miércoles, 26 de julio de 2023

Voluntad y autogobierno

Se entiende por voluntad el "Poder de determinarse por motivos o razones. La voluntad así entendida se distingue de las fuerzas de impulsión o móviles, que son de suyo irracionales: tendencia, deseo, pasión..." (Del "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

La predisposición para hacer determinadas cosas está íntimamente ligada a la libertad personal. En cuando estamos dirigidos por otra persona, tal predisposición tiende a limitarse. "Entendemos por voluntad la misma cosa que por libertad; las palabras voluntario y libre tienen exactamente el mismo sentido. Todo lo que está fuera de la libertad está fuera de la voluntad" (A. Charma).

A partir del estrecho vínculo existente entre libertad personal y voluntad, es posible indagar acerca de los factores de los cuales depende. Si la libertad personal implica ausencia de un gobierno ajeno, no hay otra posibilidad de considerarla como un gobierno sobre sí mismo, o autogobierno.

Algunos autores asocian el autogobierno al gobierno de la razón sobre las emociones, por lo que el hombre voluntarioso será esencialmente el hombre racional. Antonino Eymieu escribió: "El corazón, -y bajo este nombre comprendo toda la sensibilidad de nuestro ser, todo este secreto afán que empuja nuestra naturaleza hacia la felicidad-, el corazón, repito, no hace más que cumplir con su oficio, sea cual fuere lo que haga y a donde quiera se dirija".

"Si se desvía, acháquese esto a la cabeza, cúlpese a la razón porque no ha cumplido con su deber. Oficio es del vapor empujar al pistón, cualquiera sea la válvula que se le abra; y con todo, si se descarrila o estalla la máquina, no es de ella de quien hemos de quejarnos, aunque destroce al maquinista. Este podía y debía moderar la tensión del vapor o calcular su fuerza; y si la máquina le ha herido, es porque él de antemano la rigió descuidadamente".

"El corazón, como el vapor, es una fuerza ciega; y oficio es de la cabeza el dirigirla. Seres hay, los brutos, que están montados, si vale la palabra, mecánicamente, como un reloj, y recorren todo el trayecto de su vida reglados por el instinto" (De "El gobierno de sí mismo"-Editorial Difusión-Buenos Aires 1951).

Mediante la anterior analogía ferroviaria de épocas pasadas, el autor adopta una postura en la que claramente considera a la razón como la responsable de orientar adecuadamente nuestras decisiones. Sin embargo, los neurocientíficos advierten que los aspectos emocionales cumplen un rol importante en materia de decisiones. De ahí que el autogobierno implicaría un control en ambos sentidos, es decir, desde la razón a las emociones y desde las emociones a la razón.

Puede mencionarse un caso hipotético en el cual hemos de realizar cierto negocio o intercambio con alguien poco conocido. Es posible que, debido a cierta señal que parte de nuestro sistema emocional, se nos advierta que puede no resultar conveniente negociar con tal persona, sin que racionalmente podamos justificar determinado temor o desconfianza.

Desde la medicina se nos sugiere que "el hombre es un ser emocional que razona" (Daniel López Rosetti). Además: "Antonio Damasio demuestra que la ausencia de emoción y sentimiento puede aniquilar la racionalidad" (De la presentación de "El error de Descartes" de Antonio Damasio-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).

El racionalismo extremo, que rechaza los aspectos emocionales, tiende a producir una especie de mutilación del ser humano, negando una parte esencial de su naturaleza. Si sectores liberales adoptan posturas como la de Ayn Rand, poco bueno es lo que nos espera. Ayn Rand escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia".

"La ética objetivista defiende y apoya orgullosamente el egoísmo racional, a saber: los valores requeridos para la supervivencia del hombre como hombre, o sea: los valores necesarios para la supervivencia humana, no aquellos originados sólo por los deseos, las emociones, las aspiraciones, los sentimientos, los caprichos o las necesidades de brutos irracionales que jamás lograron superar la práctica primitiva de los sacrificios humanos, que nunca descubrieron una sociedad industrial y que no conciben otro interés personal que el de arrebar el botín del momento".

(Y en boca de John Galt): "La felicidad es sólo posible para el hombre racional, el que no desea más que alcanzar objetivos racionales, que no busca más que valores racionales, y que no encuentra su alegría sino en acciones racionales".

La citada autora, además, profesa el relativismo moral, escribiendo: "El concepto de valor, de bien y mal, es una invención humana arbitraria, no relacionada, no originada y no sustentada por hecho alguno de la realidad..." (De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).

Jeremy Rifkin escribió: "Sin sentimientos ni emociones, la empatía deja de existir. Un mundo sin empatía es ajeno a la noción misma de lo que significa ser humano" (De "La civilización empática"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).

1 comentario:

agente t dijo...

Si voluntad equivale a libertad, esta última es algo más que la ausencia de coacción. Se trataría entonces de una decisión no sólo racional sino también emotivamente orientada.