domingo, 21 de mayo de 2023

Dueños de la verdad

Uno de los errores frecuentes que se observa en el argentino típico, es la defensa de sus ideas y creencias más allá de la veracidad que posean. Ello implica que se prioriza el aspecto competitivo antes que el aspecto cognitivo, o bien la subjetividad propia a la objetividad de todos. Ernesto Sandler escribió: "La intolerancia, la soberbia y la pedantería que embargan nuestra idiosincracia tienen como principio rector que la única verdad es la mía. Aunque los argentinos repitan una y otra vez que «la realidad es la única verdad», en los hechos y comportamientos habituales solamente consideran que es verdadero lo que cada uno interpreta de la realidad y las creencias que sostiene. Todos los demás que piensen o actúen de manera diferente están equivocados, mienten o se niegan a aceptar la verdad".

"Esta manera de ser, sea en el ámbito político, gremial o social, impide los acuerdos y esfuerzos en conjunto con aquellos que piensan distinto o sostienen otras verdades. Para una gran mayoría de los argentinos ceder en sus creencias que se consideran correctas es valorado como un acto de traición. Antes de cambiar alguno de los principios que sostienen prefieren el enfrentamiento y el rechazo de todo lo que no coincida con la verdad que se pregona. Considerar que los demás pueden tener una verdad diferente no está en las consideraciones de los nacionales. Si en algún momento por razones de fuerza o poder deben aceptar objetivos que están contra su verdad lo harán con el solo propósito de juntar fuerzas para imponer sus creencias verdaderas en el futuro" (De "Creencias económicas"-MG Editores-Buenos Aires 2022).

Esta tendencia se observa en los políticos evidenciando principalmente que los objetivos personales están muy por encima de los objetivos nacionales o sociales. Es poco esperable que un político argentino vaya a dejar el lugar a alguien más capacitado para resolver los graves problemas que padecemos. Como ejemplo puede mencionarse al candidato liberal Javier Milei quien, al no aceptar críticas del economista, también liberal, Roberto Cachanosky, públicamente lo trató de "hijo de p...". También al economista liberal Ricardo López Murphy lo trató públicamente de "traidor", por participar en un partido político de tendencia socialdemócrata, y también de "delincuente", por considerar que esa es la condición de todos los integrantes de ese partido.

Los seguidores de Milei, típicamente argentinos, reivindican y justifican tal actitud a la vez que se suman a una degradación colectiva contra quienes son atacados verbalmente por su líder. Cuando alguien difiere en algún aspecto, recomiendan "leer tal libro" por cuanto sienten que están en la cima de la sabiduría y aconsejan paternalmente a los desviados de la verdad. Aún así, es posible que en las próximas elecciones uno deba votar por tal personaje "tapándose la nariz" por cuanto los restantes candidatos pueden llegar a ser tanto o más peligrosos.

El sometido intelectualmente al líder, tiende a la vez a someter a los "no creyentes", cambiando la bajeza inicial por la soberbia posterior. Como todas las sectas se sienten poseedoras de la verdad, considerando equivocadas al resto, resulta imposible llegar a algún acuerdo.

La tendencia a no aceptar opiniones diferentes a las propias se acentúa bastante por cuanto existe también la tendencia a opinar sobre todo sin que previamente se haya hecho el trabajo mental asociado al aprendizaje correspondiente. El citado autor escribe al respecto: "Un académico que visitó nuestro país hace algunos años me expresó: «Los argentinos opinan de todo aunque en verdad sepan bastante poco de muchas cosas». En ese momento sentí que era un comentario imprudente, injusto y poco diplomático. Sin embargo, pasado el tiempo he valorado esa opinión -que inicialmente me molestó- tiene mucho sustento y se aproxima bastante a la verdad".

"A través de mi experiencia profesional -ligada a los medios de comunicación y al mundo académico- he corroborado que por lo general los argentinos consideran que son poseedores de un amplio saber, por lo que no sienten la necesidad de capacitarse antes de opinar ni se consideran obligados a guardar silencio ante quienes tienen un conocimiento del que ellos carecen. El ego y la verborragia que caracterizan a nuestra personalidad social los hace hablar sin contención y opinar de todo sin miramientos y limitaciones".

"Sea de fútbol, medicina, contaminación ambiental, economía o espiritismo los argentinos suelen hablar como profesores. Jamás se les escucha decir que no saben sobre un tema o guardar silencio ante las opiniones fundadas de sus interlocutores. Una vez que abren la boca es para dar cátedra, haciendo de la soberbia una de sus características más sobresalientes".

En otros países ocurre algo similar; hábito que ha sido denominado "todología", según lo bautizara Carlos Alberto Montaner, quien escribió al respecto: “Esta característica de nuestra cultura no tendría mayor importancia si no fuera por sus destructivas consecuencias. Esta «todología» -la facultad de hablar acerca de todo sin modestia o conocimiento- practicada con gran entusiasmo por nuestros intelectuales tiene su precio: todo lo que declaran y repiten se convierte en un elemento clave de la creación de una cosmovisión latinoamericana".

"Esta característica de nuestra cultura tiene serias consecuencias, ya que un número significativo de intelectuales latinoamericanos es antioccidente, antiyanquis y antimercado. Más aún, aunque sus puntos de vista son contrarios a la experiencia de veinte naciones que son las más desarrolladas y prósperas de nuestro planeta, de todas formas ejercen una profunda influencia sobre la cosmovisión latinoamericana. Sus pronunciamientos tienen como efecto debilitar la democracia e impedir el desarrollo de una confianza razonable en el futuro. Si los intelectuales promueven la visión de un atemorizador amanecer revolucionario, no debería sorprendernos la fuga de los capitales ni la idea de precariedad que acompaña nuestros sistemas económicos y políticos” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington y L. E. Harrison-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2001).

1 comentario:

agente t dijo...

Esa propensión a la destrucción del considerado disidente, aunque su pensamiento sea cercano al propio, muy probablemente es herencia de una tradición religiosa que sólo hace relativamente poco tiempo se ha visto quebrada por la libertad de cultos implantada en los sistemas políticos occidentales. También la educación tiene su parte al no conseguir generalizar la capacidad de razonar con objetividad, rigor y nivel. Y luego están los motivos personales, normalmente inconfesables.