lunes, 31 de julio de 2023

Reivindicadores de la guerrilla y el terrorismo

Como no es de extrañar, los actuales dirigentes peronistas reivindican el terrorismo de los años 70, o al menos callan ante los llamados a nuevos tiempos violentos. El siguiente artículo, publicado en 2019, refleja la mentalidad de un sector político que arribó al poder con casi un 50% de adhesión popular.

¡VIVA LA GUERRILLA!

Por Rogelio López Guillemain

"La violencia es el último recurso del incompetente" (Isaac Asimov)

Soy un férreo defensor de la libertad de pensamiento y de expresión, incluso cuando se corre el riesgo de tener que tolerar cosas que lindan con la apología del delito.

Tal es el caso de los conceptos vertidos por Horacio González, cofundador del movimiento Carta Abierta y ex director de la Biblioteca Nacional, quien instó a reescribir la historia argentina, no desde una "especie de neoliberalismo inspirado en las academias norteamericanas de los estudios culturales", sino como "una historia dura y dramática, que incorpore una valoración positiva de la guerrilla de la década del 70 y que escape un poco de los estudios sociales que hoy la ven como una elección desviada, peligrosa e inaceptable".

¿Se alcanza a dimensionar lo peligroso de esta definición? El mundo entero (salvo los países que apoyan a Al Qaeda por ejemplo) condenan y repudian al terrorismo como una forma cobarde, desleal e inhumana de acción militar. ¿Y este caballero se atreve a reivindicarla?

El cambio ha sido progresivo. Primero se quitó el foco sobre los guerrilleros trasladándolo a los militares que cometieron abusos durante la dictadura, luego se pasó a la teoría de los dos demonios, luego eran jóvenes idealistas atacados por violentos represores y ahora este energúmeno justifica lo injustificable. La imposición de las ideas por las armas.

Es bueno contextualizar estos dichos con otros de sus compañeros de espacio político. Desde un Zaffaroni que pretende cambiar la Constitución Nacional y así someter definitivamente a la Justicia bajo el poder de la política; pasando por un D'Elia, que propone la expropiación de empresas y la reforma urbana (como en Venezuela, te quitan tus propiedades); luego por un Grabois que quiere realizar una reforma agraria, quitándole los campos a sus dueños y finalmente el inefable González, quien nos dice que si no estamos de acuerdo, se justifica el uso de la violencia para obligarte.

Esto es lo que se vivió en la Unión Soviética, en la Alemania comunista y en la China de Mao; es lo que se vive hoy en Cuba y Venezuela. ¿Entendés? Te están avisando qué es lo que van a hacer. Y el que avisa no traiciona, sólo te estarás traicionando vos sólo.

González aseguró: "El gobierno es una forma de comprimir en leyes, todo lo que se expresa en la calle. Yo creo en la calle". Y cierra la idea así: "Lo que ocurre en la calle va mucho más allá de lo técnico. Para ejercer el poder, tenés que tener algo de anarquista. Cristina tiene algo de eso".

González no habla del anarquismo utópico de una sociedad donde el respeto absoluto al prójimo hace innecesaria la existencia de un gobierno. Habla de las calles cortadas por los piqueteros, dominadas por los delincuentes y narcos, habla de escuelas y universidades tomadas, de censura y persecución política y de docentes como el líder chubutense quien asegura "que los alumnos aprendan a luchar es más importante que saber la raíz cuadrada". En lo personal, prefiero el pensamiento de Edward James Olmos: "La educación es la vacuna contra la violencia".

Ahora, ¿le importa a González que aprendas la raíz cuadrada? Claro que no. No le importa que te eduques, reniega de la excelencia y apoya el populismo igualitarista: "Gente que pregona la religión de la meritocracia sin contemplar el daño que hace a millones de personas".

Ojo, esto no sólo se aplica a la educación, lograr tus propiedades o inmuebles ganados por tu esfuerzo es reflejo de "la religión de la meritocracia". Y sacártelo y repartirlo es evitar "contemplar el daño que hace a millones de personas".

¿Qué pretende? "La creación de un sujeto social nuevo en la Argentina", capaz de "tomar partido en determinada coyuntura histórica". Una "Argentina que tenga en cuenta el sufrimiento de las grandes poblaciones, no sólo de la Argentina sino del mundo" (o sea, redentora de los males del planeta, Latinoamérica para empezar, irradiando el ya fracasado nuevo socialismo).

Estamos transitando un momento muy delicado de nuestra historia. Las decisiones políticas que tomemos en los próximos días, pueden marcar un punto de inflexión en nuestras vidas.

(De www.laprensa.com.ar)

domingo, 30 de julio de 2023

Deducciones lógicas en ciencia y en humanidades

Las distintas respuestas acerca de planteos de tipo filosófico o científico, provienen de la experimentación, pero también de la lógica. Si bien la lógica no da una garantía absoluta, puede ser una guía importante para establecer posibles soluciones. Este fue el caso de Galileo Galilei, quien mediante un razonamiento lógico dedujo la imposibilidad de que los objetos pesados cayeran a tierra antes que los livianos, como afirmaba Aristóteles.

Galileo pensaba que, al unir un cuerpo pesado A con uno liviano B, obtendríamos uno más pesado A+B, que debería caer antes que ambos cuerpos cuando estaban sueltos (de ser cierta la afirmación aristotélica). Además, el cuerpo liviano B (al estar atado al pesado A) retardaría a A, por lo que el conjunto A+B no podría caer antes que ambos cuando estaban sueltos. Sin tener que hacer la experiencia de arrojar distintos pesos desde la torre inclinada de Pisa, Galileo dedujo, mediante la lógica elemental, el error de Aristóteles. Algunos autores dudan de que haya hecho el experimento mencionado, si bien la mentalidad de Galileo era favorable a realizar experimentos concretos.

También Albert Einstein realizaba "experimentos imaginarios" para orientarse acerca de cómo funcionaría el mundo real. Así, teniendo presente que una onda electromagnética implica una variación de campos eléctricos y magnéticos, dedujo que, si un observador pudiera moverse junto a un haz de luz (que es una perturbación electromagnética) no vería más la luz, porque no habría tales variaciones. De esa forma dejaría de cumplirse la equivalencia entre el estado de reposo y el movimiento rectilíneo uniforme (principio de relatividad), deduciendo así que la velocidad de la luz debe ser la misma para cualquier observador en forma independiente a su estado de movimiento. De ahí vienen luego las complejidades de los distintos ordenamientos espaciales y temporales asociados a distintos obervadores en movimiento.

A continuación se transcribe una descripción acerca de cómo Tomás de Aquino "resuelve" el problema del bien y del mal, siendo uno de los temmas que mantenían despiertos a nuestros antepasados medievales:

EL BIEN Y EL MAL

Por Louis de Wohl

Por muchas cabezas bulle todavía la idea de que el bien y el mal son poderes «del mismo valor», antípodas inevitables y naturales, algo así como lo positivo y lo negativo.

El místico persa Manes basó su doctrina en este principio y nada menos que San Agustín fue durante algún tiempo uno de sus seguidores. Hasta el siglo XIII -una época en que se apreciaba más la lógica que en el siglo XX- no surgió una de las mejores cabezas de todos los tiempos, capaz de destruir una teoría según la cual, en definitiva, el demonio debía tener el mismo poder que Dios. La Iglesia la había condenado como herejía. Pero fue Tomás de Aquino quien encontró la solución para un problema que parecía no tener ninguna, y sabemos incluso en qué momento la encontró.

El dominico alto y corpulento era uno de los invitados a un banquete del rey Luis IX de Francia, el futuro San Luis. En lugar de participar en la conversación, Tomás permanecía silencioso y meditabundo. De repente levantó su brazo poderoso, golpeó con el puño fuertemente la mesa real y exclamó: «¡Así! ¡Esto es lo que destruye a los maniqueos!».

Silencio absoluto lleno de espectación. ¿Qué diría el rey ante un comportamiento tan contrario al ceremonial? Luis IX hizo lo que ya era típico en él. Inmediatamente mandó a llamar a su secretario con papel y recado de escribir para que escribiera enseguida lo que se le acababa de ocurrir a su invitado, con objeto de que no se olvidara.

El razonamiento que tuvo que anotar aquel buen hombre fue aproximadamente éste. El mal no tiene como el bien existencia substancial. No puede existir solo. Por el contrario, para su existencia, necesita de la existencia ya establecida del Bien. Se trata simplemmente de una imperfección o una perversión del Bien.

No tiene existencia por sí mismo, no tiene pues nada en sí, nada. Y eso lo vemos enseguida, si pensamos que se puede hacer algo bueno por un buen motivo, pero en cambio no se puede hacer nada malo por un mal motivo. Cualquiera que sea el mal que se pretenda hacer, siempre y sin excepción se hará por un motivo bueno en sí.

El ladrón roba para enriquecerse y para proporcionarse cosas buenas con el dinero obtenido criminalmente, es decir, de mala manera. Un hombre asesina al enemigo odiado. ¿Por qué? Para recuperar la propia estima satisfaciendo su venganza o para disfrutar con la espantosa agonía del enemigo. Pero no para perder la propia estima o para disgustarse por la muerte del enemigo.

El asesino quiere en definitiva proporcionarse algo «bueno» de forma depravada, infame, maligna; quiere un «bien» deformado y pervertido; pues recuperar la propia estima o proporcionarse alegría son cosas buenas en sí. Lo que pasa en estos casos es que el camino que se sigue es malo.

El odio, el afán de venganza, el sadismo, cualquier tipo de acto de violencia, todos los delitos, todos, necesitan la existencia primaria (¡es decir anterior!) del Bien y todos los delitos se cometen porque el delincuente esperar obtener de ellos algo bueno para sí. Por tanto, el Bien y el Mal no son iguales, no son antípodas naturales como lo positivo y lo negativo.

Que es lo que había que demostrar, como dice el matemático. Se había encontrado la fórmula fundamental para la solución del poderoso problema.

(De "Adán, Eva y el mono"-Ediciones Palabra SA-Madrid 1984).

sábado, 29 de julio de 2023

Virtudes, felicidad y supervivencia

La felicidad se consigue cultivando los atributos personales considerados "buenos", es decir, que conducen al bien, o a lo que es deseable. Al bien individual como al bien colectivo los asociamos a una actitud favorable a la cooperación social (empatía emocional) y por la cual sentimos la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias. Esto implica que seremos felices con la condición de que compartamos nuestra felicidad con los demás. Esto no constituye un ideal propuesto por algún ser humano, sino descubierto por varios seres humanos al observar detenidamente cómo funciona el proceso asociado a nuestra naturaleza humana.

Supongamos por un momento haber nacido en un mundo en el cual la felicidad habría de obtenerse con la condición de que no deberíamos compartirla con los demás y, por lo tanto, que tampoco deberíamos compartir penas y alegrías ajenas; entonces tal sociedad sería el reino de la soledad. No existiría, en realidad, lo que denominamos "sociedad" y, seguramente, nuestra supervivencia individual y colectiva tendería a desaparecer. Ello no significa que habríamos de morir todos, ya que por "supervivencia" deberíamos entender la continuidad y plenitud de todos nuestros atributos naturales (emocionales, intelectuales y corporales).

Al primer caso mencionado podemos asociarlo a la "ciudad de Dios" y el segundo a la "ciudad del hombre", según la simbología propuesta por San Agustín. Toda tarea de mejoramiento moral puede sintetizarse como el trabajo necesario para pasar de la ciudad del hombre a la ciudad de Dios, o a la sociedad que contempla y se adapta a las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales.

Los antiguos estoicos asociaban la felicidad a la virtud, casi en forma independiente de lo que le ocurre a nuestro cuerpo. Esto contrasta con la etapa actual de la humanidad en la que interesa tanto o más lo que le ocurre a nuestro cuerpo que lo que atañe a nuestra actitud emocional. T. H. Irwin escribió: "El joven Jeremy Bentham sufrió una experiencia bastante desagradable en su primer encuentro con las doctrinas estoicas sobre la virtud y la felicidad: «No había yo aún cumplido los trece años cuando en Queen's College, Oxford, se me impuso la tarea de verter al inglés la obra de Cicerón conocida con el título Tusculanae disputationes. El dolor, aprendí allí, no es un mal. La virtud es de por sí suficiente para conferir la felicidad a cualquier hombre que esté dispuesto a poseerla en esos términos»" (De "Las normas de la naturaleza" de M. Schofield y G. Striker-Ediciones Manantial-Buenos Aires 1993).

Respecto de la visión de los estoicos, Troels Engberg-Pedersen escribió: "La base de esta interpretación del papel de la Naturaleza en la ética estoica la constituye la visión teleológica estoica de la Naturaleza como divina, artística, providente y racional, y por ende, buena. Vivir conforme a la naturaleza es bueno. Los humanos (únicos entre los animales) son racionales; como la propia Naturaleza es racional, los humanos tienen una relación especial con la Naturaleza. En virtud de esta relación especial, el bien para los humanos, a saber, vivir conforme a la Naturaleza, consiste en obedecer deliberadamente la voluntad de la Naturaleza" (De "Las normas de la naturaleza").

Si en el discurso estoico cambiamos la palabra "Naturaleza" por la palabra "Dios", encontramos una semejanza cercana al cristianismo. Ello deriva de identificar al Creador con su obra; el que cree en la bondad y habilidad del Creador, cree también en la bondad y grandeza de su obra.

No sólo existen las dos "ciudades" antes mencionadas, ya que en el siglo XX se puso en vigencia la "ciudad de Marx y Lenin", es decir, la sociedad que, en base a la fuerza y el engaño, y en contra de las voluntades mayoritarias, impone el vínculo de los medios materiales (los medios de producción) para unir a los seres humanos. Dichos vínculos, en realidad no unen, sino que atan a los seres humanos imponiéndoles una esclavitud forzada, limitando y buscando la anulación de los principales atributos propios de la naturaleza humana, como la libertad, la realización personal y el alcance de sus potencialidades individuales. Al intentar borrar los rastros de la naturaleza humana, se trata de poner en evidencia la creación del "hombre nuevo" y la "sociedad nueva" de Marx y Lenin.

Debido a que el hombre-masa sólo advierte la existencia de objetos y valores materiales, muchas veces desconociendo valores emocionales e intelectuales, compartir tales medios de producción significa para él ser "socio" del resto de la sociedad en cuanto a la propiedad de los mismos (de ahí la idea básica del socialismo). Aún cuando esta idea pueda parecer inofensiva, las experiencias de su puesta en práctica advierten consecuencias catastróficas a las que puede conducir.

viernes, 28 de julio de 2023

Dolarizar la Argentina

Los autores del siguiente artículo consideran que la dolarización, además de controlar la inflación, mejoraría el acceso al crédito y limitaría el crecimiento del gasto y deuda estatales.

ARGENTINA DEBERÍA DOLARIZAR AHORA

Por Gabriela Calderón de Burgos y Daniel Raisbeck

Por primera vez desde 1991, Argentina sufre tasas anuales de inflación superiores al 100%. Mientras los votantes se preparan para acudir a las urnas el 13 de agosto, fecha de las primarias presidenciales para todos los partidos, una mayoría piensa –independientemente de la ideología– que la inflación es el problema más acuciante del país. Mientras tanto, una minoría significativa –el 29% según una encuesta– considera ahora que la mejor manera de hacer frente a la inflación es deshacerse por completo del peso argentino y adoptar el dólar estadounidense como moneda oficial. Tienen toda la razón.

Como explicamos en un nuevo documento informativo publicado hoy, la dolarización funciona porque priva a la clase dominante local de todo control sobre la moneda nacional. Esto protege el poder adquisitivo de la gente corriente de los excesos de unos políticos crónicamente despilfarradores y de unos banqueros centrales a menudo serviles o simplemente incompetentes. Junto con Perú, una economía semidolarizada, los tres países totalmente dolarizados de América Latina –Panamá, Ecuador y El Salvador– han tenido los niveles de inflación más bajos de la región durante los últimos 20 años (y mucho más en el caso de Panamá). A diferencia de muchos países de la región, el trío dolarizado no registró una inflación de dos dígitos tras la pandemia de Covid-19. Steve Hanke, economista de la Universidad Johns Hopkins, lo explica bien: la dolarización equivale a instaurar el imperio de la ley en el ámbito monetario.

La dolarización se compara a menudo con el sistema de convertibilidad que Argentina implantó en la década de 1990, un régimen monetario consistente en que el banco central mantiene una convertibilidad ilimitada entre su moneda y aquella a la que está vinculada a un tipo de cambio fijo. Aquel sistema acabó desmoronándose porque se desvió de las reglas ortodoxas. Pero como la dolarización simplemente sustituye una moneda local por otra extranjera, no depende de una promesa de la clase política de atenerse a un determinado conjunto de normas y ha resultado mucho más difícil de revertir. Como explicamos en nuestro informe de política económica, esto no implica la rendición de la política monetaria de un país a Estados Unidos:

"Como argumentaba el economista Juan Luis Moreno-Villalaz en el Cato Journal en 1999, los bancos panameños, integrados en el sistema financiero mundial tras una serie de medidas de liberalización en los años setenta, asignan sus recursos dentro o fuera del país sin mayores restricciones, ajustando su liquidez en función de la demanda local de crédito o dinero. Por lo tanto, los cambios en la oferta monetaria –que surgen de la interacción entre factores locales y las condiciones específicas de los mercados crediticios mundiales– y no la Reserva Federal, determinan la política monetaria de Panamá. La política de la Reserva Federal afecta a Panamá sólo en la misma medida en que afecta al resto del mundo".

En Argentina, la oposición a la dolarización proviene tanto de críticos de izquierda como de derecha. Los primeros suelen alegar que la adopción del dólar es una costosa afrenta a la soberanía nacional (el coste corresponde a la pérdida de señoreaje). Los segundos suelen argumentar que los tecnócratas locales se quedarán sin herramientas monetarias con las que dirigir la economía nacional. Ninguna de las partes ha llegado a un acuerdo sobre las razones por las que una abrumadora mayoría de panameños, ecuatorianos o salvadoreños no soñarían con abandonar el dólar en favor de monedas nacionales débiles. De hecho, las tasas de inflación mínimas no son más que una de las ventajas de la dolarización. Las otras incluyen tipos de interés mucho más bajos, periodos de préstamo más largos y una restricción presupuestaria intrínseca tanto para los gobiernos como para los parlamentos.

A pesar de estas ventajas, la dolarización no es garantía de disciplina fiscal ni de crecimiento económico sostenido, como atestigua la experiencia reciente de Ecuador y El Salvador. No obstante, la dolarización merece la pena simplemente porque deja a los políticos y burócratas sin la posibilidad de devaluar la moneda local o monetizar la deuda, limitando así la magnitud del daño potencial. Durante la década de 2010, los gobiernos radicales de izquierda tanto en El Salvador como en Ecuador fueron incapaces de deshacerse del dólar a pesar de su retórica antidolarización. Los beneficios de la dolarización en la vida diaria son tan palpables para una gran mayoría que el billete verde se ha convertido en una moneda a prueba de demagogos en una región en la que abunda la demagogia.

Resulta que la pérdida de señoreaje es un precio infinitesimal a pagar por las ventajas de la dolarización. Manuel Hinds, ex ministro de Hacienda de El Salvador, compara la renuncia al señoreaje con el pago de una pequeña prima de seguro para protegerse de los elevadísimos riesgos de mantener una moneda local. La falta de grandes reservas de dólares tampoco es una excusa para no dolarizar. En Ecuador, el mero anuncio de la dolarización en enero de 2000 provocó un aumento masivo de los depósitos en dólares que antes se mantenían en el extranjero o bajo los colchones. Esto ocurrió a pesar de que los asediados bancos ofrecían tasas de interés negativas.

Como analizamos en nuestro estudio, la adopción del dólar también puede ayudar a resolver el grave problema de Argentina con los pagarés de liquidez a corto plazo (Leliqs), cuya deuda es más de dos veces superior a la base monetaria. Esta es otra razón por la que el próximo gobierno de Argentina debería dolarizar, aunque tomando en serio los retos técnicos que presenta la dolarización.

El peso argentino ya no cumple las funciones básicas del dinero. Los argentinos ya utilizan el dólar como unidad de cuenta y –si pueden superar múltiples obstáculos legales y afrontar importantes costos de transacción– como depósito de valor y medio de cambio para transacciones importantes. La dolarización democratizaría las dos últimas funciones esenciales de una moneda sólida.

(De www.elcato.org)

jueves, 27 de julio de 2023

El pecado original

Teniendo presente que el Antiguo Testamento fue escrito hace unos 3.400 años, se advierte que su contenido está expresado en un lenguaje simbólico que apunta a una mejora ética de todo hebreo. En esas épocas era poco posible que se vislumbrara la posibilidad de la existencia de un universo autoorganizado y sustentado por un orden natural regido por leyes invariantes. Incluso en la actualidad tal posibilidad es rechazada por un gran sector de la población mundial, por lo que mantiene su vigencia la idea de un Dios que dirige al universo tomando decisiones localizadas en el tiempo.

En forma independiente de lo que pretendieron simbolizar los primeros realizadores de la Biblia, es necesario e imprescindible reinterpretar algunos pasajes a la luz de los conocimientos que actualmente poseemos. Ello se debe a que todo desvío respecto de las leyes naturales que rigen todo lo existente, ha de conducir hacia alguna forma de sufrimiento, además de establecer un injustificable gobierno mental del hombre sobre el hombre, estrictamente prohibido en la Biblia.

Respecto de la prohibición de Dios a Adán y a Eva acerca de "comer del árbol del conocimiento del bien y del mal", resulta ser una simbología que prohíbe a los seres humanos separarse de las leyes de Dios (leyes naturales) para actuar como si fueran dioses. Una magnificada desobediencia pudo comprobarse en el caso del comunismo, cuando Marx y Lenin "diseñan" una sociedad en la que el vínculo de unión entre seres humanos no proviene de los aspectos afectivos o emocionales, sino materiales, produciendo las catástrofes sociales de Rusia, China y otros países. La prohibición del conocimiento que no contempla las leyes de Dios es esencialmente una prohibición al conocimiento anticientífico o no verdadero, por lo que en realidad no se trata de "conocimiento" sino de mentira o error.

Este es esencialmente el significado del "pecado original" que, desde luego, ha tenido variadas interpretaciones que no siempre han favorecido a los seres humanos. Si la única alternativa para nuestra supervivencia implica el descubrimiento y la descripción de leyes naturales y una posterior adaptación a las mismas, ya sea que el universo esté bien o mal hecho, requiere la permanente prohibición de intentos humanos por establecer nuevos "diseños" de sociedades o de individuos, lo que se conoce como "ingeniería social".

Louis de Wohl escribió: "Dios había pedido a sus hombres una prueba de fidelidad. En cambio ellos ofrecieron la prueba de su infidelidad. ¿Por qué? Porque un seductor les susurró: «Comed y seréis como Dios». Esa fue la gran tentación. Dios era el centro del hombre. Ahora el hombre tenía la oportunidad de convertirse a su vez en centro y echó mano de esa oportunidad. Y se convirtió en el centro, en el núcleo de sí mismo. Se hizo egocéntrico. Su propio insignificante Yo se convirtió en su dios y estaba dispuesto a sacrificar a este Yo todo lo demás. La caída fue el nacimiento del egoísmo".

"Hacia afuera parecía infidelidad, desobediencia. Pero el motivo fue la soberbia. Ahora ya no dependía de nadie y, por tanto, era «libre». Ahora era su propio legislador, y su propia ley era: Yo siempre el primero".

"El deseo de ser «como Dios», es decir de ser Dios, es en definitiva el único pecado que existe, pues todo lo que es pecado y delito y vicio parte de esta...única condición básica de que se es «libre» e «independiente», y que se puede hacer y dejar de hacer lo que se quiera" (De "Adán, Eva y el mono"-Ediciones Palabra SA-Madrid 1985).

Entre las interpretaciones más reconocidas del pecado original se encuentra la propuesta por San Agustín. Al respecto leemos: "Pablo yuxtapone el pecado de Adán con la justicia de Cristo: «Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos» (Romanos 5:19). En contraste con sus teólogos contemporáneos, a partir de su lectura de este texto Agustín concluyó que el pecado se transmitía biológicamente de Adán a todos sus descendientes a través del acto sexual, con lo que igualó el deseo sexual con el pecado; pero ¿por qué llegar a esta interpretación cuando en la sociedad judía de los tiempos de Cristo y de Pablo las relaciones sexuales dentro del matrimonio se consideraban buenas y honorables?"

"El punto de vista de Agustín respecto al sexo estaba distorsionado por ideas del mundo ajenas a la Biblia. Debido a que gran parte de la filosofía estaba basada en el dualismo, en el cual lo físico estaba catalogado como malo, pero lo espiritual como bueno, algunos filósofos idealizaron el celibato. Las relaciones sexuales eran físicas y, por tanto, malas".

"La relación de Agustín con los filósofos neoplatónicos le llevó a introducir su punto de vista a la Iglesia, lo cual afectó el desarrollo de la doctrina. Por ejemplo, se consideraba que Jesús había sido concebido inmaculadamente, es decir, sin pecado, puesto que su Padre era Dios. No obstante, debido a que su madre, María, tenía un padre humano, ella había padecido el efecto del pecado original. A fin de presentar a Jesucristo como un hijo perfecto sin haber heredado pecado alguno de cualquiera de sus padres, la Iglesia tenía que encontrar la forma de calificar a María como una mujer sin pecado, y lo hicieron al idear la doctrina de la inmaculada concepción de María, aunque esto inevitablemente nos conduce a otras preguntas". (De www.vision.org.es)

miércoles, 26 de julio de 2023

Voluntad y autogobierno

Se entiende por voluntad el "Poder de determinarse por motivos o razones. La voluntad así entendida se distingue de las fuerzas de impulsión o móviles, que son de suyo irracionales: tendencia, deseo, pasión..." (Del "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

La predisposición para hacer determinadas cosas está íntimamente ligada a la libertad personal. En cuando estamos dirigidos por otra persona, tal predisposición tiende a limitarse. "Entendemos por voluntad la misma cosa que por libertad; las palabras voluntario y libre tienen exactamente el mismo sentido. Todo lo que está fuera de la libertad está fuera de la voluntad" (A. Charma).

A partir del estrecho vínculo existente entre libertad personal y voluntad, es posible indagar acerca de los factores de los cuales depende. Si la libertad personal implica ausencia de un gobierno ajeno, no hay otra posibilidad de considerarla como un gobierno sobre sí mismo, o autogobierno.

Algunos autores asocian el autogobierno al gobierno de la razón sobre las emociones, por lo que el hombre voluntarioso será esencialmente el hombre racional. Antonino Eymieu escribió: "El corazón, -y bajo este nombre comprendo toda la sensibilidad de nuestro ser, todo este secreto afán que empuja nuestra naturaleza hacia la felicidad-, el corazón, repito, no hace más que cumplir con su oficio, sea cual fuere lo que haga y a donde quiera se dirija".

"Si se desvía, acháquese esto a la cabeza, cúlpese a la razón porque no ha cumplido con su deber. Oficio es del vapor empujar al pistón, cualquiera sea la válvula que se le abra; y con todo, si se descarrila o estalla la máquina, no es de ella de quien hemos de quejarnos, aunque destroce al maquinista. Este podía y debía moderar la tensión del vapor o calcular su fuerza; y si la máquina le ha herido, es porque él de antemano la rigió descuidadamente".

"El corazón, como el vapor, es una fuerza ciega; y oficio es de la cabeza el dirigirla. Seres hay, los brutos, que están montados, si vale la palabra, mecánicamente, como un reloj, y recorren todo el trayecto de su vida reglados por el instinto" (De "El gobierno de sí mismo"-Editorial Difusión-Buenos Aires 1951).

Mediante la anterior analogía ferroviaria de épocas pasadas, el autor adopta una postura en la que claramente considera a la razón como la responsable de orientar adecuadamente nuestras decisiones. Sin embargo, los neurocientíficos advierten que los aspectos emocionales cumplen un rol importante en materia de decisiones. De ahí que el autogobierno implicaría un control en ambos sentidos, es decir, desde la razón a las emociones y desde las emociones a la razón.

Puede mencionarse un caso hipotético en el cual hemos de realizar cierto negocio o intercambio con alguien poco conocido. Es posible que, debido a cierta señal que parte de nuestro sistema emocional, se nos advierta que puede no resultar conveniente negociar con tal persona, sin que racionalmente podamos justificar determinado temor o desconfianza.

Desde la medicina se nos sugiere que "el hombre es un ser emocional que razona" (Daniel López Rosetti). Además: "Antonio Damasio demuestra que la ausencia de emoción y sentimiento puede aniquilar la racionalidad" (De la presentación de "El error de Descartes" de Antonio Damasio-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).

El racionalismo extremo, que rechaza los aspectos emocionales, tiende a producir una especie de mutilación del ser humano, negando una parte esencial de su naturaleza. Si sectores liberales adoptan posturas como la de Ayn Rand, poco bueno es lo que nos espera. Ayn Rand escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia".

"La ética objetivista defiende y apoya orgullosamente el egoísmo racional, a saber: los valores requeridos para la supervivencia del hombre como hombre, o sea: los valores necesarios para la supervivencia humana, no aquellos originados sólo por los deseos, las emociones, las aspiraciones, los sentimientos, los caprichos o las necesidades de brutos irracionales que jamás lograron superar la práctica primitiva de los sacrificios humanos, que nunca descubrieron una sociedad industrial y que no conciben otro interés personal que el de arrebar el botín del momento".

(Y en boca de John Galt): "La felicidad es sólo posible para el hombre racional, el que no desea más que alcanzar objetivos racionales, que no busca más que valores racionales, y que no encuentra su alegría sino en acciones racionales".

La citada autora, además, profesa el relativismo moral, escribiendo: "El concepto de valor, de bien y mal, es una invención humana arbitraria, no relacionada, no originada y no sustentada por hecho alguno de la realidad..." (De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).

Jeremy Rifkin escribió: "Sin sentimientos ni emociones, la empatía deja de existir. Un mundo sin empatía es ajeno a la noción misma de lo que significa ser humano" (De "La civilización empática"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).

martes, 25 de julio de 2023

Opositores al derecho natural

Los principales fundamentos de las leyes humanas, que constituyen el derecho positivo, son: el derecho natural, las costumbres y las leyes del Estado propiamente dichas. En este último caso, serían los legisladores quienes impondrían a la sociedad lo que consideran el bien y el mal, sin intentar asociar tales categorías a alguna forma de ética natural, tal como ocurrió (y ocurre) en las naciones dominadas por alguna forma de totalitarismo. De ahí la justificación de muchos criminales nazis expresando haber cumplido la ley del Estado, que los hacía sentir inocentes de toda culpa. La legitimidad de la ley del Estado venía dada por la legitimidad democrática por la cual Hitler accedió al poder.

Como las leyes humanas son, por lo general, limitadoras de posibles malas acciones, sin apenas exigir el cumplimiento de las buenas, mucha gente piensa que, cumpliendo con las leyes vigentes, podrá considerarse casi como un ciudadano ejemplar. Para colmo, las leyes que hacen los legisladores apuntan hacia el goce pleno de derechos, sin apenas referirse a los deberes correspondientes, por lo que el resultado implica una tendencia hacia el relativismo moral.

En el pasado, en épocas de mayor influencia religiosa, el derecho natural, que contemplaba las leyes de Dios, o leyes naturales, tenía una mayor aplicación, si bien la interpretación de tales leyes tenía las limitaciones propias de quienes las interpretaban. Gustavo Casas escribió: "El derecho natural era comúnmente admitido, ya sea en la antigüedad, ya en la Edad Media y también en la Edad Moderna (siglos XVII y XVIII), independientes del derecho positivo, y era concebido de tal manera que, contra él, no podía prevalecer ninguna ley positiva".

"Sin embargo, ya entre los antiguos surgieron, y luego se multiplicaron, quienes no reconocían ningún derecho natural propiamente dicho, sino sólo el derecho positivo, establecido por el «Príncipe» mediante la ley, o bien expresado en las costumbres de la nación".

"Tales son: entre los antiguos, los «sofistas», que oponían la naturaleza (fisis) a la ley (nomos). En los tiempos modernos, los defensores del «positivismo ético» que derivan de la ley humana toda distinción entre el bien y el mal moral, reduciendo al derecho positivo, no sólo el derecho natural, sino toda la ética".

"En el siglo XIX, en Alemania, la llamada «Escuela histórica del derecho» (Savigny, Sthal), para quienes todo verdadero derecho fluye de la conciencia, o sea, del «espíritu» de la nación (Volks-geist), cual se manifiesta en las costumbres espontáneas del pueblo".

"Los seguidores de la escuela «sociológica» (Durkheim, etc), según los cuales, el derecho, como las demás instancias sociales, es creado por la conciencia colectiva".

"Los «marxistas», para quienes el derecho, como la ética, el arte y la religión, son «ideologías» que expresan la estructura económica de la sociedad, según los distintos tiempos de la historia".

"Por último muchos juristas, quienes, o por su mentalidad positivista y agnóstica, o por cierto hábito o «pliegue» profesional, no quieren reconocer sino el derecho positivo, de tal modo que limitan toda la ciencia jurídica a la mera exégesis de la ley escrita" (De "Ética general"-EDUCC-Córdoba 2004).

Al ignorarse la existencia de leyes naturales, se ignora toda tendencia científica e incluso religiosa, ya que cada científico trata de responderse a la pregunta acerca de cómo funciona el mundo, o qué leyes lo rigen. El religioso tiende a preguntarse cómo hizo Dios al hombre o cuál ha sido su criterio. Como las leyes naturales que estudia el científico son las leyes de Dios, en el lenguaje religioso, por lo general se produce un doble alejamiento y de ahí la búsqueda del "reino del hombre" que pretende imponer a los demás hombres sus propios y limitados criterios.

Las actitudes básicas en la visión de Schopenhauer

Es posible levantar un "edificio intelectual" toda vez que se haya podido encontrar un fundamento firme y observable, como el establecido a partir de las actitudes básicas del ser humano. Al definir las cuatro actitudes básicas (amor, odio, egoísmo y negligencia) se establece una moral natural cuya evidencia resulta inmediata. Tanto el bien como el mal se exponen juntos, por lo cual la aceptación del primero y el rechazo de los últimos sugieren un camino a adoptar.

Al adoptarse una ética natural elemental, se rechaza la posibilidad del relativismo moral, permitiendo además interpretar el amor en base a la empatía emocional, aspecto vinculado con el reciente descubrimiento, por parte de los neurocientíficos, de las neuronas espejo. También se lo puede asociar al mandamiento cristiano del amor al prójimo, ampliando de esa forma los alcances del fundamento adoptado.

En la "Ética demostrada según el orden geométrico", Baruch de Spinoza ya hubo definido el amor y el odio según el mismo criterio adoptado posteriormente en el caso de las actitudes básicas de la psicología social, es decir, considerando que el amor implica compartir penas y alegrías ajenas como propias, mientras que el odio implica responder con alegría propia a las penas ajenas y con tristeza propia a las alegrías ajenas.

También Arthur Schopenhauer observó, como fundamentales, tres de las cuatro actitudes básicas, sin tener en cuenta a la negligencia o indiferencia, ya que tal actitud no está orientada a la acción, mientras que el mencionado filósofo sólo intentó describir las motivaciones para la acción. Lo importante resulta la reunión de pensadores que hayan observado tales aspectos del comportamiento humano para sumarlos a quienes establecieron los mandamientos y sugerencias bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, para tener así la esperanza de que tales aspectos básicos sean alguna vez aceptados como el fundamento de una ética natural de alcance generalizado.

Schopnehauer escribió al respecto: "No hay más que tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los motivos posibles sólo se relacionan con estos tres resortes. En primer término, el egoísmo, que quiere su propio bien y no tiene límites; después, la perversidad, que quiere el mal ajeno y llega hasta la suma crueldad; y por último, la conmiseración, que quiere el bien del prójimo y llega hasta la generosidad, la grandeza del alma. Toda acción humana debe referirse a uno de estos tres móviles, o aun dos a la vez" (De "El amor y otras pasiones"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2001).

Si a las cuatro actitudes básicas les agregamos las cuatro posibles actitudes que contemplan los aspectos cognitivos, disponemos de una visión bastante completa del comportamiento humano. Tales actitudes cognitivas están asociadas al método de prueba y error, por el cual adoptamos como referencia, o como elemento de comparación, a la propia realidad, o bien a lo que opina otra persona, o bien a lo que opina uno mismo o, finalmente, a lo que opina la mayoría. De esta forma se cubren todas las alternativas posibles.

lunes, 24 de julio de 2023

La base para la supervivencia del kirchnerismo

La estrategia de Fidel Castro, para justificar el fracaso del socialismo en Cuba, se basa en culpar al embargo económico impuesto por EEUU como respuesta a las expropiaciones a empresas norteamericanas luego del arribo al poder de los castristas. Debido a que el "imperialismo yanky" se materializa a través de las empresas de EEUU, al restrigirse su actuación en Cuba, se lograría el cese del "nefasto colonialismo" sobre la isla. Sin embargo, las protestas cubanas parecieran reclamar el cese del embargo y la vuelta de las empresas norteamericanas, a la vez que culpan al embargo por todos los males padecidos; algo completamente irracional y contradictorio. Cuba, además, tiene la posibilidad de comerciar con el resto de los países, si bien pareciera disponer de poca producción para establecer intercambios comerciales.

En la Argentina ocurre algo similar, es decir, el kirchnerismo necesita para su supervivencia un pretexto para justificar los pésimos resultados de su última gestión. Y ello se consigue atribuyendo todos los males a la "deuda de Macri" solicitada al FMI (Fondo Monetario Internacional). Pero de dicha deuda (de unos 45.000 millones de dólares) apenas se han pagado los intereses (con ayuda del propio FMI) y tan sólo representan una décima parte de la deuda total de la Argentina. Si sólo existiera la "deuda de Macri" estaríamos en una situación casi envidiable.

En cuanto a la utilización de dicha deuda, se estima que un 70% se aplicó al pago de deudas de la Argentina contraídas en gobiernos anteriores (del kirchnerismo inclusive). Sin embargo, el kirchnerismo se mantiene vigente y saludable por cuanto gran parte de la población argentina cree que toda la deuda existente es la "deuda de Macri" y que gran parte de esos miles de millones de dólares fueron a parar a los bolsillos de "los amigos de Macri". Recordemos que lo que genera efectos no es tanto la realidad sino la opinión que tengamos acerca de esa realidad.

Es indudable que la ayuda esencial que requiere el kirchnerismo para mantenerse en vigencia es la colaboración de personajes como Mauricio Macri, que pocas veces, o ninguna, ha aclarado el tema de la deuda. Así como fue el principal factor para la vuelta del kirchnerismo al poder, es el principal factor para su continuidad. El que calla, otorga.

Los pre-candidatos presidenciales del sector macrista tampoco hablan del tema, por lo que también padecerán en cierta forma la culpabilidad heredada de la deuda. Sin embargo, parece existir un tácito acuerdo para seguir colaborando con la supervivencia del kirchnerismo, aunque queda la duda si es por negligencia, taradez o vaya a saberse de qué se trata.

Las actitudes del sector macrista se vislumbran en expresiones como "ya el tema de la deuda fue aclarado"; es decir, algunas pocas veces se dijo en algún lugar, lo que implica que prácticamente casi nadie sepa algo al respecto. Otros responden con el estúpido "Ja, ja, ja...están los kirchneristas mintiendo"; es decir, mientras los imbéciles se ríen, la ultraizquierda sigue su camino hacia la destrución total de la nación.

Así como los comunistas se apoderaron del poder en Rusia, gracias a la involuntaria complicidad de Aleksandr Kerenski, la vigencia del kirchnerismo se mantiene gracias a los "kerenskis argentinos".

domingo, 23 de julio de 2023

Entrevista a Juan Manuel Fangio

El deterioro ético puede observarse también en los distintos ámbitos deportivos. Así, en la época de Juan Manuel Fangio, el piloto Peter Collins cede su auto para que Fangio pueda ganar el campeonato mundial de 1956 (el reglamento permitía ese cambio, con la división posterior de puntos entre ambos pilotos). Collins le dice a Fangio: “Súbase Maestro; yo soy más joven y todavía tengo mucho tiempo para ganar un título…..”. Collins tenía también posibilidades de lograr el campeonato. Los autores de “Fórmula 1. La eterna pasión” escriben: “La acción del británico, además del agradecimiento de Fangio, contó con un reconocimiento general del ambiente. Pero el destino no fue justo con Collins, ya que el futuro lo estaba esperando con un trágico final [1958] sin haberle permitido concretar ese sueño de campeón resignado en Monza a favor de su veterano compañero” (De la Revista Olé-Buenos Aires 2000).

En épocas más recientes, tenemos el caso de Michael Schumacher, y de otros pilotos, a quien se lo recuerda por haber participado en maniobras “sucias” al intentar chocar contra el auto de otro competidor para que, al quedar ambos fuera de carrera, el propio Schumacher obtuviera el campeonato mundial. Lo grave de la situación es que poco le importaba la opinión de los millones de teleespectadores que observaban la maniobra, tampoco le importaba su propia conciencia, ya que en la escala de valores dominante el éxito deportivo primaba sobre los valores éticos elementales.

Sobre este tema y otros de interés, Rodolfo Braceli le hizo una entrevista a Fangio que aparece en la Revista Gente. Se trascriben algunos párrafos de la misma:

"NO ÉRAMOS ANGELITOS"

El motivo del reportaje: el accidente de Zolder, Bélgica, en mayo de 1981. Una largada trágica en la que intervienen Patrese, Piquet y nuestro Reutemann. Fangio dice algo que cada día es más cierto:

En mis tiempos se mataron 30 pilotos en menos de diez años. Esa cifra se redujo mucho, pero podría, debiera, reducirse mucho más. Las condiciones de seguridad y estabilidad de los autos son muy diferentes que en ese tiempo. Imagínese, yo, por años, en vez de casco usaba una boina; ahora los pilotos son como astronautas. Se mejoró técnicamente, pero se retrocedió humanamente.

¿Y esto por qué, Fangio?

Porque la presión de los intereses transformó esto que era una fiesta en un espectáculo casi feroz. Los muchachos, tan presionados, se olvidan que la carrera no se gana en la primera curva, pero sí se puede perder la vida en la primera curva. Hoy por hoy, todo lo que hay alrededor de los pilotos es terrible: marcas, escuderías, sponsors, fábricas de neumáticos, millonadas de dólares. Se pierde la noción de las cosas.

¿En su tiempo no había envidia, fricciones y esas cosas?

En mis tiempos no éramos angelitos. Nos mandábamos nuestras buenas macanas, pero cuando alguien se mandaba una los demás le hacíamos el vacío. Nos conocíamos. Nos mirábamos a la cara. Nos veíamos. En aquellos tiempos los premios no se daban, como ahora, en la pista. Después de cada carrera nos reuníamos en una gran mesa. Comíamos, bebíamos, teníamos oportunidad de saber que los otros tenían hijos, esposas, madres, familia. Ahora, pobres muchachos, no pasa eso. A los veinte minutos de una carrera cada uno está en su avión o en su helicóptero, rumbo a su residencia.

Fangio, el presente es sombrío, ¿y el futuro de la Fórmula Uno?

El futuro se parecerá a una carnicería. Los pilotos importarán menos que sus máquinas.

¿Habrá que replantear los reglamentos?

Los reglamentos...no sé...no sé...Aunque sí la solución pudiera venir por el lado de los reglamentos, yo incorporaría una cláusula, una cláusula de cumplimiento obligatorio.

¿Cuál es esa cláusula?

La que imponga la obligación de hacer una larga comida después de cada carrera. Una larga comida y una larga mesa y alrededor de ella todos los pilotos que participaron en la carrera. Comiendo, bebiendo, los muchachos se verán la cara, se darán cuenta de que son seres humanos y así se respetarán de otra manera. Respetándose serán muchos más los que puedan morir de viejos y no debajo de las calcomanías de sus patrocinadores...

FANGIO, UN POQUITO MÁS RÁPIDO

Año 1975. Mediodía de pleno sol en el autódromo. Le pido a Fangio que demos unas vueltas, fuerte, en el circuito. Acepta, pero antes da una vuelta muy despacio, hasta comprobar que el circuito está cerrado. Después se detiene y mira de reojo al fotógrafo Carlos Abras, que va atrás y me mira a mí, que voy adelante. Silencio y sol. Fangio entrecierra los ojos. Pero ahí estamos, no pasa nada.

Fangio, cuando usted quiera.

Hijo, estoy esperando que se ajuste el cinturón.

Fangio pone la primera y pisa el acelerador y allí vamos. El asfalto se empieza a escurrir por debajo de nuestro auto...Ciento veinte, ciento setenta...Entramos y salimos de cada curva con toda naturalidad. Fangio maneja con las dos manos, la cabeza algo inclinada. Le hago un par de preguntas, pero no me responde.

Fangio, ¿podría ser un poquito más rápido?

Podría ser.

Me parece, Fangio, que seguimos a la misma velocidad.

No se equivoca.

¿Un poquito más rápido no podría ser?

Podría ser, pero vayamos con calma.

¿A usted no le gusta la velocidad?

La velocidad tiene su tiempo. Siempre es bueno bajarse del auto. Digo, bajarse uno, sin que a uno lo bajen.

CON FANGIO DE CHOFER

Faltan dos meses para que Fangio cumpla sus ochenta de edad. Otra vez le propongo un reportaje, pero andando en automóvil, mientras circulamos por el alucinante infierno de la ciudad de Buenos Aires. Fangio maneja y yo pregunto:

Fangio, usted está enterado de que los argentinos somos los campeones mundiales en materia de accidentes de tránsito.

Le pregunto, Fangio, sobre el récord mundial en accidentes de tránsito que tenemos los argentinos.

Ante el silencio de Fangio me callo la boca. Pasan dos o tres minutos. El auto conducido por Fangio sale de la zona más congestionada. Sin mirarme, entonces me dice:

Je, usted pensará que aparte de viejo soy sordo. Lo que pasa, amigo, es que, callando mi boca, le empecé a dar mi primer consejo para manejar en la ciudad. Hay momentos en los que el conductor del automóvil no debe hacer ninguna otra cosa que manejar. Necesita de la máxima concentración. Si no, está expuesto a mandarse un macanazo. No se puede hacer dos cosas a la vez.

Cuentan que el famoso Napoleón era capaz de hacer tres o cuatro cosas a la vez...

Napoleón nunca manejó un auto en Buenos Aires.

Pero hacía cosas de alto riesgo. Y varias simultáneamente.

Hijo, de un petiso se puede esperar cualquier cosa. Napoleón lo era. Pero por más petiso y Napoleón que fuera tengo mis dudas de que, puesto a conducir un auto en una ciudad como ésta, también se dedicara a conversar en momentos complicados. Por lo general, cuando los conductores manejan no sólo conversan sino que miran a la persona que va al lado o atrás. Suficiente para la desgracia. Menos de un segundo basta para mandarse una macana, o para no poder superar la macana que se mandó otro distraído.

Difícil no conversar.

Cuando se maneja, ante todo hay que manejar...Usted recién me habló de Napoleón...bueno, dicen que Napoleón le decía a su criado: "Vísteme despacio, porque estoy apurado". Esta frase nos viene bien a todos los conductores ciudadanos: poco acelerador si hay mucho apuro.

Fangio se calla y empiezo a comprender la enseñanza de sus silencios. Cuando llegamos al próximo semáforo, reanudo el diálogo:

¿Usted siempre anda tan despacio como ahora, Fangio?

No ando ni despacio ni rápido. Fíjese, ando como se puede...Pero no se engañe, ando menos despacio que a lo que usted le parece.

¿Por qué me dice eso?

Porque para considerar la velocidad en la ciudad no hay que fijarse en el velocímetro...Observe en las próximas cuadras: yo andaré aparentemente más despacio que casi todos los autos que nos rodean. No pasaré de los 50 kilómetros, pero al final de ocho o diez cuadras, observará que seguimos a la par.

¿Cómo se explica eso?

Es sencillo: yo acelero bastante menos, pero también freno bastante menos. Observe usted: antes de que venga la luz verde en esta avenida varios autos saldrán como si partieran en una competencia. Ganarán cincuenta metros en cien. Pero toda la ventaja la perderán en el próximo semáforo. Todo un trastorno inútil: para hacer el mismo promedio la mayoría mortifica la caja, los frenos, el embrague. Además gastan más nafta, hacen más ruido y se arruinan los nervios. Ganan puntaje sólo para dos campeonatos...

¿A qué campeonatos se refiere?

En cuanto lleguemos al próximo semáforo le respondo.

Fangio...ya llegamos al semáforo. ¿Para qué campeonatos ganan puntos los apurados?

No sé cómo denominar esos campeonatos...sólo sé decirle que los trofeos los reciben o en los talleres de chapa y pintura o en los hospitales.

Por lo tanto, Fangio, lo mejor y más barato es manejar despacio.

Yo no diría andar despacio, porque el exceso de lentitud es también un riesgo. Cuidado con convertirse en un estorbo.

La radio en un auto ¿es peligrosa?

Si no aturde, no es peligrosa. Es preferible escuchar radio a conversar con otra persona. Porque a la radio no hay que contestarle.

Usted conoce medio mundo, ¿es verdad, Fangio, que los argentinos manejamos muy mal?

No, ¡al contrario! yo diría que los argentinos manejamos muy, pero muy bien.

Y entonces ¿por qué somos los campeones en accidentes de tránsito?

Porque se puede manejar muy bien, pero conducir muy mal...Detengámonos un momento y observemos: las cosas que se hacen manejando son extraordinarias. Se zigzaguea, se frena al milímetro, se hace alta acrobacia con el volante. Realmente somos hábiles manejando. Nos sobra pericia con el volante, pero también nos sobra irresponsabilidad a la hora de cumplir las normas...Ahí tiene; muy pocos respetan su línea, la mayoría da sorpasos a derecha e izquierda, se pasa vehículos igualmente por derecha que por izquierda, al guiño de giro se lo pone cuando ya se empezó a girar...Y mire las líneas amarillas.

¿Qué pasa con las líneas amarillas?

Están casi borradas porque se camina sobre ellas...El ejemplo más claro lo tiene en esta avenida Libertad. Se supone que quienes desean circular a mayor velocidad deben tirarse por las bandas de la izquierda, pero no pasa eso, si uno quiere ir más rápido tiene que tirarse por el costado derecho.

Avanzamos por avenida Libertador. Realmente, ir por la izquierda significa entrar en las columnas lentas; ir por la derecha, avanzar mucho más rápido.

Fangio calla durante varias cuadras. Semáforo.

Muchos creen que saber manejar es saber volantear. Saber manejar es mucho más, es saber frenar. Pero frenar, hijo, también tiene su arte.

¿En qué consiste el arte de frenar?

En no acelerar demasiado para tener que frenar mucho menos. Frenar no significa hundir el pie en el pedal. Eso muchas veces puede ser peor que no frenar. Por ejemplo, cuando llueve no hay que frenar en seco. Se frena no sólo con el freno. Se frena a veces con la caja y se frena siempre dosificando el acelerador.

sábado, 22 de julio de 2023

Capitalismo y reducción de la pobreza

Por lo general, ya no se habla tanto de la reducción de la pobreza sino de la reducción de la desigualdad económica. Ello se debe, seguramente, a que quienes priorizan la reducción de la desigualdad sobre la reducción de la pobreza, lo hacen porque consideran que la envidia es más peligrosa e insoportable que la miseria. De ahí que, casi sin mayor inconveniente, apuntan a la promoción del socialismo por cuanto aceptan que la mayoría ha de vivir en la pobreza con la "ventaja" de la "igualdad social".

En realidad, en los sistemas socialistas reales existe una gran desigualdad social y económica entre la clase dirigente y el resto, pero las mentes enceguecidas por el odio carecen de la sensatez necesaria para establecer un razonamiento eficaz.

A continuación se transcribe un artículo respecto de la eficacia del capitalismo para reducir la pobreza:

EL CAPITALISMO Y SUS ENEMIGOS

Por Axel Kaiser

Hasta el año 1000 de nuestra era, el promedio de ingreso de los habitantes de distintas regiones del mundo era cerca de 450 dólares por año, en dólares de 1990. Eso significa que nuestros antepasados vivían con un poco más de un dólar por día y que en Europa el nivel de ingreso era similar a América Latina y África.

¿Qué ha pasado desde entonces? Pues que el ingreso de los países occidentales se mantuvo casi sin variaciones hasta el siglo XV, cuando prácticamente se duplicó. Pero fue recién dos o tres siglos después que vino el gran salto. En la primera mitad del siglo XVIII se volvió a duplicar el ingreso y en la segunda mitad se duplicó nuevamente. En esa lógica exponencial, en Occidente –esencialmente Europa occidental– pasamos de un ingreso de 753 dólares en el año 1500 a uno de 23.710 dólares en 2003. Esto representa un impresionante incremento de un factor de 30.

Todo ello fue gracias a la revolución industrial y al mercado, lo cual se confirma cuando se observa el atraso de los países que no se sumaron a ellos. Asia, por ejemplo, no entró al capitalismo hasta mediados del siglo XX. Como consecuencia, el ingreso de los asiáticos en 1950 era equivalente al de los europeos en 1500. Luego de que China, India y otros países abrazaran el capitalismo, su ingreso se multiplicó de 717 dólares en 1950 a 4.434 en 2003. Es decir, en apenas medio siglo se incrementó en un factor de casi 6, más que en los dos mil años previos de su historia.

América Latina siguió una trayectoria similar, con un ingreso creciendo casi cinco veces en el transcurso de un siglo. Ha sido el crecimiento económico en todas estas regiones el responsable de acabar o reducir la miseria más abyecta e inhumana en la que vivían millones de personas, y será el crecimiento económico el que la termine definitivamente.

En efecto, gracias al capitalismo, la pobreza extrema en el mundo –medida como ingreso diario de 1,5 dólares de valor 1993 cayó de más de 80% de la población mundial en 1820 a menos de 20% en 2000, a pesar de que la población se quintuplicara. En China, entre 1960 y 2000 la pobreza extrema se redujo para más de 520 millones de personas y en Asia del Sur más de 100 millones de personas salieron de ella.

La única región que no ha visto en promedio una reducción de la pobreza es África, que es precisamente la región menos integrada a la economía global, con mayores problemas institucionales y menor protección de derechos de propiedad. Aunque también en ese continente hay países que lo han hecho bien y han visto reducida la pobreza.

Más interesante aún es constatar que los más pobres del mundo han visto incrementar su ingreso el doble de rápido que el resto de mayores ingresos. El profesor de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) Deepak Lal afirmó, por lo mismo, que "el crecimiento generado por la globalización no ha sido anti pobre como muchos dicen. En realidad, la globalización y el rápido crecimiento económico que promovió han reducido la pobreza mundial en magnitudes sin precedentes en la historia mundial. El crecimiento no sólo ha 'goteado': ha sido una inundación".

Los enemigos del capitalismo deben entender que sólo el crecimiento económico derivado de mercados libres permitirá a Chile y América Latina superar la mayoría de sus problemas sociales. Si no lo hacen, no quedará más que pasarles, democráticamente, por encima.

(De www.elcato.org)

viernes, 21 de julio de 2023

Los objetivos de la Agenda 2030 y el estatismo

La siguiente nota, bastante completa y muy extensa, apareció en www.mises.org.es. Si se tiene paciencia para leerla en forma completa, se tendrá una idea concreta respecto del tema en cuestión:

[Nota editorial: si bien compartimos con este texto la crítica al intervencionismo económico con el que las mentes estatistas pueden interpretar las vagas recomendaciones —no son mandatos— de la Agenda 2030, debemos notar sin embargo que la premisa inicial es equivocada. En primer lugar por el escaso rigor intelectual de definición que tiene la etiqueta “globalismo”, que no corresponde a una teoría política identificable de forma académica ni a un movimiento específico que podamos identificar —por lo que bien podemos catalogar al “globalismo” como un fantasma, simple retórica—, y es un término que más bien está asociado a una teoría de conspiración de grupos de extrema derecha y de extrema izquierda de que existe algo así como un “gobierno mundial” oculto formado o en formación. Como libertarios hemos de basarnos en teorías científicas y datos verificados, no en narrativas fantásticas por muy “antiautoridad” que suenen (este artículo no expone ninguna de tales teorías, sin embargo se edifica en su inicio sobre la misma narrativa de un supuesto movimiento ideológico con esos mismos fines, el mismo que, como decimos, es un fantasma).

Es segundo lugar porque como desarrolla el mismo artículo, los aspectos o las posibles lecturas a favor del intervencionismo económico de las recomendaciones de la Agenda 2030 no aumentan el poder ni de la ONU ni de algún gobierno mundial u organismo supranacional con más poder que los Estados —tal cosa es inexistente hoy en día y tampoco se conoce que existan tales planes, y si alguien afirma que existen reside en esa persona la carga de la prueba— sino que aumentan los de la capacidad del mismo Estado nacional para recaudar y regular dentro sus propias fronteras y para su propio beneficio. Es decir, el desarrollo el artículo, que trata sobre aspectos intervencionistas de la Agenda 2030 —aspectos que en tanto están sustentados en lo que el texto de la Agenda sí dice, claro que pueden ser objeto de debate científico sobre política económica— es la misma negación de la premisa de que se trataría de un proyecto “globalista”. Afirmamos también que los aspectos intervencionistas económicos (es decir, siempre en beneficio de los mismos Estados dentro de sus fronteras) deben entenderse dentro de un marco general en que no toda la Agenda 2030 implica medidas intervencionistas, en realidad la mayor parte del texto es neutral de qué modelo de desarrollo aplicar —con unos pocos fragmentos donde la premisa es necesariamente estatista. Los también llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible son precisamente objetivos de bienestar de la población con los que cualquier persona sensata puede estar de acuerdo a grandes rasgos, y en la mayor parte de sus recomendaciones no indica cuáles son los medios que cada Estado debe emplear para lograr esa meta —bien podrían ser reformas libertarias de libre empresa.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible o que exista una meta común de desarrollo vagamente definida no son una afrenta a las libertades por sí mismos, no son una agenda de opresión por sí mismos (quizás con excepción de la premisa implícita de las recomendaciones sobre el clima), son más bien un gesto simbólico con el que la ONU pretende mostrar que puede hermanar a las naciones en torno a una vaga meta común, y justificar su existencia como un supuesto foro para la paz. Consideramos que sus intenciones son humanitarias, no “globalistas”, aunque en tanto como libertarios nuestra teoría de las relaciones internacionales es la “anarquía entre Estados” —sí, ¡la teoría libertaria de relaciones internacionales sostiene que tal cosa como el “globalismo” NO existe ni puede existir!— poco puede hacer la ONU para que los objetivos sean alcanzados (se consideren buenos o malos los objetivos), carece de capacidad de obligar acuerdos a los Estados, y cada Estado hará o interpretará la Agenda 2030 como sus dirigentes prefieran.

Respecto a teorías de conspiración conservadoras más disparatadas aún y carentes de cualquier seriedad intelectual, que le atribuyen al texto los ODS cosas que no dice en lo más mínimo, no perderemos el tiempo resaltando lo obvio: que antes de opinar sobre un tema hay que saber de qué se trata, y que es muy recomendable en la vida no ser un bufón involuntario. Ante esto último solo recomendamos dejar de seguir a personas que les mienten, que ganan seguidores infundiendo miedo (el pánico social es uno de los gérmenes de los autoritarismos, tengan cuidado de los miedos que dejan entrar en su cabeza). Afortunadamente el texto que leerán a continuación no tiene este último problema.]

La Agenda 2030 y el globalismo

El globalismo es un sistema ideológico, que promueve la concentración del poder a escala mundial y la transferencia de la soberanía de las naciones, a entidades supranacionales, para conformar una estructura de poder global totalitaria.

La anterior cita es quizá la definición más precisa que podía encontrar para iniciar este artículo. Entonces, ceder ante la puesta a punto y en marcha de un gran plan mundial para la consecución de determinados objetivos de la política y ciertos grupos de interés en consonancia con este sistema ideológico globalista, ¿no serviría acaso para conceder más poder y dinero a sus protagonistas y sucumbir ante esta conformación de poder totalitario a nivel global? Pues esto es lo que básicamente implica el globalismo por un mundo ‘mejor’, administrado centralmente por políticos y distintas élites. Obviamente, una simple exhortación de unos pocos intelectuales, políticos y empresarios no daría tal poder o dinero. En última instancia, el poder y el dinero a la política y a los grupos de interés se lo da una mayoría suficiente que avala el statu quo estatista y toda la gente que cree gran parte de las mentiras de los políticos y otros embaucadores, mientras que una mayoría suficiente acepta sus políticas y se planta poca o nula resistencia al rumbo de los eventos que se desarrollan a costa de los derechos de inocentes, eventos como los que hoy suceden en muchos países con la Agenda 2030.

El estatismo, o la forma del gobierno, radica en última instancia en la opinión pública. Y el estatismo es completamente transversal a todo el pensamiento político detrás de lo que se conoce como la Agenda 2030, como también lo es con cualquier intervencionismo estatal interno de un país. En pocas palabras, cambia solo la escala, y los planes sobre los objetivos acordados con un montón de autoridades nacionales de distintos países determinan nuevas políticas públicas. Estos se traducen en una profundización efectiva, y en este caso quizá más rápida, del estatismo global o globalismo, es decir, una aceleración de la integración política a nivel mundial.

Pero el globalismo no es la globalización económica, sino la extensión y estandarización territorial del poder político en la forma y el nivel de los impuestos y en las regulaciones contra los derechos de propiedad. El globalismo es entonces sinónimo de centralización política a nivel global. El globalismo promueve la inclusión y exclusión forzosas, eleva las animosidades entre los pueblos y grupos culturalmente distintos y causa conflictos sociales. El globalismo es objetivamente malo e implica imposición; es liberticida y erosiona severamente los contrapesos a la centralización política.

Del otro lado está la globalización económica, esta es la integración económica mundial: la expansión mundial de la división del trabajo signada por el intercambio voluntario. La integración económica es objetivamente buena, trae paz y armonía entre los pueblos, implica la participación e integración creciente de las personas en el mercado mundial mediante el intercambio de bienes y servicios, sin la necesidad de relacionarse cercanamente con personas culturalmente muy distintas. Esta integración promueve la inclusión y exclusión voluntarias.

En los últimos años, la Agenda 2030 ha abierto un nuevo frente de batalla para los defensores de la libertad y la justicia.

Pero, ¿de qué se trata la Agenda 2030?

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada en septiembre de 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, establece una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental de los 193 Estados Miembros que la suscribieron y será la guía de referencia para el trabajo de la institución en pos de esta visión durante los próximos 15 años. Esta nueva hoja de ruta presenta una oportunidad histórica para América Latina y el Caribe, ya que incluye temas altamente prioritarios para la región, como la reducción de la desigualdad en todas sus dimensiones, un crecimiento económico inclusivo con trabajo decente para todos, ciudades sostenibles y cambio climático, entre otros.

No obstante, además de lo ya dicho hasta aquí, ¿cuál es la alerta de la Agenda 2030? Antes que nada, cualquier secuencia importante hacia la gobernanza mundial debería alertar a todos los defensores de la libertad y la justicia. La alerta está en el apego burocrático e institucional generalizado de los países mientras llevan a cabo todo tipo de disposiciones gubernamentales estrictamente relacionadas a la Agenda, expandiendo el rol del Estado o pavimentando el camino para futuras expansiones más importantes. Puedo citar, por ejemplo, el caso de mi país, Paraguay, donde hace poco tiempo me enteraba de una «Dirección Nacional de Cambio Climático» creada en 2017. Firmada por el expresidente Horacio Cartes el mismo año en que se comprometía públicamente con la Agenda 2030. La historia repetida sería: más funcionarios, más presupuesto, más propaganda. Pues los mismos agentes estatales usan la Agenda para aumentar el tamaño del Estado y su burocracia y, por lo tanto, para robar más. Nada muy inusual en esto. Nótese también otro ejemplo en Chile, donde en 2016 crearon un «Consejo Nacional para la Implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible». ¿Sería acaso atrevido suponer que estas cosas están pasando en la mayoría de los países firmantes?

Veamos aún más, como ejemplo, el caso de Paraguay:

Para hacer frente al desafío de alcanzar las metas establecidas en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, Paraguay formó una Comisión Interinstitucional de Coordinación para la Implementación, Seguimiento y Monitoreo de los Compromisos internacionales asumidos en el marco de los ODS (Comisión ODS Paraguay 2030).

Esta comisión fue creada por el decreto N° 5887 del Poder Ejecutivo en 2016. Además de esto, la información dice:

Por Decreto Presidencial N°3581 de mayo de 2020, se dispuso la reestructuración de la arquitectura institucional ODS del Paraguay, a través de la ampliación y el fortalecimiento de la Comisión ODS Paraguay. Como resultado de lo dispuesto, actualmente la Comisión ODS está conformada por 17 instituciones de los tres Poderes del Estado, lográndose elevar su representatividad al más alto nivel e integrando las tres dimensiones del desarrollo sostenible (económico, social y medioambiental).

Ulteriores comentarios sobre la alianza de la Agenda con el gobierno del país para la extensión del intervencionismo y la planificación estatal a favor de órdenes y planes de gobernanza supranacional sería redundar en la más flagrante evidencia. Pero esto no debería sorprender, ya que, en el documento oficial, el carácter casi totalitario de esta agenda se lee perfectamente entre líneas aquí:

La Agenda 2030 es una agenda civilizatoria, que pone la dignidad y la igualdad de las personas en el centro. Al ser ambiciosa y visionaria, requiere de la participación de todos los sectores de la sociedad y del Estado para su implementación.

Finalmente, en el momento en que los países se comprometen a tomar medidas de políticas públicas y las realizan, la Agenda 2030 no es una simple exhortación de burócratas y entusiastas de la ideología globalista, sino un instrumento más del intervencionismo estatal que aleja todavía más a los ciudadanos del control sobre sus propias autoridades nacionales. Se convierte en un gran organigrama estatista (o socialista) a nivel mundial y las medidas se llevan a cabo en asociación y colaboración con los Estados participantes, dejando al ciudadano común cada vez más desprotegido de las consecuencias de tales medidas.

Por supuesto, además de aumentar el intervencionismo, las medidas sirven para enriquecer y empoderar burócratas, políticos, intelectuales y otros estafadores, y no solo para reunirse amenamente, tomarse un cóctel y sacarse algunas fotos. La Agenda se difunde ideológica e informativamente para la opinión pública de manera masiva a través de eventos sociales (tanto privados como gubernamentales), medios de comunicación, universidades y otras ventanas de debate e información. Y el ciudadano promedio, como suele suceder, cae normalmente en los engaños comunes de la política y la propaganda mediática, por lo menos inicialmente, hasta darse cuenta demasiado tarde de lo que ha venido sucediendo.

El mensaje detrás de esta gran campaña global a favor del intervencionismo es que los Estados, y la sociedad civil a su lado, deben combatir todo asunto que se considere de interés general (en este caso de interés global), lo que en realidad es igual a los intereses comunes de políticos, grupos de interés y parte de la opinión pública estatista. El mensaje va más o menos así: «unámonos con nuestros gobiernos y dejemos que estos nos dirijan a un mundo mejor». Pero todo esto no es mucho más que un socialismo disfrazado de humanismo y solidaridad global, ya que son los Estados los que ponen en acción este socialismo (y cualquier otro, dicho sea de paso).

La última crisis del coronavirus debería constituir una prueba fehaciente de que el manejo y guía central y/o global por parte de políticos y grupos de interés para hacer frente a una crisis o para lograr ciertos objetivos significa poner nuestras vidas y libertades en peligro y que nadie más que nosotros y nuestras familias podemos tomar cartas en el asunto de manera realmente responsable.

El libertario, como antiestatista, debería, por sobre todas las cosas, estar preparado para no caer en la demagogia de políticos, burócratas, empresarios e intelectuales ansiosos de conceder más poder a los Estados a causa de cualquier motivo: cambio climático, igualdad de género, cuidado del medio ambiente, sexismo, pandemias, racismo, asistencia médica universal, lucha contra la pobreza, etc.

Por otra parte, no se puede perder de vista la posibilidad de que otros demagogos, intelectuales o políticos tengan sus propios motivos estatistas para rechazar esta Agenda y así posicionarse pública o políticamente en la gran contienda democrática y en el debate público en sus respectivos países. Cualquier apoyo libertario coyuntural a enemigos declarados de la Agenda debe estar advertido del juego perverso de la democracia, y aunque esto no sea necesariamente suficiente para descartar cualquier apoyo político de tal tipo, también los malos de otros bandos saben disfrazarse de los paladines del bien para terminar cediendo seguidamente a las mieles del poder.

Lo expuesto hasta aquí debería servir para oponerse a cualquier agenda internacional semejante que busque centralizar el poder, aumentar el control, aprovecharse de los mal llamados contribuyentes e incrementar el poder de los Estados sobre las personas y las economías de las naciones en pos de objetivos que requieran supuestamente una gestión global y mancomunada entre los países. Como se verá a continuación, en términos oficiales, no hay nada demasiado nuevo en los objetivos de la Agenda 2030 y, más allá de una gran propaganda, la Agenda representa esencialmente un siguiente paso en el clima general de estatismo creciente de los últimos tiempos, ahora más decorado y apoyado con los avances tecnológicos. Sin embargo, al ser un acuerdo mundial sin precedentes, este nuevo empuje formal hacia la gobernanza global debería llamar notablemente la atención de cualquier defensor de la libertad y la justicia.

Los objetivos de la Agenda 2030: un breve análisis

Es aquí necesario recordar que el Estado no es un generador de riqueza y que para pagar a las personas involucradas en sus proyectos debe asegurar la financiación de estos mediante impuestos, préstamos o el dinero que imprima un banco central. Y entre los tantos efectos perniciosos de estas prácticas, uno de ellos es la desviación de la riqueza de los generadores de riqueza a las actividades del gobierno. Esto significa que el Estado no puede aumentar la riqueza social, sino solo redistribuirla y consumirla mediante la mismísima injusticia.

Ahora bien, antes de elaborar una serie de hipótesis y explicaciones informadas por la teoría económica austriaca, la teoría libertaria y la historia del estatismo, será necesario tener en cuenta que se pretende llevar a cabo todos estos objetivos con la participación de los Estados. Téngase en cuenta que todos o casi todos estos objetivos ya se intentan alcanzar, o ya se realizan los mismos actos intervencionistas que servirían supuestamente para alcanzarlos, desde hace ya mucho tiempo en la inmensa mayoría de los países adheridos a esta agenda. Otra vez, nada muy nuevo se encontrará aquí:

Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo

¿Qué causa la pobreza? Nada. Es el estado original, lo predeterminado y el punto de partida. La verdadera pregunta es: ¿Qué causa la prosperidad?

Además, la pobreza, quiérase o no, nunca dejará de ser un asunto relativo a la clasificación, que en manos estatales o de los amigos de la planificación estatal, es normalmente todavía menos fiable. ¿Pero qué constituye ‘pobreza’ y dónde se coloca un límite? ¿Cuál es el rango aceptable para cada lugar, o hay acaso algún rango universal? ¿Y debe el límite o el rango estar sujeto a cambios por parte de los planificadores? Finalmente, pueden imaginarse infinitas formas de pobreza, e infinitas razones para combatirla infinitamente por parte de los gobiernos.

La política del combate a la pobreza es la favorita para la redistribución forzosa de la riqueza y el ingreso que empobrece necesaria y relativamente a toda la sociedad en su conjunto, expropiando y distribuyendo, injustamente, la propiedad de productores, apropiadores e intercambiadores legítimos hacia no productores, no apropiadores y no intercambiadores legítimos. Esto desincentiva sistemáticamente a las personas a ser productores, apropiadores e intercambiadores legítimos, mientras incentiva el comportamiento contrario, ya que los costos del mismo se reducen sistemáticamente a causa de la intervención estatal.

Sobre este objetivo y el siguiente, es también propicio recordar el sinfín de intentos de los gobiernos occidentales más ricos para combatir la pobreza y el hambre en África.

Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible

Íntimamente relacionado al primer objetivo, debe encontrarse este segundo. Aquí, los tecnócratas del Estado y la sociedad civil implicada en la planificación definirán criterios arbitrarios de lo que debe ser una buena alimentación y una seguridad alimentaria y lo incluirán en programas sociales y en el sistema educativo.

Las necesidades fisiológicas —se ha dicho— en todos los hombres son idénticas; tal identidad, por tanto, brinda una pauta que permite apreciar en qué grado se hallan objetivamente satisfechas. Quienes emiten tales opiniones y recomiendan seguir esos criterios en la acción de gobierno pretenden tratar a los hombres como el ganadero trata a sus reses. Se equivocan al no advertir que no existe ningún principio universal que pueda servir de guía para decidir una alimentación que fuera conveniente para todos. El que al respecto se sigan unos u otros principios dependerá íntegramente de los objetivos que se persigan.

Sobre la promoción de la agricultura sostenible, es dudosa la manera en que los Estados pueden hacer esto sin sobreponerse con su regulación a los intereses legítimos de los particulares del sector.

Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades

El Estado de bienestar: el sistema público de salud y el de las pensiones (quebrado en la mayoría de los países), y el resto de programas de bienestar social: todos promueven la irresponsabilidad individual y todo tipo de comportamientos contrarios a los que hacen posible la prosperidad en primer lugar y mejoran el bienestar material de las personas sin el atropello de derechos ajenos ni el despilfarro de recursos por parte del Estado. Pero además de todo, no existe delimitación precisa entre la salud y la enfermedad. Esta última no es un fenómeno aparte de la voluntad consciente y de las fuerzas espirituales que obran sobre el inconsciente. La capacidad de trabajo de un individuo no es función únicamente de su estado físico, sino que depende en gran parte de su inteligencia y su voluntad.

Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos

El sistema educativo regulado por el Estado no responde al verdadero espíritu educativo, que no es otro que la libertad de currículo que el mercado libre representaría y promovería para satisfacer tanto los requisitos cambiantes como los permanentes para mantener una economía libre, creciente, expansiva e innovadora; por lo que la calidad de la educación estatal —si nos basáramos en un criterio general de la educación imbuida tanto en la ideología de la libertad que trae paz y prosperidad como en el aprovechamiento de los talentos y particularidades individuales— será siempre necesariamente inferior a la que sería en un marco no regulado estatalmente. Y como el Estado promueve y hace precisamente lo contrario —es decir, regula y educa a favor de su supervivencia y crecimiento y en contra de una liberación total de currículo y de la educación— mediante la escolarización y los estándares obligatorios, entonces la educación regulada u ofrecida por el Estado no solo será de peor calidad (cuando menos en términos relativos), sino que también tenderá a empeorar cada vez más. Asimismo, la competencia y el nivel de la misma y los incentivos para los competidores, tanto en los educados como en los educadores, son socavados en el marco de la regulación estatal. Y debido a los problemas de cálculo económico, el sistema educativo estatizado tiende, además de empeorar en calidad, a elevar los precios de la educación y dilapidar recursos que en un sistema libre serían mejor aprovechados.

Por otro lado, los objetivos arbitrarios y planificados de la política como la inclusión y la equidad distorsionan los intereses particulares, el sistema de precios y las oportunidades reales (y necesariamente diversas) que el mercado libre proporcionaría para un verdadero aprendizaje libre y permanente de todos los participantes de la cooperación social. La planificación e intervención estatal en la educación, igualitarista por antonomasia, descansa en la idea falaz de poder lograr alguna igualdad práctica en absoluto (de oportunidades o lo que sea) entre seres humanos únicos e irrepetibles, de historias y cualidades singulares, y de aquí, un sistema vetusto de la educación regulada por el Estado contrario a la individualidad y desigualdad absoluta entre todas las personas. Para colmo, un sistema garante de continuo adoctrinamiento en la religión del Estado. Parte de esta insistencia planificadora sobre la educación suele ser el pensamiento de que el fracaso del pobre en la competencia del mercado se debe a su falta de educación. Se afirma que la igualdad de oportunidades sólo puede lograrse haciendo que la educación sea accesible a todos y en todos los niveles. Hoy se tiende a reducir todas las diferencias entre la gente a su educación y a negar la existencia de cualidades innatas en lo que respecta a la inteligencia, la voluntad o el carácter. Se olvida por lo general que la educación académica se limita casi siempre a aprender teorías e ideas ya formuladas con anterioridad. (…) Los innovadores y los genios creadores no se forman en las aulas. Son precisamente los que desafían lo que han aprendido en la escuela.

Un sistema libre promovería un mayor surgimiento de estos genios e innovadores que con sus aportes podrían ayudar a elevar eventualmente la calidad de vida de muchísimas personas, muchas más de lo que permite el estatismo; pues la intervención estatal nos priva de quién sabe cuántos de estos genios e innovadores cada año.

Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas

El interminable cuento de la igualdad y todas las trilladas causas estatistas del feminismo hegemónico que se traducen en las cuotas de género y la promoción y profundización —por contradictoria que sea— de la desigualdad legal entre hombres y mujeres en la resolución de conflictos a favor de las mismas ante el ya pervertido sistema judicial.

En las relaciones sociales, en general, el principio de igualdad ante la ley había dado lugar a un mal entendimiento que se reprodujo también en la esfera particular de las relaciones entre los sexos. Del mismo modo que el movimiento seudo democrático se esfuerza en limitar por decreto las desigualdades naturales o sociales, con el deseo de igualar a los fuertes y a los débiles, al favorecido por la naturaleza como al desfavorecido, a los sanos y a los enfermos, de igual modo el ala radical del movimiento feminista quiere hacer iguales a los hombres y a las mujeres.

Como cualquier tipo de igualdad entre seres humanos, más allá de pertenecer a una misma especie y estar sujetos a las mismas reglas básicas para la paz, es, de hecho, un objetivo imposible, el objetivo de lograrla se convierte en un sinfín de intervenciones que no logran nada que no sea privilegiar a unos a costa de otros, afectando la vida de innumerables víctimas de tales políticas de igualdad.

Al tema legal, se le suma el tema educativo, pues los gobiernos, gracias a su gran intervención en casi todo lo que tenga que ver con la educación de las personas, especialmente en niños y adolescentes, intenta ir aún más lejos con estas ideas igualitaristas falaces menoscabando incluso el conocimiento y entendimiento popular y correcto de realidades irremediables de nuestra naturaleza humana y las diferencias entre los sexos.

Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos

La administración estatal total o parcial (con previa apropiación ilegítima) de los cursos hídricos y de los servicios de saneamiento y agua potable no puede, de hecho, garantizar ninguna de estas cosas para todos. Y tampoco el mercado puede hacerlo totalmente. Sin embargo, los procesos del mercado basados en el respeto de los derechos de propiedad son los únicos eficientes para coordinar ética y económicamente los recursos y las necesidades de todos. Socializar recursos naturales y medios de producción para el aprovechamiento de estos solo garantiza menor disponibilidad y saneamiento del que habría si tales recursos fueran administrados por manos privadas en el mercado libre, pues ante el juzgamiento de compradores voluntarios, solo un mercado libre de empresarios del agua puede garantizar que el agua será ofrecida cada vez más barata y de mejor calidad, promoviéndose a la par los avances tecnológicos típicos en mejoras de aprovechamiento, reconvertibilidad y reutilización de los recursos hídricos. El mercado funciona, y hasta que alguien demuestre lo contario, el agua en el mundo no acabará mañana. Y aun así, ante cualquier supuesta emergencia, no parece siquiera sensato seguir dejando en las manos ineficientes del gobierno la autoridad máxima sobre tan vital recurso para todos.

Además, la contaminación de las aguas se debe en gran medida a los sistemas de drenaje cloacal municipales. También aquí el gobierno es el principal responsable: al mismo tiempo el mayor contaminador y el “dueño” más negligente del recurso.

Garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos

Más de lo mismo, socialización e intervencionismo en los mercados para la producción y distribución de energía, privilegiando a grandes productores a costa de precios más altos para los ciudadanos. Energía relativamente menos asequible y menos fiable para todos. Lo de «sostenible», si no se trata de alguna arbitrariedad, debe aludir a evitar el consumo del capital, y no hay institución que más lo consuma comparativamente que el Estado y sus agentes, que ni producen ni pueden utilizar casi nada a favor de sostener la disponibilidad futura, promover el buen mantenimiento y la acumulación del capital. Pues los ingresos que los actuales agentes no puedan extraer hoy de este capital, no lo podrán extraer mañana: el horizonte de miras se acorta y es la bendita posteridad la que no protegen. Por otra parte, la realidad es que, frecuentemente, los gobiernos estatales y municipales han creado monopolios de gas y energía eléctrica y han concedido estos privilegios monopólicos a compañías privadas, las cuales son reguladas y cuyas tarifas son establecidas por agencias gubernamentales, lo que les asegura una ganancia permanente y fija. De nuevo, el gobierno ha sido la fuente del monopolio y la regulación.

Pongamos un ejemplo de la acción estatal para garantizar lo que pretende este objetivo: Supongamos el proyecto estatal de construcción de una plataforma generadora de energía. En principio, este proyecto presentaría los mismos riesgos y beneficios potenciales, pues los planificadores del Estado también deben confiar en el consejo de distintos expertos para estimar la cantidad de energía que la plataforma pondría a disposición. Hasta los políticos necesitan que algo esencial para las industrias a ser gravadas en el futuro funcione. Sin embargo, ¿cómo pueden los planificadores seleccionar responsablemente los «mejores» proyectos de entre las numerosas propuestas? Finalmente, hay muchas formas de poner a disposición de los planificadores y de la gente del futuro una mayor cantidad de energía, pero los planificadores de hoy, debido a la permanente e inevitable escasez de recursos, no pueden financiar todas estas formas. Entonces, la elección y la realización de proyectos evidencian los distintos incentivos que alientan a una economía dirigida por el Estado (caracterizada por la corrupción, la negligencia, la irresponsabilidad y los problemas de cálculo económico) en comparación a una economía capitalista de libre mercado.

Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos

Todas las estadísticas convencionales de crecimiento económico están viciadas por el gasto público, la no evaluación de los movimientos intertemporales en la estructura productiva durante largos periodos de tiempo y la incapacidad de estas estadísticas para medir el verdadero bienestar de la gente. Además, los niveles de ingresos per cápita evidentemente no nos informan el nivel de consumo de capital o de los ingresos productivos que ejerce la actividad estatal sobre la actividad privada.

La política del «pleno empleo» ha significado normalmente inflación para estimular el consumo y la inversión desbocada y no respaldada por ahorro real, creando así burbujas de prosperidad y mayor empleo que terminan en crisis y recesiones, altas tasas de desempleo, consumo y destrucción de capital, un montón de vidas perjudicadas y el empobrecimiento relativo de todo el conjunto social. Estas recesiones y crisis no permiten un mayor crecimiento económico real y sostenido que sería posible con menor o nula intervención del gobierno en la economía. Todo esto sumado al desempleo crónico provocado por la rigidez laboral o las leyes de salario mínimo. El «trabajo decente» se traduce en la intervención del mercado laboral, los sindicatos extorsivos, la burocracia y la intervención estatal sobre la libertad de los empleadores y empleados. La realidad es que, luego de 80 años, la política ha cambiado casi nada, si no, ¿por qué escribía Hayek lo siguiente?

Los slogans de nuestro tiempo se expresan con una variedad de términos: «pleno empleo», «planificación», «seguridad social», «liberación de la escasez». La realidad de nuestro tiempo sugiere que ninguna de estas cosas debe mantenerse cuando se convierten en objetos conscientes de la política gubernamental. Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación

Más planificación e influencia gubernamental para la infraestructura y la industria y todo lo que esto implica: más decisiones arbitrarias e interferencias estatales no destinadas a dejar libre el rumbo de la eficiencia del mercado para la asignación de recursos que eleva finalmente la riqueza social en su conjunto por destinarse fielmente al deseo de los consumidores.

Cualquier sostenibilidad debe ser una tarea de personas privadas en el mercado libre. La repetitiva alusión a la inclusión ya parece un chiste. En todo caso, no hay nada más inclusivo que el mercado que permite a cada uno aportar su granito arena a la cooperación social y la división del trabajo. Y lo de resiliente, de «resiliencia», debería considerarse más bien una materia de la psicología antes que de la construcción de infraestructuras destinadas a cumplir propósitos humanos prácticos como el transporte o la vivienda. Sin embargo, no hay nada más resiliente que el mercado para corregir los errores empresariales y permitir la reorganización de la estructura productiva, así sea en la construcción de infraestructuras o en la fabricación de lápices de papel.

Con el pretexto de las infraestructuras, los gobiernos nos han acostumbrado a aumentar la deuda pública, a los hechos corrupción en licitaciones y también, a veces, a defectuosas y peligrosas construcciones. Así que, solo por esto, ya no parece nada sensato creer que los mismos puedan realmente obrar de manera eficaz en este objetivo.

En realidad, la mayor eficiencia de los mercados en comparación con el Estado en lo que respecta a un número creciente de bienes presuntamente públicos es cada vez más evidente a pesar de la propaganda de los teóricos de los bienes públicos. Nadie que hiciera un estudio serio acerca de estos temas podría negar, ante la experiencia de todos los días, que los mercados pueden producir en la actualidad servicios postales, ferrocarriles, electricidad, teléfonos, educación, dinero, caminos, etcétera, con más eficiencia que el Estado, es decir, satisfaciendo mejor las preferencias de los consumidores.

Y si fomentar la innovación es parte de este objetivo, es imposible que los Estados que aplican leyes espurias de propiedad intelectual fomenten realmente la innovación creando —y habiendo ya creado innumerables— monopolios legales respecto a ciertos usos de propiedad que van en contra de los derechos de propiedad de personas inocentes que quisiesen innovar o producir más allá de esos límites impuestos. Todas las innovaciones que pudiesen surgir o fomentarse en ausencia de estas limitaciones son por tanto impedidas o dificultadas por estas leyes estatales de propiedad intelectual. Estos monopolios o privilegios legales a favor de determinadas personas o personerías jurídicas permiten a estos limitar, regular o negar el ejercicio ajeno de derechos de propiedad que no afectan derechos de terceros, ni de los monopolistas o privilegiados ni de cualquier otro. La propiedad intelectual consiste básicamente en atribuir mediante la perversión legal derechos legales que restringen parcial o totalmente el uso de ideas o información (de lo intangible) que contradicen los intereses particulares de los favorecidos por tal perversión. Sin embargo, las ideas no se pueden robar, el uso por parte de personas que llegan después a su conocimiento no impide el uso de usuarios originales o primeros innovadores. Y tampoco nadie puede perder lo que no es suyo: las ganancias esperadas por ser el único productor que aproveche una idea no pueden ser protegidas por un cuerpo legal basado en derechos reales, es decir, en derechos sobre propiedad tangible.

Reducir la desigualdad en los países y entre ellos

El rápido progreso económico con que contamos parece ser en gran medida el resultado de la aludida desigualdad y resultaría imposible sin ella.

Más allá de que las alusiones a la desigualdad de la política se basan normalmente en la idea de igualdad de oportunidades y de acceso general a servicios y beneficios determinados, es indispensable recordar que es la absoluta desigualdad natural entre todos los seres humanos, tanto por ellos mismos como por sus circunstancias, lo que posibilita la división del trabajo y la cooperación social. No puede explicarse ni entenderse la civilización humana sin esta. Puesto de manera fácil: Si fuéramos todos iguales, todos tendríamos las mismas habilidades, sabríamos las mismas cosas y haríamos lo mismo con lo que supiéramos, finalmente, ¿qué aprendizaje, cooperación y división del trabajo cabría en un mundo de iguales?

Entonces, ¿por qué debe ser la desigualdad entre personas, de cualquier tipo, un problema en absoluto? En todo caso, las únicas desigualdades que valen la pena ver reducidas, según los principios de justicia, son las que resultan de las injusticias que se comenten contra personas inocentes. Estas se verían reducidas si el Estado dejara más en paz a las personas, si su justicia funcionara mejor (aunque sea para los privados), o si, en el mejor de los casos, el Estado desapareciera y los días de la anarquía de propiedad privada llegaran al fin.

La inacabable lucha contra la desigualdad es, además, un barril sin fondo para la demagogia de los políticos y el dinero de los pagadores de impuestos. Por antonomasia, la desigualdad de ingreso y riqueza, y las que esta acarrea sobre oportunidades y beneficios generales, son las que más preocupa a políticos, envidiosos y socialistas en general, y esta preocupación significa generalmente más expropiación y distribución socialista de la riqueza y el ingreso. Lo que, por su carácter destructor y obstructor de la riqueza y de los generadores de esta, solo puede implicar una igualación hacia abajo. Nos harán relativamente más pobres, o incluso realmente más pobres, o, en todo caso, nos harán necesariamente más pobres o menos ricos de lo que seríamos sin tal intervención o con menos de ella.

Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles

Más y más planificación y regulación estatal con criterios cada vez más alejados de los intereses de los propietarios privados. Si una resiliencia y sostenibilidad protegida por el gobierno hace referencia al factor ambiental, ¿no sería esto con la prohibición o regulación estatal sobre la modificación libre y justa del ambiente que tiene como fin lograr propósitos individuales legítimos destinados a aumentar el bienestar de las personas respetando derechos ajenos y anteriores? Además, ninguna configuración habitacional podría ser más segura para los habitantes que las que ellos mismos perciben como deseadas en sus propias elecciones libres, lo que implica un mayor respeto por los derechos de propiedad para la estructuración de ciudades y asentamientos.

Si los alrededores de las ciudades y barrios fuesen propiedad de empresas privadas, corporaciones o comunidades contractuales, reinaría una verdadera diversidad, según las preferencias de cada comunidad. Algunos vecindarios serían étnica o económicamente diversos, mientras que otros serían más bien homogéneos. Algunas localidades permitirían la pornografía, la prostitución, las drogas o el aborto, mientras que otras prohibirían todas o algunas de esas prácticas. La prohibición no sería una imposición estatal, sino simplemente la condición para poder residir allí o utilizar el terreno de una persona o de la comunidad. Aunque los estatistas, que tienen la manía de querer imponer sus valores a los demás, se sentirían decepcionados, la gente tendría por lo menos la satisfacción de vivir en barrios de personas que comparten los mismos valores y preferencias.

Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles

La única sostenibilidad en cuanto a modalidades de consumo y producción de validez ética y eficiencia económica que puede atreverse a prometer mayor cuidado del capital, de los bienes de las personas y de su bienestar a través del tiempo es la que se da en el marco del respeto de los derechos de propiedad y el mercado libre mediante la libre empresa y el manejo y la transformación de los recursos por parte de propietarios privados. Ante la ausencia de este orden de libertad, es deseable la menor intervención posible de los gobiernos, a fin de facilitar los emprendimientos legítimos de los productores para la satisfacción de los clientes.

Pero, por lo que dice este objetivo, son los gobiernos los que deben garantizar estas modalidades de consumo y producción sostenibles. Y esto solo es posible mediante la planificación e intervención estatal en la economía. Y como para consumir, primero debe haber producción, el Estado debería priorizar la regulación de la oferta para el consumo pretendido interviniendo directamente en la producción, o promoviendo con su acción la oferta querida, y adoctrinando —sin escatimar en el posible uso del engaño mediante el aparato estatal de la educación y la ayuda de otros grupos interés— a una masa creciente de personas para aceptar y valorar pacíficamente los resultados de la producción promovida. Pero nada de esto es tan fácil de lograr, e incluso si ya han logrado mucho y siguieran logrando, no se puede engañar, empobrecer e invadir derechos tanto tiempo contra tanta gente con la planificación e intervención —que no traerá más prosperidad ni bienestar general— sin esperar jamás una reacción ciudadana. La diversidad y desigualdad natural entre seres humanos y el impulso y la necesidad natural de estos por la libertad ante tanta intervención tenderá eventualmente a contrarrestar y contrarrestará —frente a la creciente disociación de la demanda con la oferta de ingeniería social— el intento de promover y garantizar una oferta planificada. Este intento se hará entonces cada vez menos rentable para los planificadores y los recursos para ello cada vez más limitados o restringidos, tanto económica como políticamente. Finalmente, tarde o temprano, el curso de la historia volverá a tomar otro rumbo y la producción, otra vez más libre, volverá a destinarse a satisfacer más genuina y ampliamente los deseos de los consumidores en una economía más libre.

De nada tampoco sirve el cálculo económico cuando los planes contemplados no se ajustan a la demanda libremente expresada por los consumidores, sino a las arbitrarias valoraciones de un ente dictatorial, rector único de la economía nacional o mundial. Menos aún puede servirse del cálculo quien pretenda enjuiciar las diversas actuaciones con arreglo al totalmente imaginario «valor social» de las mismas, es decir, desde el punto de vista de la «sociedad en su conjunto», y denigre el libre proceder de la gente comparándolo con el que prevalecería bajo un imaginario sistema socialista en el que la voluntad del propio crítico sería la ley suprema. El cálculo económico en términos de precios monetarios es el que practican los empresarios que producen para los consumidores de una sociedad de mercado. No sirve para otros cometidos.

Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos

¿Por qué los gobiernos deberían garantizar un futuro climático incontrolable a expensas del mismo bienestar y de los derechos de sus gobernados, para quienes supuestamente funcionan? Y si este fuera un problema global, de aquí no se sigue que este tenga que ser gestionado centralmente ni por una agenda supranacional ni por los gobiernos nacionales.

El clima ha cambiado continuamente sin o con humanos, por millones de años, y lo seguirá haciendo incluso si la humanidad se extinguiera.

Hace unos siglos, las temperaturas medias eran significativamente más altas de lo que son hoy. En aquellos tiempos, podías cultivar viñedos en Inglaterra y naranjas en Carolina del Norte. Actualmente, eso ya no es posible porque hace demasiado frío. Y hace muchos miles de años los hipopótamos nadaban en el Támesis, los que hoy solo se pueden encontrar en zoológicos en estas latitudes. Y ciertamente, los periodos fríos son generalmente peores para la humanidad que los cálidos.

La afirmación de que todos o incluso la gran mayoría de científicos coinciden sobre el clima y el cambio climático es completamente absurda.

E incluso si fuera de otra manera, seguiría siendo un crimen contra la humanidad que el Estado o cualquier autoridad supranacional determine cuál es la temperatura media «correcta» y el rango de variación «correcto». Porque no hay tal cosa como la temperatura «correcta» para toda la humanidad y nunca habrá.

Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible

Los Estados ejercen dominio de sus aguas territoriales en la denominada zona económica exclusiva, una franja marítima de hasta 370 kilómetros. Después de esta zona, las aguas internacionales no están sujetas a las leyes de ninguna nación soberana.

Esta legislación ha fomentado la picaresca en las compañías navieras de todo el mundo, que han elegido históricamente banderas de conveniencia. Pero, ¿qué ocurriría si un grupo de personas decidiera vivir sobre una plataforma en aguas internacionales?

La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar no contempla la posibilidad de estructuras en alta mar que creen sus propias jurisdicciones.

Mientras tanto, las colonias marinas que se construyesen en los límites fijados por los gobiernos no tendrían otra que ceder y reconocer ciertos derechos jurisdiccionales a los mismos. De lo contrario, «necesitarían situarse en lugares más alejados, una opción más costosa y menos apetecible, que dificultaría la movilidad de sus habitantes e imposibilitaría grandes flujos de visitantes».

Históricamente, los Estados han respetado los tratados marítimos internacionales, pero mientras los mares permanezcan principalmente como meras condiciones del ambiente o el hombre no tenga incentivos para añadir algo a los mismos más que llevar actividades parasitarias o destinadas a usarlos como basurero, la función empresarial respecto al mar y los recursos marinos permanecerá poco extendida o solo será escasamente aprovechada o protegida en manos de pocos, así sea por grandes capitales o no, así sea por grandes amigos de los gobiernos o no. Obviamente, también se da el caso de que el hombre simplemente no ha podido ir aún tan lejos, más allá del obstáculo gubernamental, en su relación con los mares y sus recursos como lo ha hecho con las áreas terrestres.

Hasta ahora, lo que ocurre principalmente es «la tragedia de los comunes», ya sea más allá de los límites de los gobiernos o de facto por la ausencia de control de estos sobre sus límites. Al final, si nadie es realmente dueño de las porciones geográficas de mares y océanos, y si los recursos marinos no son apropiados para solventar un aumento productivo que no dilapide la posibilidad futura de seguir produciendo o aprovechando en absoluto lo que sea en cuestión, ¿qué garantía entonces podrían ofrecer los gobiernos para conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible? Ninguna. La corrupción y la imposibilidad de reclamar derechos de propiedad sobre porciones marítimas asegurarán una utilización irresponsable por parte de gobiernos y de privados respecto a los mismos motivos que preocupan a los ambientalistas más estatistas. Ni lo privados, y mucho menos los gobiernos, estarán necesariamente preocupados por la fauna y flora marítima ni por la contaminación; al final, lo que no es de nadie, no puede ser reclamado ni defendido debidamente por nadie. Ante la ausencia o falta de propiedad privada, los usos irresponsables sobrepasarán necesariamente los responsables, y las consecuencias negativas, tanto para los intereses humanos como para los recursos marinos se verán necesariamente promovidas. Pues otros de los beneficios de la privatización de los espacios marítimos es que, a medida que mayores porciones marítimas sean privadas, se promoverá la responsabilidad en las actividades marítimas porque cada vez será más probable afectar porciones o derechos ajenos si no se previenen la mayor cantidad de consecuencias no deseadas conocibles de estas actividades. Puesto que, normalmente, los propietarios no querrían verse implicados en conflictos que le cuesten tiempo y dinero y los desvíen de otras actividades más beneficiosas y placenteras.

Por supuesto, las condiciones naturales de los mares siempre impondrán obstáculos importantes a los propósitos humanos en las aguas, pero todavía hay mucho que la especie humana puede descubrir y realizar en ellas sin la necesidad de la presencia y la guía de los políticos.

Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad

Más propósitos particulares e ideológicos a costas de los derechos de los demás. La apropiación gubernamental de los bosques y ecosistemas terrestres, como las reservas nacionales, constituye la imposibilidad de que estos cumplan propósitos individuales legítimos que podrían realizarse en ausencia de la intervención y que elevarían tanto el bienestar de los dueños de estos recursos como los de quienes intercambiasen con ellos en un mercado que se habrá extendido por la disponibilidad de nuevos recursos para la iniciativa privada generadora de riqueza y bienestar.

Este afán de detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad mediante acciones del gobierno significa que más recursos privados son expropiados para proteger la biodiversidad y las tierras antes que a las personas, se protege más las primeras a costa del bienestar y los derechos de las segundas. Si la supuesta función principal de los gobiernos es proteger los derechos de sus gobernados en primer lugar, ¿cómo puede justificarse coherentemente esto?

La falta de privatización, el control gubernamental y la promoción de facto de la tragedia de los comunes harán que diversos objetivos que posibles propietarios privados se pudiesen trazar legítimamente sobre la sostenibilidad y la utilización de potenciales bienes nunca emerjan y, por tanto, nunca se sumen a la constelación de actividades privadas dirigidas a integrarse a los mercados y la división del trabajo.

La intervención de los gobiernos asegura peores cuidados, utilización y aprovechamiento del que habría si los derechos de propiedad fueran asignados correctamente y los recursos se destinaran en última instancia a cumplir propósitos legítimos que incluirían necesariamente mayor creación de valor —lo que da lugar al aumento de la riqueza social— que el que se obtiene bajo el orden que socava o impide la extensión en la asignación de derechos de propiedad.

La interminable letanía de postulados histéricos y pseudo-científicos de los últimos años —el «calentamiento de la atmósfera» (tras la «nueva era glaciar»), el «agotamiento de las riquezas naturales», la lluvia ácida, el agujero de ozono, la pretendida «crisis de la energía», los lamentos sobre los bosques seculares, el caribú y la lechuza moteada, la exclusividad que ciertos medios dan a un puñado de científicos izquierdistas ávidos de publicidad, al tiempo que ignoran a los sabios auténticos y escrupulosos— todas estas quimeras y todas estas mentiras no son más que armas de combate en la guerra de los ecologistas contra la producción y el consumo humanos, y sobre todo contra los elementos del «confort burgués» que sacan de quicio a los ecologistas, como los grandes automóviles «devoradores de gasolina», los abrigos de pieles, el aire acondicionado, los recipientes de plástico, los aerosoles para lacas del pelo o los desodorantes.

Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas

La única manera justa de facilitar la verdadera justicia para todos, es decir, la única manera de promover y permitir un mayor acceso general a servicios de justicia de calidad creciente y de precios decrecientes, es a través del mercado libre de oferentes de los servicios de justicia en donde no quepa la institucionalización de la injusticia y su «productor»: el Estado.

Promover sociedades pacíficas con la participación de los Estados es una contradicción, porque es la institución estatal la que se interpone y obstruye sistemáticamente la cooperación social pacífica.

La búsqueda mediante el gobierno de instituciones eficaces en la vida social nunca ha podido sortear el problema de la corrupción y del desperdicio sistemático de recursos utilizados para tal búsqueda ni tampoco logrará evadir el hecho de que no se puede juzgar precisamente su eficiencia sin la prueba del mercado de clientes voluntarios, haciendo del objetivo general de eficiencia económica una imposibilidad absoluta, y del rendimiento de cuentas una práctica sin trascendencia real para su valoración.

Sin la percepción pública errónea y la opinión del Estado como justo y necesario y sin la cooperación voluntaria del público, incluso el gobierno aparentemente más poderoso implosionaría y sus poderes se evaporarían. Así, liberados, recuperaríamos nuestro derecho a la legítima defensa y podríamos acudir a las agencias de seguros liberadas y no reguladas para una asistencia profesional eficiente en todo lo relacionado con la protección y la resolución de conflictos.

Fortalecer los medios de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible

A la luz de la historia política y del análisis ético y económico presentado aquí, esto solo puede significar el fortalecimiento del poder estatal y el engaño para mantener y avanzar el paso hacia el intento de conseguir estos objetivos mediante la profundización y sofisticación del engaño y de la agresión institucionalizada contra los derechos de propiedad y asegurar así no solo la marcha hacia el «desarrollo sostenible» aprobado por los poderes fácticos y políticos dominantes, sino también, probablemente, hacia el proyecto del gobierno mundial. Porque no cabe duda de que una tendencia en tal camino existe.

El gobierno mundial, un banco central mundial y un papel moneda mundial —contrariamente a la impresión engañosa de representar valores universales— en realidad significan la universalización e intensificación de la explotación, el fraude de la falsificación y la destrucción económica.

Conclusión

Si bien los objetivos de la Agenda 2030 son imposibles de lograr o de justificar coherentemente, o son directamente inmorales por sus implicancias, no es menos preocupante que los gobiernos tomen medidas al respecto.

La Agenda 2030 está destinada al fracaso. Sin embargo, la Agenda sí lograría, estaría ya logrando, intensificar aún más la injusticia y el empobrecimiento relativo en los países y dificultaría todavía más cualquier intento del público para contrarrestar los abusos de la política y sus aliados.

Finalmente, sobran motivos, y de los más importantes que un defensor de la libertad y la justicia pueda imaginar, basados en la historia y en la teoría y guiados por principios libertarios, para rechazar completamente la Agenda 2030 que pretende expandir y expande la religión del estatismo y su aplicación:

Tenemos que estar en contra de esa tentación del estatismo porque es el peligro más original que tenemos los seres humanos, nuestra mayor tentación: creernos Dios.—Jesús Huerta de Soto.
Nota: en este blog se suprimieron las citas del escrito original a fin de reducir la extensión del mismo