miércoles, 5 de julio de 2023

La libertad genera desigualdades; el totalitarismo, también

Cuando se habla de igualdad o de desigualdad, desde un punto de vista estrictamente económico, o monetario, da la sensación de caer en un ámbito casi subhumano que deja de lado aspectos verdaderamente humanos como los asociados a lo emocional (o moral) y a lo intelectual.

Posiblemente a muchos les habrá ocurrido el hecho de encontrarse con una persona conocida cuyo tema principal es el patrimonio económico que posee y que relata con inusitada pasión. Cuando uno trata de cambiar de tema, aparece un silencio evasivo que sugiere retornar al único tema que tal persona pareciera tener en su mente.

De todas formas, no se trata de negar el importante valor que en nuestras vidas constituye lo económico. Una de las principales conclusiones al respecto involucra la libertad personal respecto del dinero, teniendo en cuenta que podemos ser esclavos del mismo ya sea porque tengamos mucho dinero o bien porque tengamos muy poco. Incluso en casos intermedios puede el dinero esclavizar mentalmente a las personas como en el caso antes mencionado. Además de esclavizarnos voluntariamente con el dinero que poseemos, o que no poseemos, aparece la alternativa de la posibilidad de esclavizar a otros por medio del dinero que se posee, o del que otros no poseen.

Por lo general se critica a los sistemas políticos y económicos que promueven la libertad, aduciendo que la libertad produce desigualdades económicas. Al respecto puede decirse que, si limitamos la capacidad de generar riquezas a quienes mayor capacidad que para ello poseen, se reducirá el nivel económico de la sociedad hasta llegar al nivel de capacidad productiva de quienes menos trabajan. La desigualdad económica es la principal penuria del envidioso, que prefiere vivir en la pobreza extrema con tal que también padezcan los ricos actuales esa misma situación.

El socialismo resulta así la esperanza de la igualdad en la pobreza, ya que la igualdad en la riqueza es algo imposible de lograr. Massimo Salvadori escribió: "Generalmente, la libertad trae aparejadas la diferenciación y la división. En una sociedad libre hay conservadores y radicales, creyentes e incrédulos, hombres laboriosos y hombres que no lo son. La democracia, reconociendo la legitimidad de las diferencias y de la oposición, implica procedimientos mediante los cuales estos diversos grupos pueden convivir más o menos pacíficamente".

"La mentalidad comunista no concibe la diferenciación, ni la legitimidad de la oposición. Para el comunista, lo que es diferente es equivocado o malo, y no puede ser colocado en el mismo nivel con la verdad que representa la idea comunista. Si los comunistas hubieran de ser tolerantes, su tolerancia sería como la de los turcos otomanos que perdonaban la vida a los «infieles», pero los consideraban subhumanos".

"Los comunistas sostienen que los problemas de la oposición y la «desviación» no pueden surgir en una sociedad verdaderamente socialista, porque todos los ciudadanos, siendo iguales económicamente, tendrían un solo modo de pensar. No consideran que aunque los ingresos sean iguales, las funciones serán diferentes, o que no se ha comprobado que todos los componentes de un mismo grupo económico reaccionen de la misma forma" (De "Surgimiento del comunismo moderno"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1956).

Los seres humanos actuamos en base a la herencia genética y también en base a la influencia social, en porcentajes más o menos similares. Sin embargo, para los nazis sólo actuamos en base a nuestra genética, asociada principalmente a la "raza", mientras que los marxistas aducen que sólo actuamos en base a nuestra influencia social, de ahí que advierten que, en una sociedad igualitariamente económica, todos actuarán en forma similar. Facilitarán así ser conducidos por quienes dirigen el Estado hacia objetivos de carácter colectivo. Al existir gobernantes y gobernados, desaparece la igualdad supuesta, mientras que la naturaleza humana, que depende tanto de la herencia como de la influencia, rechaza toda forma de igualitarismo impuesto contra la voluntad individual.

A partir de lo señalado por el citado autor, se advierte que la "inocente" propuesta de la igualdad económica, lleva asociado un intento de gobierno mental y material de los dirigentes marxistas respecto del resto, lo que puede haber pasado inadvertido, si bien no resulta novedosa la tendencia imperialista de los marxistas. En este aspecto es oportuno recordar las tácticas que, principalmente en otras épocas, predominaban en la izquierda política. Aun cuando cambian las tácticas, los objetivos se mantienen inalterables.

Alberto I. Ezcurra escribió respecto de las características de la guerra revolucionaria:

"No es una guerra territorial (primariamente), sino ideológica. Es una guerra de conquista análoga a la guerra santa del Islam primitivo".

"Es una guerra total: en cuanto a sus objetivos (dominio mundial) y sus medios y campo de batalla (militar, político, económico, cultural, religioso, etc.). Sus armas favoritas son el terrorismo y la guerra psicológica".

"Es una guerra disfrazada: total y permanente, pero no declarada".

"No respeta ninguna especie de pactos, convenios, leyes de guerra o reglas del juego, conforme a la moral marxista, para la que todos los medios son aceptables, supuesto que conduzcan al fin".

"Es una guerra a la vez internacional (en cuanto dirigida del exterior, en cuanto a sus componentes, en cuanto a sus objetivos de dominio de las naciones) y civil o interna (en cuanto al modo de desarrollo, por medio de la sedición en el interior de las diversas comunidades nacionales)".

"Es una guerra permanente (Marx dice: «revolución permanente», «estrategia sin tiempo»). Con avances y retrocesos tácticos, sólo se detiene al llenar plenamente sus objetivos estratégicos, sin importar el tiempo de duración, ni de pérdidas materiales y humanas (Ho Chi Minh comenzó a luchar en Vietnam en 1930).

(De "Moral cristiana y guerra antisubversiva"-Editorial Santiago Apóstol-Buenos Aires 2007).

1 comentario:

agente t dijo...

Si bien la igualdad en la riqueza es imposible porque al generar riqueza se crea de forma natural desigualdad por el distinto peso de las cualidades personales y materiales implicadas, en la actualidad el sentimiento generalizado es que sí es posible. La socialdemocracia se caracteriza precisamente por eso, por hacer ver que pretende que cada vez sean mayores los trozos de la tarta social. Que cada vez se tenga un mayor nivel de vida generalizado sin reparar en el necesario aumento de productividad, cuando en realidad lo que se hace es detraer recursos de los sectores más dinámicos y productivos, algo que acaba por empobrecer al conjunto.