miércoles, 31 de mayo de 2023

Católicos europeos y latinoamericanos ante la política

Es posible distinguir dos actitudes extremas entre los católicos en cuanto a sus adhesiones políticas; por una parte encontramos a los demócratas cristianos europeos, quienes, por encima de todo, se basan en la ética cristiana. Por otra parte, los sacerdotes latinoamericanos dejan de lado la ética cristiana y basan su política en ideólogos peronistas o marxistas, por lo que se pone en duda el carácter de cristianos que pudieran ostentar.

Si bien, podrá decirse, que en Europa existen católicos que simpatizan o adhieren al marxismo, y también que en Latinoamérica existen católicos que rechazan tanto al peronismo como al marxismo, lo cual es cierto, debe aclararse que en este escrito se hace referencia a los procesos y movimientos políticos y sociales con actuaciones de líderes o de ideólogos católicos.

En la Europa de la posguerra encontramos a dirigentes católicos, como Konrad Adenauer y Alcide De Gasperi, que favorecen la reconstrucción de sus propios países, a través de una economía de mercado, mientras que promueven además la consolidación de la Comunidad Europea. Si bien pueden discutirse las ventajas o desventajas de tal unión económica, no debe olvidarse que tal institución política fue establecida principalmente para unir a Francia con Alemania, países que estuvieron en guerra como la franco-prusiana del siglo XIX, luego en la Primera y Segunda Guerra Mundial.

En una disertación, Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) expresó respecto de De Gasperi: "Aprovecho con gusto la oportunidad que me ofrece vuestra presencia para volver a evocar la figura de esta gran personalidad que, en momentos históricos de profundos cambios sociales en Italia y en Europa, plagados de no pocas dificultades, supieron prodigarse eficazmente por el bien común. Formado en la escuela del Evangelio, De Gasperi fue capaz de traducir en actos concretos y coherentes la fe que profesaba".

"Espiritualidad y política fueron en efecto dos dimensiones que convivieron en su persona y que caracterizaron su labor social y espiritual. Con prudente visión de futuro, guió la reconstrucción de la Italia surgida del fascismo y de la Segunda Guerra Mundial, y le trazó con valor el camino hacia el futuro; defendió su libertad y su democracia; relanzó su imagen en el ámbito internacional, promovió su recuperación económica abriéndose a la colaboración de todas las personas de buena voluntad" (De "Nueva lectura"-Centro de Difusión de la Buena Prensa-Buenos Aires Abril 2010).

Mientras que Europa se reconstruye dejando de lado el fascismo y el nazismo, en la Argentina se trata de "reconstruir" el país bajo las ideas de Perón, un fiel discípulo de Mussolini. Leemos en la introducción de un libro del sacerdote Carlos Mugica: "Mugica adhiere al Movimiento Peronista por entender que «es, hoy, la instancia histórica a que debe acceder un cristiano para mirar las cosas desde el lado de los pobres...para mostrar su amor a su pueblo o a su hermano»" (De "Peronismo y cristianismo" de Carlos Mugica-Editorial Merlin-Buenos Aires 1973).

"Mirar las cosas del lado de los pobres", para peronistas y marxistas, implica inculcarles que todo de lo que ellos carecen se debe a que se lo apropiaron injustamente quienes no carecen de nada. De esa manera envenenan la mente de los pobres impulsándolos a una justificada violencia, es decir, justificada desde el peronismo y el marxismo.

A nivel latinoamericano predomina esta vez el marxismo, promovido por los sacerdotes tercermundistas. El sacerdote Gustavo Gutiérrez escribió: "La teología de la liberación que busca partir del compromiso por abolir la actual situación de injusticia y por construir una sociedad nueva, debe ser verificada por la práctica de ese compromiso, por la participación activa y eficaz en la lucha que las clases sociales explotadas han empredido contra sus opresores. La liberación de toda forma de explotación, la posibilidad de una vida más humana y más digna, la creación de un hombre nuevo, pasan por esa lucha" (De "Teología de la liberación"-Ediciones Sígueme-Salamanca 1972).

Mientras que para los cristianos existen justos y pecadores, con la intención de que los pecadores se hagan justos, para los marxistas existen pobres y ricos, explotados y explotadores, cuya liberación de los primeros se hace por medios violentos, o al menos se les instala la violencia en sus mentes.

Mientras que en Europa la liberación, respecto de los totalitarismos, se encaminó a través de la democracia y de la ética cristiana, la liberación latinoamericana, promovida por la Iglesia, se encamina, no a través del cristianismo, sino del marxismo. Los resultados, en uno y otro caso, están a la vista.

lunes, 29 de mayo de 2023

Entendiendo a Freud, Adler y Frankl

Debido al complicado libro en donde Johannes Kepler expone sus leyes del sistema planetario solar, alguien comentaba que "era más sencillo encontrar esas leyes en el propio sistema solar que en el libro de Kepler". En forma semejante, a veces sentimos la sensación de que es más fácil comprender el accionar de los seres humanos en forma directa que a través de las complejas descripciones que hacen los psicólogos y los filósofos.

Quizás una visión de conjunto nos permita disponer de ciertas imágenes básicas para establecer luego una comprensión de las principales figuras de la psiquiatría. Para ello disponemos de unas supuestas exposiciones de psiquiátras reunidos en un congreso imaginario que reúne a las principales figuras del psicoanálisis, si bien varias de ellas abandonaron la postura fundacional de Sigmund Freud.

El desarrollo secuencial puede sintetizarse en la construcción de un edificio en el cual Freud construye el sótano, Alfred Adler la planta baja, Carl Jung que trata de justificar a ambas versiones, mientras que Viktor Frankl construye la terraza.

La primera conclusión es que el freudismo es una descripción de un hombre mutilado en sus atributos esenciales; es decir, mutilado en sus atributos que lo caracterizan como ser humano. J.J. López-Ibor escribió: "Dalbiez, que ha escrito un excelente libro sobre el psicoanálisis, dice que Freud ha escrutado maravillosamente lo que de menos humano hay en el hombre. Esto es cierto, y en definitiva hay que apuntarlo en el haber del psicoanálisis. Su falla no es sólo haber ignorado lo que de específicamente humano existe en el hombre, sino haberlo negado. Esto es ya demasiado grave. Por eso la herida de la doctrina psicoanalítica es, absolutamente, irreductible" (De "La agonía del psicoanálisis"-Espasa-Calpe-Madrid 1973).

A continuación se mencionan, parcialmente, los "discursos" supuestos en el imaginario Congreso del Psicoanálisis que aparecen en el libro "¡Vivir a tope!" de José Benigno Freire (Ediciones Universidad de Navarra SA-Pamplona 2000):

Alocusión de Sigmund Freud:

Al psicoanálisis le corresponde la primacía, el orgullo y la valentía de reconocer y aceptar que el obrar humano, desde el hambre hasta el pensamiento, es pulsión libidinosa; y de mantenerse en sus tesis a pesar de las férreas y tenaces presiones y oposiciones. El psicoanálisis describe al hombre como ser accionado exclusivamente por instintos, un ser al que sólo mueven los instintos, cuya esencia consiste en satisfacer instintos.

El hombre es como una cacerola al fuego...si llenamos la cacerola de agua, al rato, por efecto del calor, comienza a hervir. Al bullir, el agua desprende un vapor condensado en gotas eruptivas que se acompañan del sonoro y típico «chop-chop»...Contemplando el fenómeno desde arriba, como la cacerola oculta al fuego, el saltarín espectáculo del «chop-chop» puede dar la impresión de ser un producto inmediato del poder volcánico del agua.

Esta es la confusión que se produce cuando el hombre, ensimismado en su actividad -con el «chop-chop»-, la considera un efecto de sus más sublimes potencialidades; y describe sus acciones en términos de «movimientos gráciles y sutiles como pompas de jabón», al decir poético de Machado. Todo es, sencillamente, agua que hierve por efecto del calor. Si apagamos el fuego o apartamos la cacerola del fogón cesaría cualquier actividad en el agua...En este ejemplo la cacerola con agua quiere representar al hombre; el «chop-chop» a su actividad, a su conducta, de manera especial a la más aparentemente racional (arte, ciencia, moral,..); y el fuego, ¡lógicamente!, ocupa el lugar de la líbido, la impulsividad sexual.

Eso que orgullosamente denominan arte o ciencia es, sencillamente, sublimación de energía libidinosa. Se mosquean porque, en el fondo, el hombre tiene la vaga intuición inconsciente de que los móviles de su conducta ocultan unos deseos inconfesables, o al menos vergonzosamente confesables. Y al no tener la valentía de reconocerlo así, suelen adoptar una postura absurda: tapar la cacerola, colocar la tapadera a la cacerola y se desentienden y despreocupan de cualquier «chop-chop», con sus correspondientes e insidiosos problemas. Esta imagen me sirve, además, para describir suscintamente el mecanismo de represión.

En estas condiciones, y por su propia presión, se libera explosivamente la tensión instintiva constreñida, reprimida. La fuerza instintiva condensada se expande a modo de erupción dando lugar a todo tipo de patología psíquica y en concreto, a la neurosis.

Alocusión de Alfred Adler:

Estoy de acuerdo en reconocer el papel del pasado como «almacén» de los conflictos neuróticos, pues en esa misma dirección caminan mis investigaciones acerca del «complejo de inferioridad» que, como ustedes conocerán, se forja preferentemente en la infancia y lo incluyo entre las causas etiológicas de buena parte de las neurosis.

Mis discrepancias pertenecen al ámbito del matiz, del simple matiz. Pues no es otra cosa sino el matiz el estimar como una cierta exageración el papel de exclusividad que Freud reserva a la libido en los dinamismos humanos. No niego la importancia compulsuva del instinto de procreación y hasta admito su fuerza preeminente: preeminencia, sí, exclusividad, no.

En mi opinión, tanto en la conducta consciente como en la inconsciente, intervienen distintos tipos de fuerzas impulsivas, no sólo la pulsión sexual. Reducir los dinamismos instintivos del hombre a una única impulsión de energía libidinosa, como afirma el profesor Freud, me parece una exageración que contraviene la simple observación de los hechos cotidianos. Recurrir a sofisticadas elaboraciones de enmascaramiento libidinoso para explicar, por ejemplo, los movimientos de hambre, da la impresión de ser una complicación innecesaria y superflua, pues bien pudiese tratarse sencillamente de...¡hambre!.

Así como en el animal la conducta se encuentra regulada y determinada por las fuerzas instintivas, en el hombre no sucede lo mismo, pues el hombre es capaz de desobedecer o incluso negar sus instintos, puede domarlos o subordinarlos a otro tipo de intereses.

¿Se imaginan ustedes una sociedad fundamentada en conductas de base instintiva? ¿O las relaciones sociales como el resultado del paradigma funcional de satisfacer las personales necesidades instintivas? ¿Que cada uno se exprese y se comporte como le pide el «natural»? ¡Caótico! ¡Peor que en la selva! Bien, pues esa necesidad de vivr en sociedad despierta en el hombre un sentimiento comunitario que reduplica el rostro humano de su conducta.

Yo tan sólo me he tomado la osadía de subir unos escalones más para observar qué sucede en el piso principal del hombre, lugar al que, por las razones que sean, no ha querido ascender el profesor Freud.

Desde el piso principal se divisa otro panorama, un panorama más holgado y frondoso que el de la bodega. Desde el piso principal observamos cómo el hombre se sirve de la fuerza impulsiva -los productos ocultos de la bodega- para perseguir metas de aceptación y éxito social, eso que al eco de Nietzsche denominamos «voluntad de poder». La voluntad de poder dirige, encauza y energitiza las íntimas ambiciones, aspiraciones y necesidades del hombre; convirtiéndose en la auténtica motivación y fuente del obrar humano.

Alocusión de Carl Jung:

Freud, con su habitual maestría y profundidad, ha descrito y delineado la psicología de un tipo de hombres: los extrovertidos. Los extrovertidos se accionan por la fuerza bruta del instinto, de la libido, con un predominio del inconsciente (instintivo) personal. El profesor Adler ha descrito también con la maestría acostumbrada, otro tipo de hombres: los introvertidos. Los introvertidos se vuelcan hacia el interior de la personalidad; su dinamismo anida en la «voluntad de poder» más que en la fuerza de los instintos a flor de piel.

Por un lado, los hechos del pasado graban en la persona unas determinadas inclinaciones a la acción que vienen inducidas por una doble vía: por el inconsciente colectivo y por el inconsciente personal; el inconsciente colectivo, el pozo del pasado de la humanidad, condiciona al hombre a actuar en determinadas direcciones de conducta; pero estas condiciones generales se individualizan por el determinismo del inconsciente instintivo.

Ahora bien, para la conducta efectiva, además de las disposiciones instintivas aludidas, el hombre necesita un «proyecto de futuro», porque precisamente en ese proyectarse hacia algo se encauza y dirige la fuerza interna de la acción. La clave del tiempo del hombre no la tiene ni el pasado ni el futuro, sino el pasado y el futuro. Lo expresaré en el lenguaje que interesa a este congreso: la suma de Freud y Adler...

Alocusión de Viktor Frankl:

Yo me he tomado el atrevimiento de subirme a la «azotea» del edificio del hombre, por continuar en la misma línea metafórica. ¿Existe la azotea? Ya Jung avanzaba «sugestivas hipótesis de nuevas instancias psíquicas»...

El psicoanálisis freudiano contempla únicamente la infraestructura, el subsuelo biológico de la vida humana. Pero comete la torpeza de decir que eso es el hombre. La Psicología Individual, por su parte, reduce al hombre al suelo psíquico. Ni se puede ni se debe negar la dinámica afectiva y la energética instintiva. Pero la vida del hombre no consta exclusivamente de afectos y de instintos, de placeres y ambiciones. La mezcla dinámica de estos elementos no da una razón cabal de la conducta observada en el ser humano.

Ser responsable de los actos derivados de las pulsiones internas implican la capacidad de poder gobernarlos o regularlos. Ese dominio sobre las propias acciones es conocido y reconocido como la potencialidad de la libertad. De tal manera que la ecuación antropológica básica se formula de esta forma: «ser hombre es ser libre y responsable».

La realidad de la ecuación antropológica básica reclama una nueva estructura: la dimensión noológica. Lo noológico es lo espiritual como genuina dimensión humana, reino de la libertad. Para ser consciente y responsable en su conducta, el hombre ha de tener una instancia que le permita encauzar y dirigir los instintos y los afectos que lógicamente emergen de su naturaleza psicosomática. Una dimensión que asuma y gobierne lo psicosomático.

sábado, 27 de mayo de 2023

Acerca del egoísmo

Generalmente justificamos todo atributo humano diciendo que, si tal atributo ha sido establecido por el proceso evolutivo, ha de ser porque resulta favorable a nuestra supervivencia. Este es el caso del egoísmo. Si bien es necesario para una temprana edad, o para ciertas circunstancias de la vida, en general resulta negativo si predomina en la vida adulta.

En realidad, el egoísmo se opone a la naturaleza social del ser humano. Si intensificamos nuestro egoísmo hasta niveles superlativos, advertiremos una desvinculación efectiva respecto del medio social. Incluso si la mayoría de las personas adoptaran tal actitud, y la consideraran como una virtud, seguramente reinaría el caos, el desorden y la violencia.

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

DIVAGACIONES

Por J. Gonzáles Martínez

No es posible negar que -como dicen ciertos autores- sin el egoísmo, el género humano hubiera desaparecido hace tiempo. Porque el egoísmo, mediante las pasiones por él engendradas, ha sido el mejor instrumento de su conservación. Pero lo que no tiene discusión es que por el egoísmo, y exclusivamente debido a él, la armonía entre los hombres nunca fue, ni hasta el presente ha sido, lo que ha debido ser; es decir, que el egoísmo, la mejor arma defensiva para proteger al individuo, es una constante amenaza y un elemento perturbador para la sociedad.

La organización social no tiene enemigo peor que el egoísmo; a él se deben todas las perturbaciones y cataclismos sociales y bélicos que el mundo tiene que lamentar, cuya magnitud ha crecido a medida que los adelantos humanos han aumentado científicamente con nuevos inventos y descubrimientos, y que si no se modifica, dará lugar a que en un futuro más o menos próximo la humanidad salte hecha trizas, devorada por el fuego de sus propias pasiones.

Desde que el hombre, uniéndose a sus semejantes, instituyó los primeros rudimentos de organización social para defenderse mejor de los poderes naturales y hacer más agradable la vida, hubo de comprender que, en bien de la comunidad, cada uno debía sacrificar parte de su egoísmo. Llenos están los libros religiosos y profanos, de todos los países, de consejos, exhortaciones y sentencias que lo atestiguan, por muy antiguos que sean.

Sin embargo, esta es la pura verdad: el individuo, lo mismo en las sociedades antiguas que en las ultramodernas, sólo tiende a que los demás observen y cumplan exactamente las leyes y preceptos del derecho y la moral, vulnerándolos él, en cambio, cuando le es posible, aunque inconscientemente muchas veces. Y el escollo más poderoso está en que el egoísmo, cuya principal misión es la conservación de la propia vida, siendo a la vez el instinto primitivo del hombre y la base fundamental de su personalidad, se resiste ferozmente a ser vencido y aun encauzado por las exigencias que la sociedad trata de imponerle.

Pero como es la moral y la justicia con quienes tendría que enfrentarse, no teniendo seguridad de vencer a enemigos tan poderosos, desvía la puntería y actúa por vías subrepticias, haciendo mella, desde la subsconciencia, en el enemigo consciente, dejándolo cándidamente convencido de que los móviles de su conducta y los fines que persigue con ella están inspirados en la moral y en la razón, y no en sus propias apetencias. Por eso el hombre armoniza sus tendencias y apetitos con su conciencia, y se queda tan tranquilo, pretendiendo convencer a los demás, por estarlo él de antemano, que su conducta, lejos de ser egoísta, es justa.

Este es el obstáculo más infranqueable con que hasta el presente ha tropezado la sociedad y el mundo para que las acciones humanas se inspiren en la justicia; pues así como el artista que considera su obra perfecta nadie podrá convencerlo de que debe modificarla por defectuosa, tampoco el hombre que de buena fe cree su proceder justo estará dispuesto a rectificarlo, aunque en uno y en otro caso sea el egoísmo el que haya falseado la verdad actuando solapadamente y consiguiendo adulterar las dos facultades más elevadas del espíritu, que son la razón y la conciencia.

Aunque sea triste confesarlo, es evidente que la civilización y el progreso no han conseguido modificar gran cosa el egoísmo en pro del beneficio social común. Entre el egoísmo de los individuos de una tribu centroafricana y el de los de un país civilizado no hay apenas diferencias cuantitativas, aunque cualitativamente se manifiesta de distinta forma; el salvaje será más franco al ponerlo de relieve; el ilustrado, más cauto; el egoísmo de aquel estará desprovisto de formas y oropeles, con los que éste lo envolverá; pero si vamos a cuentas, no sabemos lo que será mejor.

Es decir, que, no obstante tantos siglos de progreso y cultura, nos encontramos exactamente igual, en cuanto a la doma y represión del egoísmo, que cuando salió el hombre del estado natural, siendo, por lo menos, dudoso que la razón sola sea capaz de modificarlo, ya que, como hemos dicho, éste procura y consigue la mayoría de las veces adulterarla. Por eso será preciso que la razón tenga como aliada la fe para poder, si no extirpar, por lo menos domeñar esa terrible fiera que se llama egoísmo, causa de tantas miserias y dolores.

(De "Existencialismo, dinero y ética"-Ediciones Morata-Madrid 1952).

viernes, 26 de mayo de 2023

El sentido del universo: Spinoza vs. Leibniz

Por lo general, se establece una diferencia significativa entre la creencia, o no, en un Dios Creador que ha impuesto un sentido al universo y a la vida humana. En nuestra época, sin embargo, la discusión principal pasa por atribuir, o no, un sentido al universo, por lo que la diferencia esencial entre creyente y ateo implica la adhesión del primero a la existencia de un sentido y a su negación por parte del segundo. En este caso, al considerar la inexistencia de un sentido objetivo del universo, que conduce a la inexistencia de un sentido de la humanidad, surge la idea de establecer un "sentido artificial" creado por los seres humanos, que puede conducir a aberraciones como han sido los totalitarismos.

En cuanto a la actitud de los científicos, Thierry Magnin escribió: "Entre las dificultades reunidas por los científicos en cuanto a la cuestión de sentido y la cuestión de Dios, se encuentras los dos siguientes extremos:
a- Con temor de introducir la noción de finalidad en el terreno de la ciencia, algunos científicos no se animan a abordar el vínculo entre ciencia y sentido. De allí la importancia de disipar malentendidos con respecto a esto.
b- Otros científicos, al contrario, buscan un vínculo directo entre la ciencia y el sentido por nuevas gnosis particularmente tomadas de nuestros días".
(De "Un Dios para la ciencia"-Ciudad Nueva-Buenos Aires 1997)

Un enfrentamiento entre ambas posturas, esta vez filosóficas, se produjo entre Baruch de Spinoza y Gottfried Leibniz. Mientras que Spinoza adopta una postura compatible con la ciencia experimental, considerando que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, sin intervenciones de Dios, llega a la conclusión que no existe un sentido asociado al universo. Una conclusión algo extraña por cuanto, si se considera que existen "reglas del juego" definidas, es raro que no conduzcan a ninguna parte. Por ello, una de las respuestas importantes implica asociarle al universo un sentido objetivo aparente al que nos conducirán tales leyes.

Leibniz, por su parte, que intentó unificar catolicismo con protestantismo sin conseguirlo, al profesar una creencia de tipo teísta, se opone a la ausencia de sentido y a la visión spinoziana. Respecto del encuentro entre ambos filósofos, Joan Solé escribió: "En 1676 Spinoza recibió la visita del tercer gran filósofo racionalista europeo, Leibniz, que se había interesado mucho por sus ideas. En 1674, en París, había solicitado a un amigo de Spinoza que le permitiera leer fragmentos de un manuscrito de la Ética: el filósofo había sido taxativo en la prohibición de que se mostrara el texto a extraños (y Leibniz lo era a pesar de haberle consultado años atrás cuestiones de óptica, y de haberle calificado de «insignis opticus»).

"El amigo le había transmitido por carta la petición de Leibniz, a la que Spinoza respondió: «A Lybniz, sobre quien me escribe, creo que lo conozco por carta...Por lo que puedo inferir de las cartas, me ha parecido un hombre de índole liberal y conocedor de las ciencias. Pero me parece imprudente mostrarle tan deprisa mis escritos». De nuevo se percibe la extrema cautela de Spinoza («Caute»), plenamente justificada por la violenta situación política; ese mismo 1674 Van den Enden, su antiguo maestro, había sido ahorcado en la capital francesa por sus ideas y actividades revolucionarias".

"Leibniz terminó por viajar a La Haya y conoció de viva voz la doctrina de Spinoza. El pensador alemán era (o trataba de ser) un creyente ortodoxo, y no toleró las ideas naturalistas spinozianas, que le afectaron hondamente y que puso el máximo empeño en refutar".

"El contraste entre estos dos grandes filósofos del siglo XVII es iluminador en otro aspecto esencial. Leibniz fue un político, jurista, matemático y lógico acostumbrado a desenvolverse con soltura en las altas esferas, cerca de los grandes escenarios, trató con gran inteligencia muchos temas dispares, sin unificarlos, y poseía un saber enciclopédico (se le considera el último genio, o sabio, universal, la última mente capaz de abarcar todos los campos del conocimiento). Spinoza prefirió en cambio concentrar su pensamiento en unos grandes temas que configuran el eje de su filosofía, se apartó del primer plano y participó en la historia sólo a través de sus ideas".

"El historiador de las ideas Isaiah Berlín divide a los hombres, y concretamente a los pensadores, entre zorros y erizos: los primeros se mueven siempre entre una gran diversidad de conceptos y situaciones, tienen una visión múltiple de la realidad, son versátiles y hábiles; los segundos poseen una idea central y sistematizada del mundo y de la vida, que da sentido y coherencia a la profusa diversidad de hechos generales e individuales (Berlín efectúa la reflexión a raíz de un verso del poeta griego Arquíloco: «Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola, y grande»)".

"Tal vez no ha habido en toda la historia mayor encuentro entre un gran zorro y un gran erizo que el que tuvieron Leibniz y Spinoza en La Haya en 1676. Muchos aspectos de la teología leibniziana parecen constituir la respuesta permanente de un creyente dubitativo, y tal vez obsesionado, a las serenas concepciones de Spinoza. La angustia de Leibniz respecto a su encuentro con este le llevó al extremo de silenciarlo y aun negarlo".

"Es difícil sustraerse a la sospecha de que el cultísimo, inteligentísimo e incluso genial zorro padeció alguna pasión nociva (¿complejo?) frente a la hondura y al sosiego del erizo; que el filósofo y matemático de innumerables conocimientos dispersos admirara demasiado a su pesar la visión unificada que Spinoza poseía del universo" (De "Spinoza. La filosofia al modo geométrico"-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

jueves, 25 de mayo de 2023

Monopolios económicos y políticos

Existen analogías entre los procesos económicos y los políticos, que pueden ayudar a comprender mejor a cada uno de ellos, por lo que conviene considerarlos juntos. Así, el mercado, como intercambio de bienes y servicios entre empresas y consumidores, se parece bastante a los procesos electorales en donde los oferentes (partidos políticos) tratan de captar la mayoría de los votos. En ambos casos existe una competencia entre empresarios (partidos), por una parte, y entre consumidores (votantes), por otra parte. De ahí que se hable de democracia económica (mercado) y de democracia política (elecciones libres).

El liberalismo adhiere a ambas democracias, mientras que el socialismo niega a ambas. También hay casos intermedios en los que una dictadura (monopolio político) establece una economía de mercado, como es el caso de China. En otros casos, gobiernos democráticos, como es el caso de varios gobiernos latinoamericanos, promueven economías cercanas al monopolio estatal.

Es importante distinguir entre los orígenes de los distintos monopolios, considerando que no siempre son negativos:

a) Monopolios naturales: en el caso de la economía, se produce cuando una empresa no tiene competidores por cuanto en un país predomina la mentalidad anticapitalista. De ahí que no pueda culparse a la única empresa por constituir un monopolio. En el caso de la política, el monopolio se debe a que la mayoría de la gente prefiere vivir en la comodidad de la vida familiar dejando a otros la actividad política, o bien por simple negligencia y desinterés por la sociedad.

b) Monopolios forzados: Cuando una empresa busca premeditadamente la destrucción de las empresas competidoras, por medios ilegales y tramposos. En el caso de la política, cuando se utiliza el engaño o bien al Estado para destruir a los partidos políticos rivales. Todos estos casos se consideran en el marco de un sistema democrático, tanto económico como político, por lo cual implican una severa distorsión de ambos procesos, haciendo que la gente aborrezca la democracia política, el mercado y el liberalismo.

c) Totalitarismos: constituyen esencialmente monopolios estatales, tanto en lo político como en lo económico. El socialismo como el nazismo, el fascismo y el peronismo original, son ejemplos de monopolios duales. (Todo en el Estado. Nada fuera del Estado).

También los monopolios surgen cuando desde el Estado se protege a una empresa mientras se entorpece las actividades de los competidores. El caso más frecuente es el de los monopolios políticos que se mantienen en el poder en alianza con los monopolios económicos por ellos creados.

Lo que es llamativo, sorprendente e indignante, es la crítica socialista al capitalismo (mercado) cuando se aduce que el capitalismo se caracteriza por promover los monopolios explotadores, cuando en realidad el capitalismo se basa en la competencia entre empresas y se opone a los monopolios. Luego, los socialistas intentan combatir los monopolios privados a partir de uno solo: el gran monopolio estatal. Cuando alguien advierte el pobre nivel intelectual en que se debaten estos temas, se sorprende por los gruesos errores y absurdos que se repiten en los altos niveles de discusión. Lo que refleja la tremenda crisis intelectual que conduce indefectiblemente a la severa decadencia moral y social.

Cuando la gente protesta contra una empresa monopólica, que aprovecha la situación para cobrar muy caros sus productos o servicios, olvida que el principal culpable de la situación es la sociedad que fue incapaz de crear una empresa que compita con el monopolio, para que así deje de serlo.

Los monopolios naturales, con cierta habilidad empresarial, no abusan de su posición dominante para no despertar interés en posibles competidores. De ahí que no todo monopolio sea perjudicial a la sociedad. Incluso es mucho mejor que exista un monopolio en determinadas actividades empresariales a que no exista ninguno.

Últimamente se ha establecido una crítica severa contra el monopolio político ejercido en la Argentina por los principales partidos, lo que se conoce como críticas a "la casta". Este es un caso similar a las protestas contra los monopolios económicos, olvidando que también los monopolios políticos se deben bastante a la negligencia y el desinterés de la gente al no participar en política. Incluso por votar por tales partidos monopólicos a pesar de sus pobres gobiernos o bien por recibir alguna ventaja personal sabiendo que tal hecho conduce a empeorar las condiciones de vida de toda la sociedad.

Democracia griega vs. Democracia romana

Por Fernando Sabater

“En una democracia, políticos somos todos. Los que en un momento dado ocupan puestos de gobierno o de administración no son extraterrestres venidos de otra galaxia para fastidiarnos (¡o conducirnos hacia la luz!), sino sencillamente nuestros mandados, es decir: aquellos a los que nosotros, los ciudadanos votantes, les hemos mandado mandar. En el caso de que no desempeñen bien su función, debemos plantearnos si nosotros hemos desempeñado bien la nuestra al elegirles para el cargo. No tiene demasiado sentido que perdamos el tiempo despotricando y pataleando contra ellos, como si fuesen una fuerza de la naturaleza de efectos quizá deplorables, pero contra la que no hay remedio. Porque sí lo hay: podemos revocar su mandato, elegir a otros en su lugar o incluso ofrecernos nosotros si creemos que podemos hacerlo mejor que ellos”.

“Uno de los mayores peligros de las democracias es que se configure una casta de «especialistas en mandar», o sea, políticos profesionales (normalmente sin competencia en ninguna profesión) que se conviertan en eternos candidatos de los partidos a ocupar cargos electivos. Por lo común alcanzan esa posición gracias a la pereza o al desinterés del resto de los ciudadanos, que dimiten del ejercicio continuo de su función política y de su vigilancia sobre quienes gobiernan”.

“La ciudadanía democrática es la forma de organización social de los iguales, frente a las antiguas sociedades tribales formadas por idénticos y las sociedades jerárquicas que imponen desigualdades «naturales» entre los miembros de la comunidad. Los iguales lo son en derechos y deberes, no en raza, sexo, cultura, capacidades físicas o intelectuales ni creencias religiosas: es decir, igual titularidad de garantías políticas y asistencia social, así como igual obligación de acatar las leyes que la sociedad por medio de sus representantes se ha dado a sí misma”.

“En la historia se han dado dos modelos de ciudadanía, hablando grosso modo: el griego y el romano o si se prefiere el activo y el pasivo. La ciudadanía griega implicaba y exigía la actividad política, la colaboración en la toma de decisiones”.

“El modelo romano de ciudadanía reconocía derechos a quienes la ostentaban …, pero no el de participar en el gobierno, que estaba restringido a los patricios, o sea, a las clases altas”.

“En la actualidad, la mayoría de los gobiernos prefieren ciudadanos «a la romana» que «a la griega». Es decir, se alienta a reclamar beneficios y protecciones por parte del Estado, pero se desalienta la intervención en política”.

(Extractos del “Diccionario del ciudadano sin miedo a saber”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2007).

miércoles, 24 de mayo de 2023

El atroz encanto de los antisistemas

Por Omar López Mato

Siempre habrá grupos que estén disconformes con el orden político o social establecido. Desde que el mundo es mundo han existido personas que sólo ven como solución a los problemas de este mundo la destrucción del sistema, un borrón y cuenta nueva, utópico y distópico.

Cuando una nación entra en crisis y pierde su autoestima, el canto de las sirenas del antisistema se deja oír con más fuerza.

En Italia después de la Primera Guerra Mundial, aunque salió victoriosa de la contienda, poco había sacado de ventaja a pesar de las decenas de miles de soldados que se habían sacrificado por la patria. Con millones de desocupados, el descontento social fue encausado por un líder nacionalista irredento que pretendía crear un imperio colonial evocando las glorias romanas. Feroz anticlerical, Benito Mussolini terminó firmando los Pactos lateranenses que le granjearon la simpatía de los católicos italianos –sin cuyo apoyo le hubiese sido difícil gobernar– y puso fin a las penurias económicas del Vaticano. Su gobierno autoritario trajo cierto orden a la convulsionada península. Esta bonanza aumentó su popularidad. Afianzado en su gobierno se lanzó a aventuras imperiales, cuyos resultados nefastos todos conocemos.

Más desencantado aún estaba el pueblo alemán que había perdido una guerra en la mesa de negociaciones y no en el campo de batalla. La hiperinflación, las crisis sociales que se expresaban en riñas callejeras entre miembros de la izquierda y la ultraderecha, la desocupación y la inestabilidad política potenciaban un sentimiento de frustración que Adolf Hitler supo canalizar a través de un discurso de exaltación del nacionalismo y culto racista. Después de triunfar en las urnas por un ajustado margen, también impuso un orden social apresando a todos los opositores que se convirtieron en los primeros huéspedes de los tristemente célebres campos de concentración. Más tarde vendrían las persecuciones raciales y religiosas.

Ambos prometieron quebrar con un sistema enquistado y encausar la capacidad de trabajo de sus pueblos evocando pasadas glorias.

PERDIMOS LA AUTOESTIMA

Que Argentina haya perdido su autoestima es una realidad apenas disfrazada por la conquista de un campeonato de fútbol. Tenemos millones de desocupados amparados por planes sociales, vivimos a saltos inflacionarios que corroen el salario, mantenemos deudas astronómicas que nos obligan a mendigar por el mundo y vivimos atentos a las cotizaciones del dólar como termómetro de la realidad, mientras la inseguridad reina en cada esquina... Evidentemente, estos no son factores que exalten al orgullo nacional.

Los nietos de los inmigrantes que hace cien años descendieron de los barcos esperanzados con una nueva patria, hoy suben a los aviones para ser conducidos a los países de donde llegaron sus abuelos, cansados de esta realidad agobiante ... Y hasta para eso tienen problemas porque la autopista a Ezeiza suele estar cortada por manifestantes reclamando su parte de la repartija estatal.

Este año de sequía fenomenal ha destruido la ambición progresista de mantenerse en el poder gracias al voto prebendario. La falta de fondos reales obliga a una emisión extraordinaria para mantener al gasto público. Esto genera inflación y desabastecimiento y un aumento desmedido del dólar, mientras se espera que el tan mentado FMI adelante los fondos reservados para el año próximo, cosa que no hizo con Alfonsín ni con de la Rúa precipitando el fin de sus gobiernos (sí le otorgó un generoso préstamo a Macri que le permitió terminar su gobierno con cierto orden pero que sirvió como excusa recriminadora de sus sucesores).

DIAS DE ZOZOBRA

Que la Señora haya declinado sus aspiraciones presidencialista, más cuando necesita de los foros para conservar su libertad, es un dato no menor en estos días de zozobra, que empeorarán las condiciones de entrega al gobierno que habría de reemplazarlo. ¿Estará tramando algún pacto espurio que le garantice su inmunidad?

En esta desesperación, en esa falta de amor propio, la voz antisistema de Milei evoca al grito “que se vayan todos” aunque lo limite a la casta política de cualquier color. Aún a dirigentes afines, Milei los agrede e insulta, sin cambiar una idea. Agresión, desvalorización, evasión del debate.

Las explicaciones originales con las que Milei dictaba clases magistrales por televisión se han convertido en manuales de odio para todo aquel que ose discrepar con su predicamento. Sus ideas, de un anarcoliberalismo a ultranza, pueden sonar tentadoras, como el atroz encanto de los anarquistas, pero tan impracticables ahora como en los tiempos del príncipe Kropotkin cuando se negó a asumir el cargo de ministro de Educación que le ofreció Lenin…

En el fondo Milei sabe que lo que dice es inaplicable por distintos factores técnicos que no puede desconocer, aunque el discurso funcione perfectamente en los papeles o en la pantalla.

No se puede dolarizar sin los enormes requerimientos monetarios que eso implica y sin cambiar la Constitución. ¿Va a juntar suficiente fuerza electoral como para modificar lo que debe cambiar para seguir con su plan? ¿O va a quemar al Congreso como Hitler incendió el edificio del Reichstag para hacer los cambios que cree que debemos hacer según su mente afiebrada? ¿Nos podrá decir cómo la gente podrá pasar el cimbronazo que esto implica? ¿Cómo tolerar un salto del dólar de 500 a 4.000 o más?

UN EMERGENTE

Milei no es un fenómeno aislado, es el emergente de un sistema desquiciado que busca soluciones mágicas, utópicas e inaplicables. Y cuando alguien intenta rebatir o exponer ideas disimiles salta con exabruptos que demuestran a las claras su inestabilidad emocional.

El posicionamiento de Milei resulta funcional para un oficialismo desfalleciente, desorientado y perdido en su laberinto. Le está prometiendo al electorado una estabilidad económica dolarizada como si fuese un truco de prestidigitación sin aclarar los peligros y el proceloso curso de dicho proceso... La gente, harta y desesperanzada, sueña con estas utopías que crean el atroz encanto del discurso antisistema.

(De www.laprensa.com.ar)

martes, 23 de mayo de 2023

¿Los impuestos son un robo? Anarcocapitalismo vs. Liberalismo

Una forma indirecta de promover la abolición del Estado consiste en desfinanciarlo aduciendo que "los impuestos son un robo". De ahí surge la propuesta de eliminar todo impuesto para eliminar al Estado. Si consideramos los servicios que presta el Estado (seguridad, educación, salud, justicia) entonces resulta obligatorio pagar por ellos, de lo contrario sería un robo por parte de los beneficiarios de esos servicios. Cuando, en realidad, los impuestos son un robo, es cuando los servicios que presta el Estado son ineficientes o bien inexistentes.

La abolición del Estado implica un objetivo anarquista. Cuando al Estado se lo pretende reemplazar por el mercado, se llega al anarcocapitalismo, que no es igual al liberalismo, como quieren hacer creer los anarquistas de mercado. Así, mientras que se decía que en Rusia se saltaba una etapa, pasando del feudalismo zarista al comunismo, sin pasar por el capitalismo, en la Argentina actual presenta gran adhesión la posibilidad de saltar de un populismo socialista al anarcocapitalismo, sin pasar por el capitalismo (si bien en el pasado lejano transitamos esa etapa). El líder anarcocapitalista, en este caso, es Javier Milei.

El argumento esgrimido en contra del Estado se asocia a que los políticos a cargo, y los votantes que los eligen, carecen de conocimientos y de moral, por lo que el Estado real resulta el mayor peligro contra la seguridad individual (lo que en el caso argentino actual es cierto). Luego, se supone que el Estado no es necesario porque el hombre en libertad ha de resurgir casi mágicamente como un ser virtuoso que no requiere de la coerción ni de la protección estatal. En realidad, si el Estado no funciona adecuadamente, debido a la severa crisis moral predominante, se lo debe tratar de mejorar y de limitar en sus funciones.

Por ingenuidad o irresponsabilidad, el anarcocapitalista supone que la libertad asociada al mercado trae una especie de "ética incorporada de fábrica" que hará resurgir en cada individuo la responsabilidad necesaria para mantener en vigencia la libertad adquirida.

No nos cuesta mucho imaginar una sociedad en la que los hombres participan cooperativamente estando exentos de todo tipo de egoísmo, envidia o negligencia. En ese caso hipotético, no habría más guerras, ni ejércitos. No habría necesidad de cárceles, ni de castigos, ni jueces, por cuanto sus tareas de sanción, prevención y corrección no serian necesarias. Por el contrario, si se eliminan las fuerzas coactivas del Estado, bajo la presencia de seres humanos normales, con virtudes y defectos, el caos sería la consecuencia inmediata. Jacques-Pierre Bissot expresó: “Anarquía son las leyes que no se cumplen, autoridad sin fuerza, crimen sin castigo. Y propiedad saqueada, seguridad personal expuesta a violaciones, corrupción moral. Además el Estado sin Constitución, sin gobierno, sin justicia…” (Citado en “Breve Historia del Pensamiento Social” de J. L. Nilsson-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1988).

La tendencia política del anarquismo resulta ser una utopía por cuanto sólo podría ser aplicable con éxito a seres humanos que carezcan de defectos y de limitaciones. De ahí que pueda considerarse como una tendencia a la que nos aproximamos a medida que el hombre va reduciendo sus defectos, tendencia de la cual tampoco podemos estar seguros de transitar. Podemos decir que los hombres seremos buenos cuando alguien nos convenza de que el único camino hacia la felicidad reside en adoptar una actitud cooperativa hacia los demás seres humanos, situación hasta ahora parcialmente aceptada, siendo poco probable su generalización para el futuro, aunque no imposible. Bert F. Hoselitz escribió: “El anarquismo filosófico es una doctrina muy antigua. Nos sentimos tentados a decir que tan antigua como la idea de gobierno, pero faltan pruebas seguras en apoyo de dicho aserto. No obstante, poseemos textos con más de 2.000 años de antigüedad que no sólo describen una sociedad humana sin gobierno, fuerza y ley restrictiva, sino que consideran este estado de las relaciones sociales como el ideal de sociedad".

"En bellas y utópicas palabras, Ovidio nos proporciona una descripción de la utopía anarquista. En el primer libro de su «Metamorfosis» describe una edad de oro donde no había ley y todos mantenían su lealtad y realizaban lo justo sin necesidad de compulsión alguna. Allí no había miedo al castigo, ni sanciones legales grabadas sobre tablillas de bronce, ni ninguna masa de suplicantes miraba llena de espanto a su vengador, porque sin jueces todos vivían en seguridad. La única diferencia entre la visión del poeta romano y la idea de los anarquistas filosóficos modernos es que el primero situó la edad de oro al comienzo de la historia humana, mientras que estos últimos la sitúan al final” (Del prefacio de “Escritos de Filosofía Política (I)” de Mijail A. Bakunin-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1997).

En cuanto a su definición, leemos: “Anarquismo: Es ante todo un modelo o forma de pensamiento que rechaza todo tipo de autoridad (Estado, Iglesia) como forma de dominación del hombre sobre el hombre, y sostiene como principio la igualdad y la hermandad entre los hombres sin control ni presión política, social o espiritual. Su fundamento filosófico es la concepción del Iluminismo relativa al Estado de naturaleza del hombre que debe ser restaurado por la razón. Históricamente se configura como un movimiento filosófico-social y político orientado a la acción con el fin de lograr la anarquía, es decir, una sociedad sin dominantes ni dominados, y como paso a una comunidad ideal de paz, justicia, igualdad y orden” (Del “Diccionario de Sociología” de E. del Acebo Ibáñez y R. J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Mientras que los sectores liberales admiten la necesidad de un Estado que garantice la libertad y la seguridad de las personas, para el sector anarquista es el Estado mismo el problema, no admitiendo la posibilidad de que sus fallas sean coexistentes con las fallas morales que afectan a la mayoría de los integrantes de las sociedades en decadencia. Morris y Linda Tannehill escribieron: “Decir que los hombres no pueden proteger su libertad sin un gobierno, es lo mismo que decir que no pueden protegerla sin un sistema de esclavitud. La esclavitud nunca es buena ni necesaria…ni siquiera en esa forma llamada gobierno. Debemos decirle a la gente que el gobierno no es un mal necesario; es un mal innecesario” (De “El mercado para la libertad”-Barbarroja Ediciones-Buenos Aires 2014).

La exagerada obsesión por la libertad, tratando de no depender de otros seres humanos, contrasta con la sociedad real en la cual dependemos cotidianamente de otras personas en toda institución jerárquica. En cada empresa, en cada establecimiento educativo, incluso en el tránsito vehicular, debemos acatar leyes y también decisiones de otras personas, algo que resulta inevitable para el logro de cierto orden social. De ahí que sea aceptable tratar de limitar la dependencia externa, mientras que es imposible prescindir de ella. Friedrich A. Hayek escribió: “Por encima de todo tenemos que reconocer que podemos ser libres y continuar siendo desgraciados. La libertad no significa la posesión de toda clase de bienes o la ausencia de todos los males. Es indudable que ser libre puede significar libertad para morir de hambre, libertad para incurrir en costosas equivocaciones o libertad para correr en busca de riesgos mortales” (De “Los Fundamentos de la Libertad”-Unión Editorial Argentina-Buenos Aires 2013).

Debido a que la libertad debe ir asociada a la responsabilidad, no todos los seres humanos confían en sus propias capacidades personales, por lo que la libertad no les resulta tan apreciable como lo es para los anarquistas. Los Tannehill agregan: “El miedo de los hombres a la libertad ha sido siempre miedo a confiar en sí mismos, a ser dejados por su cuenta para enfrentar un mundo aterrador, sin nadie que les dijera qué hacer. Ya no somos salvajes aterrorizados haciendo ofrendas a un dios del rayo o acobardados siervos medievales escondiéndose de fantasmas y brujas. Hemos aprendido que el hombre puede comprender y controlar su medio y su propia vida. No tenemos necesidad de pontífices, reyes o presidentes que nos digan lo que debemos hacer. El gobierno es ahora conocido por lo que es. Pertenece a un oscuro pasado con el resto de las supersticiones del hombre”.

Como todos los utopistas e ingenieros sociales, los anarquistas caen en el error común de hablar en nombre de todos los seres humanos indicando cómo deben pensar y actuar, e incluso promoviendo cierta rebelión contra los Estados constituidos, sin contemplar los excesos que pueden conducir a situaciones caóticas extremas, sugiriendo una desobediencia civil. Al respecto escriben: “Semejante desobediencia pasiva, en masa y en gran escala no necesitaría ser organizada si la mayoría de la gente viera al gobierno como lo que es y creyera en la libertad. Comenzaría en forma secreta y tranquila, como individuos que harían lo que pudieran sin ser descubiertos. De hecho, ya ha comenzado. A medida que aumentara la falta de respeto por el gobierno, la práctica de ignorar las leyes se tornaría cada vez más abierta y generalizada. Al final sería una gran revuelta pacífica, de facto, que ningún poder podría detener”.

El anarquista es el tipo de individuo que, si observa que algo anda mal, no piensa en repararlo, sino en destruirlo para reemplazarlo por otra cosa, ya se trate del Estado o de la educación pública. Por el contrario, desde las posturas liberales se promueve la división de poderes para impedir los posibles excesos de un poder único (como es el caso de los totalitarismos) y para que la competencia entre poderes limite sus posibles excesos.

En épocas en que existe un gran poder económico de las grandes empresas multinacionales, siempre resulta conveniente contrapesarlo con el poder de un Estado fuerte (que es distinto de un Estado grande). Tal Estado se construye en base a la democracia liberal, respecto de la cual Hayek expresó: “La democracia es el único método de cambio pacífico descubierto hasta ahora por el hombre”, mientras que Ludwig von Mises escribió: “Por amor a la paz interna, el liberalismo tiende al gobierno democrático. La democracia, por tanto, no es una institución revolucionaria, sino el medio apropiado de impedir las revoluciones y las guerras civiles. Produce un método de reajuste pacífico del gobierno de acuerdo con la voluntad de la mayoría” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

domingo, 21 de mayo de 2023

Dueños de la verdad

Uno de los errores frecuentes que se observa en el argentino típico, es la defensa de sus ideas y creencias más allá de la veracidad que posean. Ello implica que se prioriza el aspecto competitivo antes que el aspecto cognitivo, o bien la subjetividad propia a la objetividad de todos. Ernesto Sandler escribió: "La intolerancia, la soberbia y la pedantería que embargan nuestra idiosincracia tienen como principio rector que la única verdad es la mía. Aunque los argentinos repitan una y otra vez que «la realidad es la única verdad», en los hechos y comportamientos habituales solamente consideran que es verdadero lo que cada uno interpreta de la realidad y las creencias que sostiene. Todos los demás que piensen o actúen de manera diferente están equivocados, mienten o se niegan a aceptar la verdad".

"Esta manera de ser, sea en el ámbito político, gremial o social, impide los acuerdos y esfuerzos en conjunto con aquellos que piensan distinto o sostienen otras verdades. Para una gran mayoría de los argentinos ceder en sus creencias que se consideran correctas es valorado como un acto de traición. Antes de cambiar alguno de los principios que sostienen prefieren el enfrentamiento y el rechazo de todo lo que no coincida con la verdad que se pregona. Considerar que los demás pueden tener una verdad diferente no está en las consideraciones de los nacionales. Si en algún momento por razones de fuerza o poder deben aceptar objetivos que están contra su verdad lo harán con el solo propósito de juntar fuerzas para imponer sus creencias verdaderas en el futuro" (De "Creencias económicas"-MG Editores-Buenos Aires 2022).

Esta tendencia se observa en los políticos evidenciando principalmente que los objetivos personales están muy por encima de los objetivos nacionales o sociales. Es poco esperable que un político argentino vaya a dejar el lugar a alguien más capacitado para resolver los graves problemas que padecemos. Como ejemplo puede mencionarse al candidato liberal Javier Milei quien, al no aceptar críticas del economista, también liberal, Roberto Cachanosky, públicamente lo trató de "hijo de p...". También al economista liberal Ricardo López Murphy lo trató públicamente de "traidor", por participar en un partido político de tendencia socialdemócrata, y también de "delincuente", por considerar que esa es la condición de todos los integrantes de ese partido.

Los seguidores de Milei, típicamente argentinos, reivindican y justifican tal actitud a la vez que se suman a una degradación colectiva contra quienes son atacados verbalmente por su líder. Cuando alguien difiere en algún aspecto, recomiendan "leer tal libro" por cuanto sienten que están en la cima de la sabiduría y aconsejan paternalmente a los desviados de la verdad. Aún así, es posible que en las próximas elecciones uno deba votar por tal personaje "tapándose la nariz" por cuanto los restantes candidatos pueden llegar a ser tanto o más peligrosos.

El sometido intelectualmente al líder, tiende a la vez a someter a los "no creyentes", cambiando la bajeza inicial por la soberbia posterior. Como todas las sectas se sienten poseedoras de la verdad, considerando equivocadas al resto, resulta imposible llegar a algún acuerdo.

La tendencia a no aceptar opiniones diferentes a las propias se acentúa bastante por cuanto existe también la tendencia a opinar sobre todo sin que previamente se haya hecho el trabajo mental asociado al aprendizaje correspondiente. El citado autor escribe al respecto: "Un académico que visitó nuestro país hace algunos años me expresó: «Los argentinos opinan de todo aunque en verdad sepan bastante poco de muchas cosas». En ese momento sentí que era un comentario imprudente, injusto y poco diplomático. Sin embargo, pasado el tiempo he valorado esa opinión -que inicialmente me molestó- tiene mucho sustento y se aproxima bastante a la verdad".

"A través de mi experiencia profesional -ligada a los medios de comunicación y al mundo académico- he corroborado que por lo general los argentinos consideran que son poseedores de un amplio saber, por lo que no sienten la necesidad de capacitarse antes de opinar ni se consideran obligados a guardar silencio ante quienes tienen un conocimiento del que ellos carecen. El ego y la verborragia que caracterizan a nuestra personalidad social los hace hablar sin contención y opinar de todo sin miramientos y limitaciones".

"Sea de fútbol, medicina, contaminación ambiental, economía o espiritismo los argentinos suelen hablar como profesores. Jamás se les escucha decir que no saben sobre un tema o guardar silencio ante las opiniones fundadas de sus interlocutores. Una vez que abren la boca es para dar cátedra, haciendo de la soberbia una de sus características más sobresalientes".

En otros países ocurre algo similar; hábito que ha sido denominado "todología", según lo bautizara Carlos Alberto Montaner, quien escribió al respecto: “Esta característica de nuestra cultura no tendría mayor importancia si no fuera por sus destructivas consecuencias. Esta «todología» -la facultad de hablar acerca de todo sin modestia o conocimiento- practicada con gran entusiasmo por nuestros intelectuales tiene su precio: todo lo que declaran y repiten se convierte en un elemento clave de la creación de una cosmovisión latinoamericana".

"Esta característica de nuestra cultura tiene serias consecuencias, ya que un número significativo de intelectuales latinoamericanos es antioccidente, antiyanquis y antimercado. Más aún, aunque sus puntos de vista son contrarios a la experiencia de veinte naciones que son las más desarrolladas y prósperas de nuestro planeta, de todas formas ejercen una profunda influencia sobre la cosmovisión latinoamericana. Sus pronunciamientos tienen como efecto debilitar la democracia e impedir el desarrollo de una confianza razonable en el futuro. Si los intelectuales promueven la visión de un atemorizador amanecer revolucionario, no debería sorprendernos la fuga de los capitales ni la idea de precariedad que acompaña nuestros sistemas económicos y políticos” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington y L. E. Harrison-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2001).

viernes, 19 de mayo de 2023

La Argentina anticapitalista y antiempresarial

El elevado porcentaje de pobres e indigentes que existe en la Argentina, reclama por una mejora económica inmediata. Toda mejora económica ha de ser una mejora productiva. Sin embargo, la población argentina, mayoritariamente, es anticapitalista y antiempresarial; justamente se opone a los dos principales factores de la producción: el capital y la empresa.

La educación pública, principalmente, se encarga de un adoctrinamiento político que predica la oposición al capital y a la empresa, siendo condensados ambos bajo el calificativo de "neoliberalismo". Lo grave de la situación es que, bajo tal mentalidad, poca predisposición tendrán los inversores para iniciar actividades productivas cuando perciben que, tarde o temprano, podrán perder sus capitales cuando el voto popular eleve al poder a algún líder socialista que expropie los medios de producción. Esto no es una exageración si se advierte cuál es la opinión predominante de la gente.

Alguien puede decir que la severa crisis económica y social hará despertar cierta concientización respecto del estado de cosas al que nos ha conducido la mentalidad antiproductiva. Sin embargo, debido al adoctrinamiento permanente, tanto educativo como periodístico, se seguirá manifestando que todos los problemas se deben al "neoliberalismo".

Debido a tal estado mental de los argentinos, se acepta tácitamente que la labor principal de los políticos a cargo del Estado consiste en "proteger a la población de las empresas"; de ahí que exista un férreo entramado de controles y prohibiciones que hacen casi imposible la creación de nuevas empresas y el desempeño productivo posterior. Y si alguna empresa llegara a tener importantes ganancias, desde el Estado se trata de confiscarlas amparado en el principio de la "justicia social".

Al existir pocas empresas capaces de sobrevivir en la Argentina, no existe una aceptable competencia, por lo que tampoco se observan las ventajas de un mercado competitivo, llegándose al extremo de que varios empresarios convengan con los políticos de turno para disponer de ventajas y escepciones por parte del Estado.

En una época en que predomina el conocimiento asociado a la producción, el principal capital de una empresa es el capital humano, por lo cual la empresa trata de mantenerlo y no perderlo. Sin embargo, predomina la idea de que el empresario, sí o sí, es un explotador de sus trabajadores, con lo cual los perdería corriendo el riesgo adicional que vayan a formar parte del capital humano de empresas competidoras.

Puede decirse que los países subdesarrollados económica y socialmente, son mentalmente subdesarrollados. Tal subdesarrollo mental es el que impide salir del atraso. De ahí que son pocas las esperanzas de mejorar el sistema productivo sin que previamente mejore la mentalidad generalizada de la sociedad.

En cuanto a las creencias al respecto, Ernesto Sandler escribió: "Forma parte de la idiosincracia nacional tener una opinión negativa sobre las empresas privadas y de manera especial sobre los empresarios. Frases como «empresas ricas con empleados pobres» o «los empresarios se llenan los bolsillos explotando a los trabajadores» son parte del repertorio habitual de los argentinos".

"Las mayorías sociales están convencidas de que las organizaciones empresariales siempre perjudican a sus empleados, suelen ser opresivas, lavan dinero, se llevan las ganancias al exterior, se quedan con gran parte de la riqueza producida, contaminan el medio ambiente y ejercen presión sobre los gobiernos para lograr beneficios".

"A pesar del reconocimiento que tienen las empresas privadas en el mundo desarrollado -socialista o capitalista- por su importante función en la creación de riqueza, las innovaciones, la generación de empleo y el aporte de recursos al Estado, en nuestro país gran parte de la sociedad tiene un rechazo emocional y racional hacia las empresas de capital privado".

"Los nacionales consideran que la empresa privada es la representación del mal porque es sinónimo de explotación de los trabajadores y de apropiación de ganancias que no le corresponden. Socialmente son valoradas como enemigas del sector trabajador y contrarias al bien común porque sólo benefician a sus titulares. Por esta razón los argentinos coinciden en que si se les da libertad y no se las controla, las empresas constituyen una traba para el desarrollo social, la distribución equitativa de la riqueza y el beneficio de los trabajadores".

"Esa percepción que se tiene de las empresas privadas es una de las razones por las cuales la mayoría social reclama que el Estado les corte las uñas a sus garras. Dejarlas en libertad es hacer la vista gorda a la explotación, las injusticias, los abusos, la desigualdad, los precios altos, la contaminación y la manipulación del mercado. Concederles la libertad económica para producir, comerciar e invertir es otorgarles una autorización para que los lobos se hagan cargo de un rebaño de ovejas.

"A partir de esta mirada aprensiva y descalificadora los dirigentes políticos y sindicales han promovido históricamente la sanción de una inmensa normativa jurídica para condicionar la libertad económica de las empresas, su relación con los empleados, las inversiones que realizan, las habilitaciones para producir, la carga impositiva, la fijación de precios y la distribución de sus ganancias, entre una larga lista de controles" (De "Creencias económicas"-MG Editores-Buenos Aires 2022).

jueves, 18 de mayo de 2023

Igualitarismo, libertinaje y masificación

La crisis social de nuestra época puede asociarse al fenómeno de la masificación, siendo el hombre-masa aquel que piensa y actúa como la mayoría lo hace, sin que sus decisiones estén orientadas por algún principio moral. Como síntomas de este proceso se advierte la búsqueda y promoción de la "igualdad", que en realidad es un igualitarismo que reconoce derechos y rechaza deberes. También se busca la "libertad", disociada de la responsabilidad, por lo cual resulta la búsqueda de la legitimación del libertinaje.

El igualitarismo dista de ser la igualdad promovida por el "amarás al prójimo al igual que a ti mismo", ya que se busca una igualdad que trata de rebajar a todo aquel individuo que intenta elevarse sobre la mediocridad y la masificación, siendo la envidia el principal motor del proceso. Alfredo Sáenz escribió: "Por lo general, el proceso de nivelación uniforma por lo bajo. En Norteamérica, escribe Ortega, se dice que ser diferente es ser indecente. «La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado». Pero enseguida agrega: «Claro que este 'todo el mundo' no es 'todo el mundo'». «Todo el mundo» era, normalmente, la unidad compleja de masa y minorías discrepantes, especiales. Ahora «todo el mundo» es sólo la masa".

También el hombre masa entiende por "libertad", no la situación personal derivada de un aumento de responsabilidad e individualidad, sino la posibilidad de hacer lo que le viene en ganas, que no es otra cosa que el libertinaje. Al no sentirse atado al cumplimiento de deberes, tiende a ignorar las leyes establecidas o admitidas por la sociedad de la que forma parte. De ahí que la Argentina haya sido definida como "Un país al margen de la ley" (Carlos Nino).

Si uno se pregunta por qué una gran mayoría de votantes apoya electoralmente a políticos populistas o totalitarios, podrá advertir que lo hacen porque tales políticos hablan todo el tiempo de "igualdad", significando el mencionado igualitarismo. Los sistemas totalitarios, por otra parte, han conformado la exaltación de la masificación colectiva, porque prometieron una igualdad absoluta asociada a una eximición de toda responsabilidad individual, que es justamente lo que ambiciona el hombre-masa.

Respecto de los sistemas totalitarios, Alfredo Sáenz escribió: "La Revolución soviética se propuso concretar el proyecto igualitario, pero en un gran hormiguero social. Si antes el burgués intentó rebajar al noble poniéndolo a su nivel, ahora el proletario buscaría lo mismo, haciendo que el burgués descendiese de su rango. Siempre un movimiento que tiende hacia abajo".

"El trasfondo ideológico de la lucha de clases, del combate del proletariado contra la burguesía, no es sino la expresión de un marcado complejo de inferioridad. La clase «explotada» busca su liberación, y a la envidia humillada sucede el orgullo de clase. «Nada somos, seámoslo todo», canta la Internacional, resumiendo en un solo verso el proceso ideológico de la dictadura del proletariado".

"En el fondo, esta desembozada tendencia a igualarlo todo tiene no poco que ver con la propensión al facilismo. En vez de subir uno, hacer bajar a los demás. Aquí interviene lo que Nietzsche llamaba «la ley de la transmutación de los valores», el hombre sigue aún reconociendo un sistema de valores, como meta digna de su existencia, pero en vez de los valores sublimes, cuya adquisición requiere un gesto de energía y una vigorosa afirmación de la personalidad, prefiere valores enclenques, que pueden obtenerse sin fatiga y sobre todo sin sacrificio" (De "El hombre moderno"-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1998).

Varias decenas de años atrás, Ortega y Gasset advertía los peligros de la masificación de las sociedades. Lamentablemente, sus advertencias no fueron tenidas en cuenta; la severa decadencia de la Argentina, asociada principalmente al peronismo, coincide en forma casi total con las descripciones que aparecen en su libro La rebelión de las masas. Sáenz agrega: "Lo más grave es que este hombre-masa, sabiéndose vulgar, y entendiendo que ha logrado poner a todos a su nivel, tiene el coraje de afirmar, como nos decía Ortega, el derecho a la vulgaridad, y tratar de imponerlo a los demás".

"Antes era conducido por los más capaces, ahora ya no hay «más capaces que él», por lo que pretende dirigir y gobernar a sus compatriotas, incluidos los realmente capacitados. Este hombre piensa que la vida es fácil, holgada, sin exigencias de perfeccionamiento, lo que lo lleva a afirmarse a sí mismo tal cual es, contentándose con su haber moral e intelectual. De este modo, al tiempo que anhela ejercer dominio político, se cree capaz de opinar omne re scibile, juzgando, decidiendo y pronunciándose, dogmáticamente y sin información alguna, sobre las más delicadas cuestiones de orden moral y social".

miércoles, 17 de mayo de 2023

De qué hablamos cuando hablamos de liberalismo

Por Armando Ribas

Aparentemente uno de los conceptos más confusos en el léxico político es el liberalismo. Tanto así que en Estados Unidos, el eje quasi fundacional del sistema liberal, se les llama liberales a los socialistas. Y esta confusión es tanto más dramática por cuanto el sistema liberal y el socialista representan la antítesis política prevaleciente.

Otros de los aspectos que nos lleva a la confusión es el del conservadorismo. En tanto que el liberalismo es un sistema el conservadorismo es una actitud valorativa frente a la vida. En otras palabras, se puede ser liberal y conservador y liberal y no conservador respecto a supuestos valores preestablecidos en la sociedad. El conservadorismo implica asimismo la adhesión al status quo, y desde tal punto de vista se puede ser conservador y comunista nacionalista.

El pensar que un liberal debe aceptar el matrimonio homosexual, la libertad sexual o el aborto per se, es otra de las aberraciones de la semántica política. El liberalismo es un sistema político que parte del reconocimiento de la naturaleza falible del hombre. Y esa falibilidad se encuentra tanto en el ámbito de la razón como en el de las creencias.

Podría decirse que la idea liberal comienza con John Locke y la publicación de sus Tratados del Gobierno Civil, y la importante Carta de la Tolerancia. Fue entonces que a partir de la idea primigenia de la falibilidad de la naturaleza humana que Locke desafió la noción del derecho divino de los reyes y reconociera que "los monarcas también son hombres". Por tanto estableció la necesidad de que se limitaran las prerrogativas del rey, a fin de proteger los derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad.

En función de esas ideas se produjo en Inglaterra la Glorious Revolution en 1688, cuando empezara la transformación política inglesa, que le permitiera adelantarse a Europa, y surgiera la denominada Revolución Industrial. Esta última fue la consecuencia de la revolución ético política mencionada. Más tarde en pleno siglo XVIII David Hume, en su historia de Inglaterra reconoció el atraso y la falta de libertad en Inglaterra hasta la llegada de la Glorious Revolution. Partiendo entonces de criterios empíricos llegó a conclusiones similares a las de Locke y desarrolló lo que considero el criterio fundamental del liberalismo establecido por Hume: "Dado que la naturaleza humana es inmodificable, si queremos cambiar los comportamientos tenemos que cambiar las circunstancias".

Por esa razón igualmente sostenía la diferencia entre moral y justicia y escribió "si la naturaleza fuera pródiga y los hombres generosos, la justicia no tendría razón de ser". Y consecuentemente: "La estabilidad de la sociedad dependía de la seguridad en la posesión la transferencia por consenso y el cumplimiento de las promesas".

LLEGA ADAM

En esa línea continuó el pensamiento escocés con la llegada de Adam Smith. Diría que el pensamiento fundamental del maestro de los Sentimientos Morales fue el desarrollo de la idea de la mano invisible. Así dijo: "En la búsqueda de su propio provecho el individuo colabora con los demás. He visto muy poco bien hecho por aquellos que pretenden actuar por el bien público".

En estas sabias palabras se reconocía una vez más el principio liminar del liberalismo y es que los intereses particulares no son contrarios al interés general. Fue en ese sentido que Alberdi dijera: "El egoísmo bien entendido de los ciudadanos, es sólo un vicio para el egoísmo de los gobiernos que personifican los Estados".

Fue esa línea de pensamiento la aceptada por las Founding Fathers, por más que probablemente dado el agnogticismo de David Hume jamás fue citado por ellos. Tanto así que según tengo entendido Thomas Jefferson prohibió la enseñanza de La Historia de Inglaterra de David Hume en la Universidad de Filadelfia. Pero no podemos ver más que los principios del pensamiento de Hume en las declaraciones de James Madison en la Carta 51 de El Federalista donde escribió: "Pero que es el gobierno en sí sino la mayor de todas las reflexiones sobre la naturaleza humana. Si los hombres fueran ángeles ningún gobierno sería necesario. Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres ningún control interno o externo sería necesario. Pero al formar un gobierno que va a ser administrado por hombres sobre hombres la gran dificultad yace en esto: Primero se debe capacitar al gobierno para controlar a los gobernados; y en segundo lugar obligarlo a controlarse a si mismo".

EL GRAN ADVERSARIO

Frente a este pensamiento que diera por resultado la libertad individual y la creación de riqueza en la historia se desarrolló el pensamiento continental europeo del cual surgiera el nacionalismo y el socialismo. Fue la filosofía política franco-germánica el origen de los sistemas totalitarios europeos, basados en lo que he denominado el oscurantismo de la razón (racionalismo) y la universalización racionalista de sentimientos particulares, que constituye el romanticismo político.

Puedo decir que el iniciador de esas ideas fue Jean Jacques Rousseau, quien en el Ensayo sobre las Ciencias y las Artes sostuvo que cuando estas avanzan decae la moral. Seguidamente siguió con el Origen de las Desigualdades del Hombre donde estableció que la causa era la propiedad privada: "La tierra no es de nadie y sus frutos son de todos".

Y por último en el Contrato Social estableció la necesidad de la creación de un hombre nuevo y así como la justificación del poder político absoluto en el ámbito de la razón como consecuencia de la voluntad general. Así determinó el bien común como un objetivo tan obvio que nadie podía dejar de reconocer y que no era necesaria la distribución del poder político pues a partir de lo que considero la antropormoficación del Estado, y por tanto no podía tener ningún interés en perjudicar a sus miembros.

Casi contemporáneo con Hume, Emmanuel Kant, consideró a Rousseau el Newton de las ciencias morales. En su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres estableció el primer imperativo categórico, que constituyó el principio de la moral racionalista, que el denominara la autonomía de la razón frente a lo que consideraba la heteronomia de la razón, que fuera la moral basada en los mandatos divinos.

En función de ese pensamiento determinó que la búsqueda de la propia felicidad era contraria a la moral, pues esta sólo surgía cuando se actuaba por deber y no por placer o por interés. Y en el plano de la política encontró la razón en la historia y el antagonismo como el principio a través del cual se proyectaba la razón en la historia. Siguiendo pues las doctrinas de Rousseau sobre el bien común estableció que el poder supremo sólo tenía derechos y no obligaciones frente a los súbditos, y por tanto no podía existir ningún poder que limitara al poder supremo ni aun en los casos en que este violase la Constitución. Por último, pero no menos importante, descalificó el comercio, por ser una actividad que se llevaba a cabo por interés y no por deber. Por tanto igualmente descalificó al pueblo judío cuando escribiera: "Los palestinos que viven entre nosotros deben su no inmerecida reputación por hacer fraude (al menos la mayoría de ellos) a su espíritu de usura, que los ha poseído desde su exilio. Ciertamente parece extraño concebir una nación de tramposos, pero es tan extraño como concebir una nación de comerciantes".

LA DIVINA IDEA

Siguiendo los pasos del filósofo de Köenigsberg, llegó Hegel a la palestra con su historicismo a través de la dialéctica por la cual la razón en la historia estaba asimismo imbuida de la voluntad de Dios. O sea lo que he llamado el logoleísmo.

Así surge el Estado como "la divina idea tal como se manifiesta sobre la tierra" y por tanto el individuo no tiene más razón de ser que su pertenencia al Estado. O sea llegamos al realismo de los universales donde el individuo como tal deja de tener entidad propia pues sólo es parte.

Hegel entonces describe la dialéctica no ya como forma de acceso al conocimiento, sino como la dinámica a través de la cual avanza la razón en la historia. Así la misma se desarrolla a través de la lucha entre los Estados y la guerra era la virtud por antonomasia frente a la concupiscencia de las corporaciones. Por tanto, dado que la razón estaba en la historia ésta había avanzado de las naciones orientales donde nadie era libre, a las democracias griegas donde algunos eran libres, al imperio germánico donde todos eran libres. Y por supuesto la burocracia representaba al interés general contra los intereses particulares y por tanto siguiendo igualmente a Kant determinó que el monarca no puede tener ningún límite a su poder pues él representa la voluntad general.

Es en el camino de la dialéctica que aparece Marx en la escena pues discute a Hegel desde su propia filosofía y siguiendo los pasos de Rousseau, de la razón en la historia pasa al romanticismo utópico político. Así la dialéctica de la historia se manifiesta en la lucha de clases, en la cual el socialismo es la síntesis y el final de la historia pues se habría alcanzado la eliminación de los antagonismos, y la libertad como consecuencia de haberse superado la escasez. El Estado sería sustituido por la dictadura del proletariado para eliminar la propiedad privada, y finalmente el Estado desaparecería con el fin de los antagonismos. Así los universales se constituirían en el pueblo y la sociedad y superada la escasez pues se habría eliminado la división del trabajo y el comunismo sería la última expresión del romanticismo político.

No obstante Marx, en 1848 en el Manifiesto Comunista, reconoce que la burguesía en sólo cien años había creado más riquezas y más fuerzas productivas que todas las generaciones precedentes. Pero no obstante este hecho era producto de la explotación del hombre por el hombre, medio por el cual se descalificó éticamente al sistema que llamara sistema capitalista.

ANTITETICOS

Visto lo que antecede no podemos dejar de recordar que existen dos sistemas políticos basados en conceptos biológicos, éticos y políticos antitéticos. Por ello cuando se habla de la libertad, es necesario que se reconozca su primera instancia como consecuencia del sistema. Si este es sustituido, la libertad desaparece junto con el sistema.

Por tanto permítanme una conclusión. Una democracia en la que existe un partido liberal y otro socialista es una contradicción en términos. Pues la libertad que surge del sistema liberal por definición desaparece cuando se establece el sistema socialista, donde los derechos individuales son sustituidos por los derechos del pueblo.

Y cuando los derechos son del pueblo, la realidad es el poder político absoluto del Estado para violar los derechos individuales. Y los derechos individuales no son los derechos humanos que, impregnados de los derechos del pueblo, son su antítesis.

(De www.laprensa.com.ar)

martes, 16 de mayo de 2023

La igualdad (según Esteban Echeverría)

La igualdad, asociada a una equitativa asignación de deberes y derechos, difiere del igualitarismo, mediante el cual sólo se contempla la "igualitaria" asignación de derechos. Cuando los derechos corresponden sólo a la clase gobernante, tenemos una oligarquía o bien un socialismo real (no teórico). Cuando los derechos son exigidos por el hombre-masa, y rechazados los deberes, surge el fenómeno de la rebelión de las masas, que exigen ser alimentados y mantenidos por el resto de la sociedad a través del Estado.

Este necesario equilibrio entre deberes y derechos fue advertido por Esteban Echevería en el siglo XIX, escribiendo al respecto: La igualdad consiste en que esos derechos y deberes sean igualmente admitidos y declarados por todos, en que nadie pueda substraerse a la acción de la ley que los formula, en que cada hombre participe igualmente del goce proporcional a su inteligencia y trabajo. Todo privilegio es un atentado a la igualdad (De "Los fundadores de la república" de Ricardo López Götigg-Editorial Grito Sagrado-Buenos Aires 2006).

En cuanto a todo lo que atenta contra la igualdad (que puede observarse en la práctica en la actual Argentina peronista) Echeverría escribía:

No hay igualdad donde la clase rica se sobrepone, y tiene más fueros que las otras.

Donde cierta clase monopoliza los destinos públicos.

Donde el influjo y el poder paraliza para los unos la acción de la ley, y para los otros la robustece.

Donde sólo los partidos, no la nación, son soberanos.

Donde las contribuciones no están igualmente repartidas, y en proporción a los bienes e industria de cada uno.

Donde la clase pobre sufre sola las cargas sociales más penosas, como la milicia.

Donde el último satélite del poder puede impunemente violar la seguridad y la libertad del ciudadano.

Donde las recompensas y empleos no se dan al mérito probado por hechos.

Donde cada empleado es un mandarín, ante quien debe inclinar la cabeza el ciudadano.

Donde los empleados son agentes serviles del poder, no asalariados y dependientes de la nación.

Donde los partidos otorgan a su antojo títulos y recompensas.

Donde no tiene merecimientos el talento y la probidad, sino la estupidez rastrera y la adulación.

Es también atentatorio a la igualdad, todo privilegio otorgado a corporación civil, militar o religiosa, academia o universidad; toda ley excepcional y de circunstancias.

La sociedad o el poder que la representa, debe a todos sus miembros igual protección, seguridad, libertad: si a unos se las otorga y a otros no, hay desigualdad y tiranía.

En cuanto a la influencia española, de gran trascendencia en el siglo XIX, Esteban Echeverría escribió:

La España nos educaba para vasallos y colonos, y la patria exige de nosotros una ilustración conforme a la dignidad de hombres libres.

La España dividía la sociedad en cuerpos, jerarquías, profesiones y gremios, y ponía al frente de sus leyes, clero, nobleza, estado llano o turba anónima; y la Democracia, nivelando todas las condiciones, nos dice que no hay más jerarquías que las que establece la ley para el gobierno de la sociedad: que el magistrado fuera del lugar donde ejerce sus funciones, se confunde con los demás ciudadanos; que el sacerdote, el militar, el abogado, el comerciante, el artesano, el rico y el pobre, todos son uno.

Que el último de la plebe es hombre igual en derechos a los demás, y que lleva impresa en su frente la dignidad de su naturaleza, que sólo la probidad, el talento y el ingenio engendran supremacía; que el que ejerce la más ínfima industria, si tiene capacidad y virtudes, no es menos que el sacerdote, el abogado u otro que emplea sus facultades en cualquiera otra profesión; que no hay profesiones unas más nobles que las otras, porque la nobleza no consiste en vestir hábito talar, o en llevar tal título, sino en las acciones; y que, en suma, en una sociedad democrática sólo son dignos, sabios y virtuosos y acreedores a consideración, los que propenden con sus fuerzas naturales al bien y prosperidad de la patria.

Para destruir estos gérmenes nocivos y emanciparnos completamente de esas tradiciones añejas, necesitamos una reforma radical en nuestras costumbres: tal la obra de la educación y las leyes.

Al observar la plena vigencia del anterior escrito de Echeverría, comprobamos que no hemos evolucionado demasiado desde el siglo XIX hasta la actualidad.

lunes, 15 de mayo de 2023

Los liberales y el Estado

Debido a que el proceso autorregulado del mercado puede ser perturbado por intromisiones por parte del Estado, se considera "liberal", en lo económico, a quienes sostienen que deben rechazarse tales intromisiones, ya que las mismas siempre empeoran aquello que se quiso mejorar. Luego, respecto del resto de las actividades sociales, existen diferencias entre las figuras representativas del liberalismo.

Puede establecerse una síntesis de las principales tendencias económicas, respecto del rol del Estado, incluidas las no liberales:

a) Socialismo: rechaza el proceso del mercado y propone la dirección estatal de una economía sin propiedad privada
b) Socialdemocracia: admite la intromisión del Estado para redistribuir lo que no pudo distribuir el mercado
c) Hayek: admite la existencia del Estado mientras no perturbe el proceso del mercado
d) Mises: admite un Estado mínimo que se limita a la justicia y a la seguridad, principalmente
e) Rothbard: rechaza la existencia del Estado (anarcocapitalismo)

Friedrich Hayek ha sido calificado, a veces maliciosamente, como socialdemócrata, ya que, para el anarcocapitalista, liberal significa rechazo total del Estado. Debe tenerse presente que la Economía Social de Mercado de Konrad Adenauer y Ludwig Erhard, que produjo el "milagro alemán" en la postguerra, se estableció con una fuerte presencia del Estado, lo que convalida en cierta forma la postura de Hayek.

De la misma forma en que, en el cristianismo, se discute respecto de la divinidad de Cristo o de la creencia auténtica, o no, de cada individuo, olvidándose del cumplimiento de los mandamientos bíblicos, en el liberalismo pareciera que se discute más respecto de la "pureza ideológica" que de la efectividad de las propuestas concretas. Así, mientras la postura cercana a Hayek ha sido puesta en práctica en varias ocasiones, el anarcocapitalismo nunca ha sido puesto en práctica, por la sencilla razón de que tal anarquismo sólo funcionaría eficazmente en poblaciones con un elevado nivel ético, algo que no se da en la realidad.

Las distintas posturas económicos se establecen basándose en la confianza o en la desconfianza en los seres humanos, o bien en la confianza o desconfianza en los diversos sectores. Así, para el socialista, toda la virtud radica en los seguidores de Marx y toda la ausencia de virtud en el sector empresarial. De ahí que la conclusión inmediata es la estatización de los medios de producción.

Hayek y Mises parecieran ser conscientes de los atributos de los seres humanos reales proponiendo sus opiniones respecto de la misión y las limitaciones del Estado. En cambio, el anarcocapitalista desconfía de la gente a cargo del Estado mientras que, a la vez, confía en el ciudadano común al pensar que podría conducirse civilizadamente aún sin la existencia del Estado. En este caso se ignora que el nivel ético de gobernantes y pueblo es similar, ya que parte del pueblo accede al poder estatal e, incluso, es el que elige a sus representantes.

Alfred Müller-Armack escribió: "La economía social de mercado no presupone un Estado débil, sino que ve más bien en un Estado democrático fuerte la garantía del funcionamiento de este orden. El Estado no sólo está presente en función de la seguridad del ejercicio del derecho privado. Precisamente gracias a la economía social de mercado se ha visto confirmado en una de sus tareas esenciales: intervenir en favor del mantenimiento de una auténtica competencia como función política (en el sentido de Eucken, Frank Böhm y Miksch). El orden de competencia, asegurado por el Estado, anula asimismo factores de poder y los canaliza hacia el mercado".

"De esta suerte, una competencia socialmente apta para funcionar tiende a prevenir la acumulación de fortunas unilaterales provenientes de privilegios económicos. Por otra parte, este proceso también sienta bases para correcciones y transferencias de ingresos del Estado a los sectores más alicaídos de la población. Pero condición previa para cualquier intromisión de esta clase por parte del Estado es su compatibilidad con la economía de mercado y la correspondiente formación de réditos. Es decir, que el objetivo social debe ser logrado con medidas conformes con el mercado, sin estorbar el desarrollo de precios propiamente de mercado".

"Este postulado de la conformidad de Estado y mercado constituye el decisivo contraste entre este tipo de economía y el dirigismo. En este último, mercados enteros son paralizados por precios decretados. Y con ello amplios sectores de la población se ven perjudicados y padecen finalmente una notoria falta de los bienes indispensables para la vida. Por la conformidad con el Estado se distingue asimismo la economía social de mercado del intervencionismo. Este mezcla los entre sí contradictorios elementos del dirigismo con los de la economía de mercado según su conveniencia, hasta tanto se eliminen mutuamente e impidan la producción" (De "El orden del futuro" de Ludwig Erhard y A. Müller-Armack-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

En el mismo sentido, Álvaro C. Alsogaray escribió: "El Estado no debe proceder como espectador impasible frente a situaciones especiales que impliquen un daño social. La intervención del Estado es necesaria para trazar el marco de la actividad económica, establecer las reglas del juego y atender a dichas situaciones especiales".

"La competencia juega un papel decisivo a los efectos del funcionamiento del mercado. Es función de los gobiernos establecer condiciones de competencia efectiva. Para ello hay que combatir los monopolios y eliminar las trabas e interferencias burocráticas que la dificultan".

"El Estado debe «planificar la economía». Pero esta planificación supone el uso de métodos muy distintos a los de la economía dirigida, con sus torpes disposiciones y rígidas reglas. El mejor plan, el que según ya hemos señalado resuelve en forma espontánea la mayor parte de los casos, es el del mercado. Por lo tanto la planificación estatal debe, como objetivo primordial, asegurar el funcionamiento del mismo". (De "Bases para la acción política futura"-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).