países hacia el socialismo.

En la Argentina, como lo sugiere la marcha peronista y el jerarca actual de la Iglesia Católica, se “combate al capital”. De ahí que se ataque a empresas y empresarios por varios frentes, hasta llegar a la conclusión de que los males del país se deben, no al que nada produce, sino al sector productivo, por ser incapaz de cubrir los enormes “gastos sociales” que le imponen los políticos a cargo del Estado.

Mientras que en países como Suecia, al observar el éxodo empresarial hacia otros países, motivado por los excesivos impuestos, decidieron cobrarlos a los individuos y no a las empresas, en la Argentina, en una situación similar, o bastante peor, se decidió aumentar los impuestos empresariales “para evitar el hambre” de amplios sectores de la población. Por supuesto, el cierre de fuentes de trabajo y el éxodo empresarial producen mayor desempleo y mayor pobreza. Esta idea, no tan difícil de entender, parece imposible de admitir por grandes sectores de la política y de la sociedad. La prédica anti-empresarial, continua y permanente, ha dado sus resultados.

Se desalienta, además, todo tipo de inversión, incluso las de “alto riesgo”, como es el caso del alquiler de viviendas. Ello se debe a la inseguridad que todo propietario advierte cuando quiere recuperar un inmueble cuyo inquilino no paga los alquileres mensuales ni tampoco muestra intención alguna de desalojarlo. Cuando, con mucha suerte, logra recuperarlo, luego de un largo tiempo judicial, es posible que los daños ocasionados premeditadamente por el mal-viviente desaconsejen al propietario intentar alquilarlo nuevamente. La ley, en la Argentina, siempre apoya al delincuente, al usurpador y al tramposo.

En este país, no sólo se desalienta la inversión y el trabajo, sino que se promueve la vagancia generalizada y el derroche de recursos económicos a través del Estado. Los planes sociales y las ayudas universales sin contraprestación laboral, junto a las jubilaciones sin aportes, pensiones por falsa invalidez y al excesivo plantel de empleados públicos, hacen que unos 26 a 27 millones de argentinos cobren alguna mensualidad estatal, mientras que sólo unos 6 o 7 millones son los que deben mantenerlos vía excesivos impuestos.

De la cantidad de receptores mencionada, existen jubilaciones y empleos estatales genuinos. Sin embargo, la cantidad de beneficios otorgados con fines electorales se incrementa continuamente, ya que predomina la subdesarrollada idea de que mayor cantidad de dinero colocada en el bolsillo de la gente, por el motivo que sea, promoverá la demanda y ello promoverá adicionalmente la oferta y la producción.

En los sistemas socialistas, siempre se ha priorizado la previa destrucción del capitalismo, es decir, la destrucción de empresas y el rechazo de toda forma privada de inversión. Las empresas y capitales en fuga, mientras tanto, y cuando pueden, se refugian en países más seguros, como los EEUU, que de esa forma se ven beneficiados por la acción de sus “enemigos” socialistas.

El atractivo de Cuba ha sido siempre el discurso y las palabras de sus dirigentes quienes, mentiras de por medio, han hablado maravillas de la educación y de la salud en la isla. Verdaderamente un milagro si tales supuestos éxitos hubiesen sido logrados con un sistema económico deteriorado y con un trabajo cubano que carece de toda forma de estímulos.

El argentino que aspira a que lleguemos a parecernos a la Cuba real, o a la Venezuela real, por lo general vive esperanzado de poder observar, a los sectores más pudientes, hurgar en recipientes de basura para alimentarse y poder sobrevivir. Incluso en los casos extremos de odio y envidia, aceptarían ellos mismos ver tan deteriorada su situación con tal de verse liberados de la envidia que los carcome hora tras hora y día tras día.

Tomás Santa Coloma, quien estuvo en Cuba, relata algunas de sus experiencias allí vividas: “Yo estuve en Cuba cuando intentaba hace 20 años hacer una vacuna a ADN contra garrapatas. El proyecto colapsó cuando Menem perdió las elecciones y entonces todos mis colegas de izquierda atacaron todos mis proyectos y me hicieron todo tipo de patrañas. Por eso y otros motivos muy turbios me fui del Instituto Leloir a la UCA, donde construí el BIOMED. Pero lo interesante es esto: Estaba viendo una presentación de un científico cubano, tan adorados por los kirchneristas, sobre la prueba de una vacuna en bovinos. Me llamó la atención la falta de análisis estadístico. Entonces le pregunté cuántos habían sido los controles y cuántos los tratados. La respuesta fue asombrosa. «La que está viendo». No podía creerlo…¿fue hecho con UNA vaca? Repregunté. Y la respuesta fue «Sí…en Cuba no tenemos muchas vacas»…”.

“Esa fue mi experiencia con la ciencia cubana. Ahh…tengo otra. Necesitaba comprar carbón [contra la diarrea] porque me dieron de comer algo podrido. En una ciudad de 3 millones de habitantes como La Habana, no escuché en una semana una sola ambulancia. No es que no tengan infartos…imaginen”.

“Pero sigamos con el carbón, en toda la ciudad había un solo hospital de guardia. Fui en taxi. Todo oscuro. Golpeé la puerta de hierro varias veces…al final apareció una persona. Le pedí pastillas de carbón o antibióticos y entonces se rió con ganas. Me dijo que hacía 40 años que no veía una pastilla de carbón en Cuba. Que tome mucha agua. Y que por las dudas pregunte en la farmacia que estaba enfrente”.

“Crucé, golpeé varias veces y apareció el farmacéutico. La respuesta fue la misma…«hace décadas que no tenemos». Bueno, al día siguiente seguía mal y me fui a ver a una médica que me recomendaron en el hotel. Me dijo que no podía hacer nada, que tome agua. Y me pidió que le regalara la birome, porque no les daban. Entonces le pregunté cuánto era su sueldo…«20 dólares por mes y comparto la casa con otras familias»”.

“Esa es la gran medicina cubana. No se les ocurra tener diarrea si visitan Cuba. Y no vayan a tener algo grave…quizás nunca llegue la ambulancia” (De “Facebook”).