martes, 4 de julio de 2023

Del antiliberalismo eclesiástico al antiliberalismo económico

Un importante sector de la Iglesia Católica se opone tenazmente al liberalismo eclesiástico, o libertad religiosa, por la cual se sugiere una igualdad en el trato estatal y de la comunidad respecto de todas las religiones aceptando incluso la posibilidad de una "lucha de mercado" entre las diferentes propuestas. En este caso, el sector mencionado (llamado tradicionalista) se opone a tal posible lucha esperando del Estado y de la comunidad un reconocimiento a la "religión verdadera".

En el caso de la ciencia experimental, existe un verdadero "mercado" de hipótesis propuesta en una época respecto de cierto tema de investigación. Se acepta la libre concurrencia de todos los participantes hasta que surge un experimento crucial que convalida a una sóla de ellas invalidando al resto, por lo cual todos deben aceptar el veredicto de la comprobación experimental. En el caso de la física, casi siempre así ha ocurrido.

Se entiende la postura tradicionalista católica en cuanto se supone que el cristianismo es la religión verdadera y la que mejores resultados produce entre la gente, lo que a veces resulta difícil de verificar. En realidad, se supone (mediante la fe) que el cristianismo surge de una revelación del propio Dios, por lo cual sería la única religión que debería aceptarse. Sin embargo, otras religiones proponen criterios similares, invalidando un tanto las pretensiones de exclusividad.

Una figura representativa de la postura tradicional ha sido Marcel Lefebvre, quien escribió: "A fin de guardar y proteger la fe católica de esta peste del liberalismo, este libro me parece llega muy oportunamente, haciéndose eco de las palabras de Nuestro Señor: «Aquel que crea será salvo, aquel que no crea se condenará»; es esta fe la que el Verbo de Dios encarnada ha exigido a todos si quieren ser salvados. Ella causó su muerte, y, siguiendo su camino, la de todos los mártires y testigos que la han profesado. Con el liberalismo religioso, no hay más mártires ni misioneros, sino liquidadores de la religión, reunidos alrededor de la pipa de una paz puramente verbal" (De "Le destronaron"-Ediciones San Pío X-Buenos Aires 1987).

Así como las empresas exitosas salen airosas de una severa competencia en el mercado, mientras las débiles no soportan tal competencia, la Iglesia Católica ha ido perdiendo eficacia decayendo a partir del Concilio Vaticano II, con la semilla destructora que implica aceptar en su interior nada menos que al marxismo-leninismo, ideología nefasta que a lo largo del siglo XX produjo bastante más víctimas que el nazismo.

El iniciador del liberalismo católico, en el siglo XIX, fue Felicité de Lamennais, quien escribió: "En la Edad Media, la humanidad está en su infancia y necesita la tutela de la Iglesia; hoy día los pueblos ya adultos deben emanciparse de esta tutela, separando la Iglesia del Estado. En cuanto a la Iglesia, debe adaptarse a este nuevo orden de cosas que Ella misma ha creado; un nuevo orden social, fundado sobre un inmenso desarrollo de la libertad, que el catolicismo ha hecho necesario, desarrollando en nuestras almas la verdadera noción y el sentimiento del derecho". "Todos los amigos de la religión deben comprender que ésta no necesita sino una sola cosa: la libertad" (Citando en "Le destronaron").

La fortaleza del cristianismo radica en la compatibilidad de la ética de los mandamientos con las leyes naturales que rigen nuestra conducta, como es el caso del amor al prójimo y la empatía emocional. De ahi que se pueda decir que es la mejor religión en su tarea de adaptar al ser humano al orden natural. Y si hubiese otra ética mejor, propuesta por otra religión, no habría inconvenientes en adoptarla, pero, teniendo en cuenta las actitudes básicas del ser humano, parece ser el "Amarás al prójimo como a ti mismo" la sugerencia práctica de mayor alcance. La debilidad de la Iglesia radica esencialmente en haber desconocido tal alcance priorizando otros aspectos menos accesibles al entendimiento y de carácter confuso.

El antiliberalismo en el ámbito de la religión se traslada fácilmente al liberalismo político e incluso económico. Al existir solamente dos formas de organización económica: economía de mercado y economía socialista, el antiliberalismo económico lleva a importantes sectores de la Iglesia a ser funcionales al socialismo o comunismo, aunque aparenten ser opositores. Es decir, esto ocurría en el pasado por cuanto en la actualidad el marxismo-leninismo ya ha llegado hasta las autoridades máximas de la Iglesia.

Debe recordarse que el "pecaminoso" liberalismo promueve la libertad individual asociada a limitar y erradicar el gobierno del hombre sobre el hombre, tal como surge de la Biblia el concepto del Reino de Dios, por el cual se prohíbe asimismo tal gobierno humano para ser gobernados por Dios a través de sus leyes naturales. De ahí que el liberalismo político promueve la democracia y la división de poderes para evitar la natural tendencia del hombre a abarcar el poder total.

En forma similar, propone la economía de mercado para evitar la existencia de monopolios que impongan un enorme poder económico perjudicando de alguna forma a la sociedad. Si esto ocurre en la realidad, no se debe a lo que propone el liberalismo, sino a que no existen competidores suficientes para evitar estos hechos indeseables. También desde el liberalismo se podría criticar a la Iglesia, o incluso al cristianismo, por no impedir que el mal comportamiento social se haya instalado, ya que no puede criticarse una postura ideológica si los destinatarios de sus sugerencias hacen todo lo contrario. En ese caso sólo cabe criticar la falta de habilidad para convencer al que actúa en forma poco social.

La crítica católica al liberalismo económico se dirige a la "acumulación del capital" y a la "búsqueda del lucro". Siendo el capital el principal factor de la producción, oponerse a su formación y a su acumulación implica favorecer la pobreza y la miseria. Además, la búsqueda del lucro es lo normal, ya que no hay sector de la población que no pretenda tener una aceptable entrada de dinero. Debe tenerse presente que el comerciante o el industrial ganan dinero siempre y cuando hagan algo útil para el resto, siendo sus entradas monetarias la resultante de haber realizado un intercambio que favorece a ambas partes intervinientes en cada acto comercial.

Los excesos que se cometen en materia económica se debe a la ausencia de competencia entre empresas, por lo que debe acusarse por ello a la sociedad en general. Cuando existe un plantel suficiente de empresarios, nadie puede desviarse del intercambio equitativo (que beneficia a ambas partes) por cuanto pronto se quedaría sin clientes y debería cerrar su empresa. Mientras tanto, el antiliberalismo católico sigue de aliado del socialismo en sus andanzas destructivas por varios países del mundo.

1 comentario:

agente t dijo...

Además de por asuntos internos como el referido en este hilo, los diversos credos cristianos, no sólo la Iglesia Católica, van a menos porque están arraigados mayoritariamente en sociedades que se han laicizado mucho en las últimas siete décadas y que han tenido un fuerte crecimiento económico y de nivel de vida. Y ya se sabe, si no truena es más difícil acordarse realmente de Santa Bárbara.